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Saint Martin, de que el libro está hecho para reír,22 o frente a la caracterización
de la obra que hace Juan de Mommarte, en su edición de 1662, como «menor
en la sustancia, por ser una novela de caballerías, toda burla de las antiguas y
entretenimiento de las venideras, inventado sólo para pasar tiempo en la ocio-
sidad» (Prefacio), en la traducción de Motteux empiezan a manifestarse con
claridad los signos de una interpretación que sobrepasa lo cómico o lo satírico.
Así, en la portada aparece un lema que dignifica la figura del protago-
nista: «Nullum magnum ingenium sine mixtura dementiae». En «An account
of the author» situada al comienzo del tomo III,23 Motteux elogia sin reservas
a Cervantes: «If ever any writer deserv’d to have his memory preserv’d entire
to future age, ‘tis certainly Michael de Cervantes Saavedra» (p. I); «He was a
master of all those great and rare qualities which are requir’d in a accom-
plish’d writer, a perfect gentleman and a truly good man «(p. VI). Esta carac-
terización, sacada —según confiesa— únicamente de sus obras, apunta a una
identificación de Cervantes con don Quijote, confirmada por el resumen bio-
gráfico, en el que se destaca su comportamiento heroico, guiado por unos
ideales (patrióticos, en su caso) y su entereza ante la adversidad (p. II, en
especial). Esa identificación resultaría inexplicable si se concibiera a don
Quijote como un personaje objeto de mofa, sin grandeza espiritual, si, por
contra, no se percibiera su dignidad espiritual ante la desgracia.
En el prólogo, Motteux caracteriza la obra como «an exact mirrour of
mankind», en el que Cervantes muestra a los hombres su propia cara. Señala
la universalidad de los protagonistas, pero lo más significativo es la interpre-
tación del valor de los dos personajes: don Quijote representaría al osado que
lucha por sus ideas frente a la cerrazón de los demás, mientras Sancho simbo-
liza el vulgo bajo, embrutecido y supersticioso: «The character of don Quixote
must speak its own praise: ‘tis an original without a precedent, will be a pattern
without a copy; its greatest fault was its too great beauty»; en cambio, en la
figura de Sancho cualquiera puede ver «the mean, flavish and ungenerous
spirit of the vulgar in all countries and ages: a crouching fear, awkward lyung,
sordid avarice, sneaking pity, a natural inclination to knavery and a supersti-
tious devotion».24
La opinión de Motteux es el primer peldaño, en lo que he podido ver, de
la interpretación trascendente del Quijote. Después de él, aparecen otros juicios
que suponen el aprecio de la obra y la consideración de un contenido que
excede la comicidad o la sátira. ¿Cómo, si no, explicarnos que Pope aluda al
caracter grave de Cervantes contraponiéndolo a la risa de Rabelais?25
Ese aprecio se mostraba en un mayor grado en Just van Effen, quien con
más claridad había señalado diferentes lecturas. Manifiesta el «aplauso
general» de que goza el Quijote, porque, como hemos visto, los diversos
niveles de penetración por debajo de «la superficie de extravagancia» satisfa-
cían las varias sensibilidades, tanto las que corresponden a una formación
diversa («los literatos… los filósofos”) como a las que son resultado del desa-
rrollo del individuo: conforme se avanza en edad y conocimientos, el Quijote
se hace accesible en «todas sus diferentes fases, en todos sus distintos grados
de bondad».
En poco tiempo, se desata el apasionamiento y veneración por Cervantes,
los que encontramos en lord Carteret y John Bowle, como ejemplos señeros.
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La edición promovida por lor Carteret (Londres, 1738), por sus características
(el lujo y cuidado de la impresión, las primorosas láminas, la biografía encar-
gada a Mayans…), eleva al Quijote al rango de obra clásica, de «libro original
y único en su género».26 Hasta el punto de que en el frontispicio Cervantes es
representado como Hércules Musagetes, es decir, ‘guía o jefe de las musas’,
que expulsa a los monstruos del Parnaso.27 Además, las ilustraciones de John
Vanderbrank para esta edición engrandecen al personaje de don Quijote al pre-
sentarlo, en la nobleza de su perfil, indistinguible de un soldado romano y,
cuando es llevado detenido por los criados del duque, comparable, en opinión
de Rachel Schmidt,28 a la representación iconográfica de Jesucristo con la cruz.
Las características de esta edición se reproducen en la de 1742, esta vez con
traducción inglesa de Charles Jarvis, repitiendo la biografía de Cervantes de
Mayans y las láminas, pero ahora con la novedad de un buen número de notas
al texto a cargo del traductor.
En contraste, en España, como hemos visto, el Quijote fue interpretado
durante un tiempo, con la excepción de Cadalso, desde una perspectiva satírica.
Incluso Mayáns valora el Persiles por encima del Quijote, que considera una
obra más popular.29 Y la propia Academia para recomendar la obra a los
lectores, en su edición de 1780, no se le ocurre ningún argumento más que
aludir al «aplauso y estimación» que ha recibido en otros países, sin hacer la
menor mención a alguno de sus méritos.30
OBRAS CITADAS
Lumières: etudes sur le XVIIIéme siécle litteraire, Droz, Ginebra, 1969, pp.
13-59.
PÉREZ MAGALLÓN, Jesús, «Epistolaridad y novela: Afán de Ribera y Cadalso»,
Anales de Literatura Española, XI (1995), pp. 155-172.
RAMÍREZ-ARAUJO, Alejandro, «El cervantismo de Cadalso», The Romanic
Review, XLIII, 4 (1952), pp. 256-265.
—,«Cervantes dans l’Encyclopédie», Romance Notes, 12 (1971), pp. 407-412.
RICO, Francisco, «Historia del texto», en Don Quijote de la Mancha, edic.
dirigida por F. Rico, Crítica (Biblioteca Clásica, 50), Barcelona, pp. CXCII-
CCXLII.
RILEY, Edward C., Don Quixote, Allen adn Unwin, Londes, 1968; trad. esp.
Introducción al «Quijote», Crítica (Filología, 19), Barcelona, 1990.
RIUS, Leopoldo, Bibliografía crítica de las obras de Miguel de Cervantes
Saavedra, III, Oliva, Villanueva y Geltrú, 1904.
ROMERA-NAVARRO, Miguel, «Correspondencia entre las interpretaciones litera-
rias del Quijote y las pictóricas», Hispanic Review, XII (1944), pp. 152-
157.
RUSSELL, P. E. «Don Quixote as a funny book», Modern Language Review,
LXIV 1969), pp. 312-326.
NOTAS
1 El artículo de P. Russell [1969] no deja lugar a dudas de cómo había sido entendido el
3 La más conocida es, sin duda, el Fray Gerundio de José Francisco de Isla, pero pueden
embargo, Torres, en un episodio muy cervantino: el examen de la librería del ermitaño, tal como
aparece en la segunda versión de El ermitaño y Torres (de fecha incierta), no hace más que aludir
a la traducción de Lesage y citar sus tesis, pero en ningún momento coloca el Quijote de Avellaneda
por encima del de Cervantes. Al contrario, efectúa grandes elogios de éste y nos da un testimonio
del modo en que era entendido: «Aquí tengo también —dijo el ermitaño—, para divertirme algunos
ratos, la celebrada Historia de don Quijote de la Mancha. —Ese es uno de los escritos originales de
la nación —respondí-. Esa obra tiene con envidia a los extranjeros, aunque tiene tanto lugar en la
estimación de nuestros nacionales, que no hay obra de lectura más entretenida y sabrosa, ni cele-
brada con más universalidad, todavía les agrada a los naturales de los reinos extranjeros aún más que
a los nuestros. Es cierto que en el linaje de epopeya ridícula no se encuentra invención que pueda
igualar el donaire de esta historia, ni se pudo inventar contra las necedades caballerescas inventiva
más agria. —El Cervantes -añadió el ermitaño- fue hombre de maduro juicio y de fecunda imagi-
nación: la variedad de lo verídico en las aventuras nos da a entender al rico mineral de su graciosa
fantasía. Su estilo es claro, fácil, natural, desafectado, y que lo constituye con bastante derecho entre
los príncipes de nuestro lenguaje», en Recitarios astrológico y alquímico, edic. de José Manuel
Vallés, Editora Nacional, Madrid, 1977, p. 148. Por lo demás, la opinión de Torres pasó inadvertida
en el momento de la publicación por Montiano del Quijote de Avellaneda: de la segunda versión de
El ermitaño y Torres, la única en la que se cita, no se conoce ninguna impresión más que la de
Obras completas de 1752.
5 Montesquieu nos da una muestra de este juicio cuando pone en boca de un personaje:»Le seul
de leurs livres qui soit bon [los españoles] est celui qui a fait voir le ridicule de tous les otres»,
Lettres persanes, LXXVIII, p. 50
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(tomo XV, pp. 134a-136b), en el artículo dedicado a Sevilla por Jaucourt (véase A. Ramírez 1971).
7 Para ello Agustín de Hordeñana escribe a Mayans, a instancias de Ensenada, encargándole
una nueva versión de su Vida de Cervantes («El caso es que se desea reimprimir por suscripción la
célebre obra de Don Quijote, pero de forma que en la letra, papel, láminas y demás circunstancias
de la impresión no ceda a la de Londres, y aun aventaje si fuere posible»; véase el prólogo A.
Mestre a su edic. de Mayans, Vida de Miguel de Cervantes, p. LXXXII. Recuérdese que Diego de
Torres Villarroel había utilizado por primera vez —y con gran éxito— el procedimiento de la sus-
cripción para editar sus obras completas en 1752.
8 Pueden verse útiles explicaciones en F. Rico [1998: CXCII-CCXLII].
9 «Estos motivos son: el espíritu crítico y normativo de la época (…); la actitud moralizante
(…); la propensión a mirar con ojos benignos a escritores del Siglo de Oro clásicos y castizos», A.
Close [1998: CXLIX].
10 La muerte de Vicente de los Ríos dejó el «Análisis» sin terminar en una pequeña parte, lo
que obligó a los académicos a «ordenar (…) sus apuntamientos», «Prólogo de la Academia», p.
XIII.
11 A. Close [1998: CLI-CLII]
12 En la aprobación de las Memorias literarias de París, de Luzán (1751), cit. por F. Aguilar
como a las tinieblas la luz al despuntar el sol, aquella insípida e insensata caterva de caballeros, des-
pedazadores de gigantes y conquistadores de reinos nunca oídos» (citado por F. Aguilar Piñal
1983:162). Sobre la citada metáfora y sus implicaciones ideológicas, véase R. Mortier [1969] y P.
Álvarez de Miranda [1992:167-183].
14 Así lo hacen Vicente de los Rios y El Censor (1785).
15 Las citas de las Cartas marruecas proceden de mi edición de la obra en Crítica (Biblioteca
18 Le Misanthrope, tomo II, discurso 88, La Haya, 1711; cit. por Ríus [1904: 193].
[1972].
22 «Dedicace au Dauphin».
23 Un «Account of the Author» que en su mayor parte Motteux elabora, como haría después
25 «Whether thou choose Cervantes’ serious air,/or laugh and shake in Rabelais’ s easy chair»,
vantes Saavedra de Mayans, p. XLIV. La edición promovida por lord Carteret se convertiría en un
preciado objeto con un valor simbólico, como lo prueba el que el ejemplar de la biblioteca del duque
de Alba hubiera sido un regalo del príncipe Luis Luciano Bonaparte a la emperatriz Eugenia o el
que, en el caluroso recibimiento que la ciudad de Sevilla proporciona al duque de Wellington en
1813 el Ayuntamiento elige como regalo más significativo un ejemplar de dicha edición.
27 Como se explica en las «Advertencias de don Juan Olfield sobre las estampas desta historia».
Ahí se afirma que Cervantes «nos dejó en todas sus obras, y especialmente en ésta, una natural y
perfectísima idea de escribir entretenida y gustosamente, así las cosas serías, como las burlescas; y
procuró infundirnos cierta delicadeza de gusto, que si llega a percibirse, causa gran hastío de cua-
lesquiera otros absurdos y singular desprecio de los que neciamente los apadrinan», p. II.
28 Rachel Schmidt [1996:216]. En cambio, M. Romera-Navarro [1944:154] califica negativa-
Don Quijote de la Mancha. Pero no ha tenido igual aceptación, porque la invención de la historia
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de don Quijote es más popular y contiene personas más graciosas, y, como son menos en número,
el lector retiene mejor la memoria de las costumbres, hechos y caracteres de cada una», Vida de
Miguel de Cervantes, ¶182.
30 «Prólogo de la Academia», p. I.