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El dandi solo existe cuando hay ojos, los suyos u otros, para mirarlo.
Charles Baudelaire (1821-1867), hizo un estudio de las dos clases sociales entre las que era
posible que el dandismo surgiera -entre una aristocracia pasada y una democrática burguesía-.
Frente a la primera generación de dandys ingleses del siglo XVIII que pretendían ascender
socialmente -queriendo aparentar valores propios de la aristocracia- los pertenecientes al
dandismo francés consideran más propio distinguirse personalmente e individualizarse.
Baudelaire en Las flores del mal[1], y en sus Pequeños poemas en prosa y sus admirables
páginas de crítica artística intentó encontrar un camino personal en medio de una época de
transformaciones y de replanteamientos en el campo de los valores estéticos, artísticos,
ideológicos y sociales.
En este contexto Charles Baudelaire, expone en Las flores del Mal, con diversos símbolos e
imágenes, el tema del dandysmo que se resume en tres facetas diversas que trata con distintos
matices. El Dandi orgulloso que no acata las normas sociales como símbolo de libertad; El
Dandi que identifica el gusto por la nada, simbolizado por el Albatros que cuando llega a tierra
se deshace y el Dandi hastiado, sin interés por la vida y en donde la muerte es su punto final.
El elemento de rebeldía que define al dandi lo convierte, muchas veces, en un odioso obtuso
que desdeña todo aquello que no provenga de sí mismo, perdiendo así la oportunidad de
ejercer la búsqueda de lo nuevo. Dicha búsqueda queda reducida a “lo nuevo” dentro de un
grupo minúsculo de aristócratas. El dandy, en su cruzada contra todo lo ramplón, recae en el
sectarismo y la infamia.
Casullo agrega la referencia a la figura del flâneur que plantea Baudelaire. El flâneur es el que
flota en la ciudad, la recorre, la mira, la visita diariamente. Su poética tomará los temas de esa
nueva ciudad: la multitud, lo anónimo, lo fugaz de las visiones, la maravillosa soledad de la
noche y sus extraños personajes.
El término flâneur procede del francés, y significa 'paseante', 'callejero'. La palabra flânerie
('callejeo', 'vagabundeo') se refiere a la actividad propia del flâneur: vagar por las calles,
callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al
paso.
El flâneur era, ante todo, un tipo literario en la Francia del s. XIX, inseparable de cualquier
estampa de las calles de París. Llevaba aparejado un conjunto de rasgos variopintos: el
personaje indolente, el explorador urbano, el individuo curtido en la calle, etc. Fue Walter
Benjamin quien, a partir de la poesía de Charles Baudelaire, le hizo objeto del interés
académico durante la pasada centuria, como figura emblemática de la experiencia urbana y
moderna.3 Gracias a Benjamin, el flâneur pasó a convertirse en una figura importante para
estudiosos, artistas y literatos.
El flâneur pierde algo de la petulancia del dandi; no aquella parte que corresponde a los
deseos de un orden más elevado sino más bien la que está relacionada con las consecuencias
políticas de su conducta. Su materia prima es la ciudad y su gente, la fascinación que siente no
le permite aborrecer a la chusma, a los desechos de la sociedad moderna, o en todo caso no le
permite aborrecerlos desde premisas racistas o aborrecerlos más que al resto de los estratos
sociales.