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PERIODO HELENÍSTICO
GRIEGO
Profesor(a): Integrante:
Carol Peña. Endrimar Tovar
El término «helenístico» fue utilizado por primera vez por el historiador alemán
Johann Gustav Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un
criterio lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones en
las que se hablaba el griego ( λληνίζειν – hellênizein), o directamente relacionadas
con la Hélade a través del propio idioma, un fenómeno alentado por las clases
gobernantes de origen heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron relación directa
con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los territorios del Imperio
seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos orientales, y la fusión o
asimilación de rasgos culturales orientales y griegos, tuvo continuidad, como se ha
mencionado, bajo el Imperio romano.
Los trabajos arqueológicos e históricos recientes conducen a la revalorización de
este período y, en particular, a dos aspectos característicos de la época: la importancia
de los grandes reinos dirigidos por las dinastías de origen griego o macedónico
(Lágidas, Seléucidas, Antigónidas, Atálidas, etc.), unida al cometido determinante de
decenas de ciudades cuya importancia fue mayor que la idea comúnmente aceptada
durante mucho tiempo.
CULTURA HELENISTICA:
Las grandes ciudades se convirtieron, en este período, en los centros del saber, de
las ciencias y del arte. A partir del siglo IV, la mayoría de los artistas fueron griegos de
las colonias de Asia. Se dio un gran avance en el mundo de las ciencias, medicina,
astronomía y matemáticas. Estas últimas fueron disciplinas estudiadas y enseñadas
por grandes sabios como Euclides, Apolonio, Eratóstenes, Arquímedes, entre otros.
MONARQUIA HELENISTICA:
La monarquía helenística era personal, lo cual significaba que podía llegar a ser
soberano cualquiera que, por medio de su conducta, sus méritos o sus acciones
militares, pudiese aspirar al título de basileus. En consecuencia, la victoria militar era, la
mayoría de las veces, el acto que legitimaba el acceso al trono, permitiendo así reinar
sobre una provincia o un estado. Seleuco I utilizó la ocupación de Babilonia en 312 a. C.
para legitimar su presencia en Mesopotamia, o su victoria en 281 a. C. sobre Lisímaco
para justificar sus reivindicaciones sobre el Bósforo y Tracia. Asimismo, los reyes de
Bitinia sacaron provecho de la victoria en 277 a. C. de Nicomedes I sobre los gálatas
para afirmar sus pretensiones territoriales.
Esta monarquía personal no tenía reglas de sucesión precisas, por lo cual eran
frecuentes querellas incesantes y asesinatos entre los muchos aspirantes. Tampoco
existían leyes fundamentales ni textos que determinaran los poderes del soberano, sino
que era el propio soberano quien determinaba el alcance de su poder. Este carácter
absoluto y personal era, a la vez, la fuerza y la debilidad de estas monarquías
helenísticas, en función de las características y la personalidad del soberano. Por tanto,
fue necesario crear ideologías que justificaran la dominación de las dinastías de origen
macedonio y de cultura griega sobre los pueblos totalmente ignorantes de esta
civilización. Los lágidas pasaron, de este modo, a ser faraones ante los egipcios y
tenían derecho a aliarse con el clero autóctono, otorgando espléndidas donaciones a los
templos.
En cuanto a los pueblos de origen griego y macedónico que también gobernaban, los
soberanos helenísticos debían mostrar la imagen de un rey justo, que asegurase la paz
y el bienestar de sus pueblos, existiendo así la noción de evergetes, el rey como
benefactor de sus súbditos. Una de las consecuencias, acaecida ya en el reinado de
Alejandro Magno, fue la divinización del soberano, a quien rendían honores los súbditos
y las ciudades autónomas o independientes que habían sido favorecidas por el rey, lo
que permitió reforzar la cohesión de cada reino en torno a la dinastía reinante.
Grecia continental
Las islas griegas mantuvieron una cierta prosperidad gracias a las importantes vías
creadas para el intercambio entre Asia, Egipto y Occidente. Contaban sin embargo con
la constante inseguridad provocada por los piratas de regiones como Iliria, Creta y
Cilicia.