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Matrices societales: plantación, hacienda, estancia.

Las sociedades latinoamericanas se constituyeron sobre la base de tres matrices que se


correspondieron con las unidades de producción instaladas durante la dominación colonial: la
plantación con trabajo esclavista, la hacienda con trabajo semiservil, y la estancia con trabajo
asalariado.

Las tres matrices se constituyeron en tiempos diferentes pero la aparición de una no implico la
desaparición de otra, por lo tanto, hubo coexistencia temporal con diferencias en la ubicación
espacial, aunque en algunos casos dos unidades productivas compartían un mismo espacio
administrativo político.

Ejemplos:

Perú: plantación costera con la hacienda serrana.


Brasil: plantación del nordeste con la estancia del sur.
Virreinato del Río de la plata: la hacienda del noroeste y la estancia pampeana.

División temporal:

LA PLANTACION se extendió desde comienzos de siglo XVI hasta la abolición de la esclavitud


durante el siglo XIX; LA HACIENDA desde principios del siglo XVII hasta su desaparición por los
procesos de reforma agraria y LA ESTANCIA desde fines de siglo XVIII hasta la actualidad.

División espacial: LA PLANTACION fue privativa del caribe, del nordeste y del centro sur de Brasil,
de Guayanas, Perú (la costa). (áreas vaciadas de pobladores originarios o sociedades autóctonas
poco desarrolladas). LA HACIENDA se extendió más ampliamente desde México hasta el
noroeste argentino. (áreas en donde se habían desarrollado las grandes civilizaciones
americanas y existía una alta densidad demográfica que era clave para la provisión de fuerza ed
trabajo). LA ESTANCIA, fue predominante del área del Rio de la Plata (espacio donde los
pobladores originarios habían sido desplazados).

Estas matrices se constituyeron a partir de una situación geográfica. Los patrones de conquista
y colonización fueron variables de acuerdo con factores físicos, políticos, económicos e
ideológicos y de acuerdo con la particular concentración demográfica y el grado de complejidad
de las sociedades autóctonas. Entre los factores exógenos que influyeron en la formación de las
matrices fue el tipo social de los conquistadores. Así alrededor de 1520 se presentaron tres
situaciones:

1. Colonización de sociedades autóctonas ubicadas en áreas de montaña, con un alto


grado de desarrollo social, económico y político.
2. La colonización de núcleos autóctonos seminomades.
3. La colonización de espacios vacíos o casi vacíos.

El desarrollo de las matrices societales dentro de los sistemas coloniales: portugués y español.

La abundancia de tierras fértiles en Brasil, aptas para el cultivo de la caña de azúcar, un producto
de alta demanda en el mercado europeo, por ende, un negocio altamente redituable, esta
situación lleva a la instauración de un modelo de colonización basado en la gran propiedad rural-
latifundio- productora para el mercado externo bajo la forma de PLANTACION EXCLAVISTA.
Inicialmente los esclavos fueron los indígenas locales, pero su resistencia al trabajo forzado hizo
que fueran remplazados por africanos. Así quedo definido el patrón de exportación, fuerza de
mano esclava o: GRAN PROPIEDAD DE LA TIERRA, EMPRESA COMERCIAL, TRABAJO

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COMPULSIVO O COACCÍON JURÍDICA O EXTRA ECONÓMICA. Este patrón perduro largamente y
se impuso a despecho del fracaso del sistema de las capitanías.

Si la unidad de producción predominante en la colonia de Portugal fue la plantación esclavista,


en las colonias españolas en cambio predomino la encomienda y más tarde LA HACIENDA y el
sistema de haciendas, con fuerza de trabajo constituía por los pobladores originarios. Bajo la
dominación española, la economía se organizó en torno a los grandes núcleos mineros (el oro y
la plata principalmente en Bolivia, Perú y México), y a partir de estos centros se articuló el
comercio a distancia. Los dos modelos de colonización fueron una empresa urbana, en la cual
las ciudades mantenían contacto más fluido con las metrópolis que entre ellas mismas, y en el
cual las ciudades fueron el eje de un movimiento centrípeto que atraía para si las riquezas del
entorno para luego transportarlas a la Península.

En el régimen de la encomienda, la corona percibía un tributo y a cambio evangelizaba a los


indígenas, asegurándose de este modo la reproducción de su poder. La encomienda genero
necesidades que fueron cubiertas con el surgimiento de la hacienda.

LA HACIENDA es una unidad autónoma que surgió en el siglo XVII y se perfecciono en el siglo
XVIII hasta convertirse en el siglo XIX en un sistema de haciendas. Este tipo de unidad de
producción, los hacendados eran los dueños de la tierra y los indios devinieron en un tipo
particular de campesinos. La hacienda era una verdadera microsociedad que contenía todos los
elementos económicos, políticos, militares e ideológicos para su reproducción. Estos elementos
se proyectaron luego en el nivel macrosocial. De este modo estos sistemas de producción se
vuelven modeladores para las sociedades más allá de sus particularidades.

Es evidente que hubo diferencias notables entre las tres matrices societales y las DIFERENCIAS
se manifestaron no solo en la FUERZA DE TRABAJO disponible, y las RELACIONES DE
PRODUCCION, sino también respecto de la PROPIEDAD DE LA TIERRA y el destino de esa
producción. LA HACIENDA utilizaba mano de obra autóctona (indígenas, campesinos), producía
en general para el mercado local y requería escasa inversión de capital, en general capital fijo.
Dos rasgos principales predominan en la hacienda: la superficie extensiva y la autosuficiencia.

Las plantaciones fueron mucho más sensibles y dependientes de las fluctuaciones de las
demandas externas. Es que, como señalo Braudel el mercado mundial fue creador,
condicionante y estructurante del sistema de PLANTACION. La plantación desempeño un papel
importante en el proceso de acumulación originaria del capitalismo europeo hasta mediados del
siglo XIX.

De aquí surgieron las primeras sociedades anónimas y las primeras formas de industrialización,
como en el caso de la mencionada explotación de la caña de azúcar. Inequívocamente el binomio
plantación/esclavitud fue una creación del colonialismo que se comenzó a modelar en África y
culmino en América. En este sistema los esclavos no eran personas sino cosas o como dicen los
registros piezas de comercio, es decir mercancías.

Bolland dice que las principales características de LA PLANTACION son: producción de un solo
cultivo para explotación con la consiguiente dependencia de los mercados metropolitanos;
fuertes tendencias monopólicas; rígido sistema de estratificación social, con una intensa
correlación entre las distinciones de clase y raciales; estructura comunitaria débil y marginación
de los campesinos que se dedicaban a la producción de subsistencia y al trabajo periódico en las
plantaciones. Esta unidad de producción, añadimos que el TRABAJO ESCLAVO ERA SU NUCLEO
DURO.

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Como obvia consecuencia con la abolición de la esclavitud desaparece la plantación basada en
ella, pero en muchos casos esta desaparición no fue definitiva, sino que fue seguida de la
plantación basada en los trabajadores asalariados libres cualitativamente bien diferente.

Proponemos no reducir la esclavitud a una relación de trabajo y reponer la importancia de la


discriminación social y racial, que la transformación de la relación de trabajo no suprime
necesariamente. Carrera Damas propone una definición de esclavitud que es dinámica, como
proceso que esta es su fase de liquidación consiste en un proceso complejo y dilatado de efectiva
disolución de la institución en los órdenes socio económicos e ideológicos/políticos. En breve,
tal como afirma Carreras Dama, la esclavitud no termina con la abolición legal.

LA ESTANCIA ganadera rio platense se distingue claramente de las otras dos unidades,
básicamente por emplear fuerza de trabajo asalariada predominantemente libre (sin excluir
trabajo esclavo) y desarrollar relaciones de producción progresivamente capitalistas. La estancia
fue en sus comienzos y durante mucho tiempo una unidad de producción dedicada a la
ganadería extensiva, proveedora de carne para los saladeros.

Como la plantación esclavista, producía para el mercado mundial; como la hacienda no necesito
inicialmente de una alta inversión de capital, excepto para atender el rubro más costoso, la
remuneración de la fuerza de trabajo asalariada. La situación cambio cuando a partir de
mediados del siglo XIX, la estancia incorporo las innovaciones tecnológicas- y esta capacidad la
diferencio de la hacienda quien no la adopto hasta muy avanzado el modelo primario
exportador.

La estancia es una unidad de origen más reciente (fines del siglo XVIII) que dispuso de una fuerza
de trabajo compuesta mayormente por gauchos libres y errantes a los cuales se procuró fijar en
la explotación mediante el pago de salarios altos y la compulsión que ponían a disposición de
los estancieros contingente de hombres arrestados por carecer de la papeleta de conchabo, un
documento que acreditaba la condición de empleado.

Con la liberación del comercio, esta unidad se convirtió en unos de los polos más dinámicos de
la región en la que tuvo su mayor extensión y su importancia se ha proyectado incluso hasta el
presente. La estancia ganadera en particular la argentina y la uruguaya fueron parte central de
la economía agroexportadora rio platense.

Cambios en las matrices societales a partir del siglo XIX:

Estudiar las sociedades de plantación, hacienda y estancia como matrices de las sociedades
latinoamericanas permiten encontrar claves explicativas de la construcción del orden, incluso
en las situaciones actuales toda vez que alguna d sus características sociales y culturales
esenciales- exclusión, prejuicio, discriminación y racismo- persisten con fuerza. Hacia mediados
del siglo XIX, estas tres matrices sufrieron transformaciones más graduales en el caso de la
hacienda, que durante mucho tiempo mantuvo casi intactas las producciones de producción;
más profundas en el caso las plantaciones, que pasaron del trabajo esclavo a la forma salario; y
menos inquietantes en el caso de la estancia, que era una unidad relativamente reciente y por
ella más permeable a los patrones capitalistas.

Según Ciro Cardozo y Brignoli, tres procesos contribuyeron a la formación de un mercado de


tierra y de trabajo apto para poner en marcha el modelo primario exportador:

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1. La abolición de la esclavitud (Cuba y Brasil) para crear un mercado de trabajo (también
estimulado por políticas de inmigración masiva en las sociedades donde la población
esclava e indígena es escasa, como en la región rioplatense Argentina, Uruguay y Brasil).
2. Las reformas liberales (México y Cordón Andino) en sociedades con amplias bases
indígenas-campesinas para liberar tierras inmovilizadas por el mecanismo heredado de
la colonia (por ejemplo: mayorazgo, tierras de la iglesia, de comunidades indígenas),
favoreciendo la apropiación de tierras de las comunidades indígenas por parte de la
hacienda.
3. La ocupación de áreas vacías (en realidad, casi vacías, pues están pobladas por indígenas
hasta entonces no sometidos como en la Patagonia argentina).

Los mismos autores sostienen que las políticas relacionadas con las comunidades indígenas
produjeron dos situaciones:

1. La eliminación casi total de las formas comunales de uso de la tierra, como en


México, el Salvador, Venezuela, Colombia y Chile, países en los cuales la subsistencia
parcial de tales formas fue irrelevante para el funcionamiento del modelo primario
exportador.
2. La situación inversa de predominante continuidad masiva del uso comunal de la
tierra, si bien articulada con la economía exportadora, tal como aconteció en
Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia.

No debe olvidarse un dato clave: la hacienda latinoamericana no se entiende sin la presencia


indígena, que no es solo presencia en las relaciones de trabajo y de producción, sino también en
la compleja diversidad cultural de la que los indígenas eran portadores.

La hacienda colonial devino en un sistema de haciendas en el periodo republicano. Se trata de


un mecanismo complejo basado en dos economías relacionadas conflictivamente: La de los
terratenientes y la de los campesinos. La hacienda era exclusiva propiedad del terrateniente. El
sistema de hacienda comprendía además de la hacienda del terrateniente, las unidades de
producción de los campesinos que tenían relación con el terrateniente por renta en trabajo o en
producto o eventualmente por salario. En el interior de las economías campesinas podían existir
tres tipos de tenencias de la tierra:

1. La propiedad de la tierra.
2. Las parcelas campesinas (propiedad de la terrateniente cedida al campesino a cambio
de renta en dinero o especias).
3. Las tierras comunales, ejidos o propiedad de uso común (usualmente con agua,
bosques, leña, pastos para ganados y otros bienes escasos que debían ser compartidos).

José Bengoa ha argumentado que el sistema de haciendas fue expresión concreta e histórica de
dos sistemas de producción imbricados, cada uno con su cultura y de la dominación cultural
sobre la sociedad colonizada, dominación que no pudo eliminar ni física ni culturalmente a esta,
llevando por lo tanto a una coexistencia entre ambas. A lo largo de la dominación colonial,
ambas sociedades, la de los europeos y la de la de los indígenas se desenvolvieron en un proceso
de relación/oposición reciprocas.

Al analizar la duración plurisecular del proceso que transformo a una sociedad indígena tan
compleja en un campesinado sumiso y deformo y distorsiono las relaciones entre los miembros
de la sociedad nativa, hasta el punto de que aquel sistema quedo reducido a un conjunto de

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comunidades aisladas y mutuamente desconfiadas. Esa fragmentación de la sociedad andina
tradicional alcanzo su clímax en el siglo XIX.

No fue una sociedad inmóvil: justamente su movimiento- expresado mediante las tensiones
surgidas de las rebeliones indígenas- es lo que permite percibir mejor la fuerza y la precariedad
de un sistema de esa naturaleza.

Los conflictos eran estructurales y se manifestaban en dos niveles: entre la economía del
propietario y la de los campesinos, y entre las economías campesinas internas (dentro de la
hacienda y las externas fuera de los límites de la hacienda). Las causas esenciales del conflicto
eran la apropiación y el control de los recursos agrícolas (tierra, agua, bosques, pastos) y las
fuerzas de trabajo.

El conflicto entre las economías terratenientes y las economías campesinas implicaba el


desarrollo de una costa a la otra, lo cual, tarde o temprano significaba la desaparición de una o
de otra. A partir de la década del 1960, fue el avance de la modernización capitalista lo que
motorizo la desaparición de ambas.

Puesto que la hacienda se desarrolló mediante la reducción de los recursos del campesinado,
este eventualmente se transformó en proletario agrícola. Sucedió también que la economía
campesina se desarrolló por un proceso gradual de adquisición o compra de tierras o por
proceso rápido de expansión, como una revolución o un proceso de reforma agraria. En estos
casos, se produjo una diferenciación entre los campesinos: agricultores (con capacidad de
ampliar su propiedad) y los proletarios rurales (que trabajaban para ellos). Si bien en estos casos
hubo una diferenciación socioeconómica en el interior de la estructura social, el sistema de
haciendas como unidad de producción dinámica indefectiblemente desapareció.

En el caso de las plantaciones esclavistas, su evolución en el tiempo es clara a diferencia de la


hacienda, su transformación no fue gradual, sino que estuvo más abruptamente definida por las
reformas liberales que propiciaron la abolición de la esclavitud (más tardías en el caso de Cuba,
Brasil y Puerto Rico). En este sentido, no hubo una adaptación (y si la hubo fue muy breve) a las
condiciones de producción para la inserción en el mercado mundial, sino que ella misma se llevó
a cabo mediante la transformación de las plantaciones esclavistas en plantaciones capitalistas
con fuerzas de trabajo libre, o sea, proletarios en sentido estricto (hombres libres que venden
su fuerza de trabajo, percibiendo a cambio un salario), en un proceso cuya transición tuvo
formas y tiempos diferentes en cada país.

La estancia, ya se ha dicho, es una unidad de producción todavía existente, si bien hoy tiene una
importancia sustantivamente distinta de la que tuvo durante el siglo XIX y comienzos del siglo
XX, durante el modelo primario agrario exportador.

Es significativo que dentro de estas tres explotaciones económicas, la que genero mayores
acciones contestatarias de los explotados fue la plantación esclavista, es decir, la que tenía
relaciones de trabajo fundadas en la perdida de la libertad de quienes trabajaban en ella. Tan
pronto como llego la esclavitud, llegaron también las revueltas:

o 1522, en Santo Domingo en el ingeniero azucarero del gobernador Diego Colon, (los
esclavos que sobrevivieron fueron ahorcados).
o 1529, sublevación de esclavos africanos en Santa Marta (Colombia).
o 1531 y 1539 protestas en Panamá y México.
o 1575, revuelta en Bahía, (Brasil).

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En toda América anglosajona y latina donde la plantación esclavista fue importante no falto la
rebeldía esclava bajo la forma de cimarronearía, individual y colectiva. Cabe señalar que la
plantación y la hacienda como unidades de producción económica y, por ende, las relaciones de
trabajo en las cuales se fundaban, desaparecieron durante los siglos XIX y XX, pero las
estructuras mentales que generaron dejaron una fuerte impronta en nuestras sociedades,
todavía hoy observables en múltiples aspectos.

Como asegura Braudel, las estructuras mentales han sido y son las más persistentes y resistentes
al cambio, obrando como verdaderas cárceles de larga duración.

Una cuarta matriz: las comunidades indígenas.

La plantación, la hacienda y la estancia fueron matrices societales de la dominación político-


social. La cuarta matriz, la constituida por las comunidades indígenas, aparece de modo mucho
menos evidente. Tiene características que la hicieron parte, al mismo tiempo, de los mecanismos
de dominación (mas cultural que política) de los pueblos originarios. Como las otras tres
matrices, la de las comunidades indígenas también fue una creación colonial. Surgió en el siglo
XVI y persiste todavía hoy, con un momento de inflexión a mediados del siglo XIX, cuando
comenzaron a producirse transformaciones varias, tanto en su interior como en las relaciones
con el conjunto de la sociedad nacional, particularmente del mundo andino.

En el mundo andino, según José Matos, la importancia de la comunidad indígena es tal que
constituye, junto con la hacienda, uno de los pilares de la estructura agraria. Se define por tres
rasgos:

1. Posesión común (no propiedad privada) de un espacio rural usufructuado por sus
miembros de manera individual y colectiva.
2. Una forma de organización social basada en la reciprocidad y en un particular sistema
de participación de las bases.
3. Mantenimiento de un patrón cultural singular que recoge elementos del mundo andino.

Sus orígenes están asociados al AYLLU andino y a la COMUNA ibérica, siendo el primero el núcleo
de su estructura y la segunda el patrón externo de referencia que la hizo posible. El surgimiento
de la comunidad indígena fue una respuesta a la reestructuración experimentada por el espacio
andino en su adecuación al nuevo orden establecido por la dominación española. Se constituyó
mediante dos días, las reducciones y la evolución de los propios ayllus, condicionados unas y
ortos por los enclaves mineros y el desarrollo del sistema de hacienda. La comunidad indígena
no fue una institución aislada del sistema administrativo colonial, al que fundamentalmente se
articuló a través de una serie de mecanismos de intermediación económica, social y cultural que
tuvieron una de sus más claras expresiones en el rol del curaca, canalizador de la mita y el
tributo. Fue, en fin, resultado de un juego dialectico entre los intereses de los conquistadores y
la resistencia de los conquistados.

Fernando Fuenzalida es categórico en cuanto al papel de la comunidad indígena durante la


dominación colonial. Se trata de un producto de la conquista cuya constitución provoco la
disrupción de un sistema más antiguo de relaciones campesinas y su reorientación hacia las
metas impuestas por los gobernantes coloniales en los campos económico, político, ideológico
y social.

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En materia económica, la organización de la población originaria en unidades
físicamente manejables permitió asegurar a los conquistadores la provisión de fuerza
de trabajo y alimentos.
Políticamente, la comunidad mantuvo a un campesinado libre leal a la corona y, por
ende, limitante del crecimiento de un peligroso poder feudal entre los conquistadores.
Ideológicamente, permitió racionalizar la conquista mediante la difusión de la religión
católica.
Socialmente, mantuvo fronteras netamente demarcadas entre los gobernantes
coloniales y el campesinado de indígenas sometido.

El locus de las comunidades indígenas andinas ha sido el de la sierra central, esto es zonas
agrícolas precarias, pero también la expresión de la domesticación de la naturaleza por parte
del hombre andino.

En el periodo colonial, la comunidad indígena, fue funcional al poder de la corona. A partir de la


instauración de las repúblicas, fueron, sobre todo, espacio de resistencia cultural procurando
mantener su identidad, que ya no era la originaria, pues había sido permeada por la dominación
europea y luego lo fue por su sucesora criolla. Uno de los aspectos más relevantes de esa
resistencia, nos parece, se hace explícito y manifiesto a fines del siglo XXI, cuando en Guatemala,
México, Ecuador, y Bolivia.

Es en este sentido que la comunidad indígena aparece como una matriz societal. Si bien en
términos culturales ella tal vez sea, como escribió Matos, un relicto de lo que podría ser
considerado lo indígena en el área andina, en lo que hace a nuestro objeto, es una todavía
vigente modalidad de organización social y productiva que combina posesión colectiva y
usufructo individual de la tierra, ejercicio compartido del poder y un sistema de valores que
exalta estas características, en particular la reciprocidad y la cooperación entre los miembros de
la comunidad, poseedora de una capacidad matricial potencialmente favorable a procesos de
profundización y radicalización de la democracia.

La estructura de las comunidades indígenas y los mecanismos de gobierno son, por cierto, más
complejos que lo hasta aquí dicho, pero a los efectos que nos interesan basta con resaltar esa
concepción y práctica de ejercicio del poder, participativas, directas, en las cuales todos los
miembros mayores de edad de la comunidad se involucran en la toma de decisiones.

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