Acerca de identidades que parecen naturales, pero no lo son…

Cuando nacimos, nos identificaron como varones o mujeres según la observación de

nuestros genitales, y así fuimos inscritos en el Registro Civil. Ser mujer o ser varón
pareciera algo fundado en un dato biológico, al que se asocian determinadas
características, expectativas, comportamientos, valores y creencias.
La categoría “género”, que comenzó a ser utilizada en la década de los 80, para denunciar
la situación de desigualdad y opresión de las mujeres enfatizando el carácter social de esas
representaciones. Así, se distinguió:
·​ ​Sexo​, la conformación biológica de una persona,
de
· ​Género, el conjunto de representaciones y mandatos culturales producidos socialmente

en relación a los sexos.

La familia da un sello personalizado a los ideales, representaciones, valores y creencias
asociados a ser varón y ser mujer por la sociedad: los encarna y los convierte en sustancia
de amor y de odio.
Según señala Morgade (2001), es posible identificar unas pocas imágenes o
estereotipos acerca de las mujeres que resumen centralmente su posicionamiento en
nuestra sociedad:
● La mujer ​madre, esposa y ama de casa; la mujer bella, siempre joven, objeto sexual;
la mujer máquina, que trabaja sin descuidar su hogar;

● Los varones: ​el varón exitoso económicamente sexualmente agresivo, valiente y

seguro de sì mismo líder y dominante.
Así, por ejemplo, los cuerpos asignados como varones llegan a suprimir toda una gama
de emociones, necesidades y posibilidades, tales como el placer de cuidar a otros y la
empatía, que se consideran como inconsistentes con la masculinidad. Aquellas
asignadas como mujeres, por su parte, son orientadas a potenciar estos aspectos, en
desmedro de su autonomía e incluso del cuidado de sì mismas.

La heterosexualidad obligatoria como institución política

Entre las caracterìsticas atribuidas como “naturales a varones y mujeres figura la
heterosexualidad. Resulta un aspecto tan naturalizado que se nos aparece como obvio y
queda casi invisibilizado cuando nos referimos al gènero. Sin embargo, no hay nada de
“natural” en la orientación sexual que poseemos; por el contrario, estamos
culturalmente orientados a ser heterosexuales.
Sutilmente somos impulsados a ser heterosexuales, pero màs que eso, ano ser lesbianas,
bisexuales, o el nombre que podamos darles a las experiencias que se salen de la norma.
Este aspecto es lo que denominamos heterosexualidad normativa, es decir la imposición de
la heterosexualidad como forma natural de orientación sexual, imposición que està ligada
con el mandato de la reproducción y la estructura del sistema patriarcal.

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Patriarcado:
El concepto de ​patriarcado utilizado desde el feminismo enfatiza justamente las relaciones
de poder que caracterizan las relaciones de género en nuestra sociedad.
Victoria Sau define el patriarcado como:
“una toma de poder histórica por parte de los hombres sobre las mujeres (…) pasa
forzosamente por el sometimiento de las mujeres a la maternidad, la represión de la
sexualidad femenina, y la apropiación de la fuerza de trabajo total del grupo dominado, del
cual su primer, pero no su único producto son los hijos.”

Ley 26.150 educación sexual integral:

A partir de la Ley 26.150 del año 2006, que crea el este programa nacional y de la
aprobación de los lineamientos curriculares de educación sexual integral (ESI) los y
las docentes de nuestro país tenemos la responsabilidad y a la vez la oportunidad
de enseñar educación sexual a nuestros niños, niñas y jóvenes.
A partir de esta Ley es que encontramos diferentes miradas y construcciones
personales y sociales, la sexualidad es subjetiva. Como plantea Morgade: “la
sexualidad estaba y está en todas partes porque es una dimensión de la
construcción de la subjetividad que trasciende ampliamente el ejercicio de la
genitalidad o una expresión de la intimidad”.
El cambio en el discurso sobre sexualidad es propio de cada persona
independientemente del contexto, es por esto que cada docente tiene una postura
frente al aula acerca de la sexualidad, ¿Qué enseñó o no?.