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Biografía del Silencio – Un libro de meditación y

mucho más
Por César Piqueras
21 de noviembre 2014

En el post de ayer hablaba sobre lecturas que habían marcado un antes y un después en mi vida. Hace pocas
semanas que he acabado de leer “Biografía del Silencio” de Pablo D´Ors, me pareció excepcional. Y como
creo en esto del boca-oreja, pienso que mi deber es difundir algo de lo que he aprendido… 1
Puede que pienses “¿Qué tiene que ver la meditación con todo esto de lo que hablas a menudo César?”
En realidad, si la meditación entrara en nuestras vidas, todo nos iría mejor en cuanto a liderazgo, gestión de
conflictos, trabajo en equipo, productividad y otros temas de los que me verás escribir. Por eso hoy considero
clave hablar sobre meditación.

Por ese motivo Biografía del Silencio es un libro que ya he regalado a algunos clientes, uno regala aquello
que cree interesante, y que puede ayudar al otro. Aunque con los libros pasa como con los perfumes, cada uno
tiene el suyo…

Mi relación con la meditación siempre ha sido algo tortuosa, como casi todas las cosas buenas en la vida. Hace
muchos años, creo que desde los 14, que leo sobre estos temas. Mientras mis compañeros de instituto se
dedicaban a hacer cosas mejores (como emborracharse y tener sus primeras experiencias sexuales), a mí no
se me ocurría otra cosa que leer sobre meditación y otros bichos… Me recuerdo tumbado en el suelo de mi
habitación siendo un adolescente haciendo respiraciones que recomendaban en un libro de Yoga, un libro que
sacaba prestado de la Biblioteca de Valencia. ¡Qué tiempos! También me recuerdo meditando cada día en el
autobús de camino al instituto (¡César eres raro de coj…..s!)

Han pasado los años y sigo meditando, sigo tratando de comprenderme mejor en el silencio, de
comprender mejor a los que me rodean, de entrar en sintonía con mi entorno, de tomar buenas
decisiones…

Y a todo ello me ayuda la meditación, y mucho más. Lo curioso es que me ayuda a todo ello sin hacer nada.
Es decir, sin la intención de solucionar nada cuando me siento a meditar.

“Sentarse sin hacer nada”, esa es una de las mejores definiciones de la meditación que conozco. Muchas
personas creen que hay que dejar la mente en blanco, no-pensar y muchas más leyendas sobre la meditación.
Sin embargo, bien mirado, es un espacio para ti. Para no hacer, para Ser ¿Puedes estar contigo mismo a solas?,
¿Puedes sentarte sin tener la intención de hacer o de solucionar algo, o pensar sobre algo?

Paso muchos momentos en soledad cada día (confieso que me encantan tanto como los que paso en compañía,
pero no tienen nada que ver con el momento de meditar. Eso sí que es encontrarse con uno mismo, serenarse,
tomar perspectiva… guau…

Pero me estoy desviando, quería hablarte de un libro de meditación que me encantó, así que directamente voy
a copiar aquí algunas de las palabras que me han resonado mientras lo leía.

Biografía del Silencio, un libro de meditación que tienes que leer


“En realidad, tanto más crecemos como personas cuanto más nos dejamos asombrar por lo que sucede, es
decir, cuanto más niño somos. La meditación (y eso me gusta) ayuda a recuperar la niñez perdida”

“Por eso la tarea de quien se sienta a meditar es, fundamentalmente, de limpieza interior. Nos asusta el
escenario vacío; nos da la impresión de que nos aburriremos en esa desolación. Pero ese vacío es nuestra
identidad más radical, pues no es otra cosa que pura capacidad de acogida”

“¿Qué había conseguido tras cientos de horas dedicadas, a sencillamente, sentarme y respirar? Todavía no
sabía que la resistencia a la práctica es la misma que la resistencia a la vida”.

“El silencio es sólo el marco o el contexto que posibilita todo lo demás”

“En cuanto comenzamos a juzgar los resultados, la magia de la vida se disipa y nos desplomamos” 2
“Con este espíritu, no es solo que se gaste menos energía en el desarrollo de una determinada actividad, sino
que hasta sale uno tonificado de ella”

“La meditación es una disciplina para acrecentar la confianza. Uno se sienta y ¿qué hace? Confía. La
meditación es una práctica de espera. Pero ¿qué se espera realmente? Nada y todo”

“Al verlo pensé en que mi perro vive intensamente cada segundo; tras observarlo mucho, pues es un
compañero fiel, he concluido que, al menos en eso, quiero parecerme a él. Me hice con un animal para avivar
al animal que hay en mí, ahora lo entiendo”

“Pues que la felicidad es, esencialmente, percepción. Y que, si nos limitáramos a percibir, llegaríamos
por fin a lo que somos”.

“Un león enjaulado no es un león, sino un león enjaulado; y eso es muy distinto”

“Gracias a la meditación he ido descubriendo que no hay yo y mundo, sino que mundo y yo son una misma y
única cosa”.

“Cualquier estado de ánimo que se tenga es el mejor estado de ánimo en ese momento para hacer meditación”

“Meditar no es difícil, lo difícil es querer meditar”

“Tú eres lo que queda cuando desaparecen tus pensamientos”

“Se trata de tener el receptáculo que soy cuánto más limpio mejor, de modo que el agua que se vierta en él
pueda distinguirse en toda su pureza”

“La calidad de la meditación se verifica en la vida misma, ese es el banco de prueba. Por eso, ninguna
meditación debería juzgarse por cómo nos hemos sentido en ella, sino por los frutos que da”
“Para lograr tal conexión con el dolor es preciso hacer exactamente lo contrario a lo que nos han enseñado:
no correr, sino parar; no esforzarse, sino abandonarse; no proponerse metas, sino simplemente estar ahí”

“En el combate que supone toda sentada, vence quien se rinde a la realidad”

“Cuánto más se observa a uno mismo, más se desmorona lo que creemos ser y menos sabemos quiénes
somos”

“Destruímos la punta del iceberg y creemos que nos hemos liberado del iceberg entero ¿Quieres conocer tu
iceberg?”

Aquí tienes un breve fragmento del libro


3
Si encuentras un ratito, siéntate a meditar, a ver si puedes crear el hábito, y ya me contarás.

Que tengas un gran día,

5 ([por]) 1 voto

“Biografía del silencio” de Pablo d’Ors, un libro


muy recomendable
Natalia Gómez del Pozuelo/ febrero 17, 2015/ Blog, Sin categoría/ 0 comments

Una amiga mía, que sabe que medito, me recomendó el libro Biografía del Silencio, de Pablo d’Ors, un
sacerdote, escritor y meditador; como él mismo dice en su libro: el orden de los factores no altera el
producto y no sabe decir cuál de las tres es más esencial en él.

Ha sido una experiencia muy interesante, porque había algunos párrafos completos en los que tenía la
sensación de haberlos escrito yo, hasta ese punto reflejaban lo que me sucede a mí como meditadora y, de
alguna manera, he llegado a hacerlos míos.

Por ello, he querido citarlos aquí, para que leáis a Pablo d’Ors hablando de la meditación y, como sucede
con la meditación en sí, me leáis también a mí, que, en cierta forma, al hacer este extracto y esta
“reinterpretación” del texto, me he fundido con él:

Me he permitido la libertad de cambiarlo de orden y agruparlo por temas, por si os interesa leer
específicamente sobre alguno en concreto, (espero que me perdone d’Ors esta licencia).

El comienzo…
“Quedarse en silencio con uno mismo es mucho más difícil de lo que había pensado: resultaba casi
insoportable estar conmigo mismo. La conciencia es un territorio poco frecuentado.”

Cómo vivimos…
“Llené la vida de experiencias (viajar, leer, enamorarse…) Estaba convencido que cuantas más
experiencias tuviera y cuanto más intensas y fulgurantes fueran, más pronto y mejor llegaría a ser una
persona en plenitud. Hoy sé que conviene dejar de tener experiencias y limitarse a vivir, dejar que la vida se
exprese tal cual es. (…) Todas nuestras experiencias suelen competir con la vida y logran, casi siempre,
desplazarla e incluso anularla.”

“El hombre empieza a vivir en la medida en que deja de soñar consigo mismo.”

“Para vivir en la realidad, debemos demoler los sueños que nos han encarcelado. Nuestros sueños no son
por lo general verdaderamente nuestros: los tomamos prestados, los fabricamos con un material poco
fiable.”

Opinamos y juzgamos… 4

“En cuanto comenzamos a juzgar los resultados, la magia de la vida se disipa.”

“Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas para que nos complazcan. Lo que nos disgusta tiene
su derecho a existir.”

“La vida se nos va en el esfuerzo por ajustarla a nuestras ideas y apetencias.”

“Reflexionamos para paralizarnos, para encontrar un motivo que justifique nuestra inacción. Pensamos
mucho la vida, pero la vivimos poco.”

¿Qué puedo hacer para cambiar?

La pura observación es transformadora; no hay arma más eficaz que la atención. P.d’ORs - piopialo

La meditación es atención…
“¡Párate! ¡Mira!, eso es lo que escucho en la meditación. Y si secundo estos imperativos y, efectivamente,
me paro y miro, ¡ah!, entonces surge el milagro.”

“El silencio es solo el marco o el contexto que posibilita todo lo demás. ¿Y qué es todo lo demás? Lo
sorprendente es que no es nada, nada en absoluto: la vida misma que transcurre, nada especial. Claro que
digo “nada”, pero muy bien podría también decir “todo”.”

“La fuerza de un ideal puede ser grande, la de la realidad, cuando se está frente a ella, cuando se palpa, es
misteriosamente mucho mayor.”

Y ayuda a soltar…
“Para escribir, como para vivir o para amar, no hay que apretar, sino soltar, no retener, sino
desprenderse.”

“Cuanto más se medita, mayor es la capacidad de percepción y más fina la sensibilidad, eso puedo
asegurarlo. Se deja de vivir embotado, que es como suelen transcurrir nuestros días. La mirada se limpia y
se comienza a ver el verdadero color de las cosas.”
“Se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está. (…) a no imponer a la realidad
mis propias filias o fobias, a permitir que esa realidad se exprese y que pueda yo contemplarla sin las gafas
de mis aversiones o afinidades, sin el prisma del “para mí”.”

“No merece la pena esforzarse; más que ayudar a encontrar lo que se busca, el esfuerzo tiende a
dificultarlo. No conviene resistirse, sino entregarse. No empeñarse, sino vivir en el abandono. Tanto el arte
como la meditación nacen siempre de la entrega; nunca del esfuerzo. Y lo mismo sucede con el amor.”

Como habréis podido ver en esta pequeña “cata” del libro de Pablo d’Ors, si te interesa la meditación,
merece la pena leerlo.

A mí me provoca curiosidad la convivencia en un mismo ser del hábito de la meditación y la aceptación, por
ejemplo, de los dogmas de fe. 5
Creo que la práctica de la meditación te aleja de todo culto, a cualquier cosa o idea, pero como también te
acerca al Amor, un amor absoluto, tal vez convivan sin molestarse… y también es cierto que muchos
meditadores (cristianos o no) creen en la trascendencia.

Pero dejémoslo aquí, porque como dice d’Ors: “cuanto más llenamos la cabeza de palabras, mayor es la
necesidad que tenemos de vaciarla para volver a dejarla limpia.”

Natalia Gómez del Pozuelo – para Comfort Meditation

Biografía del silencio, de Pablo d´Ors


Analizamos esta obra de la que ya se han vendido 25.000 ejemplares y hablamos con su autor

“Para algunos como yo, occidental hasta la médula, fue un gran logro comprender y empezar a vivir que yo
podía estar sin pensar, sin proyectar, sin imaginar, estar sin aprovechar, sin rendir”. Esta frase es una de las
conclusiones a las que nos acerca el libro “Biografía del silencio” de Pablo d ´Ors, que relata su experiencia
con la meditación desde los primeros pasos hasta la actualidad, cuando ha formado con otros seguidores el
grupo amigos del desierto.

La obra de d´Ors no es, en todo caso, un manual, sino más bien un relato que espera ser una invitación; pues
el autor está convencido de que buena parte de nuestros problemas individuales (y a través de estos, los
sociales) podrían solucionarse si nos detuviéramos a menudo a meditar: “la meditación nos concentra, nos
devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser. Sin esa convivencia con unos mismo, sin ese estar
centrado en lo que realmente somos, veo muy difícil, por no decir imposible, una vida que pueda calificarse
de humana y digna (pag. 22).

Un mensaje que, aunque venga de lejos (las referencias aquí irían desde sabidurías orientales como la Gita y
el budismo hasta posiciones eclécticas como la de Huxley y su filosofía perenne) no deja de ser revolucionario
en un mundo como el actual, donde el baremo por el que todos somos medidos tiene que ver más con la
multitarea que con la concentración.

Como igualmente revolucionaria otra idea que encontramos en este libro y que lo taoístas explicitaron bajo la
forma Wu Wei: no hacer. Una idea presente también en el Bhagavad Gita y que apunta no tanto hacia la no-
acción como hacia el actuar adecuadamente (desde el punto de vista ético) pero sin esperar nada a cambio: ni
dinero, ni gloria, ni placer. Simplemente, hacer lo que se deba de hacer. Como decía, un mensaje
revolucionario en un mundo que ha convertido en dioses al dinero, al sexo o al propio ego y donde todo lo
que no conduzca a un beneficio inmediato parece siempre un poco absurdo o decadente (puede que, incluso
ya, la propia literatura).

La diferencia entre quien medita y quien no, señala d´Ors, es la misma que entre un vagabundo y un peregrino:
los dos caminan, pero sólo el segundo sabe hacia dónde.

Estas lecciones, sumadas a una firme defensa del estoicismo (“la fórmula es tomar las cosas como son, no
como nos gustaría que fueran”, pag. 55) componen esta obra acerca de la cual hemos hablado con su autor en
una breve entrevista:

Mundo Crítico: En un mundo como el nuestro lleno de ruido, prisas, estrés,… ¿cómo interpreta que se
hayan vendido más de 25.000 ejemplares de su obra? 6
Pablo d´Ors: La razón es para mí muy clara, y es independiente del mayor o menor valor literario del libro:
hay en nuestra sociedad un anhelo muy intenso de plenitud y una búsqueda cada vez más imperiosa de recursos
con que alimentar la interioridad.

Mundo Crítico: A los que les cuesta (o nos cuesta) estar en silencio, ¿es porque no tenemos nada que
decirnos o porque nos asusta lo que podamos decirnos?

PdO: A todos nos cuesta, porque el silencio es una invitación a mirar lo que somos. Y siempre hay en nosotros
cosas que no nos gustan. Sin embargo, no parece inteligente estar permanentemente huyendo de nosotros
mismos. Si tienes un problema, lo más sensato es afrontarlo.

Mundo Crítico: Usted dice que tengamos cuidado ante quienes nos postramos cada día. Parece que más
que en una sociedad atea estemos en una sociedad “idólatra” que ha convertido en dioses al dinero, el
prestigio social, …

PdO: El ateísmo es una fe. La idolatría es siempre el problema, también de aquellos que nos decimos
creyentes. Una cosa es el credo que profesamos con los labios y otra el que dejamos ver con nuestra vida. Este
último, es obvio, es el único que cuenta.

Mundo Crítico: una de las ideas claves de su libro es la de dejar de ser vagabundo para ser peregrino,
es decir, dejar de andar de acá para allá sin motivo para tener una dirección, un horizonte. ¿No es esa
falta de “destino” una de las claves de tanto consumo de antidepresivos, de tanto estrés?

PdO: Lo que hace feliz a un hombre es saberse en un camino, es decir, con los pies en una tierra en concreto
y la mirada en un horizonte. No importa si estamos cerca o lejos de nuestra meta, sea ésta cual sea. Lo que
nos hace sufrir es sólo no saber dónde estamos ni adónde vamos. El ser humano no es tal sin un camino.

Mundo Crítico: En una carta o artículo (no lo recuerdo), Herman Hesse, autor con el que a usted se le
relaciona decía que un día uno de esos trabajadores que siempre iban con prisa de un lado a otro se
iban a detener y se iban a dar cuenta de que, aunque no hubieran ido al trabajo, no había pasado nada:
ellos seguían vivos, el mundo no se había parado,… Más allá de que haya que comer y pagar las facturas,
¿no nos hemos tomado a nosotros mismos demasiado en serio? ¿No nos creemos demasiado
importantes?

PdO: Desde luego. Vivimos en la ilusión de estar en el centro. Ese error de perspectiva es la fuente de toda
ansiedad, error y sufrimiento. Nos haría falta una buena cura de humildad o, lo que es lo mismo, de buen
humor. La persona humanamente elegante es aquella que no se toma a sí mismo demasiado en serio. Por otra
parte, salvando las diferencias, me gusta la asociación de mi persona con la de Hermann Hesse, autor de cuya
mano decidí con 14 años ser escritor. Al igual que él dedicaba buena parte de su jornada laboral a responder
las dudas existenciales de sus lectores, de un tiempo a esta parte hago yo con los míos una tarea similar. Es
bonito comprobar cómo la literatura trasciende los libros y toca los corazones. Si las letras no sirven para la
vida, ¿para qué entonces escribir?

Mundo Crítico: En el cristianismo, siendo usted sacerdote, ¿no se ha perdido esa idea del retiro que
usted propugna, del anacoretismo (que por otro lado siempre fue más propia de la iglesia oriental que
de la romana)? Una idea que usted defiende (pienso en su obra sobre Foucauld) y muy extendida en
otras religiones. Aquí hoy, el anacoreta, sería visto casi como un ser improductivo ¿no?

PdO: El problema es precisamente el afán de rendimiento o productividad. Esa es nuestra enfermedad:


queremos aprovechar el tiempo, no simplemente vivirlo. Hasta que no saneemos la relación con los otros, con
Dios y con nosotros mismos de utilitarismo no tendremos ni idea de qué va el arte, el amor y la espiritualidad,
que son quehaceres esencialmente gratuitos.
7
Mundo Crítico: En todo caso, ¿cómo se mantiene el equilibro entre el retiro y la ayuda a los demás?
¿Cómo se conjuga el no hacer (wu wei) con la acción social? O en términos budistas ¿ cómo se media
entre el arhat y el bodhisattva? Porque corre uno el riesgo de dedicarse mucho a sí y nada a los demás…

PdO: En nuestra cultura se nos ha enseñado que lo importante es ayudar a los demás y que ayudarse a sí
mismo es egoísmo. Esto es un error. Ayudarse a sí mismo a costa de los demás, eso sí que sería egoísmo. La
respiración tiene a este respecto mucho que enseñarnos. Respirar es un doble movimiento biológico de inspirar
y espirar que reproduce o es afín al ritmo espiritual por excelencia: dar y recibir. Una vida es armónica y sana
si hay proporción en estos ritmos. En general, estamos enfermos de activismo. Hemos de aprender a cuidarnos,
a volver a casa. Al fin y al cabo, nadie puede dar lo que no tiene. Ayudar no es un simple deber o imperativo
moral, sino la consecuencia natural de quien ha recibido.

Mundo Critico: Al leer su libro he recordado aquel de Huxley sobre la Filosofía Perenne, ¿usted
también cree, como él, que dentro de las diversas manifestaciones religiosas hay un poso común, dos o
tres verdades compartidas? En su caso, por ejemplo, parece defender una concepción monista de la
realidad…

PdO: La verdad universal es la fuente, la noche y la sed. Todos sin excepción (religiones, filosofías…)
buscamos una fuente de plenitud; todos nos acercamos a ella en la medida exacta de nuestra sed; ese camino
es para todos de noche, es decir, con dificultades. El prestigio actual de la mística se está construyendo sobre
el desprestigio de la religión.

Mundo Crítico: Otros aspectos de su libro me han recordado a enseñanzas muy extendidas en las
sabidurías orientales, por ejemplo, la idea de no hacer el trabajo por el beneficio sino por el trabajo en
sí, sin adueñarse del producto. Algo que en términos espirituales es fácil de entender (no digo de hacer):
realiza tu obra sin esperar por ella ni la fama, ni la gloria ni siquiera el agradecimiento, sólo porque es
tu deber. Pero que trasladado al mundo material presenta algunos peros porque es lo que llevan
haciendo siglos los trabajadores, crear sin poder adueñarse del fruto de su trabajo (Marx).

PdO: Ni siquiera ha de realizarse el propio trabajo porque sea un deber. Es más sencillo aún. Es porque todo
es un espejo de ti mismo. Tanto si escribes un libro como si preparas una comida, si lo haces lo mejor que tú
puedas (el ideal es la excelencia, no la perfección), eso te proporcionará alegría. Pessoa lo decía mucho mejor
que yo: “No al placer. No al poder. No a la gloria. La libertad, sólo la libertad.”

Mundo Crítico: Retomando la primera pregunta: ¿Cómo puede lograr una persona, en su día a día de
ajetreo y estrés, un poco de silencio y de atención?

Lo esencial es la constancia y la determinación, pero soy consciente de que, sin unas pautas concretas, aunque
sencillas, es muy difícil y se terminará por claudica. En cualquier caso, si alguien desea esas pautas, tal y como
ya las ofrezco, puede escribir a losamigosdeldesiertomail.com
https://issuu.com/sebastianjlorenz/docs/elementos_n__6 bajar libros ernes junger

El silencio se convierte en superventas


Un ensayo del sacerdote y escritor Pablo d'Ors supera los 100.000
ejemplares vendidos

Pablo D'Ors, sacerdote y escritor, en su casa de Madrid. Bernardo Pérez EL PAÍS

Uno tiene sus dudas. Más que perseguir dato y contexto, lo suyo en este artículo sobre Pablo d’Ors (Madrid,
1963) sería quizá –dado su valor- limitarse a poner una detrás de otra las frases que salen de su boca y de su
pluma (es este, de hecho, un ejercicio periodístico muy a la moda de un tiempo a esta parte). La boca sería la
del conversador grato, inabarcable y apabullante, una mañana de invierno en su piso del madrileño barrio de
Tetuán. También la del sacerdote católico —y consejero del Papa Francisco— que cree entre otras cosas que
la liturgia eclesiástica está gastada por rutinaria, funcionarial y verborreica: “Hay que hablar del anhelo, de
la sed interior y del deseo de plenitud con las palabras que utiliza hoy la gente. A menudo, el discurso
eclesiástico engarza poco con la sensibilidad y con el lenguaje de la gente común”.

Esa honesta carga de profundidad le ha merecido el amable adjetivo de “hereje” por parte de algunos
miembros del ala dura del catolicismo español, con el obispo de San Sebastián José Ignacio Munilla a la
cabeza. “Pero en el fondo creo que es bueno que me llamen hereje, eso demuestra la variedad de puntos de
vista que hay en la Iglesia”. En todo caso, habrá que regresar a Chesterton: "Cuando entro en una iglesia me
quito el sombrero, pero no la cabeza".

Entrecomillados para meditar

Borja Hermoso

Puede que, a priori, el éxito de ventas (más de 100.000 ejemplares ya) de un libro sobre meditación como
Biografía del silencio resulte insólito por no decir incomprensible. Estas frases reproducidas a continuación
pueden ayudar a entender mejor los porqués de este fenómeno editorial:

"Cuando buscamos es que solemos rechazar lo que tenemos".

"La meditación ayuda a recuperar la niñez perdida. Si todo lo que vivo y veo no me sorprende es porque,
mientras emerge, o antes incluso de que lo haga, lo he sometido a un prejuicio o esquema mental".

"Meditar no es difícil. Lo difícil es querer meditar".

"El ser amado no está ahí para que uno no se pierda, sino para perderse juntos".

"Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas para que nos complazcan".

"Me gusta o no me gusta: es así como solemos dividir el mundo, exactamente como lo haría un niño. Esta
clasificación no solo resulta egocéntrica sino radicalmente empobrecedora y, en último término, injusta" (...)
semejante estilo de vida hace de la vida algo agotador".
"Mientras el hombre tenga preguntas que hacerse, todavía tiene salvación".

"Más de un 80% de nuestra actividad mental es totalmente irrelevante y prescindible, más aún,
contraproducente (...) Pensamos mucho la vida, pero la vivimos poco. Ese es mi triste balance".

"Los problemas nos gustan porque nos dan la impresión de que gracias a ellos podremos ser. El verdadero
problema son nuestros falsos problemas".

"El potencial de nuestra soberanía es sobrecogedor".

La pluma sería la de un escritor de muy estimables novelas (Lecciones de ilusión, El amigo del desierto,
Contra la juventud…) y de ensayos sobre… ¿cómo decirlo?... por qué somos así si podemos ser de otra
forma. Entre ellos está Biografía del silencio (Siruela), un libro que forma parte junto con El amigo del 9
desierto y El olvido de sí de la llamada Trilogía del silencio. Un ensayo de 49 capítulos en 100 páginas que
ha superado ya los 100.000 ejemplares vendidos.

Biografía del silencio trata de la meditación, disciplina que este filósofo, teólogo, discípulo zen y admirador
lo mismo de Jesucristo que de Buda ("su proceso de vaciado interior para darse a los demás fue el mismo”,
sostiene) lleva practicando un quinquenio. Ya sabemos que los libritos de autoayuda tienen mucha salida.
Este no lo es. Este no apela al facilismo de las ideas-para-enmarcar-de-lo-bien-que-me-han-salido ni al
cinismo de estos-pobres-diablos-compran-lo-que-sea, sino a la complejidad de las cosas pero dichas como si
no lo fueran.

Para explicar cómo el proceso de vaciado y desnudo interior que es la meditación le ha ayudado a cambiar
su vida y a disfrutarla de una forma nueva, y para convencer al lector de cómo se la puede cambiar a él,
Pablo d’Ors sigue un hilo que va de Dionisio Areopagita al maestro Eckhart pasando por San Juan de la
Cruz, Simone Weil y Pascal, entre otros. Y la mezcla de matemática, poesía, complejidad y juego de niños
que encierran las pinturas de Paul Klee (no por casualidad la reproducción de una de ellas preside su salón y
otras ilustran las portadas de sus libros, entre ellos los títulos que está recuperando Galaxia Gutenberg).

Su Biografía del silencio viene a incrustarse en el cruce de caminos entre el arte de la intuición y la
geometría del conocimiento. Pablo d’Ors, sí, te lleva por donde quiere en sus lecturas y en la charla, pero
usa lo mismo espiritualidad y poesía que escuadra y cartabón. “Sí, a mí me gustaría pensar que mis libros
son profundos y ligeros”, comenta, “y para ello yo no hago un esfuerzo intelectual, sino sapiencial. El
intelectual intenta meterse en la realidad para comprenderla. En cambio, el sabio es el que permite que la
realidad entre en él. La actitud del sabio tiene mucho que ver con la humildad. Humildad viene de humus,
que significa tierra, es decir, el camino de la concreción”.

¿Meditación? ¿Espiritualidad? ¿Vaciado interior? ¿Búsqueda de nuevos caminos vitales? Y todo eso…
¿100.000 ejemplares? Explicación, o intento de explicación: “Yo creo que la clave de esta acogida es que
este libro, esta palabra, ha sido precedida de mucho silencio, de cientos, de miles de horas de sentada en
silencio. Y solo las palabras que van precedidas de silencio pueden hacer diana en el corazón de la gente”,
desgrana lentamente Pablo d’Ors, nieto del ensayista y crítico Eugenio d’Ors. Pero no todo es tan sencillo,
bien al contrario: “Percibo en la gente de hoy un hambre muy grande de silencio… y a la vez un verdadero
pánico ante el silencio”. “Escarbar es problemático”, prosigue, “la meditación es un espejo y por lo tanto
vemos lo que hay, y en general lo que hay no nos gusta, y por eso no miramos. Este es el resumen de la
cuestión”.

Asegura el sacerdote y escritor que, en su caso personal y en muchos otros que conoce, los frutos de la
meditación son impagables. Que el anhelo primero y después el logro del silencio y el tiempo que tanto
defiende George Steiner frente a los dragones del ruido y de la prisa pueden, en efecto, cambiar la biografía
de una persona. También quiere advertir de que nada sale gratis. Que meditar no es fácil. Que no es pensar,
ni soñar, mucho menos emocionarse. Es más, meditar es tender a no pensar o al menos, explica, a que los
pensamientos no te lleven a ti, sino tú a ellos. Y advierte de que es imprescindible entrenar, y mucho.
Abstenerse cortoplacistas, mejor encaminados en algún cursillo rápido de yoga para gente con prisa.

“Hacer este viaje interior exige un talante nómada y, por lo tanto, aventurero”, avisa D’Ors, “las personas
que lo hacen suelen tener una gran capacidad de apuesta personal y de riesgo; los que tienen una filosofía de
vida cómoda y burguesa en el peor sentido de la palabra difícilmente van a emprender ese camino, porque es
un camino de vaciamiento, de desierto, de desnudez y de pobreza. Y en general no nos gusta la pobreza, nos
gusta la riqueza. No nos gusta el vacío, nos gusta la plenitud”.

Habla que te habla Pablo d’Ors. Paradójico, para alguien que preconiza y practica el silencio. “Pues sí
(risas), mis amigos me dicen que me he convertido en el Woody Allen de la espiritualidad. La verdad es que
tengo una agenda muy activa, sí. Cuanto más silencio hago, más me piden hablar. Y cuando más quieto
estoy, más me piden moverme. Es una cosa alucinante”. 10

Biografía del silencio, de Pablo d’Ors


Posted on March 11, 2014 by marialuengologia

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Hacía tiempo que quería escribir sobre esta joya de libro que compré en
Navidad, gracias a la recomendación de mi primo Rafa Rubio. “Biografía del Silencio”, de Pablo d’Ors, está
editado por Siruela, y es un pequeño libro de 112 páginas que está teniendo un éxito rotundo de ventas y
público. El reclamo es la meditación y el silencio, como reza su título, algo tan preciado como escaso hoy
en día. Lo abras por donde lo abras, siempre encuentras alguna enseñanza, alguna frase para meditar. Es un
libro para leer despacio, sin prisa, parándote cuando quieras a pensar o releer. Su autor, Pablo d’Ors, es un
sacerdote católico y escritor, es una maestro que se dice discípulo, cuyas enseñanzas son universales. Tuve
el placer de conocerle en una de sus conferencias a propósito del libro organizadas por Encuentros con lo
sutil. Proviene de una conocida familia de artistas, y es un líder espiritual con un montón de seguidores entre
los que me encuentro.

A menudo pensamos que para tener una vida plena, debemos vivir el máximo de experiencias, con suma
intensidad, sensaciones nuevas. Sin embargo, no reparamos que a veces las vivencias trepidantes sólo nos
generan “ruido”, un ruido que nos impide vivir con profundidad, con serenidad, que nos distraen de
nuestro verdadero sentido. La metáfora con el mar es clara; un surfista disfruta las olas desde arriba, pero
sólo cuando el mar está en calma, sin mareas ni corrientes, podemos bucear y observar toda la riqueza
marina, los maravillosos corales y los peces multicolores que viven en el interior.

Es evidente el auge de la meditación en nuestra época: meditación zen, budismo, reiky, oración,
respiración, yoga, etc. No debemos verlos como tendencias contrapuestas, ni Oriente contra Occidente. El
autor defiende que, así como hemos vivido un auge de “la palabra”, del rito, que corresponde a la segunda 11
Persona, el verbo, actualmente el acento está puesto en el Espíritu, la inspiración, la Paloma según la
tradición católica.

Beneficios de la meditación

Y ¿cuáles son las ventajas de meditar? Personalmente pienso que a todos nos viene bien rebajar un poco la
marcha, actuar con más serenidad y no dejarnos llevar por el ritmo frenético al que tendemos en las grandes
ciudades. “Nunca se fue tan rápido hacia ninguna parte”. Está de moda el movimiento slow, el libro ‘El
elogio de la lentitud‘, de Carl Honore, el ‘Keep calm and carry on’ tan británico.

Además, como dice Pablo d’Ors, somos responsables de lo sentimos y de cómo nos comportamos, mucho
más de lo que podemos imaginar. d’Ors imparte charlas y cursos sobre “iniciación a la meditación”,
organizados por la Fundación Tomillo. A dichos cursos, contaba, llega sobre todo gente con problemas; con
una crisis seria en su matrimonio, con alguno de sus hijos, problemas de salud, etc. Aunque el curso en sí no
va a solucionar el problema, sí les ayuda a enfrentarse a él de manera mucho mas positiva, a mirarlo desde
otro ángulo. Y cambiar la actitud supone un punto de partida diferente, supone ya tener medio problema
resuelto.

La meditación diaria aporta una dosis de silencio, de escucha, de concentración, que nos permite mirar la
vida con una mejor disposición, acercamos a la realidad con más claridad. Eso no sucede de la noche a la
mañana. El autor recomienda dedicarle 20 minutos diarios, y al menos durante 6 meses, aunque lo óptimo es
que se convierta en una costumbre de por vida.

Técnicas de meditación

La meditación es un arte, es cuestión de confianza y de entrega. Las técnicas son múltiples y variadas, pero
hay varias cosas a tener muy en cuenta:

1. La posición de las manos. El poder de las manos es curativo, y también nos abre a la energía que
podemos emitir y recibir.
2. La postura del cuerpo. sentado, sobre nuestras rodillas, en todo caso con la espalda recta y la barbilla
hacia abajo.
3. La respiración. Inspirar y expirar como ejercicio diario.
4. Dejarse llevar, no ofrecer resistencia en la cabeza ni el corazón.
5. Constancia. Los resultados no se ven a corto plazo, y podemos pasar épocas de incomodidad y de
sequía espiritual. Sin embargo, la perseverancia se verá recompensada.
Os dejo una pequeña muestra para abrir boca, fragmentos que publica la editorial y espero que os gusten e
inciten a la lectura del libro completo. Merece la pena.

Biografía del silencio – Pablo d´Ors


10 enero, 2015 mastereld Reseñas
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Reseña realizada por Antonio Lozano.

Pablo d´Ors nace en Madrid, en 1963, en el seno de una familia de artistas y se forma en un ambiente cultural
alemán. Tras graduarse en Nueva York y estudiar Filosofía y Teología en Roma, Praga y Viena –donde se
especializa en germanística-, se doctora en Roma en 1996 bajo la dirección de su maestro Elmar Salmann, con
una tesis titulada Teopoética. Teología de la experiencia literaria. Es ordenado sacerdote en 1991, y destinado
a la misión claretiana de Honduras. De vuelta a España, compagina su trabajo pastoral -como coadjutor
parroquial primero y como capellán universitario después – con una labor docente como profesor de
Dramaturgia y de Estética Teológica. Tras conocer al jesuita Franz Jalics, en 2014 funda la asociación
“Amigos del Desierto”.

Su trayectoria como novelista comienza en 2000, resultando finalista del premio Herralde e inaugurando su
inconfundible estilo, cómico y lírico a un tiempo, espiritual y sensorial. Entre 2001 y 2007 compatibiliza su
tarea creativa con la crítica literaria en el suplemento cultural del diario ABC. Su novela Andanzas del
impresor Zollinger es adaptada al teatro y representada en 2011 en Italia. Todas sus obras, emparentadas
principalmente con la literatura de Franz Kafka, Hermann Hesse y Milan Kundera han tenido una excelente
acogida por la crítica. El reconocimiento del público le llega con su Trilogía del silencio, conformada por El
amigo del desierto (Anagrama, 2009), la aclamada Biografía del silencio (Siruela, 2012), que constituyó un
auténtico fenómeno editorial, alcanzando 25 000 ejemplares en diez ediciones, y El olvido de sí (Pre-textos,
2013), un homenaje a Charles de Foucauld.

En la actualidad, además de impartir retiros intensivos de oración contemplativa, Pablo d´Ors atiende
espiritualmente a los enfermos y moribundos en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de su ciudad natal,
de cuya experiencia salió el libro Sendino se muere.

——————

Cuarenta y nueve reflexiones de breve extensión compendian el libro Biografía del silencio de Pablo d´Ors.
En la edición de bolsillo de la editorial Siruela, apenas cien hojas en tamaño octavilla. Cabría preguntarse
cuánto cabe de importancia en esta obra. Su formato reducido podría condicionar nuestra respuesta,
concluyendo que, en tan corto espacio apenas contendrá unas pocas ideas de interés. En mi opinión, llegar a
esa conclusión sería acertado. Por otro lado, habríamos de valorar la calidad de esas pocas certezas reflejadas
por Pablo en su ensayo. Ahí habrá tantas respuestas como lectores. La que se expone a continuación es la mía,
pero invito a los lectores a que lean esta Biografía del silencio y lleguen a sus propias conclusiones. Éste es el
mejor consejo que puedo ofrecer.

Considero apropiada la lectura de este libro para todas las personas. Quienes practican de forma habitual la
meditación, probablemente, ya lo hayan leído. En él habrán encontrado una descripción familiar de los estados
de conciencia que acompañan este oficio. Aquellos que están empezando o se han planteado la posibilidad de
meditar, podrán vislumbrar los frutos que su acción meditativa les deparará con la práctica continuada. Por
último, quienes no encuentran validez alguna en la meditación, al menos, hallarán ideas inspiradoras acerca
de la condición humana. De entre ellas, me parece especialmente lúcida su reflexión sobre el concepto de
amor en pareja: “El amor romántico (…) suele ser muy falso: nadie vive más engañado que un enamorado, y
pocos sufren tanto como él. El amor auténtico tiene poco que ver con el enamoramiento, que hoy es el sueño
por excelencia, el único mito que resta en Occidente. En el amor auténtico no se espera nada del otro; en el
romántico, sí. Todavía más, el amor romántico es, esencialmente, la esperanza de que nuestra pareja nos dé la
felicidad. Sobrecargamos al otro con nuestras expectativas cuando nos enamoramos. Y tales son las
expectativas que cargamos sobre el ser amado que, al final, de él, o de ella, no queda ya prácticamente nada.
(…) La exaltación del amor romántico en nuestra sociedad ha causado y sigue causando insondables pozos de
desdicha. La actual mitificación de la pareja es una perniciosa estupidez”.

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Pablo d´Ors nos hace evidente la falacia de igualarnos con nuestro físico, sentimientos y pensamientos. Somos
cuerpo, emoción, mente… y algo más: Ése observador silencioso que atisba nuestras percepciones,
sensaciones, sentimientos e ideas desde la profundidad de nuestra conciencia. No cabe, pues, identificarse con
estos estados transitorios si queremos lograr cierta perspectiva sobre aquello que nos ocurre en la vida. “Ser
consciente consiste en contemplar los pensamientos. La conciencia es la unidad consigo mismo. Cuando soy
consciente, vuelvo a mi casa; cuando pierdo la conciencia, me alejo, quién sabe adónde. Todos los
pensamientos e ideas nos alejan de nosotros mismos. Tú eres lo que queda cuando desaparecen los
pensamientos”. “Es así como he aprendido que lo que realmente buscamos es el buscador, y que en una
meditación bien realizada todo se desvanece o esfuma menos precisamente aquel que observa. Eso, el
observador, el testigo, es lo permanente”.

Una de las virtudes de este libro es que hace posible el acto de meditar para quien lo desea. El mito que reserva
la meditación tan solo para los yoguis del Himalaya ha dificultado la aproximación de los profanos a esta
técnica contemplativa. Tal vez haya una meditación con mayúsculas a la que pocas personas pueden acceder,
pero sentarse a meditar, concentrados en la propia respiración y atento a cuanto nos ocurre, está al alcance de
todos. Pablo d´Ors insiste en que lo difícil no es meditar, lo difícil es querer meditar. “La resistencia a la
práctica es la misma que la resistencia a la vida”. “… para meditar no importa sentirse bien o mal, contento o
triste, esperanzado o desilusionado. Cualquier estado de ánimo que se tenga es el mejor estado de ánimo
posible en ese momento para hacer meditación, y ello precisamente porque es el que se tiene. Gracias a la
meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en el que se está; se quiere estar en el que
se está, pero plenamente. Para explorarlo. Para ver lo que da de sí”.

Si la lectura de esta reseña te ha despertado el interés, te recomiendo tener cerca un lápiz para subrayar cuantas
ideas capten tu atención. Ya en las primeras hojas encontrarás conceptos que desearás fijar en tu mente
mientras se hace evidente para las lecturas venideras. Presta atención, pues las huellas de tu primer encuentro
con esta Biografía del silencio podrían devenir en los surcos visibles que solo el alma puede horadar. “La
meditación ayuda a comprender que todo es un misterio y que, por ello, todo es susceptible de originar una
actitud genuinamente religiosa. Para el hombre que medita –hoy lo veo así-, no hay distinción entre sagrado
y profano”.

En youtube encontrarás un gran número de conferencias impartidas por Pablo d´Ors. Nosotros te proponemos
el visionado de una conferencia impartida en ACIPPIA titulada “Biografía de un silencio”. Se presenta en
siete cortes consecutivos:

1ª. – https://www.youtube.com/watch?v=BF7knfePo-k

2ª.- https://www.youtube.com/watch?v=oRa1dQwdNkk

3ª.- https://www.youtube.com/watch?v=DaR9cKmZ8Ww
4ª.- https://www.youtube.com/watch?v=BvYD_qKbY0o

5ª.- https://www.youtube.com/watch?v=eHsuERKHon8

6ª.- https://www.youtube.com/watch?v=nqfEp8VOAak

7ª.- https://www.youtube.com/watch?v=45zK7oj3M-U

Buenos días

Pablo d'Ors
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"Meditar estimula la humildad al ver que el mundo gira sin tu
participación"
Acaba de publicar el libro 'Biografía del silencio'

ALBERTO OJEDA | 20/11/2012 |

Pablo d'Ors. Foto: Alberto Cuéllar.

Bajarse del mundo. Acción anhelada por tantos. Más cuando el mundo contemporáneo gira a una velocidad
de vértigo. Como no te agarres bien sales despedido, seguro. La meditación es quizá la única manera
psíquicamente sana de conseguirlo. Es el camino que ha seguido el sacerdote y escritor Pablo d'Ors (Madrid,
1961) en las últimas tres décadas. De las vicisitudes del recorrido da cuenta en un pequeño pero exquisito
libro editado por Siruela. Biografía del silencio recoge su obstinada búsqueda de sí mismo, su anhelo por
llegar a las raíces de su identidad, con unos comienzos al principio erráticos, en los que el dolor y los
estímulos ajenos le distraían fácilmente, hasta que poco a poco destellos de luz le han brindado la
oportunidad de contemplar la realidad "tal cual es", "sin la distorsión de nuestro micromundo de anhelos,
miedos, intereses...".

Pregunta.- Afirma que a través de la meditación consigues modificar tu personalidad. ¿También el


temperamento, que, según los profesionales de la psique, es su núcleo esencial y es casi inmutable a lo largo
de una vida?
Respuesta.- El trabajo y el esfuerzo en la meditación no significa, por ejemplo, que si eres una persona triste
te vayas a convertir en una alegre. El cambio no se da en ese sentido. Lo que sucede es que te permite ver la
realidad con su verdadero color, y de esa manera la puedes entender realmente. Cometemos por lo general
la ingenuidad de creer que lo que vemos y oímos es la realidad, pero esa realidad está distorsionada
porque la miramos desde nuestro micromundo de miedos, anhelos, intereses...

P.- ¿Y en cuánto tiempo se puede dar ese ciclo de muerte-resurrección que la meditación propicia?
R.- No se puede dar una respuesta apodíctica. Es como si se pretende responder en cuánto tiempo un escritor
puede alcanzar la excelencia. Depende. Lo que sí puede decirse es que la práctica del silencio continuada y
constante termina por incidir en la personalidad. Primero, de una manera purgativa o de limpieza. Por esto,
ya tiene un sentido por sí misma. Pero además es que también puede desembocar en una vía iluminativa, al
brindarnos destellos que nos permiten ver de forma más auténtica y más plena.

P.-¿Cuánto tiempo lleva usted trabajando el silencio?


R.- Muchos años. En el ámbito cristiano desde los 20 años, porque lo que hacía entonces también era
meditación. Pero fue a partir de los 40 cuando empecé a hacerlo de manera más rigurosa y constante, un par
de veces al día, entre 15 y 20 minutos de silencio. Y de quietud, que también es clave para la concentración.
No se trata de nada esotérico, eso debe quedar claro. En la meditación atraviesas tres fases. La primera
es un trabajo con el cuerpo (relajación). La segunda con la mente (concentración). Y la tercera con el
espíritu (contemplación).

P.-¿Y esta cómo se trabaja?


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R.- Depende de la tradición en que nos movamos. En la budista se trabaja a través de los koan, que son
acertijos que el maestro plantea a sus alumnos. Un ejemplo de koan sería: ¿Cuál es el sonido de una sola
mano? Es un acertijo que no tiene solución racional, porque los plantea no para que lo resuelvas sino para
que te disuelvas en él. En la tradición del cristianismo hay frases del evangelio que funcionan igual. Como,
por ejemplo, "los últimos serán los primeros". El descubrimiento de la sabiduría que encierran acaba
configurando tu personalidad.

P.-En el libro comenta que empezó a hacer estos ejercicios de concentración por su cuenta y riesgo. ¿Es lo
ideal?
R.- Yo creo que sí, que uno debe empezar por sí mismo. Lo importante es ser humilde. En un principio,
estar enclaustrado en uno mismo durante una hora de silencio puede llegar a ser un infierno. Hay que
empezar con poco tiempo, un minuto, dos... Así se va entrenando la actitud de alejarse del mundo, no porque
el mundo sea malo sino porque quieres sentirte con más profundidad. Es probable que con el tiempo te des
cuenta de que necesitas una orientación para llegar más lejos.

P.-Encerrarnos para buscarnos tiene el riesgo de caer en el egocentrismo pero Biografía del silencio precisa
que en la meditación vamos en busca de nosotros y acabamos encontrando el mundo.
R.- Meditar estimula la verdad. Te das cuenta de que mientras tú te encuentras en una situación
pasiva el mundo sigue girando, sin necesidad de tu participación. Esa humildad conjura la tentación de
hombre contemporáneo de desarrollar un activismo desaforado. No se trata de abolir el ego. Éste tiene su
función pero es que hemos acabado dándole un papel muy predominante, hasta el punto de convertirse un
criterio rector. Con la meditación es posible comprender que somos parte de un todo. Nadie ensalza a la
mano derecha cuando socorre a la mano izquierda porque ha sufrido una herida, porque tenemos claro que
pertenece a un mismo cuerpo. Las personas evolucionadas espiritualmente sienten al otro como propio. Esa
es la auténtica caridad cristiana y la compasión budista.

Título: Biografía del silencio


Autor: Pablo d’Ors

Editorial: Siruela, 2013

Todo aquél que dedique tiempo, aunque sea gratis et amore, al menester de leer y juzgar lo leído habrá
comprobado que únicamente una novela y un ensayo figuran en casi todos los rankings del año 2013; la novela
se llama Intemperie y el ensayo Biografía del silencio. Dichos rankings adolecen de una motivación comercial
que los inhabilita, en principio, para sentar cátedra sobre la calidad literaria, más bien pueden servir para
hacerse cargo de lo que lee la gente que lee, que no es poco.

En un momento en que nuestra vacía y sedienta sociedad occidental empieza a mostrar signos de saturación 16
de panaceas, especialmente de panaceas orientales, Pablo d’Ors explora las bondades de la meditación sin
sucumbir a la tentación de vender humo auspiciado por el efecto narcótico que provoca todo lo hindú.
Sorprende que sea un sacerdote católico, rayano en lo heterodoxo y ciertamente ecléctico, el que, tras una
concienzuda experiencia de meditación y un estudio exhaustivo de sus fuentes, nos brinde un ensayo de colosal
artesanía para convencernos de que Oriente tiene algo que ofrecernos más allá del yoga y del ginseng. Pero
que nadie se asuste: aunque el libro lo escriba un cura, no se encuentran en el mismo ni moralinas ni juicios
teológicos, sino tan sólo la historia personal de un escritor que un día decidió plantarle cara al aparente
sinsentido de su existencia: normalmente estoy a la deriva. “A la deriva” es la expresión más exacta: a veces
aquí, meditando, a veces quién sabe dónde (…). Soy algo así como un barco, y más una frágil barquichuela
que un sólido trasatlántico. No hay lugar para el desánimo; el sacerdote partió, como leemos, del estadio
espiritual más común entre los hombres del siglo XXI: la angustia.

Habrá a quien le cueste forzar sus prejuicios cristianos para iniciarse en una práctica que, por el método, parece
novedosa, si bien la tradición cristiana no ha rehuido jamás el trato con todo lo bueno que de Oriente se pueda
aprovechar; no debemos soslayar que el Nazareno actuaba y hablaba como el oriental que era. Pero no se
precisan grandes dotes interpretativas para maliciarse que el ciudadano contemporáneo, cristiano, agnóstico o
ateo, ha abdicado de su necesidad de meditar. De este modo, vivimos ahogados por las expectativas ilusorias,
de cuya imposibilidad de realización dependen todas nuestras frustraciones: lo bueno de la meditación es que,
en virtud de mi ejercicio continuado, empecé a desechar de mi vida todo lo quimérico y a quedarme
exclusivamente con lo concreto. Como arte que es, la meditación ama la concreción y refuta la abstracción.
Quien abandona la quimera de los sueños entra en la patria de la realidad. Y la realidad está llena de olores
y texturas, de colores y sabores que son de verdad. La meditación, lejos de contribuir al levantamiento de
castillos etéreos no hace sino pegarnos a la realidad tal como es, puesto que bajo su apariencia prosaica, la
vida, cualquier vida, es mucho más hermosa e intensa que la mejor de las fantasías.

Lejos de requerir extenuantes esfuerzos de introspección, el método patrocinado por d’Ors no se asemeja a
los mecanismos de terapia cognitiva a los que nos tienen acostumbrados los psicoanalistas. Se reduce a
sentarse en silencio y acallar el ruido de nuestro alma: para vivir en la realidad, debemos demoler los sueños
que nos han encarcelado; sueños fabricados con un material poco fiable.

Para el autor, vivir es meditar. El silencio se le antoja lo más íntimamente humano, y la meditación el estado
natural del hombre. El rechazo de la meditación coloca al ser humano en una posición de debilidad y de ahogo,
como demuestra la cantidad de dolencias del alma que aquejan al hombre de hoy. El que no medita tiende
ineludiblemente a vivir a la baja, a dejarse vencer por el torrente imparable de lo cotidiano, sin pasión, sin
seriedad, sin entusiasmo, ahítos de estímulos pero huérfanos de sentido. La meditación nos simplifica y nos
ayuda a recuperar la capacidad de admiración y la confianza: creo que para escribir, como para vivir o para
amar, no hay que apretar sino soltar, no retener sino desprenderse. La clave de casi todo está en la
magnanimidad del desprendimiento. Desprendido también de las experiencias sensibles, en las que sin éxito
buscamos la tranquilidad del espíritu: las experiencias, si vive uno para coleccionarlas, nos zarandean, nos
ofrecen horizontes utópicos, nos emborrachan y confunden.
En definitiva, un libro que invita a la quietud merece un sitio en nuestras librerías, a menudo atestadas de
libros de acción. Puesto que la meditación aumenta nuestra capacidad de percepción y refina nuestra
sensibilidad, Biografía del silencio es un manual de instrucciones para echarle un pulso a la nada. Y ganarlo.

Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es escritor. Discípulo del monje y teólogo Elmar Salmann y nieto del filósofo y
crítico de arte Eugenio d’Ors, nace en el seno de una familia de artistas y se educa en un ambiente cultural
alemán. Estudia en Viena, Roma y Praga. Se ordena sacerdote en 1991, se doctora en teología en 1996 y
publica su primer libro —El estreno (Anagrama)— en el 2000. A esta colección de relatos, siguieron las
novelas Las ideas puras (Anagrama, 2000), Andanzas del impresor Zollinger (Anagrama, 2003), El estupor y
la maravilla (Pre-Textos, 2007), Lecciones de ilusión (Anagrama, 2008) y El amigo del desierto (Anagrama,
2009). Ha sido coadjutor parroquial y profesor de teología mística y fenomenología de la religión (1996-2000),
capellán universitario y profesor de dramaturgia (2001-2005) y capellán hospitalario y crítico de literatura
centroeuropea en el ABC Cultural (2006-2012).
17
*Publicado por Siruela, 2013.

publica la novela 'contra la juventud'

Pablo d'Ors: "El que trata al lector como un


imbécil es un imbécil"
El sacerdote y escritor Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es autor de éxito
gracias a la Biografía del silencio (Siruela), una pequeña bomba
sobre la necesidad del

El escritor de 'Contra la juventud', Pablo D'Ors (CC)


Autor

El sacerdote y escritor Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es autor de éxito gracias a la Biografía del silencio
(Siruela), una pequeña bomba sobre la necesidad del silencio que ha llegado a vender cerca de 35.000
ejemplares en las estériles librerías españolas. Ahora publica en Galaxia Gutenberg Contra la juventud,
una novela sobre el desencanto de los ideales. Es un escritor a favor de la vida interior y en contra de la
frivolidad, ya sea ensayo o ficción. Con Kafka muy presente en la Praga que visita el protagonista, cuela
ideas envueltas en atmósfera, ideas en las imágenes.

P. Escribir contra el ruido y contra la frivolidad. ¿Es una propuesta literaria de resistencia?

R. Puede ser. Pero no entiendo la novela como un acto de denuncia. A lo mejor puede serlo indirectamente.
La novela es un acto de fidelidad a uno mismo. Si tú eres fiel a lo más radical de ti mismo irás en contra de
lo políticamente correcto, lo establecido socialmente. La gente genuina y auténtica son pocos. Llegar a lo
genuino y tener la valentía para afrontar el riesgo de la diferencia no es fácil.
P. Entonces, ¿qué es la novela política para Pablo d’Ors?

La misión de la novela no es contar lo que ya se sabe por la historia, sino lo que no se puede saber por ella

R. No entiendo la novela histórica, porque la historia se encarga de contar las peripecias de los
protagonistas, de la gente que ha pasado a la historia porque ha tenido una relevancia especial. Sin embargo,
la novela no cuenta la historia de los protagonistas, sino de la gente anónima. Esa es la misión de la novela:
no contar lo que ya se sabe por la historia, sino lo que no se puede saber por ella.

P. ¿Todos los personajes novelescos tienen que ser personajes pequeños?

R. Sí, este es el verdadero desafío de la novela y por eso un escritor debe estar atento a lo pequeño. La
novela debe ser una epopeya de la nimiedad. De lo grande ya se encargan otros. La poesía de lo prosaico, lo 18
sublime de lo ridículo, esto es la tarea del escritor.

P. ¿Y la novela política?

R. Si la novela política se hace desde esta óptica yo la entiendo, pero si se hace desde una perspectiva
ideológica no solamente no la entiendo, sino que la condeno. La novela que se convierta en propaganda
ideológica se pervierte. Un escritor no puede escribir para defender una idea, porque entonces es un ideólogo
no un artista.

P. ¿Por qué escribir novela?

Un escritor no puede escribir para defender una idea, porque entonces es un ideólogo no un artista

R. Escribo novela porque es el género democrático por excelencia. El ensayo es necesariamente unívoco, es
decir, el autor se identifica con lo que dice. Pero el novelista no se identifica con lo que dicen sus personajes
y pone muchos personajes y cada uno tiene su punto de vista. Esa pluralidad es lo que hace que la novela sea
el género de la modernidad porque da cobijo a todos. Eso es lo que hace de la novela el género por
excelencia del humor, porque al haber tantas posiciones distintas ante la vida se muestra la ambigüedad
moral de cada posición y esa distancia permite la ironía.

P. Desde la industria se ha entendido que para llegar a un número mayor de no lectores hay que
frivolizar. La prueba es el calentón de ‘50 sombras de Grey’. Pero, ¿es necesario tratar al lector como
un imbécil?

R. El que trata al lector como un imbécil es un imbécil. En definitiva, la relación que tenemos con los otros
es puro espejo de la que tenemos con nosotros mismos. No puedes decir que amas a otra persona si no te
amas a ti mismo. No puedes confiar en los demás, si no confías en ti mismo. Los escritores que frivolizan y
que escriben para complacer están pervirtiendo el acto literario. Porque lo convierten en una estrategia. En la
medida en que hay estrategia no hay comunicación profunda. Para que funcione el arte, como para que
funcione el amor, la vida, tiene que haber gratuidad y libertad. Tú no escribes para algo, sino que escribes
porque sí. Generará ese milagro del libro que une a dos espíritus, el lector y el autor.

P. ¿Qué tiene de malo la juventud para querer acabar con ella?

No puedes decir que amas a otra persona si no te amas a ti mismo

R. La novela trata de desmitificar la juventud porque siempre se exalta como la etapa por excelencia de la
vida. Pero creo que la etapa por excelencia de la vida, al menos en mi experiencia, es la vida adulta, la
madurez. No cometemos tantos errores como en la juventud. Cuando echamos la vista atrás, a los años
juveniles, podemos tener tres actitudes: la nostalgia por lo que hemos vivido, el alivio porque ya lo hemos
pasado y el agradecimiento por lo que se ha vivido.
P. ¿Cómo llega uno a madurar?

R. Uno llega a la madurez con el desencanto de tus ideales. Es una sociedad adolescente porque no sabemos
decir “tú”. Sólo sabemos decir “yo”. Ese es el problema de este personaje, que descubre que su drama –no
poder escribir- es insignificante, que ha vivido encerrado en un micromundo y esa asfixia le hace infeliz. La
vida es mucho más grande que tu propio problemita.

P. ¿Por eso enfrenta a su protagonista a una crisis de identidad?

R. La experiencia básica de la identidad es salir del círculo de confort para enfrentarte a la búsqueda de la
identidad. El tema de la novela es la épica del individuo, la formación de la identidad. Esto se hace a través
de la búsqueda de la unidad, porque el problema fundamental es la fractura: estamos separados de nosotros
mismos y del otro. Toda novela es un canto a la fractura que existe en nosotros y a la nostalgia de unidad. 19
Sobre esto va este libro.

P. ¿Qué tipo de fractura?

R. La fractura del escritor que quiere escribir y no escribe, la del trabajador que quiere trabajar y no puede
trabajar. Cuando experimentamos la imposibilidad y la fractura es cuando somos más fecundos. Es en el
conflicto cuando generamos búsquedas nuevas para salir de las sombras y buscar la luz.

P. ¿La luz?

Los escritores se dedican a dar bofetadas. Yo soy un escritor compasivo

R. Es un tema que me interesa mucho, porque quiero que mis libros sean luminosos. Para hablar de la luz
hay que hablar de las sombras. Para llegar a la vía iluminativa hay que atravesar la purgativa. Este libro
habla de las sombras, de las dificultades y problemas que hay que atravesar en la vida. Biografía del silencio
(Siruela) es más luminoso. El 99% de los escritores son escritores de la sombra.

P. ¿Por qué no hay “escritores de la luz”?

R. Ser compasivo es mucho más difícil y meritorio que ser implacable, porque el implacable tiene actitud de
ataque. Y el compasivo tiene actitud de redención y salvar la vida. Hemos identificado la literatura con
entrar en el corazón de las tinieblas o pasar una temporada en el infierno. Escribir de la luz sin hablar de las
sombras es una cosa cursi. Drama y vida hermosa al tiempo. Hay bofetada, pero también hay caricia. Sin
embargo, los escritores se dedican a dar bofetadas. Yo soy un escritor compasivo. Ahí me distancio de mis
maestros Kundera y Kafka, que son despiadados. Muy pocos escritores son luminosos, que realmente
alimentan el alma, que dan una esperanza con fundamento.

P. ¿Esa es una de las funciones de la literatura, dar esperanza?

R. No, alimentar el alma. La literatura no es algo mental. Amor, espiritualidad (religión) y arte son
actividades cuya función es alimentar el espíritu. La del creador no es una actividad mental en exclusiva, es
profundamente espiritual. No se escribe sólo con la cabeza, sino que se escribe con el ser, con sus entrañas,
con lo que uno es. Yo no tengo una idea y la escribo, sino que escribo y me encuentro con las ideas. Es
decir, que la mano es más inteligente que la cabeza. Es una actividad profundamente manual y corporal, y
por eso es espiritual.

P. Parece contradictorio.

R. Lo contradictorio es la división que hemos hecho entre cuerpo y mente, entre erotismo y misticismo,
entre los instintos y los ideales. La novela tiene que vérselas con esa fractura. Ese el problema del ser
humano. Cómo hablar de la carne sin negar el espíritu. Sólo se puede ser espiritual siendo carnal.
P. ¿Dónde encontramos esa espiritualidad en escritores como Bukowski?

Lo difícil no es escribir, lo difícil es tener una vida interior

R. Son escritores profundamente descarnados. Son una exaltación de la sombra. También podríamos hablar
del mito de la madre, que es la exaltación de la unidad, y del mito del padre, la exaltación de la fractura. Son
dos vetas para encasillar a los escritores. Hay otros escritores que tratan de huir de estas como Umberto
Eco, el escritor al que ya no le interesa los temas de fondo. No le interesa la cuestión que nos aflige como
seres humanos. Yo soy más clásico, para mí la novela trabaja con material biográfico y la imaginación.

P. ¿Por qué hay tanto complejo con la autoficción?

R. La escritora que habla permanente de sí misma es Teresa de Ávila, desde Las fundaciones hasta El libro 20
de la vida, todo es ella misma. Y sin embargo no hay literatura más universal: cuanto más personal eres, más
universal puedes ser. Este es el secreto del arte, llegar a ser auténticamente personal y sincero. Esto es lo que
es difícil de escribir. Lo difícil no es escribir, lo difícil es tener una vida interior.

P. ¿Lo encuentra en sus contemporáneos?

Kafka es el escritor espiritual por excelencia. Vive la literatura como religión

R. Mucha de la llamada literatura contemporánea tiene calidad técnica, pero no es auténticamente personal
porque no hay vida interior. Porque no hay experiencia de éxodo, de salir de uno mismo, de ir a otro lugar
no necesariamente geográfico. Desde luego, no hay experiencia de silencio. Identifico la vida interior con el
silencio. La palabra que comunica, que entra en el otro, es aquella que nace de un silencio y aboca a otro.

P. ¿La novela es un homenaje a Kafka?

R. Kafka me interesa porque es, en mi opinión, el escritor espiritual por excelencia. Vive la literatura como
religión, porque como escritor te ofreces en sacrificio e identificas la vida interior con la escritura. La vida
interior es la fuente de la escritura.

P. ¿Es un escritor de la fractura o de la unidad?

R. Kafka es un escritor de la fractura pero con nostalgia de la unidad. Él se mete en la fractura de una
manera infinitamente más interesante que Bukowski porque es demasiado evidente y directo y aleccionador,
en el fondo es un moralista. Kafka deja un territorio de inspiración y perplejidad. El arte no puede dar
lecciones. No poder domesticar la realidad es lo que le pasa al ser humano y es lo que tenemos que contar
los escritores.

Pablo d'Ors: «La atención es la virtud por


excelencia. Por eso el silencio es el gran desafío»
Sacerdote y escritor, «entusiasta melancólico», el autor de la
«Biografía del silencio» cree que cuando estamos atentos sabemos
que vivimos
alfonso armada
@alfarmada26/08/2014 17:25hActualizado:03/09/2014 11:28h
Su «Biografía del silencio» lleva vendidos 20.000 ejemplares y está a punto de ser traducido al italiano. Es
capellán en el Ramón y Cajal, donde asiste a los moribundos. Sopesa en silencio cada pregunta, pero
una vez comprendida se lanza con claridad y precisión a responder, escandiendo las palabras de forma
impecable, casi como si fueran versos de un poema que escribe en el aire, versos que tuviera muy pensados,
pero que no por ello dejan de estar muy vivos.

Hablamos con Pablo d’Ors (Madrid, 1963) en su casa del madrileño barrio de Tetuán. Una casa-torre
que hubiera agradado a Montaigne: santuario y biblioteca, capilla y reducto, espacio acogedor y lugar
donde entregarse a la meditación. El silencio era tan extraordinario aquel primer domingo de agosto que
parecía como si el mundo hubiera cristalizado en torno a nosotros. No había viento. No hacía calor. Las
nubes, escasas, parecían haberse también detenido sobre el cielo de una ciudad poblada por tal vez cuatro
millones de almas de las que casi no sabemos nada. Para escuchar. Un arte que practica este singular
sacerdote y escritor, autor de libros que es difícil abandonar una vez que se entra en ellos: desde «El
21
estreno» a «El amigo del desierto», desde «Andanzas del impresor Zollinger» a «El olvido de sí». No es raro
por lo tanto que confiese mirando a los ojos que para él «la atención es la virtud por excelencia».

—¿Cuál es el estado general de su ánimo en este momento?

—Yo soy un entusiasta melancólico, y ese es en general mi estado de ánimo: el entusiasmo y la melancolía.

—Al inicio de su «Biografía del silencio» estampa un poema de Simone Weil, uno de cuyos versos reza:
«Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención», y en los primeros compases, en la página 13:
«como diría Simone Weil, no hay arma más eficaz que la atención». ¿Por qué? ¿Cómo de eficaz es ese
arma?

Además de la memoria, los niños deberían ejercitar la atención

—Es la virtud por excelencia, para mí la atención es la virtud por excelencia. Creo que igual que cuando
somos niños nos enseñan a ejercitar la memoria, deberían también ayudarnos a ejercitar la atención. Porque
la atención es la manera de estar presentes al presente, a lo que sucede. Cuando estamos atentos, sabemos
que vivimos; cuando estamos despistados o sin atención, no sabemos dónde estamos, ni lo que
hacemos, ni lo que hemos hecho. Mi fascinación por la virtud de la atención ha ido creciendo estos últimos
años. En este momento de mi vida se ha convertido en algo primordial. La atención es tanto como ser
consciente, y yo lo pondría en la jerarquía de virtudes como la número uno.

—¿Cuándo descubrió a Simone Weil?

Me interesa la gente que no se puede comparar con nadie

—La leí hace muchísimos años, cuando estudiaba filosofía, pero realmente ha sido en esta última década
cuando la he leído más a fondo, porque es ahora cuando he tenido un interés más fuerte por la dimensión
mística de la vida. Ella, a mi modo de ver, es una de las figuras emblemáticas no solamente del feminismo,
que eso es obvio, sino de la espiritualidad en el siglo XX. Es un icono extraordinario, porque no solamente
tiene un pensamiento originalísimo, inclasificable, inédito en la historia del pensamiento y de la literatura,
sino que su propia vida es paradigmática. Es una mujer que no se parece a nadie. La gente que me interesa
más es la gente que no se parece a nadie, porque ¿con quién puedes comparar a Simone Weil? ¿Con
quién puedes comparar a Charles de Foucauld o a Gandhi? Y ¿por qué me interesa la gente que no se
puede comparar con nadie? Porque han hecho la aventura de ser ellos mismos. No se ajustan a ningún
patrón, sino que hacen una cosa muy rara, que es escucharse a sí mismos. Y una cosa todavía más rara,
que es obedecerse a sí mismos. Y una cosa que es el colmo: convertir esa obediencia y esa escucha en
estilo de vida. Eso es, precisamente, lo que hace que la biografía de Simone Weil sea maravillosa.

—¿Por qué es tan difícil quedarse en silencio, quedarse a solas con uno mismo?
El silencio es un espejo de lo que somos, y lo que somos no nos gusta

—Porque el silencio es un espejo de lo que somos, y lo que somos no nos gusta. Por eso huimos de ello.
Esta es la principal dificultad del silencio, o de la práctica del silenciamiento, podríamos decir. Estamos en
una sociedad, en un mundo, en el que cada vez hay más ruido, más dispersión, más incapacidad de
concentración o de atención, como decíamos antes. Por eso el silencio se ha convertido en el principal
desafío. Cuando uno empieza a practicar la meditación, lo primero con que se encuentra son las
inquietudes corporales, lo segundo son las distracciones mentales, y lo tercero las heridas del alma.
Tanto las inquietudes, como las distracciones, como las heridas nos ponen progresivamente más y más
nerviosos, y de ahí que huyamos del silencio.

—¿Qué clase de sacerdote es usted? [Ante algunas preguntas, como esta, Pablo d’Ors esboza, en completo
silencio, una sonrisa, que se le dibuja primero en los labios, después en los ojos. Piensa y un instante, y 22
habla]

Soy un pontífice, un hombre que tiende puentes

—Pues soy un pontífice, es decir, un hombre que tiende puentes. Así he entendido mi sacerdocio desde que
era muy joven. Yo me ordené a los 27 años, y así lo sigo entendiendo hoy, incluso diría que cada vez más.
Puente entre el mundo y Dios, entre la Iglesia y la sociedad, entre el arte y la religión, el cristianismo y
el budismo, y hasta entre la vida y la muerte, puesto que trabajo en un hospital como capellán de
enfermos, y me toca ser partero a la vida eterna. Estar en esa frontera, en esa mediación, es lo que siento
como mi vocación más profunda.

—¿Y qué clase de escritor?

Soy un hombre enamorado del silencio, la palabra y la acción

—Yo era un hombre enamorado de la palabra y ahora, supongo que por la madurez, soy un hombre
enamorado del silencio, la palabra y la acción. Porque creo que las tres son importante, y las tres definen a la
persona. Un hombre logrado sería aquel que trabaja y da lo mejor de sí en estos ámbitos, en la palabra, el
silencio y la acción. Yo me defino como un escritor cómico, místico y erótico. Pueden parecer cosas
contradictorias, pero no lo son en absoluto, sino que van completamente ligadas. Mis temas son
siempre el cuerpo y el alma, y si esto se puede afrontar de una manera lírica y cómica, pues tanto mejor.
Lírica porque abre paisajes a la capacidad de ensoñar y de imaginar de los lectores, y cómica porque yo creo
que el humor es la manera más elegante de ser humilde, y porque en un mundo tan grave como el
nuestro, la ligereza es casi no solamente una virtud sino una necesidad.

—¿De qué tenemos tanto miedo?

Tenemos miedo de nuestras sombras

—En parte he respondido antes cuando he dicho de nosotros mismos. Tenemos miedo de nuestras sombras,
de nuestra oscuridad, que está ahí. Porque el hombre no es solamente verdad, belleza y bien, como nos
gustaría ser, sino que somos también codicia, ambición y vanidad: codicia en el tener, ambición en el
poder y vanidad en el aparecer. Esas sombras, que también nos constituyen, nos dan miedo. Pero la
aventura humana consiste justamente en redimir esas sombras. Redimir, que es una palabra genuinamente
cristiana, significa cambiarlas de signo. Sin dejar de ser negativas, pierden su veneno y sirven para
construirnos. De este modo, lo que se presenta como una adversidad se convierte en una oportunidad de
crecimiento. Esas sombras, y esto es lo que se trabaja en la meditación, pueden ser ocasión de de realización
humana. Es más, son el camino. Amor y dolor no son cosas distintas y opuestas, sino que son las dos caras
de la misma moneda.

—¿Cuánto daño ha hecho y sigue haciendo el amor romántico en nuestro mundo occidental?
El amor romántico ha hecho mucho daño en Occidente

—Pues mucho, mucho daño. Quizás sea el último mito restante en Occidente: pensar que la pareja va a
darnos la felicidad. Creo que es un error buscar la felicidad, y ello porque la solemos identificar con el
bienestar. Lo que más bien deberíamos buscar –al menos, es lo que yo busco– es la plenitud, que es
distinto, y que significa vivir intensamente aquello que te toca vivir. El amor romántico significa proyectar
en alguien tu realización personal. No debe uno proyectar en nadie ni en nada la realización personal, sino
solamente en sí mismo. El otro, la pareja, sería alguien con quien compartir esa búsqueda o esa entrega, pero
no, ciertamente, aquel que te va a colmar esa expectativa.

—Después de todo el tiempo que lleva meditando, ¿se conoce de verdad a sí mismo, conoce su conciencia
mejor que la palma de su mano?
23
Cuanto más medito, más misterioso me parezco

—[Suspira, antes de decir] Cuanto más medito, más misterioso me parezco. Esa es la verdad. Incluso podría
decir, menos me conozco. Pero menos nervioso me pone ese desconocimiento, es decir, mejor convivo con
ese misterio que soy. Yo creo que meditar es entrar en la nube del no saber, y que ese no saber no nos
inquiete, sino que aprendamos a convivir en él de manera serena.

—Dice que «vivir es transformarse en lo que uno es». ¿Cuándo se sabe que uno se ha transformado en lo
que es?

¿Cuándo sabe un manzano que es un manzano?

—¿Cuándo sabe un manzano que es un manzano? Cuando da manzanas y alimenta a la gente que está a su
alrededor. ¿Cuándo sabes que tu vida está siendo lo que tiene que ser? Cuando estás cumpliendo aquello
para lo que has venido. Cuando das frutos y la gente come de esos frutos y es feliz porque les has dado de
comer.

—¿Qué reforma considera más urgente para la sociedad española?

—[Vuelve a suspirar, con algo que parece impaciencia, y tal vez lo sea] Pues quizá la educación. Yo creo
que no está bien planteada desde la base. Seguimos pensando que la educación es fundamentalmente algo
intelectual, amueblar una cabeza, pero el ser humano no es solamente mente; también es cuerpo y también
es espíritu. Toda formación debería ser integral, haciéndose cargo de lo que el ser humano es.
Evidentemente que yo utilizo una antropología cristiana, pero creo que otras muchas antropologías de otra
índole compartirían esta visión.

—¿Qué libros han dejado una huella más honda en su formación intelectual y sentimental?

—«El peregrino ruso», que es un anónimo ruso; los «Diarios», de Kafka; «La broma», de Milan Kundera…
¿Sigo diciendo? «Tentación», de Janos Szekely, un húngaro que fue guionista de Lubitsch; «El sobrino de
Wittgenstein», de Thomas Bernhard; «El libro del desasosiego», de Fernando Pessoa; «Los ojos del
hermano eterno», de Stefan Zweig… ¿Sigo? «Stoner», de John Williams, lo leí hace un año y medio, y me
pareció el mejor libro que he leído en muchísimo tiempo; «El canto del pájaro», de Anthony de Mello; «La
montaña mágica», de Thomas Mann; las «Conversaciones con Goethe», de Eckermann… Creo que es
suficiente.

—¿Qué aprendió de su etapa de misión en Honduras?

Nunca se debe olvidar que hay pobres en el mundo


—Fue una época muy feliz, y lo que me ha dejado es la conciencia del privilegio que supone haber nacido
en un país como el nuestro, y la importancia de no olvidar nunca que hay tres cuartas partes de la humanidad
que no tienen lo necesario para vivir. Yo creo que uno puede optar por vivir entre los pobres o decidir no
vivir entre los pobres, pero nunca debe olvidar que hay pobres en el mundo.

—¿Qué le dice la teología de la liberación?

—En el seminario en el que yo estudié se respetaba mucho la teología de la liberación y estudiábamos a los
teólogos de la liberación. Me produce un enorme respeto. Yo no me defino como un teólogo de la
liberación, pero los he leído, los he estudiado, y creo que han hecho una aportación extraordinaria a la
Iglesia.

—¿Quiénes son y qué buscan los Amigos del desierto? 24


Amigos del desierto difunde la práctica del silencio

—A raíz de la recepción extraordinaria que ha tenido el libro «Biografía del silencio», he ido recibiendo en
este último año y medio muchos correos de personas de todo tipo, buscadores, pidiéndome que acompañara
o les enseñara a meditar. Llegó un momento en que me sentí tan desbordado con todas esas demandas –
porque prácticamente todos los días recibo correos de este tipo– que entonces, junto con un grupo de seis o
siete amigos con los que comparto esta sensibilidad acerca de la importancia de la meditación y de la
contemplación (yo los utilizo como sinónimos, puesto que meditación viene del latín, «meditatio», que
significa «peregrinar hacia el centro»; y contemplación también viene del latín, «contemplatio», que
significa «estar en el templo», así que para los creyentes nuestro centro es un templo), decidimos acompañar
a cuantas personas quisieran en su peregrinaje hacia su propio centro. Fue así como nació la idea de crear
una asociación, que ya está formalizada y que se llama Amigos del Desierto. Lo que hacemos es ofrecer
retiros de iniciación, fundamentalmente en la práctica del silencio; también un día de práctica semanal aquí,
en Madrid. Amigos del Desierto es una asociación que nace con la voluntad de profundizar y difundir la
práctica del silencio y de la meditación.

—¿Hasta qué punto el dibujo que va conformando su vida se parece al que soñó cuando empezó a tomar
conciencia de que la vida iba en serio?

La vida es mucho mejor que nuestros sueños

—La verdad es que la vida es mucho mejor que nuestros sueños. Esa es la verdad. Yo he sido muy soñador,
pero ahora creo que soy una persona profundamente realista, aunque seguramente habrá más de uno que se
carcajee si escucha esto. Creo que la verdadera espiritualidad te conduce a la realidad, te mete de lleno
en este mundo. Si te saca de este mundo no es verdadera espiritualidad, es ideología, o es idealismo, o es
otra cosa. Yo creo que mi vida me está conduciendo a puertos mucho más hermosos de los que yo había
soñado, francamente.

—Parece que su entendimiento, por decirlo amablemente, con el cardenal Rouco Varela no era muy fluido.
¿Qué sintió ante la llegada del Papa Francisco?

—Sentí una gran alegría. En el instante en que fue elegido Papa Francisco I, yo estaba llegando a la ciudad
de Piacenza, donde iba a dar una conferencia. Justo cuando llamé a la puerta de la casa de mi anfitrión, el
Papa estaba saliendo al balcón del Vaticano. Cuando se me abrió la puerta, se me dio la bienvenida como si
yo fuese el propio Papa. Fue una manera muy bonita de vivir esto. A medida que ha ido pasando el tiempo,
esta ilusión inicial se ha ido confirmando en que había fundamento para ello.

—¿Qué reformas de la Iglesia le parecen más necesarias y urgentes?

Hay que recuperar lo más genuino del cristianismo


—El papel de la mujer en la Iglesia, el diálogo interreligioso, la presencia en el mundo de la pobreza, entre
los más desfavorecidos, y luego yo diría –aunque esto es difícil de formular– algo así como un recuperar lo
más genuino del cristianismo, que es Cristo mismo: una recuperación del Jesús histórico y de los
Evangelios. Para España, en concreto, yo soñaría con una normalización de los cristianos en la vida pública,
que no sea políticamente incorrecto definirse como cristiano, y que ser sacerdote no suponga tener una
existencia marginal.

—¿En qué consiste el encargo que le ha hecho el Papa?

El encargo del Papa: escribir informes sobre la relación Iglesia-mundo

—El cargo es consejero del Consejo Pontificio de Cultura, y por tanto estaré a las órdenes del cardenal
Ravasi, que es el presidente de ese consejo. La misión en concreto consiste en escribir una serie de informes 25
cuando me los vayan pidiendo –ya me han pedido alguno– sobre problemas que tienen que ver con la
relación Iglesia-mundo. Ellos quieren opiniones de personas que de alguna manera tenemos nuestra
identidad cristiana muy clara pero que al mismo tiempo estamos muy insertos en la realidad de este mundo.

Pablo d'Ors, en su casa de Madrid. Foto: CORINA ARRANZ

—¿Es posible vivir una vida buena sin ningún Dios, una vida que termina radicalmente con la muerte?

Los cristianos no mueren con más serenidad que los no cristianos

—Por supuesto que hay que gente que no es creyente y que vive una vida muy buena. Yo no creo que sea
necesario formalizar religiosamente tu cosmovisión para ser una buena persona. No creo que la fe en Dios te
ahorre dificultades, aunque sí que te las redimensiona. En el hospital en que trabajo como capellán veo morir
a muchas personas, por ejemplo. La mayoría, por mi condición sacerdotal, son creyentes que me han
llamado para que les atienda en sus últimos momentos, o para que rece el responso una vez que han
fallecido. No veo morir a los cristianos, en principio, con mayor serenidad que a los no cristianos.

—Juan Carlos Onetti se sirve del chivo expiatorio «que tiene toda sociedad convencional que desprecia al
artista y al creador de ficción». ¿Para qué sirven los artistas? ¿Para qué sirve la literatura?

—El arte, igual que el amor, o igual que la religión, no son actividades útiles, sino actividades gratuitas; no
se rigen desde la utilidad o lo pragmático, sino desde la gratuidad. Sirven, entre comillas, para recordarnos
que nuestra vida no se reduce a lo útil o lo pragmático, sino que tiene una dimensión más profunda o
más esencial, una dimensión que solamente el amor, el arte y la religión son capaces de recoger.

—¿Comparte el dictum presocrático de que «carácter es destino»?

—Lo comparto mucho. Creo que llevamos escrito lo que podemos ser en nuestro temperamento y carácter,
pero también es verdad que hay auténtica posibilidad de transformación y de cambio, aunque siempre dentro
de unas coordenadas. Me han preguntado, sobre todo en relación con la escritura, hasta qué punto uno nace
o se hace. Creo que no hay alternativa. Que nacemos y nos hacemos.

—¿Qué han hecho, han dejado de hacer y deberían hacer los periódicos para elevar el tono intelectual y
moral de España?

Los periódicos no deberían caer en la frivolidad


—[Suspira de nuevo] Es una pregunta muy difícil, ¿no? Yo creo que sí tenemos en este momento en España
personas con capacidad intelectual para abrir horizontes nuevos, por lo que sería fundamental contar con
estas personas. Eso sería lo primero que se debería hacer. Quizás también tener siempre un ojo atento para
no caer en la frivolidad, que suele ser una pendiente por la que nos deslizamos con facilidad.

—En el primer cuento de «El estreno», el dedicado a Thomas Bernhard, escribe que tanto el narrador como
el novelista adoptan al final el silencio como «la única de las éticas». ¿Es un anticipo de la «Biografía del
silencio»?

Hay momentos para hablar y para callar. Cuanto más sabio, más callas

—Nunca lo había visto así, pero es bonito verlo así. Creo que hay momentos para hablar y momentos para
callar, y generalmente cuanto más sabio eres, más callas. Veo mi obra mucho más coherente y armónica de 26
lo que a un lector despistado le pudiera parecer. Aunque haya en mi producción libros más sarcásticos o más
maliciosos, libros más benévolos o más tiernos, o libros más profundos, no deja de existir una coherencia
interna muy grande. Si ahora relaciona el primero con el penúltimo, me gusta.

—En el segundo, el dedicado a Kundera y a Grass, se lee que lo más hermoso y nefasto del siglo XX ha
venido de Alemania. ¿Cómo le influyeron sus años de formación en Viena y Praga?

Para mi experiencia iniciática me fui a Viena y Praga

—Ha sido muy determinante todo lo centroeuropeo y lo germánico para mí. Primero porque vengo de una
familia con antepasados alemanes por parte de madre, luego porque estudié en el Colegio Alemán siendo
niño, y luego porque efectivamente durante dos años viví en Praga y en Viena. Como hay escritores que para
su experiencia iniciática se van a París, yo me fui a Viena y a Praga. Esos años –yo tenía 31, 32– fueron para
mí mi bautismo de fuego en la literatura.

—En el cuento dedicado a Fernando Pessoa, titulado de forma reveladora «El monje secular», dice de él que
«piensa mientras escribe, escribe para pensar». ¿Es su caso?

No escribo lo que pienso, escribo para saber lo que he pensado

—Sí, yo a veces he afirmado que no pienso con la cabeza sino con la mano. No escribo lo que pienso, sino
que escribo para saber qué es lo que he pensado, lo que estoy pensando. Creo que eso es lo propio del
escritor, que la escritura se convierte para él en un arte de revelación, no simplemente de
comunicación. Y por eso es una aventura y es estimulante. Si uno ya sabe lo que va a escribir es muy
aburrido transcribirlo, uno escribe para descubrirlo y para, descubriéndolo, darte cuenta de que eres mucho
más sabio de lo que creías.

—En ese mismo relato escribe: «Ya tenía ganas Fernando de que el pasado concluyese para poder
recordarlo, porque sabía, como todo escritor sabe, que la memoria del gozo es infinitamente superior a la
vulgaridad del gozo mismo. Porque recordar el gozo era revivirlo sin sus límites». ¿Le pasaba eso al autor?
¿Le sigue pasando después de haber aprendido a meditar?

—A veces, cuando me leen cosas mías, me digo «¡qué buenas son!» [y se echa a reír con ganas]. Es muy
bonito, y sobre todo haberlo escrito tan joven. A veces me da la impresión de que ya todo es decadencia,
de que todo está dicho al principio. ¿Me sigue pasando esto? [Se toma su tiempo para pensarlo] Bueno, en
alguna medida. Yo creo que no vivo con el desasosiego con el que vivía cuando escribí ese libro, «El
estreno», que tenía 35 o 34 años, y tampoco vivo ahora con la avidez de quien quería beberse la historia de
la literatura. Ahora, la verdad, es que no tengo esa pretensión en absoluto, y la verdad es que así se vive más
a gusto. No diría yo que soy lo mismo que entonces, pero sí el mismo.
—La siguiente pregunta va en esa misma línea. En ese mismo cuento, hacia el final, dice que «lo malo de
ser escritor es que es más importante la escritura que la vida». ¿Lo pensó alguna vez el autor, y no que era
malo, sino que era más importante? ¿Y ahora?

Lo más importante es nuestra propia biografía

—Ahora no lo pienso. Ahora pienso que la obra más importante es nuestra propia vida, nuestra biografía. Y
dentro de esa biografía están los libros que escribimos, claro. Es verdad que lo que un escritor quiere dejar
para el futuro son sus libros, eso es cierto; pero además de mis libros, yo quisiera dejar el bien que haya
podido hacer a algunas personas, a cuantas más mejor. Últimamente me siento como Schindler, el de la
película. Había empezado a salvar a los judíos del exterminio, y al final se daba cuenta de que podía haber
salvado a muchos más, y hasta se precipitaba para ayudar a cuantos más mejor. Yo me siento un poco así,
con esa urgencia por ayudar a tantas personas a las que siento perdidas, o que confiesan abiertamente que lo 27
están.

—Dice que Pessoa es con toda probabilidad el hombre que menos ha dormido de la historia de la
humanidad. ¿Y Cioran?

Parece como si la piedad fuera una visión torpe de la realidad

—Supongo que también él muy poco, la verdad. Yo he leído a Cioran, pero tampoco he sido un fanático de
sus libros, porque me resultaban muy duros, y muy desgarradores. Me llama la atención que en muchas
contraportadas de novelas se dice: «Una visión lúcida y despiadada del ser humano». Parece como si se
asociara la lucidez a la falta de piedad, pero nunca leeremos: «Una visión lúcida y pía del ser humano».
Parece como si la piedad fuera una visión torpe de la realidad, y eso a mí me parece un error muy grave. No
creo que lo impío sea necesariamente más lúcido que lo pío, antes bien lo contrario.

—Aurelio Arteta habla mucho de la compasión, como si fuera una virtud desprestigiada.

Poquísimos escritores son escritores de la luz

—Para mí esta visión compasiva, o piadosa en el mejor sentido de la palabra, me parece de una gran
sabiduría. Y esto lo saco a colación porque casi todos los escritores son escritores de la oscuridad. Cioran
o Bernhard, que hemos citado, o el propio Pessoa, aunque Pessoa tiene alguna cosa un poco más luminosa.
Pero poquísimos escritores son escritores de la luz. Los puedes contar con los dedos de la mano. Y en
cambio yo me siento llamado a ser un escritor luminoso, y eso no significa ser un escritor ignorante de
la oscuridad. Pienso que la luz es más difícil de ver que la oscuridad, pero no porque no exista, sino
porque exige entrenar más los ojos y entrenar más el corazón. Los escritores luminosos para mí han
pasado ya por la oscuridad y han hecho el camino más largo. Muchos autores son muy implacables con sus
personajes, muy crueles; yo me siento inclinado a ser tierno y benévolo con ellos.

—¿En qué medida influyó su abuelo en su forma de enfrentarse a la lectura y a la escritura?

Mi abuelo Eugenio ha sido una bendición y un estigma para mí

—Yo a mi abuelo no le conocí personalmente porque murió en el 54 y yo soy del 63, pero ha sido una figura
muy presente en mi familia. Decidir ser escritor teniendo a Eugenio d’Ors como abuelo no ha sido fácil para
mí. Porque el d’Ors por excelencia, siempre va a ser él. Aunque nunca se sabe… [y se ríe]. Pero sí, para mí
era una persona de una categoría humana e intelectual de primerísimo orden. Muchas veces he respondido
diciendo que mi abuelo ha sido una bendición y un estigma para mí, ambas cosas. Bendición porque me ha
posibilitado moverme en una tradición familiar donde la cultura y la literatura tenían mucho predicamento;
pero también estigma porque recuerdo que en el colegio, cuando hacia algo mal, solían reprochármelo con
un: «Parece mentira que seas un d’Ors». Te cae entonces como una losa la responsabilidad.
—¿Cuándo decidió prescindir de la «J» a la hora de firmar sus libros y por qué?

—Lo primero que yo publiqué fue un anecdotario misionero, que no forma parte de mi biografía literaria
porque no lo considero literatura; también una adaptación al teatro del «Cuento de Navidad», de Dickens.
Esos textos los firmé como Pablo Juan d’Ors, que es como me llamo. Yo me llamo Pablo Juan porque mi
padre se llamaba Juan Pablo, y él quería que yo fuese como él, pero al revés. Firmé Pablo J. ya en «El
estreno», que fue realmente mi primer. La «J» desapareció con «Las ideas puras», mi segundo libro, no sé si
por consejo del propio Herralde o de alguno de mis hermanos.

—En «Andanzas del impresor Zollinger» cuenta que August no hubiera encontrado una choza en el bosque
de St. Heiden si no hubiera construido la suya. ¿Dónde aprendió mejores parábolas, en Kafka o en los
Evangelios?
28
Kafka y los Evangelios son las dos fuentes parabólicas por excelencia

—Pues son precisamente para mí las dos fuentes parabólicas por excelencia: los Evangelios y Kafka. Pero
me quedo con los Evangelios.

—Más adelante, en el mismo libro, escribe: «era un experto en hacerse sordo a los ruidos externos». ¿Ya
había aprendido a meditar cuando escribió esas palabras?

—¡Que va, que va! Si lo extraordinario de la escritura es que no es un testimonio de lo vivido, sino una
profecía de lo que vas a vivir. Y por tanto te encuentras que luego vives lo que has escrito. Podría dar
muchos ejemplos de cosas que he encontrado después que haberlas escrito. En aquella época, yo no
meditaba en el sentido estricto. Claro que desde que tenía veinte años y entré en el seminario, hacíamos
diariamente un tiempo de silencio. Pero no era el silenciamiento tal y como ahora lo entiendo.

—¿Qué le saca de quicio, si es que algo le desquicia?

Me saca de quicio la hipocresía, la maledicencia, el ruido

—Pues me desquicia la hipocresía, en primer lugar. También la frivolidad, por ejemplo, esos programas
basura de televisión, la verdad es que no los soporto. Me ponen enfermo. Y la maledicencia, hablar mal de
los demás, también me parece que es algo muy grave. La ostentación, también me saca de quicio, o por lo
menos me disgusta profundamente. El ruido, el ruido me saca de quicio. Eso sí.

—¿Escuchamos demasiado poco a los árboles, a los animales y a los otros?

El problema número uno es ponernos en el lugar del otro

—Sí, el problema cuando hablamos del silencio, el problema número uno es nuestra dificultad para
escuchar, para ponernos en el lugar del otro…

—Simone Weil otra vez…

—Sí. ¿Por qué escuchar es difícil? Porque escuchar, al menos mientras estás escuchando, supone el olvido
de ti. Lo que es difícil es olvidarse de uno mismo, y eso es a lo que enseña la meditación. La meditación
enseña a no tenerte a ti como centro, sino a descentrarte para luego encontrarte. La meditación es un
proceso de empobrecimiento que luego va a derivar en una riqueza extraordinaria, pero no deja de ser una
pobreza espiritual, un vacío, que dicen en el budismo.

—Dice que «un árbol no puede ser cortado impunemente sin permiso». Muchos, y estoy pensando en
amigos y compañeros de trabajo, se reirían e ironizarían sobre esa frase. Y sin embargo no creo que se rieran
ni se rían los niños.
—Muy bonito.

—¿Abraza literal y metafóricamente a los árboles? ¿Nos iría mejor a los hombres si abrazáramos literal y
metafóricamente a los árboles, como hacía Chejov?

Nos iría mejor si abrazáramos más árboles y personas

—En general nos iría bien si abrazáramos más, árboles, personas y todo lo abrazable que exista. Creo que
hay un aprendizaje también mediante el contacto corporal, y que eso es imprescindible como fuente de
conocimiento. Cuando la parábola de Zollinger, yo no había abrazado a ningún árbol; fue a partir de ahí que
empecé a abrazarlos de vez en cuando.

—¿Comparte los versos de Ezra Pound «dejad hablar al viento. Ese es el paraíso»? 29
—Sí, es bonito. Lo comparto.

—¿Cómo se acompaña a un moribundo? ¿Es acaso la expresión máxima de la ética de la atención y el


cuidado?

Los moribundos son espejos de tu propia indigencia

—No sí si la expresión máxima, pero desde luego una de las expresiones más sublimes. Yo ahora mismo no
cambiaría mi trabajo de acompañar a los enfermos y a los así llamados terminales por ningún otro. Porque
tiene una densidad emocional, existencial, religiosa de primer orden. Empiezas a acompañar a los
moribundos con decencia cuando no les ves como pobres hombres o pobres mujeres que se están muriendo,
sino que empiezas a verles como espejos de tu propia indigencia, es decir, cuando te das cuenta de que ellos
eres tú. Entonces ya cambia la clave, ya no eres la persona buena que estás echando una mano, sino que tú
eres el que estás ahí, despidiéndote de la vida. Entonces es cuando se vive con la adecuada profundidad.

—¿Le da miedo la muerte?

Dejar de luchar, entregar la vida, es también una virtud

—La verdad es que no. Francamente. Puede parecer una chulería, pero no me da miedo morir. A veces,
cuando escucho que la gente dice cómo ha luchado tal o tal persona por la vida, y que ha pelado hasta el
final, yo pienso que no es que combatir por la vida no sea una virtud, pero creo que entregarla y rendirse
también lo es. Y esto no lo dice nadie. Nunca lo sabes, pero creo que cuando me llegue ese momento a mí,
yo voy a entregar la vida rápido. No creo que la única virtud sea la lucha. Más que la muerte, lo que me da
miedo es no saber sufrir con dignidad.

—¿Quién es Pablo d’Ors? —Un hijo de Dios. Un hijo de Dios.

Pablo D'Ors: "Escribí


'Entusiasmo' en estado de
gracia. Es mi novela más
lograda"
JUAN ÁNGEL JURISTO | Publicado: 20/9/2017 08:07

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Pablo D’Ors, autor de la novela ‘Entusiasmo’, que él mismo considera que es su obra más conseguida. /
Fundación Cajasol (UFlickr)

Pablo d’Ors (Madrid, 1963), nieto de Eugenio d’Ors, es uno de los escritores más interesantes de la
narrativa española de los últimos veinte años. Con Andanzas del impresor Zollinger consiguió el respeto de
la crítica, que se mostró más reacia cuando publicó en 2012, Biografía del silencio, un ensayo sobre la
armonía espiritual que fue un best seller para este tipo de libros entre nosotros, vendió cien mil ejemplares.
A partir de entonces, los libros de D´Ors han adquirido cierta popularidad que muchos, adictos a la
dificultad perenne, no le perdonan. D’Ors acaba de sacar su última novela, Entusiasmo (Galaxia Gutenberg),
una enorme novela de tema iniciático dentro de la tradición de la Bildungroman centroeuropea, cultura en la
que D’Ors fue educado desde la niñez. La narración es compendio de toda su obra anterior, un suma y sigue
donde se aúnan experiencias y expectativas múltiples que posee una vocación de totalidad en clara oposición
al fragmentarismo obligado de la literatura actual.

D’Ors es sacerdote y ejerció de capellán hospitalario en el Ramón y Cajal hasta que el Papa Francisco le
nombró consejero del Consejo de Cultura del Vaticano. De esa vocación y de su asociación “Amigos del
desierto” y, por supuesto, de su última novela hemos charlado con él en esta entrevista donde el silencio no
tuvo lugar.
31

Portada del libro.

— Cuando le conocí, usted ejercía como capellán hospitalario. Luego, inspirado en el jesuita Franz
Jalics, fundó “Amigos del desierto”, cuya finalidad es difundir la dimensión contemplativa a la luz del
cristianismo. ¿Qué diferencia existe entre esta vía y otras enseñanzas contemplativas de culturas
diferentes, ya sabe, sufismo, zen…?

— Mi tarea como capellán hospitalario y como fundador de la red de meditadores Amigos del desierto es, en
el fondo, muy parecida: trato de aliviar el sufrimiento ajeno. Para mí es claro que no hay enfermedades
simplemente físicas, sino que todas tienen un componente psíquico y espiritual. El agnosticismo
contemporáneo en Occidente nos ha privado –es obvio– de las terapias netamente espirituales cuya cepa es
el cristianismo. Por mi parte, no he encontrado un tesoro mayor. La diferencia sustancial entre las
tradiciones del conocimiento silencioso no cristianas y la cristiana es, como no podía ser de otra forma,
Jesucristo. Y hablar de Jesucristo en este contexto terapéutico o sanador es tanto como hablar del cuerpo y
de la palabra. El acceso al misterio del ser desde el cristianismo no se realiza sin una determinada mística
corpórea y verbal.

— Desde Las ideas puras o Andanzas del impresor Zollinger, su obra siempre me pareció una de las de
más calidad de la narrativa española. Sin embargo, el éxito le vino con Biografía del silencio, y a partir
de ahí… ¿Cree que una de las razones es el oculto hambre de armonía mental del que la gente está
tan necesitada?

«A partir de la Biografía del silencio, mis libros rompen el marco de


lo estrictamente literario y llegan al lector en general. Ganar lectores
tuvo su precio: perdí la estima de la crítica»
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— Gracias por el elogio. A partir de la Biografía del silencio, mis libros rompieron el marco de lo
estrictamente literario y llegaron al lector en general, no sólo a aquel que le interesa la literatura. Claro que
ganar lectores tuvo su precio: perdí la estima de la crítica. El éxito de mi Biografía del silencio no es
simplemente comercial, sino existencial: son muchas las personas –las ventas dicen que más de cien mil–
que aseguran haber encontrado en este ensayo una fuente de sentido que orienta su camino interior. La razón
fundamental por la que este pequeño libro haya podido llegar a tantos corazones no está –es evidente– en su
presunta calidad literaria, sino en la pertinencia de lo que en él se dice: hay en nuestros contemporáneos un
anhelo espiritual que saciar, y este ensayo ofrece pistas, humildes pero rotundas, de cómo se articula esa
búsqueda.

— Su última novela, Entusiasmo, es una enorme y gran descripción de una iniciación a la vida. Usted,
como buen deudor de la cultura centroeuropea, tiende a la Bildungroman. ¿Podría catalogarse esta
novela en esa tendencia?

— A mi entender, Entusiasmo se inscribe claramente en esa tradición literaria. El ideal del bildung era,
como es bien sabido, la libertad interior y la moralidad. Schiller, por ejemplo, aseguraba que en su época se
había destruido la integridad espiritual del ser humano. Por eso, contra la fragmentación individual y la
automutilación, la llamada bildung reafirmaba el valor de formar un todo consigo mismo, con la naturaleza y
con los demás. Pretendía que el individuo volviera a sentirse nuevamente bien en el mundo en el que le
había tocado estar. Mi novela Entusiasmo, en esta misma línea, es, esencialmente, un canto a la vida: un
homenaje a esa contradicción armónica que nos constituye.

— ¿Qué representa para usted la juventud? Se lo digo porque siempre está presente en su obra.
Incluso escribió Contra la juventud…

— La juventud no es sólo esa etapa de la vida que situamos entre la adolescencia y la madurez, eso es obvio.
La juventud es, en esencia, un talante: esa fuerza que permite encarar lo que se tiene enfrente con un
renovado ímpetu y con una esperanza probada. Creo, en efecto, que hacen falta muchos años para ser joven.
Y creo también que sólo leen novelas quienes aún se sienten jóvenes, es decir, interesados en el misterio de
la identidad personal.

— ¿Es Entusiasmo una novela en que usted ha querido rendir cuentas con un probable otro Pablo
d’Ors que se le parece?

«Entiendo la novela como una exploración en la identidad desde


egos imaginarios. El protagonista de Entusiasmo, y los demás
personajes de mis novelas son yo mismo»
— Entiendo la novela como una exploración en la identidad desde egos imaginarios. En este sentido, tanto
el protagonista de Entusiasmo, como los demás personajes de ésta y de mis otras novelas son, en última
instancia, yo mismo. Lo que pasa es que lo que sucede en Entusiasmo es más parecido a lo que realmente
me ha sucedido a mí. Eso puede hacer pensar que se trata de una autobiografía, algo que no puedo ni quiero
negar del todo. Es una auto-ficción, pues realmente nada de lo que me ha sucedido está ahí contado tal cual,
si bien todo es inmensamente parecido a lo que a mí me tocó vivir. Pretendo con ello reivindicar el papel de
la fantasía para entendernos a nosotros mismos. Una novela es la suma de memoria y fantasía, y eso
exactamente es Entusiasmo.

— A mí esta novela me parece esencial en su obra. Representaría una especie de suma y sigue, donde
se expresan personajes de toda laya y condición. Creo que en cierta manera representa cierta
apoteosis de lo posmoderno… ¿Está de acuerdo? Por supuesto me refiero a posmoderno en el sentido
de la narrativa de Nabokov, Kundera, John Barth, Robert Coover… 33
— Entusiasmo es mi libro más logrado, así es como lo siento. No creo afirmar esto simplemente porque sea
el último de mis partos, sino porque sé haberlo escrito en estado de gracia: como poseído por esa fuerza
interior que los románticos llamaban inspiración y que los escritores de ficción conocemos bien y
disfrutamos hasta el punto de no querer cambiarla por nada en el mundo. Se trata de un libro fresco y vivo,
ligero y rotundo, una historia que no se había escrito –que yo sepa– hasta el momento. Pero no soy yo –es
evidente– quien debe cantar las alabanzas de mi obra, no resultaría creíble. Sí, es un texto postmoderno en el
sentido que yo soy un tipo postmoderno, es decir, alguien que ha despertado del sueño de la razón. Pero no
lo es en el sentido que Umberto Eco, por dar un ejemplo, da a sus novelas: un mero juego semiótico, sin
verdadera búsqueda de la verdad, de la belleza o del bien.

— La crítica siempre le ha otorgado cierta fascinación por Kafka. Usted que es sacerdote, ¿piensa
que en Kafka se da la gran metáfora de la literatura teologal del siglo XX? ¿Hasta qué punto
es esencial para ello su condición de judío?

«Franz Kafka me interesa, sobre todo, como arquetipo de escritor:


vivió la literatura como religión, lo que significa que se inmoló a sí
mismo en el altar de las letras»
— Kafka me interesa, sobre todo, como arquetipo de escritor: vivió la literatura como religión, lo que
significa que se inmoló a sí mismo en el altar de las letras. Para responder a esta pregunta diría que cuando
ya no hay religión, el arte se convierte en la única religión o esperanza. Y en ese sentido, Kafka es el
sacerdote por excelencia de las letras contemporáneas. De la Palabra de Dios casi podría decirse que hemos
saltado a la palabra de Kafka. En aquélla todo es simbología; en ésta, en cambio, todo es sintomatología.
Para mí Kafka identificó escritura con vida interior. Escribir y vivir eran para él lo mismo. Para mí, en
cambio, lo difícil no es escribir, sino ser yo mismo. Kafka apenas compone sus textos –como sí hago yo–; él
siempre se deja sorprender por sí mismo, como yo sólo sé hacer en contados y maravillosos momentos.

— ¿Representa el nuevo papa en verdad la gran esperanza de la renovación de la Iglesia? Muchos lo


intentaron antes…

— A mí este papa me gusta, me lo creo. Sé que está cambiando la Iglesia, no hay más que darse una vuelta
por las parroquias de hoy y compararlas con las de hace diez años para verlo. Me hace feliz que un hombre
como él, que pone tan nerviosos a tantos, esté al frente del cristianismo. Me da esperanza, claro que sí, al
igual que a millones de personas en el mundo, cristianas o no. Pero sé que la verdadera esperanza –esa que
no puede extinguirse– la encontramos sólo dentro de nosotros.

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Entrevista

Pablo d’Ors: «Vamos hacia una nueva primavera»

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Un momento de la entrevista. Foto: Ricardo Benjumea

El escritor y sacerdote Pablo d’Ors es el fundador de Amigos del Desierto, un grupo de personas que buscan
a Dios en la ciudad, a veces sin saber dar nombre a esa búsqueda

Siguiendo la estela literaria de su abuelo Eugenio, Pablo d’Ors (Madrid, 1963) lleva ya siete novelas
publicadas. Uno de los rasgos característicos de su obra es la mirada intimista sobre los personajes. «Creo
que la tarea del escritor de ficción es rescatar el mundo interior, la historia privada, lo íntimo», asegura.
Esto, en cierto modo, hermana su vocación de escritor con la de sacerdote. Vocación esta última –dice– que
consiste esencialmente en descubrir y testificar «cómo esa humanidad nueva que es Cristo se encarna, de
manera muy escondida a veces, en todos los seres humanos».

La obra literaria de Pablo d’Ors ha recibido los elogios de la crítica, pero probablemente el que más
repercusión ha tenido de sus libros ha sido el ensayo Biografía del silencio (2012). Desde ese momento
empezó a recibir cartas y llamadas de personas que le pedían que les enseñase a meditar. Desbordado por la
respuesta puso en marcha en 2014 Amigos del Desierto, que en la estela de Carlos de Foucauld se propone
recuperar la tradición hesicasta, iniciada por los padres del desierto orientales en el siglo III. «Hay una sed
de Dios muy grande», constata. «Y no basta con responder a eso a la gente que hay que rezar: debemos
mostrarles cómo y hacerlo con ellos». Amigos del Desierto cuenta con varios grupos diseminados por toda
España.

¿Esa sed de Dios es explícita?

Pocas veces es explícita. Pero sí hay una búsqueda de paz, de plenitud, de encuentro, de sentido, de
trascendencia… Todo eso que, hasta hace poco, el hombre incluía bajo el término Dios.

Si existe esa sed, ¿por qué le cuesta a veces tanto a la Iglesia conectar con el hombre contemporáneo?

Hay un gran trabajo de interculturación de la fe que apenas está hecho, pero el gran problema es la falta de
experiencia de Dios. Si tú amas a alguien, buscas la manera de expresar ese amor, aunque sea de forma 35
desbordada. La mayoría de las formulaciones que damos sobre Dios, más que auténticamente religiosas, son
ideológicas, sistemas de creencias que pueden ser interesantes, pero la experiencia de Dios es otra cosa: una
experiencia de absoluto, de soltarnos de nosotros mismos y lanzarnos sin agarrarnos a cosas o a ideas. Así
hacemos la aventura de creer. La fe fundamentalmente es confianza. Tú confías en alguien y por eso crees
en lo que te dice. Las creencias son una consecuencia de ese acto de confianza.

¿Necesitamos renovar las formas para comunicar mejor?

Todo el apostolado es una cuestión de luz: si tú estás iluminado, irradias paz, alegría, certidumbre, fuerza…
Y si no lo estás, ya puedes tener toda la formación que quieras, que eso está muerto. Dicho esto, por
supuesto que las formas son importantes. La propuesta cristiana se podría en realidad resumir en una
palabra: transfiguración, en el sentido de que, bajo ciertas condiciones, si la mirada está limpia, puedes ver
en lo corpóreo el fondo de las cosas: a Dios. Nuestros textos, nuestra liturgia, nuestra presencia… deben
estar cuidados. No vale cualquier cosa. Hoy, por ejemplo, tengo la impresión de que buena parte de la acción
pastoral se pierde porque hacemos demasiadas cosas. Y no se pueden hacer todas bien, es imposible. Es
preferible hacer menos pero hacerlo mejor. Y luego eso se va a irradiar.

Quizá también el mundo ha perdido hoy la capacidad comprensiva para el lenguaje religioso.

Para mí el principal problema es que nosotros no vivimos en la luz, no estamos en contacto con el misterio
de Dios. Esté como esté la sociedad, yo a donde apunto es a mí mismo: el que tiene que convertirse soy yo.
Si yo me convierto arrastraré a los demás. La realidad es que Dios es el único acontecimiento, y todo lo
demás está en búsqueda para encontrarse con Él.

¿Tú donde te encuentras con Él?

En mi ignorancia, en mi pequeñez, en mi fragilidad, en mi flaqueza, en mi falta de respuestas… Yo creo que


Dios está donde menos lo esperamos, que es justamente en la entraña de lo más oscuro: ahí es donde nos
espera.

¿En lo más oscuro?

Dicho cristianamente, en la entraña de la cruz está la luz. Pero a veces nos hemos hecho una idea de lo que
Dios debería ser, sustituyéndolo por nuestros constructos mentales e ideológicos, y por eso no lo
encontramos.

¿Cómo te marcó la experiencia como capellán de hospital junto a personas enfermas y moribundas?

El hospital es el lugar donde yo más amor he visto en mi vida. Si no conocemos el dolor, no conocemos el
amor. Por eso es necesario frecuentar el mundo del dolor, aunque no necesariamente en un hospital. El dolor
es una realidad muy presente en el mundo.
Hace unas semanas participaste en el l Congreso del Bienestar y la Felicidad organizado por la
Cadena SER. Tienes acceso a foros a los que normalmente no acude un sacerdote. ¿Por qué crees que
cuesta tanto a veces ese diálogo?

Creo que es porque vamos con una mentalidad del ellos y nosotros. No esperamos encontrarnos con un
compañero de camino, sino con un adversario que nos lo va a poner difícil. Pero si tú no vas como a una
batalla dialéctica para convencer al otro, sino simplemente con lo que tú eres, con sencillez de corazón, hay
un talante amistoso que se contagia. Creo que muchas veces nuestras confrontaciones con el otro no
prosperan porque el punto de partida ya está viciado: no hay un verdadero talante amistoso y de búsqueda en
común.

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Pablo d’Ors y miembros de Amigos del Desierto, el 3 de mayo durante una marcha silenciosa y sentada por
la paz en el templo de Debod de Madrid, organizada junto a la comunidad monástica del maestro zen Thich
Nhat Hanh. Foto: Olga Cebrián Fernández

¿Debemos abrirnos más al mundo?

Pero sin hacer un dogma de la apertura. Sería una ingenuidad. El talante tiene que ser de receptividad,
aunque eso no significa que no haya criterios de discernimiento ni que esto deba hacerse sin prudencia y
sensatez. El Papa, que además de ser bueno es inteligente, va dando pasos de apertura, pero al ritmo en que
se deben hacer.

¿Un católico puede utilizar herramientas del budismo para la oración?

Yo no lo formularía en esos términos utilitaristas. Vivimos en una sociedad intercultural y la persona


espiritual se caracteriza por la apertura al otro. También a las otras religiones. Ese diálogo, hecho desde la
sensatez y la madurez, siempre va a enriquecernos en la manera de orar, en la manera de expresar la fe, de
gestualizarla… En mi experiencia personal ha sido así. Mi conocimiento de la meditación zen me ha
ayudado a amar más la fe cristiana y a descubrir algunas dimensiones que no tenía tan claras.

Eres partidario de incorporar posturas corporales propias de las religiones orientales a la meditación
o la oración cristiana. ¿De qué forma?

La teología del cuerpo es una de las asignaturas pendientes fundamentales. El cristianismo es la gran
religión del cuerpo, pero a la hora de caminar hacia la interioridad nos olvidamos de que la vía por
excelencia es la corporeidad. Tenemos una práctica de la fe más bien idealista o ideológica, mental, que no
se encarna en nuestro cuerpo. Y tenemos esa idea de que esta vía es propia del Extremo Oriente, y es verdad
que las espiritualidades asiáticas dan mucha importancia al cuerpo, pero también en nuestra tradición
cristiana está esa vía desde los padres del desierto y los hesicastas, que es la corriente que Amigos del
Desierto quiere seguir. Amigos del Desierto no es otra cosa que una recuperación del hesicasmo en clave
secular y laical. Ahí no se ponía en duda que el cuerpo es una experiencia del alma y se daban consignas
para las posturas corporales, para la respiración…

¿Esto es lo característico de la obra que has iniciado?


Yo a lo que me siento llamado es a prolongar la senda que inició Carlos de Foucauld, un padre del desierto
contemporáneo, que es quien trae a Occidente la oración del corazón. Por eso pinta un corazón en su hábito.
La respuesta que dio Occidente al dilema de la interioridad fue la vida benedictina. Y la respuesta que dio
Oriente fue la oración del corazón: la recitación atenta y amorosa de una jaculatoria o de un mantra. Yo creo
que ha llegado el momento de hermanar estas dos vías, porque estamos en un tiempo de síntesis. Y eso es lo
que Amigos del Desierto pretende: plantear la oración del corazón –la meditación cristiana– en medio de
nuestra vida urbana para que los cristianos seamos, en el sentido más profundo de la palabra, monjes,
personas unificadas o traspasadas por la experiencia espiritual.

¿Por qué Foucauld?

Es el Francisco de Asís de nuestro tiempo; lo que pasa es que grandes figuras como él necesitan muchas
décadas, a veces siglos, para que se comprenda su envergadura. Esto podría pasar con Foucauld, aunque no 37
necesariamente: dependerá de nuestra capacidad de recepción.

No es un secreto que, con este tipo de propuestas, algunas personas desde dentro de la Iglesia te han
mirado con sospecha.

El problema está a veces en quienes miran con sospecha a los demás, pero hay quien sencillamente hace su
camino y a los demás los deja en paz. Yo lo que creo es que tenemos que trabajar en la parcela que nos ha
tocado y dejar a los demás en la suya. Cuanto te metes mucho en lo que hacen los demás quiere decir que no
tienes suficiente trabajo con el tuyo.

¿Te sentiste reivindicado al ser nombrado en 2014 consultor del Consejo Pontificio de la Cultura?

Me sentí muy emocionado. Y muy sorprendido, como si me hubieran dicho que me habían elegido para
hacer un viaje a la Luna. No sé, me gusta este Papa, me parece que es un auténtico mediador. Poder
colaborar en la construcción de la Iglesia tal y como él la está intentando plantear me honra.

¿Cómo ves el futuro de la Iglesia?

Yo tengo una esperanza enorme en las posibilidades de la fe cristiana para el mundo que nos viene. Creo que
vamos hacia una nueva primavera.

¿Por qué?

¡Porque veo tanta sed y tanto deseo de retornar a la patria espiritual! Occidente es como un adolescente que
necesita protestar contra sus padres, pero que camina hacia su vida adulta, lo cual pasa por la reconciliación
con sus orígenes. Pero creo también que esto, en cierto modo, va a exigir una reinvención del cristianismo y
de la Iglesia para los próximos siglos. Igual que existió un cambio brutal del Medievo a la Modernidad, lo
habrá también hoy, ya está comenzando. Pero yo tengo una gran esperanza en la potencia del cristianismo,
que no solo es muy hermoso, sino que tiene un germen de humanización como yo no conozco otra cosa. Es
como una bomba de relojería con ganas de explotar en nuestro corazón para llenarnos de fuego.
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