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Las dos caras del tiempo: Aion y Cronos

Javier TejedaEne 28, 2016

Aunque Foucault diga en Los espacios otros que la obsesión del siglo XX es el espacio, el tiempo, desde que
dejó de estar al servicio del ser, no ha dejado de ser un problema. Donde “problema” no quiere decir algo
que haya que resolver, sino algo que hay que pensar. Dice Foucault: “Nadie ignora que la gran obsesión del
siglo XIX, su idea fija, fue la historia (…) Nuestra época sería más bien la época del espacio. Vivimos en el
tiempo de la simultaneidad, de la yuxtaposición, de la proximidad y la distancia, de la contigüidad, de la
dispersión”. Curiosamente Foucault, al decir que la obsesión del siglo pasado y el presente es el espacio, no
puede hacerlo sin recurrir al tiempo.

Fotograma de Fresas salvajes, Bergman

Hubo un tiempo en que al tiempo no había que dedicarle tiempo


No hace falta retrotraerse excesivamente en la historia para encontrar sistemas de pensamiento donde el tiempo
sólo era una mala excusa del ser. El mismo Heidegger, antes de alzar el tiempo al nivel del ser como indica el
título de su obra más conocida, Ser y tiempo, consideró éste, el tiempo, como algo ya fundado por el ser. Si
no hay nada, apoyaría el joven Heidegger, no hay tiempo.

Ésta etapa del pensador alemán está fuertemente condicionada por el Catolicismo, ya que quiso ser sacerdote
primero y teólogo después. Muy distinto se mostrará el primer Heidegger, el de Ser y tiempo, al acercar
peligrosamente el tiempo a la nada. La ruptura definitiva con el Catolicismo y la caída intelectual hacia la
extra-temporalidad del tiempo no lo marca tanto su renuncia física, a través de una carta, como el salto
conceptual que provoca el dejar de considerar lo fundado, el hombre, a imagen y semejanza de lo que funda,
el ser. Este es el salto en el que la preocupación por el tiempo comienza a resonar.

Así se expresaba Heidegger en una carta recogida por Safranski a unos de sus maestros de juventud, el padre
Krebs: epistemológicas que atañen a la teoría del conocimiento histórico han provocado que el sistema del
Catolicismo se convierta para mí en problemático e inaceptable -pero no el Cristianismo y la metafísica,
aunque a ésta la tomo en un nuevo sentido”.

Éste nuevo sentido del que habla Heidegger, no es otro que el de introducir el tiempo, la historia intempestiva,
como parte esencial de su filosofía. Ahora, la pregunta por el ser, la pregunta por la cosa del pensar, será
siempre desarrollada a través del Dasein. Un Dasein que al preguntarse nunca podrá dejar de lado la
historia, su historia.

Aion y Cronos: una estructura compleja


Se puede diferenciar entre dos lecturas del tiempo. O más bien entre un tiempo, el que quita tiempo, y todos
los demás, que posibilitan el estar en el tiempo.
La persistencia de la memoria (1931) | Salvador Dalí

Del primer tiempo, el que cuenta, ya se sabe demasiado. Es el tiempo de la agenda, las horas, el tiempo
que hace que no haya tiempo. Es así como se construye este tiempo. Primero se debe considerar que el
tiempo se da en una sola línea temporal. En segundo lugar se deben trazar cortes cada cierto espacio, haciendo
de esta manera subdivisiones interminables en esta misma línea. Por último, se reúnen las divisiones
reduciéndolas a una unidad: el tiempo. Así es como se posibilita la medida del tiempo.

No obstante, como muestra la paradoja de Zenón Aquiles y la tortuga, el tiempo es más complejo. De la otra
cara del tiempo se encuentra un tiempo indivisible, infinito. Un tiempo más pequeño que la porción de
tiempo más pequeña pensable y más grande que la porción más grande que se pueda imaginar. Es un tiempo
que es demasiado. Y por ser justamente demasiado es demasiado poco.

El filósofo francés, Deleuze, en su obra Lógica del sentido llamará al tiempo de las horas Cronos y al
tiempo indivisible Aion. Aion será el “espacio” donde el ser subsiste, donde aflora el sentido a través del
acontecimiento. Ésta diferencia la explica en la “Vigésimo tercera serie: del Aion”: “Desde el principio, hemos
visto cómo se oponían dos lecturas del tiempo, la de Cronos y la de Aión: 1:°) Según Cronos, sólo existe el
presente en el tiempo. Pasado, presente y futuro no son tres dimensiones del tiempo; sólo el presente llena el
tiempo, el pasado y el futuro son dos dimensiones relativas al presente en el tiempo. (…) Un encajonamiento,
un enrollamiento de presentes relativos, con Dios como círculo extremo o envoltura exterior, éste es Cronos”.

Aion en cambio es el espacio donde siempre se da el pensamiento, el arte, el amor y la poesía. Es en este
presente eterno instante fantasmagórico, descanso infinito, dónde tienen lugar todas las experiencias del
sujeto. Una vez se mira el reloj se trae Cronos a la presencia, reduciendo así la experiencia a unos pocos
minutos, días, meses o años. No importa cuánto tiempo marque Cronos, siempre será suficiente o
insuficiente, pero nunca demasiado o demasiado poco.

Éste “mirar el reloj” no es sólo literal. Cronos se presenta al acabar de leer un poema o al terminar un cigarrillo.
Es el momento en el que, terminado o no, se tiene consciencia de que se está leyendo o se está fumando.
Momento en el que el presente deja de ser instante para situarse de nuevo en una sola línea divisible,
controlable y paradójicamente improductiva. No se habla aquí, no obstante, del “tiempo libre”. El tiempo libre
es sólo otro “espacio” más de Cronos, divisible y controlable. No se trata de tener tiempo sino de pasear con
el tiempo. A Cronos se puede ir, en Aion sólo se puede estar. Cronos se puede explicar pero Aion, en
cambio, sólo mostrar.

Kairos, Aión y Cronos: dioses de la gestión y el


liderazgo
por Eugenio Molini · 12/10/2009

Los antiguos griegos tenían tres dioses del tiempo: Cronos, Aión y Kairos.

Cronos es el dios, representado como un hombre maduro, que devora todo y todos, incluidos sus
hijos, para mantener su poder. Es el dios del tiempo secuencial, cronológico que pasa inevitablemente. Es el
tiempo “tic-tac” que irreversible y linealmente nos lleva hacia nuestro futuro. Es el dios al que
recurrimos cuando ponemos objetivos, hacemos planes de acción y los implementamos. Cuando actuamos
bajo los auspicios de Cronos, las acciones pasadas se vuelven obsoletas al alcanzar el objetivo. Entonces
Cronos nos exige que pongamos nuevos objetivos, indiferente a si estamos satisfechos con lo alcanzado o
no. Mientras tanto, él “tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic”, mide cómo los mortales nos acercamos a la muerte,
afanándanos para tener éxito y para controlar los acontecimientos, nuestra vida y las de los demás.
Aión es dios de la eternidad al que no le hace falta devorar nada para ser eterno. Es a la vez niño y
anciano. Es el dios generoso y satisfecho que tiene sentido en sí mismo. Es el dios que no contempla
los objetivos ni los planes sino que nos invita a la acción que tenga sentido en sí misma. Es el
dios que invocaba Machado al escribir “caminante no hay camino, se hace camino al andar” y también
Ghandi al decirnos “sé el cambio que quieres para el mundo”. Cuando actuamos bajo los auspicios de Aión,
estamos satisfechos con el camino que recorremos porque el objetivo es recorrerlo y cada paso tiene sentido.
Es el dios que nos habla a través de nuestra vocación, de la voz interior que nos dice lo que tiene sentido y lo
que no.

Kairos es un joven con un mechón de cabello muy largo en la frente pero completamente calvo por
detrás. Es el dios caprichoso de la oportunidad que pasa rápidamente, al que sólo se le puede coger por el
mechón según viene. Cuando acaba de pasar no se le puede agarrar porque está calvo. Es momento
adecuado que, si pillamos, puede cambiar nuestro destino. Es el momento imprevisto “aquí y ahora” en el
que la acción adecuada nos llevará en un satiamén a aquel futuro que deseamos.

Kairos ni exige nada ni espera nada de nosotros. Kairos simplemente pasa por nuestro lado y se va.
Engañados por Cronos, perseguimos a Kairos intentando atraparle. Y así no le pillamos nunca. Cronos se
encarga muy bien de que no nos demos cuenta de que la única forma de atrapar a Kairos
es la observación silenciosa y desapasionada de nuestro entorno. Sólo así veremos a Kairos
aparecer y podremos atraparle.

Cronos también nos engaña para que no oigamos a voz de Aión. Cronos nos exige continuamente nuevos
objetivos, impulsándonos a la acción. En el torbellino de la acción es imposible crear el espacio de
silencio y quietud necesario para oir a Aión hablándonos insistentemente con la voz interior
de nuestra vocación.

Invocando a Aión podremos encontrar el silencio necesario para escuchar nuestra vocación y darle así
sentido a nuestras acciones en sí mismas y en el momento presente, no sólo en base a los objetivos futuros.
Invocando a Kairos podremos vaciarnos de nuestras ideas preconcebidas sobre lo que los acontecimientos
significan, y podremos abrirnos a momento fugaz en el que la oportunidad inesperada se abre.

Aunque en esta descripción que he hecho arriba parece que Cronos es el malo de la película, no es
así. Cronos es un dios peligroso si se le deja sólo ya que nos impulsa a actuar libres de todo miramiento con
tal de alcanzar los objetivos marcados. Si invocamos a los otros dos, Cronos se convierte e un dios
productivo y benigno.

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