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8 Mar 2018 - 11:00 PM

Por: Marcelo Caruso A.

¿QUÉ SERÁ LO QUE TIENE EL PETRO?

Aclarando que no hablaré de la criptomoneda chavista, intentaré


una reflexión sociopolítica de lo que representa el fenómeno
electoral de Gustavo Petro, que comenzó como parte de la clásica
estrategia del infle y posterior desinfle de candidatos, con la que
el establecimiento busca incinerarlos preventivamente. A derecha,
centro e izquierda se busca explicar sus capacidades para tener
esa posición en las encuestas, pero poco se dice directamente del
por qué se lo considera una opción para los pobres, excluidos,
jóvenes y amplios sectores de la izquierda.

El tema es de percepciones e imaginarios, los cuales siempre


tienen una cuota de verdad, pero mucho de emocionalidad e
intuición política inversa. Desde lo estructural hay que decir que
vivimos una época de constantes engaños y promesas
incumplidas, en la cual han sido expertos los centros del
pensamiento neoliberal y los medios de comunicación que se
ponen a su servicio. Es también la época del no confiar en nadie,
comenzando por los que deben garantizar y aplicar justicia,
seguridad y orden público, y, como continuidad pero en
crecimiento acelerado, por la corrupción de los políticos, de la
cual, sospechan, sólo nos muestran la superficie. La gente no
cree en nada que huela a continuidad de los dueños del poder, y
está elevando la presión de la olla, algo que un columnista alerta
como el “estallido de un polvorín”, el que con esta paz imperfecta,
puede convertirse en una ola electoral antisistémica.

El análisis de los votos de esta franja proclive al invento del


“castrochavismo”, caracterización que tendrán que cambiar pues
la gente comienza a utilizarla en positivo, muestra que una gran
parte de los sectores populares ha votado por Uribe en lo
nacional y luego por la izquierda y progresistas en los gobiernos
locales, lo que fue evidente en Bogotá y Medellín. La izquierda
amplia viene acumulando un promedio del 20 al 25 % de los
votos, que no son fieles a un partido en particular, sino que
buscan la mejor opción entre ellos. Fenómeno que se extiende
por toda América Latina, donde luego de golpes de Estado
jurídicos y electorales, de campañas globales de desprestigio y
boicots económicos y financieros, como se realiza contra el
gobierno de Venezuela, se mantiene, a pesar de sus errores, el
apoyo a estos sectores críticos del neoliberalismso por una franja
dura de electores que oscila en el 30% de los votos. Lo cual, ante
la dispersión y crisis de los partidos tradicionales, los convierte en
la primera fuerza electoral coherente en sus objetivos, aunque
muchas veces dividida, incapaz de aprovechar esa posibilidad y
convertirla en oportunidad.

Con la salida del senador Robledo de la campaña presidencial,


Petro, con sus cualidades que siempre se las reconocieron, hasta
que fue alcalde, y con sus defectos que son públicos y también
inflados, es el único candidato que puede representar el sentir de
esa franja. La que no se siente conectada con las medias tintas y
los coscorrones, tampoco cree mucho en los acuerdos de paz
porque no los ve reflejados en, siquiera, promesas a ser
cumplidas de mayores garantías de derechos, acceso a la tierra y
al trabajo digno, y que cada vez cree menos en el mesías
guerrero que acabaría con el origen de sus males.

Los que anuncian su voto por Petro, y posiblemente por las listas
de la coalición de Decentes que lo apoya, han aprendido de lo
que llamo la intuición inversa: si es a quien más atacan los
medios y los candidatos tradicionales, debe ser por algo, y algo
que los molesta y les genera miedo. Así, simple pero
concretamente, deducen que tiene capacidad y poder para
cambiar el orden de las cosas, y por lo tanto lo eligen como una
opción de oposición a todos los males que están sufriendo. Ni
siquiera han podido atacarlo por la vía de aquellas iglesias que
con sus campañas estimulan los miedos, pues al decir del
trovador Alí Primera, “aunque un rosario de penas lleve guindado
en su pecho, el pueblo tiene derechos”, y, ante todo, busca quién
se los garantice. El 11 de marzo es la verdadera primera vuelta.

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