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DUELO
2.1. DEFINICIÓN
El duelo no es un proceso patológico sino una reacción normal y es un
término en el que confluyen dos factores: la comunidad o estructura colectiva y el
abordaje que deviene de estas y la dimensión particular (Pinzón, 2009). Para Ortiz
(1998, en Pinzón, 2009) la valoración de la pérdida no tiene equivalencia con los
sucesos reales, depende de la experiencia subjetiva.
Una parte esencial del duelo es el juicio de realidad, en tanto que impone a
los recuerdos y esperanzas anclados libidinalmente al objeto, la inexistencia del
mismo. Klein explica el proceso del juicio de realidad en el duelo, en dos vías de
desarrollo paralelo: la renovación de vínculos con el mundo externo y el revivir la
pérdida; y reconstruir el mundo interno, que sufre un deterioro peligroso. La ruta
de culminación del duelo que Klein propone inicia cuando la idealización del objeto
amado se fractura por medio del odio, proceso lento que finaliza cuando se
asignan múltiples valores al objeto, retirando al objeto su estatuto ideal o perfecto
(Klein, 2008:1940)
Para Bolwby (1986), existe una relación entre los comportamientos de niños
ante la separación de un ser humano y las formas de duelo. Bolwby coloca
conductas básicas asociadas al duelo: ansiedad y protesta; desesperación y
desorganización; desapego y reorganización.
La separación del objeto inicia procesos defensivos que bloquean los
sentimientos de tristeza e irán asociados al objeto perdido, en donde la ira y la
agresión cumplen la función de establecer una reunión (Bolwby, 1986).
2.2. CLASIFICACIÓN
2.3. FASES
5) Incremento en la tolerancia;
Para Klein (2008:1940) las relaciones de objeto, refiere a los objetos reales
y totales. Lo “Real “y lo “Irreal” son conceptos que toman sentidos hasta que les
das significado, y esto en el niño toma significado por el contraste de la palabra
(signo) con lo que nombra la palabra: el objeto, y evoluciona cuando el niño es
capaz de retener una imagen para el concepto, cuando simboliza, por tanto, el
sentido de la realidad está íntimamente relacionado con el concepto de objeto y la
relación que pudiese entablarse con él, la relación con el objeto es proporcional al
entendimiento del deseo y la omnipotencia propia y de los otros (Klein,
2008:1921).
Objeto de pulsión
Para Freud (2008/1915) el objeto será el medio para alcanzar la meta que
representa alguna aptitud satisfactoria. El objeto sexual es para Freud una
condensación de caracteres de ambos sexos hacia los que se orienta la atracción
sexual, y la meta sexual la entenderá como la acción hacia la cual se esfuerza la
pulsión. En 1920 Freud refiere que hacer de la pulsión como el esfuerzo de
reproducción de un estado previo, que por las condiciones externas debió
resignar. Cuando de los objetos sexuales es retirada la libido de objeto, esta
retorna al yo, siendo entonces libido narcisista como lo comenté antes.
Colina (2006) relata al deseo como un flujo psíquico, que se busca reprimir,
es medido por lo Real, con accesos a través de la fantasía, regulado por el placer
y medido por el otro y su juicio.
Objeto de amor
2.4.1. OBJETO A
Para entrar en la conceptualización del objeto a, considero pertinente
establecer el esquema R.S.I. Los tres registros: R.S.I. son un sistema de
clasificación de la dimensión de ser, estableciendo según Kauffman (1995, en
Ramírez, 2009) un modelo estructural:
Harvey y Weber (1998, en Bellver, Gil-juliá & Ballester, 2008) definen a la pérdida
como cualquier daño en los recursos personales, materiales o simbólicos con los
que se ha establecido un vínculo emocional.
Lacan (2008:18) pone en escena una pregunta que será central en esta
investigación ¿Es real el objeto, o no lo es? Lo que se encuentra en lo real, ¿es el
objeto?, que podemos aducir es que lo Real se encuentra al borde de la
experiencia.
Para Freud es el principio del placer un primer dique o estación del aparato
anímico (2008/1920). A este principio se le presenta, no por oposición sino por
desarrollo auto-preservativo del yo: el principio de realidad, cuyo motivo es no
ceder a la búsqueda del placer, es un aplazamiento a la búsqueda de satisfacción,
una especie de renuncia discreta. Durante el desarrollo psíquico el sujeto en
cultura va procurando, no de manera consciente en algunas ocasiones, escisiones
y suturas a mociones pulsionales cuya presentación significarían para el sujeto
conflictos, y los que sobrepasan la capacidad yoica, son reprimidas, relegadas a
puntos sin la posibilidad directa de alcanzar satisfacción, es empero por vías
indirectas o sustitutivas que puede acceder, en cuyo caso el logro de esta
diligencia desembocaría en displacer por su naturaleza conflictiva inicial.
Para Freud en “Más allá del principio del placer” dice que los procesos
anímicos tienen una naturaleza atemporal, en sentido que su orden no es
cronológico, agrega además en “Inhibición, síntoma y angustia” que en los
procesos anímicos se incorporan estados afectivos, articulados entre vivencias
traumáticas y significantes que se recuperan a través de huellas mnémicas.
Comenta además que es en el inconsciente donde las investiduras pueden
transferirse, desplazarse y condensarse, teniendo pues que las mociones
pulsionales afectan irremediablemente.
Freud (2008/1926) hace una distinción clara del síntoma como un indicio
patológico, donde la inhibición es un síntoma al significar una limitación normal de
una determinada función, limitación funcional del yo, síntoma que evidencia una
renuncia (parcial) de la función cuyo ejercicio desarrolla angustia en su origen, no
por el acto en sí, sino por la significación, las perturbaciones comunes en este
sentido se dan en la función sexual, la alimentación, la psicomotricidad y el
trabajo.
La angustia como estado afectivo está bajo el control del yo, Freud articula
además un argumento interesante al decir: “las represiones probablemente más
tempranas, así como la mayoría de las posteriores, son motivadas por esa
angustia del yo frente a procesos singulares sobrevenidos en el ello” (p. 133),
argumento desde el cual se podría admitir que es la singularidad un hecho
angustioso en tanto presenta como uno de sus fundamentos la separación del
sujeto de un núcleo común alienante, se puede agregar además la implicación que
tiene el síntoma en la sujeción del individuo, esto debido a que la represión o
cualquier presentación sintomática defiende la economía psíquica y la estabilidad,
en el proceso también priva al sujeto o el sujeto concede cierta cantidad de
autonomía.
Para Vargas y Fernández (1994) la historia del sujeto está determinada por
dos factores, la constitución simbólica de la cultura y por la constitución simbólica
e imaginaria del sujeto mismo, ambos enrolados en un proceso de re-significación
en un presente perpetuo, el tiempo y el espacio son por tanto dos factores entorno
a los cuales la subjetividad se organiza.
El yo era entendido como un centro sintético consiente, es sin embargo un
lugar de desconocimiento, que encubre, evade y niega pulsiones sexuales, un
lugar escindido entre lo que sabe y dice, dentro de esta dinámica el conflicto es
uno de los principios fundamentales, conflicto entre instancias diametralmente
opuestas por deseos, pero unidas por una constitución común y dialéctica: el ello
ubicación de las pulsiones singulares, y el yo y el superyó receptor de los
discursos de la cultura y la ley del padre, cuyo resultado es la subjetivación
(Fernández, 1999), no siempre en una suerte equivalente como lo evidencia Freud
en 1920.
El deseo tiene un punto inaugural biológico, es, sin embargo, este punto el
que marca una demanda, una necesidad que se convierte en deseo, este deseo
se articula por lazos afectivos, pérdidas y sustituciones, figuras necesarias que
dotan de significantes que dan lugar a la subjetivación y a la palabra, a la
posibilidad de novelar la realidad del sujeto (Fernández, 1999).
Los nichos clásicos instituyentes como la familia, han visto desplazadas sus
atribuciones simbólicas a nuevos instituyentes como los medios de comunicación,
donde la figura del padre y los lazos se han debilitado constituyendo nuevos
ideales y valores, en donde el sujeto tiene que tramitar en soledad, aislado, las
complicaciones psíquicas y sociales que se le presente, lo cual da como resultado
algunas expresiones subjetivas tales como: 1) pasividad respecto de la cultura y
compulsión por el acto; 2) paradojas de vacío en el yo ante exceso de información;
3) virtualización del vínculo con el otro; 4) superficialidad en los afectos; 5)
sensibilidad impostada de una realidad virtual y cosificación del otro que lo vuelve
sustituible, desechable.
Datos técnicos
La señora B tiene 38 años, está casada desde hace 15 años, tiene cuatro
hijos, siendo la mayor su hija de 13 años, seguida por su hijo de 11 años, una
menor de 3 años y una bebé de 40 días. Es la tercera hija del matrimonio de sus
padres. Nació en una comunidad del municipio de Tonalan. Vivió y trabajo durante
su adolescencia (aproximado 16 años) hasta entrada en los 22 cuando se casa y
se establece en Naolinco. Fue miembro de una familia estable de un estatus
socioeconómico medio-bajo.
Mujer
Mujer y madre
Con la inscripción de la maternidad, de la cual refiere ser cada vez (con cada hijo)
más responsabilidad y más presión: la responsabilidad es más grande. Parece
haber una suerte de ambivalencia respecto de este tópico: la maternidad, una que
gusta de ella, pero otra que no la reniega pero no termina de aceptarla. El proceso
de alienación entorno a la figura de su madre, empieza cuando la imagen
especular de su madre inscribe un acto de correspondencia reciproca en torno a la
ley del padre: a mí no me ves (…) pues tú tampoco lo tienes que hacer. Ambas
formaciones están alienadas en torno a la función fálica, cuando habla respecto de
su madre no lo hace con su nominación de mujer, lo hace siempre investida como
madre, tendremos pues que la identificación especular es de madre a hija,
identificación alienante que a la pos de la maduración de la señora B de niña a
mujer y después en madre, esa identificación se vuelve madre a madre, aparece
pues una figura ideal del yo.
Además de la identificación con la imagen de la madre, está también
presente la figura de su padre, del cual está muy apegada, y es justamente en la
relación con su padre donde empieza a germinar el significante de la presión y
responsabilidad que años después desplazará la señora B con el cuidado de sus
hijos: reprobé en tercero, me da risa porque, mi papá decía que era descuido de él
(…) al llegar de trabajar (…) decía: ya hicieron la tarea. (…) empezó a trabajar en
Xalapa, ya llegaba cansado (…) le flojee (…) y reprobé (…) me compró una guía
para recuperarme (…) llegaban las tres de la tarde (…) era la hora de jalar el libro
y sentarme con mi papá (…) como que me sentía muy presionada. El amor que
sentía por su padre y el poder perder ese amor, han sido una angustia sumamente
significante para la señora B, angustia que hoy que tiene cuatro hijos se
incrementa por la imposibilidad de controlar y disponer un final adecuado que no
signifique alguna pérdida.
Embarazo
El primer embarazo de la señora B concluye en un aborto espontaneo esto
como lo establecíamos en el análisis anterior, inscribe una huella dolorosa que
vuelve a poner la posibilidad de volver a perder ese algo deseado. Al preguntarle a
la señora B respecto de su primer embarazo, hace una narrativa del segundo
embarazo sin darse cuenta, esto en un intento claro por colocar un hecho
satisfactorio que cubra otro hecho (ungeschehenmachen) que ha sido doloroso,
frustrante, diría Freud displacente.
La pérdida de la ilusión
Dolor y Culpa
Como se supone que son los abortos, decía la señora B al referirse al sentimiento
físico de sufrir dolorosamente un aborto espontaneo. Pareciere que el sufrimiento
sobre la carne redujera la implicación subjetiva dolorosa o de culpa, una suerte de:
te perdí pero me dolió hasta la entraña perderte.
Pareciere ser que la espontaneidad del acto, la quietud del cuerpo ante la
inminente, la perdida, su incapacidad para poner resistencia para que no ocurra
incrementa el sentimiento de culpa ante la pérdida.
Es la pasividad entonces el significante que entraña la culpa.
Objetivación de la falta
Los sueños
Después del nacimiento de su primera hija el sueño versa: estaba sola (…)
iba perdón con otra persona nunca pude ver la cara de la otra persona, que iba
conmigo pero como que entrabamos a una casa, abandonada, y este, y veía un
porta retratos en una mesa viejita, y estaban dos niños con pañal nada más
sentaditos como de unos nueve meses me imagino más o menos, y este, y
si…la persona que iba conmigo me decían que eran mis hijos, pero, yo decía
pues (…) que eran…mis hijos (…) como que no tenía mucho sentido pues ya
tenía una hija, y eso. La casa abandonada, pone de sustrato algo que dejas,
poníamos en el análisis la correspondencia simbólica de la casa de la señora B,
con el vacío que quedo en el útero gestante, por tanto la casa abandonada podría
apuntar a la gestación que se dejó, que se olvidó, la vuelta del significante del
vacío.
La necesidad y el otro-hijo
La primera vez
Aspectos técnicos
Tenemos pues toda una serie de pérdidas, enroladas cada una, la puesta
en evidencia de la falta sin un acto que sirva como medio que haga las veces
como aparece en el caso de la señora B, del objeto simbólico con características
similares para poner en duda la falta.
Desplazamiento y el aislamiento
Los recuerdos
Por otro lado, está la condición aversiva de los recuerdos, que se deben
tener en cuenta, son situaciones dolorosas, me pregunto si se están jugando como
reprimendas contra sí misma, por su incapacidad de actuar y responder.
Des-madre
Empero debo agregar otro factor, el joven que abuso de ella era conocido
de su padre, hijo de su compadre, por tanto lo volvía a ver, tenía que convivir con
él, entonces el lobo no venía pero podría hacerlo, porque estaba en la aldea,
estaba en su familia. Yo cuide y a mí quien me va a cuidar, parece ser el
metarelato que se posibilita y que sigue vigente, por eso es sumamente
significante el des-madre y el mecanismo regresivo ante la demanda de cuidado a
su madre.
El hacer des-madre, entonces tiene ese objetivo hacer otro como, otra
forma de separación, es quitar el “exceso de madre”, madre de la que lleva el
mismo nombre, toma sentido la constante necesidad de exagerar y tener las
acciones como demasiado, no es de menos querer quitar un poco del otro, des-
alienar, no solo de la madre, esto ocurre también en el caso de las normas, se
presenta un intento transgresor de las normas, un intento del mismo objetivo, en
cuyo caso refería del mandato del padre, de la implicación simbólica de la ley del
padre, las rompe simbólicamente, dice: nos salíamos de la clase, sin embargo casi
inmediatamente surge la angustia ante la pérdida del amor paterno, por lo cual
disminuye la implicación de la trasgresión y dice: pero no nos salíamos de la
escuela, si trasgredir, pero solo un poco, lo necesario, un intento temeroso.
El estadio del espejo suscita de tal modo una tensión agresiva entre el
sujeto y la imagen. Para resolver esta tensión agresiva, el sujeto se identifica con
la imagen; esta identificación primaria con el semejante es lo que da forma al yo.
No hay nada más semejante en lo simbólico que una hermana en esta situación.
Surge además la imagen de los otros, cuando dice: me acuerdo como nada
más la gente me veía llorando, como si dijera porque está llorando, además
también: yo estaba afuera, estaba viendo afuera (…) desde la ventana, pero,
nadie, creo que nadie, se acercó a mí, a estarme el pésame, a abrazarme, y pues
yo me fui a encerrar a mi cuarto. Si ubicamos al otro en la situación social, este
otro tiene un valor simbólico sumamente importante, analizado desde el dispositivo
óptico, como imagen especular con la cual el sujeto puede identificarse, alienarse
en una condición de doliente, en el caso la señorita A, esta identificación se trunca
porque lo que encuentra es una mirada agresiva, por lo tanto la alienación,
constitución e investidura como doliente no se da, leída como una exclusión, una
escisión del grupo en luto. El lazo social es una parte importante en el trámite de la
pérdida, se juega como un estatuto simbólico de conjunción con el Otro, otro
además masculino, estado que comparte simbólicamente con su padre muerto,
además de la posibilidad de identificarse con un otro doliente, alienación que
permitirá tramitar por proyección e introyección, esto gracias a que el otro posee
otras herramientas, otros discursos con los cuales tramitar la pérdida.
El ideal imaginario
Justo después de la muerte de su padre, la señorita A sueña con él, pero antes de
esto pasa una cuestión interesante con respecto del espacio donde decide dormir,
una vez más con una prima menor que ella, dice: me acosté en su cama donde
había muerto con mi prima, compartir la cama del muerto, dormir donde murió.
Primera lectura, la muerte como un sueño eterno, desde este punto podríamos
figurar que el dormir podría ser un intento por seguir al muerto donde los muertos
van. Segunda lectura, dormir donde se fue para ser depositario del alma en carne
propia, un intento metafísico del rito funerario de levantamiento del alma, práctica
que parte de la premisa que donde el cuerpo cae, el alma se queda inscrita y
vuelve a ese lugar. Estas lectura podrían filtrarse si analizamos el sueño como la
creación de una imagen ideal del muerto en un lugar de descanso.
Dice: era mi papá acostado en una cama (…) de (…) metal y me decía: no
te preocupes, yo estoy bien (…) voy a estar bien, ya sé a dónde voy a ir y está
muy bonito. En este punto podríamos figurar una ubicación, donde el muerto no
está perdido, es ubicable, en un espacio, espacio además bello y confortable, una
imagen satisfactoria para el que se va, esto podría apuntar a lo que señala Allouch
respecto del estatuto de perdido del muerto.
Sin embargo, esto sigue siendo solo un ideal imaginario, que no puede
soportar algunas de las implicaciones del discurso moderno de la muerte, en
donde lo espiritual, el más allá, el cielo y demás espacios mortuorios no son más
que creaciones infantiles, y esto genera un malestar, la imposibilidad de encontrar
un lugar para el muerto y esto lo enuncia la señorita A: me acuerdo que vi cómo es
el campo, las flores, y todo donde supuest…, solo un supuesto, entonces mi papá
no está bien, metarelato que se infiere a partir de esta puesta en duda del lugar y
ubicación localizable del muerto.
Entonces surge una duda inevitable, ¿para qué nos servirán entonces las
creaciones imaginarias en un lugar donde el discurso ante la muerte y la vida no
van más allá de lo que se ve y se toca en lo Real?, ¿Qué lugar tendrán nuestros
muertos?
El tiempo y la pérdida
Nos la pasamos bien, hasta que quede embarazada, desde aquí podría
apuntar a dos posibilidades, o un error, la primera y pareciere más obvia que el
embarazo fue un punto indeseado con el cual se termina una etapa amorosa con
el otro, un punto validado por la necesidad constante de ella por ser vista por el
otro, esto acabaría con eso, sin embargo, a esto debe sumarse a la segunda
posibilidad del discurso que da, no de queja sino de lamento, hasta que quede
embarazada y lo perdí, perdiendo con esto también la mirada de ese otro
deseante de la imagen que representaba.
Sin embargo surge otro discurso que debe valorarse: yo nunca quise, no
quise irme con él, prefería quedarme con mi mamá, un factor clave en esta
decisión tiene que ver con la población, un pueblo más pequeño, más feo, este
dato debe tenerse en cuenta siempre considerando el deseo de la mirada del otro
en ella. Además es necesario considerar la dependencia existente entre ella y su
madre.
Entonces, tenemos a una sujeta que demanda ser escuchada, vista, que
busca la función de cuidado, y por el otro, una sujeta-madre que se angustia ante
la posibilidad de perder a su hija. Dos posiciones que compaginaran en un deseo
correspondiente.
Pareciere que de sus parejas quiere algo más que su postura deseante de
ella, algo más: que le den algo que cuidar. En el caso de la señorita A, la pérdida
gestacional parece no tener más significación que un pequeño malestar, un
pequeño dolor, si hay un sentimiento, pero no pasa de ser algo menor, esto me
hace inferir que hay algo más, existe otra condición.
Teniendo esto de base, entonces el deseo de hijo queda un poco más claro,
que es lo que quiere la histérica del padre, no es su figura masculina per se, de lo
que puede proveer: el falo, en el caso de la señorita A, pareciera haber un
constante caos, la incapacidad de ordenar una imagen especular propia completa,
el camino errante cual judío por el desierto en busca de un hogar, se ha cambiado
muchísimas veces de casa, para iniciar de nuevo dice ella, dictado originado en su
madre.
En el segundo embarazo ocurre con su tercera pareja con la cual ella busca
llenar la falta que dejo su segunda pareja, y del cual queda embarazada, en este
caso no existe una trasferencia con él, y por tanto vive la experiencia del
embarazo como un martirio, dice: del segundo sentía que me estaba acabando
por dentro. No existe deseo para ese embarazo, es más, la relación se motivó por
un intento de sutura, ante la pérdida de un otro especular.
Su segunda pareja, una vez más un hombre mayor, y además su jefe, todo
un conjunto de supuestos simbólicos que decaían en él, sin embargo, y pese al
deseo de ella por embarazarse de él, este no puede, dice: ya era mayor de edad,
ya hacia lo que yo quería, con él no quede embarazada porque no, él no podía,
existe para con él un deseo claro, al grado de decir: él era, incluso oponerse al
mandato de su madre quien se oponía a su relación (esto por el hecho de ser
casado). Esta relación termina justamente por la aparición de la esposa de su
pareja, algo curioso ocurre cuando aparece ella (la esposa) y la increpa, acto ante
el cual ella no responde, no porque no pueda, sino porque no le significa, como si
la presencia de esa mujer fuera un reto que le excita, la ve, y después los ve
discutir, incluso dice respecto de la pelea de ellos: no pues allá ellas que se
arreglen, se abstrae de ahí, por una condición, se sabe deseada por él, eso le
basta, eso la llena, eso le evita angustiarse por su posible pérdida ante otra, ella
se sabe.
Esto claro, no duro, él empieza a separarse de ella, la otra empieza a estar
más, y en dos actos termina la ilusión, el primero una enfermedad, él se enferma
durante una ausencia de ella (la señorita A) y él acude a su esposa para que le
cuide, una primera herida, él empezó a ver a su esposa y por lo tanto dejo de
hacerlo con ella. Segundo acto, ante la inminente perdida el último recurso que
tramita a través de renunciar al empleo, dos motivos: el primero y más evidente no
ver la relación de él con su esposa y el segundo: “una prueba de amor”, y cito:
estaba yo intuyendo lo que iba a pasar, que esto estaba terminando (…) le dije:
sabes que yo ya nada más hasta cierta fecha dejo de trabajar, y me voy, y él en
lugar de tratar de retenerme al contrario me dijo que estaba bien, con esto se
termina de escribir la herida narcisista y se coloca una vez más la falta.
Con base en esto, pudimos entender qué lugar ocupaba el discurso del otro
y más precisamente un discurso que increpa, que juzga la posición de la señorita
A, en la primera relación: en lugar de apoyarme me echo la culpa, me dijo que si
yo había tenido algo que ver, y en el segundo él en lugar de (…) apoyarme, me
echo también la culpa, que de seguro yo lo había perdido (…) que yo, tome algo
(…) y que él no se iba a hacer responsable. El deseo se pone en duda, la mirada
que puso en ella no era de un sujeto deseante, fue más un movimiento de
violencia. Este movimiento fractura en ambos casos el ideal que había figurado, es
pues un trauma que inscribe la falta. Por tanto un deseo alienado a la figura del
otro dependiente de él.
Por otra parte, no todo, su deseo también se vincula a otro registro, el hijo,
como ya lo bosquejamos antes. Por tanto volviendo con el tema de este apartado,
el otro en la significación de la pérdida, esta justamente en la posición de deseante
del otro, cita la señorita A que ambas parejas habían realizado un ejercicio de
transferencia con la figura especular del hijo idealizado que se estaba gestando, el
perder esa imagen represento la evidencia de la falta, y el movimiento subjetivo
más próximo es la culpa, culpa que se desplaza a la figura que privo de la
satisfacción de tener, en este caso la señorita A al haber sufrido el aborto.
Esta segunda posición del deseo fálico se funda en un momento, fue por medio de
la mirada de otro especular con el cual se puede identificar a través de su
condición de mujer, dice: fue, en el tiempo en el que, se embarazo mi hermana, se
embarazo mi prima (…) se embarazaron las, dos, (…) al ver.
SEGUNDO ESTUDIO.
Es menester distinguir entre el Otro y los otros, que como sujetos singulares
y angustiados ante la pérdida asumen discursos tan diversos, algunos incluso que
incrementan el dolor y las implicaciones de la falta. Esos otros que parecieren no
escuchan o ven el dolor que eso significa para la constitución subjetiva.