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Esbozos
E L hecho de apoyarse sobre una teoría del campo organismo/entorno nos introduce al mismo
tiempo en el concepto de "contacto" para designar las operaciones de unión y de
reciprocidad entre estas dos abstracciones, pero también reconoce al hombre como ser
psicosocial, como ser de relación, más allá de una posible reducción a lo utilitario del mundo a la
que podría llevarnos el hecho de restringirnos únicamente al fenómeno de contacto. La clínica del
sujeto nos indica, pues, la vía de la clínica de lo social. Debemos considerar cada problema "en un
campo en el cual interactúan al menos los factores socioculturales, animales y físicos" (PHG, II,
1,2). Si aceptamos este postulado, planteado desde las primeras páginas por Perls y Goodman,
¡cómo comprender que para enriquecer su conocimiento de los fenómenos de frontera-contacto,
los terapeutas gestálticos flirteen complacidos con el psicoanálisis para abordar mejor algo del
"fondo" desde el punto de vista del individuo, y olviden con demasiada frecuencia añadir
competencias psicosociológicas y culturales que permitan abordar una comprensión del fondo
desde el punto de vista del entorno!
Yo creo que la conceptualización de la relación terapéutica tendrá que buscar sus
herramientas en un punto de vista psicosociológico (teoría del campo, teoría de los sistemas u
otras...) tanto o más que en uno psíquico.
Esto quiere decir también, quizá con una pizca de idealismo o de utopía, que el sujeto de
la intervención debería situarse tanto en el plano de lo social como en el del individuo monádico.
Una pregunta debería permanecer presente en nuestras consciencias: ¿será por impotencia para
actuar sobre lo social por lo que se actúa sobre el individuo? A pesar de todo, esta cuestión debe
enfrentarse dialécticamente con la sugerencia de Epicteto: "Saber distinguir las cosas que
dependen de nosotros de las que no dependen de nosotros", proposición que restaura nuestra
postura a unos límites más modestos.
estos organismos constituyen las experiencias de dos campos concretos de los que son principios
organizadores. Un organismo, en la teoría de Terapia Gestalt, es ciertamente una "abstracción"
del campo, es decir, un elemento "abstraído", extraído de un conjunto inseparable más amplio
(aquí llamado el campo organismo/entorno), pero la teoría de la Terapia Gestalt es apropiada para
abordar, mediante su referencia a la teoría del campo, lo que se despliega entre un organismo y lo
que no es él, en una referencia a sí mismo como sujeto de la experiencia. La postura es, pues,
fundamentalmente asimétrica. Se tratará de aprehender cómo interviene el organismo en y sobre
su entorno por una parte, y cómo el entorno interviene en y sobre el organismo, por otra,
considerando el todo en referencia al organismo constitutivo de ese campo.
Los dos elementos del campo no pueden, por tanto, al menos con este aparato
conceptual, ser aprehendidos como entidades separadas, aunque puedan ser separables en otros
niveles lógicos. Parece necesario constatar que la teoría del campo organismo/entorno de la
Terapia Gestalt, por más que tome prestados amplios elementos de la teoría general de los
campos, se distingue de ella restringiéndose a los movimientos de un organismo específico frente
a un entorno propio, y viceversa.
No-yo
Yo los
el
otro
otro
s
No-yo
el
Yo otro
abstracción, Koestler habla de aserción), pero este holón forma también parte de un todo más
amplio (tendencia integradora). Por ejemplo, el corazón es un órgano que puede ser estudiado
aisladamente y como tal puede ser designado por el concepto de holón, pero forma también parte
del sistema circulatorio que puede, a su vez, convertirse en el holón a considerar, puesto que
forma parte del organismo, holón a su vez, y así sucesivamente.
Si aceptamos la definición goodmaniana según la cual el contacto designaría
esencialmente la operación que articula el organismo con lo que no es él, podemos admitir que
esta operación se desarrolla en la articulación con el nivel lógico superior. Por el contrario,
podríamos plantear que la operación "relación" se desarrolla a partir de ese nivel lógico superior
considerado como sistema de referencia y designa el tejido que se crea entre yo y los otros
situados en la misma horizontalidad lógica.
Por supuesto, tal esquematización no puede ser más que reductora. Sólo pretende
contribuir a clarificar los niveles lógicos de organización de la experiencia (y por tanto de
vocabulario y de conceptos) e intentar salir de la confusión crónica entre "contacto" y "relación".
Al mismo tiempo, es evidente que de humano a humano no hay relación sin contacto (mientras
que puede haber contacto, por ejemplo visual, sin relación).
Si me parece cada vez más fundamental tomar opciones significativas en cuanto a las
definiciones técnicas que podemos atribuir a estos dos términos, es indudablemente porque
constato que la utilización de uno por el otro genera confusiones de pesadas consecuencias. El
concepto de relación nos remite a una relación que enlaza, tanto si el lazo está hecho de
dependencia como de interdependencia o de influencia recíproca. El concepto de contacto designa
la consciencia sensorial y/o el comportamiento motor, y así en la literatura que se le ha dedicado,
podemos encontrar diferentes operaciones consideradas como contactos paradigmáticos.
Siguiendo la Escuela Húngara de Psicoanálisis, Szondi habla de cuatro operaciones
fundamentales: aferrarse, adherirse, buscar, romper; Jacques Schotte las matizará diciendo: "hacer
venir, venir, ir, hacer ir"; Henri Maldiney cita "tocar, rozar, palpar, esperar, encontrar, estar
colgado de". Perls y Goodman ilustran algunos ejemplos: apetito y disgusto, aproximación y
huida, sentir, tener sentimientos, manipular, hacer una valoración, comunicar, luchar, etc. Todos
estos ejemplos muestran un sujeto operando -emisor o receptor- con su entorno, sin hacer
ninguna suposición sobre lo que pasa en o para este entorno.
Si el contacto es una de las operaciones contenidas en el acto de relación, la relación
puede ser abordada, por una parte, como el resultado de contactar y de su recíproco (contactar a
otro y ser contactado por él), y por otra parte, como una especie de sedimentación progresiva de
los acontecimientos del contacto, implicando así la temporalidad. Dado que en estado de vigilia
todo sujeto está comprometido en algún tipo de contacto cuyo objeto y cuya forma pueden variar
de momento a momento, el contacto hace referencia a Kairós, el tiempo-instante, mientras que la
relación nos remite a Cronos, el tiempo-duración.
La relación terapéutica
Cuando un psicoterapeuta habla de uno de sus clientes en la mayoría de los casos
describe cómo este cliente le contacta, pero al hacer esto difícilmente puede hablar de otra cosa
que de la forma en que él mismo vive ese contacto, es decir, que habla de cómo él contacta y
cómo se vive contactado. El conjunto de estos fenómenos se desarrolla, por lo demás, en el
marco de una relación que puede contarse como si el que la describe ocupase una posición
exterior (una posición denominada "meta").
El contacto es un fenómeno observable. Recuerdo aquí una parte de la definición del
fenómeno propuesta por Tellenbach: "Lo que puede ponerse de manifiesto mediante determinadas
modalidades de enfoque, o lo que, más raramente, está ya puesto de manifiesto".
¿Se puede decir lo mismo de la relación? Por el momento, dejaré la cuestión abierta.
Pero en el marco de una relación terapéutica, existe una particularidad que algunos
consideran como ineludible: la transferencia. La clasificaré firmemente en el registro de la relación
y no en el del contacto, pues no existe transferencia sin contratransferencia; por otra parte, aclaro
que rechazo las extensiones contemporáneas de este concepto que llegan a designar por
transferencia todo lo que pasa en la relación terapéutica. Creo que sólo es pertinente hablar de
transferencia en la medida en que existe un dispositivo para trabajar sobre ella y analizarla.
Centrar la cura sobre la cuestión de la transferencia nos hace correr el riesgo de rebajar la
dinámica a la repetición, en detrimento del contacto con la novedad, de la misma forma que la
exploración del inconsciente crea un centramiento diferente al del awareness (conocimiento
inmediato implícito) y al de la toma de consciencia. No se trata aquí, de ninguna manera, de
oponer, y todavía menos de jerarquizar, sino sencillamente de subrayar una diferencia en la
constitución de las relaciones figura/fondo en la atención del psicoterapeuta.
DOCUMENTO 28 5
Este artículo ha sido traducido por María Cruz García de Enterría en el Centro de Terapia y
Psicología de Madrid en 1996, del original “Théoriser ce qui toujours échappera” publicado en la
revista Gestalt (Revue de la Société Française de Gestalt), núm. 8, 1995, pp. 9-15