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De la lógica clásica a la lógica dialéctica del sujeto.

Hace rato en el haber de mi pensamiento, circula una idea que ahora confieso de entrada,
me parece un equívoco o una falsa analogía, pero que insisto en su exposición porque creo
que en este lapsus epistémico hay un decir que merece ser escuchado. Es una relación que
puedo ver entre dos parejas: son estás S1 y S2; madre y padre entendidas como función.
Tal fue la analogía que me llevo a asumir al S1 como un significante materno e imaginario
que se constituye en términos de ausencia y presencia, donde una tercera posibilidad está
excluida como en el caso de la lógica clásica, es como si el S1 fuese un nexo inaugural
donde el lenguaje se incrusta en la Cosa, podríamos decir significante-cosa que se escapa
de todo enunciado, dice Lacan “la propia relación analítica implica siempre en su seno la
constitución de una verdad, que en cierta forma no puede ser dicha, puesto que la palabra
es la que la constituye y dice y habría entonces que decir la palabra misma, y esto,
propiamente hablando, no puede ser dicho en tanto que palabra”.

Para seguir con Aristóteles podríamos decir que este S1 vendría siendo el Primer motor
inmóvil y que además solo se hace presente como idea, como utopía y que por sus rasgos
de dualismo excluyente es el lugar de donde surge un discurso totalitario. Ahora bien el S2
como un significante simbólico y paterno, que vendría siendo la posibilidad de un tercero
no excluido, pues si no tomo en vano la palabra de Lacan en el mito individual del
neurótico hay una falla inherente a la función paterna que nos sumerge en lo simbólico
mismo y nos permitiría decir: “El padre está ausente”, es decir, una tercera posibilidad.
Después de todo como una vez escuche, somos el resultado de nuestro dos apellidos, o
mejor dicho, dos significantes.

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