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Dictamen de la Procuración General:

La Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de San Martín -Sala Primera-


confirmó por mayoría la sentencia de primera instancia que a su turno había hecho lugar a la
demanda por divorcio vincular que iniciara la Sra. B. R. C. con base en la culpa exclusiva del
demandado Sr. M. D. W. (fs. 467/ 471).
Contra este pronunciamiento se alza el Sr. W. mediante el recurso extraordina-
rio de inaplicabilidad de ley de fs. 475/ 482.
Lo funda en la violación de los arts. 421 y 384 del Código Procesal Civil y Co-
mercial; 202 inc. 4º y 5º y 214 inc. 1º del Código Civil; 12 inc. 4º de la ley 23054; 75 inc. 22 de la
Constitución Nacional y de la doctrina legal. Denuncia absurdo y arbitrariedad (fs. 475 vta./ 476).
Plantea como agravio central el yerro de la Cámara al no tener por acreditadas
las causales de divorcio por él esgrimidas en su reconvención: abandono voluntario y malicioso
e injurias graves atribuídas a la actora (fs. 476 vta./ 481 vta.).
El recurso -en mi opinión- no puede prosperar.
Básicamente se trae aquí una típica cuestión de hecho, cual es la prueba de las
causales de divorcio que esgrimiera oportunamente el demandado contra la Sra. C. (conf.
S.C.B.A., Ac. 68139, sent. del 10-11-98).
Es sabido que en el terreno de la apreciación fáctica, los jueces de las instan-
cias de grado cuentan con amplias facultades no tan sólo en la selección de las pruebas reuni-
das sino también en la ponderación de la misma a los fines de llegar al convencimiento de la
ocurrencia y dimensión jurídica de los hechos controvertidos (conf. S.C.B.A., Ac. 66208, sent.
del 2-3-99).
Análisis que sólo puede ser revisado en casación si se alega y demuestra aca-
badamente la existencia de absurdo.
Tal vicio, definido por V.E. como “el error palmario, grave y manifiesto que con-
duce a conclusiones contradictorias, inconciliables e incongruentes con las constancias objeti-
vas de la causa siendo su demostración fehaciente y su percepción ostensible” (conf. S.C.B.A.,
Ac. 71327, sent. del 18-5-99) es denunciado en el recurso, pero a mi juicio el quejoso no logra
acreditar su existencia.
En lugar de exponer de qué manera se habría quebrado el iter lógico en el pen-
samiento del juzgador o exhibir claramente la falta de correspondencia de sus conclusiones con
constancias objetivas obrantes en el expediente, el recurrente se limita a desarrollar argumenta-
ciones que, por respetables que sean, no hacen otra cosa que exponer una versión subjetiva -y
favorable a sus intereses- de los hechos.
Todo lo que resulta inidóneo -sabido es- a los fines casatorios pretendidos (art.
279, C.P.C.; conf. S.C.B.A., Ac. 63549, sent. del 17-11-98).
En concreto, no aporta datos precisos que permitan apuntalar la circunstancia
de que el cambio de cerradura realizado por la Sra. C. se habría producido antes de su aban-
dono del hogar conyugal. Siendo una afirmación por él realizada, le incumbía la carga de la
prueba de tal extremo (conf. art. 375 del Código Procesal Civil y Comercial).
Por otro lado, la mayoría de la Cámara ha entendido que la actitud de la madre
con relación al bautismo de su hijo no reviste carácter injurioso hacia el padre del menor. Crite-
rio que -compartible o no- lejos está de exhibir las notas del absurdo que darían andamiaje a la
actividad casatoria de V.E..
Por lo expuesto, no acreditadas las infracciones alegadas aconsejo a V.E. el
rechazo de este recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley (conf. art. 289 del Código Pro-
cesal Civil y Comercial).
Así lo dictamino.
La Plata, diciembre 13 de 1999 - Eduardo Matias De La Cruz
ACUERDO
En la ciudad de La Plata, a 4 de junio de dos mil tres, habiéndose establecido,
de conformidad con lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden
de votación: doctores Pettigiani, Hitters, de Lázzari, Negri, Salas, Roncoroni, Domínguez,
Mahiques, Borinsky, se reúnen los señores jueces de la Suprema Corte de Justicia en acuerdo
ordinario para pronunciar sentencia definitiva en la causa Ac. 75.898, “C., B. contra W., M. D..
Divorcio”.
ANTECEDENTES
La Sala I de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento
Judicial de San Martín, por mayoría, confirmó el fallo de primera instancia que había hecho lu-
gar a la demanda entablada y rechazado la reconvención.
Se interpuso, por la demandada, recurso extraordinario de inaplicabilidad de
ley.
Oído el señor Procurador General, dictada la providencia de autos y encontrán-
dose la causa en estado de dictar sentencia, la Suprema Corte resolvió plantear y votar la si-
guiente
CUESTION
¿Es fundado el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley?
VOTACION
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Pettigiani dijo:
1. La Cámara, por mayoría, fundó su decisión en que ninguna de las conductas
atribuidas por el apelante a la actora, revisten gravedad de injuria ni incumplimiento de los debe-
res conyugales por lo que la reconvención había sido bien rechazada (fs. 467/471).
2. Contra dicho pronunciamiento se alzó la parte demandada por vía del recur-
so extraordinario de inaplicabilidad de ley en el que denunció absurdo y violación de los arts.
421, 384 del Código Procesal Civil y Comercial; 12 inc. 4º de la ley 23.054; 75 inc. 22 de la
Constitución nacional y 202 incs. 4º y 5º y 214 inc. 1º del Código Civil (fs. 475/482).
3. El recurso no puede prosperar.
La Cámara a quo entendió -en síntesis- que las conductas atribuidas a la acto-
ra: “el cambio de cerradura posterior al abandono total por parte del marido” y el “bautismo e
inscripción del hijo en un colegio católico” no revestían, en este caso concreto y dadas las parti-
cularidades que destacó, el carácter de injurias en los términos del art. 202 inc. 4º del Código
Civil (fs. 469 vta./470 vta).
Es doctrina de este Tribunal que determinar la existencia de las causales de
divorcio alegadas en la demanda o reconvención, así como efectuar la valoración de la prueba
en general constituyen típicas cuestiones de hecho inabordables, en principio, en la instancia
extraordinaria salvo el supuesto excepcional de absurdo (conf. Ac. 68.139, sent. del 10-XI-1998;
Ac. 71.356, sent. del 6-IV-1999).
Se entiende por tal, al error grave y ostensible que se comete en la conceptua-
ción, juicio o raciocinio al analizar, interpretar o valorar las pruebas o los hechos susceptibles de
llegar a serlo, con tergiversación de las reglas de la sana crítica y violación de las normas pro-
cesales aplicables, de todo lo cual resulta una conclusión contradictoria o incoherente en el
orden lógico-formal e insostenible en la discriminación axiológica (conf. Ac. 57.691, sent. del
20-II-1996).
Se ha dicho también que no cualquier diferencia de criterio autoriza a tener por
acreditado dicho vicio, ni tampoco puede la Corte sustituir con el suyo al de los jueces de mérito
ya que el absurdo no queda configurado aún cuando el razonamiento de los sentenciantes pu-
diere ser calificado de objetable, discutible o poco convincente (conf. Ac. 54.435, sent. del
28-V-1996).
En autos, no se ha demostrado tal extremo pues el fallo exhibe un razonamien-
to coherente aunque contrario a los intereses del recurrente (art. 279, C.P.C. y su doctrina).
En particular, en lo relativo al eventual carácter injurioso de la actitud asumida
por la progenitora de bautizar al hijo en la fe católica mediando el disenso del padre del mismo
al respecto, cabe señalar que en el caso en juzgamiento ese hecho carece de entidad para
adjudicarse la categorización de tal, pues el interés del menor de recibir educación es superior
al interés paterno de oponerse a la formalidad religiosa de un acto realizado con aquel propósito
(art. 75 inc. 22, Constitución nacional y arts. 3 apartado 1, 18 apartado 1 y 28 apartado 1 de la
Convención sobre los Derechos del Niño).
En tal aspecto, la Cámara encontró probado que “el sacramento del bautismo
fue efectuado por la actora como mera formalidad utilitaria, la de conseguir una vacante sólo
para el preescolar” dado que “el año subsiguiente el menor fue inscripto en una escuela laica
conforme las pautas decididas por ambos padres y no consta que el hijo haya sido educado en
la fe católica, ni haya ratificado la fe del Bautismo mediante la Confirmación, ni haya participado
de los restantes sacramentos” (fs. 470), por lo que concluyó que “... se observa que se bautizó
como mero requisito formal para ingresar al preescolar en el único establecimiento que encon-
tró vacante la actora” (fs. 470 y vta.; el remarcado me pertenece).
Por nuestra parte, hemos concebido el interés superior del menor como el con-
junto de bienes necesarios para el desarrollo integral y la protección de la persona y los bienes
de un menor dado, y entre ellos el que más conviene en una circunstancia histórica determina-
da, analizado en concreto, ya que no concebimos un interés del menor puramente abstrac-
to (conf. la ponencia que he desarrollado en el X Congreso Internacional de Derecho de Familia
-Mendoza, 20 al 24-IX-1998- “El Interés Superior del Menor ¿Es Superior a todo otro Interés?”,
Libro de Ponencias, Comisión nº 2: El niño como Sujeto de Derecho, pág. 1, el resaltado no es
del original; y conf. mis votos en causas Ac. 66.519, sent. del 26-X-1999 y Ac. 71.303, sent. del
12-IV-2000).
En tal sentido, en la contraposición de los respetables intereses de que son
titulares el padre y su hijo en las presentes actuaciones, debe prevalecer el interés superior del
menor que en este caso está configurado por la necesidad de recibir instrucción adecuada a su
edad sobre el interés (negativo) del progenitor de oponerse a que participe de un acto que im-
plicó -máxime dada la edad del niño en ocasión de intervenir pasivamente en él- una formalidad
-despojada por otra parte de toda secuela material o externa- utilizada en forma exclusiva como
medio para satisfacer aquel primario requerimiento, lo que tiene confirmación en la posterior
inscripción en una escuela estatal, y en la posibilidad concreta del padre de participar activa-
mente en la decisión filial sobre la adopción o no de un determinado credo religioso (conforme la
pauta consagrada en el art. 14 apartado 2º de la Convención sobre los Derechos del Niño), por
lo que el supuesto acto agraviante para el progenitor, objetivamente, pierde la calidad de tal en
la situación planteada en autos.
Por lo mismo, tampoco encontramos en el caso configurada la nota de grave-
dad que hace al autor del comportamiento injurioso merecedor de la sanción legal, ya que no
sólo actuó bajo una suerte de status necessitatis, sino que la causa de su proceder estuvo
dirigida hacia una finalidad no reprobable, siendo el medio elegido el único posible en esa cir-
cunstancia virtualmente compulsiva.
Finalmente, dentro de este contexto, otorgar relevancia como causal de divorcio
a tal actitud podría evidenciar un cierto grado de intolerancia religiosa, reñido con el sentido
ecumenista y fraterno que debe primar en cualquier sociedad humana.
Por ello, de conformidad con lo dictaminado por el señor Procurador General,
doy mi voto por la negativa.
El señor Juez doctor Hitters, por los mismos fundamentos del señor Juez doc-
tor Pettigiani, votó también por la negativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor de Lázzari dijo:
Como destacan los ministros que me preceden, si bien la imputación de la con-
ducta conyugal en alguna o algunas de las causales de separación legal o de divorcio constitu-
ye una cuestión de hecho inabordable en la instancia extraordinaria salvo absurdo, a mi juicio el
recurrente ha acreditado la existencia de este vicio excepcional.
El magistrado que inició el pronunciamiento mayoritario entendió que el bautis-
mo efectuado por la actora ha tenido una mera finalidad utilitaria, cuyo objetivo fue sólo conse-
guir una vacante para el preescolar. Agregó consideraciones que apuntan a que la madre no
pretendió dar formación religiosa al hijo, sin respetar la diversa creencia del padre (fs. 470 vta.).
Estos dos hechos puntuales realizados sin autorización paterna -el bautismo y
el concurrir durante un año a una escuela católica- demuestran un comportamiento injurioso en
tanto no respetan el proyecto común sobre educación laica, que en su origen los propios espo-
sos habían acordado (ver fs. 87/88 y 313/314). El funcionamiento como padres supone “una
convergencia de ideales, valores, estilos de actuar, aportados por ambos padres. Entre los dos
se gesta un proyecto de cómo desean ser como padres y cómo cada uno desea que sea el otro
con su hijo” (ver Aurora Pérez, “Preparación del abogado en el tema de familia”, en Rev. de
Derecho de Familia, N. 1, Abeledo Perrot, año 1989, p. 110). Dentro de este contexto y, en par-
ticular, sobre el derecho-deber de educación integral que tienen los padres sobre sus hijos,
Lourdes Wills Rivero sostiene que “tienen la facultad de orientar a los hijos o pupilos en la reli-
gión que ellos mismos profesan e igualmente, con base en la aludida garantía de libertad reli-
giosa, pueden abstenerse de instruirlos en religión alguna, si fuera el caso de que ellos no pro-
fesan ningún credo” (el subrayado me pertenece, en artículo titulado “Protección de los dere-
chos constitucionales de la familia”, dentro del libro “El derecho de familia y los nuevos para-
digmas”, coordinado por la doctora Aída Kemelmajer de Carlucci, ed. Rubinzal-Culzoni, t. 1, año
1999, p. 192). Las actitudes antes descriptas infringen el tácito compromiso en tanto y en cuanto
cualquiera de los dos sucesos se hayan desarrollado a espaldas o en contra de la voluntad del
otro cónyuge. Y es sobre este punto que me aparto de la concepción dogmática sostenida por
la Cámara: más allá de que la actora haya realizado estos actos para conseguir una vacante
escolar, es decir sin ánimo de ofender, lo cierto es que ello produjo en el esposo una ofensa, un
menoscabo, una humillación. Advierte Eduardo Zannoni que no hay sinonimia entre la injuria
como delito del derecho penal -que exige el animus iniuriandi- y la injuria como causal de di-
vorcio. Lo que sí se imputa al cónyuge es que sus actos provocan, objetivamente, ofensa, humi-
llación o menoscabo al otro, aunque esos actos considerados ampliamente como hechos, pala-
bras, actitudes, gestos, costumbres, etc. -no hayan tenido un deliberado propósito de ofender-
“Derechos civil, Derecho de familia”, t. 2, p. 82).
No comparto las consideraciones que hiciera el ministro que me precede acerca
de que el interés del menor de recibir educación es superior al interés paterno de oponerse a la
formalidad religiosa: aquí lo que se discute es si la actitud de la madre y la forma en que se
desarrollaron los hechos son configurativos de la causal de injurias graves; analizar si los argu-
mentos que tuvo la madre se justifican a través del interés del menor es una cuestión que no
está debatida en autos: el principio de congruencia lo impide (cf. principio de congruencia, arts.
34 inc. 4 y 163 inc. 6 del Código Procesal Civil y Comercial).
De todos modos, por camino diverso se arriba a igual resultado. Es el de esti-
mar que la determinación del carácter injurioso de un hecho probado conforma cuestión de de-
recho. En el caso, el bautismo y la escolaridad en credo distinto arriban firmes, controvirtiéndose
solamente la subsunción de tales hechos en el ámbito de los arts. 214 y 202 inc. 4 del Código
Civil.
En definitiva, el comportamiento analizado de la madre -introducir al menor en
una religión distinta a la de su padre- violenta las convicciones religiosas del cónyuge y, por lo
tanto, debe calificarse de injurioso.
Sobre la preocupación de calificar la causal de divorcio en los hechos denun-
ciados y la implicancia de intolerancia religiosa que de ello pudiera derivar, cabe señalar que
respetar la libertad de cultos significa el derecho que tiene cada uno de practicar su religión y,
correlativamente, de no ser obligado a profesar una religión que no desea. Si ello es así, el sen-
tido ecuménico y fraterno se asienta, prioritariamente, sobre el respeto efectivo de esa libertad
de cultos.
Por tales razones considero que debe hacerse lugar al recurso, revocar la sen-
tencia impugnada y decretarse el divorcio por culpa de ambos cónyuges (art. 202 inc. 4 del Có-
digo Civil).
Voto por la afirmativa.
Los señores jueces doctores Negri, Salas y Roncoroni, por los mismos fun-
damentos del señor Juez doctor de Lázzari, votaron también por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Domínguez dijo:
Adhiero al voto del doctor Pettigiani.
Entiendo pertinente agregar que resulta trascendente determinar si los agravios
aducidos por el recurrente, son suficientes para modificar el criterio de la Excma. Cámara de
Apelaciones.
Si bien las cuestiones de valoración de pruebas, en principio, no constituyen
materia del recurso objeto de tratamiento, salvo que se hubiere incurrido en absurdo, no existe
en el caso de autos, otra vía para la determinación de la existencia de tal extremo, que no sea
adentrarse en un análisis valorativo de las circunstancias en que se fundan los mismos, ya que
se trata de cuestiones complejas cuyo correcto razonamiento lógico no surge palmariamente.
La primera cuestión relacionada al cambio de cerraduras del inmueble corres-
pondiente al hogar conyugal, con posterioridad al abandono por parte del recurrente, no merece
mayor detenimiento en su análisis, ya que las razones de seguridad argüidas por la actora, re-
sultan lógicas en relación a la situación generada por el agraviado, por lo que no puede consi-
derarse a la sentencia atacada como absurda o arbitraria en cuanto a la interpretación de este
hecho.
Distinto procedimiento debe seguir el análisis de la injuria aducida en virtud del
bautismo del hijo del peticionante por ante la iglesia católica y el hecho de haber concurrido a
un colegio de esa religión durante un año, por mandato de la madre, siendo el padre de origen
judío.
Para realizar un correcto tratamiento del caso, es trascendente encuadrar la
cuestión en el marco de situación vivida por los cónyuges en el momento de la deducción de la
pretendida injuria.
La conducta asumida por las partes en aquel momento, importará las conse-
cuencias jurídicas de sus propios actos, siendo ella, la metodología que entiendo más adecuada
para determinar la existencia del componente subjetivo de la pretendida injuria.
Ello pues, el modo en que puede afectar a una persona la profesión de un culto
por su hijo, distinto al propio, es eminentemente personal y debe ser analizada en el marco de la
exteriorización de los actos de quien aduce el perjuicio.
A ese efecto, resulta importante retrotraerse a las circunstancias que se eviden-
cian de la causa, en el expediente agregado ad effectum videnti et probandi, ofrecido como
prueba por ambas partes, caratulado: “C. de W., Rosa c/W., M. D s/ incidente de régimen de
visitas”, que en el acta de audiencia celebrada el 31 de mayo de 1982, surge como compromiso
asumido por el señor W.: “... el padre se hace cargo de los gastos de escolaridad...”.
Dicha circunstancia, entiendo, debe ser interpretada como un acto de conoci-
miento del padre, respecto del colegio en el que cursaba sus estudios el hijo, pues, no resulta
demasiado lógico que se comprometiera y pagara gastos durante un año lectivo, sin advertir
que el colegio era de religión católica.
No existe constancia alguna en el expediente que permita inferir que el hecho
de concurrir a un colegio de otra religión le haya causado la injuria, que aduce como argumento
de reconvención, en el juicio de divorcio que se dedujo más de diez años después.
La única referencia efectuada por el agraviado en relación al hecho meritado
antes de la reconvención fue en el mismo expediente, al solicitar la reposición de una suspen-
sión dispuesta al régimen de visitas acordado (fs. 40), el día 16 de diciembre de 1982, una vez
terminado el ciclo lectivo en el colegio cuestionado.
No existe en autos constancia alguna que haya hecho observación de la con-
ducta asumida por la madre en aquel momento, antes de que se convirtiera en una cuestión
abstracta, ya que, al año siguiente, después que el padre efectuara la manifestación referida,
-como reconocen expresamente las partes en autos- el niño recibió educación laica.
El silencio del padre para con la educación de su hijo, en un colegio católico, en
aquel momento y el hecho de haberse comprometido a pagar los gastos de la misma, sin haber
tratado de impedirlo en tiempo oportuno, permite inferir la inexistencia de agravio injurioso en
los términos del art. 202 inc. 4to. del Código Civil.
Más allá de la cuestión subjetiva, también merece tratarse objetivamente si la
madre ha obrado extralimitándose en sus facultades, teniendo en cuenta que el abandono del
hogar del marido, ha constituido en su favor la tenencia de hecho del niño; y, a partir del 31 de
mayo de 1982, la guarda ha sido otorgada judicialmente, en la audiencia referenciada en el
expediente señalado, a fs. 2/3.
Para poder tratar debidamente este instituto, conviene definir al mismo, coinci-
diendo con el criterio que utiliza Busso: “Se ha criticado, no sin razón la utilización tradicio-
nal del término tenencia, que traduce equívocamente el elemento material de la guarda
como si el hijo menor fuera objeto de una relación posesoria. Se sugiere o bien caracteri-
zar el concepto de guarda implicando en él dicho aspecto material o bien hacer referencia
al derecho a la convivencia con los hijos, o de tener al hijo consigo (autor citado, Código
Civil Anotado, T. II, comentario al art. 265 nro. 23)”.
Para calificar los actos desarrollados por la madre en ejercicio de la patria po-
testad corresponde, previamente, determinar los alcances del ejercicio de tal instituto, en las
circunstancias vividas en el momento en que se realizó el acto que constituye agravio del recu-
rrente.
Señala Eduardo A. Zannoni: “Cesada la convivencia de los cónyuges en
ocasión del juicio de divorcio o de separación personal y aun cuando según los términos
del art. 264 del Código Civil ambos padres mantienen la titularidad de la patria potestad
de los hijos menores, parece evidente que -en lo sucesivo- la guarda no puede ser asu-
mida por ambos progenitores. Al disgregarse el hogar común y residir padre y madre
separadamente, es inevitable atribuir los deberes de guarda a uno u otro” (autor citado
“Derecho de Familia”, t. 2, pág. 192).
No debe perderse de vista que cualquier análisis que se haga en relación al
ejercicio de la patria potestad, debe evaluarse a los fines de su valoración, en función del “inte-
rés superior del menor”, principio consagrado en el art. 3º inc. 1 de la Convención sobre los
Derechos del Niño, receptado por el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta Magna.
En relación a la cuestión tratada, tiene dicho el Fuero nacional especializado en
la materia: “Cuando los cónyuges se encuentran separados, quien tiene la iniciativa para
tomar las decisiones referidas al hijo a las que alude el art. 264 del Código Civil, es aquel
que ejerce la guarda o tenencia y, por lo tanto, el otro cónyuge, carece de ese poder para
la realización del acto ... no sería aceptable que la falta de asentimiento de uno de los
cónyuges frustrara la iniciativa de quien tiene a su cargo la guarda del niño de inscribirlo
en el colegio religioso que eligió ejerciendo las legítimas prerrogativas que le otorga el
art. 24 inc. 1ro. in fine del cód. civil ... Corresponde rechazar la oposición del padre del
menor a que el mismo sea inscripto en el colegio religioso que eligió la madre que deten-
ta la guarda del mismo, si el incidentista no ha probado causas objetivas de perjuicio
para el niño, que se deriven directamente de su ingreso al colegio de elección de la pro-
genitora” (causa 50.030, Cám. Nac. Civ., Sala A, diciembre 28-1999, “P.C.E c/ A.K s/ incidente
inscripción escuela”).
También ha sido entendido jurisprudencialmente que: “La tenencia de la hija
conferida a la madre implica la posibilidad de realizar por sí misma todos los actos relati-
vos a la persona de la menor, con excepción de aquellos para los cuales se requiere in-
tervención de ambos progenitores (art. 264, “quater cód. civil”), entre los cuales no se
encuentra la elección de la escuela ... La educación pesa primordialmente sobre el padre
a quien se le ha otorgado la guarda del menor, quien tiene el poder de iniciativa, pero el
otro cónyuge tiene el derecho de supervisar dicha educación y puede oponerse a las
determinaciones de aquel en sede judicial” (Cám. Nac. Civ., Sala B, junio 5, 1997, “F.A.J. c.
W.L.E.”, “La Ley”, t. 1997-F).
En el esquema planteado, los actos que ejerzan los progenitores respecto de la
vida de sus hijos y que tiendan a cumplir con sus obligaciones paternales, para la consecución
del principio esbozado en el párrafo anterior, de ninguna manera pueden constituir injuria hacia
el otro en los términos del art. 202 inc. 4to. del Código Civil, máxime si el cónyuge afectado no
impugnó oportunamente el acto, y en caso de haberlo hecho, sólo hubiera tenido virtualidad si
se demostrara que ello traería aparejado un perjuicio al menor.
La señora C., manifestó haber bautizado al hijo como requisito formal para po-
der inscribirlo en un colegio católico con el fin que no perdiera el año de estudio (fs. 313
vta./314) y no está probado en autos que ese hecho haya tenido como objeto provocarle un
agravio a su esposo, por lo que el rechazo del agravio del reconviniente por la Excma. Cámara
no puede considerarse absurdo, entendiendo que se han seguido las reglas lógicas y racionales
aplicables, correspondiendo, por ende, a mi entender, rechazar el recurso impetrado, confir-
mando el fallo atacado.
Voto por la negativa.
El señor Juez doctor Mahiques, por los mismos fundamentos del señor Juez
doctor Pettigiani, votó también por la negativa.
El señor Juez doctor Borinsky, por los mismos fundamentos del señor Juez
doctor de Lázzari, votó también por la afirmativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente
SENTENCIA
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, oído el señor Procurador General,
por mayoría, se hace lugar al recurso extraordinario interpuesto, revocándose la sentencia im-
pugnada y decretándose el divorcio por culpa de ambos cónyuges (art. 202 inc. 4, C.C.); con
costas (arts. 68 y 289, C.P.C.C.).
El depósito previo de $ 2500, efectuado a fs. 474, se restituirá al interesado.
Notifíquese y devuélvase.

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