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U2 – Paradiso, José: “Debates y trayectoria de la Política exterior Argentina”

CAPITULO III: La búsqueda de un nuevo modelo de inserción

La crisis de 1929 puso en evidencia lo vulnerable que era el país frente a inestabilidades en la económica mundial, y a la
suerte que corriera GB. De esta forma, comienzan a surgir debates acerca de nuevas opciones que reemplacen el modelo
agroexportador, generen un nuevo proyecto político y una nueva política exterior.

El gobierno estaba desde 1932 en manos de una coalición de fuerzas conservadores, que diseñó una política de
intervención estatal defensiva, y en el plano comercial postergó algunas antiguas tradiciones librecambistas en beneficio
de formulas bilaterales en concesiones recíprocas.

En agosto de 1932 se había realizado la Conferencia Económica en Ottawa, donde se firmaron convenios de reciprocidad
comercial ajustados a los principios de preferencia imperial. Sin duda el convenio más importante fue el Tratado de
Londres (1933) que incluía un régimen de carnes y otro de cambios. Mediante el primero GB se comprometía a mantener
sus compras de carne en una cuota no menos a 390.000 toneladas; mientras que el régimen de cambios establecía la
obligación argentina de emplear las libras provenientes de esa venta para satisfacer demanda de remesas de GB. Además,
Argentina admitía adoptar un tratamiento benévolo al capital británico.

Dicho tratado despertó un gran debate en el Parlamente, dado que la imagen de vinculación privilegiada parecía cada vez
más una subordinación abierta. Sus defensores sostenían que no era posible hacer otra cosa, e intentaban identificar sus
negocios con el interés colectivo.

Si bien la importancia del Pacto Roca-Runciman fue crucial, no fue el único acuerdo bilateral suscripto en esos años. Se
firmaron convenios con Bélgica, Paises Bajos, Suiza, Alemania, etc, destacándose los pactos firmados con Chile y Brasil.
Dichas negociaciones dan cuenta de una revalorización de las vinculaciones con la región, y la idea de marchar hacia una
mayor integración económica. Con Chile se firma un tratado de comercio, con Brasil uno de comercio y navegación, y un
protocolo para la construcción de una puente internacional sobre el rio Uruguay.

Dicha proliferación de pactos demuestra una diplomacia económica bastante activa. De hecho se produjeron
modificaciones en la estructura interna de la Cancillería argentina con la intención de prestar mas atención a las demandas
económicas. Bajo la conducción de Carlos Saavedra Lamas, la diplomacia argentina elevó su perfil y alcanzó altos puntos
de prestigio. Tuvo una activa intervención en las gestiones para concluir la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, lo
que le otorgó el Premio Nobel de la paz. La elite porteña era propensa a los gestos grandilocuentes y estaba ávida de
reconocimientos externos, pero también pretendía hacer valer ese poder reconocido. En este sentido entró en una nueva
zona de fricción con EEUU.

Con la llegada de Hitler al poder, EEUU intenta fortalecer la seguridad hemisférica, consolidando su hegemonía continental
mediante versiones renovadas del monroismo. La postura de la diplomacia argentina, siempre fiel a sus identidades
europeístas, fue la de jugar la instancia universal en desmedro de la regional, minimizando los compromisos políticos en
beneficio de los económico. Se opuso a una multilateralización de la doctrina Monroe, es decir a la legitimación de las
intervenciones colectivas ante situaciones de conmoción interna, tanto como a la conformación de una liga de naciones
americanas.

Las opciones en las que se ponía en juego el modo en que Argentina se ubicaría en el mundo eran: neutralización e
industrialización. La sociedad admitía múltiples líneas divisorias, con una amplia variedad de matices (pro y anti-británicos,
fascistas, democráticos, liberales, intervencionistas, etc).
En el primer tramo de la contienda (1939/40) EEUU y Argentina mantuvieron una relación de armonía. Con el ataque
japonés a Pearl Harbor en 1942, comenzó la confrontación que prácticamente no tuvo pausa. EEUU insta a los países
americanos a romper relaciones diplomáticas con Alemania, Italia y Japón; aunque Argentina mantiene una posición
inflexible, presidida por Enrique Ruiz Guiñazú. EEUU emplea diversos mecanismos de coerción, niega la venta de
armamentos, aunque Argentina Mantiene su posición en beneficio a la neutralidad.

La orientación de la política exterior comenzaba a abrir brechas entre el mismo cuerpo social argentino. La división
atravesaba partidos políticos, opinión pública, FFAA, sectores empresariales. Los defensores de la neutralidad
desestimaban el riesgo de asumir esa postura dada la necesidad que el mundo de posguerra tendría de producción
alimentaria, lo que impediría que Argentina quede excluida del escenario internacional. Los defensores de la ruptura,
sostenían que se estaban produciendo cambios en el poder mundial que reemplazarían a la potencia británica por EEUU,
por ende habría que apostar a una mayor aproximación a ella, y una acción defensiva conjunta con el resto del continente.
Además sostenían que el mundo europeo, al quedar devastado producto de la guerra, no contaría con los recursos
económicos para comprar productos argentinos una vez finalizado el conflicto.

Existen dos frentes de debate en estos años: la neutralidad, y la cuestión económica. El frente económico tenia dos ejes,
por un lado las medidas que debían tomarse tras el trastorno en los mercados internacionales, por el otro las
preocupaciones por lo que ocurriría al finalizarse la guerra. Las controversias giraban en torno a la naturaleza y alcances
de la política industrial, los niveles de protección que habría que sostener, los mercados hacia los que se debía orientar.

En ese marco, surge un Plan desarrollado por Federico Pinedo, que finalmente fracasa (la misma característica de la vida
política argentina iba atada al ejercicio de la oposición que deja escaso margen para construir consensos). Se trata del
Programa de Reactivación de la Economía Nacional: presenta proyecciones a largo plazo; plantea una estrategia de
crecimiento industrial orientada a la exportación; busca promover aquellas producciones que tiendan a disminuir las
importaciones. Pinedo sostiene que los mercados que ofrecen mayor ventajas son EEUU (donde se debe apuntar a los
artículos que no puede adquirir en Europa); y América Latina, especialmente Brasil (donde es conveniente realizar una
política de aproximación económica que permita en un futuro desembocar en una zona de libre comercio, y luego en una
unión aduanera). Pinedo cuestiona la neutralidad, y sostenía que es necesario establecer vinculaciones con el continente
americano. Cree que es un grave error mirar seguir mirando a Europa como modelo principal, dado que en EEUU ahora
está la industria más avanzada, la fuente de capitales mas importante, el mercado consumidor más grande. Además,
teniendo en cuenta que la tendencia del mundo de posguerra se orienta hacia la conformación de grandes bloques
económicos, aboga por el panamericanismo como condición esencial de prosperidad.

Pese al fracaso del Plan Pinedo, no se postergó la apertura hacia AL. Desde 1940 proliferaron acuerdos comerciales entre
Argentina y Brasil, Uruguay, Ecuador, Paraguay, Perú, Bolivia y Colombia. También ocupaban un lugar importante los
proyectos de infraestructura, en materia de vinculación ferroviaria, carretera, oleoductos.

El ex ministro Saavedra Lamas sostenía que era necesario constituir una verdadera unidad económica, dando al
panamericanismo su contenido económico sustancial. Esta corriente defensora de los intercambios regionales transcurría
en canales públicos y privados, y coincidía con idénticas tendencias que prosperaban en el resto del continente. Esta “via
latinoamericana” parecía estar presente en la mayoría de las formulaciones políticas, sea cual fuera su procedencia
ideológica. Dichas perspectivas encontraban respaldo en el aumento de los flujos comerciales de Argentina con la región:
entre 1939 y 1945 un 19% de las exportaciones se dirigían a la región; mientras que un 30% de las importaciones provenían
de allí, adquiriendo gran importancia Brasil.

Hacia fines de la 2GM el aislamiento argentino era alto. EEUU estaba gestando una organización de carácter universal. En
ese contexto, AL luchaba en favor de la democratización de la ONU, la supervivencia del sistema regional y la instauración
de mecanismo de cooperación económica.
Quienes se inclinaban por la idea de abandonar la neutralidad contaban con 2 argumentos esenciales: 1) salir del
aislamiento internacional en el que estaban inmersos; 2) la declaración de guerra al Eje les permitía obtener préstamos y
arriendos por parte de EEUU, lo que les permitiría restablecer el equilibrio de fuerzas en el Cono sur (factor especialmente
importante para las FFAA, dada la escalada de poder que estaba experimentado Brasil). Desde el punto de vista del
desarrollo industrial, la relación con EEUU le resultó a Brasil mucho más favorable que lo que fue para Argentina el vínculo
con GB.

Tras las decisiones adoptadas por el gobierno de Farrel desde 1945 (declaración de guerra, firma del Acta de Chapultepec)
hicieron que EEUU se muestre complaciente, levante restricciones económicas, y decida normalizar relaciones
diplomáticas. Esto duraría hasta la designación de Braden como embajador, que emprendería una cruzada
particularmente con Perón en Argentina.

La alternativa “natural – artificial” constituyó un eje central en las controversias sobre industrialización, y hacía referencia
a los distintos modelos de articulación al mercado externos, lo que derivaría en distintas pautas de ubicación en el mundo.
En sus comienzos, Perón parecía inclinarse por la alternativa basada en recursos propios del país: sostenía que se debía
fomentar industrias cuya materia prima fuera genuinamente nacional, y evitar industrias artificiales, que siempre
representan un gasto.

Sin embargo, en la práctica terminó prevaleciendo la alternativa de sustitución de importaciones basada en el mercado
interno. Esto tuvo vario motivos: la consolidación del desarrollo manufacturero, la cuestión social, las consideraciones
sobre el empleo, los desequilibrios regionales, el creciente prestigio de la tesis de nacionalismo económico que
identificaba industrialización con independencia. En general, se daba una gravitación de las ideas industrialistas, que
gozaban en AL de una hegemonía absoluta, dadas las experiencias anteriores de las vulnerabilidades de los sistemas
económicos basados en la producción primaria. Durante los años de guerra, incluso EEUU había otorgado estímulos
directos a la consolidación de procesos de industrialización sustitutiva, aunque Argentina fue expresamente marginada
en este caso.

Pese a que en Argentina gravitaba dicho peso sobre el pensamiento industrialista, persistían los sectores que querían la
rehabilitación del antiguo orden, defendiendo el mantenimiento de vínculos con GB.

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