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VOCES DE LA PSICOSIS

Daniel Zimmerman

Un redoblamiento de la negación es el recurso del que Lacan se vale para


subrayar la condición de imposibilidad propia de lo real : lo real no cesa de no
escribirse, no se puede no evitar. Siempre misterio para un cuerpo que habla,
se inscribe neurosis, perversión o psicosis.

El cuerpo ofrece un lecho para el Otro. El lugar del Otro se encarna en el


cuerpo por la operación del significante A condición de que el goce permanezca
excluido por la eficacia del significante, algo podrá venir a amoldarse a ese
cuerpo : el objeto a.

Ningún desenlace para el enigma del deseo es posible sin el pasaje por el
objeto a. El deseo, en tanto función del sujeto, se establece en la medida en
que ese objeto es situado como tal en el campo del Otro En otras palabras : el
objeto a agujerea la relación del sujeto y el Otro ; y lo hace a nivel del cuerpo
Sus especies son identificables como fragmentos del cuerpo : añicos que, en la
medida de ex-sistirle, constituyen la condición, el núcleo abordable del goce.

Justamente a partir de ese lugar de ex-sistencia, el afecto de angustia adquiere


su función de señal La angustia se manifiesta en el sujeto ante la amenaza de
quedar reducido a su propio cuerpo ; señaliza la embestida de lo real sobre la
imagen del cuerpo advirtiendo que el goce podría dejar de serle opaco.

ANGUSTIA DEL OTRO.

¿Cómo situar la angustia a propósito de la psicosis ? ¿Qué lugar corresponde a


ese afecto, que a nivel de la castración representa al Otro, en relación a una
estructura que, según Lacan, encuentra su definición precisa como
identificando el goce en ese lugar del Otro como tal ?

Confrontado con el deseo del Otro, el neurótico elude la angustia rebajando su


deseo a la demanda. El perverso petrifica su propia angustia ; pretende que su
división subjetiva le sea devuelta desde el Otro. En la psicosis, el desamparo
de quien se ofrece como soporte para que el Otro goce despierta la angustia de
quien se encuentra en su presencia.

El psicótico, no se sostiene en el lugar del Otro por el objeto a ; goza de la


libertad de tenerlo su disposición. En la psicosis, no hay demanda de a ; el
psicótico, comenta Lacan, lleva la causa en su bolsillo. De ahí nuestra angustia.

La angustia que gracias al talento del artista, en este caso Marguerite Duras,
podemos reconocer en el personaje de Jacques Hold de su novela "El arrebato
de Lol V. Stein". Esa angustia que lo atormenta cuando, desde la ventana del
hotel, descubre a Lol, la protagonista, en el campo de centeno vecino..

Era el atardecer, el martes, cuando me dirigí a la ventana de la habitación del


Hotel des Bois donde esperaba a Tatiana Karl, a la hora concertada, y creí ver,
a media distancia entre el pie de la colina y el hotel, una forma gris, una mujer
cuyo rubio ceniciento a través de los tallos del centeno no podía engañarme ; a
pesar de que me lo esperaba, experimenté una emoción muy violenta cuya
verdadera naturaleza no acerté a saber enseguida, entre la duda y el espanto,
el horror y la alegría, la tentación de gritar cuidado, de socorrer, de renunciar
para siempre o de enamorarme para siempre, de toda Lol V. Stein. Ahogué un
grito, deseé la ayuda de Dios, salí corriendo, regresé sobre mis pasos, di
vueltas por la habitación, demasiado solo para amar o para dejar de amar,
sufriendo, sufriendo la deplorable insuficiencia de mi ser para comprender este
hecho...

El campo visual se escinde entre imagen y mirada, y el efecto se hace patente


en Jacques Hold a través del trastorno, la vacilación de su imagen narcisista.
Lol V. Stein se ha vuelto toda mirada : él no puede verla allí donde ella lo mira.
Es Jacques Hold quien experimenta el sufrimiento, quien padece la
insuficiencia de su ser. En otras palabras : él es tomado por la angustia de lo
que, tras el rubio ceniciento de Lol. insiste en mirarlo.

En la psicosis, la angustia es del Otro. La propia autora, Marguerite Duras, en


otro de sus textos, lo dice a su manera : "Lol V. Stein (...) se olvida de sufrir. No
sufre porque se la haya olvidado y traicionado. Lo que la enloquecerá es la
supresión del dolor." "Loca. Detenida en aquel baile de S. Thala. Se queda allí.
Es el baile lo que crece. Lo que describe círculos concéntricos cada vez
mayores a su alrededor"

UNA PUNTUACION SIN TEXTO.

Hay algo que el sujeto nunca podrá saber ; él se instituye precisamente en


tanto falta en saber : El orden de su verdad quedará designado siempre a
medias en su decir. Ficción de la verdad, sólo se refleja por sus ecos. Ecos que
resuenan y cobran forma contra el muro que constituye la castración.

Adoptamos como punto de partida la definición de la psicosis como


identificación del goce en el lugar del Otro . Digámoslo ahora de otro modo : el
psicótico no cree en el Otro, está seguro de la cosa. ¿De qué nos habla ? De
una voz que se dirige a él. La voz del Otro lo interpela, lo injuria. Esa voz - que
a todos nos habita - se vuelve en él un objeto parasitario, extranjero ; pierde así
su función de anudar el decir a la palabra

En la psicosis, algo se halla cercenado para el sujeto ; por lo tanto, no podrá


ser re encontrado en su historia Errático, como "una puntuación sin texto", el
mensaje irrumpe en lo real en forma de alucinación. Ahora bien, esa proximidad
de lo real resulta insoportable para nosotros, sus interlocutores ; sacude el
fantasma de nuestra propia realidad

Al psicótico no lo aqueja, al modo del síntoma neurótico, el retorno de la verdad


como falla en un saber. Un nudo fuera de su alcance encierra sobre él un saber
absoluto. Los mensajes que recibe vienen a confirmarle la existencia de cierto
lugar donde podría saberse lo que quieren decir. El sabe que existe un
significado : hay saber y eso está indicado.

En la psicosis todo está en sus voces ;el psicótico cree allí .Y no solamente
cree allí, sino que a esas voces les cree. Ellas constituyen un reclamo de más
verdad, apuntan a una identidad con esa verdad. La voz, en tanto objeto
esencial, resuena en un vacío. Ese vacío es el vacío del Otro y, en tanto tal, se
corresponde con su falta de garantía. En consecuencia, responde a lo que se
dice, pero no puede responder de eso que se dice. La voz psicótica, en cambio,
da cuenta de la certeza de que la cosa sabe.

En la psicosis la voz queda reducida a sus desechos ; "hojas muertas" que


pierden su alteridad respecto de aquello que se dice : portadoras de la primera
y también de la última palabra, retornan bajo la forma del insulto. Esas voces,
podríamos decir, no pueden no ser

FUERA DE DISCURSO.

¿De dónde provienen esas voces?. Necesariamente del propio sujeto; su


presencia se vuelve irrecusable debido a la marca que el significante acuña en
ellas.

Si todo discurso se funda por excluir lo que el lenguaje entraña de imposible,


esa imposibilidad - sostiene Lacan - es el caballo de Troya por donde entra, en
la ciudad del discurso, el amo que es en ella el psicótic. Nuestro propio
embarazo denuncia así el campo fuera-de-discurso de la psicosis.

El deseo nos llega desde el Otro, el goce está del lado de la cosa y el objeto a
la cosquillea desde su interior fabricando el discurso de la renuncia al goce. Un
discurso que se ordena de modo tal que funda un lazo social. Aproximarse a la
psicosis es acudir al encuentro de quien sostiene su existencia fuera del lazo
social; vale decir, sin el apoyo que el discurso constituye .

Voces de la psicosis: nos conducen a interrogar la relación que la verdad


mantiene con lo real, que vuelve sin remedio al mismo lugar.

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