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Escuela Teológica

“San Manuel González”

CURSO 3º

BLOQUE 11:

LA VIDA EN CRISTO
(La Moral Cristiana)

TEMA: 5º

LA CONCIENCIA MORAL
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 2

UNIDAD 5: LA CONCIENCIA MORAL: NORMA SUBJETIVA DE


MORALIDAD

Introducción
Es frecuente hoy escuchar expresiones como ¡hoy no hay conciencia! O ‘que cada cual decida
en conciencia’, ‘en conciencia tengo que decir que…’, ‘nadie se puede meter en mi conciencia’… El
tema de la conciencia evoca la dimensión personal y subjetiva del ser humano, y se ha convertido en el
elemento que expresa un aspecto definitorio de nuestra cultura: la autonomía de cada persona, la
dignidad de cada una de sus decisiones morales, el carácter sagrado de cada persona en su vida ética.
La conciencia evoca hoy a la misma persona en su dimensión ética, capaz de tomar decisiones.
Esto significa, sin duda, su responsabilidad, y acentúa fuertemente su dignidad y autonomía. Con la
categoría ‘conciencia’ nuestra cultura expresa la opción por la persona humana y por el carácter casi
sagrado de su subjetividad autónoma. Esto hace el tema especialmente delicado y muy importante.
La conciencia es considerada hoy como el auténtico y decisivo núcleo de la moralidad. En la
teología moral tradicional el papel preponderante estaba puesto sobre la ley y la conciencia solo ejercía
la función de juicio moral sobre la acción (si ésta era buena o mala). En la teología moral post-
tridentina, la conciencia se entendió, casi exclusivamente, como el proceso deductivo de aplicar
normas morales a situaciones específicas, según el esquema de una moral centrada en los actos. A
partir del Concilio Vaticano II el horizonte de la conciencia se ha ido dilatando cada vez más y, como
consecuencia de esto y del cambio producido con la conquista de la dignidad de la persona humana y,
de la aceptación de sus derechos, el papel preponderante de la ley objetiva ha ido cediendo parte de su
dominio a favor de la dimensión subjetiva del actuar humano.
El Concilio Vaticano II habla, en la constitución apostólica Gaudium et Spes -número 16-
sobre la conciencia moral. En él expresa de una manera sencilla la centralidad y dignidad de la
conciencia moral. “En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley
que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario,
en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal:
haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya
obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgada personalmente. La conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz
resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer
esa ley, cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia
une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos
problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la
recta conciencia, tanta mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego
capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre
que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad.
Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien, y la
conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado” (GS 16). Citando este
número de la GS comienza el artículo 6 del Catecismo de la Iglesia dedicado a la conciencia moral.

Para esta unidad tendremos presente CEC, nn. 1776 – 1794


El n. 16 de la Constitución Dogmática Gaudium et Spes
La encíclica Veritatis Splendor nn. 54 – 64
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 3

1. Conciencia moral y conciencia psicológica


En nuestra lengua procedente del latín la palabra ‘consciencia’ se refiere tanto a nivel
psicológico, como al moral. Consciencia psicológica es la presencia de la persona ante sí misma, es el
conocimiento interno que el hombre tiene de la vida y de las cosas, de su yo personal. Se refiere al
conocimiento del hecho.
La consciencia moral se refiere al ámbito de la responsabilidad ética. El hombre entiende que
su decisión es éticamente buena o mala, y que por eso es responsable de la orientación moral de sus
actos, de su vida. La conciencia moral se refiere a la capacidad del hombre para comprender los
valores éticos como valores. Consciencia psicológica y consciencia moral no son la misma cosa, pero
están mutuamente implicadas. La conciencia que el hombre tiene de sí mismo, de su persona, de su
vida, le hace también consciente de la orientación ética de sus acciones; el hombre sabe que hace cosas
que entiende como buenas y otras que entiende como malas. En la conciencia moral, lo importante es
el sentido que el hombre tiene de su responsabilidad ante el bien ético.

2. ¿Qué es la conciencia moral?


A lo largo de la historia se han ido dando diversas definiciones. Podemos apuntar tres tipos de
definiciones que históricamente abarca desde la etimología hasta la concepción actual más
personalista.

La cultura griega, sobre todo la filosofía moral, fue la primera que de forma sistemática
reflexionó sobre el comportamiento humano. A la conciencia la filosofía griega le dio el nombre de
Synéidesis. Es el primer vocablo referido a la conciencia. Procede del verbo griego: ‘ sundenai’, que
significa: ‘sentimiento de bienestar’, ‘armonía con la naturaleza’, ‘conocimiento de uno mismo en
orden a esta armonía’.

Según esto bueno en sentido moral es lo que la conciencia proporciona como bienestar o
armonía, malo todo lo que se opone a ella. El hombre llega a conocerse como Yo, cuando mantiene
esta armonía en relación con el cosmos. Lo cual se consigue mediante el ‘examen de conciencia’. Es
decir, el que se conoce a sí mismo, sabe lo que puede o no puede hacer, haciendo el bien y evitando el
mal. Se puede decir, pues, que la conciencia aparece como el principio ordenador del mundo, como
una voz interior.

Un segundo vocablo referido a la conciencia es el que procede de la lengua latina ‘conscientia’,


y que corresponde al anterior griego pero con nuevos matices: ‘cum scientia’, ‘conocer con otro’;
‘conscius sum’, ‘conocimiento de sí mismo’. Se trata de una relación del hombre con las leyes
naturales.

Según esto bueno en sentido moral es el respeto que la conciencia tiene ante las leyes
naturales, malo lo que las contradice. El conocimiento de estas leyes va a ser la tarea principal de la
conciencia moral, tanto a nivel particular como a nivel comunitario. Este conocimiento procede del
interior del hombre y aparece relacionado con la misma divinidad.
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 4

Un tercer vocablo referido a la conciencia moral es ‘conciencia’. Significa el acto de


conocimiento de uno mismo como persona, que va desde la idea de personalización a la de comunión
con Cristo y con los hermanos.

Según esto bueno en sentido moral es todo lo que la conciencia aporta a favor de la propia
realización y de los demás, malo lo contrario lo que se opone a esta realización.

Del análisis de estos tres vocablos referentes a la conciencia notamos que existe una conexión
inseparable entre moralidad y libertad. No se da libertad sin tener conciencia; no soy libre de obrar o
de no obrar si no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Esta es la relación que apuntábamos más
arriba entre conciencia moral y psicológica.

El CEC en 1776 recoge la definición de conciencia que aportaba la GS 16, y en el n. 1778 dice:
“la conciencia moral es un juicio de la razón por la que la persona humana reconoce la cualidad moral
de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el
hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su
conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina”.

Según lo manifestado hasta ahora, la definición recogida por CEC y por la GS podemos hacer
algunas especificaciones de la conciencia moral:

- Se trata, en primer lugar, de un acto de conocimiento de las normas morales aplicadas a la


acción que se lleva a término, en este momento, en esta situación, en cuanto está
relacionada con las normas morales. El conocimiento de las normas morales tiene como
objeto la verdad moral universal, y la conciencia la aplicación de estas normas a la verdad
moral singular (de mi acto).

- En segundo lugar, se trata de la personalización, haciendo posible que la persona humana


se realice en su singular irrepetibilidad de acuerdo con la verdad y el valor de la norma
moral. Mediante la conciencia moral y en ella se instituye la comunión entre las personas
humanas. Efectivamente en el juicio de la conciencia el valor moral y la norma moral se
personalizan: “Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo y seguir la voz de
su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos
impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización” (CEC
1779).

- Y en tercer lugar se trata de la conciencia moral de quienes viven el mensaje de Cristo. Es


la personalización de la verdad entera de lo humano, que en Él tiene su expresión
definitiva. Mediante esta conciencia moral las exigencias de nuestro ser y vivir en Cristo se
personalizan.

3. Aspectos bíblicos de la conciencia moral


En principio, Biblia y conciencia son dos realidades que lógicamente tendrían que ignorarse mutua
y positivamente. Nada más ajeno a una mentalidad semita, que es la que ha dado origen literariamente
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 5

a la Biblia, que nuestra categoría y concepto de “conciencia”. El Antiguo testamento desconoce el


término conciencia, que Pablo hizo un uso notable del mismo habiéndolo tomado como préstamo del
helenismo y que su intuición contribuyó a dar un giro importante y decisivo incluso en la compresión
de la conciencia moral dentro de la reflexión cristiana.

3.1. El Antiguo Testamento


El desconocimiento y la ausencia del término en el A. Testamento nos ponen en contacto con
otras categorías bíblicas que nos abren a esta realidad trascendente de la persona en su vivencia de la
fe, como son el corazón y la sabiduría o el conocimiento y Espíritu. Estas categorías tienen una
significación que se derivan de la alianza del pueblo de Israel con Dios. Llamado a la alianza con Dios
y hasta constituido existencialmente por ella, el hombre del A. Testamento está siempre en actitud de
escucha de la palabra divina: palabra que se le dirige, lo penetra y lo envuelve, lo hace consciente del
significado de todas sus acciones; escucha de la que el hombre obtiene su sabiduría y su capacidad de
distinguir el bien y el mal. En el contexto de este encuentro entre Dios y la persona brota la moralidad
como exigencia de escucha obediente; por eso en la palabra “corazón” (aparece 850 veces) está
presenta la realidad de la conciencia, ya que, aquél dice relación a la interioridad de la persona donde
acontece el encuentro entre Dios y la persona.

Esta interioridad, como sede de la verdad y de la autenticidad de la persona, es conocida por


Dios. La palabra de Dios se dirige al corazón, como interioridad constitutiva de la persona humana, y
se presenta como un juicio: un corazón convertido si acoge esta palabra o un corazón endurecido si la
rechaza. El corazón es el centro de la decisión de la persona, porque a Dios se le ama con el corazón y
se le traiciona también con el corazón. Por tanto, el corazón veterotestamentario conlleva el significado
de conciencia, en cuanto realidad personal abierta a Dios.

Otra de las categorías con las que la antropología del A. Testamento suple la ausencia del
término conciencia es la de sabiduría/conocimiento. Estas categorías nos llevan desde el conocimiento
como percepción sensorial de los objetos o situaciones hasta una teologización de la sabiduría
(conocimiento de lo que es santo). Pero más que una actividad intelectual el conocimiento expresa
ante todo la relación entre dos personas en las que además del intelecto se implican otras facultades.
El conocimiento bíblico nos abre a la dimensión religiosa y a todo un conjunto de mediaciones a
través de las cuales se comunica. No se trata de un conocimiento inspirativo, intuitivo sino de un saber
a través de medios creados. Por eso expresa el conocimiento que se obtiene mediante el empleo
consciente de los sentidos, la reflexión, el saber que se puede aprender y enseñar a otros, el
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 6

discernimiento ético… Mediante el conocimiento se expresan actitudes, formas de comportamiento


por parte de la divinidad en relación siempre a un destinatario. En la tardía literatura sapiencial esta
raíz verbal expresa toda una serie de manifestaciones relacionadas con la inteligencia, el juicio y la
reflexión que la acercan al campo de lo moral.

El Espíritu es junto con el corazón la sede principal de la vida moral y religiosa. La restauración
de la vida moral se hará a través de una renovación del Espíritu y del corazón de cada uno. La norma
última será el nuevo corazón y el nuevo espíritu que Dios infundirá en los hombres que escuchen su
voz: “y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os
conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis norma” (Ez 36,26-27).

3.2. En el Nuevo Testamento


En los Evangelios tampoco aparece el término conciencia pero persiste la idea del corazón
como sede y núcleo central de la persona en relación con Dios y fuente de la conducta ética.

Con San Pablo entra el término conciencia en el vocabulario cristiano. De hecho en el N.


Testamento la palabra conciencia aparece 31 veces, la mayoría de las cuales en los escritos de Pablo.
La intuición paulina de la conciencia es la confluencia o el resultado final de tres universos culturales
y religiosos: el mundo semítico-bíblico, el mundo cultural helenístico y la compresión de la nueva fe
cristiana. Por estos motivos el concepto de conciencia en Pablo no es unívoco. Este concepto expresa
en Pablo la globalidad de la persona en su dimensión de apertura a Dios. Los términos conciencia y fe
aparecen unidos en Pablo. Esta carga religiosa la tiene de forma expresa cuando habla de conciencia
religiosa, pero aún cuando habla de conciencia moral no se puede ignorar el componente teológico-
religioso. Se puede decir, por tanto, que en Pablo, siguiendo la tradición semita del corazón, la
“conciencia“ expresa la globalidad de la persona en su apertura y sensibilidad religiosa.

A través de la conciencia, el apóstol manifiesta diversos aspectos o instancias del hecho


originario de su antropología, la salvación, que afecta a la persona y que expresa mediante la fórmula
“vivir en Cristo” o ”vivir según el Espíritu”. Este hecho originario hace que se pueda hablar de una
nueva situación ontológica de la persona que se pone de manifiesto mediante la fe. Pero también la
conciencia sirve para expresar la nueva condición del creyente en Cristo. Por eso una contribución
original paulina al tema de la conciencia es su equiparación o identificación con la fe. Ambas expresan
la situación de la persona en su totalidad, en relación al acontecimiento salvífico de Cristo. Pero junto
a esta concepción integradora y global de la conciencia se encuentran otras nociones. La conciencia
aparece como testigo y juez interior del valor moral de las propias acciones (Rom 2, 14-15); como
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instancia crítica interior que se sitúa frente al sujeto que actúa, permite hablar de esa especie de
desdoblamiento de la persona (2 Cor 1, 12-1). Dentro de esa concepción de la conciencia tienen
cabida las calificaciones de “buena” y “pura” que aparecen en las pastorales y en otros escritos tardíos.
Si la conciencia ejerce el papel de juez y testigo de la calidad moral de nuestras acciones, la rectitud y la
bondad se convierten en características esenciales para que esta función se realice con garantías.

Será en los textos paralelos de 1 Cor 8, 1-13 y Rom 14 donde Pablo abordará el problema
práctico en las primeras comunidades cristianas: ¿Se puede comer carne sacrificada a los ídolos o
significa esto participar en un culto idolátrico? La respuesta de Pablo es afirmativa se puede comer
carne sacrificada a los ídolos ya que la fe en Dios desconoce a los ídolos. Sin embargo, plantea el
criterio superior de la caridad mediante el cual se ha de respetar la conciencia del otro (aunque este
equivocada), junto con la necesidad para todos de formar una convicción segura sobre la propia
actuación.

Por tanto, se puede decir, que la compresión bíblica de la conciencia tiene dos niveles: (a) el
acontecimiento central de la interioridad cristiana, (b) de donde brota la función específica de la
valoración moral sobre la propia conducta.

En el mismo marco bíblico encontramos ya los dos desarrollos tradicionales de la conciencia.


La conciencia como expresión de la persona o, mejor de lo que podríamos llamar “estructura ético-
religiosa” de la persona. En este sentido la reflexión bíblica ofrece una compresión de la conciencia
como momento en que se pone de manifiesto la interioridad de la persona, y que la reflexión teológica
posterior llamó conciencia fundamental. Aparece también la concepción judicial o valorativa de la
conciencia. Este sentido es el que ha predominado en una gran parte de la historia de la teología,
aunque es el que menos debe a la tradición bíblica.

4. La conciencia en el Concilio Vaticano II


“En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él
no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es
necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y
que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por
Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será
juzgada personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre,
en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de
aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo
cumplimiento en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los
cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los
números problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor
es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las
sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de
la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 8

invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse
cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien, y la conciencia se va
progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado” (GS 16)

El Concilio Vaticano II, aunque se ha pronunciado sobre la conciencia moral, sin embargo, no
ha pretendido hacer un estudio sistemático sobre la misma. Por eso las referencias a la conciencia
están en función de otros grandes temas o problemas, como son la dignidad del hombre y la libertad
religiosa. Únicamente el número 16 de la Gaudium et Spes constituye una referencia expresa a la
conciencia, pero sin olvidar que forma parte del capítulo 1 dedicado todo él a la dignidad de la
persona humana.

Uno de los rasgos más sobresalientes de la doctrina conciliar sobre la conciencia es la carga
teológica que volcó sobre esta categoría. Es decir, la conciencia moral se recuperó para la teología o
mejor, la teología entro en la conciencia moral. La conciencia moral es teologal en su constitución…
Dios no revela lo que la conciencia debe hacer sino que Dios crea la misma conciencia.

En torno a tres núcleos se pueden agrupar las aportaciones de la reflexión conciliar sobre la
conciencia:

- Naturaleza de la conciencia: El concilio ha puesto de manifiesto el papel de la


conciencia fundamental para una armónica comprensión del proyecto personal
dentro del plan salvador de Dios. Se trata de una realidad trascendente de la persona
que se fundamenta en la relación esencial del hombre con Dios y con el prójimo; esta
realidad trascendental de la que recibe la persona su dignidad, está llamada a
resolverse en la dimensión moral de la persona amando, haciendo el bien y evitando
el mal.
- Conciencia y orden moral objetivo: Respecto de la relación de la conciencia con el
orden moral objetivo, la doctrina conciliar evolucionó hacia planteamientos morales
más personalistas. El punto de partida de la reflexión moral es el sujeto humano
creado a imagen de Dios y redimido por Cristo. En la búsqueda de Dios y de la
verdad moral se compromete el hombre y aquí, en esta búsqueda, radica su
naturaleza y su dignidad.
- Interacción conciencia / comunidad: Aunque la conciencia es una realidad
trascendental que constituye y conforma a la persona en cuanto individuo, este no
puede olvidar su dimensión relacional, viéndose parte de una comunidad. La
búsqueda de Dios y de la verdad la debe realizar cada persona, pero dentro de la
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 9

tensión dialéctica que entraña el dinamismo de una vida religiosa como


responsabilidad personal a una llamada comunitaria.

5. La conciencia en el Catecismo de la Iglesia Católica


El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC, 1776-1794) presenta el tema de la conciencia moral
en cuatro partes: el dictamen de la conciencia, la formación de la conciencia, decidir en conciencia y el
juicio erróneo.

El catecismo asume la formulación del Vaticano II en la parte introductoria de su exposición


sobre la conciencia moral: “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él
no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos
de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y evitar el mal (…) El hombre tiene una ley
inscrita por Dios en su corazón (…) La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre,
en el que está sólo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” ( GS nº 16).

5.1. El dictamen de la conciencia

Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral le ordena, en el momento oportuno,


practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y
denunciando las que son malas. Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo
por el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente
cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla.

La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la


cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y
hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen
de su conciencia, el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina. Es preciso que cada
uno preste mucha atención para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es
tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión,
examen o interiorización.

La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. La


conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad (sindéresis), su
aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los
bienes, y en definitiva del juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o que se han
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 10

realizado. Hoy se habla de la conciencia como lugar hermenéutico de la exigencia moral al constituirse
en “instancia de inteligencia, de decisión y de control al mismo tiempo”. La verdad sobre el bien
moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen
prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este dictamen o juicio.

La conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados. Si el hombre


comete el mal, el justo juicio de la conciencia puede ser en él el testigo de la verdad universal del bien,
al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta. El veredicto del dictamen de conciencia
constituye una garantía de esperanza y misericordia. Al hacer patente la falta cometida, recuerda el
perdón que se ha de pedir, el bien que se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin
cesar con la gracia de Dios.

La persona tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar


personalmente las decisiones morales. No debe ser obligado a actuar contra su conciencia. Ni se le
debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa (DH, 3).

5.2. La formación de la conciencia


Hay que formar la conciencia y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es
recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría
del creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias
negativas y tentadas por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas.

La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta
al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una
educación prudente enseña la virtud, preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los
insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y
de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y la paz del corazón.

En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar, es preciso


que la asimilemos en la fe y en la oración y la pongamos en práctica. Es preciso que examinemos
nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo,
ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia.

5.3. Decidir en conciencia


Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular un juicio recto de
acuerdo con la razón y con la ley divina o al contrario un juicio erróneo que se aleje de ellas. La
persona se ve a veces enfrentada a situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión
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difícil. Pero debe buscar siempre lo que es justo y bueno y discernir la voluntad de Dios expresada en
la ley divina. Para esto la persona se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los signos de
los tiempos, gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas entendidas y la ayuda del
Espíritu Santo y sus dones.

En todos los casos son aplicables algunas reglas:

 Nunca está permitido hacer el mal para obtener el bien


 La regla de oro que establece: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo
también vosotros” (Mt 7,12; Cf. Lc 6,31; Tob 4,15)
 La caridad debe actuar siempre con respecto hacia el prójimo y hacia su conciencia:
“pecando así contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia (…) pecáis contra Cristo” (1
Cor 8,12). “Lo bueno es (…) no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída,
tropiezo o debilidad” (Rom 14,21)

5.4. El juicio erróneo


La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si obrase
deliberadamente contra este último, se condenaría a sí misma. Pero sucede que la conciencia moral
puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya
cometidos. Esta ignorancia puede, con frecuencia, ser imputada a la responsabilidad personal. Así
sucede “cuando un hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por hábito
del pecado la conciencia se queda casi ciega” (GS 16). En estos casos la persona es culpable del mal
que comete.

El desconocimiento de Cristo y su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la


servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida autonomía de la conciencia, el
rechazo de la autoridad de la iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de caridad pueden
conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral.

Si, por el contrario, la ignorancia es invencible, o el juicio erróneo sin responsabilidad del
sujeto moral, el mal cometido por la persona no puede serle imputado. Pero no deja de ser un mal,
una privación, un desorden. Por tanto, es preciso trabajar por corregir la conciencia moral de sus
errores. La conciencia buena y pura es iluminada por la fe verdadera. Porque la caridad procede al
mismo tiempo de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera.
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6. Características de la conciencia moral


El hombre no consigue de golpe la maduración de su propia conciencia. Es necesario un lento
proceso. Esto puede durar toda la vida. La historia de la humanidad y la experiencia de la psicología
así lo confirman. Aparte de la evolución de la conciencia moral durante el proceso de madurez de la
propia conciencia, sus inclinaciones, su inestabilidad, y la búsqueda del bien y la verdad como
síntomas de realización personal, hay algunos procesos en el orden de la psicología que se deben tener
en cuenta.
Debemos ver cómo se van integrando estos elementos o características, que contribuyen a la
madurez de la conciencia moral.
- Conciencia misteriosa: esta característica esta al fondo de la conciencia moral, es el
fruto de la persuasión universal, que manifiesta la convicción existente en todos los
pueblos de que el hombre es capaz de descubrir en su interior una ‘voz interna’ que le
dice lo que debe hacer porque es bueno y lo que debe evitar porque es malo, sin
necesidad de normativa alguna al respecto: “En lo más profundo de su conciencia
descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la
cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su
corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz
esto, evita aquello” (GS 16). De ahí las diversas acepciones: impulso interior,
sentimiento religioso o de culpabilidad, persona que exhorta. Algo misterioso,
tabuístico, que provoca temor, indecisión, responsabilidad.
- Conciencia espontánea: hace referencia a la capacidad que tiene la conciencia de
reaccionar de modo espontáneo ante una situación determinada, propia del ser
humano libre, ya que la libertad supone en el hombre cierta espontaneidad. No existe
un concepto que defina la conciencia, pero existe el fenómeno de ‘conciencia’, que se
manifiesta de modos diversos: fuerzas ajenas al sujeto que provocan ciertas reacciones,
como sentimientos de unidad, de protección, defensa dentro del grupo; fenómenos
externos como truenos, relámpago, viento, brisa…; fenómenos mágico-ritualistas,
ídolos, tótem… A la espontaneidad acompaña la característica externa, que significa la
armonía con lo exterior, como expresión de la misma corporalidad humana: “Es la
conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo cumplimiento en el
amor de Dios y del prójimo”.
- Conciencia interiorizada: se refiere a la capacidad de reflexión de la misma conciencia
sobre el por qué de estas actuaciones y no otras, de este comportamiento y no otro.
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 13

En la conciencia que, además de los impulsos espontáneos anteriores, siente


responsabilidad de la llamada interior, mediante sueños, Espíritu, que interpela al
hombre para su propia realización y salvación: “Porque el hombre tiene una ley
escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por
la cual será juzgada personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el
sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el
recinto más íntimo de aquélla”. La conciencia moral interiorizada aparece muy
reflejada en la Sagrada Escritura, en cuanto es representada como la voz de Dios, que
habla al hombre de múltiples maneras según el grado de evolución, desde Abraham a
los profetas, prontos a escuchar la voz de Dios y a interpretarla.
- Conciencia inestable: también la estabilidad es una característica de la conciencia
moral en el sentido de que está siempre en busca de la perfección o madurez, fiel al
imperativo ‘haz el bien, evita el mal’, y esto resulta muchas veces arduo y difícil.
Existen influjos de todo tipo para la determinación de una conciencia moral
responsable: aportaciones históricas, ambientales, culturales, que se van incorporando
al lenguaje de la conciencia y que la hacen dudar en sus actuaciones: “No rara vez, sin
embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello
suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre
se despreocupa de buscar la verdad y el bien, y la conciencia se va progresivamente
entenebreciendo por el hábito del pecado”. Este período de búsqueda acompaña
siempre a la conciencia, pero especialmente en etapas propias de crecimiento o de
presiones externas, cuando la decisión se hace más difícil. Sin embargo, hay que decir
que como periodo de búsqueda es siempre bueno, porque lleva a una responsabilidad
mayor, con lo cual se afirma que no es bueno permanecer en la inestabilidad, pero si
salir de ella para entrar en el campo de la responsabilidad.
- Conciencia especulativa: la conciencia especulativa supone la valoración de las
facultades más nobles del hombre: la inteligencia y la voluntad. La conciencia se
presenta o como un juicio especulativo sobre el modo de actuar, por lo cual la
inteligencia juzga su valor intelectual, o la voluntad analiza el mismo modo de obrar a
partir de la apetencia del bien. Así pues, el dictamen de la conciencia es ofrecido o
por el juicio valorativo de la inteligencia o por la inclinación al bien ejercido por la
voluntad.
- Conciencia responsable o madura: se trata de llegar a una formación de conciencia tal
que haga del obrar humano una actuación responsable, llegando así a la llamada
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 14

conciencia madura. Es la conciencia que busca una línea de responsabilidad en las


actuaciones, la que resuelve las dudas y vacilaciones, con la ayuda de las características
anteriores y con la ayuda de otros medios: la ley, la norma, la gracia… Responde al
Dios que le habla en su interior, al Dios que lo hace ‘hijo suyo’, lo cual le da un
carácter de conciencia ‘divinizada’, abierta al misterio del amor de Dios y del amor a
los demás por encima de todo.

La evolución de la conciencia moral hasta llegar a una plena responsabilidad debe abarcar
todas las características señaladas y poder así hablar de conciencia madura o ‘bien formada’. Algunos
pueden quedarse a mitad de camino y su conciencia no pasa de los primeros estadios de su formación,
como también en otros estadios intermedios sin pasar adelante, con las consecuencias peligrosas que
lleva consigo tal situación. Puede haber personas que aún evolucionando en años, pueden en el
camino de la conciencia vivir aún en etapas anteriores, lo que se conoce como ‘estados infantiloides’,
‘eterna adolescencia’, ‘inestables’, etc…

En torno a la conciencia moral se dan, también, actualmente muchos conflictos. Estos se pueden
dar en relación, por ejemplo, entre conciencia y ley, conciencia y magisterio, o el conflicto de la
objeción de conciencia con respecto a la guerra, al servicio militar, al aborto, a la eutanasia, etc… Estos,
en concreto, el relacionado con la ley y el magisterio lo veremos en el tema donde tratemos la ley y el
magisterio. Los otros deberán tratarse en los temas dedicados a ello.

Sólo decir una palabra antes de finalizar en torno al papel que juega el magisterio en la formación
de la conciencia moral

7. El magisterio en la formación de la conciencia.


La autoridad no tiene que convertirse en el argumento último y definitivo para la valoración de
una conducta. Sin embargo, ésta tiene un papel de guía y de luz ya que se hace imposible que todos los
individuos alcance un grado de conocimiento tal que pudieran convencerse por sí mismos de lo acertado
de todas sus decisiones y en todos los campos de su actividad.

El magisterio de la Iglesia, como autoridad, es un elemento importante en este campo, sobre todo
en la formación de la conciencia. Este deberá, y tendrá el derecho a pronunciarse sobre cuestiones de
moral, pero nunca con la preocupación de ofrecer una normatividad ética para nuestro comportamiento,
sino por una preocupación sincera y practica que oriente e ilumine la conciencia de los fieles, cuando
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 15

estos no se hallen capacitados o surjan dificultades especiales para descubrir los valores en las múltiples y
comprometidas situaciones humanas.

Ofrecer a sus fieles una orientación constituye una consecuencia de su misión salvadora. Ella
levanta la voz de alerta cuando descubre que determinados comportamientos se alejan del espíritu
evangélico y se convierten en una amenaza para el hombre.

Sin embargo, aunque esta ofrezca una ayuda, para el discernimiento de la conciencia y aporte
nuevos datos de peso, nunca podrá obligar, ni al entendimiento ni a la voluntad, es decir, a la libertad
responsable del hombre. Esta responsabilidad deberá tener también en cuenta los datos y las aportaciones
del magisterio en la valoración moral. Será la conciencia la que después de valorar, también, estos datos
tendrá la última y definitiva palabra.

No debemos olvidar que el magisterio nos enriquece también con la experiencia de la tradición.
El fiel se debe sentir sensible a las palabras del magisterio como señal de alerta, que le obliga a revisar sus
posturas anteriores y a reflexionar con afecto sobre los datos recibidos. El magisterio nos ayuda a discernir
y a formar la conciencia para que ésta se vaya acercando cada vez más hacia la verdad y el bien.

CUESTIONES PARA LA COMPRENSIÓN PERSONAL DEL TEMA

1. Lee el número 1778 del Catecismo (página 3) y reflexiona sobre qué es la conciencia moral.
2. Establece la relación conciencia-corazón a la luz del Antiguo Testamento.
3. ¿Por qué crees que es un derecho fundamental la libertad de conciencia?
4. ¿Cuál es la razón por la que es necesario la formación de la conciencia?
5. ¿Qué debe tener en cuenta la persona para decidir en conciencia?
6. ¿Cuáles son los requisitos para que se dé una conciencia rectamente formada o madura?
7. Indica el papel del Magisterio en la formación de la conciencia.

PARA COMPARTIR Y REFLEXIONAR EN EL GRUPO

1. Aporta un hecho en el que se refleje cómo hay personas que se guían por lo que consideran
justo y recto, aunque no coincida con lo legal.
2. Según lo que nos dice San Pablo en 1 Tm 1,5-7, ¿puede un cristiano dejarse llevar por lo
que dice la ley en todo momento? ¿Por qué?
Tema 5: La conciencia moral: norma subjetiva de moralidad 16

3. ¿Qué puedo hacer para ayudarles a descubrir a otras personas la importancia de una recta
formación de la conciencia? Plan y compromiso.

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