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Ponencia de la Lic.

Marina Perrone
durante las Jornadas de "Prevención de la drogadependencia",
llevadas a cabo en Buenos Aires, en abril de 1999
por ADEPA y Fundación Manantiales
(Latinsalud.com)

Conceptos

¿Tiene la drogadependencia una predisposición psicológica? ¿Es posible saber si


alguien usará drogas a lo largo de su vida estudiando los rasgos de su
personalidad?

Definamos antes qué es lo que entendemos por adicción o dependencia. Cuando


nos referimos a adicciones, estamos englobando al menos tres modelos de
relación con las drogas, sean estas legales o ilegales. Si bien cada persona es
única y, como tal, produce hechos también únicos, delinearemos estas tres formas
básicas, sobre las cuales cada individuo presentará características especiales.

La primera de estas tres actitudes es el uso o consumo. Enrolamos aquí a toda


persona que tiene un contacto ocasional o no con sustancias psicotrópicas, sin
que ello signifique un verdadero impedimento para su vida personal y de relación.

Adicción es el segundo escalón de esta escarpada ladera, con el que


asimilaremos a las personas que han dejado el uso para abusar de las drogas.
Esto les genera problemas de relación, tanto por la necesidad de conseguir esas
sustancias como por el estado en que se encuentran durante y luego de sus
efectos.

¿Cuál es la diferencia con la tercera actitud, la dependencia? En este estadio, el


usuario necesita de la droga en forma continua, ya que la suspensión de la dosis
genera síndrome de abstinencia. Esto quiere decir que su organismo ha aprendido
a funcionar bajo los efectos de la droga, y sin ellos se encuentra imposibilitado de
hacerlo, al menos parcial y temporariamente.
Si bien el uso de drogas ha existido desde tiempos remotos y en diferentes razas y
culturas, es hoy cuando la drogadependencia es percibida como una problemática
acuciante. Sus consecuencias no sólo recaen en aquellos que usan drogas, que
sin duda son los más afectados, sino sobre el conjunto social a través de
diferentes problemas como los conflictos familiares, la violencia, el costo para los
sistemas de salud o la falta de productividad.

Asistimos al fenómeno del consumo en general, no ya específicamente de drogas.


El hombre de nuestra era consume, luego existe. El apetito por objetos,
entendiendo por tales lo opuesto a sujetos, parece irrefrenable. Inclusive hacia
aquellos que no son esenciales para la subsistencia en sus planos biológico,
social y espiritual, pero que se transforman en imprescindibles, atrayendo las
energías de una gran masa de hombres y mujeres entre quienes los jóvenes son,
quizá, los más vulnerables.

Rasgos

Aunque la actitud más extendida entre los especialistas es la de no encasillar a las


personas que abusan de sustancias, hay profesionales que han estudiado las
constantes psicológicas que subyacen en una personalidad adictiva.

Por su parte, la Lic. Marina Perrone (*) nos propone un sistema de creencias que
subyace a la personalidad adictiva y que explican el proceso hacia la
drogadependencia cuando hay un ambiente favorable:

• La perfección es posible
• Yo debo tener el poder: éxito, riqueza, etc.
• Yo debería conseguir lo que quiero YA.
• Yo debería estar libre de dolor.
• La vida debería estar libre de esfuerzo.

La imposibilidad de cumplir con ese sistema de creencias hace que se produzcan


distorciones del tipo de:

• Yo no soy bastante.
• Soy incapaz de tener incidencia en el mundo.
• Los sentimientos son peligrosos.
• La imagen lo es todo.
• Yo debería satisfacer mis necesidades indirectamente.

Como resultado, la Lic. Perrone nos propone los siguientes rasgos que, según
ella, subyacen en la personalidad adictiva:

• Escasa tolerancia a la frustración.


• Dificultades para expresar los sentimientos.
• Adormecimiento emocional.
• Falta de fronteras.
• Sentimientos de soledad y pertenencia.
• Dificultad para ligar presente y futuro, proyectos utópicos.
• Avidez de poder y control
• Pseudo-identidad, vacío interior.

Si pensamos en algunos rasgos de la personalidad adictiva como las dificultades


para expresar sentimientos, el vacío interior, los sentimientos de soledad, la falta
de fronteras, la escasa tolerancia a la frustración, el perfeccionismo, el
extremismo, podríamos pensar que estamos caracterizando el estilo de vida
urbano actual. De la misma manera podemos pensar que la adicción a drogas es
sólo el emergente de la cultura consumista de la cual todos tomamos parte.

Por estos días existe en los medios de comunicación una intensa polémica sobre
la inseguridad y la violencia en la cual la drogadependencia es el blanco favorito
de periodistas y público. Algunos proponen mayores penas para los delincuentes.
Otros mayores recursos destinados a las fuerzas de seguridad. Otros un combate
más enérgico hacia el narcotráfico. Pero nadie parece hacer un intento serio para
abordar las causas profundas tanto del uso de drogas como de la violencia.

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