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Rector
Comité Editorial
Dora Cardad • Gloria Careaga • Mary Goldsmith • Graciela Hierro
Claudia Lucotti • Mercedes Pedrero • Greta Rivara • Martha Juditli Sánchez
María Luisa Tarrés • Margarita Velázquez
Gloria Careaga
Coordinadora del Comité Editorial
DR © 2003
Universidad Nacional Autónoma de México
Coordinación de Humanidades
Programa Universitario de Estudios de Género
Ciudad Universitaria, 04510 México. D.F.
ISBN 970-32-0712-X
Impreso y hecho en México
E n la a c tu a lid a d reconocem os a m p lia m e n te que m u c h a s cues
tiones sociales incluyen la n a tu rale za de la m a s c u lin id a d , y las
identidades y prácticas de los hom bres. P or ejem plo, m u c h a s
cuestiones relacionadas con la salu d (desde las lesiones en la in
d u stria hasta la prevención del s i d a ) incluyen el c o m p o rta m ie n
to q ue tienen los hom bres derivado del género. E n el m is m o caso
se e n c u e n tra n cuestiones de p o b la c ió n y fertilidad. C iertas ver
siones de la m a s c u lin id a d se re lacio nan p ro fu n d a m e n te con la
v io le ncia (ta n to la o rg anizad a, en el caso de los ejércitos, c o m o
la personal). Los hom bres son piezas clave para conseguir la paz.
T am bién hay cuestiones difíciles e im p o rtante s sobre la e duca
c ió n de los niños.
E n los ú ltim o s veinte a ños la investigación sobre la m a s c u li
n id a d y la c o n d u c ta dependiente del género de los ho m bre s ha
tenido u n gran auge. E l presente lib ro describe el crecim ie nto
de este tipo de conocim ientos. E ntre las conclusiones principales
pod em os m e n c io n a r que existen m ú ltip le s fo rm as de m a s c u li
n id a d . E n m u c h a s situaciones u n m o d e lo de m a s c u lin id a d d o
m in a , es el h e g e m ón ic o sobre otros. S in em bargo, esto n o hace
que los d e m ás se desvanezcan. Las m ascu lin id a d e s son colecti
vas, adem ás de in dividu ale s. A m e n u d o están d iv id id as y son
contradictorias; ade m ás, c a m b ia n con el transcurso del tiem po.
La investigación a este respecto es a hora u n fe n ó m e n o m u n
d ia l. E n L a tin o a m é ric a y en E s p a ñ a se h a n hecho im p o rtante s
c o n trib u c io n e s al respecto.
Este lib ro p ro p o rc io n a u n a h isto ria de las ideas que, en el O c
cidente m o d e rn o , se h a n desarrollado respecto al género de los
hom bres y las m ascu linidad es; construye u n m arc o conceptual
p ara c o m p re n d e r la investigación y las cuestiones prácticas al
respecto. Este m arco teórico se aplica a estudios de caso, desa
rrollados en m i propia investigación, que se ocupan de hom bres
involucrados en los cam bios que se d an en las relaciones depen
dientes del género — incluyen a hom bres de las clases p o p u la
res, de m ovim ientos sociales, gays y de clase m edia— . E l libro
discute la historia de las m asculinidades en el contexto de la his
toria m u n d ia l. F inaliza con u n análisis de la política dependien
te de la m asculinidad y de los debates sobre los m étodos para el
cam bio.
Soy australiano y m i experiencia se relaciona sobre todo con
el m u n d o de habla inglesa. S in em bargo, estoy convencido de
que esta experiencia tiene m uch o que ver con el m u n d o de habla
hispana, por ejem plo, con la historia del colonialism o, el desti
no de las sociedades indígenas, las luchas p o r la independencia
cultural, el poder de la globalización y el im pacto de los m o vi
m ientos de las m ujeres y de los gays.
Cada vez m ás, en u n m u n d o que se vincula por el im perialis
m o y la globalización, com partim os el destino de los dem ás. En
u n m u n d o com o éste es fu n d a m e n ta l in te rcam biar ideas y expe
riencias entre las fronteras del lenguaje y la cultura. M e encan
ta la idea de que esta traducción de M a s c u lin it ie s ayude a dicho
intercam bio. Adem ás, estoy feliz de que el libro aparezca gra
cias a los auspicios de la u n a m , en donde existe u n vigoroso e in
novador program a de investigación de género. He aprendido
m u ch o de colegas y activistas de México, Chile y otras partes del
m u n d o de habla hispana. Espero que el presente libro c o n trib u
ya a ú n m ás al intercam bio de ideas y que ayude a conseguir la
solución d em ocrática de los problem as dependientes del géne
ro — en los cuales los hom bres de todas las com unidades y to
dos los países deben participar activamente.
R. W. C onnell
S ydney, e n e ro de 2 0 0 2
D urante los ú ltim o s cinco años, la m asculinidad se volvió u n te
m a m uy p o p u lar en el m u n d o capitalista desarrollado, especial
m ente en Estados Unidos. Q uienes desde hacía m u c h o tiem po
trabajábam os ya en el tem a presenciamos, con ciertá sorpresa,
cóm o los libros sobre m asculinidad alcanzaban los prim eros lu
gares de las listas de b e s ts e lle rs , cóm o los program as de la televi
sión se ocupaban del tema y cóm o se m ultiplicaban conferencias,
“reuniones’' de hom bres, artículos en revistas y periódicos.
Las d em and as que h a n capturado la atención de los m edios
tam bién han causado consternación. E n su m ayoría, los libros
m ás populares sobre los hom bres se encuentran llenos de cier
tas ideas que ignoran o distorsionan los resultados de la investi
gación que, cada vez m ás, se realiza sobre el tema. La explosión
de p ub licid ad volvió a d a r im portancia a ideas obsoletas sobre
la diferencia n atural y la verdadera m asculinidad . Tam bién se
ocu p ó de u n a cam p a ña neoconservadora que pretendía echar
para atrás los lim itado s avances que durante las ú ltim a s dos d é
cadas se habían tenido en la lucha contra la discrim inación hacia
las m ujeres y los hom bres gays.
En los últim o s diez años, la investigación de las ciencias socia
les sobre la m asculinidad ha tenido u n crecim iento im presio
nante; sus conclusiones son m uy distintas a las de la psicología
popular, tan bien vendida. Aunque hago investigación, me niego
a escribir otro libro ‘sobre hom bres" — género que en sí m ism o
supone que existe u n a u n id a d en las vidas de los hom bres— . S in
em bargo, el conflicto que vivim os ahora exige u n a valoración
nueva de la investigación y la teoría sobre la m asculinidad; ade
m ás, tam bién exige nuevos intentos por conectar al conocim ien
to con las estrategias para el cam bio.
Este lib ro tiene tres partes. E n la p rim e ra se e x am in an algunas
form as de e n te nd er la m a s c u lin id a d . Se presentan los p rin c ip a
les intentos q ue se h icieron en este siglo para crear u n a ciencia
de la m a s c u lin id a d , a través de la in ve stig ación p sic o an alítica y
social. Se considera el c o n o c im ie n to de la m a s c u lin id a d que
su rg ió de los m o v im ie n to s políticos y si la m a s c u lin id a d es o no
u n objeto de c o n o c im ie n to coherente. Se e x am in a el gran obs
tácu lo que tiene la ciencia social v in c u la d a al género, el lug ar del
cuerpo en la vida h u m a n a . F in a lm e n te , esta p rim e ra p a ite c o n
fo rm a u n breve, pero sistem ático, m a rc o teórico p a ra el análisis
de las m asculinidades, el cual requiere de u n a a n a t o m ía del orden
e structurad o co n base en el género en las sociedades o c cid e n ta
les co n tem po ráne as.
M is ideas respecto a la m a s c u lin id a d se d esarrollaron a p a rtir
del estudio de c a m p o que se presenta en la segunda paite de este
libro. Se trata de entrevistas, de historias de vida con cuatro gru
pos de h o m bre s, quienes en diferentes circunstancias se han e n
frentado a c a m b io s en sus relaciones e structuradas con base en
el género. E l proyecto in tenta re la c io n a r la v id a personal con la
estructura social, de m an e ra sistem ática, y creo que m uestra tan
to la c o m p le jid a d del c a m b io en la m a s c u lin id a d c o m o las m ú l
tiples p o s ib ilid a d e s de d ic h o c am b io .
E n la tercera parte se trabaja a u n a escala mayor. Se exam inan
la h isto ria g lo b a l de la m a s c u lin id a d d u ra n te los ú ltim o s siglos
y, después, las fo rm as específicas de la p o lítica de la m a s c u lin i
d a d en el "O ccidente" co n te m p o rán e o . E ntre otras cosas, reve
la el contexto p rác tic o al "m o v im ie n to de los h o m b re s" a ctual y
el interés de los m ed io s en la m a s c u lin id a d . F in a lm e n te , se c o n
sideran las im p lica c io n e s políticas del c o n o c im ie n to a ctu a l so
bre la m a s c u lin id a d , desde el p u n to de vista de la ju s tic ia social
en las relaciones de género.
M e fue bastante d ifíc il escribir el libro. Los tem as son explo
sivos y las p o sib ilid a d e s de ob te ner respuestas erróneas son
m uch as. A lg u n a vez escribí que tra b a ja r con estos tem as era co
m o cortarse el pelo con u n a p o d a d o ra m a l a justada. M e faltó
m e n c io n a r qu e tal p o d ad o ra ta m b ié n necesitaba aceite.
S in em bargo, se trata de cuestiones m u y im portantes. Para re
ferirm e a ellas tuve la ayud a de gente de a m b o s lados del m u n d o .
Los consejos y el a m o r de P a m B e n to n y K ylie B enton-C onnell
fueron vitales. N o rm R a d ic a n y Pip M a rtin trab a jaro n h acie n d o
las entrevistas del estudio que presento en la segunda parte. Les
agradezco m u c h o su ayud a, así c o m o a todos los hom bre s que
p a rtic ip a ro n en el proyecto. Tim C arrigan y Jo h n Lee fueron m is
asistentes de investigación en u n proyecto teórico sobre el género
que constituyó la base del capítulo 1; M ark Davis m e ay u d ó en u n
proyecto de entrevistas posterior que in flu e n c ió m i a n álisis de
clase y sexualidad. M arie O'Brien, Yvonne Roberts y Al ice M ellian
m e a y u d a ro n con la m ecanografía. L a m a y o r parte del financia-
m ie n to de este proyecto v in o del C o m ité de F in a n c ia m ie n to a la
Investigación de A ustralia, y el fin a n c ia m ie n to su p le m e n ta rio
de M acq uarie University, H arvard U niversity y U niversity o f C a
lifo rn ia at S an ta C ruz. E l trab a jo intelectual es siem pre u n p ro
ceso social y m u c h a gente c o n trib u y ó directa o in d ire ctam e nte
en el que presento a q u í. E n las notas in d ic o fuentes específicas,
pero quiero reconocer las ideas y la ayuda m ás generales de M ike
D o nald so n, G ary Dow sett, J im M esserschm idt, M ike Messner,
R osem ary Pringle, Lynne Segal, Barrie T horne y L in Walker. S on
parte de quienes c o n fo rm a n u n a nueva era en la investigación
sobre género. E spero que tanto su trabajo c o m o el m ío ayud en a
conseguir u n a nueva época en la prác tic a d erivada del género.
A lgunas partes de este lib ro aparecieron en los siguientes lu
gares: la sección sobre el co n o cim ie n to clínico, del cap ítu lo 1, en
"Psychoanalysis o n m a s c u lin ity ” ("E l psicoan álisis en la m a s c u
lin id a d "), en M ichael K a u fm a n y H arry B rod (eds.), T h e o r iz in g
M a s c u lin it y ( T e o r iz a r la m a s c u lin id a d ) , Sage P ublications, 1994;
parte del m aterial de las entrevistas del c a p ítu lo 2 de “I threw it
like a girl: som e d ifficulties w ith m ale b o dies” (“La echo c o m o
niña: algunas dificultades con los cuerpos m as cu lin o s”), en Che-
ryl L. Colé, Jo h n J. Loy Jr. y M ichael A. M essner (eds.), E x e r c iz in g
P o w e r : T he M a k in g a n d R e n ia k in g o f th e B o d y (E je r c e r e l p o d e r : la
State University o f New
f o r m a c ió n y c o n f o r m a c ió n d e l c u e r p o ) ,
York Press, 1994; el c a p ítu lo 4 apareció c o m o “Live fast a n d die
young: the con structio n o f m as cu lin ity a m o n g yo u ng working-
class m en o n the m a rg in o f the la b o u r m ark e t” ("Vive rá p id o
y m uere joven: la c o n stru c c ió n de la m a s c u lin id a d entre los j ó
venes de la clase obrera que se encu entran en los lím ite s del
m ercado la b o ral”), en A u s t r a lia n a n d N e w Z e a la n d J o u r n a l o f S o
c io lo g y , 1991, vol. 27, n ú m . 2; el c ap ítu lo 5 c o m o "A w hole new
worid: rem aking m asculinity in the context of the environm ental
m ovem ent" (“Un m u n d o com pletam ente nuevo: reconform ar la
m ascu lin id a d en el contexto del m o v im ie n to am bientalista"),
en G e n d e r a n d S o c ie ty , 1990, vol. 4, n ú m . 4; el capítulo 6 com o “A
very straight gay: m asculinity, hom osexual experience a n d the
dynam ics o f g e n de r' (“Un gay m u y norm al: m ascu lin id a d , ex
periencia hom osexual y la d in á m ic a de género"), en A m e r ic a n
S o c io lo g ic a lR e v ie w , 1992, vol. 57, n ú m . 6; partes del capítulo 8 en
“The big picture: m asculinities in recent w orid history" (“E l p a
n o ra m a com pleto: las m asculinidades en la historia m u n d ia l re
ciente"), en T h e o ry a n d S o c ie ty , 1993, vol. 22, n ú m . 5. Agradezco
a estas editoriales y revistas el perm iso que m e dieron para re
p ro d u c ir el m aterial.
B ob C onnell
S a n ta C ru z , ju n io de 199 4
P R IM E R A PARTE
E L C O N O C IM IE N T O Y SU S P R O B L E M A S
CAPÍTULO 1
LA C IE N C IA D E LA M ASCU LIN ID A D
C o n o c i m i e n t o s r iv a l e s
Las mujeres tampoco entienden que, para los hombres, el tener in
formación es una forma de jerarquía — las personas con más infor
mación tienen mayor jerarquía— ... Según Longmore, ésta es la razón
por la cual los hombres preguntan con menor frecuencia a alguien
desconocido cómo llegar a algún lugar. Hacerlo sería adm itir que
son. de alguna forma, inferiores.
* Quien está a cargo del hotel ha publicado una versión penosamente miti
ficada de estos intercambios, famosos en la localidad: Elliot, 1992.
5 El clásico estudio de la sociología del conocimiento se debe a Mannheim,
1985 [1929], Pata un ejemplo de estudio de campo en científicos, véase Charles-
worth, et al.. 1989. El libro de Foucault (1977) es un soberbio estudio histórico
sobre el contexto práctico del conocimiento.
género. Para c o m p re n d e r tanto las explicaciones c o tid ia n as co
m o las científicas de la m a s c u lin id a d no podem os m ante nerno s
en el nivel de las m eras ideas, sin o que debem os prestar aten
c ió n a sus bases prácticas.
Por ejem plo, el cuerpo de c o n o c im ie n to s con respecto al gé
nero derivado del se n tid o c o m ú n n o es, en n in g ú n sentido, fijo.
M ás bien es la ex plicación racional de las prácticas c am b ian te s
a través de las cuales el género se “hace" o se “co n fo rm a" en la
vida d ia ria — las prácticas que m uestra la elegante investigación
d erivada de la e tn o m eto d ología— .6 Los c onocim ie ntos desple
gados p o r S ig m u n d F reud y M a ry B eth L ongm ore con respecto
al género se co nectan estrecham ente con la práctica profesio
nal; esto es, con la práctica de la psicoterapia. E l c o n o c im ie n to
ofrecido p o r el c o n s tm c c io n is m o en las ciencias sociales tiene
u n a doble genealogía, ya que surge, por 1111 lado, de la política
opositora del fe m in is m o y la lib e ra c ió n gay y, por otro, de las
técnicas de la investig ación social académ ica.
Es p o r esto que, c u a n d o discuta los principales intentos de
c o n stru ir el cuerpo de conocim ie ntos sobre la m a s cu lin id a d ,
m e preguntaré sobre las prácticas que pe rm ite n que este tipo de*
conocim ientos em erjan. T am bién m e preguntaré c ó m o las p rác
ticas constituyen v lim ita n las form as que el c o n o c im ie n to a d
quiere.
Las diferentes form as de c o n o c im ie n to 110 se e ncu e ntran en
u n m is m o nivel. E n la m ay o ría de los contextos, las afirm acio-
nes científicas poseen u n a fuerza innegable. En al a rtíc u lo del
G le b e , u n pequeño a so m o de cierto carácter científico fue s u fi
ciente p ara establecer el derecho a cuestionar los c o n o c im ie n
tos generados p o r el sentido c o m ú n ; p o r el contrario, el sentido
c o m ú n no cuestio n ó a la ciencia. E n nuestro sistem a educativo
v en nuestros m edios la ciencia tiene u n a hegem onía definitiva.
D urante el siglo xx, el desarrollo de las ideas sobre la m ascu
lin id a d se constituye según estas ú ltim a s consideraciones. Todos
los discursos d o m in a n te s hacen a lg u n a a firm a c ió n respecto a
su p ro p ia c ie n tific id a d o a que u tiliz a n 'descubrim ientos’' cien
tíficos, a u n q u e la a firm a c ió n suene grotesca. Hasta R obert Blv,
en / r o n J o h n , u tiliz a el lenguaje científico para expresar su idea
re s p e c to a q u e u n a te r c e ra p a r le d e n u e s tr o c e re b ro es el d e u n
" g u e r r e r o ” y q u e e n e l d n a lle v a m o s d e f in id o s t a m b i é n lo s in s
tin to s d e c o m b a te .
S in em bargo, nuestra orientación hacia la ciencia nos hace
d a r vueltas en círculos. Se ha probado, con lu jo de detalles his
tóricos, que las m ism as ciencias naturales tienen características
que dependen del concepto de género. La ciencia y la tecnología
occidentales se encuentran culturalm e nte m asculinizadas. Y
n o estam os h a b la n d o sólo de que quienes hacen ciencia sean
hom bres — a u n q u e es u n hecho que la gran m ayoría de los que
se dedican a la ciencia y la tecnología lo son— . Las m etáforas
q ue g u ían la investigación científica, lo im personal de su dis
curso. las estructuras de poder y c o m u n ic a c ió n de la ciencia, la
reproducción de su c u ltu ra interna, todas ellas, surgen de la po
sición social de hom bres d om inan te s en u n m u n d o estructura
d o lo m a n d o c o m o base el género. El d o m in io de las ciencias en
las discusiones sobre m ascu lin id a d refleja entonces la posición
de la p rop ia m ascu lin id a d (o de m asculinidades específicas) en
las relaciones sociales de género.7
Entonces, si consideram os que se trata de u n a form a de cono
cim ie n to creada p o r el m ism o poder, que es su objeto de estudio,
¿qué podem os esperar de un a ciencia de la m ascu linidad ? C u a l
q u ie r conocim iento de este tipo tendrá los m ism os com prom isos
éticos que tendría u n a ciencia que estudiara la raza y que h u b ie
ra sido creada p o r im perialistas, o u n a ciencia del capitalism o
p ro d u c id a por capitalistas. De hecho, existen form as de d isc u r
so científico sobre la m ascu lin id a d que c ap itu la ro n ante los in
tereses dom inantes, de la m ism a m anera en que lo h an hecho el
racism o científico y la e conom ía neoconservadora.
N o obstante, la ciencia tam b ién tiene otros potenciales. Las
ciencias naturales tom aron fuerza a partir de la crítica: por ejem
plo, del rechazo de C o p é m ic o a la idea de que el sol giraba alre
dedor de la Tierra; del rechazo de D arw in a la idea de que la divina
providencia creaba individu alm en te a las especies. C ada gran
revolución científica puso e njuego u n a fuerte m ezcla de crítica,
7 Para información sobre el d n a guerrero, véase Bly, 1990, p. 150. Para infor
mación sobre la ahora extensa bibliografía sobre género y ciencia, véase Keller,
1985, y Harding, 1991; para información específica sobre masculinidad, véase
Easleá, 1983.
in fo rm a c ió n em p írica e im a g in a c ió n . Adem ás, en la investiga
c ión científica cotidiana, la prueba de hipótesis y la necesidad de
generalizar constantem ente conducen m ás allá de lo estableci
do y hacen que la ciencia sea algo m ás que el m ero reflejo de lo
que existe.8
¿Podem os d a r u n paso m ás y conectar este elem ento crítico
con la crítica social involucrada en el análisis de la m a s c u lin i
dad? ¿Podem os relacionar el im p u ls o hacia la generalización
científica con la idea de intereses general izables en la vida so
cial y, p o r lo tanto, con el concepto de ju stic ia ? Estas propues
tas se ven sujetas a todo el peso del escepticism o p o s m o d e m o
respecto a los "grandes relatos" y del escepticism o e conóm ico
y racionalista hacia la justicia.9 E n la parte final del lib ro volve
ré a o c u p a rm e de la crítica de la m a s cu lin id a d . Por lo pronto,
sólo quisiera a p u n ta r las am b igüed ade s políticas del c o n o c i
m ie n to científico. Las ciencias de la m ascu lin id a d pueden ser
liberadoras o d o m in ad o ra s, e in clu so pueden llegar a ser a m
bas cosas a la vez.
A lo largo del siglo xx h a n existido tres proyectos im p o rta n
tes para u n a ciencia de la m a s c u lin id a d . E l prim e ro se basó en
el c o n o cim ie n to c lín ic o a d q u irid o p o r terapeutas y sus concep
tos conductores se derivaron de la teoría de Freud. El segundo
se basó en la psicología social y se centró en la enorm em ente
p o p u la r idea del "rol o papel sexual’’. E l tercero incluye las nue
vas tendencias de la antropología, la h isto ria y la sociología. E n
este cap ítu lo exam inaré el carácter del c o no cim ie nto sobre la
m ascu lin id a d p ro d u c id o p o rc a d a u n o de estos proyectos; des
pués me ocuparé del c o no cim ie nto prod ucid o por los m o vi
m ientos de resistencia de la p o lítica sexual y de género. Las
diferencias entre estos proyectos nos hacen p re g u n ta m o s de
q u é se o cup a precisam ente el c o no cim ie nto de la m a s c u lin i
d ad. En la sección final del c a p ítu lo intentaré contestar estas
preguntas.
E l c o )tip le jo d e E d ip o
11 Freud, 1955 [1905], y 1955 [1917]. Quien esté interesado en el caso tam
bién puede leer un sorprendente documento: el recuento que hace el Hombre
I.obo sobre el mismo Freud: Pankejeff, 1971.
1 ’ Freud, 1961 [1930]. La Planche y Pontalis (1973, pp. 435-438) resumen la
teoría del superyó; para una aplicación a la masculinidad. véase Silverman.
1986.
patriarcal de la c u ltu ra , tra n sm itid a p o r generaciones a través
de la construcción de la m a s c u lin id a d . D esarrollar esta teoría
sig nificaría llevar hasta los lím ite s el a n álisis social que Freud y
sus seguidores ortodoxos hicieron, lím ites a los que se guram en
te n in g u n o de ellos h ub ie ra q u e rid o llegar. E l psicoanálisis ra d i
cal to m a ju s tam e n te esa d irección.
Así que Freud a b rió m ás puertas de las que se atrevió a cruzar.
S in em bargo, las que a b rió para el análisis de la m asculinidad son
m ás que suficientes porque le proporcionó u n m étodo de investi
gación: el “psicoanálisis” m ism o; u n concepto guía: el inconscien
te d in ám ic o ; u n p rim e r trazo del desarrollo de la m ascu linidad y
u n a señal de alerta respecto a la c o m p le jid a d y los lím ites nece
sarios de la idea. E l aspecto de la m a s c u lin id a d que m á s re m ar
có fue que ésta n u n c a existe en estado p uro : las diferentes capas
de e m o c ió n coexisten y se contradicen u n a a la otra; adem ás,
cada p e rso nalid ad es u n a estructura com pleja, llena de m atices,
y n o una u n id a d transparente. A pesar de que su lengua je teóri
co c a m b ió , F reud siem pre estuvo convencido tic la c o m p le jid a d
em pírica del género y de las form as en las cuales la fe m in id a d es
siem pre parte del carácter de u n hom bre. Este rasgo crítico v
p e rtu rb a d o r de su pensam iento sería desechado m ás adelante,
c u a n d o otros psicoanalistas m ás conservadores a b a n d o n a ro n la
teoría de la bisexualidad.
El potencial del trab a jo de Freud p a ra u n a cie ncia de la m as
c u lin id a d se h izo aparente desde el p rin cip io . Alfred Adler, cuya
teoría de la “protesta m a s c u lin a ” discutirem os m ás adelante, lo
re to m ó antes de la p rim e ra guerra m u n d ia l. D urante los años
veinte y treinta, psicoanalistas m ás ortodoxos se enfrascaron
en u n fuerte debate sobre la fe m in id a d , que m ás adelante d e ri
varía en u n debate m e n o r sobre la m a s c u lin id a d y se centraría
en los prim eros a ñ o s de la in fan c ia. Las prim eras investigacio
nes m uestran lo sorprendente q ue fue d escub rir evidencia c lí
n ica de u n a f e m in id a d preedípica en los n iño s, re sultand o de la
id e n tific a c ió n co n la m ad re y ta m b ié n caracterizada p o r celos
h a cia ella.
Karen H om ey, en un trabajo lla m a d o tajantem ente "The dread
o f w o m a n " ("E l m ie d o a la m u je r”, 1932), le d io u n giro fe m inis
ta al argum en to . Para H om ey, el m ie d o a la m adre se encuentra
m ás a fia n za d o y m ás re prim id o que el m ie do al padre castrante.
La vagina m is m a es el centro s im b ó lic o del proceso. Los senti
m ientos de inadecuación de los niños los llevan a retirar la energía
e m o c io n al de su m ad re y centrarse en sí m ism os y sus genitales
— con lo cual preparan el terreno para el m ie do a la castración— .
Ciertas reacciones posteriores entre hom bres se ven alim entadas
p o r estas em ociones. E n tre ellas, la tendencia a elegir m ujeres
que sean socialm ente inferiores a ellos c o m o objetos am orosos
y el h á b ito de d e b ilita r p a u la tin a m e n te el autorrespeto fe m e n i
no para m an te n e r "el siem pre precario autorrespeto del h o m
bre pro m ed io ' \14
E l trabajo de H o m e y representó el p u n to c u lm in a n te de la
crítica de la m a s c u lin id a d en el psicoanálisis clásico. A p a rtir de
él cristalizaro n dos p un to s im portantes: el grado en el cual la
m a s c u lin id a d a d u lta se consU uve a través de reacciones exage
radas co ntra la fe m in id a d y la relación entre la fo rm a c ió n de la
m a s c u lin id a d v la s u b o rd in a c ió n de las m ujeres. S in em bargo,
en térm in o s del psicoanálisis trad icional, esto sig n ific ó u n fin y
no u n p rin cip io .
E n tre 1930 y 1960, el psicoanálisis se d esplazó hacia la dere
ch a en la m ayoría de sus conceptos, y la teoría de género n o fue
la excepción. C u a n d o , en los años cincue nta, se p o p u la riza ro n
los escritos sobre los aspectos de género de psicoanalistas c o m o
T h e o d o r Reik, n in g u n o de ellos e n fatizó el carácter c o n trad ic
torio del género ni el choque entre el orden social v el deseo.
M ás bien, sus mensajes identificaban la salud m ental con la orto
doxia de género, especialmente la heterosexualidad convencional
y el m a trim o n io . E l c a m in o hacia la heterosexualidad ad ulta,
e n te n d id o p o r Freud c o m o u n a co nstrucción com ple ja y frágil,
se presentaba c o m o u n a ru ta na tu ral y n a d a p ro b le m átic a del
desarrollo. C u a lq u ie r otra cosa se declaraba u n signo de patolo
gía — especialm ente la h om ose x ualidad — . Se le consideraba in
herentem ente patológica, el p rod ucto de Velaciones anorm ales
entre los progenitores y los infantes”, c o m o a n u n c ió en 1962 un
eq uip o de psicoanalistas de Nueva York, dirigidos p o r Irving Bie-
ber. C on ello, la practica del psicoanálisis se convirtió en u n a téc
A r q u e tip o e id e n t id a d
17 Jung. 1953 [1928). p. 187. Los temas presentados aquí aparecieron sin
muchos cambios básicos en varios libros y ensayos; por ejemplo. Jung, 1982.
Para información sobre el rompimiento entre Jung y Freud. véase Wehr. 1987.
«* Jung, 1953, pp. 199-208.
C u a n d o n o existe u n a d isc ip lin a que estudie casos clínicos es
m u y fácil toparse con “arquetipos”. Los últim o s libros de Ju n g los
e n co n trab an en las artes esotéricas o las religiones del m u n d o ;
sus seguidores exploraron in clu so los sistem as m itológicos. El
resultado son textos m u y confusos, c o m o el de M arshall Bethal,
“T he m y th ic m a le ” (“E l hom bre m ític o ”), en donde, a través de
m ito s griegos y ro m an o s sacados de contexto, se hace u n a cace
ría errática en busca de dioses ho m b re s que p e rso n ifiq u e n 'for
m as de conciencia m a s cu lin a ” m odernas. E l libro ¡ r o n J o h n es u n
trabajo ju n g ia n o que comete los m ism o s errores; la diferencia es
que R obert B ly encuentra sus arque tipos en u n cuento p o p u la r
re tom ado p o r los herm anos G rim m , en ve/, de buscarlo en las
páginas de O vid io , que es u n p o c o m ás convencional. Bly ta m
b ié n ignora los orígenes culturales del cuento v m ezcla sus in
terpretaciones con nociones de la "energía de Zeus” y con otros
extravagantes préstam os de tradiciones orales.19
La form a en que J u n g trata la p o la rid a d m ascu lin o /fe m e n i
no, com o u n a estructura universal de la p s iq u e , tam bién conduce
a u n atolladero, ya que supone que no es posible n in g ú n c a m b io
h istórico en su c o n stitu c ión ; lo ú n ic o que podría c a m b ia r es el
e q u ilib rio entre a m b o s polos.
La consecuencia es que, en los escritos ju n g ia n o s m odernos,
se interpreta el fe m in is m o com o u n a re afirm ación del arque tipo
fe m e n ino y no c o m o u n a resistencia de las m ujeres a la opresión.
E n el pasado, n o fueron los hom bres los que d o m in a ro n a las m u
jeres, sin o que lo m a s c u lin o d o m in ó a lo fe m e nino. Es claro e n
tonces el porqué la teoría de J u n g se volvió central en el retroceso
actual entre quienes antes eran hom bres progresistas.20 L a expli
cación tiene que ver con el hecho de que esta fo rm a de entender
el p ro b le m a conduce in m e d ia ta m e n te a la idea de que el fe m i
n ism o m oderno in clina la b alanza hacia el otro lado y su prim e lo
m asculino. La influyente crítica de Bly, que supone que los "h o m
bres débiles” se h an h u n d id o en el fe m in is m o y, p o r lo tanto, h an
p e rd id o lo “m a s c u lin o p ro fu n d o ”, se basa precisam ente en la
fó rm u la ju n g ia n a del e q u ilib rio arquetípico.
19 Bethal, 1985, Bly. 1990, y muchos más. tantos que no puedo mencionar
los a todos.
20 Por ejemplo. Kaufman y Timmers. 1983, y K. Thompson. 1991.
E l fu n d a m e n to de este a rg u m e n to en la h istoria de los p rim e
ros año s del psicoanálisis se h a id o p e rd ie n d o d e b id o a que los
textos originales de J u n g ya 110 se estudian. Es b u e n o recordar lo
que se ha perdido: J u n g basó su análisis de género en u n a o p o
sic ió n abstracta entre la m a s c u lin id a d y la fe m in in id a d , opo si
c ió n que Freud dejó atrás p a u la tin a m e n te . Las form ulaciones
de J u n g perdieron la m a y o r parte de la c o m p le jid a d que poseían
en el m a p a que Freud trazó del desarrollo psicosexual. Al buscar
el d e te rm inante p rin c ip a l de género en el inconsciente racial,
supuesto d epo sitario de los arquetipos, J u n g d io la espalda al
c a m in o h acia u n p sico an álisis sustentado socialm ente, v al que
después a p u n ta r ía n A dler y Horney.
E n ciertas psicologías recientes, y populares, de la m a s c u lin i
dad, la p rincipal alternativa a la idea de los arquetipos de género
es el concepto de 'id e n tid a d de género", que surge del trabajo de
E rik E rikson, q u ie n es tal vez el .psicoanalista m ás influyente
de la generación posterior a la de Freud y Jung. E n C liild h o o d a n d
S o c ie ty ( I n f a n c ia y s o c ie d a d ) , E rikson sostiene que las conse
cuencias cruciales del desarrollo e m ocion al en el siglo xx se re
lacion an con el establecim iento de la identidad del yo. E l térm in o
"id e n tid a d ” se c o n v irtió en u n eslogan, y el m o d e lo que su p o n ía
etapas en la fo rm a c ió n de la m is m a se volvió m u y po pu lar.21
La a p lic a c ió n m ás im p o rta n te de los conceptos de id e n tid a d
al género se deben al p siq u ia tra estadounidense R obe rt Stoller,
q uien centró su trabajo en lo que sería u n extraordinario desarro-
11o de la p rá c tic a de género, la invención del concepto de "tran-
sexual''. La in ve nción de técnicas q u irú rg ic a s para “reasignar
género' creó la necesidad de valo rar q u ie n d e b ía ser operado, lo
cual derivó en la in ve stig ación de los reclam os de pertenecer a
u n género.
Stoller co ndu jo estudios clínicos en hom bres adultos que que
ría n ser m ujeres y en n iñ o s que parecían encam inarse h acia la
fe m in id a d — r u m b o al cual lla m ó “transexualism o de la in fa n
cia m a s c u lin a , u n desorden b ie n d e fin id o y potencial m ente m a
ligno de la personalidad"— . S u investigación no lo condu jo hasta
el p u n to de vista clásico fre u d ia n o del género c o m o u n a estruc
tura contradictoria. P or lo contrario, Stoller consideró que ha-
bía descubierto u n a "id e n tid a d de género n u c le ar” u n ita r ia que
se fo rm a b a en los p rim e ro s años de vida. L a id e n tid a d de géne
ro se establece p o r la in te ra cc ió n e m o c io n al entre los p ro g e n i
tores y los descendientes S toller tenía o p in io n e s m u y duras
sobre las m ad res— y llega a s e r ía n poderosa que supera los he
chos físicos corporales. E l transexualism o en los ho m b re s q ue
da entonces d e fin id o n o com o el deseo de ser u n a m ujer, sino
co m o la creencia en que u n o ya lo es. E n los casos norm ales, cla
ro está, u n n iñ o adquiere la identidad de género m ascu lina y todo
funciona bien. La teoría de la id e n tid a d de género circuló a m p lia
m ente c o m o u n a explicación del desarrollo del género e in flu e n
c ió m u ch o s escritos psicoanalíticos recientes sobre el desarrollo
in fa n til v sobre la h o m ose x ualidad, a d e m ás de discusiones a n
tropológicas de la m a s c u lin id a d .22
A pesar de que se basa en las sensacionales contradicciones
de vidas transexuales, se trata de u n a teoría n o rm a l i /.adora. Lo
caliza la id e n tific a c ió n con las m ujeres en u n g ru p o específico
que se desvía de lo n o rm a l v n o en el inconsciente de todos los
hom bres. (N o debe sorprender, entonces, que los h o m b re s que
quieren someterse a u n a c irug ía que les reasigne el sexo in te n
ten ajustarse — c o m o la socióloga A nne B o lin h a d e m o stra d o —
a lo que los doctores o doctoras piensan que es la c o n d u c ta y la
fo rm a de vestirse fem eninas). R obert May, en lo que es u n a c rí
tica m ordaz, considera que en realidad n i siquiera se trata de u n a
teoría p sico an alítica. S e g ú n May, la a p ro x im a c ió n de S to lle r es
u n a psicología del yo m eliorativa y que su "id e n tid a d de género
n u c le ar” p e rd ió los conceptos esenciales psicoanalíticos que se
re lacionan con el conflicto, la fantasía v el inconsciente. Es di-
fícil co ntrad ecir a May. Si J u n g re dujo las contradicciones de
género a u n a d ic o to m ía universal en la psique, la teoría de la
id e n tid a d de género fue m u c h o m á s a llá y e lim in ó p o r c o m p le
to la c o n tra d ic c ió n .23
E l p s ic o a n á lis is r a d ic a l
2A Adler, 1956, p. 55; 1992 [ 1927]; 1928. Mi reciente resurgí miento del interés
en el psicoanálisis pocas veces considera ;i Adler. Véase Ellenbergei; ! 970, para
un recuento de su historia. La narración más detallada de sus relaciones con
Kreud aparecen on Slepansky, 1983; la información que presenté aquí sobre su
separación de Freud se deriva de su libro. Sin embargo, Stepanskv considera
que las observaciones de Adler sobre el género no son análisis "sociales” ni "po
líticos" y que los numerosos escritos de Adler sobre temas sociales son meros
'pretextos” para introducir ideas psicológicas. El que Slepansky niegue com
pletamente el tv'ininismo del entorno de Adler traiciona la amplitud de .su pun
ió de vista.
garantías de la neurosis (y tenía razón ). Al considerar que ya n o
necesitaba el apoyo de Adler ni de sus seguidores, Freud los o b li
gó a dejar el m o v im ie n to p sicoanalítico.
La ru p tu ra fue d a ñ in a para a m b o s lados: A dler p e rd ió el con
tacto con la m arav illosa in tu ic ió n de Freud sobre los laberintos
de la vida m e n ta l y n u n c a volvió a teorizar al respecto. Desde el
p u n to de vista ortodoxo, el psicoanálisis se c o n v irtió en u n a sis
te m a cada vez m ás cerrado, que se resistía a tratar los tem as del
p o d e r social ap untad o s p o r Adler. S in em bargo, otros m o v im ie n
tos intelectuales sí los consideraron; p o r ejem plo, el psicoanálisis
m arxista, el existencialism o y el psicoan álisis fem inista.
Los num erosos intentos de relacionar el m arx ism o con el psi
coan álisis se d ie ro n en to m o al tem a de la m a s c u lin id a d , pero
n o lo trataron directam ente. W ilh e lm R eich, q u ie n es tal vez el
p e n sa d o r m ás o rig in a l de la izq u ie rd a fre u d ia n a del pe riod o en
tre las dos grandes guerras, desarrolló u n m étodo de "análisis del
carácter” que d esplazó la ate nción desde el sín to m a in d iv id u a l
hasta el estilo de la personalidad com pleta. Al in te n tar sintetizar
el análisis e co nóm ico m arxista y la ciencia sexual freudiana con
sig u ió u n b rillan te análisis de la ideología. Así, subrayó que la
"fa m ilia a u to rita ria " era el lu g ar en d onde se re pro du cían la so
ciedad de clases y el patriarcado. S u lib ro T he M a s s P s y c h o lo g y
o f F a s c is m (L a p s ic o lo g ía d e m a s a s d e l f a s c is m o ) , p u b lic a d o tres
años después d e E l m a le s t a r e n la c u lt u r a , de Freud, lo sobrepasa
p o r la sofisticación de su ciencia social. E l concepto de R e ic h de
la con de n sación de m ayores estructuras de a u to rid a d en la psi-
c o d in á m ic a de la fa m ilia le p ro p o rc io n ó la d im e n s ió n exacta de
realism o social que la especulación fre udiana y ju n g ia n a sobre
la m a s c u lin id a d n o tuvieron.25
N o obstante, el trab ajo de R eich n u n c a consideró al fe m in is
m o que ilu m in ó a Adler. E n consecuencia, no incluyó a la m ascu
lin id a d c o m o u n p ro b le m a en sí. Lo m is m o podría decirse de
quienes integraron la Escuela de F ra n k fu rt d urante las sig u ie n
tes dos décadas — que ade m ás to m a ro n los conceptos de R eich
respecto al a nálisis del carácter, la p re o cu p ación p o r el a u to ri
ta rism o y el proyecto de reconciliar a M arx con Freud— . E n los
escritos de M ax H orkheim er, E ric F ro m m y T heodor A dorno, el
"au to ritarism o ” em ergió gradualm ente c o m o u n tipo de carácter
distin tiv o — es decir, y desde u n p u n to de vista fe m inista, c o m o
u n tip o de m a s c u lin id a d .
Los 1rabajos de psicología m ás fam osos de la Escuela de Frank-
íurt, E l m ie d o a la lib e r t a d (1942), de F ro m m . y el colectivo L a
p e r s o n a lid a d a u t o r it a r ia (1950), son en realidad catálogos de
m asculinidad es y de las condiciones que las p rod ucen. F ro m m
su girió u n a a m p lia sucesión h istó ric a de los tipos de carácter,
que se extendía a lo largo de varios siglos. L a p e r s o n a lid a d a u t o
r it a r ia p a rtic u la riz ó a ú n m ás su enfoque e in clu y ó dos estudios
de caso fam osos, “M ac k ” y "L arry”, que son los p rim e ro s estu
dios clínicos d etallad o s que v in c u la n las m a s cu lin id a d e s con el
contexto e c o n ó m ic o y c u ltu ra l en el cual se d an. L a m a s c u lin i
d ad de carácter "a u to ritario " se relaciona especialm ente con el
m a n te n im ie n to del patriarcad o , y se caracteriza p o r o d ia r a los
hom osexuales y despreciar a las m u jeres; adem ás, generalm en
te se a sim ila a la a u to rid a d proveniente de arrib a y agrede a q u ie
nes tienen m enos poder. Se d e te rm in ó que estas características
se o rig in a b a n en fa m ilia s rígidas, d o n d e d o m in a b a el padre, ha
bía represión sexual y u n a m o ral conservadora. La m a s c u lin i
dad de carácter “d e m o crático " n o está tan b ie n delineada, pero
incluye m u c h o m a y o r tolerancia, a d e m ás de que se o rig in a en
relaciones fa m ilia re s m á s flexibles y afectuosas.26
E l libro presentaba evidencia e m p íric a de la diversidad del
carácter psicosexual en u n m ism o , y a m p lio , contexto social. La
antro p o lo g ía, in flu e n c ia d a p o r el psicoanálisis, especialm ente
en los estudios del gran etnógrafo B ro n isla w M alinovvski, ya h a
bía m o strad o la d iversidad de las fo rm as en las cuales las c u ltu
ras m a n e ja b a n la sexualidad y fo rm a b a n el c a r á c t e r .21 Así q u e d ó
claro que la teoría fre u d ia n a del c o m p le jo de E d ip o no p ro p o r
c io n a b a u n a n á lis is general de la m a s c u lin id a d . Se trataba, m ás
bien, del m a p a de u n posible p a tró n específico, al cual h a b ía que
consideraren relación con todos los dem ás. Esta conclusión tuvo
serias im p lica c io n e s p a ra la teoría de la m a s c u lin id a d , m ism a s
que exploraré en los c ap ítu lo s siguientes.
El r o l m a s c u l in o
39 Schools Comission, 1975. Uno de los modelos de reforma del rol sexual
más populares el de la “androginia”: véase Bem, 1974; Lcnney. 1979.
Ñola a la traducción: grupos de conciencia o pequeños grupos (coitscious-
uess raisirtg groups).
ofrecen consejos. S u tendencia puede resumirse en los siguientes
títulos: "The inexpressive male: a tragedy o f A m erican society"
("E l ho m bre inexpresivo: u n a tragedia de la sociedad estado
u n id e n s e ') y "W a m in g : the m ale sex role m a y be dangerous to
y o u r he alth " ("Peligro: el rol sexual m a s c u lin o puede resultar
d a ñ in o para la salu d"). Los "estudios sobre los hom bres" se la n
zaron para a c o m p a ñ a r el proyecto fe m inista de "estudios sobre
las m ujeres”.40
E l rol sexual m as c u lin o descrito p o r esta bibliografía es bas
tante convencional, lo cual no debe sorprend e m os porque en
ese m o m e n to se hacía poca investigación nueva. Es m ás, la b i
bliografía sobre el rol sexual m ascu lin o m ezcló elem entos co
m unes, com o la crítica fem inista de los hom bres, las im ágenes de
m a s c u lin id a d que aparecían en los m edios de c o m u n ic a c ió n ,
las pruebas de aptitudes, los descubrim ientos sobre las diferen
cias sexuales, ciertas anécdotas autobiográficas referentes al de
porte y, a todo esto, lo lla m ó "rol".
Casi no se in te n tó investigar los efectos de las expectativas y
las norm as en la vida social. S im plem ente se a sum ía que existían
y que eran eficaces. A hora bien, sí h u b o ciertos intentos de tra
z a r u n proceso de c am b io . El psicólogo estadounidense Joseph
Pleck, u n o de los escritores m ás prolíficos en el cam po, contras
tó el rol sexual "trad icio nal" con u n o al que lla m ó "m oderno". La
m ay o r parte de la b ib lio g rafía de los años setenta im p u ls ó a los
hom bres hacia la versión m oderna, u tiliza n d o terapia, pequeños
g rup os de conciencia, d isc u sió n política, c o m p a rtie n d o roles en
el m a trim o n io y con autoavuda.
Estas discusiones c o m e nzaro n con el m o v im ie n to de libera
c ió n de las m ujeres y, d urante u n tiem po, fueron m u y cercanas
al fe m inism o . A lgunos de los argum entos tenían posiciones m u y
claras respecto a la d im ensión del poder en el género, com o el en
sayo "M e n s p o w e r w ith w om en, other m en. a n d society: a m e n s
m ovem ent analysis" ("E l poder que tienen los hom bres con las
m ujeres, otros hom bres y la sociedad: u n análisis del m o v im ie n
to de los hom bres"), de Pleck (1977), y la brillante anto logía F o r
40 Pleck y Sawycr, 1974; Farrell, 1974. y Nichols, 1975, fueron los primeros
teóricos en ocuparse de la liberación masculina. En el capítulo 9 discutiremos
cómo Farrell se convirtió en un escritor localizado más a la derecha. Los artícu
los mencionados son los de Balswick y Peek. 1971, y Harrison, 1978.
de Jon
M e n A g a in s t S e x is n t ( P a r a h o m b r e s e n c o n tr a d e l s e x is m o ) ,
Snodgrass. Estos textos relacionaron la su bord in ación de las m u
jeres con las jerarquías de poder entre los hom bres, especialm en
te la opresión h acia los hom bres negros y los hom bres gays. S in
em bargo, en otras paites de la tipología del rol m a s c u lin o exis
tía la a m b iv alencia respecto a las m ujeres y se deseaba a ca lla r el
c o m p ro m iso con el fe m inism o. A lgunas investigaciones ig u a la
ron la opresión de los hom bres con la opresión de las m ujeres y
negaron que existiera a lg u n a “je ra rq u ía de opresiones*'.41
Esta a m b iv a le n c ia era inherente al m arc o del "rol sexual”, ya
que las presuposiciones lógicas de su análisis suponen que los dos
roles son recíprocos v que se d efinen p o r expectativas v norm as;
específicam ente, los m ies sexuales lo hacen p o r expectativas re
lacionadas con el orden biológico. C o m o puede verse, en ningún
m o m e nto se incluye u n a nálisis del poder. Por lo contrario, la
tendencia básica en la teoría de los roles sexuales es entender
las posiciones de los hom bres y las m ujeres c o m o c o m p le m e n
tarias— c o m o queda im p líc ito en la teoría de la o rie n ta c ió n ins
trum ental (m a sc u lin a ) y expresiva (fem enina) de Parsons.
C uan do la opresión aparece en u n sistem a de roles, lo hace
com o u n a presión lim ita n te del rol sobre el yo. Esto puede darse
tanto en el rol m a s c u lin o c o m o en el fem enino. E l tem a o c u p ó
un lugar central en los libros sobre hom bres que se p ub licaron en
los años setenta. E n ellos se ofrecían m uch as anécdotas sobre el
poder que ejercían en la ju v e n tu d m u n d ia l los com entaristas
deportivos, los padres incapaces de expresarse y los escandalo
sos grupos de am igos.
C u a n d o Pleck p u b lic ó en 1981 u n a extensa revisión de la b i
bliografía sobre el rol m ascu lin o , lla m a d a T he M y th o f M a s c n li-
n ity ( E l m it o ele la m a s c u lin id a d ), la relación entre el rol y el yo
era fu n d a m e n ta l. Se o puso al p a ra d ig m a de la “id e ntidad del rol
sexual m ascu lino " (té rm in o con el cual d e n o m in ó a la teoría
lu n cio nalista del rol sexual), sobre lo d o porque su p o n ía la c o n
cordancia entre la n o rm a y la personalidad — la idea de que ade-
i liarse a las n o rm a s del rol sexual a y u d a al ajuste psicológico.
" Pleck, 1976. 1977; Snodgrass. 1977. Para los comienzos de la oposición al
Unimismo. véase el argumento del Berkeley Mens Center. publicado en 1973,
<•11 Pleck y Sawycr. 1974. p. 174, y Goldberg. 1976.
S u crítica fue m u y eficaz. Pleck d em ostró c ó m o el discurso
fun cio n alista del rol sexual d a p o r sentadas m u c h a s cosas y que
existen pocos sustentos em píricos para dichas ideas. Lo m ás in
teresante del caso es que Pleck elabora u n argum ento casi foucal-
tia n o al pensar que el auge de la teoría n o rm a tiv a de los roles
sexuales era u n a form a política de género. Los cam bios h is tó ri
cos en las relaciones de género necesitaban u n desplazam iento
de la form a en la cual se ejercía el c ontrol social sobre los h o m
bres; el c a m b io d ebía darse de controles externos a internos.
H is t o r ia s
Para una investigación general, véase Rotundo, 1993; para estudios loca
les, Carnes y Grifen* 1990, Ropery Tosh, 1991 y>especialmente, Heward, 1988.
Grossberg, 1990.
** Seccombe, 1936, b'ste argumento sobre el carácter político del malario fa
miliar se sustenta por estudios regionales detallados debidos a Meiealle, J 983,
sobne quienes trabajaban en las minas australianas» y Rose, 1992, sobre quienes
ira ¡rajaban en los tejidos británicos.
A p a rtir de estudios c o m o los anteriores queda claro que las
»k’l ¡iliciones de m ascu lin id a d se e n c u e n ü a n íntim am e nte ligadas
. i la h isto ria de las instituciones y de las es Une tu ras económ icas.
I ;» m ascu lin id a d no es sólo u n a idea de alguien n i u n a id e ntidad
I n r s o n a l. Se extiende a lo largo de todo el m u n d o y se m ezcla con
i elaciones sociales. Para c o m p re n d e r de m anera histórica la
m ascu lin id a d es necesario e stu d ia r los cam bios en dichas rela-
» iones sociales organizadas. Para hacerlo, c o m o lo m uestra el
lib ro m ás reciente de M ic h a e l G ild in g , T he M a k in g a n d B r e a k in g
• >1 th e A u s tr a lia )} F a m ily { C ó m o s e h iz o y s e d e s h iz o la f a m i l i a a n s -
f m l ia n a ) , necesitam os descom poner u n a u n id a d c o m o la de ja
'fam ilia" en sus diferentes relaciones— c ria n za in fantil, em pleo,
i i laciones sexuales y d iv isió n del traba jo— . Estos elem entos
p ud ie ran c a m b ia r a ritm os variables y generar tensiones en la
m ascu lin id a d y fe m in id a d .47
El estudio h istó ric o m ás notable hasta ahora sobre masculi-
n id a d se centró en las relaciones sociales a la m ayor escala p o
sible, la expansión global del poder europeo. Nos referim os a la
investigación que realizó Jock P h illips sobre la c o lo n ia en N ue
va Zelanda, en el siglo xx.48
Phillips c o m ie n za su estudio con la dem ografía y econo m ía
• le los asentam ientos que ocasionaron que la población blanca de
• • tlonos estuviera c o n stitu id a p o r u ñ a gran m ayoría de hom bres
\que se fo rm aran nich os en la frontera integrados ú n ic a m e n te
I m>i hom bres. E l resultado fue la fo rm a c ió n de u n a su b c u ltu ra
m asculina tu rb u le n ta que o casio n ó p rob lem as de o rd en social
m uy serios. E l E stad o co lo nial in te n tó establecer su control al
I *i <m iover asentam ientos agrícolas basados en las granjas fa m i
liares. Con ello se intentaba lim ita r la m ascu lin id a d al m a trim o
n i o v a u n m ay o r orden.
( o n el c a m b io de siglo, proporciones m ás e quilib rad as entre
l*»s sexos, u n a creciente u rb a n iz a c ió n y la conquista casi total
•le la población m ao rí, las exigencias del control social cambia-
m i i: el Estado c a m b ió su estrategia y c o m e n zó a e stim u la r u n a
m .iseulinidad violenta. Prim ero para la guerra de los Boérs v des-
l mes para las dos guerras m undiales, los hom bres neocelandeses
• Cíilding, 1991.
" Phillips. 1980, 1984. 1987.
se m o v iliz a ro n p ara ingresar a las fuerzas a rm a d a s del im p e rio
b ritá n ic o . P h illips m uestra en fascinantes estudios de caso, to
m a n d o c o m o referencia los rituales p ú b lic o s asociados con las
despedidas y bienvenidas, c ó m o quienes se encargaban de la p o
lític a y la prensa fabricaro n u n a d escripción p ú b lic a de la v iri
lid a d neocelandesa. La descripción re lacio nab a el e t h o s de los
colonos y granjeros c o n nociones racistas de so lid arid a d im p e
rial. Los hom bres m aories eran, al m is m o tiem po, m ovilizad os
e n batallones que o rig in a ro n u n m ito guerrero distinto.
E l deporte o rg a n izad o , especialm ente el rugby, se c o n v irtió
e n el in s tru m e n to que se u tiliz ó p ara re lacionar las c o n tra d ic
ciones de la violencia m a s cu lin a y el control social. E l p rim e r
m in is tro del país se re u n ió , en m e d io de u n e ntu siasm o m asivo
to talm ente orquestado, con el e q u ip o n a cio n a l c u a n d o regresó
del viaje que h izo en 1905 a E u ro p a . E n ese entonces, el deporte
p o r equipo s en el m u n d o de habla inglesa se desarrollaba c o m o
u n á m b ito estrecham ente ligad o a convenciones. La e je m p lar
c o n d ic ió n del deporte c o m o p ru e b a de m a s c u lin id a d , que ahora
d a m o s p o r sentada, n o es, en n in g ú n sentido, n a tu ral. Se p r o d u
jo h istóricam ente , y pod em os ver en este caso que es u n p ro d u c
to deliberado de cierta estrategia política.
A pesar de que los detalles de esta historia son particulares de
N ueva Zelanda, la a p ro x im a ció n tiene im plicaciones m u c h o m ás
a m p lia s . P h illip s m uestra c ó m o se p ro d u jo u n a m a s c u lin id a d
e jem p lar co m o fo rm a cultural. (H asta cierto pun to , podem os de
c ir que fue u n a co n stru c c ió n que envió a los hom bres a la m u e r
te). Se fo rm ó de la in te ra cc ió n entre las cam bian te s relaciones
sociales de la p o b la c ió n de colonos, el E stado local, el sistem a
im p e ria l b ritá n ic o y la rivalid ad m u n d ia l entre las potencias im
perialistas.
E l m o d e lo de género n o fue u n resultado m e c án ic o de d ichas
fuerzas; se a lim e n ta b a de la respuesta estratégica a u n a situ a
c ió n dad a. Y n o fue el ú n ic o m o d e lo que p o d ía haber su rg id o de
tal situ a ción . El trab a jo o el p a c ifis m o p u d ie ro n haberse forta
lecido; el ru g b y p u d o haberse descartado; las relaciones entre la
p o b la c ió n b lan ca y la m a o r í p u d ie ro n h a b e r sido distintas. La
p ro d u c c ió n de u n e je m p lo p a rtic u la r de m a s c u lin id a d re q u irió
de cierto esfuerzo p o lític o y sig n ific ó la derrota de alternativas
históricas.
P o r lo tanto, la investigación h istóric a de la m a s c u lin id a d
conduce, a través de las instituciones, al c u e s tio n a m ie n to sobre
la a g e n c ia * y la lu c h a social. La a n tro p o lo g ía conduce a u n a ló
gica m u y sim ilar.
L a e t n o g r a f ía d e l o tr o
49 Mead, 1963 [1935]. Su teoría posterior sobre el género se volvió más con
servadora: Mead, 1950.
% Herzfeld, 1985; para un ejemplo de la discusión sobre el machismo, véa
se Bolton, 1979.
c ió n a otra entre los hom bres para asegurar que la sociedad so
breviva. Un co m ple jo sistem a de historias y rituales (que in c lu
ye el m e d io am b ie n te natural, el orden social de Z a m b ia y las
flautas sagradas que producen la m ús ic a característica del c u l
to a los hom bres) sostiene dichas creencias.
Fue el com po nente sexual el que d io al trabajo etnográfico de
Herdt un carácter escandaloso. Presentó la im agen de u n a m ascu
linid ad violenta y agresiva que, aparentem ente, era com o la m as
c u lin id a d c o m ú n exagerada de nuestra propia c ultura, pero que
se basaba en relaciones hom osexuales — que en nuestra c u ltu
ra, se piensa, producen afem inam ie nto— . Adem ás, esta etnogra
fía contradice la fuerte suposición cultural (a m e n u d o expresada
por la ciencia y la política) de que la h o m osexualid a d sólo se
presenta en u n a pequeña m in o ría . E n Z am b ia , casi todos los
hom bres son hom osexuales en cierta etapa de su vida. Herdt de
n o m in ó este p atrón co m o “hom osexualidad hecha ritu a l” y rea
lizó investigaciones de prácticas sim ilares en otras sociedades
m elanesias.51
¿Q ué tipo de ciencia se produce luego de estas investigacio
nes? S e g ú n el m o d e lo positivista de ciencias sociales, partiendo
de la colección de casos m últip les se intenta llegar a generaliza
ciones interculturales y leyes que incluyan a toda la sociedad h u
m ana. Éste es el proyecto de D avid G ilm o re en M a t ih o o d i n th e
M a k in g ( E l p r o c e s o d e la m a s c u lin id a d ) , el intento m ás reciente
y am biciosos p o r establecer lo que la ciencia antropológica e n u n
cia sobre la m ascu lin idad .
G ilm ore an o tó correctam ente que la antropología es u n a m in a
de in fo rm ación sobre los hom bres y la m asculinidad. Con la ayu
da de u n a im presionante biblioteca, incluyó al m u n d o y s u m ó et
nografías de E spaña, las Islas Truk, Brasil, K enia, P apua Nueva
G uinea, Polinesia y M alasia, ade m ás de pequeñas porciones de
“Asia oriental y m eridional", y de todas partes. Q ue ría encontrar
fun d am e n to s p ara hacer generalizaciones sobre la h o m b r ía * y
Siempre que existan batallas que luchar, guerras que ganar, picos
que escalar, trabajo duro por hacer, algunos de nosotros tendre
mos que “com portam os como hombres”.
L a c o n s t r u c c ió n s o c ia l y la d i n á m i c a d e g é n e r o
54 Schieffelin, 1982.
-
,s Cliffordy Marcus, 1986: Strathem, 1991.
dológicos m u y detallados de conversaciones, adem ás de inves
tig ación sobre organizaciones acerca de la d is c rim in a c ió n entre
los directores de em presa— es que el género no se fija antes de
la in te racción social, sino que se construye a p a rtir de ella. A lgu
nos ejem plos notables de esta fo rm a de aproxim arse a la mascu-
lin id a d p ue de n encontrarse en los estudios de M ichael Messner,
P o w e r a n d P la y ( E l p o d e r y e l ju e g o ), realizado a partir de las entre
vistas que h izo a atletas profesionales, y U t lle B ig M e n (P e q u e ñ o s
h o m b r e s g r a n d e s ) , p ro d uc to de la p a rtic ip a ció n y observación
en los gim n asio s de fisicoculturism o.5*
Esta ram a, al igLial que la investigación de roles sexuales, se
o cupa de las convenciones p ú b lic a s sobre la m a s c u lin id a d . S in
em bargo, en lu g a r de considerarlas norm as preestablecidas que
se internalizan y ejecutan pasivamente, la nueva investigación ex
plora la form a en que se hacen y rehacen las convenciones dentro
de la m ism a práctica social. De ahí surgió, p o r u n lado, el interés
en la política de las norm as: los intereses que las m o v iliza n y las
técnicas u tiliz a d a s para construirlas. El libro H o c k e y N ig h t in
C a ñ a d a (L a s n o c h e s d e h o c k e y e n C a n a d á ) , de R ichard G iu n e a u y
David W hitson, m uestra con detalle c ó m o los intereses e co n ó m i
cos y políticos construyen el m u n d o agresivamente m asculiniza-
do del hockey sobre hielo profesional. Este tipo de investigación
se interesó ta m b ié n en las fuerzas que desequilibran o lim ita n la
p ro d u c ción de u n a fo rm a específica de m a s c u lin id a d . E jem plos
to m ado s del trab ajo de M essner y K le in incluyen el papel de las
lesiones al lim ita r las carreras de los atletas y las co ntrad iccio
nes sexuales entre los fisicoculturistas del g im nasio.
T-a construcción de la m a s c u lin id a d en los deportes es ta m
bién im b u e n e je m p lo de la im p o rta n cia que tiene el á m b ito ins
titucio nal. M essner enfatiza que c u a n d o los n iño s c o m ie n za n a
practicar a lg ú n deporte com petitivo n o sólo están aprend ie nd o
l u í juego, sin o que in cu rsio n a n en u n a in stitu c ió n organizada.
62 Walker, 1988.
63 Para la dialéctica escolar, véase Connell. 1989; en el gimnasio, KJein. 1993.
sobre la c o n s tru c c ió n colectiva de la m a s c u lin id a d en los
tío s ) ,
talleres de im p re s ió n de L ondres h a b la de:
el r o m p i m i e n t o d e la s v ie ja s e s t r u c t u r a s e n la c la s e t r a b a j a d o r a y la
d i s o l u c i ó n d e a l g u n a s d e la s f o r m a s p a t r ia r c a le s d e r e la c io n e s q u e
g o b e r n a r o n la t r a d i c i ó n a r t e s a n a l . L a a u t o r i d a d d e lo s a n c i a n o s , la
s u p e r v iv e n c ia d e lo s ' m u c h a c h o s " e n lo s r it u a le s d e m a s c u l i n i d a d
d e la v i d a e n la i m p r e n t a y, s o b r e t o d o , la e x c lu s ió n d e la s m u je r e s se
v a n d ilu y e n d o .
C o n o c im ie n t o p o l ít ic o
** Lo anterior puede observarse sobre todo en revistas como Achilles Heel (El
talón de Aquiles, de Gran Bretaña). Changing Men (Cambiando a los hombres, de
listados Unidos) y XY (de Australia). Para escritura fundamentalista "del clero
a los hombres” (“Jesús acrecentaba la masculinidad de Bill"), véase Colé, 1974.
ft7 Weinberg, 1973; Herek, 1986.
fluenciados p o r F reud, c o m o M ario M ieli en H o m o s e x u a lit y a n d
L ib e r a t io n ( H o m o s e x u a lid a d y lib e r a c ió n ) . O tros h a n n o ta d o que
los h o m bre s heterosexuales tienen u n a extraña fa sc in a c ió n por
ser seducidos, dados el tie m p o y el lu g a r correctos; ta m b ié n se
h a h a b la d o de lo c o m ú n que es el sexo hom osexual en las in sti
tuciones exclusivas p a ra hom bres, c o m o las fue r/as a rm a d a s o
las prisiones. Todo este c o n o c im ie n to se p ro d u jo sig u ie n d o el
lem a "Todo h o m b re heterosexual es b lan co de la libe ración gay”,
y nos m uestra lo extendida y silenciada que está la sexualiza-
c ió n de los m u n d o s sociales de los hom bres; la investigación aca
d é m ic a pocas veces d a cuen ta de estos aspectos.68
La h o m o fo b ia no es sólo u n a actitud . La hostilidad de los h o m
bres heterosexuales hacia los hom bre s gays es u n a p rác tic a so
cial real que abarca desde la d isc rim in a c ió n en el trabajo a través
de la d ifa m a c ió n en los m edios, hasta la cárcel y, algunas veces, el
asesinato — espectro al que la lib e ración gay lla m a "opre sión1'— .
E l objetivo de estas prácticas no es ú n ic a m e n te u ltra ja r a los in
d ivid uos, sino tra za r lím ites sociales al d e fin ir la m a s c u lin id a d
"real" d is ta n c iá n d o la de los rechazados. La p rim e ra lib e ración
gay consideraba que esta opresión de los hom osexuales era p a r
te de un proyecto m ás a m p lio por m an te n e r u n orden social a u to
ritario; n o rm a lm e n te su ponía que se relacionaba con la opresión
a las m ujeres.69
Para la id e o logía h o m o fó b ic a , los m árgenes entre los h o m o
sexuales y los heterosexuales se b o rran ju n to con el lím ite entre
lo m a s c u lin o y lo fem enino; se im a g in a a los gays c o m o h o m
bros fem in izados y a las lesbianas c o m o m ujeres m asculiniza-
das. S in em bargo, los hom bres gays saben ta m b ié n que el deseo
h om osexual prevalece entre los que apare ntem ente son m u y
m ascu lin o s (el g u a rd ia de p risió n que viola, los "a m ig o s cerca
n os” en el ejército, la im agen del a d u lto deportista a n iñ a d o ). Las
tácticas de la lib e ra c ió n gay incluyen el c u s tio n a m ie n to directo
a las form as convencionales del género (travestis radicales, de
m ostraciones p ú b lic a s en que parejas hom osexuales se besan,
re cla m an d o su derecho a hacerlo), c o m o aparecen en la actua-
71 Comer, 1974; Dalla Costa y James, 1972. Segal, 1983, documenta los de
bates que se dieron en Gran Bretaña en torno a reconstruir las relaciones fami
liares.
72 Para un estudio sobre este cambio en el movimiento feminista, véase Se
gal, 1987. Para evidencia sobre la importancia que sigue teniendo, véase Smith,
1989.
p atriarcad o y no de u n a ta q u e al m ism o . E l fe m in is m o era es-
i óptico ante las ideas del “padre nuevo ', el "sensible hom bre
nuevo" y a otras im ág e nes de u n a m a s c u lin id a d m ás benévola y
gentil.73
S in e m b arg o , m u c h a s fe m in ista s aceptan con ag rad o los sig
nos de progreso entre los hom bre s, y h a n a p u n ta d o las d ife ren
cias entre los h o m bre s y la c o m p le jid a d de sus relaciones con las
m ujeres. P o r e jem plo, P hyllis Chesler e scrib ió u n b rilla n te e n
sayo, A b o u t M e n (S o b r e lo s h o m b r e s ) , que explora la v ariedad de
los v ín c u lo s e m o cio n ale s entre las m ujeres v los hom bres. El
análisis fe m in is ta m á s p e netrante y siste m átic o sobre la m ascu
lin id a d se debe a Lynne Segal, S lo w M o t io n ( C á m a r a le n t a ) , y se
refiere extensam ente a las divisiones entre los h o m b re s y sus
consecuencias en la p o lític a fe m in ista . Segal e n fatiza que el rit
m o de la re fo rm a n o está d e te rm in a d o solam ente p o r la psicolo
gía de los h o m bre s. C irc u n stan c ias objetivas, c o m o los recursos
eco n óm ico s accesibles p a ra p e rm itir que u n p a d re cuid e a sus
hijos o h ijas pequeños, ta m b ié n tienen m u c h o q ue ver. Es a q u í
en d o n d e la a rg u m e n ta c ió n p o lític a fe m in is ta converge con la
investigación de la ciencia social que e nfatiza la d im e n s ió n in s
titu c io n a l de la m a s c u lin id a d .7 ’
La teoría gay y la teoría fe m inista com parten el p u n to de vista
que s u p o n e q ue la m a s c u lin id a d ligada a la corriente p rin c ip a l
(por lo m enos en los países capitalistas desarrollados) se encuen
tra fu n d a m e n ta lm e n te re lacionad a con el poder, o rg anizad a para
la d o m in a c ió n y se resiste al c a m b io d e b id o a las relaciones de
poder. A lg unas a rg u m e n ta cio n e s e q u ip a ra n a la m a s c u lin id a d
con el ejercicio del poder en sus form as m á s evidentes.
Para m u c h o s h o m b re s heterosexuales la c rític a ha sido d if í
cil de aceptar. La conexión entre m ascu lin id a d y poder es el p un to
que m ás persistentem ente se ha negado en el giro o nto fe m inista
del m o v im ie n to de los h om bres. N egación reforzada p o r la psi
cología p o p u la r y las nu e v as teorías ju n g ia n a s acerca de la m a s
c u lin id a d , que niegan consistentem ente esta conex ión (com o
verem os con detalle en el c a p ítu lo 9). S in e m b arg o , la relación
E l o b je t o d e l c o n o c im ie n t o
La v e r d a d e r a m a s c u l in id a d
M á q u i n a , p a is a j e y c o m p r o m i s o
1 Kemper, 1990, p. 221. Para una crítica excelente a la lógica de los argu
mentos sociobiológicos, véase Rose. Kamin y Lewontin, 1984, cap. 6.
La investigación descubre "m e canism os" biológicos en el c o m
p o rta m ie n to . Los cerebros están "a rm a d o s ” para p ro d u c ir la
m a s c u lin id a d ”; los hom bres se encuentran "program ados” gené
ticam ente para d o m in a r; la agresividad es nuestro "b io g ra m a ”.
Tanto los textos académ icos com o los periodísticos u tiliz a n a m
pliam en te estas m etáforas. Por ejem plo, pocos lectores estadou
nidenses del a rtíc u lo citad o sobre el esquí en nieve p a sa rán p o r
alto la m etáfora del m o to r de chorro que se ha m e zc la d o con la
m etáfo ra del coctel. C on ella, las exóticas lesiones de los esquia
dores se asociarán a los casos fam iliare s de accidentes a u to m o
vilísticos ocasion ado s por los in quie tos jóvenes — que, a su vez,
n o rm a lm e n te se explican biológicam ente.
Las m etáforas, al establecerse, d esplazan la d isc u sió n y c o n
fo rm an la m ane ra en la cual se considera o lee la evidencia. Esto
es lo que h a o c u rrid o con la m e táfo ra del m e c an ism o b iológico,
q ue puede encontrarse hasta en investigaciones cuid adosas y
b ien d o c u m e n ta d a s (lo cual n o pod em os d e c ir de la m ay o ría de
las investigaciones sociobiológicas). C o m o e jem plo considera
m os el estudio, a m p lia m e n te discutido, de Ju lia n n e Im perato-
M c( íinley y sus colegas. Una extraña deficiencia en cierta e nzim a
o casio n ó que en dos poblados de la R e p ú b lic a D o m in ic a n a se
presentaran die cio cho casos en los cuales pequeños que ge néti
cam ente eran h o m b re s tuvieran genitales que parecían fe m e n i
nos; en consecuencia, se les educó c o m o si fueran niñas. Se trata
de u n a s itu a c ió n a n álo g a a las que d escribió S toller en Estados
U nidos acerca de la p rim e ra parte de las vidas de transexuales;
su a rg u m e n to era q ue existía cierta "id e n tid a d n u c le a r de géne
ro ” fem enina. E n los casos d o m in ic a n o s, la s itu a c ió n c a m b ió al
llegar la pubertad, ya que los niveles norm ales de testosterona
m a s c u lin iz a ro n físicam ente a los adolescentes. Los autores re
p ortaron que diecisiete de los dieciocho in dividuos c a m b ia ro n a
u n a "id e n tid a d de género" m a s c u lin a y dieciséis a u n "rol de gé
nero” m ascu lin o . Para ellos esto constituy ó u n a prue ba de que
los m e c an ism o s fisiológicos p o d ía n sobrepasar al c o n d ic io n a
m ie n to social.4
Si e x am in am o s el estudio con c u id a d o co ncluirem o s algo
m u y distinto . M c G in le y y sus colegas describen u n a sociedad
en la cual la d iv isió n del trabajo se encuentra ligada con fuerza
al género y con u n a o posición entre lo m a s c u lin o y fe m e nin o
m arc a d a c ultura lm e n te — en am b o s casos se trata de hechos so
ciales— . R astrearon el hecho de que tanto los n iño s c o m o sus
padres reconocieron poco a poco que se había com etido u n error
en la asign ación de género. E l error se co rrigió socialm ente. Los
c am bio s corporales de la pubertad dispararon u n poderoso p ro
ceso social de reevaluación y reasignación. Lo que la investiga
c ión refuta no es tanto la explicación social de género sino la tesis
específica de que la id e n tid a d nuclear de género form ad a en la
p rim era in fancia siem pre tiene p riorid ad frente al desarrollo so
cial posterior.
El estudio eir R e p ú b lic a D o m in ic a n a , sin quererlo, m uestra
algo m ás. Se observó que, desde que las investigaciones m é d i
cas llegaron a la c o m u n id a d , la deficiencia en la 5-alfa-reducta-
sa se identifica desde el n a c im ie n to y los n iñ o s que la padecen
son educados com o hom bres. E n consecuencia, la m ed icina nor
m a liz ó al género: su objetivo fue asegurar que los hom bres a d u l
tos tu vieran infancias m asculinas y se preservara u n a d ic o to m ía
de género consistente. Irónicam ente, el trabajo que realizó Stoller
con los transexuales estadounidenses hace lo m ism o. La cirugía
de reasignación de género (que en la a c tu a lid a d es un procedi
m ie n to de rutin a, a u n q u e no es m u y c o m ú n ) e lim in a lo inconsis
tente que es tener u n a presencia social fem enina ju n to a genitales
m asculino s. La práctica m édica ordena los cuerpos según cier
ta ideología social lig ad a a la d ic o to m ía de género.
El análisis sem iótico del género predice los m ism os resultados.
Las aproxim aciones que suponen que los cuerpos de las m u je
res son el objeto del s im b o lism o social florecieron en el p u n to
de contacto entre los estudios culturales y el fe m inism o. Es p o
sible encontrar cientos de estudios sobre las im ágenes fe m e n i
nas y la p ro d u c ción de la fe m in id ad en películas, fotografías y
otras artes visuales. M ás cercanos a la práctica cotidiana, los
trabajos fem inistas sobre la m o d a y la belleza, entre los cuales
m encio n are m o s A d o m e d in D r e a m s (A d o r n a d a s e n s u e ñ o s ) , de
E lizabeth W ilson, y B e a u ty S e c re ts (S e c re to s d e b e lle z a ), de W endy
C hapkis, rastrean los com plejos y poderosos sistemas de im ág e
nes que d e te rm in a n qu é cuerpos son bellos o feos, delgados o
gordos. D ichas im ágenes crean series com pletas de necesidades
relacionadas con el cuerpo: dietas, cosm éticos, ropa de m oda,
program as para adelgazar y m uch o s otros.
Este tipo de investigaciones se sostienen, y a veces surgen, de
la influencia del postestructuralism o en la teoría social. El a n á li
sis de M ichel F oucault al “o rd e nam ie nto ” de los cuerpos es el co
rolario de su explicación de la p ro d u c ción de verdad d e n tro de
los discursos; los cu e ip o s se vuelven el objeto de las nuevas dis
ciplin as y las nuevas tecnologías del poder los van c o n tro la n d o
poco a poco. La sociología del c u e ip o desarrollada p o r Bryan
T u m e r sigue el m is m o ru m b o , a u n q u e a niveles m ás m ateriales.
Al observar que los "cuerpos son objetos sobre los cuales trabaja
m os — com iendo, d u rm ie n d o , lim p ian d o , haciendo dietas o ejer
c ic io — ”, T u m e r p ro p on e la idea de las "prácticas corporales",
tan to in dividu ale s c o m o colectivas, que incluyen la variedad de
form as en las cuales el trabajo social se relaciona con el cuerpo.
Estas prácticas pueden elaborarse in stitu c io n al m ente a gran
escala, c o m o lo dem uestra la sociología del deporte, que ta m
bién lo conecta a la p ro d ucción del género. N ancy Theberge, en
“Reflections o n the b ody in the sociology o f sport" ("Reflexiones
sobre el c u e ip o en la sociología del deporte”), m uestra de m a n e
ra convincente c ó m o los diferentes regím enes de ejercicio para
hom bres y m ujeres, las prácticas d isciplin arias que se enseñan
y que constituyen el deporte, se d ise ñ an para pro d u c ir cuerpos
ligados al género. Si la d isc ip lin a social n o puede p ro d u c ir cuer
pos que se adecúen a la n o c ió n de género específica, entonces el
bisturí sí p o d rá hacerlo. La cirugía plástica ofrece ya u n a extra
o rd in a ria gam a de form as que producen cuerpos socialm ente
m ás deseables: desde los conocidos trabajos en el rostro y los im
plantes de senos, hasta la m ás novedosa lip o succión, alteración
de estatura, etc. C o m o lo dem uestran D iana D ull y Candace West
en sus entrevistas a quienes practican la cirugía plástica y q u ie
nes se som eten a ella en Estados U nidos, la práctica se supone
n o rm al en u n a m ujer, m ás n o en u n hom bre. S in em bargo, la tec
nología se extiende hasta la producción quirúrgica de m as cu lin i
dad, con im p lan tes de penes, tanto in Hables com o rígidos, entre
otros ejemplos.^
La im p o s ib il id a d d e e s c a p a r d e l c u e r p o
H u g h T re la w n e y e s u n p e r io d is ta h e te r o s e x u a l, d e u n o s t r e in t a a ñ o s ,
q u e r e c u e r d a s u p r im e r a e x p e r ie n c ia s e x u a l a lo s c a to r c e a ñ o s . D e
f o r m a p o c o u s u a l, H u g h s o s tie n e q u e t u v o r e la c io n e s s e x u a le s c o n
a lg u ie n m á s a n t e s d e m a s t u r b a r s e . E l r e c u e r d o , b a s t a n t e a d o r n a
d o , o c u r r e e n u n a s e m a n a m á g ic a , c o n o la s p e r fe c ta s , la p r im e r a
b e b id a e n u n h o t e l y e l ‘ c o m ie n z o d e m i v i d a ”, d ic e H u g h :
* *
L a s c o m p l e jid a d e s d e l f a n g o y l a s a n g r e
* * *
H u g h T re la w n e y , c u y a i n ic ia c ió n s e x u a l y a c it a m o s , e m p r e n d ió
u n c a m in o c o m o e s t u d ia n t e q u e n o s es m u y f a m ilia r . E s t a b a d e
c id id o a c o n v e r tir s e e n u n a “le y e n d a ”, a s í q u e se c o n v ir t ió e n “e l
a n i m a l d e l a ñ o ' d e s u u n iv e r s id a d , e n v u e lto e n e l a lc o h o l, la s d r o
g a s y e l s e x o . A lg u n o s a ñ o s d e s p u é s , c u a n d o t r a b a ja b a c o m o m a e s
tr o d e e s c u e la , e ra c a s i u n a lc o h ó lic o y se e n c o n t r a b a s e r ia m e n te
e n fe r m o . A b a n d o n ó s u tr a b a jo , se p r o v o c ó u n a c r is is e m o c io n a l
in d u c id a p o r la s d r o g a s y t e r m in ó e n u n a u n i d a d d e d e s in t o x ic a
c ió n . E l g o lp e a s u o r g u llo n o e ra s ó lo c o r p o r a l, s in o t a m b ié n i n
v o lu c r a b a u n a h u m i l l a c i ó n s o c ia l: “E s t o n o p u e d e e s ta r p a s a n d o .
S o y u n f u t b o lis t a d e p r im e r n iv e l ”
* * *
T ip S o t h e m , c o n u n a p o s ic ió n d e m a y o r v e n ta ja d e c la s e , fe s te ja
b a a ú n m á s . S u g r u p o d e a m ig o s d e la e s c u e la p r iv a d a a la q u e
a s is t ía se lla m a b a “L a p a t r u lla d e la e n f e r m e d a d ", se v e s tía d e f o r
m a e s tr a fa la r ia , ir r u m p ía e n la s fie s ta s y t e r m in a b a o r g a n iz a n d o
c u a lq u ie r a c t iv id a d e n la s m is m a s ; f u m a b a m u c h a m a r ig u a n a .
A l t e r m in a r la u n iv e r s id a d , la s it u a c ió n e m p e o r ó : se tr a t a b a d e
"fie s ta s m u y p e s a d a s " , e l p o n c h e se h a c ía c o n a lc o h o l in d u s t r ia l,
h a c h ís y a lu c in ó g e n o s . C o n e l t ie m p o , e l c u e r p o y la f a m i li a d e T tp
d e ja r o n d e r e a c c io n a r d e la m is m a f o r m a .
* * *
D o n M e r e d ith , u n n a r r a d o r e x t r a o r d in a r io , c o n t ó u n a la r g a y c ó
m ic a h is t o r ia s o b r e la b ú s q u e d a e n la c u a l se e n f r a s c ó e n s u j u
v e n t u d p a r a te n e r s u p r im e r in t e r c a m b io s e x u a l D e s p u é s d e v a r io s
fr a c a s o s a lc a n z ó s u o b je tiv o , i n i c i ó u n a r e la c ió n y se e n c o n t r ó c o n
q u e n o p o d ía e y a c u la r . C o n e l t ie m p o , se v o lv ió m á s s o f is t ic a d o :
* * *
* * *
A d a m S in g e r r e c u e r d a u n m o m e n t o t r a u m á t ic o c o n s u p a d r e :
***
E n este caso el c irc u ito se condensa con el tiem po. Los sig n ifi
cados p ú b lic o s de género se fu n d e n de m an e ra in stan tán e a con
la actividad corporal y los sentim ientos in clu id o s en u n a rela
ción. A un así, se trata de u n a percepción escindida. A d am apren
de a actu a r tanto d entro de su c u e ip o (la n zar la bola) c o m o fuera
21 Para quienes quieran intentarlo. M orin, 1986, ofrece inform ación muy
ú til. Hocquenghem, 1978, desarrolla con entusiasmo el significado social del
asunto; Connell y Kippax, 1990, presentan detalles de la práctica.
del m ism o , observando su desem peño ligado al género ("sabía
que hiciera lo que hiciera n u n c a p o d ría lanzarla c o m o u n n iño ").
E n la h isto ria de A dam , la práctica deportiva que se refleja en
el c u c ip o v se deriva del m is m o resultó en una declaración sobre
la d iferencia (“se b u rló de m í d ic ie n d o ...' ) cargada e m o c io n a l
m ente co n todo lo que la relación padre-hijo supone. Al pasar
los años, A dam re u n ió m ás evidencias de que era diferente. F in a l
m ente, de fo rm a d eliberada c o m e n z ó u n a relación con u n h o m
bre p a ra ver si era hom osexual — esto es, para d e te rm in a r en
q u é lu g ar del orden de género p o d ía a c o m o d a r su cue rp o v "la
rudeza" que venía in c lu id a en él.
★* *
S te v e D o n o g h u e s a b ía p e r fe c ta m e n te c u á l e ra s u lu g a r ,; E r a c a m
p e ó n n a c io n a l d e s u r f t n g y g a n a b a m u c h o d in e r o e n p r e m io s ,
p a t r o c in io s y c o m e r c ia le s . S u a p a r ie n c ia f ís ic a e ra p e r fe c ta y la
t r a b a ja b a d ia r ia m e n t e d u r a n t e c u a t r o o c in c o h o r a s e n e n t r e n a
m ie n t o s . E l c u e r p o d e S te v e r e a liz a b a h a z a ñ a s s o r p r e n d e n te s q u e
d e p e n d ía n t a n t o d e p r e c is ió n c o m o d e r e s is te n c ia :
C o m o m u c h o s o tr o s d e p o r tis ta s , S te v e c o n o c e d e t a lla d a m e n t e
s u c u e r p o , s u s c a p a c id a d e s , n e c e s id a d e s y lím ite s .
* **
D arle form a al m un do
D e f in ir l a m a s c u l in id a d
2 Tiger. 1969. p. 211. Tiger llega incluso a sugerir que la guerra podrta ser
parte de la "estética masculina”, como manejar un auto de carreras a velocida
des muy alcas... Vale la pena seguir leyendo; al igual que Bly, en froti John, un
e emplo soiprendente de las tontas ideas que pueden desprenderse al conside
rar la masculinidad. en su caso influenciadas por lo que C. Wright Mills alguna
vez llamó “realismo excéntrico” (crackpot realism).
• Constanlinople. 1973. en lo que constituye ya un estudio clásico, mostró la
proflindamente confusa lógica de las escalas u/f. El positivismo etnográfico so-
Al respecto p o d em o s a p u n ta r tres prob lem as. E n p rim e r lu
gar y de acuerdo con la epistem ología m o d e rna, u n a descripción
n o puede existir sin u n p u n to de vista. Las descripciones, apare n
tem ente neutrales, sobre las cuales descansan estas d e fin ic io
nes se ven a p u n ta la d a s p o r las suposiciones sobre el género. Es
o b vio que p ara c o m e n za r a fo rm a r u n a escala m / f se debe tener
a lg u n a idea de q u é es lo que se va a c o n ta r o listar p a ra poder h a
cer los reactivos.
E n segundo lugar, p ara hacer u n a lista de q u é es lo que hacen
los hom bres y las m ujeres es necesario que la gente esté cataloga
d a desde el p r in c ip io en a lg u n a de las dos categorías, "hom bre s"
o “m ujeres”. C o m o S u za n n e Kessler v W e nd v M c K e n n a d e m o s
traron en su clásico estudio e tn o m e to d o ló g ic o de la investiga
c ió n sobre género, el hecho de que el proceso sea u n o en el cual
la a trib u c ió n social utilice tipologías de género derivadas del sen
tid o c o m ú n es ineludible. Entonces, el proced im ie nto positivista
se basa en las m ism a s tipologías que supue stam en te se e studian
c u a n d o se hace investigación de género.
E n tercer lugar, d e fin ir la m a s c u lin id a d c o m o “lo que los h o m
bres son e m p íric a m e n te " es descartar situaciones en las cuales
lla m a m o s a a lg u n a s m ujeres "m a s cu lin a s" y a a lg u n o s hom bre s
"fem en inos”; tam p o c o podríam os explicar algunas acciones a las
cuales lla m a m o s actitudes “m a s c u lin a s ” o "fe m e n in a s”, sin im
p o rta r quien las ejecute. N o se trata de u n uso trivial de los térm i
nos. Es crucial, p o r ejem plo, en el p e n sa m ie n to p sic o an alítico
sobre las co ntrad iccio ne s en la p ersonalidad.
E s m ás, este uso es fu n d a m e n ta l para el a n álisis de género. Si
h a b lá ra m o s ú n ic a m e n te de las diferencias entre el b lo q u e de los
h o m bre s y el b lo q ue de las m ujeres no necesitaríam os los té rm i
nos “m a s c u lin o ” y “fe m e nino ". S ó lo h a b la ría m o s de lo que es
“de los hom bres” y “de las m ujeres” o de "h o m b re ” y "m u je r”. Las
p alabras “m a s c u lin o ” y "fe m e n in o ” a p u n ta n m ás a llá de la d ife
rencia sexual categ órica e incluyen las fo rm as en las cuales los
h o m bre s se d is tin g u e n entre ellos, y las m ujeres entre ellas, en
cuestiones de género.4
sobre la “primacía de la atribución del género". Para conocer una brillante dis
cusión sobre las mujeres masculinas, véase Devor, 1989.
5 Easthope, 1986; Brannon, 1976.
y fe m e nin o . Así, la m a s c u lin id a d q ue da d e fin id a c o m o la n o fe
m in id a d .
Este m odelo sigue las fó rm u la s de la lin g ü ístic a estructural en
la cual los elem entos del discurso se d e fin e n p o r las diferencias
q ue existen entre ellos m ism o s. Los a n álisis culturales fe m in is
tas y postest ru el u ra lis tas del género; el psicoan álisis Iác án ia n o "
v los estudios del s im b o lis m o h a n u tiliz a d o a m p lia m e n te esta
a p ro x im a c ió n . E l resultado es m ás que u n m e ro contraste abs
tracto entre la m a s c u lin id a d y la fe m in id a d del tipo del que se
e ncuentra en las escalas m / f . E n la o p o s ic ió n se m ió tica entre la
m a s c u lin id a d v la fe m in id a d , la p rim e ra constituye u n té rm in o
sin marcar, es el lu g a r de la a u to rid a d s im b ó lic a . E l falo es el sig
n ific an te de d ic h a a u to rid a d y la fe m in id a d se define de m a n e
ra s im b ó lic a c o m o u n a carencia.
Esta d e fin ic ió n de m a s c u lin id a d es m u y ú til en el a n álisis
c u ltu ra l. Se escabulle de la a rb itra rie d ad del esencialism o v las
p a rad o ja s de las d e fin ic io n e s n o rm a tiv a s v positivistas. S in e m
bargo, su alcance es m u y lim ita d o — a m enos que se asum a, c o m o
cierta pai te de la teoría posm od erna hace, q ue el a n álisis social
só lo puede referirse al discurso— . Para p o d e r m an e ja r el a m p lio
ran g o de cuestiones relacionadas con la m a s c u lin id a d necesita
m os form as p a ra referirnos a otro tipo de relaciones: a las q ue
se d a n en los á m b ito s de la p ro d ucción y el consum o; en ám b ito s
de las in stitucion es y el m e d io a m b ie n te n a tu ral; en á m b ito s de
luchas sociales v m ilitare s — á m b ito s lodos que están ligados al
género.*
El p rin c ip io de conexiones sí puede generalizarse. La idea de
q u e u n sím b o lo sólo puede c o m p r e n d e r e d e n tro de u n sistem a
de sím bolos relacionados entre sí bien puede aplicarse a otras es
feras. S ólo u n sistem a de relaciones de género puede p ro d u c ir
a lg u n a m a s c u lin id a d .
E n lug ar de in te n tar d e fin ir a la m a s c u lin id a d com o u n objeto
(u n tip o de carácter n a tu ral, u n p ro m e d io de c o m p o rta m ie n to ,
u n a n o rm a ), necesitam os centrarnos en los procesos y las rela
E l g é n e r o c o m o u n a e s t r u c t u r a df . l a p r á c t ic a s o c i a l
10 Mitchell. 1971; Rubin, 1975. E! modelo de tres partes puede verse en Con-
nell, 1987.
b ) R e la c io n e s d e p r o d u c c ió n : la d iv is ió n del tra b a jo d e b id a al
género es m u y c o m ú n en lo que respecta a la d e sig n a c ió n
de tareas y, a m e n u d o , a lc a n za u n e x trao rd in ario grado de
detalle. (E n el p o b la d o inglés que e studió la so cióloga Pau-
line H u n t, p o r e jem plo, la c o stu m b re era que las m ujeres
lavaran la parte in te rio r de las ventanas de la casa, m ie n
tras que los h o m bre s la v a b a n la parte exterior). La m is m a
a te n c ió n debe prestarse a las consecuencias e conóm icas de
la d iv is ió n del trab ajo d e b id a a l g énero v_a los d iv id end o s
q ue p u e d e n a c u m u la r los horribl es p o r la d e sig u a ld ad en la
d is tr ib u c ió n de los p ro d u c to s del tra b a jo social. N o r m a l
m ente. la d isc u sió n se lleva a cabo en térm in o s de d is c rim i
n a c ió n salarial, pero ta m b ié n debe considerarse el carácter
del c a p ita l re lacio n ad o con el género. U n a e c o n o m ía c a p i
talista q ue se desarrolla a través de la d iv is ió n del trab a jo
b a s a d a en el género es, necesariam ente, u n proceso de a c u
m u la c ió n q ue ta m b ié n depe nde del género. Por lo tanto, el
h e ch o de q u e sean los hom bre s, y n o las m ujeres, los que
co ntrolen las corporaciones m á s im p o rtante s y las grandes
fo rtu n a s p riv a d a s n o es n in g ú n accidente estadístico, sino
parte de la c o n stru c c ió n so cial de la m a s c u lin id a d . P or im
p ro b ab le q u e parezca, la a c u m u la c ió n de la riq u e za se ha
v in c u la d o firm e m e n te al á m b ito re produ ctiv o d e b id o a las
relaciones sociales de género. 1
c) C a te x is : c o m o ya a p u n té en el c a p ítu lo 2, el. deseo scx.ual.se-
considera a m e n u d o c o m o alg o ta n n a tu ra l, que n o r m a l
m ente se le excluye de la teoría social. S in e m b arg o , si c o n
side ram os el deseo en té rm in o s fre udianos, esto es, c o m o
la energía e m o c io n al a s ig n a d a a u n objeto, q u e d a claro el
carácter que lo liga con el género. L o ante rior es verdad tan
to p a ra el deseo heterosexLial c o m o para el hom osexual.
(E s so rprendente que en nuestra c u ltu ra la selección de u n
o bjeto sexual sin género, el deseo “bisexual’’, se considere
enferm o, d esequilibrado e inestable). E n consecuencia, las
prácticas que d an form a y a c tu a liza n el deseo son u n aspec-
,2 Gran parte del mejor trabajo que se ha escrito sobre la poJfiica de la hete-
rosexualidad es de Canadá: Valvercíe, 19S5; Buchbinder, ef a i, 1987. La aproxi
mación conceptual presentada aquí es de Connell y Dawsett. 1992,
No im p o r ta si estás d e n tro o fuera. E l gueto y la p e n ite n c ia d a ... to
do está in s titu c io n a liz a d o . E l H o m b re los c o n tro la ... Desde 1976
a b a n d o n a r o n la re h a b ilita c ió n de nuestros H e rm an o s (Brothers).
A hora só lo se les castiga. La respuesta del H o m b re al p ro b le m a ya
no es la e d u c a c ió n — son m á s p risio nes— . Dicen: ' N o v a m o s a e d u
carlos, va m o s a encerrarlos, ¡carajo!” Así que c u a n d o sales, tu cere
bro ha m u e rto y el c iclo vuelve a e m p e za r.13
Ig u a lm e n te , es im p o s ib le c o m p re n d e r c ó m o se fo rm a n las
m a s c u lin id a d e s de la clase o b re ra sin c o n s id e ra r ta n to su clase
ro m o su p o lític a de género. Lo a n te rio r puede verse c laram e n te
en estudios históricos c o m o el de S onva Rose, L im it e d L iv e lih o o d s
(S u p e r v iv e n c ia l i m i t a d a ) , re a liza d o en la In g la te rra in d u s tria l
del siglo xix. E l ideal de la v ir ilid a d y el autorrespeto o b re ro se
c o nstruy ó c o m o u n a respuesta a las estrategias pa te rn a listas y
ile desp o jo d e la d ire cc ió n ; d ic h a c o n s tru c c ió n se d io al m is m o
tie m p o y u tiliz a n d o los m is m o s gestos q ue la c o n s tm c c ió n que
se d e fin ía e n c o n tra de las m ujeres obreras. La estrategia del "sa
lario fa m ilia r ", q ue d is m in u y ó d u r a n te ta n to tie m p o los salarios
*le las m ujeres e n las e co n o m ía s del siglo xx, su rg ió de esta s itu a
c ió n .14 P o r lo ta n to , p ara c o m p r e n d e r el concepto de género de
bem os sie m p re ir m á s a llá d el género. L o m is m o p o d e m o s d ecir
de la s itu a c ió n inversa. N o p o d e m o s c o m p re n d e r la d esig uald ad
racial o m u n d ia l s in a p r o x im a m o s c o n tin u a m e n te al género.
I .as relaciones de género son u n c o m p o n e n te fu n d a m e n ta l de la
e structu ra social c o m o u n todo, y la p o lític a de género es u n o de
los p rin c ip a le s d e te rm in a n te s de n u e stro destino colectivo.
H e g e m o n ía
S u b o r d in a c ió n
C o m p lic id a d
D in á m ic a h is t ó r ic a , v io l e n c ia y t e n d e n c ia s a l a c r is is
-
’ 1 Para los patrones de riqueza, véase la investigación sobre los millonarios
estadounidenses de la revista Forbes, 19 de octubre de 1992. Sobre parlamen
tos, véase la investigación de 1993 de la Unión Interparlamentaria, incluida en
el San Francisco Chronicle, del 12 de septiembre de 1993. y el United Nadons
Development Programme 1992, p. 145. Los resultados de los estudios que con
sideran los tiempos y presupuestos sorprenderán a más de una persona; véase
Bittman, 1991.
Es d ifícil im a g in a r u n a estructura de la desigualdad a esta es
cala, que incluye el despojo m asivo de recursos sociales, sin vio
lencia. Lo que resulta sorprendente es que el género d o m inan te
es el que tiene v u tiliza los m edios de la violencia. Es m u c h o m ás
c o m ú n ver hom bres arm ado s que mujeres. Es m ás, en m uchos
regím enes estructurados con base en el género, a las m ujeres se
les prohíbe p o rtar y usar a rm as (regla que, p o r si fuera poco, m u
chas veces se m antiene en los m ism os ejércitos). Las definiciones
patriarcales de la fe m inid ad (dependencia, m ie do) resultan en
u n desarm e cultural que p ud ie ra ser tan eficaz c o m o u n o físico.
Los casos de violencia dom éstica a m e n u d o m uestran a mujeres
m altratadas, quienes, a u n q u e físicam ente son capaces de valerse
p o r sí m ism as, han aceptado las definiciones de q uien las m al
trata y se consideran incom petentes e indefensas.22
La situación ocasiona dos patrones de violencia. E n prim er lu
gar, m u ch o s de los m ie m b ro s del grupo privilegiado u tiliza n la
violencia para sostener su d o m in a c ió n . La in tim id a c ió n de las
m ujeres va desde los silbidos en la calle, el acoso en las oí icinas,
la violación y el asalto dom ésticos, hasta el asesinato com etido
p o r el “dueño" patriarcal de la m u je r — p o r e jem plo u n m arido
separado— . Los ataques físicos van norm alm e nte acom pañados
p o r el abuso verbal a las m ujeres (en la m úsica p o p u la r recien
te que recom ienda g o lp e a ra las mujeres se les lla m a putas). La
m ayoría de los hom bres no atacan ni acosan a las mujeres; pero
quienes sí lo hacen no se consideran desviados. Por el contrario,
n o rm a lm e n te sienten que tienen u n a ju s tific a c ió n plena, que
ejercen u n derecho. La ideología de la suprem acía los autoriza
a com portarse así.
E n segundo lugar, la violencia se vuelve u n elem ento im p o r
tante en la po lítica estructurada con base en el género entre los
hom bres. La m ayoría de los episodios de violencia grave (in c lu i
dos el com bate m ilitar, el h o m ic id io y el asalto a m a n o arm ada)
son transacciones entre hom bres. E l terror se u tiliz a com o u n a
fo rm a de trazar lím ites y excluir, com o en la violencia heterose
xual contra los hom bres gays. La violencia puede convenirse en
u n a fo rm a de reclam ar o asegurarla m ascu lin id a d en las luchas
CUATRO E S T U D IO S S O B R E LA D IN Á M IC A
D E LA M A S C U L IN ID A D
INTRODUCCIÓN
J Más detalles: las historias se reunieron en Nueva Gales del Sur, la mayoría,
|iero no todas en Sidney, 1985-! 986. Algunas de estas historias no son parte de
los grupos discutidos aquí. I.as entrevistas duraron de dos a tres horas y se gra
baron. Los participantes sabían cuál era el objetivo de nuestra investigación: ex
plorar los cambios en la masculinidad y la vida de los hombres. Utilizamos un
Ioraialo de "entrevista focalizada", con una agenda de temas definida, pero quien
realizaba la entrevista tenía la flexibilidad para introducir los temas y hacer las
preguntas como mejor considerara. Eran tres personas las que entrevistaban: una
mujer y dos hombres (yo era uno de ellos, aunque fui quien realizó menor núme
ro de entrevistas). Las grabaciones se transcribieron completamente. Para pre
parar los estudios de caso utilicé tanto las transcripciones como las cintas, para
lener así una idea completa del significado y las emociones involucradas. Com
pleté 36 estudios de caso, cuya escritura me llevó hasta finales de 1988. Escribí los
*na tro estudios de grupo, y algunos textos centrados en temas específicos entre
1989 y 1992. Para escribirlos tomé como ejemplo el trabajo de científicos y cien-
uíicas sociales que utilizaron material de la historia de vida, como el de David
Kiesman, Faces iu the Crowd (Rostros entre la m ultitud, 1952), pero también el
»le novelistas que escribieron sobre historias de vida, especialmente la maravi
llosa Group Portrait with Lady (1973), de Heinrich Bóll.
c o n o c im ie n to sobre este tem a, c o m o esta investigación lo m o s
tró. El A u stralian Research G ran ts C o m m itte e (C o m ité A ustra
lia n o de Becas de Investigación) fin a n c ió el trab a jo de c a m p o
puesto que era la in s titu c ió n encargada de hacerlo en ese e n to n
ces. Antes de p u b lic a r los descub rim ientos, el proyecto fue a ta
c ad o p o r el 'C o m ité de Desecho” p a rla m e n ta rio federal de los
partidos Liberal y N acional (la co alic ió n c o n s e n adora), por c o n
siderarlo u n c o n sp ic u o desperdicio de los fondos públicos.
Tengo la alegría de poder pub licarlo para que q uien lea el libro
p ue da d e c id ir librem ente.
CAPÍTULO 4
V IV E R Á P ID O Y M U E R E JO V E N
E l g ru po y el contexto
N uestra d is c u s ió n se c e n tra rá en c in c o jó v e n e s c o n q u ie n e s e n
tra m o s en c o n ta c to a través de u n a a g e n c ia q u e tra b a ja n o r m a l
m e n te c o n jóvenes d esem pleado s. S u s n o m b re s so n Jack H a rle y
(22), A n g u ila (c. 21), P atrick V incent (17), A la n R u b in (29), M al
W a lto n (21). T odos reciben la re tr ib u c ió n q u e les correspond e
c o m o desem pleados y tienen u n a experiencia de e m p le o in te rm i
tente. A b a n d o n a r o n la escuela a los 15 o 16 a ñ o s , u n o p o r e x p u l
sió n y o tro s d o s después de m o s tra r m u v m a l c o m p o r ta m ie n to .
U n o es a n a lfa b e ta y otros dos casi lo son. C o n sid e ra d o s c o m o u n
c o n ju n to , se e n c u e n tra n e n los m árg e n e s del m e rc a d o la b o ra l.
T am b ién h a n te n id o p ro b le m a s con el E stado. Casi todos o d ia
b a n la escuela y las relaciones c o n sus profesores e ran a n ta g ó n i
cas y, a veces, violentas. De los c in c o , c u a tro h a n s id o arrestados
y dos de ellos e stuv ie ro n p o r lo m e n o s d o s a ñ o s b a jo c u sto d ia .
A u n q u e su co ntex to es a n g lo a u s tra lia n o , su e stilo personal y su
h isto ria p asada los colocan en las “afueras” de la clase obrera "res
p e table". Tres de ellos m o n ta n en m o to c ic le ta s y d o s sienten p a
sió n p o r el m o to c ic lis m o .
C o m p a ra ré sus experiencias con las de tres h o m b re s de edades
sim ilares, c o n contextos de clase m u v sim ila re s, que en la a c tu a
lid a d tie n e n u n a p o s ic ió n m u y d is tin ta en el m e rc a d o la b o ra l.
S te w art H a r d y (24) es el experto en c o m p u ta d o r a s de u n b anco ;
D anny Taylor (23) trab aja en las oficinas de u n a o rg a n iza c ió n
.inibientalista; Paul G ray (26) trab aja te m p o ra lm e n te en las ofi-
. inas de u n a agencia de asistencia p ú b lic a .
Los ocho son hijos de obreros y varios de ellos crecieron en h o
lgares m uy pobres. E n este tipo de fam ilias, la d iv is ió n entre quien
lleva el dinero a la casa y q u ie n se ocupa del hogar no tiene n in g u
na relevancia. E n la m ay o ría de los casos las m ad re s traba jaban
»n a n d o ellos eran pequeños. E n algunos casos, y en diferentes
m o m e nto s — en esta sección del m e rc ad o la b o ra l n o rm a lm e n te
m.*presentan pocos buenos tiem pos y m alos tiem pos bastante pro
nu n ciad o s— , las m adres e ran quienes llevaban la parte m á s im
portante del d in e ro a la casa. E sto se acepta c o n facilidad; sólo
u n o de los o ch o jóvenes expresa m olestia p o r el h e ch o de q u e las
m ujeres ganen u n salario.
N in g u n o de ellos tenía u n a idea clara de q u e existiera a lg u n a
división instrum ental y expresiva dependiente del género. Al igual
que las jóvenes de clase ob rera m e n c io n a d a s p o r Linley Walker,
estos m uch ach o s n o co nside ran a las m ujeres especialistas e m o
cionales o personas m ás expresivas y m á s preocupadas p o r los
d em ás que los h o m bre s.3
Las fa m ilia s en las cuales crecieron presentaron dos patrones
e co n óm ico s contrastantes. E n u n o de ellos, la fa m ilia fu n c io n a
ba c o m o u n a cooperativa m u y u n id a . E l padre de Stew art H ardy
era u n obrero m a n u a l c o n m u c h a s aptitude s, que trab ajab a en
el in te rio r del país, v ia ja n d o de propied ad en p ro p ie d ad para
e n co n tra r trabajo. S u esposa viajaba con él y a u m e n ta b a el a l
cance de su trabajo. Por ejem plo, lavaba en las granjas en las que
su padre trabajaba. C u a n d o Stewart estudiaba la preparatoria, su
padre y su m ad re te n ían contratos para lim p ia r casas y Stew art
trabajaba ta m b ié n con ellos.
Los padres de M al W a lto n e je m p lific an el o tro patrón. M al ja
m ás c o n o c ió a su padre, q u ie n a b a n d o n ó a la m ad re c u a n d o es
taba e m b arazada. E lla sostuvo a su p ro p ia m a d re y a M al con el
salario que obtenía c o m o obrera en u n a fábrica y, después, en u n
parque de rem olques.
C o m o las fam ilias de obreros estadounidenses m e n c io n ad as
por Stacey, éstas parecen h a b e r sido p o sm o d e rn as antes de que
la clase m e d ia lo fuera. N o quiero decir que escogieran conscien
tem ente estos patrones c o m o form as alternativas de fa m ilia ; es
evidente que dos s a la d o s son m e jo r que u n o , pero alg u n a s veces
u n h o g a r so lam ente p u e d e arreglárselas p a ra tener u n o . E l p a
tró n de salarios d obles se d io en la fa m ilia de la señora W a lto n
c u a n d o su a m a n te se fue a v iv ir con ella, d e ja n d o a su esposa e
hijos. M al se re h usó a aceptarlo c o m o u n p ad re sustituto, a u n
q ue sí ace p tab a los regaños de su abuela.
E l TRABAJO ABSTRACTO
L a VIOLENCIA Y EL ESTA DO
— ¿C u án to tiem po d u ró tu aprendizaje?
—Siete semanas.
— ¿Q ué pasó?
— Me encerraron, así que perdí el trabajo.
— ¿Por q u é le encerraron?
— Robo de autos y allanamiento. Me atraparon.
— ¿A dónde te m an d aro n?
— A Alpha [un centro penitenciario juvenil], estuve una semana y
media y me escapé. Me atraparon y me mandaron a Beta [una insti
tución de mayor seguridad], estuve cuatro o cinco semanas y salí con
una sentencia alternativa [una orden de servicios a la comunidad].
— ¿Por tu edad?
— No, lo que pasa es que... me habían atrapado varias veces, pero
tenía como dieciséis cargos... \le escapé tres meses, me dieron tres
meses de sentencia... pedí una sentencia alternativa y... desde en
tonces no me he metido en problemas. Sigo afuera.
S in e m b a rg o , su p o s ic ió n es la d e la m in o r ía . A n g u ila , c o m o
Pat, se e n tu s ia s m a p o r "m etérselas", a u n q u e él e m p e z ó u n p o c o
m ás tarde, c o m o a los diecisiete. S u p rim e ra vez fue con u n a m u
jer m a y o r q ue él, q u ie n le "ense ñó u n c h in g o ". D espués c o m e n z ó
relaciones c o n m ujeres de su edad:
Después de eso descubrí los baños, el sexo era los baños. Vi lo que
estaba escrito en las paredes. Y exploré ese mundo. Me gustaba. Pe
ro cuando se acabó quise irme. No quise nunca quedarme toda la
noche.
— ¿ C ó m o se lle v a la gente e n e l g ru p o ?
— Muy bien, normalmente era fantástico. A veces había alguien
que sólo abría la boca para joder, siempre. Pero enseguida los echá
bamos. Fuera de eso, todos nos llevábamos bien. Todavía nos lleva
mos bien.
— ¿S e p e le a b a n m u c h o ?
— No. la verdad eran pocas... La mayoría de la gente nos veía y se
iba. Nada muy emocionante. Cualquiera que fuera tan valiente para
responder, terminaba haciéndose para atrás y yéndose.
— ¿S ólo e ra n con g en te rara o ...?
— No, creo que se debía a cómo nos vemos. Muchos de nosotros
teníamos aretes V tatuajes, Ibamos en motocicletas, Con eso basta
para asustar a la gente normal. Así que. t:n realidad, casi todas las
peleas eran entre nosotros — m£is bien eran desacuerdos.
Se me hace difícil hablar con las mujeres, especialmente con Jas di:
la escuela. Hay una con la que no me molestaría involucrarme. No
me gustaría decir algo que no debiera decirla... Son de una clase to
talmente distinta... A veces me vuelvo loco porque íe doy un aven*
ton a ella, a otra ya [un amigo] a sus casas, y el la es la última que dejo
cuando voy al trabajo. Podemos estar quince minutos en el coche
sin decir ni una palabra. Es que no se me ocurre qué decirle ni cómo.
Creo que las mujeres deberían tener los mismos derechos. Creo que
los tienen. Aun así todavía hay tipos con prejuicios que dicen que las
mujeres no pueden hacer esto, o lo otro. Creo que pueden hacer lo
mismo que nosotros.
Estas tensiones ideológicas se sobrepasan de diferentes for
m as por diferentes hom bres, y no parece haber n in g u n a relación
evidente con la posición social. Parece que 110 se está form ando
n in g ú n proceso colectivo que las resuelva.
— ¿ C ó m o fu e v iv ir c o n t u m a m á y tu a b u e la ?
— Difícil.
— ¿ P o r q u é fu e d ifíc il?
— Eran dos mujeres. Nunca tuve a un hombre que me pusiera en
mi lugar. Siempre hice lo que quise, pero sí me hubiera gustado tener
un papá. Para que me diera m i merecido y me dijera: "Te portaste
mal”. Siempre he hecho lo contrario. Le daba a m am á su merecido
y le decía: “No, quiero hacer esto '.
—En dos meses llegué tres veces al límite, sólo con speed. Estaba
hasta atrás. Perdí dos meses. No sabía si iba o venía.
— ¿ L o d is fru ta s te ?
— Sí, lo disfruté, todavía me gusta, pero ya no llego tan lejos como
antes.
— ¿A q u é se debe este c a m b io ?
— Después de dos meses me di cuenta de cuánto había cam bia
do. Me enojaba mucho. Si alguien decía lo que no debía decir me
enfurecía. Le pegaba a la gente y rompía las cosas en mi casa. Rom
pí las paredes a puñetazos, rompí las ventanas y otras cosas, así
que...
O t r a s t r a y e c t o r ia s
— ¿ S a le s a s í e n p ú b lic o ?
— Sí, durante el últim o año y m edio norm almente salgo a la calle
como mujer.
— ¿ Y ñ o la s a lg u n a d ife r e n c ia ?
— Sí. Porque es diferente. Me vuelvo m ás consciente de quien me
rodea. Sigue siendo difícil. Pero sólo es cuestión de obligarme a ha
cerlo. Tengo algo así com o una regla, en cuanto atravieso la puerta
de m i casa no puedo regresar hasta que cubro lo que tengo que ha
cer y se acabe la noche. E n realidad principalmente voy a bares gays
y lugares así. Voy m ucho al cine, a muchos restaurantes. La mayo
ría de m is amigos, una gran mayoría, ya lo saben. El tipo con quien
trabajo lo sabe desde esta semana. Fue chistoso decírselo.
M a s c u l in id a d e s d iv e r g e n t e s y p o l ít ic a d e g é n e r o
— No pienso m ucho en el futuro, tomo las cosas día a día. Con suer
te, algún día seré un analista de sistemas. Si me va bien con el curso
y consigo em pezar algo con él, podré trabajar com o operador, pro
gramador, y después como analista de sistemas. Mi futuro será eso.
a menos que muera antes de los cuarenta.
— ¿D e q u é ?
— No sé. Dicen "vive rápido y muere joven", ¿no? Me encantan las
motos. Estaría en una hasta el día que muera. M oriría en una moto.
No voy a dejar de divertirme. Es una forma de vida, ¿no? Los rasta-
faris. Creo en esa religión.
La fa m ilia y el g r u p o de a m ig o s p r o p o r c io n a b a n a p o y o s u fi
ciente p a ra q u e el m u c h a c h o se c o m p r o m e tie r a c o n la mascu-
lin id a d h e g e m ó n ic a y su e s tru c tu ra c ió n del deseo.
El. D IS T A N C IA M IEN T O
E L MOVIMIENTO AMBIENTALISTA
1) U n a p r á c t ic a e id e o lo g ía d e la e q u id a d . E l se ntid o c o m ú n
del m o v im ie n to incluye estos p rin cip io s: n a d ie m a n d a so
bre nadie; los lugares de trab a jo son d em ocráticos; n in g ú n
g ru p o tiene derechos sobre los otros; las decisiones se to
m a n p o r consenso. Se trata de u n a crítica a g u d a a las je ra r
q u ía s y el a u to rita ris m o .
2) É n f a s is e n la c o le c t iv id a d y la s o lid a r id a d . Lo que B atry Ryan
lla m ó "fo rm as m arav illosas de tra b a ja r en g ru p o " en el río
F ra n k lin n o se d e b ie ro n a la casua lid a d . B ill L in d e m a n re
c u e rd a c ó m o se re lacio nab an:
Trabajaba en uno de los talleres de no violencia como preparador,
lo que significaba que trabajaba con m ucha gente en grupos peque
ños. Esto era maravilloso, te permitía relacionarte y sentirte bien al
conocer gente... creábamos el tipo de talleres que queríamos y apren
díam os como un grupo, m uy rápido. No lo aprendíamos de nadie.
Leimos todos los libros de Gandhi y del Movimiento para una Socie
dad Nueva, de Estados Unidos, y constituían nuestra base. Sin em
bargo, teníamos que adaptar y desaíro!lar formas de trabajar con la
gente, ayudarlos a funcionar mejor en la situación en la que estába
mos, individualmente y en grupos, esto es, en el bloqueo.
3) U n a p r á c t ic a v u n a id e o lo g ía d e l c r e c im ie n t o p e r s o n a l. Los
seis h o m b re s del g ru p o c o n s id e ra ro n la fo r m a en la c u a l se
in v o lu c ra ro n con la p o lític a a m b ie n ta lis ta c o m o p arle de
u n a s u p e ra c ió n p a ra ser m ejores personas, m á s sabias. E n
los casos de Peter G eddes v D a n n y Taylor, la b ús q u e d a de u n
c re c im ie n to p ersonal o c u p a b a el p r im e r lu g a r y el am bicn-
ta lis m o su rg ió de a h í. La c o n tra c u ltu r a les p ro p o rc io n ó
técn icas de m e d ita c ió n y d e sarro llo pe rsonal. U n a téc n ica
m u y im p o r ta n te es la q u e B ill L in d e m a n lla m o "tr a b a ja n
d o en relaciones sociales", a través de la c rític a m u tu a y los
in te n to s de re fo rm a r las relaciones sexuales, de a m is ta d y
de trabajo. F uera del contexto del a c tiv ism o a m b ie n ta lis ta ,
este tip o de tra b a jo se fu n d e con terapias grupales, c o n fe
rencias v talleres que n u tr e n el m o v im ie n to .
4) U n a id e o lo g ía d e t o t a l i d a d o r g á n ic a . Este te m a se e n c u e n
tra m u y d ifu n d id o en la c o n tra c u ltu ra , u n id o a su crítica de
la c iv iliz a c ió n o c c id e n ta l, m e c á n ic a y a lie n a n te . E n el caso
de los a m b ie n ta lis ta s , se c entra en la c o n e x ió n con la n a tu
raleza. Para Peter G eddes y B ill L in d e m a n , e spe cialm e nte ,
el tie m p o tra n s c u rrid o en el b osque fue u n a experiencia
tran sc e n d e n ta l. C o m o B ill L in d e m a n lo describe
E n c u e n t r o s c o n e l f e m in is m o
Este fragm ento es típico del discurso m ascu lin o sobre el fem i
n is m o y la p o lític a sexual. Se centra en expectativas y actitudes,
en estilos personales e interacciones frente a frente; casi no pres
ta atención a la desigualdad e c o n ó m ic a ni al p a tria rc a d o in s ti
tucionalizado, n i al fe m in is m o c o m o m o v im ie n to político.
E l MOMENTO DE LA SEPARACIÓN
Cambié mis códigos morales y las formas de hacer las cosas; y mis
actitudes sociales, la dieta, cosas así. En lo posible, quisiera que los
cambios se den en las cosas que siento... Creo que es importante es
tar en contacto con mi cuerpo — gracias a la dieta y los ejercicios, el
aire libre— ; mi cuerpo debe decirme qué cosas hacer.
¿Q ué ocurre c u a n d o se u tiliza esta a p ro x im a c ió n para recons
tru ir la m a s c u lin id a d ? El tem a de la re n u n c ia es crucial. Peter
Geddes a b a n d o n ó u n a carrera exitosa y u n a fo rm a de vida es
tresante c u a n d o tenía treinta años:
—Siempre me fue más fácil relacionarme con mu jeres que con hom
bres. No era cosa de decir, "bueno, me voy a relacionar con hombres",
porque no era lo que pasaba. Así que significó un proceso en el cual
tenía que decidir pasar mi tiempo, aunque al principio el tiempo
que gastaba no me la pasaba bien. Así he estado seis meses o un año.
Me ha ayudado a cambiar mucho, tengo más amistades con otros
hombres. Ahora la amistad que tengo con algunos de esos hombres
es más importante para mí que la que tengo con mujeres.
— ¿C óm o h a n cam biado tu s relaciones con hom bres?
—Ahora puedo ser más abierto, acercarme más a ellos., confiar
más, preocuparme más. Los toco más, los abrazo más.
L a A N IQ U IL A C IÓ N D E LA M A SC U LIN ID AD
4 Kristeva, 1984.
5 Freud, 1961 [1930], pp. 65-68.
n u n c ia a la riv a lid a d m a s c u lin a , ta m b ié n puede basarse en los
placeres de esta relación.
De fo rm a sim ilar, la apertura, la honestidad total v la vulnera
b ilid a d e m o c io n al son precisam ente m odos de rem over barreras,
revertir la se p a rac ión y la d ife re n c ia c ió n y restablecer la cone
xión p r im a r ia — esto es, recorrer en se ntid o c o n tra rio el c a m in o
q ue f o n n ó la m a s c u lin id a d c d íp ic a — . La insistencia en resolver
las tensiones del p o d er v la sexualidad estableciendo u n a rela
ción con u n a m u je r fuerte que to m e la in ic ia tiv a y p roporcione
la energía ta m b ié n posee características indiscutibles, sim ilares
a las de las p rim e ras relaciones con la m adre.
Al a p u n ta r estas consideraciones n o q uie ro su gerir e n fátic a
m ente que el a c tiv ism o a m b ie n ta lis ta o el proyecto de recons
tru ir la m a s c u lin id a d sig n ifiq u e n u n a regresión psicológica. Si
acaso, estas conexiones son u n a fo rm a de m e d ir la seriedad del
proyecto. No se trata de hom bres que ju e g a n a ser el s e n s ib le h o m
b r e n u e v o . E stán c o m p ro m e tid o s con u n a p o lític a lig ad a a la
p erso nalidad q u e es real y t iene gran alcance. Lo que pienso es
q ue la form a específica q u e to m a su proyecto se sostiene p o r res
puestas e m o c io n ale s derivadas de niveles arcaicos de la perso
n a lid a d .
En la vida a d u lta estas em ociones incluyen riesgos considera
bles. El proyecto de poseer u n yo abierto, pacífico, puede derivar
en no tener u n yo alg uno; puede in d u c ir a la a n iq u ila c ió n : “M e
sentía c o m o si h ub ie ra perdido m i centro”, explicó Nigel Roberts
al referirse a su re lac ión con u n a m u je r fe m inista. D a n n y Taylor
construyó u n a re lación pasiva y d ependiente con u n a m u je r a la
q ue a d m ira b a , lo cual lo colocaba en u n p o s ic ió n que las fe m i
nistas ya h a b ía n c ritic a d o en el caso de las m ujeres:
BaiTv sin tió que este tip o de trabajo colectivo requería que
detuviera su radical proyecto de reconstrucción personal. Así
que estaba dispuesto a buscar u n fe m in is m o m ás habitab le y
m oderado .
B ill L in d e m a n ta m b ié n h iz o esfuerzos para re conform ar sus
relaciones con hom bres, de u n a form a que iba m ás a llá del in
d iv id u a lis m o . D escribió esta práctica así:
...conseguir hombres que sientan así [esto es, que quieran cambiar
la masculinidad] y que también estén involucrados en cuestiones
ecologistas... Son pocos los grupos de gente con los que me siento
bien al trabajar. Así que lodo parece ir muy lentamente, hay mucho
más dificultades.
1 Para el caso de los países citados, véanse Weeks. 1977; D’Emilio, 1983;
Kinsman, 1987; Wotherspoon, 1991.
2 Para identidad, véanse Troiden. 1989; Cass. 1990; para subcultura. véanse
Epstein. 1987,yHerdt. 1992.
tica d e rivad a de la se x u alidad y el género. E n G r a n B retaña, p o r
otro lad o , se h a d is c u tid o con m á s p r o fu n d id a d si la c o m u n id a d
gay es u n espacio de subversión v c a m b io c u ltu ra l o de conserva
d u ris m o dependiente del género. Gregg B lachford a rg u m e n ta que
las c o m u n id a d e s gays p ro p o rc io n a n cierta resistencia, pero n o
co nstituy en u n desafío sig n ific a tiv o a la c u ltu ra de d o m in a c ió n
m a s c u lin a en la sociedad c o m o u n todo. Jeffrey W eeks, to m a n
d o u n a p o s ic ió n po ste structuralista del o rd en social, considera
que las su b c u ltu ra s sexuales son m á s diversas y tienen m a y o r p o
tencial p a ra el c a m b io .3
Estas cuestiones no están todavía establecidas, d eb id o en paite
a la e p id e m ia de v i h . Para quien es lu c h a n c o n tra u n a nueva ola de
prejuicios, se enfrentan a la e nferm ed ad y la m u e ite relacionadas
co n el s i d a y m uev en recursos para su c uid ad o , tra ta m ie n to y pre
vención, las preguntas teóricas estructuradas to m a n d o c o m o base
el género n o están precisam ente en el p rim e r lu g a r de su lista de
prioridades. S in em bargo, las preguntas siguen a h í y son m u y im
p o rtan te s p a ra c o m p re n d e r las respuestas de la sociedad al s i d a .
Este c a p ítu lo se basa en entrevistas a o c h o hom bre s relaciona
dos con In c o m u n id a d gay e n Sydney. A lgunos o tro s h o m b re s de
esta investigación tuvieron experiencias hom osexuales (incluy en
d o a tres q u e d is c u tim o s en el c a p ítu lo 5 v p o r lo m enos d o s del
c a p ítu lo 4), pero n in g u n o de ellos se v in c u ló con las redes gays;
sólo u n o tenía a lg u n a re lac ión con dichas redes (P aul Gray, quien
pasa p o r gay c u a n d o decide travestirse).
Estos o c h o h o m b re s son: M a rk R ic h a rd s (de entre 20 y 25
años), enferm ero; Dean C a rrin g to n (de alrededor de 25), c o n d u c
to r de c a m io n e s pesados; A lan A ndrew s (cerca de los 30), té c n i
co en u n a in d u s tria al aire libre; J o n a th a n H a m p d e n (cerca de
los 30), asistente com ercial; D a m ie n O u th w a ite (entre 30 y 35),
d esem pleado, q ue a veces trabaja c o m o taxista; A dam S ing e r (en
tre 30 y 35), profesionista en el despacho u rb a n o de u n a g ra n o r
g a n iz a c ió n ; G o rd o n A nderson (entre 40 y 45), d ire cto r de u n a
c o m p a ñ ía ; G erry L a m o n t (cerca de los 50), profe sionista en el
sector privado .
La m ay o ría ha tenido relaciones sexuales con mujeres, a u n q u e
en la a c tu a lid a d todos, excepto u n o , centran su atención sexual en
hom bres. Dos son padres, otros creen que p o d ría n serlo. Tres vie
ne n del c a m p o (u n o del extranjero) y su m ig ra c ió n a la ciud ad
se relacio na con su in c u rs ió n en las redes sociales gays. La m a
yo ría proviene de contextos obreros y varios de ellos h a n ascen
d id o en la escala social. U no c o m e n zó en el m u n d o privilegiado
y asistió a u n a escuela privada de la élite.
E l m o m e n to d e l c o m p r o m is o
El. G R A N IT O D li ARENA: I j \S E X U A L ID A D
Había mucha presión sobre los jóvenes de 16 o 17 años que eran vír
genes. Y yo lo era. Siempre pensé que sería bueno conocer a la chi
ca correcta. Pero resultó ser un muchacho.
C o m o A lan deja ver, el discurso p ú b lic o su p o n e que la hetero
sexualidad siem pre está im p líc ita . S in em bargo, la heterosexua
lidad o b lig a to ria no necesariam ente se p o n ía en práctica. Los
relatos describen experiencias entre personas de sexos d ife ren
tes y del m is m o sexo d u ra n te la n iñ e z.
A dam S ing e r recuerda que “desde que tiene m c m o iia , siem pre
tuvo u n gran interés sexual”. Puede d a r detalles c irc u n s ta n c ia
les de juegos sexuales entre a m ig o s de a m b o s sexos, en la p r im a
ria y la se cun d aria — hasta incluye u n a d eliciosa v iñeta de u n a
"co lo n ia n u d is ta ” fo rm a d a p o r n iñ o s de la p r im a r ia en los m a
torrales q ue se e n c o n tra b a n m ás a llá de la cerca escolar— . J o
n a th an H a m p d e n ta m b ié n recuerda los juegos sexuales de su
niñez, en los cuales se in c lu ía n personas de los dos sexos, a u n
que sus recuerdos son m eno s idílicos. Lo e n c o n tra ro n jug and o
con su vecina de siete años. M ás adelante recuerda lo que pare
cen ser m asturbacio ne s m u tu a s con los n iñ o s de su pandilla; fue
entonces c u a n d o se d io cuen ta de que se p ro h ib ía la hom ose
xualidad v c o m e n z ó a d esarrollar se n tim ie n to s de c u lp a b ilid a d .
En u n o de los casos, la in ic ia c ió n sexual en la n iñ e z fue c o n u n a
m u je r a d u lta , u n a pariente, y el resultado lúe u n gran torbellino
em ocional.
Experiencias c o m o las anteriores, que in clu y e n com pañeros
V c o m p a ñ e ra s sexuales, se e ncu e ntran tan to en las historias de
vida de a d u lto s heterosexuales c o m o en las de hom osexuales.
Los contactos sexuales te m p ran o s c o n n iñ o s o con hom bres no
previenen p o r sí m ism o s la heterosexualidad. L a investigación
realizada en otros países aporta evidencias de que hay m ás h o m
bres que tuvieron contacto sexual con otros ho m bro s en su ju v e n
tud que los q ue se h icieron total o p rin cip a lm e n te hom osexuales.
La sexualidad de la ju v e n tu d es u n c a m p o de po sib ilidade s, no
u n sistem a d e tc im in is ta . Freud a p u n tó la form a libre de la sexua
lidad en la n iñ e z (su fam oso chiste sobre la "d isp o sic ió n polifor-
m a perversa” de la n iñe z, pero la lo c a lizó en la p rim e ra in fancia.
Casos c o m o los de A d a m S inge r y Jo n a th a n H a m p d e n m uestran
que la se x u alidad p o lim o rfa se extiende hasta la adolescencia.6
Sur g a y : id e n t id a d y r e l a c io n e s
¡Fervor, frenesí! Hay que hacer todo lo que te has negado a hacer du
rante 25 años, lla z lo que quieres sexualmente. Y te dedicas a ir a
fiestas, a bailar, a beber.
L a s r e l a c io n e s e n t r e m a s c u l in id a d e s
iNo quiero dejar de hacer lo que hago. No quiero dejar de ser un buen
padre; no puedo imaginarme a mí mismo como alguien que pone su
estilo de vida ante lodo. Supongo que ése es el precio que tengo que
pagar.
Vi a mis amigos. Por ejemplo, a uno con el que fui a la escuela... Tie
ne 25 años, es padre de tres y está atrapado en una rutina. Regresé a
verlo a él. Se me ocurrió regresara mi pueblo natal y ¡me quedé con
los ojos abiertos! Todos habían crecido, se habían casado, yo no. Ha
bían hecho "lo correcto", entre comillas.
F r e n t e a l c a m b io
Ésta os una de las cosas que más me obligó a venir [a Sydney], po
der separarme de m i padre y m i madre, pensaren encontrarme a m í
mismo, lo que soy, lo que quiero y por qué hacía lo que hacía, por
qué cambiaba, de qué me escondía.
Se sentó y nos dijo: “¿Qué hice mal?" Fue la primera vez que habla
ba del asunto, en realidad fue la primera vez que presentó una acti
tud abierta frente a nosotros. “¿Qué he hecho mal? Evidentemente
no hice bien las cosas. Creí que con trabajar mucho y darles todo
tendrían lo que necesitaban". Mis hermanas y mi madre comenza
ron a acusarlo. Yo tuve que irme, porque conocía a mi papá y sabía
cómo se sentía. Era un hombre orgulloso y no podía verlo así, hecho
pedazos. Y ellas soltaron todo: "Durante años le hemos dicho que
no queremos tu dinero, te queremos a ti”. Al final lo entendió... y lo
único que dijo es que se sentía muy mal al respecto, que quería que
lo supiéramos. No podíamos creerlo.
No soporto a las marimachas que piensan que los hombres son una
mierda (Mark Richards).
Nunca he tenido ningún conflicto al respecto. No ine gustan los
extremos en nada —la idea de liberarse y quemar los brassieres me
pone de malas. (Gordon Anderson)
La m a s c u l in id a d g a y c o m o p r o y e c t o e h is t o r ia
BOSS - -
Semiótica de la masculinidad: la creación de las imágenes comerciales de la masculinidad hegemónica se contradice: el placer narcisista
que exhibe viola el código al cual se refiere. Estos anuncios muestran dos soluciones. A la izquierda, el poder prohibido y autocontemdo
queda enfatizado por la multiplicación literal de las imágenes. A la derecha, se presenta una ligera burla al código, que ademas enfatiza la
artifictalidad de la imagen. (Fuentes: anuncios encontrados en la revista de la línea Air C a ñ a d a y en el suplemento de anuncios
del Sydney Moming Herald. 1987)
El Estado masculino: el ámbito público se define simbólicamente como un espacio
para la masculinidad hegemónica; los espacios reales se encuentran ocupados por
hombres reales. La imagen presenta el momento de una sucesión patriarcal, del 20 de
enero de 1953. El antes general Dwight Eisenhower es nombrado presidente de
Estados Unidos; lo acompañan (entre otros hombres) Harry Truman y Richard Nixon.
(Fuente: Associated Press Ltd. Londres)
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La política de masculinidad de la derecha: ejemplo del género de propaganda del ascenso del poder
nazi; el fascism o se presenta como una forma ejemplar de la masculinidad hegemónica. Los soldados,
anónimos y casi idénticos, aparecen como guerreros; algunos incluso se presentan con heridas de
batalla. Hitler (que era una veterano de guerra con mucnas condecoraciones) es en parte profeta y en
parte guerrero. La esquina inferior derecha muestra la hegemonía en el trabajo, mientras que las figuras
siniestras (los judíos, los comunistas, etc.) representan la cobardía y la corrupción.
(Fuente: Archivo Weimar)
•
If*/l Bicentenary 'QQ
— ——
La masculinidad hegemónica y el
ejército: imagen fantasiosa de un
soldado que aparece en un cartel
de reclutamiento para la primera
guerra mundial. (Fuente: postal
publicada por Schellmark Inc.,
reproducida de una colección
de carteles militares de Meehan,
Nueva York) APPLY NEAREST RFCRUITING O FFICE
Jugando con los elementos del género: día de Halloween en Haight Street.
San Francisco. Las convenciones de la feminidad se combinan con cuerpos
masculinos de tal forma que el resultado es una burla a las diferencias derivadas
del género. (Fuente: postal publicada por The Bowler Hat. San Francisco)
Cada ve/ es más fácil identificar la masculinidad con los rasgos que
representan el proceso por el cual el individuo internaliza las formas
de la razón técnica, ya que es la razón técnica misma la que cons
tituye la forma principal de represión en la sociedad contempo
ránea.2
C o n s t r u y e n d o la m a s c u l in id a d
Creo que una mujer tiene más aptitudes físicas y psicológicas para
soportar los problemas y tribulaciones de cuidar un hogar, contro
larlo y cuidar a una familia. En cambio, un hombre puede no ser
más fuerte físicamente... pero... en genera) sí estará más ávido de tra
bajo. no digo que sea más ambicioso: y sentirá que tiene mayor res
ponsabilidad de traer el pan a la casa, por ejemplo.
Jamás me aceptaran los del club de fútbol, debido a que eran del ti
po de los callados pero bravos —sin embargo, tenían una concien
cia muy fuerte de cómo te comportabas, de lo que decías sobre ti
mismo y lo que decías sobre otros— . Yo tenía afinidad por los que
no jugaban fútbol y siempre estaban pasados. Ingeniosos y satíri
cos, hablaban mal de los futbolistas y decían que tenían la cabeza
hueca. Así que tampoco pertenecía al grupo, era alguien diferente.
Sin embargo, había otros como yo, que jugaban fútbol, que tampo
co tenían la cabeza hueca. Así que por lo menos había alguien por
quien sentía cierta afinidad.
C o n s t r u y e n d o la r a c io n a l id a d
Sabía que no quería dar clases, que no quería trabajar en una em
presa privada; sabía que no quería una profesión en el servicio pú
blico en la cual a fuerzas tuviera que escalar puestos.
Lo IRRACIONAL
La última relación que tuve con una mujer fue así. Entonces decidí
que, si la quiero, se lo voy a decir todo el tiempo. No esperaré un
mes, ni una semana, ni siquiera una hora, hay que decir lo que pien
sas cuando lo piensas. Me siento mejor al hacerlo... Creo que soy
mucho más honesto, y obtengo mejores respuestas. Por ser sincero.
de repente, la otra persona también lo es. Si no lo son, tengo la ten
dencia a no ignorarlas, sólo a apartarme de ellas.
L a RAZÓN Y EL CAMBIO
H IS T O R IA Y PO LÍT ICA
I lem os \islo q u e las m a s c u lin id a d e s se d a n en m o m e n to s y lu g a
res específicos, y q u e s ie m p re están sujetas al c a m b io . Las mas-
• n lin id a d e s son, p o r d e c irlo en u n a p a la b ra , h istóricas, c o m o
d o c u m e n ta ro n los estudios q u e p re se n tam o s en el c a p ítu lo 1.
s in e m b arg o , h a sta a q u í esta a rg u m e n ta c ió n n o ha te n id o pro-
lu n d id a d h istóric a n i escala a d e cu ad a.
Para c o m p re n d e r el p a tr ó n a c tu a l de m a s c u lin id a d e s , necesi
tam os a n a liz a r el p e rio d o en el cual se fo rm ó . D e b id o a que la
m ascu lin idad sólo existe en el contexto de u n a estructura comple-
i:t de relaciones de género, necesitam os lo c a liz a rla en la form a-
<ion del orden de género m o d e rn o c o m o u n a to ta lid a d — proceso
que h a llevado alre d e d o r de c u a tro siglos— . Las h isto ria s locales
de m a s c u lin id a d re cientem ente p u b lic a d a s p r o p o rc io n a n d e ta
lles esenciales, pero ta m b ié n n ecesitam os u n a rg u m e n to de m a
yor alcance.
1.a investig ación e tn o g ráfic a es la que le ha d a d o escala al p ro
blem a y h a a c la ra d o sus c o n e x io n e s vitales: el c re c im ie n to sin
l»ix*cedente del p o d er europeo y estadounidense, la creación de los
im perios globales y la e c o n o m ía capitalista global, y el encuentro
in e q u itativ o de los ó rd e ne s de género en el m u n d o c o lo n iz a d o .
I >¡je “conexiones" y n o “contextos” p o rq u e el p u n to fu n d a m e n ta l
es que las m a s c u lin id a d e s n o só lo to m a n fo rm a a p a r tir del pro-
eeso de e x p a n sión im p e ria l, ta m b ié n son parte activ a de d ic h o
proceso y a y u d a n a c o n fo rm a rlo .
La c u ltu ra p o p u la r hace evidente lo anterior. Los e je m p lo s de
m a s c u lin id a d , le g end arios o reales — desde P a u l B u n y a n en C a
nadá, p a sa n d o p o r D avy C rockett en E stados U n id o s, hasta Law-
nence de A ra b ia en In g la te rra — , a m e n u d o h a n s id o h o m b re s de
las zo nas fronterizas. C u a n d o era n iñ o , en A u stra lia , ju g a b a u n
juego que era, p o r extraordinario que parezca, u n ritual de expan
sió n im p e ria l de Estados U nidos, el cual atravesaba el Pacífico
en los c o m ic s y las im ágenes de m a s c u lin id a d hollyw oodenses:
se trata b a de la repetición de las g ü e ñ as entre 'in d io s y vaque
ros" en la frontera. N o p od rem os entender las conexiones entre
la m a s c u lin id a d y la violencia que se d a n en el nivel personal sin
c o m p re n d e r que se trata ta m b ié n de u n a conex ión global. Las
m asculinidades europeas y estadounidenses tuvieron m u c h o que
ver con la violencia m u n d ia l, gracias a la cual la c u ltu ra europea
v e stado unidense se volvieron d om inante s.
L o que sigue es, inevitablem ente, sólo u n esbozo de u n a his
toria m u y co m p le ja. S in em bargo, necesitam os traza r ciertas re
laciones en u n a historia tan llena de sig n ilic a d o s im p o rtante s
para n ue stra s itu a c ió n actual.
2 Fray Bartolomé de las Casas. 1992 [1552], p. 31. Esto no quiere decir que
su crítica utilizara terminología derivada de la estructura del género; su lengua
je es el mismo de la evangelización católica y la moralidad política.
. |iu* se m e n c io n a en la tesis de M ax W eber c o m o la “ética protes-
i.«ule”; es im p o rta n te n o ta r el carácter ligad o al género que tiene
I espíritu del c a p ita lis m o ”. E l p rim e r exponente, según Weber,
e*. H enjam in F ra n k lin , de q u ie n cita:
3 Para la cita de Franklin, véase Weber, 1976 [1904-1905], p. 49. Para las ca
sas molly, Bray, 1982, capítulo 4. Sobre los cuerpos y los géneros, Trumbach,
1991; sobre la identidad fija, Foucault, 1980b; y sobre la formación del carácter
de género, Wollstonecraft, 1975 [1792].
4 La vida del rey Enrique V, acto n i, escena I. [Nota a la traducción: la versión
que aquí reproducimos es la de Shakespeare, Obras completas. Traducida
I n el siglo x v i h , p o r lo m enos en los casos de los países euro-
l • *»s t o n litorales y en Estados U nidos, se puede h a b la r de un
•i. leu de género en el c ual ya se h a b ía p ro d u c id o y estab ilizado
mi.» m a s c u lin id a d según el concepto m o d e rn o — carácter indi-
i<lii.il estructurado con base en el género, d e fin id o p o r su opo-
i- i<mi a la fe m in id a d e in stitu c io n a liz a d o tan to en la e co n o m ía
♦»m oen el E stado— . Ya en este pe riod o podem os d e fin ir u n tipo
Iuy.em ónico de m a s c u lin id a d y d escribir alg u n a s de sus relacio
nas con las fo rm as su b o rd in ad as y m arg inad as.
A pesar de q u e la h istoria ha puesto su a te n c ió n en el c a m b io
• iiliural que se desarrolló en las ciudades, la clase que d o m in ó
• I m un d o del A tlán tic o Norte en el siglo xvm fue la de los terra
tenientes hereditarios, la aristocracia. George W a sh in g to n es u n
I men ejem plo de esta clase social y de su fo rm a h e g e m ón ic a de
m asculinidad. B asada en la posesión de tierras, esta m asculini-
•l.id aristócrata tenía relaciones económ icas capitalistas (produc-
« ion para el m e rcad o , cobro de rentas), a pesar de que e n fatizó
el cálculo ra cio n a l estricto de los com erciantes.
Tampoco se b asó en u n concepto del in d iv id u o aislado. La p o
sesión de tierras d e p e nd ía del reino; la u n id a d social se d e fin ía
la n ío p o r el lin a je c o m o p o r el in d iv id u o . Por e jem plo , la políli-
• a b ritánica de W a lp o le y los Pitts seguía las instrucciones de las
fam ilias que, p o r patronazgo, c o n tro la b a n el a p a ra to estatal. El
•,'ubiemo b r itá n ic o en la In d ia v E stados U nidos se o rg a n iz ó de
acuerdo con la m is m a estructura.
La m ascu lin id a d de la aristocracia se encontraba fuertem ente
integrada al E stado . Ésta se encargaba de la a d m in is tra c ió n lo-
eal (a través de jueces de paz, en el sistem a b ritá n ic o ) y proveía
tle personal al a p a ra to m ilitar. N o sólo a ca p a rab a los puestos de
|M>rLuis Astrana Marín. Tomo II. México, Aguilar, 1991. Todas las citas en espa-
iml de Shakespeare fueron tomadas de esta edición]. El discurso de Enrique se
• stratifíca de acuerdo con las clases sociales; ésta es la parte dirigida a la noble
za. Así que ‘ noble’ aquí, normalmente corregido a "el más noble”, puede incluir
»ierto eco de "nobleza". Shakespeare, como Cervantes, también era adepto a de
sinflar la ideología relacionada con el valor “¿Es que el honor puede reponer
una pierna? No. ¿O un brazo? No. El honor, ¿no tiene, pues, ninguna habilidad
en cirugía? No. ¿Es, pues, una cosa insensible? No. ¿Qué es el honor? Una pala
bra. ¿Qué es esa palabra de honor? Aire. ¡Un adorno costoso!” [La vida del Rey
hjirique ¡V. parte I. acto V. escena IJ. Para la historia de los cuáqueros, véase Ba-
con. 1986, capítulo 1.
los oficiales del ejército y la m a rin a , sino que ellos m is m o s reclu
tab an a q uien es lle n a ría n sus filas. E n la intersección de la p a r
tic ip a c ió n dire cta en la violencia y la ética del h o n o r fa m ilia r se
d esarro lló la in stitu c ió n del duelo. L a v o lu n ta d de e n fre n ta ra u n
o p o n e n te en u n co m b ate cara a c a ía , p o te n c ia lm e n te letal, era
u n a p ru e b a fu n d a m e n ta l p a ra la m a s c u lin id a d aristócrata. Las
afrentas al h o n o r p ro v o cab an estos com bates.
Así p o d e m o s ver q ue la m a s c u lin id a d de la aristocracia era e n
fática y violenta. S in em bargo, entonces, el orden de género no se
e n c o n tra b a tan fuertem ente re gulado c o m o lo estaría después.
Por ejem plo, u n caballero francés, el C aballero d 'E o n , p o d ía c a m
b ia r del gén ero fe m e n in o al m a s c u lin o sin que se le desacredita
ra socialm ente (au n q u e sí fue objeto de la curio sidad de los dem ás
d u ra n te to da su vida). Las licencias en las relaciones sexuales,
e specialm ente co n las m ujeres de las clases bajas, eran u n p riv i
legio del rango. H a sta cierto p u n to eran celebradas, p o r parte de
los "libertino s". Al parecerías relaciones hom osexuales d e fin ía n
cada vez m á s a cierto lip o de h o m b re s, a u n q u e en los escritos
del M a rq u é s de Sacie éstas siguen sie n d o conside radas parte del
lib e rtin a je en general.
La m a s c u lin id a d aristócrata in c lu ía la a u to rid a d d o m é stic a
sobre las m ujeres, a pesar de que ellas o c u p a b a n u n papel m uy
im p o rta n te al fo r m a r y m a n te n e r la red de a lia n z a s q u e u n ía a
la aristo cracia — se trata de las estrategias tan c u id a d o s a m e n te
d e s m e n u za d a s en las novelas de Ja n e A usten.
La m a s c u lin id a d aristócrata ta m b ié n s u p o n ía relaciones b a í
lales con la fuerza laboral cam pesina, que seguía siendo la m ayor
parte de la p o b la c ió n . La frontera social estaba d e lim ita d a por
el c ó d ig o de honor, que no se a p lic a b a fuera de la aristocracia. El
c o n tro l se ejercía gracias a desalojos, e ncarce lam ie nto s, flagela
ciones. d ep ortacio ne s y ejecuciones (en la h orca). La a p lic a c ió n
de esta v io le nta d is c ip lin a n o estaba en las m an o s de profesiona
les especializados; la ejercía la a d m in istra c ió n local, desde el c am
po inglés y el estado esclavista de V irginia de George W ashington,
hasta la nueva co lo n ia de las A ntípodas — en d onde S a m u e l Mars-
den, el P a s t o r F la g e la d o r , se h iz o fa m o so c o m o ju e z de p a z .s
«I lion, véase Kales, 1991; sobre el duelo, véase Kieman, 1988. Para las relaciones
«•iiire los aristócratas y la fuerza laboral de las Antípodas, véase Connell e Irving,
I '>92, capítulo 2. Es curioso que el teórico más famoso del libertinaje, miembro
»le esta clase social, tomara lo que ya era un punto de vista anticuado sobre la
odom ía como una expresión del entusiasmo generalizado por lo perverso, Sade,
1966 [1785].
C on la expansión de las econom ías in dustrializad as y el creci
m ie n to de los Estados b urocráticos (fueran liberales o autócra
tas), el p o d er p o lítico y e co n ó m ic o de la aristocracia poseedora
de tierras declinó. Se trató de u n proceso lento en el cual se to
m a ro n m ed id as retrógradas para conservar los privilegios. Por
ejem plo, la aristocracia prusiana, los J u n k e r s , m an tu v o el control
del E stado a le m án hasta el siglo xx. E n esta transición, algunas de
las form as de la m a s c u lin id a d aristócrata se pasaron a los h o m
bres de la burguesía. El historiador Robert Nye nos proporciona
u n extraordinario ejem plo: en F rancia se tran sfirió el espinoso
códig o de honor, centrado en la in stitu c ió n del duelo, a la b u r
guesía. E l n ú m e ro de duelos en Francia se in cre m e ntó a fines del
siglo xix y se estableció la profesión del m aestro de duelos, que
in tro d u c ía a los hom bres al código y les enseñaba las técnicas
de luch a con espada.6
A pesar de que algunos hom bres m o ría n en los duelos, se tra
taba de u n a d e fin ic ió n s im b ó lic a de m a s c u lin id a d a través de la
violencia. Los com bates verdaderos c o m e n za ro n a organizarse
cada vez m ás. Los ejércitos de m asas de las guerras revolucio
narias y napoleónicas se convirtieron en ejércitos de reclutas que
tenían cuerpos perm anentes de oficiales, los cuales, reclutados
a l p rin c ip io entre la aristocracia, se convirtieron en portadores
de códigos de m ascu lin id a d aristócrata; el cuerpo de oficiales
p rusian o es el ejem plo m ás conocido. (E n los cuarenta, los gene
rales de H itle r todavía te n ía n este antecedente). S in em bargo, el
contexto social ya había cam biado. Los nuevos oficiales se pro
fesionalizaron y fueron entrenados en escuelas m ilitares.
La violencia se com binaba con la racionalidad, con las técnicas
de o rg a n iz a c ió n burocrática y los constantes avances tecnológi
cos en arm a m e n to y transpone. Las fuerzas arm adas se reorgani
zaron para tenerlas bajo el control de u n centro de conocim ientos
técnicos, el e s ta d o m a y o r , in stitu c ió n creada p o r los prusianos y
co p ia d a con tem o r por las otras grandes potencias. Si los escri
tos de Las Casas pueden considerarse docum entos fu n d a m e n ta
les de la p rim e ra m ascu lin id a d m ode rna, tal vez el equivalente
en el siglo xix sea el clásico D e la g u e r r a , de Cari von Clausew itz,
que p ro c la m a b a u n a tecnología social de violencia racionaliza-
*l.i .1 la m ayo r escala posible. Clausew itz fue u n o de los re fórm a
lam« s que crearon el nuevo ejército prusiano.
I a técnica social de la violencia racionalizada b urocrática
mente, ju n to a la clara superioridad del arm am e nto, lúe lo que
In/» >casi invencibles a los Estados y colonos europeos en las gue-
11 as coloniales del siglo xix. S in em bargo, dicha técnica amena-
il*a con d estru ir a la sociedad que la sostenía: la destrucción
•Ir la p rim e ra guerra m u n d ia l condujo a los levantam ientos re-
v*'lncionarios de 1917-1923. Después de u n a década de luchas,
los únicos que consiguieron estabilizar el orden capitalista en
I nropa fueron los m ovim ientos fascistas.
I ’.n térm in o s de género, el fascismo fue la afirm ación desnuda
•Ir la su p rem acía m a s c u lin a en sociedades que h a b ía n estado
m lluenciadas p o r la ig u a ld a d de las mujeres. Para conseguir lo
anterior, el fascism o p ro m o v ió nuevas imágenes de masculini-
•lad hegem ónica, glorificó la irracionalidad (el “triunfo de la vo
luntad", el p e nsar "con la sangre") y la violencia sin restricciones
«lii soldado en las líneas del frente. Su d in ám ic a condujo a una
nueva y m u c h o m ás devastadora guerra m undial.*
La derrota del fascism o en la segunda guerra m u n d ia l detuvo
I I im pulso a esta m a s c u lin id a d hegemónica. Sin em bargo, no
acabó con la in s tilu c io n a liz a c ió n burocrática de la violencia. El
in isrrio H itle r h a b ía m o d e rnizad o sus fuerzas arm adas y se entu
siasmaba con las arm as de alta tecnología; de esta form a el fas
cism o apoyó la ra cio n a liza c ió n . El Ejército R ojo y las fuerzas
arm adas de E stados Unidos, que triunfaron en 1945, c o n tin u a
ron m u ltip lic a n d o su capacid ad destructiva al construir arsena
les nucleares. E n C hina, P aquistán, Indonesia, Argentina, Chile y
la m ayor p a ite de África, ejércitos con tecnologías m enos sofis-
l ¡cadas siguieron o c up a n d o u n papel central en la política de sus
respectivos países. E n la actualidad, las fuerzas arm adas del mun-
ilo in cluyen alrededor de veinte m illones de personas, la gran
m ayoría hom bres, y su organización se conform a siguiendo la
de los ejércitos de las potencias del Atlántico Norte.
17 Jayawardena, 1963.
18 Para las construcciones británicas de la masculinidad bengalí, véase Sinha,
1987. Para el machismo, véase la discusión que presentamos en el capítulo !, y
para el ataque colonial español y sus consecuencias a largo plazo, Williams,
1986, capítulo 7.
La h isto ria de la m a s c u lin id a d , c o m o ya debe h a b e r que dad o
lluro, n o es lineal. N o puede identificarse u n a fo rm a de desarro
llo p rin cip a l a la cual las d e m ás se su bord in en, n o existe n in g ú n
(lesplazam iento sim ple de lo "tradicional” a lo “m o de rno '. E n vez
>li* esto, en el m u n d o creado p o r los im perios europeos se obser
van estructuras com p le jas de relaciones derivadas del género
cu las cuales m ascu linidad es d o m in an te s, su b o rd in ad as y mar-
pinadas in te ractúan constantem ente, c a m b ia n las condiciones
«le existencia de las d em ás y se tran sfo rm an .
Ahora bien, recordando esta perspectiva histórica, b anal pero
necesaria, vayam os a la c o n d ic ió n actual del asunto.
E l m om ento presente
L a TERAPIA DE MASCULINIDAD
4 Esta descripción se deriva en pane de las entrevistas que discutí en los ca
pítulos 5 y 7. en parte del material publicado en Estados Unidos. La mayor ayu
da me la dio un empresario terapeuta entrevistado en el proyecto de historia de
vida; no lo cito porque lo identificaría como individuo.
Goldberg. 1976; Ellis, 1976; Lvon, 1977; Solomon y Levy, 1982 (este libro
marca la conexión con la psiquiatría oficial, además del comienzo de la reac
ción); Silverberg. 1984.
péuticos para hom bres fueron lla m a d o s "grupos de a u m e n to de
i <m ciencia”. Tenían u n a actitud bastante crítica respecto al "rol
m asculino trad ic io n al". L a ra zó n de ser de la terapia era que los
hom bres necesitaban ayud a para salir del rol m a s c u lin o y vol
verse m ás sensibles y expresivos e m o cio n alm en te . E l p siq u ia tra
K enneth S o lo m o n , p o r ejem plo, fo rm u ló explícitam ente que el
<>bjetivo de la "terapia del rol de género" era llevar al cliente ha-
i ¡a la an d ro g in ia.
N o se trató de alg o sencillo para los y las terapeutas. E n u n
ensayo m u y perceptivo de 1979, Sheryl B ear y sus colegas obser
varon que la psicoterapia tendía a ig n o ra r los contextos sociales,
.i ser conservadora respecto al género y a exigir u n c o m p o rta
m iento estereotípico en sus clientes. E l a u m e n to de la conciencia
sería im p o rta n te p ara los y las terapeutas.
S in em bargo, estas advertencias fueron desechadas c u a n d o se
dio u n c am b io im p ortante , m arcado p o r el ensayo de Jack Kauf-
m an y R ic h ard T im m ers p u b lic a d o c u a tro a ños después. E n él
se describía a u n g ru p o de hom bre s terapeutas estadounidenses
que, al p rin cip io , a p o y a b a n al fe m in is m o , pero después se d ie
ron cuenta de que les faltaba algo; así que decidieron b u sc a r lo
m asculino. U tiliza b a n técnicas de terapia de grupo co m u ne s e
im ágenes (n ada co m u nes) tom adas del poeta Robert Bly, para
sobreponerse a su resistencia a e ncon trar al "hom bre peludo", lo
m asculino p rofu ndo . C u a n d o encontraron a este m a s c u lin o p ro
fundo se a y u d a ro n u n o s a otros a iniciarse en el m is m o .6
La p rin cip a l d ire cción seguida p o r la terapia de m a s c u lin id a d
en los años ochenta fue este intento de restaurar el pensam iento
de la m a s c u lin id a d , que se había p e rd id o o d a ñ a d o d eb id o a los
cam bios sociales recientes. Fue m u y p o p u la r en Estados Unidos.
Kl lib ro de Bly, ¡ r o n J o h n , u n b e s ts e lle r que n o se encontraba en
n inguna parte en 1990 y 1991, im p u ls ó la pu b lica ció n de m uchos
otros libros que lo seguían. La serie de ideas sobre la restaura
ción y el origen c o m ú n puede observarse si a n a liza m o s cuatro
libros sobre hom bres, que ya constituyen u n género, que fueron
m uy populares, basados en la terapia de m a s c u lin id a d .7
9 Rowan, 1987. Claro que hay gran variedad de posiciones entre los terapeu
tas. A menudo intentan liberar a la masculinidad, por ejemplo, Silverberg,
1984. quien también celebra la masculinidad. o de plano la mezclan ecléctica
mente. como Keen, 1991.
— articu lado s en la fan ta sía pero con consecuencias d e m a s ia
d o reales.10
El que la pistola sea u n sím bolo del pene, ade m ás de u n a n u a ,
es ya u n cliché. Las organizaciones a rm a m e n tista s poseen u n
estilo cultural que es convencionalm ente m asculino ; las revis
tas de caza y de a rm a s visten a sus m odelos con cam isas a cu a
dros y botas para e n fa tiza r su m a s c u lin id a d . Al cabildeo sobre
posesión y u tiliz a c ió n de arm as n o le cuesta m u c h o c o n c lu ir que
los políticos que in te n tan q u ita m o s las pistolas están c astrándo
nos. Tanto en lo s im b ó lic o com o en lo práctico, q uien defiende
la posesión de a rm as defiende ta m b ié n la m a s c u lin id a d hege-
m ó n ic a .
La m ay o r parte del tiem po, defender al orden patriarcal no
requiere de u n a po lítica de la m a s c u lin id a d explícita. D a d o que
los hom bres heterosexuales, seleccionados socialm ente p o r la
m a s c u lin id a d hegem ónica, co n tro lan las corporaciones y el Es
tado, m a n te n e r n itin a ria m e n te a estas instituciones es n o r m a l
m ente suficiente. Éste es el núcleo del proyecto colectivo de la
m ascu lin id a d h e g e m ón ic a y la ra zón p o r la c ual este proyecto no
es visible co m o tal d urante la m a y o r parte del tiem po. Casi n u n
ca se necesita hacer explícita la m a s c u lin id a d com o un tem a. Se
habla de seguridad nacional, de ganancia corporativa, de valores
fam iliares, religión verdadera, libertad in d iv id u a l, competitivi-
d ad internacional, eficiencia económ ica o avances científicos. El
trabajo d iario de instituciones que defienden térm inos c o m o los
anteriores g a ra n tiza el d o m in io de u n tipo específico de m ascu
lin id ad .
S in em bargo, de todas form as se presentan tendencias a la cri
sis en el orden de género; esto se debe a que la m asculinidad hege
m ó n ic a se vuelve u n tem a y surge u n a p o lítica del tipo de la que
cabildea la utilización y posesión de arm as. El intercam bio que se
desarrolla entre el m a n te n im ie n to de ru tin a y la política de la
m a s c u lin id a d explícita puede seguirse en diferentes á m b ito s de
la práctica. Discutiré brevemente tres de ellos: la violencia m ascu
lina, la p ro m o c ió n de m ascu linidad es ejem plares y la dirección
de organizaciones.
10 Leddy, 1987, contando la historia de la n r a desde una posición que apoya
la posesión y utilización de armas, incidentalmente la revela como un éxito de la
política de la nueva derecha; Gibson, 1994.
Ya m encio né la m ezcla de violencia abierta y acoso de m e n o r
}»rado que u tiliz a n los h o m bre s heterosexuales para s u b o rd in a r
los hom bres gays. Es claro que los hom bres que golpean a los
f.ays a m e n u d o se consideran u n a especie de vengadores de la
sociedad, que castigan a los traidores de la virilid ad . La investi
gación sobre violencia dom éstica e ncuentra algo m u y sim ilar.
I .os esposos que golpean a sus m ujeres c o m ú n m e n te sienten que
ejercen u n derecho, m an tie n e n el orden en la fa m ilia y castigan
la "d e lin cu e n c ia ” de sus esposas — especialm ente su in c a p a c i
dad de m antenerse en su lu g ar (por ejem plo, c u a n d o n o realizan
las labores dom ésticas de acuerdo con los requerim ientos del es
poso o c u a n d o le c o n te sta n ).n
El pro pósito del ejército es ejercer la violencia a la m a y o r es
cala posible; n in g ú n otro á m b ito ha o c u p a d o u n lu g a r tan tras
cendente en la d e fin ic ió n de la m a s c u lin id a d hegem ónica en la
cultura europea y estadounidense. La literatura de ficción sobre
com bates tiene esto bastante claro, desde el respaldo a la v io le n
cia, en T he R e d B a d g e o f C o u r a g e (L a r o ja in s ig n ia d e l v a lo r , 1895),
hasta la terrible refutación en A ll Q u ie t i n th e W e s te rn F r o n t (T o d o
e n c a lm a e n e l fr e n te o c c id e n t a l, 1929). La figura del héroe es cen
tral en las im ágenes culturales de lo m a s c u lin o en O ccidente
(p un to que los arquetipos del "guerrero” v el "héroe” de la nueva
ola de libros n e o jun g ia n o s refuerzan). Los ejércitos h an aprove
chado estas im ágenes p ara reclutar soldados. "E l ejército de los
Kstados U nidos construye h o m b r e s ” , po d ía leerse en u n cartel de
reclutamiento, en 1917, que m ostraba a u n m esom orfo ario com o
atleta, artesano, guerrero y soldado.
S in em bargo, estaríam os m u v equivocados si pensáram os que
las operaciones m ilitares en realidad se basan en el heroísm o
guerrero. O tro d o c u m e n to de la m is m a guerra evidencia la d is
tancia entre la im ag en y la practica. Jam es M cC u dd en, el m ás
grande as de la a v iac ión b ritánica, que h a b ía d erribado 57 aero
naves alem anas, te rm in ó su a u to b io g ra fía u n poco antes de m o
13 Mellen, 1978, es una descripción sin pretcnsiones y más sensible a las di
ferencias que Easthope, 1986. Sobre la Corporación Playboy, véase Miller, 1984.
Khrenreich. 1983, inteipreta la historia como parte de un "escape del compromi
so" por parte de los hombres estadounidenses, el cual tiende a confundirla ideo
logía con la realidad y se olvida de la reconstitución colectiva de la masculinidad.
L a actividad co rporativa detrás de las celebridades de los m e
d ios y la co m e rc ia liza c ió n del sexo nos lleva al tercer á m b ito de
la política de la m ascu lin id a d hegem ónica: la dirección de las o r
ganizaciones patriarcales. Las instituciones no se m antie ne n a sí
m ism as; alguien tiene que ejercer el poder para que se den c a m
bios en él. La historia ofrece excelentes descripciones de ello. E n
el c a p ítu lo 1 m e n c io n am o s la investigación de M ichael Gross-
berg sobre la fo rm a c ió n de la profesión legal en Estados Unidos;
o tro ejem plo es el a n álisis de M ichael R o p e r sobre el carácter
c a m b ia n te de la a u to rid a d m a s cu lin a en las c o m p a ñ ía s m a n u
factureras británicas.
E l hecho de que las relaciones de poder tengan que practicar
se perm ite divergencias en cu a n to a c ó m o se p racticarán. E n el
c a p ítu lo 8 d iscutim o s la divergencia entre las estrategias de
m a s c u lin id a d q ue e nfatizan la d ire cción y aquellas que e n fati
zan la experiencia. Se trata de algo fa m ilia r en a d m in is tra c ió n y
política, lo m is m o que el conflicto entre directivos y profesiona
les, entre liberales y represores, entre em presarios y burócratas.
Incluso aparece en la ad m in istra ció n de ejércitos, entre los gene
rales v los tecnócratas.
Tales divergencias pueden hacer que la política de género in
volucrada sea d ifíc il de ver. C u a n d o las estrategias están fu n c io
n a n d o n o se puede apreciar el cuartel general del patriarca, con
banderas y lim osinas. Entre los diferentes grupos de hom bres,
cada u n o con u n proyecto de m a s c u lin id a d hegem ónica d is tin
ta, es c o m ú n que se establezcan conflictos. Un ejem plo clásico
es la pelea a n u a l entre policías y m otociclistas en las c a ñ eras de
m o to c ic lism o de B athurst, A ustralia.14
Es im portante entonces reconocer que se defiende activam en
te la m ascu lin id a d hegem ónica y la p osición de d o m in a c ió n eco
n ó m ic a , ideológica y sexual de los hom bres heterosexuales. Esta
defensa to m a varias form as y a veces tiene que rendirse o c a m
b ia r de táctica. S in em bargo, sus recursos son form idables y, en
décadas recientes, frente a los cuestionam ientos históricos, ha
tenido u n éxito im presionante.
Las consecuencias de esta defensa no son sólo que los cam bios
dependientes del género se hagan m ás lentos o que se reviertan,
ro m o en los casos de la representación pa rla m e n ta ria y el tér
m ino de las garan tías para las m ujeres en E u ro p a O riental. Las
consecuencias ta m b ié n se encuentran en las tendencias a largo
l>lazo del orden in stitu c io n a l d o m in a d o p o r la m a s c u lin id a d he-
romónicaL Estas tendencias incluyen el creciente poder destruc-
lo rd e la tecnología m ilita r (nada m enos que la expansión de las
n inas nucleares), la degradación a largo plazo del m e d io a m
biente y el a u m e n to de la desigualdad e co nóm ica en el m u n d o .
Debido a que las instituciones centrales del orden m u n d ia l man-
i ienen u n a m a s c u lin id a d com petitiva y orientada hacia la d o m i
nación, cada u n a de estas tendencias se vuelve m ás peligrosa y
difícil de revertir.
L a lib e r a c ió n gay
15 Wceks, 1977, p. 171. Para esta historia en Estados Unidos, véase D Emilio,
1983; en Canadá, Kinsman, 1987; en Australia, Wotherspoon, 1991. El trabajo
liistoriográfico de Wolff, 1986, sobre Hirschfeld es pobre, pero contiene mate
rial útil.
Éstos no fueron los ún ic o s intentos de hacer u n a p o lítica de la
hom osex ualidad, pero sí se caracterizan p o r su m o d e ración. I n
cluso existió u n a tendencia que se a p arta b a de las cuestiones de
género (la m ayor parte de la teoría del siglo xix inteipretó a los ho
mosexuales com o si fueran u n género interm edio) e intentaba ha
cer u n a política de derechos individuales n o vinculada al género.
E l m ovim ien to de liberación gay, im p u ls a d o por los disturbios
Stonew all, en 1968, en Nueva Y o rk — provocados p o r la resisten
cia a u n a irru p c ió n p o liciaca en u n b a r gay— representó en su
m o m e n to u n c a m b io m u y d ra m átic o c o m p a ra d o con la cautela
de las décadas anteriores. Desde entonces, la h istoria e n fatizó
las co n tin u id ad es y rastreó el crecim ie nto gradual de las c o m u
nidades gays urbanas, am bas electrificadas p o r la liberación gay.
S in em bargo, todavía se d a ría u n a ru p tu ra m ayor en el o b jeto de
su política. S u p ro x im idad con el fe m inism o radical, que tam bién
crecía en esos año s de fo rm a explosiva, y el cu e stio n a m ie n to de
los año s sesenta al p o d er establecido p e rm itie ro n a la lib e ra c ió n
gay constituirse c o m o u n reto explícito a la m a s c u lin id a d hege-
m ó n ic a y al orden de género en el cual se encontraba in c lu id a .
Sus proposiciones señalaban com o fuentes de la opresión gay
a los hom bres heterosexuales, el patriarcado, la fa m ilia y el hete-
rosexismo. C o m o D ennis Alt m a n lo expone en H o m o s e x u a l: O p-
p r e s s io n a n d L ib e r a tio n ( E l h o m o s e x u a l: la o p r e s ió n y la lib e r a c ió n ):
20 Para el traje y los lacones, véase Mieli, 1980, p. 197. Los asesinatos incluyen
a uno de los primeros representantes elegidos, Harvey Milk, en San Francisco.
— logro irreversible del ú ltim o cuarto de siglo— reconfigura la po
lítica de la m ascu lin id a d en su totalidad y convierte a la disidencia
de género en u n a p o sib ilid ad perm anente. Los cucstionam ientos
p ráctico s y teóricos al orden de género c o n tin u a rá n surgiendo,
n o necesariam ente de parte de u n a c o m u n id a d gay pacificada de
m a n e ra total, pero sí de la situ a ción d e fin id a p o r su presencia.
L a POLÍTICA DE SALIDA
24 Lichterman, 1989.
25 Una respuesta feminista temprana y completamente hostil a la liberación
de los hombres puede encontrarse en Hanisch. 1975. Un acercamiento más com
prensivo está en Segal, 1990, capítulo 10, quien examina los elementos de la es
trategia.
gia "transexual" de libe ración. E l travestí ( r a d ic a l c lr a g ), c o m b i
n a r elem entos de género (p o r ejem plo, u n vestido con u n a b a r
ba), fue u n a táctica de la lib e rac ión gay de p rin c ip io s de los a ño s
setenta.
C o m o hem os visto, la comiente principal de la vida de la c o m u
n id a d gay se separó de fo rm a decisiva de la ru ta de M ieli. La sali
da de la m ascu lin id a d que violaba al género ha sido definid a cada
vez m ás, no ta n to c o m o u n a estrategia p o lítica, sin o c o m o u n a
id e n tidad sexual especializada: m ás exactam ente, dos, el "traves
tí" y el "transexual". La sexología m é d ic a sostiene esta d e fin ic ió n
al crear síndrom es derivados del flujo de la práctica. La disidencia
se vuelve — to m a n d o u n a m aravillosa expresión de los A r c h iv e s
o f S e x u a lB e h a v io r (A r c h iv o s d e c o m p o r t a m ie n t o s e x u a l) — , "dis-
forias de género no hom osexuales". Al in c lu ir en la term ino logía
m éd ic a la d isid e n c ia sexual se obtiene u n p ro c e d im ie n to q u i
rú rg ic o q ue se vuelve criterio de seriedad. Los doctores hetero
sexuales se vuelven árb itro s de la elegancia: los “tin s e x u a le s "
deben adaptarse a la ideología de género m é d ic a para ob te n e r el
p re m io que representa la castración q u irú rg ic a y la remodcla-
c ió n de genitales. La m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a regula in clu so
la sa lid a de la m a s c u lin id a d .26
La reinserción q u e ha hecho la c irug ía de la d ic o to m ía de gé
nero n o h a e lim in a d o la a m b ig ü e d a d de género de la c u ltu ra . E l
d r a g es e n d é m ic o en el teatro, p o r ejem plo. E n V e ste d In te r e s ts ,
M a ijo r ie G a rb e r d o c u m e n tó ingeniosam ente el travestism o co
m o u n tem a de a n sie d a d c u ltu ra l en u n a increíble variedad de
á m b ito s , desde los lib ro s de detectives hasta la televisión, in c lu
yendo la m úsica p o p u la r y las revistas de antro po lo g ía. 1.a teoría
lacaniana que sostiene su análisis es ahistórica, y G arber tiende a
h om o gen eizar situaciones m u y diferentes. S in em bargo, otro es
tu d io m u c h o m ás sensible conduce al m is m o p u n to . C arol Clo-
ver, en M e n , W o m e n a n d C h a in Saws ( H o m b r e s , m u je r e s y s ie r r a s
e lé c tr ic a s ) m uestra c ó m o el género del cine de h o n o r que se de
sarro lló en los a ño s setenta y ochenta re spond ía a la desestabi
27 Garber. 1992; Clover. 1992. Para las diversas formas de travestismo, véase
Kirk y Heath, 1984, quienes junto a fotografías rutilantes presentan evidencias
muy interesantes tomadas de historias orales del medio travesti/gay de Londres,
durante los años cuarenta y cincuenta, antes de que el proceso del síndrome de
marcador apareciera.
Resistirse a la in te g ra ción de la p e rso nalid ad en lo m o a la su
b o rd in a c ió n de las m ujeres o la d ic o to m ía m ascu lin o /fe m e n in o
es exponerse a la desintegración, el vértigo dependiente del gé
nero que d iscu tim o s en el cap ítu lo 5. Se trata exactam ente de lo
contrario a la terapia de m asculinidad. L a política de salida pare
ce entonces que va a ser episódica. Al m is m o tiem po, puede surgir
de cualq uier lu g a r de la estructura. Es im posible que se libere del
orden de género.
Es d ifícil su p o ne r que la política de salida sea el c a m in o h a
c ia el fu tu ro de los h om bre s heterosexuales, considerando que
opera desde los m árgenes de la p o lític a sexual de m asas c o m o
u n a lo m a de conciencia vacilante de las negaciones radicales de
la m a s c u lin id a d he g em ón ica. Pero ta m b ié n es d ifíc il im a g in a r
u n futuro sin ella. Representa, m ás que c u a lq u ie r otra fo rm a c o n
tem poránea de la p o lític a de la m a s c u lin id a d , el potencial p a ra
el c a m b io en la to ta lid a d del orden de género. E n el c a p ítu lo fi
nal discutiré alg unas form as gracias a las cuales este potencial
puede llevarse a la p ráctica.
Tu padre yace enterrado bajo cinco brazas de agua;
Se ha hecho coral con sus huesos;
Los que eran ojos son perlas.
Nada de él se ha dispersado.
Sino que todo ha sufrido la transformación del mar
En algo rico y extraño.
S h a k e s p e a r e !, La tempestad
[Trad. de Luis Astrana Marín]
La c o n c ie n c ia h is t ó r ic a
Los P R O P Ó S IT O S D E I.A A C C IÓ N
L a d e s v i n c u l a c i ó n d e l g é n e r o y l a r e c o m p o s ic ió n
8 Mieli, 1980; Chapkis, 1986. En Connell, 1987, capítulo 13, esbocé el marco
conceptual de esta estrategia.
D adas las p o sib ilid a d e s de re c o m b in a c ió n , u n m u n d o des
v in c u la d o del género y vuelto a config urar resultaría fam iliar. Sin
e m b arg o , n o d eb em os su b e stim a r la dife rencia que existe entre
la c o n fig u ra c ió n de d ic h o m u n d o y el nuestro. E n la a ctu a lid a d
só lo existen ciertos vistazos a d ic h a c o n fig u ra c ió n , en lo que se
ha lla m a d o "p o lítica pre fig u rativ a" en G r a n B retaña y en la fic
c ió n u tó p ic a fe m in is ta .9 E l c a m in o h a cia el que vam os es real
m en te "rico y e x tra ñ o ”; p o r lo tanto, es ta m b ié n fuente de m ie d o
y de deseo.
L a s f o r m a s d e i-* a c c i ó n
lismo y el esnobismo literario), véase Jardine y Smith. 1987; y (mucho más res
petuoso hacia sus lectores y lectoras) Heam y Morgan, 1990.
tradictorias que se d an en la m ascu linidad al nivel de la persona
lidad. Es m u y ú til recordar que el psicoanálisis existencialista
(capítulos 1 y 5) lee estas contradicciones c o m o co m pro m iso s o
proyectos contradictorios llevados a cabo p o r la m ism a persona.
Las tendencias a la crisis en las relaciones de género, identificadas
teóricam ente en el cap ítulo 3 y rastreadas a través de los estudios
de caso de la segunda p a ite , tienen c o m o foco grupos p a rtic u la
res, pero, en general, se d a n en la vida de todos los hom bres. C on
siderando esto, existen m ú ltip le s bases dentro de las relaciones
de género para que los proyectos políticos transform en la m ascu
lin id a d (por lo m enos de form a parcial); ade m ás, estas bases se
presentan extensam ente. La renovación repetida de la política
antisexista entre los hom bres es, desde este p u n to de vista, poco
sorprendente. Podem os c o n fia r en que la resistencia, y los inten
tos de c am b io , siem pre serán convenientes.
S in em baído, los mejores prospectos para la política de la m as
c u lin id ad pueden encontrarse fuera de la política de género pura,
en las intersecciones de éste con otras estructuras. Existen ciertas
situaciones en las cuales la solidaridad entre los hom bres se per
sigue p o r otras razones aparte de la m a s c u lin id a d , razones que
pueden sostener u n proyecto de justicia de género, especialm en
te en d onde exista u n a solidaridad explícita con las m ujeres que
se encuentren en la m is m a circunstancia. Estas situaciones sur
gen de partidos laborales v socialistas, en los sindicatos, el m o vi
m ie n to am b ie n talista, la política c o m u n ita ria , los m ovim ientos
de resistencia a n tic o lo n ia l, los m ovim ientos para la dem ocracia
c u ltu ra l y los m o v im ie n to s para la e quid ad racial.
La im p o rta n cia de la política de la m ascu lin id a d en estos con
textos se reconoció p articularm ente en G ran B retaña — ésta es
u n a de las razones p o r las cuales la c alid a d del trabajo teórico
sobre la m a s c u lin id a d en G ra n B retaña es im presionante— . La
discusión incluye particularm e nte a la clase y el m o v im ie n to la
boral. N o se espera encontrar u n m u n d o feliz directam ente pre
fig u ra d o en la vida de la clase obrera. Las carencias derivadas
de la clase social generan expresiones horrendas de suprem acía
m asculina, c o m o la experiencia b ritán ic a de la violencia entre
quienes asisten al fú tb o l o el racism o de los s k in h e a d s . S in e m
b a íd o , las carencias de este tipo no sólo resultan en la violencia
h acia los otros.
Las huelgas y los cierres de fábricas a m e n u d o resultan en p o
líticas de género progresistas, desde las luchas laborales en Fall
River, en Massachusetts, durante el siglo x l x , hasta la am arga huel
ga de los m in e ro s de c a rb ó n en G ra n B retaña, en 1984, d o n d e la
m ilita n c ia de las m ujeres c o m e n zó a c a m b ia r el orden de género
de u n a in d u s tria fuertem ente m a s c u lin iza d a . Los hom bre s del
Partido Laboral de Australia proporcionaron apoyo político clave
a las in iciativ as fem inistas en la b u ro c rac ia y al crecim ie nto de
los servicios para las m ujeres. E n u n p e rio d o reciente en el cual
el P artido L aboral co ntrolaba el gobierno federal, se prod ujo u n a
estrategia n a cio n a l ú n ic a en contra de la v iole ncia hacia las m u
jeres. E n 1979 v 1980, los Acereros U nidos de A m érica ejercieron
suficiente p re sión p ara q ue se co n trata ran m ujeres en la fu n d i
d o ra H a m ilto n , de C a n a d á. A lgunos a ño s antes, la Federación de
O breros de la C o n s tru c c ió n de N ueva G ales del S u r a p o y ó la e n
trada de obreras a sitios que se e n c o n tra b a n totalm ente mascu-
lin iz a d o s .13
N o m e n c io n o estos casos para sugerir que el laborism o oficial
sea u n a esperanza blan ca p ara las m ujeres (podría d a r otra lista
ig u a l de larga de las veces que los sindicatos pelearon p a ra m a n
tener a las m ujeres fuera de sus industrias, ade m ás de que puedo
m e n c io n a ra patriarcas del Partido Laboral m u y siniestros); lo q u e
in te nto haceros m o strar el rango de posibilidades en las cuales la
p o lític a de género y de clase pueden interactuar. La p o lític a de
la m ascu lin id a d que surge de estas interacciones y que, por lo tan
to, se desarrolla en gran variedad de contextos de m ovim ientos de
clase, étnicos v sociales, no conform aría u n "m o vim iento de h o m
bres" unificado. U na ra z ó n es que casi cada paso exige de la acción
c o n ju n ta con las m ujeres. O tra razón es que las luchas sociales en
los lugares de trabajo, instituciones, c o m u n id ad e s y regiones ine
v itablem ente poseen lógicas divergentes y m uestran a m e n u d o
los contrastantes intereses de diferentes grupos de hom bres.
E n vez de u n m o v im ie n to de hom bres, de lo que h a b la m o s es
de u n a p o lít ic a d e a lia n z a s . A quí, el proyecto de ju s tic ia social de-
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ÍNDICE
Prefacio ............................................................................... 9
P rimera parte
E l conocimiento y sus problemas
S egunda parte
C uatro estudios sobre ij\dinámica
DE I-A MASCULINIDAD
Introducción...................................................................... 133
TERCERA PARTE
H istoria y política
C a p ít u lo 8 . L a h is t o r ia d e la m a s c u l i n i d a d ......................... 249
La producción de la masculinidad en la formación
del orden de género m oderno.................................... 250
Las transformaciones..................................................... 257
El momento presente ..................................................... 267
Bibliografía..................................................................... 329
Masculinidades,
editado por el Programa Universitario
,
de Estudios de Género de la i j n a m
se terminó de im prim ir en jun io de 2003
en los talleres de Grupo Edición, S.A. de C.V.,
Xochicalco 619, colonia Vérliz-Narvarte,
03600, México, D.F.
Para su composición se usaron tipos
de la familia New Aster.
Se tiraron 1 000 ejemplares.