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Doctor Juan Ramón de la Fuente

Rector

Doctora Olga Elizabeth Hansberg


Coordinadora de Humanidades

Doctora Graciela Hierro


Directora del p u h g

PROGRAMA UNIVERSITARIO DE ESTUDIOS DE GÉNERO

Comité Editorial
Dora Cardad • Gloria Careaga • Mary Goldsmith • Graciela Hierro
Claudia Lucotti • Mercedes Pedrero • Greta Rivara • Martha Juditli Sánchez
María Luisa Tarrés • Margarita Velázquez

Gloria Careaga
Coordinadora del Comité Editorial

Berenise Hernández • Mauro Chávez


Publicaciones

Traducción: Irene Ma. Artigas


Revisión técnica: Lorenia Parada-Ainpudia
Cuidado de la edición: Mauro Chávez
Tipografía y form ación: Federico Mozo
Diseño de portada: Teresa Guzmán

Primera edición: 1995, University of California Press


Primera en español: 2003, Universidad Nacional Autónoma de México

DR © 2003
Universidad Nacional Autónoma de México
Coordinación de Humanidades
Programa Universitario de Estudios de Género
Ciudad Universitaria, 04510 México. D.F.

ISBN 970-32-0712-X
Impreso y hecho en México
E n la a c tu a lid a d reconocem os a m p lia m e n te que m u c h a s cues­
tiones sociales incluyen la n a tu rale za de la m a s c u lin id a d , y las
identidades y prácticas de los hom bres. P or ejem plo, m u c h a s
cuestiones relacionadas con la salu d (desde las lesiones en la in ­
d u stria hasta la prevención del s i d a ) incluyen el c o m p o rta m ie n ­
to q ue tienen los hom bres derivado del género. E n el m is m o caso
se e n c u e n tra n cuestiones de p o b la c ió n y fertilidad. C iertas ver­
siones de la m a s c u lin id a d se re lacio nan p ro fu n d a m e n te con la
v io le ncia (ta n to la o rg anizad a, en el caso de los ejércitos, c o m o
la personal). Los hom bres son piezas clave para conseguir la paz.
T am bién hay cuestiones difíciles e im p o rtante s sobre la e duca­
c ió n de los niños.
E n los ú ltim o s veinte a ños la investigación sobre la m a s c u li­
n id a d y la c o n d u c ta dependiente del género de los ho m bre s ha
tenido u n gran auge. E l presente lib ro describe el crecim ie nto
de este tipo de conocim ientos. E ntre las conclusiones principales
pod em os m e n c io n a r que existen m ú ltip le s fo rm as de m a s c u li­
n id a d . E n m u c h a s situaciones u n m o d e lo de m a s c u lin id a d d o ­
m in a , es el h e g e m ón ic o sobre otros. S in em bargo, esto n o hace
que los d e m ás se desvanezcan. Las m ascu lin id a d e s son colecti­
vas, adem ás de in dividu ale s. A m e n u d o están d iv id id as y son
contradictorias; ade m ás, c a m b ia n con el transcurso del tiem po.
La investigación a este respecto es a hora u n fe n ó m e n o m u n ­
d ia l. E n L a tin o a m é ric a y en E s p a ñ a se h a n hecho im p o rtante s
c o n trib u c io n e s al respecto.
Este lib ro p ro p o rc io n a u n a h isto ria de las ideas que, en el O c ­
cidente m o d e rn o , se h a n desarrollado respecto al género de los
hom bres y las m ascu linidad es; construye u n m arc o conceptual
p ara c o m p re n d e r la investigación y las cuestiones prácticas al
respecto. Este m arco teórico se aplica a estudios de caso, desa­
rrollados en m i propia investigación, que se ocupan de hom bres
involucrados en los cam bios que se d an en las relaciones depen­
dientes del género — incluyen a hom bres de las clases p o p u la ­
res, de m ovim ientos sociales, gays y de clase m edia— . E l libro
discute la historia de las m asculinidades en el contexto de la his­
toria m u n d ia l. F inaliza con u n análisis de la política dependien­
te de la m asculinidad y de los debates sobre los m étodos para el
cam bio.
Soy australiano y m i experiencia se relaciona sobre todo con
el m u n d o de habla inglesa. S in em bargo, estoy convencido de
que esta experiencia tiene m uch o que ver con el m u n d o de habla
hispana, por ejem plo, con la historia del colonialism o, el desti­
no de las sociedades indígenas, las luchas p o r la independencia
cultural, el poder de la globalización y el im pacto de los m o vi­
m ientos de las m ujeres y de los gays.
Cada vez m ás, en u n m u n d o que se vincula por el im perialis­
m o y la globalización, com partim os el destino de los dem ás. En
u n m u n d o com o éste es fu n d a m e n ta l in te rcam biar ideas y expe­
riencias entre las fronteras del lenguaje y la cultura. M e encan­
ta la idea de que esta traducción de M a s c u lin it ie s ayude a dicho
intercam bio. Adem ás, estoy feliz de que el libro aparezca gra­
cias a los auspicios de la u n a m , en donde existe u n vigoroso e in ­
novador program a de investigación de género. He aprendido
m u ch o de colegas y activistas de México, Chile y otras partes del
m u n d o de habla hispana. Espero que el presente libro c o n trib u ­
ya a ú n m ás al intercam bio de ideas y que ayude a conseguir la
solución d em ocrática de los problem as dependientes del géne­
ro — en los cuales los hom bres de todas las com unidades y to­
dos los países deben participar activamente.

R. W. C onnell
S ydney, e n e ro de 2 0 0 2
D urante los ú ltim o s cinco años, la m asculinidad se volvió u n te­
m a m uy p o p u lar en el m u n d o capitalista desarrollado, especial­
m ente en Estados Unidos. Q uienes desde hacía m u c h o tiem po
trabajábam os ya en el tem a presenciamos, con ciertá sorpresa,
cóm o los libros sobre m asculinidad alcanzaban los prim eros lu ­
gares de las listas de b e s ts e lle rs , cóm o los program as de la televi­
sión se ocupaban del tema y cóm o se m ultiplicaban conferencias,
“reuniones’' de hom bres, artículos en revistas y periódicos.
Las d em and as que h a n capturado la atención de los m edios
tam bién han causado consternación. E n su m ayoría, los libros
m ás populares sobre los hom bres se encuentran llenos de cier­
tas ideas que ignoran o distorsionan los resultados de la investi­
gación que, cada vez m ás, se realiza sobre el tema. La explosión
de p ub licid ad volvió a d a r im portancia a ideas obsoletas sobre
la diferencia n atural y la verdadera m asculinidad . Tam bién se
ocu p ó de u n a cam p a ña neoconservadora que pretendía echar
para atrás los lim itado s avances que durante las ú ltim a s dos d é­
cadas se habían tenido en la lucha contra la discrim inación hacia
las m ujeres y los hom bres gays.
En los últim o s diez años, la investigación de las ciencias socia­
les sobre la m asculinidad ha tenido u n crecim iento im presio­
nante; sus conclusiones son m uy distintas a las de la psicología
popular, tan bien vendida. Aunque hago investigación, me niego
a escribir otro libro ‘sobre hom bres" — género que en sí m ism o
supone que existe u n a u n id a d en las vidas de los hom bres— . S in
em bargo, el conflicto que vivim os ahora exige u n a valoración
nueva de la investigación y la teoría sobre la m asculinidad; ade­
m ás, tam bién exige nuevos intentos por conectar al conocim ien­
to con las estrategias para el cam bio.
Este lib ro tiene tres partes. E n la p rim e ra se e x am in an algunas
form as de e n te nd er la m a s c u lin id a d . Se presentan los p rin c ip a ­
les intentos q ue se h icieron en este siglo para crear u n a ciencia
de la m a s c u lin id a d , a través de la in ve stig ación p sic o an alítica y
social. Se considera el c o n o c im ie n to de la m a s c u lin id a d que
su rg ió de los m o v im ie n to s políticos y si la m a s c u lin id a d es o no
u n objeto de c o n o c im ie n to coherente. Se e x am in a el gran obs­
tácu lo que tiene la ciencia social v in c u la d a al género, el lug ar del
cuerpo en la vida h u m a n a . F in a lm e n te , esta p rim e ra p a ite c o n ­
fo rm a u n breve, pero sistem ático, m a rc o teórico p a ra el análisis
de las m asculinidades, el cual requiere de u n a a n a t o m ía del orden
e structurad o co n base en el género en las sociedades o c cid e n ta ­
les co n tem po ráne as.
M is ideas respecto a la m a s c u lin id a d se d esarrollaron a p a rtir
del estudio de c a m p o que se presenta en la segunda paite de este
libro. Se trata de entrevistas, de historias de vida con cuatro gru­
pos de h o m bre s, quienes en diferentes circunstancias se han e n­
frentado a c a m b io s en sus relaciones e structuradas con base en
el género. E l proyecto in tenta re la c io n a r la v id a personal con la
estructura social, de m an e ra sistem ática, y creo que m uestra tan­
to la c o m p le jid a d del c a m b io en la m a s c u lin id a d c o m o las m ú l­
tiples p o s ib ilid a d e s de d ic h o c am b io .
E n la tercera parte se trabaja a u n a escala mayor. Se exam inan
la h isto ria g lo b a l de la m a s c u lin id a d d u ra n te los ú ltim o s siglos
y, después, las fo rm as específicas de la p o lítica de la m a s c u lin i­
d a d en el "O ccidente" co n te m p o rán e o . E ntre otras cosas, reve­
la el contexto p rác tic o al "m o v im ie n to de los h o m b re s" a ctual y
el interés de los m ed io s en la m a s c u lin id a d . F in a lm e n te , se c o n ­
sideran las im p lica c io n e s políticas del c o n o c im ie n to a ctu a l so­
bre la m a s c u lin id a d , desde el p u n to de vista de la ju s tic ia social
en las relaciones de género.
M e fue bastante d ifíc il escribir el libro. Los tem as son explo­
sivos y las p o sib ilid a d e s de ob te ner respuestas erróneas son
m uch as. A lg u n a vez escribí que tra b a ja r con estos tem as era co­
m o cortarse el pelo con u n a p o d a d o ra m a l a justada. M e faltó
m e n c io n a r qu e tal p o d ad o ra ta m b ié n necesitaba aceite.
S in em bargo, se trata de cuestiones m u y im portantes. Para re­
ferirm e a ellas tuve la ayud a de gente de a m b o s lados del m u n d o .
Los consejos y el a m o r de P a m B e n to n y K ylie B enton-C onnell
fueron vitales. N o rm R a d ic a n y Pip M a rtin trab a jaro n h acie n d o
las entrevistas del estudio que presento en la segunda parte. Les
agradezco m u c h o su ayud a, así c o m o a todos los hom bre s que
p a rtic ip a ro n en el proyecto. Tim C arrigan y Jo h n Lee fueron m is
asistentes de investigación en u n proyecto teórico sobre el género
que constituyó la base del capítulo 1; M ark Davis m e ay u d ó en u n
proyecto de entrevistas posterior que in flu e n c ió m i a n álisis de
clase y sexualidad. M arie O'Brien, Yvonne Roberts y Al ice M ellian
m e a y u d a ro n con la m ecanografía. L a m a y o r parte del financia-
m ie n to de este proyecto v in o del C o m ité de F in a n c ia m ie n to a la
Investigación de A ustralia, y el fin a n c ia m ie n to su p le m e n ta rio
de M acq uarie University, H arvard U niversity y U niversity o f C a ­
lifo rn ia at S an ta C ruz. E l trab a jo intelectual es siem pre u n p ro ­
ceso social y m u c h a gente c o n trib u y ó directa o in d ire ctam e nte
en el que presento a q u í. E n las notas in d ic o fuentes específicas,
pero quiero reconocer las ideas y la ayuda m ás generales de M ike
D o nald so n, G ary Dow sett, J im M esserschm idt, M ike Messner,
R osem ary Pringle, Lynne Segal, Barrie T horne y L in Walker. S on
parte de quienes c o n fo rm a n u n a nueva era en la investigación
sobre género. E spero que tanto su trabajo c o m o el m ío ayud en a
conseguir u n a nueva época en la prác tic a d erivada del género.
A lgunas partes de este lib ro aparecieron en los siguientes lu ­
gares: la sección sobre el co n o cim ie n to clínico, del cap ítu lo 1, en
"Psychoanalysis o n m a s c u lin ity ” ("E l psicoan álisis en la m a s c u ­
lin id a d "), en M ichael K a u fm a n y H arry B rod (eds.), T h e o r iz in g
M a s c u lin it y ( T e o r iz a r la m a s c u lin id a d ) , Sage P ublications, 1994;
parte del m aterial de las entrevistas del c a p ítu lo 2 de “I threw it
like a girl: som e d ifficulties w ith m ale b o dies” (“La echo c o m o
niña: algunas dificultades con los cuerpos m as cu lin o s”), en Che-
ryl L. Colé, Jo h n J. Loy Jr. y M ichael A. M essner (eds.), E x e r c iz in g
P o w e r : T he M a k in g a n d R e n ia k in g o f th e B o d y (E je r c e r e l p o d e r : la
State University o f New
f o r m a c ió n y c o n f o r m a c ió n d e l c u e r p o ) ,
York Press, 1994; el c a p ítu lo 4 apareció c o m o “Live fast a n d die
young: the con structio n o f m as cu lin ity a m o n g yo u ng working-
class m en o n the m a rg in o f the la b o u r m ark e t” ("Vive rá p id o
y m uere joven: la c o n stru c c ió n de la m a s c u lin id a d entre los j ó ­
venes de la clase obrera que se encu entran en los lím ite s del
m ercado la b o ral”), en A u s t r a lia n a n d N e w Z e a la n d J o u r n a l o f S o ­
c io lo g y , 1991, vol. 27, n ú m . 2; el c ap ítu lo 5 c o m o "A w hole new
worid: rem aking m asculinity in the context of the environm ental
m ovem ent" (“Un m u n d o com pletam ente nuevo: reconform ar la
m ascu lin id a d en el contexto del m o v im ie n to am bientalista"),
en G e n d e r a n d S o c ie ty , 1990, vol. 4, n ú m . 4; el capítulo 6 com o “A
very straight gay: m asculinity, hom osexual experience a n d the
dynam ics o f g e n de r' (“Un gay m u y norm al: m ascu lin id a d , ex­
periencia hom osexual y la d in á m ic a de género"), en A m e r ic a n
S o c io lo g ic a lR e v ie w , 1992, vol. 57, n ú m . 6; partes del capítulo 8 en
“The big picture: m asculinities in recent w orid history" (“E l p a ­
n o ra m a com pleto: las m asculinidades en la historia m u n d ia l re­
ciente"), en T h e o ry a n d S o c ie ty , 1993, vol. 22, n ú m . 5. Agradezco
a estas editoriales y revistas el perm iso que m e dieron para re­
p ro d u c ir el m aterial.

B ob C onnell
S a n ta C ru z , ju n io de 199 4
P R IM E R A PARTE

E L C O N O C IM IE N T O Y SU S P R O B L E M A S
CAPÍTULO 1
LA C IE N C IA D E LA M ASCU LIN ID A D

C o n o c i m i e n t o s r iv a l e s

E n u n m elancólico pie de página, Freud observó que los con­


ceptos de "fem en ino" y “m ascu lin o ” "son de los m ás confusos
que pueden encontrarse en la ciencia”. 1E n m uchas situaciones
prácticas, los térm ino s "m ascu lino” y "fem enino" no dejan n in ­
guna d u d a y, de hecho, gran paite de nuestro discurso y de nues­
tras acciones se basan en el contraste entre ellos. S in embargo, si
los exam inam os de form a lógica, la diferencia n o es tan clara y
nos enfrentam os a conceptos escurridizos y difíciles de definir.
¿A q u é se debe lo anterior? E n este libro sugiero que se debe
al carácter del concepto de género en sí, y a que éste es u n c o n ­
cepto que depende del m om e nto histórico y se carga de sentido
políticam ente. La vida diaria es u n á m b ito de la política de gé­
nero, no u n a form a de evadirlo.
Los térm inos de género se cuestionan porque discursos y sis­
temas de conocim iento en conflicto clam an com o suyo el derecho
a explicarlos. Esto puede verse tanto en situaciones cotidianas
c o m o en el c am p o de la teoría m ás profunda.
Frente a m í, en el escritorio, tengo el recorte de u n artículo de
u n periódico del interior de Sydney, T lie G le b e , titulado "¿P orqué
las mujeres preguntan el cam ino ?", que dice así:

Es m ás probable que las mujeres, y no los hombres, detengan a a l­


guien en la calle para preguntarle c ó m o llegar a alg ún lado — esto se
debe sim plem ente a que los sexos piensan de m anera diferente.

1 Freud, 1953 [1905], 219-220.


El artículo, firmado por Amanda Park, cita a una psicóloga y
consejera, Marv Beth Longmore, quien explica que los sexos, al
hablar, tienen diferentes propósitos:

Las mujeres tampoco entienden que, para los hombres, el tener in­
formación es una forma de jerarquía — las personas con más infor­
mación tienen mayor jerarquía— ... Según Longmore, ésta es la razón
por la cual los hombres preguntan con menor frecuencia a alguien
desconocido cómo llegar a algún lugar. Hacerlo sería adm itir que
son. de alguna forma, inferiores.

El artículo, entonces, invita a aquellas personas interesadas


en comprender los diferentes lenguajes que hablan los hombres
y las mujeres a asistir a un taller dirigido por Longmore el vier­
nes siguiente.2
Aunque los periódicos locales siempre necesitan noticias fres­
cas, el ejemplar me interesó por lo útil que era, por lo menos,
para aclarar los tipos de conocimiento respecto al género. En
primer lugar se refiere a conocimientos relacionados con el sen­
tido común: los hombres y las mujeres actúan de forma distin­
ta (“Es más probable que las mujeres detengan a alguien en la
calle '), y lo hacen porque son distintos (“los sexos piensan de
manera diferente"). Si no se aludiera a lo común que es admitir
dicha polaridad, la historia no vendría al caso.
Sin embargo, el artículo también critica el sentido común.
“Los hombres y las mujeres normalmente no entienden porqué
y para qué hablan los miembros del otro sexo... Las mujeres
tampoco comprenden...” La crítica se hace desde la perspectiva
de una ciencia. A Longmore se le identifica como psicóloga, a
sus conocimientos se les llama “descubrimientos", y al final del
artículo se presenta una advertencia característica de la ciencia
(“sus descubrimientos eran verdaderos para la mayoría, y no
para el total, de los hombres y mujeres"). Por lo tanto, la ciencia
revisa el conocimiento sobre la diferencia de género debido al
sentido común. Esta revisión garantiza una nueva práctica que
será explorada en un taller. Nunca se especifica la naturaleza de

2 The debe and Western Weekly (Sydney. 7 de julio de 1993).


la ciencia, pero parece que los supuestos de L ongm ore se basan
en su experiencia c o m o consejera.
E n este pequeño ejem plo hem os visto dos form as del co n o c i­
m ie n to sobre la m a s c u lin id a d y la fe m in id a d — el sentido co­
m ú n y la ciencia de la psicología— que, en parte, se refuerzan
u n a a otra y, en parte, se encuentran totalm ente separadas. Tam ­
b ién podem os atisb ar dos prácticas que producen y a p lic a n el
co n o cim ie n to psicológico — la asesoría in d iv id u al y los talleres
grupales.
De form a m ás indirecta, la historia nos conduce hacia otras
form as de c o n o c im ie n to sobre la m a s c u lin id a d y la fe m inid ad .
Los y las terapeutas u tiliza n am pliam e nte los talleres en el m edio
en d onde se o rig in ó el "m o v im ie n to de los hom bres” c o n te m p o ­
ráneo (que se explorará en el cap ítu lo 9). D icho m o v im ie n to su­
pone que posee u n c o n o c im ie n to que va m ás a llá de la ciencia
y el sentido c o m ú n , u n c o n o c im ie n to in tu itiv o de lo que es lo
"m ascu lino p ro fu n d o ".3
Ahora bien, si se les presiona preguntándoles sobre las dife­
rencias entre los sexos, quienes practican la psicología y el pe­
riodism o seguram ente se referirán a características biológicas.
Seguram ente recordarán investigaciones sobre las diferencias
que existen entre los sexos si se consideran los cuerpos y el c o m ­
p o rtam iento , el sexo cerebral, las diferencias horm onales y el
código genético. T am bién los m edios de com u nicación han pres­
tado atención a estos factores.
Si T he G le h e intentara hacer u n periodism o m ás p ro fu n d o y
la escritora c ruzara Parram atta R o a d para lle g a ra la Universi­
dad de Sydney, se d aría cuenta de que estos puntos de vista res­
pecto a la m a s c u lin id a d y la fe m in id ad , perfectam ente claros
desde el p u n to de vista de las ciencias biológicas, h an sido m uy
cuestionados desde las h u m a n id ad e s y las ciencias sociales. En
esas áreas de la universidad se habla de "roles o papeles sexuales”
y "relaciones de género” y se piensa que la m asculinidad y la fem i­
n id a d se "construyen socialm ente” y "se fo rm an en el discurso”.
Después de salir de la U niversidad de Sydney y de d o b la r a la
izq uierda en P arram atta R oad, quienes se dedican a la biología

1 Una útil recopilación de estas suposiciones puede verse en K. Thompson,


1991.
y a las ciencias sociales p a sa rán frente a u n a iglesia cubierta de
h o llín . El vicario de St. B a m a b a s a n u n c ia ante el m u n d o , en su
p e riódico m u ra l, que el orden de género se debe a Dios y que,
c o m o sucede con c u a lq u ie r otro orden m o ral, es m u v arriesga­
d o m odificarlo . El p e riódico m ural d iv in o recibe, a su vez, res­
puesta de pai te de q u ie n se encarga del hotel que se encuentra
frente a la iglesia. E n este otro espacio se com entan, n o rm a lm e n ­
te, los mensajes evangélicos desde el p u n to de vista del hedonis­
m o terrenal v la clase obrera.4
Podría d a r m ás ejem plos, pero creo que los anteriores bastan
para p ro b a r que nuestros conocim ie ntos cotidianos respecto al
género se encuentran siem pre en el centro de fuertes polém icas
entre quienes reclam an conocerlo, explicarlo y juzg arlo .
Estas form as de c o no cim ie nto, c o m o el a rtíc u lo en T he G le b e
lo m uestra, se re lacio nan con prácticas sociales específicas. E n
general p o d ríam o s decir que esto es cierto para c u a lq u ie r tipo
de con ocim ie nto , a u n q u e n o rm a lm e n te los debates intelectua­
les se desarrollen c o m o si las ideas cayeran del cielo. Desde hace
dos generaciones, la sociología del C onocim iento m ostró c ó m o
los p un to s de vista globales m ás d o m in a n te s se basan en los in ­
tereses y las experiencias de los grupos sociales preponderantes.
La investigación de la sociología de la ciencia, gracias a fascinan­
tes acercam ientos a la v id a en el lab o rato rio y a las jerarquías de
prestigio que se establecen entre quienes se dedican a la ciencia,
m uestra las relaciones sociales que a p u n ta la n el c o n o c im ie n to
en las ciencias naturales. Las fam osas investigaciones de M ichel
F oucault sobre el "conocim iento y el poder”, sobre el estrecho te­
jid o que existe entre las ciencias nuevas (com o la m edicina, c ri­
m in o lo g ía y sexología) y las nuevas instituciones v form as de
control social (clínicas, prisiones, fábricas, psicoterapias) refuer­
za n esta idea."
Las conflictivas form as del conocim iento sobre el género trai­
c io n a n la presencia de diferentes practicas relacionadas con el

* Quien está a cargo del hotel ha publicado una versión penosamente miti­
ficada de estos intercambios, famosos en la localidad: Elliot, 1992.
5 El clásico estudio de la sociología del conocimiento se debe a Mannheim,
1985 [1929], Pata un ejemplo de estudio de campo en científicos, véase Charles-
worth, et al.. 1989. El libro de Foucault (1977) es un soberbio estudio histórico
sobre el contexto práctico del conocimiento.
género. Para c o m p re n d e r tanto las explicaciones c o tid ia n as co­
m o las científicas de la m a s c u lin id a d no podem os m ante nerno s
en el nivel de las m eras ideas, sin o que debem os prestar aten­
c ió n a sus bases prácticas.
Por ejem plo, el cuerpo de c o n o c im ie n to s con respecto al gé­
nero derivado del se n tid o c o m ú n n o es, en n in g ú n sentido, fijo.
M ás bien es la ex plicación racional de las prácticas c am b ian te s
a través de las cuales el género se “hace" o se “co n fo rm a" en la
vida d ia ria — las prácticas que m uestra la elegante investigación
d erivada de la e tn o m eto d ología— .6 Los c onocim ie ntos desple­
gados p o r S ig m u n d F reud y M a ry B eth L ongm ore con respecto
al género se co nectan estrecham ente con la práctica profesio­
nal; esto es, con la práctica de la psicoterapia. E l c o n o c im ie n to
ofrecido p o r el c o n s tm c c io n is m o en las ciencias sociales tiene
u n a doble genealogía, ya que surge, por 1111 lado, de la política
opositora del fe m in is m o y la lib e ra c ió n gay y, por otro, de las
técnicas de la investig ación social académ ica.
Es p o r esto que, c u a n d o discuta los principales intentos de
c o n stru ir el cuerpo de conocim ie ntos sobre la m a s cu lin id a d ,
m e preguntaré sobre las prácticas que pe rm ite n que este tipo de*
conocim ientos em erjan. T am bién m e preguntaré c ó m o las p rác­
ticas constituyen v lim ita n las form as que el c o n o c im ie n to a d ­
quiere.
Las diferentes form as de c o n o c im ie n to 110 se e ncu e ntran en
u n m is m o nivel. E n la m ay o ría de los contextos, las afirm acio-
nes científicas poseen u n a fuerza innegable. En al a rtíc u lo del
G le b e , u n pequeño a so m o de cierto carácter científico fue s u fi­
ciente p ara establecer el derecho a cuestionar los c o n o c im ie n ­
tos generados p o r el sentido c o m ú n ; p o r el contrario, el sentido
c o m ú n no cuestio n ó a la ciencia. E n nuestro sistem a educativo
v en nuestros m edios la ciencia tiene u n a hegem onía definitiva.
D urante el siglo xx, el desarrollo de las ideas sobre la m ascu ­
lin id a d se constituye según estas ú ltim a s consideraciones. Todos
los discursos d o m in a n te s hacen a lg u n a a firm a c ió n respecto a
su p ro p ia c ie n tific id a d o a que u tiliz a n 'descubrim ientos’' cien­
tíficos, a u n q u e la a firm a c ió n suene grotesca. Hasta R obert Blv,
en / r o n J o h n , u tiliz a el lenguaje científico para expresar su idea
re s p e c to a q u e u n a te r c e ra p a r le d e n u e s tr o c e re b ro es el d e u n
" g u e r r e r o ” y q u e e n e l d n a lle v a m o s d e f in id o s t a m b i é n lo s in s ­
tin to s d e c o m b a te .
S in em bargo, nuestra orientación hacia la ciencia nos hace
d a r vueltas en círculos. Se ha probado, con lu jo de detalles his­
tóricos, que las m ism as ciencias naturales tienen características
que dependen del concepto de género. La ciencia y la tecnología
occidentales se encuentran culturalm e nte m asculinizadas. Y
n o estam os h a b la n d o sólo de que quienes hacen ciencia sean
hom bres — a u n q u e es u n hecho que la gran m ayoría de los que
se dedican a la ciencia y la tecnología lo son— . Las m etáforas
q ue g u ían la investigación científica, lo im personal de su dis­
curso. las estructuras de poder y c o m u n ic a c ió n de la ciencia, la
reproducción de su c u ltu ra interna, todas ellas, surgen de la po­
sición social de hom bres d om inan te s en u n m u n d o estructura­
d o lo m a n d o c o m o base el género. El d o m in io de las ciencias en
las discusiones sobre m ascu lin id a d refleja entonces la posición
de la p rop ia m ascu lin id a d (o de m asculinidades específicas) en
las relaciones sociales de género.7
Entonces, si consideram os que se trata de u n a form a de cono­
cim ie n to creada p o r el m ism o poder, que es su objeto de estudio,
¿qué podem os esperar de un a ciencia de la m ascu linidad ? C u a l­
q u ie r conocim iento de este tipo tendrá los m ism os com prom isos
éticos que tendría u n a ciencia que estudiara la raza y que h u b ie ­
ra sido creada p o r im perialistas, o u n a ciencia del capitalism o
p ro d u c id a por capitalistas. De hecho, existen form as de d isc u r­
so científico sobre la m ascu lin id a d que c ap itu la ro n ante los in ­
tereses dom inantes, de la m ism a m anera en que lo h an hecho el
racism o científico y la e conom ía neoconservadora.
N o obstante, la ciencia tam b ién tiene otros potenciales. Las
ciencias naturales tom aron fuerza a partir de la crítica: por ejem ­
plo, del rechazo de C o p é m ic o a la idea de que el sol giraba alre­
dedor de la Tierra; del rechazo de D arw in a la idea de que la divina
providencia creaba individu alm en te a las especies. C ada gran
revolución científica puso e njuego u n a fuerte m ezcla de crítica,

7 Para información sobre el d n a guerrero, véase Bly, 1990, p. 150. Para infor­
mación sobre la ahora extensa bibliografía sobre género y ciencia, véase Keller,
1985, y Harding, 1991; para información específica sobre masculinidad, véase
Easleá, 1983.
in fo rm a c ió n em p írica e im a g in a c ió n . Adem ás, en la investiga­
c ión científica cotidiana, la prueba de hipótesis y la necesidad de
generalizar constantem ente conducen m ás allá de lo estableci­
do y hacen que la ciencia sea algo m ás que el m ero reflejo de lo
que existe.8
¿Podem os d a r u n paso m ás y conectar este elem ento crítico
con la crítica social involucrada en el análisis de la m a s c u lin i­
dad? ¿Podem os relacionar el im p u ls o hacia la generalización
científica con la idea de intereses general izables en la vida so­
cial y, p o r lo tanto, con el concepto de ju stic ia ? Estas propues­
tas se ven sujetas a todo el peso del escepticism o p o s m o d e m o
respecto a los "grandes relatos" y del escepticism o e conóm ico
y racionalista hacia la justicia.9 E n la parte final del lib ro volve­
ré a o c u p a rm e de la crítica de la m a s cu lin id a d . Por lo pronto,
sólo quisiera a p u n ta r las am b igüed ade s políticas del c o n o c i­
m ie n to científico. Las ciencias de la m ascu lin id a d pueden ser
liberadoras o d o m in ad o ra s, e in clu so pueden llegar a ser a m ­
bas cosas a la vez.
A lo largo del siglo xx h a n existido tres proyectos im p o rta n ­
tes para u n a ciencia de la m a s c u lin id a d . E l prim e ro se basó en
el c o n o cim ie n to c lín ic o a d q u irid o p o r terapeutas y sus concep­
tos conductores se derivaron de la teoría de Freud. El segundo
se basó en la psicología social y se centró en la enorm em ente
p o p u la r idea del "rol o papel sexual’’. E l tercero incluye las nue­
vas tendencias de la antropología, la h isto ria y la sociología. E n
este cap ítu lo exam inaré el carácter del c o no cim ie nto sobre la
m ascu lin id a d p ro d u c id o p o rc a d a u n o de estos proyectos; des­
pués me ocuparé del c o no cim ie nto prod ucid o por los m o vi­
m ientos de resistencia de la p o lítica sexual y de género. Las
diferencias entre estos proyectos nos hacen p re g u n ta m o s de
q u é se o cup a precisam ente el c o no cim ie nto de la m a s c u lin i­
d ad. En la sección final del c a p ítu lo intentaré contestar estas
preguntas.

* La conexión entre la ciencia evolutiva y la crítica social queda clara en la


biografía de Darwin escrita por Desmond y Moore, 1992; una proporción clási­
ca del carácter constantemente reconstructivo de la ciencia se encuentra en La-
kates. 1970.
9 En relación con los grandes relatos, véase Lyotard. 1984; para el raciona­
lismo económico. Pusey. 1991.
L O S CONOCIMIENTOS CLÍNICOS

E l c o )tip le jo d e E d ip o

E l p rim e r intento sostenido p o r c o n struir u n a explicación c ie n ­


tífica de la m a s c u lin id a d se d io en la psicología p ro fu n d a y re­
vo lu cio n aria fu n d a d a a p rin cip io s del siglo xx por Freud. El
psicoan álisis se desarrolló p o r c a m in o s tan diversos y tuvo u n
im p a c to tan grande en la c u ltu ra m o d e rn a que es fácil olv id ar
que sus orígenes están en la práctica m éd ic a. S u m is m o fu n d a ­
d o r estaba convencido de que el c o n o c im ie n to psicoanalít ico se
basaba en la observación clínica y se p ro b a b a con u n a p ráctica
curativa.
A lo largo de su historia, esta relación con la m ed icina conec­
tó el psicoanálisis con intentos de n o rm a liz a c ió n y control so­
cial. S in em bargo, desde sus prim eros años, el psicoanálisis
tam b ién tuvo u n potencial ra d ic a l.10 El trab ajo in ic ia l de Freud
c o in c id ió con el ferm ento de la intelectualidad europea que
p ro d u jo la literatura, la p in tu ra y la m ús ic a de vang uardia, las
ideas sociales radicales, los im petuosos m o vim ientos fem inista
y socialista, y el p r im e r m o vim ie nto a favor de los derechos h o ­
mosexuales. Freud a s u m ió u n a p osición lo suficientem ente
abierta frente a d ic h o ferm ento com o para c u e s tio n a r— gracias
a que su práctica clínica le p e rm itió m antenerse apartado de la
ortodoxia profesional— casi todo lo que la c ultura europea h a ­
bía d ad o p o r sentado respecto al concepto de género.
P or eso su trabajo fue el p u n to de p a rtid a del pensam iento
m o de rn o sobre la m a s cu lin id a d , a pesar de que la m ayoría de
quienes investigaron el tem a m ás adelante supieron m u y poco,
o no les im p o rtó saber, sobre los detalles de sus ideas. Freud fue
q uien puso el tem a sobre la mesa, fracturó el concepto de m as­
c u lin id a d , que hasta entonces parecía ser u n objeto natural, y
cuestionó su c o m p o sición, m ostrando que d icho cuestiona-
m ie n to era posible e incluso necesario.
A pesar de que Freud n u n c a escribió u n a discusión sistem á­
tica sobre la m a s cu lin id a d , el tem a sí fue u n o de los que apare­
cieron c o n tin u am e n te en sus escritos d u ra n te treinta años. Las
ideas de Freud se desarrollaron en tres etapas. La p rim e ra se e n­
cuentra en las proposiciones iniciales de sus prin cip io s psico-
analíticos: la idea de la c o n tin u id a d entre la vida m ental norm al
y la neurótica, los conceptos de represión y del inconsciente y el
m étodo q ue p e rm itió leer los procesos m entales inconscientes a
través de sueños, brom as, lapsus del lenguaje y síntom as. Freud
c o m p re n d ió que la sexualidad a d u lta y el género c a m b ia b a n (no
estaban fijos p o r naturaleza), y que se construyen gracias a un
proceso largo y lleno de conflictos.
P aulatin am en te observó que el "com plejo de E dipo ", la c o n ­
fusión e m o cion al que se da en la niñez, y que incluye el deseo
por a lg un o de los progenitores y el o d io p o r el otro, era el m o ­
m ento m ás im portante del desarrollo. E n el caso de los hom bres,
la crisis edípica se debía a la rivalidad con el padre y el m iedo a la
castración. Estas ideas se d o cu m e n ta n en dos fam osos estudios
de caso: "El pequeño Hans" y "El hom bre rata", de 1909. E n ellos,
Freud id e ntificó u n m o m e n to form ativo en la m a s c u lin id a d y
representó la d in á m ic a de u n a relación fo rm al iva.11
S in em bargo, en sus escritos teóricos, Freud ya h abía c o m e n ­
zado a c o m p lic a r el panoram a. S egún él, la hom osexualidad no
era u n sim p le c a m b io de género: "u n a gran parte de los hom bres
invertidos conservan la calidad m ental de la m a s c u lin id a d ". Al
enfrentarse a los hechos de la inversión, Freud ofreció la h ip ó ­
tesis de que todos los h um ano s tenían u n a constitución bisexual
y que en c u a lq u ie r persona coexistían corrientes m ascu linas y
fem eninas.
Con ello su p o nía que la m ascu lin id a d a d u lta tenía que ser una
construcción com p le ja y en cierta form a precaria. La segunda
etapa del análisis freudiano de la m ascu lin id a d in clu y ó el desa­
rrollo de u n a a p ro x im a ció n arquite ctónica al género, que a p a ­
reció con detalle en su historia de caso m ás larga, "E l hom bre
lobo", p u b lica d a durante la p rim e ra guerra m u n d ia l. E n ella,
Freud fue m as a llá del com plejo e dípico y encontró u n a m ascu ­
lin id ad narcisista y preedípica que sostenía el m ie do a la castra­
ción. Al investigar el pasado, Freud rastreó las relaciones entre
esta e m o c ió n arcaica, el deseo del n iñ o p o r el padre, sus relacio­
nes con los criados y las criadas, su identificación con las m u jeres

“ Freud, 1953 [1900], 1955[1909ajy 1955 [1909b].


y los cclos hacia su m adre. Freud u tiliz ó estas contradicciones
p ara explicar el c a m b io que se dio, desde u n a p ro fu n d a p ro m is­
c u id a d heterosexual hasta la a p atía ne urótica, entre la adoles­
cencia y la p rim e ra vida a d u lta del H o m b re L o b o .12
E n este caso, que es el m ás b rillante de todos sus estudios,
Freud d em ostró el p o d er del m éto d o c lín ico para separar las d i­
ferentes capas de e m o c ió n y detectar las relaciones m óviles que
se d a n entre ellas. S ería d ifíc il e ncon trar alg o m ás alejado de las
fó rm u la s u n id im e n s io n a le s que siguen presentándose c o m o los
''descubrim ientos’' del psicoanálisis. E l caso del H o m b re Lobo
representa u n reto para cu a lq u ie r otro estudio que se haya hecho
sobre la m a s c u lin id a d . N in g u n a a p ro x im a c ió n q ue d aría c o m ­
pleta sin aprender la lección derivada del estudio de Freud so­
bre las tensiones del carácter m as c u lin o y sus vicisitudes en el
transcurso de u n a vida.
E n los años posteriores a la p rim e ra guerra m u n d ia l, Freud
d esarro lló su explicación sobre la estructura de la personalidad,
p a rtic u la rm e n te del concepto del s u p e r y ó , la agencia in con s­
ciente que juzga, censura y presenta ideales. D ic h o concepto se­
ría la base de la tercera etapa de su a n álisis de la m a s c u lin id a d .
E l supery ó se fo rm a después del c o m p le jo de E d ip o , a p a rtir de
la intei n a liz a c ió n de las p ro h ib ic io n e s del padre y la m adre.
P a u la tin a m e n te , Freud p u d o observar q u e te nía u n carácter li­
g a d o al género y q ue era, sobre todo, p ro d u c to de las relaciones
in fan tile s con el padre; ta m b ié n d e te rm in ó que se d is tin g u ía
m ás en los n iño s q ue en las niñas. E n E l m a le s t a r e n la c u lt u r a
y otros escritos sobre la c u ltu ra c o m e n z ó a observar la d im e n ­
sió n so ciológica del superyó. a la cual id e n tific ó c o m o el m e d io
p o r el c ual la c u ltu ra consigue d o m in a r el deseo in d iv id u a l, es­
pe cialm e n te la a g re s ió n .13
A u n q u e estas líneas de su p e nsam ien to son especulativas y
q u e d a ro n incom pletas, tuvieron im plicacione s m u y profundas.
E n ellas se encuentra el ge rm e n de u n a teoría de la o rg a n izac ió n

11 Freud, 1955 [1905], y 1955 [1917]. Quien esté interesado en el caso tam­
bién puede leer un sorprendente documento: el recuento que hace el Hombre
I.obo sobre el mismo Freud: Pankejeff, 1971.
1 ’ Freud, 1961 [1930]. La Planche y Pontalis (1973, pp. 435-438) resumen la
teoría del superyó; para una aplicación a la masculinidad. véase Silverman.
1986.
patriarcal de la c u ltu ra , tra n sm itid a p o r generaciones a través
de la construcción de la m a s c u lin id a d . D esarrollar esta teoría
sig nificaría llevar hasta los lím ite s el a n álisis social que Freud y
sus seguidores ortodoxos hicieron, lím ites a los que se guram en­
te n in g u n o de ellos h ub ie ra q u e rid o llegar. E l psicoanálisis ra d i­
cal to m a ju s tam e n te esa d irección.
Así que Freud a b rió m ás puertas de las que se atrevió a cruzar.
S in em bargo, las que a b rió para el análisis de la m asculinidad son
m ás que suficientes porque le proporcionó u n m étodo de investi­
gación: el “psicoanálisis” m ism o; u n concepto guía: el inconscien­
te d in ám ic o ; u n p rim e r trazo del desarrollo de la m ascu linidad y
u n a señal de alerta respecto a la c o m p le jid a d y los lím ites nece­
sarios de la idea. E l aspecto de la m a s c u lin id a d que m á s re m ar­
có fue que ésta n u n c a existe en estado p uro : las diferentes capas
de e m o c ió n coexisten y se contradicen u n a a la otra; adem ás,
cada p e rso nalid ad es u n a estructura com pleja, llena de m atices,
y n o una u n id a d transparente. A pesar de que su lengua je teóri­
co c a m b ió , F reud siem pre estuvo convencido tic la c o m p le jid a d
em pírica del género y de las form as en las cuales la fe m in id a d es
siem pre parte del carácter de u n hom bre. Este rasgo crítico v
p e rtu rb a d o r de su pensam iento sería desechado m ás adelante,
c u a n d o otros psicoanalistas m ás conservadores a b a n d o n a ro n la
teoría de la bisexualidad.
El potencial del trab a jo de Freud p a ra u n a cie ncia de la m as­
c u lin id a d se h izo aparente desde el p rin cip io . Alfred Adler, cuya
teoría de la “protesta m a s c u lin a ” discutirem os m ás adelante, lo
re to m ó antes de la p rim e ra guerra m u n d ia l. D urante los años
veinte y treinta, psicoanalistas m ás ortodoxos se enfrascaron
en u n fuerte debate sobre la fe m in id a d , que m ás adelante d e ri­
varía en u n debate m e n o r sobre la m a s c u lin id a d y se centraría
en los prim eros a ñ o s de la in fan c ia. Las prim eras investigacio­
nes m uestran lo sorprendente q ue fue d escub rir evidencia c lí­
n ica de u n a f e m in id a d preedípica en los n iño s, re sultand o de la
id e n tific a c ió n co n la m ad re y ta m b ié n caracterizada p o r celos
h a cia ella.
Karen H om ey, en un trabajo lla m a d o tajantem ente "The dread
o f w o m a n " ("E l m ie d o a la m u je r”, 1932), le d io u n giro fe m inis­
ta al argum en to . Para H om ey, el m ie d o a la m adre se encuentra
m ás a fia n za d o y m ás re prim id o que el m ie do al padre castrante.
La vagina m is m a es el centro s im b ó lic o del proceso. Los senti­
m ientos de inadecuación de los niños los llevan a retirar la energía
e m o c io n al de su m ad re y centrarse en sí m ism os y sus genitales
— con lo cual preparan el terreno para el m ie do a la castración— .
Ciertas reacciones posteriores entre hom bres se ven alim entadas
p o r estas em ociones. E n tre ellas, la tendencia a elegir m ujeres
que sean socialm ente inferiores a ellos c o m o objetos am orosos
y el h á b ito de d e b ilita r p a u la tin a m e n te el autorrespeto fe m e n i­
no para m an te n e r "el siem pre precario autorrespeto del h o m ­
bre pro m ed io ' \14
E l trabajo de H o m e y representó el p u n to c u lm in a n te de la
crítica de la m a s c u lin id a d en el psicoanálisis clásico. A p a rtir de
él cristalizaro n dos p un to s im portantes: el grado en el cual la
m a s c u lin id a d a d u lta se consU uve a través de reacciones exage­
radas co ntra la fe m in id a d y la relación entre la fo rm a c ió n de la
m a s c u lin id a d v la s u b o rd in a c ió n de las m ujeres. S in em bargo,
en térm in o s del psicoanálisis trad icional, esto sig n ific ó u n fin y
no u n p rin cip io .
E n tre 1930 y 1960, el psicoanálisis se d esplazó hacia la dere­
ch a en la m ayoría de sus conceptos, y la teoría de género n o fue
la excepción. C u a n d o , en los años cincue nta, se p o p u la riza ro n
los escritos sobre los aspectos de género de psicoanalistas c o m o
T h e o d o r Reik, n in g u n o de ellos e n fatizó el carácter c o n trad ic ­
torio del género ni el choque entre el orden social v el deseo.
M ás bien, sus mensajes identificaban la salud m ental con la orto­
doxia de género, especialmente la heterosexualidad convencional
y el m a trim o n io . E l c a m in o hacia la heterosexualidad ad ulta,
e n te n d id o p o r Freud c o m o u n a co nstrucción com ple ja y frágil,
se presentaba c o m o u n a ru ta na tu ral y n a d a p ro b le m átic a del
desarrollo. C u a lq u ie r otra cosa se declaraba u n signo de patolo­
gía — especialm ente la h om ose x ualidad — . Se le consideraba in ­
herentem ente patológica, el p rod ucto de Velaciones anorm ales
entre los progenitores y los infantes”, c o m o a n u n c ió en 1962 un
eq uip o de psicoanalistas de Nueva York, dirigidos p o r Irving Bie-
ber. C on ello, la practica del psicoanálisis se convirtió en u n a téc­

14 Para el debate sobre la feminidad, véase Chodorow. 1978. y Garrison.


1981. Los primeros trabajos sobre la masculinidad son Klein. 1928. Boehm.
1930. y Homey. 1932.
n ica n o rm a l izadora que in te ntab a a ju sta r a sus pacientes al o r­
den de género.15
C o m o puede verse en la espléndida h istoria de las ideas psico-
analíticas sobre la hom osexualidad m asculina de K enneth Lewes,
p riv ile g ia ra esta supuestam ente sana ruta del desarrollo re qui­
r ió que se alterara de m anera radical el concepto del com ple jo de
E d ip o .16 Para Freud y sus prim eros seguidores, el c o m p le jo edí­
pico debía ser traum ático, v sobrepasarlo suponía necesariam en­
te u n a fractura. Estas características eran fun d a m e n ta le s para
su idea de la frag ilidad de la m a s c u lin id a d adulta, basada en el
encuentro trágico entre el deseo y la c ultura. E l psicoanálisis de
los cuarenta v de los años posteriores, n o rm a liza d o !'y sin asom o
a lg u n o de tragedia, pe rdió la capacidad de crítica de la m ascu­
lin id a d que poseía la teoría clásica. Tendría que pasar m u c h o
tie m p o p ara que se recuperara d ic h a capacidad.

A r q u e tip o e id e n t id a d

L a experiencia c lín ic a es tan c o m p le ja que siem pre perm ite


varias interpretaciones. Las d istin ta s lecturas de los casos su ­
gieren m arc o s teóricos diferentes y la h is to ria del p s ic o a n á li­
sis es rica en sistem as que ofrecen lecturas alternas de la vida
e m o c io n a l. A lgunas de estas lecturas p ro d u je ro n teorías de la
m a s c u lin id a d . entre las cuales la m ás c o n o c id a se debe a Cari
Ju n g .
Los c u e s lio n a m ie n to s de género fueron centrales en el sis­
tem a que J u n g c o m e n z ó a d esarrollar p o co después de que se
separara de F reud. J u n g d is tin g u ió entre el y o que se c o n stru ­
ye a p a r tir de transacciones con el m e d io social, al que lla m ó
'persona", y el y o que se fo rm a en el inconsciente a p a r tir de
elem entos re p rim id o s, al que lla m ó 'a lm a " . S egún él, se trata
de contrarios cuyas oposiciones dependen en gran m e d id a del
género:

15 Rcik, 1967 [1957]; Bieber.effl/., 1962; para un ejemplo de la normalización


como método curativo, véase Dolto, 1974.
16 Lewes. 1988.
La represión de aspectos e inclinaciones fe m e ninas ocasiona que
ciertas dem andas contrasexuales se a c u m u le n en el inconsciente.17

Al ig u a l que Freud y KJein, J u n g se interesaba en la presencia


de la fe m in id a d en los hom bres. S in e m b arg o , su explicación to ­
m ó p o c o a p oco otra d im e n s ió n y se centró en el e q u ilib rio que
resultaba de u n a persona m a s c u lin a y u n a lm a fe m e nina, no
ta n to en el proceso de represión.
J u n g llegó incluso a a rg u m e n ta r que el in te rio r fe m e n in o de
un h o m b re m a s c u lin o to m a b a form a no solam ente de la h isto ria
de v id a de u n h o m b re en particular, sin o ta m b ié n de las im á g e ­
nes heredadas y arq u e típ ic as de m ujeres. L a idea de los a rq u e ti­
pos en el inconsciente colectivo a p a re c ió o rig in a lm e n te en este
tip o de a rg u m e n to s para d a r cuenta de las parad o jas de la vida
e m o c io n a l. C on el tie m p o , el c o n o c im ie n to c lín ic o se separó de
los arq ue tip o s, pero éstos siguieron siendo parte m u y im p o r ­
tante de la a rg u m e n ta c ió n ju n g ia n a poste rior sobre el género.
E n el pensam iento de Jung, conceptos c o m o los de a lm a podían
ser u tiliz a d o s sutilm ente. D esarrolló u n a teoría m u y interesante
sobre la d in á m ic a e m o c io n a l de los m a trim o n io s patriarcales.
U tiliz ó la idea de u n a p o la r id a d m a s c u lin a /fe m e n in a para exigir
u n e q u ilib r io de género entre la vida m e n ta l y la social, lo cual,
en los a ñ o s veinte, fue u n a lo m a de p o sición re alm ente p ro g re ­
sista. In c lu s o c o m e n z ó a b osque jar u n a terapia de m a s c u lin id a d
c u a n d o aseveró q u e "cierto tipo de h o m b re m o d e rn o " a c o s tu m ­
b ra d o a re p rim ir su d e b ilid a d ya no p o d ía hacerlo. E n u n pasa­
je so rprendente que p ro n o stic ó las técnicas terapéuticas que se
p o p u la riz a ría n c in c u e n ta a ño s después, J u n g su g irió m étodo s
en los cuales la perso na le h a b la b a a su a lm a , c o m o si se tratara
de u n a p e rso n a lid a d d istin ta , para e d u c a rla .18
S in em b argo , en otros aspectos, el a n ális is de J u n g se v olvió
d e m a s ia d o e sq u e m ático y especulativo. Al m is m o tie m p o que
Freud lu c h a b a p o r su p e rar la p o la rid a d m ascu lin o /fe m e n in o ,
J u n g n o sólo se c entró en ella, sino que presentó la fa m ilia r o p o ­
sición c o m o si surgiera de verdades eternas de la p s iq u e h u m a n a .

17 Jung. 1953 [1928). p. 187. Los temas presentados aquí aparecieron sin
muchos cambios básicos en varios libros y ensayos; por ejemplo. Jung, 1982.
Para información sobre el rompimiento entre Jung y Freud. véase Wehr. 1987.
«* Jung, 1953, pp. 199-208.
C u a n d o n o existe u n a d isc ip lin a que estudie casos clínicos es
m u y fácil toparse con “arquetipos”. Los últim o s libros de Ju n g los
e n co n trab an en las artes esotéricas o las religiones del m u n d o ;
sus seguidores exploraron in clu so los sistem as m itológicos. El
resultado son textos m u y confusos, c o m o el de M arshall Bethal,
“T he m y th ic m a le ” (“E l hom bre m ític o ”), en donde, a través de
m ito s griegos y ro m an o s sacados de contexto, se hace u n a cace­
ría errática en busca de dioses ho m b re s que p e rso n ifiq u e n 'for­
m as de conciencia m a s cu lin a ” m odernas. E l libro ¡ r o n J o h n es u n
trabajo ju n g ia n o que comete los m ism o s errores; la diferencia es
que R obert B ly encuentra sus arque tipos en u n cuento p o p u la r
re tom ado p o r los herm anos G rim m , en ve/, de buscarlo en las
páginas de O vid io , que es u n p o c o m ás convencional. Bly ta m ­
b ié n ignora los orígenes culturales del cuento v m ezcla sus in ­
terpretaciones con nociones de la "energía de Zeus” y con otros
extravagantes préstam os de tradiciones orales.19
La form a en que J u n g trata la p o la rid a d m ascu lin o /fe m e n i­
no, com o u n a estructura universal de la p s iq u e , tam bién conduce
a u n atolladero, ya que supone que no es posible n in g ú n c a m b io
h istórico en su c o n stitu c ión ; lo ú n ic o que podría c a m b ia r es el
e q u ilib rio entre a m b o s polos.
La consecuencia es que, en los escritos ju n g ia n o s m odernos,
se interpreta el fe m in is m o com o u n a re afirm ación del arque tipo
fe m e n ino y no c o m o u n a resistencia de las m ujeres a la opresión.
E n el pasado, n o fueron los hom bres los que d o m in a ro n a las m u ­
jeres, sin o que lo m a s c u lin o d o m in ó a lo fe m e nino. Es claro e n­
tonces el porqué la teoría de J u n g se volvió central en el retroceso
actual entre quienes antes eran hom bres progresistas.20 L a expli­
cación tiene que ver con el hecho de que esta fo rm a de entender
el p ro b le m a conduce in m e d ia ta m e n te a la idea de que el fe m i­
n ism o m oderno in clina la b alanza hacia el otro lado y su prim e lo
m asculino. La influyente crítica de Bly, que supone que los "h o m ­
bres débiles” se h an h u n d id o en el fe m in is m o y, p o r lo tanto, h an
p e rd id o lo “m a s c u lin o p ro fu n d o ”, se basa precisam ente en la
fó rm u la ju n g ia n a del e q u ilib rio arquetípico.

19 Bethal, 1985, Bly. 1990, y muchos más. tantos que no puedo mencionar­
los a todos.
20 Por ejemplo. Kaufman y Timmers. 1983, y K. Thompson. 1991.
E l fu n d a m e n to de este a rg u m e n to en la h istoria de los p rim e ­
ros año s del psicoanálisis se h a id o p e rd ie n d o d e b id o a que los
textos originales de J u n g ya 110 se estudian. Es b u e n o recordar lo
que se ha perdido: J u n g basó su análisis de género en u n a o p o ­
sic ió n abstracta entre la m a s c u lin id a d y la fe m in in id a d , opo si­
c ió n que Freud dejó atrás p a u la tin a m e n te . Las form ulaciones
de J u n g perdieron la m a y o r parte de la c o m p le jid a d que poseían
en el m a p a que Freud trazó del desarrollo psicosexual. Al buscar
el d e te rm inante p rin c ip a l de género en el inconsciente racial,
supuesto d epo sitario de los arquetipos, J u n g d io la espalda al
c a m in o h acia u n p sico an álisis sustentado socialm ente, v al que
después a p u n ta r ía n A dler y Horney.
E n ciertas psicologías recientes, y populares, de la m a s c u lin i­
dad, la p rincipal alternativa a la idea de los arquetipos de género
es el concepto de 'id e n tid a d de género", que surge del trabajo de
E rik E rikson, q u ie n es tal vez el .psicoanalista m ás influyente
de la generación posterior a la de Freud y Jung. E n C liild h o o d a n d
S o c ie ty ( I n f a n c ia y s o c ie d a d ) , E rikson sostiene que las conse­
cuencias cruciales del desarrollo e m ocion al en el siglo xx se re­
lacion an con el establecim iento de la identidad del yo. E l térm in o
"id e n tid a d ” se c o n v irtió en u n eslogan, y el m o d e lo que su p o n ía
etapas en la fo rm a c ió n de la m is m a se volvió m u y po pu lar.21
La a p lic a c ió n m ás im p o rta n te de los conceptos de id e n tid a d
al género se deben al p siq u ia tra estadounidense R obe rt Stoller,
q uien centró su trabajo en lo que sería u n extraordinario desarro-
11o de la p rá c tic a de género, la invención del concepto de "tran-
sexual''. La in ve nción de técnicas q u irú rg ic a s para “reasignar
género' creó la necesidad de valo rar q u ie n d e b ía ser operado, lo
cual derivó en la in ve stig ación de los reclam os de pertenecer a
u n género.
Stoller co ndu jo estudios clínicos en hom bres adultos que que­
ría n ser m ujeres y en n iñ o s que parecían encam inarse h acia la
fe m in id a d — r u m b o al cual lla m ó “transexualism o de la in fa n ­
cia m a s c u lin a , u n desorden b ie n d e fin id o y potencial m ente m a ­
ligno de la personalidad"— . S u investigación no lo condu jo hasta
el p u n to de vista clásico fre u d ia n o del género c o m o u n a estruc­
tura contradictoria. P or lo contrario, Stoller consideró que ha-
bía descubierto u n a "id e n tid a d de género n u c le ar” u n ita r ia que
se fo rm a b a en los p rim e ro s años de vida. L a id e n tid a d de géne­
ro se establece p o r la in te ra cc ió n e m o c io n al entre los p ro g e n i­
tores y los descendientes S toller tenía o p in io n e s m u y duras
sobre las m ad res— y llega a s e r ía n poderosa que supera los he­
chos físicos corporales. E l transexualism o en los ho m b re s q ue ­
da entonces d e fin id o n o com o el deseo de ser u n a m ujer, sino
co m o la creencia en que u n o ya lo es. E n los casos norm ales, cla­
ro está, u n n iñ o adquiere la identidad de género m ascu lina y todo
funciona bien. La teoría de la id e n tid a d de género circuló a m p lia ­
m ente c o m o u n a explicación del desarrollo del género e in flu e n ­
c ió m u ch o s escritos psicoanalíticos recientes sobre el desarrollo
in fa n til v sobre la h o m ose x ualidad, a d e m ás de discusiones a n ­
tropológicas de la m a s c u lin id a d .22
A pesar de que se basa en las sensacionales contradicciones
de vidas transexuales, se trata de u n a teoría n o rm a l i /.adora. Lo­
caliza la id e n tific a c ió n con las m ujeres en u n g ru p o específico
que se desvía de lo n o rm a l v n o en el inconsciente de todos los
hom bres. (N o debe sorprender, entonces, que los h o m b re s que
quieren someterse a u n a c irug ía que les reasigne el sexo in te n ­
ten ajustarse — c o m o la socióloga A nne B o lin h a d e m o stra d o —
a lo que los doctores o doctoras piensan que es la c o n d u c ta y la
fo rm a de vestirse fem eninas). R obert May, en lo que es u n a c rí­
tica m ordaz, considera que en realidad n i siquiera se trata de u n a
teoría p sico an alítica. S e g ú n May, la a p ro x im a c ió n de S to lle r es
u n a psicología del yo m eliorativa y que su "id e n tid a d de género
n u c le ar” p e rd ió los conceptos esenciales psicoanalíticos que se
re lacionan con el conflicto, la fantasía v el inconsciente. Es di-
fícil co ntrad ecir a May. Si J u n g re dujo las contradicciones de
género a u n a d ic o to m ía universal en la psique, la teoría de la
id e n tid a d de género fue m u c h o m á s a llá y e lim in ó p o r c o m p le ­
to la c o n tra d ic c ió n .23

22 Para la identidad de género nuclear, véase Stoller. 1968,1976. Para el desa­


rrollo infantil, Tyson. 1986; para homosexualidad, Friedman, 1988; pan]i aplica­
ciones antropológicas del término, véase Stoller y Herdt. 1982. Para la invención
de lo transexual, véase King, 1981, y para una extraordinario estudio en la co­
munidad, Bolin, 1988.
2X May. 1986. El trabajo de May sobre género (1980) enfatiza la fantasía, pe­
ro se basa en un dicotomía que también resulta rígida.
E n consecuencia, en los cincuenta años que siguieron al es­
tu d io del caso del H o m b re Lobo, el psicoanálisis freudiano y las
dos alternativas m ás influyentes al m is m o desarrollaron p rá c ti­
cas de género conservadoras y teorías de la m asculinidad norma-
lizad oras — teorías que id e ntificaron la salud psicológica con
u n a estrecha ortodoxia en la sexualidad y las em ociones— . S in
em bargo, éste no era el ú n ic o c a m in o que las ideas de Freud p o ­
dían seguir, y en los márgenes del m u n d o m édico se m ultiplicaron
versiones disidentes y aplicaciones inesperadas del p s ic o a n áli­
sis. Varias de ellas p ro d u je ro n ideas originales sobre el concep­
to de género.

E l p s ic o a n á lis is r a d ic a l

E l p rim e r analista disidente fue Alfred Adler, u n d octor socialis­


ta convencido de la im p o rta n cia de los factores sociales en la
enferm edad. Adler, al separarse de Freud en 1911, era presiden­
te de la Sociedad P sicoanalítica de Viena. La ru p tu ra se d eb ió a
u n a serie de ensayos que Adler presentó a la Sociedad, notables
porqu e el tem a central era una teoría sobre la m ascu lin id a d .
E l arg um ento de Adler partía de la p o la rid a d c o m ú n entre la
m a s c u lin id a d y la fe m in id a d , pero e n fatiza b a in m e diatam e nte
el p u n to de vista fem inista de que u n o de los lados de d ic h a p o ­
la rid a d se encontraba culturalm e nte devaluado y se asociaba
con la d ebilidad. A los n iñ o s y las n iñ a s se les considera débiles,
al com pararlos con los adultos, y se les obliga a h a b ita r la posi­
ción fem enina. E l resultado es que desarrollan cierto sentido de
fe m in id a d y d u das sobre su capacidad de obtener la m a s c u lin i­
dad. Los "juicios de valor infantiles” sobre la polaridad m as cu li­
no /fem enino persisten c o m o m otivo en su vida futura.
D ura n te la v id a del n iñ o y de la n iñ a , el so m e tim iento y la
b úsq ue da de in dependencia aparecen al m is m o tiem po, y el re­
sultado es u n a c o n trad ic c ió n interna entre la m a s c u lin id a d y la
fe m in id a d . C u a n d o el desarrollo es n o rm a l, se alcanza cierto
equilibrio; la p ersonalidad a d ulta se fo rm a a p a rtir del c o m p ro ­
m iso y siem pre está som etida a cieita presión.
S in em bargo, en los casos en los que hay d ebilidad (y A dler
o p in a b a que la neurosis se debía a m e n u d o a cieita d e b ilid a d o
in ferio rid ad Tísicas) ta m b ié n se presentaría cierta ansiedad que
enfatizaría exageradamente el lado m ascu lin o de las cosas. Esta
“protesta m ascu lin a", u tiliza n d o la fam osa frase de Adler, es u n
elem ento central de la neurosis; resulta en la búsqueda de cier­
ta co m pe nsación a través de la agresión v en la necesidad c o n ti­
n u a de obtener triunfos.
Para Adler, la protesta m a s c u lin a es activa tan to en la vida
m e n ta l n o rm a l c o m o en la neurótica, con lo que n o se situ ó m u y
lejos de cuestionar la m a s c u lin id a d convencional. La protesta
m ascu lin a resultó ser característica de la psicología de las m u ­
jeres y de los hom bres, pero se e ncon tró sobredeterm inada pol­
la s u b o rd in a c ió n social de las prim eras. C u a n d o aparecía en los
hom bres, p o d ía ser u n a a m e naza p ú b lic a . Adler lo m o u n p u n to
de vista m u y crítico respecto a las m asculinidades d o m in a n te s
c u a n d o co m e n tó que “la excesiva p ro m in e n c ia de la v irilid a d es
enem iga acérrim a de nuestra c iv iliza c ió n ”.
D urante la prim era guerra m u n d ia l, Adler trabajó en hospita­
les m ilitares austríacos y no le q u e d ó n in g u n a d u d a de las cone­
xiones entre la m ascu lin id a d , el poder y la violencia p ú b lic a. Su
libro U n d e r s ta n d in g í J u m a n N a tu r e ( E n t e n d ie n d o la n a t u r a le z a
h u m a n a ) , de 1927, a rg u m e n tó a favor de u n a justificación psi-
coanalítica del fe m in ism o , lo que 110 tendría igual sino hasta la
década de los años setenta.24
Esta explicación de los orígenes de la neurosis se encuentra
m u y lejos de la teoría fre udiana de la libido. Adler consideraba
que la teoría de la represión era d em asiado m ecanicista; p ara él,
el com plejo de E d ip o constituía sólo u n a etapa de la d in ám ic a m a ­
yor, c o n stituid a p o r “la protesta m ascu lina". Am bas apreciacio­
nes se an ticip aro n a teorías que v e nd rían después. Freud rechazó
el p un to de vista de Adler por considerarlo u n a sim p lificación sin

2A Adler, 1956, p. 55; 1992 [ 1927]; 1928. Mi reciente resurgí miento del interés
en el psicoanálisis pocas veces considera ;i Adler. Véase Ellenbergei; ! 970, para
un recuento de su historia. La narración más detallada de sus relaciones con
Kreud aparecen on Slepansky, 1983; la información que presenté aquí sobre su
separación de Freud se deriva de su libro. Sin embargo, Stepanskv considera
que las observaciones de Adler sobre el género no son análisis "sociales” ni "po­
líticos" y que los numerosos escritos de Adler sobre temas sociales son meros
'pretextos” para introducir ideas psicológicas. El que Slepansky niegue com­
pletamente el tv'ininismo del entorno de Adler traiciona la amplitud de .su pun­
ió de vista.
garantías de la neurosis (y tenía razón ). Al considerar que ya n o
necesitaba el apoyo de Adler ni de sus seguidores, Freud los o b li­
gó a dejar el m o v im ie n to p sicoanalítico.
La ru p tu ra fue d a ñ in a para a m b o s lados: A dler p e rd ió el con­
tacto con la m arav illosa in tu ic ió n de Freud sobre los laberintos
de la vida m e n ta l y n u n c a volvió a teorizar al respecto. Desde el
p u n to de vista ortodoxo, el psicoanálisis se c o n v irtió en u n a sis­
te m a cada vez m ás cerrado, que se resistía a tratar los tem as del
p o d e r social ap untad o s p o r Adler. S in em bargo, otros m o v im ie n ­
tos intelectuales sí los consideraron; p o r ejem plo, el psicoanálisis
m arxista, el existencialism o y el psicoan álisis fem inista.
Los num erosos intentos de relacionar el m arx ism o con el psi­
coan álisis se d ie ro n en to m o al tem a de la m a s c u lin id a d , pero
n o lo trataron directam ente. W ilh e lm R eich, q u ie n es tal vez el
p e n sa d o r m ás o rig in a l de la izq u ie rd a fre u d ia n a del pe riod o en­
tre las dos grandes guerras, desarrolló u n m étodo de "análisis del
carácter” que d esplazó la ate nción desde el sín to m a in d iv id u a l
hasta el estilo de la personalidad com pleta. Al in te n tar sintetizar
el análisis e co nóm ico m arxista y la ciencia sexual freudiana con­
sig u ió u n b rillan te análisis de la ideología. Así, subrayó que la
"fa m ilia a u to rita ria " era el lu g ar en d onde se re pro du cían la so­
ciedad de clases y el patriarcado. S u lib ro T he M a s s P s y c h o lo g y
o f F a s c is m (L a p s ic o lo g ía d e m a s a s d e l f a s c is m o ) , p u b lic a d o tres
años después d e E l m a le s t a r e n la c u lt u r a , de Freud, lo sobrepasa
p o r la sofisticación de su ciencia social. E l concepto de R e ic h de
la con de n sación de m ayores estructuras de a u to rid a d en la psi-
c o d in á m ic a de la fa m ilia le p ro p o rc io n ó la d im e n s ió n exacta de
realism o social que la especulación fre udiana y ju n g ia n a sobre
la m a s c u lin id a d n o tuvieron.25
N o obstante, el trab ajo de R eich n u n c a consideró al fe m in is ­
m o que ilu m in ó a Adler. E n consecuencia, no incluyó a la m ascu­
lin id a d c o m o u n p ro b le m a en sí. Lo m is m o podría decirse de
quienes integraron la Escuela de F ra n k fu rt d urante las sig u ie n ­
tes dos décadas — que ade m ás to m a ro n los conceptos de R eich
respecto al a nálisis del carácter, la p re o cu p ación p o r el a u to ri­
ta rism o y el proyecto de reconciliar a M arx con Freud— . E n los
escritos de M ax H orkheim er, E ric F ro m m y T heodor A dorno, el
"au to ritarism o ” em ergió gradualm ente c o m o u n tipo de carácter
distin tiv o — es decir, y desde u n p u n to de vista fe m inista, c o m o
u n tip o de m a s c u lin id a d .
Los 1rabajos de psicología m ás fam osos de la Escuela de Frank-
íurt, E l m ie d o a la lib e r t a d (1942), de F ro m m . y el colectivo L a
p e r s o n a lid a d a u t o r it a r ia (1950), son en realidad catálogos de
m asculinidad es y de las condiciones que las p rod ucen. F ro m m
su girió u n a a m p lia sucesión h istó ric a de los tipos de carácter,
que se extendía a lo largo de varios siglos. L a p e r s o n a lid a d a u t o ­
r it a r ia p a rtic u la riz ó a ú n m ás su enfoque e in clu y ó dos estudios
de caso fam osos, “M ac k ” y "L arry”, que son los p rim e ro s estu­
dios clínicos d etallad o s que v in c u la n las m a s cu lin id a d e s con el
contexto e c o n ó m ic o y c u ltu ra l en el cual se d an. L a m a s c u lin i­
d ad de carácter "a u to ritario " se relaciona especialm ente con el
m a n te n im ie n to del patriarcad o , y se caracteriza p o r o d ia r a los
hom osexuales y despreciar a las m u jeres; adem ás, generalm en­
te se a sim ila a la a u to rid a d proveniente de arrib a y agrede a q u ie ­
nes tienen m enos poder. Se d e te rm in ó que estas características
se o rig in a b a n en fa m ilia s rígidas, d o n d e d o m in a b a el padre, ha­
bía represión sexual y u n a m o ral conservadora. La m a s c u lin i­
dad de carácter “d e m o crático " n o está tan b ie n delineada, pero
incluye m u c h o m a y o r tolerancia, a d e m ás de que se o rig in a en
relaciones fa m ilia re s m á s flexibles y afectuosas.26
E l libro presentaba evidencia e m p íric a de la diversidad del
carácter psicosexual en u n m ism o , y a m p lio , contexto social. La
antro p o lo g ía, in flu e n c ia d a p o r el psicoanálisis, especialm ente
en los estudios del gran etnógrafo B ro n isla w M alinovvski, ya h a­
bía m o strad o la d iversidad de las fo rm as en las cuales las c u ltu ­
ras m a n e ja b a n la sexualidad y fo rm a b a n el c a r á c t e r .21 Así q u e d ó
claro que la teoría fre u d ia n a del c o m p le jo de E d ip o no p ro p o r­
c io n a b a u n a n á lis is general de la m a s c u lin id a d . Se trataba, m ás
bien, del m a p a de u n posible p a tró n específico, al cual h a b ía que
consideraren relación con todos los dem ás. Esta conclusión tuvo
serias im p lica c io n e s p a ra la teoría de la m a s c u lin id a d , m ism a s
que exploraré en los c ap ítu lo s siguientes.

26 Horkheimer, 1936; Fromm. 1942; Adorno, el a i, 1950. Para información


sobre la polémica desatada en Estados Unidos sobre La personalidad autorita­
ria, véase Christie y Jahoda, 1954.
27 Malinowski, 1927; para más información, Parsons, 1964.
Ni Reich ni la E scuela de Frankfurt com partieron las d udas de
A dler sobre la teoría de la libido; sin em bargo, no puede decirse
lo m is m o de E l s e r y la n a d a (1943), de Jean-Paul Sartre. Para él,
el “psicoanálisis e m p írico ”, com o d e n o m in a b a a la escuela freu­
d ia n a, era dem asiado m ecánico y to m a b a u n a form a de vida po­
sible (determ inada p o r el deseo sexual) c o m o la c o n d ic ió n de
todas las vidas. Sartre esbozó u n a im pactante form a alternativa
a la cual lla m ó “psicoanálisis existencialista", v reem plazó el con­
cepto del inconsciente con u n a rg u m e n to sobre las diferentes
form as en las q ue el a u to c o n o c im ie n lo se organiza. E l m isterio
se resolvería al rastrear la historia de vida v establecer los c o m ­
prom isos p rim ario s gracias a los cuales se constituyó la v id a de
u n a persona.
Sartre sólo u tiliz ó su m éto d o en la b iografía literaria. S im o n e
de Beauvoir, en E l se g u n d o se x o (1949), fue q u ie n a p lic ó el psico­
a n álisis existencialista directam ente al género. Su arg um ento
m á s conocido es el que expone que la m u je r se constituye com o
“otro" frente al sujeto m asculino. E l lib ro tam bién incluye u n a
serie de ensayos sobre diferentes tipos de fe m inid ad en los cuales
otorgaba a los deseos fem eninos u n sitio m ás activo. El psicoaná­
lisis existencialista le p e rm itió apartarse de las estáticas tipolo­
gías com unes en la psicología. En su trabajo, el género surgió
c o m o u n c o m p ro m is o gradual (que se iba desarrollando) con las
situaciones y las estructuras sociales. Las diferentes form as del
género son form as de vida distintas, m ás que tipos de carácter.28
H asta d onde sé, nadie ha a p lic a d o explícitam ente esta apro­
x im ación al “p rim e r sexo" para ob te ner u n a teoría de la m ascu­
lin id ad . S in em bargo, el trabajo del psiquiatra escocés R . D.
L a in g podría ser u n com ienzo. Los estudios en esquizofrenia
realizados p o r L a in g produjeron descripciones vividas de las ac­
tividades de los hom bres en el interior em ocional de las fa m i­
lias, adem ás de algunos estudios de caso individuales de hombres.
E n tre ellos se incluye el análisis de las excentricidades de D avid,
u n estudiante cuya vida, desairollada com pletam ente a través de
roles dram áticos, proporcionó datos im portantes. Entre estos ro­
les di ciáticos destacan los papeles de m ujeres que derivaban
su im p a cto e m o c io n al de una d in á m ic a fa m ilia r resultado de la
m uerte ele la mache. La "esquizofrenia” de David resultaba de
su apego a las contradicciones de género que no p o d ía m ane jar.
Para escapar de su identificación con diversas fem inidades, D a­
vid activó series com pletas de personalidades que fo rm a ro n un
sistem a del yo elaborado y falso.29
El caso ante rio r no es un "tipo" de m ascu linidad ; en el psico­
análisis existencialista, las contradicciones de género son varia­
bles y su resultado no es u n a identidad. Se producen socialmente
y se vuelven contradicciones precisam ente c u a n d o se les consi­
dera form as in co m patible s de acción. Esta a p ro x im a c ió n a la
personalidad puede conectarse con las teorías de la estructura
social, pero sólo a través del c o m p ro m is o y la acción, no com o
m ecanism o social.30
Desde com ienzo s de los años treinta hasta finales de los años
sesenta, el trabajo de S im one de B eauvior fue el ú n ic o que rela­
cionó el fe m in is m o co n el psicoanálisis. S in em bargo, el radical
potencial del psicoanálisis apareció gradualm en te en el pensa­
m iento fem inista de dos formas.
La prim era surgió del trabajo de Jacques Lacan. Algunas fem i­
nistas in flue nciadas por Lacan, com o Ju lie t M itchell, en In g la ­
terra, y Luce Jrigaray, en Francia, se ocuparon m ás de teorizarla
fem inidad que la m ascu linidad . S in em bargo, su trabajo tiene
consecuencias im p líc ita s en esta ú ltim a . La teoría la c a n ia n a se
centra en procesos sim bólicos en los cuales los modelos de Freud
sobre las relaciones em ocionales de la fa m ilia se inscriben p ro ­
fundamente. La cultura y la posibilidad de com unicación se c o n s ­
titu y a n gracias a la "Ley del Padre”. E n la teoría lacanian a, la
m asculinidad n o es im hecho e m p írico (com o en el p sic o a n áli­
sis clásico), y m u ch o m enos u n arquetipo eterno (com o en Jung).
Se trata m ás bien de algo que ocupa u n lu g a r en las relaciones
sim bólicas y sociales. La represión edípica crea u n sistema de or-
den sim b ólico en el que q uien posee el falo (que es u n sím bolo
que se distingue del pene em pírico) ocupa u n a posición central.31

29 Laing, 1960, p. 73; Laing, 1961, Laingy Esterson, 1964.


-'u Como puede observarse en el último trabajo de Sartre, 1968, 1976. Para
m i importancia en cuestiones de genero, véase Connell, 1982.

M El anterior es un resumen drástico de varias posiciones complejas. Para


la historia de la escuela lacaniana, véase Roudinesco, 1990. Para los usos que se le
Imti dado en el feminismo, véase Mitchell, 1975; Irigaray, 1985 y Grosz, 1990.
TVatar al género c o m o u n sistem a de relaciones sim b ó lic a s, y
no com o hechos fijos sobre las personas, convierte a la acepta­
ción de la p o sición fálica en u n hecho p ro fu n d a m e n te político.
Siem pre existe la p o sib ilid a d de rechazarla — a u n q u e las conse­
cuencias de este rechazo sean drásticas— . Gilíes Deleuze v Fclix
G uattari exploraron el rechazo a la estructura edípica del deseo
en su A tu i- O e d ip u s (A n t ie d ip o ), u n trab ajo oscuro pero m u y in ­
fluyente. Este trabajo fue la base sobre la que G u y H ocquenghem
desarrolló la lectura extrem a de la h om ose x ualidad m a s cu lin a
c o m o el rechazo a la sexualidad fálica y la represión e d íp ic a .32
Y m ientras que en E uropa el fe m in ism o lacanian o supuso u n a
lectura política y s im b ó lic a de la m a s c u lin id a d , el fe m in is m o
estadounidense se centró en el m u n d a n o tem a de las relaciones
fam iliares; el resultado fue u n d e sp laza m ie n to im p o rta n te del
pensam iento respecto al desarrollo psicosexual de los n iño s. En
el psicoanálisis clásico, el d ra m a se centró en la e ntrad a edípica
a la m a s c u lin id a d (ta n to en el caso en el que el agente clave era
el padre, c o m o pensaba Freud, c o m o en el que lo era la m adre,
com o aseveraba H orney). E n los trab ajos de N ancy C h o d o ro w y
Dorothy Dinnerstein el d ram a se centra en la separación preedí-
pica de la fe m in id a d y el centro se localiza d efin itiv a m e n te en la
m adre.
La explicación de C hod orow a esta separación tuvo u n a in ­
fluencia m uy grande en la b ib lio g rafía reciente sobre los h o m ­
bres. C hodorow cree que a los n iño s se les obliga a in te rru m p ir su
identificación p rim a ria con la m adre, en parte d e b id o a la for­
m a en la que la m is m a m adre se instala e m o c io n alm e n te en la
diferencia de género. E l resultado son estructuras de carácter
que e nfatizan lazos entre la gente y que carecen de la necesidad
de relacionarse característica de las m ujeres. E l a rg u m e n to de
D innerstein e n fatizó con m ayor p ro fu n d id a d el m ie d o preedípi-
co a la m adre y la violencia del h o m b re c o m o consecuencia del
“m o n o p o lio fe m e n in o de los prim eros c uid a d o s in fantile s”.33

u Deleuze y Guattari, 1977: Hocquenghem. 1978.


u Chodorow, 1978, 1985; Dinnerstein, 1976. Craib, 1987, aplica la aproxi­
mación de relaciones-objeto con la apreciación, que es más clara, de las bases
institucionales del dominio masculino, pero de repente se interrumpe. Para una
crítica de esta aproximación para teorizar la masculinidad. véase McMahon,
1993.
E n este trab ajo el desarrollo de la personalidad se relaciona
firmemente con la división del trabajo social. El c u id a d o infantil
se considera u n trabajo; la fuerza labo ral se estructura de acuer­
do al géneroy tiene im plicaciones en el desarrollo em ocional. Sin
im portar c ó m o m odifiquem os los detalles, el argum ento anterior
resulta sim ple y poderoso, y debe considerarse para cu a lq u ie r
explicación futura de la fo rm ac ió n de m asculinidades.
Al m ira r atrás q ue da claro que Freud nos d io u n a h e rram ie n­
ta esencial que, sin em bargo, se encontraba radicalm ente in c o m ­
pleta; y la ortodoxia psicoanalítica se ha dedicado a defender este
carácter de incom pleto. E n esencia, el valor del psicoanálisis para
com prender la m ascu lin id a d dependerá de nuestra capacidad
de in c lu ir la estructuración de la personalidad y las c o m p le jid a ­
des del deseo, al m is m o tie m p o que la estructuración de las re­
laciones sociales, con todas sus contradicciones y d in a m is m o .
Por lo tanto, debe q u e d a r claro el porqué nos d irig im o s directa­
m ente a las ciencias sociales.

El r o l m a s c u l in o

El prim er intento im portante de crear u n a ciencia social de la m as­


c u lin id ad se centró en el concepto del rol o papel sexual m ascu­
lino. Sus orígenes se re m ontan a los debates que se dieron en el
siglo xix sobre las diferencias sexuales, c u a n d o la d o ctrin a cien­
tífica de la diferencia sexual in n a ta sustentó la resistencia a la
em an cip ación de las mujeres. La exclusión de las m ujeres de las
universidades, p o r ejem plo, se ju s tific a b a a rg u m e n ta n d o que la
mente fe m e nina poseía u n e q u ilib rio d em asiado d elicad o c o m o
para m an e jar los rigores del m u n d o académ ico. La pe rtu rbación
m ental resultante sería d a ñ in a p ara la capacidad de ser buenas
esposas y madres. La prim era generación de mujeres que asistió
a las universidades estadounidenses que hacen investigación vio­
ló esta doctrina y, adem ás, cuestionó sus presupuestos, ya que se
dedicaron a investigar las diferencias en las capacidades m enta­
les de los hom bres y las mujeres, diferencias que, por cierto, eran
l>ocas.w
E l e sc an d a lo so re sultad o d e s a tó u n a o la de in v e stig a c ió n que
c o n tin u ó desde la ú ltim a d éc ad a del siglo xix hasta la ú lt im a d é ­
c ad a del xx. In c lu y ó h a b ilid a d e s m entales, a d e m á s de e m o c io ­
nes, actitud es, rasgos de p e rs o n a lid a d , intereses, es decir, todo
lo q u e la p s ic o lo g ía im a g in ó p o d ía m edirse. E l te m a de la “d ife ­
rencia sexual'’ p ro v o c ó u n a c a n tid a d n o ta b le de in ve stig ación; se
trata de u n aspecto q u e té c n ic a m e n te es fácil de s e g u ir y s ie m ­
pre h a y a lg u ie n in te resado en sus resultados.
E sto ú ltim o es c u rio so , ya q u e los re sultad o s son sie m p re los
m ism o s. Las d ife re n cias sexuales, in c lu y e n d o c u a lq u ie r aspecto
p sico lóg ico q u e se haya m e d id o , n o existen o son m u y pequeñas.
C on se g u rid a d p o d e m o s a fir m a r q u e s o n m u c h o m á s p e q u e ñ a s
que las d ife ren cias en las situ a cio n e s sociales que n o r m a lm e n te
se ju s tific a n g racias a la supue sta d ife re n c ia p s ic o ló g ic a social
— c o m o salarios desiguales, re sp o n s a b ilid a d e s in e q u ita tiv a s en
el c u id a d o in fa n til y d ife re n cias d rástic a s en el acceso al p o d e r
so cial— . C u a n d o se a ñ a d e n e stu d io s de g ru p o p o r m e d io de téc­
n icas estadísticas de m e ta a n á lis is , la c o n c lu s ió n suele ser que
existen a lg u n a s d ife re n c ia s sexuales en las características p s ic o ­
lógicas; sin e m b a rg o , su ta m a ñ o es tal q u e , de n o ser p o rq u e cul
tu ra lm e n te so m os propensos a exagerarlas — c o m o en el a rtíc u lo
periodístico q u e trataba las diferencias en el lenguaje de los h o m ­
bres y las m u je re s q u e c ita m o s al p r in c ip io de este c a p ítu lo — ,
ap en as si las re g is tra ría m o s c o m o u n fe n ó m e n o im p o rta n te . N o
p o r n a d a , C v n th ia E p ste in titu ló su lib ro sobre el tem a c o m o D e-
c e p tiv e D i s í i n c í i o n s { D if e r e n c ia s i lu s o r i a s ).*5
A m e d ia d o s del siglo xx la in v e stig a c ió n sobre la d ife re n cia
sexual se to p ó c o n u n c o n c e p to q u e parecería e x plicar su p ro p io
le m a de u n a fo r m a aco rd e c o n las necesidades del m o m e n to : el
concepto de “rol o papel social". Este e n cu e n tro d io origen al tér­
m in o "rol se x u al”, q u e c o n el tie m p o se h iz o c o m ú n en el h a b la
c o tid ia n a .

35 Epstein, 1988. 1.a vasta recopilación debida a Maccoby y Jacklin (1975)


estableció el pairón general de los descubrimientos sobre la diferencia sexual.
En la literatura metaanalítica, por ejemplo, Eagly, 1987. se intenta consciente­
mente sobrepasar esta posición. Aun cuando exagere cada uno de los puntos en
cuestión, Eagly no puede establecer que la diferencia sexual determine con
fuerza los diversos rasgos.
E n la a c tu a lid a d , la idea de los roles sexuales es ta n c o m ú n
que vale la p e n a e n fa tiz a r lo reciente de su origen. L a m e táfo ra
de la v id a h u m a n a c o m o u n a re presentación d r a m á tic a n o es
nueva — Shakespeare la u tiliz ó — . Pero el uso de “papel o ro l” c o ­
m o im concepto técnico de las ciencias sociales, c o m o u n a foi*ma
seria de e x plicar el c o m p o r ta m ie n to social de u n a fo r m a gene­
ral, d a la de lo s a ñ o s treinta, v p ro p o rc io n ó u n a fo rm a ú til de re­
la c io n a r la id e a de o c u p a r u n lu g a r en la e structura so cial c o n el
co ncep to de n o rm a s culturales. G ra c ia s a l esfuerzo de la a n tr o ­
polog ía, la so cio lo g ía y la psicología, desde finales de los a ñ o s
c in c u e n ta el té r m in o ya era p a ite del repertorio de té rm in o s c o n ­
vencionales de las cie n cias so ciales.36
E l c o n cepto de “r o l” p u e d e aplicarse al g é n e ro de dos form as.
E n la prim e ra^ los roles se c o n sid e ra n específicos p a ra s itu a c io ­
nes d e fin id as. P o r e jem plo , M irra K om arovsky, en su c lá s ic o es­
tu d io sobre el m a tr im o n io en las fa m ilia s e stad o unide nses de la
«. lase obrera, B in e C o lla r M a r r ia g e (1964), d e s c rib ió d e ta lla d a ­
m ente la m a n e r a en la cual el cortejo v el m a tr im o n io se desa­
rrollan s ig u ie n d o u n g u ió n específico.
S in e m b arg o , la se g un da a p ro x im a c ió n es m u c h o m á s c o m ú n
v supone que ser u n h o m b re o u n a m u je r significa p o n e r a fu n c io ­
n a r u n a serie g e n e r a l de expectativas asignadas a cada sexo; esto
es, p o ne r a fu n c io n a r el “ro l sexual". S egún este p u n to de vista, en
c u a lq u ie r co ntex to c u ltu ra l sie m p re h a b rá dos roles sexuales, el
m a s c u lin o y el fe m e n in o . E ntonces, la m a s c u lin id a d y la fe m in i­
dad se e n tie n d e n fácilm en te c o m o roles sexuales in te rnalizad o s,
productos del a p re n d iz a je social o “so c ia liza c ió n ".
Este co ncep to se a ju s ta perfectam ente a la idea de las diferen-
* ias sexuales, las cuales se h a n p o d id o e xplicar de fo rm a clara
¡•l acias a los roles sexuales; es p o r esto que , desde los a ñ o s c u a ­
renta, las dos ideas suelen c o n fu n d irs e . M u c h a s revistas de in ­
vestigación siguen p u b lic a n d o trab ajo s en los cuales se lla m a
Y<>les” sexuales a las diferencias sexuales (que, c o m o ya m e n c io ­
nam os, n o r m a lm e n te son m u y pocas).
En la m a y o ría de los casos, se considera que los roles sexuales
•>u la e lab o ración c u ltu ra l de las diferencias sexuales biológicas.
'• Kntre quienes utilizaron el término podemos mencionar a Florian Zna-
mri ki, Talcott Parsons, Ralph Linton, Siegfried Nadel, Bruce Biddle. Ya he con-
i.ul» • esta historia en Connell, 1979.
S in em bargo, ta m b ié n hay otras opciones. La elaborada p ro p o ­
sición de la teoría del rol sexual que desarrolló Talcott Parsons,
a m ed iado s de los años cincuenta, en su lib ro F a m ily S o c ia liz a -
t io n a n d In t e r a c t io n P ro c e s s (F a m ilia , s o c ia liz a c ió n y e l p r o c e s o de
in t e r a c c ió n ) presenta u n p un to de vista distinto. P ara Parsons, la
diferencia entre los papeles sexuales fe m e ninos y m ascu lin o s es
u n a d is tin c ió n entre roles "in strum entales” y "expresivos” en la
fa m ilia , a la que se considera u n grup o pequeño. Así, el género
se deduce a p artir de im a ley sociológica general sobre la diferen­
c ia c ió n de las funciones en los grupos sociales.37
La idea de que la m ascu linidad es la internet!ización del rol se­
xual m a s c u lin o p e rm ite el c a m b io social, lo cual se consideró a
veces u n a ventaja de la teoría de roles frente al psicoanálisis. Co­
m o las no rm as del rol son hechos sociales, pueden transform ar­
se ta m b ié n a través de procesos sociales. Esto o c u rrirá siem pre
q ue los agentes (los m edios) de la so cializa ción — la fa m ilia , la
escuela, los m ed ios de c o m u n ic a c ió n m asiva— tra n sm ita n nue­
vas expectativas.
El tema del c a m b io ocupó u n lu g ar central en las prim eras dis­
cusiones detalladas sobre el "rol sexual m ascu lin o ”, que aparecie­
ron en las revistas de ciencias sociales estadounidenses durante
los años cincuenta. Entre los trabajos publicados a h í destaca el de
H elen Hacker, lla m a d o "The new b urde ns o f m a s c u lin ity ” ("Las
nuevas form as de la m a s c u lin id a d ”), que sugiere que las fun­
ciones expresivas se a ña d e n a las funciones instrum entales. En
consecuencia, se espera que los hom bres m uestren habilidades
interpersonales, a d e m ás de seguir co m p o rtánd o se con m uch a
firm eza — esta idea se convertiría en u n cliché d urante los años
setenta— . Esta teoría de roles p o d ía incluso a d m itir la idea del
con flicto en la m a s c u lin id a d . que se derivaría de las c o n trad ic ­
ciones en las expectativas sociales o de la im p o s ib ilid a d de m a ­
nejarlas y n o de la represión.38
S in em bargo, gran p a ite de la prim era generación que se dedi­
có a teorizar sobre el rol sexual a s u m ió que los roles se encontra­
b an bien definidos, que la socialización ocurría arm ónicam e nte

37 Komarovsky, 1964; Parsons y Bales, 1956. Para un recuento más detalla­


do de esta historia, véase Carrigan,et a i, 1985.
u Hacker. 1957: compárese con Hartley, 1959.
v que aprender el rol sexual siempre era bueno. La in te m alización
de los roles sexuales c o n trib u ía a la estabilidad social, la salud
m ental y la puesta en p ráctica de funciones sociales necesarias.
E n térm inos m ás formales^ la teoría funcionalista supuso que las
instituciones sociales, las norm as del rol sexual y las personali­
dades reales co n cordaban.
E n los año s setenta, el fe m in ism o fracturó la aceptación p o ­
lítica, adem ás de cuestionar el concepto de "rol sexual” en sí m is­
mo. Es m ás, gracias al crecim iento del fe m in ism o académ ico,
la investigación sobre el rol sexual floreció c o m o n u n c a antes lo
había hecho. Se a s u m ió de m anera general que el rol sexual fe­
m e n in o era opresivo v que su in te m a liz a c ió n aseguraba que las
niñas y las m ujeres se m antendrían en u n a posición subordinada.
La investigación del rol se convirtió en u n a herram ienta política
que d efin ía u n p ro b le m a v sugería estrategias para la reform a.
Los roles sexuales p o d ía n cam biarse si se tran sform ab an las ex­
pectativas en los salones de clase, así se establecerían nuevos
modelos. Estas estrategias de reform a del rol sexual com enzaron
a aplicarse en Estados U nidos y, m u y pronto, tam b ién en otros
países, com o lo ilustra el notable in form e que el gobierno austra­
liano presentó en 1975, G ir ls , S c h o o ls a n d S o c ie ly (L a s n iñ a s , la s
e s c u e la s y la s o c ie d a d ) , y la o rg a n izac ió n de la Década M u n d ia l
de las M ujeres, establecida por las N aciones U nidas . V}
El ferm ento que tuvo esta estrategia entre las intelectuales
del m u n d o occidental llegó g radualm ente hasta los hom bres. A
m ediados de los años setenta ya había u n pequeño, a u n q u e polé­
m ico, m o vim ie nto de liberación de los hom bres en Estados U n i­
dos y u n a pequeña red de grupos que intentaban a u m e n ta r la
conciencia en los hom bres* en otros países del m u n d o . A lgunos
autores, c o m o W arren Farrell, en T h e L ib e r a te d M a n ( E l h o m b r e
lib e r a d o ) , y Jack N ichols, e n M e n s L ib e r a tio n (L a lib e r a c ió n m a s ­
c u lin a ) , sostenían que el rol sexual m a s c u lin o era opresivo y de­
bía cam biarse o abandonarse. Se desarrolló u n nuevo género de
libros que tenía a los hom bres c o m o le m a central, y lo m is m o
o currió con num erosas revistas de ciencias sociales y otras que

39 Schools Comission, 1975. Uno de los modelos de reforma del rol sexual
más populares el de la “androginia”: véase Bem, 1974; Lcnney. 1979.
Ñola a la traducción: grupos de conciencia o pequeños grupos (coitscious-
uess raisirtg groups).
ofrecen consejos. S u tendencia puede resumirse en los siguientes
títulos: "The inexpressive male: a tragedy o f A m erican society"
("E l ho m bre inexpresivo: u n a tragedia de la sociedad estado­
u n id e n s e ') y "W a m in g : the m ale sex role m a y be dangerous to
y o u r he alth " ("Peligro: el rol sexual m a s c u lin o puede resultar
d a ñ in o para la salu d"). Los "estudios sobre los hom bres" se la n ­
zaron para a c o m p a ñ a r el proyecto fe m inista de "estudios sobre
las m ujeres”.40
E l rol sexual m as c u lin o descrito p o r esta bibliografía es bas­
tante convencional, lo cual no debe sorprend e m os porque en
ese m o m e n to se hacía poca investigación nueva. Es m ás, la b i­
bliografía sobre el rol sexual m ascu lin o m ezcló elem entos co­
m unes, com o la crítica fem inista de los hom bres, las im ágenes de
m a s c u lin id a d que aparecían en los m edios de c o m u n ic a c ió n ,
las pruebas de aptitudes, los descubrim ientos sobre las diferen­
cias sexuales, ciertas anécdotas autobiográficas referentes al de­
porte y, a todo esto, lo lla m ó "rol".
Casi no se in te n tó investigar los efectos de las expectativas y
las norm as en la vida social. S im plem ente se a sum ía que existían
y que eran eficaces. A hora bien, sí h u b o ciertos intentos de tra­
z a r u n proceso de c am b io . El psicólogo estadounidense Joseph
Pleck, u n o de los escritores m ás prolíficos en el cam po, contras­
tó el rol sexual "trad icio nal" con u n o al que lla m ó "m oderno". La
m ay o r parte de la b ib lio g rafía de los años setenta im p u ls ó a los
hom bres hacia la versión m oderna, u tiliza n d o terapia, pequeños
g rup os de conciencia, d isc u sió n política, c o m p a rtie n d o roles en
el m a trim o n io y con autoavuda.
Estas discusiones c o m e nzaro n con el m o v im ie n to de libera­
c ió n de las m ujeres y, d urante u n tiem po, fueron m u y cercanas
al fe m inism o . A lgunos de los argum entos tenían posiciones m u y
claras respecto a la d im ensión del poder en el género, com o el en­
sayo "M e n s p o w e r w ith w om en, other m en. a n d society: a m e n s
m ovem ent analysis" ("E l poder que tienen los hom bres con las
m ujeres, otros hom bres y la sociedad: u n análisis del m o v im ie n ­
to de los hom bres"), de Pleck (1977), y la brillante anto logía F o r

40 Pleck y Sawycr, 1974; Farrell, 1974. y Nichols, 1975, fueron los primeros
teóricos en ocuparse de la liberación masculina. En el capítulo 9 discutiremos
cómo Farrell se convirtió en un escritor localizado más a la derecha. Los artícu­
los mencionados son los de Balswick y Peek. 1971, y Harrison, 1978.
de Jon
M e n A g a in s t S e x is n t ( P a r a h o m b r e s e n c o n tr a d e l s e x is m o ) ,
Snodgrass. Estos textos relacionaron la su bord in ación de las m u ­
jeres con las jerarquías de poder entre los hom bres, especialm en­
te la opresión h acia los hom bres negros y los hom bres gays. S in
em bargo, en otras paites de la tipología del rol m a s c u lin o exis­
tía la a m b iv alencia respecto a las m ujeres y se deseaba a ca lla r el
c o m p ro m iso con el fe m inism o. A lgunas investigaciones ig u a la ­
ron la opresión de los hom bres con la opresión de las m ujeres y
negaron que existiera a lg u n a “je ra rq u ía de opresiones*'.41
Esta a m b iv a le n c ia era inherente al m arc o del "rol sexual”, ya
que las presuposiciones lógicas de su análisis suponen que los dos
roles son recíprocos v que se d efinen p o r expectativas v norm as;
específicam ente, los m ies sexuales lo hacen p o r expectativas re­
lacionadas con el orden biológico. C o m o puede verse, en ningún
m o m e nto se incluye u n a nálisis del poder. Por lo contrario, la
tendencia básica en la teoría de los roles sexuales es entender
las posiciones de los hom bres y las m ujeres c o m o c o m p le m e n ­
tarias— c o m o queda im p líc ito en la teoría de la o rie n ta c ió n ins­
trum ental (m a sc u lin a ) y expresiva (fem enina) de Parsons.
C uan do la opresión aparece en u n sistem a de roles, lo hace
com o u n a presión lim ita n te del rol sobre el yo. Esto puede darse
tanto en el rol m a s c u lin o c o m o en el fem enino. E l tem a o c u p ó
un lugar central en los libros sobre hom bres que se p ub licaron en
los años setenta. E n ellos se ofrecían m uch as anécdotas sobre el
poder que ejercían en la ju v e n tu d m u n d ia l los com entaristas
deportivos, los padres incapaces de expresarse y los escandalo­
sos grupos de am igos.
C u a n d o Pleck p u b lic ó en 1981 u n a extensa revisión de la b i­
bliografía sobre el rol m ascu lin o , lla m a d a T he M y th o f M a s c n li-
n ity ( E l m it o ele la m a s c u lin id a d ), la relación entre el rol y el yo
era fu n d a m e n ta l. Se o puso al p a ra d ig m a de la “id e ntidad del rol
sexual m ascu lino " (té rm in o con el cual d e n o m in ó a la teoría
lu n cio nalista del rol sexual), sobre lo d o porque su p o n ía la c o n ­
cordancia entre la n o rm a y la personalidad — la idea de que ade-
i liarse a las n o rm a s del rol sexual a y u d a al ajuste psicológico.

" Pleck, 1976. 1977; Snodgrass. 1977. Para los comienzos de la oposición al
Unimismo. véase el argumento del Berkeley Mens Center. publicado en 1973,
<•11 Pleck y Sawycr. 1974. p. 174, y Goldberg. 1976.
S u crítica fue m u y eficaz. Pleck d em ostró c ó m o el discurso
fun cio n alista del rol sexual d a p o r sentadas m u c h a s cosas y que
existen pocos sustentos em píricos para dichas ideas. Lo m ás in ­
teresante del caso es que Pleck elabora u n argum ento casi foucal-
tia n o al pensar que el auge de la teoría n o rm a tiv a de los roles
sexuales era u n a form a política de género. Los cam bios h is tó ri­
cos en las relaciones de género necesitaban u n desplazam iento
de la form a en la cual se ejercía el c ontrol social sobre los h o m ­
bres; el c a m b io d ebía darse de controles externos a internos.

E l concepto de la identidad ligada a los roles sexuales im p id e que


los individuos que n o siguen el patrón tradicional propio de su sexo
cuestionen el propio rol; en consecuencia, estos individuos se sien­
ten fuera de lugar c inseguros.*12

Por lo tanto, podem os decir que la teoría no rm ativa de los ro ­


les sexuales d e san im a el c a m b io social.
Por su parte, Pleck propuso u n a teoría de los roles sexuales no
n o rm ativa, u n a que no relacionara el rol con el yo. Su idea era
c o n stru ir u n m o d e lo del rol sexual m a s c u lin o que pe rm itiera
que la concordancia con el rol sexual fuera psicológicam ente dis­
fu ncio nal; que las norm as del rol p u d ie ra n c a m b ia r y, a veces,
que fuera necesario que cam biaran; y que así com o hay gente que
viola las norm as y sufre las consecuencias, tam bién hub ie ra
gente que estuviera sobreadaptada . De esta m anera la teoría del
rol m as c u lin o sería internam ente m ás consistente y se liberaría
de los restos del d e te rm in ism o biológico y de la teoría de la iden­
tidad que le quedaran; sin em bargo, seguiría relacionada con los
lím ites intelectuales de la perspectiva del rol.
Estos lím ites se h a n hecho evidentes u n a y otra vez.43 S in e m ­
bargo, d eb id o a que las teorías que se fu n d a m e n ta n en los roles
casi siem pre ig n o ra n este tipo de crítica y a que el térm in o "rol
m ascu lin o " se u tiliz a a m p lia m e n te , correré el riesgo de a b u rrir
y repetiré sus p un to s principales.

42 Pleck, 1981, p. 160.


43 Para el concepto general de roles, véanse Urry, 1970; Coulson, 1972, y
Connell, 1979. Para la teoría de los roles sexuales, véanse Edwards, 1983; Stacey
y Thome, 1985. Para trabajos críticos sobre su uso en la investigación sobre
masculinidad. véanse Carrigan, ef a/., 1985;Kimmel, 1987.
La teoría de los roles es vaga en térm in o s lógicos. El m is m o
térm in o se u tiliza para describir u n trabajo, u n a jerarquía p o líti­
ca, u n a transacción m om entánea, u n pasatiem po, u n a etapa en la
vida o u n género. D ebido a que los roles se sustentan en condicio­
nes que cam bian , la teoría que se ocupa de ellos conduce a incohe­
rencias c u a n d o se a n a liz a la vida social. La teoría de los roles
exagera el grado en el cual el c o m p o rta m ie n to social de las per­
sonas se prescribe. Al m is m o tiem po, c o m o supone que d ichas
presen pe iones son recíprocas, subestim a la desigualdad y el po­
der sociales. Éstas son las razones p o r las cuales el rol ha p ro b a ­
do ser totalm ente ineficaz para establecer u n m arco de trab ajo
general para el a n álisis social.
M i in te nción no es c o n c lu ir que la m etáfora d ra m á tic a del rol
sea com pletam en te in ú til para co m pre nd er las situaciones so­
ciales. Sirve para aquellas situaciones en las cuales: a) haya g u io ­
nes de c o m p o rta m ie n to bien definidos, b) haya auditorios frente
a los cuales se p u e da representar el rol, y c) no haya m u c h o ríes-
no (y, p o r lo tanto, es posible perm itirse el lu jo de representar
ciertos papeles c o m o si se tratara de la actividad social m ás im ­
portante). C o m o regla general podem os decir que n in g u n a de
estas condiciones se a p lic a a las relaciones de género. E l "rol se­
xual” n o es u n a m etáfo ra adecuada para las interacciones de ge­
nero. (C laro que se puede pensar en situaciones específicas de
interacción entre los géneros en las que los roles estén perfecta­
mente bien definidos e interpretados. Por ejem plo, las com peten­
cias de baile de salón — c o m o en la e ncantadora película S t r ic t ly
Ikúlroom).
E n la teoría de los roles sexuales, la a cción (esto es, la in te r­
pretación del rol) se relaciona con u n a estructura definid a p o r la
diferencia biológica, la d ic o to m ía m a s c u lin o y fe m e nino — y no
i <m u n a estructura d e fin id a p o r las relaciones sociales— . E l pro-
I >lema es que así se reduce el género a dos categorías hom ogéneas,
im icio nadas p o r la c o n fu sió n persistente entre las diferencias
sexuales y los roles sexuales. Estos ú ltim o s se definen c o m o re-
* i procos; la p o la riz a c ió n es u n a parte necesaría del concepto.
Así llegam os a la percepción errónea de la realidad social, en la
« nal se exageran las diferencias entre los hom bres y las m ujeres
v se oscurecen las estructuras de raza, clase y sexualidad. Resul-
i . i revelador que las discusiones sobre el "rol sexual m ascu lin o "
de los hom bres gays se hayan ig n o rad o y que cuestiones c o m o
raza y etnia apenas se hayan d iscutido.
La d is tin c ió n entre el c o m p o rta m ie n to v las expectativas es
básica para la m etáfora de los roles, pero la b ib lio g rafía sobre el
rol sexual m a s c u lin o no los ha d ife renciad o v supone que u n o
evidencia a las otras. El resultado es q ue n o se ha p o d id o c o m ­
prender la resistencia en la política sexual. Q uienes cuestionan
el poder (p o r ejem plo, u tiliz a n d o u n a id e n tid a d estigm atizada
para conseguir so lid arid ad e im p u ls a r a la resistencia, c o m o la
liberación gay lo hizo) n o pueden ser representados en las cate­
gorías de roles d e n o m in a d a s "n o rm a " v “desviación".
La teoría de los roles sexuales tiene problem as fu n d a m e n ta ­
les c u a n d o se refiere a cuestiones de poder. E xplicar las d ife ren­
cias entre la s itu a c ió n de los hom bres v las m ujeres refiriéndose
a la d ife re nciación de los roles significa su be stim ar la violencia
y s u p r im ir la cuestión de la coerción al su po ne r que el consen­
tim ie n to es general. Ni siquiera Pleck, q u e era sensible al poder
v veía con escepticism o el consentim iento, p u d o hacer que es­
tas ideas respecto a los hom bres fueran consistentes con el res­
to del m arco de los roles sexuales. Por lo tanto, estas cuestiones
n o aparecen en sus escritos.
Este p ro b le m a frente al pod ere s parte de u n a d ific u lta d m a ­
yo r frente a la d in á m ic a social. La b ib lio g ra fía del rol sexual
m a s c u lin o , a u n q u e consciente del c a m b io v n o rm a lm e n te e n­
tusiasta respecto al m ism o , considera que interfiere con el rol
desde c u a lq u ie r p u n to de vista (c o m o resultado del c a m b io tec­
nológ ico , p o r e je m p lo ). N o tiene la p o s ib ilid a d de c o m p re n d e r
el c a m b io c o m o u n a d ialéctica d e n t r o de las relaciones de gé­
nero.
Por lo tanto, la perspectiva del rol sexual m ascu lin o es fu n d a ­
m entalm e nte reaccionaria. N o genera u n a p o lítica estratégica
de la m a s c u lin id a d . Creo que ésta es u n a de las razones suby a­
centes al hecho de que los hom bres que intentaron c a m b ia r el rol
sexual d u ra n te los a ñ o s setenta no hayan p o d id o c o n stitu ir en
los ochenta u n a resistencia efectiva contra quienes rechazaron
su m o d e rn id a d p o r considerarla "suave" e instituyeron el culto
a u n pasado im a g in a rio .
L a NUEVA CIENCIA SOCIAL

H is t o r ia s

Los elem entos de u n a nueva a p ro x im a c ió n a la m a s c u lin id a d


pueden observarse en diversas d iscip lin as de las ciencias socia­
les y h an sido im pulsados p o r el m o v im ie n to de liberación de los
hom bres y la psicología de roles sexuales; sin em bargo, no fue­
ron lim ita d o s p o r la teoría de roles. La historia y la etnografía
p roporcionan u n elem ento fu n d a m e n ta l que evidencia la diver­
sidad y la tran sfo rm ación d é la s m asculinidades.
E videntem ente, la b ib liografía histórica académ ica siem pre
se h a o cup ad o de los hom bres — p o r lo m enos de los ricos y fa­
mosos— . Las fem inistas n otaron esto y, en los años setenta, de­
sarrollaron u n poderoso m o v im ie n to que escribía la "historia
de las m ujeres" y com pe nsab a el desequilibrio. C onsid erand o la
supuesta reciprocidad de los roles sexuales, no es de extrañar
que se concluyera que tam bién se necesitaba una "historia de los
hom bres". A fines de los años setenta, se a n u n c ió d ic h a necesi­
dad y se com en / ó a llevar a la práctica.44
S in e m bargo, ya existía u n a historia de los hom bres. E l tema
central de u n a nueva historia tenía entonces que ocuparse de
aquello que no estuviera in c lu id o en la historia ya existente, que
no consideraba aspectos ligados al género; esto es, la id e a de la
m asculinidad. A m e n u d o , a esta h istoria se le lla m ó del r o l Trias-
c a lin o y la p rim e ra ola de trabajos estadounidenses de esté tipo
sí* superpuso a la b ib lio grafía sobre el rol sexual m a s c u lin o d is­
cutid a anteriorm ente. Se caracterizaba p o r tener el m is m o vago
alcance y p o r estar escrita con u n alto grado de generalizaciones.
A pesar de que se siguen hacien do investigaciones a m p lia s de
las norm as culturales de la m ascu linidad , u n nuevo p u n to de vis-
la, m u c h o m ás incisivo, em ergió a p a rtir del apogeo de los estu­
dios locales sobre la historia de las m ujeres. Una parte de esta
bibliografía sigue u tiliz a n d o el v ocab ulario de los roles sexuales,
aunque m uestra que las expectativas son m ás variadas y m ás
» uestionadas de lo que se pensaba anteriorm ente. Los mejores
%

11 Stearns, 1979, y Plecky Plcck, 1980. constituyen doctos ejemplos. En rea­


lidad existieron muchos otros peores, a los que no voy a citar por caridad.
ejem plos de este tipo de trabajo h a n llegado m ás a llá cíe las n o r­
m as que establecían las instituciones en las cuales se desarro­
llaron.
Por ejem plo, C hristine H ew ard, en M a k ln g a M a tt o f H i m (C on­
vertí r/o e n ttn h o m b r e ) > rastrea el c a m b io y la diferencia en u n a
escuela privada inglesa. No sólo m uestra c óm o las prácticas es­
colares de d isc ip lin a, vestido Je r a r q u ía s a ca d é m ic as y jue gos de
e q u ip o construyen m ascu lin id a d e s respetables, sino ta m b ié n de
q ué m a n e ra la in s titu c ió n responde a las estrategias de genero y
clase d e las fa m ilia s d e los niños. O ir o e je m p lo es el estudio que
h iz o M ichael Grossberg sobre la práctica de) derecho en 1Oslados
U n id o s d u ra n te el siglo xix. A h í se m u e s tra c óm o los m árgenes
de la profesión se u tiliz a b a n en contra de las m ujeres m ie ntras
que su o rg a n iz a c ió n in te rna (c o m o el "c irc u ito " de a u d ie n cias
de los ju z g a d o s ) sustentaba u n a versión p a rtic u la r de m a s c u li­
n id a d - y fin alm e nte la tran sfo rm ó c u a n d o , con el apogeo de las
firm a s legales, la d in á m ic a de género c a m b ió y p e r m itió la e n ­
trada de las m ujeres,15’
L a m is m a ló g ic a puede aplicarse a in stitucion es m ayores, co­
m o los m ercados laborales. La b ib lio g ra fía sobre el rol m a s c u li­
n o d io p o r sentado que u n a parte esencial ele la m a s c u lin id a d era
proveer el sustento fa m ilia r ¿De d ón d e vino esta conexión? Wal-
ly Seccom be m o stró que esta su p o sición se h a b ía creado recien­
tem ente y que no se aceptaba de m ane ra universal. Se p ro d u jo
en G ra n B retaña a m ediados del siglo m \c u a n d o se real m earon
diversas fuerzas sociales. Tanto los capitalistas c o m o los o b re ­
ros tenían o p in io n e s d iv id id as al respecto. Las u n io n e s g re m ia ­
les a d o p ta ro n p o co a poco el concepto del salario de la "cabeza
de la fa m ilia o proveedor", a c a m b io de hacer divisiones entre los
obreros y las obreras, y entre quienes sa b ían el oficio y quienes
todavía n o estaban entrenados.415

Para una investigación general, véase Rotundo, 1993; para estudios loca­
les, Carnes y Grifen* 1990, Ropery Tosh, 1991 y>especialmente, Heward, 1988.
Grossberg, 1990.
** Seccombe, 1936, b'ste argumento sobre el carácter político del malario fa­
miliar se sustenta por estudios regionales detallados debidos a Meiealle, J 983,
sobne quienes trabajaban en las minas australianas» y Rose, 1992, sobre quienes
ira ¡rajaban en los tejidos británicos.
A p a rtir de estudios c o m o los anteriores queda claro que las
»k’l ¡iliciones de m ascu lin id a d se e n c u e n ü a n íntim am e nte ligadas
. i la h isto ria de las instituciones y de las es Une tu ras económ icas.
I ;» m ascu lin id a d no es sólo u n a idea de alguien n i u n a id e ntidad
I n r s o n a l. Se extiende a lo largo de todo el m u n d o y se m ezcla con
i elaciones sociales. Para c o m p re n d e r de m anera histórica la
m ascu lin id a d es necesario e stu d ia r los cam bios en dichas rela-
» iones sociales organizadas. Para hacerlo, c o m o lo m uestra el
lib ro m ás reciente de M ic h a e l G ild in g , T he M a k in g a n d B r e a k in g
• >1 th e A u s tr a lia )} F a m ily { C ó m o s e h iz o y s e d e s h iz o la f a m i l i a a n s -
f m l ia n a ) , necesitam os descom poner u n a u n id a d c o m o la de ja
'fam ilia" en sus diferentes relaciones— c ria n za in fantil, em pleo,
i i laciones sexuales y d iv isió n del traba jo— . Estos elem entos
p ud ie ran c a m b ia r a ritm os variables y generar tensiones en la
m ascu lin id a d y fe m in id a d .47
El estudio h istó ric o m ás notable hasta ahora sobre masculi-
n id a d se centró en las relaciones sociales a la m ayor escala p o ­
sible, la expansión global del poder europeo. Nos referim os a la
investigación que realizó Jock P h illips sobre la c o lo n ia en N ue­
va Zelanda, en el siglo xx.48
Phillips c o m ie n za su estudio con la dem ografía y econo m ía
• le los asentam ientos que ocasionaron que la población blanca de
• • tlonos estuviera c o n stitu id a p o r u ñ a gran m ayoría de hom bres
\que se fo rm aran nich os en la frontera integrados ú n ic a m e n te
I m>i hom bres. E l resultado fue la fo rm a c ió n de u n a su b c u ltu ra
m asculina tu rb u le n ta que o casio n ó p rob lem as de o rd en social
m uy serios. E l E stad o co lo nial in te n tó establecer su control al
I *i <m iover asentam ientos agrícolas basados en las granjas fa m i­
liares. Con ello se intentaba lim ita r la m ascu lin id a d al m a trim o ­
n i o v a u n m ay o r orden.
( o n el c a m b io de siglo, proporciones m ás e quilib rad as entre
l*»s sexos, u n a creciente u rb a n iz a c ió n y la conquista casi total
•le la población m ao rí, las exigencias del control social cambia-
m i i: el Estado c a m b ió su estrategia y c o m e n zó a e stim u la r u n a
m .iseulinidad violenta. Prim ero para la guerra de los Boérs v des-
l mes para las dos guerras m undiales, los hom bres neocelandeses

• Cíilding, 1991.
" Phillips. 1980, 1984. 1987.
se m o v iliz a ro n p ara ingresar a las fuerzas a rm a d a s del im p e rio
b ritá n ic o . P h illips m uestra en fascinantes estudios de caso, to­
m a n d o c o m o referencia los rituales p ú b lic o s asociados con las
despedidas y bienvenidas, c ó m o quienes se encargaban de la p o ­
lític a y la prensa fabricaro n u n a d escripción p ú b lic a de la v iri­
lid a d neocelandesa. La descripción re lacio nab a el e t h o s de los
colonos y granjeros c o n nociones racistas de so lid arid a d im p e ­
rial. Los hom bres m aories eran, al m is m o tiem po, m ovilizad os
e n batallones que o rig in a ro n u n m ito guerrero distinto.
E l deporte o rg a n izad o , especialm ente el rugby, se c o n v irtió
e n el in s tru m e n to que se u tiliz ó p ara re lacionar las c o n tra d ic ­
ciones de la violencia m a s cu lin a y el control social. E l p rim e r
m in is tro del país se re u n ió , en m e d io de u n e ntu siasm o m asivo
to talm ente orquestado, con el e q u ip o n a cio n a l c u a n d o regresó
del viaje que h izo en 1905 a E u ro p a . E n ese entonces, el deporte
p o r equipo s en el m u n d o de habla inglesa se desarrollaba c o m o
u n á m b ito estrecham ente ligad o a convenciones. La e je m p lar
c o n d ic ió n del deporte c o m o p ru e b a de m a s c u lin id a d , que ahora
d a m o s p o r sentada, n o es, en n in g ú n sentido, n a tu ral. Se p r o d u ­
jo h istóricam ente , y pod em os ver en este caso que es u n p ro d u c ­
to deliberado de cierta estrategia política.
A pesar de que los detalles de esta historia son particulares de
N ueva Zelanda, la a p ro x im a ció n tiene im plicaciones m u c h o m ás
a m p lia s . P h illip s m uestra c ó m o se p ro d u jo u n a m a s c u lin id a d
e jem p lar co m o fo rm a cultural. (H asta cierto pun to , podem os de­
c ir que fue u n a co n stru c c ió n que envió a los hom bres a la m u e r­
te). Se fo rm ó de la in te ra cc ió n entre las cam bian te s relaciones
sociales de la p o b la c ió n de colonos, el E stado local, el sistem a
im p e ria l b ritá n ic o y la rivalid ad m u n d ia l entre las potencias im ­
perialistas.
E l m o d e lo de género n o fue u n resultado m e c án ic o de d ichas
fuerzas; se a lim e n ta b a de la respuesta estratégica a u n a situ a ­
c ió n dad a. Y n o fue el ú n ic o m o d e lo que p o d ía haber su rg id o de
tal situ a ción . El trab a jo o el p a c ifis m o p u d ie ro n haberse forta­
lecido; el ru g b y p u d o haberse descartado; las relaciones entre la
p o b la c ió n b lan ca y la m a o r í p u d ie ro n h a b e r sido distintas. La
p ro d u c c ió n de u n e je m p lo p a rtic u la r de m a s c u lin id a d re q u irió
de cierto esfuerzo p o lític o y sig n ific ó la derrota de alternativas
históricas.
P o r lo tanto, la investigación h istóric a de la m a s c u lin id a d
conduce, a través de las instituciones, al c u e s tio n a m ie n to sobre
la a g e n c ia * y la lu c h a social. La a n tro p o lo g ía conduce a u n a ló ­
gica m u y sim ilar.

L a e t n o g r a f ía d e l o tr o

El tem a central de la antropología es el estudio de las sociedades,


m enores en escala, q ue e ncon traron los europeos y e s ta d o u n i­
denses d urante su expansión colonial. A p rin c ip io s del siglo xx
la e tno g rafía se c o n v irtió en el m éto d o de investigación caracte­
rístico: la detallad a d escripción de u n a fo rm a de vida en la cual
el investigador p a rtic ip a b a basándose en observaciones propias
y h a b la n d o con in fo rm a n te s en su le n g u a nativa.
L o que la etnografía q u e ría conocer era la fo rm a en la cual las
culturas c o lo n izad as d ife rían de las sociedades de E u ro p a v E s­
tados Unidos, sociedades seculares, basadas en el m ercado v c o n ­
troladas por el E stado. Se centraba en la re ligión y el m ito , y en
los sistem as de parentesco que, se pensaba entonces, pro po rcio ­
naban la estructura de las sociedades “p rim itiv a s”. El a n álisis de
dichos elem entos pro p o rcio na in fo rm a c ió n m u y valiosa respec­
to al género. De esta m ane ra, las investigaciones etnográficas,
que se a c u m u la ro n en las bibliotecas de las potencias im p e ria lis­
tas, co nstituyeron u n a m in a de in fo rm a c ió n sobre las m ism a s
cuestiones que d e b a tía n el fe m in is m o , el psicoanálisis y la teo­
ría de los roles sexuales.
Así, la antropología ta m b ié n d io origen a dichas controversias.
Va m e n c io n é antes el debate desencadenado p o r M a lin o w s k i y
basado en la etnog rafía de las Islas T robriand sobre la u n iv e r­
salidad del c o m p le jo de E d ip o . S e x a n d T e m p e r a m e n t i n T h re e
l'r im it iv e S o c ie tie s ( E l s e x o y e l t e m p e r a m e n t o e n tre s s o c ie d a d e s
de M arg are t M ead, escrito en los treinta, es u n a p o ­
p r im it iv a s ) ,
derosa d em ostración de la diversidad cultural de significados de
la m ascu linidad y la fe m in id ad — a u n q u e M ead n u n c a sobrepasó

Nota a la traducción: la palabra ageney, en su uso común en inglés, signi-


li..« acción, capacidad de acción o intercesión. Ése es el sentido que le estamos
11.nulo a agencia. Para marcar esta diferencia, de ahora en adelante, cada vez
<|iir miliccmos el término lo haremos en cursivas.
la convicción de que bajo todas estas posibilidades existía siem ­
pre u n a heterosexualidad n a tu ral.49
E n los setenta, el fe m inism o de la segunda ola p ro d u jo trab a­
jos m uy originales sobre la antro po lo g ía de género. C o m o en la
historia, la m ayor parte del trabajo se d e b ió a m ujeres e intentó
d o cu m e n ta r la vida de las mujeres. Y, al igual que en la liisloria,
después se desarrollaron investigaciones sobre la m ascu lin id a d .
A lgunos de estos trabajos se centran en las im ágenes culmra-
lesdel concepto m a s c u lin id a d . Por ejem plo, M ichael Herzfeld, en
su elegante y entretenido libro T he P o e tic s o f M a n h o o d (L a p o é t i­
c a d e la m a s c u lin id a d ) n a n a el robo de ovejas que se hacía en las
m o n ta ñ as de los pueblos cretenses para representar lo m as cu li­
no. E l debate etnográfico sobre el "m a c h is m o ” la tin o a m e ric a n o
— el ideal m as c u lin o que e nfatiza el d o m in io sobre las mujeres,
la com petencia entre los hom bres, el despliegue de agresividad,
sexualidad ra p a z y doble m o ral— ta m b ié n se ha centrado en la
ideología.50
En G u a r d ia n s o f th e F lu te s (L o s g u a r d ia n e s d e la s f la u t a s ) , de
Gilbert H erdt, la pieza m ás espectacular del traba jo etnográfico
reciente sobre m ascu lin id a d , la ideología se im p la n ta m ás p ro ­
fu nd am e nte en la práctica. El lib ro es u n a etnografía conven­
cional, incluso conservadora, de la c ultura de los altos orientales
de Papua N ueva G u ine a, conocid a c o m o “Z a m b ia ”. Se trata de
la descripción de u n a econom ía basada en la recolección y la jar^
dinería, del orden político en u n a aldea pequeña, de u n a cosm o­
logía y m itología, y de u n sistema ritual. La cultura se caracteriza
por guerras crónicas, u n a m arcada d iv isión del trab ajo depen­
diente del género y u n a m ascu lin id a d notablem ente enfatizada
y agresiva.
La parte central del relato de H erdt se ocupa del culto a los
hom bres y sus rituales de in ic ia c ió n , que incluyen relaciones se­
xuales intensas — que im plican chupar el pene y tragar el semen—
entre los n iño s iniciados y los ho m b re s jóvenes. El sem en es la
esencia de la m a s c u lin id a d y debe transm itirse de u n a genera­

49 Mead, 1963 [1935]. Su teoría posterior sobre el género se volvió más con­
servadora: Mead, 1950.
% Herzfeld, 1985; para un ejemplo de la discusión sobre el machismo, véa­
se Bolton, 1979.
c ió n a otra entre los hom bres para asegurar que la sociedad so­
breviva. Un co m ple jo sistem a de historias y rituales (que in c lu ­
ye el m e d io am b ie n te natural, el orden social de Z a m b ia y las
flautas sagradas que producen la m ús ic a característica del c u l­
to a los hom bres) sostiene dichas creencias.
Fue el com po nente sexual el que d io al trabajo etnográfico de
Herdt un carácter escandaloso. Presentó la im agen de u n a m ascu­
linid ad violenta y agresiva que, aparentem ente, era com o la m as­
c u lin id a d c o m ú n exagerada de nuestra propia c ultura, pero que
se basaba en relaciones hom osexuales — que en nuestra c u ltu ­
ra, se piensa, producen afem inam ie nto— . Adem ás, esta etnogra­
fía contradice la fuerte suposición cultural (a m e n u d o expresada
por la ciencia y la política) de que la h o m osexualid a d sólo se
presenta en u n a pequeña m in o ría . E n Z am b ia , casi todos los
hom bres son hom osexuales en cierta etapa de su vida. Herdt de­
n o m in ó este p atrón co m o “hom osexualidad hecha ritu a l” y rea­
lizó investigaciones de prácticas sim ilares en otras sociedades
m elanesias.51
¿Q ué tipo de ciencia se produce luego de estas investigacio­
nes? S e g ú n el m o d e lo positivista de ciencias sociales, partiendo
de la colección de casos m últip les se intenta llegar a generaliza­
ciones interculturales y leyes que incluyan a toda la sociedad h u ­
m ana. Éste es el proyecto de D avid G ilm o re en M a t ih o o d i n th e
M a k in g ( E l p r o c e s o d e la m a s c u lin id a d ) , el intento m ás reciente
y am biciosos p o r establecer lo que la ciencia antropológica e n u n ­
cia sobre la m ascu lin idad .
G ilm ore an o tó correctam ente que la antropología es u n a m in a
de in fo rm ación sobre los hom bres y la m asculinidad. Con la ayu­
da de u n a im presionante biblioteca, incluyó al m u n d o y s u m ó et­
nografías de E spaña, las Islas Truk, Brasil, K enia, P apua Nueva
G uinea, Polinesia y M alasia, ade m ás de pequeñas porciones de
“Asia oriental y m eridional", y de todas partes. Q ue ría encontrar
fun d am e n to s p ara hacer generalizaciones sobre la h o m b r ía * y

51 Herdt, 1981, 1982, 1984. Modjeska (1990) cuestiona el alcance de la "ho­


mosexualidad hecha ritual1*.
• Nota a la traducción: Tradujimos m atihood como “hombría" y manliness
como "virilidad'’ intentando respetar las diferencias que Connell establece en-
ire el uso de términos en inglés. Con manliness. Connell sugiere algo más rela­
cionado con lo físico, mientras que con matihood acentúa lo moral.
sus logros, contestar preguntas c o m o “¿existe u n a estructura
p ro fu n d a de la h o m b ría ? , ¿ u n a rq u e tip o global de la v irilid ad ?"
I-a respuesta de G ilm o re fue que la h o m b ría es d ifíc il de c o n ­
seguir y q ue el proceso incluye la lucha d e n tro de u n re ino d is­
tintiv am e nte m as cu lin o , que sus logros requieren m arcarse p o r
ritos de in ic ia c ió n . La fu n c ió n c u ltu ra l de la ideología m a s c u li­
n a es m o tivar a los h o m b re s para que trabajen:

Siempre que existan batallas que luchar, guerras que ganar, picos
que escalar, trabajo duro por hacer, algunos de nosotros tendre­
mos que “com portam os como hombres”.

Psicológicam ente, la m a s c u lin id a d es u n a defensa contra la


regresión a la id e ntificación preedípica con la m adre. S egún Gil-
m ore, esto puede decirse de casi todas las culturas, a u n q u e exis­
ten a lg u n a s pocas excepciones, c o m o en T ahití y los se m ai de
M alasia , en las cuales los patrones de m a s c u lin id a d so n m ás
"pasivos" y relajados.52
El hecho de q ue la investigación etno g ráfica p ro d u je ra resul­
tados tan inesperadam ente banales no deja de sorprender. ¿Acaso
hay algo m al co n las etnografías? N o lo creo; el p ro b le m a es el
uso q ue se les dio. E l m a rc o teórico de G ilm o re es el de la teoría
de los roles sexuales y su trabajo in corp ora las confusiones y es­
q u e m a s va discutidos. E n u n nivel m ás p ro fu n d o , el lib ro m ues­
tra la fu tilid a d de in te n ta r p ro d u c ir u n a ciencia positivista de la
m a s c u lin id a d basada en la generalización intercultural.
E l m é to d o positivista presupone u n objeto de c o n o c im ie n to
estable, constante en todos los casos. ¿Es la " h o m b r ía ' o la "m a s­
c u lin id a d d ic h o objeto? O tras etnografías suponen que no. El
c o m p le jo a n álisis que re alizó M arily n S tra th e m de lo que lla m ó
"logros sexuales" en los pobladores de H agen, lo calizad o en las
partes altas de N ueva G u in e a, presenta al género c o m o u n a m e­
táfora, no c o m o u n rol sexual. C u a n d o a lg u ie n en H agen dice
(sig nificativam e nte) "nuestro clan es u n clan de hom bres", no
quiere decir q ue n o h ay m ujeres en el g rup o, n i que las m ujeres
a d o p ta n u n rol sexual m ascu lin o . A lo que se refiere es a la ca­
p a c id a d y el p o d er del clan c o m o u n a colectividad. La frase c o n ­
tradice la idea de la diferencia sexual y fragm enta la d e fin ic ió n
positivista de m a s c u lin id a d .53
La etnografía de S tr a th e m nos o b lig a a pensar sobre u n u n i­
verso de significación del género m u y distinto. Lo m is m o p o d ría
decirse del o rig in a l recuento de H erdt sobre Z a m b ia , u n a e tn o ­
grafía conm ovedora que otorga al p u n to de vista occidental algo
que le es totalm ente ajeno: u n a experiencia y u n a practica p ro ­
fundam ente d istintas a las nuestras. N in g u n a ciencia que intente
c o m p re n d er esta experiencia a través de conceptos que reflejen
las relaciones soc iales distintivas de la sociedad europea/estado­
unidense m o d e rn a — c o m o los conceptos de m a s c u lin id a d c o n ­
vencionales lo hacen (véase el capítulo 3)— puede llegar m u y lejos.
¿De q u é fo rm a , entonces, puede la etnografía p a rtic ip a r de
u n a ciencia social ligada al género? S o lam e nte reconociendo
las relaciones sociales q ue c o n d ic io n a n la p ro d u c ción del c o n o ­
c im ie n to etnográfico.
C u a n d o Herdt te rm in ó su libro c o m p a ra tiv o R it u a ls a f M a n -
h o o d (L o s r it u a le s p a r a lle g a r a s e r h o m b r e ) , en 1982, in c lu y ó el
trab a jo de E. L. Schieffelin sobre el lu g a r de retiro cerem onial
(d e n o m in a d o h a n a ) en d onde se a lo ja b a n los cazadores de los
pueblos k alu li, en la meseta de P ap ua. Schieffelin h acía u n a de­
tallada etnografía del retiro p e riódico de la sociedad m u n d a n a
que realizaban los hom bres jóvenes y m ayores. E l evento su p o ­
n ía u n c a m b io en las relaciones con el m u n d o espiritual, evitar
ritua lm e n te a las m ujeres, u n periodo de paz en los e ndém icos
conflictos de la sociedad local y el jú b ilo creciente que c u lm in a ­
ba con la d istrib u c ió n cerem onial de la carne a h u m a d a , p ro d u c ­
to de la cacería.
E n realidad, Schieffelin n u n c a atestiguó u n h a n a . E n 1958,
el gobierno co lo n ial a u stra lia n o c o m e n zó a p a tru lla r regular­
m ente la zona. E n 1964 llegaron los m isioneros, con u n grup o
de trabajadores, y co m e nzaro n a co nstruir u n a m isión y u n a pis­
ta de aterrizaje. S in em bargo, ju s to en ese entonces, dos c o m u ­
nidades kaluli realizaban su h a n a y los jóvenes estaban c azand o
en el bosque. H a b ía varías razones p o r las cuales habría sido de­
sastroso, desde el p u n to de vista ritual, que los recién llegados
entraran al b a u a . R ecordando lo que les h a b ía ocurrido con otras
patru llas, los k a lu li te m ía n que les ro b a ra n la carne ahLimada.
Así que te rm in a ro n el b a u a intem pestivam ente, distribuyeron
la carne y n u n c a m ás realizaron el r itu a l.54
La etnografía siem pre h a trabajado en el p u n to de contacto en­
tre las sociedades indíge nas y la ex pansión de los im pe rios eco­
n ó m ic o s y políticos occidentales. E l cue stio nam ie nto reciente
sobre d ich a ciencia c o m o m étodo e nfatiza la presencia de los et­
nógrafos y sus prejuicios respecto a las relaciones sociales: la m i­
rada del co lo n izad o r sobre el colonizado, las relaciones de poder
que definen q u ié n es el que investiga y q u ié n el investigado.55
La ciencia positivista trabaja su prim ie nd o esta d im e n s ió n his­
tórica. Nos p id e q ue olvidem os a quienes rob aro n la carne a h u ­
m ada. S in em bargo, n o debem os aceptar la am nesia. M e atrevería
a decir que el c o n o c im ie n to etnográfico sobre la m a s c u lin id a d
adquiere su valor precisam ente c u a n d o lo suponem os u n a parte
de la historia m u n d ia l, u n a historia m arcada p o r el despojo, la lu ­
c h a y la tra n sfo rm a c ió n . C onform e los pueblos indígenas exijan
su derecho a c o n ta r sus propias historias, nuestro c o n o c im ie n ­
to de la m a s c u lin id a d o c c id e n t a l c a m b ia rá p ro fu n d a m e n te .

L a c o n s t r u c c ió n s o c ia l y la d i n á m i c a d e g é n e r o

La sociología, h o g a r académ ico de a lg un o s de los prim e ro s tra­


bajos sobre roles sexuales en la m ascu linidad , fue el lug ar en d o n ­
de se d io el ro m p im ie n to m ás grande c o n el m arco teórico de los
roles sexuales. E n los ú ltim o s d iez años, los estudios de cam p o
en los países in d u s tria liza d o s se han m u ltip lic a d o y se h an p ro ­
puesto nuevos lenguajes teóricos. A u nque n o exista u n p a ra d ig ­
m a d e fin id o p ara esta nueva investigación, sí hay algunos temas
claros: la co n strucción de la m a s c u lin id a d en la vida co tidiana,
la im p o rta n c ia de las estructuras e co nóm icas e institucionales,
el sig nificado de las diferencias entre las m ascu lin id a d e s y el ca­
rácter co ntrad icto rio y d in á m ic o del género.
U na de las m ás im portante s cuestiones estudiadas p o r la so­
ciolog ía m o d e rn a del género — que incluye estudios etnometo-

54 Schieffelin, 1982.
-
,s Cliffordy Marcus, 1986: Strathem, 1991.
dológicos m u y detallados de conversaciones, adem ás de inves­
tig ación sobre organizaciones acerca de la d is c rim in a c ió n entre
los directores de em presa— es que el género no se fija antes de
la in te racción social, sino que se construye a p a rtir de ella. A lgu­
nos ejem plos notables de esta fo rm a de aproxim arse a la mascu-
lin id a d p ue de n encontrarse en los estudios de M ichael Messner,
P o w e r a n d P la y ( E l p o d e r y e l ju e g o ), realizado a partir de las entre­
vistas que h izo a atletas profesionales, y U t lle B ig M e n (P e q u e ñ o s
h o m b r e s g r a n d e s ) , p ro d uc to de la p a rtic ip a ció n y observación
en los gim n asio s de fisicoculturism o.5*
Esta ram a, al igLial que la investigación de roles sexuales, se
o cupa de las convenciones p ú b lic a s sobre la m a s c u lin id a d . S in
em bargo, en lu g a r de considerarlas norm as preestablecidas que
se internalizan y ejecutan pasivamente, la nueva investigación ex­
plora la form a en que se hacen y rehacen las convenciones dentro
de la m ism a práctica social. De ahí surgió, p o r u n lado, el interés
en la política de las norm as: los intereses que las m o v iliza n y las
técnicas u tiliz a d a s para construirlas. El libro H o c k e y N ig h t in
C a ñ a d a (L a s n o c h e s d e h o c k e y e n C a n a d á ) , de R ichard G iu n e a u y
David W hitson, m uestra con detalle c ó m o los intereses e co n ó m i­
cos y políticos construyen el m u n d o agresivamente m asculiniza-
do del hockey sobre hielo profesional. Este tipo de investigación
se interesó ta m b ié n en las fuerzas que desequilibran o lim ita n la
p ro d u c ción de u n a fo rm a específica de m a s c u lin id a d . E jem plos
to m ado s del trab ajo de M essner y K le in incluyen el papel de las
lesiones al lim ita r las carreras de los atletas y las co ntrad iccio ­
nes sexuales entre los fisicoculturistas del g im nasio.
T-a construcción de la m a s c u lin id a d en los deportes es ta m ­
bién im b u e n e je m p lo de la im p o rta n cia que tiene el á m b ito ins­
titucio nal. M essner enfatiza que c u a n d o los n iño s c o m ie n za n a
practicar a lg ú n deporte com petitivo n o sólo están aprend ie nd o
l u í juego, sin o que in cu rsio n a n en u n a in stitu c ió n organizada.

A pesar de que só lo u n a pequeña m in o r ía llegara a ser parte del


m u n d o del deporte profesional, la p ro d u c ción de la m a s c u lin i­
dad en el m u n d o deportivo se caracteriza p o r u n a estructura ins­
titucio nal com petitiva y jerárquica. D icha estructura no es u n

56 Para interacción y género, véase West y Zimmerman, 1987; para masculi­


nidades, Messner, 1992; Klein. 1993.
resultado accidental. C o m o a p u n ta G arv Fine, n o sólo las cor­
poraciones sin o el m is m o E sta d o estadounidense o rg a n iza el
tie m p o libre de los n iñ o s a través de la liga m e n o r de béisbol.
U n o de los m ie m b ro s del cuerpo o rg a n iza d o r gobernante era J.
E d g a r Hoover.57
L o m is m o que d ijim o s del deporte lo pod em os decir de los lu ­
gares de trabajo. Las circunstancias e co nóm icas y la estructura
de las o rg an izacio n es influyen en la fo rm a en la cual se c o n stru ­
ye la m a s c u lin id a d a niveles m u y ín tim o s . C o m o observa M ike
D o n ald so n, en T im e o f O u r L iv e s ( E l t ie m p o d e n u e s tr a s v id a s ) , el
pesado trabajo de las fábricas y las m in a s literalm ente c o n su m e
el cuerpo de los trabajadores; d ic h a destrucción, prue ba de la ru ­
deza del trabajo y del trabajador, puede ser u n a fo rm a de d em os­
trar m a s cu lin id a d . Esto se debe no ta n to a que el trabajo m a n u a l
sea necesariam ente destructivo, sino a que se hace de u n a lo rm a
que si lo es — b ajo presiones e co nóm icas y control gerencial.58
La co nstrucción de la m a s c u lin id a d de la clase obrera en la fá­
brica tiene d in á m ic a s distintas a las de la construcción de la m as­
cu lin id a d de la clase m ed ia en u n a oficina con aire aco n dicio nado
— a u n q u e , c o m o C ollinson , K n ig h ts y C o llinso n m u e stran en
M a n a g in g to D is c r im ín a t e ( D ir ig ie n d o p a r a d is c r im in a r ) , el crear
y defender los m a s c u lin iza d o s puestos de oficinistas ta m b ié n
c o nstituy en procesos conscientes. E n G ra n B retaña, la d ife re n ­
cia de clases en las m ascu lin id a d e s se ha estudiado desde q ue
A n d re w Tolson, en su pionera investigación T he L im it s o f M as-
c u l i n it y (L o s lím it e s d e la m a s c id in id a d ) , la consideró en los años
setenta. La diferencia de clases en Estados U nidos se trata en
M a s c u lin it ie s a n d C r in t e ( L a s m a s c u lin id a d e s y e l c r im e n ) , de J a ­
m es M esserschm idt, en d o n d e se m uestra c ó m o los crím enes en
la calle y en las oficinas son origen de la co nstrucción de m a s c u ­
linidades específicas a cada clase. E n B la c k M a s c u lin it y ( L a m a s ­
c u l i n i d a d n e g r a ) , R obert Staples e nfatiza el contexto e co n ó m ic o
e ideológico; se trata de u n estudio p io n e ro sobre la diferencia
étnica. Staples conecta la situ a ción social de los hom bre s ne­
gros dentro del ra cism o estadounidense con la d in á m ic a del co-

17 Gruncau y Whitson, 1993; Fine. 1987.


51 Donaldson, 1991.
lo n ia lis m o en el tercer m u n d o , a p ro x im a c ió n que casi n a d ie ha
seguido.59
Es im p o rta n te reconocer las diferencias en los contextos de
ciase y raciales, pero no es la ú n ic a d is tin c ió n que se ha m a n i­
festado. T am bién se ha hecho evidente q u e el m is m o contexto
c u ltural o in s titu c io n a l produce diferentes m ascu linid ad e s. El
p rim e r estudio en el q ue esto se n o tó fue L e a m in g t o L a b o u r
( A p r e n d ie n d o a t r a b a ja r ) , de P aul W illis, realizado en u n a escue­
la secundaria de la clase obrera inglesa. W illis m o stró c ó m o los
jóvenes “n id o s'' d e s a n c la b a n u n a m a s c u lin id a d o positora que
los c o n d u c ía a las fábricas y los a p a rta b a de los “e a r 'o le s " , té rm i­
no con el cual se d e n o m in a b a a los m u c h a c h o s del m is m o m e d io
que se a d a p ta b a n a los re querim ie ntos de la escuela y realiza­
ban a d e cu ad am e n te el trabajo a ca d é m ic o . N o deja de so rpren­
der que patrones m u y sim ilares e m e rg ie ran en las escuelas de la
clase d o m in a n te en A ustralia, y en estudios realizados en otras
escuelas.60
Obsei'vaciones co m o las anteriores, unidas al trabajo psicoana-
lítico sobre el carácter ya m e ncio n ad o y a las ideas del m o v im ie n ­
to de lib e ración gay que discutirem os m ás adelante, c o n d u je ro n
a la idea de u n a m a s c u lin id a d hegem ónica. N o debe ser suficien­
te con reconocer que la m asculinidad es diversa, sino que tam bién
debem os reconocer las r e la c io n e s entre las diferentes form as de
m ascu lin idad : relaciones de a lia n z a , d o m in io y s u b o rd in a c ió n .
Estas relaciones se construyen a través de prácticas que exclu­
yen e incluyen» que in tim id a n , explotan, etc. Así que existe u n a
|X>lítica de género en la m a s c u lin id a d .61
Los estudios realizados en las escuelas m uestran patrones de
hegem onía claros. E n algunas de ellas, la m a s c u lin id a d exaltada
por las com petencias deportivas es he gem ónica, lo que s ig n ifi­
ca que la destreza deportiva es u n a p n ie b a de m a s c u lin id a d , in ­
cluso para los n iñ o s que o d ia n el deporte. Aquellos que rechazan
el p atrón h e g e m ón ic o tienen que lu c h a r por e ncon trar u n a sali-
»la (o negociarla). La etnografía de Jam e s Walker, lla m a d a L o u ts

'v Collinson, Knights y Collinson, 1990;Tolson, 1977; Messerschmidt, 1993;


Staples, 1982.
e* Willis. 1977; Kessler, et a l, 1985.
M Carrigan, Connncll y Lee, 1985, definen la masculinidad hcgcmónica; para
una crítica del concepto, véase Donaldson, 1993.
a n d L e g e n d s { T r a v ie s o s y a p lic a d o s ) y
realizada en u n a escuela u r­
b a n a de n iño s, es u n fin o ejem plo. E n ella se describe el caso de
los "tres a m ig o s ” q ue desde ñaban el culto escolar al fú tb o l. S in
em bargo, n o p o d ía n sim p le m e nte a b a n d o n a r lo y tuv ie ron que
establecer o tra fo rm a de respeto — se e ncargaron del p e rió d ico
escolar.62
Por lo tanto, la h e gem onía n o significa control total. N o es
a u to m á tic a y puede ser fracturada — incluso fracturarse a sí m is ­
m a — . Por e jem p lo , pod ría darse el caso de que h u b ie ra d e m a ­
siada destreza d eportiva. M essner c ita los casos p ro b le m átic o s
de los jug ad o res de fútb o l am e ricano, quienes llevaron la violen­
c ia “legal" al extrem o. C u a n d o lesionaron severam ente a otros
jugadores, la a p r o b a c ió n de la agresión m a s c u lin a c o rrió el ries­
go de desacreditar al deporte en general.
Estas observaciones m uestran que las relaciones que cons­
truyen la m a s c u lin id a d son de tipo dialéctico: n o corresponden
a la cau sa lid a d u n id ire c c io n a l del m o d e lo de so cializa ción . La
escuela no p ro d u jo in te n c io n a lm e n te la m a s c u lin id a d de los jó ­
venes descrita en L e a r n in g t o L a b o u r . M ás bien, p o d ría m o s de­
c ir que la a u to rid a d escolar fu n c io n ó c o m o u n a pared c o n t r a la
c u a l los m u c h a c h o s construy eron u n a m a s c u lin id a d opositora.
E n el trabajo de KJein sobre los g im n a sio s de fisicoculturistas se
presentan con trad iccio ne s de o tro tipo. A lgunos de ellos se sos­
tienen e c o n ó m ic a m e n te vend ie nd o sus servicios sexuales (y de
o tro tip o ) a los h o m b re s gays de clase m e d ia que los a d m ir a n y
desean. S in em bargo, la práctica hom osexual, en una c u ltu ra ho-
m o fó b ic a , desacredita la m a s c u lin id a d que estos hom bre s lite­
ralm e n te c o rp o ral iza n . E n consecuencia, quienes re alizan estas
practicas buscan, y e ncu entran, fo rm as m u y ingeniosas de rein-
terpretar lo q ue hacen y negar su p ro p ia practica ho m o se x ual.63
E n consecuencia, para reconocer los distintos tipos de m ascu­
lin id a d no d eb em os su p o n e r que se trata de categorías fijas. E n
este caso, la teoría p sico an alítica de los caracteres pue de c o n ­
d u c ir a interpretaciones erróneas, ya que es esencial reconocer
el carácter d in á m ic o de las relaciones que constituyen al género.
E l m a g n ífic o e studio de C y nthia C o c k b u m , B r o th e r s (H e r m a -

62 Walker, 1988.
63 Para la dialéctica escolar, véase Connell. 1989; en el gimnasio, KJein. 1993.
sobre la c o n s tru c c ió n colectiva de la m a s c u lin id a d en los
tío s ) ,
talleres de im p re s ió n de L ondres h a b la de:

el r o m p i m i e n t o d e la s v ie ja s e s t r u c t u r a s e n la c la s e t r a b a j a d o r a y la
d i s o l u c i ó n d e a l g u n a s d e la s f o r m a s p a t r ia r c a le s d e r e la c io n e s q u e
g o b e r n a r o n la t r a d i c i ó n a r t e s a n a l . L a a u t o r i d a d d e lo s a n c i a n o s , la
s u p e r v iv e n c ia d e lo s ' m u c h a c h o s " e n lo s r it u a le s d e m a s c u l i n i d a d
d e la v i d a e n la i m p r e n t a y, s o b r e t o d o , la e x c lu s ió n d e la s m u je r e s se
v a n d ilu y e n d o .

C o c k b u rn e n fatiza el c arácter p o lític o de la c o n s tru c c ió n de


la m a s c u lin id a d y de u n c a m b io en ella. La m is m a c o n c lu s ió n se
alcanza en R e c a s íin g S te e l L a b o r { R e d e s c r ib ió id o e l t r a b a jo d e l
a c e r o ), e studio d e b id o a u n e q u ip o de investigación canad ie nse
que resultó ser el p rim e r trab a jo im p o rta n te sobre la m a s c u lin i­
d a d que c o m b in ó la investigación de c a m p o con la etnografía.
E n las fu n d id o ra s de H a m ilto n se p ro d u jo un c a m b io d ra m á tic o
c u a n d o ace p taro n a las m ujeres c o m o colegas en el tra b a jo y se
replantearon las ideologías m a s c u lin a s ju n to al im p u ls o del s in ­
d icato de trab ajad o re s p o r te r m in a r la d is c rim in a c ió n p o r cues­
tiones de género. S in em bargo, esto se d io al m is m o tie m p o que
los directivos recortaron pei*sonal buscando m ayores ganancias;
el resultado fue u n c a m b io respecto al género m e n o r al que p o ­
d ía haberse d a d o .64
A pesar del énfasis en las m as cu lin id a d e s m ú ltip le s y la c o n ­
tradicción, pocos investigadores d u d a ro n de que la construcción
social de las p rim e ras fuera u n proceso sistem ático, cuestión
que se h a e n fa tiz a d o en G ra n B re taña al in te n ta r d esarrollar
u n a teoría general de la m ascu lin id a d . Esta investigación se debe
a grupos de la izq u ie rd a p o lítica y m uestra u n p ro fu n d o cues-
lio n a m ie n to de las form as tradicionales de la p o lític a de d ic h a
facción entre los hom bres. Je ff H e a m , en T he G e n d e r o f O p p re s -
s io n ( E lg é n e r o d e la o p r e s ió n ) , tran sfo rm a el a n á lis is m arxista y
lo u tiliza para investigar la m anera en la cual los hom bres se a p ro ­
pian del tra b a jo de las m ujeres y, de m ane ra m á s general, del

64 Cockburn, 1983, pp. 171-172. El trabajo que realiza después enfatiza el


carácter político del proceso: Cockburn, 1991. Respecto a las fundidoras, véan­
se Connan, Luxton, Libingstoney Secombe. 1993.
"valor h u m a n o ” de las mujeres. Construye u n m odelo de patriar­
cad o a m b ic io so (a u n q u e algo a rb itrario ), u n a estructura c o m ­
pleja e im personal de relaciones entre los hom bres que dirige la
explotación de las m ujeres; el resultado es u n avance considera­
ble en las teorías d ic o tó m ic a s del patriarcado. E l lib ro de Victor
Seidler, R e d is c o v e r in g M a s c u lin it y ( V o lv ie n d o a d e s c u b r ir la m a s ­
c u lin id a d ) , significa para los estudios culturales lo que el de I íe a m
fue para la estructura social y localiza las experiencias cotidianas
de los hom bres en u n m arco a m p lio del patriarcado. S eidler e n­
fatiza el control de las em ociones y la negación de la sexualidad
que se d an en la c o n s tn ic c ió n de la m a s c u lin id a d y las conecta
con la exaltación de la ra zó n abstracta en la tradición intelectual
occidental. S u trab ajo teórico se sigue construyendo, sin e m b ar­
go, ha m o strad o convincentem ente que la m a s c u lin id a d debe
com prenderse c o m o u n aspecto de estructuras y procesos socia­
les a gran escala.65
S in c o n s id e ra ra H e arn , la nueva sociología de la m a s c u lin i­
d a d no ofrece m odelos determ inistas. U tiliza n d o térm in o s de
Sartre, estudia varios proyectos de m a s c u lin id a d , las c o n d ic io ­
nes bajo las cuales surgen y las condiciones que prod ucen. Este
tip o de c o n o c im ie n to s no a p u n ta la ría u n a ciencia positivista de
la m as cu lin id a d ; sin em bargo, sí ilu m in a r ía la p ráctica social y,
al hacerlo, tendría m u c h o en c o m ú n con el c o n o c im ie n to sobre
la m a s c u lin id a d d erivado de los m o v im ie n to s sociales.

C o n o c im ie n t o p o l ít ic o

Hasta a h o ra hem os e x am in ad o las principales form as del c o n o ­


c im ie n to o rganizado, p ro d u c id o en la práctica clínica y la inves­
tig ación aca d é m ic a respecto a la m a s c u lin id a d . S in em bargo,
n o son las ú n ic a s m aneras de conocer la m a s cu lin id a d . M uchas
form as de la práctica, tal vez todas, prod ucen el c o n o c im ie n to .
Las luchas sociales que se derivaron de cuestiones de género pro­
d ujero n in fo rm a c ió n y com pre nsión significativas sobre la m as­
c u lin id a d .
65 Hearn, 1967; Seidler, 1989. Otros investigadores de izquierda en Gran Bre­
taña se han dedicado a temas similares, por ejemplo, Brittan, 1989; Hearn y Mor­
gan, 1990, y Segal, 1990 (que se discutirá en la siguiente sección).
Se irata del co no cim ie nto org anizad o de form as m u y distintas
a las del c o n o c im ie n to c lín ico y académ ico . N o se encuentran
cerca de los cuerpos, sin o m u y a m e n u d o a m anera de resum en
en los program as, po lém icas y debates sobre estrategias. A d ife ­
rencia de los c o n o cim ie n to s académ icos, que tienen la fo rm a de
descripciones que se o c u p a n de lo que es o fue, el c o n o c im ie n to
p o lítico adquie re u n a form a activa y se o c u p a de lo que puede
hacerse y lo que debe sufrirse.
El c o n o c im ie n to p o lítico sobre la m a s c u lin id a d se ha desa­
rro llad o en diferentes contextos. El debate sobre el m o v im ie n to
de liberación m ascu lin a antisexista y sus sucesores (p o r ejem plo,
la O rg a n iz a c ió n N a c io n a l de H o m b re s contra el Sexism o en Es­
tados U nidos, N a tio n a l O rg a n iza tio n o f M en Against Sexism in
the United States) ha sido constante. E n los p artidos consena-
dores v las iglesias fu n d a m e n ta lista s ta m b ié n existe u n discurso
sobre la m a s c u lin id a d que intenta restaurar lo que consideran
es la fa m ilia “trad ic io n al" (desgraciadam ente m uy m o d e rn a ).66
En térm in o s de su o rig in a lid a d y p o d e r intelectual, los m á s im ­
portantes a n álisis sobre la m a s c u lin id a d se deben a dos m o v i­
m ientos de o p o sic ió n , el de liberación gay y el de lib e ra c ió n de
las mujeres.
La m o v iliz a c ió n que realizaron los hom bres gays p a ra obte­
ner derechos civiles, seguridad v espacios culturales se ha basa­
do en u n a larga experiencia de rechazo y a b u so p o r parte de los
hom bres heterosexuales. El té r m in o "h o m o fo b ia " se a c u ñ ó a
p rincipio s de los a ños setenta para describir d ic h a experiencia.
La lib e ra c ió n gay ha m ostrado qu é tan p ro fu n d a v perseverante
es d ic h a h o m o fo b ia y c ó m o se relaciona estrecham ente con las
form as d o m in a n te s de m a s c u lin id a d .67
S in em bargo, los hom bres gays ta m b ié n h an n o ta d o la fasci­
nación que tienen los hom bres heterosexuales por la hom osexua­
lidad. Para alguno s, la h o m o fo b ia es la expresión de u n deseo
secreto, salido del inconsciente v convertido en odio. D ic h o p u n ­
to de vista se e ncuentra especialm ente en los escritores gays in-

** Lo anterior puede observarse sobre todo en revistas como Achilles Heel (El
talón de Aquiles, de Gran Bretaña). Changing Men (Cambiando a los hombres, de
listados Unidos) y XY (de Australia). Para escritura fundamentalista "del clero
a los hombres” (“Jesús acrecentaba la masculinidad de Bill"), véase Colé, 1974.
ft7 Weinberg, 1973; Herek, 1986.
fluenciados p o r F reud, c o m o M ario M ieli en H o m o s e x u a lit y a n d
L ib e r a t io n ( H o m o s e x u a lid a d y lib e r a c ió n ) . O tros h a n n o ta d o que
los h o m bre s heterosexuales tienen u n a extraña fa sc in a c ió n por
ser seducidos, dados el tie m p o y el lu g a r correctos; ta m b ié n se
h a h a b la d o de lo c o m ú n que es el sexo hom osexual en las in sti­
tuciones exclusivas p a ra hom bres, c o m o las fue r/as a rm a d a s o
las prisiones. Todo este c o n o c im ie n to se p ro d u jo sig u ie n d o el
lem a "Todo h o m b re heterosexual es b lan co de la libe ración gay”,
y nos m uestra lo extendida y silenciada que está la sexualiza-
c ió n de los m u n d o s sociales de los hom bres; la investigación aca­
d é m ic a pocas veces d a cuen ta de estos aspectos.68
La h o m o fo b ia no es sólo u n a actitud . La hostilidad de los h o m ­
bres heterosexuales hacia los hom bre s gays es u n a p rác tic a so­
cial real que abarca desde la d isc rim in a c ió n en el trabajo a través
de la d ifa m a c ió n en los m edios, hasta la cárcel y, algunas veces, el
asesinato — espectro al que la lib e ración gay lla m a "opre sión1'— .
E l objetivo de estas prácticas no es ú n ic a m e n te u ltra ja r a los in ­
d ivid uos, sino tra za r lím ites sociales al d e fin ir la m a s c u lin id a d
"real" d is ta n c iá n d o la de los rechazados. La p rim e ra lib e ración
gay consideraba que esta opresión de los hom osexuales era p a r­
te de un proyecto m ás a m p lio por m an te n e r u n orden social a u to ­
ritario; n o rm a lm e n te su ponía que se relacionaba con la opresión
a las m ujeres.69
Para la id e o logía h o m o fó b ic a , los m árgenes entre los h o m o ­
sexuales y los heterosexuales se b o rran ju n to con el lím ite entre
lo m a s c u lin o y lo fem enino; se im a g in a a los gays c o m o h o m ­
bros fem in izados y a las lesbianas c o m o m ujeres m asculiniza-
das. S in em bargo, los hom bres gays saben ta m b ié n que el deseo
h om osexual prevalece entre los que apare ntem ente son m u y
m ascu lin o s (el g u a rd ia de p risió n que viola, los "a m ig o s cerca­
n os” en el ejército, la im agen del a d u lto deportista a n iñ a d o ). Las
tácticas de la lib e ra c ió n gay incluyen el c u s tio n a m ie n to directo
a las form as convencionales del género (travestis radicales, de­
m ostraciones p ú b lic a s en que parejas hom osexuales se besan,
re cla m an d o su derecho a hacerlo), c o m o aparecen en la actua-

M Véanse Mieli, 1980, para el deseo secreto, y Connell. Davis y Dowsett,


1993, para sexualización.
69 Alunan, 1972; Watney. 1980.
lidad en Q u e er N a tio n .* Los estilos en las c o m u n id ad e s gays de
las ciudades occidentales han c a m b ia d o de autorrepresentacio-
nes fe m in iza d a s hasta otras m ás m as cu lin iza d a s y p u e d e n estar
ca m b ia n d o nuevam ente a patrones m ás “q u e e r " , m ás dism ptiv os
v desafiantes.** E l c o n o c im ie n to colectivo de los hom bre s gays
incluye la a m b ig ü e d a d de género, la tensión entre los cuerpos
v las identidades y las contradicciones dentro y alred ed or de la
m a s cu lin id a d .
La lib e rac ión de las m ujeres c o m p a rtió con el m o v im ie n to
gay ( v co n el m o v im ie n to del po d er negro en E stados U nidos) el
concepto de "o p re sión ”, pero con u n énfasis distinto. Los a n á li­
sis fem inistas enfatizaron la posición estructural de los hom bres.
La investigación fem inista d o cu m e n tó el control que ejercían los
hom bres en los gobiernos, corporaciones y m edios de c o m u n i­
cación; la m a n e ra en la cual ellos tenían m ejores trabajos, sala­
rios y m an e jo de la riqueza; el control que tam b ién ejercían de la
violencia c o m o u n m edio; y las arraigadas ideologías que o b li­
gaban a las m ujeres a perm anecer en casa y desacreditaban sus
exigencias de ig u a ld a d . Desde el p u n to de vista fem inista, los
hom bres heterosexuales eran m ás u n a clase en el po d er que u n
blanco para la libe ración. E l uso del té rm in o "patriarcado” se ex­
tendió alrededor de 1970 para d escribir el sistema de d o m in a ­
ción a través del género.70
A dem ás, existe ta m b ié n u n nivel personal ligado al patriarca­
do. E n sus in icio s, la b ib lio g rafía de la lib e ra c ió n de las m ujeres
suponía a la fa m ilia c o m o el lu g a r de la opresión de la mujer.
I .as teóricas y activistas d o cu m e n ta ro n el trabajo sin salario que
desem peñaban las m ujeres p a ra sus esposos, la re clu sión de las
madres en los hogares y las prerrogativas cotidianas del esposo.
I .ce C om er e scribió sobre las m ujeres encerradas p o r el m a tri­

* Querr Nation fue un movimiento o agrupación que se desarrolló sobre to-


i lo en Estados Unidos y que se constituyó como uno de los ataques más directos
.»las convenciones de género.
** Nota a la traducción: "Queer" es un término que integra diferentes iden-
udades, como gays. lesbianas, homosexuales, transexuales, transgéneros, etc.,
iodo menos la sexualidad legitimada; generalmente tiene connotaciones polí­
ticas.
7,1 Morgan, 1970; Mitchell, 1971. Para un estudio reciente y útil del concep­
to, véase Walby, 1989.
m o n io en W e d lo c k e d W o m e n , S elm a Ja m e s y el P ow er o f W o m e n
Collective (Colectivo del Poder de las M ujeres) exigieron salarios
para el trab a jo del hogar. i\4uchas fem inistas e xperim entaron
con nuevos órdenes fa m ilia re s en los cuales, a m e n u d o , in te n ta ­
b a n negociar co n los ho m bre s u n a nueva d iv is ió n del trab ajo y
u n nuevo sistem a de c u id a d o in fa n til.71
S in e m barg o, al p a sa r los años, el fe m in is m o occide ntal des­
p la zó su ate n c ió n del p a tria rc a d o y el trab ajo n o re m u n e ra d o
d o m é stic o hacia la agresión m a s c u lin a c o n tra las m ujeres. Los
refugios de m ujeres m o straro n la v iole ncia d o m é stic a v las c a m ­
p añas c o n tra la v io la c ió n s u p o n ía n que cad a h o m b re era u n v io ­
lado r en potencia. E l fe m in is m o co ntrario a la po rn o g rafía que
se desarrolló d urante los o chen ta fue todavía m as a llá y conside­
ró q ue la sexualidad de los ho m b re s era generalm ente violenta,
adem ás de que la pornografía constituía u n ata q u e a las mujeres.
Este p u n to de vista que consideraba que la v io le ncia es p ro p ia
de la m a s c u lin id a d d o m in a n te , y n o sólo de u n g ru p o a típ ic o de
hom bres. D ic h o p u n to de vista se extendió en el m o v im ie n to p a ­
cifista, en el de las m ujeres y en el a m b ie n ta lis ta .72
D en tro del fe m in is m o se h a n d a d o pun to s de vistas m u y d i­
versos respecto al potencial de c a m b io de los hom bre s hetero­
sexuales, sobre si p u e d e n negociarse m ejores relaciones o si la
m iso g in ia se encuentra tan arraigada que la separación o la coac­
c ió n son necesarios para el c a m b io . Las ventajas e co nóm icas
sug erirían q ue la m a y o ría de los ho m b re s só lo está interesada
de m an e ra lim ita d a en la reform a. B a rb a ra E hre nre ich , en T he
H e a r ts o f M e n (L o s c o r a z o n e s d e lo s h o m b r e s ) , c rista lizó estas
d u d a s con la tesis de la d ista n c ia que h a n to m a d o los hom bres
estadounidenses respecto al c o m p ro m is o desde los años c u a ­
renta. Para el fe m in ism o , la lib e rac ión de los h o m b re s se ha c o n ­
siderado a m e n u d o c o m o u n a fo rm a en la cual los hom bres
extraen beneficios del fe m in is m o sin re n u n c ia r a sus privilegios
básicos; en otras palabras, que se trata de la m o d e rn iz a c ió n del

71 Comer, 1974; Dalla Costa y James, 1972. Segal, 1983, documenta los de­
bates que se dieron en Gran Bretaña en torno a reconstruir las relaciones fami­
liares.
72 Para un estudio sobre este cambio en el movimiento feminista, véase Se­
gal, 1987. Para evidencia sobre la importancia que sigue teniendo, véase Smith,
1989.
p atriarcad o y no de u n a ta q u e al m ism o . E l fe m in is m o era es-
i óptico ante las ideas del “padre nuevo ', el "sensible hom bre
nuevo" y a otras im ág e nes de u n a m a s c u lin id a d m ás benévola y
gentil.73
S in e m b arg o , m u c h a s fe m in ista s aceptan con ag rad o los sig­
nos de progreso entre los hom bre s, y h a n a p u n ta d o las d ife ren­
cias entre los h o m bre s y la c o m p le jid a d de sus relaciones con las
m ujeres. P o r e jem plo, P hyllis Chesler e scrib ió u n b rilla n te e n­
sayo, A b o u t M e n (S o b r e lo s h o m b r e s ) , que explora la v ariedad de
los v ín c u lo s e m o cio n ale s entre las m ujeres v los hom bres. El
análisis fe m in is ta m á s p e netrante y siste m átic o sobre la m ascu ­
lin id a d se debe a Lynne Segal, S lo w M o t io n ( C á m a r a le n t a ) , y se
refiere extensam ente a las divisiones entre los h o m b re s y sus
consecuencias en la p o lític a fe m in ista . Segal e n fatiza que el rit­
m o de la re fo rm a n o está d e te rm in a d o solam ente p o r la psicolo­
gía de los h o m bre s. C irc u n stan c ias objetivas, c o m o los recursos
eco n óm ico s accesibles p a ra p e rm itir que u n p a d re cuid e a sus
hijos o h ijas pequeños, ta m b ié n tienen m u c h o q ue ver. Es a q u í
en d o n d e la a rg u m e n ta c ió n p o lític a fe m in is ta converge con la
investigación de la ciencia social que e nfatiza la d im e n s ió n in s­
titu c io n a l de la m a s c u lin id a d .7 ’
La teoría gay y la teoría fe m inista com parten el p u n to de vista
que s u p o n e q ue la m a s c u lin id a d ligada a la corriente p rin c ip a l
(por lo m enos en los países capitalistas desarrollados) se encuen­
tra fu n d a m e n ta lm e n te re lacionad a con el poder, o rg anizad a para
la d o m in a c ió n y se resiste al c a m b io d e b id o a las relaciones de
poder. A lg unas a rg u m e n ta cio n e s e q u ip a ra n a la m a s c u lin id a d
con el ejercicio del poder en sus form as m á s evidentes.
Para m u c h o s h o m b re s heterosexuales la c rític a ha sido d if í­
cil de aceptar. La conexión entre m ascu lin id a d y poder es el p un to
que m ás persistentem ente se ha negado en el giro o nto fe m inista
del m o v im ie n to de los h om bres. N egación reforzada p o r la psi­
cología p o p u la r y las nu e v as teorías ju n g ia n a s acerca de la m a s ­
c u lin id a d , que niegan consistentem ente esta conex ión (com o
verem os con detalle en el c a p ítu lo 9). S in e m b arg o , la relación

n Ehrenreich, 1983. Para el escepticismo feminista respecto al movimiento


masculino académico, véase Canaan y Griffin, J990.
74 Chesler. 1978; Segal, 1990.
tiene u n a im p o rta n c ia fu n d a m e n ta l y a lo largo del lib ro m e re­
feriré a ella y a sus conexiones con la investigación psicoanalíti-
ca y sociológica.

E l o b je t o d e l c o n o c im ie n t o

Después de reconocer la d im e n sió n in stitucion al del género es


d ifíc il evitar la siguiente pregunta: en la p o lítica de género, ¿la
m ascu lin idad es realm ente u n prob lem a? ¿N o será m ás bien que
los arreglos institucionales son los que p ro d uce n las desigual­
dades y, entonces, generan las tensiones que h a n puesto en la
m ira a la m ascu lin id a d ?
Es m u y im p o rta n te que aceptem os la d in á m ic a social en sí
m is m a y que no intentem os encontrarla en la p sicología de los
hom bres. S in e m bargo, es d ifíc il n e g arlas experiencias e m ocio­
nales personales de los hom bres gays respecto a la ho m o fo bia,
las experiencias de las m ujeres frente a la m iso g in ia o los a rg u ­
m entos fem inistas sobre la im p o rta n c ia del deseo y los m otivos
en la reproducción del patriarcado. Todo lo que es realm ente im ­
portante en cuestiones relacionadas con la m ascu lin id a d incluye
las relaciones sociales y las de la personalidad; es m ás, incluye las
relaciones entre a m b a s form as.
Pero, ¿existe entonces u n objeto de co n o cim ie n to estable en
esta relación? ¿Puede decirse literalm ente que existe u n a cie n­
cia de la m asc u lin id a d ?
C uan do m e referí a la etnografía m e n c io n é la evidencia que
presentó S tra th e m de que las categorías de género n o se d ab an
de la m ism a m anera en H agen y en sus análo g o s de las culturas
europeas/estadounidenses. Si u n ho m bre , u n a m u je r o u n clan
pueden ser "co m o u n h o m b re ” pero no tienen que serlo si sus lo ­
gros se lo p erm iten, si "para im a m u je r es u n in su lto que se le se­
ñale com o ejem plo de lo que es característicam ente fe m e n in o ”,
entonces debe q u e d a r claro que el m u n d o se m an e ja de form as
m u y diferentes según los conceptos de género en H agen que se­
g ú n los conceptos occidentales. De ig ual form a, si a p lic a m o s los
conceptos occidentales de id e n tid a d de género en los procesos
sociales de H agen, obtendrem os conclusiones in d u d a b le m e n te
erróneas.
Estas d isco ntinuid ade s regirán claram ente c u a lq u ie r ciencia
positivista de la m a s cu lin id a d . N o existe u n a entidad m ascu lina
c o m ú n a todas las sociedades. F.l té rm in o designa cosas in c o n ­
m ensurablem ente distintas.
E l positivism o sólo tiene u n a form a de escapar de estas d ificul­
tades. La a n a to m ía y la fisiología de los cuerpos m ascu lin o s es
lo ú n ic o m ás o m enos constante en todas las culturas. Podem os
hacer u n a ciencia que estudie a los h o m b r e s , y d e fin ir la m ascu ­
lin id a d com o el carácter de cualquiera que tenga u n pene, un
crom osom a y cierta cantidad de lestosterona. Un reciente libro
francés sobre la m a s cu lin id a d , que se encuentra entre los libros
m ás populares dedicados a los hom bres, se lla m a ún ic a m e n te
X V . Tal vez esto sea a lo que en realidad nos referim os c u a n d o
decim os ‘ estudios sobre los h om bre s”.75
C on lo ante rio r parecería que. resolvemos el p ro b le m a lógico
pero no obtenem os u n a ciencia que resulte valiosa, sino u n a m uy
vaga:'¿Q ué a cción de cualquier h o m b re en el m u n d o no queda­
ría in clu id a en el cam p o de d icha m ascu lin id a d ? C on un m arco
com o éste sería im p o sib le explorar u n a de las cuestiones p rin ­
cipales a p u n tad a s p o r el psicoanálisis, la m a s c u lin id a d de las
mujeres y la fe m in id a d de los hom bres. Si suponem os que p o ­
dem os co m p re nd er el m u n d o gracias a u n a d e lim ita c ió n b io ló ­
gica estaremos m u y lejos de po d er com prender la relación entre
los cuerpos y los procesos sociales (com o lo dem ostrarem os en
el cap ítu lo 2).
La m a s c u lin id a d y la fe m in id a d son conceptos inherente­
mente relaciónales que adquieren su significado de las conexio­
nes entre sí, c o m o d e lim ita c ió n social y o posición cultural. Esta
característica se presenta sin im p o rta r el contenido variable de
la delim itación en las diferentes sociedades y en los distintos pe­
riodos históricos. L a m ascu lin id a d com o objeto de c o n o c im ie n ­
to es siem pre la m ascu lin id a d en re lación con algo.
Tal vez sea m ás claro decir que las relaciones de género son
las que realm ente se constituyen com o u n objeto de conocimien-
lo coherente p ara la ciencia. El conocim ie nto sobre la m ascu li­
nidad surge del proyecto de conocer las relaciones de género.

7S Badinter. 1992. Keraper, 1990, ha revisado la bilbiograiía sobre la testoste-


rona y nos muestra la complejidad de los vínculos causales, sociales y biológicos.
A nticipem os las d efiniciones que aparecerán en el capítulo 3 y
digam os que las m asculinidades son configuraciones de la p rác­
tica estructuradas p o r las relaciones de género. S on inherente­
m ente históricas, y se hacen y rehacen com o u n proceso político
q ue afecta el e q u ilib rio de intereses de la sociedad y la dirección
del c a m b io social.
Podem os obtener conocim ientos sistem áticos sobre estos ob­
jetos, pero dichos conocim ientos no siguen el m odelo de la cien­
cia positivista. Los estudios de u n a realidad p o lítica e histórica
trab a jan necesariam ente dentro de la categoría de lo posible;
co m p re n d e n el m u n d o que resulta de la acción social bajo la lu z
de las posibilidades que n o se han realizado, adem ás de las que se
realizaron. Estos conocim ientos se basan en u n a crítica de lo real;
n o son ún ic a m e n te reflexiones sobre lo que ocurrió.
La ciencia social crítica requiere de u n a ética que se fu n d a ­
m ente em píricam ente en las situaciones que se estudien. Nuestro
análisis se basa en la justicia social: la po sib ilid ad objetiva de la
ju s tic ia en las relaciones de género, q ue algunas veces se consi­
gue y otras no. D ichos fun d a m e n to s no suponen que pro p o n g a­
m o s la preferencia de u n valor arbitrario ajeno al acto de conocer.
M ás bien, se trata de aceptar el carácter inherentem ente político
de nuestro c o n o c im ie n to sobre la m ascu lin id a d , y hacerlo debe
considerarse u n a ventaja epistem ológica y no el m otivo de m ás
confusiones.76
Ésta es la m an e ra en la cual podrem os obtener u n a ciencia de
la m ascu lin id a d realm ente significativa. Se trata de u n a parte
de la ciencia crítica de las relaciones de género y de su trayectoria
en la historia. A su vez, esta ú ltim a es p a ite de u n a m a y o r explo­
ración de las p osibilidades hum anas, y sus negaciones; y tanto
la ciencia social c o m o la política práctica la requieren.

76 Mi argumento se basa en la “teoría crítica" de la Escuela de Frankfurt; sin


embargo, quisiera enfatizar la importancia del conocimiento empírico en la crí­
tica. El conocimiento crítico debería ser más científico que positivista, y no al
contrario: más respetuoso de los hechos, más profundo en su exploración de la
realidad social. En los estudios educativos se han desarrollado modelos muy
útiles: Giroux, 1983; Sullivan, 1984; Wexler, 1992.
CAPÍTULO 2
LO S C U E R P O S D E L O S H O M B R E S

La v e r d a d e r a m a s c u l in id a d

Los argum entos q u e suponen que la m ascu lin id a d debe c a m b ia r


conducen a m e n u d o a u n callejón sin salida, no tanto p o r el p o ­
der de argum entaciones contrarias a la reforma, sino por la idea
de que los hom bres n o p u e d e n cam biar, así que intentar que c a m ­
bien es in ú til y m uch as veces peligroso. La cultura de m asas nor­
m alm ente supone que detrás del flujo y reflujo de la vida col idiana
existe u n a m a s c u lin id a d verdadera, fi ja. P or eso se repiten frases
com o “hom bres de verdad", “hom bres por naturaleza”, lo "m ascu­
lin o p ro fu n d o ”. Un a m p lio espectro de disciplinas, que incluye
al m o v im ie n to m ito po ético m asculino , al psicoanálisis jungia-
no, al fu n d a m e n ta lis m o cristiano, la sociobiología y la escuela
esencialista fem in ista, com parte esta o p in ió n .
Casi siem pre se supone que la verdadera m a s c u lin id a d surge
de los cuerpos de los hom bres — que es inherente al cuerpo m as­
c u lin o o que expresa algo sobre el m ism o — , ya sea que el cuerpo
im pulse y diri ja la acción (por ejem plo, los hom bre son m ás agre­
sivos p o r natu raleza que las m ujeres; la v iolación es el resultado
de la lu ju ria incon tro lab le o de cierto in stinto violento), o qire la
lim ite (p o r ejem plo, los hom bres no se ocupan por naturaleza
del c u id a d o in fan til; la hom osexualidad no es na tu ral y, p o r lo
tanto, se c o n fin a a u n a m in o ría perversa).
Estas creencias son parte estratégica de la ideología m oderna
del género, p o r lo m enos en el m u n d o de habla inglesa. Ésa es la
razón por la cual la prim era tarea del análisis social es com pre n­
der los cuerpos de los hom bres y su relación con la m ascu lind ad.
E n las ú ltim a s décadas, la discusión sobre el tem a se ha c o n ­
centrado en dos escuelas opuestas. Para la prim era, que b ásica­
m ente traduce la ideología d o m in a n te al lenguaje de las cien­
cias biológicas, el cuerpo es u n a m á q u in a n a tu ra l que produce
la diferencia d e b id a al g é n e ro — a través de la p ro g ra m a c ió n ge­
nética, las diferencias horm onales o la diferencia en los roles de
los sexos durante la repixxiucción— . Para la segunda, que ha em ­
p a p ad o las h u m a n id a d e s y las ciencias sociales, el cuerpo es una
superficie o un paisaje m ás o m enos neutral sobre el c ual se im ­
p rim e el sim b o lis m o social. Al interpretar estos argum entos co­
m o u n a nueva versión de la polém ica tradicional entre lo natural
y lo que se aprende, otras voces h an propuesto u n arreglo salo­
m ónico : la in flu e n cia biológica y la social se c o m b in a n para pro­
d u c ir las diferencias en el c o m p o rta m ie n to d eb id as al género.
E n este c a p ítu lo intentaré d em ostrar que los tres pun to s de
vista están equivocados. Es posible lle g a ra c o m p re n d e r m ejor la
relación entre los cuerpos de los hom bres y la m ascu lin id a d , pero
sin u tiliz a r sólo la a rg u m e n ta ción abstracta. P o r lo tanto, in tro­
duciré, u n poco fuera de lugar, cierta evidencia lo m a d a de los es­
tudios de historias de vidas que presentaré con m á s detalle en la
segunda parte del libro.

M á q u i n a , p a is a j e y c o m p r o m i s o

Desde que la c ap a c id ad de la religión para ju s tific a r la ideología


ligada al género se colapso, se in te ntó llenar con la biología el
vacío que quedó. L a necesidad de d ic h a justificación puede me­
dirse a p a rtir del enorm e interés de los m edios m asivos de co­
m u n ic a c ió n conservadores en historias sobre descubrim ientos
científicos relacionados con las supuestas diferencias sexuales.
M i historia favorita es la que se refiere a que la d ific u lta d que
tienen las m ujeres para estacionar sus coches se debe a las dife­
rencias sexuales en la fu n c ión cerebral. (Para empezar, ni siquie­
ra se puede c o m p ro b a r realm ente q ue el estacionarse dependa
de u n a diferencia sexual.)
La especulación sobre la m asculinidad y la fe m inid ad es funda­
m ental para la sociobiología, esto es, la d isc ip lin a que, durante
los años setenta, lo m ó fuerza para explicar evolutivam ente la so­
ciedad h u m a n a . C o m o u n ejem plo de este tipo de trabajos, m en­
cionaré a Lionel Tiger, con su M e n in G r o u p s { H o m b r e s e n g r u p o s ),
en donde se ofrecía u n a teoría de la m ascu lin id a d reducida c o m ­
pletam ente a lo b io lógico y basada en la idea de que descende­
m os de u n a especie cazadora. U n a de las frases de Tiger ha sido
a cu ña d a p o r la term ino logía popu lar: "vínculos m asculinos".
Según estas teorías, los cuerpos de los hom bres son los p o r­
tadores de cierta m a s c u lin id a d na tu ral p ro d u c id a p o r las pre­
siones evolutivas ejercidas sobre la h u m a n id a d . Con nuestros
genes m ascu lin o s heredam os la agresividad, la v id a fam iliar, la
necesidad de com petir, el poder político, las jerarquías, la terri­
to rialidad, la p ro m is c u id a d y la fo rm a c ió n de clubes m ascu li­
nos. Esta lista varía según q u ié n hace la investigación, pero la
idea es la m ism a . Segiin E d w a rd W ilson, decano de la sociobio­
logía, "la c u ltu ra a m p lific a las diferencias físicas v de carácter
entre los hom bres y las m ujeres v las transform a en d o m in a c ió n
universal m asculina". De m anera m ás específica, otras investiga­
ciones sostienen que el orden social actual se deriva del sistem a
endocrino: p o r ejem plo, el patriarcad o se basa en cierta "venta­
ja agresiva”, p ro d u c id a por las ho rm o n a s, que los hom bre s tie­
nen sobre las m u jeres."1
La teor ía endocrinológica de la m asculinidad, com o la del sexo
cerebral, ta m b ié n perm eó el sentido c o m ú n de los periódicos.
P or ejem plo, considerem os el p rin c ip io de u n a rtícu lo periodís­
tico reciente sobre la seguridad al e squiar en la nieve:

El coctel que ocasiona m ás alucinaciones y que hace que quien lo


consum a pierda totalm ente la n o c ió n de riesgo no es u n zom bie, un
harver w allbanger, n i el trem endo singapore sling. Se trata de una
m ezcla explosiva de testosterona y adrenalina que es lanzada a cho­
rro a las arterías de los adolescentes y los jóvenes. Ésta es la razón
por la cual m ás del 95% de las lesiones que ocurren entre quienes es­
qu ían en la nieve se presenta en hom bres jóvenes m enores a 30
años: la edad prom e d io de los lesionados es de 21.2

La explicación de la m a s c u lin id a d natural construida p o r la


sociobiología es ficticia casi totalm ente. S upone grandes dife-

: Para la primera investigación de la sociobiología, véase Tiger, 1969, Tiger


y Fox, 1971 (sobre los clubes de hombres); para una investigación posterior,
Wilson. 1978. Goldberg, 1993, es defensor acérrimo de las hormonas.
2 Sen Francisco Chronide, 3 de febrero de 1994.
re n d a s entre el carácter y el c o m p o rta m ie n to de los ho m b re s y
las m ujeres. C o m o ya a p u n té en el c a p ítu lo I , se ha realizado
m u c h a investigación al respecto. Lo n o rm a l es c o n c lu ir que las
diferencias de inielecto, carácter y rasgos personales entre los
sexos no son cu a n tifíc ab le s. E n los casos en los que hay diferen­
cias, son m u y pocas c o m p a ra d a s con las variaciones que se dan
entre in d iv id u o s del m is m o sexo, v m u y pocas ta m b ié n c o m p a ­
radas con las diferencias en la form a en la cual se colocan so­
cia lm e n te tan to los hom bre s c o m o las m ujeres. La tesis de la
m a s c u lin id a d n a tu ra l supone que existe u n a fuerte d e te rm in a ­
c ió n b io ló g ic a en la m an e ra en la cual se d a n las diferencias de
g ru p o en los c o m p o rta m ie n to s sociales co m ple jo s (co m o la for­
m a c ió n de fa m ilia s y ejércitos). N o hay n in g u n a evidencia de
q u e u n a d e te rm in a c ió n de este tipo exista. H ay pocos datos que
sostengan in cluso la idea de que existe u n a d é b il d e te rm in a c ió n
bio lóg ica en las diferencias de g ru p o ligadas a com portam ien tos
in d iv id u ale s sim p les. A hora bien, la evidencia de la diversidad
de género, histórica e in te rcultural, es aplastante. P or ejem plo,
existen culturas y situaciones históricas en las que la v iolación
n o ocurre o es m u y rara; en d o n d e el c o m p o rta m ie n to hom ose­
xual es una práctica m ay o ritaria (en u n m o m e n to d a d o del ciclo
vital); en d o n d e las m adres n o tienen todo el peso del c u id a d o
in fa n til (los an cia n o s, otros n iño s o gente del servicio re alizan el
trabajo); y en d o n d e los hom bres no son, n o rm a lm e n te , agre­
sivos.
El poder de la determ i n ación b iológica n o reside en la eviden­
cia, ya que estudios cuidadosos de esta ú ltim a , c o m o el de Theo-
dore Kemper, S o c ia l S t n ic t u r e a n d T e s to s te ro n e ( L a e s tr u c tu r a
s o c ia l y la te s to s te r o n a ), m uestran c ó m o no es posible sostener la
existencia de la d e te m i i nación unilateral biológica sobre lo social;
la situ a ción es m u c h o m ás com pleja. C o m o K e m p le r concluye
co n tund e n te m e n te : "C u a n d o las ideologías racistas y sexistas
c o n firm a n ciertos órdenes sociales je rárq u ico s basándose en la
bio lo g ía, resulta q ue la biología es generalm ente fa ls a .M
E n realidad, el p o d er de esta perspectiva reside en la m e tá fo r a
del c u e ip o c o m o u n a m á q u in a . E l cuerpo "fu n c io n a ” y "o p e ra ”.

1 Kemper, 1990, p. 221. Para una crítica excelente a la lógica de los argu­
mentos sociobiológicos, véase Rose. Kamin y Lewontin, 1984, cap. 6.
La investigación descubre "m e canism os" biológicos en el c o m ­
p o rta m ie n to . Los cerebros están "a rm a d o s ” para p ro d u c ir la
m a s c u lin id a d ”; los hom bres se encuentran "program ados” gené­
ticam ente para d o m in a r; la agresividad es nuestro "b io g ra m a ”.
Tanto los textos académ icos com o los periodísticos u tiliz a n a m ­
pliam en te estas m etáforas. Por ejem plo, pocos lectores estadou­
nidenses del a rtíc u lo citad o sobre el esquí en nieve p a sa rán p o r
alto la m etáfora del m o to r de chorro que se ha m e zc la d o con la
m etáfo ra del coctel. C on ella, las exóticas lesiones de los esquia­
dores se asociarán a los casos fam iliare s de accidentes a u to m o ­
vilísticos ocasion ado s por los in quie tos jóvenes — que, a su vez,
n o rm a lm e n te se explican biológicam ente.
Las m etáforas, al establecerse, d esplazan la d isc u sió n y c o n ­
fo rm an la m ane ra en la cual se considera o lee la evidencia. Esto
es lo que h a o c u rrid o con la m e táfo ra del m e c an ism o b iológico,
q ue puede encontrarse hasta en investigaciones cuid adosas y
b ien d o c u m e n ta d a s (lo cual n o pod em os d e c ir de la m ay o ría de
las investigaciones sociobiológicas). C o m o e jem plo considera­
m os el estudio, a m p lia m e n te discutido, de Ju lia n n e Im perato-
M c( íinley y sus colegas. Una extraña deficiencia en cierta e nzim a
o casio n ó que en dos poblados de la R e p ú b lic a D o m in ic a n a se
presentaran die cio cho casos en los cuales pequeños que ge néti­
cam ente eran h o m b re s tuvieran genitales que parecían fe m e n i­
nos; en consecuencia, se les educó c o m o si fueran niñas. Se trata
de u n a s itu a c ió n a n álo g a a las que d escribió S toller en Estados
U nidos acerca de la p rim e ra parte de las vidas de transexuales;
su a rg u m e n to era q ue existía cierta "id e n tid a d n u c le a r de géne­
ro ” fem enina. E n los casos d o m in ic a n o s, la s itu a c ió n c a m b ió al
llegar la pubertad, ya que los niveles norm ales de testosterona
m a s c u lin iz a ro n físicam ente a los adolescentes. Los autores re­
p ortaron que diecisiete de los dieciocho in dividuos c a m b ia ro n a
u n a "id e n tid a d de género" m a s c u lin a y dieciséis a u n "rol de gé­
nero” m ascu lin o . Para ellos esto constituy ó u n a prue ba de que
los m e c an ism o s fisiológicos p o d ía n sobrepasar al c o n d ic io n a ­
m ie n to social.4
Si e x am in am o s el estudio con c u id a d o co ncluirem o s algo
m u y distinto . M c G in le y y sus colegas describen u n a sociedad
en la cual la d iv isió n del trabajo se encuentra ligada con fuerza
al género y con u n a o posición entre lo m a s c u lin o y fe m e nin o
m arc a d a c ultura lm e n te — en am b o s casos se trata de hechos so­
ciales— . R astrearon el hecho de que tanto los n iño s c o m o sus
padres reconocieron poco a poco que se había com etido u n error
en la asign ación de género. E l error se co rrigió socialm ente. Los
c am bio s corporales de la pubertad dispararon u n poderoso p ro ­
ceso social de reevaluación y reasignación. Lo que la investiga­
c ión refuta no es tanto la explicación social de género sino la tesis
específica de que la id e n tid a d nuclear de género form ad a en la
p rim era in fancia siem pre tiene p riorid ad frente al desarrollo so­
cial posterior.
El estudio eir R e p ú b lic a D o m in ic a n a , sin quererlo, m uestra
algo m ás. Se observó que, desde que las investigaciones m é d i­
cas llegaron a la c o m u n id a d , la deficiencia en la 5-alfa-reducta-
sa se identifica desde el n a c im ie n to y los n iñ o s que la padecen
son educados com o hom bres. E n consecuencia, la m ed icina nor­
m a liz ó al género: su objetivo fue asegurar que los hom bres a d u l­
tos tu vieran infancias m asculinas y se preservara u n a d ic o to m ía
de género consistente. Irónicam ente, el trabajo que realizó Stoller
con los transexuales estadounidenses hace lo m ism o. La cirugía
de reasignación de género (que en la a c tu a lid a d es un procedi­
m ie n to de rutin a, a u n q u e no es m u y c o m ú n ) e lim in a lo inconsis­
tente que es tener u n a presencia social fem enina ju n to a genitales
m asculino s. La práctica m édica ordena los cuerpos según cier­
ta ideología social lig ad a a la d ic o to m ía de género.
El análisis sem iótico del género predice los m ism os resultados.
Las aproxim aciones que suponen que los cuerpos de las m u je ­
res son el objeto del s im b o lism o social florecieron en el p u n to
de contacto entre los estudios culturales y el fe m inism o. Es p o ­
sible encontrar cientos de estudios sobre las im ágenes fe m e n i­
nas y la p ro d u c ción de la fe m in id ad en películas, fotografías y
otras artes visuales. M ás cercanos a la práctica cotidiana, los
trabajos fem inistas sobre la m o d a y la belleza, entre los cuales
m encio n are m o s A d o m e d in D r e a m s (A d o r n a d a s e n s u e ñ o s ) , de
E lizabeth W ilson, y B e a u ty S e c re ts (S e c re to s d e b e lle z a ), de W endy
C hapkis, rastrean los com plejos y poderosos sistemas de im ág e ­
nes que d e te rm in a n qu é cuerpos son bellos o feos, delgados o
gordos. D ichas im ágenes crean series com pletas de necesidades
relacionadas con el cuerpo: dietas, cosm éticos, ropa de m oda,
program as para adelgazar y m uch o s otros.
Este tipo de investigaciones se sostienen, y a veces surgen, de
la influencia del postestructuralism o en la teoría social. El a n á li­
sis de M ichel F oucault al “o rd e nam ie nto ” de los cuerpos es el co­
rolario de su explicación de la p ro d u c ción de verdad d e n tro de
los discursos; los cu e ip o s se vuelven el objeto de las nuevas dis­
ciplin as y las nuevas tecnologías del poder los van c o n tro la n d o
poco a poco. La sociología del c u e ip o desarrollada p o r Bryan
T u m e r sigue el m is m o ru m b o , a u n q u e a niveles m ás m ateriales.
Al observar que los "cuerpos son objetos sobre los cuales trabaja­
m os — com iendo, d u rm ie n d o , lim p ian d o , haciendo dietas o ejer­
c ic io — ”, T u m e r p ro p on e la idea de las "prácticas corporales",
tan to in dividu ale s c o m o colectivas, que incluyen la variedad de
form as en las cuales el trabajo social se relaciona con el cuerpo.
Estas prácticas pueden elaborarse in stitu c io n al m ente a gran
escala, c o m o lo dem uestra la sociología del deporte, que ta m ­
bién lo conecta a la p ro d ucción del género. N ancy Theberge, en
“Reflections o n the b ody in the sociology o f sport" ("Reflexiones
sobre el c u e ip o en la sociología del deporte”), m uestra de m a n e ­
ra convincente c ó m o los diferentes regím enes de ejercicio para
hom bres y m ujeres, las prácticas d isciplin arias que se enseñan
y que constituyen el deporte, se d ise ñ an para pro d u c ir cuerpos
ligados al género. Si la d isc ip lin a social n o puede p ro d u c ir cuer­
pos que se adecúen a la n o c ió n de género específica, entonces el
bisturí sí p o d rá hacerlo. La cirugía plástica ofrece ya u n a extra­
o rd in a ria gam a de form as que producen cuerpos socialm ente
m ás deseables: desde los conocidos trabajos en el rostro y los im ­
plantes de senos, hasta la m ás novedosa lip o succión, alteración
de estatura, etc. C o m o lo dem uestran D iana D ull y Candace West
en sus entrevistas a quienes practican la cirugía plástica y q u ie ­
nes se som eten a ella en Estados U nidos, la práctica se supone
n o rm al en u n a m ujer, m ás n o en u n hom bre. S in em bargo, la tec­
nología se extiende hasta la producción quirúrgica de m as cu lin i­
dad, con im p lan tes de penes, tanto in Hables com o rígidos, entre
otros ejemplos.^

5 Para ejemplos recientes de la semiótica visual feminista, véase Feminist


Review, 1994, núm. 46. Para moda y belleza, Wilson, 1987; Chapkis, 1986. Para
A pesar de que la m a y o r parte de la se m ió tica del género se
ha centrado en la fe m inid ad , algunas veces la a p ro x im ación se ha
extendido p a ra in c lu ir la m a s c u lin id a d . A n th o n y E asthope, en
W h a t a M a r is G o t t a D o (L o q u e u n h o m b r e tie n e q u e h a c e r ) , in ­
vestiga estas cuestiones y dem uestra c o n fa c ilid a d la form a en la
cual los cuerpos de los hom bres q u e d a n d e finid o s c o m o m a s c u ­
linos poi las im ágenes producidas p o r los com erciales, las pelícu­
las y los noticieros. A lgunos estudios que se centran en cuestiones
m ás específicas, entre los cuales el m á s destacado es el de S usan
Jeffords, lla m a d o T he R e m a s c u lin iz a t io n o f A m e r ic a (L a r e m a s e n -
li n iz a c ió n d e E s t a d o s U n id o s ) , rastrean la re c o n stitu c ió n y cele­
bración de la m a s c u lin id a d en películas y novelas sobre la guerra
de V ietnam después de la derrota estadounidense. Ú ltim a m e n ­
te ta m b ié n se h a n desarrollado ciertos estudios que se centran en
la a m b ig ü e d a d de género. E l recuento e nciclopéd ico que Mar-
jo rie G a rb e r hace del travestism o en películas, obras literarias v
dram áticas, lla m a d o V e ste d In te r e s ts ( E l in te r é s e n e l tr a v e s tis ­
m o ) , se a p ro x im a a la teoría se m iótica del género, y la lleva al lí­
m ite c u a n d o señala que el desajuste entre el cuerpo v la ro p a se
convierte en la m e tá fo ra de u n a re alid a d .6
Las a p ro x im a cio n e s del c o n stru c c io n ism o social al género y
la sexualidad, a p u n ta la d a s p o r u n ace rcam ie nto se m ió tico al
cuerpo, son antítesis casi com pletas a la sociobiología. E n vez
de que los arreglos sociales sean resultado del c u e ip o - m áq u in a ,
el c u e ip o se constituye en u n c a m p o en el cual la d e te rm in a c ió n
social hace estragos. Este p u n to de vista ta m b ié n u tiliz a m e tá ­
foras, to m ad as a h o ra del c a m p o artístico y n o del de la ingenie­
ría: el cuerpo es u n lienzo listo para pintarse, u n a superficie para
grabar, u n paisaje p ara delinear.
Este ú ltim o p u n to de vista — a u n q u e h a sido m u y productivo—
tiene u n gran p ro b lem a. C uando se enfatiza tanto el significante,
el sig n ific a d o parece desvanecerse. E l p ro b le m a es p a rtic u la r­
m ente sorprendente en lo que respecta a la activ idad corporal
por excelencia: el sexo. Los trabajos derivados del construccio­
n ism o social fu e ro n m ejores que los de la sexología positivista

teorías de la regulación, Foucauli, 1977; Thmer, 1984. Para el deporte, Theberge,


1991; para cirugía reconstructiva y género, DulI y West, 1991; Tiefer, 1986.
6 Easthope, 1986; Jeffords, 1989; Garber. 1992.
de K insey y M aster y Jo h n so n , pero descorpo ralizaron al sexo.
C o m o Carole Vanee sugiere,

cuando la teoría de la construcción social asegura que los actos se­


xuales, las identidades y hasta el deseo se ven mediados por factores
culturales e históricos, el objeto de estudio — la sexualidad— pare­
ce desvanecerse y amenaza con desaparecer.7

Algo parecido le ocurre al género c u a n d o se le convierte ú n i­


cam ente en Lina p o s ic ió n del sujeto en el discurso, el lu g a r desde
el cual se habla; c u a n d o se le considera, sobre lo d o , c o m o u n a
representación; o c u a n d o las contrad iccione s que aparecen en
las vidas, ligadas al género, se convierten en "u n p ro d u c to de las
m etáfo ras". C o m o R o se m a iy P ringle sugiere en "A bsolute sex?"
("¿Sexo absoluto?”), que es u n a revisión reciente de las relaciones
entre la sexualidad y el género, resulta ta n discutible u n a a p ro ­
x im a c ió n cultural o sem iótica del género com o u n a v isió n b io ló ­
gicam ente reduccionista.8 La superficie sobre la cual se inscriben
los sig nificado s culturales no es co m p le tam e n te lisa n i se m a n ­
tiene lija.
L o cuerpos, en su carácter de cuerpos, son im po rtante s. E n ­
vejecen, se e nferm an , d isfrutan, se reproducen, d a n a luz. Tanto
la experiencia c o m o la práctica poseen u n a d im e n s ió n irreduc­
tib le m e n te corporal; es im po sib le no considerar el sudor, por
ejem plo. E n este p u n to podem os in c lu s o aprender alg o de la b i­
blio grafía sobre los roles sexuales. U na de las pocas cosas apre­
m iante s q ue resultaron de la b ib lio g ra fía del rol m a s c u lin o y de
los libros qiic te n ían c o m o tem a a los hom bre s fue la cataloga­
c ió n de los p ro b lem as a los cuales se e nfrentan los cuerpos de
los hom bres: desde la im p o te n c ia y el e nvejecim iento hasta los
peligros a la sa lu d relacionados con el trabajo que re aliza b a n ,
las lesiones violentas, la p érdida del o rg u llo deportivo y la m u e r­
te p re m atura. Peligro: el rol sexual m a s c u lin o puede re sultar d a ­
ñ in o p ara la sa lu d .9

7 Vanee, 1989, p. 21.


Pringle, 1992.
9 Harrison, 1978. Para el ejemplo más reciente sobre esta preocupación que
aparece en la literatura sobre los hombres, véase Farrell, 1993, cap. 4-7.
¿Es entonces posible e ncon trar u n p u n to m e d io que incluya
ta n to lo b io lógico c o m o lo cultural en u n m odelo com puesto del
género? E n esencia, ésta es la fó r m u la que sig u ió la teoría de los
roles sexuales cuan do, c o m o m ostram os en el capítulo 1, se a ñ a ­
dieron arg um ento s sociales a la d ic o to m ía biológica. Las ar­
gum entaciones m ás m oderadas de la sociobiología a m e n u d o
aceptan la e lab o ración cultural del im pe rativ o biológico. E n los
ochenta, Alice Rossi, u n a de las fem inistas pioneras en la socio­
logía, tom a u n a p o sic ió n m uy sim ilar:

La diferenciación de género no es sólo u n a fu n c ió n de la socializa­


ción, la prod u cción capitalista o el patriarcado. Se fu n d a m e n ta en
u n d im o rfis m o sexual que se deriva del propósito fu n d a m e n ta l de la
reproducción de la especie.10

La consecuencia in m e d iata es que la m ascu lin id a d es la ela­


b o rac ió n social de la fu n c ió n b iológica de la paternidad.
S i consideram os q ue tanto el d e te rm in ism o b io ló g ic o c o m o
el social están equivocados, no sería m u y lógico esperar que u n a
c o m b in a c ió n de a m b o s puntos de vista fuese adecuada. E xis­
ten razones para su p o n e r que estos dos "niveles de an álisis" no
pueden sum arse de m anera satisfactoria po rqu e no se m id e n de
ig ual m anera. A la b io lo g ía siem pre se le considera c o m o m á s
real, la parte m á s b ásica de la d ic o to m ía ; in clu so la socióloga
Rossi se refiere a que el proceso social se "fu n d a m e n ta " en el d i­
m o rfis m o sexual y el propósito reproductivo tiene el carácter de
"fu n d a m e n ta l". La so ciobiología siem pre d a p o r sentado lo a n ­
terior. (Yo sostengo que estas m etáforas expresan u n a idea c o m ­
pletam ente errónea de la relación entre la historia y la evolución
o rg ánica.)
T am poco el p a tró n de diferencia en a m b o s niveles se corres­
p onde — a u n q u e lo ante rior se asum e constantem ente e incluso
algunas veces se hace explícito en proposiciones sobre "el d im o r­
fism o sexual del c o m p o rta m ie n to "— . Es cierto que los procesos
sociales pueden extenderse hasta in c lu ir diferencias corporales
(el brassiere con relleno, las diferentes cubiertas para el pene).
T am bién pueden distorsionar, contradecir, com plicar, negar, mi-
n im iz a r o m o d ific a r la diferencia corporal. Los procesos sociales
pueden d e fin ir a u n género (la m o d a "unisex", trabajos n e u tra ­
les respecto al género), a dos géneros (H ollyw oo d), tres (m uch as
culturas in d íg e n a s estadounidenses), cuatro (la c u ltu ra u rb a n a
europea a p a rtir de que los hom osexuales c o m e n za ro n a id e n ti­
ficarse c o m o g ru p o específico, después del siglo xviu) o a u n es­
pectro a m p lio de fragm entos, variaciones y trayectorias. Los
procesos sociales h a n re fo rm u la d o nuestra m is m a percepción
de los cuerpos sexuados, c o m o lo dem uestra T h o m a s L a q u e u r
en su e x trao rd in aria historia de la tran sición del p e n sa m ie n to
m édico y p o p u la r desde u n m o d e lo de u n solo sexo hasta u n m o ­
delo que su p o n e dos sexos.11
N o im p o rta c ó m o lo veam os, el c o m p ro m is o entre el deter-
m in is m o b io ló g ic o y el social n o puede ser la base de u n a expli­
cación del género. S in em bargo, ta m p o c o pod em os ig n o ra r el
radical carácter c u ltu ra l del concepto de género n i la presencia
corporal. Al parecer nuestra a p ro x im a c ió n tiene que p a rtir de
otras form as de pensar.

La im p o s ib il id a d d e e s c a p a r d e l c u e r p o

El re p lan te am ie nto debe c o m e n za r aceptando que, p o r lo m enos


en nuestra c u ltu ra , el sentido físico del ser ho m b re y del ser m u ­
jer es central para la in te ip re ta c ió n c u ltu ra l del género. E l géne­
ro m a s c u lin o es (entre otras cosas) u n fo rm a de sentir en la piel,
ciertas fo rm as y tensiones m usculares, ciertas posturas y for­
m as de m overse, ciertas posib ilidade s en el sexo. La experiencia
corporal es a m e n u d o central en la m e m o ria de nuestras propias
vidas v. en consecuencia, en nuestra c o m p re n sió n de quiénes
som os y de q u é som os. A c o n tin u a c ió n presento u n e jem plo , to­
m ad o de u n a entrevista de h isto ria de v id a en la cual la sexuali­
d ad o c u p a u n lu g a r central.

11 Para información sobre la multiplicidad de géneros, véase Williams,


1986; Trumbach. 1991. Para !a historia de las percepciones científicas del sexo,
véase Laqueur, 1990.
* * *

H u g h T re la w n e y e s u n p e r io d is ta h e te r o s e x u a l, d e u n o s t r e in t a a ñ o s ,
q u e r e c u e r d a s u p r im e r a e x p e r ie n c ia s e x u a l a lo s c a to r c e a ñ o s . D e
f o r m a p o c o u s u a l, H u g h s o s tie n e q u e t u v o r e la c io n e s s e x u a le s c o n
a lg u ie n m á s a n t e s d e m a s t u r b a r s e . E l r e c u e r d o , b a s t a n t e a d o r n a ­
d o , o c u r r e e n u n a s e m a n a m á g ic a , c o n o la s p e r fe c ta s , la p r im e r a
b e b id a e n u n h o t e l y e l ‘ c o m ie n z o d e m i v i d a ”, d ic e H u g h :

L a m uchacha tenía dieciocho añ o s y era de la playa M aroubra. N o


puedo explicarm e p o r que se m etió conm igo. Tal vez era u n poco retra­
sada em ocional sin o es que intelectualm ente h ab lando . S upongo que
en realidad sólo le im p ortab an las apariencias. E s que yo era el típico
chavo que surfeaha y tenía el pelo hago. Recuerdo que m e coloqué so­
bre ella v que no sabia dónde ponérsela. S ólo pensaba que todavía fal­
taba m u c h o ... c u a n d o p o r fin pude metérsela no entró totalm ente y
penseque no era suficiente. Entonces ella debe haber m ovido u n poco
su pierna y m i verga entró y ahora s í... Después de m íos cinco o seis
jalones me vine y se n tí algo m aravilloso porque pensé que me iba a
m o rir... D urante toda esa sem ana la im agen que tenía de m i m ism o
cam bió. Esperaba — en realidad no sé q u é es lo que esperaba— que me
saliera m ás vello p úb ico , o que m i verga creciera. Toda la sem ana es­
tuve así. Ya estaba listo para lo que viniera.

* *

Se trata de u n relato fa m ilia r que c u e n ta el a d v e n im ie n to se­


xual. C ada detalle del m is m o m ue stra las in trin c a d a s relaciones
que existen entre el cuerpo y el proceso social. La selección y
la excitación, según la re construcción de H u g h , son sociales (la
m u c h a c h a en la playa, el m u c h a c h o que surfeaba). E l desem pe­
ñ o re q uerid o es físico, "m etérsela”. E l joven H u g h no tiene n i el
c o n o c im ie n to n i las h a b ilid a d e s requeridas, a u n q u e estas ú lt i­
m as m ejoren al in te ra c tu a r con la respuesta del cuerpo de su
pareja ("ella debe h a b e r m o v id o u n p o c o su p ie rn a ”). E l m is m o
se n tim ie n to físico del c lím a x se convierte en u n a in te rp re ta c ió n
(“pensé que m e ib a a m o r ir ”) y d isp ara u n a secuencia s im b ó lic a
c o m ú n — m uerte, re nacim iento, crecim ie nto nuevo— . De fo rm a
contraria, la transición s o c ia l que H u g h com ple tó al entrar a la se­
x u alid a d a d u lta , se trad uce in m e d ia ta m e n te en fantasías c o rp o ­
rales ("m á s vello p ú b ic o ”, "que m i verga creciera”).
Al brom ear, H u g h u tiliz a la m e to n im ia que supone que el pene
representa la m a s c u lin id a d — fu n d a m e n to del m ie d o a la cas­
trac ión y la teoría p sic o a n a lític a clásica de la m a s c u lin id a d que
d isc u tim o s en el c a p ítu lo 1— , sin e m b arg o , sus recuerdos ta m ­
bién van m ás allá. S u p rim e r in te rc am b io sexual se localiza en u n
contexto deportivo: la se m ana de olas perfectas y c u ltu ra del sur-
fing. E n tie m p o s recientes, el deporte se ha convertid o en lo que
define p r in c ip a lm e n te la m a s c u lin id a d d entro de la c u ltu ra de
masas. E l deporte p ro p o rc io n a u n escaparate c o n tin u o de cuer­
pos de h o m bre s en m o v im ie n to . Reglas elaboradas y c u id a d o sa ­
m ente revisadas hacen que d ichos c u e ip o s c o m p ita n entre sí. E n
estas com petencias cierta c o m b in a c ió n de m ay o r fuerza (deriva­
da del ta m a ñ o , la c o n d ic ió n física, el traba jo en e q u ip o ) y m ay o r
h a b ilid a d (de rivada de la p la n e a c ió n , la práctica y la in tu ic ió n )
p e rm itirá q ue a lg u ie n sea el g a n a d o r.12
La corp o ral i/a c ió n de la m a s c u lin id a d en el deporte incluye
patrones com pletos de desarrollo y uso del cuerpo, n o só lo de a l­
g ú n ó rg an o . Es evidente que d ich o s patrones requieren h a b ili­
dades específicas, p o r ejem plo, el la n za m ie n to de u n "googly" en
cricket — esto es, u n a bola que se lanza, con u n m o v im ie n to espe­
cial de pierna, desde detrás de la m a n o , m a n te n ie n d o el codo sin
doblar— debe ser u n o de los m o vim ie nto s físicos m ás exóticos del
a m p lio repertorio h u m a n o . A los ju g ad o re s que sólo pueden h a ­
cer u n tip o de m o v im ie n to se les considera extraños (fre a le s ). El
deporte c o m p e titiv o a d m ira el desem peño inte grado de lo d o el
cueipo, la capacidad de hacer varias actividades m aravillosam en­
te b ie n — considerem os figuras c o m o Babe R u th en el béisbol,
G arfield Sobers en el cricket o M u h a m m a d Al i en el boxeo.
La o r g a n iz a c ió n in stitu c io n a l del deporte fija relaciones so­
ciales d efinidas: la co m p e te ncia y las jerarq uías entre los h o m ­
bres, la exclusión o d o m in a c ió n de las m ujeres. E stas relaciones
sociales de género se re alizan y s im b o liz a n en los desem peños
corporales. Así, la destreza d eportiv a m a s c u lin a se convierte en

12 El deporte como espectáculo masivo utiliza específicamente los cuerpos


«le los hombres, ya que los medios de comunicación marginan el deporte feme­
nil: Duncan, t í al.. 1990. Mi argumentación se deriva de la investigación reunida
«•n Messner y Sabo. 1990.
a rg u m e n to de posiciones contrarias al fe m in is m o y fu n c io n a co­
m o la prueba s im b ó lic a de la su p e rio rid a d y el derecho a gober­
n a r de los hom bres.
A dem ás, los desem peños corporales deben su existencia a d i­
chas estructuras. Correr, lanzar, saltar o pegar de a cu e rd o con
estándares externos a estas estructuras n o son considerados de­
porte. E l desem p eño es s im b ó lic o y cinético, social y c o rp o ral al
m is m o tie m p o , y c a d a u n o d e e s to s a s p e c to s d e p e n d e d e lo s o t r o s .
La c o n s titu c ió n de la m a s c u lin id a d a través del desem peño
co rp oral d e te rm in a q ue el género sea v u ln e rab le c u a n d o el de­
sem peño no puede sostenerse — p o r ejem plo, c o m o resultado de
a lg u n a d iscap acid ad física— . T hom as G erschich y A d a m M iller
realizaron u n estudio pequeño pero m u y interesante en hom bres
estadounidenses q ue se e nfrentaban a situaciones c o m o las a n ­
teriores, p ro d uc to de accidentes o enferm edades que los in ca­
pacitaro n . La investigación id e n tific ó tres tipos de respuesta: en
la p rim e ra, los esfuerzos se d u p lic a n p a ra a lc a n z a r los estánda­
res hegem ónicos, sobreponerse a la d ific u lta d fís ic a — p o r ejem ­
plo, e n co n tra n d o pruebas de que la potencia sexual es c o n tin u a,
al tratar de ag otar a l a pareja— . O tra respuesta re fo rm u la la de­
fin ic ió n de m a s c u lin id a d al acercarla a la m a s c u lin id a d que es
entonces posible; d a n d o gran im p o rta n c ia al m is m o tie m p o a
aspectos m ascu lin o s c o m o la in d e p e n d e n cia y el control. La ter­
cera respuesta es re c h a za rla m a s c u lin id a d hegem ónica c o m o un
paquete c o m p le to — se critican los estereotipos físicos y se tien­
de hacia u n a p o lítica contrasexista, proyecto del tipo de los que
explorarem os en el c a p ítu lo 5— . E n c o nclusión, es posible cons­
tr u ir u n a a m p lia g a m a de respuestas ante el d e b ilita m ie n to del
se ntid o c o ip o ra l de la m a s c u lin id a d . Lo que n in g u n o de estos
hom bre s puede h ace r es ig n o ra rlo .13
T am poco pueden hacerlo los obreros cuya v u ln e ra b ilid a d se
desprende de la m is m a situación que les perm ite d e fin irla m ascu­
lin id a d gracias al trabajo. E l trabajo m a n u a l pesado exige fuerza,
resistencia, cierto grado de insensibilidad y rudeza, de solidaridad
con u n grupo. E l énfasis de la m a s c u lin id a d del trabajo industrial
es tan to u n a m an e ra de supervivencia d e n tro de las relaciones
de clase explotadoras c o m o u n a fo rm a de reforzar la su periori­
dad sobre las m ujeres.
Este énfasis refleja cierta re alidad e conóm ica. M ike Donald-
son, al re un ir docum entos sobre el trabajo en las fábricas, m ues­
tra c ó m o la capacidad corporal de los obreros c o n s titu y e u n activo
económ ico, con el que p a rtic ip a n en el m ercado laboral. S in e m ­
bargo, d icho activo cam bia. El trabajo en las fábricas, d irigid o por
el régim en de utilidades, u tiliz a los cuerpos de los obreros, b a­
sándose en el cansancio, las lesiones y el desgaste y la fractura
m ecánicos. La d is m in u c ió n de la fuerza, que s u p o n d ría salarios
m ás bajos o la pérdida m ism a del trabajo, puede disim ularse con
el desarrollo de ciertas h abilid ade s — hasta cierto p u n to — . “Es
precisam ente en esa fase c u a n d o los d ías laborales de ese h o m ­
b re — a m enos q ue tenga m u c h a suerte— se h a b rá n te rm in a d o ”.
Por lo tanto, la c o m b in a c ió n de la fuerza y la h a b ilid a d c a m ­
bia. C u a n d o el trabajo se ve alterado p o r la falta de habilidades
v ía cau salid ad, los hom bres de la clase obrera se van d e fin ie n ­
do cada vez m ás a p artir ú n ic a m e n te de su fuerza física. C uando
la exclusión d e b id a a la clase social se c o m b in a con el racism o,
com o en S u d álric a d urante el a p c ir t h t id , el proceso se vuelve m uy
virulento. (La econom ía del a p a r t h e id literalmente “reservaba'’ los
trabajos de m a n o de o b ra calificada para los blancos y o b lig a b a
a la m a n o de o b ra negra a trab ajar en labores de escala m asiva.)
Los h om bre s de la clase m edia, p o r su parte, se definen c o n sta n ­
temente c o m o quienes constituyen la m a n o de o b ra calificada.
Esta d e fin ic ió n se sostiene en u n c a m b io h istórico p ro fu n d o de
los m ercados laborales, el c recim ie nto de la im p o rta n c ia de las
cartas credenciales, relacionado con u n sistem a de e ducación
superior que selecciona y prom ueve según la clase so cial.14
Este proceso de clase altera la conexión c o m ú n entre la m ascu­
lin id ad y la m a q u in a ria . La nueva tecnología en c o m p u ta c ió n
requiere trabajos sedentarios de o ficin a , clasificados o rig in a l­
m ente c o m o trabajos de m ujeres (operadoras de teclados). Sin
em bargo, el m ercado de las c o m p u ta d o ras personales vuelve a
definir a este tip o de labores c o m o u n á m b ito de com pe tencia y
poder— m asculino y técnico, pero n o obrero— . Estos nuevos con­

14 Donaldson, 1991, p. 18. En lo relacionado con Sudáfrica, véase Naitrass,


1992: sobre "clase nueva” y educación, Gouldner, 1979.
tenidos se prom ueven a través de los textos y gráficas de las revis­
tas de c o m p u ta c ió n , de los anuncio s de los productores que enfa­
tizan el "poder" (recordem os que Apple lla m ó a su c o m p u ta d o ra
m ó v il "P o w e rB o ok”, en d o n d e "pow ei” en inglés es "pod er") y
en la cada vez m á s poderosa in d u s tria de los juegos violentos de
c o m p u ta d o ra. Los cu e ip o s de los hom bre s de clase m edia, sepa­
rados de la fuerza física p o r la vieja d iv isió n de clase, encuentran
que su destreza se a m p lific a espectacularm ente en los sistem as
h o m b re /m á q u in a (el lenguaje lig ad o al género es m u y a p ro p ia ­
d o ) de la cib ernética m ode rna.
C o n c lu iré d ic ie n d o q ue es im p o s ib le olvidarse del c ue rp o al
c o n s tru ir la m a s c u lin id a d ; sin em bargo, esto n o quiere decir que
sea alg o fi jo. E l proceso co rporal, al insertarse en los procesos
sociales, se vuelve parle de la h istoria (ta n to personal c o m o co­
lectiva) y u n posible objeto de la p o lítica . S in e m b arg o , esto no
nos lleva de regreso a la idea de los c u e ip o s c o m o parte del p a i­
saje. Varias de sus fo rm as se ob stinan en relacionarse con el s im ­
bolism o y el control sociales. Eso es lo que trataré a c o ntinu ación.

L a s c o m p l e jid a d e s d e l f a n g o y l a s a n g r e

E l m aravilloso p o e m a "B iz a n c io ”, de W. B. Yeats, im a g in a u n p á ­


ja r o m e c án ic o d o ra d o , s ím b o lo del a rtific io de u n a c iv iliza c ió n
que decae, y desdeña "todas las com ple jidade s del fango y la san­
gre". Im ág enes de lo lejano y la abstracción se c o ntrastan con
"m eras co m p le jidade s. La furia y el fango de los h u m o re s h u ­
m a n o s ".15 La p a la b ra 'meras'' es irónica. Precisam ente es la p lu ­
ra lid a d y o b s tin a c ió n de los cuerpos lo que refuerza la iro n ía de
Yeats.
La filosofía y la teoría social a m e n u d o se refieren a "el cuer­
po". S in em bargo, los cuerpos es u n p lu ra l (u n o s 5.4 cientos de
m illon es en 1994) y éstos son m u y diversos. Existen cueipos gran­
des y pequeños; cuerpos siem pre m a n c h a d o s con grasa y tierra,
cuerpos jo ro b a d o s p o r h ab e r estado m u c h a s horas frente a u n
escritorio y otros c u e ip o s con m a n o s in m a c u la d a s y b ie n c u id a ­
das. C ada u n o de estos cuerpos tiene u n a trayectoria en el tiem-

15 "Byzamium”, en Yeals, 1950. pp. 280-281.


po; cada u n o c a m b ia al crecer y envejecer. A dem ás, los procesos
sociales que los e n g lo b an y sostienen ta m b ié n c a m b ia n .
Lo que es verdad sobre 'lo s cuerpos” en general, ta m b ié n pue­
de aplicarse a los cuerpos de los hom bres. E n p rim e r lugar, son
diversos y se hacen todavía m ás al crecer y envejecen E n u n ensayo
anterior sobre los ‘ cuerpos de los h o m b r e s ’ escribí p o é tic am e n ­
te c ó m o la m a s c u lin id a d corporal se centraba en la c o m b in a c ió n
de fuerza y h a b ilid a d sim bolizadas en el deporte; m e n c io n é que:

Ser u n h o m b re a d u lto es oc u p a r u n espacio, tener u n a presencia en


el m u n d o . AI c a m in a r por la calle, estiro m is hom bros y m e c o m p a ­
ro con otros hom bres. Al encontrarm e u n a noche con u n g ru p o de
jóvenes p u n k m e pregunto si m e veré lo suficientem ente im p o n e n ­
te. E n u n a m an ifestación, m e co m paro con los policías inte n tan d o
ver si soy m ás alto y m ás fuerte, p o r si llegam os a u n en fre n tam ie n ­
to — lo que realm ente es u n a consideración rid icula si to m a m o s en
cuenta la técnicas actuales de control de masas, sin em bargo, se tra­
ta de u n a reacción a u to m á tic a .16

Esto lo escribí hace d ie z años. A hora, c u a n d o casi llego a los


cincuenta, el cuerpo involucrado es u n poco m á s calvo, b asta n ­
te m ás in c lin a d o , o c u p a m u c h o m enos espacio y es m u c h o m ás
difícil q ue se encuentre en la calle en situaciones c o m o la des­
crita en la cita.
Los cuerpos de los hom bres n o son ú n ic a m e n te diversos y
cam biantes, sin o q u e pueden ser m u y obstinados. Se les p ro p o ­
nen form as de p a rtic ip a c ió n en la vida social, y a m e n u d o las re­
chazan. A c o n tin u a c ió n presento dos ejem plos to m a d o s de las
entrevistas realizadas para conocer historias de vida.

* * *

H u g h T re la w n e y , c u y a i n ic ia c ió n s e x u a l y a c it a m o s , e m p r e n d ió
u n c a m in o c o m o e s t u d ia n t e q u e n o s es m u y f a m ilia r . E s t a b a d e ­
c id id o a c o n v e r tir s e e n u n a “le y e n d a ”, a s í q u e se c o n v ir t ió e n “e l
a n i m a l d e l a ñ o ' d e s u u n iv e r s id a d , e n v u e lto e n e l a lc o h o l, la s d r o ­
g a s y e l s e x o . A lg u n o s a ñ o s d e s p u é s , c u a n d o t r a b a ja b a c o m o m a e s ­
tr o d e e s c u e la , e ra c a s i u n a lc o h ó lic o y se e n c o n t r a b a s e r ia m e n te
e n fe r m o . A b a n d o n ó s u tr a b a jo , se p r o v o c ó u n a c r is is e m o c io n a l
in d u c id a p o r la s d r o g a s y t e r m in ó e n u n a u n i d a d d e d e s in t o x ic a ­
c ió n . E l g o lp e a s u o r g u llo n o e ra s ó lo c o r p o r a l, s in o t a m b ié n i n ­
v o lu c r a b a u n a h u m i l l a c i ó n s o c ia l: “E s t o n o p u e d e e s ta r p a s a n d o .
S o y u n f u t b o lis t a d e p r im e r n iv e l ”

* * *

T ip S o t h e m , c o n u n a p o s ic ió n d e m a y o r v e n ta ja d e c la s e , fe s te ja ­
b a a ú n m á s . S u g r u p o d e a m ig o s d e la e s c u e la p r iv a d a a la q u e
a s is t ía se lla m a b a “L a p a t r u lla d e la e n f e r m e d a d ", se v e s tía d e f o r ­
m a e s tr a fa la r ia , ir r u m p ía e n la s fie s ta s y t e r m in a b a o r g a n iz a n d o
c u a lq u ie r a c t iv id a d e n la s m is m a s ; f u m a b a m u c h a m a r ig u a n a .

Éram os jóvenes m uy radicales, rebeldes, estábam os enojados. Nues­


tro único objetivo era festejar todo el tiem po. A l fin a l. todo se volvió bo­
rroso. Era una parranda tras otra... Era dem asiado, todo el tiem po se
nos pasaba la m ano, en verdad, estábam os todo el tiem po borrachos
pero le aguantábam os porque tam bién teníam os m ucha energía. No
te d an crudas c uand o eres tan joven y estás acostum brado a beber.

A l t e r m in a r la u n iv e r s id a d , la s it u a c ió n e m p e o r ó : se tr a t a b a d e
"fie s ta s m u y p e s a d a s " , e l p o n c h e se h a c ía c o n a lc o h o l in d u s t r ia l,
h a c h ís y a lu c in ó g e n o s . C o n e l t ie m p o , e l c u e r p o y la f a m i li a d e T tp
d e ja r o n d e r e a c c io n a r d e la m is m a f o r m a .

Intenté conseguir empleo. "¿Q ué sabe hacer?” N ada. No tenía ropa en


buenas condiciones porque llevaba dem asiado tiem po en fiestas... A sí
que no conseguí empleo. M i apariencia no era m uy respetable — o sea,
n o estaba bien alim entado, tom aba m uchas drogas, ácidos, bebía de­
m asiado. Me recuerdo m etido en m i h ab itación, escondido de m í m is­
m o, en el peor estado que se pueda im aginar: los ojos rojos e hinchados,
•u n orzuelo en este ojo, y la cara m uy p álid a . Bebía dem asiado, tom aba
drogas m uy fuertes, ácid o. .. Y estaba dem asiado m etido en todo. F in al­
m ente decidí que tenía que hacer algo drástico.
***

H istorias de crisis c o m o las anteriores m uestran cuerpos som e­


tidos a presiones q ue alca n za n los lím ites. M ichael Messner, al
entrevistar a estadounidenses que h a b ía n sido atletas, escuchó
historias análogas. La presión del deporte com petitivo de alto n i­
vel obliga a los jugadores profesionales a utilizar sus cueipos com o
si fueran in strum en to s, incluso arm as. E n palabras de Messner,
"el cuerpo-como-arma term ina siendo u n a form a de violencia
contra el p ro p io cuerpo". I.as lesiones propias del juego, los ac­
cidentes, la u tiliz a c ió n de drogas y la tensión constante gastan
hasta al m ás entrenado y fuerte. E l estudio de caso realizado por
T im othy C urry con u n luchado r estadounidense m uestra c ó m o
las lesiones deportivas se vuelven p a n e de las expectativas n o r­
m ales de la profesión. El cuerpo sufre, en verdad, u n asalto en
n om bre de la m ascu lin idad y los logros deportivos. Los ex atletas
viven con cuerpos dañados, d o lo r c rón ic o y m ueren jóve ne s.17
Se trata de casos extremos, pero este p rin c ip io se aplica casi
a todas las situaciones rutinarias, c o m o los trabajos en las fáb ri­
cas, que discutim os anteriorm ente. Los cueipos no pueden c o m ­
prenderse c o m o m edios neutros de la práctica social. S u m ism a
m ate ria lid ad es im portante. H a rá n ciertas cosas y otras no. Los
c u e ip o s se encuentran s u s t a n t iv a m e n t e en jue g o en prácticas
sociales c o m o el deporte, el trabajo y el sexo.
A lgunos cu e ip o s son m ás que obstinados: fracturan y su b ­
vierten los arreglos sociales a los cuales los invitaron. E l deseo
hom osexual, c o m o G u y H ocquenghem argum enta, n o es el p ro ­
ducto de u n tip o diferente de cuerpo. Pero sí es un hecho corpo­
ral, u n hecho q ue fractura la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a.18
E l caso del c a m b io de género es todavía m ás desconcertante,
ya que supone el tránsito a través de las fronteras fundam entales
establecidas p o r el orden m o d e rno de género. Incluso el lengua­
je u tilizad o para h a b la r de éste en el caso de la m edicina, convier­
te la desesperación y el carnaval en condiciones y síndrom es:
"travesti” y "transexual". La ciencia social y la teoría po sm o d e m a
h a n criticado este hecho: "la teoría q u e e r ” celebra las fragm en­

17 Messner, 1992; Curry, 1992.


18 Hocquenghem, 1978.
taciones sim b ó lic a s de las categorías de género. S in em bargo,
tanto la ideología m éd ica c o m o la crítica coinciden al considerar
la c u ltu ra c o m o el té rm in o activo y a los cuerpos c o m o pasivos,
m eros paisajes. E l c a m b io de género puede entenderse c o m o el
triu n fo ú ltim o del s ím b o lo sobre la carne, los "transexuales” li­
teralm ente hacen q ue sus cuerpos se esculpan según la fo rm a
de la id e n tid a d s im b ó lic a que adoptaron.
Los relatos de la gente que c am b ia de género n o m uestran que
el c u e ip o se encuentre b ajo el gobierno del sím b olo. La a u to b io ­
grafía de K atherine C u m m in g s, australiana inteligente y sensata
que c a m b ió de género,* refiere u n a necesidad in co m p re n sib le y
sin em bargo m aterialm ente innegable, en la cual d ebían basai*se
tanto el yo s im b ó lic o c o m o las relaciones sociales. G a iy Kates,
al e x am in ar la clásica historia de c am b io de género del C aballero
d 'E o n , del siglo xvm, observa que a d 'E o n , a pesar de estar c o n ­
vencida de que era u n a m u jer, le disgustaban tanto el sim b o lism o
co m o las situaciones prácticas relacionadas con las ropas fem e­
ninas. D 'E o n sólo se las p o n ía , bajo protesta, c u a n d o las a u to ri­
dades políticas francesas la o b lig a b a n a hacerlo.
Los anteriores n o son casos únicos. E n los lím ites de las cate­
gorías de género, los cuerpos pueden tran sita r p o r derecho p ro ­
pio. El im p ulso puede ser tan fuerte que tra n sfo m ia la conciencia
propioceptiva, con alucinacione s del c u e ip o del otro sexo — a l­
gunas veces tem poral y otras perm anente— . E n el caso de David,
m e n c io n ad o en el c a p ítu lo 1, L aing h a b la b a de "la m u je r que es­
taba d entro de él y q ue siem pre parecía salir". Creo que se trata
de u n a experiencia corporal y n o sólo m ental. Dos experiencias
corporales de géneros diferentes surgen en el m im s o lugar. Así
que los cuerpos n o son ú n ic a m e n te subversivos, ta m b ié n son
b ro m istas.19

* Nota a la traducción: Gender traveller.


19 Cummings, 1992, presenta su propio caso; D'Eon desde la tumba a través
de Kates, 1991. Para el caso de David, véase Laing, 1960, p. 73.
El fantasm a d e B a n q u o : l a s p r á c t ic a s o u e s e r e f l e j a n
EN EL CUERPO Y SE DERIVAN DEL MISMO

¿De q u é m a n e ra po d em os e nte nd er la situ a c ió n c u a n d o , c o m o


el fantasm a de B a n q u o , los cuerpos se rehúsan a perm anecer a la
in te m pe rie en el á m b ito n a tu ra l v reaparecen, sin in v ita c ió n a l­
gun a, en el á m b ito social? La ciencia social trad icio nal n o ofrece
n in g u n a ay u d a. C o m o Turner observó en T he B o d y a n d S o c ie ty
( E l c u e r p o y la s o c ie d a d ) , los c u e ip o s desaparecieron desde hace
m u c h o tie m p o de la teoría social, que en su m a y o ría o pe ra en el
universo creado p o r Descartes, con u n a separación m u y m a rc a ­
d a entre la m ente, que conoce y ra zo n a , v el c u e ip o , irrac io n al y
m e c án ic o . Las teorías del discurso n o h a n su perad o esta sepa­
ración: h a n co nvertid o a los c u e ip o s en objetos de la práctica y
el poder sim b ó lic o s, pero no los h a n c o nsid e rad o participantes.
La sa lid a de este universo no es suficiente para a fir m a r el sig­
n ific a d o de la d ife re n cia corporal, p o r m u y im p o rta n te que esto
resultara en la teoría fe m inista reciente. N ecesitam os a fir m a r la
actividad, lite ralm e nte la a g e n c ia , de los c u e ip o s en los proce­
sos sociales. Las historias de crisis m e n c io n ad as en este m is m o
c a p ítu lo m o stra b a n la rebelión de los c u e ip o s en contra de cier­
tas form as de presión. Se trata b a de form as de efectividad, pero
n o de a g e n c ia s c o m p le tam e n te desarrolladas. Q u isie ra ap o y a r
u n a p o s ic ió n teórica m ás fuerte en la que los c u e ip o s sean c o n ­
siderados c o m o copartícipes de la a g e n c ia social al generar y
d a r fo rm a a la c o n d u c ta social.20

* * *

D o n M e r e d ith , u n n a r r a d o r e x t r a o r d in a r io , c o n t ó u n a la r g a y c ó ­
m ic a h is t o r ia s o b r e la b ú s q u e d a e n la c u a l se e n f r a s c ó e n s u j u ­
v e n t u d p a r a te n e r s u p r im e r in t e r c a m b io s e x u a l D e s p u é s d e v a r io s
fr a c a s o s a lc a n z ó s u o b je tiv o , i n i c i ó u n a r e la c ió n y se e n c o n t r ó c o n
q u e n o p o d ía e y a c u la r . C o n e l t ie m p o , se v o lv ió m á s s o f is t ic a d o :

20 Tumer, 1984. Rhode, 1990, presenta el pensamiento feminista reciente en


Estados Unidos sobre la diferencia.
Tengo u n a orientación a n a l im portante. Lo descubrí por accidente a l
estar con u n a joven y realm ente lo disfruté. M etía su dedo en m i a n o y
para m í era m aravilloso. También yo, cuando me m as turbaba, solía
tocanne esa zona pero n u nca la había penetrado. Supotigo que la ex­
periencia fue u n a especie de gatillo para m í. C uan d o la joven me toca­
ba, sentía que me electrificaba, y jam ás tuve problem as para eyacular
con ella. Realmente descubrió un lugar especifico que me excitaba. E n ­
tonces se me ocurrió que lo que realmente m e gustaría era tener u n a
relación con u n hom bre en la c u a l me penetrara. La mera idea me ex­
citaba.

* * *

L a excitación y acción corporal se entretejen con la acción social.


D o n experim entaba su c u e ip o y sus capacidades gracias a la in ­
teracción. P o dríam os decir que descubrió su c u e ip o al interac-
tuar. S u pareja lo c o n d u jo a su propio ano. E l clím ax del p rim e r
in te rc am b io sexual fu e al m is m o tiem po u n a sensación física y
el p u n to cu lm in a n te de la narración m ás larga constituida p o r la
“H isto ria de la v irg in id a d de D on": “¡Jam ás h a b ía experim enta­
do esto!”
E l carácter social del desem peño físico no depende del m arco
social que rodea a u n evento fisiológico. Se trata de u n a relación
m ás ín tim a que opera especialm ente en la d im e n s ió n de la fan­
tasía — en los m atices de la historia sobre la v irg in id a d de D o n
y, de m anera m ás d ile cta , en la fantasía de u n a nueva relación
social en “la cual m e penetrara".
La fantasía c o m e n zó con la penetración con un dedo a que lo
so m etió su pareja. S u rg ió de un a interacción social, pero fue en
su totalidad u n a experiencia corporal. La respuesta de su cueipo
tuvo u n a influencia que dirigió la conducta sexual de D on. E l tér­
m in o a g e n c ia no parece ser suficiente para in c lu ir lo que el esfín­
ter, la próstata y los tejidos eréctiles de D o n experim entaron.
L a investigación en el deporte que e nfatizó las prácticas disci­
plinarias productoras del género no c ap turó este tipo de cuestio­
nes. Correr, por ejem plo, es u n a actividad ordenada socialmente.
C ada segundo, todas las m añ an as c u a n d o m e levanto de la cam a
y m e a m a n o los tenis, m e lo repito. S in em bargo, cada agosto, en
Sydney, 40 000 pares de pies bajan p o r W illia m Street hacia Bon-
di en la carrera lla m a d a “City to S u r f ’ y lo hacen p o r v o lu n t a d
p r o p ia . U n a carrera c o m o ésta es u n m u y buen ejem plo del pla­
cer de so cializar gracias a desem peños corporales com partidos.
La idea de la "resistencia” a las prácticas disciplinarias ta m p o ­
co incluye lo que ocurre cuando la ja u la de acero de la d isciplin a
se golpea con tra el suelo y se dobla. H ace dos días, en el a u to b ú s
que me llevaba a la universidad, m e senté frente a u n a joven que
llevaba zapatos y shorts para correr, u n a blusa de seda, aretes
largos de plata, m aq u illa je com pleto y u n peinado m u y elegan­
te. ¿Se e n co n tra b a acaso controlada sim u ltán e a m e n te p o r d o s
regím enes de d iscip lin a, el del deporte y el de la m oda, que se ar­
ticulaban a la a ltu ra de la cintura? P or lo m enos, hacía algo m u y
ingenioso con los regím enes y tenía la capacidad de m a n io b r a r
con ellos.
C on cuerpos que son tanto objetos c o m o agentes de la prác­
tica, y con la práctica m ism a c o n fo rm a n d o estructuras en las
cuales los cu e ip o s pueden ser apropiados y definidos, nos en­
frentamos a u n p atrón m ás allá de las fórm ulas de la teoría social
actual. A este p a tró n p odríam os lla m a rlo prácticas que se refle­
jan en el cuerpo y se derivan del m ism o .
La electrificación de D on ilustra los circuitos involucrados.
El placer corporal de ser penetrado p o r el dedo de la pareja, que
resulta en la e stim u la c ió n de la próstata, de los esfínteres anales
y el tejido rectal, tuvo consecuencias sociales. C o n d u jo directa­
m ente a la fantasía de u n a nueva relación social, con u n hom bre,
“en la cual sería penetrado. La idea realm ente m e excitaba”.
La excitación fue transgresora. D o n pensaba que era hetero­
sexual. H a b ía rechazado aproxim aciones de u n gay c u a n d o bus­
caba perder su v irg in id ad, “espántalo con u n m atam o scas”. S in
em bargo, la experiencia corporal de ser penetrado lo c o n d u jo a
la fantasía de u n a relación hom osexual y, con el tiem po, a en­
cuentros hom osexuales reales. (D on no tuvo m u c h a suerte, ya
que al experim entar u n intercam bio sexual gay, su pareja perdió
la erección).
N i la relajación de esfínteres n i la e stim ula ció n prostática
exigen u n a re lación con u n h om bre. U n a m u je r puede hacer el
trabajo sin pro b lem a alguno. La ecuación social entre la peneü*a-
ción a n al y la pareja m ascu lin a es la que d io pie a la estructura
de la fantasía corporal de D on. E l sexo a nal es u n a pieza clave de
la h o m o se x u a lid a d m a s c u lin a occidental, a u n q u e la investiga­
c ión derivada de estudios relacionados con el s id a m uestra que se
realiza m u c h o m enos de lo que la im po rtancia sim bólica que se le
h a asignado sugiere.21
E l c irc u ito en este caso va de la in te racción corporal y la ex­
periencia, ta m b ié n corporal, a la fantasía corporal estructui'ada
socialm ente (que incluye la construcción c u ltu ra l de las sexua­
lidades hegem ón icas y o p rim id a s), y llega hasta la co nstrucción
de relaciones sexuales nuevas que se centran en nuevas interac­
ciones corporales. N o se trata sólo de significados y categorías
sociales im p ue sto s sobre el c u e ip o de D on, a u n q u e d ich o s sig­
nificados y categorías son fun d a m e n ta le s en lo que ocurre. La
práctica que se refleja en el c u e ip o y se deriva del m is m o los hace
actu a r y la p ráctica corporal — u n a felicidad sorprendente— car­
ga al c irc u ito de energía.

* * *

A d a m S in g e r r e c u e r d a u n m o m e n t o t r a u m á t ic o c o n s u p a d r e :

Le com pró a m i herm ano u n palo de criquet en N avidad y a m in o q u i­


so com prarm e otro. Según él, yo no podía ju g a r criquet, n i lanzar bo­
las. Un hom bre lanza u n a bola de u n a form a d istin ta a com o lo hace
u n a mujer. E vité la n za r bolas cuando m i p ap á me veía porque sabía
que hiciera lo que hiciera n unca podría lanzarla com o u n n iñ o fuerte
debía hacerlo. A lguna vez que lo intenté, se b u rló de m í diciendo que
lanzaba com o u n a n iñ a .

***

E n este caso el c irc u ito se condensa con el tiem po. Los sig n ifi­
cados p ú b lic o s de género se fu n d e n de m an e ra in stan tán e a con
la actividad corporal y los sentim ientos in clu id o s en u n a rela­
ción. A un así, se trata de u n a percepción escindida. A d am apren­
de a actu a r tanto d entro de su c u e ip o (la n zar la bola) c o m o fuera

21 Para quienes quieran intentarlo. M orin, 1986, ofrece inform ación muy
ú til. Hocquenghem, 1978, desarrolla con entusiasmo el significado social del
asunto; Connell y Kippax, 1990, presentan detalles de la práctica.
del m ism o , observando su desem peño ligado al género ("sabía
que hiciera lo que hiciera n u n c a p o d ría lanzarla c o m o u n n iño ").
E n la h isto ria de A dam , la práctica deportiva que se refleja en
el c u c ip o v se deriva del m is m o resultó en una declaración sobre
la d iferencia (“se b u rló de m í d ic ie n d o ...' ) cargada e m o c io n a l­
m ente co n todo lo que la relación padre-hijo supone. Al pasar
los años, A dam re u n ió m ás evidencias de que era diferente. F in a l­
m ente, de fo rm a d eliberada c o m e n z ó u n a relación con u n h o m ­
bre p a ra ver si era hom osexual — esto es, para d e te rm in a r en
q u é lu g ar del orden de género p o d ía a c o m o d a r su cue rp o v "la
rudeza" que venía in c lu id a en él.

★* *

S te v e D o n o g h u e s a b ía p e r fe c ta m e n te c u á l e ra s u lu g a r ,; E r a c a m ­
p e ó n n a c io n a l d e s u r f t n g y g a n a b a m u c h o d in e r o e n p r e m io s ,
p a t r o c in io s y c o m e r c ia le s . S u a p a r ie n c ia f ís ic a e ra p e r fe c ta y la
t r a b a ja b a d ia r ia m e n t e d u r a n t e c u a t r o o c in c o h o r a s e n e n t r e n a ­
m ie n t o s . E l c u e r p o d e S te v e r e a liz a b a h a z a ñ a s s o r p r e n d e n te s q u e
d e p e n d ía n t a n t o d e p r e c is ió n c o m o d e r e s is te n c ia :

Puedo hacer que m i energía rinda perfectamente para u n a carrera de


cuatro horas. Puedo com enzara cierto ritm o y terminar, siempre, con
el m ism o ritm o. C uan d o nado, nornw lm ente recorro 200 metros, esto
es, cuatro vueltas de 50 metros. Puedo em pezar y n ad ar los prim eros
cincuenta metros con u n a décim a de segundo de diferencia ileí tiem po
con que recorro los otros tres tram os de cincuenta metros. N i siquiera
necesito ver u n reloj...

C o m o m u c h o s o tr o s d e p o r tis ta s , S te v e c o n o c e d e t a lla d a m e n t e
s u c u e r p o , s u s c a p a c id a d e s , n e c e s id a d e s y lím ite s .

* **

La práctica que se refleja en el cuerpo v se deriva del m is m o re­


sulta fa m ilia r en este caso; no p o d ría m o s decir lo m is m o de las
consecuencias que tiene relacionadas con el género. Steve D o­
noghue, u n h o m b re joven de los q ue gustan de la playa, estaba
atra p a d o en las practicas exigidas a Steve D onoghue, el fam oso
e je m p lo de m a s c u lin id a d . N o p o d ía m a n e ja r si h a b ía b e b id o a l­
c o h o l, n i pelear c u a n d o se m e tía n con él (para n o tener p u b lic i­
d a d en su co ntra). N o p o d ía ir a tom arse un a s copas (d e b id o a
sus e n tre n a m ie n to s ) n i tener u n a v id a sexual m u y activa (su e n­
tre n a d o r se lo p ro h ib ía ; ade m ás, las m ujeres d e b ía n ajustarse a
su h o ra rio de e n tre n a m ie n to ). E n otras palabras, lo d o a quello
que en su g ru p o de a m ig o s d e fin ía la m a s c u lin id a d , le estaba
p ro h ib id o .
Es m ás, la p rá c tic a q ue se refleja en el cue rp o y se deriva del
m is m o que c o n s tru y ó la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a de Steve
ta m b ié n la d e b ilitó . La vida social y p sicológica de Steve se cen­
trab a en su cuerpo. E l carácter c o m p e titiv o esencial para c o n ­
v e n ir lo en u n c a m p e ó n se in te rio rizó . A u n q u e su e n tre n a d o r lo
in c ita b a a o d ia r a sus com pe tid ores, Steve se resistía a hacerlo.
L o q ue sí h a cía era referirse a la "fuerza m e n ta l" y a su c a p a c i­
d a d p ara "c o n tro la r el d o lo r", y a "hace r q u e m i c u e rp o piense
que n o m e estoy la s tim a n d o tanto ".
E n pocas p alabras, Steve te rm in ó sie n d o u n narcisista — a
pesar de que la c o n s tru c c ió n h e g e m ó n ic a y c o n te m p o rán e a de
la m a s c u lin id a d en A ustralia se enfoca a lo externo y evita c u a l­
q u ie r tip o de e m o c ió n priv a d a — . S in em b argo, su n arcisism o n o
p o d ía sostenerse en la a d m ira c ió n de sí m is m o y el placer corpo­
ral, ya que h acerlo sig n ific a ría d e s tru ir el d ese m p e ño del c u a l
d e p e n d ía la trayectoria de vida de Steve.
S u versión de lo que era c o m p e tir s u p o n ía que el triu n fo deci­
sivo era sobre su p ro p io c u e ip o . S u m ara v illo so físico sólo tenía
se n tid o c u a n d o lo desplegaba p ara ganar. S u deseo de g a n a r n o
su rg ía de u n "in s tin to " personal, té rm in o c o m ú n en el discurso
dep ortiv o q ue Steve n u n c a u tiliz ó , se lo a s ig n ó la estructura so­
cial de las c o m p e te n c ia s d e p o n ivas; era lo que lo d e fin ía , lo que
lo h a cía u n c a m p e ó n .
E n consecuencia, el c irc u ito de la p rác tic a que se refleja en el
c u e rp o y se deriva del m is m o de Steve era c o m p le jo y partía del
sistem a in s titu c io n a liz a d o del d eporte co m e rcial, de la p ro d u c ­
c ió n y c o m e rc ia liza c ió n de productos de playa y de los m edios de
c o m u n ic a c ió n , y llegaba hasta las prácticas personales de entre­
n a m ie n to y c o m p e te n c ia . E l sistem a está m u y lejos de tener co­
herencia. E s m ás, se contradice c o n tin u a m e n te , traic io n a d o p o r
la m a s c u lin id a d c o n tra d ic to ria p ro d u c id a p o r la v id a de Steve.
Si esto es cierto de u n a m a s c u lin id a d tan e je m p la r c o m o la de
él, hay pocas razones que in d iq u e n que los circuitos de las p rác­
ticas que se reflejan en el cuerpo y se derivan del m is m o de la
m ayoría de los hom bres sean m ás coherentes.
A p a rtir de todos estos ejem plos, podem os c o n c lu ir que las
prácticas que se reflejan en el cuerpo y se derivan del m is m o no se
dan en el in te rio r de los in dividuos. Inv o lucran relaciones socia­
les y sím bolos; y tam bién pueden involucrar instituciones sociales
a gran escala. Ciertas versiones particulares de la m a s c u lin id a d
se constituyen en sus circuitos ajustándose a cuerpos cargados
de significado y significados corporal izados. G racias a las prác­
ticas que se reflejan en el c u e ip o v se derivan del m is m o n o sólo
se fo rm an vidas particulares, sin o ta m b ié n el m u n d o social.

D arle form a al m un do

Gracias a las prácticas que se reflejan en el cuerpo y se derivan


del m ism o los procesos sociales se inscriben en los cuerpos y los
incluyen en la historia, sin quitarles su esencia de cueipos. N o se
convierten en sím bolos, signos, ni lugares en un discurso. S u m a ­
terialidad (que incluye capacidades m ateriales para engendrar,
d ar a luz, p ro d u c ir leche, m enstruar, abrirse, penetrar, eyacular)
no desaparece, sigue siendo im portante. El proceso s o c ia l del gé­
nero incluye el n a c im ie n to y el c u id a d o in fantil, la ju v e n tu d y el
envejecim iento, los placeres del deporte y el sexo, el trabajo, las
lesiones, la m uerte d ebida al s i d a .
La sem iótica social del género, con su énfasis en el in te rm i­
nable jue g o de la sig nificación , la m u ltip lic id a d del discurso y la
diversidad de las posiciones del sujeto, ha sido m u y im p o rta n te
para escapar de la rigidez del d e te rm in ism o biológico. S in e m ­
bargo, n o debem os q u e d a m o s con la im presión de que el género
es com o u n a hoja en otoño , que se m ueve con c u a lq u ie r ligera
brisa. Las prácticas que se reflejan en el cuerpo y se derivan del
m ism o fo rm a n — y se fo rm an p o r— estructuras que tienen peso
v solidez históricos. Lo social posee su propia realidad.
C uando alrededor de los a ños setenta el fe m in is m o ha b la b a
clel “p a tria rc a d o ” c o m o el m o de lo d o m in a n te de la h istoria h u ­
m ana, el a rg u m e n to se generalizó en extremo. S in em bargo, la
idea entendía m u y b ie n el poder y la intratab ilid ad de u n a estruc­
tura m asiva de relaciones sociales: u n a estructura que in c lu ía el
Estado, la econo m ía, la c ultura v las com u nicaciones, adem ás
del parentesco, la e ducación in fa n til v ía sexualidad.
L a práctica n u n c a se d a en el vacío. S ie m pre responde a u n a
situación , v las situaciones se estructuran en form as que a d m i­
ten ciertas posibilidades y no otras. La p ráctica tam po co a ctú a
en el vacío. La práctica hace al m u n d o . Al actuar, convertim os las
situaciones iniciales en situaciones nuevas. La prác tic a consti­
tuye y reconstituye estructuras. U tiliza n d o el extraño té rm in o
del filósofo checo K arel Kosík, la práctica h u m a n a es ontofor-
m ativa. esto es, fo rm a la realidad en la cual vivim os.22
Las prácticas que constm ven la m ascu linidad son ontofom ia-
tivas, según esta d e fin ic ió n . C om o prácticas que se reflejan en el
cuerpo y se derivan del m ism o constituyen u n m u n d o que tiene
u n a d im e n s ió n corporal, pero que no está d e te rm in ad o b io ló g i­
cam ente. Al no estar fijo por la lógica física del cuerpo, el m u n ­
d o recién fo rm ad o p ud ie ra ser hostil al bienestar físico de los
cuerpos. Las no rm a s de m ascu lin id a d he gem ón ica decretadas
p o r Tip S o u th e rn y H u g h Trelawney e ran hostiles de esta form a
— eran ejem plos de heridas in flig id a s p o r ellos m ism o s", com o
el argot australiano lla m a a la cruda— . La práctica del sexo no se­
guro, en el contexto de la epidem ia del v h s , es u n ejem plo todavía
m ás siniestro.
Tanto Tip S o u th ern co m o H u g h Trelawney re fo rm a ro n su
m a s c u lin id a d — re fo rm aro n el c u e ip o y c a m b ia ro n el tip o de re­
laciones en las que se enfrascaban— . H ugh a c u d ió a u n a c lín i­
ca de desintox icación y decidió hacer “cam bios fundam entales"
en su conducta. Se d ecid ió a c o m p e tir m enos, a ser m á s abierto
frente a los dem ás y a tratar a las m u jeres c o m o personas, n o co­
m o objetos del ju e g o sexual. El resultado de estas reform as será
a n a liz a d o en el c a p ítu lo 7. Tip dejó las drogas v co nsig uió un
trab ajo al aire libre en el cual d esem paña labores físicas, lo que
lo ay u d ó a recuperar la salud. Por p rim e ra vez fue capaz de es­
tablecer u n a relación duradera con u n a mujer.
Claro que dos historias no pueden representarlos in te ntos de
todos los hom bres p o r cam biar. E n el capítulo 5 presentaré otras
trayectorias. S in em bargo, lo que sí ilustran estos dos casos es un
hecho in elu dible a c u a lq u ie r proyecto de cam bio: para los h o m ­
bres, co m o p ara las m ujeres, el m u n d o fo rm ad o p o r las prácti­
cas que se reflejan en el cuerpo v se derivan del m is m o ligadas
al género son territorio de la p o lítica — la lucha de intereses en
u n contexto lleno de desigualdades— . La política de género es
u n a p olítica que depende del cuerpo y de factores sociales. Las
form as que adquie re u n a p o lític a corporalizada de la m as cu li­
n id a d serán el tem a p rincip al del resto del libro.
CAPÍTULO 3
LA O R G A N IZ A C IÓ N SO C IA L
D E LA M A SC U LIN ID A D

En el c a p ítu lo 1 revisamos las principales c o m e n te s de investi­


gación del siglo xx y vim os c ó m o fueron incapaces de p ro d u c ir
una ciencia de la m ascu lin id a d coherente. Lo que m ostram os no
fue tanto el fracaso de la ciencia sino la im p o sib ilid a d de la tarea.
La m ascu lin id a d no es u n objeto lógico a p a rtir del c ual pueda
producirse u n a ciencia generalizadora. S in em bargo, sí podem os
obtener c on o cim ie n tos coherentes de las cuestiones que surjan
de nuestros intentos. Si a m p lia m o s el án g u lo de visión, entende­
remos a la m a s c u lin id a d no c o m o u n objeto aislado, sin o com o
un aspecto de u n a estructura mayor.
Para hacerlo necesitam os u n a explicación de esta e stm c tu ra
v de c ó m o se lo calizan las m ascu lin id a d e s en ella. El objetivo de
este c a p ítu lo es trazar u n m arco de trabajo a p a rtir de los a n á li­
sis contem poráneos de las relaciones de género. Este m arco pro­
p o rcio n ará u n a form a de d is tin g u ir los tipos de m a s c u lin id a d y
com prender la d in á m ic a del c am b io .
S in em bargo, p rim e ro debem os a clarar ciertos conceptos. La
d efin ición del té rm in o básico de la discusión no ha que dad o
perfectam ente clara.

D e f in ir l a m a s c u l in id a d

Todas las sociedades tienen explicaciones culturales del género,


pero no todas tienen el concepto de m a s c u lin id a d . E n la a ctu a ­
lidad el té rm in o supone que el c o m p o rta m ie n to de cada quien
es el resultado del tip o de persona que se es. E n otras palabras,
una persona n o m asculina se co m po rtará de form a distinta: será
pacífica en vez de violenta, conciliad ora en vez de d o m in a n te , no
p o d rá patear u n b a ló n de fú tb o l, no le interesarán las c o n q u is­
tas sexuales, etcétera.
El concepto presupone la creencia en la diferencia in d iv id u a l
y la a g e n c ia personal. E n este sentido se construye sobre la n o ­
c ión de in d iv id u a lid a d desarrollada c u a n d o se co nstituía la E u ­
ropa m o de rn a, gracias al crecim iento de los im perios coloniales
y las relaciones económ icas capitalistas (cuestión que explora­
ré en el cap ítu lo 8).
S in em bargo, el concepto es inherentem ente relacional. La
n ia s c u lÍ H Í d a d n o existe m ás que en oposición a la ? a n im id a d . Una
cultura que n o trata a ja s m ujeres v los hom bres c o m o p o rta d o ­
res de tipos de p ersonalidad polarizados, p o r lo m enos en p r in ­
cipio, no tiene tm concepto d é máscTíImidad según la n o c ió n
cultural europea y estadounidense m oderna.
La investigación histórica sugiere que lo m is m o pod ría decir­
se de la c ultura europea m is m a antes del siglo xvm. A las m u je ­
res se les consideraba claram ente distintas a los hom bres, pero la
diferencia residía en que se les consideraba representaciones
incom pletas o inferiores de u n m is m o carácter (po r ejem plo, te­
m an m eno r capacidad de razonar). No se pensaba que las m u je­
res y los hom bres portaban caracteres que eran cualitativam ente
diferentes; esta n o c ió n a c o m p a ñ ó a la id e ología burguesa de las
"esferas separadas" del siglo xix.1
En am bos casos, nuestro concepto de m ascu lin id a d parece ser
u n producto histórico bastante recien te, c u a n d o m u c h o con unos
cuantos cientos de años. E n consecuencia, c u a n d o ha b la m o s de
la m a s c u lin id a d estam os "construyendo al género” de u n a fo r­
m a cultural específica. C ualquier proposición que afirm e haber
descubierto verdades transhistóricas acerca de la h o m b ría y lo
m a s c u lin o debe considerar siem pre lo anterior.
La m ayoría de las definiciones de m a s c u lin id a d h an supues­
to u n p u n to de p a rtid a cultural, pero h an seguido distintas es­
trategias para caracterizar el tipo de persona que es m asculina.
A c o n tin u a c ió n m en cio n aré las cuatro principales que pueden
distinguirse en térm in o s de su lógica interna, a u n q u e en la prác­
tica a m e n u d o aparezcan com binadas.
1 Bloch, 1978, esboza el argumento en las clases medias protestantes de In ­
glaterra y Estados Unidos. Laqueur, ! 990, ofrece un argumento niás demoledor
que, siguiendo las mismas líneas, se enloca en el cuerpo.
Las d efinicion es e s e u c ia lis ta s n o rm a lm e n te seleccionan u n a
característica que define la esencia de lo m ascu lin o y fu n d a m e n ­
tan su ex plicación de las vidas de los hom bres en ella. Freud
jugueteó con u n a defin ición esencialista c u a n d o ig u a ló la m ascu­
linid ad con la actividad, m ientras que a la fe m in id a d le asignó la
pasividad — a u n q u e sí consideró que sus ecuaciones s im p lific a ­
ban d e m asia d o el asunto— . Los intentos de autores posteriores
por c ap tu ra r la esencia de la m a s c u lin id a d son realm ente varia­
dos: cap acid ad para arriesgarse, responsabilidad, irresponsabi­
lidad, agresividad, energía de Z eus... Tal vez el e jem plo m ás
sofisticado sea el del sociobiólogo Lionel Tiger. quien suponía que
la verdadera v irilid ad , la que a p u n ta la el v ín c u lo m a s c u lin o y la
guerra, se delx* a "fenóm enos pesados y rudos".2 M uchos a d m ira ­
dores del ’heavy m e ta l” estarían de acuerdo con la explicación.
La d e b ilid a d del enfoque esencialista es obvia: la selección de
la esencia es d e m asia d o arbitraria. N o hay n a d a q u e o b ligu e a
diferentes eseucialistas a estar de acuerdo; en realidad, pocas ve­
ces lo están. Las afirm aciones que suponen que existe u n a base
esencial universal de m ascu lin id a d nos dicen m ás sobre el carác­
ter distintiv o de q u ie n las a firm a que sobre otra cosa.
La ciencia social p o s it iv is t a , con u n carácter d istintiv o que e n­
fatiza la búsq ue da de hechos, proporciona u n a d e fin ic ió n senci­
lla de la m as cu lin id a d : lo que los hom bres son en realidad. Esta
d e fin ic ió n es el fu n d a m e n to lógico de las escalas m a scu lin id a d /
fe m in in id a d (m /f) de la psicología, cuyos elem entos adquieren
validez m o stran do que son capaces de distinguir estadísticam en­
te entre grup os de m ujeres y hom bre s. La d e fin ic ió n ta m b ié n es
la base de las discusiones etnográficas de m a s c u lin id a d que des­
criben el p atrón de las vidas de los hom bres en u n a c ultura dada
y a eso lo lla m a n el p atrón de la m a s cu lin id a d , sin im p o rta r de
qué c u ltu ra se trate.3

2 Tiger. 1969. p. 211. Tiger llega incluso a sugerir que la guerra podrta ser
parte de la "estética masculina”, como manejar un auto de carreras a velocida­
des muy alcas... Vale la pena seguir leyendo; al igual que Bly, en froti John, un
e emplo soiprendente de las tontas ideas que pueden desprenderse al conside­
rar la masculinidad. en su caso influenciadas por lo que C. Wright Mills alguna
vez llamó “realismo excéntrico” (crackpot realism).
• Constanlinople. 1973. en lo que constituye ya un estudio clásico, mostró la
proflindamente confusa lógica de las escalas u/f. El positivismo etnográfico so-
Al respecto p o d em o s a p u n ta r tres prob lem as. E n p rim e r lu ­
gar y de acuerdo con la epistem ología m o d e rna, u n a descripción
n o puede existir sin u n p u n to de vista. Las descripciones, apare n­
tem ente neutrales, sobre las cuales descansan estas d e fin ic io ­
nes se ven a p u n ta la d a s p o r las suposiciones sobre el género. Es
o b vio que p ara c o m e n za r a fo rm a r u n a escala m / f se debe tener
a lg u n a idea de q u é es lo que se va a c o n ta r o listar p a ra poder h a ­
cer los reactivos.
E n segundo lugar, p ara hacer u n a lista de q u é es lo que hacen
los hom bres y las m ujeres es necesario que la gente esté cataloga­
d a desde el p r in c ip io en a lg u n a de las dos categorías, "hom bre s"
o “m ujeres”. C o m o S u za n n e Kessler v W e nd v M c K e n n a d e m o s­
traron en su clásico estudio e tn o m e to d o ló g ic o de la investiga­
c ió n sobre género, el hecho de que el proceso sea u n o en el cual
la a trib u c ió n social utilice tipologías de género derivadas del sen­
tid o c o m ú n es ineludible. Entonces, el proced im ie nto positivista
se basa en las m ism a s tipologías que supue stam en te se e studian
c u a n d o se hace investigación de género.
E n tercer lugar, d e fin ir la m a s c u lin id a d c o m o “lo que los h o m ­
bres son e m p íric a m e n te " es descartar situaciones en las cuales
lla m a m o s a a lg u n a s m ujeres "m a s cu lin a s" y a a lg u n o s hom bre s
"fem en inos”; tam p o c o podríam os explicar algunas acciones a las
cuales lla m a m o s actitudes “m a s c u lin a s ” o "fe m e n in a s”, sin im ­
p o rta r quien las ejecute. N o se trata de u n uso trivial de los térm i­
nos. Es crucial, p o r ejem plo, en el p e n sa m ie n to p sic o an alítico
sobre las co ntrad iccio ne s en la p ersonalidad.
E s m ás, este uso es fu n d a m e n ta l para el a n álisis de género. Si
h a b lá ra m o s ú n ic a m e n te de las diferencias entre el b lo q u e de los
h o m bre s y el b lo q ue de las m ujeres no necesitaríam os los té rm i­
nos “m a s c u lin o ” y “fe m e nino ". S ó lo h a b la ría m o s de lo que es
“de los hom bres” y “de las m ujeres” o de "h o m b re ” y "m u je r”. Las
p alabras “m a s c u lin o ” y "fe m e n in o ” a p u n ta n m ás a llá de la d ife ­
rencia sexual categ órica e incluyen las fo rm as en las cuales los
h o m bre s se d is tin g u e n entre ellos, y las m ujeres entre ellas, en
cuestiones de género.4

bre la masculinidad alcanza su nadir en Gilmore, 1990, quien se balancea entre


la teoría normativa y la práctica positivista.
4 Kessler y McKenna. 1978, desarrollaron un argumento muy importante
Las d efin icio n es n o r m a t iv a s reconocen estas diferencias y
ofrecen lin a norm a: la m a s c u lin id a d es lo que los hom bres de­
ben ser. Esta d e fin ic ió n puede encontrarse en los estudios sobre
los m edios de c o m u n ic a c ió n , e n las discusiones de ejem plos co­
m o Jo h n W avne o de géneros fílm icos c o m o el "th rille r”. L a teo­
ría de los roles sexuales m ás estricta se acerca a la m a s c u lin id a d
justo c o m o u n a n o rm a social para el com portam iento de los h o m ­
bres. E n la practica, los textos sobre el rol sexual m a s c u lin o a m e ­
n u d o m e zc la n definiciones n o rm a tiv a s con esencialistas, com o
en el trabajo de R obert B ra n n o n sobre la huella de m ascu lin id a d
de "nuestra c u ltu ra ”: N o Sissy Stuff, The B ig W heel, The S tu rd y
O ak a n d Give ’e m H e ll (N o es ju e g o de N iñas, la G ra n R ue d a, el
fuerte R oble y Llévenlos al In fie rn o ).5
Las definicion es norm ativas p e rm ite n que hom bre s distintos
se ap ro x im e n de diferentes form as a las norm as. S in em bargo,
pronto se p ro d u c e n paradojas, c o m o las que se detectaron en
los prim eros escritos del m o v im ie n to de lib e ra c ió n de los h o m ­
bres. Pocos hom bres se ajustan a la "hue lla” o m uestran la rudeza
y la in d e p e n d e n cia de W ayne, B ogarl o E astw ood. (Las m ism a s
películas detectan este aspecto en parodias c o m o B la z in g S ú c h ile s
y P la y i l A g a in , S a m ) . ¿Q ué hay de "n o rm ativ o " en u n a n o rm a a
la que n a d ie se ajusta? ¿T endríam os que decir que la m ay o ría de
los h o m b re s son "poco m asculino s"? ¿C ó m o p ro b a m o s la rude­
za necesaria p ara ajustarse a la n o r m a de rudeza, o el heroísm o
necesario p a ra ser d e n o m in a d o gay?
Otro p ro b le m a a ú n m ás sutil es que u n a d e fin ic ió n m e ra m e n ­
te norm ativa no puede convertirse en la base de u n a m asculinidad
al nivel de la p erso nalidad. Jo s e p h Pleck id e n tific ó certeram en­
te las suposiciones, poco garantizadas, que consideraban que el
rol y la id e n tid a d se correspondían. E sta su p o sic ió n es, creo yo,
la ra zón p o r la cual la teoría del rol sexual suele acercarse al
esencialism o.
Las aproxim aciones s e m ió tic a s ab a n d o n an el nivel de la perso­
nalidad v definen la m a s c u lin id a d a través de u n sistem a de di fe-
rendas sim bólicas en el cual se contrastan los espacios m asculino

sobre la “primacía de la atribución del género". Para conocer una brillante dis­
cusión sobre las mujeres masculinas, véase Devor, 1989.
5 Easthope, 1986; Brannon, 1976.
y fe m e nin o . Así, la m a s c u lin id a d q ue da d e fin id a c o m o la n o fe ­
m in id a d .
Este m odelo sigue las fó rm u la s de la lin g ü ístic a estructural en
la cual los elem entos del discurso se d e fin e n p o r las diferencias
q ue existen entre ellos m ism o s. Los a n álisis culturales fe m in is ­
tas y postest ru el u ra lis tas del género; el psicoan álisis Iác án ia n o "
v los estudios del s im b o lis m o h a n u tiliz a d o a m p lia m e n te esta
a p ro x im a c ió n . E l resultado es m ás que u n m e ro contraste abs­
tracto entre la m a s c u lin id a d y la fe m in id a d del tipo del que se
e ncuentra en las escalas m / f . E n la o p o s ic ió n se m ió tica entre la
m a s c u lin id a d v la fe m in id a d , la p rim e ra constituye u n té rm in o
sin marcar, es el lu g a r de la a u to rid a d s im b ó lic a . E l falo es el sig­
n ific an te de d ic h a a u to rid a d y la fe m in id a d se define de m a n e ­
ra s im b ó lic a c o m o u n a carencia.
Esta d e fin ic ió n de m a s c u lin id a d es m u y ú til en el a n álisis
c u ltu ra l. Se escabulle de la a rb itra rie d ad del esencialism o v las
p a rad o ja s de las d e fin ic io n e s n o rm a tiv a s v positivistas. S in e m ­
bargo, su alcance es m u y lim ita d o — a m enos que se asum a, c o m o
cierta pai te de la teoría posm od erna hace, q ue el a n álisis social
só lo puede referirse al discurso— . Para p o d e r m an e ja r el a m p lio
ran g o de cuestiones relacionadas con la m a s c u lin id a d necesita­
m os form as p a ra referirnos a otro tipo de relaciones: a las q ue
se d a n en los á m b ito s de la p ro d ucción y el consum o; en ám b ito s
de las in stitucion es y el m e d io a m b ie n te n a tu ral; en á m b ito s de
luchas sociales v m ilitare s — á m b ito s lodos que están ligados al
género.*
El p rin c ip io de conexiones sí puede generalizarse. La idea de
q u e u n sím b o lo sólo puede c o m p r e n d e r e d e n tro de u n sistem a
de sím bolos relacionados entre sí bien puede aplicarse a otras es­
feras. S ólo u n sistem a de relaciones de género puede p ro d u c ir
a lg u n a m a s c u lin id a d .
E n lug ar de in te n tar d e fin ir a la m a s c u lin id a d com o u n objeto
(u n tip o de carácter n a tu ral, u n p ro m e d io de c o m p o rta m ie n to ,
u n a n o rm a ), necesitam os centrarnos en los procesos y las rela­

6 En la bibliografía sobre la masculinidad no es común encontrarse con una


aproximación estrictamente semiótica; en general, una aproximación así se en­
contrará en tratamientos menos específicos de género. Sin embargo. Saco,
1992, ofrece una defensa muy clara de este tipo de perspectiva y su potencial
puede dilucidarse de la colección en la cual aparece su trabajo. Craig. 1992.
ciones a través de loscuales los hom bre s v las m ujeres viven vidas
ligadas al g énero. La m a s c u lin id a d , hasta el p u n to en que el tér­
m in o puede definirse, es u n lug ar en las relaciones de género, en
las prácticas a través d e ja s cuales los hom bres y las m ujeres o c u ­
pan ese espacio en el género, v en los efectos de d ichas prácticas
en la experiencia corporal, la p e rso n a lid a d y la c u ltu r a ..

E l g é n e r o c o m o u n a e s t r u c t u r a df . l a p r á c t ic a s o c i a l

E n esta sección presentaré, tan brevem ente c o m o sea posible, el


a nálisis del concepto g é n e r o que sostiene el a rg u m e n to del libro.
E l género es u n a de las form as en las que se ordena la p rác ti­
ca social. E n los procesos de género, la conducta c o tid ia n a se o r­
g an iza en relación con un á m b ito reproductivo, d e fin id o por las
estructuras corporales y los procesos de re producción h u m a n a .
Este á m b ito incluye la excitación v el in te rc am b io sexual, el n a­
c im ie n to y c u id a d o in fantil, las diferencias y sem ejanzas sexua­
les corporales.
U tilicé la frase "á m b ito re p ro d u ctiv o " y n o “base b io lóg ica"
para enfatizar, c o m o ya m e n c io n é en el c a p ítu lo 2, que estam os
h a b la n d o de procesos h istórico s que in v o lu c ra n al c u e rp o y no
de u n a serie fija de d e te rm in a n te s biológicos. El g énero es urm .
p rác tica so cial q u e se refiere co nstantem ente a los cuerpos y
a lo que éstos hacen; no es u n a p rác tic a social que se reduzca
ú n ic a m ente al cuerpo. Es m ás, p o d e m o s decir que el reduccio-
n is m o es ju s to lo c o n tra rio de la s itu a c ió n real. La n o c ió n de
género existe precisam ente en ta n to que la b io lo g ía n o deter­
m in a lo social y m a rc a u n o de esos m o m e n to s de tra n s ic ió n en
los cuales u n proceso h istóric o sustituye a la e v o lu ción b io ló ­
gica c o m o fo rm a de c am b io . Desde el p u n to de vista esencialis-
ta, el concepto de género es escandaloso, es u n a a b e rra ción . La
so ciobiología in te nta ab o lirlo constantem ente al p ro b a r que los
consensos sociales h u m a n o s son el reflejo de im p e rativ o s evo­
lutivos.
L a práctica sociaLescreativa^e inventiva, no rud im e n taria; res­
ponde a situaciones particulares y se o rig in a d entro de estme-
turas definidas de relaciones sociales. Las relaciones de género,
las relaciones entre las personas y los grupos organizad os p o r el
á m b ito reproductivo fo rm a n u n a de las estructuras principales
de las sociedades de las cuales tenem os in fo rm a c ió n .
La práctica relacionada con estas estructuras, que se genera
c u a n d o las personas y los grupos se enfrentan a su situ a ción his­
tórica, n o seda en actos aislados. Las acciones se c o nfig uran co­
m o unidades mayores y, cuando nos referim os a la m ascu lin id a d
y la fem inidad, nos referim os a configuraciones de las prácticas
de género.
El término c o n fig u ra ción es tal vez d e m asia d o estático. El
concepto realmente im portante es el de pix>ceso de configuración
de la práctica. (E n S e a r c h f o r a M e ílt o d , Jean-Paul Sartre se refie­
re a la “unificación de los m edios en a c c ió n ”). Si ad o p ta m o s u n
p u n to de vista d in á m ic o de la organización de la práctica, llegare­
m os a com prenderla m a s c u lin id a d y fe m in id a d c o m o p r o y e c to s
d e g é n e r o . Se trata de procesos de c o n fig u ra c ió n de la práctica a
través del tiempo, que tran sfo rm an sus p un to s de p a rtid a en es­
tructuras de género. E n los estudios de caso que presentaré en
la segunda parte del lib ro a nalizaré las vidas de varios g iu p o s de
h o m b re s como proyectos de género en este se ntid o.7
S iji im portar la fo rm a en que d iv id am o s ¿\ 1 m u n d o ni \¿\u n i­
dad de análisis que elijam os, siem pre encontrarem os la c o n fig u ­
ra ció n de la práctica d e b id a al género. La m ane ra m ás fa m ilia r
de d iv id ir al m u n d o es la que se rige p o r el curso de la vida de u n
in dividuo , esto es, la que tiene com o base las nociones de m ascu­
lin id a d y fe m inid ad derivadas del sentido c o m ú n . Se trata de la
con fig uración de la práctica que la psicología trad ic io n alm e n te
ha lla m a d o “personalidad" o “carácter”. Los argum entos psico-
a n alític o s que d iscu tim o s en el c a p ítu lo 1 se centran casi exclu­
sivam ente en ella.
U na aproxim ación de este tipo tiende a exagerar la coherencia
de la práctica que se sigue en cualquier lugar. Por lo tanto, n o de­
be sorprender que el psicoanálisis, que originalm ente enfatizaba
la c o n tra d ic c ió n , se hava o rientado al concepto de “id e n tid a d ”.
La b ib lio g rafía postestructuralista que critica la psicología, co­
m o la escrita p o r W endy Holhvay, ha e n fatiza d o que las id e n ti­
dades de género se fracturan y c a m b ia n d e b id o a que m ú ltip le s
discursos interseclan la vida de c u a lq u ie r in d iv id u o .8 E l a rg u ­
m e n to subraya o tra área m ás: la del discurso, la id e ología o la
cultura. E n este contexto, el género se o rganiza en prácticas
sim b ó lic a s que pueden ab arcar m u c h o m ás que la v id a de u n in ­
d iv id u o (p o r ejem plo, la co nstrucción de m ascu lin id a d e s he roi­
cas en la épica; la construcción de “disforias de género” o las
''perversiones” en la teoría m édica).
E n el c a p ítu lo 1 a p u n ta m o s la m ane ra en la c ual las ciencias
sociales reconocieron u n tercer espacio para la c o n fig u ra c ió n
de género: el de instituciones c o m o el Estado; el lu g a r de trabajo
y la escuela. Para m u ch o s es d ifíc il aceptar que las instituciones
se encuentran sustantivam ente, y n o sólo de m anera m etafórica,
estructuradas to m a n d o c o m o base el género. S in e m b arg o , éste
es u n p u n to clave de nuestra discusión.
Por ejem plo, el E stad o es u n a in stitu c ió n m a scu lin a , y decir
esto no s ó lo im p lic a que la personalidad de los fu n c io n a rio s que
lo encabezan se filtre e im pregne la institución. Lo que quiero de­
cir es algo m u c h o m ás profundo: las prácticas de o rg a n iza c ió n
del E stado se estructuran en re lación al á m b ito reproductivo.
La a b ru m a d o ra m ay o ría de fu n c io n a rio s de a lio nivel son huí l i ­
bres porque existe u n a c o n fig u ra ción de género en la c o n trata ­
ción y p ro m o c ió n ; u n a c o n fig u ra ción de género en la d iv isió n
interna del trab a jo y los sistemas de control; u n a c o n fig u ra c ió n
de género en el d ise ño de políticas, de las rutin as prácticas y de
las form as de m o v iliz a r el placer y el c onse ntim ie nto/'
La e structu ración de u n a p ráctica lo m a n d o c o m o base el gé­
nero no siem pre tiene que r e la c io n a r e b iológicam e nte con la
reproducción- E l p u n to de contacto con el á m b ito re productivo
es social, lo que q ue da claro c u a n d o se le cuestiona. Recordem os,
por ejem plo, el reciente debate que se d io dentro del E stad o so­
bre los "hom osexuales en las fuerzas arm adas”, esto es, sobre las
reglam entaciones que excluyen a los soldados y los m a rin o s de­
bido a la elección de su objeto sexual. E n Estados U nidos, donde
esta discusión fue m á s severa, los críticos a favor del c a m b io u ti­
lizaro n a rg u m e n to s basados en las libertades civiles y la eficien­
cia m ilitar, y sostuvieron que, en realidad, la elección del objeto

* Holí way, 1984.


9 Franzway, ei a l, 1989; Grant y Tancred, 1992.
sexual no tiene n a d a que ver con la c a p a c id a d p a ra m atar. Los a l­
m ira n te s y generales d efe ndieron el s t a í u q u o c o n u n a variedad
de m o tivos espurios. S in e m b arg o , la verdadera ra zó n , que n u n ­
ca a d m itie ro n , era la im p o rta n c ia c u ltu ra l de u n a d e fin ic ió n es­
pecífica de m a s c u lin id a d p a ra m a n te n e r la frágil cohesión de
las fuerzas a rm a d a s m odernas.
G racias al trab ajo que re alizaron Ju lie t M itc h e ll y G avie R u b in
en la década de los setenta nos h a q u e d a d o claro que el genero es
u n a estructu ra in te rn a m e n te co m p le ja, en la c ual se superponen
diferentes lógicas. E sté h e ch o tie ne especial im p o rta n c ia en el
a n álisis de las m ascu lin id a d e s. C ada u n a de ellas, p o r ser u n a
c o n fig u ra c ió n de la practica, se s itú a de form a s im u ltá n e a en va­
rias estructuras de relación, que p o d r ía n estar c u rsa n d o diversas
trayectorias históricas. E n consecuencia, la m a s c u lin id a d , c o m o
la fe m in id a d , sie m p re está sujeta a c o n tra d ic c io n e s in te rnas v
ru p tu ra s históricas.
N ecesitam os u n m o d e lo para la e structura de género que ac­
túe, p o r lo m en os, e n tres d im ensio ne s, q u e d is tin g a relaciones
de a) poder; b) p ro d u c c ió n y c) c a /e x is (vín cu lo s em o cio n ale s).
A u n q u e se trata de u n m o d e lo p ro v is io n a l es bastante ú til para
reflexionar sobre la m a s c u lin id a d .10

a) R e la c io n e s d e p o d e n el p rin c ip a l eje del p o d e r en los siste­


m as de genero europeo y estadounidense co n te m p o rán e o s
es la total s u b o rd in a c ió n de las m ujeres y la d o m in a c ió n de
los h o m b re s (el d e n o m in a d o "p a tria rc a d o " según el m o v i­
m ie n to de lib e ra c ió n de las m ujeres). E sta estructura ge­
neral existe a pesar de q u e la s itu a c ió n a veces se invierte
en situacio n es particulares (p o r e jem plo, m ujeres que sos­
tienen u n a fa m ilia , profesoras con estudiantes hom bres), v
se d a a pesar de la existencia de diversos tipos de resisten­
cia, a rtic u la d o s a h o ra en el fe m in is m o . E stas inversiones y
resistencias constituyen pro b lem as c o n tin u o s p a ra el poder
p a tria rca l y d e fin e n u n p ro b le m a de le g itim id a d que tiene
g ra n im p o r ta n c ia en la p o lític a de la m a s c u lin id a d .

10 Mitchell. 1971; Rubin, 1975. E! modelo de tres partes puede verse en Con-
nell, 1987.
b ) R e la c io n e s d e p r o d u c c ió n : la d iv is ió n del tra b a jo d e b id a al
género es m u y c o m ú n en lo que respecta a la d e sig n a c ió n
de tareas y, a m e n u d o , a lc a n za u n e x trao rd in ario grado de
detalle. (E n el p o b la d o inglés que e studió la so cióloga Pau-
line H u n t, p o r e jem plo, la c o stu m b re era que las m ujeres
lavaran la parte in te rio r de las ventanas de la casa, m ie n ­
tras que los h o m bre s la v a b a n la parte exterior). La m is m a
a te n c ió n debe prestarse a las consecuencias e conóm icas de
la d iv is ió n del trab ajo d e b id a a l g énero v_a los d iv id end o s
q ue p u e d e n a c u m u la r los horribl es p o r la d e sig u a ld ad en la
d is tr ib u c ió n de los p ro d u c to s del tra b a jo social. N o r m a l­
m ente. la d isc u sió n se lleva a cabo en térm in o s de d is c rim i­
n a c ió n salarial, pero ta m b ié n debe considerarse el carácter
del c a p ita l re lacio n ad o con el género. U n a e c o n o m ía c a p i­
talista q ue se desarrolla a través de la d iv is ió n del trab a jo
b a s a d a en el género es, necesariam ente, u n proceso de a c u ­
m u la c ió n q ue ta m b ié n depe nde del género. Por lo tanto, el
h e ch o de q u e sean los hom bre s, y n o las m ujeres, los que
co ntrolen las corporaciones m á s im p o rtante s y las grandes
fo rtu n a s p riv a d a s n o es n in g ú n accidente estadístico, sino
parte de la c o n stru c c ió n so cial de la m a s c u lin id a d . P or im ­
p ro b ab le q u e parezca, la a c u m u la c ió n de la riq u e za se ha
v in c u la d o firm e m e n te al á m b ito re produ ctiv o d e b id o a las
relaciones sociales de género. 1
c) C a te x is : c o m o ya a p u n té en el c a p ítu lo 2, el. deseo scx.ual.se-
considera a m e n u d o c o m o alg o ta n n a tu ra l, que n o r m a l­
m ente se le excluye de la teoría social. S in e m b arg o , si c o n ­
side ram os el deseo en té rm in o s fre udianos, esto es, c o m o
la energía e m o c io n al a s ig n a d a a u n objeto, q u e d a claro el
carácter que lo liga con el género. L o ante rior es verdad tan­
to p a ra el deseo heterosexLial c o m o para el hom osexual.
(E s so rprendente que en nuestra c u ltu ra la selección de u n
o bjeto sexual sin género, el deseo “bisexual’’, se considere
enferm o, d esequilibrado e inestable). E n consecuencia, las
prácticas que d an form a y a c tu a liza n el deseo son u n aspec-

:l Hunt, 1980. Sin embargo, la economía política feminista marcha viento


en popa; estas notas se basan en Mies. 1986; Waring, 1988; Armstrong y Arms-
trong, 1990.
to del sis te m a de género. S e g ú n esto, p o d r ía m o s hace rno s
p re g u n ta s p o lítica s sobre las relaciones in v o lucrad as: si son
consensúales o coercitivas, si el pla c e rse da y se recibe e q u i­
ta tiv a m e n te . Para los a n á lis is fe m in is ta s de s e x u a lid a d , se
tra ta de p re g u n ta s a g u d a s sobre la re la c ió n q u e existe e n ­
tre la h e te ro se x ualid ad v ía p o s ic ió n de d o m in a c ió n sexual
de los h o m b r e s .12

D e b id o a q u e el g énero es u n a fo rm a de e s tru c tu r a r la p r á c ti­


ca so cial en general, y n o u n tip o especial de d ic h a p rá c tic a , se
re la c io n a in e v ita b le m e n te c o n otras e stru c tu ras sociales. E n la
a c tu a lid a d es c o m ú n d e c ir q ue el género se "in le rse c ta" — m e jo r
a ú n , in te ra c tú a — c o n la ra z a y la clase social. T a m b ié n p o d r ía ­
m o s a ñ a d ir q ue de fo r m a c o n s ta n te in te ra c tú a c o n la n a c io n a li­
d a d o la p o s ic ió n e n el o rd e n m u n d ia l.
E so ta m b ié n tiene fuertes im p lic a c io n e s en el a n á lis is de la
m a s c u lin id a d . Las m a s c u lin id a d e s de los h o m b re s de raza b la n ­
ca, p o r e je m p lo , se c o n stru y e n n o s ó lo en re la c ió n c o n las m u je ­
res b la n c a s, s in o ta m b ié n c o n los h o m b re s negros. P aul H o c h ,
en su lib r o W h it e H e r o , B la c k B e a s t ( H é r o e b la n c o , b e s t ia n e g r a )
a p u n ta b a , hace m á s de u n a d é c a d a , lo pe n e tra n te q u e son las
im ágenes raciales en los discursos occidentales d e m a s c u lin id a d .
El te m o r de los b la n c o s a la v io le n c ia de los h o m b r e s negros tie­
ne u n a larg a h is to r ia en los p e rio d o s c o lo n ia le s y p o sco lo n ia le s.
El te m o r negi*o ai terro rism o d e los h o m b re s b lancas, c im e n ta d o
en la h isto ria del c o lo n ia lis m o , se basa c o n tin u a m e n te en el c o n ­
trol que tie n e n los h o m b r e s b la n c o s de la p o lic ía , los ju z g a d o s y
las p risio ne s d e los países m e tro p o lita n o s . Los h o m b re s aíro-
a m e ric a n o s e s tá n so b re rre p re se n ta d o s m a s iv a m e n te en las c á r­
celes de E s ta d o s U n id o s , lo m is m o q ue los h o m b re s a borígene s
en las p risio n e s a u stra lia n a s . L a frase "E l H o m b re ", expresión
q u e u tiliz a n los negros en E stados U n id o s , fu n d e p e rfe c ta m e n ­
te la m a s c u lin id a d b la n c a c o n el p o d e r in s titu c io n a l. C o m o dice
Ice-T, el c a n ta n te negro de rap:

,2 Gran parte del mejor trabajo que se ha escrito sobre la poJfiica de la hete-
rosexualidad es de Canadá: Valvercíe, 19S5; Buchbinder, ef a i, 1987. La aproxi­
mación conceptual presentada aquí es de Connell y Dawsett. 1992,
No im p o r ta si estás d e n tro o fuera. E l gueto y la p e n ite n c ia d a ... to­
do está in s titu c io n a liz a d o . E l H o m b re los c o n tro la ... Desde 1976
a b a n d o n a r o n la re h a b ilita c ió n de nuestros H e rm an o s (Brothers).
A hora só lo se les castiga. La respuesta del H o m b re al p ro b le m a ya
no es la e d u c a c ió n — son m á s p risio nes— . Dicen: ' N o v a m o s a e d u ­
carlos, va m o s a encerrarlos, ¡carajo!” Así que c u a n d o sales, tu cere­
bro ha m u e rto y el c iclo vuelve a e m p e za r.13

Ig u a lm e n te , es im p o s ib le c o m p re n d e r c ó m o se fo rm a n las
m a s c u lin id a d e s de la clase o b re ra sin c o n s id e ra r ta n to su clase
ro m o su p o lític a de género. Lo a n te rio r puede verse c laram e n te
en estudios históricos c o m o el de S onva Rose, L im it e d L iv e lih o o d s
(S u p e r v iv e n c ia l i m i t a d a ) , re a liza d o en la In g la te rra in d u s tria l
del siglo xix. E l ideal de la v ir ilid a d y el autorrespeto o b re ro se
c o nstruy ó c o m o u n a respuesta a las estrategias pa te rn a listas y
ile desp o jo d e la d ire cc ió n ; d ic h a c o n s tru c c ió n se d io al m is m o
tie m p o y u tiliz a n d o los m is m o s gestos q ue la c o n s tm c c ió n que
se d e fin ía e n c o n tra de las m ujeres obreras. La estrategia del "sa­
lario fa m ilia r ", q ue d is m in u y ó d u r a n te ta n to tie m p o los salarios
*le las m ujeres e n las e co n o m ía s del siglo xx, su rg ió de esta s itu a ­
c ió n .14 P o r lo ta n to , p ara c o m p r e n d e r el concepto de género de­
bem os sie m p re ir m á s a llá d el género. L o m is m o p o d e m o s d ecir
de la s itu a c ió n inversa. N o p o d e m o s c o m p re n d e r la d esig uald ad
racial o m u n d ia l s in a p r o x im a m o s c o n tin u a m e n te al género.
I .as relaciones de género son u n c o m p o n e n te fu n d a m e n ta l de la
e structu ra social c o m o u n todo, y la p o lític a de género es u n o de
los p rin c ip a le s d e te rm in a n te s de n u e stro destino colectivo.

L a s RELACION ES ENTRE LAS MASCULINIDADES; H EGEM ON ÍA,


SU BORDIN A CIÓN , COM PLICIDAD, MARGINACIÓN

C o n fo rm e v a m o s re co n o cie n d o las relaciones que se establecen


entre el género, la clase y la raza, ta m b ié n se ha vuelto c o m ú n
reconocer m a s c u lin id a d e s m ú ltip le s : blan cas y negras, obreras

13 Entrevista a Ice-T en City on a H iil Press (Santa Cruz, Cal.), 21 de enero de


1993; Hoch. 1979.
14 Rose, 1992, especialmente el capítulo 6.
y de clase m e d ia . E sto ha sido b u e n o , pero ta m b ié n se corre el
riesgo de s im p lificar d e m asia d o la situ a ció n^va que es m u v fácil,
c o n sid e ra n d o este contexto, h a b la r de u n a m a s c u lin id a d negra
o u n a m a s c u lin id a d obrera.
R econocer q ue n o hay sólo u n a m a s c u lin id a d es el p r im e r p a ­
so. T am b ién tenem os que e x a m in a r las relaciones entre las d i­
versas m ascu lin id a d e s. Es m ás, tenem os que d e s m e n u z a r los
m u n d o s circund an te s a la clase y la raza, y a n a liz a r las relaciones
de género qu e o p e ran en ellas. D espués de todo, existen h o m ­
bres negros gavs y obreros a fe m in a d o s, sin m e n c io n a r a los v io ­
ladores de clase m e d ia v los burgueses travestís.
Para m a n te n e r u n análisis d in á m ic o v prevenir q u e el recono­
c im ie n to de la m u ltip lic id a d de las m a s c u lin id a d e s se colapse
en u n a tip o lo g ía de personalidades, c o m o le o c u rrió a F r o m m en
A u t h o r it a r ia n P e r s o n a lity [L a p e r s o n a lid a d a u t o r it a r ia ) , debem os
centrarnos en las relaciones de genero que se establecen entre los
hom bres. “L a m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a " n o es u n tip o de perso­
n a lid a d fija, sie m p re igual en to das partes. Se trata m á s b ie n de
la m a s c u lin id a d que ocupa la p o s ic ió n h e g e m ón ic a en u n m o d e ­
lo d a d o de las relaciones de género, p o s ic ió n q u e es sie m p re d is­
cutible.
U n p u n to de vista que se centre en las relaciones ta m b ié n ofre­
ce m a y o r realism o . R econocer m a s c u lin id a d e s m ú ltip le s , espe­
c ialm e n te en u n a c u ltu ra tan in d iv id u a lis ta c o m o la de E stados
U n id o s, lleva consigo el riesgo de conside rarlas c o m o fo rm as de
vida alternativas, esto es, c o m o cuestión de selección p o r u n c o n ­
sum idor. U n a a p ro x im a c ió n a las relaciones fa c ilita reconocer
las fu e lle s com p u lsione s ba jo las cuales se c o n fig ura el género, la
a m a rg u ra y el p la c e r derivados de la experiencia d ependiente del
género.
C o n sid e ran d o estas líneas generales, a n alic e m o s las practicas
y relaciones q ue construyen los p rin c ip a le s patro nes de m a s c u ­
lin id a d en el o rd en de género o c cid e n tal actual.

H e g e m o n ía

E l concepto de “h e g e m o n ía ", d erivado del a n ális is q ue h iz o A n ­


to n io G ram sci de las relaciones de clase, se refiere a la d in á m ic a
cultural p o r m e d io de la c ual u n g m p o exige y sostiene u n a posi­
ción de m a n d o en la vida social. S in im p o rta r c u ál sea el m o m e n ­
to. la c u ltu r a siem p re preferirá a lg u n a fo rm a de m asculiniciad.
1.a m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a p ue de definirse c o m o la c o n fig u ­
ración de la p rác tic a de género que in c o rp o ra la respuesta acep­
tada, en u n m o m e n to específico, al p ro b le m a de la le g itim id a d
del p a tria rca d o , lo q ue g a ra n tiza (o se considera que g a ra n tiza )
la p o s ic ió n d o m in a n te de los h o m b re s y la s u b o rd in a c ió n de las
m ujeres.15
C on esto n o quiero decir q u e quienes de fo rm a m á s visible por­
tan la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a sean los m ás poderosos. Pue­
de tratarse de ejem plos, c o m o los actores de películas, o in clu so
figuras fantásticas, c o m o los personajes de las m is m a s . Los p o r­
tadores individuales del poder institucional o de grandes riquezas
pueden estar lejos del m o d e lo h e g e m ó n ic o en sus vidas perso­
nales. (Así, u n m ie m b ro h o m b re de u n a p ro m in e n te d in a s tía de
negociantes fue fig u ra clave del escenario social gay y travestí
de Sydney d u ra n te la década de los cincuenta d e b id o a la riqueza
y la p ro te c c ió n q ue p o d ía d a r en los a ño s de la guerra fría c o n ­
tra el acoso p o lític o y p o lic ia c o ).16
S in e m b arg o , la h e g em o nía sólo se establecerá si existe cier­
ta correspo n d encia entre el id e al c u ltu ra l y el p o d e r in s titu c io ­
nal, colectivo s in o es que in d iv id u a l. Así, los niveles m á s altos en
los negocios, la m ilic ia y el g o b ie rn o p ro p o rc io n a n u n a m uestra
colectiva m u y convincente de la m a s c u lin id a d , p o co p e rtu rb a ­
da a ú n p o r las fe m in istas o los h o m b re s disidentes. L a p rin c ip a l
característica de la h e g e m o n ía es el éxito de su re c la m o a la a u ­
toridad, m á s q ue la v iole ncia d ire cta (a u n q u e la v io le ncia a m e ­
n ud o a p u n ta la o sostiene a la a u to rid a d ).
Es necesario e n fa tiza r que la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a in ­
corpora u n a estrategia "aceptada actualm ente". C u a n d o las c o n ­
diciones q ue defiend en el p a tria rc a d o c a m b ia n , las bases de la
d o m in a c ió n de u n a m a s c u lin id a d p a rtic u la r se erosionan. Los

15 Enfatizaré el carácter dinámico del concepto de hegemonía de Gramsci.


que no es la teoría funcionalista de la reproducción cultura! que siempre se pre­
senta. Gramsci siempre imaginó una lucha social por el liderazgo en el cambio
histórico.
16 Wotherspoon, 1991 (capítulo 3), describe discretamente este contexto,
sin mencionar a los individuos.
nuevos g ru p o s c u estio nan las viejas so luciones y construyen u n a
nueva h e g e m o n ía . Las m ujeres pue de n d e safiar la d o m in a c ió n
de c u a lq u ie r g ru p o de hom bres. E n consecuencia, la h e g em o nía
es u n a re lac ión h is tó ric a m e n te m ó v il. S u flu jo y reflu jo son ele­
m entos clave de la d e scrip ció n de m a s c u lin id a d que p ro p o n e ­
m os en este lib ro . E n el c a p ítu lo 8 e x a m in a ré su larga h is to ria y
en el 9 y 10 m e referiré a los c u e s tio n a m ie n to s m á s recientes.

S u b o r d in a c ió n

L a h e g e m o n ía se relaciona c o n la d o m in a c ió n c u ltu r a l en la so­


ciedad c o m o u n to do. D en tro de ese m a rc o c o m p le to , se d a n re­
laciones de d o m in a c ió n y s u b o rd in a c ió n específicas, entre los
grup os de h o m b re s, que se e stru c tu ran de a c u e rd o al género.
E l caso m á s im p o rta n te en las sociedades e uro pe a y e stad o u ­
nidense c o n te m p o rá n e a s es la d o m in a c ió n de los h o m b re s he­
terosexuales y la s u b o rd in a c ió n de los h o m b re s hom osexuales.
Se trata de m u c h o m ás que u n a m e ra estigm ai iza c ió n c u ltu ra l de
la id e n tid a d h om ose x ual o gay. l o s h o m b re s gays se e n c u e n tra n
s u b o rd in a d o s a los h o m b re s heterosexuales p o r to da u n a seiie
de prácticas m ateriales.
Los textos p ro d u c id o s en los in ic io s del m o v im ie n to de lib e ­
ra ció n de los h o m bre s, c o m o el de D en nis A lln ia n , lla m a d o H o ­
m o s e x u a l: O p r e s s io n a n d L ib e r a t io n ( E l h o m o s e x u a l: o p r e s ió n y
e n u m e ra n dichas practicas y a lg un o s estudios las d o ­
lib e r a c ió n ) ,
c u m e n ta n , c o m o el in form e de 1982 del \sw A nti- D iscrim ination
B oard. lla m a d o D is c r i m i n a ii o n a n d H o m o s e x u a lit y ( L a d is c r i­
m i n a c i ó n y la h o m o s e x u a lid a d ) . E n la a c tu a lid a d , estas p rá c ti­
cas todavía fo rm a n parte de la v id a c o tid ia n a de los ho m b re s
hom osexuales, entre ellas la exclusión c u ltu ra l y p o lítica , el a b u ­
so c u ltu ra l (en E stados U nidos, los h o m b re s gays son a h o ra el
p rin c ip a l b la n c o s im b ó lic o de la derecha religiosa), la v iole ncia
legal (co m o el e ncarcelam iento bajo la a cu sación de so d o m ía ), la
violencia en la calle (que incluye desde la in tim id a c ió n hasta el
asesinato), la d is c r im in a c ió n e c o n ó m ic a y los b oicots pe rso n a­
les. Por eso n o sorprende que u n obrero australiano, al reflexionar
sobre su experiencia c o m o p ro d u c to de u n a c u ltu ra h o m o fó b ic a ,
declarara:
No me había dado cuenta en realidad de lo que es ser gay. lis vivir
una vida espuria.17

L a o p re sión coloca las m a s c u lin id a d e s hom osexuales en el


fo n d o de u n a je ra rq u ía entre los h o m b re s que se e structura de
acuerdo al género. Para la id e o lo g ía p atriarcal, la h o m o se x u a ­
lid a d es el dep ósito de todo a q u e llo que la m a s c u lin id a d hege-
m ó n ic a desecha s im b ó lic a m e n te , in c lu y e n d o desde u n gusto
quisquillo so al decorar la casa hasta el placer a n a l receptivo. Por
lo tanto, desde el p u n to de vista de la m a s c u lin id a d hegem ónica,
la h o m o se x ualidad se a sim ila con facilid ad a la fe m in id a d . De
a h í la ferocidad de los ataques h o m o fób ic o s, desde el p u n to de
vista de algunas teorizaciones sobre lo gay.
La m a s c u lin id a d gay es la m ás conspicua, a u n q u e no es la ú n i­
ca m a s c u lin id a d subordinada. E l círculo de le g itim id a d tam bién
expulsa a algunos hom bres y n iñ o s heterosexuales. E l proceso
se caracteriza p o r u n a gran variedad de té rm in o s que denotan
el abuso: a d a m a d o , b ujarrón , m a ric ó n , invertido, gallina, puto,
m aricón , m arip o só n , culero, cuatro jos, a fe m in a d o , pato, sodo­
m ita y m uch o s m a s / A quí ta m b ié n puede detectarse c ó m o los
Límites se c o n fu n d e n sim b ó lic a m e n te con la fe m in id ad .

C o m p lic id a d

C om o a p u n té, las definiciones norm ativas de la m a s c u lin id a d


se enfrentan al p ro b lem a de que n o m u c h o s ho m b re s se ajustan
a los estándares norm ativos. Lo m is m o puede decirse de la m a s ­
c u lin id a d hegem ónica. La c a n tid a d de hom bre s que practican
rigurosam ente el p a tró n h e g e m ón ic o en su to ta lid a d puede ser
m u y pequeña. S in em bargo, la m ay o ría de los hom bre s ganan
con esta hegem onía, ya que se benefician de los dividendos del

!7 Alunan, 1972: Anti-Discrimination Board 1982. Citas de Connel.1, Davisy


Dowsett, 1993, p. 122.
* Los términos que utiliza Connell son wimp, wilksop, nerd, (urkey, sissy, lily
!iver, jellyfish, yellowbelly, candy uss, ladyfinger, pushover, cookie pusher, cream
puff, motherfucker, pantywaisí, mother's boy, four-eyes, ear'ole, dweeb, ger.k, mil-
<1uetoast, cedric. Decidimos poner algunos de los apelativos que se usan en el es­
pañol.
patriarcado; en general, el h o m b re ob tiene ventajas de la su b o r­
d in a c ió n general de las m ujeres.
C o m o vim os en el capítulo 1, las descripciones de la m a s cu lin i­
d ad no rm alm e n te se han oc u p a d o de síndrom es y tipos, no de n ú ­
m eros. S in em bargo, a la h o ra de pensar sobre la d in á m ic a de la
sociedad c o m o u n todo, los n ú m e ro s son m u v im portante s. La
p o lítica sexual es política de m asas y el p e nsam ien to estratégico
necesita ocuparse de los lugares en los cuales se e ncu e ntran las
m asas de gente. S i u n a gran c a n tid a d de ho m b re s tiene a lg u n a
re lación con el provecto h e g e m ó n ic o pero no in co rp o ra la m a s ­
c u lin id a d he gem ónica, necesitam os u n a fo rm a de teorizar su
situ a c ió n específica.
E sto puede lograrse si reconocem os otras relaciones entre
los grup os de hom bres: relaciones de c o m p lic id a d con el proyec­
to hegem ónico. Las m asculinidad es que se construyen en form as
que aprovechan el d iv id e n d o del p atriarcad o, sin las tensiones o
riesgos q ue conlleva e stare n la v a n g u a rd ia del patriarcad o, son
cóm plices, según este p u n to de vista.
Es g rand e la tentación de considerarlas sólo versiones sutiles
de la m a s c u lin id a d he gem ón ica — la m is m a d ife rencia que exis­
te entre los h o m b re s que gritan c u a n d o ven los juegos de fú tb o l
a m e ric a n o e n la televisión y los que corren en el lod o y se tira n — .
S in em bargo , la s itu a c ió n es m á s precisa y está m u c h o m ás a m a ­
ñad a. El m a tr im o n io , la p a te rn id a d y la v id a c o m u n ita ria a m e ­
n u d o su p o n e n c o m p ro m is o s p ro fu n d o s con las m ujeres, y no
u n a d o m in a c ió n evidente o u n a m uestra in cu e stio nab le de a u ­
to r id a d .18 M u c h o s hom bres que aprovechan los d iv id e n d o s p a ­
triarcales ta m b ié n respetan a sus esposas y m adres, n u n c a son
violentos con las m ujeres, hacen lo que les corresponde en el tra­
b ajo de la casa, llevan su salario a la fa m ilia y están convencidos
de que el fe m in is m o se debe a extrem istas c o m o las que q u e m a ­
b an los brassieres el siglo pasado.

,s Por ejemplo, las familias blancas estadounidenses descritas en Rubin,


1976.
la r g in a c ió n

I ,a hegem onía, la subordinación v la com plicidad, com o las defi­


nim os anteriorm ente, son relaciones internas del orden de géne­
ro. La interacción del género con otras estructuras c o m o la clase
v la raza ocasiona nuevas relaciones entre las m asculinidades.
E n el cap ítulo 2 a p u n té la form a en la cual la nueva tecnolo-
j*ía de la in fo rm a c ió n se c o n v irtió en u n vehículo que redefinía
las m ascu linidad es de la clase m edia, en u n m o m e n to en el cual
el significado del trabajo de los obreros se cuestionaba. El p ro ­
blema no es el de un a m a s c u lin id a d de clase m e d ia l i ja que se en-
I renta a u n a m a s c u lin id a d obrera, ta m b ié n fija. A m bas se están
reconform ando p o r la d in á m ic a social en la c ual las relaciones
«le clase y género in tc ra ctú an sim ultáneam ente.
Las relaciones raciales ta m b ié n pueden llegar a ser parte in ­
tegral de la d in á m ic a entre m asculinidades. E n u n contexto de
suprem acía blanca, las m asculinidad es negras desem peñan ro­
les sim bólicos para la construcción de género de los blancos. Así,
los grandes deportistas negros son ejem plo de fue r/a m asculina,
m ientras que la figura fantástica del violador negro desem peña
u n papel im portante en la política sexual entre los blancos, papel
m uy explotado p o r la política de derecha en Estados Unidos. A la
inversa, la m a s c u lin id a d hegem ónica entre los blancos sostiene
la opresión in stitucion al y el terror físico que h a contextualiza-
do la c o n fo rm ac ió n de las m asculinidades en las com unidades
negras.
La discusión de R obert Staples sobre el c o lo n ialism o interno,
en su lib ro B la c k M a s c u lin it y (L a m a s c u lin id a d n e g r a ), m uestra
el efecto de las relaciones de clase y raza en el m is m o m om e nto .
C om o sostiene Staples, el nivel de violencia entre los hom bres
negros estadounidenses sólo puede com prenderse a través del
cam bio de lu g a r que ha tenido la m an o de obra negra en el capi­
talism o estadounidense, y los violentos m edios u tiliza d o s para
controlarla. E l desem pleo m asivo y la pobreza u rb a n a interac-
l fian fuertem ente con el racism o institucional para conform ar la
m ascu lin idad negra.-9

Vi Staples, 1982. La bibliografía estadounidense más reciente sobre la mascu-


linidad negra (por ejemplo. Majors y Gordon, 1994), se ha distanciado preocu-
A u n q u e el té r m in o m a r g in a c ió n dista m u c h o de ser el ideal,
no p u e d o e n c o n tra r otro que explique m e jo ría s relaciones entre
las m a s c u lin id a d e s de las clases d o m in a n te s y s u b o rd in a d a s , o
de los g rup os étnicos. La m a rg in a c ió n siem pre es relativa a la
fo rm a de a u t o r i d a d de la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a del g ru p o
d o m in a n te . Así, en Estados U nidos, los atletas negros pueden ser
e jem plos de la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a . S in e m b arg o , la fa m a
v la riq u e za de las estrellas in d iv id u a le s no tienen n in g u n a c o n ­
secuencia p r o fu n d a q ue se trad u zc a en m a y o r a u to rid a d social
p ara los negros.
La re lac ión entre la m a rg in a c ió n y la a u to rid a d puede existir
tam b ién entre las m ascu linidad es su bord in ad as. Un e jem plo n o ­
table es el arresto y con de na de O scar W ilde, u n o de los prim eros
h o m b re s a tra p a d o s p o r las redes de la m o d e rn a le g islación c o n ­
tra la h o m o se x u a lid a d . A W ild e se le a c u s ó d e b id o a sus relacio­
nes con jóvenes de la clase o b rera h o m o se x ual, p rác tic a que n o
fue ata c ad a s in o hasta que su c o n tie n d a legal con u n rico a ris­
tócrata, el m a rq u é s de Queensberry, lo volvió v u ln e rab le .20
Estos dos tipos de relaciones— p o r u n lado, he gem onía, d o m i­
n a c ió n /s u b o r d in a c ió n y c o m p lic id a d , y, p o r otro, m a rg in a c ió n /
a u to rid a d — co nstituy en u n m arc o en el c u a l p o d e m o s a n a liz a r
m asc u lin id a d e s específicas. (Se trata de u n m arc o disperso, pero
la teoría social debe ser d ifícil). Q u isie ra e n fa tiz a r q u e té rm in o s
c o m o "m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a" y “m a s c u lin id a d e s m a rg in a ­
das" n o d e sig n a n tipos de carácter fijos sin o c o n fig u ra cio n e s de
la práctica generadas en situaciones particulares y en u n a estruc­
tura de relaciones m u ta b le . C u a lq u ie r teoría realm ente ú til de la
m a s c u lin id a d debe explicar este proceso de c a m b io .

D in á m ic a h is t ó r ic a , v io l e n c ia y t e n d e n c ia s a l a c r is is

Para reconocer el género c o m o u n p a tró n social requerim os c o n ­


siderarlo c o m o u n p r o d u c t o de la h is to ria y ta m b ié n c o m o u n

pantemente del análisis estructural de Staples a la teoría de los roles sexuales;


no sorprende el hecho de que la estrategia política que favorece es la de los pro­
gramas de asesoría para resocializar a los jóvenes negros.
20 Ellrnann, 1987.
historia. E n el cap ítu lo 2 definí la práctica ligada al
p r o d u c to r d e
!•tíñero c o m o o n to form ativ a, c o m o constituyente de la realidad;
el concepto exige que se considere la realidad social c o m o d in á ­
mica respecto al tiem po. N orm alm ente pensam os en lo social co­
mo algo m enos real que lo biológico, en lo que c a m b ia com o algo
menos real que lo que perm anece igual. S in em bargo, en la h is­
toria existe u n a realidad colosal. Se trata de la m o d a lid a d de la
vida h u m a n a ; precisam ente lo que nos define c o m o h u m a n o s.
N inguna otra especie produce y vive en la historia, reem plazando
radicalm ente la evolución orgánica con nuevos determ inantes de
cam bio.
En consecuencia, reconocer la m a s c u lin id a d y la fe m in id ad
com o históricas no significa considerarlas frágiles o triviales. Lo
que se consigue es localizarlas de m anera firm e en el m u n d o de
la a g e n c ia social. C on ello surge u n a gran variedad de cuestiona-
m ientos acerca de su historia.
Las estructuras de las relaciones de género se fo rm a n y trans­
form an con el tiem po. La bibliografía histórica no rm alm e nte ha
considerado q ue el c a m b io se d a desde afuera del género — de la
tecnología o de la d in á m ic a de clases, la m ay o ría de las veces— .
Sin em barg o , el c a m b io ta m b ié n se genera d e n tro de las relacio­
nes de género. La d in á m ic a es tan antigua c o m o las relaciones
de género m ism as. N o obstante, durante los dos ú ltim o s siglos
ha sido d e fin id a con m ás clarid ad gracias a que surgió u n a p o ­
lítica p ú b lic a de género y sexualidad.
C on el m o v im ie n to a favor del sufragio fe m e n in o y los inicios
del m o vim ie nto h o m ofílico,* el conflicto de intereses involucra­
do en las relaciones de género se hizo visible. Los intereses se
form an en cu a lq u ie r estructura de desigualdad, lo que necesa­
riam ente define a grupos que sacarán ventajas (o se verán en des­
ventaja) de m anera d istinta al sostener o c a m b ia r la estructura.
Un orden de género en el que los hom bres d o m in a n a las mujeres
no puede evitar co nstituir a los hom bres c o m o u n grupo de in ­
tereses preocupado p o r la defensa de la estructura, y a las m u je ­
res c o m o u n grup o de intereses preocupado p o r cam biarla. Esto

* "Homofílico" es un término pasado de moda que fue utilizado en un prin­


cipio en las organizaciones que luchaban por las libertades civiles y homose­
xuales. Significa prohomosexual y no sólo se refiere a la sexualidad.
es u n hecho estructural, in dependiente de si los h om bre s com o
in dividu o s a m a n u o d ia n a las m ujeres, o si creen en la ig ualdad
o la s u b o rd in a c ió n extrema, e in dependiente de si las m ujeres
en realidad buscan el c am b io .
Al h a b la r de ganan cias patriarcales estam os refiriéndonos
exactam ente a la cuestión de los intereses. Los hom bres ob tie ­
nen u n a g a n a n c ia del p atriarcad o en lo que se refiere al honor,
prestigio y derecho a ordenar. T am bién obtienen u n a g a n a n cia
m aterial. E n los países capitalistas ricos, el p ro m e d io de los in ­
gresos de los h o m bre s d u p lic a el p ro m e d io de los ingresos de las
mujeres. (Las com paraciones m ás co m u ne s de las proporciones
de ingresos subestim an a m p lia m e n te las diferencias m ism as, re­
lacionadas con el género). Es m u c h o m ás fácil e ncon trar a h o m ­
bres que controlen grandes bloques de capitales, c o m o directores
ejecutivos de grandes corporaciones o c o m o d u e ñ o s directos.
Por ejem plo, de 55 fortunas estadounidenses con m á s de u n b i­
llón de dólares en 1992, sólo cinco estaban en m ano s de m ujeres
— y en todos los casos, excepto u n o , se d ebía a que lo heredaron
de hom bres.
Ha m u c h o m á s c o m ú n que los hom bres tengan el poder estatal:
por ejem plo, es d ie z veces m ás fácil e n c o n tra ra hom bre s com o
m iem bros de p arlam entos que a m ujeres (en p ro m e d io conside­
rando a lodos los países del m u n d o ). ¿Será p orque los hom bre s
hacen casi todo el trabajo? No: en los países ricos, los estudios
de tie m p o y presupuesto m uestran que las m ujeres y los hom bres
trab ajan en p ro m e d io m á s o m enos el m is m o n ú m e ro de horas
al a ñ o (la dife ren cia está en q u é ta n to de este trab ajo se paga).21
Si consideram os estos hechos, resulta que la "guerra de los se­
xos" n o es cosa de brom a. La lucha social surge de desigualdades
c o m o ésta. La c o n c lu s ió n es que la p o lítica de la m a s c u lin id a d
n o puede preocuparse ú n ic a m e n te de la vida personal y la id e n ­
tidad. T am bién tiene que p la n te a r cuestiones de justicia social.

-
’ 1 Para los patrones de riqueza, véase la investigación sobre los millonarios
estadounidenses de la revista Forbes, 19 de octubre de 1992. Sobre parlamen­
tos, véase la investigación de 1993 de la Unión Interparlamentaria, incluida en
el San Francisco Chronicle, del 12 de septiembre de 1993. y el United Nadons
Development Programme 1992, p. 145. Los resultados de los estudios que con­
sideran los tiempos y presupuestos sorprenderán a más de una persona; véase
Bittman, 1991.
Es d ifícil im a g in a r u n a estructura de la desigualdad a esta es­
cala, que incluye el despojo m asivo de recursos sociales, sin vio­
lencia. Lo que resulta sorprendente es que el género d o m inan te
es el que tiene v u tiliza los m edios de la violencia. Es m u c h o m ás
c o m ú n ver hom bres arm ado s que mujeres. Es m ás, en m uchos
regím enes estructurados con base en el género, a las m ujeres se
les prohíbe p o rtar y usar a rm as (regla que, p o r si fuera poco, m u ­
chas veces se m antiene en los m ism os ejércitos). Las definiciones
patriarcales de la fe m inid ad (dependencia, m ie do) resultan en
u n desarm e cultural que p ud ie ra ser tan eficaz c o m o u n o físico.
Los casos de violencia dom éstica a m e n u d o m uestran a mujeres
m altratadas, quienes, a u n q u e físicam ente son capaces de valerse
p o r sí m ism as, han aceptado las definiciones de q uien las m al­
trata y se consideran incom petentes e indefensas.22
La situación ocasiona dos patrones de violencia. E n prim er lu ­
gar, m u ch o s de los m ie m b ro s del grupo privilegiado u tiliza n la
violencia para sostener su d o m in a c ió n . La in tim id a c ió n de las
m ujeres va desde los silbidos en la calle, el acoso en las oí icinas,
la violación y el asalto dom ésticos, hasta el asesinato com etido
p o r el “dueño" patriarcal de la m u je r — p o r e jem plo u n m arido
separado— . Los ataques físicos van norm alm e nte acom pañados
p o r el abuso verbal a las m ujeres (en la m úsica p o p u la r recien­
te que recom ienda g o lp e a ra las mujeres se les lla m a putas). La
m ayoría de los hom bres no atacan ni acosan a las mujeres; pero
quienes sí lo hacen no se consideran desviados. Por el contrario,
n o rm a lm e n te sienten que tienen u n a ju s tific a c ió n plena, que
ejercen u n derecho. La ideología de la suprem acía los autoriza
a com portarse así.
E n segundo lugar, la violencia se vuelve u n elem ento im p o r­
tante en la po lítica estructurada con base en el género entre los
hom bres. La m ayoría de los episodios de violencia grave (in c lu i­
dos el com bate m ilitar, el h o m ic id io y el asalto a m a n o arm ada)
son transacciones entre hom bres. E l terror se u tiliz a com o u n a
fo rm a de trazar lím ites y excluir, com o en la violencia heterose­
xual contra los hom bres gays. La violencia puede convenirse en
u n a fo rm a de reclam ar o asegurarla m ascu lin id a d en las luchas

-- Este argumento se basa en Russell. 1982: Connell. 1985; Ptacek, 1988 y


Smith. 1989.
de g ru p o . C u a n d o el g r u p o o p r im id o o b tie n e los m e d io s p a ra la
v io le n c ia , el re su lta d o es u n proceso m u y explosivo — c o m o lo
a te stig u a n a c tu a lm e n te los niveles de v io le n c ia entre h o m b re s
negros en S u d á fr ic a y E stad o s U n id o s— . La v io le n c ia de las p a n ­
d illa s de jó v e n e s en las calles u rb a n a s c o n stitu y e u n e je m p lo n o ­
tab le de la a f ir m a c ió n de m a s c u lin id a d e s m a rg in a d a s en c o n tra
de otros h o m b re s , a n á lo g a a la a fir m a c ió n de la m a s c u lin id a d en
la v io le n c ia sexual en c o n tra de las m u je re s.2'
L a v io le n c ia p u e d e u tiliz a rs e p a ra re fo rza r u n a p o lític a de gé­
n e ro de caracte rísticas re ac c io n a rias, c o m o en los recientes a ta ­
q ue s c o n b o m b a y los asesinatos en las c lín ic a s de a b o n o s en
E stad o s U n id o s. T a m b ié n d e b e m o s m e n c io n a r q u e la v io le n c ia
colectiva entre los h o m b re s p u e d e a b r ir p o s ib ilid a d e s de progre­
so en las re lac io n e s de género. L as d o s g u e ira s m u n d ia le s del s i­
glo xx p r o d u je r o n tran siciones m u y im p o rta n te s e n el tra b a jo de
las m u je re s , re s q u e b ra ja ro n la id e o lo g ía de g é n e ro y aceleraron
la fo r m a c ió n de c o m u n id a d e s hom ose x uale s.
La v io le n cia es p a ite de u n sistem a de d o m in a c ió n , pero al m is ­
m o tie m p o es u n a m e d id a de su im p e rfe c c ió n . U n a je ra r q u ía q u e
estuviera fu e rte m e n te le g itim a d a te n d ría m e n o s ne ce sidad de
in tim id a r. La p ro p o rc ió n de v io le n c ia c o n te m p o rá n e a se ñala ten­
dencias h a c ia la crisis (p a ra u s a r u n té r m in o de Jü r g e n Haber-
m a s ) en el o rd e n de género m o d e rn o .
E l c o n c e p to de t e n d e n c ia s a la c r is is tiene q u e d is tin g u irs e del
s e n tid o c o lo q u ia l en el c u a l h a b la m o s de u n a “crisis de la m a s ­
c u lin id a d " . C o m o t é r m in o teórico, c r is is p re s u p o n e u n siste m a
coh ere nte de a lg ú n tip o , q u e se d e s tiu v e o re s ta u ra g racias a lo
q ue la crisis p ro d uce. L a m a s c u lin id a d , c o m o hasta a h o ra he m os
visto, n o es u n s is te m a se gún este se n tid o . M á s b ie n es u n a c o n ­
fig u r a c ió n de la p rá c tic a d e n t r o de u n siste m a de relaciones de
género. N o p o d e m o s h a b la r de fo rm a ló g ic a de la crisis de u n a
c o n fig u ra c ió n ; e n su lu g a r h a b la re m o s de su fra ctu ra o tran sfo r­
m a c ió n . S in e m b a rg o , sí p o d e m o s h a b la r ló g ic a m e n te de la crisis
de u n o rd e n d e g é n e ro c o m o u n to d o , y de sus te n d e n c ia s h a c ia
la crisis.24

23 Messerschmidt, 1993, pp. 105-117.


24 Para el concepto general de tendencias hacia la crisis, véase Habermas,
1976;0’Connor, 1987; para su relevancia en el género. Connell, 1987. pp. 158-163.
Este tipo de tendencias a la crisis siem pre in c lu irá n a las
m asculinidades, a u n q u e n o necesariam ente las fracturarán. Las
tendencias hacia la crisis provocarán, p o r e jem plo, intentos de
i establecer la m a s c u lin id a d d o m inan te . M ic h a e l K im m e l ha no-
lado esta d in á m ic a en la sociedad que vivió el c a m b io del siglo
xix al xx en Estados U nidos, en d onde el m ie d o al m o v im ie n to a
lavor del sufragio fe m e nino enfatizó el culto al h o m b re que tra­
baja al aire libre. K laus Theweleit in M a le F a n ta s ie s ( F a n t a s ía s
m a s c u lin a s ) a n a liz ó el proceso, a ú n m ás salvaje, que p ro d u jo la
política sexual del fascism o después del m o v im ie n to p o r el su­
fragio y la derrota a le m a n a en la prim era guerra m u n d ia l. M ás
recientem ente, la lib e ra c ió n de las m ujeres y la derrota en Viel-
n a m avivaron nuevos culto s a la verdadera m a s c u lin id a d , en
Estados U nidos, desde violentas películas de “aventuras”, com o
la serie de R a m b o , hasta la expansión del c u lto a las a rm a s y lo
que W illia m G ibson, en u n aterrador estudio reciente, lla m a "cul­
tura p a ra m Hitar.”25
Entonces, para c o m p re n d e r la fo rm a en la c u a l se construyen
las m asculinidad es actuales debem os rastrearlas tendencias h a ­
cia la crisis del orden de género. N o se trata de algo sencillo, pero
se p ue de c o m e n za r u tiliz a n d o c o m o m a rc o contextual las tres
estructuras de las relaciones de género que ya d e fin im o s en es­
te m is m o cap ítu lo .
Las r e la c io n e s d e p o d e r m u e s tran la evidencia m ás visible de
tendencias hacia la crisis: el colapso h istórico de la le g itim id a d
del p o d e r patriarcal y el m o v im ie n to m u n d ia l p o r la e m a n c ip a ­
c ió n de las m ujeres. El a rg u m e n to se m an tie n e vivo gracias a la
co n tra d ic c ió n subyacente entre la d esiguald ad de los hom bre s
y las m ujeres, p o r u n lado, y la lógica u n iv e rsaliza d o ra de las es­
tructuras del E stado m o d e rn o y las relaciones de m ercado, p o r
el otro.
L a in c a p a c id a d de las instituciones de la sociedad civil, espe­
cialm ente la fam ilia, para resolver esta tensión provoca que el Es­
tad o actúe (desde la le gislación fa m ilia r hasta en la p o lítica de
p o b la c ió n ) de m anera a m p lia , a u n q u e incoherente, lo cual, a su
vez. se convierte en el foco de la turb ulen cia política. Las m ascu ­
lin id ad e s se recon figuran alrededor de esta tend en cia a la crisis
a través del c o n flic to sobre las estrategias de le g itim a c ió n y de
las divergentes respuestas de los h o m b re s al fe m in is m o (c a p ítu ­
lo 5). La tensión c o n d u ce a a lg u n o s h o m b re s a los cultos a la m a s ­
c u lin id a d q u e a c a b a m o s de m e n c io n a r, pe ro a otros los lleva a
a p o y a r las re fo rm a s fe m in is ta s .26
L a s r e la c io n e s d e p r o d u c c ió n ta m b ié n h a n s id o u n lu g a r en
d o n d e se d a n los c a m b io s in s titu c io n a le s m asiv o s. Es n o ta b le el
g ra n c re c im ie n to q u e tuvo, en los a ñ o s de p o sg u e rra, el e m p le o
de m u je re s casad as en los países ricos v la a ú n m a y o r in c o rp o ­
r a c ió n de la m a n o de o b ra de las m u je re s en la e c o n o m ía m o n e ­
taria de los p aíse s pobres.
E n tre la c o n tr ib u c ió n e q u ita tiv a de los h o m b re s v las m ujeres
a la p r o d u c c ió n y la a p r o p ia c ió n de los p ro d u c to s del tra b a jo so­
c ia l, e stru c tu ra d o s c o n base en el género, existe u n a c o n tr a d ic ­
c ió n esencial. E l c o n tro l p a tria rc a l d e la riq u e z a se sostiene p o r
m e c a n is m o s he red itarios q u e , s in e m b a rg o , c o n v ie rte n a ciertas
m u je re s en d u e ñ a s d e n tro del siste m a de p ro p ie d a d . L a tu r b u ­
le n cia del proceso de a c u m u la c ió n e s tru c tu ra d o c o n base en el
g énero crea u n a serie de tensiones y d e s ig u a ld a d e s en las o p o r­
tu n id a d e s q u e tienen los h o m b re s p a ra b ene ficiarse del m is m o .
A lg u n o s h o m b re s , p o r e je m p lo , son e x clu id o s d e los beneficios
p o r ser d e s e m p le a d o s (c a p ítu lo 4); otros m á s o b tie n e n ventajas
d e su s re lac io n e s c o n las nuevas tecno lo g ías físicas y sociales
(véase c a p ítu lo 7).
Las r e la c io n e s d e c a íe x is h a n c a m b ia d o v is ib le m e n te al esta­
b ilizarse la s e x u a lid a d gay y le s b ia n a c o m o a lte rn a tiv a s p ú b lic a s
d e n tro del o r d e n heterosexual (véase c a p ítu lo 6). L as d e m a n d a s
de las m u jeres, re la c io n a d a s c o n el p la c e r sexual v el c o n tro l so ­
bre sus p ro p io s cuerpos, q u e afectaron tan to a la p rác tic a hetero­
sexual c o m o a la h o m o se x u a l, sostuvieron este c a m b io .
E l orden p a tria rca l p ro h íb e form as de e m o c ió n , afecto v placer
q ue la so cied ad p a tria rca l m is m a p ro d u c e . Las tensiones se desa­
rro lla n a lre d e d o r de la d e s ig u a ld a d sexual y los derechos de los
h o m b re s e n el m a tr im o n io , alred ed or de la p ro h ib ic ió n del afecto
h o m o se x u a l (d a n d o p o r se n ta d o q u e el p a tria r c a d o c o n s ta n te ­
m ente produce instituciones hom osociales) y de la a m e n a z a que
las libertades sexuales s im b o liz a n p a ra el o rd e n social.
liste e s b o z o de las te n d e n c ia s h a c ia la crisis es u n a breve des-
« i ip c ió n de u n te m a m u v extenso, p e ro tal vez sea su ficie nte p a ra
m o s tra r los c a m b io s e n las m a s c u lin id a d e s d e sd e u n a perspec-
i iva b as ta n te c e rc a n a a la re a lid a d . El p a n o r a m a es m u c h o m á s
a m p lio de lo q u e las im á g e n e s del rol sexual m a s c u lin o m o d e rn a s
• >el r e n a c im ie n to de lo m a s c u lin o p r o f u n d o s u p o n e n . L a e c o n o ­
m ía , el E s ta d o y las re la c io n e s g lo b a le s e s tán in v o lu c r a d a s , lo
m is m o q u e las re la c io n e s p e rso n a le s y d o m é s tic a s .
Las a m p lia s tr a n s fo rm a c io n e s q u e las re lac io n e s de g é n e ro
h a n s u fr id o a lre d e d o r d e l m u n d o p r o d u c e n c a m b io s e x tre m a ­
d a m e n te c o m p le jo s e n las c o n d ic io n e s de la p r á c tic a a las q u e los
h o m b re s y las m u je re s se tie n e n q u e e n fre n ta r. E n este á m b it o
de c a m b io , n a d ie p u e d e se r ú n ic a m e n te u n e s p e c ta d o r in g e n u o .
Todos e sta m o s c o m p r o m e tid o s a c o n s tr u ir u n m u n d o de re la ­
cio n e s d e g én ero . L a f o r m a e n la c u a l este m u n d o se c o n stru y e ,
las estrategias q u e d ife re n te s g ru p o s s ig u e n , los efectos q u e se
o b tie n e n , so n c u e s tio n e s p o lític a s . L os h o m b re s , a l ig u a l q u e las
m ujeres, e stán e n c a d e n a d o s a los pa tro n e s d e g é n e ro q u e h a n h e ­
re d a d o . Los h o m b re s t a m b ié n d e b e n tene r o p c io n e s p o lític a s en
u n n u e v o m u n d o de re la c io n e s de g é n e ro . S in e m b a rg o , d ic h a s
o p c io n e s s ie m p re se p re s e n ta rá n en c irc u n s ta n c ia s sociales c o n ­
cretas q u e lim ita r a n a q u e llo q u e p u e d e in te n ta rs e ; las c o n s e ­
c u e n c ia s n o so n fácile s de c o n tro la r.
C o m p r e n d e r u n p ro c e s o h is tó r ic o ta n p r o f u n d o y c o m p le jo
c o m o el a n te r io r n o es u n a tarea p a ra la te o r iz a c ió n a p r i o r i . R e ­
q u ie re d e u n a in v e s tig a c ió n c o n c re ta; de fo r m a m á s exacta, de
u n a serie de e stu d io s q u e p u e d a n ilu s tra r la d in á m ic a m ayor. Ése
es el p ro y e c to de la s e g u n d a p a rte del presente lib ro .
S E G U N D A PARTE

CUATRO E S T U D IO S S O B R E LA D IN Á M IC A
D E LA M A S C U L IN ID A D
INTRODUCCIÓN

Kn el cap ítu lo 3 describí el m arco conceptual del pensam iento


sobre la m ascu lin id a d , que utilizaré en los siguientes cuatro ca­
pítulos. Presento el estudio de las historias de vida de cuatro gru­
jios de hom bres australianos, seleccionados para explorar las
diferentes posibilidades de c a m b io en la m ascu lin id a d .
R e un ir historias de vida es u n o de los m étodos de investigación
más viejos en las ciencias sociales. Las historias de vida propor­
cionan d o cu m e n ta c ió n m u y valiosa sobre la experiencia perso­
nal. la ideología y la subjetividad. Se trata de u n a ju stifica c ió n
usual del m étodo, detallad a en D o c u m e n t s o f L if e (D o c u m e n t o s
tle v id a ) , de Ken Plum m er. S in em bargo, paradójicam ente, las
historias de vida ta m b ié n d ocu m e ntan estructuras sociales, m o ­
vim ientos sociales e instituciones. En otra palabras, ofrecen evi­
dencias valiosas sobre los procesos im personales y colectivos,
adem ás de sobre la subjetividad.
E l arg u m e n to filosófico de S e a r c h f o r a M e t h o d , de Sartre, ex­
plica esta paradoja. U na historia de vida es u n proyecto, una u n i­
ficación de la p ráctica a través del tiem po (véase la discusión del
psicoanálisis existencialista presentada en el capítulo 1). El p ro ­
vecto d o cu m e n tad o en u n a historia de vida es, en sí m ism o, la re­
lación entre las condiciones sociales que d e te rm inan la práctica
y el m u n d o social futuro que la práctica conform a. Esto es, el m é ­
todo de la historia de vida siem pre se ocupa de la form ación de
la vida social a través del tiem po. Literalm ente, es historia.
Por esto, la historia de vida es u n excelente m étodo para el es­
tudio del c am b io social. W illia m T hom as y Florian Z naniecki la
utilizaro n en T he P o lis h P e a s a n t in E u r o p e a n d A m e r ic a ( E l c a m ­
p e s in o p o la c o e n E u r o p a y E s ta d o s U n id o s ) , u n sobresaliente c lá­
sico de la sociología em pírica. E n la a c tu a lid a d es usada de la
m is m a m an e ra , p o r e jem plo, en el e stu d io ú n ic o q u e se realizó
d uran te tres décadas B o b B la u n e r sobre las relaciones raciales
en E stados U n idos, B la c k U v e s , W h ite U v e s ( V id a s n e g r a s , v id a s
b la n c a s ) . S in e m b arg o , esta c ap a c id ad n o es g ra tu ita . La historia
de vida a d e m ás de ser u n o de los m éto do s m ás valiosos de la cie n­
cia social es ta m b ié n u n a de las que lleva m á s tiem po. U sarla para
estudiar c a m b io s sociales a gran escala requiere de ja lo n e o s e n ­
tre la p r o fu n d id a d y el alcance. U n a h istoria de v id a de la m a s c u ­
lin id ad , p o r e jem plo , n o puede to m a r c o m o m u e s tra a u n a gran
p o b la c ió n de h o m b re s y al m is m o tie m p o p r o fu n d iz a r extensa­
m ente en la c o m p re n s ió n de situ a cio n e s p a rtic u la re s .1
E n lu g a r de extender d e m a s ia d o la inve stig ación, d e c id í c o n ­
centrarm e en a lg u n a s pocas situaciones en las que el re n d im ie n ­
to teórico fuera alto. U tiliza n d o el a n álisis de las tendencias hacia
la crisis en el orden de género (c a p ítu lo 3) intenté id e n tific a r g ru ­
pos de h o m b re s cuya c o n stru c c ió n o integración de la m a s c u lin i­
dad se encontrara bajo presión.2 Este proyecto se centra en cuatro
grupos en particular, seleccionados p o r las siguientes razones.
Las tenden cias a la crisis en las relaciones de p o d e r a m e n a ­
zan la m a s c u lin id a d h e gem ón ica directam ente. Estas tendencias
se destacan en las vidas de los h o m b re s que viven y tra b a ja n con
fem inistas en espacios en los cuales la je ra rq u ía e stru c tu rad a de
acuerdo al género h a p e rd id o to da su le g itim id a d . U n espacio
así es el del m o v im ie n to a m b ie n ta lista . De u n a m a n e ra o de otra,
los h o m b re s q ue fo rm a n este m o v im ie n to tienen q u e lid ia r con
exigencias de recon strucción de su m a s c u lin id a d .
E n el orden de género establecido, las relaciones d e catexis se
o rgan izan p rin cip a lm e n te a través de la pareja heterosexual. Éste

1 Para defensores del método de historia de vida, véase Plummer, 1983; Me


Cali y Wittner, 1990. Para el cambio social. Thomas y Znaniecki, 1927; Blauner.
1989. La discusión de Sartre del "método progresivo-regresivo”, la teoría más
importante del método de historia de vida (aunque no la más conocida en la
ciencia social) está en Sartre. 1968. Estoy consciente de que la aproximación de
Sartre al tema está estmeturada de acuerdo al género; al usarla he considerado
trabajos postestructuralistas sobre la subjetividad y el género como el de Ween-
don. 1987.
: A esta muestra podríamos llamarla estratégica, en lugar de represen tativa.
La aproximación es común en la historia oral. En la sociología es común como
“muestra teórica”, según la explicación de la “teoría fundamental’* (grounded
theory), de Gláser y Strauss. 1997.
es el sentido supuesto del té rm in o a m o r en la c u ltu ra p o p u la r y
tiene el apoyo m asivo de las instituciones. La m a s c u lin id a d se
cuestiona necesariam ente en las vidas de los hom bres cuyo inte­
rés sexual está en otros hom bres. Los hom bres en las redes gay
y bisexual se enfrentan a cuestiones relacionadas con el género
tan serias c o m o las de los am bientalistas, a u n q u e la estructura­
ción sea distinta.
E n las relaciones de producción, la m asculinidad se ha asocia­
do con la idea de ser el proveedor, el que se gana el pan. Esta defi­
n ic ió n se ve presionada c u a n d o a los hom bres les es im posib le
ganar u n salario. El desem pleo estructural es a h o ra u n a realidad
para porciones considerables de la clase obrera, especialm ente
entre los jóvenes. Por eso, el tercer grup o estuvo fo rm a d o p o r j ó ­
venes de la clase obrera sin trabajos regulares.
Otras tendencias a la crisis pue de n detectarse en la corriente
hegem ónica. L a m ascu linidad hegem ónica se relaciona cultural­
m ente tanto co n la a u to rid a d c o m o con la ra cio n a lid a d , temas
fundam entales en la le g itim ación del patriarcado. S in em bargo,
la a u to rid a d v la ra cio n a lid a d pueden ser puestas a u n lado si se
dan ciertas relaciones e conóm icas y tecnologías m utables. Los
hom bres que o cup an puestos de clase m e d ia basados en el co­
n o c im ie n to técnico, pero sin la a u to rid a d social del capital y las
antiguas profesiones — hom bre s de "clase nueva", c o m o ciertas
teorías los lla m a n — , deben ta m b ié n ilu m in a rn o s sobre los c a m ­
bios en el p a tró n de la hegem onía.
Las entrevistas siguieron el m is m o plan general, con gran fle­
x ib ilid a d en cada conversación. Q uienes h a cían la entrevista
pedían u n a n a rra ción (“La h istoria de su vida"). N os centram os
en las prácticas en las cuales se construían las relaciones, esto
es, en lo que la gente en realidad hacía en los diferentes escena­
rios de su vida. U tilizáb am o s las transiciones que se d ab an entre
instituciones (p o r ejem plo, el ingreso a la preparatoria) c o m o
pretexto para disparar recuerdos, aunque tam bién pedíam os des­
cripciones de las relaciones en las instituciones, com o las fam ilias
y los lugares de trabajo. B uscam o s evidencias para cada u n a de
las estructuras del género (poder, trabajo y catexis) en distintos
periodos de la vida. E n u n a entrevista de c am p o no h a b ría sido
posible explorarlos m otivos del inconsciente. S in em bargo, b u s­
cam os las claves de la d in á m ic a e m ocion al al p re g un tar sobre
los p rim e ro s recuerdos, las co nste lacio nes d e fa m ilia , las crisis
en las relacio nes y los deseos p a r a el fu tu ro .
C u b rir esa agenda en u n a sesión v entrevista g rabad a rin d ió , en
la m a y o ría de los casos, narraciones fascinantes y valiosas. E n las
discusiones de m é to d o recientes existe la te n d e n cia a conside rar
c u a lq u ie r h is to ria c o m o u n a fic c ió n ; a "leerla" c o n s id e ra n d o las
figuras re tóricas, los silencios m o tiv a d o s y las h e rra m ie n ta s n a ­
rrativas c o n las cuales el n a rra d o r, c o m o autor, construy e u n a
n a rra c ió n con sig n ific a d o . Q u ie n investigue c o n seriedad las h is­
torias de v id a debe estar consciente de estas características de los
relatos. S in e m b a rg o , si lo ú n ic o que vem os es el lenguaje, perde­
m o s de vista el p u n to p rin c ip a l de las h isto ria s de v id a — y m e ­
n o sp re c iam o s el esfuerzo q u e q u ie n e s c o n te s ta b a n la entrevista
h acían p a ra c o n ta r la verdad— . U n a n a rra c ió n a u to b io g rá fic a es
evidencia de lo q ue se e n c u e n tra m á s a llá de su p r o p io lenguaje.
Esta e v id e n cia n o es n e ce sa riam e n te se n c illa de usar; se necesi­
ta tie m p o y esfuerzo p a ra e x a m in a r la n a rra c ió n desde diferentes
án g u lo s y c o m p a ra rla con o tra evidencia. M i trab a jo en estas his­
torias lo realicé e n tres fases:
E n la p r im e r a fase del a n á lis is escuché las cintas, leí las tra n s­
cripcio nes, hice ín d ic e s y e scrib í sobre c a d a entrevista c o m o si
fuera u n e s tu d io de caso. E n c a d a u n o de ellos e x a m in é al entre­
vistado desde tres p u n to s de vista: a) la secuencia n a rra tiv a de
eventos, b) el a n á lis is e stru c tu ral, u tiliz a n d o u n e sq u e m a p ro ­
p o rc io n a d o p o r las tres e structu ras de las relaciones de género,
c) u n a n álisis de d in á m ic a s , rastreando la fo rm a en que se h a cían
y d e sh acían las m a s c u lin id a d e s , in te n ta n d o a p re h e n d e r el p ro ­
vecto de género in c lu id o . 1.a escritura de cad a estudio de caso fue
tanto u n in te n to de re tra ta r a u n a persona c o m o u n a reflex ión
del se n tid o del retrato c o m o e v id e n cia del c a m b io social.
E n la se g un d a fase v olví a a n a liz a r los estudios de caso en g ru ­
pos. E l o b je tiv o era e x p lo rar las s im ilitu d e s y d ife re n c ia s en las
trayectorias de h o m b re s en ciertos lugares sociales y c o m p r e n ­
der su lo c a liz a c ió n colectiva en el c a m b io a g ra n escala. S e g u í u n
e sque m a d e riv a d o de la teoría de género p a ra h a ce r q u e estas
c o m p a ra c io n e s fu e ra n siste m áticas. A bstraje y v o lv í a in d e x ar
los casos p a r a q u e , a l a n a liz a r c a d a tem a, la to ta lid a d del g ru p o
fuera in c lu id a , m ie n tra s q ue la fo rm a n a rra tiv a de c a d a v id a se
preservara. E s c rib í el análisis p a ra cad a grup o, in d iv id u a lm e n te ,
in te n tan d o hacer de cad a reporte u n retrato colectivo de h o m ­
bres que se e n co n trab an en procesos específicos de c a m b io . Es-
los reportes son la base de los siguientes capítulos.
D esm enucé este p roced im ie nto tan la b o r io s o / en lug ar de sal­
lar d irectam ente a las entrevistas, para e n fa tiza r q ue los a rg u ­
m entos que siguen tienen u n a base sistem ática. Las historias de
vida son m ara v illo sa m e n te variadas, y es fác il dejarse llevar por
personajes vividos y episodios notables. E l p ro c e d im ie n to que
seguim os e nfatiza de nue v o los lugares c o m u n e s y las ru tin as
prácticas de la vida social. A veces resulta a b u ir id o , pero es esen­
cial si q ue rem os c o m p re n d e r los cam bios que o c u rre n a gran
escala.
N o pretendo que estos cuatro estudios c o n stitu y an p o r sí m is ­
inos u n m a p a del c a m b io a gran escala. S u p ro p ó s ito es ilustrar
situaciones particulares — las cuales, p o r las razones m e n c io n a ­
das, p u d ie ra n ser estratégicas— . Por esto, u tiliz o lo q u e descu­
brieron al d is c u tir cuestiones m á s a m p lia s en la tercera parte
del lib ro . Los estudios se a lim e n ta n de los a rg u m e n to s teóricos
que aparecen en la p rim e ra parte.
N o todo el proyecto resultó ilu m in a d o r; la investigación no
puede g a ra n tiz a r sus resultados desde el in icio . A lgunas perso­
nas pensaron desde el p rin c ip io que n o valía la p e n a estudiar el

J Más detalles: las historias se reunieron en Nueva Gales del Sur, la mayoría,
|iero no todas en Sidney, 1985-! 986. Algunas de estas historias no son parte de
los grupos discutidos aquí. I.as entrevistas duraron de dos a tres horas y se gra­
baron. Los participantes sabían cuál era el objetivo de nuestra investigación: ex­
plorar los cambios en la masculinidad y la vida de los hombres. Utilizamos un
Ioraialo de "entrevista focalizada", con una agenda de temas definida, pero quien
realizaba la entrevista tenía la flexibilidad para introducir los temas y hacer las
preguntas como mejor considerara. Eran tres personas las que entrevistaban: una
mujer y dos hombres (yo era uno de ellos, aunque fui quien realizó menor núme­
ro de entrevistas). Las grabaciones se transcribieron completamente. Para pre­
parar los estudios de caso utilicé tanto las transcripciones como las cintas, para
lener así una idea completa del significado y las emociones involucradas. Com­
pleté 36 estudios de caso, cuya escritura me llevó hasta finales de 1988. Escribí los
*na tro estudios de grupo, y algunos textos centrados en temas específicos entre
1989 y 1992. Para escribirlos tomé como ejemplo el trabajo de científicos y cien-
uíicas sociales que utilizaron material de la historia de vida, como el de David
Kiesman, Faces iu the Crowd (Rostros entre la m ultitud, 1952), pero también el
»le novelistas que escribieron sobre historias de vida, especialmente la maravi­
llosa Group Portrait with Lady (1973), de Heinrich Bóll.
c o n o c im ie n to sobre este tem a, c o m o esta investigación lo m o s­
tró. El A u stralian Research G ran ts C o m m itte e (C o m ité A ustra­
lia n o de Becas de Investigación) fin a n c ió el trab a jo de c a m p o
puesto que era la in s titu c ió n encargada de hacerlo en ese e n to n ­
ces. Antes de p u b lic a r los descub rim ientos, el proyecto fue a ta ­
c ad o p o r el 'C o m ité de Desecho” p a rla m e n ta rio federal de los
partidos Liberal y N acional (la co alic ió n c o n s e n adora), por c o n ­
siderarlo u n c o n sp ic u o desperdicio de los fondos públicos.
Tengo la alegría de poder pub licarlo para que q uien lea el libro
p ue da d e c id ir librem ente.
CAPÍTULO 4
V IV E R Á P ID O Y M U E R E JO V E N

La discu sión reciente sobre el c am b io en la m ascu lin id a d se ha


centrado en profesionales de clase m edia. M u c h a de la discusión
supone que los obreros y los trabajadores m an u ale s son conser­
vadores en lo que respecta a la política sexual, si no es que de p la ­
no reaccionarios.
S in em bargo, c o m o m uestra J u d ith Stacey, la clase obrera
estadounidense ha sido la p rim e ra en c o n s titu ir nuevas fo rm as
fam iliares. Los p artid o s obreros y laborales, según Lynne Se­
gal, n o rm a lm e n te h an sido m ás liberales en su p o lític a ligada
al género que los p artido s que tienen votos asegurados en la
p rin c ip a l corriente.1A dem ás, otras investigaciones in flu e n c ia ­
das p o r a n álisis socialistas de las relaciones de clase ofrecen
descripciones de la d is c rim in a c ió n que sufre la m a s c u lin id a d
obrera.
Sus argum entos enfatizan el trabajo m an u al, las relaciones en
el lugar de trabajo y el salario. Andrew Tolson, p o r ejem plo, argu­
m enta que "en nuestra sociedad, el p rin c ip a l foco de ate nción es
el salario”. U n poco inconsistente, Tolson hace de la lu c h a en el
lugar de trabajo el centro de su análisis de las em ociones y la po-
lítica m asculinas. P aul W illis relacionó la m a s c u lin id a d con la
c ultura de los lugares de trabajo y la form a salarial. M ás recien­
temente, M ike D o nald so n argum enta que "la conciencia de los
obreros se form a en esencia a p a rtir de las experiencias que v i­
ven en la fa m ilia y la casa, adem ás de en el lu g a r de tra b a jo ”; sus
m asculinidades se fo rm a n y debilitan a p a rtir de la interacción
entre estos á m b ito s .2

1 Stacey, 1990; Segal, 1990, pp. 294-319.


2 Tolson, 1977, pp. 58-81; Willis. 1979; Donaldson, 1991.
Las co n dicio ne s del lu g a r de trab ajo capitalista afectan la cons­
tru c c ió n de la m a s c u lin id a d de los em pleados. Pero las e co no m ías
c a p ita lis ta s n o g a r a n tiz a n el e m p le o . Se e s tim a que , al c o m e n ­
z a r la debacle e c o n ó m ic a de los a ñ o s setenta, tre in ta m illo n e s de
personas se e n c o n tra b a n d e se m p le a d a s en los países del oecd.
E l d e se m p le o y el s u b e m p le o son c ró n ic o s en los países c o n eco­
n o m ía s m e n o s d e sarro llad a s. M u c h o s jó v e n e s crecen sin n in g u ­
n a e speranza de o b te n e r u n e m p le o estable, a lre d e d o r del c u a l
p u e d a o rg a n iz a rs e a lg ú n m o d e lo de m a s c u lin id a d o b rera tr a d i­
c io n a l. A largo p la zo te n d rá n q u e enfrentarse a e m ple os in te r m i­
tentes y a l a m a r g in a c ió n e co n ó m ic a; en el fu tu ro m á s in m e d ia to
s u fr ir á n severas carencias. E n c o n d ic io n e s c o m o éstas, ¿ q u é le
ocurre a la fo r m a c ió n de la m a s c u lin id a d ?

E l g ru po y el contexto

N uestra d is c u s ió n se c e n tra rá en c in c o jó v e n e s c o n q u ie n e s e n ­
tra m o s en c o n ta c to a través de u n a a g e n c ia q u e tra b a ja n o r m a l­
m e n te c o n jóvenes d esem pleado s. S u s n o m b re s so n Jack H a rle y
(22), A n g u ila (c. 21), P atrick V incent (17), A la n R u b in (29), M al
W a lto n (21). T odos reciben la re tr ib u c ió n q u e les correspond e
c o m o desem pleados y tienen u n a experiencia de e m p le o in te rm i­
tente. A b a n d o n a r o n la escuela a los 15 o 16 a ñ o s , u n o p o r e x p u l­
sió n y o tro s d o s después de m o s tra r m u v m a l c o m p o r ta m ie n to .
U n o es a n a lfa b e ta y otros dos casi lo son. C o n sid e ra d o s c o m o u n
c o n ju n to , se e n c u e n tra n e n los m árg e n e s del m e rc a d o la b o ra l.
T am b ién h a n te n id o p ro b le m a s con el E stado. Casi todos o d ia ­
b a n la escuela y las relaciones c o n sus profesores e ran a n ta g ó n i­
cas y, a veces, violentas. De los c in c o , c u a tro h a n s id o arrestados
y dos de ellos e stuv ie ro n p o r lo m e n o s d o s a ñ o s b a jo c u sto d ia .
A u n q u e su co ntex to es a n g lo a u s tra lia n o , su e stilo personal y su
h isto ria p asada los colocan en las “afueras” de la clase obrera "res­
p e table". Tres de ellos m o n ta n en m o to c ic le ta s y d o s sienten p a ­
sió n p o r el m o to c ic lis m o .
C o m p a ra ré sus experiencias con las de tres h o m b re s de edades
sim ilares, c o n contextos de clase m u v sim ila re s, que en la a c tu a ­
lid a d tie n e n u n a p o s ic ió n m u y d is tin ta en el m e rc a d o la b o ra l.
S te w art H a r d y (24) es el experto en c o m p u ta d o r a s de u n b anco ;
D anny Taylor (23) trab aja en las oficinas de u n a o rg a n iza c ió n
.inibientalista; Paul G ray (26) trab aja te m p o ra lm e n te en las ofi-
. inas de u n a agencia de asistencia p ú b lic a .
Los ocho son hijos de obreros y varios de ellos crecieron en h o ­
lgares m uy pobres. E n este tipo de fam ilias, la d iv is ió n entre quien
lleva el dinero a la casa y q u ie n se ocupa del hogar no tiene n in g u ­
na relevancia. E n la m ay o ría de los casos las m ad re s traba jaban
»n a n d o ellos eran pequeños. E n algunos casos, y en diferentes
m o m e nto s — en esta sección del m e rc ad o la b o ra l n o rm a lm e n te
m.*presentan pocos buenos tiem pos y m alos tiem pos bastante pro­
nu n ciad o s— , las m adres e ran quienes llevaban la parte m á s im ­
portante del d in e ro a la casa. E sto se acepta c o n facilidad; sólo
u n o de los o ch o jóvenes expresa m olestia p o r el h e ch o de q u e las
m ujeres ganen u n salario.
N in g u n o de ellos tenía u n a idea clara de q u e existiera a lg u n a
división instrum ental y expresiva dependiente del género. Al igual
que las jóvenes de clase ob rera m e n c io n a d a s p o r Linley Walker,
estos m uch ach o s n o co nside ran a las m ujeres especialistas e m o ­
cionales o personas m ás expresivas y m á s preocupadas p o r los
d em ás que los h o m bre s.3
Las fa m ilia s en las cuales crecieron presentaron dos patrones
e co n óm ico s contrastantes. E n u n o de ellos, la fa m ilia fu n c io n a ­
ba c o m o u n a cooperativa m u y u n id a . E l padre de Stew art H ardy
era u n obrero m a n u a l c o n m u c h a s aptitude s, que trab ajab a en
el in te rio r del país, v ia ja n d o de propied ad en p ro p ie d ad para
e n co n tra r trabajo. S u esposa viajaba con él y a u m e n ta b a el a l­
cance de su trabajo. Por ejem plo, lavaba en las granjas en las que
su padre trabajaba. C u a n d o Stewart estudiaba la preparatoria, su
padre y su m ad re te n ían contratos para lim p ia r casas y Stew art
trabajaba ta m b ié n con ellos.
Los padres de M al W a lto n e je m p lific an el o tro patrón. M al ja ­
m ás c o n o c ió a su padre, q u ie n a b a n d o n ó a la m ad re c u a n d o es­
taba e m b arazada. E lla sostuvo a su p ro p ia m a d re y a M al con el
salario que obtenía c o m o obrera en u n a fábrica y, después, en u n
parque de rem olques.
C o m o las fam ilias de obreros estadounidenses m e n c io n ad as
por Stacey, éstas parecen h a b e r sido p o sm o d e rn as antes de que
la clase m e d ia lo fuera. N o quiero decir que escogieran conscien­
tem ente estos patrones c o m o form as alternativas de fa m ilia ; es
evidente que dos s a la d o s son m e jo r que u n o , pero alg u n a s veces
u n h o g a r so lam ente p u e d e arreglárselas p a ra tener u n o . E l p a ­
tró n de salarios d obles se d io en la fa m ilia de la señora W a lto n
c u a n d o su a m a n te se fue a v iv ir con ella, d e ja n d o a su esposa e
hijos. M al se re h usó a aceptarlo c o m o u n p ad re sustituto, a u n ­
q ue sí ace p tab a los regaños de su abuela.

E l TRABAJO ABSTRACTO

Las entrevistas d o c u m e n ta ro n claram ente las fo rm as en las c u a ­


les el g ru p o se e nfrentaba a cada u n a de las estructuras de las
relaciones de género. C o m e ncem o s con las relaciones de p ro ­
d u c c ió n . E l p u n to c ru c ia l que las historias de v id a revelaron fue
que la m a s c u lin id a d n o se c o n fo rm a en re lación con lu g a r d e t r a ­
b a jo , sin o en re lación c o n el m e r c a d o la b o r a l c o m o u n t o d o , que
c o n fo rm a su experiencia c o m o la a lte rn a n c ia de m o m e n to s de
e m p le o y desem pleo. Las historias específicas lo m u e s tra n m ás
claram ente.
A lan R u b ín , el m a y o r del grupo, tiene m á s experiencia que
los dem ás. D ejó la escuela a los 15 años, a pesar de que sus padres
no estaban de acuerdo, después de tene r p ro b le m a s de c o n d u c ­
ta constantes. C o n s ig u ió u n trab a jo en u n a e n cu ad e rn ad o ra , tal
vez gracias a su m adre. Después c o nsig uió u n trabajo en el m u n i­
c ip io local po rq u e conocía a a lg u ie n ahí. E nton ce s viajó a N ueva
Z e la n d a y se d e d ic ó al surf. Se le a c a b ó el d in e ro , e ntró a tra b a ­
ja r en u n a p la n ta que e n sa m b la b a autom óvile s, que o d ia b a — no
p o rq u e n o le gustara el trab ajo m a n u a l, dice, sin o po rqu e los tra ­
tab an c o m o si estuvieran en u n c a m p o de c o ncentración ; q u ie ­
nes m a n e ja b a n el lu g a r eran uno s cretinos y quien es trab a jab a n
a h í eran “h o rm ig a s robots"— . C u a n d o regresó a A u stralia v ia jó
con a lg u n o s tahúres profesionales, después tra b a jó c o m o clasi­
fic a d o r de correo; “fue m i trab a jo intelectual", dice sarcástica­
m ente. D espués de eso tra b a jó dos años p in ta n d o contenedores
y a h o rró d in e ro para v ia ja r a E u ro p a . De regreso en A ustralia,
volvió a la m is m a ru tin a, sin "hacer n a d a fuera de lo n o rm a l”, con
su a sig n a ción c o m o desem pleado y, algunas veces, con a lg ú n tra-
I >;i jo ocasional que 110 d u ra b a m u ch o tiem po. Vive con su padre y
su m adre p ara a h o rra r dinero.
A unque ésta es la h isto ria de trabajo m á s larga, su contenido
rs característico. Alan n o tiene n in g u n a h a b ilid a d que pueda ofre-
»rr, n in g u n a calificación o po d er d eb id o a su posición, y p o r lo
lanto no tiene n in g u n a ventaja en el m ercado laboral. Lo ú n ic o
<|iic puede vender es precisam ente lo que M arx d e n o m in ó tra­
bajo abstracto, el d e n o m in a d o r c o m ú n m ás bajo, la capacidad
de h a c e rlo que casi cualquiera puede hacer:

Se convierte en una fuerza de producción monótona y simple que


no necesita utilizar ninguna facultad intelectual o corporal intensa­
mente. Su trabajo se convierte en el trabajo que cualquiera puede
hacer. Por lo tanto, siempre tendrá competidores.4

Desde el p u n to de vista de quien lo emplea, cualquier otro pue ­


de hacer el trabajo de A lan. Desde el p u n to de vista de /Vían, c u a l­
q u ie r actividad puede intez'cambiarse p o r o tra — p o r lo m enos
en lo que al trab ajo respecta— . Las relaciones h u m a n a s pueden
hacer la diferencia. H a traba jado en lugares a l aire libre o cerra­
dos. La descripción que hace de ellos m uestra lo aburridos que
íueron para él, su a lie n a c ió n parece poder cortarse con u n c u ­
chillo.
L a reacción no es sorprendente si se considera que la c apaci­
dad p ara ganarse la v id a depende del im pe rsonal m ercado la b o ­
ral y de patrones que n o tienen n in g ú n interés en el obrero com o
individuo. La subsistencia es esencial para los adolescentes obre­
ros, c o m o B ruce W ils o n y Jo h a n n a W y n m o straro n en su inves­
tigación en M e lb o u m e .5E sta experiencia, al ingresar a la fuerza
laboral, debe tener efectos fuertes. “La v u ln e ra b ilid a d del m e r­
cado la b o ra l” es u n a frase dem asiado a m a b le si consideram os
que p ara estos jóvenes, y para las personas que fo rm a n parte de
sus vidas, se trata de u n a realidad aplastante.
P or ejem plo, Ja c k H arle y trab ajó c o m o esquilador, obrero,
impresor, b arm an y c o n d u cto r de cam iones. N o in te nta a m p lia r
sus h a b ilid a d e s p o rq u e n i siquiera siente que tiene a lg u n a . To­

4 M a i*, 1969 [1849], p. 171.


5 Wilson y Wyn, 1987.
dos sus trabajos h a n d u ra d o poco, y sólo to m a lo que puede. Su
esposa d e f a c t o , Usa, trab a jó c o m o telegrafista en u n poblado,
pero Telecom a u to m a tiz ó el trabajo y la despidieron. C onsiguió
em pleo en u n a tienda. Después de tres meses, la actividad d is­
m in u y ó y la despidieron o tra vez.
E l a m ig o de Jack, A n g u ila , intentó alejarse del traba jo abstrac­
to y c o m e n zó a aprender u n oficio. Su p rim e r patrón, después de
tres meses de p ru e b a — en los cuales le p a g ab a m u y poco— , des­
p id ió a todos los aprendices, con excepción de u n o , que p o r cier­
to no era A n g u ila . Volvió a e m pe zar con otro p a tró n v esta vez
conservó el trabajo. Después de tres años de tra b a ja r ahí, la fir­
m a tuvo que cerrar. C om o no fue capaz de conseguir otro em pleo
en las seis sem anas que las reglas del o ficio m a rc a n c o m o lím ite,
otra vez se q u e d ó corno al p rin c ip io .
S ituacio ne s com o las anteriores 110 lo hace n a u n o o p tim is ta
respecto a la econom ía. Ja ck H arley n u n c a h a te n id o u n trabajo
d urade ro n i cree que p ue da conseguirlo. Esper a v iv ir de la asis­
tencia p ú b lic a y conseguir u n trab ajo de vez en cuando. Para él,
el C o m o n w c a lth E m p lo y m c n t Service (Servicio de E m p le o del
E stado) n o sirve par a nada, quienes trab a jan a h í son "basura" y
n o tienen el m e n o r interés en jóvenes sin habilidades. Es m ás fá­
cil c onseguir a y u d a de la fa m ilia y los am igos.
La gente subsiste en el m ercado la b o ral im p e rso n a l gracias a
que m ueve sus relaciones personales. Los prim eros dos trabajos
de Alan R u b in , c o m o a p u n ta m o s , se d eb ie ron a sus relaciones.
Jack tra b a jó p a ra la tía de su esposa c o m o b a rm a n , y para el p a ­
dre de ella e n u n g ru p o fa m ilia r que v ia ja b a alrededor del país
e sq uilan do p o r contrato. S u propio padre lo llevó en u n viaje en
m otocicleta alrededor de A ustralia y le o rg anizó u n trabajo tem ­
poral c o m o obrero en el distrito m in e ro de P ilbara. Casi todas
las histor ias laborales del grupo m u e s tran la im p o rta n c ia de las
relaciones personales, especialm ente las fam iliares, al negociar
el m ercado laboral.
Al m arg e n de lo anterior, Jack desarrolló lo que suavem ente
llam are m o s u n p ra g m a tis m o r adical respecto a lo que represen­
ta ganarse la vida. \o le. im p o rta en lo m ás m ín im o si su esposa
puede obtener u n m e jo r trabajo que el suyo. Con el m is m o to n o
de voz dice que, si pLtede conseguir u n trab ajo m ientras le siguen
p a g an d o lo que le toca p o r n o tener em pleo, lo h a rá u tiliz a n d o
niro n o m b re (lo que va c o n tra las leves). C u a n d o se relacionó
• <>11 a lg ú n sindicato, sólo fue para m a n ip u la rlo . Le gustaba el de
i ransportistas, pero c o m o p e rd ió su licencia de m a n e jo lo corrie-
in n. N o le gustaba el sin d ic a to de esquiladores po rqu e siem pre
había problem as, así que lo corrieron. T om ó u n trab a jo c o m o
in m pe h ue lg as en u n a im p re n ta porque ' necesitaba el dinero",
.isí que ahora el sin d ic ato del gre m io lo tiene vetado.
N in g u n o de los cinco jóvenes siente a lg ú n c o m p ro m is o con
los sindicatos. C o nsid erand o que el s in d ic a lis m o n o rm a lm e n te
so basa en la so lid arid a d que se desarrolla con el tie m p o en las
industrias, no es d ifíc il a d iv in a r el porqué. C o m o fo rm a de m o ­
vilización obrera, el s in d ic a lis m o he g e m ón ico n o tiene n in g u n a
relevancia para gente tan m a rg in a d a p o r el m e rc ad o laboral.
Para alguno s integrantes del g ru p o el p ra g m a tis m o radical se
extiende hasta el c rim e n . E n él encu entran cierto e lem ento que
los divierte y e m o cio n a, especialm ente el robo de autos, en el ca­
so de los m ás jóvenes. S in em b argo, p a ra la m ay o ría de ellos se
trata de u n tipo de trabajo. M al W a llo n describe sus prim eras ex­
periencias, y lo que o b te n ía n a cam bio:

Solíamos robarnos el dinero para la leche que se dejaba en las puer­


tas de las casas. Abríamos coches v nos robábamos los estéreos para
venderlos. Lo hacíamos porque... bueno, en realidad no me drogué
sino hasta que dejé la escuela. Tal vez porque estaba aburrido ya que
no tenía nada que hacer. No tenía trabajo... Perdón, sí liaba jaba, pero
me quedé sin nada algunas semanas después. Buscábamos estéreos,
buenos estéreos... Valían como 500 dólares [australianos], algo así. Se
los llevábamos a nuestro de ale r y le decíamos "toma, danos un toque"
o "danos dos toques”, o lo que sea. Siempre hacíamos lo mismo. Tu­
vimos suerte porque nunca nos atraparon. Sí nos persiguieron, pero
nos escapábamos; nunca nos atraparon. La única vez que me atra­
paron fue por robar un libro de cocina.

Es evidente que era m e jo r ser el d e a le r . P or lo m enos u n o de


los del g rup o lo fue y dice que g a n ó 300 dólares [australianos] a
la sem ana. (I*a c a n tid a d es m u y alta c o nsid e rand o sus e stánda­
res de vida; posiblem ente fue la m ejor sem ana). P robablem ente
otros dos distribuyeron a m e n o r escala. La venta de drogas no
i iene n ada de p a rtic u la r p a ra ellos. B ásicam ente se trata de u n a
fo rm a m á s de g a n a r alg o de d ine ro, ta n in te rm ite n te y arriesga­
d o c o m o c u a lq u ie r o tro e m p le o . La in d ig n a c ió n m o ral del p r o ­
g ra m a g u b e rn am e n ta l lla m a d o D rug Offensive (título m ilita r con
el c ual se d e n o m in ó al p ro g ra m a in ic ia d o en 1986, que se basaba
en u n a c a m p a ñ a a n tid ro g a s estad ounide nse) les tenía sin c u i­
d a d o . T am b ién se pu e de pe n sa r que q u ie n vende m uebles de se­
g u n d a m a n o ro b ad o s com ete u n delito.

L a VIOLENCIA Y EL ESTA DO

L a característica m á s so ip re n d e n te de la experiencia del grup o


en las relaciones de p o d e r es la violencia. Para u n observador
p ro te g id o p o r la a c a d e m ia , sus vidas parecen ser m u y violentas.
Las entrevistas m e n c io n a n abusos y p a liza s en la escuela, agre­
siones a u n m aestro, peleas con herm anos y padres, riña s en p a r­
ques y fiestas, arrestos, agresiones en los re fo rm a to rio s y en las
prisiones, palizas a m ujeres y hom osexuales, peleas a golpes y con
cuchillos. O tras form as de in tim id a c ió n in clu yen correr a u to m ó ­
viles, c a m io n e s o m otos a g ra n velocidad, p o r lo m eno s a lg u n a
p e rse cu ción p o liciaca, b lo q u e o de c a m in o s y u n c h o q u e serio.
Los p rim e ro s recuerdos violentos de Pat V incent c o m ie n za n
en su fa m ilia . S u padre le d a b a fuertes p a liza s, p o r las cuales él
no g u a rd a re se ntim iento, a u n q u e todav ía tiene m ie d o de q u e su
padre “llegue a niveles graves". S u h e rm a n a m a y o r lo tra ta b a de
la m is m a fo rm a: "S i m e m olestas te pego en la cabeza". Tal vez
p a ra desquitarse, Pat se volvió agresivo con sus profesores, "la n ­
zánd o les u n a bola" [de insultos], excepto a dos que le caían bien.
F in a lm e n te , a u n o de sus m aestros le la n z ó u n a silla y lo e x p u l­
saron de la escuela.
R elata que era v io le n to c o n sus a m ig o s — se pe leaba todos los
d ías c u a n d o , a los doce años, asistía a su p rim e r a ñ o en u n a es­
cuela de e d u c a c ió n m e d ia c ató lic a — . S e n tía que la escuela n o se
interesaba en él, y q u e ría “ser alg uien; es m e jo r que te castiguen
en la escuela a n o ser n a d ie ". "N o era u n d o n nadie". E ntre los
otros n iñ o s , pelearte d ab a cierto prestigio: "S i te peleabas y g a­
nabas eras u n héroe”.
S in e m b arg o , d ic h o prestigio te nía sus lím ites. Pat n u n c a fue
el líd er de su g ru p o de am igos. Tal vez era d e m asia d o violento, so-
I »i i lod o c u a n d o el g ru p o de am igos creció u n poco m ás. E l núme-
•• •«le peleas d is m in u y ó y con el tie m p o “se le q u itó la costum bre
•l<-pelearse ’. A hora evitaría hacerlo, especialm ente en contra de
.ilj'.uien “q ue te h a ría p e d a /o s". S in e m b arg o , c u a n d o lo m anda-
n m a u n a institución juvenil tras arrestado p o r robo de auto, tuvo
«los peleas en las que “los hice pedazos", tal vez in te n ta n d o esta-
M rc e ru n a re p u tac ió n de h o m b re peligroso en el re form atorio.
Pat V incent, Jack H arley y A n g u ila expresan conceptos sobre
l.»s peleas ta n sim ilares q u e es evidente q u e se trata de u n tem a
ideológico c o m ú n en su contexto. La v iole ncia está bien c u a n d o
m- puede justificar, y siem pre puedes hacerlo c u a n d o el otro e m ­
pieza. Para A n g u ila se trata casi de u n a ley:

Estoy en contra de la violencia innecesaria. En aquella violencia que


fue provocada, si alguien la provocó, creo que se merecen lo que en­
contraron.

De a q u í puede d educirse cierta ética: existe la o b lig a c ió n de


contestar la violencia. S in em b argo, en lo que respecta a la v io ­
lencia con tra las m ujeres las o p in io n e s se d iv id e n. A n g u ila c u e n ­
ta con cierto gusto c ó m o su g ru p o de m o to ciclistas se lib ró de
una m u je r agresiva:

No eran muchas, ni pocas. Está mi mujer, su hermana; algunos de


los tipos jóvenes tenían novias. I-a mayoría de ellas eran muy calla­
das. A una puta que hablaba mucho... le dieron un puñetazo en la
boca y desde entonces no sabemos de ella. Se le pasó la mano con
uno de mis amigos. Él le dijo que si no se callaba le iba a dar una pa­
liza. Pero ella siguió, así que él le pegó. Ella comenzó a resoplar, tra­
jo a un fulano para que le pegara pero todos lo defendimos. Así que
nos libramos de ellos rápidamente.

Es lógico que en su g ru p o n o haya m u ch as m ujeres. E l m is m o


trato h a cia ellas puede encontrarse en los grupos de m o to c ic lis­
tas q u e creen en la s u p re m a c ía m a s c u lin a , en E stados U n id o s.6
S in em bargo, Pat V incent n o está de acuerdo con este c o m p o r­
tam iento. Para él, los h o m b re s que golpean a las m ujeres son
“p u to s”, té rm in o severo, ya que "c u a n d o los chavos les pegan a
las chavas" ellas n o pueden defenderse. Se su pone que las m u je ­
res no p ue de n c o m p e tir en el m u n d o v iole nto de los hom bres y
n o son participantes legítim as en u n in te rc a m b io de agresiones
físicas. Las peleas a golpes en la fa m ilia , o con las novias o espo­
sas d e f a c ió , ocurren a m e n u d o . Pero no se trata de algo de lo que
se p u e d a estar orgulloso.
E l p o d e r in stitu c io n a l y la v iole ncia o rg a n iza d a aparecen en
la fo rm a del E stado. E l p rim e r recuerdo de P a ul G ra y nos ilus­
tra rá este lip o de relación. E n N av id ad , su fa m ilia a c o s tu m b ra ­
ba in v ita r h u é rfa n o s a su casa. E n u n a o casión, P a u l tenía seis o
siete años, ib a con su fa m ilia p o r la carretera c uand o :

Vimos a un policía en su motocicleta, y entonces él [el huérfano] vo­


ciferó con todas sus fuerzas: "¡Cerdo!” Así que el policía nos persi­
guió y nos metimos en un hotel para ricos — v el policía se siguió ce
largo.

S in em bargo, so n pocas las veces que los pobres se pueden ha­


c e r p asar p o r ricos; ade m ás, el b razo coercitivo del E stad o cas­
tiga con fuerza a q uien lo hace.
vSobrc todo, estos jóvenes se e nfrentaron al E stad o en la form a
de la escuela. La d in á m ic a resultante es fu n d a m e n ta l para el res­
to de sus v id a y para el fracaso del sistem a e ducativo p ú b lic o .
Para casi todos ellos, la escuela 110 es u n a experiencia que les dé
a lg ú n lip o de p o d e r La a u to rid a d escolares u n a poten cia extra­
ña p o r lo q u e c o m ie n z a n a d e fin ir la m a s c u lin id a d en su c o n tra
E n ciertas circunstancias (p o r e je m p lo el ataque a u n m aestro)
el e n fre n ta m ie n to los lleva hasta la p o lic ía y los juzgados. E n
otras circunstancias, a b a n d o n a n la escuela o los "expulsan", si­
g uien do el esquem a que Linley W a lk e r ya h a b ía d o cu m e n ta d o
respecto a las jóvenes de clase obrera, sin n in g ú n tip o de c a lifi­
cación ú til. E l p a tró n es d e m asia d o fa m ilia r en las escuelas que
se o c u p a n de los jóvenes en desventa ja, c o m o la escuela en N u e ­
va York e studiada p o r M ichclle F in e .7
A Pat V incent, d e b id o a su violenta trayectoria escolar, lo ex­
p ulsaron de dos escuelas y te rm in ó su e ducación a los d ie z años.
l H sem pleado, c o m e n zó a meterse con las drogas y d is c u tió con
mis padres d e b id o al u ltim á tu m que le pusieron. S u padre, u n
••|K*rador de excavadoras, le c o n s ig u ió u n em pleo c o m o apren-
•liz. (D ebido a que se trata de u n a o c u p a c ió n que no tiene u n es­
quem a organizado para u n aprendiz, seguram ente el significado
«Ir lo an te rio r es que llegó a u n arreglo in fo rm a l p a ra que lo en-
iiv naran). P at cuenta lo que p asó entonces:

— ¿C u án to tiem po d u ró tu aprendizaje?
—Siete semanas.
— ¿Q ué pasó?
— Me encerraron, así que perdí el trabajo.
— ¿Por q u é le encerraron?
— Robo de autos y allanamiento. Me atraparon.
— ¿A dónde te m an d aro n?
— A Alpha [un centro penitenciario juvenil], estuve una semana y
media y me escapé. Me atraparon y me mandaron a Beta [una insti­
tución de mayor seguridad], estuve cuatro o cinco semanas y salí con
una sentencia alternativa [una orden de servicios a la comunidad].
— ¿Por tu edad?
— No, lo que pasa es que... me habían atrapado varias veces, pero
tenía como dieciséis cargos... \le escapé tres meses, me dieron tres
meses de sentencia... pedí una sentencia alternativa y... desde en­
tonces no me he metido en problemas. Sigo afuera.

E l relato incluye lacónicam ente u n a ñ o de entrar y salir de cus­


todia, dos arrestos, lapsos de libertad bajo fianza, vigilancia, pac­
tos legales y u n a e ducación rá p id a en los tecnicism os del sistem a
de ju sticia ju v e n il y las costum bres de los centr os penitenciarios.
Pat no siente n in g ú n rencor h a cia la po licía. C u a n d o lo arres­
taron por p rim e ra vez, después de u n a p ersecución en u n a uto
robado, pensó: “¡Carajo! ¡Se acabó! Pensé que m e ib a n a m a ta r”.
Pero la p o licía no fue tan d u ra c o m o esperaba. T am poco q u ie ­
nes trab ajab an en los centros penitenciarios. N u n c a lo violaron
ni apalearon, c o m o cuentan los rum ores. E s m ás. describe al cen-
lix3 Beta com o: V acaciones, chavas todas las noches”. E n re ali­
dad sólo estaba alarde and o — se trata de ser rudo, lo que es p a ite
im prescindible del estilo personal de Pat— . E stá ap re n d ie n d o a
m oderar esta e x h ib ic ió n m a s c u lin a . P ronto c u m p lir á dieciocho
años y, entonces, tend rá que enfrentarse a las prisiones para a d u l­
tos, lo cual es u n a proposición d istinta. Así que, p o r el m om e nto ,
se m a n tie n e al m arge n de p ro b lem as.
S in em bargo, entre u n a cosa y otra, Pat ya p e rd ió algo. Desde
el centro p e n ite n ciario e scrib ió a su m ad re u n a carta m u y p u n ­
zante y ella ya n o quiere h a b la r con él. L a m a d re de Pat trabaja
en u n a fábrica; es q u ie n g a n a n o rm a lm e n te el salario para la fa ­
m ilia , tiene la re sp o n sa b ilid ad de la casa y posib le m e n te (el le n­
guaje de Pal es vago) sea la delegada del sindicato. Parece que ha
in te n tad o m a n te n e r a los h ijo s en su lu g a r y sacarlos de la p o b re ­
za. Los p ro b le m a s p oliciacos de Pal y las quejas en c o n tra de la
fa m ilia , después de la ex pulsión de la escuela, fue ron m á s de lo
que ella estaba dispuesta a soportar. Pat vive con su h e rm a n o
mayor.
Las experiencias de los otros son d istintas en a lg un o s d eta­
lles, pero la esencia es la m ism a . Ja ck H arley pasó de las in s titu ­
ciones juv e n ile s a la p risión . A M a l W a íto n lo arrestaron p o r
robo y sa lió b ajo fia n za . A n g u ila ha estado encerrado p o r lo m e ­
nos u n a vez y a sus fiestas n o rm a lm e n te asisten policías. De los
que no tienen em pleo, sólo A lan R u b in no m e n c io n a h aber sido
arrestado; sin em bargo, parece ser el m e jo r estratega. E ntre los
q ue tienen em pleo, Paul G ra y parece h a b e r seguido los m ism o s
pasos q ue Jack Harley, p a sa n d o de u n a in s titu c ió n ju v e n il a u n a
p ris ió n d e b id o a cargos relacionados con las drogas.
Para esta clase social el po d er estatal n o es n in g u n a abstrac­
ción . Se trata de u n a p resencia m aterial en su vida. La fuerza
del E stado n o puede incorporarse al in te rc am b io de violencia del
grupo de am igos, a u n q u e al in ic io Pat V incent así lo consideraba.
La p o lic ía es el G ra n Poder de la p o lític a callejera, y u n o n o p u e ­
de contestarle e n fre n tán d o lo personalm ente , p o r m u y ru d o que
seas. La táctica que se debe aprender es la que los padres de P aul
G ray u tiliz a ro n en la carretera — la evasión— . Así que los jóvenes
ap rend e n a evadir la ju s tic ia , m a n ip u la r el sistem a de asistencia
p ública, encontrar las opciones legales m á s suaves, m ientras pue­
den, sin convertirse en "putos".
N in g u n o de los que e staban desem pleados p u d o aprovechar
de a lg u n a fo rm a sustancial al E stado, pero u n o de los que tie­
nen e m p le o sí lo h iz o . S tew art Hardy, después de a b a n d o n a r la
escuela y v ia ja r a la c iu d a d , d e c id ió que sus padres te n ía n ra z ó n
s i |iie ne ce sitab a a lg u n a c a p a c ita c ió n . Se in s c rib ió en u n a escue-
l.i lé cn ic a, o b tu v o el c e rtific a d o de p re p a ra to ria y está to m a n d o
•ni e n tr e n a m ie n to de tercer nivel.
E l fa c to r decisivo fue la c a p a c id a d de S te w art p a r a u tiliz a r el
sistem a e d u c a tiv o en lu g a r de e nfrentarlo. S u p u n to de vista p ro ­
viene de la p re p a ra to ria . S te w a rt d e d ic ó a lg ú n tie m p o a ser u n
"r u fiá n ”, p e ro n o s ig u ió p o r ese c a m in o . A la m ita d de su adoles-
i encía c o n stru y ó relaciones m á s pacíficas con sus m aestros. C on
alg un o s tropezones, c o n s ig u ió m ante nerse en el c a m in o p a ra
tener u n o fic io y su m a s c u lin id a d se o r g a n iz ó a lre d e d o r de c o ­
n o c im ie n to s y cálcu los, en vez de la c o n fr o n ta c ió n .

L a HETEROSEXU ALIDAD OBLIGATORIA PARA LOS H O M B RES

Kl d esp ertar sexual de P a ul V incent se d io c u a n d o tenía once


años; se refiere al a c o n te c im ie n to c o m o "cosas de n iñ o s ”. N o re­
cuerda la p rim e ra vez q u e o y ó h a b la r de esto, a l parecer s im ­
plem ente sa b ía c ó m o , pero sí re cu erd a su p r im e r in te rc a m b io
sexual, c o m o a los trece a ños: “M e s u b í en u n a c h av a y c u a n d o
me d i c u e n ta ya estaba d e n tro de ella. N a d a m á s seguí y seguí".
Para él, el sexo es alg o c as u a l y fácil de conseguir, es alg o q u e
siem p re está a su d is p o s ic ió n . L a im a g e n q ue Pat tiene de sí m is ­
m o sie m p re incluye el sexo. N o ocurre lo m is m o c o n A lan R u b in ,
(juien se b u r la de p lá tic a s c o m o : '¿has h e ch o esto, y esto otro, y
esto, y esto o tro ?" S u p rim e ra c o g id a fue a los q u in c e años:

— ¿Quieres saber qué opiné del asunto?


— S í.
— Pues no sé qué le ven... Resultó que era un tanto aburrido.

S in e m b a rg o , su p o s ic ió n es la d e la m in o r ía . A n g u ila , c o m o
Pat, se e n tu s ia s m a p o r "m etérselas", a u n q u e él e m p e z ó u n p o c o
m ás tarde, c o m o a los diecisiete. S u p rim e ra vez fue con u n a m u ­
jer m a y o r q ue él, q u ie n le "ense ñó u n c h in g o ". D espués c o m e n z ó
relaciones c o n m ujeres de su edad:

Salía con otra y se m udó a G am m a [otra ciudad]. Seguíamos andan­


do mientras vivía allá, algo así. Tenía planeado ir a verla, más o me-
nos un mes, para ver cóm o le iba y todo eso. Mientras tanto conocí
a esta otra con la que estoy ahora. Sólo para calentar la cama, me en­
tiendes, ¿no?... Una semana antes de que fuera a Gam m a, ésta me
dice que está embarazada. Me enfurecí. En fin... Me fui a G am m a y
no iba a regresar. Al final regresé y dos meses después terminé con
la de Gam m a. De todas formas siempre estoy cerca por el niño.

El a n ta g o n is m o de A n g u ila h a c ia las m u je re s es claro. H a b la


con d u r e /a de su m ad re : ‘M e hace la v id a im p o s ib le y yo, pues se
la h ag o ta m b ié n im posible"; de la nueva m u je r de su padre opina:
"E s u n a p u ta "; de la m a d re de su esposa: "E s u n a p in c h e p u ta ”,
lo m is m o qu e de su esposa:

— Bueno, es m i m u jer, pero en la primera oportunidad que tenga me


deshago de ella.
— ¿P o r q ué?
— No puedo vivir con ella. Llevamos juntos, ¿cuánto?, tres años,
pero ya estoy harto.
— ¿ Q u é es lo q u e h a c e ?
— Pues... es lo que dice, cóm o hace las cosas, cóm o se preocupa
de pura m ierda... siempre quejándose de que no la llevo a ninguna
parte.

¿ P o r q u é las m u je re s so p o rta n este tip o de trato? S in d u d a , el


sexo debe ser excitante y placentero. S in e m b arg o , p ro b a b le m e n ­
te la respuesta es qu e n o tienen o tra a lte rn a tiv a . G av ie R u b in
(obligatory heterosexual i ty) y A drienne R ic h (com pulsory hetero-
sexualitv), lla m a ro n "heterosexualidad o b lig a to ria ” a las presio­
nes sociales y culturales que se im p o n e n las m u jeres p a ra hacerse
sex u alm en te d is p o n ib le s a los h o m b re s, sin im p o r ta r lo q ue re­
c ib a n . L o q u e falta a ñ a d ir es que, c o m o pue de verse en estas h is ­
torias de v id a, la he te rose x ualidad o b lig a to ria ta m b ié n se a p lic a
a los h o m b re s .8
Y se a p lic a hasta el nivel e n el c u a l se re la c io n a n c o n sus p ro ­
p io s cuerpos. M a l VValton a p r e n d ió a c c id e n ta lm e n te a m astur-
barse, y le gustó:
ttntonces comencé a masturbarme mucho — demasiado— . Se te
mete y no puedes dejarlo. De verdad. Leí un libro que decía que si te
masturbas demasiado es porque tu mano es más dura que una vagi­
na y te acostumbras a esa dureza. Entonces, cuando vuelves a ir con
una mujer, pues ya no te gusta.
— ¿ Te p a s ó eso a ti?
— Sí. Por eso tuve que dejar de masturbarme. Ya no me pasa. En
cuanto me di cuenta de lo que podía pasarme, me asusté.

Así q u e el c u e ip o m a s c u lin o tiene que d isc ip lin a rs e p a ra la


heterosexual idad. Y eso in clu y e n o sólo el c u e ip o p ro p io , s in o el
de los d em ás. A n g u ila tiene u n a m ig o , G aiy, que “es casi c o m o u n
h e rm a n o ... h a cíam o s to d o jun to s; nos encerraron ju n to s , pelea­
mos ju n to s , nos divertim os ju n to s ”. U na noche, G a ry casi m ata a
A n g u ila co n u n rifle calibre 22 c u a n d o , borrachos, d isc u tía n p o r­
que A n g u ila h a b ía in sultado a u n a ex novia de Gaiy. S in em bargo,
su o p in ió n respecto a c u id a r la sexualidad m a s c u lin a es la m ism a;

Hay muchachos con los que me cuesla relacionarme... solíamos


gritar y golpear a los que estaban en Cross, Gary y yo, y otros f ula­
nos f Kings Cross se encuentra cerca del centro de la vida social gay
en SydneyJ.

A n g u ila tenía p ro b le m a s al respecto p o rqu e su h e rm a n o m a ­


yor "se v o lv ió raro ”. A n g u ila posee u n se ntid o del h u m o r b a s ta n ­
te a g u d o y reconoce las h a b ilid a d e s de su h e rm a n o p ara m a n e ja r
el contexto h o m o fó b ic o :

Todos sus amigos son invertidos y y u p p ie s , maricones. Viene a visi­


tamos a m í y a mamá. Y mis amigos están en casa — todos son como
yo— . Él se siente tan raro cuando está en casa y están mis amigos,
como yo cuando voy a su casa. Pero lo sabe llevar bastante bien.
Cuando viene a la casa, intenta disimularlo y como que está de los
dos lados al mismo tiempo. Cuando mis amigos no están, él vuelve
a ser como es normalmente. No exagera tanto como cuando no están.
Para no tener problemas, ni meternos a m í o m am á en problemas.

E l h e rm a n o creció en la m is m a escuela de agresiones que A n ­


g u il a , pero era m ás g rand e y m ás fuerte; “M e levanta y m e gol-
pea si m e m eto con él — ¡y duele!— ". Así que A n g u ila ya no va a
King's Cross. “M ientras se m an te n g an fuera de m i c a m in o , no
m e interesa lo que hagan”.
La sexualidad que los cinco reconocen es exclusivamente hete­
rosexual. Pero, en la clase obrera, com o lo ha m ostrado la investi­
gación que se realiza sobre el s id a ,9 las posibilidades homosexuales
son m uchas. Paul G rav se e ncon tró con estas posibilidades: a
u n a edad m u y te m p ran a tuvo encuentros sexuales con u n a m i­
go en la p rim a ria . S u p rim e ra cogida y su p rim e ra relación fue­
ron con u n a m ujer, fueron crudas y poco satisfactorias: “se la
m etía y la sacaba, se la m etía y la sacaba, n ada m ás". Entonces
descubrió los lugares a los cuales los hom bres acuden para es­
tablecer contactos hom osexuales a n ó n im o s:

Después de eso descubrí los baños, el sexo era los baños. Vi lo que
estaba escrito en las paredes. Y exploré ese mundo. Me gustaba. Pe­
ro cuando se acabó quise irme. No quise nunca quedarme toda la
noche.

Es posible que ganara d in e ro con este tipo de actividades. A


pesar de h aber establecido varias relaciones con hom bres, ja m ás
a d o p tó u n a id e n tid a d social gay. S in em bargo, tam p o c o adoptó
u n a m a s c u lin id a d heterosexual. C on el tiem po encontró u n a so­
lu c ió n m ás radical, que d iscutirem os m ás adelante.

L a MASCULINIDAD COMO UNA PRÁCTICA COLECTIVA

Las respuestas a las circunstancias de la vida de estos hom bres


son tan to colectivas com o individuales, c o m o puede observarse
en la d iscu sión que A n g u ila hace de su grup o de m otociclistas:

— No era una pandilla, en realidad


— ¿ O sea que tío eran com o los H ells Angels?
— No, nada como ellos. Sí nos divertíamos tanto como ellos, pe­
ro no éramos tan famosos. Solíamos ir en ra llie s de fin de semana,
viajábamos de día, de noche. íbamos a fiestas y todo eso.
— ¿ Todos se d ro g a b a n y a r m a b a n e s c á n d a lo s ?
— Si. nos divertíamos mucho. Conseguíamos algunas onzas y las
compartíamos... algunos gramos d e s p e e d estimulantes o lo que fue­
ra. A veces alguien llevaba un poco de heroína, o cocaína, y la com­
partíamos, nos poníamos idiotas. Alguna vez demolimos una casa
que yo rentaba, destruimos el lugar. Había fiestas cada noche. Yo
me había salido de mi casa y rentaba un lugar con un tipo del traba­
jo — otro tipo más vino a vivir con nosotros, y dos chavas— . Nos
echaron del lugar y conseguimos otro en Delta Road. Teníamos fies­
tas todas las noches. Siempre llegaba alguien con algo de beber, o al­
go de n ie ve . A veces los policías llegaban y tomaban las placas de
nuestras motos. Había unas veinte motos estacionadas frente a la
casa cada noche, todos los días de la semana. Era como una gran
fiesta, ya que muchos de nosotros estábamos normalmente desem­
pleados y no teníamos otra cosa mejor que hacer.

A m e n u d o las fiestas eran violentas. Ya cité la descripción que


hizo A n g u ila de c ó m o en u n a de ellas c allaro n v iolentam ente a
una "puta que hablaba m u c h o ’. La m ayoría de las veces las b ro n ­
cas eran entre los hom bres.
N o se trata de violencia psicótica, sin control. Se define e in ­
cluso controla socialm ente. A n g u ila y sus am igos echaban a quie ­
nes eran d e m asia d o agresivos p a ra m an te n e r u n b ue n am b ie nte
en el grupo:

— ¿ C ó m o se lle v a la gente e n e l g ru p o ?
— Muy bien, normalmente era fantástico. A veces había alguien
que sólo abría la boca para joder, siempre. Pero enseguida los echá­
bamos. Fuera de eso, todos nos llevábamos bien. Todavía nos lleva­
mos bien.

La violencia real n o rm a lm e n te queda c o n fin ad a al grupo para


que n o llam e la ate n ción de la policía. La violencia hacia fuera es
bastante s im b ó lic a , c o m o c u e n ta A n g u ila :

— ¿S e p e le a b a n m u c h o ?
— No. la verdad eran pocas... La mayoría de la gente nos veía y se
iba. Nada muy emocionante. Cualquiera que fuera tan valiente para
responder, terminaba haciéndose para atrás y yéndose.
— ¿S ólo e ra n con g en te rara o ...?
— No, creo que se debía a cómo nos vemos. Muchos de nosotros
teníamos aretes V tatuajes, Ibamos en motocicletas, Con eso basta
para asustar a la gente normal. Así que. t:n realidad, casi todas las
peleas eran entre nosotros — m£is bien eran desacuerdos.

Las excepciones eran ciertas excursiones q ue h a c ía n p a ra gol­


pear hom osexuales v, tal vez, in m ig ra n te s asiáticos.
A n g u ila m e n c io n a e x p líc ita m e n te que su g ru p o n o es el de los
HelTs Angels, ni siq uiera los C o m a n c h e ra s o B an d id o s , los dos
grupos in v o lu crad o s en la "m asacre del d ía del padre” , en 1984,
en M ilp e rra , en los s u b u rb io s de Sydney. S in e m b arg o , s; se tra­
ía del m is m o m edio, u n a red de grupos de m otociclistas "fuera
de 3a ley" que se desarrolló en las décadas posteriores a la g u e ­
rra en A ustralia y E stados U nidos, C hris C u n n e e n y R o b I,ynch
rastrean el c o n flic to creciente entre estos g ru p o s y la p o licía,
q ue c u lm in ó con los desórdenes anu a le s en las carreras de m o ­
los en B a th u rst. S us a n ális is del papel que d e s e m p e ñ ó el po d er
eslnlal en estos c o m í líelos son a nalo g ías m u y cercanas a estas
historias de v id a ,10
C o m o v im o s en el c a p ítu lo 1, la cie ncia social ha re co n o cid o
cada vez m á s la d im e n s ió n colectiva de la m a s c u lin id a d , v la
evidencia presentada a q u í apoya este concepto. E vide ntem ente
Anguila
Ja p rác tic a in d iv id u a l ta m b ié n es im p o rta n te . usa are­
les, lleva el pelo larg o recogido en u n a colé la, lieite tatu a d o s los
dos brazos y posee u n a m o to . Si estuviera solo, esto no s ig n ifi­
caría g ran cosa. E l g r u p o es el que porta Ja m a s c u lin id a d , en p o ­
cas palabras. E n u n m e d io d istin to , A n g u ila lleva las de perder.
E n la a c tu a lid a d Loma u n c ursq corto en u n a escuela técnica y
sus experiencias a h í son un b u e n ejem plo de la im p o rta n c ia de
su m ed io .

Se me hace difícil hablar con las mujeres, especialmente con Jas di:
la escuela. Hay una con la que no me molestaría involucrarme. No
me gustaría decir algo que no debiera decirla... Son de una clase to­
talmente distinta... A veces me vuelvo loco porque íe doy un aven*
ton a ella, a otra ya [un amigo] a sus casas, y el la es la última que dejo
cuando voy al trabajo. Podemos estar quince minutos en el coche
sin decir ni una palabra. Es que no se me ocurre qué decirle ni cómo.

C om o se ve, la situación es distinta a la que se presenta cuan-


<lo sólo "era cuestión de calentar la c am a ”, situación en la que sí
se siente cóm odo.
E n otros casos, los grupos de am igos n o son tan cen ados. Pat
Vincent. por ejem plo, no es m otociclista y su grup o social es m ás
variado. Se lleva m u y bien con su m ejor am igo, van ju n to s a sur-
lear, salen a "divertirse" y p asan m uch o tiem po h a b la n d o — a u n ­
que, aclara P al, no h a b la n de n ada personal— . Parece tratarse
de u n a relación ru tin aria en la que puede sostenerse u n a m ascu­
linidad aceptable. Pat es ho m o fób ic o ("{Deberían m atarlos!").
Su a m ig o y él están de acuerdo en que su re lación jam ás debe
conducirlos a n in g ú n "hom oerotism o”.
Las entrevistas m uestran que en el a m p lio contexto en el cual
crecieron todos estos jóvenes existen tensiones significativas en
la ideología sexual. U na m iso g inia estrecha y desdeñosa, en la
cual las m u jeres son esencialm ente receptáculos de sem en, coe­
xiste con u n p un to de vista que es m u ch o m ás respetuoso v que,
incluso, llega a a d m ir a r la fuerza fem enina. A lgunas veces estos
dos puntos de vista coexisten en la m is m a cabeza. La h o m o fo ­
bia es c o m ú n pero no universal. A lgunos de los jóvenes aceptan
que lo m ejores "vivir y dejar vivar”. Temen a la paternidad porque
significa com prom isos, pero la m b ic n la desean, especialm ente
en el caso de u n n iñ o . El enojo en contra de las novias p o r e m ­
barazarse — n un ca piensan que ellos tienen la culpa— se enfren­
ta a cierto deseo práctico p o r vivir ju n to s v c o m p a rtir el c u id a d o
infantil. La d enuncia ritu a l a las extremistas fem inistas que p o ­
díam os esperar de la m ayoría de los hom bres que entrevista­
mos c a m in a al lado de proposiciones directas c inconscientes a
favor de la igualdad sexual. Pat Vincent, p o r ejem plo, 110 sabía
qué significaba el fe m inism o; pero cuando q u ie n le hacía la en­
trevista se lo explicó, estuvo totalm ente de acuerdo:

Creo que las mujeres deberían tener los mismos derechos. Creo que
los tienen. Aun así todavía hay tipos con prejuicios que dicen que las
mujeres no pueden hacer esto, o lo otro. Creo que pueden hacer lo
mismo que nosotros.
Estas tensiones ideológicas se sobrepasan de diferentes for­
m as por diferentes hom bres, y no parece haber n in g u n a relación
evidente con la posición social. Parece que 110 se está form ando
n in g ú n proceso colectivo que las resuelva.

L a MASCULINIDAD OUE PROTESTA

Volviendo al nivel de la personalidad, exploré las historias de vi­


da con todo detalle, buscando patrones de em ociones. Las ideas
psicoanaliticas ortodoxas no fueron de m u c h a ayuda. E n c o m ­
paración con una fam ilia burguesa convencional y considerando
el orden e co n ó m ic o en este contexto, parecía m enos probable
que la id e n tific a ción p rim a ria se diera con la m adre; sin e m ­
bargo, tam p o co h a b ía u n p atrón claro de id e n tific a ción con el
padre.
Lo m ás sorprendente es que hay pocas indicaciones del víncu­
lo e m ocional derivado de las diferencias de género que espera­
ríam os de los análisis de m asculinidad.
Por ejem plo, a Jack Harley, u n m otociclista con u n historial
violento y c rim in a l, no le m olesta quedarse en casa encargado
del cuid ado in fan til si su esposa puede conseguir u n trabajo m e­
jo r pagado que el de él. Varios de sus am igos lo hacen tam bién.
Espera poder prepararse para trabajar en u n bar. Lo que le gusta
del asun to es la d im e n s ió n h u m a n a , la o p o rtu n id a d de conocer
gente y escuchar sus problem as. N o suena verdaderam ente m as­
culino; es m ás, podría considerarse trabajo de m ujeres, la clási­
ca fu n c ió n de u n a mesera en u n bar.
Lo que puede observarse de esto es un a co m b inación de límites
m uv precisos detem iinados p o r el género y u n a notable indiferen­
cia (desde el p un to de vista burgués) a su contenido psicológico.
La diferencia se co nfin a a la sexualidad y la violencia, funciones
inm ediatas del cuerpo. Jack es h o m o fó b ic o y está preocupado
porque ahora hay m ás gays y lesbianas que antes. Pero tiene la
solución. E l sexo con un hom bre está bien si el hom bre quiere
convertirse en una m ujer (lo cual im plica una cirugía transexual),
pero 110 es lo correcto si se sigue siendo u n hom bre.
Este p u n to de vista respecto a la diferencia, en el contexto de
pobreza en el que estos hom bres viven, tiene u n a lógica psicodi-
n ám ica que otra teoría puede explicar. C onsiderem os u n a tra­
yectoria personal con m ás detalle.
M al W alto n es hijo ú n ic o y su padre lo a b a n d o n ó antes de n a­
cer. Hasta hace m uy poco, siem pre vivió con su m adre y su abuela:

— ¿ C ó m o fu e v iv ir c o n t u m a m á y tu a b u e la ?
— Difícil.
— ¿ P o r q u é fu e d ifíc il?
— Eran dos mujeres. Nunca tuve a un hombre que me pusiera en
mi lugar. Siempre hice lo que quise, pero sí me hubiera gustado tener
un papá. Para que me diera m i merecido y me dijera: "Te portaste
mal”. Siempre he hecho lo contrario. Le daba a m am á su merecido
y le decía: “No, quiero hacer esto '.

Sin em bargo, rechazó los esfuerzos de su m adre para que acep­


tara la a u to rid a d de u n padrastro. A la ú n ic a que escuchaba era
a su abuela. Al inicio de su adolescencia ya era incontrolable
desde el p u n to de vista de la m adre; fuera to da la noche, cogién­
dose a las chicas. E n la escuela tam poco p u d ie ro n con él, a pesar
de que lo castigaban de fo rm a salvaje. M a l se re husó a aprender;
se le consideró u n destructor y se le m a n d ó a u n a clase especial
con los m ás atrasados. P aulatinam ente dejó de asistir a la escue­
la. E n c u a n to su situ a c ió n legal se lo p e rm itió, la a b a n d o n ó por
com pleto sin haber a p re n d id o a leer. Esto lo coloca en u n a si­
tuación desesperante en el m ercado laboral. Trata de ocultar su
an alfab etism o a la o ficina de em pleos y a sus patrones.
E n su adolescencia c o m e tió delitos m enores. C u a n d o dejó la
escuela c o m e tió robos m á s serios para poder pagar su m a rih u a ­
na. L o arrestaron a los q u in c e años, pero sa lió b a jo fianza y c o n ­
siguió m antenerse alejado de los juzgados. Después de pasar tres
años a la deriva, p rin cip a lm e n te cobrando su a sig n a ción com o
desem pleado, d ecid ió c a m b ia r y consiguió varios trabajos de
corto plazo, incluyendo “d ine ro sucio”. Así p u d o com prarse u n a
m oto y hacerse tatuajes; después chocó v se lesionó gravem en­
te. A hora vive con su n ov ia en lo que es su p rim e r hogar lejos de
su m ad re y le cuesta conservarlo. Debe 2 000 dólares [australia­
nos] e in te n ta conseguir u n trabajo ilícito para pagarlos.
La práctica ligada al género en este caso es la m is m a que la
de Pat Vincent, Jack Harley, A n g u ila y Paul G ray (hasta la m itad
de la adolescencia): violencia, resistencia a la escuela, delitos m e­
nores, drogas pesadas y alcohol, trabajos m a n u a le s ocasionales,
m oto cicle tas o coches, relaciones heterosexuales c o ila s . H a y a l­
go lla m a tiv o y extraño en el asun to . N o se trata só lo de a d o p ta r
el estereotipo c o n v e n c io n al de m a s c u lin id a d , c o m o Paul W illis
a p u n ta de m a n e ra m u y perceptiva en su e stu d io de caso a los
m otociclistas de G r a n B re ta ñ a .11 Por e jem plo, a M al no le intere­
sa el d eporte, lo e ncuentra 'a b u r r id o " . Lo m is m o o p in a Pat Vin-
cent, a u n q u e n o A n g u ila — su a p o d o se d ebe a q u e en su in fa n c ia
era u n se g u id o r fa n átic o de las A n guilas, u n e q u ip o de la liga de
ru g b y de P a rra m a tta .
E sta p rác tic a tiene m u c h o q u e ver c o n lo q u e A lfred A dler de­
n o m in ó 'protesta m a s c u lin a ”. E l c o n c e p to de A dler (d isc u tid o
en el c a p ítu lo 1) d efine u n p a tró n de características que surgen
de la experiencia in fa n til de la im p o te n c ia , v resultan en u n re­
c la m o exagerado del p o d e r que la c u ltu ra e uro pe a v in c u la con
la m a s c u lin id a d . E ntre estos jóvenes ta m b ié n se presenta u n a
respuesta a la im p o te n cia, u n re cla m o a la p o s ic ió n del poder
estructu rada co n base en el género, u n a exageración p resionada
(g o lp e ar tipos, m a n e ja r de fo rm a salvaje) de las convenciones
m a s c u lin a s .
La d ife re n c ia es q u e se trata de u n a p rá c tic a colectiva, no de
alg o q ue está d e n tro de u n a persona. Patrones m u v sim ilares se
presentan en la p rác tic a colectiva de las p a n d illa s callejeras, de
clase obrera y especialm ente de m in o ría s étnicas, en Estados U n i­
d o s . N o parece existir n in g ú n p a tró n de desarrollo igual, excep­
to, claro, el nivel de tensión ocasionado p o r la pobreza y u n m e d io
violento. A través de la in te racción con este contexto, el n iñ o que
crece ap re n d e a m o strar u n a fachad a tensa, extraña, re c la m a n ­
d o u n poder en d o n d e es evidente que n o h a y recursos reales para
obtenerlo.
Estos jóvenes tienen u n a gran p re o c u p a c ió n p o r m an te n e r d i­
ch a fachada, gastan m u c h a s energías en e x h ib ir cie rto aspecto.
E n el caso de Patrick V incent siento que estoy en presencia de u n
sistem a falso del yo, u n a p e rso n a lid a d a p are n te m e n te rígida y
condescendiente con las d e m a n d a s de su contexto; sin em bargo,

" Willis, 1978.


12 Messerschmidi, 1993, cap. 4.
detrás de ella, no se tiene org anizad o carácter alguno. M e d a mie-
■lo. Tanto A n g u ila c o m o M al W alto n h a b la b a n de que, c u a n d o te­
m an algo ah o rrado, lo gastaban en p a rrandas que llegaban al
limite. A n g u ila se asustó de sí m ism o:

—En dos meses llegué tres veces al límite, sólo con speed. Estaba
hasta atrás. Perdí dos meses. No sabía si iba o venía.
— ¿ L o d is fru ta s te ?
— Sí, lo disfruté, todavía me gusta, pero ya no llego tan lejos como
antes.
— ¿A q u é se debe este c a m b io ?
— Después de dos meses me di cuenta de cuánto había cam bia­
do. Me enojaba mucho. Si alguien decía lo que no debía decir me
enfurecía. Le pegaba a la gente y rompía las cosas en mi casa. Rom ­
pí las paredes a puñetazos, rompí las ventanas y otras cosas, así
que...

La m ascu lin idad que protesta en este sentido no es sólo la ade­


cuación a u n rol m asculino estereotípico. Es tam b ién com patible
con el respeto y la ate n c ió n a las m ujeres (en el caso de M a l Wal-
lon, a diferencia de la m iso ginia de A n g u ila ) , con puntos de vista
que aceptan la ig u a ld a d de los sexos (Pat V incent), con el afecto
por los n iñ o s y las n iñ a s (Jack H arley) y con u n a necesidad de
exhibirse que en térm in o s del rol convencional es decididam en-
ic fem enina. M al W alto n es u n a obra de arte viviente. Su c u e ip o
está a d o rn a d o con tatuajes, m ism o s que p la n e ó y fin a n c ió a lo
largo de los años con el m is m o c u id a d o que si se tratara de u n
juiardarropa de V o g u e .

O t r a s t r a y e c t o r ia s

Alan R u b in se salió de control cuando era n iño , holgazaneó algún


i iem po y a b a n d o n ó la escuela a los quince años. H a pe rm ane ci­
do en el m ism o m ed io social v las m ism as circunstancias e conó­
m icas q u e los hom bres m encionados. S in em bargo, construyó
un estilo personal “b o h e m io ” (u tilizan d o su palabra), intelectual,
irónico. C ritica a los "güevones ’ de clase obrera, borrachos e ig­
norantes, y a las “p u ta s ”, pero su p osición n o es a n ta g ó n ic a res­
pecto a los gays. Creo que h a re co n o cid o la m a s c u lin id a d que
protesta y se ha d is ta n c ia d o co nscientem ente de ella.
Ya describí la carrera educativa in te rru m p id a de Stew art H ar
dy. S u padre, u n “lu c h a d o r ’, n o tuvo m u c h a c o m u n ic a c ió n con
él, con excepción de las ocasiones en que le pedía dinero. Stewart
se sentía m ás cercano a su m ad re, pero ta m b ié n se peleaba con
ella, e specialm ente c u a n d o el padre llegaba b o rra c h o y Stewart
se le e nfrentaba.
E n este espacio h a b ía p o co que valorar, así que c o n stru y ó su
vida en o tro lugar, social y geográficam ente. Se d is ta n c ió de las
p a n d illa s de la escuela, después de c o m p a r tir su estilo agresivo.
Su siguiente salida fue la re ligión . Se in v o lu c ró , gracias a un a s
jóvenes, co n u n a iglesia fu n d a m e n ta lis ta q u e a b s o rb ió sus e ner­
gías d u ra n te varios a ñ o s v lo separó de sus n id o s c o m pañero s de
escuela. Después v in o a la gran c iu d a d . C o n s ig u ió u n trab ajo en
u n a o fic in a , se a p a rtó de su re ligión , e s tu d ió c o m p u ta c ió n , fue
a u n a escuela técnica y a h o ra se prepara para e n tr a r a la u n iv e r­
sidad. Sostiene u n a re lac ión con u n a c h ic a seis a ño s m á s joven,
pero c o n m á s experiencia sexual. Se sorprende de lo sofisticado
que es el g ru p o de a m ig o s de su novia y se p re g u n ta qu é d ir á n de
él a sus espaldas.
Paul G ray y D a n n y Taylor ta m b ié n c o m e n z a ro n cerca de la
trayectoria de la protesta m a s c u lin a . Paul se in v o lu c ró en la vio­
lencia fam iliar, el robo, las in stitucio n e s juv e nile s y la prisión.
La m a s c u lin id a d de D a n n v era alg o m ás co nv encio n al, alentada
por u n h e rm a n o y u n padre “locos p o r el fú tb o l". P a ul y Danny,
c o m o Stew art Hardy, se a p a rta ro n de esta trayectoria, pero m ás
d rásticam e n te , in te n ta n d o negar la m a s c u lin id a d he gem ón ica
y salirse de las clases bajas. E n el c a p ítu lo 5 d isc u tiré la ru ta de
Danny, así q ue a q u í seré breve. Se acercó o tra vez a su m adre, se
re lacio n ó de u n a fo rm a m u y d ependiente con u n a m u c h a c h a ,
buscó u n a fo rm a de olvidarla y se involucró con la política ecolo­
gista. Le ofrecieron u n tra b a jo e n u n a o rg a n iz a c ió n a m b ie n ta ­
lista y h a in te n ta d o aceptar, a nivel personal, la c rític a fe m inista
de la m is o g in ia m a scu lin a .
La ru ta de P a ul G ray es m á s sorprendente. S u p rim e ra e x p u l­
sión de la escuela, la fo rm a en que se in v o lu c ró en delitos m e n o ­
res, su arresto y relaciones c o n las instituciones penitenciarias, la
agresión h a cia su m adre y h e rm a n a , y su p rim e ra relación sexual
«»>11 u n a m u c h a c h a so n casi ig uales a las de las h is to ria s de Ja c k
I larley, Patrick V incent y M a l W a llo n . S in e m b arg o , P aul ta m b ié n
e re lac io n ab a c o n h o m b re s gays en los lugares q u e d e s c rib im o s
in te rio rm e n te . Al fin a l de su ad o le sc e n cia se e n c o n tra b a e n los
m árgenes del m u n d o gay, se vestía c o n ro p a d e m u je r en secre­
to y sentía n o sta lg ia p o r u n a re lac ión heterosexual. V ia jó alred e ­
d o r de A u s tra lia , estuvo preso p o r p o se sió n de d ro g a s y casi lo
violan e n la p ris ió n ; c o n el tie m p o e stab le ció u n a re la c ió n con
u n a m ujer, q u e d u r ó u n p a r de a ñ o s , y v ia jó a l e xtranjero.
Al regresar a A u s tra lia c o m e n z ó a vestirse c o m o m u je r r e g u ­
la rm e n te y a h o r a in te n ta v iv ir c o m o u n a m u je r. A sí p u d o re sol­
ver su “c o n f u s ió n " , c o m o él la lla m a . E l tra v e s tis m o lo lib e ra de
tension es", p e ro es e v id e n te q u e ta m b ié n le c ue sta m u c h o tr a ­
bajo:

— ¿ S a le s a s í e n p ú b lic o ?
— Sí, durante el últim o año y m edio norm almente salgo a la calle
como mujer.
— ¿ Y ñ o la s a lg u n a d ife r e n c ia ?
— Sí. Porque es diferente. Me vuelvo m ás consciente de quien me
rodea. Sigue siendo difícil. Pero sólo es cuestión de obligarme a ha­
cerlo. Tengo algo así com o una regla, en cuanto atravieso la puerta
de m i casa no puedo regresar hasta que cubro lo que tengo que ha­
cer y se acabe la noche. E n realidad principalmente voy a bares gays
y lugares así. Voy m ucho al cine, a muchos restaurantes. La mayo­
ría de m is amigos, una gran mayoría, ya lo saben. El tipo con quien
trabajo lo sabe desde esta semana. Fue chistoso decírselo.

Las conse cuen cias q u e tie ne q u e p a g a r son grandes. D e b id o a


q u e n o p a sa c o m p le ta m e n te in a d v e rtid o (pocos travestís lo h a ­
cen), existen riesgos físicos y sociales. E s m ás, el proceso te rm in ó
con la re la c ió n m á s larg a q u e h a b ía te n id o . S u p a re ja n o a c e p tó
lo que h a c ía .
L a b ib lio g r a fía p s iq u iá tr ic a acerca del trav e stis m o y transe-
u ia lis m o los trata c o m o s ín d ro m e s p a to ló g ic o s , q u e se e x p lic a n
gracias a cierta a n o r m a lid a d e n el d e s arro llo t e m p r a n o .13 P a u l
( Jray sí te n ía u n p a d re d istante , pero lo m is m o p o d e m o s d e c ir de

Stoller, 1968; véase la crítica presentada en el capítulo 1.


los otros h o m b re s del g ru p o . S u s itu a c ió n in fa n til estaba d e n tro
de lo n o r m a l en su m e d io . Lejos de tener u n a id e n tid a d n u c le a r
fe m e n in a , en la m ita d de su adolescencia se re la c io n ó con la v io ­
le ncia, c rím e n e s m enore s e in te rc a m b io s sexuales c o n m u c h a ­
chas. La p sico pato lo g ía c o n v e n c io n al lig ad a al género no incluye
los elem entos estructurales n i la a g e n c ia in v o lu c ra d o s en esta h is­
to ria. E l re su lta d o de las relaciones y los afectos c o n tra d ic to rio s
de la v id a de P aul d ifíc ilm e n te p o d ía h a b e r e stad o p re d e te rm i­
n a d o . P aul c o n struy ó u n re sultad o q u e tie n e la f o m i a d e u n a p r á c ­
t ic a , y to d a v ía tiene q ue tra b a ja rla , y p a g a r el precio.

M a s c u l in id a d e s d iv e r g e n t e s y p o l ít ic a d e g é n e r o

Las h isto ria s de v id a m u e s tr a n trayectorias divergentes q u e se


d e riv a ro n de p u n to s de p a rtid a s u s ta n c ia l m e n te s im ila re s. Las
m a s c u lin id a d e s c o n s tru id a s representan, en su m a y o ría , dos p o ­
siciones d e fin id a s en el c a p ítu lo 3. La m a s c u lin id a d que protesta
es u n a m a s c u lin id a d m a rg in a d a , q ue re to m a tem as de la m a s c u ­
lin id a d h e g e m ó n ic a de la so cied ad en general y los re c o n fo rm a
en el contexto de la pobreza. Stew art H a rd y y A lan R u b in , de m o ­
dos d is tin to s , c o n stru y e ro n m a s c u lin id a d e s c ó m p lic e s y se d is ­
ta n c ia ro n d e la e x h ib ic ió n d ire cta del poder, a u n q u e a c e p ta n d o
los p rivileg io s de su género.
D a n n y Taylor y P a u l G ra y re c h a za ro n este p riv ile g io . Vale la
pe n a a p u n ta r qu e P a u l n o h a to m a d o la d e c is ió n de c a m b ia r de
sexo. N o q u ie re "la o p e ra c ió n ” ; lo que q u ie re es "v iv ir c o m o u n a
m u je r" de fo rm a c o tid ia n a . S u p rác tic a es sobre to d o u n a ru ta de
sa lid a de la id e n tid a d m a s c u lin a . A este respecto — a u n q u e en
a p a rie n c ia e sp e ctacu larm en te diferente— su ló g ic a es s im ila r al
in te n to de D a n n y de liberarse de su c o n c ie n c ia m a s c u lin a . E stos
dos casos ro m p e n las fronteras de u n a c la s ific a c ió n de m a s c u li­
nidade s. N o p o d e m o s d e fin ir sus p e rso n a lid a d e s c o m o tipos de
m a s c u lin id a d ; sin e m b a rg o , sí p o d e m o s c o m p re n d e r lo que h a ­
cen en té rm in o s de la p o lític a de la m a s c u lin id a d .
El proceso activ o q u e se e n fre n ta a cierta s itu a c ió n y c o n s tru ­
ye fo rm a s de v iv ir en ella es c e n tra l en la c o n fo r m a c ió n del gé­
nero. E l c arác te r p o lític o del proceso resulta ser u n a clave de las
dife ren cias entre estos h o m b re s.
i odos sus provectos se c o n fo rm a n p o r las carencias debidas a
u clase social. C onstruyeron el género desde el p u n to de p a ilid a
. Ic la p o b re za y con p o c o acceso a recursos e conóm icos y c u ltu ­
a le s . E l e no jo de los “m otociclistas" en contra de la gente "co­
m ú n "* se debe al re se ntim ien to de clase, y a la e x h ib ic ió n de la
11 lasculinidad colectiva. E l rechazo de Stew art H a rd v a la mascu-
lin id ad q ue protesta se re lacio na ín tim a m e n te con su m o vilid ad
hacia clases m á s protegidas (m o v ilid a d que se g a n ó a pulso, p o r
eierto), co n el d e s cu b rim ie n to de u n a p rác tic a lig a d a a la clase
social q u e in te n ta su b ir de nivel a través de la educación , la reli­
gión y el em pleo.
A lan R u b ín , q u ie n n o exhibe la m a s c u lin id a d que protesta,
I ¡ene u n p u n to de vista a ú n m á s radical que el de los m o to c ic lis­
tas respecto a la a u to rid a d y las convenciones. C onsidera que el
sistem a e c o n ó m ic o y p o lític o es 'totalm ente c o m ip t o ” y que la
religión es “puro rollo". C ritica a la “gente plástica" que “sólo exis-
le" y no sabe qué es lo que pasa en realidad. A lan rechaza trabajar
en d onde “recibe órdenes de u n a bola ele cretinos" y en d onde o b ­
tendría ganancias para d ueños que ya son m illonarios. El código
de la venganza — “si alguien m e hace pasar m alos m om entos, yo
ta m b ié n lo hago pasar m a lo s m o m e n to s"— a lc a n za m ayores
p ro fundidade s c u a n d o se le considera u n a proposición d e b id a a
la clase. S in em bargo, en la práctica, Alan no se defiende. En una
investigación que es ya clásica, R ichard S ennelt y Jo n a lh a n C obb
escribieron sobre “las escondidas lesiones d eb id as a la clase so­
c ia l” de los h o m bre s estadounidenses.14 Ju n to al enojo social,
en este caso ta m b ié n existen lesiones debidas a la clase social, u n
se n tim ie n to de que se tienen opciones lim ita d a s y u n a p ráctica
constreñida.
Stew art Hardy, a pesar de h a b e r e x pandido su e ducación, si­
gue sie n d o h o m o fó b ic o y m isó g in o . M a n ip u la a las m ujeres en
sus relaciones; sus respuestas a las preguntas sobre el fem inism o
son largas, confusas y llenas de enojo. Y, en contraste con Pat Vin-
cent y Jack Harley, posee u n a h o s tilid a d convencional a la idea
de que su esposa gane m á s que él, ya que d a ñ a ría su autoestim a.

* Nota a la traducción: En este caso, debido al contexto tradujimos "straight”


como común.
14 SennettyCobb. 1973.
S in e m b arg o , a u n q u e S te w art y A lan desean los beneficios de
la su p re m a c ía m a s c u lin a , n o se p re o c u p a n p o r p a g a r el precio
de la m is m a . O p ta n p o r m antenerse a l m a rg e n de la c o n fro n ta ­
ción física, el trab ajo e m o cio n al, el m a n te n im ie n to de la vida con
am igos. Ven con desprecio a los "tipos" y "basuras" — gente com o
A n g u ila y Patríele— que hacen el trab a jo su cio re la c io n a d o con
la p o lític a sexual.
Así que, a pesar de que A lan v Stew art se e n c u e n tra n genuina-
m ente d ista n c ia d o s de la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a , su m a s c u ­
lin id a d es c ó m p lic e del proyecto colectivo del p a tria rc a d o . Es
m ás, c o m o estos hom bres pagan m enos del precio que sostiene al
patriarcado, su práctica p o d ría generar m enos resistencia y c a m ­
b io que la m a s c u lin id a d que protesta.
E l proyecto de la m a s c u lin id a d que protesta se d esarrolla en
u n a s itu a c ió n de clase m a rg in a l en la que el re cla m o del poder,
central p a ra la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a , se niega c o nstante ­
m ente d e b id o a la d e b ilid a d e c o n ó m ic a y c u ltu ra l. M al W alto n
p ue de ser m u y fuerte y sus tatuajes pue de n asustar, pe ro n i si­
q uiera sabe leer. A n g u ila puede ser el a lb o ro ta d o r m á s ru d o de
sus am igo s, pero la p o lic ía c o m o in s titu c ió n es m á s r u d a que to­
dos ellos ju n to s , y lo saben.
D eb id o a su s itu a c ió n de clase y de p rác tic a (p o r e jem plo , en
la escuela) estos h om bre s h a n p e rd id o la m a y o r p a ite de los d i­
videndos del p a tria rca d o . Por e jem plo , p e rd ie ro n lo que resulta
de la g a n a n c ia e c o n ó m ic a de los ho m b re s c o n em pleo; las m ejo­
res o pcio nes de ser p ro m o vid o s, las m ejores clasificacion es en
el trabajo, frente a las m ujeres. Si aceptan esta p é rd id a , acepta­
r á n la ju s tic ia de su p ro p ia carencia. S i tra ta n de resolverlo con
acciones directas, el p o d e r estatal los d etendrá.
U n a m a n e ra de resolver esta c o n tra d ic c ió n es p o r m e d io de
exhibiciones espectaculares, a su m ie n d o la m a rg in a c ió n y el estig­
m a y m o strán d o lo s. A nivel personal, esto se trad u c e c o m o u n a
preocupación constante p o r la fachada o la credibilidad, lo que no
es necesariam ente d e fe n d e rla m a s c u lin id a d obrera trad icional.
Ja c k Harley, c o m o ya m e n c io n a m o s , n o se m olesta si su m u je r
gan a m ás d in e ro que él. Pero sí se e n o ja si se le presenta al h ijo o
h ija de otro h o m b re c o m o si fuera de él, o si su m u je r se acuesta
con a lg u ie n m ás. S u p re o cu p ación reside en parecer u n a a m e n a ­
za, en q ue se vengará, en evitar que lo la stim e n h a c ie n d o que los
d em ás p ie n s e n q u e él los la s tim a r á m á s . E n la e n tre v ista repite
liases c o m o : "S i m e sacan u n c u c h illo , les saco u n c u c h illo ".
A nivel del g ru p o , la p rá c tic a colectiv a de la m a s c u lin id a d se
convierte ta m b ié n en u n a re p re se n ta ció n . Las fiestas d e A n g u ila
están p la g a d a s de testigos — las m ujeres sile n cia d a s, los p o licías
que están a fu e ra — ; de ig u a l fo rm a , a los m o to c ic lis ta s los obser­
va siem pre la gente c o m ú n . Pensem os lo que pe nse m os sobre este
g u ió n , n o p o d e m o s n e g a r q u e es u n a p r o d u c c ió n h á b il, a u n a d a
de m a n e ra m u v fin a, q u e se representa c o n m u y p o c o s recursos.
E l p r o b le m a es q u e la re p re s e n ta c ió n n o c o n d u c e a n in g ú n
lado. N in g u n o de los c in c o tie n e n u n s e n tid o m u y c la r o de a lg ú n
fu tu ro in d iv id u a l o c o m p a rtid o ; lo ú n ic o q u e p u e d e n im a g in a rs e
es m á s de lo m is m o . A n g u ila está to m a n d o u n cui*so d e c o m p u ­
tación co rto y cree qu e le va bien; sin e m b arg o , la im a g e n se IH in ­
ca in m e d ia ta m e n te :

— No pienso m ucho en el futuro, tomo las cosas día a día. Con suer­
te, algún día seré un analista de sistemas. Si me va bien con el curso
y consigo em pezar algo con él, podré trabajar com o operador, pro­
gramador, y después como analista de sistemas. Mi futuro será eso.
a menos que muera antes de los cuarenta.
— ¿D e q u é ?
— No sé. Dicen "vive rápido y muere joven", ¿no? Me encantan las
motos. Estaría en una hasta el día que muera. M oriría en una moto.
No voy a dejar de divertirme. Es una forma de vida, ¿no? Los rasta-
faris. Creo en esa religión.

E stas d e c la ra c io n e s n o so n ta n casuales c o m o p a re c e n . E l te­


m a de la m ue rte , especialm ente el de la m ue rte en m o to c ic le ta , es
recurrente e n la c u ltu r a de las m o to c ic le ta s e n to d o el m u n d o .15
L as entrevistas c o n Pat V in c e n t y M a l W a lto n , n o r m a lm e n te
m e n o s elocuentes q u e las de A n g u i la , in c lu y e n p asaje s in q u ie ­
tantes sobre q u é es lo q u e les d e ja r á n a sus h ijo s e h ija s . Pat se
im a g in a a u n n iñ o , y en su v is ió n le e n se ña ra a b o x e a r y le van­
tar pesas p a ra q u e c u a n d o teng a d ie c io c h o a ñ o s p u e d a d a rle su
m ere cido a q u ie n se m e ta c o n él. M a l quiere a u n n iñ o , p a ra c o n ­
servar el n o m b re , y a u n a n iñ a ("p o rq u e las p u e d e s vestir y h a ­
cer q u e se vean m u y b o n ita s "). Q u ie re q u e el n iñ o sea lo q u e él
n o p u d o ser. T a m b ié n q uie re d ejarle lo q u e c o n sid e ra son sus c o ­
n o c im ie n to s m á s valiosos, es decir:

Pues, si quiere fum ar mota, que la fume conmigo. Si yo no estoy fu­


m ando, pues que la fume cerca de donde yo estoy. Lo que no quiero
es que su primera experiencia con drogas sea una verdadera... es
como si alguien va y consigue s p e e d y lo corta con vidrios, lo que algu­
nos hacen, v se lo mete sin filtrarlo, entonces realmente habrá metido
la pata. Quiero que venga y me diga "papá, quiero probar tal cosa",
o “quiero fum ar esto", o "quiero ponerme hasta atrás". Mientras ven­
ga y me diga, entonces sabré qué es lo que hace y de qué se trata.

La m a s c u lin id a d que protesta parece ser u n callejón sin salida.


R e a lm e n te se trata de u n a respuesta activa a la s itu a c ió n y se
co n struy e so bre cierta ética de s o lid a rid a d d e riv a d a de las c o n ­
d ic io n e s de ser u n h o m b re p ro v e n ie n te de la clase o b rera. S in
em b arg o , se trata de u n so lid a rid a d que separa a l g ru p o del resto
de la clase o brera. L a p é r d id a de la base e c o n ó m ic a de la a u to r i­
d a d m a s c u lin a c o n d u c e a u n a c o n c ie n c ia d iv id id a — ig u a lita r is ­
m o v m is o g in ia — y no a u n a n u e v a d ire c c ió n p o lítica .
Los c a m in o s q ue a le ja n a D a n n y T ay lo ry P a u l G ra y de la m a s ­
c u lin id a d h e g e m ó n ic a son tan d ra m á tic o s , en sus p ro p io s tér­
m in o s , c o m o las e x h ib ic io n e s de p o d e r de los m o to c ic lista s. La
d ife re n cia es q ue so n m a rc a d a m e n te in d iv id u a le s . D arm v niega,
de m a n e ra d ire cta, la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a a través de u n a
b ú s q u e d a p e rso n a l q u e to m a la fo rm a de u n a re c o n fo rm a c ió n
del yo. N o se trata de u n proyecto c o m p a rtid o .
P a u l se e n c u e n tra to d a v ía m á s a b so rto en sí m is m o . E stá a
p u n to de u s a r ro p a de m u je r frente a sus a m ig o s y su fa m ilia , y
a c a b a de h a ce rlo en el lu g a r de tra b a jo . E stá a p re n d ie n d o a ne ­
g o c ia r espacios p ú b lic o s c o n su n ue v a ro pa, in te n ta n d o a s u m ir
lo q u e s ig n ific a v iv ir c o m o u n a m u je r en su v id a sexual, reinter-
p r e ta n d o su p a sa d o . N o es u n tran se x u a l c o n v e n c io n a l16y n o re­
p ite el re c la m o c lásico de q u e él es “en re a lid a d u n a m u je r". E n
su v id a se d e s a rro lló u n a c o n tra d ic c ió n q u e h a d iv id id o a u n q u e
n o h a te r m in a d o con su se n tid o de m a s c u lin id a d . L o m á s que se
im a g in a es ser u n a m u je r en co n struc c ió n , y tiene fantasías con-
Iradictorias en las cuales se im a g in a su fu tu ro c o m o el de u n
h om bre o el de u n a m u je r c o n genitales de h o m b re . Sea cual sea
el resultado, p o r el m o m e n to su proyecto se e n cu e n tra to ta lm e n ­
te in d iv id u a liz a d o .
La p rá c tic a lig a d a al género en el caso de P a ul elabora, mien-
n as que la de los m o to ciclistas a te n u a b a , la d im e n s ió n cultural
i leí género. E n su caso p o d e m o s ver posib ilid ad e s políticas d ifí­
ciles de cristalizar, pero im p líc ita s en los m ú ltip le s espacios que
ha o c u p a d o en las relaciones de género d urante los ú ltim o s años.
I .a p o lític a e s tm c tu ra d a con base en el género parece c o m p lic a r
v autofertilizar, en lu g ar de encoger, la esfera en la q ue el géne­
ro se expresa o representa.
S in e m b arg o , es m u y d ifíc il p o d e r esperar q u e las actividades
a favor del m e d io a m b ie n te de D anny o los zapatos de tacón alto
de Paul sean los precursores de u n m o v im ie n to de m asas entre
los jóvenes obreros. Las ú n ic a s esperanzas residen en aspectos
de la s itu a c ió n q ue o p a c a n la m a s c u lin id a d que protesta, pero
que siguen presentes en las h istorias de vida de los ho m bre s sin
em pleo. Se trata de la ló g ic a e c o n ó m ic a que a p u n ta la los hoga
res equitativos, la experiencia in d iv id u a l de la lu e rza de las m u ­
jeres y el interés q ue v ario s de los h om bre s tienen e n los n iñ o s y
las n iñ a s (interés que pocos de ellos sin tie ro n de parte de sus p a ­
dres). Estos detalles sugieren u n a e q u id a d de género en el á m ­
bito d o m é stic o que c ontrad ice la e x h ib ic ió n h ip e rm a s c u lin a en
las carreteras V las fiestas.
E sta m o s h a b la n d o de lo que p o d ría n ser p o s ib ilid a d e s fasci­
nantes y, tal vez, im portantes. E l que se vuelvan realidad depende
de u n a respuesta p o lític a m á s explícita a las cuestiones d e p e n ­
dientes del género, que em erja de los hom bres de la clase obrera.
C o m o h a n p ro b a d o los Acereros U n id o s de A m érica (en C a n ad á)
V la F e de ración de T rabajadores de la C o n s tm c c ió n (en A ustra­
lia), tal respuesta puede provenir de los sindicatos d o m in a d o s p o r
h o m b re s.1 S in e m b arg o , en u n a época en la c u a l el s in d ic a lis ­
m o d e clin a, y la m ay o ría de las b atallas para defe nde r el em pleo
se pierde, es d ifíc il im a g in a r u n a form a en la c ual se desarrolle
u n a respuesta m ás a m p lia .
CAPÍTULO 5
UN M U N D O COM PLETAM ENTE NUEVO

En este c a p ítu lo se d isc u tirá u n a experiencia radicalm ente dis-


linta a la de la m a s c u lin id a d que protesta. Se o c u p a de u n g ru ­
po de hom bres que h an in te ntad o re form ar su m a s c u lin id a d , en
parte d eb id o a la crítica fem inista. Se trata exactam ente del tipo
de h o m bre s "débiles” despreciados p o r el m o v im ie n to mitopoé-
lico m a s c u lin o y por otros que quisieran que la m a s c u lin id a d he­
gem ónica resurgiera. Visto con detalle, su proyecto es m ás difícil
y su h isto ria m ás interesante que lo que el desdén antes m e n c io ­
nado sugeriría.
E n el cap ítulo 4 enfaticé la divergencia de proyectos ligados al
género que surgían de la m is m a situación . E n este c a p ítu lo a n a ­
lizaré sólo u n proyecto, ya que las trayectorias de género de los
hom bres en cuestión son esencialm ente sim ilares. S in em bargo,
lo haré con m ay o r detalle y prestando m ás atención a las contra­
dicciones internas del proyecto.
E n p rim e r lugar, es necesario describir el espacio en el cual
se d io el encuentro con el fe m inism o. Al ig u a l que en Estados
Unidos al co m ie n zo del m o v im ie n to e studiantil, en A ustralia se
desarrolló ta m b ié n u n a contracultura. A finales de los años se­
tenta el m o v im ie n to del "regreso a la tierra" creó u n a red de co­
m unas rurales y hogares contraculturales que se esparcieron en
los estados orientales. S in em bargo, la m ay o r parte de la confra-
cultura sig u ió siendo urb ana.
Con el declive del radicalism o político de m ediados de los años
setenta, el foco de la vida de la c ontracultura se desplazó hacia
la in trospección y las relaciones personales. A p rin cip io s de los
ochenta existía ya u n m e d io terapéutico b ie n desarrollado que
se centró en el crecim iento y el saneam iento personales. Se tra­
taba de u n interés en la m ed itación, conectado, a través de la a li­
m e n ta c ió n vegetariana y las filosofías holistas, con la pre ocupa­
c ió n p o r la n a tu ra le z a .1
Al m is m o tiem po su rg ió u n nuevo activ ism o que se ocupaba
de cuestiones am bientales. G ru p o s c o m o el M o ve m e nt Against
U ra n iu m M in in g (M o v im ie n to C ontra la E xtracción de Uranio),
F riends o f the E arth (A m igos de la Tierra), G reenpeace y otros
grupos de c a m p a ñ a s a d h o c se volvieron vehículos del activism o
ju v e n il. O b lig a ro n a grupos establecidos, c o m o la A ustralian
Conservation F ou n d atio n (F u n d a ción para la C onservación Aus­
tralian a), a m ilita r m á s activam ente. A p rin c ip io s de los años
ochenta, el m ovim iento tuvo la fuerza suficiente p a ra organizar el
b loqueo a la construcción de u n a presa hidroeléctrica en Tasma-
nia, en el lejano río F rank lin . E sta a c c ió n de defensa de la selva,
m u y p u b lic ita d a v popular, a y u d ó a d e n otar a l g o b ie rn o federal
conservador en las elecciones de 1983.-
A finales de los año s sesenta, u n m o v im ie n to de libe ración de
las m ujeres surg ió del ra d ica lism o de las universidades y despla­
zó a las o rg anizacion es fe m e ninas establecidas. S u escala y visi­
b ilid a d crecieron m u y ráp id am e nte . E n 1975, A ño In te rn ac io n al
de la M ujer, el nuevo fe m in is m o era ya tem a de a te n c ió n de los
m edios de c o m u n ic a c ió n . A finales de los setenta, el fe m in is m o
co nso lid ab a los servicios de las m ujeres en la burocracia, la vida
a cad ém ica, entre los y las estudiantes y en la c o n tra c u ltu ra .3
A p rin cip io s de los ochenta tuvo u n gran im p a cto en el m o v i­
m ie n to am bientalista. E l ecofem inism o había surgido en el m u n ­
d o c o m o u n a corriente im p o rta n te del p e n sa m ie n to fe m inista;
en él resonaban las criticas ecologistas al desarrollo destructivo.
A u n q u e sí se dieron ciertos conflictos con los h om bre s que d ir i­
gían los grupos de a cción a m b ie n talista , m u ch o s de ellos fueron
m u y receptivos a las ideas fem inistas. E n pocas áreas de la p o lí­
tica a u s tra lia n a la presión fe m in ista tuvo tanto éxito c o m o en
ésta. Los hom bres involucrados con la política am b ie ntalista, sin

1 Para el contexto de la contra cultura en Australia, véase S m ith y Crossley,


1975.
2 Las acciones llevadas a cabo en la presa Franklin se documentan en W il-
derness Society, ! 983. El m ovim iento ambientalista australiano se describe en
H utton. 1987; para un excelente estudio de la estrategia y la realidad rurales,
véase Watson, 1990.
3 Para la historia del m ovim iento, véase Curthoys, 1988.
m iportar sus historias personales, no pueden evitar la p o lítica de
v
, enero com o queda definida p o r el fem inism o.
Los seis h o m bre s que discutirem os en este capítulo se in v o lu ­
craron en el m o v im ie n to a m b ie n talista y la m ay o ría de ellos te­
nía u n a experiencia a m p lia de la contracultura. Se trata de Barry
kvan (22), estudiante de enferm ería; D annv Taylor (23), trabaja­
dor en la o ficin a de u n grup o de a cción am bientalista; B ill Lin-
dem an (28), fotógrafo em pleado ocasionalm ente; Nigel Roberts
(31), desempleado; Tim M arnier (33). em pleado público, y Peter
(ieddes (50), periodista em pleado ocasionalm ente.
Todos son heterosexuales; dos tienen hijos. Todos vienen de
contextos urbanos, a u n q u e com o resultado de su política a m ­
bientalista o co n tracultural la m ay o ría ha vivido d u ra n te algún
tiem po en granjas o en el bosque. Tres estuvieron directam ente
involucrados en la acción contra de la presa F ranklin. Todos han
participado en cam pañas am bientalistas en otras paites del país,
en acciones de protección al bosque tropical.

E l MOMENTO DEL COMPROMISO

I .o que podem os concluir de los primeros recuerdos de estos h o m ­


bres, y sus descripciones de las relaciones fam iliares, es que v i­
vieron experiencias infantiles convencionales. E n los seis casos
quien cuidaba directam ente de los hijos era la m adre. E n cinco
de los seis casos, la m adre se o c u p a b a del hogar de tiem po c o m ­
pleto cuando el n iñ o era pequeño. Las condiciones para la identi­
ficación preedípica con la m adre se encontraban m ás claram ente
presentes que en la m ayoría de los casos de los h om bre s discu­
tidos en el cap ítu lo 4; es claro que los mayores ingresos de casi
todas estas fam ilias se ven reflejados en el asunto.
La teoría fem inista de las relaciones/objeto (ca p ítu lo 1) nos
alerta respecto a las presiones que obligan a la separación en es­
te tipo de relaciones, y estas presiones pueden rastrearse en los
recuerdos infantiles de casi todo el grupo. A lgunas veces se re­
lacionan de m anera directa con los padres, y en esto podem os
encontrar el clásico p atrón de ide ntificación postedípico con el
padre, distante y poderoso. B arry R yan es el que m á s se id e nti­
fica con su padre; le sigue Tim M arnier. A m bos padres eran p ro ­
fesionistas, portadores de u n a a u to rid ad social reconocida y sus
hijos los presentan com o algo distantes. S in em bargo, n i siquiera
en estos casos podernos h a b la r sólo de id e n tific a c ió n . Los Ryan
se separaron c u a n d o B arry tenía doce años. A diferencia de sus
herm anos y he rm anas, Barry d e c id ió vivir con su pap á, no con
su m a m á , y las circunstancias sugieren que u n a c o m e n te de de­
seo edípico sustentó la id e ntificación .
Otras historias m uestran que tenem os que ir m ás a llá del es­
trecho enfoque del trián g u lo edípico m adre/padre/hijo. E l padre
no es el ú n ic o p o rta d o r do la m a s c u lin id a d desde la v isión de un
n iñ o pequeño. Es m ás, p ud ie ra ser que el padre fuera m enos vi­
sible, en ciertas configuraciones fam iliares, que u n h e rm a n o m a ­
yor. Así, el h e rm a n o de D anny Taylor fue quien lo llevó de la m ano
y le enseñó sobre el sexo, q u ie n era su " m e jo r a m ig o ” d urante el
final de su n iñe z y el p rin cip io de su adolescencia. "Salíam os ju n ­
tos, ju g á b a m o s ju n to s todo el tie m po , so líam os tener el m is m o
cuarto y c o m p a rtía m o s m u ch as cosas". E n consecuencia, el her­
m a n o era u n m o d e lo para desarrollar la m a s c u lin id a d . Y se tra­
taba de u n a m a s c u lin id a d hegem ónica, puesto que ei*a m u y buen
jug ad o i de fútb ol, im p u ls a d o p o r el padre, que estaba "loco por
el deporte". Así que D a n n y ta m b ié n ju g a b a fútbol.
E n este caso podem os ver dos versiones de la re producción
social de la m a s c u lin id a d hegem ónica: de padre a h ijo , de her­
m a n o m a y o r a h e rm a n o m enor. Estos eventos se describen en
térm in o s psicoan alíticos com o "id e n tific a c ió n " o, en térm inos
de los roles sexuales, c o m o "aprendizaje social exitoso". S in e m ­
bargo, estas lecturas son d e m asia d o m ecánicas. T am bién se dio
u n a a p ro p ia c ió n activa de lo que se ofrecía, u n a construcción
que tenía c o m o p ro p ó sito u n a form a de ser en el m u n d o .
D efiniré esta a p ro p ia c ió n c o m o el m o m e n t o d e l c o m p r o m is o
con la m a s c u lin id a d hegem ónica, el m o m e n to en el cual el n iñ o
asum e el proyecto de la m a s c u lin id a d hegem ónica c o m o propio.
Este m o m e n to aparece, en cada u n a de las seis historias de vida.
N in g u n o de estos hom bres h a b ía n acido , p o r decirlo de alg una
m anera, fem inista. Cada u n o se c o m p ro m e tió sustancialm ente
con la persona que se estaba desarrollando h acia la m a s c u lin i­
d ad hegem ónica. Las historias de vida m uestran elem entos tan
fam iliares c o m o la com petencia, la orientación hacia u n a carre­
ra, la sup resión de las em ociones, la h o m o fo b ia .
C o m o a rg u m e n té en el c a p ítu lo 2. el se n tid o c o rp o ra l de la
m a s c u lin id a d es central para el proceso social. U n a parte fu n d a ­
m ental del m o m e n to del c o m p ro m is o es, pues, el d esarrollo de
una experiencia específica del c u e rp o y u n a s e n s ib ilid a d física
particular. B arry Rvan, p re p arán d o se para ser e nferm ero, cuen-
la que llegó a v alo rar características fem e ninas c o m o la se nsib i­
lidad, la expresividad y el c u id a d o , y te rm in ó re c h a za n d o las
cosas “m a s c u lin a s ” que le e n se ña b an en la escuela. S in e m b a r­
go, al m is m o tiem po:

Sigo siendo muy masculino y definitivamente siento que soy un hom ­


bre, y me gusta. Me gustan ciertos aspectos de ser hombre; me gus­
ta mucho la fuer/a física, me gusta m i cuerpo; esa fuerza mental
que los hombres aprenden a tener y con la cual pueden elegir hacer
a un lado sus sentimientos por un momento me parece m uy bien.

Este proceso de m a s c u lin iz a c ió n se extiende hasta in c lu ir la


percepción y la excitación sexual. Pone en p r im e r p la n o expe­
riencias corporales que d e fin e n a las m ujeres c o m o "lo o tro ”, y
c o n fo rm a el deseo c o m o u n deseo p o r lo otro. L a heterosexuali­
dad o b lig a to ria que d is c u tim o s en el c a p ítu lo 4 to m a fo rm a al
nivel de la experiencia c o rp o ral c o m o u n p a tró n de sensación o
u n a c a p a c id a d p ara se ntir (p o r e jem plo, la e x citación sexual co­
m o u n a respuesta q ue se o b tie n e sólo frente a m ujeres). A este
p a tró n lo lla m a ré “se n sib ilid a d heterosexual ', té r m in o extraño
que d e n o m in a a u n co ncepto im p o rta n te .
U na sensibilidad heterosexual puede presentarse c o m o la capa
c o n tra d ic to ria de la c o n c ie n cia en u n a p rác tic a social q u e cons­
truye a la fe m in id a d . E l sentido que Barry R van tiene de sí m is m o
c o m o u n e nferm ero ilustra el concepto. De fo rm a m á s c o m ú n
para los h o m bre s, subvace en las prácticas sociales que c o n stru ­
yen la m a s c u lin id a d . Es la ra zó n p rin cip a l p o r la c ual el deseo he ­
terosexual se siente c o m o a lg o n a tu ral, c o m o alg o re lacio n ad o
ap are n te m e n te con u n c u e rp o ex perim e ntad o c o m o m a s c u lin o .
D u ra n te la adolescencia, la c o n stru c c ió n de la heterosexuali­
d a d era u n a p ractica colectiva que se re aliza b a n o rm a lm e n te en
grupos de a m ig o s. E sto es c o m ú n en estudios re alizad o s a jó v e ­
nes, así que n o necesito com entarlo. Peter Geddes recuerda ir ó n i­
cam en te u n a técnica social c o m ú n en los h o m b re s australianos:
Cuando eras adolescente salías y te emborrachabas para no sentir­
te intim idado, tím ido o nervioso. Y te ibas con cualquiera, en reali­
dad con cualquiera, en especial con la más bonita, sin embargo, si
no era la más bonita no importaba, siempre y cuando te acostaras...
Mi vida sexual de adolescente y la mayor parte de m i vida de casado
ha seguido este patrón: me ponía hasta atrás, se la metía y tenía un
orgasmo... daba las gracias, le decía que la había pasado muy bien
y me iba a casa o me quedaba dormido.

La fa m ilia y el g r u p o de a m ig o s p r o p o r c io n a b a n a p o y o s u fi­
ciente p a ra q u e el m u c h a c h o se c o m p r o m e tie r a c o n la mascu-
lin id a d h e g e m ó n ic a y su e s tru c tu ra c ió n del deseo.

El. D IS T A N C IA M IEN T O

S in e m b a rg o , las m is m a s relaciones sostienen tensiones que pue ­


den c o n d u c ir e n otras direcciones. P o r e jem plo, la ruta q u e sig u ió
D a n n y Taylor h a c ia su vida a d u lta n o fue tan d ire cta c o m o su p u n ­
to de p a rtid a sugeriría. De sus intentos p o r im ita r a su h e rm a n o y
a p ro p ia rs e de la m a s c u lin id a d , se d e s a rro lla ría cierta d ialéctica.
Ju g a b a fú tb o l para im p re s io n a ra sil p a p á, p e ro esto n o le fu n ­
cio nó. La s o lid a rid a d e n ü e su h e rm a n o y su padre era dem asiada.
D a n n v estaba m u y celoso de su h e rm a n o y c o m e n z ó a resentir el
hecho de estar d o m in a d o p o r él. Se acercó a su m ad re, q u ie n se d io
c u e n ta de lo q u e p a sa b a y le p ro p o rc io n ó "m á s c a r iñ o ". C u a n d o
llegó a la m ita d de su a do le sce ncia — D a n n y u b ic a el m o m e n to
exacto a sus q u in c e a ñ o s — los v ín c u lo s e m o c io n a le s se h a b ía n
re c o n fig u ra d o v la fa m ilia se e n c o n tra b a d iv id id a y e n o ja d a .

Hace unas pocas semanas discutí con m i hermano y me dijo —así


nada más, sin motivo alguno— : "¡M am á se cree que eres maravillo­
so!". y recordé todo lo que sentía entonces. Estábamos totalmente
divididos, m i padre y mi hermano, m i madre y yo; nos separaba un
vacío. La relación entre m i hermano y m i madre era m uy rispida...
Y m i padre y yo nos llevábamos muy mal. Yo le gruñía y si era agre­
sivo o se enojaba con m i madre, yo sentía que tam bién era conmigo.
Además, si m i padre me regañaba por algo — lo que algunas veces se
justificaba— m i madre corría a defenderme.
Así que parece que la separación edípica entre u n n iñ o y su
madre puede ser vuelta a negociar y, hasta cierto punto, puede ser
revertida en la práctica posterior. N o fue u n c a m b io superficial.
A p a rtir de esta so lid arid ad re trab ajad a con su m adre, D a n n y se
solidarizó, y hasta se id e ntificó, con otras m ujeres. La historia
i le vida de D a n n y sugiere con c la rid a d que la re co n fig u ra c ió n de
las relaciones fam iliares en su adolescencia fue la base e m o c io ­
nal de la p o lític a de género disidente que caracteriza los p rim e ­
ros años de su edad adulta.
E l m is m o d ista n c ia m ie n to puede encontrarse en otras vidas,
aunque de m a n e ra m enos d ra m á tic a . B ill L in d e m a n , q u ie n te­
nía u n a re lación cálid a con su padre, le tenía lás tim a y se refería
al curso "trág ico ” de su vida: "gran parte de su vida fue devora­
da p o r los 35 años, o los q ue fueran, que pasó tra b a ja n d o p a ra
ganar d in e ro '. Nigel Roberts era m á s am argo al d escribir a su
padre; lo consideraba u n a persona p á lid a y d errotada que " n u n ­
ca llegó a ser u n ho m bre ". A u n q u e la carrera c o m o estudiante
activista de N igel lo llevó a confrontaciones físicas con la p o li­
cía y a ser arrestado, no sostuvo la m ilita n c ia . Se describe com o
incapaz de relacionarse con chicas a finales de su adolescencia
porque, a u n q u e no era n in g ú n m ac h o , n o sabía presentarse ante
ellas de otra form a.
N in g u n o de estos episodios fue u n a b uena estrategia para for­
mas alternativas de m a s c id in id a d . Se trató de m o m e n to s de ne­
gación, c u a n d o m u c h o de m aneras de distanciarse d entro de u n
marco dependiente del género aceptado. Recordem os la queja de
Nigel respecto a que su padre "n u n c a llegó a ser hom bre ".
S in em bargo , el m is m o o rd en de género es c o n trad ic to rio y la
experiencia práctica puede d e b ilita r las convenciones p a tria r­
cales. C in co de los seis hom bre s describieron a lg ú n encuentro
cercano c o n la fuerza fe m e n in a en el transcurso de su fo rm a ­
ción personal. Por ejem plo, el padre de Peter Geddes, in capaz de
poner los pies en la tierra después de la segunda guerra m u n d ia l,
parece h a b e r sido desplazado p o r su esposa. A Peter no le gus-
laba el carácter presuntuoso de su m adre, pero sí reconocía que
cí a la fuerza de la fam ilia. N igel Roberts, a la deriva después de
salir de la escuela, co n v irtió la relación con su nov ia en su p r in ­
cipal sostén m ientras vagaba p o r la c ontracultura rural. C uando
m ás larde se enfrentaron al fe m in is m o , las im ágenes fem inistas
de la fuerza de las m ujeres resonaron en re lación con cierta p a r­
te de su p ro p ia experiencia.

E L MOVIMIENTO AMBIENTALISTA

Los seis se relacionaron con la p o lítica ecologista siguiendo ru ­


tas distintas. E l activism o a m b ie n ta lista de Nigel R oberts fue
u n aspecto de su radicalism o ju v e n il. E n el caso de Peter Geddes
se trató del p u n to fin al de u n a odisea que c o m e n z ó con la crisis
de su carrera c o m o periodista. E l interés de B ill L in d e m a n p o r el
m e d io a m b ie n te c o m e n z ó con el gusto fa m ilia r p o r los bosques
y los c a m p a m e n to s vacacionales.
Tim M a rn ie r se re lacio nó con las cuestiones a m b ie n talista s
m ás com o a d m in is tra d o r que c o m o m ilitante, a u n q u e su fam ilia
p a rtic ip ó en el lib e ralism o progresista de los a ño s sesenta y se­
tenta, y él vivió en u n a c o m u n a con u n grup o de m ujeres fem inis­
tas. Se "h a rtó de trabajar c o m o taxista, recogiendo boiTachos por
las noches". A lguien que conocía le ofreció u n trab a jo de m ed io
tiem po en u n proyecto de investigación am b ie ntal, que se convir­
tió en un e m p le o de tie m p o c o m p le to que "c a m b ió m i vida".
D anny Tavlor se re lac io n ó con las cuestiones a m b ie ntalistas
c o m o parte de su e x ploración de la c o n trac u ltu ra , b u sc a n d o re­
cuperarse de u n a crisis en su vida sexual. Para B arry Rvan, igual
que para Bill L in de m an, las sim patías am bientalistas fueron pro­
bablem ente resultado del p e n sa m ie n to social progresista de su
fam ilia y de la escuela. C u a n d o tuvo la o p o rtu n id a d de participar
en el rio F rank lin , m ientras hacía u n viaje en m otocicleta alrede­
d o r de A ustralia con u n a m ig o , su d ecisión fue m u y sencilla.
Los hom bres e n c o n g a ro n en el m o v im ie n to am bientalista una
potente c o m b in a c ió n de relaciones personales e ideas culturales.
La política ecologista c o m p ro m e tió sus vidas en m ás de u n nivel
y satisfizo varias de sus necesidades — de so lid arid a d con otros,
claridad m o ral, sentido del valor personal— . E l c o m p ro m is o fue
im p o rta n te para p ro d u c ir u n a p o lític a e structurad a to m a n d o
c o m o base el género. E l m o v im ie n to sostenía, p o r decirlo de a l­
g u n a fo rm a, la vida e m o c io n al de sus participantes.
La descripción que hace B arry Ryan de su in ic ia c ió n nos acla­
rará lo anterior:
Así que, viajando, llegamos a Tasmania. Se realizaba el bloqueo del
río Franklin. Sólo iba a pasar un par de semanas, llegué y descubrí
a todas estas personas maravillosas... eran muy amables, se la pasa­
ban bien y hacían algo valioso. Aprendían mucho. Pensé que se tra­
taba de una oportunidad demasiado buena para desperdiciarla, así
que me quedé con ellos...
Estuve como seis meses en Tasmania. Pasé mucho tiempo en el
bosque, lom ando fotos de los trabajos en la presa, participé un poco
en el bloqueo (enfrentándome a los constructores y al transporte que
llegaba a la presa), trabajando un poco en las oficinas. Estuvo muy
bien. Fueron los mejores años de mi vida...
Descubrí formas maravillosas de trabajar en grupo y establecer re­
laciones. Tuve lo que consideré mis relaciones más valiosas con muje­
res... Relaciones realmente buenas porque se trataba de gente muy
consciente de sí misma, con mucha confianza — para involucrarte
en algo así tenías que serlo— , casi todos eran mayores que yo... Des­
pués de seis meses tuve relaciones amistosas buenas, realmente muy
buenas, con mujeres, además de relaciones sexuales con mujeres.
Comencé a darme cuenta de que la mayoría de mis amistades eran
mujeres y que no me interesaba tanto la amistad con hombres.

Es evidente que existen otras form as de activism o político que


in vo lucran em ociones y c u b re n m u c h a s necesidades personales.
S in e m b arg o , el m o v im ie n to a m b ie n ta lis ta lo h a c ía de u n a for­
m a que s u p o n ía u n reto a la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a, gracias
a sus p ro p ias p a rtic u la rid a d e s y sus prácticas de o rg a n iza c ió n .
Este desafío estaba im p líc ito en varios de los tem as del m o v i­
m ie n to , c o m o p u d im o s c o n c lu ir de las entrevistas:

1) U n a p r á c t ic a e id e o lo g ía d e la e q u id a d . E l se ntid o c o m ú n
del m o v im ie n to incluye estos p rin cip io s: n a d ie m a n d a so­
bre nadie; los lugares de trab a jo son d em ocráticos; n in g ú n
g ru p o tiene derechos sobre los otros; las decisiones se to ­
m a n p o r consenso. Se trata de u n a crítica a g u d a a las je ra r­
q u ía s y el a u to rita ris m o .
2) É n f a s is e n la c o le c t iv id a d y la s o lid a r id a d . Lo que B atry Ryan
lla m ó "fo rm as m arav illosas de tra b a ja r en g ru p o " en el río
F ra n k lin n o se d e b ie ro n a la casua lid a d . B ill L in d e m a n re­
c u e rd a c ó m o se re lacio nab an:
Trabajaba en uno de los talleres de no violencia como preparador,
lo que significaba que trabajaba con m ucha gente en grupos peque­
ños. Esto era maravilloso, te permitía relacionarte y sentirte bien al
conocer gente... creábamos el tipo de talleres que queríamos y apren­
díam os como un grupo, m uy rápido. No lo aprendíamos de nadie.
Leimos todos los libros de Gandhi y del Movimiento para una Socie­
dad Nueva, de Estados Unidos, y constituían nuestra base. Sin em­
bargo, teníamos que adaptar y desaíro!lar formas de trabajar con la
gente, ayudarlos a funcionar mejor en la situación en la que estába­
mos, individualmente y en grupos, esto es, en el bloqueo.

3) U n a p r á c t ic a v u n a id e o lo g ía d e l c r e c im ie n t o p e r s o n a l. Los
seis h o m b re s del g ru p o c o n s id e ra ro n la fo r m a en la c u a l se
in v o lu c ra ro n con la p o lític a a m b ie n ta lis ta c o m o p arle de
u n a s u p e ra c ió n p a ra ser m ejores personas, m á s sabias. E n
los casos de Peter G eddes v D a n n y Taylor, la b ús q u e d a de u n
c re c im ie n to p ersonal o c u p a b a el p r im e r lu g a r y el am bicn-
ta lis m o su rg ió de a h í. La c o n tra c u ltu r a les p ro p o rc io n ó
técn icas de m e d ita c ió n y d e sarro llo pe rsonal. U n a téc n ica
m u y im p o r ta n te es la q u e B ill L in d e m a n lla m o "tr a b a ja n ­
d o en relaciones sociales", a través de la c rític a m u tu a y los
in te n to s de re fo rm a r las relaciones sexuales, de a m is ta d y
de trabajo. F uera del contexto del a c tiv ism o a m b ie n ta lis ta ,
este tip o de tra b a jo se fu n d e con terapias grupales, c o n fe ­
rencias v talleres que n u tr e n el m o v im ie n to .
4) U n a id e o lo g ía d e t o t a l i d a d o r g á n ic a . Este te m a se e n c u e n ­
tra m u y d ifu n d id o en la c o n tra c u ltu ra , u n id o a su crítica de
la c iv iliz a c ió n o c c id e n ta l, m e c á n ic a y a lie n a n te . E n el caso
de los a m b ie n ta lis ta s , se c entra en la c o n e x ió n con la n a tu ­
raleza. Para Peter G eddes y B ill L in d e m a n , e spe cialm e nte ,
el tie m p o tra n s c u rrid o en el b osque fue u n a experiencia
tran sc e n d e n ta l. C o m o B ill L in d e m a n lo describe

La experiencia de estar solo, vagando y haciendo cosas, apreciándo­


las y disfrutando un lugar hermoso puede realmente hacerme sen­
tir puro, maravillosamente transparente.

Las d rog as só lo n u b la r ía n la experiencia. A u n q u e todos estos


h o m bre s h a n p ro b ad o los psicotrópicos, la m ay o ría los ha dejado.
I a dieta es parte im p o rta n te de su relación con la naturaleza. Pe­
lel* Geddes puso u n a tie nda de c o m id a naturista; D a n n y Taylor
• r.i vegetariano, v tal vez otros ta m b ié n lo eran.
A un sin el fem inism o, estos temas de la política y la cultura eco­
logistas representarían p o r sí solos u n desafío a la m a s c u lin id a d
hegem ónica, p o r lo m enos al nivel de las ideas. La d o m in a c ió n se
cuestiona p o r el c o m p ro m is o con la e quid ad y la dem ocracia par-
ncipativa. El in d iv id u a lis m o c o m p e titiv o se desafía con form as
colectivas de trabajo. Las ideologías orgánicas n o son necesaria­
mente contrasexistas, c o m o pueden testificarlo m u c h a s m ujeres
ile la c o n trac u ltu ra q ue fueron definid as c o m o madres-tierra y
fueron a b a n d o n ad a s al c u id a d o in fantil y al lavado de la ropa. S in
em bargo el énfasis en el c re c im ie n to personal suele d e b ilita r el
estilo defensivo de la m a s c u lin id a d he gem ón ica, especialm ente
su contro l estricto de las em ociones.
E n c o n c lu sió n , el m o v im ie n to a m b ie n ta lis ta es terreno m u y
fértil p a ra la po lítica de la m a s c u lin id a d . Pero no incluye al gé­
nero y p roduce u n a p o lítica de m a s c u lin id a d explícita, sin a y u ­
da, que sí requiere del im p a c to fem inista.

E n c u e n t r o s c o n e l f e m in is m o

1.a m a y o r parte del g ru p o se e nco n tró con el fe m in is m o directa­


mente en la c o n trac u ltu ra o en los grupos de a cción a m b ie n ta lis­
ta. B arry Ryan fue la excepción. A prendió de la política de género
ile su m adre, fem inista, y de u n curso antisexista que le d ie ro n
en la escuela, lo que d e b ilitó su p a rtic ip a c ió n en la m asculini-
tlad de am ig os adolescentes. S in em bargo, incluso en su caso, fue
la po lítica am b ie n talista la que p ro d u jo el encuentro clave con la
práctica fem inista.
C o n sid eran d o el c o m p ro m is o in ic ia l con la m a s c u lin id a d he ­
gem ónica, el e ncuentro con el fe m in is m o tuvo que ser tenso. Ba-
r r y R yan recuerda h a b e r le ído libros fem inistas:

Al terminar la universidad me encontraba en un punto en el cual po­


día comprender la bibliografía académica, y leí cosas tremendas
que me hicieron sentir muy mal respecto a ser hombre durante m u ­
cho tiempo. Recuerdo que me fue difícil, porque tenía estas necesi­
dades en conflicto. Necesitaba sexo y relaciones, y necesitaba dejar
a un lado mis ideales (es decir, sus deseos) y mi propio sexismo. No
podía reconciliarlos. Así que me sentía muy culpable.

La c ulp abilid ad es u n tem a clave. Para B arry el fe m in is m o era


n n a acusación. E l lenguaje d é la política de género que aprend ió
se centraba en el térm in o "sexismo", por el cual e ntendía las acti­
tudes personales de los hom bres hacia las mujeres. S u tarca, com o
respuesta al fe m inism o, era c a m b ia r su m ente, a d o p ta r actitudes
de apoyo a las m ujeres y c riticar las actitudes de otros hom bres.
Los otros hom bres del grup o c o m p a rtía n el p u n to de vista de
Barry respecto al fem inism o. Bill L in d e m a n , p o r ejem plo, h a b la ­
b a de "las m ujeres sintiendo s l i fuerza" c o m o fem inistas, h a c ié n ­
dose "fuertes, independientes, activas". Sus actitudes respecto
al fe m in ism o eran m u y positivas, a diferencia de los otros gru­
pos que investigarnos aquí. S in em bargo, su c o m p re n s ió n del
fe m in is m o era lim ita d a .
Esto podem os verlo en la d escripción que hace Nigel R obcrts
de su experiencia con el fe m in is m o . N o era m u y real, recuerda,
hasta que c o m e n zó a vivir con u n a m u je r fem inista:

Aunque tenia cierta conciencia al respecto, de las lecturas que había


hecho y de pensar en el asunto. I ¿í lógica no hacía pensar que muje­
res, que eran seres humanos también, ocuparan ese rol que las hacía
tan distintas y les quitaba valor. No me parecía lógico. Así que Kathy
y yo intercambiábamos roles —ella salía a trabajar mucho tiempo y
yo me quedaba en casa... me encargaba del trabajo doméstico, que
me gusta mucho— . Así que lo aprendí a un nivel práctico. Lo apren­
dí de hablar con la gente y con mi sentido común. Como en realidad
nunca acepté los preceptos normales de esta sociedad no tuve que lu­
char contra ellos... Aprendí el feminismo a través de la práctica, no
de libros sobre el tema: esto probablemente lo hace más real, más
importante. Significó un gran cambio para mí, ponerme en contacto
con él porque me hizo darme cuenta de que había otro lado. F.l lado
femenino de la vida, algo que no había experimentado, ni conside­
rado. (Y que incluye) dar a la gente, cuidarla, ese tipo de cosas.

Este fragm ento es típico del discurso m ascu lin o sobre el fem i­
n is m o y la p o lític a sexual. Se centra en expectativas y actitudes,
en estilos personales e interacciones frente a frente; casi no pres­
ta atención a la desigualdad e c o n ó m ic a ni al p a tria rc a d o in s ti­
tucionalizado, n i al fe m in is m o c o m o m o v im ie n to político.

E l MOMENTO DE LA SEPARACIÓN

Sin em bargo, dentro de su p ro p ia esfera, esta form a de entender


el fe m in is m o representa u n a fuerza m uy potente. E n c o m b in a ­
ción co n las p articularidades del radicalism o a m b ie n talista , y
de u n a v ariedad de eventos personales, es suficiente para lanzar
a estos ho m bre s a u n proyecto de reform a. E l proyecto era sepa­
rarse de la corriente p rin cip a l de la m a s c u lin id a d , con la que es­
taban fam iliarizados, y reconstruirla personalidad para prod ucir
un nuevo yo. n o sexista.
S u política sexual, con el tem a de la culpabilid ad sobre la m a s ­
c u lin id ad . era p a ite de u n a agenda m a y o r de c a m b io personal.
La idea de u n nuevo yo n o es m eram ente retórica. Tres de los seis
sentían que pasaban u n a crisis personal o se se ntían inútiles.
Por ejem plo, Nigel R o b e its, a la edad de veinte años, sentía que
"había fracasado en todo", en su educación, en sus relaciones fa­
miliares, el sexo y la política. Tenía u n a fuerte necesidad de c a m ­
biar su fo rm a de vida.
Este proyecto es c o m p a tib le con ideas generales sobre el cre­
cim iento y el c a m b io personales en la contracultura; a veces se
exige que se renuncie a la sociedad ' n o rm a l ’. E n m u c h a s partes
de la co ntracultura el núcleo del nuevo yo es espiritual. T am bién
se establece u n a relación im p o rta n te con alguien que ayud a a
curar —p o r ejem plo alguien que enseña yoga o practica la a cu ­
p u n tu ra — , q u ie n m u ch as veces es u n a m ujer. La re fo rm a es to­
tal: el nuevo yo se revela en c ad a esfera de la vida. Se espera que
la p rác tic a c o tid ia n a exprese la re alidad interna, c o m o B ill L in ­
dem an lo explica:

Cambié mis códigos morales y las formas de hacer las cosas; y mis
actitudes sociales, la dieta, cosas así. En lo posible, quisiera que los
cambios se den en las cosas que siento... Creo que es importante es­
tar en contacto con mi cuerpo — gracias a la dieta y los ejercicios, el
aire libre— ; mi cuerpo debe decirme qué cosas hacer.
¿Q ué ocurre c u a n d o se u tiliza esta a p ro x im a c ió n para recons­
tru ir la m a s c u lin id a d ? El tem a de la re n u n c ia es crucial. Peter
Geddes a b a n d o n ó u n a carrera exitosa y u n a fo rm a de vida es­
tresante c u a n d o tenía treinta años:

Salimos del hotel a las nueve de la m añana y a las cuatro de la tarde


estábamos en la playa, viendo cómo se iba el avión. Mi esposa lleva­
ba tacones altos y un traje; nos despedíamos. Tomamos un camión
que nos llevó a una pequeña choza. No teníamos electricidad. Y fue
el comienzo de un m undo completamente nuevo.

M enos d ram átic as, pero ta m b ié n m u y serias, fueron las re­


n un cias de Bill L in d e m a n y Tim M arn ie r al c o m ie n zo de su vida
profesional y de p re paración, v de Nigel Roberts a sus estudios
en la universidad.
De esta s itu a c ió n surgen consecuencias prácticas y sim b ó li­
cas. R e n u n c ia ra u n a carrera separa a los hom bres de las practicas
m ascu lin iza n te s de los lugares de trab a jo convencionales, dis­
c utid as en el c a p ítu lo 1. El resultado es que se o b tie n e n ingresos
menores, con los cuales es d ifíc il sostener a u n a fa m ilia conven­
cional. La subsistencia depende entonces de prácticas en las que
se c o m p a rte n los ingresos e n casas colectivas. La re n u n c ia tam ­
b ién supone a b a n d o n a r los privilegios y los estilos de interacción
m ascu lin o s cotidianos, p o r ejem plo, al intentar de m ane ra cons­
ciente no d o m in a r las discusiones ni las decisiones.
La re n u n c ia ta m b ié n tiene consecuencias im p o rtante s en la
sexualidad y la expresión e m ocion al. Al considerar que el núcleo
del p a tria rca d o son las actitudes sexistas y el c o m p o rta m ie n to
con las m ujeres, según ellos, la m a y o r c o n trib u c ió n que u n h o m ­
bre puede hacer es abstenerse de cu a lq u ie r a cción o declaración
sexista. B arry Ryan consideraba que d ic h a abstinencia se encon­
traba en el núcleo de su política de género. Se e nfrentó a pruebas
inesperadas c u a n d o se d io cuenta de que era in ca p a z de estable­
cer relaciones sexuales.
E n u n a relación la estrategia de renuncia obliga a los hom bres
a sentirse culpables si to m a n la in iciativ a sexual; esto es, signi­
fica u n a exigencia m asculina m ás para la mujer. Tanto Nigel R o ­
berts c o m o B a iry Ryan se sintieron in có m o d o s en sus relaciones
sexuales hasta que e nco n traro n m ujeres fem inistas heterose­
xuales, q u e to m a b a n la in ic ia tiv a y c o n tro la b a n la re lación. Ni-
gel se c a m b ió a v iv ir con u n a m u je r que era to d a “fuego y ener­
gía" y qu e se las arreglaba para tra n sm itirle u n p oco de decisión;
le dio, p o r e jem plo , dos d ía s p a ra d e c id ir si q u e ría involucrarse
en la e d u c a c ió n de u n bebé o u n a bebé.
E l m o m e n to de se p a rac ión de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a
incluye p r in c ip a lm e n te la elección de la p a siv id a d . C o m o estos
hom bres se e n c o n tra b a n c o m p ro m e tid o s c o n u n a m a s c u lin i­
dad q ue se d e fin ía p o r la d o m in a c ió n y la ase rtiv id ad , esta d e c i­
sión suele ser difícil. D a n n y Taylor, al e n fatiza r el "gran trayecto”
que s ig n ific ó c a m b ia r su p ro p io sexismo, d ijo: “Es d ifíc il no ser
agresivo a veces”. AI m is m o tie m po , la re n u n c ia p ue de expresar
u n deseo m u y a rra ig a d o p o r la pasividad, n o rm a lm e n te re p ri­
m id o (es m ás, negado con fu ria ) en la m a s c u lin id a d hegem óni-
ca, q ue a h o ra salía o tra vez a la superficie. S in e m b a rg o , en este
hecho hay algo m u y p ro b le m á tic o , que se expresaba en a c c io ­
nes a m b ig u a s . La re n u n c ia de Peter G eddes a su carrera m a s c u ­
lin a fue u n acto m u y m a s c u lin o . E ntre otras cosas, n o le d ijo a
su esposa q ue lo h a b ía he cho s in o hasta después de h ab e r c o m ­
prado su gran ja. L a r e n u n c ia pue de co nducirse c o m o u n p o d e r
de v o lu n ta d in d iv id u a l, lo que presupone el yo m a s c u lin o que el
acto m is m o in te n ta negar.
S in e m b arg o , la re n u n c ia y la negación n o son el m e o llo del
asunto. In te n ta n p ro p o rc io n a r el espacio en el c ual las nuevas
cu alid ad es personales p u e d a n crecer. Los seis h o m b re s estaban
de acu e rd o en las cu a lid ad e s que a d m ira b a n y deseaban desa­
rrollar.
D os son centrales. La p rim e ra es la c a p a c id a d de ser expresi­
vos, de d e c ir la verdad, especialm ente respecto a los s e n tim ie n ­
tos. D a n n y Taylor c o n tó u n a h istoria que ilu stra su apertura:

Ahora soy mucho más abierto, y muy honesto. La gente siempre me


dice: “Eres muy abierto, nos desarmas”... [Sobre una nueva compa­
ñera de trabajo, muy extrovertida"] Cuando llegó por primera vez,
preferí mantener mi distancia. Todos los demás eran muy amisto­
sos con ella, excepto yo. Entonces comencé a hablarle cuando ya se
había instalado. Y fui muy honesto respecto a cómo me sentí el pri­
mer día, lo que me preocupaba, mis problemas y cosas así —tam­
bién sobre lo que me gustaba [se ríe]— . Y entonces ella también
empezó a contarme todas sus cosas. Se sentía desarmada porque yo
había pasado por alto todas las superficialidades, los manierismos
y esas cosas, y fui justo a lo importante, al alma. Ahora mantenemos
esta relación y ella se encuentra más cercana a mí que a nadie más.

La otra c u a lid a d m ás a d m ira d a es la cap a c id ad para tener


sentim ientos que valga la pena expresar: ser sensible, tener e m o ­
ciones p ro fu n d a s, preocuparse p o r la gente y la naturaleza. La
experiencia de la soledad en el bosque es u n a d im e n s ió n de este
aspecto; la p re o cu p ac ión p o r los c o m pañero s de a c c ió n p o líti­
ca, del hogar, de los lugares de trab ajo o del sexo es otra. A quie ­
nes estos h o m b re s criticaban m á s d u ra m e n te era a la gente que
no se p re o cu p ab a p o r los dem ás; quienes, p o r e jem plo, m a n ip u ­
laban para su p ro p ia ventaja los procesos colectivos del lug ar de
trab a jo o de la casa.
Los nuevos m odelos de relaciones personales suponen que es­
tas cualidades de apertura y preocu pación deben ponerse a fu n ­
cionar. E n el caso de las relaciones sexuales y dom ésticas con las
m ujeres, esto sig nifica ser "m u y cu id a d o so ” y n o a c tu a r presio­
n a n d o ¿i Jos d em ás, no d o m in a r la conversación n i u tiliz a r len­
guaje sexista. Todas las entrevistas s u p o n ía n que los hom bres
deb ían a d o p ta r los buenos m odales fem inistas y conducirse con
c u id a d o c u a n d o estuvieran entre m ujeres — lo que significa la
m a y o r parte del tiem po, si consideram os el m e d io en el que se
m ueven.
Es evidente que u n prob lem a m ayor se relacionaba con el pro­
yecto de u n nuevo m odelo de relaciones con los hom bres. La m a ­
yoría de los seis expresó u n deseo p o r tener m ejores relaciones
con h o m bre s y a p u n ta ro n que les era d ifíc il conseguirlas. Bill
L in d e m a n d escribió cierto progreso:

—Siempre me fue más fácil relacionarme con mu jeres que con hom­
bres. No era cosa de decir, "bueno, me voy a relacionar con hombres",
porque no era lo que pasaba. Así que significó un proceso en el cual
tenía que decidir pasar mi tiempo, aunque al principio el tiempo
que gastaba no me la pasaba bien. Así he estado seis meses o un año.
Me ha ayudado a cambiar mucho, tengo más amistades con otros
hombres. Ahora la amistad que tengo con algunos de esos hombres
es más importante para mí que la que tengo con mujeres.
— ¿C óm o h a n cam biado tu s relaciones con hom bres?
—Ahora puedo ser más abierto, acercarme más a ellos., confiar
más, preocuparme más. Los toco más, los abrazo más.

La barrera clásica para la a m is ta d entre los h o m b re s hetero­


sexuales es la h o m o fo b ia . Los seis m ie m b ro s del g ru p o son he­
terosexuales; en la c u ltu ra a u stra lia n a , u n a parte e stánd ar de la
heterosexualidad h e gem ón ica es el rechazo a los ho m b re s gays
v el m ie d o a ser considerado hom osexual. E n el c a p ítu lo 4 m os­
tré c ó m o este factor aparece e n los jóvenes de la clase obrera.
De los ecologistas, tres m e n c io n a ro n breves encuentros h o m o ­
sexuales, n in g u n o con e n tu s ia s m o y u n o de ellos con franco
desagrado. S u línea política era a favor de los gays y algunos des­
cribieron am istades c álid as con h o m b re s gays; sin em bargo,
algunos m o straro n u n lo q u e h o m o fó b ic o . H a b ía n a p re n d id o
un fe m in is m o que cuestionaba directam ente el "sexism o”, pero
que no d a b a n in g u n a línea clara respecto a la h o m o se x u a lid a d
entre los hom bres. S u p rác tic a ligada al c a m b io n o cuestiona
la se n sib ilid a d heterosexual de sus cuerpos. Así que n o se e nfo­
can en las dificultades que conlleva el nuevo m o d e lo de relacio­
nes entre h om bre s.
S u proyecto se dirige al cuerpo sólo hasta el p u n to descrito por
Bill Lindem an: escuchando ciertos mensajes corporales o cuid an­
do el cuerpo mejor, a lim e n tán d o se m ás sanam ente y evitando el
estrés. A pesar de q ue su in te n to de reconstruir sus r elaciones
puede ser considerado u n a form a de a d q u irir fe m in id a d , n in g u ­
na parte de su proyecto in clu y ó las cuestiones m e n c io n ad as en
z\cap ítu lo 2, las prácticas a través de las cuales la m a s c u lin id a d
se irrserta en el cuerpo.
Al cuerpo se le considera u n objeto n a tu ral y se cree que está
en a rm o n ía ideal con otras partes de la naturaleza. La form a del
discurso de B ill L in de m an, que habla de "m i c u e rp o ” y de "m í
m ism o co m o si dos personas distintas estuvieran conectadas por
u n a línea telefónica, es m uy significativa. N o se considera que el
yo re fo rm ado esté corporizado. Al m is m o tiem po, la m a s c u lin i­
dad se separa en convenciones sociales, que pueden desecharse,
V características corpor ales naturales, que n o pueden desechar­
se. Los hom bres o peraban en u n a especie de teoría de roles se­
xuales que n o les p e rm itía llegar m u y lejos.
Los tem as de apertura y hone stid ad in c lu ía n otro prob lem a
m ás pai*a quienes a d o p ta b a n la pasividad, basada en ciertos p rin ­
cipios, en re lación con las m ujeres. La h o ne stid ad exige a veces
h a b la r am a rg a m e n te , y las relaciones en el trabajo, las sexuales
y las tensiones al c a m b ia r generan enojo. Y n in g ú n p rin c ip io fe­
m inista ni sentim iento c o m u n a l pueden evitarlo. Así que el resul­
tado es u n c o m p ro m is o doble, en el cual, p o r u n lado, los hom bres
se sienten presionados para expresar sus em ocion es y, p o r el
otro, se su p o n e que deben su p rim irlas .
La sensación de estaren u n callejón sin salida se re fuer/a p o r­
que estos hom bres sienten que el tie m p o se ha detenido. A unque
tenían claro q u é cualidades q u e ría n desarrollar, no les ocurría
lo m ism o respecto al futuro al cual los llevaría su reconstrucción.
S u re n u n c ia a carreras "no rm ales" h a b ía b o rra d o las im ágenes
convencionales del curso de u n a vida y, hasta ese m o m e n to , no
había n ada que o c u p a ra su lugar.

L a A N IQ U IL A C IÓ N D E LA M A SC U LIN ID AD

A veces el m o m e n to de separación parece d e pe nde r sólo de la


voluntad. El proyecto de rehacer el y o m a s c u lin o requiere bas­
tante fuerza de v o lu n ta d si consideram os que otros hom bres se
b urlaran de esta idea, la h o m o fo b ia , que todavía está presente,
y la a m b iv a le n c ia h acia las fem inistas. S in em bargo, n o es lo
ú n ic o in vo lucrado . El proyecto se c o n fu n d e c o n las relaciones y
em ociones a través de las cuales la m a s c u lin id a d se fo rm ó ini-
cialm cnte. E n estas relaciones y em ociones existen m otivos que
sostienen el nuevo trab ajo e m ocion al, ade m ás de ciertas razones
que lo c o n fo rm a n y lim ita n .
En su n iñ e z, todos crecieron en hogares d o n d e la d iv is ió n se­
xual del tra b a jo se d a b a de acuerd o con las n o rm a s convencio­
nales, así que podem os d e d ucir u n a identificación tem prana con
la m adre. Todos los hom bres del grup o (con configuraciones dis­
tintas) atravesaron u n proceso de m a s c u lin iz a c ió n edípica bajo
la in flue ncia de padres, de he rm anos o del p a tria rc a d o s im b ó li­
co. E n varios casos se d io cierto d is ta n c ia m ie n to de la m a s c u li­
n id a d h e g e m ón ic a d e b id o a u n a re aline ación con la m ad re o al
re co n o cim ien to y a d m ira c ió n de la fuerza de las m ujeres. S in
em bargo, en general, a l fin a l de la adolescencia la m ayoría de es­
tos h o m b re s parecía se g u ir el c a m in o que p ro d u c iría m a s c u lin i­
dades h e g e m ón ic as, o p o r lo m e n o s cóm plice s.
E n vez de esto, se in v o lu c r a ro n en u n proyecto de re fo rm a del
yo que se d irig ía a d eshacerlos efectos de la m a s c u lin iz a c ió n edí-
pica. E s m u y posible q ue este proyecto se sostuviera gracias a
corrientes em ocionales de las relaciones preedípicas: fu n d a m e n ­
ta lm e n te la re la c ió n p r im a r ia con la m ad re .
Es d ifíc il o b te ner evidencias directas de estos niveles de perso­
n a lid a d arcaicos, pero en nuestras entrevistas p u d im o s obser­
var ciertas in d ica c io n e s b astante interesantes. P o r ejem plo, en la
p r im e r a p a n e de su entrevista, Peter G eddes n o s h iz o u n relato
c la ra m e n te p e rio d ístico , re sp o n d ie n d o a las p re g u n ta s con u n a
h isto ria m u y vivida v o rd e n a d a cronológicam e nte. E n la segunda
m ita d de su entrevista, a l h a b la r de su v id a en la c o n tra c u ltu ra y
d e s c rib ir su re co n stru c ción del yo, su estilo de d isc u rso c a m b ió .
S us respuestas no te n ían pausas, n i e stru c tu ra c ro n o ló g ic a , no
seguía n in g ú n o rd e n p a ra in tr o d u c ir tem as o aso ciacio ne s y sus
ideas, eventos v c o m e n tario s se in te r r u m p ía n u n o s a otros. S i se­
g u im o s el a rg u m e n to de J u lia K risteva de q u e la s e p a ra c ió n de
la m a d r e y el a d v e n im ie n to de la c o n c ie n cia de c as tra c ió n edípi-
ca se c o n e c ta n con u n a fase específica del lenguaje, en la c u a l el
su jeto y el o b je to se e n c u e n tra n separados v su rg e n p ro p o s ic io ­
nes y ju ic io s (la fase "tética"), entonces el c a m b io en el d iscurso
de Peter te n d ría ló g ic a c o m o el signo de u n in te n to p o r deshacer
la m a s c u lin id a d e d íp ica .4
L a m a y o ría de estos h o m b re s a d o p ta ro n filosofías bolistas
c o m o parte de su concepto a m b ie n ta lis ta y c o n tra c u ltu ra l. E n fa ­
tiz a r la to ta lid a d in d ife re n c ia d a , e spe cialm e nte c u a n d o se rela­
c io n a con u n a a c titu d pasiva-receptiva h acia u n a n a tu ra le za que
a b a rc a todo, recuerda tanto las relaciones p rim a ria s con la m ad re
q ue hasta la b ib lio g ra fía de la c o n tra c u ltu ra se refiere al hecho.
E l se n tid o de c o m u n ió n con la n a tu rale za d escrito p o r B ill L in ­
d e m a n , ta n p u ro y m a ra v illo s a m e n te claro, recuerda el se ntid o
o c e á n ic o ” sugerido p o r F reud, que se d e riv a b a de las p rim e ras
etapas de la v id a.5 E l deseo p o r la pasividad , expresado en la re-,

4 Kristeva, 1984.
5 Freud, 1961 [1930], pp. 65-68.
n u n c ia a la riv a lid a d m a s c u lin a , ta m b ié n puede basarse en los
placeres de esta relación.
De fo rm a sim ilar, la apertura, la honestidad total v la vulnera­
b ilid a d e m o c io n al son precisam ente m odos de rem over barreras,
revertir la se p a rac ión y la d ife re n c ia c ió n y restablecer la cone­
xión p r im a r ia — esto es, recorrer en se ntid o c o n tra rio el c a m in o
q ue f o n n ó la m a s c u lin id a d c d íp ic a — . La insistencia en resolver
las tensiones del p o d er v la sexualidad estableciendo u n a rela­
ción con u n a m u je r fuerte que to m e la in ic ia tiv a y p roporcione
la energía ta m b ié n posee características indiscutibles, sim ilares
a las de las p rim e ras relaciones con la m adre.
Al a p u n ta r estas consideraciones n o q uie ro su gerir e n fátic a ­
m ente que el a c tiv ism o a m b ie n ta lis ta o el proyecto de recons­
tru ir la m a s c u lin id a d sig n ifiq u e n u n a regresión psicológica. Si
acaso, estas conexiones son u n a fo rm a de m e d ir la seriedad del
proyecto. No se trata de hom bres que ju e g a n a ser el s e n s ib le h o m ­
b r e n u e v o . E stán c o m p ro m e tid o s con u n a p o lític a lig ad a a la
p erso nalidad q u e es real y t iene gran alcance. Lo que pienso es
q ue la form a específica q u e to m a su proyecto se sostiene p o r res­
puestas e m o c io n ale s derivadas de niveles arcaicos de la perso­
n a lid a d .
En la vida a d u lta estas em ociones incluyen riesgos considera­
bles. El proyecto de poseer u n yo abierto, pacífico, puede derivar
en no tener u n yo alg uno; puede in d u c ir a la a n iq u ila c ió n : “M e
sentía c o m o si h ub ie ra perdido m i centro”, explicó Nigel Roberts
al referirse a su re lac ión con u n a m u je r fe m inista. D a n n y Taylor
construyó u n a re lación pasiva y d ependiente con u n a m u je r a la
q ue a d m ira b a , lo cual lo colocaba en u n p o s ic ió n que las fe m i­
nistas ya h a b ía n c ritic a d o en el caso de las m ujeres:

Me sorprendía de que yo le gustara. Supongo que durante algún


tiempo fui como un perrito faldero... Como que me identificaba
con ella, y sus logros eran míos, sus éxitos eran míos. Yo no tenía
ninguno. Sentía como que me encogía y que si la relación termina­
ba explotaría.

La relación te rm in ó , en efecto, con u n a separación d ifíc il y, en


el caso de D anny, co n u n se n tim ie n to de in sa tisfa c ció n consigo
m ism o.
Para estos hom bres, la a n iq u ila c ió n de la m a s c u lin id a d era
u n objetivo y algo a lo q ue te m ía n . L a m a s c u lin iz a c ió n edípica,
c o m o e n el caso de la m ay o ría de estos hombres., les estructura
el m u n d o y el y o en térm inos que dependen del género. Deshacer
la m a s c u lin id a d sign ifica perder la estructura de la p e rso n a li­
d ad, lo c ual puede ser re alm ente aterrador: se trata de u n a espe­
cie de vértig o d ependiente del género.
E n consecuencia, existen m otivos poderosos p a ra im p o n e r lí­
m ites a la p e rd id a de la estructura. Tales lím ite s son visibles en
la a fir m a c ió n p a ra d ó jic a del yo m a s c u lin o en el acto de re n u n ­
cia. T am b ién son visibles al m a n te n e r la se n s ib ilid a d heterose­
xual v la selección del objeto heterosexual.
E l vértigo d ependiente del género puede im p u ls a r a los h o m ­
bres a a lc a n z a r otras form as de estructurar el m u n d o . Es im p o r­
tante c o n sid e rar a q u í u n o de los p u n to s m á s sutiles de Freud
sobre las relaciones edípicas. S egún él, el co m ple jo e dípico “c o m ­
pleto" incluye la s u p e rp o sic ió n de dos patrones de a tra c ció n y
m ie d o eróticos. U n o c o n d u ce a la id e n tific a c ió n con el padre; el
o tro a la selección del p a d re c o m o objeto e rótico y a la riv a lid a d
e id e n tific a c ió n con la m adre.
N o necesitam os aceptar el p a n se x u a lism o de Freud para es­
ta r d e a cu e rd o en q ue las relaciones de p o d e r y las d ependencias
e m ocion ale s de la fa m ilia p a tria rca l crean la p o s ib ilid a d de la
ide ntificación edípica con la m adre, u n p a tró n d istinto de la id e n ­
tific a c ió n p r im a r ia y la representación de u n rol diferente en la
política estructurada con base en el género. Se trata de u n a rela­
ción dependiente del género, que se encuentra m u y estructurada
— de a h í q u e sea u n a respuesta posible al vértigo— . S e g u ra m e n ­
te in c lu ir á la experiencia de cierta v u ln e ra b ilid a d c o m p a rtid a en
vez del s e n tim ie n to de la o m n ip o te n c ia m a te rn a , c o m o e n fati­
za n las explicaciones de K are n H o m e y y D o ro th y D innerstein
sobre la id e n tific a c ió n p rim a ria .6 Puede s ig n ific a r riv a lid a d con
la m ad re p a ra o b te ner el afecto del padre, y n o u n a so lid arid a d
fácil con ella. Ya com e nté que B a n y Rvan, en la crisis de la sepa­
ra c ió n fa m ilia r, se fue a v ivir con su padre. E n su edad a d u lta ,
Bany^ seguía buscando el afecto de su padre m á s que los otros
ho m b re s q ue investigam os.
E n los casos en que se presenta, la identificación edfpica con la
m adre p ro p o rc io n a u n a base e m o c io n al para m a n e ja r la pérdida
de la e structura en la d e m a s c u lin iza c ió n . Puede a firm a rs e con
cierta c o n v ic ción la so lid a rid a d con las m ujeres y el distancia-
m ie n to con los hom bres, especialm ente con los ho m bre s conven­
cionalm ente m asculinos. E n las entrevistas este tipo de emociones
e ran co m u n es.
Los seis casos m u e s tran que esta s o lid a rid a d con las m ujeres
no tiene que m o du larse en u n a fe m in iza c ió n com pleta. N o se tra­
ta de u n a ru ta a la tran se x u a liza c ió n . M ás bien, la id e n tific a c ió n
e díp ica con la m ad re parece coexistir con la m a s c u lin iza c ió n edí-
pica, a nivel del inconsciente, c o m o u n a c o n tra d ic c ió n en la per­
so n alid ad .
E n la v id a a d u lta , la p o lític a de género activa esta c o n tra d ic ­
c ió n , especialm ente alrededor del tem a de la c u lp a b ilid a d . E n el
p sico an álisis clásico, la c u lp a b ilid a d en los h o m b re s se conecta
ín tim a m e n te c o n la m a s c u lin iz a c ió n edípica, u n a id e n tific a ción
c o n el padre q u e es la base del superyo. S egún este m odelo, el m a ­
terial q ue o b tu v im o s en p o r lo m eno s d os de nuestros casos es
p a ra d ó jic o . H a b ía gran c a n tid a d de c u lp a b ilid a d , pero se v in c u ­
la b a con el c u m p lim ie n to de la ley del padre, n o ta n to con su
transgresión. B arry Kyan se sentía c u lp a b le sólo “p o r ser h o m ­
bre". Bill L in d e m a n se sentía c u lp a b le p o r u n e p iso d io específi­
co de u n v ín c u lo in e q u ita tiv o ( l a u tilic é ”, nos d ijo , en u n a frase
que tiene d o ble se n tid o ) y ta m b ié n sobre la agresividad m a s c u ­
lin a en general.
U na corriente im p o rtante de la bibliografía fem inista, que Ba­
rry y B ill leyeron c u id a d o s a m e n te a p rin c ip io s de los ochenta,
presenta u n p u n to de vista m u y c ritic o de los h o m b re s en lo que
respecta a la violencia sexual, la p o rno g rafía y la guerra. Creo que
la c u lp a b ilid a d q u e cad a u n o sentía se re lacio nab a con u n a c o n ­
tra d ic c ió n entre la m a s c u lin iz a c ió n e d íp ica y la id e n tific a c ió n
edíp ica co n la m adre, recién activadas p o r este contexto político.
N o to do el g ru p o reportó se n tim ie n to s m asivos de c u lp a b ili­
dad. N igel R oberts, expuesto a la m is m a b ib lio g ra fía , re sp o n d ió
de fo rm a m á s serena. C riticó la reacción efem inista* causada por
la c u lp a b ilid a d :

* Nota a la traducción: effeminist.


Creo que muchos hombres que apoyan el feminismo siguen juzgan­
do a otros hombres, lo que dicen y lo que hacen, como las feministas.
Cuando aprendes sobre el feminismo tiendes a atravesar un periodo
en el que no quieres ser hombre y no te gustan los otros hombres;
sólo quieres escuchar a las mujeres y estar cerca de ellas. En cier­
to sentido, todavía te sientes amenazado por los otros hombres, y
como que no quieres que sean tan buenos feministas como tú eres;
algo así.

Tal vez haya u n a ra zón p o r la c u a l N igel no re sp o n d ió al fe m i­


n ism o sin tién d o se culpable. S u fa m ilia y su v id a sexual d u ra n te
la adolescencia e n m u d e cie ro n el te m a de la d ife rencia de géne­
ro. Por lo tanto, c u a lq u ie r c o n tra d ic c ió n en las id e ntificacione s
de su p e rso n a lid a d sería m ás d éb il que las contrad iccio ne s de
los dem ás.
M ás bien, Nigel parece estar desconcertado respecto al fe m i­
nism o, c o m o si estuviera en u n a p o s ic ió n de desventaja. Reco­
no ció la in e q u id a d de género y aceptó el p rin c ip io de e q u id a d de
género. D espués fue m á s a llá p a ra revalorar el "la d o fe m e nino
de la vida". Pero no p u d o hacer que esta respuesta se volviera u n
proyecto habitable. Se sentía fuera de control (“que perdía el cen­
tro"), o que estaba en peligro, p o r lo que evitó el riesgo que repre­
sentaban las m ujeres fem inistas. La a n iq u ila c ió n de la estructura
in vo lucrad a en el proyecto del fe m in is m o p a ra los hom bre s (en
el c u a l se h a b ía c o m p ro m e tid o desde antes que c u a lq u ie ra de
los otros) p areció d ejarlo a la deriva o fuera de lugar. N o h a b ía
e nco n trad o la fo rm a de encauzarse a través de la id e n tific a c ió n
con las m ujeres o con los ho m bre s fem inistas.
E n resum en , el proyecto de rehacer la m a s c u lin id a d puede
configurarse e m o c io n a lm e n te de diversas form as. N in g u n a de
ellas parece resolverse bien o de fo rm a p a rtic u la rm e n te estable.
Creo q ue esto se debe a que estos d ile m as em ocionales no se re­
suelven sólo al nivel de la personalidad. Para conse guir llevar
m ás allá la reconstrucción del género es necesario moverse a otro
terreno, en el cual sea posible a lu d ir directam ente las fuentes es­
tructurales de la co ntrad icción em ocional. Es necesario moverse
h acia la p rác tic a colectiva.
E l m o m e n t o d e l d e s a f ío

E ntre el carácter social de las cuestiones de género y las prácti­


cas in d iv id u aliza d a s con las cuales la c o n trac u ltu ra las m ane ja
existe u n desajuste. Los m étodos terapéuticos p a ra reform ar la
p ersonalidad tratan al in d iv id u o com o u n a u n id a d que debe
c a m b ia r y proponen q u e la m an e ra de m e jo ra r es acentuando
dicha in d iv id u a lid a d , buscando u n "yo real", el "verdadero yo”.
C onsiderando este enfoque, el proyecto de rehacer el yo puede
representar u n a co ntención, n o u n a revolución, a propósito del
orden de género patriarcal. P or ejem plo, D a n n y Taylor no ig n o ­
raba los hechos de la estructura social y e conóm ica. Los descri­
b ía claram ente, refiriéndose a las m ujeres c o m o "las esclavas de
los esclavos”. S in em bargo, lo im p o rtante para Taylor era c a m ­
b ia r su m ente, y n a d a en ese proyecto in clu ía u n a revuelta de es­
clavos y esclavas. D annv puede encontrar su verdadero yo, puede
crear u n a m asculinidad que incorpore la consideración hacia las
m ujeres, la apertura e m o c io n al y la pasividad sexual que busca.
Esta m a s c u lin id a d puede fracturarse en u n orden patriarcal re­
constituido, que no se a d m ita c o m o io n n a hegem ónica pero que
ocupe u n a p o sición subalterna segura y b ie n reconocida.
El riesgo po lítico de u n proyecto in d iv id u a liza d o de reform a
de la m a s c u lin id a d es que al fin al ay ud ará a m o d e rn iza r el p a ­
triarcado en lu g ar de a b o lid o . El sensible h o m b re nuevo es ya
u n a figura de los medios, utilizada por los anunciantes del pr im er
m u n d o p a ra vender ropa hecha p o r m ujeres del tercer m u n d o
con salarios ín fim o s.7 E l hecho de que la reform a sea ú n ic a m e n ­
te de a p a ra d o r ha obligado a m u ch as m ujeres fem inistas a ver
con escepticism o a los hom bre s fem inistas.
Otra postura parece alinear a los hom bres m á s cerca del fem i­
nismo: la culpabilidad, el antagonism o a los hom bres y la com ple­
ta su b o rd in ac ió n al m o v im ie n to de las m ujeres, postura llam ada
"efem inista", durante los años setenta.8Este p u n to de vista acep­
ta la lógica in d iv id u a liza n te que localiza la fuente de la opresión

7 No se trata de una figura retórica. Para los salarios y las condiciones de la


industria internacional del vestido, véase Fuentes y Ehrenreich, 1983; Enloe,
1990.
8 Postura instituida en el "Manifiesto efeminista"; Dansky, Knoebel y Pitch-
ford, 1977.
en el sexism o personal de los hom bres, y ofrece u n a reform a m o ­
ral, en vez de práctica. Ya c itam o s la crítica que Nigel Roberts
hacía en contra del e fem inism o . Repite lo q ue a h o ra es ya u n a
b ro m a convencional sobre lo m ascu lin o que resulta c o m p e tir
p ara ser el m ejor fem inista. Visto con m ás detalle, su com entario
señala el a n tag o n ism o que existe entre los hom bres, lo que a p u n ­
tala su respuesta, en d o n d e la relación de los hom bre s con el fe­
m in is m o se construye sobre el in d iv id u a lis m o m oralizante.
Dos de estos seis h om bre s llevaron su práctica política m ás
a llá de sólo rehacerse a sí m is m o s (al yo) y c u lp a r a los hom bres.
Ban*y R yan se preparaba p a ra ser enferm ero. E n el hospital se
enfrentó, c o m o era de esperarse en u n a in stitu c ió n tan e nfática
respecto al género, a la ideología y la práctica patriarcales.9 El
m ero hecho de estar a h í y subvertir ciertas convenciones m ascu ­
lin as le encantaba. L o m ás im p o rta n te es que deliberadam ente
d esarro lló cierta con c ie n cia en el lug ar de U'abajo:

Ahora mi papel como estudiante en edad madura es organizar a los


estudiantes, dar algunas clases y enseñar de manera informal. Entre
las cosas que hago esta señalar a la gente el hecho de que los hom­
bres ya hablan más cuando están en grupos, y preguntarnos por qué
pasa eso.

BaiTv sin tió que este tip o de trabajo colectivo requería que
detuviera su radical proyecto de reconstrucción personal. Así
que estaba dispuesto a buscar u n fe m in is m o m ás habitab le y
m oderado .
B ill L in d e m a n ta m b ié n h iz o esfuerzos para re conform ar sus
relaciones con hom bres, de u n a form a que iba m ás a llá del in ­
d iv id u a lis m o . D escribió esta práctica así:

Sintiendo una fuerte energía que me impulsaba a involucrarme con


otros hombres que también estaban intentando cambiar de la mis­
ma manera: involucrarme con grupos de autoconciencia de hom­
bres y cosas así. Leyendo. Hay pocos libros escritos por hombres para

9 Como se documenta, en el caso de los hospitales australianos, en Game y


Pringle, 1983. Para una excelente discusión de los hombres que trabajan en este
tipo de situaciones, véase Williams. 1989.
hombres; hombres con cuestiones de "cambio”. Leyendo mucha bi­
bliografía Feminista. Para mí, el feminismo—y la manera en que lo
encuentro en mis relaciones— es un poderoso catalizador para el
cambio, mi cambio, [pausa] Leo mucho y gano mucho.

Bill in te n tó c o m b in a r u n rol en los grupos contrasexistas de


hom bres con el activism o a m b ie n ta l. In te n ta b a d e fin ir a otros
hom bres c o n u n a c o m b in a c ió n s im ila r de c o m p ro m is o s , y p o ­
nerlos a trab ajar con él en provectos que u tiliz a ra n la fotografía
y otras form as artísticas p a ra im p u ls a r el c a m b io . S in em bargo,
n o era u n a em presa fácil:

...conseguir hombres que sientan así [esto es, que quieran cambiar
la masculinidad] y que también estén involucrados en cuestiones
ecologistas... Son pocos los grupos de gente con los que me siento
bien al trabajar. Así que lodo parece ir muy lentamente, hay mucho
más dificultades.

líl alcance de estos dos proyectos es m u y lim ita d o . E n el m o ­


m ento de la entrevista, B arry R yan seguía preparándose para su
trabajo. Tratar de in flu e n c ia ra a lg u ie n que está en 1111 pro g ram a
de e ntrenam iento, desde la p o s ic ió n de u n estudiante, a u n 1111 es­
tu d ia n te m a d u ro , no tiene m u ch as esperanzas. B ill L in d e m a n
in te n tab a hacer algo m ás allá de sus posibilidades, pero definía
a la gente con la que p o d ía trab a jar c o m o aquellos que va parti­
c ip a b a n en dos m ovim ientos políticos al m is m o tiem po. E n con­
secuencia, su cam p o de acción in m e d iato era realm ente estrecho.
A u n q u e estas dos in iciativ as eran tentativas y a p e q u e ñ a es­
cala, representaban, en térm in o s de su p ro p ia lógica, u n nuevo
m o m e n to en el proyecto de c a m b io . Los gestos de in d iv id u a li­
za c ió n , en los cuales u n h o m b re in te n ta separarse del proyecto
de m a s c u lin iz a c ió n , se trascienden en la d ire cc ió n de la m o v i­
liz a c ió n p o lítica , proceso en el cual el o rd en social p a tria rc a l se
cuestiona.
E n capítulos posteriores analizaré otras form as de desafío. Es­
tos dos casos son sólo bases m u y frágiles sobre las cuales cons-
truir. S in em bargo, quiero subrayar su im portancia conceptual, la
transición que señalan. Los proyectos colectivos de tran sfo rm a ­
c ió n o peran al nivel de lo social. Se o rie n ta n al o rd en in stitu c io ­
nal de la sociedad, a d e m ás de dirigirse a la o rg a n iza c ió n social
de la p e rso nalid ad . In c lu y e n la creación de u n id a d e s m ayores a
las de la vida in d iv id u al (desde grupos en los que las personas tra­
b aja n frente a frente hasta m o v im ie n to s sociales). A este respec­
to, el m o m e n to del desafío es m u y diferente al del proyecto de
re co n stru c ción del yo.
T am b ién q u ie ro volver a e n fa tiz a r la fo rm a en la cual el m o ­
v im ie n to a m b ie n ta lis ta a y u d a a la p o lític a de género. E n este
m o v im ie n to , m u c h o s hom bre s se c o m p ro m e te n c o n procesos
colectivos q u e p ro p o rc io n a n n iv e la ción social en las m a s c u lin i­
dades convencionales, en p a ite d eb id o a la presencia del fe m inis­
m o en la a c c ió n a m b ie n talista . Estos procesos ta m b ié n ofrecen
m odelos de la practica política m u y relevantes, c o m o se observó
en la a c c ió n de la presa F ra n k lin .
S in em barg o, la historia c ultural del m o v im ie n to a m b ie n talis­
ta lim ita la tra n sfo rm a c ió n de la m a s c u lin id a d , a u n q u e la haga
posible. E sto se debe a que el m o v im ie n to a m b ie n ta lis ta , c o m o
la c o n tra c u llu ra en general, in te n ta tra b a ja r con u n a base que
n o se e ncu en tra estructurada en el género. In c lu s o trata de des­
vincularse del género, de deshacer la d ife re nciación ligada al
m ism o . S u ideal m á s c o m ú n es cierta fu sió n de los p rin cip io s fe­
m e n in o s y m ascu lin o s. C a d a u n o de los seis h o m b re s de este es­
tu d io con side raba c o m o m eta u n a especie de a n d ro g in ia .
F.1 p ro b le m a es q u e u n a p rác tic a que no se estructure to m a n ­
d o c o m o base el género, en u n a sociedad que todavía es p atriar­
cal, puede desm ovilizar, a u n q u e sea progresista. U na respuesta
que sólo niegue la m a s c u lin id a d de la corriente p rin c ip a l, que si­
ga en el m o m e n to de rechazo, n o necesariam ente se m ueve hacia
la tran sfo rm ac ión social. Para ir m ás allá, frente al vértigo ligado
al género q ue d o c u m e n ta m o s m á s arriba, parece necesario que
los h o m b re s q ue re chazan la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a p ra c ti­
q ue n u n a p o lítica de género contrasexista. E n el c a p ítu lo 10 d is­
cutire m o s lo necesario p ara conseguirla.
CAPITULO 6
UN GAY M U Y N O R M A L

En el m u n d o occidental c ontem poráne o n in g u n a relación entre


hom bres está cargada con tanto peso s im b ó lic o c o m o la que se
establece entre los heterosexuales y los gays. Se trata de u n a re­
lación colectiva, no m eram ente personal, que afecta el género a
escala social. Este capítulo explora sus consecuencias para la for­
m ación de la m ascu linidad .
La c ultura patriarcal Interpreta de una form a m u y sim ple a los
hom bres gay: son hom bres a los que les falta m asculinidad. Esta
idea se expresa en u n a extraordinaria variedad de form as que in ­
cluyen desde los viejos chistes sobre, p o r ejem plo, su c in tu ra o la
ropa que u tiliz a n , hasta investigaciones psiquiátricas sofistica­
das de la "etiología" de la hom osexualidad en la n iñez. La inter­
pretación se relaciona evidentem ente con la suposición c o m ú n
en nuestra cultura de que existe u n m isterio en la sexualidad, de
que los opuestos se atraen. Si alguien se siente a tra íd o por lo
m asculino , entonces debe ser fe m e nino — si n o en el cuerpo, en
alguna p a ite de su m ente.
Estos conceptos no son coherentes en n in g u n a form a p articu­
lar (p o r ejem plo, les cuesta trabajo explicar p o r qu é los hom bres
gays se atraen unos a otros), pero sí se m antienen. Se ven en pro­
blem as c u a n d o tienen que explicar la m a s c u lin id a d de hom bres
que se sienten atraídos p o r otros hom bres.
Estos problem as se h a n hecho m ás y m á s público s desde el
ascenso de las c o m u n id ad e s gays en los países ricos, durante los
años setenta y ochenta. La investigación en G ra n B retaña, E sta­
dos U nidos, C an ad á y A ustralia m uestra las raíces históricas de
estas co m u nid ad es, las redes (subterráneas o no) que fo rm aro n
las generaciones anteriores para ofrecer apoyo a los hom bres
homosexuales. E n los años sesenta y principio s de los setenta se
d io u n c a m b io d ra m á tic o . La c u ltu ra general se sexual izó a ú n
m ás; el m o v im ie n to a favor de los derechos civiles en Estados
U nidos, la nueva izq uie rda y la co n trac u ltu ra cuestionaron abier­
tam en te la o rtodo xia; su rg ió el m o v im ie n to de lib e ra c ió n de las
m ujeres y los h o m b re s y las m ujeres gays se m o v iliz a ro n p o líti­
cam en te en la lib e ra c ió n gay.1
E n el espacio que estos m o v im ie n to s abrieron , los asenta­
m ie n to s gays de ciertas áreas u rb a n a s (entre los m á s lam o so s se
e n c u e n tra n las zo n as que rodean C astro Street, en S an F rancis­
co, y C h risto p h e r Street, en Nueva York) p u d ie ro n crecer e in sti­
tucionalizarse. A dquirieron u n a serie de negocios (bares, tiendas,
clubes n o cturno s, satinas) y fo rm a ro n agrupaciones políticas (li­
beración gav, p o lítica cultural gay, grupos de acción relacionados
con el s i d a ). D esde entonces, ser u n h o m b re h o m o se x u a l podía
significar, y c a d a vez sig n ific ó m ás, estar a filia d o a u n a de estas
c o m u n id a d e s gays.
N o es so rprendendente que el p u n to de vista cie ntífico y social
de la h om osexualidad m ascu lina ta m b ié n cam biara. Se a p artó de
la p re o c u p a c ió n p s iq u iátric a p o r la etiología v el tra ta m ie n to , y
de lu perspectiva .sociológica de la h o m o se x u a lid a d c o m o u n a
fo rm a de "desviación" que d e b ía enlistarse ju n to al ta rta m u d e o ,
el a lc o h o lis m o v la fa lsific a ción de cheques. E n E stados U nidos
se d esarro lló u n a nueva p sicología que c onside raba la h o m o se ­
x u a lid a d c o m o u n a "id e n tid a d " y rastreaba las hu e lla s a través
de las cuales esta id e n tid a d se c o n s tru ía e in te g ra b a al yo. Esta
psicología se fu n d ió con u n a nueva a p ro x im a c ió n de la so ciolo­
gía q ue trataba a esta h o m o se x u a lid a d c o m o u n a "su b c u ltu ra "
q ue se su sten taba (al igual q ue oti*as en u n a sociedad p lu ra l) en
la s o c ia liza c ió n de nuevos m ie m b ro s y la n e g o ciación de v ín c u ­
los con la so ciedad de la c o m e n te p r in c ip a l.2
Estas vertientes p ro d u je ro n u n a e xplicación m á s respetuosa
de la h o m o s e x u a lid a d m a s c u lin a que el c u a d ro hostil de m entes
torcidas y desviaciones furtivas que to m ó la fo rm a de ciencia tan
sólo treinta a ño s antes. S in em bargo, el acercam iento estad o uni­
dense a la id e n tid a d y la su b cultura a p a rtó la ate n c ió n de la polí-

1 Para el caso de los países citados, véanse Weeks. 1977; D’Emilio, 1983;
Kinsman, 1987; Wotherspoon, 1991.
2 Para identidad, véanse Troiden. 1989; Cass. 1990; para subcultura. véanse
Epstein. 1987,yHerdt. 1992.
tica d e rivad a de la se x u alidad y el género. E n G r a n B retaña, p o r
otro lad o , se h a d is c u tid o con m á s p r o fu n d id a d si la c o m u n id a d
gay es u n espacio de subversión v c a m b io c u ltu ra l o de conserva­
d u ris m o dependiente del género. Gregg B lachford a rg u m e n ta que
las c o m u n id a d e s gays p ro p o rc io n a n cierta resistencia, pero n o
co nstituy en u n desafío sig n ific a tiv o a la c u ltu ra de d o m in a c ió n
m a s c u lin a en la sociedad c o m o u n todo. Jeffrey W eeks, to m a n ­
d o u n a p o s ic ió n po ste structuralista del o rd en social, considera
que las su b c u ltu ra s sexuales son m á s diversas y tienen m a y o r p o ­
tencial p a ra el c a m b io .3
Estas cuestiones no están todavía establecidas, d eb id o en paite
a la e p id e m ia de v i h . Para quien es lu c h a n c o n tra u n a nueva ola de
prejuicios, se enfrentan a la e nferm ed ad y la m u e ite relacionadas
co n el s i d a y m uev en recursos para su c uid ad o , tra ta m ie n to y pre­
vención, las preguntas teóricas estructuradas to m a n d o c o m o base
el género n o están precisam ente en el p rim e r lu g a r de su lista de
prioridades. S in em bargo, las preguntas siguen a h í y son m u y im ­
p o rtan te s p a ra c o m p re n d e r las respuestas de la sociedad al s i d a .
Este c a p ítu lo se basa en entrevistas a o c h o hom bre s relaciona­
dos con In c o m u n id a d gay e n Sydney. A lgunos o tro s h o m b re s de
esta investigación tuvieron experiencias hom osexuales (incluy en­
d o a tres q u e d is c u tim o s en el c a p ítu lo 5 v p o r lo m enos d o s del
c a p ítu lo 4), pero n in g u n o de ellos se v in c u ló con las redes gays;
sólo u n o tenía a lg u n a re lac ión con dichas redes (P aul Gray, quien
pasa p o r gay c u a n d o decide travestirse).
Estos o c h o h o m b re s son: M a rk R ic h a rd s (de entre 20 y 25
años), enferm ero; Dean C a rrin g to n (de alrededor de 25), c o n d u c ­
to r de c a m io n e s pesados; A lan A ndrew s (cerca de los 30), té c n i­
co en u n a in d u s tria al aire libre; J o n a th a n H a m p d e n (cerca de
los 30), asistente com ercial; D a m ie n O u th w a ite (entre 30 y 35),
d esem pleado, q ue a veces trabaja c o m o taxista; A dam S ing e r (en­
tre 30 y 35), profesionista en el despacho u rb a n o de u n a g ra n o r ­
g a n iz a c ió n ; G o rd o n A nderson (entre 40 y 45), d ire cto r de u n a
c o m p a ñ ía ; G erry L a m o n t (cerca de los 50), profe sionista en el
sector privado .
La m ay o ría ha tenido relaciones sexuales con mujeres, a u n q u e
en la a c tu a lid a d todos, excepto u n o , centran su atención sexual en
hom bres. Dos son padres, otros creen que p o d ría n serlo. Tres vie­
ne n del c a m p o (u n o del extranjero) y su m ig ra c ió n a la ciud ad
se relacio na con su in c u rs ió n en las redes sociales gays. La m a ­
yo ría proviene de contextos obreros y varios de ellos h a n ascen­
d id o en la escala social. U no c o m e n zó en el m u n d o privilegiado
y asistió a u n a escuela privada de la élite.

E l m o m e n to d e l c o m p r o m is o

Los discursos anteriores relacionados con la ho m o se x ualidad


se o c u p a b a n de su origen. R ic h ard v on K rafft-Ebing, fu n d a d o r
de la sexología m o de rna, la d e fin ió c o m o "u n in s tin to sexual...
el opuesto exaclo al característico del sexo al cual el in d iv id u o
pertenece", y co n side ró que su causa p rin c ip a l era la degenera­
c ió n hereditaria. E n este siglo, la p s iq u ia tría su p u s o que la c a u ­
sa era cierto g rado de a n o rm a lid a d en el desarrollo, a u n q u e se
d isc u tió m u c h o c u ál era esta a n o rm a lid a d . E l p sico an álisis o r­
todoxo la a trib u ía a la p a to lo g ía fam iliar, padres distantes y m a ­
dres seductoras. La o p in ió n m á s reciente está in flu e n c ia d a poi
u n estudio re alizad o en S an Francisco p o r el K insey Institute,
que e n co n tró pocas pruebas que sostuvieran la tesis de la m adre
seductora y el padre débil, pero que e nco n tró que, entre los h o m ­
bres hom osexuales, eran com unes las historias de in c o n fo rm i­
d a d con el género en la n iñ e z.4
N in g u n o de estos p un to s de vista explica las h istorias de vida
in c lu id a s en este estudio. Todos crecieron en fa m ilia s en las que
la d iv is ió n del trab ajo era la convencional, lo m is m o que la es­
tructu ra de poder. D ean C arring to n b rom e a al d ecir que su p a ­
dre era u n "h o m b re V ic t o r i a n o " ; la m ita d de los padres llevaron
la d o m in a c ió n hasta el p u n to en que se volvía v io le ncia contra
sus esposas. Estas ú ltim a s trab a jab a n en el bogar y se dedicaban
al c u id a d o in fa n til, algunas de ellas trab a jab a n o casion alm en te
y g a n a b a n u n salario. E n pocas palabras, el firm a m e n to fa m ilia r
se e n co n tra b a en el rang o de lo que era n u m é ric a m e n te n o rm a l

4 Krafft-Ebing, 1965 [1886].Bieber,e/a/., 1962, y Friedman. 1988, muestran


puntos de vista psicoanalíticos que han cambiado con el tiempo. El estudio rea­
lizado en San Francisco es el de Bell, et a l, 1981.
y so cialm e nte con v en cion al en A ustralia d u ra n te los a ño s c in ­
cuenta y sesenta.5
T am poco podem os h a b la r de que los niños no se c o n fo rm aran
a su género. Estos á m b ito s convencionales fa m ilia re s fueron si­
tios de prácticas m ascu lin iza n te s exactam ente paralelos a los de
las historias de vida heterosexuales. Sus m adres les p o n ía n p a n ta ­
lones y n o faldas; sus padres les enseñaban a ju g a r fútbol; apren­
dían sobre la diferencia sexual. Al salir de sus fam ilias se les in d ujo
a particip ar en grupos de am igos de su m is m o sexo, recibieron la
e ducación sexual in fo rm a l, sexista y c o m ú n , y estuvieron expues­
tos a las d ic o to m ía s estructuradas con base e n el género que pre­
d o m in a n en la vida escolar. M ark R ic h a rd s se in v o lu c ró con u n
g ru p o de a m ig o s in d o s que realizaba ciertas actividades c r im i­
nales; J o n a th a n H a m p d e n fue ju g a d o r de fú tb o l; G erry L a m o n t
se e n fre n tó a u n p adre b o rra c h o que agredía a su m adre.
C u a n d o c o m e n z a ro n a trabajar, la m ay o ría p e rm a n e c ió mas-
c u lin iz a d o socialmente. Jo n a th a n H am pd en , p o r ejem plo, trabaja
m u y a gusto en u n a a c tiv id a d re lacio nad a con la in d u s tria m a ­
nual, d o m in a d a p o r hom bres. D ean C a rrin g lo n , a q u ie n citam os
b ro m e a n d o sobre su padre "victoriano", trab aja c o m o condu ctor
de vehículos pesados. S in im p o r ta r las preferencias sexuales, él
sigue d e fin ie n d o la m a s c u lin id a d c o m o u n a a g e n c ia sexual, co­
m o algo activo, que significa llevar las riendas. G o rd o n Anderson
co n du ce su o fic in a de acu e rd o con los patrones convencionales
que su po n e n u n jefe y u n a secretaria; a d e m ás se c o m p o rta de for­
m a c o n tro la d a y a u to rita ria , lo que se a ju s ta perfectam ente al
traje gris, de b u e n corte, que u tiliz a b a c u a n d o lo entrevistam os.
G o r d o n es u n b ue n estratega en los negocios y sus o p in io n e s so­
bre p o lític a m u estran su p re paración.
E n c o n c lu s ió n , en las vidas de estos ho m b re s po d e m o s detec­
tar u n m o m e n to de co m pro m iso con la m asculinidad hegem ónica
sem ejante al de los a m b ie n ta lista s presentados en el c a p ítu lo 5.
C o m o se p o d ía prever, la he g em o nía del m o d e lo d o m in a n te in ­
flu e n c ia a todos los dem ás.
S in e m b arg o , al ig ual q u e en la d in á m ic a fa m ilia r de nue s­
tros e jem p lo s del c a p ítu lo 5, las relaciones que c o nstruy e n al
5 Como se define en las entrevistas con los otros grupos de hombres en la in­
vestigación y en estudios históricos como los de Game y Pringle, 1979; Gilding,
1991.
género p e rm ite n otras posibilidades. Las fa m ilia s n o son siste­
m as m ecánicos y fijos; son cam pos de relaciones en los cuales se
negocia el género. Sus config uracio nes c a m b ia n c o n el tiem po,
c u a n d o las a lia n z a s se fo rm a n o se ro m p e n y la gente entra y sa­
le de ellas.
E n los hogares en los cuales se tiene u n a d iv is ió n conv encio­
nal del trabajo, las relaciones de los n iño s con sus m adres v her­
m an a s son tanto el m e d io p rin c ip a l de m a rc a r las diferencias
sexuales c o m o la f u e n t e de alternativas de id e n tific a c ió n con el
padre. La estructura convencional del hogar patriarcal perm ite
toda u n a g a m a de p osib ilid ad e s para las relaciones e m o c io n a ­
les y la co n strucción del genero.
De esta fo rm a, en el caso de Jo n a th a n H a m p d e n po d e m o s e n­
c o n trar u n a poderosa id e ntificación con su padre, pero ta m b ié n
u n a id e n tific a ción im p o rta n te con su h e rm a n a m ayor. Esta ú l­
tim a se desarrolló, m ie ntras el afecto de su padre se p e rd ió poco
a poco. C o n el tie m p o , Jo n a th a n ta m b ié n re p ud ió la relación con
su h e rm a n a . A lan Andrews, u n n iñ o que creció e n el c am p o , co­
m o D a m ie n O u th w a ite , siem pre estuvo cerca de su m adre; en su
niñez, casi todas sus am ig as eran niñas; siem pre ha a d m ira d o y
se h a sentido cerca de las mujeres. S u m adre tuvo que echarlo del
n id o . D a m ie n , p o r su parte, evadió el control m a te rn o v escapó
a la ciudad; sin em bargo, ta m b ié n se m an tu v o ligado e m o c io n al­
m ente a ella.
E n u n á m b ito extenso, la insistentem ente m a s c u lin iz a d a c u l­
tura p ú b lic a — en grupos de am igos, escuelas, lugares de trabajo,
organizacion es deportivas, m edios de c o m u n ic a c ió n — sostiene
las d efinicion es convencionales de género. Pero su m is m a insis­
tencia o casion a que los jóvenes utilice n el género c o m o u n a for­
m a de resistirse a los adultos y la a u to rid a d establecida.
Esta resistencia puede to m a r la form a de u n a personalidad
h ip e rm a s c u lin a , q ue es la que Jo n a th a n H a m p d e n a s u m ió en la
adolescencia: fu m a b a , peleaba y se resistía a la a u to rid a d esco­
lar. c o m o a lg u n o s de los jóvenes de clase obrera que d iscutim os
en el cap ítu lo 4. S in em bargo, la resistencia ta m b ié n puede deri­
var en hacer cosas totalm ente n o m asculinas. Al final de la a d o ­
lescencia, dos de los hom bres de nuestro g ru p o hiciero n justo
eso. D a m ie n O u th w a ite , al a b a n d o n a r u n m ed io ru ra l asfixiante
y llegar a u n a escuela en la ciud ad, se teñía el cabello, usaba p a n ­
talones extravagantes, se p in ta b a las u ñ a s v tejía. M a rk R ichard s,
adolescente in c o n tro la b le y h ostil, c a m b ió c o m p le ta m e n te y en
su v id a a d u lta d e c id ió e s tu d ia r e nfe rm e ría.
E n c o n se cue n cia, el m o m e n to del c o m p ro m is o es c o m p le jo .
E n a lg u n a s de estas vidas po d em o s e n c o n tra r cierto c o m p ro m is o
co n la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a q u e presenta fo rm a s diversas,
desde u n fuerte c o m p ro m is o con ésta hasta u n a serie de fa n ta ­
sías nerviosas, re lac io n ad a s ta m b ié n c o n ella. Sea lo q u e sea, el
c o m p r o m is o sie m p re está a h í. E n n in g ú n se n tid o la h o m o se ­
x u a lid a d se d e riv a de a lg u n a care ncia, de a lg ú n v acío d e riv a d o
del género. S in e m b a rg o , la c o n s tru c c ió n de la m a s c u lin id a d se
d a a través de relaciones que son to d o m eno s m o n o lític a s . L a d i­
n á m ic a del g én ero es poderosa y s u fic ie n te m e n te c o m p le ja y
c o n tra d ic to ria c o m o para m o d u la rs e de d iferentes fo rm as. E n
la vida de estos hom bres, la m o d u la c ió n decisiva n o rm a lm e n te
se d io desp ués de u n a experiencia sexual — el d e s c u b rim ie n to de
la se x u alid a d o u n d e s c u b rim ie n to en la se x u alidad .

El. G R A N IT O D li ARENA: I j \S E X U A L ID A D

Para m á s de la m ita d del grup o, el p r im e r c o n tac to sexual im p o r ­


tante fue heterosexual. Dos de ellos h a b ía n estado casados y eran
padres; otros estuvieron a p u n to de casarse. La p rim e ra re lac ión
de D ean C a rrin g to n fue “u n a b ella e x periencia y to d a v ía so m os
a m ig o s"; in c lu ía b uenas re lacio nes sexuales y c u id a d o m u tu o .
Piensa q u e fá c ilm e n te se h u b ie ra casado. E n el caso de A la n A n ­
drew s, al crecer en el c a m p o , la se x u alidad se d e fin ía c o m o u n a
re lac ión c o n u n a ch ica. S u m a d re y su g ru p o de a m ig o s lo p re ­
sio n a ro n p a ra q u e se buscara u n a novia. S us a m ig o s se la busca­
ro n . C u e n ta u n a d iv e rtid a h is to ria en la cual u n a no ch e , c u a n d o
el g ru p o a c a m p a b a , lo o b lig a ro n a e n tra r e n la tie n d a de u n a
m u c h a c h a , pero se e q u iv o c ó y a b ra z ó a o tra c h ic a . C o m o v im o s
a rrib a , la h e te ro se x ualid ad o b lig a to ria es p arte in d is c u tib le del
paso a la v id a a d u lta .

Había mucha presión sobre los jóvenes de 16 o 17 años que eran vír­
genes. Y yo lo era. Siempre pensé que sería bueno conocer a la chi­
ca correcta. Pero resultó ser un muchacho.
C o m o A lan deja ver, el discurso p ú b lic o su p o n e que la hetero­
sexualidad siem pre está im p líc ita . S in em bargo, la heterosexua­
lidad o b lig a to ria no necesariam ente se p o n ía en práctica. Los
relatos describen experiencias entre personas de sexos d ife ren­
tes y del m is m o sexo d u ra n te la n iñ e z.
A dam S ing e r recuerda que “desde que tiene m c m o iia , siem pre
tuvo u n gran interés sexual”. Puede d a r detalles c irc u n s ta n c ia ­
les de juegos sexuales entre a m ig o s de a m b o s sexos, en la p r im a ­
ria y la se cun d aria — hasta incluye u n a d eliciosa v iñeta de u n a
"co lo n ia n u d is ta ” fo rm a d a p o r n iñ o s de la p r im a r ia en los m a ­
torrales q ue se e n c o n tra b a n m ás a llá de la cerca escolar— . J o ­
n a th an H a m p d e n ta m b ié n recuerda los juegos sexuales de su
niñez, en los cuales se in c lu ía n personas de los dos sexos, a u n ­
que sus recuerdos son m eno s idílicos. Lo e n c o n tra ro n jug and o
con su vecina de siete años. M ás adelante recuerda lo que pare­
cen ser m asturbacio ne s m u tu a s con los n iñ o s de su pandilla; fue
entonces c u a n d o se d io cuen ta de que se p ro h ib ía la hom ose ­
xualidad v c o m e n z ó a d esarrollar se n tim ie n to s de c u lp a b ilid a d .
En u n o de los casos, la in ic ia c ió n sexual en la n iñ e z fue c o n u n a
m u je r a d u lta , u n a pariente, y el resultado lúe u n gran torbellino
em ocional.
Experiencias c o m o las anteriores, que in clu y e n com pañeros
V c o m p a ñ e ra s sexuales, se e ncu e ntran tan to en las historias de
vida de a d u lto s heterosexuales c o m o en las de hom osexuales.
Los contactos sexuales te m p ran o s c o n n iñ o s o con hom bres no
previenen p o r sí m ism o s la heterosexualidad. L a investigación
realizada en otros países aporta evidencias de que hay m ás h o m ­
bres que tuvieron contacto sexual con otros ho m bro s en su ju v e n ­
tud que los q ue se h icieron total o p rin cip a lm e n te hom osexuales.
La sexualidad de la ju v e n tu d es u n c a m p o de po sib ilidade s, no
u n sistem a d e tc im in is ta . Freud a p u n tó la form a libre de la sexua­
lidad en la n iñ e z (su fam oso chiste sobre la "d isp o sic ió n polifor-
m a perversa” de la n iñe z, pero la lo c a lizó en la p rim e ra in fancia.
Casos c o m o los de A d a m S inge r y Jo n a th a n H a m p d e n m uestran
que la se x u alidad p o lim o rfa se extiende hasta la adolescencia.6

6 Para más evidencia sobre la sexualidad temprana mixta, véanse Kinsey,


etal., 1948, p. 168; Shofield, 1965. p. 58. Para una investigación más reciente,
véase Tumer, 1989. La frase de Freud es de Tliree Essays, 1905.
La h o m o se x u a lid a d a d u lta , c o m o la heterosexualidad a d u lta ,
c ie ñ a estas opciones. Es algo que ocurre, que se produce a través
de ciertas p rácticas específicas, n o es alg o q u e esté p re d e te rm i­
nado. La lim ita c ió n sexual incluye la selección de u n objeto; este
e n fo q ue p ue de encontrarse en algunas, a u n q u e n o en todas, las
entrevistas.
E n el caso de M ark R ic h ard s, el p e rio d o de in fe lic id a d severa
y re ch azo de la a u to rid a d que desarrolló al in ic io de su adoles­
cencia se resolvió c u a n d o lo m a n d a ro n a u n a escuela a la que
a c u d ía n só lo n iñ o s y se e n a m o ró de u n o de sus c o m p a ñ e ro s. É l
c u e n ta su h isto ria c o m o la "clásica h istoria en u n in te rn a d o ...
u n a a m is ta d m u y cercana y p o r si fuera p o c o ... u n a re la c ió n se­
xual m u y fuerte". Se trata b a de u n a re lac ión furtiv a, pero c o m ­
pleta:

— Nunca nos atraparon, y lo hacíamos en todos lados. Hasta en el


Sillón de Actos, bajo las escaleras. Se inscribió a las clases de músi­
ca porque yo asistía a ellas; íbamos los mismos días ...
— ¿ L o s d e m á s s a b ía n de s u re la c ió n ?
— No. jN o! Bueno, no nó, pero creo que no.

Desde entonces, M ark selecciona c o m o objetos sexuales a


h o m b re s y n o lo d u d a .
N o se trata de u n a fija c ió n fetichista en u n a característica
p a rtic u la r del objeto. M ás b ie n es la c o n so lid ac ió n de la práctica
sexual de M ark en t o m o a u n a relación lo que creó u n a estruc­
tu ra qu e M a rk tra n s firió c o m o u n lo d o a v ín c ulo s posteriores.
S u v id a sexual, de acu e rd o con lo anterior, se h a c o n d u c id o a
través de varias relaciones que son re lativam e nte largas. R e c h a ­
za la sexualidad de u s ar y dejar, y co m e n ta, con u n a iro n ía bas­
tante densa, q ue el s i d a ha te n id o efectos “m ara v illo so s”, ya que
"o b lig ó a q ue todos d e ja ra n de coger p o r todas partes".
La lim ita c ió n sexual p ue de darse, y en el caso de M ark se d io ,
sin referencia a lg u n a a la id e n tid a d hom osexual o a c u a lq u ie r
d e fin ic ió n social de lo que es gay. La m ism a relación fue el fu n d a ­
m e n to . La sexualidad de A d a m Singer, hasta cierto p u n to libre
en su n iñ e z, ta m b ié n se c o n so lid ó en to m o a las relaciones e m o ­
cionales — que no excluyeron algunas relaciones con mujeres, pe­
ro q ue se centraron m ás e n hom bres— . E n la preparatoria, A d am
to m ó c o n c ie n c ia sexual del a u ra m a s c u lin a de los estudiantes
mayores: "e ra n e studiantes c o m o yo, pero su m a s c u lin id a d era
muy, m u y fuerte”. C o m o a d u lto , A d a m puede ya expresar su de­
seo de fo rm a jocosa, pero efectiva: "U n h o m b re grande, m u s c u ­
loso, q ue m e m im e . M e gusta que m e c u id e n ”. La selección de
u n objeto, en este caso, se define a través de im áge nes de género
c o n tra d ic to ria s ("m u s c u lo s o ", "que m e m im e ”), y la c o n tra d ic ­
c ió n n o es ab stracta, s in o q ue se corporal i/a . E n c o m p a ra c ió n ,
la im ag en de la "m u je r c o n ecta", con la cual A d a m piensa va a
encon trarse a lg ú n d ía, es b astante so m b ría .
E n este caso, el proceso social n o puede explicarse a través de
nociones c o m o la "id e n tid a d hom ose x ual” o el "rol hom osexual".
C o m o en los casos heterosexuales d isc u tid o s en el c a p ítu lo 2,
tan to la p rá c tic a sexual c o m o las im ág e n e s sexuales se relacio­
na n co n cuerpo s estructu rad o s con base en el género. L o que es­
tá en ju e g o es d a r y re c ib ir placeres corporales. E l proceso social
se c o n d u c e p rin c ip a lm e n te a través del tacto. S in e m b arg o , se
trata, sin d u d a a lg u n a , de u n proceso social; u n a p rác tic a inter­
personal g o b e rn a d a p o r la e structura del género, q u e tiene u n a
cscalíi m u c h o m ayor.
Un p a tró n m u y s im ila r puede verse en el caso de D ean Cairing-
ton, q u ie n ta m b ié n lia tenido relaciones con h o m b re s y m ujeres.
C u a n d o se le p re g u n tó c u á l era la d ife rencia, d io u n a respuesta
bastante n o ta b le q ue se c entraba en las sensaciones corporales.
Vale la p e n a presentarla con detalle:

En el sentido tradicional no hay diferencias. Me refiero al sexo anal,


o a cualquier otra cosa: besar, tocar, chupar, lamer. Físicamente he
hecho lo mismo. Pero tal vez decidí que era más excitante con un
hombre. Es que sé cómo estimular a un hombre porque sé cómo me
gustaría que me estimularan a mí. Ha resultado bien, ha sido fan­
tástico y me relaciono mejor. Mi amante Betty nunca me habría di­
cho qué es lo que le gustaba. Todo le gustaba pero jamás se hubiera
detenido a decirme "me gusta que me hagas esto así, me gusta que
presiones o hazme esto, o ponte esta ropa..."
Creo que me puedo relacionar más con un hombre porque su
cuerpo es igual al mío... al tener sexo con un hombre puedo descu­
brir qué es lo que me gusta más... Aprendo más sobre mi propio cuer­
po. .. Tengo dos pechos, sé como son estas tetas: no son muy grandes,
son bastante planas, pero son bellas. Y me perdí tantas cosas. Es una
pena, una verdadera pena.

L a respuesta de D ean va y viene p o r u n terreno de sim ilitu d e s


y d ife rencias. Es claro que n o e x perim e nta dife rencias c ate g óri­
cas entre las cu a lid ad e s eróticas de los sexos; ta m p o c o que esta­
blezca prácticas diferentes c o n a m b o s. S us respuestas se aju sta n
a los d e s c u b rim ie n to s de la inve stig ación sobre el repertorio se­
xual entre h o m b re s gavs v bisexuales en Sydney.7 Las prácticas
m ás c o m u n e s en el sexo entre h o m b re s en esta c u ltu ra (besarse,
abrazarse de m an e ra erótica, etc.) ta m b ié n son c o m u n e s en el
sexo entre h o m b re s y m ujeres. L o q u e es diferente c o n u n h o m ­
bre, a cla ra D ean, es la g e s ta lt del cuerpo: cie rta c o n fig u ra c ió n
cuya s im ilitu d es in q u ie ta n te y a firm a n te . E sta s im ilitu d p e r m i­
te q u e la e x p loración del c u e rp o del o tro se vuelva u n m e d io de
ex p lo rar el p ro p io cuerpo.

Sur g a y : id e n t id a d y r e l a c io n e s

Al parecer, u n a sexualidad e stru c tu rad a con base en el género,


según la evidencia, será u n a c o n stru c c ió n pro v isio n al y g radu al.
S in e m b a rg o , n o po d em o s d e c ir lo m is m o de la id e n tid a d so cial
gay. E n la a c tu a lid a d la categoría se e n c u e n tra tan b ie n fo r m a ­
da y tan a la m a n o q ue se im p o n e a la gente, le guste o no. Da-
m ie n Outhvvaite, al fin al de su adolescencia rebelde, experim entó
esto c u a n d o todavía se e n c o n tra b a a ctiv a m e n te interesado en
las m ujeres:

En la universidad iba un tipo que enseguida me identificó como gay,


y me daba bastante lata... solía identificar todo lo que hacía como
característico de los gavs. Por ejemplo, fui el primero en utilizar cier­
to tipo de pantalones extravagantes cuando comenzaron a ponerse
de moda —decidió que era debido a mi condición de gay—. También
llevaba mis libros en una bolsa a la espalda — también pensaba que
se trataba de un gesto muy gay.
C o n el tie m p o , D a m ie n a d o p tó esta d e fin ic ió n de sí m is m o , y
la c o n fir m ó d e b id o a la o p re sió n — p e rd ió dos trab ajo s— y su
in c lu s ió n en las redes sociales gays.
A la p o s ib ilid a d de ser gay se le h a a tr ib u id o a ctu a lm e n te u n a
existencia tan real q ue es fácil q ue los h o m b re s experim enten el
proceso de a d o p c ió n de esta d e fin ic ió n social c o m o si descu­
b rie ran algo sobre ellos m ism os. G o rd o n A n de rson explica que
"se d io c u e n ta ” de q ue era gay; A lan A ndrew s u tiliz a la m is m a
frase. A lan ofrece u n relato clásico de lo que fue aceptarse c o m o
gay en seis pasos: L a p r e h is t o r ia : crecer en u n p u e b lo en el c a m ­
po; tina fa m ilia consei-vadora y relajada; n in g u n a te nsión p a rti­
cular. L a p r e p a r a c ió n : in se g u rid a d p ro p ia de la adolescencia — el
g u sto p o r estar con chicas, sin que n in g u n a te guste en especial;
juegos sexuales con u n a m ig o , q ue se e cha p a ra atrás. E l c o n t a c ­
to : a los 19 a ñ o s se e n cu e n tra en u n b e a t (u n lu g a r para e n c u e n ­
tros se m ip ú b lic o s, algo s im ila r al “sa ló n de té” estadounidense)
y tiene sexo con h o m bre s. E n to n ce s sale a b u sc a r m á s h e a ts , le
gustan y se siente b ie n en ellos, pasa unas "m aravillosas” vacacio­
nes llenas de sexo en la playa. E l r e c o n o c im ie n t o : 20 años. "Fi-
n a lm e m e llegué a la c o n c lu s ió n de que era gay y fu i a m i p rim e r
baile gay”. I m in m e r s ió n : va a su p ro p io ritm o al visitar los bares,
tiene m u c h a s relaciones. L a c o n s o lid a c ió n : 22 años de edad, c o ­
noce al S e ñ o r Perfecto y se establece en u n a re la c ió n de pareja;
conoce a m á s a m ig o s gays, se u n e a algunas o rganizacion es gays
y se lo dice a su p adre y m adre.
Todo suena en orden y m u y cercano a los m odelos de etapas de
"fo rm a c ió n de la id e n tid a d h om ose x ual” descritos p o r la psicolo­
g ía social. S in e m b arg o , la c larid ad de la secuencia es e ngañosa
y el resultado no es la id e n tid a d h o m o g é n e a que la psicología
del yo s u p o n ía y de la cual estos m o de lo s de etapas d e p e n d ía n .
Las p rim e ras experiencias sexuales de A lan en los b e a t fueron
decepcionantes. Le to m ó tie m p o a d q u irir cierta h a b ilid a d y obte­
ner placer. C u a n d o c o m e n z ó a ir a los bares de Sydney — "clara­
m en te an tiso ciales... lugares m u y filo s ”— lo explotaron. D ebido
a su experiencia de joven del c a m p o , g ua p o , grande y de h a b la r
lento, seguram ente Ríe considerado u n fe nóm eno en los bares de
la c iu d a d ; n o le fa lta ro n c o m p a ñ e ro s. A u n q u e él b uscaba a m o r
y afecto, sus c o m p a ñ e ro s sólo q u e ría n sexo. Siente que cierta p a ­
reja lo "violó": "M e o b lig a ro n a tener sexo anal con ellos”. Se vol-
v ió m u y c rític o de los sem entales gays, in te rp re ta n d o su expe­
riencia sexual c o m o u n a so b re co m p e n sa c ió n para su in se g u ri­
dad. A p re n d ió a d is im u la r en los grupos heterosexuales, a flirtear
de fo rm a clan d e stin a . C u a n d o les d ijo a su padre y m a d re sobre
sus preferencias n o le fue m u y bien. S u m ad re se e n o jó y su p a ­
dre se negó a hablar. A m bos hiciero n lo posible p o r m a n te n e r ale­
jado a A lan de su h e rm a n o m enor, p o r si acaso la "c o rru p c ió n "
se c o n ta g ia b a . A lan n o es tan hostil hacia ellos c o m o p a ra que
esta s itu a c ió n n o le m oleste.
E n u n a s itu a c ió n c o m o ésta, 's a lir del clóset” en re alid a d sig­
nifica e n tra r a u n m e d io gay ya co n stitu id o . E n tre quien es se
dedican a la teoría gav, e specialm ente quienes se e n c u e n tra n in ­
fluenciado s p o r F o u c a u lt, existe u n fuerte debate respecto a la
id e n tid a d colectiva que se fo rm a en el m ed io : sobre si se trata de
u n m e d io de re g u la ció n social y, en consecuencia, de o p re sió n .8
La experiencia de D a m ie n O u th w a ite , acu sado de ser gay debido
a sus p a n talo n e s y su bolsa, p o d ría entenderse de acu e rd o con
esta teoría. T am bién, a u n q u e de fo rm a m ás sutil, la trayectoria de
A lan A ndrew s p o r los b e a ts y bares de Sydney. M a rk R ic h a rd s se
d istan cia del estilo de vida acelerado y de la s u b c u llu ia gay, de
los a fe m in a d o s y los ho m b re s que se visten de cuero. E sto ta m ­
b ién p ue de interpretarse c o m o u n a c rític a a las c o n fo rm id a d e s
internas del m u n d o gay.
S in em bargo , n o hay la m e n o r d u d a de que D a m ie n , A lan y
M ark ta m b ié n e x p e rim e n taro n su se x ualidad gay c o m o u n a for­
m a de libe rtad , c o m o la c ap a c id ad de hacer lo que realm ente
q u e ría n hacer. Las suyas no p u e d e n ser desechadas c o m o c o n ­
ciencias falsas. D e a n C a rrin g to n expresa m ás c laram e n te el ele­
m ento festivo de “salir del clóset":

¡Fervor, frenesí! Hay que hacer todo lo que te has negado a hacer du­
rante 25 años, lla z lo que quieres sexualmente. Y te dedicas a ir a
fiestas, a bailar, a beber.

Se trata de u n a p ie za clave en la experiencia in ic ia l de la lib e ­


ración gay. S igue siendo u n a presencia del p e rio d o poste rior al
s id a , co m o lo m uestra el éxito c o n tin u o del festival lésbico y gay en
M a rd i G ras — u n a de las fiestas m á s p o p u lare s y c o n c u rrid a s en
Sydney— . Para G o rd o n Anderson, q u ie n tiene razones poderosas
p ara no h ace r saber a to d o el m u n d o que es gay, "s a lir del clóset”
(co n se gu ridad perdería su tra b a jo y p ro b a b le m e n te el acceso a
sus descendientes), la se x u alidad gay v las redes de a m is ta d gav
n o son tan llam ativ as. Pero siguen e x perim e ntándo se c o m o u n a
vertiente d e lib e rtad y pla c e r fuera de las restricciones de otros
aspectos de su vida.
L a lib e rtad sexual, "las fiestas", "le v a n ta r los tacones" (frases
de G o rd o n A nderson), a u n q u e im p o rta n te s, n o d e fin e n el tip o de
co n e x ión q ue n o rm a lm e n te se busca. A d a m S in g e r lla m a a su
p rim e ra experiencia con u n h o m b re "n o u n a re lac ión , sin o u n
e n c u e n tro sexual”. L a m a y o ría de los o tro s acepta esta d is tin ­
c ió n v, c o m o A d a m , valora m u c h o m á s la "re la c ió n ”.
E l ideal q ue c o m p a rte n incluye u n a re lación de pareja d u ra d e ­
ra, tal vez q u e acepte sexo casual, p e ro q u e privilegie el c o m p ro ­
m iso p r im a r io . L o q u e v alo ran en ella es ta n to el p la c e r sexual
c o m o "la h o n e s tid a d ... el c u id a d o , el c o m p a r tir y a p re n d e r u n o
de o tro ", p ara u s a r las p alab ras de A lan A ndrew s. O tro s m e n c io ­
n a n q ue in v o lu c ra r e m ocion es m u tu a s , intereses c o m u n e s y sen­
tarse y e sc u c h a r al o tro son los c o m p o n e n te s de relaciones que
fu n c io n a n .
¿ C ó m o se lleva este deseo a la p ráctica? Ésta es la parte m ás
d ifíc il de reportar de las entrevistas, y a que es lo q u e m á s les cos­
tó a ellos describir. Tres viven con a m a n te s h o m b re s en relacio­
nes d uraderas, q ue en u n o de los casos es de once a ñ o s . De estas
relaciones, la m á s p ro b le m á tic a es en la que h av m a y o r d ife re n ­
cia de edad; al parecer el trato re ciproco es lo m á s d ifíc il de c o n ­
seguir.
O tro s tres b u sc a n co nscientem ente relaciones d u ra d e ras , ya
sea re avivando u n a m o r a n te rio r o b u s c a n d o u n a nueva pareja.
M ie ntras ta n to se las arreglan con “encuentros" o só lo esperan a
q u e se acabe la se q uía, c o m o u n o de ellos lo explicó. O tro h a te­
n id o e n cu e n tro s cortos c o n h o m b re s (m á s d u ra d e ro s c o n m u je ­
res) y a h o ra está p re o c u p a d o p o r la ética de d ic h o s encuentros.
S ó lo u n o de los o c h o prefiere e m o c io n a lm e n te los e ncuentros
casuales. In te n ta llevar u n a v id a erótica que sea gay sin d is c u ­
sió n , con u n a re lac ión d o m é s tic a c o n tin u a con la m a d re de sus
hijos/as.
E l p a tr ó n q u e estos h o m b re s prefieren, c o m o el del m u n d o
heterosexual q u e c o n o ce n, es el q u e se c o m p ro m e te en u n a re­
la c ió n d u r a d e r a de pareja. S in e m b a rg o , c o n se g u irla n o es fácil.
Los e n cu e n tro s casuales en los b e a ts y bares siguen s ie n d o parte
im p o r ta n te de su e x periencia to tal. Todos tu v ie ro n e n cu e n tro s
cortos. Para a lg u n o s fue la r u ta h a c ia la se x ualidad gay; ad e m ás,
los "e n c u e n tro s " sig ue n s ie n d o p o s ib ilid a d e s s ig n ific a tiv a s a u n
c u a n d o h a y a n e stab le cido re lac io n e s de pareja.
La m a y o r ía de estos h o m b re s tuv ie ron relaciones sexuales con
m ujeres, a d e m á s de con h o m b re s. T éc n ic a m e n te s o n bisexuales.
S in e m b a rg o , s ó lo J o n a th a n H a m p d e n lla m a así a su id e n tid a d
sexual, a u n q u e in m e d ia ta m e n te corrige: "B isex ual c o n u n a pre­
ferencia [p o r los hom bres]". G errv L a m o n t ju e g a c o n el té rm in o
“bisex ual", p e ro p a ra él es ú n ic a m e n te u n a fo rm a de re c h a za r
su id e n tid a d gay, de la c u a l s ie m p re se h a a p a rta d o . P a ra él, ser
gay es ig u a l a e star fue ra de c o n tro l.
E n este m o m e n to y en este lu g a r 110 existe n in g u n a categ oría
social p o s itiv a p ara lo "b ise x ual"; n o existe n in g u n a id e n tid a d
in te rm e d ia b ie n d e fin id a q u e los h o m b re s p u e d a n ad o p ta r. M ás
bien, la b is e x u a lid a d se e x p e rim e n ta c o m o \u a lte rn a n c ia entre
conex iones heterosexuales y h om ose x uale s, o c o m o u n a cu e rd o
e stab le cido q u e las p o n e ju n ta s al s u b o r d in a r u n a a la o tra. E n
otras c u ltu ra s existen po sic io n e s in te rm e d ia s m e jo r d e fin id a s .9
S in e m b a rg o , p o d e m o s c o n s id e ra r q u e en la so cied ad e u ro p e a y
estad o un ide nse c o n te m p o rá n e a la preferencia sexual es u n a d i­
c o to m ía y la b ise x u a lid a d es inestable.

L a s r e l a c io n e s e n t r e m a s c u l in id a d e s

( orno sostuve e n el c a p ítu lo 3, u n a m a s c u lin id a d específica se


co n stituy e en re lac ión c o n o tras m a s c u lin id a d e s y c o n la estruc­
tura total d e las relaciones e stru c tu rad a s c o n base en el género.
lis t a s re lacio nes n o son só lo d e fin ic io n e s de la d ife re n c ia , s in o
que in v o lu c ra n p rác tic as m ateriales. H istó ric a m e n te , la re lación
entre la m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a y la ho m o se x ual ha supuesto
q ue el sexo entre ho m bre s es u n c rim e n , lo m is m o que la in tim i­
d a c ió n y la violencia fuera de la ley.
C u a n d o escribí el p rim e r b o rra d o r de esle c a p ítu lo (Sydney,
1991), u n g ru p o de pre paratorianos fue acu sado p o r golpear a
u n ho m bre gay hasta m a ta rlo en u n parque de la c iu d a d , al cual
a c u d ió p orque lo lla m a ro n p o r teléfono para que fuera. C o m o
David M cM aster explica en el análisis que h iz o al ataque, golpear
a a lg u ie n hasta m a ta rlo n o es fácil: en este caso, su p u so que se
le p a raran en la cabeza, b rin c a ra n sobre sus genitales y le reven­
taran las costillas c u a n d o se la n za ro n sobre él con todo su peso.
Los ataques a gays son tan c o m u n e s c o m o p a ra que se les in c lu ­
ya en la p o lítica u rb a n a de Sydney. La investigación e tnográfica
de Jam e s W alk er d o c u m e n ta la p ro fu n d id a d de esta h o m o fo b ia
en la c u ltu ra ju v e n il de la c iu d a d .10
A n in g u n o de los hom bre s que entrevistam os lo h a n golpea­
do, pero sí a m e n a z a d o . S u conversación d a p o r se ntad o que se
encuentran en u n m edio ho m o fób ico . D am ien O u th w a ite ha per­
d id o em pleos, A dam S inger ha conservado u n a carrera que real­
m ente no le interesa m u ch o , en parte porque es u n m e d io seguro
p ara los h o m bre s gays. G o rd o n A nderson se q u e d a en el clóset
porque tem e perder su trab ajo y sus hijos/as:

iNo quiero dejar de hacer lo que hago. No quiero dejar de ser un buen
padre; no puedo imaginarme a mí mismo como alguien que pone su
estilo de vida ante lodo. Supongo que ése es el precio que tengo que
pagar.

G o rd o n nos da u n a descripción interesante de c ó m o tiene que


sostener la ilu sió n de m a s c u lin id a d heterosexual c u a n d o h o m ­
bres de negocios lo visitan y tiene q u e entretenerlos. Tiene a m i­
gas que lo a c o m p a ñ a n en su d e p a rta m e n to y a c tú a n c o m o las
anfitrio nas: la ilu s ió n se pierde c u a n d o les p re g u n ta n en d ónd e
g u a rd a n la p im ie n ta .
Entonces, la m a s c u lin id a d heterosexual se e ncu entra en la
fo rm a de relaciones cotidianas con hom bres "norm ales'’, que su­
ponen cierta am enaza. E ntre las respuestas fam iliares a esta reac-
10 Mi opinión sobre la violencia en contra de los gays está influenciada por
McMaster. 1991, cuyas descripciones de los daños infligidos en este asesinato
he parafraseado. Para la cultura local juvenil, véase Walker. 1988.
c ió n se encuentran la cautela, la e x hib ición y la b úsque da de u n a
red gay. S in em bargo, esto no asegura le g itim id a d . A los h o m ­
bres heterosexuales se les puede considerar portadores p a té ti­
cos de ideas a n tic u a d a s y de u n a form a de vida a b u rrid a . Dean
C arrington regresó al p u e b lo en d o n d e creció:

Vi a mis amigos. Por ejemplo, a uno con el que fui a la escuela... Tie­
ne 25 años, es padre de tres y está atrapado en una rutina. Regresé a
verlo a él. Se me ocurrió regresara mi pueblo natal y ¡me quedé con
los ojos abiertos! Todos habían crecido, se habían casado, yo no. Ha­
bían hecho "lo correcto", entre comillas.

A lan A ndrew s tuvo la m is m a reacción al ver c ó m o su h e rm a ­


n o heterosexual se convertía en u n alcohólico. Frente a esta im a ­
gen, la m a s c u lin id a d gav es m u y sofisticada v m oderna. Negociar
la relación con la heterosexualidad es cuestión de establecer d is­
tancia c u ltu ra l y, a m e n u d o , física.
Las relaciones personales no a gotan la relación entre m a s c u ­
linidades. La m a s c u lin id a d he gem ón ica ta m b ié n se encuentra
com o u n a presencia in stitucion al y cultural en las prácticas colec­
tivas. El culto al fútbol en la escuela de Jo h n H a m p d e n es u n buen
ejem plo, sustentado p o r la p o lítica escolar y la institucionali/a-
ción de la confrontación y la agresividad corporales. I ¿\autoridad
m asculinizada en los lugares de trabajo ocasionó fricciones en los
casos de D a m ie n O u th w a ite y M ark R ic h ard s. A d a m S inger y
Gerry L am o nt se distanciaron de sus profesiones m asculinizadas.
S in em bargo, la m a s c u lin id a d hegem ónica posee a u to rid ad
social y n o es fácil confrontarla. U no de los efectos de la hegem o­
nía es la c o n fo rm a c ió n de percepciones de lo que es gay. G o rd o n
A nderson, c o m p ro m e tid o con su estrategia de evasión, critica a
los h o m bre s que "ostentan" su c o n d ic ió n g a y — lo que considera
característico de los gays australianos— . (S in em b argo, la m is ­
m a critica se hace a los "hom osexuales su b u rb an o s" en E stados
U nidos).n A d am Singer, D a m ie n O u th w a ite y M ark R ichard s re­
ch azan la h ip e rm a s c u lin id a d . pero ta m b ié n expresan su disg us­
to p o r los gays a fe m in a d o s (<q u e e n s ). M ark lo explica de fo rm a
sucinta:
Si eres un hombre, ¿por qué no actúas como uno? No eres una mu­
jer, así que no te portes como una de ellas. No hay que darle más
vueltas. Y respecto al cuero y todas esas cosas, no las entiendo. Es
todo. Soy un gay muy normal.

La d in á m ic a sexual/cuItural a la que M ark se refiere es im p o r ­


tante. L a selección de u n h o m b re c o m o objeto sexual n o es sólo
la selección de u n c u e ip o q u e tiene u n pene, es la selección de
u n a m a s c u lin id a d corporalizada. Los significados culturales de la
m a s c u lin id a d , n o m ia lm e n te , son parte de u n paquete. S egún
esto, la m a y o ría de los gays son “m u y norm ales". N o es sólo cues­
tió n de re sp o n s a b ilid a d clasem ediera. Posiciones sim ila re s to­
m a ro n los h o m b re s de la clase o b re ra no re la c io n a d o s con la
c o m u n id a d gay q u e e ntrevistam os en u n e stu d io que h ic im o s
u n poco después de éste.12
D esde el p u n to de vista de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a, la
n o r m a lid a d se subvierte c o m p le ta m e n te si el o bjeto de selección
sexual no es el correcto. De a h í el estereotipo heterosexual co­
m ú n de que lod o s los gays son afe m in a d o s. Esta subversión es u n
rasgo característico de la h o m o se x u a lid a d en u n a sociedad p a ­
triarcal; es in de p e n d ie nte del estilo personal o de la id e n tid a d de
gays c o m o M ark. Por eso, las teorías gav que c o n sid e ra n que la
fe m in iz a c ió n es necesaria en la h o m o se x ua lid a d ta m b ié n tienen
cierta ra zó n , a u n q u e n o en el se ntid o que su p o n e n . De acu e rd o
co n las m is m a s , c o n s e g u ir la m a s c u lin id a d gay, según los c o n ­
ceptos de M a rk R ic h ard s, q ue son m u y c o m u n e s y hasta p re do ­
m in a n te s en los gays u rb a n o s en la a c tu a lid a d , n o es p o s ib le .n

F r e n t e a l c a m b io

E n estas h isto rias de vida, e n la fo rm a específica del m o v im ie n ­


to entre contextos, el c a m b io es u n tem a central. Para a lg un o s
el d e s p la z a m ie n to im p o rta n te se d io desde el c o nse rv ad urism o
del c a m p o hasta las luces de la c iu d a d . La h is to ria de D ean Ca-
rrin g to n sobre los a m ig o s de su n iñ e z que h a b ía n he cho “lo co-

12 Connell, Davis y Dowsett. 1993.


Véase Mieli. 1980.
ire c to ” se re lac io n a ta n to c o n la vida en u n p u e b lo c o m o con la
m ascu lin id a d . Dean se m u d ó a Sydney e in m e d ia ta m e n te c o m e n ­
zó a tener sexo co n h o m bre s, a su m irs e c o m o gay y "ru g ir” en los
bares y clubes n o c tu rn o s. P ara otros, el m o v im ie n to se d io d e n ­
tro de la c iu d a d , pero entre m e d io s m u y d is tin to s — la escuela
burguesa v e r s u s el h o gar radical (M ark R ichard s), el lu g ar de tra­
bajo de u n negocio v e r s u s u n a red social gay (G o rd o n A nderson),
u n a carrera p rofesional v e r s u s u n m o v im ie n to de c re c im ie n to
(G erry L a m o n t).
E l proceso de salir del clóset, de establecerse c o m o h o m o se ­
xual en u n m u n d o h o m o fó b ic o , otorga casi p o r necesidad estruc­
tura a los relatos. La h isto ria de vida se e x p e rim e n ta c o m o u n a
m ig ra c ió n , c o m o u n viaje de a lg ú n o tro lu g a r al que se h a b ita
ahora. A d ife re n c ia de los a rg u m e n to s que c o n sid e ra n a la id e n ­
tidad sexual c o m o u n a re g u la c ió n , e n fatiza ré la a g e n c ia in v o lu ­
crada e n este viaje. D ean C a rrin g to n lo resum e c o m o u n escape
v u n a e x p lo ra ció n de sí m is m o :

Ésta os una de las cosas que más me obligó a venir [a Sydney], po­
der separarme de m i padre y m i madre, pensaren encontrarme a m í
mismo, lo que soy, lo que quiero y por qué hacía lo que hacía, por
qué cambiaba, de qué me escondía.

E n o p o s ic ió n al c o n c e p to p s iq u iá tric o tra d ic io n a l que cree


en las relaciones p ro b le m átic a s con el p a d re y la m adre, la m a ­
yoría de estos casos m u e s tra n u n firm e desarrollo del yo que
perm ite la se p aración sin rechazo. La m ay o ría de ellos m a n tie ­
ne tan b u e n a s relaciones con su padre y m a d re c o m o ellos lo
pe rm itan.
El deseo de u n c a m b io personal que se desprende de las de­
claraciones de D ean C a rrin g to n p ue de c o n d u c ir a u n a re fo rm a
deliberada de la m a s c u lin id a d , c o m o las que d is c u tim o s en el
c a p ítu lo 5. D a m ie n O u th w a ite ha id o todav ía m á s allá: está in ­
tentan do sopreponerse a su “necesidad de c o m p e tir ” y de d o m i­
nar. Asistió a u n evento del m o v im ie n to de ho m b re s en contra del
sexism o y q uiere seguir tra b a ja n d o cuestiones re lac io n ad a s con
la p ro x im id a d física, n o sexual, con ho m bre s. J o n a th a n H a m p ­
den, a p e sa r de su in c o n tro la b le disgusto p o r la c o m id a vegeta­
riana, vive en u n a casa vegetariana, se ha s o m e tid o a terapias de
"re n a c im ie n to ” y a h o ra "s u e ñ a ” con a b r ir u n centro de talleres
sobre sexualidad.
La exigencia de u n c a m b io en la m a s c u lin id a d no requiere del
ap o yo de la c o n tra c u ltu ra . U no de los m o m e n to s m á s d r a m á ti­
cos de la h isto ria de Jo n a th a n H a m p d e n es c u a n d o su padre, el
profesionista poderoso que al apartarse de la fa m ilia in flu e n c ió
el d esarrollo de Jo n a th a n , les p id ió que se reunieran:

Se sentó y nos dijo: “¿Qué hice mal?" Fue la primera vez que habla­
ba del asunto, en realidad fue la primera vez que presentó una acti­
tud abierta frente a nosotros. “¿Qué he hecho mal? Evidentemente
no hice bien las cosas. Creí que con trabajar mucho y darles todo
tendrían lo que necesitaban". Mis hermanas y mi madre comenza­
ron a acusarlo. Yo tuve que irme, porque conocía a mi papá y sabía
cómo se sentía. Era un hombre orgulloso y no podía verlo así, hecho
pedazos. Y ellas soltaron todo: "Durante años le hemos dicho que
no queremos tu dinero, te queremos a ti”. Al final lo entendió... y lo
único que dijo es que se sentía muy mal al respecto, que quería que
lo supiéramos. No podíamos creerlo.

Un a ñ o después m u r ió de un ataque al corazón. Jo n a th a n pien­


sa q ue los p rim e ro s sínto m as de pro b lem as cardiacos fue ron los
que p ro v o caro n esta crisis en la m a s c u lin id a d de su padre.
Si J o n a th a n tiene ra zó n , la fra ctu ra de las defensas de la m as­
c u lin id a d h e g e m ó n ic a de la v id a del s e ñ o r H a m p d e n se d e b ió a
la a m e n a z a de m uerte y a la p re sión de las m ujeres (n o de Jona-
th an , p orque él "tuvo que irse”). E n la vida de la m ay o ría de los
d e m ás h o m b re s esta c o m b in a c ió n no se d a y la u rg e n c ia de c a m ­
b io n o es tan fuerte. S in em bargo, m u c h o s sí sienten esta necesi­
d ad de c a m b io y la idea de que la diferencia sexual se reduce, que
los h o m b re s se acercan cada vez m á s a las m ujeres o se parecen
m á s a ellas, se e n cu entra m u y generalizada.
D a m ie n O u th w a ite sugiere que el m is m o c a m b io se d a en la
m a s c u lin id a d gay, c u a n d o relata la historia de u n a fiesta en la ca­
sa de u n joven gay, en u n a c iu d a d de p ro v in cia. E l joven in v itó a
varias m ujeres, y c u a n d o ellas llegaron el gay de m a y o r edad en
la fiesta se fue. S us redes sociales excluían a las m u jeres y lo que
h iz o este h o m b re pareció deberse a cierta m is o g in ia — sin e m ­
bargo, n o o c u rrió lo m is m o con los gays m ás jóvenes— . E n con-
sistencia con lo anterior, los tres h om bre s m ás jóvenes del g ru p o
entrevistado, M a rk R ic h a rd s, D e a n C a rrin g to n y A lan A ndrew s,
son los q ue m á s valoran a las m ujeres y los que tra b a ja n m ás su
a m ista d con ellas.
S in e m b a rg o , esta concie ncia del c a m b io tiene pocos efectos
políticos. E l énfasis de la p o lític a de la lib e ra c ió n gav en la a fir­
m ación de la identidad gav y la consolidación de las co m u nid ad es
f*avs, c o m o D ennis A ltm an explica en el caso de E stados U nidos,
ha ten ido u n efecto c o n tra rio .54 Los hom bre s de nuestro g u ip o
110 se sentían p arte de u n m o v im ie n to de re fo rm a m ás a m p lio .
Hasta a h o ra , el c o m p ro m is o que tienen con a lg u n a práctica m ás
a llá del yo es sólo co n a lg u n a de características terapéuticas, en
la que a y u d a n a q ue otros h o m b re s a lca n c e n proyectos in d iv i­
d u a liz a d o s d e re fo rm a (los talleres de G erry L a m o n t, el centro
de sexualidad de Jo n a th a n H a m p d e n ).
La falta de co ncie ncia p o lítica puede observarse en la postura
que el g ru p o tiene frente al fe m in is m o . N o rm a lm e n te expresan
cierto a p o y o a l m o v im ie n to , pe ro d e s a p m e b a n a quienes van
d e m asia d o lejos":

No soporto a las marimachas que piensan que los hombres son una
mierda (Mark Richards).
Nunca he tenido ningún conflicto al respecto. No ine gustan los
extremos en nada —la idea de liberarse y quemar los brassieres me
pone de malas. (Gordon Anderson)

La a c titu d — y el nivel de ig n o ra n c ia respecto al fe m in is m o —


es la m is m a q ue tuvieron los heterosexuales que entrevistam os.

La m a s c u l in id a d g a y c o m o p r o y e c t o e h is t o r ia

l.as in terpretacio nes c o m u n e s de la h o m o se x u a lid a d , tan to el


esquem a trad icio n al de lo que es n o rm a l y lo que se desvía, c o m o
los esquem as m ás recientes de “c u ltu ra d o m in a n te /s u b c u ltu ra ",
parecen m o n o lito s c u a n d o se c o m p a ra n con las realidades de la
vida de estos hom bres. Sus sexualidades em ergieron de negocia-
ciones de m u c h o s tipos y en m ú ltip le s á m b ito s : relaciones e m o ­
cio nale s en el h o g a r y el m e rc a d o sexual; relaciones e co n ó m ic as
y en el lu g a r de trabajo; relaciones de a u to rid a d y a m ista d . Las
presiones en estas relaciones a m e n u d o los la n z a ro n en direc­
ciones d istintas; a d e m ás de q u e se v in c u la n en secuencias d ife ­
rentes.
E n fa tiz a r esta c o m p le jid a d n o es n e g ar el s ig n ific a d o de la es­
tru c tu ra social, ta m p o c o sig n ific a que n o se p u e d a e n co n tra r
cierta estructura en lo que ocurre. E n todos los relatos es posible
detectar los m ism o s m o m e n to s lógicos, a pesar de la variedad
en los detalles: a) c o m p ro m is o c o n la m a s c u lin id a d h e g e m ó n i­
ca; b) lim ita c ió n de la se x u alidad en to rn o a las relaciones con
hom bres; c) p a rtic ip a c ió n en las prácticas colectivas de u n a co­
m u n id a d gay.
N o p re te n d o q ue estos p u n to s generen u n nue v o m o d e lo p a ­
ra la fo r m a c ió n de la id e n tid a d h om ose x ual. N o existe u n a id e n ­
tid ad ho m o se x ual general, c o m o ta m p o c o existe u n id e n tid a d
heterosexual general. A lg u n o s de los que lo hace n atraviesan
otros m o m e n to s significativos en la c o n s tru c c ió n de su sexuali­
d a d — c o m o “el cuero y todas esas otras cosas”, m e n c io n ad o s p o r
M ark R ic h a r d s .1s
M ás b ie n, estos m o m e n to s d e fin e n u n p roye cto que se puede
d o c u m e n ta r en este contexto específico: la fo rm a c ió n de u n a
m a s c u lin id a d ho m ose x ual que se realiza h is tó ric a m e n te c o m o
la c o n fig u ra c ió n de u n a prác tic a. Se p u e d e n c o m p a ra r con los
m o m e n to s de la re co n strucción de las m a s c u lin id a d e s hetero­
sexuales q ue e x p loram os en el c a p ítu lo 5; a d e m ás , tienen el m is ­
m o p u n to de p a rtid a .
N in g u n o de estos m o m e n to s define el proyecto, s in o su in ­
terconexión. L a lim ita c ió n del c a m p o sexual en to rn o a las rela­
ciones co n otros h o m b re s tiene estas características d e b id o al
c o m p ro m is o anterior, a u n q u e lim ita d o , con la m a s c u lin id a d he ­
g e m ó n ic a . Los h o m b re s gays no tienen la lib e rta d de in ve ntar
nuevos objetos de deseo, ta m p o c o los h o m b re s heterosexuales.
S u deseo se estructura de acuerdo c o n el orden de género existen­
te. A d a m S in g e r n o rechaza el c u e ip o m a s c u lin o , s in o el cuerpo

: Para una descripción detallada de otro de estos momentos» la creación de


los hombres que visten cuero, véase M. Tompson, 1991.
m a s c u lin o que hace cosas fe m e ninas. E l e ro tism o de D ean Ca-
ir in g to n se desenvuelve en to rn o a las s im ilitu d e s corporales
leídas en té rm in o s estructu rad o s con base en el género (es decir,
en n in g u n a de las otras fo rm as en las q ue se p u e d e n leer las d i­
ferencias y sim ilitu de s corporales; es de n o ta r la ate n c ió n que da
a los pechos, u n s ím b o lo im p o rta n te lig ad o al género en nuestra
cultura). Este erotism o estructurado con base en el género a p u n ­
taló la fo rm a c ió n de la c o m u n id a d u rb a n a gay c o n la cual estos
h om bres deben relacionarse c o m o la d e fin ic ió n p r in c ip a l de ser
gay — a lg u n a s veces con d ific u lta d , c o m o en la experiencia que
tuvo A la n A ndrew s en los bares, y alg u n a s otras c o n a liv io — en
este m o m e n to específico.
¿Cucil es la d ire cc ió n h istó ric a de u n proyecto e structurad o de
esta fo rm a? ¿Q ué posibilidades se abren v cuáles otras se cierran?
Es m á s fácil co nside rar a estos h o m b re s p ro d u c to s y n o p ro ­
ductores de h isto ria. S u p o lític a priva tiza d a n o tiene g ra n in ­
fluencia en el estado de las relaciones de género. El curso de u n a
vida que se co ncib e c o m o u n viaje entre contextos, e je m p lific a ­
d a p o r la m ig r a c ió n lite ra l de D ean C a rrin g to n a la c o m u n id a d
gay, p resupo ne la h istoria en la cual d ic h o s contextos se han for­
m ad o. E stos h om bre s están e n u n a p o s ic ió n en la c ual pue de n
adoptar, negociar o re chazar cierta id e n tid a d gay, u n escenario
co m e rcial gay y redes sociales v sexuales gays, elem entos Lodos
que ya estaban fo rm ad o s. D ie z a ño s después, son los herederos
de u n m u n d o c o n s tru id o p o r la lib e rac ión gay y los "capitalistas
rosados” de los año s setenta, la generación devastada p o r el sida .
Esta g e n eración ta m p o c o tiene u n concepto n i u n c o m p ro m is o
c o n d ic h a h istoria.
Es a q u í d o n d e el p a n o ra m a se parece al espacio de la teoría
de B lach fo rd , q u ie n considera q ue el c a m b io so cial logrado p o r
la p o lític a gay es m u y lim ita d o . E l e ro tism o e stru c tu rad o c o n
base en el sexo de estos h o m bre s, la presencia social m a s c u lin a
que la m a y o ría m a n tie n e , la a te n c ió n q ue p re stan a las re lac io ­
nes en pareja p riv a tiza d a s y su falta de s o lid a rid a d con el fe m i­
n ism o a p u n ta n en la m is m a d ire cción. E n ellos n o hay n in g ú n
c u e s tio n a m ie n to a b ie rto al género.
S in em bargo, ésta n o es la historia com ple ta. E l proyecto abre
otras p o sib ilid a d e s p a ra el c a m b io . La p rim e ra , la ob jetiv ación
m ism a de la h o m o se x u a lid a d que n o rm a lm e n te se teoriza c o m o
u n a form a de control social es, en el caso de estos hom bres, u n a
c o n d ic ió n de lib e rta d . Se trata del contrape so a la heterosexua-
lidad h e gem ón ica q ue los rodea y que constantem ente invade sus
vidas, q ue hace posibles los placeres p ro h ib id o s , el elem ento
festivo de su sex ualidad y la c o n s tiu c c ió n de las relaciones a la r­
go p la z o c o n otros ho m bre s gays. (D eb em os a p u n ta r que la re­
lación de p a re ja m á s larga del g ru p o c o m e n z ó en u n b e a t, el sitio
clásico de los encu entros casuales).
A u n q u e la m a y o ría de estos ho m b re s ta m b ié n h a te n id o expe­
riencias sexuales con m ujeres, n in g u n o de ellos to m ó ni ha reci­
b id o u n a p o s ic ió n social c o m o bisexual. E l p u n to de referencia
tanto p a ra su p e rs o n a lid a d c o m o p a ra la selección del o b je to se­
xual es la m a s c u lin id a d .
La c u ltu ra d o m in a n te define al h o m b re ho m o se x ual c o m o
a fe m in a d o . E v ide ntem ente, en el caso de los h o m b re s que e n ­
trevistam os a q u í, q u e a c tú a n casi siem pre “c o m o ho m b re s”, esta
d e fin ic ió n es incorrecta. S in e m b arg o , n o se e quiv oca al se ñ ala r
el ultraje q u e representan para la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a.
L a m a s c u lin id a d del objeto sexual que seleccionaron subvier­
te la m a s c u lin id a d de su p e rso n a lid a d y presencia social. Esta
subversión es u n rasgo estructural de la h o m o se x u a lid a d en u n a
sociedad p a tria rca l en la cual la m a s c u lin id a d he g em ón ica se de­
fine c o m o exclusivam ente heterosexual y cuya h e g e m o n ía se ex­
tiende in c lu s o hasta el c u id a d o de los n iñ o s . N a d ie p uede llegar
a ser ho m o se x ual sin fra c tu ra r de a lg u n a fo rm a la hegem onía.
Así q ue n o debe so rprendernos e n co n tra r e lem entos c o m o los
m ás extravagantes de D a m ie n O u th w a ite , la e nfe rm e ría de M ark
R ich ard s, la id e n tific a c ió n de A lan A ndrew s y J o n a th a n Hamp-
den co n las m ujeres, ju n to a otros elem entos q u e sí son caracte­
rísticos de la m a s c u lin id a d de la corriente p rin c ip a l.
La m a s c u lin id a d ho m o se x ual es u n a c o n tra d ic c ió n en el o r­
den de género q ue se e structura según lo hacen los sistem as o c ­
cidentales m o d e rn o s. La evidencia de estas h isto ria s de v id a (y
de otras c o m o ellas) m uestra que la c o n tra d ic c ió n posible se lle­
va a cabo, in clu so se ha vuelto u n a rutin a. El p u n to de vista a p o lí­
tico del g ru p o m uestra la estabilización de u n a alternativa pú b lic a
a la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a. N o tienen que pelear d e fe n d ie n ­
do su existencia c o m o ho m b re s gays, c o m o sí lo tuvieron que h a ­
cer las g eneraciones anteriores. Se trata de u n a d ife rencia m u y
sig n ificativa p o rq u e su rgie ron del contexto de la m a s c u lin id a d
hegem ónica.
La se x u a lid a d es el p u n to en el cual este proyecto se rom pe, y
las relaciones sexuales se e n c u e n tra n en u n p u n to en el c u a l se
necesita u n c a m b io radical. R especto a la corriente p rin c ip a l y
las relaciones heterosexuales, las relaciones sexuales entre los
hom bres gays m uestran u n grado notable de re cip ro c id ad .16 Con
algunas excepciones, se e n fa tiza la re ciprocid ad c o m o u n ideal
v se ejerce en gran m e d id a.
Las c o n d ic io n e s de la re ciprocid ad son co m ple jas. Incluye n
que la pareja tenga edad sim ilar, que pertenezca a la m is m a clase
social (estas c o n d ic io n e s fa lta ro n en las experiencias que vivió
Alan A ndrew s en los bares) y tenga la m is m a p o s ic ió n ligada al
género en la e structura general. De form a iró n ic a , la d ific u lta d
para establecer lo que es el tip o de re lac ión c o n sid e ra d a m ás va­
liosa, las parejas duraderas, ta m b ié n puede convertirse en u n a
presión h a c ia la re cip ro c id ad en la c u ltu ra sexual. F in a lm e n te ,
ta m b ié n d eb em o s c o n s id e ra rla fo rm a en la c u a l el c ue rp o se in ­
volucra en la práctica sexual: el reflejo en el espejo del a m a n te y
el a m a d o que, de fo rm a u n tanto in genu a, a u n q u e vigorosa, ex­
presó D ean C a rrin g to n , en d o n d e la e x ploración del cue rp o del
<>lro se convierte en la e x ploración del p ro p io cuerpo.
N o estam os re firién d o n o s a re volucionarios, pero ta m p o c o a
personas q u e se re p rim e n com ple tam en te . La p o s ic ió n del "gay
m u y n o r m a l” es c o n tra d ic to ria en la p o lític a e stru c tu rad a con
base en el género. Las relaciones pacíficas y am isto sas con m u ­
irles jóvenes que construyen los hom bres jóvenes en sus lugares
de trab ajo y hogares, ju n to con la re cip ro cid ad en su p ro p ia se­
xualidad, son indicado res del c a m b io que estas contrad iccio ne s
pueden producir.

Debo estas observaciones a Sue Kippax; alguna evidencia al respecto pue-


.!«• «ncontrarse en Connell y Kippax, 1990.
Una lección de imágenes: El actual movimiento mítopoético de los hombres honra al
i uhubre peludo” por considerarlo el arquetipo de lo masculino profundo. En otras
utes del mundo, esta imagen posee un significado muy distinto. Aquí presento una
itagen china de un marinero europeo; es de la década de 1850, durante el largo
doloroso proceso a través del cual el comercio y !a cultura occidentales (por no
moncionar el opio) se Impusieron a los chinos. Se llama “El viejo peludo". (Fuente:
I mitón Deulsch Collectlon. Londres)

La masculinidad es un proceso cultural:


sin mencionar al género, este anuncio
\ I u m i h It .im I Ii.iu m i i i m v retoma las imágenes del deporte
m il .M u k 'M ir Wiml»**. “masculinizado" para vender sus
equipos. Al hacerlo, define a la
computación personal como del dominio
del poder masculino y relaciona el trabajo
de oficinas, poco heroico, con un mundo
EPSON imaginado/recordado de peligros,
u #*•. U i
velocidad y ruido. (Fuente: Seiko Epson
Corporation © 1992 Epson America Inc.)
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THE RCAAL AKCiAUK


SYUNEY'S 1 KM XV .
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Semiótica de la masculinidad: la creación de las imágenes comerciales de la masculinidad hegemónica se contradice: el placer narcisista
que exhibe viola el código al cual se refiere. Estos anuncios muestran dos soluciones. A la izquierda, el poder prohibido y autocontemdo
queda enfatizado por la multiplicación literal de las imágenes. A la derecha, se presenta una ligera burla al código, que ademas enfatiza la
artifictalidad de la imagen. (Fuentes: anuncios encontrados en la revista de la línea Air C a ñ a d a y en el suplemento de anuncios
del Sydney Moming Herald. 1987)
El Estado masculino: el ámbito público se define simbólicamente como un espacio
para la masculinidad hegemónica; los espacios reales se encuentran ocupados por
hombres reales. La imagen presenta el momento de una sucesión patriarcal, del 20 de
enero de 1953. El antes general Dwight Eisenhower es nombrado presidente de
Estados Unidos; lo acompañan (entre otros hombres) Harry Truman y Richard Nixon.
(Fuente: Associated Press Ltd. Londres)
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Vkr! I2í»>*1l ÍVtth U JS f**'

PLESSEY
O Conm.i'língthc ftitun»

Construyendo la diferencia: dos empleados de una oficina hacen lo mismo:


hablan por teléfono: sin embargo, la forma de presentarlos es muy distinta. Además
de la ropa, el maquillaje, el bigote, el peinado y la diminuta nariz, a la oficinista se le
llama “una muchacha"; el hombre sostiene el auricular con firmeza. No existe la
menor duda de quien controla la situación. (Fuente: anuncio en el Sydney Morning
Herald, 21 de agosto de 1986)
T h#y h o v e w h « l H t o k « i
I

La masculinidad obrera como ejemplo: la rudeza y el valor de


los trabajadores se utilizan como símbolo del compromiso al
servicio de la corporación. (Fuente: Collier’s, 15 de enero 1949)
I a masculinidad hegemónica como objeto del deseo: anuncio
para un espectáculo de stríptease masculino, dirigido a mujeres
heterosexuales: sin embargo, la imagen es muy similar a las que
se dirigen al erotismo de los hombres gays. Los accesorios se
utilizan para sugerir cierta primitividad, pero debe quedar claro
que se trata de la primitividad que controlan los paquetes
turísticos. (Fuente: Chippendales World Theatre Show,
sólo para damas)
«í.t.í. <v**m
Off 7?iaKl>
in#
iVitw\n6

La política de masculinidad de la derecha: ejemplo del género de propaganda del ascenso del poder
nazi; el fascism o se presenta como una forma ejemplar de la masculinidad hegemónica. Los soldados,
anónimos y casi idénticos, aparecen como guerreros; algunos incluso se presentan con heridas de
batalla. Hitler (que era una veterano de guerra con mucnas condecoraciones) es en parte profeta y en
parte guerrero. La esquina inferior derecha muestra la hegemonía en el trabajo, mientras que las figuras
siniestras (los judíos, los comunistas, etc.) representan la cobardía y la corrupción.
(Fuente: Archivo Weimar)

If*/l Bicentenary 'QQ
— ——

Imágenes de la frontera: es extraño


que la “forma del futuro" presentada
para el bicentenario australiano fuera
una imagen localizada en el pasado
colonial; el vaquero blanco en su
caballo de trabajo Sin embargo,
la camisa a cuadros se deriva de las
imágenes estadounidenses — como
la música counlry de Australia,
que se deriva de NashviVe, no de
Oodnadatta. (Fuente: Autoridades del
Bicentenari Australiano. Bicentenary
’88. octubre, 1986)

nited tates rmy


builds MEN

La masculinidad hegemónica y el
ejército: imagen fantasiosa de un
soldado que aparece en un cartel
de reclutamiento para la primera
guerra mundial. (Fuente: postal
publicada por Schellmark Inc.,
reproducida de una colección
de carteles militares de Meehan,
Nueva York) APPLY NEAREST RFCRUITING O FFICE
Jugando con los elementos del género: día de Halloween en Haight Street.
San Francisco. Las convenciones de la feminidad se combinan con cuerpos
masculinos de tal forma que el resultado es una burla a las diferencias derivadas
del género. (Fuente: postal publicada por The Bowler Hat. San Francisco)

Reconformando el género: un ejemplo de las imágenes que enfatizan el placer


que los hombres experimentan con los/las beoés. Sin embargo, parecería que
este padre todavía no se hunde completamente en el sentimiento oceán¡co: lleva
puesto su reloj. (Fuente: © Noel Butcher 1985. Melbourne Herald. "Un día cálido,
un remojón fresco")
CAPÍTULO 7
H O M BRES DE RAZÓN

Kn los cap ítulos 4 y 6 d isc u tim o s m asculinidad es m arg in a d a s y


subordin adas. Este c a p ítu lo se centrará en m ascu linidad es he-
g em ónicas y cóm plices, específicam ente en el potencial para el
c a m b io relacionado con el aspecto de la ra cio n a lid a d .
U n concepto fam iliar en la ideología patriarcal es que los h o m ­
bres son racionales m ie ntras que las m ujeres son em ocionales.
Se trata de u n a supo sición fuertem ente a rraig a d a en la filosofía
europea. Es u n a de las ideas directrices de la teoría de los m ies
sexuales en la fo rm a de la d ic o to m ía in stru m e n ta l y expresiva.
Además, tam bién se encuentra m u y extendida en la cultura p o p u ­
lar. La ciencia y la tecnología, q ue según la ideología d o m in a n te
son m otores del progreso, se definen c ultura lm e n te c o m o u n a
vertiente m ascu lin a . La m a s c u lin id a d hegem ónica establece en
p aite su hegem onía al re clam ar la corporal i/a c ió n del poder de
la ra zón y, p o r lo tanto, representa los intereses de la sociedad
co m o u n todo; es u n error identificar la m ascu lin id a d hegem ó­
nica sólo c o m o u n a agresión física. La descripción que V íctor
Seidler hace de la c ultura patriarcal enfatiza la separación entre
m ente y cuerpo, y la form a en la cual la a u to rid a d m a s cu lin a se
conecta co n la razón descorporalizada — con lo que se sobrepo­
ne a las contradicciones de la corp o ra liza c ió n d iscutidas en el
cap ítu lo 2 .1
E n u n a rtícu lo que c a m b ió el ru m b o de las investigaciones,
M ichael W in te r y E llen R obert sugirieron que la conexión entre
la m a s c u lin id a d y la ra c io n a lid a d era clave para el c am b io . El

: Para racionalidad, masculinidad y filosofía europea, véase Seidler, 1989.


Para la dicotomía instrumental y expresiva, Parsons y Bales. 1956. Para la mascu-
linización cultural de la ciencia y la tecnología, véase Easlea, 1981.1983.
c a p ita lis m o a v a n za d o sig n ific ó u n a u m e n to en la ra c io n a liza ­
c ió n de los negocios y de la c u ltu ra en su to ta lid a d — d o m in a d a
cada vez m ás p o r la ra zó n técnica, es decir, la ra zón centrada en
la eficiencia de los m edios, no en la de los fines ú ltim o s — . (La
in d u stria de la televisión en E stados U nidos es u n e jem plo sor­
prendente, con u n a v irtuosid ad técnica im p re sio n a n te y recur­
sos enorm es dedicados a tra n s m itir basura).
W in te r y Robert sostienen que, en la a c tu a lid a d , la d o m in a ­
c ió n de los hom bres sobre las m ujeres se le g itim a gracias a la o r­
g a n iz a c ió n técnica de la p ro d u c c ió n , y no a la religión ni al uso
de la fuerza. Al crecer los niños, su m a s c u lin id a d se va c o nfo r­
m a n d o para ajustarse a las necesidades del trab a jo colectivo. La
m a s c u lin id a d c o m o u n todo vuelve a conform arse para ajustar­
se a la e co n o m ía colectiva y a su c ultura dom esticada:

Cada ve/ es más fácil identificar la masculinidad con los rasgos que
representan el proceso por el cual el individuo internaliza las formas
de la razón técnica, ya que es la razón técnica misma la que cons­
tituye la forma principal de represión en la sociedad contempo­
ránea.2

No existe la m e n o r d u d a de la im p o rta n c ia de estas cuestio­


nes. La racio n a liza c ió n es u n tem a central de la historia cultural
m o d e rn a y se reconoce cada vez m á s su conex ión con la cons­
tru c c ió n social del género. L a estrategia de W in te r y R o b e n de
con side rar el m u n d o o c u p a c io n a l d o m in a d o p o r la razón técni­
ca se ha id o h acien do evidente.
S in em bargo, su argum ento se sobregeneraliza porque el m u n ­
do o cup acio n al es m ás lim ita d o que lo que ellos suponen. A lo lar­
go de la h isto ria se ha hecho u n a d iv isió n im p o rta n te entre las
form as de m a s c u lin id a d o rganizad as en t o m o a la d o m in a c ió n
directa (p o r ejem plo, la d ire cción corporativa, la dirección m i­
litar) y las form as que se o rg a n izan alrededor del c o n o c im ie n to
técnico (p o r ejem plo, las profesiones, la ciencia). Las ú ltim a s han
cuestionado a las prim eras en busca de la hegem onía en el orden
de género de las sociedades capitalistas avanzadas; y no han teni­
d o todo el éxito que esperaban. E n la a c tu a lid a d coexisten c o m o
inflexiones o énfasis alternativos d entro de la m a s c u lin id a d he-
jiem ón ica.
Kxisten ám b ito s específicos en los que las m asculinidad es que
se o rg a n iza n alrededor del c o n o c im ie n to técnico p re d o m in a n ,
especialm ente en el m u n d o o c u p a c io n a l de la "nueva clase m e ­
d ia ” — o la nueva clase: obreros entrenados intelectualm ente,
burguesía de la tecnoestructura o nueva burguesía, según teo-
i las rivales— . Las tendencias com unes en estas teorías son el
.mge de in d u stria s basadas en el c o n o c im ie n to , el crecim iento
«le la e ducación superior y la m u ltip lic a c ió n de cartas credencia­
les, la in flu e n c ia de la experiencia y la c u ltu ra o c u p a cio n a l del
11 •abajo profesional y técnico.3 Propongo explorar las tendencias
.1 la crisis en torno a la ra cio n a lid a d , e n fo cán d o n o s en hom bre s
que trab ajan en tales á m b ito s , que poseen experiencia pero que
i atecen de la a u to rid a d social otorgada a la riqueza, al estatus
de las viejas profesiones o a l poder corporativo.
La descripción que sigue se basa en nueve historias de vida de
hom bres que se e n cu e n tra n en esta p o sic ió n . Sus edades varían
desde los 25 hasta los 45 años. Sus profesiones son: contador, a r­
quitecto, técnico en c o m p u ta c ió n , periodista, bibliotecario, p i­
loto, psicólogo, profesor y a d m in is tra d o r de bienes. C uatro de
ellos viven co n sus esposas o am antes, u n o está a p u n to de casar­
se, dos a cab an de separarse y dos llevan m u c h o tie m p o solteros.
Se trata de u n g ru p o m á s diverso que los d isc utid o s en los ca­
pítulos anteriores. E l m ate ria l de estudios de caso es siem pre
d ifíc il de resum ir; sé q ue a q u í fui m u c h o m ás selectivo, pero es­
pero a p o rta r detalles suficientes para in tro d u c ir los distintos
elem entos.

C o n s t r u y e n d o la m a s c u l in id a d

E n casi to do este grup o, c o m o en el caso de los hom bres de los


cap ítulo s 5 y 6, el h o g a r en el q ue pasaron la n iñ e z se o rg a n izó
de m an e ra convencional. E l padre tenía a lg ú n e m ple o y exigía

3 Hay mucha bibliografía sobre la nueva clase media. Encontré particular­


mente útil a Gouldner, 1979, que enfatiza el significado cultural de la educación
superior, y Sharp, 1983.
la a u to rid a d en la fam ilia; la m ad re siem pre estaba en casa, se
encargaba del c u id a d o in fa n til y c o n d u cía la v id a e m o cio n al de
la fa m ilia (E l caso de D o n M ere dith es u n a excepción, ya que la
m adre a b a n d o n ó a su esposo y m a n tu v o a los hi jos p o r su cu e n ­
ta). Las relaciones en estos m a u im o n io s pocas veces fueron c á­
lidas, y n o se basaron en el apoyo m u tu o .
La fa m ilia de C hris Argyris se encuentra en el centro de las
variaciones. "P apá era el rey", grande (a u n q u e n u n c a violento),
a u to rita rio a su m anera, el tipo de persona que "m ane ja tu vida".
M a m á era “dulce, callada, c álid a, m ara v illo sa ”. S ie m pre estaba
atrás, con cierta autoridad delegada — "le vov a decir a tu padre"— .
Por lo m enos eso era lo que parecía. C on el tie m p o , C hris la ha
ido con side ran do c o m o “a stu ta ” y su m a m e n te m a n ip u la d o ra ;
ta m b ié n ha c o m e n za d o a e n co n trar u n a parte in te rn a m ás “sua­
ve" en su padre. S in em bargo, en su n iñ e z 110 debe h aber tenido
n in g u n a d u d a respecto a la p o la rid a d m ascu lino /fem enino .
Se la n z ó hacia el lado m a s c u lin o de la m is m a , volviéndose un
buen ju g a d o r de fútbol y m o n ta n d o u n a fachada de bebedor y
buscapleitos en su grup o de am igos. S eñala q ue en realidad no
se relacionaba m u c h o con m ujeres. Tenía varios herm anos, iba
a u n a escuela de “niños" y ju g a b a fú tb o l para divertirse. Ahora
que ya es a d u lto , le sigue gustand o el fútb ol, a pesar de que, de­
b id o a sus principios, se opone a la violencia en c u a lq u ie r tipo
de esfera que no sea la del deporte.
Paul N iko lao u veía ese tipo de grupos de a m ig o s desde fuera.
Era hi jo ú n ic o de inm igrantes de clase obrera, trabajadores y po­
bres. Su descripción p in ta u n a fa m ilia fría, je rárq u ic a , con u n
padre que d o m in a b a a la m ad re que, a su vez, d o m in a b a a los
hijos/as. Paul a p re n d ió de su padre a despreciar a su m adre.
Para el padre y la m adre, Paul conseguiría u n a vida m ejor
gracias a la e ducación, así que lo o b ligaron a e stu d ia r m ucho;
en u n a escuela d o m in ad a p o r el deporte, pero lo ú n ic o que consi­
guieron fue aislarlo. Paul e n c o n u ó apoyo en u n enclave étnico,
desde d onde rid ic u liza b a n “el esfuerzo consciente de los m u c h a ­
chos anglosajones p o r ser m as cu lin o s... lucirse frente a las niñas
y ese tip o de cosas”. C o n trad ic ie n d o el estereotipo anglosajón
sobre los hom bres m editerráneos, Paul insiste en que lo anterior
no “es tan c o m ú n en la form a de vida europea". S in em bargo, a u n ­
que es m u y crítico de la d e fin ic ió n de m a s c u lin id a d de la cultu-
n d o m in a n te , no le ocurre lo m is m o con la propia. Está a p u n ­
ió de casarse con u n a joven de su m is m a c o m u n id a d étnica v s u ­
pone que ella se q ue dará en casa c u id a n d o bebés m ie n tras él se
va a g a n a r el salario de la casa. A yudará u n poco a c a m b ia r pa­
nales. E sto se debe a la diferencia n a tu ra l entre los hom bres y
las mujeres:

Creo que una mujer tiene más aptitudes físicas y psicológicas para
soportar los problemas y tribulaciones de cuidar un hogar, contro­
larlo y cuidar a una familia. En cambio, un hombre puede no ser
más fuerte físicamente... pero... en genera) sí estará más ávido de tra­
bajo. no digo que sea más ambicioso: y sentirá que tiene mayor res­
ponsabilidad de traer el pan a la casa, por ejemplo.

El c o m e n ta rio de Paul sobre los grupos de am igos anglosajo­


nes ilustra o tro tema: la im p o rta n c ia de los ejem plos negativos,
l a m ita d de los h o m bre s del g ru p o c o m e n tó sobre hom bres o
m asculinidades que los repelían o de los cuales preferían d istan­
ciarse. La n a rra ción de H u g h Trelawney da m ú ltip le s ejem plos.
Incluye a los estudiosos ( n e rc ls ) de u n a de las clases escolares,
a u n le van tad o r de pesas hom osexual de la m ism a escuela, a
“anorm ales" que ostentaban sus problem as privados, a "p ic u ­
dos" (c u a n d o surfeaba), a gays (p o r lo m enos los afem inados),
l>ero ta m b ié n a los "estúpidos" futbolistas con los que ju g a b a en
la universidad:

Jamás me aceptaran los del club de fútbol, debido a que eran del ti­
po de los callados pero bravos —sin embargo, tenían una concien­
cia muy fuerte de cómo te comportabas, de lo que decías sobre ti
mismo y lo que decías sobre otros— . Yo tenía afinidad por los que
no jugaban fútbol y siempre estaban pasados. Ingeniosos y satíri­
cos, hablaban mal de los futbolistas y decían que tenían la cabeza
hueca. Así que tampoco pertenecía al grupo, era alguien diferente.
Sin embargo, había otros como yo, que jugaban fútbol, que tampo­
co tenían la cabeza hueca. Así que por lo menos había alguien por
quien sentía cierta afinidad.

H u g h , en esta bien c o n struid a serie de im ágenes, ejem plifica


l>erfectamente el carácter relacional de las definiciones de mascu-
lin id a d . E l c o m e n ta rio de P a u l N ik o la o u ta m b ié n lo hace, a d e ­
m á s de q u e en se ña de q u é fo rm a la d e fin ic ió n de m a s c u lin id a d
n o es la c o n s tru c c ió n de u n in d iv id u o a is la d o , s in o q u e es el tra­
b a jo co lectiv o de u n g ru p o . E n su caso y en re la c ió n c o n su p r ó ­
x im o m a tr im o n io , se trata del g r u p o de a m ig o s é tn ic o s de su
a do le sce n cia y de la to ta lid a d de la red étn ic a.
D o n M e re d ith m u e s tra c ó m o se c o n stru y e el género en u n
g r u p o o c u p a c io n a l, el pe rsonal de u n a escuela:

En general, a mis compañeros les gusta el deporte. Es decir, tene­


mos un futbolista que da clases a primero. Es muy amigable y afa­
ble. A la gente le gusta estar con él. Peni es m uy sexista. Y la gente le
copia... Creo que influencia a todos. Les gusta bromear, les gusta
pasársela bien (lo cual me parece bien)... Pero al referirnos a la cul-
lura del país, no quieren saber nada. El problema son las mujeres;
son bastante... supongo que también son sexistas. Les encanta te­
ner a alguien que coquetee con ellas, que juegue con ellas... No me
consideran a m í alguien con quien puedan hacerlo.

La m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a del fu tb o lis ta ele p r im e r a ñ o se


sostiene c o n el a p o y o c o tid ia n o , in c lu s o de las m ujeres. C o m o
D o n rechaza el sexism o se le c o n sid e ra “d e m a s ia d o serio".
Los relatos m u e s tran q u e de estos procesos m a s c u lin iza n te s
se o b tie n e n d istin ta s consecuencias. C h a rle s L aw rence, q u ie n
tiene gran m o v ilid a d de ascenso en la in d u s tria de la a lta tecnolo­
gía, re p ro d u ce el estilo personal y los arreglos d o m é s tic o s de su
p ad re . S u c o m p re n s ió n de la d ic o to m ía de g é n e ro es c o m p le ta ­
m ente convencional: "N u n c a he p o d id o c o m p r e n d e r á u n a mujer,
se lo aseguro. M u c h o m eno s la fo rm a en la q u e p ie n s a n ". Así que
c u a n d o declara que su esposa es "m u y d e d ic ad a y u n a mach e ta m ­
b ié n m u y d e d ic a d a ", resulta b asta n te sospechoso.
O tro s relatos m u e s tra n m ay o res p ro b le m a s en la re p ro d u c ­
c ió n de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a. Peter B lake recuerda c ó m o
re a c c io n ó en u n a nueva escuela:

Esperaban que fueras el líder de los hombres, o algo así. Te lo decían


explícitamente. El salón de actos, en donde se realizaban las juntas,
estaba adornado con banderas de las colonias y los estados. Había
placas en honor de quienes murieron en las guerras; a los capitanes
del Primer XI, y del Primer XV, que participaron en grandes debates,
quienes eran buenos oradores. Se trataba del clásico modelo austra­
liano de lo que ellos pensaban que una escuela pública inglesa debía
ser. Me disgustaba bastante.

A pesar de estas declaraciones, Peter era fu tb o lista . S u d is i­


d e n c ia se a lim e n ta b a del ra d ic a lis m o p o lític o — era la é p o ca de
la guerra de V ie tn a m — y u tiliz a b a u n a téc n ica p a ra distanciarse
e m o c io n a l m e n te, q ue h a b ía d e sarro llad o en su sie m p re c o n flic ­
tiva fa m ilia . E n su v id a a d u lta n o se ha c o m p r o m e tid o con n a d a ,
excepto en u n p e rio d o e n el c u a l se d e d ic ó a l a c tiv is m o estu­
d ia n til.

C o n s t r u y e n d o la r a c io n a l id a d

Las d isc u sio n e s respecto a la n ue v a clase m e d ia e n fa tiz a n el pe ­


so cada vez m a y o r q ue tiene la e d u c a c ió n fo rm a l c o m o u n siste­
m a c u ltu ra l e in s titu c io n a l. Todos los h o m b re s del g ru p o tienen
a lg ú n tip o de p re p a ra c ió n p o s te r io r a la s e c u n d aria , la m a y o ría
en universidades. Si c o n sid e ra m o s que el sistem a e ducativo a u s ­
tra lia n o es bastante selectivo, esto sig n ific a q u e les fue b ie n en
la escuela; de hecho, a a lg u n o s de ellos les fue m u y bien. S in e m ­
bargo, su p e ricia p rác tic a se d e fin ió de d o s fo rm as d istin ta s.
G reg B rook. que a h o ra es u n técnico en c o m p u ta d o ra s , re­
cuerda q u e le fue b ie n en la p rim a ria ; a b s o rb ía "c o m o esponja"
el c o n o c im ie n to , "siem pre fu i de los p rim e ro s en m i clase”. Fue
seleccio nado p ara la clase de o p o rtu n id a d e s , u n a ra m a selecti­
va del nivel su p e rio r de p rim a ria ; p a só c o n fa c ilid a d de la p re p a ­
rato ria a la u n iv ersid ad , lo c u a l s ig n ific ó u n a p r o m o c ió n social
considerable. S u m ad re tra b a ja b a a te n d ie n d o u n b a r y su p a ­
dre, qu e só lo h a b ía e s tu d ia d o la p r im a ria , v e n d ía p ro d u c to s en
u n c a m ió n , p o rq u e n o p o d ía p a g a r u n a tienda.
Desde el p u n to de vista personal, ésta sería la h is to ria de c ó ­
m o e n tró G reg B ro o k al m u n d o o c u p a c io n a l. Desde el p u n to de
vista in s titu c io n a l, m u e s tra u n sistem a e d u c a tiv o ya o rg a n iz a d o
p ara seleccionar y p ro m o v e r a la m in o ría “in te lig ente". De eso
se tra ta n las o p o rtu n id a d e s d erivadas de la clase social y la in s­
c rip c ió n selectiva en las universid ad es. L a fo r m a c ió n de G reg
c o m o u n tra b a ja d o r preparado, y c o m o persona, se estructuró de
a cu e rd o co n la d e fin ic ió n in s titu c io n a l a m p lia que lo consideró
con talento. D ic h o p rin c ip io p u e d e observarse in c lu s o en sus re­
laciones sexuales, ya que él dice que es “q u is q u illo s o y selectivo"
co n sus m ujeres; prefiere a las que son inteligentes, ya q u e la in ­
teligencia es u n a fo rm a de ser atractiva. Desde el p u n to de vista
de Greg, a la gente se le e x a m in a y se le valora de acu e rd o con un
m e rc ad o de relaciones:

En lo personal creo que me encuentro un poco más arriba del pro­


medio. Por eso busco a alguien que también esté arriba del prome­
dio. Seguramente cada vez buscaré a alguien mejor.

A C harles L aw rence le fue b ie n en la escuela, a u n q u e n u n c a


fue el m ejor. H a c ía m u c h o deporte. D esarrolló u n a fuerte a m b i­
c ió n p o r ser p ilo to aviador. In te n tó ingresara u n a escuela de cade­
tes de u n a líne a aérea, pero n o tu v o las c alificacio ne s necesarias
y n o p u d o hacerlo. S u fa m ilia lo p re sio n a b a p a ra e n tr a r a la u n i­
versidad, pero él d e c id ió ir a cosechar I r u la p a ra ju n t a r d in e ro y
po d er i r a la escuela de pilotos. Se c o n v irtió en u n o calificado,
pero se q u e d ó d e se m p le a d o d e b id o a u n p e rio d o de recesión.
A ceptó a regañadientes ir a la univ e rsid ad ; se la p a s ó m a l varios
meses v entonces pensó: “Si d e cid í ser u n pilo to , entonces lo se­
ré". D io u n paso grande e ingresó a la Fuerza Aérea, siguiendo
co n su idea.
A h í e n c o n tró u n a e d u c a c ió n m u y distinta: u n ré g im e n vehe­
m ente q u e q u e ría v in c u la r a l e stud ia n te con la in s titu c ió n , ade ­
m ás de p ro p o rc io n a rle las h a b ilid a d e s técnicas. “Todo estaba
re lac io n ad o co n v o la r y con la F u e rza Aérea; parecía q u e lo res­
p ira b a s ”. A laba, a u n q u e n o m u y efusivam ente, el m é to d o de e n­
señanza: n o le g u stó pero resultó m u v efectivo. E l c o n o c im ie n to
previo de los estudiantes n o se c o n sid e ra b a en lo ab so luto . E s­
ta b a n m u y p re sio nados, la re tro a lim e n ta c ió n era negativa y les
e n se ña b an a considerarse parte de u n a élite — só lo u n o de cada
c in c o p o d ía seguir— . A dem ás, a los cadetes se les exigía so ciali­
za r u n o s con otros, y con los oficiales, e x h ib ir e n tu sias m o , tra­
b a ja r m u c h a s horas y ajustarse a las costum bres de la Fuerza
Aérea. Se esperaba que se casaran, q ue vivieran cerca de la base,
en hogares patriarcale s con esposas casadas con el trabajo.
C harles n o p e r m itió que la F uerza Aérea lo a p la stara hasta ese
extrem o. Se a p a r tó de las am istad e s superficiales y, en c u a n to
pud o, c o n s ig u ió u n trab a jo en la a v iac ión civil. A h o ra está in ­
te n ta n d o s u b ir su rang o en la trip u la c ió n aérea, ad q u ie re expe­
riencia v o la n d o y prepara su p ro m o c ió n a c a p itán .
Estos dos casos nos m u e s tran las dos fo rm as en las cuales se
define y sostiene la pericia p rofesional. G reg B ro o k fue el bene­
ficiario de u n a d e fin ic ió n generalizad a del tale n to intelectual
co rp o ralizad a en el c u rríc u lu m y la e valuación de la c o m e n te he­
gem ónica. C o n su historial a c a d é m ic o p o d ía h a b e r seleccionado
cua lq u ie ra de m u c h o s p ro g ra m as de p re p a ra c ió n o de trabajo.
S u entrevista n o m uestra que tuv ie ra a lg u n a p rio rid a d específi­
ca, n i interés en explicarnos q u é es lo q u e hacía. N o te nía c o m ­
p ro m iso a lg u n o con u n a carrera.
El caso de C harles Law rence es m u v d is tin to p o rq u e sí in c lu ­
ye u n a fuerte v o ca c ió n . La to ta lid a d de la persona se e ncuentra
c o m p ro m e tid a c o n el trab ajo . S in em b argo, esto ta m b ié n tiene
sus raíces en lo social. Es fác il detectar u n a p rác tic a fa m ilia r re­
lacionada: su m a d re lo a y u d ó a b uscar u n a escuela de a v ia c ió n y
su padre a pagarla. U n a vez que e ntró ni m u n d o de la aviación, es­
pecialm ente al de la F u erza Aérea, fue seleccionado p o r u n vigo­
roso proceso de in d u c c ió n que lo presionó para ajustarlo al m olde
in stitu c io n al.
Esta experiencia espe cializada difiere de la general no sólo
en su c o n te n id o sino en su base in stitu c io n al. A d ife re n c ia de
casi todos los d e m á s entrevistados, Charles se m ue stra escépti­
co respecto a la e d u c a c ió n fo rm a l. Se d istin g u e de los "que eran
realm ente listos" en su escuela e insiste que u n a " in te lig e n c ia '
c o m o la de su padre depende m á s del sentido c o m ú n y la c o n ­
d ucta q ue de la p re p aración.
S in em barg o, Charles es m u y escrupuloso respecto a la im p o r­
tancia de la p e ricia y las h a b ilid a d e s para volar, sobre llegar a ser
"m u y eficiente en lo que haces". E l grup o de pilo to s de la F uer­
za Aérea vive y respira de la a v iac ión . La F u e r/a Aérea a lim e n ta
a esta red de colegas p ara que sigan e ntu siasm ado s y desarrollen
sus h a b ilid a d e s. E l g ru p o se e ncu entra m u y m a s c u lin iz a d o y es
d e lib e rad a m e n te heterosexual (hasta 1992, c u a n d o eran descu­
biertos, los h om bre s gays eran expulsados de la m ilic ia a u stra lia ­
na). A u n q u e C harles se resistió a que este contexto lo absorbiera.
es notable que su in clu sión en u n grupo de am igos técnicos haya
sobrevivido a su d e sp lazam ie nto a la a viación civil. E n la actua­
lid a d se id e n tific a felizm ente con la “trip u la c ió n técnica" en sus
vuelos, quienes so cializan u n o s con otros y se d istin g u e n enfá­
ticam en te de la “trip u la c ió n de c a b in a ”. A su vez, esta d istinción
se estructura con base en el genero. Según Charles, la tripulación
de c ab in a se c o m p o n e de m ujeres y h om bre s gays, y él prefiere
m antenerse alejado.
El p a tró n de u n grup o de a m ig o s técnicos que sostiene u n a
d e fin ic ió n fuertem ente m a s c u lin iza d a de la experiencia profe­
sional ta m b ié n se h a d o cu m e ntad o en otras industrias; p o r ejem ­
plo, C y n th ia C o c k b u rn h a estudiado la parte re lac io n ad a con la
in geniería de las nuevas tecnologías en G ra n B re ta ña .4 El m u n ­
do ocupacional de Charles Lawrence es u n a co rporalización casi
arquetípica de la ra zó n instrum ental; n o da m u c h a s m uestras de
algun a presión para reconstruir la m asculinidad . Es m ás, el foco
in s tru m e n ta l en las relaciones de m edios/fin sirve para lim ita r
el im p a cto de la p re paración en el a n álisis racional; en conse­
cuencia, las relaciones de género q u e d a n protegidas de cualquier
critica.
S in e m b arg o , el c o n o c im ie n to o c u p a c io n a l n o es estático. Se
reconstruyen las técnicas y se crean nuevas fo rm as de “expe­
riencia p rofe sio nal". PeterStreckfuss, p o r ejem plo, es psicólogo
consultor; tuv o q ue volver a prepararse después de su p rim e ra
p ro fe sión . S u trab a jo se o c u p a del la d o h u m a n is ta de la psico­
logía, en d o n d e se presentan grandes in n o v ac io n e s y experi­
m e n ta c ió n . Se re lacio na con ideas v actividades v in c u la d as al
m o v im ie n to de sup eración, c o m o las que m e n c io n a m o s en los
cap ítulo s 5 y 6.
El m o v im ie n to de su p e ra c ió n p ro p o rc io n a a trabajadores co­
m o Peter u n g ru p o de colegas técnicos que posee u n lenguaje es­
pecializado. Posee u n a in stitu c ió n característica, el taller, en el
cual se d is e m in a n ideas y técnicas. E l g ru p o de colegas n o se en­
cuentra m a s c u lin iz a d o com o en el caso de Charles Lawrence.
M uchas de las personas que p ro p o rc io n a n la terapia son m uje ­
res, y la id e o lo g ía c o m ú n está a favor del fe m in ism o . A dem ás, se
reflexiona sobre el género. L a sexualidad y las relaciones estrac-
l uradas con base en el género son elementos fundam entales de la
lerapia y los talleres; adem ás, se in te n ta u tiliz a r las técnicas para
re fo rm a rla m a s cu lin id a d . La ra c io n a lid a d técnica puede apun-
larse entonces c o m o u n proyecto p ara el cam bio.

L a PROFESIÓN Y EL LUGAR DE TRABAJO

Jürgen H a b e rm a s a rg u m e n tó que la ra c io n a liza c ió n de la c u ltu ­


ra produce u n a crisis de m otivación en el capitalism o al debilitar
las razones culturales del desem peño e c o n ó m ic o v el consenti­
m ie nto p o lític o .5 Las m asc u lin id a d e s he gem ón icas v cóm plices
propor c io n a n u n a so lución posible al p rob lem a gracias a la m o ­
tivación estructurada con base en el género. Alrededor de la m itad
de los hom bres del grupo tiene profesiones que los com prom e te r
e m o cio n alm en te . Charles Law rence y Peter Streckfuss son b ue ­
nos ejem plos; Peter es m ás típico, ya que c a m b ió la d ire cción de
su vida o cup acio n al.
La otra m ita d del grup o posee profesiones que, en c o m p a ra ­
ción, se encuentran em ocion alm en te vacías. Peter Blake explica
que su trabajo no es tanto u n a vocación, sino u n a ú ltim a alter­
nativa:

Sabía que no quería dar clases, que no quería trabajar en una em­
presa privada; sabía que no quería una profesión en el servicio pú­
blico en la cual a fuerzas tuviera que escalar puestos.

Así que se c o n v irtió en b ib liotecario. Clyde W atson apenas


escogió su p ro fe sión c o m o contador; sim p le m e n te se d ir ig ió al
lu g ar en el c ual su padre g a n ó dinero. Clyde e studia a h o ra p a ­
ra o b te ner u n grado en a d m in is tra c ió n . N o representa u n reto
intelectual n i ético, pero sí le d a la jerga em presarial que in c lu ­
ye "el o b te ner m etas personales”. Clyde u tiliz a este arg um ento
para explicar p o r qué n o tiene relaciones cercanas con m ujeres
(sus m etas personales son in c o m p a tib le s ) y p o r qu é su h e rm a ­
no es u n in ú til (110 se m otiva). E l m u n d o externo es u n a tierra
baldía.
Si todo esto ejem plifica la e ducación en a d m in is tra c ió n , debe­
m os c o n c lu ir q ue la crisis de m o tiv a c ió n se encuentra en m o m e n ­
tos bastante álg id o s. S in e m b arg o , el a rg u m e n to de H a b e rm a s
su b e stim a la c ap a c id ad de las in stitucion es p a ra o rg a n iz a r la
p rác tic a a nivel colectivo. La ra c io n a lid a d puede conseguirse sin
grandes referencias a los m o tivo s in d iv id u ale s, a través de la es-
t i n d u r a del lu g a r de trabajo. Las entrevistas lo m u e stran de dos
fo rm as d istintas.
C harles L aw rence se siente b ie n en u n lu g a r e stru c tu rad o en
u n a fuerte d iv is ió n del tra b a jo y con je ra rq u ía s perfectam ente
d efin id as: tr ip u la c ió n técnica v e r s u s trip u la c ió n de c ab in a , se­
g u n d o o fic ia l/p rim e r o ficial/ca p itán . Peter B lake, q u ie n trab ajó
d u ra n te a lg ú n tie m p o al o tro la d o de la pue rta del p iloto, recuer­
da la im p re s ió n q ue le c au só c o m e n z a r a tra b a ja r en u n a líne a
aérea después de estar en la c o n trac u ltu ra :

De un m undo en el cual lodos usaban el cabello largo y barbas, y fu­


maban mariguana, comían hongos y no sé qué más, llegaba a un
m undo de plástico, conservador, en donde el bigote no podía llegar
más allá de las comisuras de la boca y donde tenían que ser muy co­
rrectos las 24 horas del día. Fue difícil.

E n los lugares de trab a jo o rg a n izad o s de esta m ane ra, se su ­


po ne q ue los c o n o c im ie n to s superiores se c o n c e n tra n en la p a r­
le m ás alta. L a ra c io n a lid a d de la o rg a n iza c ió n se g a ra n tiz a con
a u to rid a d fo rm a l v fuerte c ontrol social.
E n los lugares de trab a jo del se gundo tipo el foco se e n cu e n ­
tra en m etas com u n es, n o en líneas form ales de d ire c c ió n . C hris
Argyris c o m e n z ó a tra b a ja r en el servicio p ú b lic o po rqu e se a b u ­
rría en la o fic in a de im puestos. La p e queña o fic in a del sector de
la se g uridad social que m a n e ja a h o ra e nfatiza rasgos c o m o la
ig u a ld a d , la in fo r m a lid a d y la c o la b o ra c ió n entre los e m p le a ­
dos. C on estos elem entos se in te n ta to m a r m ejores decisiones y
ofrecer m e jo r servicio. Se trata de algo p arecido a los casos que
m e n c io n a m o s en el cap ítu lo 5, de las oficinas v inculad as al m o vi­
m ie n to am b ie ntalista. C hris a p re n d ió esta form a de a c tu a r c u a n ­
d o v iv ió en u n h o g a r colectivo y el contexto de las agencias de
seguridad social la refuerza. S in em b argo, la p re sió n del trabajo
d e b ilita p a u la tin a m e n te esta d e c isió n (C hris se "estaba volvien-
«lo loco" y tuvo que recortar su se m ana laboral a c u a tro días), lo
m ism o q ue las reglas de c o n ta b ilid a d , que requieren que el co­
m ité supervisor tenga u n papel form al.
Este estilo de trab ajo n o es exclusivo de g ru p o s progresistas.
( ’lvde W atson lleva la c o n ta b ilid a d de u n a p e q u e ñ a firm a que se
encuentra en la periferia de la in d u s tria financiera. E n su entre­
vista d e talló su lu g ar de trabajo v lo calificó c o m o flu id o , ligero,
“relajado”, liberador. E n él, la o rg a n iza c ió n fo rm al es poca y la
división del trab ajo m ín im a ; cad a objetivo o arreglo se so lucio­
nan sobre la m arch a. S eguram ente Clyde exagera la fluidez p a ­
ra e n fatiza r su im p o rta n c ia ; a p a rtir de sus historias se puede
concluir q ue s í hay jefes y que él n o es u n o de ellos. S in em bargo,
la esencia del relato se sostiene. E n el negocio el estilo es a n ti­
burocrático, las in strucciones son vagas y el estatus puede ne­
gociarse. La s itu a c ió n seguram ente fue c o m ú n c u a n d o jóvenes
fenóm enos m an e ja ro n la in d u s tria financiera, al fin al del b o o m
especulativo de los años ochenta. La h istoria de Clyde recuerda
las descripciones de los prim e ro s días de A pple C o m p u te r y, a
otra escala, la fam osa o p e r a c ió n c h a t a r r a , d irig id a p o r M ichael
M ilken.6
E n consecuencia, existen experiencias m u y diversas de c o n ­
trol en el lu g a r de trabajo. Por lo tanto, es u n p oco sorprendente
encontrar q ue para casi lodos los m ie m b ro s del g ru p o lo rela­
cio nado con la d ic o to m ía experiencia v e r s u s a u to rid a d to m a la
m ism a form a. Ya sea en el caso de Charles Law rence, resistién­
dose a la fuerte presión de sus superiores en la F uerza Aérea, o el
de C hris Ai-gvris, lu c h a n d o con la “m uerte en vida" que era tra­
bajar en la o fic in a de im puestos, siem pre se trata de defenderse
de la a utorid ad , de m antenerla a raya. La posición general frente
a la a u to rid a d es crítica y algunos de nuestros entrevistados con­
taron historias de h o rro r sobre jefes rígidos y arrogantes.
S in e m barg o, todos estos h o m b re s tienen trabajos que se es­
tructuran de acuerdo con cierta profesión. A m enos que m ueran
o se declaren en bancarrota, con el paso del tie m p o ellos tam bién
ascenderán y te n d rán a u to rid a d sobre otros trabajadores. A lgu­
nos va la tienen. A u n q u e esto es c o m ú n en el lu g ar de trab a jo de

4 Para el caso de Apple Computer, véase Roszak, 1986; para el de la oficina


ligada a la operación chatarra. véase Vise y Coll. 1991.
Charles Law rence, estructurado jerárquicam e nte, no es fácil p a ­
ra todos los d em ás.
Peter Blake, u n in c o n fo rm e con conciencia, estudiante ra d i­
cal con b arba, puede a c tu a r c o m o asistente de vuelo si d is im u ­
la u n poco. S in em bargo, c o m o b ib lio te cario tiene a sus órdenes
a u n pe queño g ru p o de personas. N o se e ncuentra c ó m o d o con
la d iv is ió n del trabajo; le m olesta tener secretarios o secretarias
d eb id o a las relaciones je rárq uicas que tiene que establecer. E n
la a c tu a lid a d se debate entre supervisar a o tro g ru p o de perso­
nal y reconciliar su a u to rid a d con su creencia en la e q u id a d . Por
ahora, el resultado es que e n fatiza la “c o m u n ic a c ió n ”.
E n c o n c lu sió n , podem os a rg u m e n ta r que para este grup o de
hom bres la relación entre la experiencia profesional y la jerarquía
en el lug ar de trabajo representa u n a d ificultad característica. La
racio nalidad técnica no se encuentra c o m p le t a m e n t e integrada al
orden social je rárq u ic o . Los resultados seguram ente serán tan
in c ó m o d o s c o m o los c o m p ro m iso s adoptados p o r Peter Blake.
O tra consecuencia posible es q ue el g ru p o de hom bre s hete­
rosexuales preparados intelectual m ente se d iv id a sobre cuestio­
nes en las cuales la autorid ad m ascu lina y la racionalid ad técnica
en el lu g a r de trab ajo estén a discusión. La ig u a ld a d de o p o rtu ­
nidades de e m ple o para las m ujeres tiene estas características.
Se trata de u n a estrategia de d ire cción racional, estructurada
con base en la experiencia, ya que obtiene a la persona m e jo r ca­
lificad a para el trabajo. S in e m b arg o , al m is m o tie m p o corroe la
c u ltu ra m a s c u lin a de los lugares de trabajo técnico, al in c lu ir a
m ujeres en lo que siem pre h a b ía n sido “clubes para ellos”. Entre
los hom bres, las posibilidades políticas derivadas de divisiones
c o m o éstas son significativas.

Lo IRRACIONAL

La ra c io n a lid a d del lu g a r de trab ajo es, en consecuencia, equí­


voca. La e cuación de la m a s c u lin id a d con la ra c io n a lid a d se
cuestiona a ú n m ás en otras ram as de la vida. Los elem entos de
corporalización — a los que de form a tradicional se les h a consi­
derado tan to u n á m b ito im p o rta n te para la d e fin ic ió n de m ascu­
lin id a d c o m o u n a a m e naza para el control racional— , discutidos
en el c a p ítu lo 2, no p ue de n evitarse, especialm ente en relación
con la sexualidad.
Los hom bres de este grup o crecieron en u n m u n d o gobernado
por la heterosexualidad o b lig a to ria y sus entrevistas d o c u m e n ­
tan la p re sión personal y c ultural que ésta ejerce. S i considera­
mos esto, resulta extraño que la experiencia hom osexual sea
c o m ú n — c o m o u n aspecto de las exploraciones sexuales de la
niñez o c o m o u n elem ento de la experiencia a d u lta — . De hecho,
la diversidad en las trayectorias sexuales del grup o es im pre sio ­
nante. A lgunos h a n tenido vidas sexuales m u y activas desde sus
días de escuela, co m o H u g h Trelawney, "A nim al del A ño" en su
universidad. Otros no recuerdan n in g ú n e rotism o in fa n til y, en
la a ctualidad, poseen vidas sexuales bastante restringidas. A l­
gunos h a n seguido el m is m o c a m in o desde el p rin c ip io , c o m o
Paul N ik o la o u y Charles Lawrence. Otros, c o m o Peter Strcck-
luss, c am b iaro n en a lg ú n m om e nto la dirección de su sexualidad
y se refieren a este c a m b io c om o u n evento fu n d a m e n ta l en sus
vidas.
A unque su práctica d e l sexo varíe, estos hom bre s com parten
una experiencia cultural s o b r e el sexo. C u a n d o n iño s, crecieron
en hogares patriarcales convencionales en los que la actitud ha­
cia la sexualidad era represiva. I,a m ayoría n o re cib ió n in g u n a
educación sexual de p a ilc de su padre o m adre; c u a n d o m ucho,
sus iglesias les p ro h ib ie ro n hacer ciertas cosas. Si su vida sexual
infantil fue activa, se d e b ió a exploraciones ocultas o placeres
furtivos.
D urante su adolescencia y p rim e ra juv e ntu d , el sexo n o rm a l­
mente era fuente de tensiones y ansiedad. D o n M eredith, q uien
se q ue dab a despierto en la noche para escuchar c u a n d o su p a ­
dre se acostaba con el a m a de llaves, se e n am o ra b a en el día de
las m uch ac h a s de su escuela; a unq ue n u n c a llegó a algo m ás
que sentarse ju n to a ellas en el autobús. E n la universidad, a d ­
m iraba a las fem inistas, pero se m an te n ía a distancia: "N u nca
pensé que tuviera algo que resultara atractivo p a ra las m ujeres".
Después de eso vinieron u n a serie de fiascos que tensaban sus
nervios. E n seguida, la p é rd id a de su v irginid ad (que D o n cuen­
ta m uerto de risa y en fo rm a m u y estructurada). A u n así, seguía
en p rob lem as porque n o p u d o eyacular. C ada vez sentía m ayor
ansiedad y pensó en a c u d ir a u n a h ip n o te ra p ia — aunq ue , al co­
m e n ta r sobre su pareja, dice q ue el a sun to "parecía no im p o r­
tarle".
La sexualidad no es p o r sí m is m a fuente de desorgan ización
e m o cio n al, en el á m b ito de lo irracio n al, pero sí puede llegar a
serlo. Es el resultado fin a l de estas historias de vida.
E l potencial de d esorganización puede m anejarse a través de
diferentes estrategias que se reflejan en el cuerpo y se derivan del
m ism o . Puede o c u p a r u n a posic ió n p rio rita ria en u n a vida en la
cual la se x ualidad es u n espacio lim ita d o , bien d e fin id o . Ésta es
la estrategia de Paul N iko laou, quien , c o m o ya m encio n am o s,
está a p u n to de casarse. S u c o m u n id a d étn ic a lo presiona para
m ostrarse responsable y preservar hasta el m a tr im o n io tanto su
v irginidad c o m o la de su novia; sería "vergonzoso" dejarse vencer
p o r la lu ju ria . A u nque am b os tienen sesiones sudorosas de a b ra ­
zos y besos, ella siem pre las detiene antes de llegar hasta el final.
Tanto el d ile m a c o m o su so lución son prácticas colectivas.
La sexualidad ta m b ié n puede m anejarse a través de la nego­
ciación — de hecho, d án d o le u n a fo rm a nueva— . D on M eredith,
después de que c o n sig u ió perder su v irginidad, vivió u n estilo de
vida bastante d istin to . Se preocupa p o r su pareja, ju e g a m u c h o
antes del c o ito y h a b la m u c h o después; d esarrolló ta m b ié n cier­
tos tilic o s sexuales, c o m o la penetración con los dedos.
E n el g ru p o es c o m ú n cierto protocolo sexual q ue e nfatiza la
n egociación y el placer m u tu o entre hom bres y m ujeres. Greg
B rook lo explica así:

Siempre intento dar la mayor cantidad de placera mi pareja. Es ex­


traño que piense algo como: "Me toca a mí... Tendrás que esperar tu
tumo la semana próxima”. Es curioso que la mayoría de las mujeres
que elijo piensa un poco igual.

Greg siente que en la relación que acaba de te rm in a r no había


suficiente c o m u n ic a c ió n , así que ah o ra trata de ser m ás abierto:

La última relación que tuve con una mujer fue así. Entonces decidí
que, si la quiero, se lo voy a decir todo el tiempo. No esperaré un
mes, ni una semana, ni siquiera una hora, hay que decir lo que pien­
sas cuando lo piensas. Me siento mejor al hacerlo... Creo que soy
mucho más honesto, y obtengo mejores respuestas. Por ser sincero.
de repente, la otra persona también lo es. Si no lo son, tengo la ten­
dencia a no ignorarlas, sólo a apartarme de ellas.

No es fácil alcanzar el e quilib rio. La ne gociación puede in-


<luir u n a lucha seria con la pareja. Peter Streckfuss, al descubrir
la co rnucopia de la sexualidad a m ediados de los setenta, exigió
.1 su esposa A n n u n "m a trim o n io abierto" . E lla n o tuvo m u c h a
opción: él se ib a a coger p rim e ro y después p e d ía perm iso. E n ­
tonces ella h izo lo m ism o y "el infie rno se desató". E n cu a n to ha­
bían negociado cierto perm iso, Peter c o m e n zó a acostarse con
las am igas de Ann. "La lastim é m uch o". Después de m uch as plá-
i ¡cas que d u ra b a n toda la noche, llegaron a u n acuerdo: las aven-
iuras d e b ían q ue dar alejadas de la casa; el otro tenía q ue saber
<Híé ocurría. Por supuesto, las aventuras se acabaron. Ahora, Pc-
irr se describe a sí m is m o com o “solo”.
Finalm ente, la sexualidad puede objetivarse. H u g h Trelawney,
<uvas autoflagelaciones y proyecto de reform a describim os en
i*l capít ulo 2, trabaja ahora para u n a revista pornográfica. Está a
la defensiva — "parezco peligroso, supongo"— pero ta m b ié n le
;Mista recibir ate n c ió n p o r su co nducta. Para otras personas su
profesión resulta fascinante y le preguntan si se acuesta con las
modelos.

Supongo que al principio era algo excitante, pero no duró mucho;


es que te hartas del asunto.

En su lug ar de trabajo la sexualidad se encuentra opacada por


la ru tin a y las brom as. H u g h e nfatiza la c alid a d periodística de
su trabajo e in te n ta a sim ilarlo al p e riod ism o regular.
H ug h se siente bastante in c ó m o d o al justificarse a sí m ism o ,
lo cual sugiere que el poder de la ra cio n a lid a d in stru m e n ta l se
encuentra lim ita d o . C o ntinu am en te siente que las relaciones se­
xuales son u n a vertiente de la experiencia h u m a n a que n o debe­
ría ser tratada así. El proceso de racionalización se confronta con
un orden m o ral al cual n o se h a som etido totalm ente.7
E n otras áreas de la vida distintas a la sexualidad tam b ién e n­
contram os lím ites a la racionalización, incluso u n a adopción po-

En Poole, 1991, puede encontrarse un excelente análisis al respecto.


sitiva de la irra c io n a lid a d . E l caso m ás im p re sio n a n te es el de
Charles Law rence. R esulta que este técnico responsable, exper­
to en la a lta m e n te ra c io n a liza d a in d u s tria de la a v iac ión , es m u y
supersticioso. C ita a u n clarividente de vidas pasadas, atribuye su
p ro p io éxito a la ‘ suerte", c o m p ra billetes de lotería y, en deter­
m in a d a s situaciones, m uestra u n p ro fu n d o fa ta lism o . (Al pe n­
sar en esto recordé u n reciente viaje en A m e ric an Airlines, en el
cual leía la revista de vuelo: entre otras cosas in c lu ía horósco­
pos). Al parecer la ra c io n a lid a d c o rp o ral iz a d a de la tecnología
h a a c a b a d o co n el se n tid o de a g e n c ia y ha d e ja d o al m u n d o c o n ­
trolado p o r el a z a r o las fuerzas esotéricas.
C laro q u e en el m u n d o del c a p ita lis m o a v a n z a d o existen a m ­
plias tendencias irracionales. Los horóscopos son só lo el c o m ie n ­
zo. La expansión de los cultos de la "nueva era" y el resurgí m ie nto
de la religión fu n d a m e n ta lis ta son elem entos sorprendentes de
Estados U n id o s en la a c tu a lid a d . E l re n a c im ie n to del fascism o
en E u ro p a y el ap oy o creciente al ra cism o y c h a u v in is m o son
ta m b ié n espeluznantes. E l m o v im ie n to m ito p o é tic o m a s c u lin o
es p a ite de este espectro: se superpone a la se n s ib ilid a d de la
"nueva era", rechaza las d e m a n d a s de la ra zón para volver a c a p ­
tu ra r las e m o cio n es p rim itiv a s de los hom bres. N in g u n o de los
h o m b re s de este g ru p o se re lac io n ab a con este m o v im ie n to , que
realm ente tiene p oca presencia en A ustralia. S in em bargo, el
ejem plo nos m uestra c ó m o p o d ría e ncon trar a u d ie n c ia en la n ue ­
va clase m e d ia de otros países.

L a RAZÓN Y EL CAMBIO

Entonces, resulta que en diversas áreas de la vida de estos h o m ­


bres la r a c io n a lid a d se e ncu entra lim ita d a o cuestio nad a. N o es
u n hecho q ue la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a y el m u n d o o c u p a ­
c io n a l ra c io n a liz a d o del c a p ita lis m o a v a n za d o hayan e m b o n a ­
d o fácilm en te.
Es m ás, en ciertos p u n to s la resistencia al c a m b io es clara.
H om bre s c o m o C harles Law rence y P aul N ik o la o u se colocan
en contra del c a m b io en las relaciones de género y a fir m a n u n a
ideología sexual conservadora a p u n ta la d a p o r las divisiones
convencionales del trab ajo y p o r la in s titu c ió n del m a trim o n io .
*Uros h o m bre s se h an visto obligados a v olve rá negociar el lu g ar
m asculino de las instituciones, y la negativa no ha sido m u y tran-
<iiiila. G reg B rook, c o m o C harles y P aul, posee u n a ideología de
l'.enero bastante convencional:

Creo que el movimiento feminista ha ido demasiado lejos. Las mu­


jeres son mujeres. Tienen que serlo. A las feministas, como dije —el
feminismo realmente extremista—, se les pasó la mano y convirtie­
ron a las mujeres, a esas mujeres, en algo diferente a seres. Ya no son
mujeres.

Greg profesa la tolerancia a todo, a las m ujeres (reales) c o m o


iguales, ta m b ié n a los hom osexuales, ‘"siempre y c u a n d o sean
discretos”.
S in em bargo, a diferencia de Charles y Paul, Greg sí ha tenido
mujeres o c u p a n d o el lug ar de la a uto rid ad en el trabajo. Trabaja
para la firm a de su h e rm a n a y se d io cuenta de que ella insistió
en ser la jefa. E lla n o sigue las “sugerencias" que él hace sobre el
c a m in o que el negocio debe tom ar. I,a tensión creció y:

Estaba totalmente inmovilizado, con mis músculos agarrotados y


como un loco. Me encontraba fuera de su casa [de su noviaj; simple­
mente sentado en el carro, no puedo creerlo. De repente lodo comen­
zó a salir, lodos mis músculos, los antebrazas, se agarrotaron. Sostuve
el volante con mis manos durante más de una hora. No podía soltar­
lo. Y ella [la novia], me decía: “Anda, sácalo, sácalo... llora si quieres,
haz lo que quieras, di lo que sientas. Lo tienes todo dentro. No te
aguantes.”

Varias cosas se condensan en este relato: la in scrip ción de la


m ascu lin id a d en el cuerpo, la d iv is ió n del trab ajo estructurada
con base en el género y reflejada en las em ociones, el d esplaza­
m ie nto del con flicto. E l hecho m is m o de que Greg, en su m o ­
m ento de crisis e m o c io n al, se agarre al volante del c a n o es m u y
significativo. H a y u n v ín c u lo s im b ó lic o entre los c airo s y la mas-
d ilin id a d de los jóvenes; ad e m ás, su h e rm a n a h a b ía rechazado
sus intentos p o r m a n e ja r el negocio.
La ra c io n a lid a d e co nóm ica p u ra es in c o m p a tib le con la auto-
i idad categórica de los hom bres sobre las m ujeres. Se trata de la
contradicción sobre la cual trabajan las reformas a favor de la
equidad de oportunidades. Sin importar lo limitada quesea, la ra­
cionalidad instrumental del mercado de trabajo tiene la capa­
cidad de fracturar el género. En el caso de Greg Brook la vemos
fracturando la masculinidad hegemónica de una forma muy
clara.
Todos los hombres del grupo, sin importar si se resisten a ellos
o si los adoptan, reconocen que se están dando cambios en las
relaciones de género. Y la adaptación a los cambios no siempre
se da de una forma muy elegante. Peter Streckfuss cuenta cómo
cada vez realiza más labores domésticas:

Hago m ás labores que tradicionalmente han sido consideradas fe­


meninas. Lim pio, trabajo, cocino, lavo.

Sin embargo, critica a su esposa porque no realiza las "tareas


masculinas equivalentes", como cortar la madera y arreglar m o­
tores. Entonces se lanza en contra de las feministas:

Ahora me molestan los gemidos de todas estas mujeres que dicen


que hacen todas las cosas, que creen en la igualdad. Pero no saben
en dónde está la pinche varilla que mide el nivel de gasolina en un
m otor (jaque mate); ni siquiera se preocupan p o r saber qué es. Eso
es lo que me molesta.

En ciertas circunstancias, adoptar el cambio en la masculi­


nidad se orienta a tom ar el cam ino de la racionalidad. Éste es
el caso de Hugh Trelawney. Después de una crisis física y emo­
cional bastante grande, sintió que necesitaba "cambios funda­
mentales":

Reexaminé la forma en la que me relacionaba con la gente, mi con­


dición de competencia constante, de conciencia de mi estatus. En
especial, me concentré en la forma en que me relacionaba con las
mujeres. Me di cuenta de que va no era esa persona que odiaba la con­
sideración autom ática de que las mujeres son inferiores y la idea de
que no ganaran lo mismo. En el fondo era un chauvinista. Seguía
considerando la cuestión amor/sexo como un juego, un juego diver­
tido, algo como el fútbol.
Así q u e H u g h d e c id ió c a m b ia r su p e rso n a lid a d . E sc u c h a ría
m as a la gente, sería m á s s im p á tic o , c o n s tru iría relaciones, se-
i i ; i m ás a b ie rto y v u ln e rab le , y m e n o s c o m pe titiv o:

Intento no resultar amenazador. Sólo soy yo, m i persona. La gente


sigue buscando mis áreas vulnerables, y yo intento mostrarlas más.
lis como intentar ser más un ser hum ano que una m áquina. Pensa­
ba que el objetivo era intentar ser lo menos hum ano posible; signi­
ficaba que tendrías que enfrentarte a menos traumas emocionales
en la vida si los enfrentabas como si fueras una máquina.

E l proyecto sigue las m is m a s líneas que la reform a a la m ascu ­


linid ad d isc u tid a en el c a p ítu lo 5. S in em bargo, en la práctica, los
t im b io s n o so n tan fu n d a m e n ta le s c o m o H u g h sugiere. S igu e
buscando re lacio nes de u n a noche, re ch a za el c o m p ro m is o (“si-
c o m p itie n d o ") y co nside ra q u e puede se g uir h a c ié n d o lo p o r­
tille hay u n p o rce n taje m a y o r de m ujeres q u e tie ne n su edad.
Sabe de las c rític as q ue las fe m inistas hacen a los ho m b re s c o m o
él; le m o le s ta n y las rechaza. Piensa q ue lo que hace está b ie n si
no le m ie n te a su m ujer. D ife re n cia la revolución sexual del fe m i­
nism o y desacredita a la ra m a radical del m is m o porque está c o n ­
vencido de q u e s u p ro p ó s ito es deshacerse de los hom bres.
H u g h ta m b ié n desacredita la lib e ra c ió n g a y — "p u to s en p u te ­
ros"— , a u n q u e se ap re sura a d e c ir que lo que los gays hacen no
le m olesta. Después se que ja de los gays "fem eninos" que se preo­
c u p a n p o r el c o lo r de sus c o rtin as. S í, sí le g u staría c a m b ia r la
form a en la cual los h o m b re s tra ta n a las m ujeres. N o. n o quiere
p a rtic ip a r en u n a “c o m p e te n c ia p a ra ver q u ié n es m á s sensible
cutre los h o m b re s ... el re sultado es que a ca b a n sie n d o m u y a b u ­
rridos”. Al tra b a ja r en u n a revista p o rn o g ráfic a, sean cuales sean
sus in te ncio n e s, está re la c io n a d o c o n el c o m e rc io de la sexuali­
d ad de las m u jeres y le g itim a cierta heterosexualidad p re d a to ­
ria entre los h o m bre s.
H asta a q u í presenté la m e zc la de b uenas in te ncione s del m o ­
v im ie n to d e su p e ra c ió n ("p e rso n a " es u n té rm in o ju n g ia n o ), el
m iedo, el re se ntim ien to y la m a la fe de H ugh; en todas estas cues-
I iones él m u e s tra c o n c la rid a d p a rtic u la r las c o n fu sio n e s y reac­
ciones p ro d u c id a s p o r su in te n to de c a m b ia r la m a s c u lin id a d
opresiva sin c o n fr o n ta rla s estructuras sociales que la prod ucen.
C o m o m encio n é al c o m ie n zo del c ap ítu lo , la ra cio n a lid a d es
parte de la le g itim ación m o d e rn a del p atriarcad o. Puede in c lu ­
so llegar a ser considerada u n a parle realm ente im p o rta n te de
ella. S in em bargo, se trata de u n a le g itim a c ió n peligrosa. C o m o
lo m uestran estas historias de vida, la racionalid ad es hasta cierto
p u n to u n elem ento p e rtu rb a d o r de las relaciones de género. Sus
form as sociales (com o la ra cio n a lid a d del m ercado y la igualdad
legal) corroen la je ra rq u ía del género y sostienen la resistencia
fem inista. S u in s titu c io n a liza c ió n en el m ercad o de trabajo que
se estructura con base en el c o n o c im ie n to corroe la a u to rid a d y
produce tensiones en la m ascu lin id a d hegem ónica. La razón téc­
n ica puede m ovilizarse para u n proyecto de c a m b io , a u n c u a n ­
d o n o se d irija a los objetivos ú ltim o s de éste.
C onsideradas de cerca, las m asc u lin id a d e s hegem ónicas y
cóm plices no son m ás m o n o lític a s que las m a scu lin id a d e s que
se encu en tran su bo rd in ad as y m arginadas. E n estas vidas, a u n ­
que surgen de u n a m is m a z o n a del espectro social, podem os ver
contrastes entre el p a tria rca d o dom éstico y las aventuras sexua­
les; entre la experiencia generalizada y la especializada; entre
los lugares de trab ajo equitativos y los je rárquicos, entre puntos
de vista hostiles y conciliatorios con el fe m in is m o . Hasta pode­
m os ver los intentos de reform a y m o d e rnización, con lím ites bas­
tante bien d efinidos. Al in te n ta r a b o rd a r la p o lític a del c a m b io
en la m asctilinidad, c o m o h a ré en la tercera p arte del libro, será
im p o rtan te considerar todas estas com plejidades.
T E R C E R A PARTE

H IS T O R IA Y PO LÍT ICA
I lem os \islo q u e las m a s c u lin id a d e s se d a n en m o m e n to s y lu g a ­
res específicos, y q u e s ie m p re están sujetas al c a m b io . Las mas-
• n lin id a d e s son, p o r d e c irlo en u n a p a la b ra , h istóricas, c o m o
d o c u m e n ta ro n los estudios q u e p re se n tam o s en el c a p ítu lo 1.
s in e m b arg o , h a sta a q u í esta a rg u m e n ta c ió n n o ha te n id o pro-
lu n d id a d h istóric a n i escala a d e cu ad a.
Para c o m p re n d e r el p a tr ó n a c tu a l de m a s c u lin id a d e s , necesi­
tam os a n a liz a r el p e rio d o en el cual se fo rm ó . D e b id o a que la
m ascu lin idad sólo existe en el contexto de u n a estructura comple-
i:t de relaciones de género, necesitam os lo c a liz a rla en la form a-
<ion del orden de género m o d e rn o c o m o u n a to ta lid a d — proceso
que h a llevado alre d e d o r de c u a tro siglos— . Las h isto ria s locales
de m a s c u lin id a d re cientem ente p u b lic a d a s p r o p o rc io n a n d e ta ­
lles esenciales, pero ta m b ié n n ecesitam os u n a rg u m e n to de m a ­
yor alcance.
1.a investig ación e tn o g ráfic a es la que le ha d a d o escala al p ro ­
blem a y h a a c la ra d o sus c o n e x io n e s vitales: el c re c im ie n to sin
l»ix*cedente del p o d er europeo y estadounidense, la creación de los
im perios globales y la e c o n o m ía capitalista global, y el encuentro
in e q u itativ o de los ó rd e ne s de género en el m u n d o c o lo n iz a d o .
I >¡je “conexiones" y n o “contextos” p o rq u e el p u n to fu n d a m e n ta l
es que las m a s c u lin id a d e s n o só lo to m a n fo rm a a p a r tir del pro-
eeso de e x p a n sión im p e ria l, ta m b ié n son parte activ a de d ic h o
proceso y a y u d a n a c o n fo rm a rlo .
La c u ltu ra p o p u la r hace evidente lo anterior. Los e je m p lo s de
m a s c u lin id a d , le g end arios o reales — desde P a u l B u n y a n en C a ­
nadá, p a sa n d o p o r D avy C rockett en E stados U n id o s, hasta Law-
nence de A ra b ia en In g la te rra — , a m e n u d o h a n s id o h o m b re s de
las zo nas fronterizas. C u a n d o era n iñ o , en A u stra lia , ju g a b a u n
juego que era, p o r extraordinario que parezca, u n ritual de expan­
sió n im p e ria l de Estados U nidos, el cual atravesaba el Pacífico
en los c o m ic s y las im ágenes de m a s c u lin id a d hollyw oodenses:
se trata b a de la repetición de las g ü e ñ as entre 'in d io s y vaque­
ros" en la frontera. N o p od rem os entender las conexiones entre
la m a s c u lin id a d y la violencia que se d a n en el nivel personal sin
c o m p re n d e r que se trata ta m b ié n de u n a conex ión global. Las
m asculinidades europeas y estadounidenses tuvieron m u c h o que
ver con la violencia m u n d ia l, gracias a la cual la c u ltu ra europea
v e stado unidense se volvieron d om inante s.
L o que sigue es, inevitablem ente, sólo u n esbozo de u n a his­
toria m u y co m p le ja. S in em bargo, necesitam os traza r ciertas re­
laciones en u n a historia tan llena de sig n ilic a d o s im p o rtante s
para n ue stra s itu a c ió n actual.

L a PRODUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD EN LA FORMACIÓN


DEL ORDEN DE G ÉN ERO MODERNO

E n el p e rio d o que co m pre nd e a p ro x im a d a m e n te de 1450 a 1650


(el "largo" siglo xvi, u san d o la útil frase del h is to ria d o r francés
F e m a n d B raudel) se c o n fo rm ó la e co n o m ía capitalista m o d e rn a
en to m o al A tlán tic o Norte, y el orden de género m o d e rn o c o ­
m e n zó a to m a r form a en esa región. Podem os m e n c io n a r cuatro
eventos que parecen ser particularm ente im p o rta n te s en la c o n ­
fo rm a c ió n de la p ráctica social que ahora lla m a m o s "m a s c u li­
n id a d ”.
E n p r im e r lu g a r se encuentra el c a m b io c u ltu ra l que p ro d u jo
nuevas form as de co m pre nd er la sexualidad y la in d iv id u a lid a d
en las m etrópolis europeas. C uando el catolicism o medieval, que
ya estaba c a m b ia n d o , se vio fracturado p o r la expansión de la
c u ltu ra secular renacentista y la R eform a protestante, tam b ién
se fractu raron conceptos poderosos, establecidos desde hacía
m u c h o tie m p o , de las vidas de los hom bres. El sistem a m o n á r ­
q u ico se d e rru m b ó . E l poder que tem a la religión para controlar
el m u n d o intelectual y regular la vida c o tid ia n a c o m e n z ó su le n­
ta e irreversible debacle.
P o r u n lado, esto a y u d ó al énfasis c u ltu ra l en ascenso del h o ­
gar co ny ug al — ejem plificado nada m enos que con la figura de
M artín L ule ro, u n m o n je casado— . La heterosexual id ad m a rita l
i r e m p la z ó a la a b stin e n cia m o n á s tic a c o m o la fo rm a m ás h o n o ­
rable de sexualidad. A este d e sp laza m ie n to s ig u ió la a u to rid a d
t u ltu ra l de la heterosexualidad o b ligatoria.
Por otro lado, el nuevo énfasis en la expresión in d iv id u a l y en
la relación personal, sin m e d ia c ió n , con Dios desem bocaría en el
in d iv id u a lis m o y el concepto del yo a u tó n o m o . Para la idea de
la m a s c u lin id a d se necesitaban ta m b ié n ciertos requisitos c u ltu ­
rales, que ya d e fin im o s en el c a p ítu lo 3: u n tip o de pe rso na cuyo
carácter, e structurad o con base en el género, es la r a z ó n p o r la
c u al a c tú a de cierta form a. La filo so fía clásica, desde Descartes
hasta K an t, c o m o a rg u m e n ta V íctor Seidler, c o nstruy ó la ra z ó n
v la ciencia a través de las o posiciones con el m u n d o n a tu ra l y
las em ociones. Las definiciones de la m a s c u lin id a d , c o m o u n a
estructura de la p e rso n a lid a d m a rc a d a p o r la ra c io n a lid a d , y de
la c iv iliza c ió n europea occidental, p o rta d o ra de la ra zó n en u n
m u n d o s u m id o en la ignorancia, forjaron u n v ín c u lo c u ltu ra l en -
i re la le g itim a c ió n del patriarcad o y la le g itim a c ió n del im p e rio .1
E l segundo evento fue la cre a c ió n de los im p e rio s m a rítim o s
llevada a a ca b o p o r los países con fronteras al A tlán tic o — Por-
tugal y E sp a ñ a , y luego los Países B ajos, F ra n c ia e Inglaterra
(los im p e rio s terrestres de R u s ia y E stados U n id o s, y los im p e ­
rios m a rítim o s de A le m ania, Ita lia y Ja p ó n se fo rm a ro n en u n a
segunda ola de im p e ria lis m o ).
E l im p e rio fue u n a em presa que, desde el p rin c ip io , se es­
tructuró c o n base en el género; fue el resultado de las acciones
de hom bres segregados d e b id o a sus actividades c o m o soldados
v com erciantes m a rítim o s . C u a n d o las m ujeres europeas fue­
ron a las colonias, sólo ib a n c o m o esposas o criadas a hogares
controlados p o r los hom bres. S in in c lu ir a alg u n a s m o narcas
(com o Isabel y E liza b e th ), los E stados im periales creados p ara
gobernar los nuevos im pe rio s se e n co n tra b an fo rm ad o s ú n ic a ­
m ente p o r h o m b re s y d esarrollaron u n sistem a que se basaba
en la fuerza q ue p ro p o rc io n a b a n los cuerpos o rg a n izad o s de los
hom bres.

1 Para la razón, la masculinidad y la filosofía clásica, véase Seidler. 1989, ca­


pítulo 2. Fromm, 1942, inició el análisis de algunos de los temas que presenta­
mos aquí.
Q uienes u tiliz a b a n la fuerza en las fronteras coloniales, los
"conquistadores”, c o m o fueron llam ad os en el caso español, pro­
b ab lem en te fue ron el p rim e r g ru p o en ser definido c o m o tipo
c u ltu ra l m a s c u lin o , según el se n tid o m o de rno . El conquistador
fue u n a fig ura d esplazad a de las relaciones sociales tra d ic io n a ­
les; era a m e n u d o m u y v io le nto en su b úsq ue d a de lien-as, oro y
conversos; a lg u ie n d ifíc il de c o n tro la r p ara el Estado im perial
(era no table la h o s tilid a d que existía entre las autoridades rea­
les y H e rn án Cortés, c o n q u is ta d o r español de México). E n la
h isto ria de los im p e rio s, la p é rd id a del control en las colonias es
u n tem a recurrente que se relaciona con la fo rm ación de ejem ­
plos m ascu lin o s.
U na co nsecuencia in m e d ia ta fue el c o n flicto sobre la ética de
la c o n q u ista y la exigencia de fo rm as de control. La fam osa de­
n u n c ia de B a rto lo m é de las Casas del b a ñ o de sangre (resultado
de la violencia in controlable de los conquistadores españoles) en
su B r e v ís im a r e la c ió n d e la d e s t r u c c ió n d e la s In d ia s , es u n m o ­
m e n to sig n ific a tiv o de la h is to ria de la m ascu linidad . 'Las c au ­
sas de sus v illa n ía s son su avaricia y a m b ic ió n insaciables, las
m ás grandes q u e se hayan visto en el m u n d o ”. L a retórica de Las
Casas era lite ralm e nte correcta. Se trataba de algo nue v o en el
m u n d o : su p ro p io trab a jo fue la p rim e ra crítica abierta a una
fo rm a de género ascendente.2
El tercer evento clave fue el c re c im ie n to de las ciudades que
fu n c io n a b a n c o m o centros del c a p ita lis m o c o m e rc ia l, especial­
m ente A m beres, Londres y A m sterdam ; así se creó un nuevo es­
p a cio p a ra la v id a c o tid ia n a . La fo rm a resultó m ás a n ó n im a y se
regulaba de m a n e ra m ás coherente que la frontera o el cam po.
Las p rin cip a le s consecuencias de este c a m b io en el género
sólo fue ro n visibles hasta los siglos xvn y xvut, pero no las m e n ­
c io n aré d e b id o al espacio. E l c a m b io en las condiciones de la
vida c o tid ia n a reforzó el in d iv id u alism o . U na racionalidad calcu­
ladora, c o m b in a d a c o n la "p rim e ra revolución in dustrial” y la
a c u m u la c ió n de riquezas d e b id a al com ercio, la esclavitud y las
colonias, c o m e n z ó a p e rm e ar la c u ltu ra urb ana. Se trata de lo

2 Fray Bartolomé de las Casas. 1992 [1552], p. 31. Esto no quiere decir que
su crítica utilizara terminología derivada de la estructura del género; su lengua­
je es el mismo de la evangelización católica y la moralidad política.
. |iu* se m e n c io n a en la tesis de M ax W eber c o m o la “ética protes-
i.«ule”; es im p o rta n te n o ta r el carácter ligad o al género que tiene
I espíritu del c a p ita lis m o ”. E l p rim e r exponente, según Weber,
e*. H enjam in F ra n k lin , de q u ie n cita:

Las acciones más insignificantes afectan el crédito de un hombre.


Ivl sonido de tu martillo trabajando a las cinco de la mañana o las
ocho de la noche, tranquilizará a quien te ha prestado dinero duran-
le seis meses más. Pero si te ve en una mesa de billar o escucha tu
voz en una taberna cuando deberías estar trabajando, al día siguien­
te enviará a alguien a cobrarte su dinero...

Un hombre, literalmente, es significado. La cultura y los lugares


«le trabajo empresariales del c ap italism o com ercial in stitucio n a­
lizaron u n a fo rm a de m a s c u lin id a d al crear y le g itim a r m uevas
Iorinas de traba jo y de poder, e structuradas con base en el géne-
10 , en la c o n ta d u ría , el taller y el m ercado.
S in em bargo, ésta no fue la ú n ic a tra n sfo rm a c ió n derivada
«leí género que se d io en las ciud ade s com erciales. E l m is m o pe-
i iodo vio el su rg im ie n to do las su b culturas sexuales. Las m á s do-
t um entadas son las casas m o lly , de p rin c ip io s del siglo xvm en
I .ondres, en d onde m o lly es u n té rm in o u tiliza d o en la jerga ingle-
..i para referirse a los hom bre s a fe m in a d o s que se e n c o n tra b a n
en casas y tabernas específicas, v cuyas prácticas dependientes
«leí género in c lu ía n el travestismo, b a ila r ju n to s v tener in te rcam ­
bios sexuales entre ellos.
La historia del p e rio d o señala u n d e s p la za m ie n to en las ideo­
logías m édicas respecto al género. E l c a m b io se d io , en u n prin-
i ¡pió, cuan do las a n o m a lía s dependientes del género se a trib u ía n
librem ente a cuerpos h erm afroditas; v m ás adelante con u n a d i­
visión clara de los cuerpos, que se e structuraban de acuerdo con
una dicotom ía: c u a lq u ie r a n o m a lía se explicaba c o m o u n a des­
viación de género. La necesidad de tener u n a id e n tid a d perso­
nal com o h o m b re o c o m o m ujer, en vez de sólo o c u p a r u n lu g a r
en el orden social c o m o u n a persona con u n cuerpo m a s c u lin o
0 fem enino (in cluso h e rm afro d ita), se fortaleció g ra d u alm e n te
1n la c ultura europea. La percepción de M arv W ollstonecraft de
las bases sociales del carácter de género de las m ujeres, en con-
traste con el de los hom bres, p ro p o rc io n ó la esencia de su V in-
d ic a t io n o f th e R ig h t s o f W o m a n ( R e iv in d ic a c ió n d e lo s d e r e c h o s
a fines del siglo xvm.3
d e la m u je r ) ,
E l cuarto evento fue el c o m ie n zo de la guerra civil europea a
g ra n escala. Las guerras religiosas de los siglos xvi y x v t i . que de­
rivaron en las g ü e ñ as dinásticas de los siglos x v i i y xvm, no sólo
relocalizaron a a lg u n o s reyes y obispos, ta m b ié n p e rtu rb a ro n la
le g itim id ad del orden de género. E l “m u n d o puesto de cabeza"
p o r las luchas revolucionarias p o d ía ser el del género, ade m ás del
orden de clase social. E n los países de h a b la inglesa, los c u á q u e ­
ros, u n a secta religiosa y política que em ergió de las revueltas
pro d ucid as p o r la guerra civil en Inglaterra, h icieron la p rim e ra
defensa p ú b lic a de la ig uald ad religiosa de las m ujeres. N o sólo
p ro c la m a ro n el p rin c ip io , sin o que d ie ro n en la p rác tic a u n im ­
portante papel o r g a n iz a d o r a las m ujeres.
Este desafío fue a ca lla d o (a u n q u e su m e m o ria pe rduró). El
E stado fuertem ente c entralizado, o tro p ro d uc to de las guerras
civiles europeas, c o n so lid ó el orden patriarcal. E n la era de la
m o n a r q u ía a b so lu ta , el E stado p ro p o rc io n ó u n a institucionali-
za ción a m a y o r escala del po d er de los hom bre s. Los ejércitos
profesionales co n struido s en las guerras religiosas y d inásticas,
adem ás de en la conquista im perial, se convirtieron en parte fu n ­
d am e n ta l del E stado m o de rno . E n la E u ro p a m edieval, la valen­
tía m ilita r c o m o u n a prueba de h o n o r era u n elem ento de clase de
la caballería — re lación de la cual se b u rla E l Q u ijo t e , de C ervan­
tes— . P a u la tin a m e n te se c o n v irtió en u n elem ento de la m a s c u ­
lin id a d y el n a c io n a lis m o , tran sición que puede verse en la obra
m ás c h au vin ista de Shakespeare:

¡Adelante, adelante nobles ingleses, que tenéis en vuestras venas la


sangre de los padres probados en la guerra, de padres que, pareci­
dos a otros tantos Alejandros, combatieron en estas regiones desde
la mañana hasta la noche, y no envainaron sus espadas hasta que les
faltó tema de lucha!4

3 Para la cita de Franklin, véase Weber, 1976 [1904-1905], p. 49. Para las ca­
sas molly, Bray, 1982, capítulo 4. Sobre los cuerpos y los géneros, Trumbach,
1991; sobre la identidad fija, Foucault, 1980b; y sobre la formación del carácter
de género, Wollstonecraft, 1975 [1792].
4 La vida del rey Enrique V, acto n i, escena I. [Nota a la traducción: la versión
que aquí reproducimos es la de Shakespeare, Obras completas. Traducida
I n el siglo x v i h , p o r lo m enos en los casos de los países euro-
l • *»s t o n litorales y en Estados U nidos, se puede h a b la r de un
•i. leu de género en el c ual ya se h a b ía p ro d u c id o y estab ilizado
mi.» m a s c u lin id a d según el concepto m o d e rn o — carácter indi-
i<lii.il estructurado con base en el género, d e fin id o p o r su opo-
i- i<mi a la fe m in id a d e in stitu c io n a liz a d o tan to en la e co n o m ía
♦»m oen el E stado— . Ya en este pe riod o podem os d e fin ir u n tipo
Iuy.em ónico de m a s c u lin id a d y d escribir alg u n a s de sus relacio­
nas con las fo rm as su b o rd in ad as y m arg inad as.
A pesar de q u e la h istoria ha puesto su a te n c ió n en el c a m b io
• iiliural que se desarrolló en las ciudades, la clase que d o m in ó
• I m un d o del A tlán tic o Norte en el siglo xvm fue la de los terra­
tenientes hereditarios, la aristocracia. George W a sh in g to n es u n
I men ejem plo de esta clase social y de su fo rm a h e g e m ón ic a de
m asculinidad. B asada en la posesión de tierras, esta m asculini-
•l.id aristócrata tenía relaciones económ icas capitalistas (produc-
« ion para el m e rcad o , cobro de rentas), a pesar de que e n fatizó
el cálculo ra cio n a l estricto de los com erciantes.
Tampoco se b asó en u n concepto del in d iv id u o aislado. La p o ­
sesión de tierras d e p e nd ía del reino; la u n id a d social se d e fin ía
la n ío p o r el lin a je c o m o p o r el in d iv id u o . Por e jem plo , la políli-
• a b ritánica de W a lp o le y los Pitts seguía las instrucciones de las
fam ilias que, p o r patronazgo, c o n tro la b a n el a p a ra to estatal. El
•,'ubiemo b r itá n ic o en la In d ia v E stados U nidos se o rg a n iz ó de
acuerdo con la m is m a estructura.
La m ascu lin id a d de la aristocracia se encontraba fuertem ente
integrada al E stado . Ésta se encargaba de la a d m in is tra c ió n lo-
eal (a través de jueces de paz, en el sistem a b ritá n ic o ) y proveía
tle personal al a p a ra to m ilitar. N o sólo a ca p a rab a los puestos de

|M>rLuis Astrana Marín. Tomo II. México, Aguilar, 1991. Todas las citas en espa-
iml de Shakespeare fueron tomadas de esta edición]. El discurso de Enrique se
• stratifíca de acuerdo con las clases sociales; ésta es la parte dirigida a la noble­
za. Así que ‘ noble’ aquí, normalmente corregido a "el más noble”, puede incluir
»ierto eco de "nobleza". Shakespeare, como Cervantes, también era adepto a de­
sinflar la ideología relacionada con el valor “¿Es que el honor puede reponer
una pierna? No. ¿O un brazo? No. El honor, ¿no tiene, pues, ninguna habilidad
en cirugía? No. ¿Es, pues, una cosa insensible? No. ¿Qué es el honor? Una pala­
bra. ¿Qué es esa palabra de honor? Aire. ¡Un adorno costoso!” [La vida del Rey
hjirique ¡V. parte I. acto V. escena IJ. Para la historia de los cuáqueros, véase Ba-
con. 1986, capítulo 1.
los oficiales del ejército y la m a rin a , sino que ellos m is m o s reclu­
tab an a q uien es lle n a ría n sus filas. E n la intersección de la p a r­
tic ip a c ió n dire cta en la violencia y la ética del h o n o r fa m ilia r se
d esarro lló la in stitu c ió n del duelo. L a v o lu n ta d de e n fre n ta ra u n
o p o n e n te en u n co m b ate cara a c a ía , p o te n c ia lm e n te letal, era
u n a p ru e b a fu n d a m e n ta l p a ra la m a s c u lin id a d aristócrata. Las
afrentas al h o n o r p ro v o cab an estos com bates.
Así p o d e m o s ver q ue la m a s c u lin id a d de la aristocracia era e n­
fática y violenta. S in em bargo, entonces, el orden de género no se
e n c o n tra b a tan fuertem ente re gulado c o m o lo estaría después.
Por ejem plo, u n caballero francés, el C aballero d 'E o n , p o d ía c a m ­
b ia r del gén ero fe m e n in o al m a s c u lin o sin que se le desacredita­
ra socialm ente (au n q u e sí fue objeto de la curio sidad de los dem ás
d u ra n te to da su vida). Las licencias en las relaciones sexuales,
e specialm ente co n las m ujeres de las clases bajas, eran u n p riv i­
legio del rango. H a sta cierto p u n to eran celebradas, p o r parte de
los "libertino s". Al parecerías relaciones hom osexuales d e fin ía n
cada vez m á s a cierto lip o de h o m b re s, a u n q u e en los escritos
del M a rq u é s de Sacie éstas siguen sie n d o conside radas parte del
lib e rtin a je en general.
La m a s c u lin id a d aristócrata in c lu ía la a u to rid a d d o m é stic a
sobre las m ujeres, a pesar de que ellas o c u p a b a n u n papel m uy
im p o rta n te al fo r m a r y m a n te n e r la red de a lia n z a s q u e u n ía a
la aristo cracia — se trata de las estrategias tan c u id a d o s a m e n te
d e s m e n u za d a s en las novelas de Ja n e A usten.
La m a s c u lin id a d aristócrata ta m b ié n s u p o n ía relaciones b a í ­
lales con la fuerza laboral cam pesina, que seguía siendo la m ayor
parte de la p o b la c ió n . La frontera social estaba d e lim ita d a por
el c ó d ig o de honor, que no se a p lic a b a fuera de la aristocracia. El
c o n tro l se ejercía gracias a desalojos, e ncarce lam ie nto s, flagela­
ciones. d ep ortacio ne s y ejecuciones (en la h orca). La a p lic a c ió n
de esta v io le nta d is c ip lin a n o estaba en las m an o s de profesiona­
les especializados; la ejercía la a d m in istra c ió n local, desde el c am ­
po inglés y el estado esclavista de V irginia de George W ashington,
hasta la nueva co lo n ia de las A ntípodas — en d onde S a m u e l Mars-
den, el P a s t o r F la g e la d o r , se h iz o fa m o so c o m o ju e z de p a z .s

5 Este esbozo sobre la masculinidad de la aristocracia se hizo a partir de mu­


chas fuentes, principal men le británicas, estadounidenses y australianas. Para
L as t r a n s f o r m a c io n e s

l i historia de la m a s c u lin id a d europea y estadounidense duran-


i • l«»s ú ltim o s dos siglos puede com prenderse c o m o la fractura de
I i m a s c u lin id a d de la aristocracia, su d e sp laza m ie n to g rad u al
poi parte de las fo rm as he gem ón icas y el s u rg im ie n to de toda
mii. i serie de m asculinidad es su b o rd in ad as y m arginadas. Las ra-
• mes de este c a m b io son m u y com ple jas, pero creo que hay U*es
• -.nidales: los cuestionam ientos de las m ujeres al orden de géne-
• •». la lógica del proceso de a c u m u la c ió n e stru c tu rad o con base
n el género del c a p ita lism o in d u s tria liz a d o y las relaciones de
poder del im p e rio .
r.l c u e s tio n a m ie n to de las m u je re s ya se ha d o c u m e n ta d o
L is ia n te b ie n . E n el siglo xix se v iv ió u n c a m b io h is tó ric o en la
política de género: el s u rg im ie n to del fe m in is m o c o m o u n a fo r­
ma de p o lític a de m asas — la m o v iliz a c ió n p o r los derechos de
l.is m ujeres, especialm ente el del sufragio, en á m b ito s públi-
• <*s— . Este h e ch o se re la c io n ó fue rtem ente con el c re c im ie n to
del E stado libe ral y su resguardo en los conceptos de c iu d a ­
danía.
S in em bargo , los cu e stio n a m ie n to s fe m e ninos al orden de
l'énero n o se lim ita r o n al m o v im ie n to p o r el sufragio, ya que su
ilcance no era m u c h o . Las m ujeres aristócratas y de la clase
m edia tuvieron u n papel m u y activo en las reform as a la m o ra l y
las costum bres dom ésticas de p rin c ip io s del siglo xix, que cues-
lio n a ro n fuertem ente los privilegios sexuales de los hom bre s
aristócratas. Las m ujeres obreras, al e v o lu cio n a r el sistem a in ­
dustrial, c u e stio n a ro n la d e p e nd e ncia e c o n ó m ic a que te n ían de
li »s hom bres. A fines del siglo xix, las m ujeres de clase m ed ia cues-
i i<m arón ta m b ié n los privilegios de los hom bres con el m o v im ie n ­
to de abstinencia. Así, c a m b ia ro n las condiciones que m an te n ía n
el patriarcado, lo m is m o que el tip o de m a s c u lin id a d q ue p o d ía
i onsiderarse h e g em ón ica.

«I lion, véase Kales, 1991; sobre el duelo, véase Kieman, 1988. Para las relaciones
«•iiire los aristócratas y la fuerza laboral de las Antípodas, véase Connell e Irving,
I '>92, capítulo 2. Es curioso que el teórico más famoso del libertinaje, miembro
»le esta clase social, tomara lo que ya era un punto de vista anticuado sobre la
odom ía como una expresión del entusiasmo generalizado por lo perverso, Sade,
1966 [1785].
C on la expansión de las econom ías in dustrializad as y el creci­
m ie n to de los Estados b urocráticos (fueran liberales o autócra­
tas), el p o d er p o lítico y e co n ó m ic o de la aristocracia poseedora
de tierras declinó. Se trató de u n proceso lento en el cual se to­
m a ro n m ed id as retrógradas para conservar los privilegios. Por
ejem plo, la aristocracia prusiana, los J u n k e r s , m an tu v o el control
del E stado a le m án hasta el siglo xx. E n esta transición, algunas de
las form as de la m a s c u lin id a d aristócrata se pasaron a los h o m ­
bres de la burguesía. El historiador Robert Nye nos proporciona
u n extraordinario ejem plo: en F rancia se tran sfirió el espinoso
códig o de honor, centrado en la in stitu c ió n del duelo, a la b u r­
guesía. E l n ú m e ro de duelos en Francia se in cre m e ntó a fines del
siglo xix y se estableció la profesión del m aestro de duelos, que
in tro d u c ía a los hom bres al código y les enseñaba las técnicas
de luch a con espada.6
A pesar de que algunos hom bres m o ría n en los duelos, se tra­
taba de u n a d e fin ic ió n s im b ó lic a de m a s c u lin id a d a través de la
violencia. Los com bates verdaderos c o m e n za ro n a organizarse
cada vez m ás. Los ejércitos de m asas de las guerras revolucio­
narias y napoleónicas se convirtieron en ejércitos de reclutas que
tenían cuerpos perm anentes de oficiales, los cuales, reclutados
a l p rin c ip io entre la aristocracia, se convirtieron en portadores
de códigos de m ascu lin id a d aristócrata; el cuerpo de oficiales
p rusian o es el ejem plo m ás conocido. (E n los cuarenta, los gene­
rales de H itle r todavía te n ía n este antecedente). S in em bargo, el
contexto social ya había cam biado. Los nuevos oficiales se pro­
fesionalizaron y fueron entrenados en escuelas m ilitares.
La violencia se com binaba con la racionalidad, con las técnicas
de o rg a n iz a c ió n burocrática y los constantes avances tecnológi­
cos en arm a m e n to y transpone. Las fuerzas arm adas se reorgani­
zaron para tenerlas bajo el control de u n centro de conocim ientos
técnicos, el e s ta d o m a y o r , in stitu c ió n creada p o r los prusianos y
co p ia d a con tem o r por las otras grandes potencias. Si los escri­
tos de Las Casas pueden considerarse docum entos fu n d a m e n ta ­
les de la p rim e ra m ascu lin id a d m ode rna, tal vez el equivalente
en el siglo xix sea el clásico D e la g u e r r a , de Cari von Clausew itz,
que p ro c la m a b a u n a tecnología social de violencia racionaliza-
*l.i .1 la m ayo r escala posible. Clausew itz fue u n o de los re fórm a­
lam« s que crearon el nuevo ejército prusiano.
I a técnica social de la violencia racionalizada b urocrática­
mente, ju n to a la clara superioridad del arm am e nto, lúe lo que
In/» >casi invencibles a los Estados y colonos europeos en las gue-
11 as coloniales del siglo xix. S in em bargo, dicha técnica amena-
il*a con d estru ir a la sociedad que la sostenía: la destrucción
•Ir la p rim e ra guerra m u n d ia l condujo a los levantam ientos re-
v*'lncionarios de 1917-1923. Después de u n a década de luchas,
los únicos que consiguieron estabilizar el orden capitalista en
I nropa fueron los m ovim ientos fascistas.
I ’.n térm in o s de género, el fascismo fue la afirm ación desnuda
•Ir la su p rem acía m a s c u lin a en sociedades que h a b ía n estado
m lluenciadas p o r la ig u a ld a d de las mujeres. Para conseguir lo
anterior, el fascism o p ro m o v ió nuevas imágenes de masculini-
•lad hegem ónica, glorificó la irracionalidad (el “triunfo de la vo­
luntad", el p e nsar "con la sangre") y la violencia sin restricciones
«lii soldado en las líneas del frente. Su d in ám ic a condujo a una
nueva y m u c h o m ás devastadora guerra m undial.*
La derrota del fascism o en la segunda guerra m u n d ia l detuvo
I I im pulso a esta m a s c u lin id a d hegemónica. Sin em bargo, no
acabó con la in s tilu c io n a liz a c ió n burocrática de la violencia. El
in isrrio H itle r h a b ía m o d e rnizad o sus fuerzas arm adas y se entu­
siasmaba con las arm as de alta tecnología; de esta form a el fas­
cism o apoyó la ra cio n a liza c ió n . El Ejército R ojo y las fuerzas
arm adas de E stados Unidos, que triunfaron en 1945, c o n tin u a ­
ron m u ltip lic a n d o su capacid ad destructiva al construir arsena­
les nucleares. E n C hina, P aquistán, Indonesia, Argentina, Chile y
la m ayor p a ite de África, ejércitos con tecnologías m enos sofis-
l ¡cadas siguieron o c up a n d o u n papel central en la política de sus
respectivos países. E n la actualidad, las fuerzas arm adas del mun-
ilo in cluyen alrededor de veinte m illones de personas, la gran
m ayoría hom bres, y su organización se conform a siguiendo la
de los ejércitos de las potencias del Atlántico Norte.

7 Clausewitz, 1976 [1832]. Sobre el cuerpo de oficiales prusianos, véase


Wheeler-Bennet, 1953. y sobre el concepto de estado mayor, Dupuy, 1977.
8 Sobre las imágenes masculinas en los orígenes del fascismo alemán, véase
Theweleit, 1987; para el desarrollo que tuvo por parte de la dirigencia nazi, véa­
se. por ejemplo. Manvelly Fraenkel, 1960.
E l sig n ific a d o creciente de la p e ric ia técnica m ilita r tuv o a n á ­
logos en o tra parte de la e co no m ía. E l siglo xix v iv ió el n a c im ie n ­
to de la escuela p r im a ria de m asas, y el xx a ñ a d ió los sistem as de
e d u c a c ió n se c u n d aria y u niv e rsitaria p ú b lic o s. Se in v e n taro n
los in stitu to s de in ve stig ación de las co rpo racio ne s y las o fic i­
nas de go b ie rno . Los m ercados laborale s fu e ro n tran sfo rm ad o s
al m u ltip lic a rs e las profesiones que ne ce sitab an p re p a ra c ió n .
E n la a c tu a lid a d , u n a de las dos personas m á s ricas en E stados
U nidos es u n especialista en p ro g ra m a c ió n de c o m p u ta d o ras, u n
h o m b re cuya c o m p a ñ ía d ise ñ ó el sistem a operativo de la c o m p u ­
tad o ra que estoy u tiliz a n d o p a ra e sc rib ir este texto (ad e m ás de
varios m illo n e s m ás de c o m p u ta d o ra s ).9
Estas tendencias han p ro d u c id o o tra fractura en la m a s c u lin i­
d ad hegem ónica. La práctica organizada en torno a la d o m in a c ió n
era cada vez m enos com patib le con la práctica que se o rg anizab a
en to rno a la experiencia o los c o n o c im ie n to s técnicos. La a d m i­
n istra c ió n se separó de las profesiones y las relaciones entre
a m b a s se v o lv ie ro n p rob lem as crón ico s p a ra las co rporacione s
y el E stado. (E l uso a d e cu ad o de especialistas es u n e lem ento
clásico de la cie n cia de la a d m in is tra c ió n ; m ie n tra s que la idea
m is m a de la “ciencia de la a d m in is tra c ió n " m ue stra el prestigio
de la especialización). E n las clases gobernantes capitalistas y en
las élites c o m u n ista s, la d iv is ió n entre quienes e stab an d isp ues­
tos a r e p r im ir a sus trab ajad ore s (conservadores/la m a n o dura)
y quienes estaban dispuestos a o to rg a r concesiones b asados en
la fue rza del avance tecno lóg ico y el c re c im ie n to e c o n ó m ic o (li­
berales/reform istas) se recrudeció.
Cierta p o la rid a d se desarrolló en la m a s c u lin id a d hegem ónica
entre la d o m in a c ió n y la especialización técnica. S in em bargo, en
este caso, n in g u n a versión h a c onse guido desplazar a la otra. E n
la a c tu a lid a d coexisten c o m o prácticas dependientes del género,
a lg u n a s veces en o p o sic ió n y alg u n a s otras en c o n c o rd a n c ia . Las
c a m p a ñ a s com erciales y políticas se d irig e n a ellas c o m o versio­
nes alternativas de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a — "con fuerza
contra el c rim e n " v e r s u s "supercarreteras in fo rm á tic a s ", p a ra

9 Se trata de Bill Gates, dueño de una parte de Microsoft Corporation y con


una fortuna que la revista Forbes (19 de octubre 1992) supone es de 6.3 billones
de dólares.
m il i/ a r a lg u n o s e je m p lo s de la p o lític a actual de E stados Uni-
»I»»s—. Las h isto ria s de v id a de la nue v a clase d isc u tid a s en el ca-
Iu lu lo 7 m u e s tra n a lg u n a s de las tensiones de esta s itu a c ió n .10
I a v io le n c ia y las licencias fu e ro n expulsadas a las colonias,
‘.im b ólica y hasta realm ente, c u a n d o la m a s c u lin id a d hegemóni-
«.i de la m e tró p o li se so m e tió a la ra cio n a liza c ió n . E n la frontera
•l<* los a se n ta m ie n to s b lancos, la re g u la ció n n o era efectiva, la
\iolencia era e n d é m ic a y las c o n d ic io n e s físicas m u y difíciles.
Industrias c o m o la de la m in e ría o fre cían g a n a n cia s espectacu­
lares q ue se b a s a b a n en el azar. U n a p ro p o rc ió n de género bas-
ianle d e s e q u ilib ra d a p e rm itió la m a s c u lin iz a c ió n c u ltu ra l de la
I tontera.
El e stu d io q u e re a lizó Jo c k P h illip s en N ueva Z e la n d a, discu-
lid o en el c a p ítu lo 1, m uestra el contraste entre dos grupos de
hom bres y dos descripciones culturales de m ascu linid ad : el h o m ­
bre de la fro n te ra, soltero y a lb o ro ta d o r; y el granjero, pionero,
i asado y se d entario . La d is tin c ió n es c o m ú n en la frontera occi­
dental de E stad o s U n id o s y C a n a d á. Es u n h e ch o sorprendente
que in clu so antes de que las fronteras se acabaran, con la derrota
m ilita r de los p u e b lo s nativos y la e x p a n sión de los asentamien-
los b lan co s en el c o n tin e n te , los h o m b re s de la frontera fueran
u tiliza d o s c o m o e je m p lo s de m a s c u lin id a d .
Las novelas de Ja m e s F e n im o re C o o p e ry el "salvaje oeste" de
K úfalo B ill C o d y fue ron los p rim e ro s pasos de u n c a m in o que
c o n d u ciría al género de películas del oeste v a u n culto autocons-
rrente al h e ro ísm o m a s c u lin o d e sarticulad o. El h isto ria d o r Jo h n
M acK enzie ha m o stra d o q u é tan s im ila r era el c u lto al cazador,
.i fines del sig lo xix, en el im p e rio b ritá n ic o . La selva, la cacería
v la h a b ilid a d p ara v iv ir en el b osque se u n ie ro n en u n a ideolo­
gía concreta de v irilid a d gracias a figuras c o m o la de R obert Ba-
den-Powell, fu n d a d o r del m o v im ie n to de n iñ o s exploradores, y
Theodore Rossevelt en E stad os U n id o s .11
E l m o v im ie n to de exploradores celebraba la frontera, pero
en re alidad se tra ta b a de u n m o v im ie n to de n iñ o s en la metró-

10 Esta división en facciones se discute en muchos lugares, un ejemplo co­


nocido es Galbrailh. 1967.
II Phillips. 1987; para temas similares en Estados Unidos, véase Stein. 1984.
Sobre el “cazador", véase MacKenzie, 1987. Marsh, 1990, apunta que estas imá­
genes pueden llegar a estar muy alejadas de la realidad de la vida metropolitana.
poli. O c u p ó u n lug ar entre la serie de intentos que h u b o por c o n ­
trolar form as particulares de m ascu lin id a d entre los niños. Otros
m om ento s de esta historia incluyen la reform a que en el siglo xix
se d io en la escuela p ú b lic a de la élite b ritán ic a , en el periodo
posterior al del d octor Arnold; la B rigada de N iñ o s de la Iglesia
A nglicana, d irig id a a la ju v e n tu d de las clases obreras; a finales
del siglo, el m o v im ie n to de las juventudes alem anas, las juven­
tudes de Hitler, que se convirtieron en u n a in stitu c ió n de masas
c u a n d o los nazis llegaron al po d er en A lem ania; y los diversos
intentos de preparar m ilita rm e n te a los n iñ o s de las escuelas se­
cundarias gracias a cuerpos de cadetes del ejército, institución
que seguía operando en A ustralia c u a n d o yo estudié la prepara­
toria en 1960. (Llegué al rango de cabo y a p re n d í a d isp arar un
rifle Lee-Enfield, el a rm a técnicam ente m ás av a n za d a en la gue-
rra de los Bóers).
Lo m ás sorprendente de estos m ovim ientos n o fue tanto el éxi­
to, que siem pre fue lim ita d o , sino la persistencia con la cual las
ideologías del patriarcado luch aro n p o r c o n tro la r y d irig ir la re­
producción de la m asculinidad . Es evidente que este hecho se ha
convertido en un problem a significativo en la política de género.12
¿P o rq u é se convirtió en u n problem a? Ciertos estudios de fines
del siglo xix, c o m o el de Jeffrev H antover sobre los niños explo­
radores en Estados Unidos, expresaron su tem or de que los niños
se fe m in iza ra n debido a la d em asiada in flue ncia de las mujeres.
Esto nos hace pensar en los cam bios que se dieron en la o rg a n i­
zación de la vida dom éstica. L a presión ejercida p o r las m ujeres
en contra de la m asculinidad de la aristocracia fue p a ite de la d i­
n ám ic a h istórica que c o n d u jo a u n a in stitu c ió n clave de la c u l­
tura burguesa: la ideología y p rác tic a de las "esferas separadas".
C on esta frase se definía u n a esfera de acción dom éstica para
las m ujeres, que contrastaba con u n a esfera de a cc ió n e c o n ó m i­
ca y po lítica para los hom bres.
La d iv isió n se sostenía p o r u ñ a ideología que consideraba n a ­
tural la diferencia entre las m ujeres y los hom bres, que no sólo
era p ro m o v id a por ideólogos (po r ejem plo, era parte del culto a
los duelos en Francia), sino que ta m b ié n era aceptada p o r el fe­
m in is m o del siglo xix. La esfera de las mujeres se encontraba, en
1.1 práctica c o m ú n , su b o rd in ad a a la de los hom bres. S in embar-
dentro de ella las mujeres burguesas p od ían em plear gente a
ii servicio, a d m in istra r negocios (con asesoras com o Mrs. Bee-
t«n i) v ser hasta cierto p u n to autóno m as. E n esa esfera se incluía
l.t • lia n z a de los n iñ o s .13 Casi al m is m o tiem po, la m ascu lin id a d
li« rrm ó n ic a se purificaba en térm inos de la sexualidad. C o m o
los historiadores gays han m ostrado, a fines del siglo xix se de-
linio con claridad al ' hom osexual” com o u n tipo social. Era u n a
■I» lim ita c ió n m édica y legal. E n periodos históricos anteriores,
1.1 sodom ía se consideraba oficialm ente com o u n acto que podía
i • al izarse p o r cualquier hom bre que se rendía ante el m al. líl do­
ro hom osexual c o m e n zó entonces a d efinir a u n tipo específico
ile hom bre, el “invertido", según el p u n to de vista m éd ic o m ás
■o inún . Se hicieron nuevas leyes que establecían que el contac-
i homosexual era u n crim en (en la enm ienda de Labouchére de
1885, en Inglaterra, se le consideró u n a obscenidad flagrante);
«•I resultado fue que la policía vigiló rutin ariam e nte a los “per­
vertidos'’.
Desde el p u n to de vista de la m ascu lin id a d hegem ónica, con
esto se expulsó el potencial del placer h om oerótico de lo m ascu­
lino y se le colocó en u n g u ip o desviado, asim ilado sim b ólicam e n­
te a las m ujeres y los anim ales. N o existía el reflejo en el espejo
del lipo “heterosexual". Es m ás, la heterosexualidad se convirtió
en requerim iento de virilidad. La co ntrad icción entre esta d efi­
nición "purificada" de la m ascu lin id a d y las condiciones reales
«le la vida em ocional entre los hom bres de los grupos m ilitares
v param i litares alcan zó niveles de crisis en el fascism o. Ayudó a
justificar, v tal vez m otivó, el asesinato de E m s t R o h m , el d iri­
gente hom osexual de los S to n n - tr o o p e r s , en 1934, p o r orden de
I litler.14
En los países urbanos, el desplazam iento gradual de la aris­
tocracia por los hom bres de negocios y burócratas fue análogo
al de la tran sform ación de las poblaciones cam pesinas en clases
ubreras urbanas e industriales. Este c am b io ta m b ié n tuvo una

11 Hantover, 1978. Este esboz-o de la ideología y la práctica de las “esferas se­


paradas" es una simplificación; para detalles más complejos en la Inglaterra de
• lase media, véase el maravilloso estudio de Davidoff y Hall, 1987.
14 Weeks, 1977; D'Emilio y Freedman, 1988. La política sexual de la expul­
sión de Rohm se encuentra en Orlow, 1969, 1973, capítulo 3.
d im e n s ió n v in c u la d a al género. E l sistem a de las fábricas in te n ­
sificó la d iv is ió n entre la casa y el lu g a r de trab a jo , y el d o m in io
de los sueldos en d in e ro c a m b ió las relaciones e co n ó m ic as en el
hogar. L a expansión de la p ro d u c c ió n in d u stria l d erivó en el sur­
g im ie n to de fo rm as de m a s c u lin id a d o rg a n iza d a s en t o m o a la
c ap a c id ad de ob te ner u n salario, las h a b ilid a d e s m ecánicas, el
p a tria rc a d o d o m é stic o y la s o lid a rid a d c o m b a tiv a entre los asa­
lariados.
De hecho, las m ujeres o c u p a ro n u n lu g ar m u y im p o rta n te en­
tre la fu e rza laboral o rig in a l de las fábricas textiles de la revolu­
c ió n in d u s tria l, y ta m b ié n estuvieron presentes en las m in a s de
carb ón , las im p re ntas y las fu n d id o ra s. Se in v o lu craro n en la mi-
lita n c ia in d u s tria l, a veces c o m o dirigentes de las huelgas, com o
M a ry Blewett a p u n ta en el caso de las tejedoras de Fall River,
M assachusetts. L a expulsión de las m ujeres de la in d u s tria pesa­
d a fue entonces u n proceso clave en la fo rm a c ió n de la m ascu li­
n id a d obrera, re lacionad a con la estrategia del salario fa m ilia r y
fu n d a m e n ta d a en la ideología burguesa de las esferas separadas.
E l m o v im ie n to sin d ic a l de artesanos puede considerarse pieza
fu n d a m e n ta l de la in s titu c io n a liz a c ió n de este tip o de m ascu li­
n id a d . IS
S in e m b arg o , sólo u n a parte de la clase obrera estaba sindi-
c a liz a d a o tenía u n salario fa m ilia r. La creación de esta m ascu­
lin id a d respetable y d is c ip lin a d a se o p o n ía d ia léc tic a m e n te al
desarrollo de m asc u lin id a d e s desordenadas y ru d a s entre las
“peligrosas'' clases m arginadas. E l m ie d o cau sado p o r ellas pue­
de notarse hasta en los socialistas revolucionarios, com o, por
e jem p lo , en las salva jes declaraciones de F rie d rich Engels sobre
los pobres urbanos:

Los lu ftip e n p r o le to r ia t, esa escoria de elementos depravados de to­


das las clases, con cuarteles en las grandes ciudades, son el peor de
todos los aliados posibles. Esa chusma es completamente soborna-
ble y completamente desvergonzada... Cada dirigente de los obre­
ros que utiliza a estos pillos como guardias, o confía en ellos como
apoyo, se muestra, por esa acción, como un traidor al movimiento.

" Blewett, 1990. Para el salario familiar y la expulsión de las mujeres de la


industria, véase Seccombe, 1986; Cockbum, 1983.
I vstos grup os casi 110 h a n a tra íd o la ate nción de quienes se de-
d ira n a la h isto ria del género, a u n q u e su presencia ha sido do-
«11 m entada p o r la h isto ria que se o c u p a de las clases sociales en
« .ludios c o m o el de los "parias de Londres" o el “n ue v o s in d ic a ­
lism o" de finales del siglo xix, y de lugares de tra b a jo c o m o los
talleres de husos y los m ercados q ue e m p le a b a n m a n o de o b ra
eventual.16
Fuera de la m e tró p o li, la lógica e c o n ó m ic a del im p e rio c o n ­
d ujo a c a m b io s e x traord in arios en la p o b la c ió n c u a n d o las fue r­
zas laborales se m ovieron de u n co ntine nte a otro. C on esto m e
I cl iero a la e m ig rac ió n de colonos "libres" a N ueva Zelanda, Aus-
II alia, C a n a d á y Argelia, y la esclavitud violenta o el e m ple o o b li­
gatorio en m u c h o s otros casos. E n éstos se in c lu y e n el envío de
esclavos afric a n o s al C arib e y A m érica del Norte; el envío de m a ­
no de o b ra c o n tra ta d a de la In d ia y el C aribe, partes de Á frica,
M alaya y Fi ji; el envío de m a n o de o b ra c h in a p a ra c o n s tru ir los
ferrocarriles estadounidenses y la m a n o de o b ra de convictos de
Inglaterra e Ir la n d a en A ustralia.
E l legado de estos m o v im ie n to s en la p o b la c ió n n o rm a lm e n te
ha sido u n a je ra rq u ía racial de considerable im p o rta n c ia para la
c o n strucción de m asc u lin id a d e s — tanto de m a n e ra s im b ó lic a
ro m o en la p ráctica— . C o m o a p u n ta m o s en el c a p ítu lo 3, la m a s ­
c u lin id a d negra se ha representado c o m o u n a a m e n a z a sexual v
social p a ra las c u lturas blan cas d o m in an te s. E sta ideología es-
1iiic tu ra d a con base en el género a lim e n tó la v ig ilan cia y el racis­
m o políticos en asentam ientos localizados desde Estados U nidos
y S u d á fric a hasta la F ra n c ia contem poráne a.
Las realidades de las m asc u lin id a d e s en las fuerzas laborales
tran sp lan tad as se c o n fo rm a ro n y orientaro n p o r las c o n d ic io ­
nes de los asentam ientos, que norm alm e nte in c lu ía n la pobreza y
labores m u y pesadas, adem ás de la fractura de fam ilias y c o m u n i­
dades. A lg u nas de las c o m p le jid a d e s resultantes pueden e n c o n ­
trarse en el estudio de C h a n d ra Jay aw ard ena sobre los cañeros
en G uyan a, a m ediados de los años cincuenta, descendientes de la
fuerza la b o ra l tra n s p la n ta d a desde la In d ia a fines del siglo xix.

,6 Engels, 1969 [1870], p. 63. Un clásico de la investigación analítica de cla­


se sobre los pobres en las ciudades es Stedman Jones, 1971, quien indica que la
actitud de Engels hacia los pobres se suaviza cuando los considera candidatos
a organizarse.
Sus creencias y prácticas sociales e n fa tiz a b a n la igualdad y la
so lid a rid a d social, " m a ti” o cam aradería. Esta so lid arid ad se
expresaba b ebiendo m u c h o — siem pre en grupos— . E n tre estos
h o m bre s se d iscutía p o r ofensas al h o n o r y a estas discusiones
se les lla m a "pase de o jo ” (ey e- pass ); su lógica es m u y distinta a la
de los duelos de la burguesía francesa. N o se basaban en d e m a n ­
das de h o n o r in d iv id u a l, sino en el rechazo colectivo a tales de­
m andas, q ue h a b ría n fracturado a la c o m u n id a d de trabajadores
pobres. E n este caso, la a firm a c ió n de la m a s c u lin id a d buscaba
la ig u a ld a d y no la c o m p e te n c ia ".17
E n las co lo nias que n o se desplazó n i m asac ró a la población,
sin o que se le s u b o rd in ó c o m o fuerza laboral p a ra la zona — la
m a y o r parte de A m érica L atina, In d ia y el sureste de Asia, ade­
m ás de algu nas partes de Á frica— , las consecuencias derivadas
del género incluyeron la re co n fo rm ación de la c u ltu ra local b ajo
la p re sión de los colonizadores. E n la In d ia , los b ritán ic o s cons­
truyeron im ágenes d istintas de m a s c u lin id a d para los diferentes
pueblos q ue gobernaron; p o r ejem plo, contrastaron a los afem i­
nados bengalíes con los fieros shicks v pathans. C o m o en el caso
de la id e o lo gía de la m a s c u lin id a d m ilita r blan ca que discutim os
an te riorm e nte, estas im ágenes pro b ab le m e nte tuvieron un p a ­
pel im p o rta n te en el re clu ta m ie n to v el control social.
C o m ú n m e n te se sugiere q u e el m a c h is m o la tin o a m e ric a n o
fue el p ro d u c to de las relaciones entre culturas d urante la época
c o lo n ial. Los conquistadores p ro p o rc io n a ro n la provocación y
el m odelo; el catolicism o español, la ideología de la abnegación
fem enina; y la opresión e conóm ica b lo q u e ó c u a lq u ie r otra fuen­
te de a u to rid a d m a s c u lin a . C o m o W alter W illia m s h a m ostrado,
el c o lo n ia lis m o español ta m b ié n in c lu y ó u n ata q u e violento y
sostenido a la h o m o se x ualidad h a b itu a l en las c ulturas nativas.
Este hecho tuvo gran in flu e n c ia en las expresiones c o n te m p o rá­
neas de m a s c u lin id a d . F.n M éxico, p o r ejem plo, la presentación
p ú b lic a de la m a s c u lin id a d es agresivam ente heterosexual, a u n ­
que a m e n u d o la práctica sea b ise x u al.18

17 Jayawardena, 1963.
18 Para las construcciones británicas de la masculinidad bengalí, véase Sinha,
1987. Para el machismo, véase la discusión que presentamos en el capítulo !, y
para el ataque colonial español y sus consecuencias a largo plazo, Williams,
1986, capítulo 7.
La h isto ria de la m a s c u lin id a d , c o m o ya debe h a b e r que dad o
lluro, n o es lineal. N o puede identificarse u n a fo rm a de desarro­
llo p rin cip a l a la cual las d e m ás se su bord in en, n o existe n in g ú n
(lesplazam iento sim ple de lo "tradicional” a lo “m o de rno '. E n vez
>li* esto, en el m u n d o creado p o r los im perios europeos se obser­
van estructuras com p le jas de relaciones derivadas del género
cu las cuales m ascu linidad es d o m in an te s, su b o rd in ad as y mar-
pinadas in te ractúan constantem ente, c a m b ia n las condiciones
«le existencia de las d em ás y se tran sfo rm an .
Ahora bien, recordando esta perspectiva histórica, b anal pero
necesaria, vayam os a la c o n d ic ió n actual del asunto.

E l m om ento presente

I .a idea de que vivim os u n m o m e n to en el c ual el papel sexual


m asculino trad ic io n al se está su av izan d o es ta n poco adecuada
ro m o la idea de que u n a m a s c u lin id a d verdadera y natural se
está recuperando. A m bas suposiciones ig n o ra n a la m ay o ría del
m undo. Para entender lo que ocurre en. esta red m u n d ia l de insti-
iliciones y relaciones de género se requiere u n a perspect iva m u y
distinta.
A nivel global, el c a m b io m á s p ro fu n d o lo representa la ex­
portación del orden de género europeo y estadounidense hacia
ti im in d o co lo n izad o . Todo in d ica que esta tendencia se acele­
ra. C onform e el orden del m u n d o capitalista se hace m ás c o m ­
pleto, m ie n tras m ás sistem as de p ro d u c c ió n locales se v inculan
a los m ercados globales y el trabajo local lo hace a los sistem as
de salarios, las versiones locales de las in stitucion es patriarca­
les occidentales sientan sus reales. E n ellas debem os in c lu ir a las
i o ip o racio nes, las burocracias estatales, los ejércitos y los siste­
mas de e d u c a c ió n m asiva. Ya m e n c io n é la escala de los ejércitos
occidenlalizados en el m u n d o contem poráneo. Los sectores e du­
cativos son algo m ás grandes (en los países en desarrollo existen
aproxim adam ente 140 m aestros p o rc a d a 100 soldados); lossec-
lores corporativos son todavía m ás grandes.
E sto p ro p o rc io n a u n a base in stitu c io n a l sólida para los c a m ­
bios en la ideología y las im ágenes estructuradas con base en el
género, ade m ás de cam b io s en la práctica cotidiana. La expor­
ta c ió n de la id e o lo gía v in c u la d a al género de E u r o p a y Estados
U n id o s puede observarse en los m ed ios m asivos de los países en
desarrollo. U n e jem plo n otable es el éxito de X u x a , en B rasil, co­
m o u n ic o n o de la fe m in id ad — u n a m odelo ru b ia que se ha hecho
m u y popular, y m u y rica, gracias a u n p ro g ra m a de televisión
para n iñ o s — . (E n el m is m o país, escuadrones de la m u e rte m as­
culino s asesinan a n iñ o s de la calle que n o tienen p antallas de te­
levisión). Los regím enes de género ta m b ié n se tran sfo rm an en la
práctica co tidiana. P or ejem plo, las costum bres indígenas de ero­
tism o co n el m is m o sexo, en lugares tan a p arta d o s c o m o Brasil
y Java, convergen en el m o d e lo u rb a n o o ccidental de la "id e n ti­
dad g a y '.19
P o r p rim e ra vez en la historia, parece que todos los regím enes
de género in d íg e n a s z o z o b ra rá n b ajo la p re sión in s titu c io n a l y
c u ltu ra l. A lg unas c o n fig ura cio n e s de género ya desaparecieron.
Por e jem plo , la tra d ic ió n c o n íu c ia n a de la h o m o se x u a lid a d m as­
c u lin a en C h in a , v las "pasiones de la m a n g a cortad a" (así lla m a ­
das p o r la h is to ria del e m p e ra d o r que p re firió c o rta r u n a m ang a
de su bata a m olestar a su a m a n te d o rm id o ). O tro e jem plo es el de
la tr a d ic ió n de e ro tism o heterosexual y la libe rtad sexual de las
m ujeres en el H a w ai p olinesio . D e c ir que desaparecieron tal vez
sea d e m a s ia d o m e cánico . Estas dos trad iciones fu e ro n destrui­
das d e lib e rad a m e n te b ajo la in flu e n c ia de la h o m o fo b ia y el p u ­
rita n is m o m isio n e ro occidentales.20
Un orden de género global, cada vez m ás visible y c o o rd in a d o ,
re e m p la za la diversidad de órdenes de género. Los arreglos de
género europeos y estadounidenses son hegem ónicos en este sis­
tem a. U na p ru e b a d ra m á tic a es la h isto ria reciente de E u ro p a
O riental. Al colapsarse los regím enes estalinistas e instalarse las
e co n o m ías de m ercado, ta m b ié n se in sta la ro n las ideologías oc­
cidentales de género y las g a ran tía s estatales de ig u a ld a d para
las m ujeres (q ue n u n c a se a p lic a ro n consistentem ente, pero te­
n ía n cierto p o d e r p ráctico ) se perdieron.
S in em bargo, el orden de género global n o es hom ogéneo, no se
trata sólo d e c lo n a r la cultura europea y estadounidense. La inves­
tigación fe m in ista que se ocupa de las obreras de la fábrica global
:-J Para la sorprendente historia de Xuxa, véase Simpson, 1993. Para el surgi­
miento de la identidad gay en Brasil, véase Parker, ! 985; en Java, Oetomo, 1990.
20 Hinsch, 1990; Ortner, 1981.
*li- la p ro d u c c ió n m u ltin a c io n a l m o d e rn a m uestra que se cons­
truyen posiciones diferenciadas: los casos de las e nsam b lado ras
»le electrónicos en M alasia, las prostitutas en F ilip in a s y T ailan­
d ia y las trab ajad o ras de la in d u s tria del vestido en M éx ico.21
Lo m is m o ocurre en el caso de los hom bres, a u n q u e los estudios
.il respecto no sean tantos. E n J a p ó n , p o r e jem plo , el p ro g ra m a
«le m o d e rn iz a c ió n del régim en m e i ji, a finales del siglo xix, c o n ­
dujo a u n a g ra n expansión del sistem a educativo y a la co m p e te n­
cia p o r el acceso a los trabajos a d m in istra tiv o s v burocráticos,
l isto p ro p ic ió a su vez el s u rg im ie n to del "h o m b re de salario", el
i l iado deferente, pero c o m p e titiv o , de las o lig a rq u ía s corpora-
livas que d o m in ó la e c o n o m ía japonesa. (E l té r m in o data de la
prim era guerra m u n d ia l, a u n q u e los países de h a b la inglesa ape­
nas lo descubrieron hace u n p a r de décadas). Se (rata de u n e jem ­
plo notable de u n a form a de m ascu lin id a d específica de u n a clase
social, que só lo es concebible en u n a e c o n o m ía c ap italista glo-
h alizada, p e ro ta m b ié n es específica, c u ltu ra l v p o lítica m e n te
h a b la n d o .22
T am bién debem os registrar la fuerza de las reacciones en
contra del o rd e n de género occide ntal. La m ás d ra m á tic a , en las
ultim as dos décadas, se ha d a d o en aquellas partes del m u n d o
islám ico en d o n de , después de la in d e p e n d e n c ia p o lítica , se rea­
firm ó la a u to r id a d patriarcal de los hom bres. Q u ie n e s o b lig a n a
las m ujeres a u tiliz a r velos y apartarse de los á m b ito s públicos si­
guen u n a p o lític a de género con los m ism o s gestos de la p o lítica
a n tic o lo n ia l. (N o se trata de alg o esencial al Is lam ; el país islá­
m ico m ás grande del m u n d o , Ind onesia, n o presta la m e n o r a te n ­
ción al velo.)2*
C o lectivam ente h a b la n d o , los ho m b re s de los países m e tro ­
politanos son los p rin cipales beneficiarios del o rd en global con-
le m p o rán e o . La característica m ás im p a c ta n te de su s itu a c ió n
histórica es el p o d e r creciente, respecto al m u n d o n a tu ra l y los
servicios de otras personas, que la a c u m u la c ió n y co ncentración
»le la riq ueza les ha dado. D ebem os registrar la escala de d ic h a
con centración . C álculos recientes su pone n que la q u in ta parte

21 Fuentes y Ehrenreich, 1983.


22 Kinmonth, 1981.
Para esta dinámica en Argelia, véase Knauss, 1987.
m ás rica de la p o b la c ió n del m u n d o recibe el 83% del total de los
ingresos m undiales; la q u in ta parte m ás pobre recibe sólo el 1.4%.
(Los estudios realizados a nivel n a c io n a l m uestran que la d istri­
b u c ió n de la riqueza es su stancialm e nte m ás in e q u itativ a que la
d is trib u c ió n de los ingresos).24
Este p o d er a m p lific a d o se aplica de diversas form as. C o m o
co n su m o de recursos (po r ejem plo, petróleo y m inerales del res­
to del m u n d o ), sostiene u n nivel de com odidades m ateriales que
antes sólo tenía la aristocracia. C o m o inversión en tecnología,
ha e lim in a d o casi toda la m a n o de obra de los procesos de pro­
d u c c ió n en los países ricos y, c o m o a p u n ta m o s en el c a p ítu lo 7,
reestructurado las jerarquías ocupacionales. De esta form a, los
usos y placeres m ateriales de los cuerpos m ascu lin o s h a n c a m ­
b ia d o d ra m átic am e n te .
Al m is m o tiem po, la riqueza de los países m e tro p o litano s
sostiene in dustrias de servicios m u y elaboradas. E n ellas, los sig­
nificados sim bólicos de la m asculinidad son com plejos— especial­
m ente en los m edios masivos, el d e p o n e com ercial y el transporte
(los carros veloces y los cam iones pesados son vehículos de la
m a s c u lin id a d en c u a lq u ie r sentido). La riqueza y la tecnología
m etro po litanas ta m b ié n sostienen a las fuerzas a rm a d a s mas-
c u linizadas, q ue h a n a lca n za d o u n a capacid ad de destrucción
im presio nante y que se u tiliz a p e riódicam ente en contra de ene­
m igos del tercer m u n d o (V ietnam , C am boya, A fganistán, Iraq).
Si co n side ram o s sólo estas circunstancias, n o debe sorpren­
dernos e n co n tra r entre los hom bres de los países ricos u n a c o n ­
ciencia extendida del c am b io en el orden del género. E n todos los
grupos australian o s que d iscutim os en la segunda parte del libro
p u d im o s apreciarlo, en d istintas form as. E n otros países ta m ­
b ién es posible d o c u m e n ta r este sentido de u n c a m b io im p o r­
tante. Tal vez lo m ás sorprendente sea el sentido de u n c am b io
incon tro lab le de la d islocación de las relaciones de género. D i­
c h o sentido se encuentra, ta m b ié n , m u y extendido.2*

2* Para estos datos, véase el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas


1992.
A pesar de lener ciertos defectos como investigación. Hite (1981) documen­
ta por lo menos el tema; como lo hacen, aunque de otra forma, todo el género de
libros sobre hombres que discutimos en el capítulo 1 y la terapia de masculini­
dad que veremos en el capitulo 9.
El enorm e crecim ie nto del p o d er m aterial de los h om bre s de
l.t m etrópoli ha ido a co m p a ña d o , com o argum entaré, p o r u ñ a in ­
tensificación de las tendencias a la crisis en el orden de género.
I ii el cap ítu lo 3 sugerí u n m arco para com prender estas tenden-
« ias a la crisis. Es claro que h a n derivado en u n a pérdida m ay o r
«Ir la le g itim id ad del patriarcado; diferentes grupos de hom bres
«• enfrentan a esta p érd id a de diversas form as.
El signo m ás claro de esta pérdida, que es el rasgo m ás impor-
i.m le del m o m e n to actual del orden de género en los países ri-
• os, es el c u e stio n a m ie n to abierto que las fem inistas han hecho
.»los privilegios de los hom bres. G racias a la riqueza y al control
«le los m edios m asivos de c o m u n ic a c ió n de estos países, d ic h o
« u e stio n am ie nto c irc u ló p o r todo el m u n d o conform e se le a r­
ticuló. H a to m a d o diversas form as. El fem inism o "occidental" se
encuentra a h o ra o c u p a d o en u n a negociación com pleja y tensa
«on el fe m in ism o del “tercer m u n d o " sobre el legado del c o lo n ia ­
lism o y el ra cism o .26
C o m o antes sugerí, el cuestionam iento a la heterosexualidad
hegem ónica q u e h an hecho los m ovim ientos lésbicos y gays es,
por lógica, tan p ro fu n d o c o m o el cuestionam iento al poder m as­
culino d eb id o al fe m in is m o , a u n q u e no han circulado de la m is ­
ma form a. La m ayoría de los hom bres heterosexuales pueden
m arg in ar este cue stio n am ie nto y considerarlo com o algo de una
m in o ría que no los afecta a ellos.
Los m o v im ie n to s de o p o s ic ió n abrieron u n a serie de p o s ib i­
lidades para las relaciones de género que tam bién son nuevas
desde el p u n to de vista histórico . Jeffrey Weeks, entre otros,
a p u n ta la reciente m u ltip lic a c ió n de subculturas e id e ntidad es
sexuales. C o m o sostuve en el capítulo 6, la estabilización de las
co m u n id a d e s gays y la id e n tid a d social gay en las m e tróp o lis
derivan en que el orden de género contiene ahora cierta altema-
liva p e rm ane nte . E l gay m u y n o rm a l es todavía u na o p o s ic ió n
leal, lo sabem os, pero la heterosexualidad hegem ónica n o pue-
de ya m o n o p o liz a r la im a g in a c ió n de la form a en que lo hacía
antes.27

2ft Para una descripción de esta negociación, véase Bullbeck, 1988.


27 Weeks, 1986. Mayores evidencias de esta estabilización de la alternativa
IHieden encontrarse en Herdt. 1992.
La ex p an sión de p osib ilid ad e s n o depende só lo de la crecien­
te v ariedad de la p rác tic a sexual actual. T am b ién se h a d a d o u n
flo re c im ie n to del p e n sa m ie n to u tó p ic o sobre el género y la se­
xualidad, u n sentido de posibilidades históricas en expansión. La
ciencia fic c ió n fe m in ista p o d rá so n a r exótica, pero c u a n d o se le
c o m p a ra co n el "oeste e spacial” de la su p re m a cía m ascu lina,
que solía m o n o p o liz a r la ciencia fic c ió n (y lo sigue haciendo), el
avance en la im a g in a c ió n es bastante claro. E l p e n sa m ie n to u tó ­
p ico sobre la sexualidad y el género ta m b ié n aparece en otras
tipolo gías, y p o d e m o s m e n c io n a r p o r lo m eno s el cine, la p in tu ­
ra, el reggae y el rock.28
R esulta entonces que los ho m b re s de los países m e tro p o lita ­
nos viven u n m o m e n to h istórico p arad ójico. C o m o u n a colecti­
v id ad , m ás q u e c u a lq u ie r o tra categoría de p ersonas antes que
ellos, tienen el p o d e r — los recursos a c u m u la d o s, las técnicas so­
ciales y físicas— para darle fo rm a al futuro . G racias al trabajo
de las fem inistas, los m o v im ie n to s de lib e rac ión sexual y el p e n­
s a m ie n to u tó p ic o se han a b ie rto m á s fu turo s posibles que los
que ja m á s se h a b ía n reconocido.
S in e m b a rg o , la categoría de los "h o m b re s” en los países ri­
cos n o es u n g ru p o capa/, de pe nsar y elegir u n a nueva dirección
h istóric a. Las diferencias d entro de esta categoría, c o m o hem os
visto, so n p ro fu n d a s. A u n q u e los m ie m b ro s de ésta c o m p a rta n
a lg ú n interés, d e b id o a la d is trib u c ió n in e q u itativ a de los recur­
sos en el m u n d o y entre los h o m bre s y las m ujeres de los países
ricos, to d o parece in d ic a r que re ch a za rán el c a m b io u tó p ic o y
d e fe n d e rán el s t a t u q u o .
E n esta s itu a c ió n , su p ro p io género se vuelve u n a cuestión
de la cual n o p ue de n escapar. E l sig n ific a d o de la m a s c u lin id a d ,
la variedad de m asculinidades, las dificultades p a ra reproducir la
m a s c u lin id a d , la naU iraleza del género y la extensión de la desi­
g u a ld a d de género se c uestio nan y se debaten con furia. Creo
que, en este m o m e n to h istórico, el c re c im ie n to del interés en la
m a s c u lin id a d n o es accidental. E l tem a n o se o lv id a rá, a u n q u e
la a te n c ió n de los m edios a m anifestaciones tan exóticas com o
el m o v im ie n to m ito p o é tic o de los hom bre s sí lo haga.
Estas circunstancias h a n p ro d u c id o u n a gran variedad de po-
luicas que se o c u p a n de la m a s c u lin id a d ; se trata de m ás in te n ­
tos p o r definirla, y p ro p icia r su reproducción, de los que había
h abido hasta ahora. E n el siguiente c a p ítu lo presentaré con ma-
vor detalle las principales fo rm as de esta p o lític a de la m a s c u li­
nidad.
La p o l ít ic a d e l o s h o m b r e s y l a p o l ít ic a d e l a m a s c u l in id a d

I -» política p ú b lic a , c o m o casi c u a lq u ie r otra que definam os, es


una política de hom bres. Éstos p re d o m in a n en los gabinetes, los
estados mayores, el servicio civil de m ay o r rango, los partidos p o ­
líticos y los grup os de presión, ade m ás de hacerlo en los niveles
ejecutivos de las corporaciones. Los dirigentes se reclutan para
encabezar redes de hom bres. Las pocas m ujeres que llegan hasta
.nriba, com o In d ira G a n d h i y M argaret Thatcher, lo hacen p o r su
extraordinario uso de las redes de hom bres, no de mujeres.
S ólo en u n a re g ión del m u n d o , en E scan dinav ia, las m ujeres
han ocup ado , c o m o g ru p o , posiciones políticas de alto nivel. E n
F inlandia, el 39% del P a rla m e n to lo constituyen las m ujeres; en
Noruega el 36% (dato s de 1993). L a situ a ción m ás c o m ú n es si­
m ila r a la de los datos o b te nid os en 1990 en Italia , en d o n d e el
15% del P a rla m e n to estaba integrado p o r m ujeres, y en Estados
Unidos, el 7%. E n Ja p ó n , que es el patriarcado m ás im penetrable
entre los países ricos, el 2% de quienes integraban el Parlam ento
eran m ujeres en ese m is m o año. E n u n estudio reciente re aliza­
do a 502 b urócratas de alto nivel en J a p ó n , sólo tres eran m u je ­
res— m enos del 1% .’
Así es c o m o n o rm a lm e n te se presentan los datos en las d iscu­
siones sobre la "ig u ald a d de o portunidad es”. Al pensar en la m as­
c u lin id a d es m e jo r presentarlas al revés y n o ta r que el 98% del
Parlam ento ja p o n é s está fo rm ad o p o r hom bres, el 93% del Con-

1 Datos de representación parlamentaria tomados de la Unión Inteiparla-


mentaria, reportados por el San Francisco Chronicle, 12 de septiembre de 1993,
y del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas 1992. p. 191. Los datos de
los servidores civiles de alto rango japoneses son de Kim, 1988.
greso de E stados U n id o s son h o m b re s, etc. Vale la p e n a m e n c io ­
n a r que la representación p o lític a en los países desarrollad os es
m a rg in a lm e n te m á s p a tria rca l que en los países en desarrollo,
p ro m e d ia n d o 8 7 % en contra del 86% (datos de 1990).
La p o lític a es, c o m o siem pre, p o lític a de los h o m b re s . Los in ­
tentos de las m ujeres p o r c o m p a r tir el p o d e r revelan u n a d e fe n ­
sa a u ltra n z a de éste, ope rad a p o r los ho m b re s detrás de las
barricadas: desde la exclusión legal, p a s a n d o p o r las reglas de re­
c lu ta m ie n to form ales que exigen experiencia, c alific a cio n e s y
"m éritos" m á s difíciles de conseguir para ellas, hasta u n a rica va­
riedad de p rejuicios y suposiciones in fo rm a le s que o p e ra n en fa­
vor de ellos. D etrás de estas barreras de in c lu s ió n , en los niveles
m á s altos del p o d e r y apenas visibles desde afuera, se a p lic a n es­
trategias de a u to rre p ro d u c c ió n p o r parte de las élites que tienen
el poder. E n ellas se incluyen el tráfic o de d in e ro e in flu e n cia s, la
selección de sucesores, la tuto ría a ay ud ante s y aliado s; y s ie m ­
pre se insiste en la selección de h o m b re s p ara el poder.
E l c u e s tio n a m ie n to fe m in ista a esta e structu ra n o h a tenido
realm ente m u c h o éxito, excepto en E sc an d in av ia . Tres a ñ o s des­
pués del fin de la D écada para las M ujeres de las N aciones U nidas
(1975-1985), los h o m b re s seguían o c u p a n d o el 8 5% de los pues­
tos de re p resen tación en todo el m u n d o . C in c o a ño s después, en
1993, la cifra se h a b ía elevado otra vez al 90% .
S in e m b arg o , sí se ha c u e stio n a d o la s itu a c ió n , q u e se ha con-
vertido en u n tem a p rá c tic o e in te le ctu a l. Poco a p o c o lia e m e r­
g id o u n a teoría del E stad o c o m o in s titu c ió n p a tria rc a l.2 C o m o
a p u n té en la parte fin a l del c a p ítu lo 8, d u ra n te las ú ltim a s dos
décadas, la p o s ic ió n de los h o m b re s en las relaciones de género,
áre a que p o r c o stu m b re era c a m p o de la p o lítica , ta m b ié n se ha
co nvertid o en o b je to de la p o lítica.
D efiniré c o m o "política de la m a s c u lin id a d " aquellas m o v iliza ­
ciones y luch as q u e se o c u p a n del s ig n ific a d o del género m a s c u ­
lin o y de la p o s ic ió n de los h o m bre s en las relaciones de género.
E n u n a p o lític a así, la m a s c u lin id a d es tem a p rin c ip a l y n o se le
considera sólo c o m o contexto.
La política de la m a s c u lin id a d se o c u p a del po d er e je m p lific a ­
d o en las estadísticas que a ca b a m o s de p re se n ta r— la cap a c id ad
«l< ciertos h o m b re s de c o n tro la r los recursos sociales a través de
procesos e stru c tu rad o s con base en el género— v del tip o de so-
• icdad que d ic h o poder produce. Se trata de u n tem a m u y a m p lio ,
m uch o m a y o r al q ue se reconoce en la m ay o ría de las d isc u s io ­
nes sobre m a s c u lin id a d . E l control que tienen los hom bre s sobre
l«>s recursos y los procesos que sostienen a este poder no son, evi­
dentem ente, las ú n ic a s fuerzas que c o n fo rm a n el m u n d o . Pero
i in flu e n cia n su sta n cia lm e n te cuestiones c o m o la v iole ncia, la
i les igualdad, la tecnología, la c o n ta m in a c ió n y el desarrollo m u n ­
dial. La p o lític a de la m a s c u lin id a d se o c u p a de la c o n fo rm a c ió n
i leí poder e stm e tu rad o con base en el género que se desprende de
estos elem entos. Es u n a fue rza en el contexto de a lg u n a s de las
cuestiones m ás irrevocables de nuestro tiem po.
C o m o lo he se ñ ala d o a lo largo del libro, la m ascu lin id a d n o es
un p a tró n ú n ic o . P o r esto, la p o lític a de la m a s c u lin id a d to m a ­
rá m u c h a s form as, a u n q u e no u n n ú m e r o in fin ito . E n la a c tu a ­
lidad, en los países ricos existen c u a tro fo rm as p rincipales de
política de la m a s c u lin id a d ; c ad a u n a tiene u n a re lac ión d e fin i­
da con la est ru c tu ra total de relaciones de género. E n este capí-
lulo las iré d isc u tie n d o , c o n sid e ra n d o las form as de la práctica
en las cuales los conceptos de m a s c u lin id a d se e n c u e n tra n in ­
cluidos, sus bases estructurales en las relaciones de género v su
sig nificado p ara la p re g u n ta general de la justicia de género.*

L a TERAPIA DE MASCULINIDAD

La p o lítica de la m a s c u lin id a d sobre la cual se h a b la m ás en la


a ctu alidad, especialm ente en E stados U nidos, se centra en cu ra r
las heridas provocadas p o r las relaciones de género en los h o m ­
bres heterosexuales.
Sus orígenes se re m o n ta n a p rin c ip io s de los a ño s setenta, al
declive de la nueva iz q u ie rd a y al c re c im ie n to de la terapia de la
conü*acultura. Las técnicas, u tiliza d a s p o r p rim e ra vez en la p s i­
quiatría y la psicología clínica, salieron del á m b ito clínico y fueron

3 Como el párrafo especifica, en este capítulo estoy interesado sólo en la po­


lítica de la masculinidad entre los hombres. También existe una política vincu­
lada a la masculinidad entre las mujeres: mencioné algunas de las versiones
feministas en el capítulo 1.
seguidas p o r el p ú b lic o general. Los em presarios del m o vim ie nto
de a u m e n to de conciencia crearon u n m e d io que a d o p tó gran va­
riedad de practicas y cultos: a n álisis de in te rcam b io s, m e d ic in a
basada en el uso de hierbas, religiones "orientales'', artes m a rc ia ­
les, bioenergética, masajes, terapia neojungianay. en su m om ento,
m ito lo g ía s n e w a g e , y diversos tipos de pro g ram as de re cupera­
c ión en doce pasos. A unque principalm ente se d io en Estados U n i­
dos, el m e d io ta m b ié n se desarrolló en otros países ricos. E n los
c ap ítu lo s 5 y 7 nos referim os a la versión a u s tra lia n a del m ism o .
Las principales técnicas utilizadas en el m e d io terapéutico son
asistir a u n a terapia in d iv id u a l, sum ergirse en la m e d ita c ió n in ­
d iv id u a l con la a y u d a de u n g u ía o u n a g u ía y a c u d ir a grupos
perm anentes o talleres, n o rm a lm e n te d irig id o s p o r a lg u ie n que
cobra ciertos honorarios. E n estos grupos y talleres, quienes a c u ­
den c o m p a rte n sus e m ocion es y experiencias, a d q u ie re n m a y o r
c o n o c im ie n to de si m ism o s y la a c e p ta c ió n de su g ru p o .4
A finales de los año s sesenta, en c u a n to la liberación de las m u ­
jeres centró su ate nción en tem as c o m o el de la m a s c u lin id a d y el
rol m ascu lin o , estos elem entos se reinterpretaron c o m o cuestio­
nes terapéuticas. D u ra n te los anos setenta se d io u n a especie de
explosión de grupos, talleres y consejeros y consejeras que se o c u ­
p a b a n de "los h om bre s y el fe m in is m o ", “la se x u alidad m a s c u li­
n a ’’, "la liberación de los hom bres” y "las cuestiones de h o m b re s”.
A finales de los setenta se escribieron m u c h o s libros que to m a ­
b a n esta experiencia terapéutica c o m o fuente. A lgunos de sus
títulos son T h e H o z a r á s o f B e in g M a le ( L o s rie s g o s d e s e r h o m b r e ) ,
S e x a n d th e L Á b e ra te d M a n ( E l s e x o y e l h o m b r e lib e r a d o ) , T e n d e r -
n e s s is S tr e n g th ( L a te r n u r a e s fo r t a le z a ) , M e n in T r a n s ítio n ( H o m ­
A rtículos sim ilares aparecieron en las revistas
b re s e n t r a n s ic ió n ) .
de psicoterapia, con títulos c o m o “R é q u ie m p o r S u p e r m a n ”.5
Al p rin c ip io esta actividad se e ncon trab a cerca del fe m in ism o ,
p o r lo m enos del fe m in is m o liberal. Los prim e ros g rup os tera­

4 Esta descripción se deriva en pane de las entrevistas que discutí en los ca­
pítulos 5 y 7. en parte del material publicado en Estados Unidos. La mayor ayu­
da me la dio un empresario terapeuta entrevistado en el proyecto de historia de
vida; no lo cito porque lo identificaría como individuo.
Goldberg. 1976; Ellis, 1976; Lvon, 1977; Solomon y Levy, 1982 (este libro
marca la conexión con la psiquiatría oficial, además del comienzo de la reac­
ción); Silverberg. 1984.
péuticos para hom bres fueron lla m a d o s "grupos de a u m e n to de
i <m ciencia”. Tenían u n a actitud bastante crítica respecto al "rol
m asculino trad ic io n al". L a ra zó n de ser de la terapia era que los
hom bres necesitaban ayud a para salir del rol m a s c u lin o y vol­
verse m ás sensibles y expresivos e m o cio n alm en te . E l p siq u ia tra
K enneth S o lo m o n , p o r ejem plo, fo rm u ló explícitam ente que el
<>bjetivo de la "terapia del rol de género" era llevar al cliente ha-
i ¡a la an d ro g in ia.
N o se trató de alg o sencillo para los y las terapeutas. E n u n
ensayo m u y perceptivo de 1979, Sheryl B ear y sus colegas obser­
varon que la psicoterapia tendía a ig n o ra r los contextos sociales,
.i ser conservadora respecto al género y a exigir u n c o m p o rta ­
m iento estereotípico en sus clientes. E l a u m e n to de la conciencia
sería im p o rta n te p ara los y las terapeutas.
S in em bargo, estas advertencias fueron desechadas c u a n d o se
dio u n c am b io im p ortante , m arcado p o r el ensayo de Jack Kauf-
m an y R ic h ard T im m ers p u b lic a d o c u a tro a ños después. E n él
se describía a u n g ru p o de hom bre s terapeutas estadounidenses
que, al p rin cip io , a p o y a b a n al fe m in is m o , pero después se d ie ­
ron cuenta de que les faltaba algo; así que decidieron b u sc a r lo
m asculino. U tiliza b a n técnicas de terapia de grupo co m u ne s e
im ágenes (n ada co m u nes) tom adas del poeta Robert Bly, para
sobreponerse a su resistencia a e ncon trar al "hom bre peludo", lo
m asculino p rofu ndo . C u a n d o encontraron a este m a s c u lin o p ro ­
fundo se a y u d a ro n u n o s a otros a iniciarse en el m is m o .6
La p rin cip a l d ire cción seguida p o r la terapia de m a s c u lin id a d
en los años ochenta fue este intento de restaurar el pensam iento
de la m a s c u lin id a d , que se había p e rd id o o d a ñ a d o d eb id o a los
cam bios sociales recientes. Fue m u y p o p u la r en Estados Unidos.
Kl lib ro de Bly, ¡ r o n J o h n , u n b e s ts e lle r que n o se encontraba en
n inguna parte en 1990 y 1991, im p u ls ó la pu b lica ció n de m uchos
otros libros que lo seguían. La serie de ideas sobre la restaura­
ción y el origen c o m ú n puede observarse si a n a liza m o s cuatro
libros sobre hom bres, que ya constituyen u n género, que fueron
m uy populares, basados en la terapia de m a s c u lin id a d .7

6 Bear el ai., 1979; Kaufman y Timmers, 1983.


7 Farrell, 1986 y 1993; Goldberg, 1988; Bly, 1990; Keen, 1991. Comparacio­
nes: Farrell, 1971-1972; Farrell, 1974; Goldberg, 1976. En otro lugar ya hice una
crítica a Bly, en Connell, 1992.
E l libro de W arren Farrell, W h y M e n A re th e W a y T hey A re ( P o r­
q u é lo s h o m b r e s s o n c o m o s o n ) , es p a rtic u la rm e n te p u n za n te
p o rq u e Farrell e scribió u n o de los prim e ros libros sobre h o m ­
bres, T h e L ib e r a te d M a n ( E l h o m b r e lib e r a d o ) . A p rin c ip io s de los
a ño s setenta o rg a n iz ó u n a red de apoy o a hom bre s para n o w , la
o rg a n iz a c ió n fe m in ista m ás grande de Estados U nidos. Ayudó
ta m b ié n a fo rm a r varios grupos de concie ncia para ho m b re s e
im p u ls ó m anifestaciones piib licas que apoyaron las causas fe­
m inistas. C ritic ó vigorosam ente el "sistem a de valores m a s c u li­
n o ” y la foiTna en la cual los h om bre s q u e d a b a n atra p a d o s en el
rol m ascu lino . E n u n o de sus prim e ro s ensayos, Farrell n o d u d ó
en lla m a r a los h o m bre s “la clase d o m in a n te " que necesitaba re­
n u n c ia r a su p o s ic ió n de privilegio.
U n a d écad a después las cosas h a b ía n c a m b ia d o m u c h o . Se­
g ú n Farrell, se h a b ía prestado d e m asia d a ate nción a la experien­
cia de falta de p<xler de las m ujeres v era hora de prestar atención
a la experiencia de falta de po d er de los hom bres. C o m o esto p a ­
recía c o n trad e c ir los hechos que h a b ía n o ta d o a p rin c ip io s de
los setenta, Farrell v olvió a d e fin ir el poder, pero ya no lo hacía
c o n sid e ra n d o el m u n d o p ú b lic o sin o el m u n d o in te rio r de las
em ociones. C o m o los hom bres n o s e n t ía n q ue e m o c io n a lm e n le
co n tro laran sus vidas, entonces carecían de poder. Los hom bres
n o d e b ía n sentirse culpable s de lo que estaba m al en el m u n d o ,
ya q ue las m ujeres te n ían la m is m a culpa. Si las m ujeres que ­
ría n que los h o m b re s c a m b ia ra n , entonces las m u je r e s d e b ían
hacer que esto ocurriera c a m b ia n d o las expectativas e m o c io n a ­
les de los hom bres. S in em bargo, Farrell pensaba que esto no
o cu rriría. E n ese m o m e n to c onside raba que las psicologías de
los h o m b re s y de las m ujeres eran m u y d istintas y que se revela­
b a n en sus “fantasías p rim a ria s " (Para los hom bres: sexo con
m u c h a s m ujeres bellas; p ara las m ujeres: u n hogar seguro).
(Desde q ue escribí este capítulo. Farrell p u b lic ó o tro lib ro so­
bre el tem a. T he M y t h o f M a le P o w e r , E l m it o d e l p o d e r m a s c u lin o .
R epite estos m is m o s arg um ento s con m a y o r vehem encia, ataca
con m ás a m a rg u ra al fe m inism o , pone m ás énfasis en la base b io ­
lóg ica de la diferencia sexual y u n nuevo respeto por, ¿adivinen
q u ié n ? , R obert B ly y los rituales m ascu lino s).
E l libro de H c rb G oldb erg T he I n n e r M a le ( E l v a r ó n in t e r io r ) ,
ta m b ié n fue u n retroceso respecto a otro que escribió en los años
setenta, T h e H a z a r d s o f B e in g M a le . C o m o lo in d ica el su b títu lo ,
S u t v iv in g th e M y th o f M a s c u lin e P r iv ile g e ( S o b r e v iv ie n d o e l m it o
G oldberg se encontraba en los años
de lo s p r iv ile g io s m a s c u lin o s ) ,
setenta bastante m ás a la derecha que Farrell. A finales de los
años ochenta sus c a m in o s eran convergentes. G oldberg ta m b ié n
a firm ab a que los h o m b re s n o d eb ían sentirse culpables p o r los
problem as derivados del género. H a b ía n tratado de liberarse pe­
ro no h a b ía n podido; así que los hom bres estaban m uy c o n fu n d i­
dos y resentidos. La lib e rac ión fa lló porque negó las diferencias
em ocionales básicas entre las m ujeres y los hom bres, las cuales,
desde su p u n to de vista, eran personalidades inconscientes, p o la ­
rizadas, el m a c h o v e r s u s la madre-tierra. Esta "contracorriente
de género” su bv irtió c u a lq u ie r p o lítica consciente del cam bio. 1.a
terapia podía a y u d a r a los hom bres y m ujeres a reducir su actitud
defensiva y, entonces, les p e rm itiría comunicai*se mejor. G o ld ­
berg n o fue preciso respecto a c ó m o p o d ría esto s o lu c io n a r p ro ­
blem as mayores; aparentem ente esperaba que la terapia tendría
alg ún efecto en los líderes de o p in ió n .
S in em bargo, G o ld b e rg si tenía claro q u é estrategia recha/a-
ría. Su p rim e r libro h a b ía respetado al fe m in is m o c o m o u n a
fuente de cam b io s positivos. E n T he ín t ie r M a le ese respeto desa­
pareció. El rasgo m á s sorprendente del lib ro es la serie de estu­
dios de caso, hostiles, de m ujeres “liberadas" y sus co m p a ñ e ro s
viajeros m asculinos: M arily n , la m acha; A n n , la re ina h e la d a li­
berada; K are n, la e n g u llid o ra liberada; Alice, la loca hacedora
de la lib e ración total; B e n ja m ín , el h u m a n is ta totalitario, etc. Al
final, G oldb erg a d m itir ía que n o se trataba de casos reales. Los
había in v e n tad o p a ra m o strar su “percepción y creencia" d e q u e
la gente “liberada" estaba a la defensiva y era engañosa. Este pa­
saje es u n a lectura o b lig a to ria para cua lq u ie ra interesado en el
estatus e p iste m ológ ico de la psicología p o pu lar.8
El libro de R o b e rt Bly, ¡ r o n J o h n , ha sido c onsiderado c o m o
u n a novedad tan sorprendente que es im p o rta n te n o ta r todo lo
que tiene en c o m ú n co n otros libros anteriores sobre hom bres.
Al igual que Farrell y G oldberg, B ly pensó que el fe m in is m o h a ­
bía tratado in ju s ta m e n te a los hom bres; éstos no d e b ía n aceptar
la culpa; d e b ía n reconocer y celebrar sus diferencias respecto a
las m ujeres. C o m o Farrell y G oldb erg, Bly re chazó la p o lític a de
ig u a ld a d social y e n fa tiz ó el á m b ito e m o c io n a l. Los p u n to s que
ig n o ra — la raza, la sexualidad, la d ife re n cia c u ltu ra l, la clase—
son casi los m is m o s . L a diferencia es q u e B ly e n fa tiz ó la separa­
c ió n que tuv ie ro n los ho m b re s de sus padres y la se ñ aló c o m o la
fuente del d a ñ o e m o c io n al; ta m b ié n e n fa tizó cierta necesidad
de in ic ia c ió n entre los hom bres, a diferencia de u n a ne gociación
entre ellos y las m ujeres.
S in em bargo, sus argum entos d a b a n el m is m o tipo de respues­
ta a las d ific u lta d e s derivadas del género: u n a te ra p ia de m a s c u ­
lin id a d . E l s im b o lis m o ecléctico y la b ú s q u e d a de a rq u e tip o s de
Bly, a d e m ás de la a te n c ió n m e d iátic a a las p a rtic u la rid ad e s de su
m o v im ie n to (to c a r tam bores, pretender ser guerreros), n o debe
d is im u la r lo anterior. La esencia del "m o v im ie n to m ito p o é tic o
de los h o m b re s" es la técnica de g ru p o del m e d io te ra p é u tic o co­
m ú n . A lgunos em p re sario s a rm a n talleres terapéuticos; los p a r­
ticipantes c o n trib u y e n con descripciones de sus e m o cio n e s y
experiencias, y o b tie n e n la v a lid a c ió n del g ru p o a c a m b io . Los
populares cultos terapéuticos de las dos ú ltim a s décadas norm al-
m e n te c o m b in a r o n estas téc n icas c o n la p e rso nalid ad del líder,
y u n ritu a l y je rg a específicos. B ly h a b ía p ro p o rc io n a d o ya todo
esto a los talleres y re uniones d u ra n te u n a d écad a c o m p le ta , a n ­
tes de p u b lic a r su I r o n J o h n .
S a m Keen. en F ir e in th e B e lly ( F u e g o e n e l e s t ó m a g o ) , c o m p a r­
tió con B ly los m is m o s conceptos de m a s c u lin id a d , lig e ra m e n ­
te ju n g ia n o s , q u e la s u p o n ía n u n siste m a e m o c io n a l o rig in a d o
en los arq ue tip o s. Keen, c o m o Farrell, venía del contexto de los
"grupos y psicoterapias de conciencia"; c o m o G oldberg, B ly y Fa-
nrell, se p re o cu p ab a p o r las relaciones em ocionales, tenía u n m é ­
to do especulativo y lo satisfacían frag m e nto s de evidencia. Keen
ta m b ié n p re sc rib ió u n a terapia p a ra la m a s c u lin id a d d a ñ a d a ,
u n viaje de re cu p e ra c ió n . Al igual que la idea de Bly, de la in ic ia ­
c ió n m ític a a la m a s c u lin id a d , la te ra p ia de K een in c lu ía u n a se­
p a r a c ió n de la fe m in id a d p ara e n c o n tra r u n a verdad m a s c u lin a
m á s p ro fu n d a .
S in em bargo, K een consideraba que se trataba de u n viaje psí­
q u ic o , n o de u n c u lto separatista de h o m b re s. C o ne ctó la recu­
p e ra c ió n de la m a s c u lin id a d con la re cu p e ra c ió n del p la n e ta y
de la sociedad, a ta c ad a p o r la h o m o fo b ia , el ra cism o y la degra-
d a c ió n a m b ie n ta l. E n pocas palabras, p a ra K een la terapia de
m a s c u lin id a d era p arle de u n proyecto m a y o r de reform a, p o r
m u y m e tafó rico q ue fuei*a su lenguaje.
L a p rin cip a l tend en cia de la terapia de m a s c u lin id a d no es
re e m p la zar u n a p o lític a de reform a, s in o apoyarla. E l contexto
p o lítico es im p o rta n te . Las declaraciones de G o ld b e rg en c o n ­
tra de las m ujeres y h o m bre s “liberados" son m u y sim ilares a los
ataques de R eag an a los “liberales” en la m is m a época. El ú ltim o
libro de Farrell ataca lo “políticam ente c o n ecto" y, de hecho, c u a l­
q u ie r in iciativ a p o lític a en favor de las m ujeres. S in em bargo,
ta m b ié n es im p o rta n te c o n sid e rar cierta d in á m ic a interna. C o­
m o lo e je m p lific a n los casos de los c a p ítu lo s 5 y 7, los hom bre s
occidentales de clase m e d ia a m e n u d o e x p e rim e n tan el fe m in is­
m o c o m o u n a a c u s a c ió n y a lg un o s a d o p ta n cierta c u lp a p ro pia.
Los prim e ro s debates de la lib e rac ión de los h o m b re s p ro b a b le ­
m ente a u m e n ta r o n el sentido de c u lp a b ilid a d . E l d e s p laza m ie n ­
to h a c ia la derecha en la terapia de m a s c u lin id a d d u ra n te los
a ño s o ch en ta o fre c ió c o n fia n za en lu g a r de presiones y u n a for­
m a personal de resolver la c u lp a b ilid a d — en lu g ar de c a m b ia r
la s itu a c ió n q ue la p ro d u c ía .
La base e structu ral de esta fo rm a de la política de la m a s c u ­
lin id a d es la m a s c u lin id a d c ó m p lic e d e fin id a en el c a p ítu lo 3. A
través de sus tem as, esto es lo que in d ic a n los terapeutas. N o de­
bem os c u lp a r a sus clientes, en el se ntid o en el que n o son ellos
los portadores de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a. Pero ta m p o c o
son los o p rim id o s . Autores c o m o Farrell, G o ld b e rg y B ly s im ­
plem ente suponen lectores blancos, heterosexuales, de clase m e ­
dia y estadounidenses. Los h o m b re s a los que se d irig e n son los
que se b ene fician silenciosam ente del patriarcad o , sin ser m ili­
tantes que lo d e fie n d an .
Este g ru p o es la base de la política en u n sentido literal. Pagan
para ir a las sesiones de terapia, talleres y conferencias, y c o m ­
p ran libros y revistas. Los lím ite s de la terapia de m a s c u lin id a d
dependen de sus p ro p io s intereses. E s tá n preparados p a ra a ju s­
tar sus relaciones co n las m ujeres, pero no para re fo n n a rla s en
u n a fo rm a esencial. Así que el c o m p ro m is o in ic ia l con el fe m i­
n ism o era superficial y se d io u n d e sp laza m ie n to que los p o n d ría
en contra de d ic h o m o v im ie n to . E n el h o rizo n te n o se ve n in g u ­
na fo rm a de a lia n z a co n los h o m b re s gays. (E n 1993, c u a n d o la
a d m in is tra c ió n de C lin to n negó las garantías explícitas a las per­
sonas gays contratadas, o p o r contratarse, en el ejército, n in g u n a
protesta se o r ig in ó en este grupo). La a b so rció n en u n o m is m o ,
consecuencia práctica im portante de la terapia de m a s c u lin id a d ,
y la tra d u c c ió n de p ro b le m a s sociales de los hom bres en p re g u n ­
tas de psicología p u ra se encuentran conectadas con el p ro fu n d o
interés que este g ru p o tiene en lim ita r los trastornos re volu cio­
narios, derivados de las relaciones de género, que eran parte de
su p ro g ra m a a p rin c ip io s de los a ño s setenta.
Entonces, p ara entender el significado de la terapia de m ascu ­
lin id a d c o m o u n a fo rm a de política de la m a s cu lin id a d , debem os
ir m á s a llá de su p re o c u p a c ió n p o r las heridas em ocionales y la
c u r a c ió n personal de los hom bres. La m a y o r consecuencia de
las fo rm as p o p u lare s de terapia de m a s c u lin id a d es cierta a d a p ­
ta c ió n de las estructuras patriarcales a través de la m o d e m iz x i-
c i ó n de la m a s c u lin id a d . Y es que, a pesar de que textos c o m o el
de B ly son n o stálg ico s y las im áge nes m ito p o é tica s p u e d e n ser
so rprendentem ente reaccionarias, la tendencia de la prác tic a
terap éutica es hacia u n ajuste entre ho m b re s y m ujeres, que se
d a e n la s relaciones personales. Es en esto en lo que la terapia de
m a s c u lin id a d es diferente, p o lítica m e n te h a b la n d o , de la p o líti­
ca de la m a s c u lin id a d de m a n o d u ra que d isc utire m o s en la si­
g u ien te sección.
N o d eb em o s a b a n d o n a r este tem a sin m e n c io n a r que la tera­
p ia de m a s c u lin id a d no es la ú n ic a fo rm a en la cual la terapia, y
h asta las ideas ju n g ia n a s , puede u tiliza rse en la p o lític a de la
m a s c u lin id a d . E l tera p e u ta b ritán ic o Jo h n R o w an , en T h e H o r-
n e d G o d { E l d io s c o n c u e r n o s ) , u n libro ta m b ié n p u b lic a d o a fi­
nes de los och en ta, ofrece otras opciones.
R o w a n , c o m o Farrell, c o m e n zó en grupos de ho m b re s c o n ­
trarios al sexism o y d esarrolló u n a a m p lia experiencia en el m e ­
d io terapéutico. S in em bargo, R o w a n b u sc ó fo rm as de sostener
el c o m p ro m is o c o n tin u o de los h o m b re s con el fe m in is m o . La
im a g e n del “dios co n cuernos”, en u n contexto de con c ie n cia de
diosas, es su in te n to p o r e n co n trar apoyo a rq u e típ ic o p a ra los
hom bres en u n m u n d o en el cual las m ujeres son fuertes y los h o m ­
bres perm anecen vin culad os a ellas, en lu g ar de in te ntar separar­
los. E l objetivo de este tra b a jo te ra p é u tic o n o es la re stau rac ión
de la m ascu lin idad , n i la p ro m o c ió n de la a n d ro g in ia (a la cual cri­
tican p o r conside rarla b asad a en u n a d ic o to m ía patriarcal m a s ­
culino/fem enino), sin o el c am b io re vo lu cio nad o en las relaciones
entre las m ujeres y los hom bres. E l carácter de este proyecto sera
con side rado en el c a p ítu lo 10.9

E l C A B IL D E O S O B R E PO S E SIÓ N Y U T ILIZA C IÓ N D E ARM AS:


EN D E F E N SA D E LA M A SC U LIN ID A D H E G E M Ó N IC A

E n 1987, u n asesinato m ú ltip le , p a rtic u la rm e n te aterrador, c o ­


m etid o p o r u n jo v e n en M elbourne, p ro d u jo u n a protesta p ú b li­
ca en A ustralia en c o n tra de las a m ia s a u to m á tic a s y c u a lq u ie r
a rm a m e n to en general. Las encuestas de o p in ió n pare c ía n in d i­
car q u e se prefería u n m a y o r control de las a n u a s . E l p residen­
te del nue v o P artid o L aboral del estado vecino de Nueva Gales
del Sur. u n p o lític o ( m a c h in e p o l i t i c i a n ) que necesitaba el m a n ­
d ato popular, legisló de form a estricta en contra de las a rm a s y
a co m ienzo s del a ñ o siguiente p a rtic ip ó en u n a elección. Fue de­
n o ta d o . L a s a b id u ría convencional a trib u y ó su derrota a u n a v i­
gorosa c a m p a ñ a en favor de la po sesión de a rm a s que tuvo gran
apoyo, e specialm ente en las áreas rurales.
Fue la p rim e ra vez q ue A ustralia e x p e rim e n tó u n a c a m p a ñ a
de este tipo. E l c a b ild e o sobre posesión y u tiliz a c ió n de a rm a s
es c o m ú n y poderoso en E stados U n id o s. Se v olvió p a rtic u la r­
m ente influyente desde que , en 1977, u n a m o v iliz a c ió n de de­
recha c o n s ig u ió e x p ulsar a la v ie ja d irig e n c ia de la A sociación
N a c io n a l de R ifles ( n r a ) y c o n v irtió a esta a s o c ia c ió n en u n a de
m asas que pro m o v ía activam ente la posesión y u tiliz a c ió n de a r­
m as. Al d is c u tir sobre la le gislación que c o n tro la las a rm a s, el
n r a n o rm a lm e n te v encía p o r d ie z a u n o a este c ab ild e o. E n u n

lib ro e x trao rd in ario , W a r r io r D r e a m s ( S u e ñ o s d e g u e r r e r o ), Wil-


lia m G ib s o n rastreó los v ín c ulo s entre la n r a , la in d u s tria a r m a ­
m e n tista y u n a v aried ad de grupos p a ra n o ic o s entre nados para
la v io le n c ia y p a ra p ro m o v e r los m ito s de la "nueva guerra"

9 Rowan, 1987. Claro que hay gran variedad de posiciones entre los terapeu­
tas. A menudo intentan liberar a la masculinidad, por ejemplo, Silverberg,
1984. quien también celebra la masculinidad. o de plano la mezclan ecléctica­
mente. como Keen, 1991.
— articu lado s en la fan ta sía pero con consecuencias d e m a s ia ­
d o reales.10
El que la pistola sea u n sím bolo del pene, ade m ás de u n a n u a ,
es ya u n cliché. Las organizaciones a rm a m e n tista s poseen u n
estilo cultural que es convencionalm ente m asculino ; las revis­
tas de caza y de a rm a s visten a sus m odelos con cam isas a cu a ­
dros y botas para e n fa tiza r su m a s c u lin id a d . Al cabildeo sobre
posesión y u tiliz a c ió n de arm as n o le cuesta m u c h o c o n c lu ir que
los políticos que in te n tan q u ita m o s las pistolas están c astrándo ­
nos. Tanto en lo s im b ó lic o com o en lo práctico, q uien defiende
la posesión de a rm as defiende ta m b ié n la m a s c u lin id a d hege-
m ó n ic a .
La m ay o r parte del tiem po, defender al orden patriarcal no
requiere de u n a po lítica de la m a s c u lin id a d explícita. D a d o que
los hom bres heterosexuales, seleccionados socialm ente p o r la
m a s c u lin id a d hegem ónica, co n tro lan las corporaciones y el Es­
tado, m a n te n e r n itin a ria m e n te a estas instituciones es n o r m a l­
m ente suficiente. Éste es el núcleo del proyecto colectivo de la
m ascu lin id a d h e g e m ón ic a y la ra zón p o r la c ual este proyecto no
es visible co m o tal d urante la m a y o r parte del tiem po. Casi n u n ­
ca se necesita hacer explícita la m a s c u lin id a d com o un tem a. Se
habla de seguridad nacional, de ganancia corporativa, de valores
fam iliares, religión verdadera, libertad in d iv id u a l, competitivi-
d ad internacional, eficiencia económ ica o avances científicos. El
trabajo d iario de instituciones que defienden térm inos c o m o los
anteriores g a ra n tiza el d o m in io de u n tipo específico de m ascu ­
lin id ad .
S in em bargo, de todas form as se presentan tendencias a la cri­
sis en el orden de género; esto se debe a que la m asculinidad hege­
m ó n ic a se vuelve u n tem a y surge u n a p o lítica del tipo de la que
cabildea la utilización y posesión de arm as. El intercam bio que se
desarrolla entre el m a n te n im ie n to de ru tin a y la política de la
m a s c u lin id a d explícita puede seguirse en diferentes á m b ito s de
la práctica. Discutiré brevemente tres de ellos: la violencia m ascu­
lina, la p ro m o c ió n de m ascu linidad es ejem plares y la dirección
de organizaciones.
10 Leddy, 1987, contando la historia de la n r a desde una posición que apoya
la posesión y utilización de armas, incidentalmente la revela como un éxito de la
política de la nueva derecha; Gibson, 1994.
Ya m encio né la m ezcla de violencia abierta y acoso de m e n o r
}»rado que u tiliz a n los h o m bre s heterosexuales para s u b o rd in a r
los hom bres gays. Es claro que los hom bres que golpean a los
f.ays a m e n u d o se consideran u n a especie de vengadores de la
sociedad, que castigan a los traidores de la virilid ad . La investi­
gación sobre violencia dom éstica e ncuentra algo m u y sim ilar.
I .os esposos que golpean a sus m ujeres c o m ú n m e n te sienten que
ejercen u n derecho, m an tie n e n el orden en la fa m ilia y castigan
la "d e lin cu e n c ia ” de sus esposas — especialm ente su in c a p a c i­
dad de m antenerse en su lu g ar (por ejem plo, c u a n d o n o realizan
las labores dom ésticas de acuerdo con los requerim ientos del es­
poso o c u a n d o le c o n te sta n ).n
El pro pósito del ejército es ejercer la violencia a la m a y o r es­
cala posible; n in g ú n otro á m b ito ha o c u p a d o u n lu g a r tan tras­
cendente en la d e fin ic ió n de la m a s c u lin id a d hegem ónica en la
cultura europea y estadounidense. La literatura de ficción sobre
com bates tiene esto bastante claro, desde el respaldo a la v io le n ­
cia, en T he R e d B a d g e o f C o u r a g e (L a r o ja in s ig n ia d e l v a lo r , 1895),
hasta la terrible refutación en A ll Q u ie t i n th e W e s te rn F r o n t (T o d o
e n c a lm a e n e l fr e n te o c c id e n t a l, 1929). La figura del héroe es cen­
tral en las im ágenes culturales de lo m a s c u lin o en O ccidente
(p un to que los arquetipos del "guerrero” v el "héroe” de la nueva
ola de libros n e o jun g ia n o s refuerzan). Los ejércitos h an aprove­
chado estas im ágenes p ara reclutar soldados. "E l ejército de los
Kstados U nidos construye h o m b r e s ” , po d ía leerse en u n cartel de
reclutamiento, en 1917, que m ostraba a u n m esom orfo ario com o
atleta, artesano, guerrero y soldado.
S in em bargo, estaríam os m u v equivocados si pensáram os que
las operaciones m ilitares en realidad se basan en el heroísm o
guerrero. O tro d o c u m e n to de la m is m a guerra evidencia la d is­
tancia entre la im ag en y la practica. Jam es M cC u dd en, el m ás
grande as de la a v iac ión b ritánica, que h a b ía d erribado 57 aero­
naves alem anas, te rm in ó su a u to b io g ra fía u n poco antes de m o ­

11 La relación entre la masculinidad hegemónica y la violencia es un tema


que ocupa un lugar importante en la bibliografía sobre la masculinidad. lo que
la distingue de la bibliografía sobre el rol sexual. Véanse Fasteau, 1974; Patton
v Poole. 1985; Kaufman, 1993; Russell, 1982 (sobre la violación en el matrimo­
nio) y Piacek, 1988 (sobre la violencia doméstica), quienes documentan la ra­
cionalización que ya mencionamos en el texto.
rir, e n 1918. S u carrera en la a v ia c ió n c o m e n z ó c o m o m e c án ic o .
E l lib ro m ue stra su g ra n interés en los aspectos técnicos del vue­
lo, su a c titu d respetuosa frente a los a le m a n e s y u n a a p r o x im a ­
c ió n calc u lad o ra y cuid adosa a la batalla. Es d ifícil e n co n tra r algo
m á s a le ja d o de la im a g e n p ú b lic a de p ilo to s c o m b a tie n te s c o m o
caballeros h ip e rm a s c u lin o s del aire — los “jinete s c o m b a tie n ­
tes" de la novela T he R ig h t S t u f f , de Tom W olfe— ; M c C u d d e n m is ­
m o d e sp re c ia b a esta “táctic a de c a b a lle ría aérea '. S in e m b arg o ,
los editores patrio tas de su lib ro lo lla m a ro n F ly in g F u r y ( E l v a lo r
c o n a la s ) .
Las tro pas en las trin c h e ras c o m p a r tía n la cau te la de M c C u d ­
den. Tony A shw orth, en u n a notable pieza de investigación, m ues­
tra q ue d u r a n te g ra n parte de la gue rra, v en m u c h a s p artes del
frente o c cid e n tal, las tropas o p e raro n u n sistem a de "vive y deja
viv ir" q ue lim ita b a la v io le ncia real. Los a cu e rd o s tá c ito s c o n las
tro p as e n e m ig a s v el c o n tro l so cial e je rc id o p o r las c o m u n id a ­
des rurales se c o n v irtie ro n en treguas o agresiones r itu a liz a d a s
q ue p o d ía n evitarse c o n fa c ilid a d — p a ra la fu ria de los altos m a n ­
ilos— . E l tra b a jo q u e re alizó Paul Fussell sobre los so ld a d o s es­
tad ounide nses del frente en la segunda guerra m u n d ia l c o n firm a
el v acío q u e existe entre las im ág e n e s p ro m o v id a s p o r los m e d io s
y la re a lid a d c o tid ia n a , llena de a b u r r im ie n to y tira n ía m e z q u i­
n a (la q ue las tro p a s lla m a b a n “c o b a rd e "). Para la m in o r ía que
re alm e n te c o m b a tía , la re alidad c o tid ia n a estaba llena de m ie d o
extrem o, c o n se c u e n c ia que d e p e n d ía del a z a r y las m u e rte s de­
sag radab les — la fo rm a m ás c o m ú n de m o r ir era d e s m e m b ra d o
p o r efecto de la a rtille ría — . Las téc n ica s de la gue rra in d u s tr ia ­
liz a d a no tie ne n q u e ver c o n las c o n v e n c io n e s del h e ro ís m o in ­
d iv id u a l.12
S in e m b a rg o , c u llu ra lm e n te h a b la n d o , las im ág e n e s del he­
ro ís m o m a s c u lin o n o son irrelevantes. Se necesita algo que m a n ­
ten g a u n id o al e jérc ito y conserve a los h o m b re s en lín e a o, p o r
lo m enos, lo su fic ie n te m e n te c o n tro la d o s p a ra q u e la o rg a n iz a ­
c ió n p ro d u z c a sus violentos efectos. Parte de la lu c h a p o r la hege­
m o n ía en el o rd e n de género incluye la u tiliz a c ió n de la c u ltu ra
c o n p ro p ó sito s d is c ip lin a rio s : establecer n o rm a s , a le g a r poseer

12 Crane, 1925 [1895]; Remarque, 1929; McCudden, 1973 [¿1918]. Wolfe,


1980; Ashworth, 1980; Fussell, 1989.
la a p ro b a c ió n p o p u la r y desacreditar a aque llo s que n o a lc a n ­
z a n la talla. La p ro d u c c ió n de m a scu lin id a d e s ejem plares es, e n­
tonces, parte de la p o lític a de la m a s c u lin id a d he gem ón ica.
La im p o rta n c ia de las m a s c u lin id a d e s ejem plares p ro b a b le ­
m ente ha a u m e n ta d o d urante los dos íiltim o s siglos d e b id o al de­
clive de las le g itim acio ne s religiosas del p a tria rc a d o occidental.
A lgunos de los géneros m ás im p o rta n te s de la c u ltu ra p o p u la r
co m e rcial se c entran en m a s c u lin id a d e s ejem plares: las p e líc u ­
las del Oeste, el t h r ille r , la tra n s m is ió n deportiv a (que se o rg a n i­
za c ad a vez m as c o m o u n espectáculo que se centra en estrellas
m illo n a d a s ) y el cin e de H olly w ood.
A hora bien, el s im b o lis m o de la m a s c u lin id a d en estos géneros
n o es fijo. Jo a n M ellen, al estudiar las películas estadounidenses,
rastreó la form a en la c u a l el rang o e m o c io n a l p e rm itid o a los
héroes m asculino s desde com ienzos del siglo xx se v olvió m ás es­
trecho. H o lly w o o d se co ncentró cad a vez m ás en la v iole ncia c o ­
m o p rue ba de m a s c u lin id a d . E l lib ro de M ellen se p u b lic ó a fines
de los años setenta, ju s to c u a n d o S ta llo n e y Schw arzenegger se
volvían estrellas im po rtantes: la te n d e n cia c o n tin u ó . Al parecer
se creó, c o m o respuesta a la p re sión cada vez m ay o r de la ig u a l­
dad de género, u n m e rc ad o para las representaciones de p o d er
en u n á m b ito que los h o m bre s p o d ía n todavía conside rar exclu­
sivo p ara ellos: el de la violencia plena.
E n cierto sentido, la m a s c u lin id a d e je m p la r ta m b ié n se co­
lectivizó. E l éxito de la revista P la y b o y en los a ño s c in c u e n ta es
u n b u e n e jem plo. Los lectores de esta revista se c o lo c ab an en la
p o s ic ió n de u n héroe sexual corporativo que c o n s u m ía u n abas­
te c im ie n to in fin ito de "m u c h a c h a s " deseables. La c o rp o ra c ió n
de Playboy m a n e jó u n a c o m e rc ia liza c ió n d o ble de esta fantasía
c u a n d o , en 1960, a b rió los prim eros clubes Playboy. Los lectores
se co nvirtie ro n en socios y las m ujeres e m pleadas estaban g ro­
tescamente su bo rd in ad as a ser “conejitas”. E l auge que ha tenido
la in d u s tria p o rn o g rá fic a en video in d ic a que d ic h a colectiviza­
c ió n sigue o c u rrie n d o .n

13 Mellen, 1978, es una descripción sin pretcnsiones y más sensible a las di­
ferencias que Easthope, 1986. Sobre la Corporación Playboy, véase Miller, 1984.
Khrenreich. 1983, inteipreta la historia como parte de un "escape del compromi­
so" por parte de los hombres estadounidenses, el cual tiende a confundirla ideo­
logía con la realidad y se olvida de la reconstitución colectiva de la masculinidad.
L a actividad co rporativa detrás de las celebridades de los m e ­
d ios y la co m e rc ia liza c ió n del sexo nos lleva al tercer á m b ito de
la política de la m ascu lin id a d hegem ónica: la dirección de las o r­
ganizaciones patriarcales. Las instituciones no se m antie ne n a sí
m ism as; alguien tiene que ejercer el poder para que se den c a m ­
bios en él. La historia ofrece excelentes descripciones de ello. E n
el c a p ítu lo 1 m e n c io n am o s la investigación de M ichael Gross-
berg sobre la fo rm a c ió n de la profesión legal en Estados Unidos;
o tro ejem plo es el a n álisis de M ichael R o p e r sobre el carácter
c a m b ia n te de la a u to rid a d m a s cu lin a en las c o m p a ñ ía s m a n u ­
factureras británicas.
E l hecho de que las relaciones de poder tengan que practicar­
se perm ite divergencias en cu a n to a c ó m o se p racticarán. E n el
c a p ítu lo 8 d iscutim o s la divergencia entre las estrategias de
m a s c u lin id a d q ue e nfatizan la d ire cción y aquellas que e n fati­
zan la experiencia. Se trata de algo fa m ilia r en a d m in is tra c ió n y
política, lo m is m o que el conflicto entre directivos y profesiona­
les, entre liberales y represores, entre em presarios y burócratas.
Incluso aparece en la ad m in istra ció n de ejércitos, entre los gene­
rales v los tecnócratas.
Tales divergencias pueden hacer que la política de género in ­
volucrada sea d ifíc il de ver. C u a n d o las estrategias están fu n c io ­
n a n d o n o se puede apreciar el cuartel general del patriarca, con
banderas y lim osinas. Entre los diferentes grupos de hom bres,
cada u n o con u n proyecto de m a s c u lin id a d hegem ónica d is tin ­
ta, es c o m ú n que se establezcan conflictos. Un ejem plo clásico
es la pelea a n u a l entre policías y m otociclistas en las c a ñ eras de
m o to c ic lism o de B athurst, A ustralia.14
Es im portante entonces reconocer que se defiende activam en­
te la m ascu lin id a d hegem ónica y la p osición de d o m in a c ió n eco­
n ó m ic a , ideológica y sexual de los hom bres heterosexuales. Esta
defensa to m a varias form as y a veces tiene que rendirse o c a m ­
b ia r de táctica. S in em bargo, sus recursos son form idables y, en
décadas recientes, frente a los cuestionam ientos históricos, ha
tenido u n éxito im presionante.
Las consecuencias de esta defensa no son sólo que los cam bios
dependientes del género se hagan m ás lentos o que se reviertan,
ro m o en los casos de la representación pa rla m e n ta ria y el tér­
m ino de las garan tías para las m ujeres en E u ro p a O riental. Las
consecuencias ta m b ié n se encuentran en las tendencias a largo
l>lazo del orden in stitu c io n a l d o m in a d o p o r la m a s c u lin id a d he-
romónicaL Estas tendencias incluyen el creciente poder destruc-
lo rd e la tecnología m ilita r (nada m enos que la expansión de las
n inas nucleares), la degradación a largo plazo del m e d io a m ­
biente y el a u m e n to de la desigualdad e co nóm ica en el m u n d o .
Debido a que las instituciones centrales del orden m u n d ia l man-
i ienen u n a m a s c u lin id a d com petitiva y orientada hacia la d o m i­
nación, cada u n a de estas tendencias se vuelve m ás peligrosa y
difícil de revertir.

L a lib e r a c ió n gay

I p rincip al alternativa a la m asculinidad h egem ónica en la his-


loria occidental reciente es la m ascu lin id a d hom osexual, y la
oposición p o lítica m á s explícita a ella entre los hom bres se de­
bió al m o v im ie n to de lib e ración gay.
D urante el ú ltim o siglo, la m ayor pai te de las form as de acción
política p o r parte de hom bres hom osexuales ha sido m uy caute­
losa v lim ita d a en sus objetivos. El C o m ité C ientífico y H um ani-
lario de M agnus H irschfeld, pionero en su cam po, establecido en
1897, d ependía d e m asia d o del estatus de H irschfeld c o m o doc-
lo r y de la suposición de que presentaba u n discurso científico.
I Jna segunda generación, que trabajaba a través de organizacio­
nes c o m o la S ociedad M attachine en Estados U nidos (1950) y la
Sociedad para la R e fo rm a de las Leyes H om osexuales (1958) en
(ir á n B retaña, usó tácticas de cabildeo discretas para in flu e n ­
ciar al E stado. Jeffrey Weeks, al referirse a esta ú ltim a o rg a n iza ­
ción, re m arcó que se trataba de u n "típico grup o de presión de
la clase m edia, o rie n tad o a u n a cuestión ú n ic a ", caracterizado
por ser dem asiado cauteloso y p o r su deseo de re spe tab ilidad.15

15 Wceks, 1977, p. 171. Para esta historia en Estados Unidos, véase D Emilio,
1983; en Canadá, Kinsman, 1987; en Australia, Wotherspoon, 1991. El trabajo
liistoriográfico de Wolff, 1986, sobre Hirschfeld es pobre, pero contiene mate­
rial útil.
Éstos no fueron los ún ic o s intentos de hacer u n a p o lítica de la
hom osex ualidad, pero sí se caracterizan p o r su m o d e ración. I n ­
cluso existió u n a tendencia que se a p arta b a de las cuestiones de
género (la m ayor parte de la teoría del siglo xix inteipretó a los ho­
mosexuales com o si fueran u n género interm edio) e intentaba ha­
cer u n a política de derechos individuales n o vinculada al género.
E l m ovim ien to de liberación gay, im p u ls a d o por los disturbios
Stonew all, en 1968, en Nueva Y o rk — provocados p o r la resisten­
cia a u n a irru p c ió n p o liciaca en u n b a r gay— representó en su
m o m e n to u n c a m b io m u y d ra m átic o c o m p a ra d o con la cautela
de las décadas anteriores. Desde entonces, la h istoria e n fatizó
las co n tin u id ad es y rastreó el crecim ie nto gradual de las c o m u ­
nidades gays urbanas, am bas electrificadas p o r la liberación gay.
S in em bargo, todavía se d a ría u n a ru p tu ra m ayor en el o b jeto de
su política. S u p ro x im idad con el fe m inism o radical, que tam bién
crecía en esos año s de fo rm a explosiva, y el cu e stio n a m ie n to de
los año s sesenta al p o d er establecido p e rm itie ro n a la lib e ra c ió n
gay constituirse c o m o u n reto explícito a la m a s c u lin id a d hege-
m ó n ic a y al orden de género en el cual se encontraba in c lu id a .
Sus proposiciones señalaban com o fuentes de la opresión gay
a los hom bres heterosexuales, el patriarcado, la fa m ilia y el hete-
rosexismo. C o m o D ennis Alt m a n lo expone en H o m o s e x u a l: O p-
p r e s s io n a n d L ib e r a tio n ( E l h o m o s e x u a l: la o p r e s ió n y la lib e r a c ió n ):

Nosotros, de m uchas form as representamos el cuestionam iento m ás


flagrante a lodo lo que se relaciona con u n a sociedad o rganizad a en
to m o a la idea de la fa m ilia nuclear y a las diferencias de géneros
fuertem ente diferenciadas.16

Las ideas psicoan alíticas in citaro n a ciertas teorías de la libe­


ra c ió n gay, especialm ente las europeas, a a rg u m e n ta r que la p o ­
lítica gay expresaba la necesidad de u n radicalism o de género. Se
trataba de algo necesario porque la hom osexualidad era la ver­
d ad re prim id a de la m ascu linidad convencional. G u y Hocqueng-
h e m sostuvo, en H o m o s e x u a l D e s ir e ( E l d e s e o h o m o s e x u a l) , que
el hom osexual existe prim ero en la im a g in a c ió n de la gente "nor­
m a l” y se produce c o m o u n tipo extraño c u a n d o el flu jo del de­
seo se vuelve edípico, esto es, c u a n d o cae bajo el in flu jo de la fa­
m ilia patriarcal. El deseo conectado al a n o es lo que q ue da del
m un d o paranoico de la n o rm a lid ad m asculina, en el cual las m u ­
jeres son el ú n ic o objeto sexual legítim o y los poseedores de falo
luchan entre sí p ara obtener poder y riquezas.
El psicoanálisis de M a rio M ieli n o fue tan vanguardista c o m o
el de H ocqucnghem , pero su doctrina de género, expuesta en H a-
m o s e x u a lity a n d L ib e r a t io n (L a h o m o s e x u a lid a d y la lib e r a c ió n ) ,
es a ú n m ás con tund en te. La opresión que ejercen los hom bres
heterosexuales sobre los hom bres hom osexuales, argum enta,
es u n a consecuencia directa de la represión de lo fem enino en los
hombres, al in te n tar reforzar la su prem acía m asculina. La fuer­
za de dicha represión genera violencia. L a hom osexualidad de
los hom bres necesariam ente contiene la fe m inid ad ; cu a lq u ie r
política radical de la liberación gay debe aceptarlo. Entonces,
M ieli celebra a los q u e e n s , travestís, aJ brillo, h u m o r y p arodia
com o partes esenciales de cierta política transform adora. David
Pem bach, en T h e S p ir a l P a t h (L a r u ta e s p ir a l ), m enos im petuoso
pero m ás sistem ático, presentó al sistem a de género c o m o base
de la situación de las m ujeres y los hom bres homosexuales. Para
Fem bach, el objetivo de la política hom osexual era necesaria­
m ente abo lir el género m is m o .17
S in embargo, este cueslionam iento radical al género no se con­
virtió en la ruta p rin c ip a l que siguió la p o lítica o la vida de la co­
m unid ad gay. N o fueron los d r a g q u e e n s , sino los “clones de Castro
Street”, vestidos con jcan s y camisetas, bigotes y pelo corto, quie ­
nes im pusieron el estilo de las c o m u n id ad e s gays a finales de los
años setenta. La diversificación de escenarios sexuales e nfatizó
el uso del cuero, del sad om aso quism o y el intercam bio rudo. C o­
m o algunos arg u m e n ta ro n , tal vez exista u n elem ento p aródico
en la adop ción de estilos hiperm asculinos p o r parte de los h o m ­
bres gays. S in em bargo, es claro el d esplazam iento cultural que
los alejaba de la fe m in id a d .
Al m ism o tiem po , se reconfiguró la p o lítica de la c o m u n id a d
gay. La alianza con el fe m inism o se d e b ilitó cuando la ram a libe­
ral de este ú ltim o o c u p ó u n lu g ar en lo convencionalm ente esta­
blecido y el fe m in is m o radical se o rie n tó hacia el separatism o.
C u a n d o los representantes gays o c u p a ro n cargos en los g ob ie r­
nos m u n ic ip ale s y los hom bres de negocios gays d esarrollaron
u n a presencia política, em ergió u n a nueva fo rm a de p o lític a in s­
titucional. E n la política u rb a n a de Estados Unidos, el im p u ls o re­
volucionario de la libe ración gay fue re em plazado p o r algo que se
parecía a la política de los grupos de presión étnica, que buscaba
u n espacio dentro del sistema en lu g a r de in te n tar sobrepasarlo.
La e p id e m ia de v ij i/ s id a reforzó esta tendencia. Las o rg a n iz a ­
ciones gay fu n c io n a ro n c o m o grup os de p re sión (cab ild eand o
para obtener fondos y cam bios de políticas) y com o proveedores
de servicio (cuidado, investigación, educación). H a n exigido cier­
ta representación electoral en u n a serie de com ités, consejos, e n­
cuestas y mesas de discusión. N o se trata de algo m o n o lític o . La
p o lític a contestataria c o n tin u ó , p o r ejem plo, con a c i u p y N atio n
Queer. S in em bargo, la p o lítica de grupos de presión es la tenden­
cia prin cip al. E l gay m u y norm al del c a p ítu lo 6 se refiere tan to a
u n p atrón en las cuestiones p ú b lic a s c o m o en la vida p riv a d a .18
S in em bargo, a un q ue las com unid ad es gays desecharon la teo­
ría de la lib e rac ión gay, quienes h a c ía n p o lític a h o m o fó b ic a se­
g u ían creyendo en ella. A m ediados de los años ochenta, el abuso
espeluznante en co ntra de los hom osexuales a c o m p a ñ ó a la e p i­
d e m ia de v i h . Los p rim eros años noventa en E stados U n id o s pre­
senciaron u n a nueva ola de c a m p a ñ a s h o m o fó b ic a s. Agitadores
de la derecha religiosa consideraban a los hom bres gays c o m o u n
ejército de q u e b ra n ta d ores de la ley, que v iolaba las órdenes de
D ios y a m e n a z a b a tan to a la fa m ilia c o m o al orden social en ge­
neral. L a h o m o fo b ia popular, hasta d o n d e pue do rastrear sus in ­
tereses, no se refiere a Dios, pero sí es m u y gráfica en c u a n to al
sexo. La sexualidad a n a l genera u n gran disgusto y el sexo a n a l
receptores m arca de fe m in iza c ió n . E l h u m o r h o m o fó b ic o entre
los hom bres heterosexuales sigue in clu y e n d o al quiebre de c in ­
tura, la fo rm a de c a m in a r y alusiones a la c astrac ió n .19

Ks El significado del desplazamiento masculino entre los hombres gays fue


muy debatido; véase Humpries, 1985. El paralelismo con la política étnica apa­
rece en Alunan, 1982, y Epstein, 1987.
Bryant, 1977, ofrece una descripción autobiográfica de las campañas ho­
mofóbicas; Altman, 1986, investiga la política homofóbica en la epidemia de v i h .
Para la homofobia popular me he basado en las entrevistas de ln segunda parte;
Bersani, 1987, sugiere que estos temas siguen resonando en Kstados Unidos.
Estos temas n o se encu entran ausentes de la escena c u ltu ra l
ijay. Los espectáculos de travestís todavía son m u y populares,
a u nq ue los espectadores usen botas de obrero; adem ás, tam b ién
han sido utilizados con m u c h a eficacia c o m o vehículos de la e du­
cación respecto a l s i d a . L o s estilos personales de c a tt tp y n e llie se
han m an te n id o ju n to al estilo c lo n ; Ju d v G a rla n d sigue siendo
m uy popular. C ierto grado de d isid e ncia de género persiste ju n ­
to a la disidencia sexual y en la a c tu a lid a d está siendo retom ado
por la teoría y el estilo "queer".
Entonces, po d em o s d ecir que existe u n a p o lítica de la m ascu ­
lin id a d inevitable d entro de la h o m o se x ua lid a d de los hom bres
contem poráneos, a d e m ás de la que existe en torno a la m ism a .
1.a base estructural de esta política es el tipo principal de m ascu­
linidad subordin ada del orden de género contem poráneo. La tur­
bulencia de la h isto ria que acabam os de n a ir a r m uestra que las
relaciones entre la po lítica y su base social están m uy lejos de ser
sim ples. No po d em o s c o n sid e ra ra la c o m u n id a d gay c o m o u n a
fuente hom ogénea de p o lítica radical de género.
Es m ás, la base se e ncuentra d iv id id a. C o m o arg um e nté en el
cap ítu lo 6 la d e fin ic ió n social d el objeto dt: deseo a través de la
m ascu lin id a d h e g e m ó n ic a crea u n a c o n trad ic c ió n , d entro y en
torno a la m ascu lin id a d gay, que n in g ú n c a m b io de estilo puede
borrar. El crecim iento de u n a política respetable en las c o m u n i­
dades gays, al estilo de la política de las etnias, depende de o b ­
servar las convenciones de tal form a que los representantes gays
p ue dan operar en a y un tam iento s, oficinas bancarias y com ités
m édicos. M ario M ieli, con su traje de flores y sus tacones platea­
dos, n o llevará la c o m id a a la casa. S in em bargo, la a s im ila c ió n
total es im posible si consideram os la estructura total de las rela­
ciones de género. La m ascu linidad hegem ónica prohíbe el placer
anal receptor y se opone a la a sim ila c ió n . Siguen produciéndose
ataques h om ofób ico s en los que hom bre s gays son asesinados,
sin im p o rta r sus estilos personales.20
Por sí sola, n in g u n a c o m u n id a d gay generará a u to m átic a m e n ­
te u n a política de m a s c u lin id a d opositora. S in em bargo, la pre­
sencia de u n a alternativa estable a la m a s c u lin id a d he gem ónica

20 Para el traje y los lacones, véase Mieli, 1980, p. 197. Los asesinatos incluyen
a uno de los primeros representantes elegidos, Harvey Milk, en San Francisco.
— logro irreversible del ú ltim o cuarto de siglo— reconfigura la po­
lítica de la m ascu lin id a d en su totalidad y convierte a la disidencia
de género en u n a p o sib ilid ad perm anente. Los cucstionam ientos
p ráctico s y teóricos al orden de género c o n tin u a rá n surgiendo,
n o necesariam ente de parte de u n a c o m u n id a d gay pacificada de
m a n e ra total, pero sí de la situ a ción d e fin id a p o r su presencia.

L a POLÍTICA DE SALIDA

E n el concepto de p rác tic a se encuentra im p líc ito el p rin c ip io


de que la acción social es siem pre creativa. N in g ú n h o m b re he­
terosexual se c o m p ro m e te m e c án ic a m e n te a defender el o rd en
de género, de la m is m a form a en que u n h o m b re gay se c o m p ro ­
m eterá m e cán icam e nte a rechazarlo. Puede ser que los hom bres
heterosexuales se o p o n g a n al p a tria rca d o c intenten salir de los
m u n d o s de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a y cóm plice .
Ésta era la in te nción del ala radical de la liberación de los h o m ­
bres en los año s setenta. S u estrategia era que los hom bre s se
e n frentaran a su m a s c u lin id a d (n o rm a lm e n te e ntendida c o m o
las expectativas in te rn a liza d as del rol sexual) y que la c a m b ia ­
ran p a ra adherirse a u n a política de ju s tic ia social. La lógica co­
rrespondía al m o m e n to del desafío d e fin id o en el c a p ítu lo 5.
E l alcance y las intenciones de esta p o lític a se ilustran bien
en el d o c u m e n to b ritá n ic o de 1980 lla m a d o “A u to d e fin ición m í­
n im a del m o v im ie n to anlisex isla de los hom bres", presentado
en u n a conferencia en B ristol. El d o c u m e n to expresaba su a p o ­
yo a la libe ración de las m ujeres y la lib e ra c ió n gay, y re chazaba
el ra cism o y el im p e ria lis m o . Sostenía que el poder que ejercían
los h o m bre s sobre las m ujeres d istorsion ab a ta m b ié n las vidas
de los prim eros; para c a m b ia r esta s itu a c ió n se necesitaba la ac­
c ió n c o n ju n ta de los hom bres. H a b la b a de nuevas relaciones con
los n iñ o s y las n iña s, a d e m ás de u n c a m b io en las relaciones que
existían entre el trab ajo y la v id a dom éstica. E l c a m b io requería
de crear u n a c u ltura antisexista y de re fo rm ar la vida personal.21
Esta p o lítica y la p rim e ra fase de la terapia de m a s c u lin id a d
c o m p a rtía n cierto terreno c o m ú n : la idea de que las vidas de los
hom bres se e n c o n tra b a n d añ ad a s y necesitaban ser reparadas.
A unque ta m b ié n existía u n a gran diferencia. Para la p rim e ra era
m uy im p o rta n te cLtestionar las desigualdades sociales deriva­
das del género, especialm ente la s u b o rd in a c ió n de las m ujeres.
Tanto en la a cc ió n c o m o en la teoría se su p o n ía ligeram ente que
se trataba de h o m bre s q ue a y ud ab a n al m o v im ie n to de las m u ­
jeres: h o m bre s que lle n a b a n los salones de las conferencias de
mujeres, hom bres a quienes se pedía leer libros fem inistas, h o m ­
bres que d isc u tía n b ajo la supervisión de m ujeres.
Es m ás, a lg un o s textos estadounidenses p ro p o n ía n tener u n
papel auxiliar; p o r e je m p lo el Effeminist Manifestó (Manifiesto
afeminista), escrito en N ueva York en 1973, y de form a m á s sos­
tenida, J o h n Stoltenberg, en su Refusing lo be a Man (Rehusán­
dose a. ser un hombre ), de p u b lic a c ió n reciente. Los vehem entes
argum ento s de S toltenberg en contra de la p o rn o g ra fía e je m p li­
fican el problem a obvio de la estrategia. ¿A qué tipo de fem inism o
tienen que a u x ilia rlo s hom bres? — ya que las fem inistas m ism as
están d iv id id as en su o p in ió n respecto a m u c h a s cuestiones, no
sólo en ésta— . ¿ C ó m o puede u n a p o lític a cuyo elem ento p r in c i­
pal es el enojo con los hom bres a y ud ar a que los ho m b re s se m o ­
v ilice n ?^
C onsiderando lo anterior, resulta sorprendente lo persistentes
que h a n sido los in te n to s de o rg a n izar u n a p o lític a c o n traria al
sexismo entre los h om bre s. La a n to lo g ía de Jo n Snodgrass, For
Men Against Sexism (Para hombres en contra del sexismo), docu­
m enta los esfuerzos estadounidenses llevados a cabo en los años
setenta; p o r su parte, A ndrew Tolson, en The Limits of Masculi-
nity (Los límites de la masculinidad), hace lo m is m o con los g ru ­
pos b ritá n ic o s del m is m o periodo. L a revista b ritá n ic a Achilles
Heel (El talón de Aquiles) p u b lic a b a debates teóricos y prácticos
de gran nivel desde finales de los años setenta. Las discusiones
alem anas en contra del sexism o pueden encontrarse en Georg
Brzoska y G crhard Hafrier; la experiencia canadiense en Cracking
iheArmour (Rompiendo la armadura), de M ich ae l K a u fm a n . E n
A ustralia h u b o grupos c o m o H om bre s en C o ntra del P atriarca­
do, y en Suecia se h a discutido sobre los hom bres y el fem inism o.

2¿ Dansky, et a i, 1977; Stoltenberg, 1990. Para críticas feministas al movi­


miento en contra de la pornografía, véase Segal y Mclntosh, 1993.
E n los ú ltim o s año s, en las universidades de E stados U n id o s se
im p a rte n cada vez m ás cursos antisexistas sobre m a s c u lin id a d .
El in te n to m á s sostenido en Estados U nid os p o r o rg a n izar un
m ovim ien to de hom bres es la O rg anización N acional de Hom bres
en C ontra del Sexism o ( n o m a s , p o r sus siglas en inglés), fu n d a d a
a p rin cip io s de los años ochenta. A nteriorm ente era la O rg a n iza ­
c ión N acional paj a los H om bres que C am bian; el c am b io de n o m ­
bre de los año s noventa fue parte de u n in te n to de d e fin ir un a
p o lítica antisexista m ás aguda. E l c a m b io refleja la tensión entre
la terapia de m a s c u lin id a d y la política de salida que se d a en la
o rg a n iz a c ió n y su revista asociada, C h a n g in g M e a ( H o m b r e s q u e
C a m b ia n o C a m b i a r a lo s H o m b r e s ) . La p u b lic a c ió n es al m is m o
tie m p o u n in te nto de p o p u la riz a r las perspectivas c o ntrarias al
sexism o, u n m e d io en el c ual quienes a p lic a n la terapia pue de n
o b te n e r p u b lic id a d y u n espacio para que el arte y la literatura
exploren los "tem as de los hom bres". C o n s tru ir y m an te n e r esta
o rg anización en los años ochenta fue u n a tarea form idable. Alre­
d e d o r de ella no c rista lizó n in g ú n m o v im ie n to a m p lio ; n o m a s
parece encontrarse bien establecida en las universidades y en el
m edio terapéutico; sin em bargo, no ha llegado m u c h o m ás lejos.23
Vale la pena m e n c io n a r ciertas características c o m u n e s de
estos esfuerzos (p o r lo m enos en los países de h a b la inglesa). I,a
escala de los proyectos organizados en contra del sexism o entre
los h om bre s es p e q u e ña; no hay n in g u n a m o v iliz a c ió n que pue ­
da com pararse con los m o v im ie n to s fe m in is ta o gay. C a m p a ñ a s
específicas pueden obtener m u c h o m ás apoyo. La m ay o r ha sido
la c a m p a ñ a del L istón B lanco, en C a n a d á, que se o p uso a la vio­
lencia contra las m ujeres. R eco rdand o a las m ujeres asesinadas
en 1989 en la escuela de ingeniería de la Universidad de M ontreal,
se c o n v irtió en u n a a cción de m asas que o b tu v o el apoyo de u n
a m p lio espectro de ho m bre s (incluy end o a hom bres im p o r ta n ­
tes de la p o lítica y los m edios), ade m ás del de las m ujeres.
S in em bargo, el p a tró n general depende de g m p o s pequeños
y no m u y estables. La cuid adosa investigación que realizó Paul
L ic h te rm a n en u n g ru p o antisexista lla m a d o m o v e (p o r las siglas

Snodgrass, 1977;Tolson, 1977; Scidler, 1991 (una colección de material de


Achilles Heel)\ Brzoska y Hafner, 1988; Kaufman, 1993; Bengtsson v Frykman,
1988.
en inglés de H o m bre s V enciendo a la V iolencia), de Estados U n i­
dos, que trab a jab a con hom bres que golpeaban a otras personas
v que d iscu tía tem as de m a s c u lin id a d y v iole ncia, m uestra lo d i­
fícil que era p ara ellos sostener u n a p o s ic ió n consistentem ente
crítica respecto a la m asculinidad. E l im pulso fem inista había sido
desplazado g ra d u a lm e n te y el tono del g ru p o estaba d e te rm in a ­
do p o r u n grup o de psicólogos y psicólogas que h a b ía n a d q u irid o
u n c o m p ro m is o en el desarrollo de u n a especialidad profesio­
nal en p ro b lem as de los h om bres.24
Los provectos antisexistas de los ho m b re s n o rm a lm e n te in ­
cluyen a hom bres heterosexuales y gays, y hacen poca diferencia
entre ellos. A m e n u d o se desarrollan en el contexto de otras p o ­
líticas radicales, c o m o la am b ie ntalista o el socialism o. Este p u n ­
to hace evidente la falta de u n a base social bien definida, cuestión
a la que después regresaré.
Para term inar, estos proyectos c o m p a rte n la experiencia de
no tener, hasta cierto p u n to , le g itim id a d . L a o p in ió n fem inista,
que a veces recibe gustosa los esfuerzos hacia el c a m b io , se ha
m ostrado escéptica respecto a organizarse con los hom bres, in ­
cluso hostil, V los trata c o m o si fueran tram p as reaccionarías.
Los m ed ios de c o m u n ic a c ió n m asiva sa tiriza n constantem ente
al "sensible h o m b re nuevo", sin m e n c io n a r a los hom bre s que
m ilita n en el fe m in ism o . Desde el p u n to de vista de la m a s c u lin i­
dad hegem ónica, sólo se trata de hom bres que, de m anera rid ic u ­
la. in te n ta n convertirse en m ujeres.25
Se trata, p o r supuesto, de otra fo rm a de c o m p re n d e r la frase
"rechazando ser u n h o m b re " — salirse del género, en lu g ar de in ­
tentar c o n d u c ir u n política disidente d entro del m ism o — . E n es­
te caso lim ita n te de la p o lítica de la m a s c u lin id a d . la p rác tic a se
vuelve h a cia la m a s c u lin id a d que se vive n o para m o d e rn iza rla
ni restaurarla, sin o p a ra desm antelarla.
Los argum entos de M a rio M ieli sobre lo necesario que era que
los h om bre s gays se fe m in iza ra n y sobre la fe m in id a d re p rim i­
d a de los h o m b re s heterosexuales lo c o n d u je ro n a u n a estrate­

24 Lichterman, 1989.
25 Una respuesta feminista temprana y completamente hostil a la liberación
de los hombres puede encontrarse en Hanisch. 1975. Un acercamiento más com­
prensivo está en Segal, 1990, capítulo 10, quien examina los elementos de la es­
trategia.
gia "transexual" de libe ración. E l travestí ( r a d ic a l c lr a g ), c o m b i­
n a r elem entos de género (p o r ejem plo, u n vestido con u n a b a r­
ba), fue u n a táctica de la lib e rac ión gay de p rin c ip io s de los a ño s
setenta.
C o m o hem os visto, la comiente principal de la vida de la c o m u ­
n id a d gay se separó de fo rm a decisiva de la ru ta de M ieli. La sali­
da de la m ascu lin id a d que violaba al género ha sido definid a cada
vez m ás, no ta n to c o m o u n a estrategia p o lítica, sin o c o m o u n a
id e n tidad sexual especializada: m ás exactam ente, dos, el "traves­
tí" y el "transexual". La sexología m é d ic a sostiene esta d e fin ic ió n
al crear síndrom es derivados del flujo de la práctica. La disidencia
se vuelve — to m a n d o u n a m aravillosa expresión de los A r c h iv e s
o f S e x u a lB e h a v io r (A r c h iv o s d e c o m p o r t a m ie n t o s e x u a l) — , "dis-
forias de género no hom osexuales". Al in c lu ir en la term ino logía
m éd ic a la d isid e n c ia sexual se obtiene u n p ro c e d im ie n to q u i­
rú rg ic o q ue se vuelve criterio de seriedad. Los doctores hetero­
sexuales se vuelven árb itro s de la elegancia: los “tin s e x u a le s "
deben adaptarse a la ideología de género m é d ic a para ob te n e r el
p re m io que representa la castración q u irú rg ic a y la remodcla-
c ió n de genitales. La m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a regula in clu so
la sa lid a de la m a s c u lin id a d .26
La reinserción q u e ha hecho la c irug ía de la d ic o to m ía de gé­
nero n o h a e lim in a d o la a m b ig ü e d a d de género de la c u ltu ra . E l
d r a g es e n d é m ic o en el teatro, p o r ejem plo. E n V e ste d In te r e s ts ,
M a ijo r ie G a rb e r d o c u m e n tó ingeniosam ente el travestism o co­
m o u n tem a de a n sie d a d c u ltu ra l en u n a increíble variedad de
á m b ito s , desde los lib ro s de detectives hasta la televisión, in c lu ­
yendo la m úsica p o p u la r y las revistas de antro po lo g ía. 1.a teoría
lacaniana que sostiene su análisis es ahistórica, y G arber tiende a
h om o gen eizar situaciones m u y diferentes. S in em bargo, otro es­
tu d io m u c h o m ás sensible conduce al m is m o p u n to . C arol Clo-
ver, en M e n , W o m e n a n d C h a in Saws ( H o m b r e s , m u je r e s y s ie r r a s
e lé c tr ic a s ) m uestra c ó m o el género del cine de h o n o r que se de­
sarro lló en los a ño s setenta y ochenta re spond ía a la desestabi­

26 El autor de la frase es Blanchard, 1989. E! excelente estudio de Bolin, 1988.


refuta a Raymond, 1979. pero las observaciones que este últim o hace a la polí­
tica sexual de la profesión médica están bien documentadas. Millot, 1990. des­
de una perspectiva lacaniana, apunta la resolución imperfecta proporcionada
por la cirugía.
liz a c ió n c ultural de la m a s c u lin id a d d urante el período. Las pe­
lículas u tiliz a b a n personajes am bivalentes, o personajes cuyos
significados estructurados con base al género c a m b ia b a n en la
película, y — lo m ás so ip re nde nte de todo— h a cían que los jó v e ­
nes espectadores o c u p a ra n u n a p osición de id e n tific a ción con
los personajes fe m e n ino s.27
Estos tratam ientos de la a m b ig ü e d a d de género, n o c o m o u n
síndro m e sino c o m o u n a form a de la p o lítica cultural, a r m o n i­
zan con el m odelo de po lítica sexual de M ieli; ju n to s ofrecen u n a
clave im p o rtante p ara las fuentes de la p o lític a antisexista de los
hom bres. No se trata de u n a política de m a s c u lin id a d con base
en u n a form a m ay o r de m a s cu lin id a d , c o m o son las otras tres
form as d iscutidas en este capítulo. M ás bien, se trata de u n a po­
lítica que surge en relación con la e s t r u c t u c o m p le t a del orden
de género.
E l p u n to al que quiero llegares que la c o n fo rm ac ió n de la m as­
culinidad, en el m o m e n to de com prom iso descrito en los estudios
de caso de la segunda p a ite , se estructura no sólo gracias a rela­
ciones sociales in m e diatas, sino ta m b ié n al p a tró n del orden de
género com o u n lo d o . La m a s c u lin id a d se c o n fo rm a en relación
con u n a estructura general de poder (la su b o rd in ac ió n de las m u ­
jeres a los hom bres) y en relación con u n s im b o lism o de la d ife ­
rencia (la op o sición entre la fe m in id a d y la m as c u lin id a d ). La
política de los hom bres contraria al sexismo es u n a disidencia d i­
rigida en contra de la prim era; la violación del género es u n a d isi­
dencia en contra de la ú ltim a . N o necesitan ir ju n ta s — de a h í
que ciertas fem inistas rechacen la idea de que el transexualism o
sea la re a firm a c ió n del patriarcado— , pero sí pueden hacerlo.
D e b id o a que la p o lític a de salida se relaciona con la estruc­
tura total del orden de género, no tiene u n a base local. N o puede
ser c o m p re n d id a c o m o el interés concreto de cualquier grupo de
hom bres, ya que los h o m bre s en general se benefician de la su­
b o rdinación de las mujeres. Así que articular la política de salida
es d ifíc il y en raras ocasiones se vuelve u n a p o lítica de m asas.

27 Garber. 1992; Clover. 1992. Para las diversas formas de travestismo, véase
Kirk y Heath, 1984, quienes junto a fotografías rutilantes presentan evidencias
muy interesantes tomadas de historias orales del medio travesti/gay de Londres,
durante los años cuarenta y cincuenta, antes de que el proceso del síndrome de­
marcador apareciera.
Resistirse a la in te g ra ción de la p e rso nalid ad en lo m o a la su ­
b o rd in a c ió n de las m ujeres o la d ic o to m ía m ascu lin o /fe m e n in o
es exponerse a la desintegración, el vértigo dependiente del gé­
nero que d iscu tim o s en el cap ítu lo 5. Se trata exactam ente de lo
contrario a la terapia de m asculinidad. L a política de salida pare­
ce entonces que va a ser episódica. Al m is m o tiem po, puede surgir
de cualq uier lu g a r de la estructura. Es im posible que se libere del
orden de género.
Es d ifícil su p o ne r que la política de salida sea el c a m in o h a ­
c ia el fu tu ro de los h om bre s heterosexuales, considerando que
opera desde los m árgenes de la p o lític a sexual de m asas c o m o
u n a lo m a de conciencia vacilante de las negaciones radicales de
la m a s c u lin id a d he g em ón ica. Pero ta m b ié n es d ifíc il im a g in a r
u n futuro sin ella. Representa, m ás que c u a lq u ie r otra fo rm a c o n ­
tem poránea de la p o lític a de la m a s c u lin id a d , el potencial p a ra
el c a m b io en la to ta lid a d del orden de género. E n el c a p ítu lo fi­
nal discutiré alg unas form as gracias a las cuales este potencial
puede llevarse a la p ráctica.
Tu padre yace enterrado bajo cinco brazas de agua;
Se ha hecho coral con sus huesos;
Los que eran ojos son perlas.
Nada de él se ha dispersado.
Sino que todo ha sufrido la transformación del mar
En algo rico y extraño.

S h a k e s p e a r e !, La tempestad
[Trad. de Luis Astrana Marín]

Este capítulo co nside rará lo que nuestro c o n o c im ie n to actual


sobre la m ascu lin id a d representa para el proyecto de ju s tic ia so­
cial en las relaciones de género. D icho proyecto nos o b lig a a pe n­
sar e n nuestras situaciones actuales y m á s a ll á de ellas, sobre la
p ráctica presente y la u to p ía posib le.1
E n los libros sobre hom bres es c o m ú n asignar a cada q uien la
etiqueta de u n arq ue tip o seleccionado de u n m ito o u n a historia.
Creo que se trata de u n a costum bre bastante sana. ¿E n qu é c o n ­
ta d o r de historias pod em os pensar que sea m e jo r que Shakes­
peare? M i cita no pretende hace m o s recordar a lg ú n arque tipo
del pasado distante, sin o la d im e n s ió n u tó p ic a de nuestra rela­
c ió n con el futuro. Se trata de la c an c ión que Ariel, el genio del
aire, le canta a u n joven náufrago. C o m o todo lo que ocurre en la
m aravillosa obra L a te m p e s ta d , la canción es u n a ilusión. S in e m ­
bargo, co m o c u a lq u ie r fantasía, crea u n m u n d o de p o s ib ilid a ­
des, que perm anece c o m o c o n tra p u n to c u a n d o Próspero rom pe

1 Al decir "utopía" pienso en el sentido que le da Mannheim, 1985 [1929], al


término, esto es. a un marco de pensamiento que trasciende la situación social
existente, fundamentándose en el interés que un grupo oprimido tiene en dicha
trascendencia.
su b áculo, h u n d e su libro y la vida m u n d a n a se reestablece. T am ­
b ién en nuestro m u n d o necesitam os u n co ntrapunto . Lo que o b ­
tendríam o s de u n proyecto de justicia social en la política sexual
sería, co n seguridad, algo "rico y extraño", n ada que hayam os te­
n id o antes.

La c o n c ie n c ia h is t ó r ic a

Los estudios de caso de la segunda p a ite m ostraron la c o n c ie n ­


cia extendida respecto a la presencia de turb ulen cias y c am b io s
en las relaciones de género. La conciencia respecto al c a m b io que
puede observarse en estos hom bres australianos no es excepcio­
nal. Ya en los año s setenta, investigaciones realizadas en Estados
U nidos d o c u m e n ta ro n la conciencia de c a m b io de hom bres y su
a m b iv ale n c ia frente al m ism o . Las p rim e ras investigaciones de
la teoría del "rol m a s c u lin o " ya in te n ta b a n c o m p re n d e re ! c a m ­
b io q ue se d ab a en los años cincuenta en el rol sexual, a pesar de
la re p utación de conservadora que esa d écad a tiene. E xistían
m u ch as razones p a ra d ic h a conciencia. Los cam bios m asivos en
las proporciones de em pleo de m ujeres casadas se d a b a n en los
países industriales a ú n antes de que surgiera el m o v im ie n to de
lib e ración de las m ujeres; el c a m b io en la p ráctica heterosexual
ya era u n hecho, considerando el a u m e n to en la seguridad de los
anticonceptivos; y la estructura de las fam ilias c a m b ia b a debido
a m ayores esperanzas de vida, al a u m e n to del n ú m e ro de d iv o r­
cios y el descenso de la fertilidad.2
S in em b arg o , otros patrones n o su frie ro n n in g ú n c a m b io .
T anto en la m e tró p o li c o m o en la periferia, los hom bre s siguie­
ron obteniendo dividendos del patriarcado. Por ejem plo, en 1990
el ingreso m e d io de los hom bre s en E stados U nidos era 197%
del ingreso m e d io de las m ujeres. E n casi todas las regiones del
m u n d o , en los año s noventa, los hom bres virtualm ente m o n o p o ­
liz a n los niveles de élite en las corporaciones y el p o d e r estatal.
Los h o m bre s heterosexuales de todas las clases se e ncu e ntran

2 Para información sobre los hombres estadounidenses en los años setenta,


véase Komarovsky, 1973; Shostak, 1977. Para la preocupación de los años cin­
cuenta en el cambio del rol sexual masculino, Hacker, 1957.
en u n a p o sición en la cual pueden ord enar los servicios sexuales
de las m ujeres, a través de la c o m p ra , la costum bre, la fuerza o
la presión. Los hom bres siguen m o n o p o liz a n d o el control de las
arm a s y, casi co m p le tam e n te , la m a q u in a r ia pesada y las n u e ­
vas tecnologías. Es evidente que a ú n persisten la desigualdad en
los recursos y las asim etrías en la práctica. E l alcance del p atrón
europeo/estadounidense del patriarcado en el m u n d o , rastreado
en el cap ítu lo 8, a m e n u d o erosiona las bases locales de la a u to ­
rid ad de las m ujeres.3
Así que el “c a m b io " que esta conciencia incluye no se relacio­
n a co n el d e s m o ro n a m ie n to de las estructuras institucionales v
m ateriales del patriarcado. E n los países in dustrializad os, lo que
se lia d e sm o ro n ad o es la le g it im a c ió n del p atriarcad o. E n el ca­
p ítu lo 4 cité a u n joven de la clase obrera, con u n historial de
violencia, desem pleo y encarcelam iento, que se refería a los de­
rechos de ig ualdad de las m ujeres y se q u e ja b a de los “cabezas
d uras prejuiciados" que no los consideraban. Para m í, la a m p li­
tud del c a m b io en la le g itim a ción d u ra n te el ú ltim o siglo se re­
sum e en su co m e n tario .
Los hom bres qu e se volvieron fem inistas no fo rm a n m u ltitu ­
des. Los ecologistas del capítulo 5 representan u n a clara m in o ría .
S in em bargo, los térm in o s que subyacen en esta discusión han
c am b iad o . E n cu a lq u ie r (oro público, y cada vez m ás ta m b ié n en
foros privados, rechazar la ig uald ad de las m ujeres y m a n te n e r
la h o m o fo b ia requieren justificaciones. C laro que tales ju s tific a ­
ciones se dan, pero el sim p le hecho de que el pa tria rca d o deba
d ar excusas y defenderse de los supuestos culturales respecto a
la ig u a ld a d p ro p o rc io n a u n a c u a lid a d histérica a la sociobiolo-
gía, la ideología que cabildea sobre las arm as, el ala derecha de
la terapia de m a s c u lin id a d y el p o p u lis m o religioso de los "valo­
res tradicionales” de la nueva derecha.
E n ciertos medios, co m o las redes de profesionales jóvenes y de
intelectuales de las ciudades occidentales, la ig uald ad d o m é sti­
ca y la re p artición equitativa del trab ajo en el hogar ya son cues­

3 Para la desigualdad de ingresos, véase la Oficina de Censo de Estados Uni­


dos, 1990. Los datos que presento son los sueldos medios de quienes, con 15 o
más años, tienen sueldos. Una demostración clásica de la presión en los regíme­
nes de género locales y la autoridad de las mujeres está en el estudio de Peari-
man (1984) de los pueblos mazatecos en México.
tión de sentido c o m ú n . L a c an tid a d de ho m b re s que c u id a de
tiem po com pleto a sus bebés depende (com o a p u n ta Lynne Segal
en S lo w K ío t io n ) de los arreglos e co n óm ico s que lo p e rm ita n ; lo
im p o rta n te a q u í es considerar que en m u ch o s hogares es así co-
m o d e b e n h a c e r s e las cosas. A lgunas in stitucion es ta m b ié n fu n ­
c io n a n para q ue la ig u a ld a d tenga m a y o r alcance. E l sistem a
educativo tiende a ig ua lar el acceso a sus instancias y su peso eco­
n ó m ic o ha crecido. D entro del m is m o E stad o pa tria rca l existen
u n id a d e s específicas que tra b a ja n de acuerd o con los intereses
de las mujeres, p o r ejem plo, en program as de igualdad de o p o rtu ­
nidades, s e n icios y c a m p a ñ a s para evitar la violencia en c o n tra
de ellas. Este tip o de c a m b io in stitu c io n al y localizado conso lida
el c a m b io en la id e ología de género.
El su rg im ie n to de u n a conciencia h istórica sobre el género se
da en el centro de estos c am b io s culturales, en u n nivel m á s p ro ­
fu n d o que el del concepto liberal de la “ig u a ld a d de derechos”
en el q u e c o m ú n m e n te se expresa. El c o n o c im ie n to respecto a
que el género es u n a e stm c tu ra de las relaciones sociales, a b ie r­
to a la reform a social, e m e rgió de u n a m an e ra m ás lenta que el
correspondiente c o n o c im ie n to respecto a la clase. S in e m b a r­
go, d u ra n te los siglos xix y xx, d ic h o c o n o c im ie n to sí su rg ió en
la m e tróp o li, e s tim u la d o n o sólo p o r la d in á m ic a de género del
c ap italism o in d u s tria l (c o m o se pe nsó c o m ú n m e n te ), sino ta m ­
bién p o r el en cu en tro im p e ria l con los órdenes de género d ra ­
m átic a m e n te diferentes de los pueblos “nativos”. A su vez, para
estos pueblos nativos, la histo ricid ad de género se h iz o v io le n ­
tam ente obvia d e b id o a la c o n q u ista y a los sistem as coloniales
bajo los cuales te n ían que tratar con los regím enes de género de
los colonizadores.
Casi en todas partes, la histo ricid ad de género se registró en
p rim e r lu g ar c o m o u n a cuestión relativa a las m ujeres: el “p ro ­
blem a de las m ujeres” del siglo xix, “las cuestiones de m ujeres”
del siglo xx. E sto es resultado de la e structuración patriarcal de
la c u ltu ra m ism a , y del hecho de que la p o lítica de género fue a n ­
tes q ue n a d a u n a p o lític a de m asas en las luchas de m ujeres (p o r
los derechos de p ro p ie d ad , p o r el voto, p o r sueldos iguales). La
a p lic a c ió n al caso de los ho m b re s se d io enseguida, a u n q u e con
d ific u lta d . La h isto ria del p sico an álisis y la teoría del rol sexual
que presentam os en el c a p ítu lo 1 revela la larga lucha que se d io
p a ra expresar u n a conciencia, histórica y en desarrollo, de la
m a s c u lin id a d en el lenguaje de la ciencia.
E sta conciencia b ro tó con los m o v im ie n to s de lib e ración de
las m ujeres, de la lib e ración gay y de la liberación de los hom bres.
Los m ile n io s del p a tria rc a d o p o d ía n haberse acabad o entonces.
Las condicio ne s tecnológicas existían, el c a m b io de conciencia
nos h a b ía a lca n za d o . E n la b ib lio g ra fía de la lib e ra c ió n de los
hom bres, este se n tim ie n to de que se desarrollaba u n gran d ram a
h istórico evidenció lo q ue de otra fo rm a h u b ie ra n sido propues­
tas m odestas de reform a y retóricas vagas de cam bio. L a m ayoría
de los escritos de los año s setenta s u p o n ía n que la m a s c u lin id a d
se e n co n tra b a en crisis y que d ic h a crisis c o n d u c iría a u n c a m ­
bio. Al fin al tend ríam o s u n m u n d o en el cual la m a s c u lin id a d ,
c o m o la entendem os ahora, se ha b ría extinguido y sería reem pla­
zada p o r cierto tip o de a n d ro g in ia . La “p o lítica de salida" d isc u ­
tid a en el cap ítulo 9 incluye este sentido de u n final, sin im p o rta r
q u é ta n m u d a haya q u e d a d o su retórica.
Bl c a m b io de las presuposiciones culturales sobre la m a s c u li­
n id a d , m arc a d o p o r los m o vim ie nto s de libe ración de principio s
de los a ño s setenta, es irreversible. Las ideologías m á s conser­
vadoras que h a n a p a re c id o en el p a n o r a m a son variedades de
conciencias históricas sobre la m a s c u lin id a d , no se trata de re­
gresos a la c o n c ie n cia prehistórica. Todas ace ptan el h e ch o de
las transform aciones sociales de la m ascu lin id a d . Algunas, in c lu ­
yendo las de la sociobiología y las del teórico conservador George
Gilder, desap ru eb an el hecho, p e nsand o que la sociedad se ha
alejado dem asiado de la naturaleza.4 Otras adoptan la posibilidad
de tra n sfo rm a r al género. Por ejem plo, la terapia de m a s c u lin i­
d a d se basa en técnicas sociales p a ra c a m b ia r la m a s c u lin id a d
en las direcciones reco m endadas p o r los y las diferentes tera­
peutas y gum es. L a p o lític a del cabildeo sobre la posesión y u ti­
lización de arm as intenta revivirla m a s c u lin id a d perdida, lo cual
ta m b ié n presupone u n a m a s c u lin id a d que se puede perder y vol­
ver a recuperar. N in g u n a tendencia a s u m e — nadie podría hacer­
lo— que los h o m b re s y la m a s c u lin id a d sim p le m e nte son c o m o
son.
; Gilder, 1975. Esta idea se encuentra muy extendida; se trata de la fórmula
más simple de conservadurismo de género, bajo la hegemonía de la ciencia, dis­
cutida en el capítulo 1.
Creo q ue la c o n c ie n c ia h is tó ric a es la caracte rística d is tin tiv a
de la p o lític a c o n te m p o rá n e a de la m a s c n lin id a d , a d e m á s del h o ­
riz o n te del p e n s a m ie n to c o n te m p o rá n e o sobre la p r o p ia m a s c u ­
lin id a d . S in e m b a rg o , m ie n tra s que la lib e ra c ió n de los h o m b re s
c reía q u e la c o n c ie n c ia a p o c a líp tic a de la h is to ric id a d de la m a s ­
c u lin id a d m is m a d e fin ía el ob jetiv o p o lít ic o — la a n iq u ila c ió n de
la m a s c u lin id a d — , nosotros sabem os q u e e n el h o riz o n te existen
d iversas p o lític a s a seguir. P o r eso d e b e m o s e x a m in a r los p r o ­
p ó sito s de la a c c ió n .

Los P R O P Ó S IT O S D E I.A A C C IÓ N

L a c o n c ie n c ia del c a m b io h is tó ric o e n el género, a u n q u e d a pie


a cie rta p o lític a d e c a m b io , ta m b ié n la lim ita . S i se tie n e n c o n ­
textos c a m b ia n te s y g ru p o s diversos, ¿en q u é p r in c ip io s c o m u ­
nes p o d r ía basarse la p o lític a ?
Es fácil c o n c lu ir q u e en n in g u n o . D os c u e ip o s de o p in ió n m u y
respetables lo e stab le ce n así: el p lu r a lis m o lib e ra l y el p o s m o ­
d e rn is m o . E l p lu r a lis m o lib e ral, id e o lo g ía p r in c ip a l del c a p ita ­
lis m o p a r la m e n ta r io , n o reconoce n in g u n a base c o n tin u a en la
p o lític a m á s a llá de los intereses in d iv id u a le s . D ic h o s intereses
se van s u m a n d o en los g ru p o s c a m b ia n te s : las c o n tra d ic c io n e s y
la te n s ió n o c a s io n a d a p o r ellos c o n s titu y e n el proceso p o lític o .
E l p o s m o d e m is m o , escéptico (de m a n e ra ju s tific a b le ) respecto a
la id e a de u n in d iv id u o p re p o lític o , t a m b ié n re ch a za la a lte r n a ­
tiva colectiva y la id e a de u n a “fu n d a m e n ta c ió n ” p a ra la p o lític a .
C o n los “g ra n d e s re lato s” de la m o d e r n id a d d e s ac re d ita d o s , la
p o lític a en el p o s m o d e m is m o se c o nv ie rte en u n c a le id o s c o p io
de a firm a c io n e s y resistencias cuyo fin n a d ie pue de fo rm u la r, m u ­
c h o m e n o s p ro n o sticar.
A m b a s p osicion es s u b e s tim a n la o n to lo r m a tiv id a d de la p rá c ­
tica (d e fin id a en el c a p ítu lo 2), la c a p a c id a d de crear u n a re alid a d
social. L a o p o s ic ió n n o es só lo “re siste n c ia ”, hace q u e existan
n u e v o s arreglos sociales (a u n q u e sea p a rc ia lm e n te ). Así, el fe m i­
n is m o n o só lo c u e s tio n a el q u e se d e te rm in e la p o s ic ió n d is c u r ­
siva de las m ujeres, s in o q u e ta m b ié n in c lu y e la c o n s tru c c ió n de
nuevos servicios de sa lu d , la d e fin ic ió n de nuevas escalas de su e l­
d os, la c re a c ió n de hogares m á s p a c ífic o s, la c o le c tiv iza c ió n del
c u id a d o in fa n til, etc. E l m o v im ie n to la b o ra l in te n ta crear lugares
de tra b a jo m á s d e m o c rátic o s ; los m o v im ie n to s a n tic o lo n ia lis ta s
c o n stru y e n e structu ras de a u to g o b ie rn o . Todos estos m o v im ie n ­
tos crean fo rm a s c u ltu ra le s nuevas y hace n q u e nue v os c o n o c i­
m ie n to s c irc u le n .
E n la m a y o ría de estos proyectos se e n cu e n tra im p líc ito , c o m o
c o n d ic ió n p a ra el éx ito de otros, el p r in c ip io de la ju s tic ia social,
q u e en la m a y o r ía d e los casos s ig n ific a la b ú s q u e d a de la ig u a l­
d a d . B u s c a r la ju s tic ia so cial n o q u ie re d e c ir b u s c a r la u n if o r m i­
d a d , c o m o c la m a n re ite ra d a m e n te los q u e e stán en c o n tra de la
ig u a ld a d . E l filó s o fo M ic h a e l W a lz e r m o s tró c o n v in c e n te m e n te
c ó m o la m is m a n o c ió n de “ig u a ld a d c o m p le ja " es re q u is ito p ara
el c o n c e p to c o n te m p o r á n e o de ju s tic ia . L a s cuestione s de la ju s ­
tic ia su rg e n en esferas de la v id a q u e se e s tru c tu ra n de m a n e ra s
d is tin ta s y qu e n o p u e d e n reducirse u n a a la o tra .s Se trata d e u n a
e x p e rie n cia c o m ú n en c u a lq u ie r tip o de p ra c tic a p o lític a q u e in ­
c lu y a m á s de u n a s im p le c u e s tió n .
E n las re lac io n e s de género la ig u a ld a d c o m p le ja se o c u p a de
d ife re n te s e stru c tu ra s d e n tro del o rd e n de género, d e fin id o en
el c a p ítu lo 3. B u s c a r ju s tic ia so cial en las re laciones de p o d e r
q u ie re d e c ir c u e s tio n a r el p r e d o m in io de los h o m b re s e n el E s­
ta d o , las p ro fe sio ne s y la d ire c c ió n ; ta m b ié n in c lu y e a c a b a r con
la v io le n c ia q u e los h o m b re s ejercen c o n tra las m ujeres. A dem ás,
s ig n ific a c a m b ia r las e stru c tu ras in s titu c io n a le s q u e h ic ie ro n
p o sib les ta n to el p o d e r de la élite c o m o la v io le n c ia c u e rp o a
c u e ip o . B u s c a r la ju s tic ia social en la d iv is ió n del tra b a jo d e riv a ­
d a del g énero s ig n ific a te r m in a r c o n los d iv id e n d o s p a tria rca le s
e n la e c o n o m ía m o n e ta r ia , c o m p a r tir el peso del tra b a jo d o m é s ­
tic o e ig u a la r el acceso a la e d u c a c ió n y la p re p a ra c ió n (q u e s i­
g u e s ie n d o m u y in e q u ita tiv a en el m u n d o ). B u sca r la ju s tic ia
s o c ia l en la e s tru c tu ra de catexis s ig n ific a te r m in a r c o n el estig­
m a de la d ife re n c ia sexual y c o n la im p o s ic ió n de la heterose-
x u a lid a d o b lig a to ria , a d e m á s de re c o n s tru ir la heterosexualidad
c o n base en la re c ip ro c id a d y n o en las je ra rq u ía s . P a ra conse ­
g u ir esto, es n e ce sa rio so b re p asa r la ig n o ra n c ia p r o d u c id a so­
c ia lm e n te , q u e h ace de la se x u a lid a d u n á m b it o p a ra el m ie d o y
u n v ecto r de e n fe rm e d a d .
E n te n d id a así, la ju s tic ia social en las relaciones de género es
u n interés generalizable, pero no u n a d e m a n d a de u n ifo rm id a d .
La ig u a ld a d com pleja es precisam ente la c o n d ic ió n requerida
p ara la diversidad c o m o u n a práctica real, para exploraciones
abiertas de la p o s ib ilid a d h u m a n a . La ju s tic ia social n o im p lica
el “terrorism o” que el p o s m o d e m is m o atrib u y e a la proposición
de universales; es m ás, la ju s tic ia social es lo que se im p lic a en
u n a lu c h a contra el terror, c o m p re n d id o c o m o el ejercicio de la
fuerza (en lu g ar de u n a form a de discurso). B uscar la ju s tic ia
social n o agota la p o lítica, sino que pro po rcio na u n a línea base
generalizable para u n á m b ito com o el de la política de la m ascu ­
lin id a d . Éste es el fu n d a m e n to de la p o s ic ió n respecto a la cons­
tru c c ió n de c o n o c im ie n to sobre la m a s c u lin id a d que vim os en
el c a p ítu lo 1.
Las estadísticas de la desigualdad in d ica n que los hom bres,
110 las m asculinidades, son el g u ip o con ventaja. Carole Patem an
a p u n ta q ue los hom bres ejercen el poder n o sobre u n género, si­
no sobre las m ujeres corporal izadas, y ejercen el po d er com o u n
sexo.6 Se trata de u n a falla im portante de los propósitos políticos,
no sólo de u n juego de palabras. ¿Acaso es u n a política de justicia
social dirigida en contra de las ventajas y el poder de los hom bres?
¿O se dirige en contra de la form a presente de la m as cu lin id a d ?
Si se refiere fun d am e ntalm e n te a las ventajas de los hom bres,
entonces la angustia sobre la construcción social de la m a s c u li­
n id a d n o viene al caso. E n lug ar de a n iq u ila r la m a s c u lin id a d (o
d is m in u irla ) d eberíam os prepararnos p ara re form ar la m a q u i­
n a ria e conóm ica y política. Si el p ro b le m a es básicam ente la
m ascu lin idad , el c a m b io estructural se d a rá después de la recon­
fo rm a c ió n de la personalidad. S in em bargo, en ese caso, el p ro ­
yecto actual del c a m b io personal está radicalm ente in co m p le to
porqu e ignora la m a s c u lin id a d de la personalidad de las m u je ­
res (au nque a m e n u d o reconoce la fe m in id ad de los hom bres);
el proceso no puede confinarse a la terapia o la política entre los
hom bres.
A u n q u e la m ayor parte de la discusión de la m a s c u lin id a d no
se expresa al respecto, a p a rtir de los p rin cip io s psicoanalíticos
y de construcción social se desprende que las m ujeres son p o r­
tadoras de la m a s c u lin id a d , lo m ism o que los hom bres. Las n i­
ñas se id e n tifican con los padres, al ig ual que con las m adres.
Las n iñ a s colocan a sus m adres en la p osición de objetos de de­
seo edípico (proceso distinto al vínculo preedípico discutido en el
capítulo 5). Las personalidades de las m ujeres tienen diversas ca­
pas, al igual que las de los hom bres (lo que no significa que sigan
el m is m o patrón ). Las n iña s y las m ujeres p a rtic ip a n en in stitu ­
ciones y prácticas m ascu linizadas, desde las burocracias hasta
el deporte com petitivo. Atestiguam os m om e nto s espectaculares
de la separación de géneros (com o la final de patinaje de figura
en los juegos olím p ico s) y a m e n u d o perdem os de vista, c o m o
a p u n ta B a rrie T h o m e en G e n d e r P la y { J u e g o d e g é n e r o ), cierta ru­
tin a que se encuentra en el contexto de la integración de género.
Ahora bien, esta integración no se d a en ig uald ad de c o n d ic io ­
nes. Se da en el contexto de las instituciones patriarcales en las
cuales el "hom bre es la norm a", o lo m asculino tiene la autoridad.
Para conseguir que la m ascu lin id a d deje de o c u p a r este lug ar re­
q ue riríam os de u n proyecto de c a m b io en las vidas de las m u je ­
res y de los hom bres. E l p u n to de la ju s tic ia no parece residir en
c o n v e n c e rá las n iñ a s de que no ju e g u e n béisbol o a las m ujeres
de que n o desarrollen sus habilidades burocráticas.
S in em bargo, si s ó lo nos centráram os en desm antelar las ven­
tajas que tienen los hom bres sobre las m ujeres a través de u n a po­
lítica de igualdad de derechos tendríam os que a b and o nar nuestro
c o no cim ie n to respecto a c ó m o esas ventajas se reproducen y se
defienden. T endríam os que a b a n d o n a r el concepto que supone
la m a s c u lin id a d c o m o u n a práctica; su p o ne r que existió cierto
accidente cósm ico p o r el cual los cuerpos con pene aterrizaron
en u n a posición de poder y procedieron a reclutar a sus am igos
con pene para re m p la za d o s eternamente. Éste es el p u n to de vis­
ta del fe m in ism o liberal: cierto p rejuicio irrac io n al m antie ne a
las m ujeres ajenas al S enado de Estados U nidos y al P arlam en­
to japo nés, para la m ala suerte de las naciones im plicadas.
Los defensores del patriarcado saben que no es así. La defen­
sa de la in justicia en las relaciones de género se refiere constan­
tem ente a la diferencia, a u n a o posición m asculino /fem enina
que define u n lug ar p ara los cuerpos de las m ujeres y otro para
los cueip os de los hom bres. S in em bargo, n u n c a se trata de u n a
"diferencia" en u n sentido m eram ente lógico. C o m o vim os en el
capítulo 2, la diferencia corporal se vuelve realidad social a través
de las prácticas q u e se reflejan en el c u e ip o y se derivan del m is ­
m o, en las cuales las relaciones sociales de género se experim en­
tan en el c u e ip o (com o excitación sexual y su contrario, c o m o
tensiones m usculares y postura, c o m o c o m o d id a d e in c o m o d i­
d ad) y ellas m ism as se constituyen en la acción corporal (en la se­
x u alidad , el deporte, el trabajo, etc.). La o rg a n izac ió n social de
estas prácticas en u n orden de género patriarcal constituye la d i­
ferencia c o m o d o m in a c ió n , c o m o je rarq u ía ineludible. L o ante­
rio r se d o cu m e n ta en dos décadas de crítica cultural fem inista
— y que, claro, ya era visible desde antes; considerem os a gente
c o m o Alfred Adler.
El patrón diferencia/dom inación n o significa n in g u n a separa­
c ió n lógica, sino que sugiere u n a su prem acía a p ab u lla n te . In v o ­
lucra relaciones sociales inm ediatas y tem as culturales am plios.
Puede m anifestarse de m ane ra violenta en practicas corporales
c o m o la v io lación v la violencia dom éstica. E n algunos países
en los cuales los niveles de subsistencia son m uy bajos se ejecu­
ta en form as tan elementales com o el que los niños obtengan m ás
c o m id a que las niñas. Podríam os rastrear los problem as de dife­
rencia/dom inación casi infinitam ente en escenarios sociales d o n ­
de hom bres y m ujeres interactúan; en la ocupación del espacio de
n iño s y hom bres, la gran cantidad de calles por las cuales las m u ­
jeres c a m in a n con m iedo, la in tru s ió n de n iño s en los juegos de
n iñ a s en los parques, la in te rru p c ió n del discurso de las m ujeres
en las conversaciones, etc.7Se trata de form as de ejecutar la m as­
c u lin id a d hegem ónica en la vida diaria; porque es ésta, y n o cual­
q u ie r otra form a m arg in a d a o su bo rd in ad a, la que ocupa el polo
m a s c u lin o de la diferencia en la c u ltu ra patriarcal.
E l p atrón d iferencia/dom inación h a im pre g nado tanto la cul­
tura, las instituciones y las prácticas que se reflejan en el cuerpo
y se derivan del m is m o que lim ita a la política, basada en los de­
rechos, que busca la reform a. M ás allá de cierto punto, la crítica
de la d o m in a c ió n se rechaza p o r tratarse de u n ataque a la dife­
rencia — u n proyecto que corre el peligro del vértigo dependiente

7 Para el patrón derivado del género de la violencia doméstica, véase Dobash,


et al., 1992. Para los prejuicios ligados al género en el desarrollo, Klson, 1991;
evidencia sobre malnutrición en Bangladesh, Nepal y Bostwana aparece en Tay-
lor, 1985. Para un estudio reciente de interacciones véase Thome, 1993.
del género y la violencia— . E n térm inos lacanianos, significa ata­
car el falo, el p u n to de intersección entre la d o m in a c ió n p a tria r­
cal de la cultura y la experiencia corporal de la m ascu linidad . E n
térm inos freudianos m ás ortodoxos, significa revivir el m ie d o a
la castración. A un si consideram os que éstas son sólo las p rim e ­
ras aproxim aciones a la psicología de la m a s c u lin id a d , sugieren
la p ro fu n d id a d de la resistencia a la que se enfrentarán. El torbe­
llin o em ocional y los sentim ientos de c u lp a b ilid a d descritos por
los am b ie ntalistas del c apítulo 5 ejem plifican d ic h a resistencia,
a u n c u a n d o las circunstancias son favorables. E n otras circuns­
tancias, el proyecto será totalm ente rechazado al considerarlo u n
in te nto de convertir a los hom bres en m ujeres. La violencia en
contra de los hom bres gays, a quienes la ideología patriarcal tra­
ta c o m o hom bres afem inados, in dica el o d io que en la p ráctica
puede liberarse.
De a q u í se desprende que u n a estrategia que d e s v in c u le al gé­
nero ( d e fe n d e r in g s ír a te g y ), u n inte nto por desm antelar la m as­
c u lin id a d hegem ónica, es inevitable; u n a política de la justicia
social, basada en derechos y que no m arque la desigualdad a par­
tir del género no puede desarrollarse sin ella.

L a d e s v i n c u l a c i ó n d e l g é n e r o y l a r e c o m p o s ic ió n

La estrategia de desvinculación del género no sólo se aplica al


nivel de la c ultu ra y las instituciones, sin o ta m b ié n al nivel del
c u e ip o — el terreno elegido por los defensores del patriarcado,
en el que el m ie d o a que los hom bres se conviertan en m ujeres
es m ás ag ud o— . N o es m era coincidencia que ju s to en el m ism o
m o m e n to h istórico en el cual se d io el c a m b io m ás radical en el
orden de género, ta m b ié n se inventara u n procedim iento q u i­
rúrgico para hacer la tran sform ación. La im presionante conse­
cuencia es que la c i n i g i a p roporciona la construcción p o p u lar
del c a m b io de género, u n procedim iento desarrollado p o r h o m ­
bres autoritarios y con recursos sobre cuerpos anestesiados.
Una política de justicia social necesita c am b iar la práctica que
se refleja en el cuerpo y se deriva del m ism o , no para perder la
a g e n c ia , sino para extenderla, al trabajar sobre la a g e n c ia del cuer­
po — exactam ente lo que la anestesia niega— . E n lug ar de la des-
corporal ización involucrada en la reform a del rol, lo que se nece­
sita es u n a re corp o ralización para los hom bres, u n a búsqueda
de form as distintas de usar, sentir y m ostrar sus cuerpos.
La recoi p o ra liz a c ió n se incluye, p o r ejem plo, c a m b ia n d o la
d istrib u ción del trabajo en los prim eros cuidados infantiles. Ade­
m ás de los c am b io s institucionales requeridos, tam b ién se in ­
cluye u n a d im e n s ió n corporal im po rtante . E l tra b a jo con bebés
depende m u c h o del sentido del tacto, desde pre parar la leche,
c a m b ia r los pañales y a rru lla r a u n a p e q u e ñ a persona para que
se d u e rm a . Involucrarse en esta experiencia supone desarrollar
en los cuerpos m ascu lino s capacidades diferentes a las que se
desarrollan p a ra la guerra, el deporte y el trabajo industrial. Tam ­
bién supone experim entar otros placeres. Me soiprende ver cóm o
aparecen postales, carteles y hasta videos de rock en los cuales se
m uestran h om bre s que a rru lla n bebés, im ágenes que m uestran
c laram ente el placer sensual derivado de d ic h a acción.
A poyar la d e svinculación del género es repetir u n viejo d éb a ­
le fem inista sobre la ig uald ad y la diferencia. A finales de los años
setenta se repetía que la estrategia que desvinculaba al género
de la ig ualdad, en vez de a y u d a ra que las m ujeres consiguieran
cierta a firm a c ió n las debilitaba, porque les exigía volverse c o m o
los hom bres; la ig u ald ad significaba ser igual, y la c u ltu ra de las
m ujeres p odía perderse. U na estrategia que se base desde el in i­
cio en u n a critica de la m a s c u lin id a d no se enfrentaría exacta­
m ente a esta situación , pero sí a u n a re lacionad a con ella. A bolir
la m a s c u lin id a d h e g em ón ica puede su p o ne r ta m b ié n suprim ir,
a d e m ás de la violencia y el odio, la c u ltu ra positiva p ro d u c id a
en to rn o a la p rim e ra. E n ella se incluyen las historias de héroes
del R a m a y a n a , la lit a d a o E l c r e p ú s c u lo d e lo s d io s e s , ade m ás de
placeres co n jun to s, c o m o el béisbol que se ju e g a entre vecinos;
la belleza abstracta en cam pos com o el de las m atem áticas p u ­
ras; la ética del sacrificio para a y ud ar a otros. Todo esto consti­
tuye u n a herencia que b ie n vale la pena conservar, tanto en el
caso de las m ujeres y las n iña s c o m o en el caso de los n iño s y los
hom bres. (L o m is m o p o d ría m o s decir de la rica herencia de la
c ultura fem enina p ara los niños, los hom bres, las niñas y las m u ­
jeres).
Exigir dicha herencia, al e n c a m in a m o s hacia la justicia social,
requiere de rom per los térm inos del viejo debate y aceptar la dife­
rencia y la desvincu lación del género al m is m o tie m po . Tales es­
trategias h a n sido propuestas de vez en cuando. La p o lítica gay
transexual de M ario M ieli utiliza toda u n a serie de sím b o lo s— he­
terosexuales y gays, fem eninos y m as cu lin o s— > en lo que cons­
tituye u n a im provisación que cam bia constantem ente. La "teoría
queer” propone u n a estrategia m u y sim ilar. La exploración que
hace W endv C hapkis de la política de la aparien cia en las m u je ­
res propon e seguir el c a m in o de u n a "revolución m á s c o lo rid a ”,
en la que haya espacio para el placer, la creatividad y la diversi­
d ad .8 La idea es recom poner, en lu g ar de borrar, los elem entos
culturales del género. El resultado será u n a especie de m ulticul-
tu ra lism o de género.
A unque la estrategia pueda sonar exótica, la práctica cotidiana
subyacente en ella n o lo es. La investigación de la diferencia se­
xual d iscutida en el cap ítulo 1 m ostró que lo que durante m u ch o
tie m p o se su p o n ía eran características ligadas al género se c o m ­
p a rtía n entre los h o m bre s y las mujeres. Es m u y práctico c o m ­
b in a r sim b ó lic a m e n te las actividades vinculad as al género: los
levantadores de pesas p ue de n trab ajar en jardine s de n iños, las
lesbianas p ue de n u tiliz a r cham arras de cuero, los n iño s pueden
ap ren d e r a cocinar.
S in embargo, Chapkis argum enta, con razón, que jugar con los
elem entos del género puede resultar b e n ig n o sólo si el "trato que
contiene el paquete” que une a la belleza con el estatus se hace ex­
plícito. La estrategia de recom posición se encuentra ínl ¡m ám en­
te ligada al proyecto de la justicia social. D ado d icho proyecto, los
elem entos de la c u ltu ra patriarcal p o d rán n o sólo recom binarse,
sino desarrollarse de diversas form as. P o r ejem plo, el heroísm o
se encuentra tan lig ad o al constructo de m a s c u lin id a d hegemó-
n ica que, en la c u ltu ra de m asas contem poránea, es casi im p o ­
sible representar a los hom bres gays c o m o héroes. El proyecto
de ju s tic ia social hace que celebrar el heroísm o de los hom bres
gays q ue surge de su h om osexualidad se vuelva posible — resis­
tirse a las masacres, explorar los lím ites de la experiencia, en­
frentarse a la e p id e m ia del v i h y del s i d a . E l heroísm o n o tiene
p o r q u é ser considerado negativo.

8 Mieli, 1980; Chapkis, 1986. En Connell, 1987, capítulo 13, esbocé el marco
conceptual de esta estrategia.
D adas las p o sib ilid a d e s de re c o m b in a c ió n , u n m u n d o des­
v in c u la d o del género y vuelto a config urar resultaría fam iliar. Sin
e m b arg o , n o d eb em os su b e stim a r la dife rencia que existe entre
la c o n fig u ra c ió n de d ic h o m u n d o y el nuestro. E n la a ctu a lid a d
só lo existen ciertos vistazos a d ic h a c o n fig u ra c ió n , en lo que se
ha lla m a d o "p o lítica pre fig u rativ a" en G r a n B retaña y en la fic­
c ió n u tó p ic a fe m in is ta .9 E l c a m in o h a cia el que vam os es real­
m en te "rico y e x tra ñ o ”; p o r lo tanto, es ta m b ié n fuente de m ie d o
y de deseo.

L a s f o r m a s d e i-* a c c i ó n

E l p rin cip al m o d e lo p ara la acción política en la m ascu lin id a d de


los países ricos se deriva del "m o v im ie n to de los hom bres". E n los
a ño s setenta se le lla m a b a "m o v im ie n to de libe ración de los h o m ­
bres”, q ue su rg ió de la im ita c ió n directa del m o v im ie n to de libe­
ración de las m ujeres v re cib ió cierta in flu e n c ia de la liberación
gay. E n su base se e n c o n tra b a n num erosos "grupos de a u m e n to
de con c ie n cia de h o m b re s", que con el tie m p o sim p le m e n te se­
rian d e n o m in a d o s "grupos de hom bres" y que se m ane jaban inde­
pe ndiente m e nte . Estos grup o s se u n ía n a veces en conferencias
o c a m p a ñ a s sobre tem as específicos; sin e m b a r g o — al igual que
con otros herederos de la nueva izq u ie rd a de los años sesenta— ,
cada g ru p o d e c id ió su p ro p ia ru ta y el m o v im ie n to , c o m o u n a
e n tid a d , estaba n o ta b le m e n te descentralizado.
Este m o d e lo p o lític o tiene las virtudes de ser flexible, a n tia u ­
to rita rio e inventivo. E l m is m o g ru p o puede dedicarse ta n to a
vidas personales c o m o a agendas públicas, lo que puede verse en
los g rup o s m e n c io n a d o s en el c a p ítu lo 9 .10 Los g rupos de h o m ­
bres en G ra n B re taña, E stados U nidos y A ustralia h a n sosteni­
d o u n a a m p lia g a m a de actividades, desde explorar cuestiones
re lacio nad as co n el género en sus p ro p ias vidas (el fu n d a m e n to
só lid o de todo ) hasta p u b lic a r revistas, o rg a n iz a r m anife stacio ­
nes, ofrecer c u id a d o in fa n til d urante las conferencias fem inistas,

9 Para la “política prefigurativa", véase Rowbotham, Segal y Wainwirght,


1979, pp. 71-78. Piercy, 1976, es un ejemplo notable de la ficción utópica.
10 La mejor explicación sobre este tipo de grupos está en Lichterman, 1989.
establecer p rogram as p a ra prevenir la violencia, o rg a n izar g ru ­
pos de representación teatral y otras acciones m ás.
S in em bargo, la flexibilidad que perm ite d ic h a inventiva ta m ­
b ién perm ite u n c a m b io hacia otro tipo de política. E l g ru p o es­
tad o un ide n se e stu d ia d o p o r Paul L ic h te rm a n se a p a rtó de la
crítica sistem ática de la m a s c u lin id a d b usc a n d o u n a posic ió n
"p rom ascu lin a”. G rupos de hom bres influenciados p o r la tenden­
cia terapéutica se constituyeron com o la base del m ovim iento “mi-
topoético” de los a ño s ochenta en Estados U nidos; lo m is m o que
el m ás a m p lio m o v im ie n to de terapia de m a s c u lin id a d de la ú l­
tim a década, que opera a u n nivel m a y o r a l q u e nu n ca tuvo la li­
b e ra ció n de los hom bres. Q ue d ó p ro b a d o que el espacio de un
m o v im ie n to descentralizado y a n tia u to rita rio podía ser ocupado
p o r gurúes em presariales y profesionistas de la psicología.
E n el a n álisis m ás detallado que se ha hecho de los problem as
de la lib e rac ión de los hom bres, A ndrew Tolson n o tó el proble­
m a q ue subyacía en el m ism o; lo h iz o basándose en la experien­
cia de un g rup o de h o m bre s antisexistas en G ra n B retaña. El
m o d e lo de u n m o v im ie n to de lib e ra c ió n n o puede aplicarse al
g ru p o que o c u p a la p osición de poder; c o m o Tolson lo explica,
"en cierto sentido éram os im perialistas en u n a rebelión de escla­
v o s . 1El a u m e n to de conciencia en ho m b re s heterosexuales no
c o n d u c ía a la m o v iliz a c ió n y la a firm a c ió n del grup o, c o m o sí lo
hacía en el caso de las m u jeres y los gays; a u n q u e al p rin c ip io se
g a n ó en penetración, al fin a l se llegó a la m a rg in a c ió n y la desin­
tegración.
La liberación de los hom bres, c o m o la p rim e ra form a de p o ­
lítica de salida que describí en el c a p ítu lo 9, in te n tó fu n d a m e n ­
tar su proyecto en el eje del poder del p atriarcad o, en el hecho
de la d o m in a c ió n de las m ujeres y n o en n in g u n a form a p a rtic u ­
la r de m a s c u lin id a d . E l fe m in ism o , y no u n grup o socialm ente
d e fin id o de hom bres, era su fu n d a m e n to estructural. N o debe
sorp rend e m o s que de lo ante rior resultara u n a rg u m e n to tenso
y e n ro llad o en co ntra de las relaciones entre los hom bres a n ti­
sexistas y el m o v im ie n to de las m ujeres (arg u m e n to que sigue
te n ie n d o eco en la b ib lio g ra fía teórica reciente).12 T am poco es
11 Tolson. 1977, p. 143.
12 Para las primeras etapas, véase la explicación de Tolson y Snodgrass, 1977.
Para los ecos recientes, el barroquísimo debate (mezclado con el postestructura-
sorprendente que el m o v im ie n to fuera inestable y que la terapia
de m ascu linidad lo desplazara in m e diatam e nte — terapia que se
b a s a en u n a fo rm a p a rtic u la r de m a s c u lin id a d y articula el inte­
rés de u n g rup o sustancial de hom bres.
E l p ro b lem a estructural de la p o lítica antisexista entre los
hom bres debe ser c o nfro ntad o de in m e d iato , ya que siem pre se
evade. Las form as co m unes de la política radical descansan en
m o v iliz a r la so lid arid ad en to m o a u n interés co m p artid o . Esto
es c o m ú n en la política de la clase obrera, en los m ovim ientos de
liberación nacionales, en el fem inism o y en la liberación gay. S in
em bargo, n o puede constituirse com o la p rin c ip a l form a de la
política antisexista entre los hom bres po rq u e el proyecto de ju s ­
ticia social en las relaciones de género se dirige en c o n t r a de los
intereses que co m parten. A grandes rasgos, la política antisexis­
ta puede p ro d u c ir d esunión entre los hom bres y no ser u n a fílen­
le de so lidaridad. Las tendencias de los años ochenta siguen u n a
lógica rigurosa: m ientras los grupos de hom bres y sus gurúes
m ás enfatizaban la so lid arid ad entre los hom bres (ser "positivos
respecto a los hom bres"; b u s c a rlo “m a s c u lin o profu ndo", etc.)
m ás fácil resultaba a b a n d o n a r las cuestiones de ju s tic ia social.
Si esto fuera lo ú n ic o que pud iéram os d ecir con respecto a las
form as de la acción, m ás valdría que nos retiráram os de la discu­
sión. S in em bargo, c o m o anoté en el capítulo 9, la política antise­
xista sigue ahí, tan to entre hom bres heterosexuales c o m o entre
hom bres gays. E n ciertos contextos (las ciencias sociales a cadé­
m icas, p o r ejem plo) sigue creciendo. Esto podem os entenderlo
si atendem os las otras posibilidades estratégicas que se abren
gracias a la estructura de las relaciones de género, y perm iten for­
m as de p o lítica que no dependen del m o d e lo del "m o vim iento ".
Dos características generales del orden de género crean estas p o ­
sibilidades: las com plejidades y conu^idicciones de las relaciones
que construyen la m a s c u lin id a d y la in te racción del género con
otras estructuras sociales.
E n capítulos anteriores de esta obra ya d ocu m e nté la m u lt i­
p licid a d de foi*mas que to m a la m ascu lin id a d en la c ultura y las
relaciones sociales, a d e m ás de las capas e identificaciones con-

lismo y el esnobismo literario), véase Jardine y Smith. 1987; y (mucho más res­
petuoso hacia sus lectores y lectoras) Heam y Morgan, 1990.
tradictorias que se d an en la m ascu linidad al nivel de la persona­
lidad. Es m u y ú til recordar que el psicoanálisis existencialista
(capítulos 1 y 5) lee estas contradicciones c o m o co m pro m iso s o
proyectos contradictorios llevados a cabo p o r la m ism a persona.
Las tendencias a la crisis en las relaciones de género, identificadas
teóricam ente en el cap ítulo 3 y rastreadas a través de los estudios
de caso de la segunda p a ite , tienen c o m o foco grupos p a rtic u la ­
res, pero, en general, se d a n en la vida de todos los hom bres. C on­
siderando esto, existen m ú ltip le s bases dentro de las relaciones
de género para que los proyectos políticos transform en la m ascu­
lin id a d (por lo m enos de form a parcial); ade m ás, estas bases se
presentan extensam ente. La renovación repetida de la política
antisexista entre los hom bres es, desde este p u n to de vista, poco
sorprendente. Podem os c o n fia r en que la resistencia, y los inten­
tos de c am b io , siem pre serán convenientes.
S in em baído, los mejores prospectos para la política de la m as­
c u lin id ad pueden encontrarse fuera de la política de género pura,
en las intersecciones de éste con otras estructuras. Existen ciertas
situaciones en las cuales la solidaridad entre los hom bres se per­
sigue p o r otras razones aparte de la m a s c u lin id a d , razones que
pueden sostener u n proyecto de justicia de género, especialm en­
te en d onde exista u n a solidaridad explícita con las m ujeres que
se encuentren en la m is m a circunstancia. Estas situaciones sur­
gen de partidos laborales v socialistas, en los sindicatos, el m o vi­
m ie n to am b ie n talista, la política c o m u n ita ria , los m ovim ientos
de resistencia a n tic o lo n ia l, los m ovim ientos para la dem ocracia
c u ltu ra l y los m o v im ie n to s para la e quid ad racial.
La im p o rta n cia de la política de la m ascu lin id a d en estos con­
textos se reconoció p articularm ente en G ran B retaña — ésta es
u n a de las razones p o r las cuales la c alid a d del trabajo teórico
sobre la m a s c u lin id a d en G ra n B retaña es im presionante— . La
discusión incluye particularm e nte a la clase y el m o v im ie n to la­
boral. N o se espera encontrar u n m u n d o feliz directam ente pre­
fig u ra d o en la vida de la clase obrera. Las carencias derivadas
de la clase social generan expresiones horrendas de suprem acía
m asculina, c o m o la experiencia b ritán ic a de la violencia entre
quienes asisten al fú tb o l o el racism o de los s k in h e a d s . S in e m ­
b a íd o , las carencias de este tipo no sólo resultan en la violencia
h acia los otros.
Las huelgas y los cierres de fábricas a m e n u d o resultan en p o ­
líticas de género progresistas, desde las luchas laborales en Fall
River, en Massachusetts, durante el siglo x l x , hasta la am arga huel­
ga de los m in e ro s de c a rb ó n en G ra n B retaña, en 1984, d o n d e la
m ilita n c ia de las m ujeres c o m e n zó a c a m b ia r el orden de género
de u n a in d u s tria fuertem ente m a s c u lin iza d a . Los hom bre s del
Partido Laboral de Australia proporcionaron apoyo político clave
a las in iciativ as fem inistas en la b u ro c rac ia y al crecim ie nto de
los servicios para las m ujeres. E n u n p e rio d o reciente en el cual
el P artido L aboral co ntrolaba el gobierno federal, se prod ujo u n a
estrategia n a cio n a l ú n ic a en contra de la v iole ncia hacia las m u ­
jeres. E n 1979 v 1980, los Acereros U nidos de A m érica ejercieron
suficiente p re sión p ara q ue se co n trata ran m ujeres en la fu n d i­
d o ra H a m ilto n , de C a n a d á. A lgunos a ño s antes, la Federación de
O breros de la C o n s tru c c ió n de N ueva G ales del S u r a p o y ó la e n ­
trada de obreras a sitios que se e n c o n tra b a n totalm ente mascu-
lin iz a d o s .13
N o m e n c io n o estos casos para sugerir que el laborism o oficial
sea u n a esperanza blan ca p ara las m ujeres (podría d a r otra lista
ig u a l de larga de las veces que los sindicatos pelearon p a ra m a n ­
tener a las m ujeres fuera de sus industrias, ade m ás de que puedo
m e n c io n a ra patriarcas del Partido Laboral m u y siniestros); lo q u e
in te nto haceros m o strar el rango de posibilidades en las cuales la
p o lític a de género y de clase pueden interactuar. La p o lític a de
la m ascu lin id a d que surge de estas interacciones y que, por lo tan ­
to, se desarrolla en gran variedad de contextos de m ovim ientos de
clase, étnicos v sociales, no conform aría u n "m o vim iento de h o m ­
bres" unificado. U na ra z ó n es que casi cada paso exige de la acción
c o n ju n ta con las m ujeres. O tra razón es que las luchas sociales en
los lugares de trabajo, instituciones, c o m u n id ad e s y regiones ine ­
v itablem ente poseen lógicas divergentes y m uestran a m e n u d o
los contrastantes intereses de diferentes grupos de hom bres.
E n vez de u n m o v im ie n to de hom bres, de lo que h a b la m o s es
de u n a p o lít ic a d e a lia n z a s . A quí, el proyecto de ju s tic ia social de-

13 Robins, 1984, sobre la violencia en el fútbol (desde el punto de vista de los


jóvenes); Bamsley Women Against Pit Closures 1984, sobre el género en la huel­
ga de carbón; Corman, et al., 1993, sobre los acereros; Burgmann, 1980, sobre
los trabajadores de la construcción. Para la estrategia australiana, véase Natio­
nal Committee on Violence Against Women, 1992.
pende de la sobreposición de intereses entre diversos grupos (en
lu g ar de la m o v iliz a c ió n de u n grupo en t o m o a u n interés c o ­
m ú n ). L a so breposición puede ser tem poral, pero n o tiene que
serlo. N o hay n a d a qu e p ro h íb a a lian zas a largo plazo, que son
m u y co m u n e s en política.
La creencia de que u n a política de alianzas significa pluralism o,
c o m p ro m is o y, p o r lo tanto, contención, se encuentra m u y d ifu n ­
dida. D en un ciar estos com prom isos e insistir en la pureza revolu­
cio naria es u n gesto m ilita n te c o m ú n que no es desconocido en la
política antisexista de los hombres; m encionem os, p o r ejem plo, el
caso de quienes se o p o n e n activam ente a la p o rn o g ra fía .14 Creo
que el pluralism o en necesario, pero n o la contención. Si com pren­
dem os el patriarcado c o m o u n a estructura histórica, en lu g a r de
u n a d ic o to m ía eterna de hom bres que abusan de mujeres, e nto n­
ces u n proceso histórico acabará con él. E l p rob lem a estratégico
consiste en generar presiones que se acu m u le n hacia cierta trans­
fo rm ación de la estructura total; la m u ta c ió n estructural es el final
del proceso, n o el principio . E n las etapas iniciales, cualquier in i­
ciativa que presione h a c ia el c a m b io histórico vale la pena.

L a e d u c a c ió n

A pesar de que las escuelas son u n espacio m u y rico para estudiar


la re p ro du cción de las m a s c u lin id a d (desde L e a m in g t o L a b o u r
hasta G e n d e r P la y ) , y a u n q u e la m ay o ría de la gente que hace in ­
vestigación sobre la m a s c u lin id a d esté en la in d u s tria educativa
(c o m o académ icos y estudiantes), es sorprendente que se haya
d is c u tid o tan poco sobre el papel de la e ducación en la tran sfor­
m a c ió n de la m a s c u lin id a d . Las discusiones sobre "el género y
la educación " se co ncentran sobre todo en la e d ucación de las n i­
ñas y en cuestiones de fe m in id ad . A lgún debate se ha d ad o sobre
la in tro d u c c ió n de los "estudios de hom bres" en las univ ersid a­
des cstadoim idenses. C laro que existe cierta b ib lio g rafía sobre
la e d u c a ción de los n iñ o s si pensam os en el d octor A m o ld , pero
h ay m u y poca d iscu sión que se base en la investigación sobre la
m ascu lin id a d , acerca de la e ducación de los niños en los sistemas
m o dernos de e ducación m asiva, y m u c h o m enos sobre los p r in ­
cipios que in c lu iría n a las n iñ a s y los n iñ o s en u n proceso e d u ­
cativo enfocado en la m a s c u lin id a d .15
Creo que todas estas cuestiones son m u y im portantes y que la
e d u c a ción es u n espacio clave para la p o lítica de alianzas. C u a l­
quier irabajo significativo que realicen hom bres sobre estas cues­
tiones deberá ser p ro d u c to de u n a a lia n za con m ujeres, ya que
ellas llevan m u c h o tie m p o dedicadas a las cuestiones de género
en la e d ucación y poseen el conocim ie nto práctico respecto a c ó ­
m o realizarlo. Los p rogram as deben in c lu ir la diversidad de las
m asculinidades y las intersecciones del género con la raza, la cla­
se y la nacionalidad; de lo contrario se caerá en u n cam po estéril,
localizado entre la celebración y la negación de la m asculinidad.
La im p o rtan cia de la educación para la política de la m as c u li­
nidad se deriva de la ontoform atividad de las prácticas de género,
del hecho de que nuestros decretos respecto a lo que es m ascu ­
lin id a d y fe m in id a d hacen que cierta realidad social se ponga en
acción. La e ducación se discute a m e n u d o com o si sólo incluye­
ra in ío rm a c ió n , m aestros y m aestras que aplican dosis m edidas
de hechos en las cabezas de sus a lu m n a s y a lum n o s; sin e m b a r­
go, ésta es sólo u n a parte del proceso. A u n nivel m ás p ro fu ndo ,
la e d u c a ción es la fo rm a c ió n de capacidades para la p rác tic a .16
U na agenda que incluya a la ju s tic ia social en la e d ucación debe
ocuparse de todo el rango de capacidades para la práctica de la
ju s tic ia , de la fo rm a en que estas capacidades se desarrollan y
distribuyen, y de la fo rm a en que se p o n e n en acción.
Por lo tanto, la estrategia educativa debe ocuparse sobre lodo
de los planes y program as de estudio. La justicia curricular, com o
arg u m e n to en S c h o o ls a n d S o c ia l J u s t ic e ( L a s e s c u e la s y la j u s t i ­
c ia s o c ia l) , significa o rg anizar el conocim ie nto desde el p u n to de
vista del que tenga m enos ventajas.17 Se trata de la idea opuesta

1* Yates, 1993, termina su excelente revisión de la educación de las niñas en­


fatizando la poca atención que se le ha prestado a la educación de los niños y su
contribución a la desigualdad sexual. Algunos intentos por evitar esto pueden
encontrarse en Inner City Education Centre (Centro Educativo del Interior de
la Ciudad) 1985, Askew y Ross, 1988. Para el debate sobre “los estudios de los
hombres", véase Farrant y Brod, 1986; Hcarn y Morgan, 1990.
16 Conncll, 1994.
17 Connell, 1993.
a la p rác tic a social actual, que o rg a n iza el c o n o c im ie n to desde
el p u n to de vista de los privilegiados. N o a b a n d o n a m o s el c o n o ­
c im ie n to existente, sino que lo reconfiguram os para a b rir las po­
sibilidades que las desigualdades sociales actuales esconden.
U n a fo rm a de seguir este c a m in o es p lu ra liza r las fuentes del
c o n ten ido c u n ic u la r. Se trata de seguir la lógica de program as y
c u m c u lo s m ulticulturales, desarrollada en la idea de Jean Black-
b u m sobre u n c u r r íc u lu m que incluya cuestiones de género.18
Un segundo paso se to m a ría c u a n d o los planes y program as de
estudio que in cluyen al género inviertan la hegem onía que ca­
racterizó a los vie jos program as y c u m c u lo s . Por ejem plo, en lu ­
gar de p e d ir a los y las estudiantes que participen en el proceso
educativo en to m o a los intereses de la clase m edia, se pe dirá a los
V las estudiantes de clase m e d ia que p articipe n en el a p re n d iza ­
je o rg a n iza d o en to rno a los intereses de la clase trabajadora.
Este segundo paso es decisivo para las relaciones de género,
ade m ás de delicado. Pedirles a los niños que participen en progra­
m as org anizad o s en to rn o a los intereses de las n iña s, a los y las
heterosexuales a p articip are n program as organizados en torno a
los intereses de las lesbianas y los gays, exige u n a capacid ad de
em patia, de to m a r el p u n to de vista del otro, que sistem áticam en­
te se niega en la m a s c u lin id a d hegcm ónica. Todo lo que sabem os
sobre las relaciones de género en las escuelas y colegios nos su­
giere que hacerlo será m u y difícil. (N otem os la burla hacia los n i­
ños que en los p atio s de las escuelas p rim a ria s se interesan por
los juegos de las niñas; notem os que tan pocos hom bres en las es­
cuelas se inscriben en las m aterias que se centran en cuestiones de
género). S in em bargo, este paso busca lo que siem pre ha sido una
m eta clásica de la e d u c a c ió n — a m p lia r la experiencia, b uscar la
justicia, participar am p lia m e n te en la cultura— , y se aplica a u n a
de las áreas m ás im portantes de la vida de los y las estudiantes. El
interés parecería ser alto, no así el apoyo. M uchos m aestros y
m u c h a s m aestras d a n el paso en la prác tic a c o tid ia n a de sus cla­
ses, con recursos lim ita d o s y poco apoyo teórico o político. U na
de las cosas m ás útiles que la investigación académ ica podría h a ­
cer es proporcionarles los recursos y el apoyo que necesitan.

18 Véase Yates, 1993, p. 89; Blackbum lo llamó “currículum que incluye la


sexualidad".
H ablar’ del cono cim ie nto organizado desde el p un to de vista de
los m enos privilegiados n o significa construir program as que sólo
traten las experiencias de este t ipo de personas. (Es m ás, los p la ­
nes y pro g ram as de estudios no pueden reflejar sólo la experien­
cia de u n grupo; siem pre deben in c lu ir la crítica de la experiencia,
im a selección de la cultura). Los planes y program as que busquen
la justicia social deben ta m b ié n e x a m in a r la experiencia de los
privilegiados. E n té rm in o s prácticos, se trata de la m e jo r fo rm a
en que los hom bres heterosexuales y los n iño s pueden abord ar las
cuestiones de género — a veces es la ú n ic a fo rm a de entrada.
E n este p u n to , la in ve stig ación de la ciencia social sobre la
m a s c u lin id a d es u n recurso esencial que perm ite d isc u tir u n a m ­
p lio rango de situaciones y p ro p o rc io n a m ode los para explorar
las realidades locales. P o r ejem plo, los m o m e n to s de c o m p ro ­
m iso con la m a s c u lin id a d hegem ónica, los de d is ta n c ia m ie n to
y se p aración que exploram os en el c a p ítu lo 5, p u e d e n estudiar­
se en m u c h o s otros contextos y m u c h a s otras vidas. Los m u c h a ­
chos de la escuela preparatoria canadiense entrevistados p o r Blye
F ra n k m uestran c ó m o la separación se consigue d e b id o a la in ­
tim id a c ió n :

Me aseguro de no caminar de forma muy femenina. He hecho algo


de modelaje, pero si caminara así en la escuela, todo mundo se da­
ría cuenta. Me han molestado bastante. Se burlan de mí y me dicen:
"¿Acaso te crees que eres una flor".19

C u a n d o él pueda contestar afirm ativam e nte esta pregunta sin


peligro, entonces h ab re m o s a vanzad o algo.

L a s e x p e c t a t iv a s

U na cosa es d e fin ir u n a estrategia política y otra m u y d istin ta lle­


varla a la práctica. D ebem os considerar los m edios. E n los inicios
de la lib e rac ión de los hom bres, los activistas p o d ía n sentirse
c o m o parte de u n oleaje que llevaría al c a m b io histórico. L a ola
se ro m p ió y no dejó n in g ú n m ed io en la playa para conseguir ma-
yo r progreso. E n la a c tu a lid a d h a b la m o s de u n “m o v im ie n to de
los ho m bre s" en parte p o r corrección p o lític a y en parte porque
ciertas actividades parecen u n m o v im ie n to social. S in em bargo,
si observam os finam ente el escenario po lítico del m u n d o c ap ita­
lista in dustrial tendrem os que c o n c lu ir que el proyecto de tran s­
fo rm a c ió n de la m a s c u lin id a d casi n o tiene n in g ú n peso político
— n in g u n a eficacia en las políticas p úb licas, n in g u n a fuente de
o rg a n iza c ió n , n in g ú n fu n d a m e n to p o p u la r y n in g u n a presencia
en la c u ltu ra de m asas (con excepción de u n pie de p á g in a al fe­
m in is m o y u n a c rític a a los excesos de la terapia de m a s c u lin i­
d ad ). E n c o m p a ra ció n , la liberación gay se tran sfo rm ó en nuevas
fo rm as de la p o lític a de la c o m u n id a d gay que se e nfre ntó a la
e p id e m ia de v i h / s i d a , fu n d ó u n a serie de in stitucion es nuevas,
c o n sig u ió c a m b io s im p o rta n te s en la practica social (a través de
la estrategia, basada en la colectividad, del sexo seguro) y o b tu ­
vo u n a voz en u n a serie de debates políticos.20
Si sólo hacem os u n sim ple cálculo de intereses, podríam os pre­
decir que c u a lq u ie r m o v im ie n to de hom bres en contra de la m as­
c u lin id a d h e g e m ó n ic a sería m u y d é b il. El interés general de los
h o m bre s en el p a tria rc a d o es fo rm id a b le . Q uienes re form aron
los roles sexuales21 lo sube stim aron, y todavía en la a c tu a lid a d se
subestim a; es p o r eso q ue m e ha costado tan to trabajo a rtic u la r­
lo en este libro.
E l interés de los h o m b re s en el p a tria rc a d o se condensa en la
m ascu lin id a d hegem ón ica y se defiende p o r toda un a m a q u in a ria
c u ltu ra l que exalta d ic h a m a s c u lin id a d h e gem ónica. Se in s titu ­
c io n a liz a en el E stado; en las vidas de los hom bres heterosexua­
les se refuerza gracias a la violencia, la in tim id a c ió n y el ridículo
— la experiencia de los adolescentes de la escuela pre paratoria
en C a n a d á es d e m a s ia d o c o m ú n — ; ade m ás, se refuerza p o r la
v io le ncia en co ntra de las m ujeres y los ho m b re s gays. E l p atrón
europeo/estadounidense q ue in vo lucra a los hom bre s en el p a ­
tria rc ad o se extiende a to d o el m u n d o gracias a la g lo b a liza ció n
de la c u ltu ra y las relaciones e conóm icas. S u sostén en la m e tró ­

20 Para la acción de la comunidad gay y su efecto en la práctica, véase Kip-


pax .etal., 1993.
21 Incluso los más sofisticados políticamente hablando: Goode, 1982, quien
reconoce las complejidades del cambio en las relaciones de género, pero no se
refiere a la violencia, la homofobia, el poder institucional ni el Estado.
p o li to m a fuerza del proceso que convierte en p ro d u c to a las mas-
c u lin id a d e s ejem plares, c o m o en el caso de las estrellas d e p o r­
tivas, y de la fo rm a en la c ual la p o lític a del cab ild e o sobre las
a rm a s y los m ed io s com erciales se c o lu d e n p a ra celebrar la v io ­
lencia. E l interés de los hom bre s en el p a tria rc a d o ta m b ié n se
sostiene p o r la form a en q ue las m u je r e s se in v o lu c ra n con éste,
c o m o puede verse en el apego a las religiones patriarcales, en
los relatos de las novelas rosas, en la fo rm a en la cual refuerzan la
d ife re n c ia /d o m in a c ió n en las vidas infantiles; todo esto sin m e n ­
c io n a r el activ ism o de las m ujeres en c o n tra del derecho al a b o r­
to y la h o m o se x u alid ad .
S in e m b arg o , este interés, p o r m u y fo rm id a b le q ue parezca,
presenta fisuras d e b id o a las c o m p le jid a d e s de la c o n s tru c c ió n
social de la m a s c u lin id a d q u e rastream os en este libro. Existen
diferencias y tensiones entre las m a s c u lin id a d e s h e g e m ón ic as
y las cóm plices; oposiciones entre la m a s c u lin id a d h egem ónica y
las m ascu lin id a d e s m a rg in a d a s y su b o rd in ad as. C ada u n a de es­
tas c o n fig ura cio n e s de la prác tic a se d iv id e in te rn a m e n te , y n o
só lo p o r las d istin ta s capas que co nstituy en la p e rso n a lid a d se­
g ú n el psicoanálisis, sino ta m b ié n p o r las contradicciones deriva­
das del género al nivel de la p e rso n a lid a d . L a fo rm a e n la c ual se
re aliza n en la vida social varía, c o m o he m os visto u n a y o tra vez,
según la in te racción del género con la clase social, las relaciones
raciales y las fuerzas de la globalización. (La global ización, al c o n ­
trario de lo que la m ayoría de las teorías m etropolitanas del c a m ­
b io c u ltu ra l sostiene, construye situaciones m u y d istin ta s en la
m e tróp o li v la periferia).
E ntonces, el interés de los hom bres en el patriarcad o n o a c tú a
c o m o u n a fuerza u n ific a d a en la estructura hom ogénea. Al reco­
nocer esto podrem os ir m ás a llá del p e nsam ien to estratégico u n i­
d im e n s io n a l que flu y ó de m odelos anteriores del p a tria rc a d o .22
E n el contexto de la a m p lia d e sle g itim a c ió n del p a tria rca d o , los
intereses relaciónales de los hom bres en la riqueza de las m ujeres
y las n iñ a s p o d ría n d e sp laza r los intereses, específicos al géne­
ro, de los m ism o s h om bre s en la suprem acía. Cierta se n sib ilid a d
heterosexual, sin h o m o fo b ia , p o d ría to m a r form a; así, las alian-
22 Y que, debemos mencionarlo, sigue presente en algunas versiones del fe­
minismo —por ejemplo, MacKinnon, 1989— . Compárese con Walby, 1989, y Ni-
cholson. 1990.
zas entre los h o m b re s heterosexuales y la política gay p o d ría n
ser posibles. E l p a tró n de c a m b io en el p a tria rca d o de los países
m e tro p o lita n o s — d is c u tid o al c o m ie n zo de este c a p ítu lo — per­
m itir ía que el arreglo c o m ú n de m a scu lin id a d e s c o n tin u a ra p ro ­
duciéndose e in stitu c io n a lizán d o se , pero ta m b ié n sería posible
u n a re co n fig u ra c ió n c u ltu ra l de sus elem entos. De a h í la p a ra ­
d o ja de la p o lític a de la m a s c u lin id a d en los a ño s ochenta: u n a
p o lític a de género reaccionaria en el E stad o v los m ed ios de co­
m u n ic a c ió n m asiva (en las potencias capitalistas principales), y
el d e s p la z a m ie n to de la lib e rac ión de los hom bre s que apo y aba
al fe m in ism o d eb id o a la terapia de m ascu linidad ; sin e m b a íd o , al
m is m o tie m p o o curre n c am b io s progresistas en m u c h a s de las
relaciones que estaban fuera del control estatal y en el a n álisis
crítico de la m a s c u lin id a d he gem ón ica que alca n za nuevos nive­
les de p re cisión y sofisticación.
L a década de los a ñ o s noventa, al igual q ue las anteríores, n o
produce u n m o v im ie n to de hom bres unificados en contra del p a­
triarcado. Los hom bres siguen m anteniéndose al m argen de la de­
fensa del patriarcado debido a las contradicciones e intersecciones
de las relaciones de género; cada ve/, se abren m ás posibilidades de
re co n fig ura r y tra n s fo rm a rla s m ascu linid ad e s. D esarrollar u n a
p o lític a que siga estas tendencias — sin el m i t o de la lib e rac ión ,
co nsiderando co m p le tam en te el interés c o m p a rtid o de los h o m ­
bres en el patriarcado y, en consecuencia, esperando poco del m o ­
delo de u n "m o v im ie n to de hom bre s"— exige nuevas form as de
inventar, a d e m ás de c o no cim ie nto s precisos.
Creo que existe la p o s ib ilid a d de nuevas políticas de m a s c u li­
n id a d en nuevos ám b ito s: por ejem plo, la política de los planes y
p ro g ram as de estudio, el trabajo en t o m o al v ih / s id a y la p olítica
en contra del racism o. Creo que requerirá de nuevas form as, que
incluyan a hom bres y mujeres, y se centrará en el trabajo en a lia n ­
zas, no tanto de "grupo s de h o m b re s1'. Creo que será m á s inter­
n a cio n a lista que lo que la p o lítica de la m a s c u lin id a d lo ha sido
hasta ah o ra y q ue c u e stio n a rá la "g lo b a liza c ió n desde a rrib a ”,
c o m o otros m o v im ie n to s d em ocráticos lo h an hecho.23

23 Para fundamentar algunas de estas predicciones, nos referimos antes a la


política de los programas y planes de estudio. La epidemia de vih es sobre todo
una epidemia heterosexual a escala mundial (Mann, et al., 1992); la política de
la sexualidad masculina incluida en esta expansión considera tanto a los hom-
E n cierto sentido se trata de u n a p o lític a m ás allá de intere­
ses, u n a p o lítica de m eras posibilidades. Tal vez esa sea otra for­
m a de expresar el interés que todas las personas de este p laneta
tenem os en la ju s tic ia social, la p a z y el e q u ilib rio con el m u n d o
n a tu ral.

bres heterosexuales como a los homosexuales. Gibson, 1994, apunta la intersec­


ción de la masculinidad hegemónica con el racismo en lo que llama “la cultura
paramilitar" en Estados Unidos (cuestionar a una supone cuestionar a la otra).
La sugerencia de alianzas entre las mujeres y los hombres se sigue de la discu­
sión anterior de la masculinidad en las mujeres y la feminidad en los hombres,
y lo que han hecho las mujeres por el patriarcado. Para la globalización desde
abajo, véase Brecher, et al.. 1993.
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ÍNDICE

Prefacio a la traducción ..................................................... 7

Prefacio ............................................................................... 9

P rimera parte
E l conocimiento y sus problemas

Capítulo l. La ciencia de la masculinidad ........................ 15


Conocimientos rivales....................................................... 15
Los conocimientos clínicos ............................................. 22
El complejo de E d ip o ................................................... 22
Arquetipo e identidad................................................... 27
El psicoanálisis radical................................................. 32
El rol m asculino................................................................ 39
La nueva ciencia s o c ia l..................................................... 49
H istorias........................................................................ 49
La etnografía del o tr o ................................................... 53
La construcción social y la dinámica de género.......... 58
Conocimiento político....................................................... 64
El objeto del conocimiento............................................... 70
#

Capítulo 2. Los cuerpos de los hombres ............................ 73


La verdadera masculinidad ............................................. 73
Máquina, paisaje y com prom iso...................................... 74
La imposibilidad de escapar del c ue ip o .......................... 83
Las complejidades del fango y la sangre ......................... 88
El fantasma de Banquo: las prácticas que se reflejan
en el cueipo y se derivan del m is m o ............................ 93
Darle forma al m u n d o ....................................................... 99
Capítulo 3. La organización social de la masculinidad ... 103
Definir la m asculinidad..................................................... 103
El género como una estructura de la práctica so cial-- 109
Las relaciones entre las masculinidades: hegemonía, su­
bordinación, complicidad, m arginación..................... 115
Dinámica histórica, violencia y tendencias a la crisis . . . 122

S egunda parte
C uatro estudios sobre ij\dinámica
DE I-A MASCULINIDAD

Introducción...................................................................... 133

Capítulo 4. Vive rápido y muere joven .............................. 139


El grupo y el co ntexto ....................................................... 140
El trabajo abstracto........................................................... 142
La violencia y el Estado..................................................... 146
La heterosexualidad obligatoria para los h o m b re s........ 151
La masculinidad como una practica colectiva............... 154
La masculinidad que protesta.......................................... 158
Otras trayectorias.............................................................. 161
Masculinidades divergentes y política de género ........... 164

Capítulo 5. Un mundo completamente nuevo ................... 171


El momento del com prom iso............................................ 173
El distanciamiento............................................................. 176
El movimiento ambientalista............................................ 178
Encuentros con el feminismo .......................................... 181
El momento de la separación............................................ 183
La aniquilación de la masculinidad ................................ 188
El momento del desafío..................................................... 194

Capítulo 6. Un gay muy n o rm a l ........................................ 199


El momento del com prom iso........................................... 202
El granito de arena: la sexualidad.................................... 205
Ser gay: identidad y relaciones ........................................ 209
Las relaciones entre masculinidades .............................. 213
Frente al cam bio................................................................. 216
La masculinidad gay como proyecto e historia............... 219
C a p ít u lo 7. H o m b r e s d e r a z ó n ................................................. 225
C onstru yendo la m a s c u lin id a d ............................................. 227
C o nstru yen do la r a c io n a lid a d ............................................... 231
La profesión v el lu g a r de t r a b a j o ........................................ 235
Lo ir r a c io n a l.............................................................................. 238
La ra z ó n y el c a m b i o ................................................................ 242

TERCERA PARTE
H istoria y política

C a p ít u lo 8 . L a h is t o r ia d e la m a s c u l i n i d a d ......................... 249
La producción de la masculinidad en la formación
del orden de género m oderno.................................... 250
Las transformaciones..................................................... 257
El momento presente ..................................................... 267

C a p ít u lo 9. I á \p o lít ic a d e la m a s c u lin id a d ......................... 275


La política de los hombres y la política
de la masculinidad ..................................................... 275
La terapia de masculinidad ............................................ 277
El cabildeo sobre posesión y utilización de armas:
en defensa de la masculinidad hegem ónica............... 285
La liberación g a y ............................................................ 291
La política de salid a........................................................ 296

C a p ít u lo 10. L a p r á c t ic a y la u t o p í a ...................................... 303


La conciencia histórica................................................... 304
Los propósitos de la acción ............................................ 308
La desvinculación del género y la recomposición ......... 313
Las formas de la acción................................................... 316
La educación................................................................... 321
Las expectativas.............................................................. 324

Bibliografía..................................................................... 329
Masculinidades,
editado por el Programa Universitario
,
de Estudios de Género de la i j n a m
se terminó de im prim ir en jun io de 2003
en los talleres de Grupo Edición, S.A. de C.V.,
Xochicalco 619, colonia Vérliz-Narvarte,
03600, México, D.F.
Para su composición se usaron tipos
de la familia New Aster.
Se tiraron 1 000 ejemplares.

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