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¿Existe alguna relación entre la filosofía y la política? Y de ser así, ¿cuál es esa
relación? ¿Cuáles las características que permite establecerla con aceptable
precisión? A primera vista parecieran dos dominios del conocimiento y acción
humanas completamente diferentes, pues mientras la filosofía busca la verdad, la
política busca el poder y con no poca frecuencia, poder y verdad resultan dos
categorías contrapuestas.
Como expresa Paul Ricoeur en su obra Historia y Verdad: “Toda gran filosofía
quiere comprender la realidad política para comprenderse a sí misma… pues bien,
la política no revela su sentido más que si su objetivo —su telos— puede
vincularse a la intención fundamental de la filosofía misma, al bien y a la felicidad”.
Y en otra parte expresa: “Lo que sigue siendo admirable en el pensamiento
político de los griegos es que ningún filósofo entre ellos —a no ser, quizás,
Epicuro— se resignó a excluir la política de lo razonable que ellos exploraban…”
Esta dimensión universal de la política es hija de la filosofía que nace con los
griegos y se desarrolla con la ilustración, la escuela clásica del derecho natural y
las teorías modernas del contrato social. Ningún poder ejercido al margen de la
ley, que debe ser expresión normativa de la razón, tiene justificación, ningún
Estado o poder del Estado que se aleje de la racionalidad y de la voluntad general
para satisfacer sus intereses particulares tiene legitimidad.
La política, pues, aunque haya degenerado mil veces en prácticas brutales que
desmienten su finalidad, o quizás, precisamente por eso, debe ser lucha para
recuperar su condición humana y vencer el reino de los instintos, la ambición, la
corrupción, la brutalidad y el ejercicio ciego e ilegítimo del poder.