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Tema 19

Ameé rica Latina, primera mitad del siglo XIC


primera mitad del siglo XIX
Construyendo un continente
A lo largo del siglo XIX, las élites hispanoamericanas se vieron enfrentadas a construir
nuevos órdenes políticos. Las "formas" de estas órdenes variaron desde Estados republica-
nos a experimentos monárquicos, como fueron los casos de Brasil y de México. Esta
pluralidad significa que los Estados nacionales contemporáneos no son resultado automático
o natural de las revoluciones y los procesos de independencia. En este sentido, la pregunta
alrededor de qué tipo de orden político construir fue la característica principal de la primera
mitad del siglo XIX hispanoamericano, pregunta que se vio reflejada en distintos proyectos
constitucionales y en guerras sucesivas de facciones con proyectos políticos encontrados.
Esta característica del siglo XIX no fue una particularidad de América Latina. En el caso de
Estados Unidos, como hemos visto, la devastadora guerra civil fue una expresión del
entontamiento de dos maneras antagónicas de comprender el orden político.
Explosión de soberanías
Una vez alcanzada la independencia de las monarquías española y portuguesa, los territorios
americanos enfrentaron la tarea de constituirse como órdenes políticos basados en la figura
del pueblo soberano. Para entender este proceso es necesario reconocer que países como
Colombia, Venezuela, Guatemala, Bolivia, Argentina y Ecuador, entre otros, simplemente no
existían tal y como hoy los conocemos. Por ejemplo, el territorio mexicano contaba, hasta un
momento, con lo que hoy conocemos como California; Argentina se identificaba con el
nombre de "las Provincias Unidas del Río de la Plata" y Brasil había forjado una singular
independencia con la construcción de un orden monárquico independiente.
Recordemos también que la complejidad de los procesos revolucionarios llevó a discutir la
imagen de un proceso singular y homogéneo de independencia. El marco nacional fue un
proceso continuo de negociación de los límites, la
forma y los principios de la comunidad política. Esto se
reflejó en las múltiples cartas constitucionales de las
provincias y los esfuerzos por construir una asociación
de Estados federados entre 1811 y 1816.
La cantidad de constituciones políticas de las
provincias y los numerosos enfrentamientos, algunos
de ellos bélicos, del siglo XIX en Hispanoamérica,
obedecieron a las preguntas sobre cómo construir un
Estado, qué tipo de Estado construir y con qué
recursos y materiales realizar tal labor. En este sentido, los distintos grupos en contienda, los
debates y las confrontaciones armadas del siglo XIX, hicieron parte de este proceso de
consolidación y definición del orden político, el cual tenía como objetivo dar legitimidad a las
nuevas construcciones políticas.
¿Qué significa?
Élite: vocablo de origen francés que refiere, según el diccionario de la Real Academia de la
Lengua, a un grupo o minoría selecta o "rectora". Muchas veces aparece asociado a
expresiones como clase dominante. Sin embargo, no es lo mismo, pues hay un solo tipo de
élite, mientras que los grupos dominantes pueden ser de diverso tipo.
De ciudades-república a confederaciones
Después de la oleada revolucionaria, los nacientes Estados empezaron a definirse. Uno de
los primeros ejercicios de unificación política fueron las "federaciones de estados" o
conjuntos políticos mayores que aglutinaban antiguas ciudades coloniales con las
demarcaciones de los virreinatos. Así, una primera organización política a lo largo del
continente trató de
aglutinar ciudades
distintas y, muchas
veces, rivales.
Por ejemplo, en
septiembre de 1821 se
estableció el Imperio
mexicano, un intento
de sellar la
independencia de
México con la
instalación de una
monarquía
independiente, algo
similar al caso
brasileño, aunque sin la presencia de una figura de la casa real española. La experiencia
imperial mexicana, cuyo líder fue Agustín de Iturbide, fue luego derrumbada para dar paso
a la república mexicana. La extensión territorial del imperio era significativa, pues abarcaba
desde el límite norte del actual estado de California en Estados Unidos hasta el límite con
Panamá.
Con la caída del primer Imperio mexicano, las provincias centroamericanas se reorganizaron
en un sistema federal republicano bajo el nombre de Provincias Unidas de Centroamérica.
Este primer ejercicio de organización política cobijó a los territorios de los actuales Estados
de Guatemala, Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Este nombre fue sutilmente
cambiado con la proclamación de la Constitución de 1824 que llamó a la naciente unidad
República Federal de Centroamérica y cuya existencia se extendió hasta 1840, año de una
aguda confrontación civil que ocasionó la separación de Nicaragua, seguida por Costa Rica,
Honduras y El Salvador.
La República de Colombia fue otro de los primeros ejercicios de articulación política
posrevolucionaria, a menudo llamada la Gran Colombia. Es preciso indicar que los actores
del período así como la Constitución que le dio origen, se refieren a ella solo como Colombia,
haciendo uso del nombre que años atrás Francisco de Miranda había soñado para todo el
continente, un gran imperio que se extendería a lo largo de la América española basando su
nombre en Cristóbal Colón. La república de Colombia se proclamó con la Constitución de
1821 (aunque fue creada por la Ley fundamental de la República de Colombia en el
Congreso de Angostura en 1819) e incluyó a los Estados de Venezuela y Ecuador. Sin
embargo, a finales de la década del veinte la primera república de Colombia entró en crisis,
dando lugar al surgimiento de tres Estados independientes: Venezuela, Nueva Granada y
Ecuador. No obstante, esta coexistencia y luego disolución quedó registrada en los símbolos
de representación nacional de los tres países, al punto de compartir los mismos colores de la
bandera, solo con variaciones en sus escudos.
América del Sur: de ligas y uniones a Estados nacionales
En el sur del continente, la disolución del antiguo virreinato del Río de la Plata trajo consigo la
creación de dos unidades diferentes: las Provincias Unidas del Río de la Plata (también
llamadas Provincias Unidas de Sudamérica) y la Liga Federal o Liga de los Pueblos Libres.
Esta segunda organización, vigente entre 1815 y 1820, se creó en contraposición a las
Provincias Unidas del Río de la Plata y el centralismo que parecía representar el liderato de
Buenos Aires en dicha unidad. Liderada por Gervasio Artigas, la liga federal cubría los
territorios del actual Uruguay y estados de la actual argentina como Córdoba, Corrientes,
Entre Ríos, Misiones y Santa Fe. Sin embargo, el constante crecimiento de la Liga despertó
las reservas de las Provincias Unidas, cuyo eje giraba alrededor de Buenos Aires y, dado el
emergente republicanismo de la Liga, también alertó al Imperio portugués. La reacción de las
tropas portuguesas (recuerda que para este momento la casa Braganza había mudado la
corte a Río de Janeiro) no se hizo esperar llegando a ocupar Montevideo, capital de la Liga,
en 1817. La pasividad de Buenos Aires frente a la invasión llevó a Artigas a declarar la guerra
al mismo tiempo a las Provincias Unidas siendo finalmente vencido en 1820.
La anexión del territorio de la antigua Liga (llamada por los portugueses la provincia
Cisplatina) se vio debilitada por la declaración de independencia I de Brasil en 1822. Los
primeros intentos separatistas se dieron, sin mucho resultado, entre 1822 y 1823 por parte de
algunos integrantes de las Provincias Unidas que buscaban su anexión al gobierno de
Buenos Aires; solo hasta 1825 el movimiento de los Treinta y
Tres Orientales, liderado por Juan Antonio Lavalleja, logró
independizarse de Brasil constituyendo la república del
Uruguay, que proclamaría su primera Constitución en 1830.
En la misma línea, después de la toma de Asunción por tropas
revolucionarias en 1811, Paraguay firmó un tratado de
amistad, ayuda y comercio con las Provincias Unidas que
duraría hasta 1842, año en el que se declara la separación de
Paraguay -no sin resistencia de Argentina- de la confederación
de la Plata.
Finalmente, el caso de la confederación peruano-boliviana
constituye uno de los últimos de este paso de ciudades
repúblicas a confederaciones republicanas y, de estas, a
Estados-nacionales cuyos procesos de afianzamiento
comenzaron con vigor en la segunda mitad del siglo XIX. Un
poco posterior a los ejercicios de confederación de la primera
época independentista, la confederación tuvo lugar en la
década de 1830. De muy corta duración (1837-1839) el
proyecto liderado por Andrés de Santa Cruz dividía esta nueva
confederación en el bajo Perú, alto Perú y Bolivia. Varios de
los opositores peruanos al proyecto de unión y al gobierno del
boliviano Santa Cruz -que se había proclamado protector con
amplios poderes- se exiliaron en Chile y, con la ayuda del
ministro Diego Portales, pudieron convencer al gobierno
chileno de la amenaza que la Confederación suponía en la región, especialmente de
expansión a otros territorios, Chile por supuesto incluido. Junto con tropas peruanas,
opuestas a la confederación, Chile formó el "ejército restaurador" que rápidamente derrotó a
las tropas de la Confederación dando por terminada la experiencia confederativa de Santa
Cruz.
El reconocimiento internacional de las
independencias
Otro de los procesos clave de la primera mitad del
siglo XIX, fue el reconocimiento diplomático de las
nuevas comunidades políticas formadas después de
la independencia. Inglaterra reconoció la primera
república de Colombia y las Provincias Unidas del
Río de la Plata en 1825. A principios de la década,
Estados Unidos había reconocido al gobierno
mexicano; hacia 1822 recibió al primer delegado de
las nuevas naciones de Suramérica, proveniente de
la república de Colombia, y pronto reconocería a los
nuevos Estados posrevolucionarios.
En 1823, Estados Unidos redactó una de las políticas
de mayor impacto en la región: la doctrina Monroe.
Bajo el gobierno del presidente Monroe, la doctrina
subrayaba una política de no intervención de los
poderes europeos en América. Redactada bajo la
sospecha de planes de la Corona española de enviar
una fuerza expedicionaria para calcular las posibilidades de reconquista del territorio, la
doctrina había sido pensada, en un principio, como una declaración conjunta entre Estados
Unidos e Inglaterra para impedir la intervención europea en América. Cuestiones de política
exterior y el surgimiento de un interés en un gradual protagonismo en la región, llevó al se -
cretario de estado John Adams a insistir en que solo Estados Unidos firmara la declaración
en diciembre de 1823. Buena parte de los líderes de la independencia recibieron con bene-
plácito la declaración, pues suponía un respaldo y un reconocimiento tácito al proceso
revolucionario. No obstante, a lo largo del siglo XIX la misma doctrina se usaría para
justificar, bajo el argumento de la seguridad hemisférica, intervenciones estadounidenses
en distintas partes de la región.
Finalmente, tras el fallecimiento de Fernando VII en 1833, quien se opuso hasta el fin de sus
días al reconocimiento de los nuevos Estados de América, y el ascenso al trono de su hija
Isabel II de España, se abrió el camino para una nueva etapa en las relaciones entre la
Corona y sus antiguas colonias. Después de algunas deliberaciones, las cortes generales del
reino autorizaron, en 1836, la renuncia a "cualquier derecho territorial y de soberanía",
reconociendo así la independencia de los nuevos países hispanoamericanos a través de la
firma de tratados de paz y amistad.
El cierre del primer período independiente de América Latina
La primera mitad del siglo XIX también fue un momento de reorganización comercial. En
general, los monopolios sobre pro-
ductos como el tabaco y el alcohol se
mantuvieron como una vía eficiente
de recaudo de dinero para empezar
la construcción de los Estados
después de la guerra. Más aún, las
naciones hispanoamericanas
adquirieron grandes deudas con
países como Inglaterra para financiar
la "puesta en marcha" de procesos
de reconstrucción económica de
necesaria importancia luego de más
de diez años de guerra. Algunos
autores han señalado que esta
primera mitad de siglo fue un proceso
de "lenta ruptura con el pasado colonial", especialmente en términos económicos. No
obstante, investigaciones recientes han mostrado que las naciones hispanoamericanas
enfrentaron, en un breve período, grandes modificaciones políticas y un intenso proceso de
reorganización comercial que llevaría a las conocidas reformas liberales de mediados de
siglo, que cruzarían buena parte del territorio hispanoamericano.
En 1850 el dinamismo de algunas ciudades americanas era innegable. Buenos Aires y
Valparaíso eran activos puertos comerciales en los que el libre comercio, con naciones como
Inglaterra, había potenciado el nivel de intercambios económicos, políticos y culturales.

El crecimiento demográfico es otro aspecto de este proceso. Aunque en países como


Argentina y Uruguay, y en algunas regiones de Brasil, la inmigración masiva favoreció esta
explosión demográfica, en el resto de América Latina se registró un crecimiento de la
población especialmente alrededor de los centros urbanos. En este sentido, el continente
siguió una tendencia mundial que se reflejaría, especialmente en la segunda mitad del siglo
XIX, en el crecimiento de las ciudades. Ni las guerras de independencia ni las consecuencias
de los diferentes proyectos de construcción política frenaron esta tendencia. Aunque para
este caso las fuentes históricas no son del todo fiables, diferentes autores coinciden en
afirmar que a lo largo del siglo XIX las provincias argentinas y Brasil triplicaron su población
con respecto a principios de siglo; países como Chile, Perú, Nueva Granada y Venezuela la
duplicaron, mientras que Bolivia y México alcanzaron porcentajes de crecimiento poblacional
cercanos al 70 %.
El Caribe y las nuevas historias
Una de las zonas de mayor intercambio cultural y comercial de América Latina es la conocida
como el Caribe. Islas como Martinica, Jamaica, Haití, y zonas como las Guyanas Francesa y
Holandesa simbolizan la activa presencia de imperios atlánticos como el holandés, el inglés y
el francés en la región. Precisamente, la presencia del Imperio inglés en el Caribe, a partir de
su colonización en la isla de Jamaica, permitió a Simón Bolívar buscar refugio después de la
primera oleada de movimientos revolucionarios en Hispanoamérica. Fue desde Kingston que
Bolívar redactó su famosa Carta de Jamaica en donde, entre muchos otros puntos, insistía
en la necesaria ayuda internacional en la gesta de los procesos de independencia.
Los himnos y la gesta de lo nacional
Con la consolidación de las unidades políticas que experimentó todo el siglo XIX también
vino la tarea de fundar símbolos y narrativas que promovieran formas imaginadas de
comunión nacional. Los himnos fueron parte importante de este proceso. Sin embargo, como
todo producto histórico la escritura y promulgación de los himnos respondió a las tensiones
del momento específico en el que fueron escritos.
Lee con atención los siguientes apartes de los himnos actuales de Argentina, Nicaragua y
México y averigua acerca del momento en el que fueron creados.
Representación gráfica del concepto

Interpreta y desarrolla
1 Revisa las banderas y escudos de Venezuela, Colombia y Ecuador. ¿Qué diferencias y similitudes existen
entre ellos? ¿Cuáles crees son las razones que las explican?
2 Realiza trabajo individual acerca de uno de los países que constituyen el Caribe y preparen una exposición
sobre el mismo. También pueden seleccionar una zona específica de esta región, por ejemplo, el
archipiélago colombiano de San Andrés y Providencia. ¿Cómo explicar que en esta zona los "raizales"
hablen inglés? Solo una pista: en 1630 colonos puritanos ingleses llegaron a esta región y fundaron
"Providence Island". Luego, presenten su exposición ante el curso.
3 ¿En qué consistió la doctrina Monroe? ¿Qué tipo de intereses movía a Estados Unidos para defender esta
política, en relación con América?
1. ¿Por qué las formas de gobierno monárquico no tuvieron mayor duración en los nacientes Estados
latinoamericanos?
2. ¿Qué tipo de intereses tenían países como Estados Unidos o Inglaterra sobre los territorios
hispanoamericanos?
3. ¿Qué relación consideras que puede existir entre la consolidación de los nuevos Estados his-
panoamericanos y la presencia de Inglaterra y Estados Unidos?
4. Consulta acerca de las coincidencias de los símbolos patrios en América
5. ¿Consideran que los símbolos nacionales son básicos en la construcción de las narrativas nacionales? ¿Por
qué?

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