Вы находитесь на странице: 1из 3

MIEDO A LA LIBERTAD

La inseguridad del individuo aislado, aquel que ha perdido los llamados vínculos primarios, provocan
unos mecanismos de evasión. A esta persona, se le abren dos caminos para superar su estado de
soledad e impotencia: uno de ellos puede progresar hacia la libertad positiva, llegar a una conexión
con el mundo gracias al amor y al trabajo y a poder expresar genuinamente sus facultades
emocionales, sensitivas e intelectuales, no hay sacrificio del yo individual; el otro camino es el que
hace retroceder al individuo, abandona su libertad y trata de superar su estado de aislamiento
rompiendo la brecha entre su personalidad individual y el mundo.

Mecanismos de evasión:

1) Autoritarismo: a abandonar la independencia del yo individual propio y a fundirse con algo


o alguien, exterior a la persona, con el fin de lograr la fuerza que el yo individual no tiene. Se
puede dar de dos formas, como masoquista o como sádico: el propósito es librarse la pesada
carga de la libertad.
Tanto los impulsos masoquistas como los sádicos tienden a ayudar al individuo a evadirse de
su insoportable sensación de soledad e impotencia. El individuo descubre que es libre en el
sentido negativo, es decir, que se halla solo con su yo frente a un mundo extraño y hostil.
El individuo aterrorizado busca algo o alguien a quien encadenar su yo; no puede soportar
más tiempo su propia libre personalidad, se esfuerza frenéticamente para librarse de ella y
volver a sentirse seguro una vez más, eliminando esa carga: el yo.
-Masoquista: Con respecto al masoquismo, la consecuencia del proceso señalado es que el
individuo se siente dominado por un sentimiento insoportable de soledad e insignificancia.
Intenta, entonces, superarlo, despojándose de su yo; y el medio de que se vale es el de
empequeñecerse, sufrir, sentirse reducido a la más completa insignificancia. Pero el dolor y
el sufrimiento no representan sus objetivos; uno y otro son el precio que se ve obligado a
pagar para lograr el fin que compulsivamente trata de alcanzar. Sin llegar a compensar nunca
lo que debe, ni a obtener lo que quiere: paz interior y tranquilidad. Cuando el masoquista se
entrega a un poder mayor, entrega su propio yo y renuncia a toda la fuerza y orgullo de su
personalidad; pierde su integridad como individuo y se despoja de la libertad; pero gana una
seguridad que no tenía y el orgullo de participar en el poder en el que se ha sumergido. Se
salva de la necesidad de tomar decisiones, de asumir la responsabilidad final por el destino
del yo y, por lo tanto, de la duda que acompaña la decisión. También se ve aliviado de la duda
acerca del sentido de su vida o de quién es él.
-Sádico: Es siempre la incapacidad de resistir a la soledad del propio yo individual la que
conduce al impulso de entrar en relación simbiótica con algún otro. Las tendencias sádicas
están fuertemente racionalizadas y permanecen generalmente a un nivel inconsciente; el
sádico se oculta su carácter bajo la forma de una extremada bondad o una exagerada
preocupación por el prójimo que le empuja a someterlo “por su bien”. El sádico depende
emocionalmente de la persona a la que somete.
Para Fromm no, la autoridad ahora se ha vuelto autoridad anónima, se ha transformado en
normalidad social, psicológica, de costumbres, etc. la televisión ha tenido mucho que ver en
ello y los modelos normales de conductas que nos proponen los programas y los noticiarios
no nos son impuestos, sino que más bien se nos dan como ya dados y tácitamente aceptados
por todos. En esta situación el hombre moderno aún es en buena medida siervo de patrones
de conductas que vienen pseudoimpuestos por una normalidad anónima e impersonal.
2) Destructividad: La destructividad difiere del sadomasoquismo por cuanto no se dirige a la
simbiosis activa o pasiva, sino a la eliminación del objeto. Pero también, los impulsos
destructivos tienen por raíz la imposibilidad de resistir a la sensación de aislamiento e
impotencia, la angustia e frustración de la vida. Por cierto, aun cuando logre eliminar el
sentimiento de impotencia, siempre quedaré solo y aislado, pero se trata de un espléndido
aislamiento en el que ya no puedo ser aplastado por el poder abrumador de los objetos que
me circundan.
La vida posee un dinamismo íntimo que le es peculiar; tiende a extenderse, a expresarse, a
ser vivida. Parece que, si esta tendencia se ve frustrada, la energía encauzada hacia la vida
sufre un proceso de descomposición y se muda en una fuerza dirigida hacia la destrucción.
En otras palabras: el impulso de vida y el de destrucción no son factores mutuamente
independientes, sino que son inversamente proporcionales. Cuanto más el impulso vital se ve
frustrado, tanto más fuerte resulta el que se dirige a la destrucción; cuanto más plenamente
se realiza la vida, tanto menor es la fuerza de la destructividad.
Cuando una persona posee conductas destructivas tiene que ocultarlas tras una fuerte
racionalización socialmente aceptada para poder ser admitido en el grupo al que pertenece.
3) Conformismo autómata: Se entiende por conformidad automática aquel mecanismo de
evasión que hace que el yo del individuo se diluya en la sociedad circundante, se puede
comparar al mimetismo del camaleón que lo hace indistinguible de su entorno; el individuo
que adopta la conformidad automática como forma de conducta habitual adopta el tipo de
personalidad que le proporcionan las pautas culturales, es igual a todo el mundo y se comporta
tal y como se espera que se comporte. La discrepancia entre el yo y el mundo desaparece, y
con ella el miedo consciente de la soledad y la impotencia.
Gran número de nuestras decisiones no son realmente nuestras, sino que nos han sido
sugeridas desde afuera; hemos logrado persuadirnos a nosotros mismos de que ellas son obra
nuestra, mientras que, en realidad, nos hemos limitado a ajustamos a la expectativa de los
demás, impulsados por el miedo al aislamiento y por amenazas aún más directas en contra de
nuestra vida, libertad y conveniencia (ej. Matrimonio)
La sustitución de pseudoactos en lugar de actos propios y personales conduce finalmente a
una sustitución del yo original del individuo por un pseudoyó que se comporta como un actor
que representa el papel que le ha sido asignado. Pero al igual que los otros dos mecanismos
de evasión analizados la conformidad también lleva al sujeto a una situación sin salida:
“La pérdida del yo y su sustitución por un seudoyó arroja al individuo a un intenso estado de
inseguridad. Se siente obsesionado por las dudas, puesto que, siendo esencialmente un reflejo
de lo que los otros esperan de él, ha perdido, en cierta medida, su identidad. Para superar el
terror resultante de esa pérdida se ve obligado a la conformidad más estricta, a buscar su
identidad en el reconocimiento y la incesante aprobación por parte de los demás. Puesto que
él no sabe quién es, por lo menos los demás individuos lo sabrán… siempre que él obre de
acuerdo con las expectativas de la gente; y si los demás lo saben, él también lo sabrá… tan
sólo con que acepte el juicio de aquéllos.”

Вам также может понравиться