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La teta sin vergüenza

Antonio, con los ojos cerrados y la manito abrazando fuerte a su mamá, disfruta de
tomar la teta. Mientras, ella lo sostiene con una mano y con la otra saca una foto
para compartir ese momento tan intenso y especial con su familia, amigos y
seguidores. “Así es la vida” escribió María Julia en su cuenta de Twitter para
acompañar la imagen. Y sí, así es la vida durante los primeros meses: una se la
pasa dando la teta, durmiendo poco, entregada a esa criatura que está de estreno
en el mundo, desbordando sentimientos y leche por todas partes. Pero parece que
a la red social la vida le resulta incómoda: al rato de haber subido la foto, Twitter la
censuró. Dijo que la publicación “Podía herir la sensibilidad de algunas personas”.

¿De quiénes? ¿Qué clase de persona se escandaliza frente a la escena de un


bebé alimentándose de la manera más natural del mundo? ¿Por qué si OMS
recomienda la lactancia materna hasta los dos años muchos se indignan cuando
ven una mujer dando la teta? En las redes sociales circulan todo el tiempo fotos
provocativas de mujeres mostrando sus cuerpos como si fueran objetos de
consumo, sin embargo en esos casos nadie censura ni se espanta. Pero con la
lactancia materna hay un doble discurso: la sociedad te exige que le des a tu hijo
la mejor alimentación para que crezca sano y fuerte -y está comprobado que lo
mejor es la teta-; y al mismo tiempo te presiona para que te escondas, para que
tengas vergüenza y te ocultes de la mirada de los otros como si fueras una
criminal. Como si dar la teta fuera un acto obseno. “Esto pasa porque somos
mujeres, si los hombres biológicamente tuvieran que dar la teta y parir, nunca
estaríamos hablando de esto. La lactancia y el parto serían reconocidos,
protegidos, bien aceptados y remunerados”, dice la puericultora Paola de los
Santos. “Por otro lado existe mucho rollo con el cuerpo. Cuando las mujeres se
sacan leche en los trabajos a la mayoría de los hombres les da asco e impresión
ver el tarrito en la heladera. Es un miedo y un rechazo hacia los fluidos en general
y, si encima provienen de la mujer, se los ve como si fueran pecado”.
El gran problema es que la estigmatización de la teta no es un tema meramente
virtual. En los subtes, en los colectivos y en las plazas, a muchas personas les
parece desubicado que una madre alimente a su hijo. El año pasado Victoria
Donda fue acusada de faltar el respeto, de ser una grasa y asquerosa por el
simple hecho de amamantar a su hija en el Congreso, su lugar de trabajo. El año
pasado, también, el Estado reglamentó la Ley de Promoción y Concientización
Pública sobre la Lactancia Materna. El objetivo es generar conciencia sobre todos
los beneficios que tiene dar la teta de manera exclusiva y a libre demanda hasta
los seis meses y combinada con otros alimentos hasta -por lo menos- los dos
años. “Es insólito lo que sucede, se genera presión para que las mujeres
amamanten y no se les brindan las condiciones, casi ningún espacio de trabajo
tiene un lugar cómodo donde sacarle leche”, dice Paola De los Santos. “También
las licencias de maternidad son demasiado cortas. Es un problema grave de falta
de decisión política y falta de solidaridad de la sociedad en general. Dar la teta es
una recomendación y una elección de cada mujer, no una obligación. No hay que
juzgar ni a las que amamantan ni a las que no amamantan. Cada una elige y hace
lo que puede. La lactancia es una relación de mucha intensidad e intimidad, hay
que respetar el deseo de cada mujer y apoyarla en lo que decida, dándole las
herramientas”.

Según la OMS, la lactancia materna aporta todos los nutrientes y anticuerpos que
el bebé necesita, reduce la mortalidad infantil, es fácil de digerir y previene de
alergias, además de ser una forma de dar amor y contención. Y tiene beneficios
para la madre: retrasa el regreso de la menstruación, ayuda a recuperar el peso
previo al embarazo, reduce las posibilidades de contraer cáncer de mama y de
ovario. Sin embargo, a pesar de todo esto, menos de la mitad de los bebés toman
la teta. El mercado está lleno de leches de fórmula y de mamaderas de todas
formas y colores que se encargan de suplantar a la bendita lactancia materna.
Nadie critica a una mujer que le da la mamadera a su hijo en un bar, pero cuidado
si alguna se atreve a dejar que el pezón se asome. “El cuerpo incomoda y por eso
también es que hay tantos bebés y niños mal maternados: con poco contacto
físico”, dice Paola.

¿De qué sirve la ley a favor de la lactancia si la sociedad te juzga y no te


acompaña durante el proceso? Las mujeres necesitamos información y, sobre
todo, apoyo a la hora de dar la teta. Porque, aunque sea un acto de amor y de
comunicación inmenso con nuestro bebé, también puede ser agotador, frustrante,
complicado y doloroso. “La lactancia requiere acompañamiento, el destete y la
vuelta al trabajo también. Durante el proceso hay altibajos y crisis, es todo un
universo. Es fundamental tener ayuda y asistencia amorosa; que existan personas
que estén presentes para dar la posibilidad de afianzarse en la elección. Los
grupos de mama son geniales, hablar, compartir y visibilizar todos estos temas es
importante para que en las próximas generaciones la situación cambie”. Porque no
alcanza con enumerar las virtudes de la leche materna, también hay que generar
una red que contenga y que levante las banderas de la teta sin tanta hipocresía.

“Molesta la teta que asoma bajo la blusa y cae, como caen los duraznos en
febrero, sobre los labios diminutos de la cría hambrienta. Molesta la cría que
acaricia la teta mientras posa los ojos nuevos en el rostro piadoso de la hembra
que amamanta en el parque, en el colectivo, en el cantero. Molesta el pezón,
redondo y rosado, arrugado, rebosante de leche, besado y mordido. Incomoda la
teta cuando es fruta y no morbo, cuando el acto es íntimo a pesar de ser público y
ningún otro que no sea hembra o cría comprende. La teta apropiada es la teta que
vende lencería, celulares, autos, pero nunca la que da de comer. Qué sabe la cría
de momentos adecuados para llorar de hambre. Qué sabe la cría del furioso
marketing que condenó a la teta a ser pública para vender, pero nunca para
amar” Escribió el chaqueño Juan Solá.

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