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EL HISTORIADOR Y LA GEOGRAFÍA

Josep FONTANA
Universitat Pompeu Fabra

En un pasado no tan distante historiadores y geógrafos vivíamos


en un ambiente de mutuo conocimiento de nuestros respectivos
trabajos e incluso de colaboración. Entre mis maestros he tenido a
dos que, como Jaume Vicens Vives y Fierre Vilar, me enseñaron
que era necesario conocer el escenario en que se desarrollan las
vidas de hombres y mujeres, para entender mejor su suerte.
En algún momento, sin embargo, esa capacidad de entendernos
y comunicarnos se quebró. En cuanto se refiere a quienes trabaja-
mos en la investigación y la enseñanza de la historia, que es de
quienes puedo hablar con algún conocimiento, este desvío comen-
zó a partir del viraje que se inició en los años de la guerra fría,
cuando en Estados Unidos los investigadores comenzaron a perca-
tarse de que las instituciones que concedían becas y ayudas recha-
zaban aquellos proyectos que mostraban preocupaciones «sociales»
e iniciaron lo que se llamaría el «giro cultural», que se transmitiría
a Europa más tarde, cuando los desengaños de 1989 se llevaron
por delante, no sólo una retórica degradada que pasaba fraudulen-
tamente por marxismo, sino toda la tradición de lo que solía deno-
minarse la historia económica y social.
Instaladas en una visión de la historia que lo reducía todo a
poco más que el discurso y la representación ¿qué pueden aportar
estas nuevas tendencias a una mejor comprensión de un mundo
como el actual en que los grandes problemas se llaman hambre,
migración o desarrollo sostenibíe, toda una serie de cuestiones que
exigen un regreso con urgencia al mundo real? Es cierto que hay
economistas neoliberales que sostienen que la pobreza es una in-
vención de quienes compilan los índices de bienestar humano de
las Naciones Unidas. Pero hay hechos tan crudos e innegables co-
mo los de la mortalidad infantil que se nos imponen por su propio
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sistema numérico que usamos, al que denominamos numeración


peso y se niegan a dejarse reducir a discurso: tasas de mortalidad arábica, en contraste con la romana, que sería la propiamente eu-
como la del 165 por mil en Sierra Leona o del 153 por mil en Ní- ropea. Un sistema sin el cual los progresos de la ciencia moderna
ger, que implican que muere prácticamente uno de cada seis naci- hubieran sido harto difíciles (¿imagina alguien el cálculo infinitesi-
dos, contrastan con tasas de menos de 5 por mil en Europa occi- mal con numeración romana?). Europa es, por definición, un con-
dental, incluyendo España, que implica la muerte de uno de cada tinente mestizo, algo que la historia de los estados pretende ocul-
doscientos (de uno de cada trescientos en el caso de Suecia). tar.
Lo que me propongo hacer es repasar algunos aspectos por los La única historia de Europa legítima sería la que nos hablase de
que la geografía vuelve a emerger en las preocupaciones de aque- cómo se establecieron las relaciones entre los habitantes de los di-
llos historiadores que se plantean hoy la necesidad de volver a ocu- versos espacios del continente a lo largo del tiempo. Y ésta no se
parse de los problemas reales de los hombres y las mujeres y no puede investigar sin ahondar en las complejas relaciones entre los
sólo de los discursos con que se presentan o disfrazan. hombres y los territorios, que nos llevan en ocasiones fuera del
Empezaré por uno tan dañino, y tan vigente, como el empeño estricto marco continental, a unos espacios privilegiados de relacio-
de convertir en protagonista de la historia al Estado-nación, que se nes, intercambios y encuentros que son los mares vecinos.
define como una realidad trascendente, asentada eternamente en el Barry Cunliffe ha publicado una ambiciosa revisión de la histo-
espacio que ocupa, como si su delimitación fuese consecuencia de ria antigua y medieval europea que sostiene que hay una Europa
alguna característica natural o fruto de una concesión divina. Esta atlántica que va de Islandia a Gibraltar, pasando por Galicia, don-
concepción invalida, por ejemplo, el proyecto actual de hacer una de milenios de vida frente al océano habrían dado lugar a que «cel-
historia de Europa que se pretende construir sumando las historias tas, bretones y gallegos tuviesen una relación más estrecha con sus
individuales de los estados que integran en la actualidad el mapa vecinos marítimos que con sus coterráneos ingleses, franceses o
del continente. españoles» .
La falacia «estatista» que obliga a los historiadores a trabajar a Hay mucho más que esto para sostener la existencia de lo que
partir de los marcos políticos actuales, artificialmente proyectados Bernard Bailyn propone llamar una «historia atlántica» 2. Sin las
hacia atrás, ignora deliberadamente que las fronteras supuesta- relaciones entre las diversas orillas del Atlántico, al norte y al sur,
mente «étnicas» de nuestros días son el resultado de siglos de gue- es imposible explicarse el desarrollo económico moderno europeo.
rras, de migraciones forzadas, de expulsiones y de operaciones de David Hancock nos ha explicado la forma en que un grupo de
limpieza y genocidio cultural, que se han agudizado en el siglo XX: comerciantes instalados en Londres establecieron una factoría en la
esto es, ignora aquello en que consiste esencialmente la historia. isla de Bance, en el río de Sierra Leona, donde no sólo adquirían los
Valga, si no, el ejemplo de una Yugoslavia integrada y desintegra- esclavos que vendían a los plantadores norteamericanos, sitio que
da en el transcurso de setenta y cinco años; hace apenas veinticinco almacenaban los productos con que pagaban los esclavos (adquiri-
años hubiéramos considerado lógico hablar de la Yugoslavia me- dos a cambio de tejidos de la India, hierro sueco, ron de las Anti-
dieval; hoy esto carece de sentido. llas y manufacturas británicas), en un complejo sistema de relacio-
Con un planteamiento étnico-estatista no podemos comprender nes que enlazaba cuatro continentes, en una combinación de lo
la realidad de un continente cuya población se ha formado agluti- que define como «planting», «slaving» and «contracting»: produc-
nando una serie de oleadas de invasores que han llegado a sus tie- ción de «coloniales» en las plantaciones americanas, comercio
rras desde el norte de África, desde el Oriente próximo o desde internacional, trata de esclavos africanos y negocios financieros
Asia Central. La propia cultura europea tiene sus orígenes en el
Oriente próximo, de donde ha recibido conocimientos tan funda- 1. Barry W. Cunliffe, Facing the Ocesn. The Atlantic wotld and its peo-
mentales como los de la agricultura, la urbanización y la escritura, pies, 8000BC-AD 1500, Oxford, 2001.
y se ha enriquecido en la edad media con las aportaciones de la 2, Bernard Bailyn, Atlantic history. Concepf and contours, Cambridge,
ciencia islámica, entre las cuales hay que contar la transmisión del Mass., 2005.
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diversos, ligados en buena medida a estas mismas actividades,


puesto que los esclavos solían venderse a crédito a los plantadores. tantas otras actividades y relaciones colectivas que establecieron
De una combinación semejante de actividades en el marco del lazos de unión y propiciaron aproximaciones culturales muchos si-
glos antes de que los gobernantes inventaran ia unidad europea
Atlántico, que fue en los siglos XVIII y XIX e! mar de los esclavos,
desde arriba.
surgieron los estímulos que favorecieron el crecimiento industrial
británico, que en modo alguno se puede explicar en el interior del Pero ¿cómo estudiar todo este complejo de relaciones sin situar-
maceo de las islas británicas 5. las en el medio en que se producen? Siguiendo con atención los
Pero hay más. Desde una perspectiva radicalmente distinta testimonios de los viajeros y estudiando los condicionamientos de
Peter Línebaugh y Marcus Rediker nos muestran un «mundo at- los viajes y los tráficos, los tiempos del recorrido y sus ritmos esta-
lántico» que abarca las costas de Europa, de África y de América, cionales, Michael Me Cormick nos ha descubierto que aquella alta
donde marinos, esclavos y campesinos lucharon durante dos siglos edad media europea que creíamos cerrada y vacía estaba llena de
y medio contra el proceso de globalización que engendró el capita- vida y de movimiento, de un movimiento de diplomáticos, peregri-
lismo, para preservar su libertad y sus medios de vida. Una historia nos, guerreros o comerciantes, con quienes circulaban mercancías e
ideas .
oculta del Atlántico revolucionario que, como ha dicho Ira Berlín,
nos sirve como «un eficaz espejo para nuestro tiempo, en la medida La preocupación por recuperar el palpitar de los seres humanos
en que nos enfrentamos a las iniquidades y la violencia que conti- cubicándolos en el espacio ha llegado incluso al terreno de la histo-
núan marcando la globalización del siglo XXI» . ria cultural. Franco Moretti, profesor de literatura de la Universi-
Algo semejante sabemos acerca del Mediterráneo, donde Hor- dad de Stanford, ha escrito un Atlas de la novela europea y ha
den y Purcell han iniciado lo que pretende ser la historia de tres teorizado la necesidad de tomar en cuenta el espacio, no sólo a
mil años de vida en común de europeos, asiáticos y africanos, situa- través de los mapas de los lugares reales en que tuvieron lugar
da siempre en el contexto de la relación de los hombres con su en- acontecimientos históricos, de mayor o menor calado, sino constru-
yendo «mapas/diagramas de mundos de ficción, en que lo real y lo
torno !.
Contra tantos estudios sobre los inexistentes estados europeos imaginario coexisten en proporciones diversas, con frecuencia elusi-
vas»
en las épocas medieval o moderna, lo que necesitamos son otros
que nos hablen de las migraciones, de las rutas de comercio que Pero no se trata tan sólo de los condicionamientos que el medio
unían el Báltico con el mar Negro, de los caminos seguidos por los impone al hombre, sino de considerar también la acción de éste
disidentes religiosos (que pueden explicar que los lolardos ingleses sobre el medio.
perseguidos se refugiasen en Bohemia e influyesen en los husitas Nuestra cultura —la de los europeos y de sus descendientes
checos), de fenómenos culturales tan trascendentes como los deri- instalados en otros continentes— ha visto tradicionalmente la na-
vados de la dispersión de los sefardíes expulsados de la Península turaleza como algo que nos ha sido dado para nuestro servicio; la
Ibérica, de la convivencia de los pastores por encima de las fronte- conquista® el dominio de la naturaleza se presentan normalmente
ras políticas, de los recorridos de los buhoneros por todos los cami- como signos indiscutibles de progreso. Hay otras civilizaciones, en
nos del continente, de la comunidad de los hombres de mar y de cambio, que habían aprendido a vivir en un equilibrio más efectivo
con su entorno, a utilizarlo de una forma distinta, menos expoiia-

3. David Hancock, Gcizens of che worid. London merchants and the


integration of the British Atlantic community, ¡735-1785, Cambridge, 1995. 6. Michael McCormick, Orígenes de Ja economía europea. Viajeros y
4. Peter Linebaugh y Marcus Rediker, La hidra de la revolución. Marine- comerciantes en ia alta, edad media, Barcelona, 2005.
ros, esclavos y campesinos en ¡a historia oculta del Atlántico, Barcelona, 2005. 7. Franco Moretti, Graphs, maps, trees. Abstract models for & literary
5. Peregrine Horden y Nicholas Purceel, The corrupting se&. A study of theory, Londres, 2005, pág. 63. Las ideas de Moretci han abierto un campo de
Meditefranean history, Oxford, 2000; véase también John Wansbrough, Lin- discusión, como en Christopher Prendergast, «Evolution and íiterary hisrory. A
gua franca in the Mediterranean, Richmond, 1996, response to Franco Moretti», en New/efe review, 34 (july/august 2005), págs
40-62.
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dora. Éste era el caso, por ejemplo, de las civilizaciones americanas colonizadores supusieron un retroceso. Conocemos, por ejemplo, el
anteriores a la conquista española, como lo muestran la utilización caso del valle del Mezquital, al norte de la actual Ciudad de Méji-
combinada de los pisos ecológicos de los Andes por los pueblos co. Esta zona tenía en tiempos indígenas una agricultura intensiva
peruanos, la forma en que los indígenas de la Amazonia habían irrigada, rica y compleja, que los otomís habían desarrollado du-
aprendido a explotar el bosque con criterios conservacionistas o la rante cuatro siglos de ocupación del territorio y que mantenía una
agricultura de los mayas. población muy numerosa. La introducción de las ovejas por parte
Todo lo cual se acabó con la presencia de los europeos. Cuando de los españoles, y su actuación para forzar el aumento de los reba-
se habla de los «intercambios» entre Europa y los continentes ños (por ejemplo, quemando los bosques para disponer de más
«descubiertos», por ejemplo, nos solemos limitar a hacer un inven- pastos) lo cambió todo. A fines del siglo XV] un 60 por ciento de
tario de las especies animales y vegetales que han pasado de uno a ¡as tierras estaban dedicadas a pastos y el retroceso de la produc-
otro, como si se tratase de los términos de un canje mutuamente ción agrícola había hecho disminuir catastróficamente la pobla-
provechoso. Pero la actuación de los europeos en las nuevas tierras ción: el resultado no fue crear un nuevo paisaje a la europea, sino
a las que llegaban fue mucho más allá de la introducción de espe- un territorio medio desierto que producía mucho menos que en los
cies útiles, puesto que con ellas también llevaron plagas y híerba- tiempos anteriores a la conquista.
jos, que venían mezclados con las semillas de cereales, sin haber Todo ello debe ayudarle al historiador a entender que la rela-
sido llevados exprofeso, pero cuyo efecto fue a menudo devastador. ción del hombre con la naturaleza es muy compleja. No podemos
Seguían a los europeos dondequiera que fuesen; el sesenta por cien- contentarnos con verlo como un conquistador que lucha pata do-
to de los peores de Canadá y la mayoría de los de Nueva Zelanda o minaría, pero tampoco basta con deplorar el impacto nocivo de su
del Sur de Australia son de origen europeo. En Perú plantas como intervención; debemos esforzarnos en entender que entre el hom-
el trébol lo invadieron todo y ayudaron a preparar el terreno para bre y el medio hay una relación de simbiosis, o mejor de pertenen-
la sustitución completa de la vegetación (la de origen europeo esta- cia. Que el hombre está en la naturaleza, porque forma parte de
ba mejor adaptada para resistir el pastoreo de los grandes rebaños). ella: que su propia evolución está estrechamente condicionada por
En la Pampa argentina sólo la cuarta parte de las plantas que cre- las posibilidades que le ofrece el medio en que vive. No podríamos
cen espontáneamente son nativas. Fueron un elemento esencial del entender muchos episodios de ascenso y de decadencia de los pue-
imperialismo ecológico europeo . No hubo, en cambio, los mismos blos en la historia, si dejásemos de tomar en cuenta informaciones
efectos de retorno sobre una Europa que se apropió de las nuevas tan esenciales como las que se refieren a la relación de las socieda-
plantas cultivadas y que gracias a ellas, gracias sobre todo al maíz des con su entorno.
y a la patata —que no eran especies naturales, sino cultivos elabo- Antes he mencionado una palabra que se repite constantemente
rados pot las culturas indígenas americanas— pudo sostener la en las discusiones acerca del presente, una palabra de peligrosa
gran expansión demográfica del siglo XIX. ambigüedad: globalízación. Si se consulta internet, nos dice Gio-
Cuando decimos que los europeos acomodaron el ecosistema de vanni Gozzini, «globalízación» es una palabra más frecuente hoy
otros continentes a sus necesidades, lo acostumbramos a interpre- que otras como «capitalismo», «multinacionales» o «subdesarro-
tar en términos de la introducción de una agricultura avanzada en llo», lo que significa que está desplazando la atención de proble-
sustitución de una explotación más primitiva (es, por ejemplo, el mas reales hacia un concepto que resulta aún nebuloso y, sobre
argumento que se utiliza para justificar la expoliación y el extermi- todo, ambivalente s, ya que, como se ha dicho: «Los defensores del
nio de los indios norteamericanos). A menudo no fue así. En luga- capitalismo y de la libertad de comercio ven la globalización como
res como Méjico o Perú los sistemas agrarios indígenas estaban una fuerza positiva y progresiva que crea puestos de trabajo y eleva
acomodados al medio y los cambios imprudentes que hicieron los
9. Giovannt Gozzini, «La parola globalízzazione» en Passaro e presente, 58
8. Alfred W. Crosby, Imperialismo ecológico. La expansión biológica de (2003), págs. 5-15; Matthew J. Gíbney, en M. J. GJbney <ed.), GJobaJizing
Europa, Barcelona, 1999, págs. 164-191. righrs, Oxford, 2003, págs. 2-5.
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en última instancia los niveles de vida en el mundo entero. Los a los negros que vivían en los trópicos, porque no trabajarían
críticos la ven como un medio para expropiar los recursos de los 10 se Íes obligaba a hacerlo.
países pobres, hundiéndolos en el endeudamiento, llevándoles a ín Europa anee el espejo cité dos textos de Montesquieu sobre
usar el trabajo mal pagado de los pobres y acelerando la degrada- esclavos, el primero era una justificación implícita de la esclavi-
ción del medio ambiente» lo. Y, sin duda, la globaíización es 10 |íl: «uno no puede hacerse a la idea de que Dios, que es un ser muy
uno y lo otro. , haya puesto un alma, y en especial una alma buena, en un
Pero ¿cómo es posible hablar de un mundo globalizado sin ana- frerpo enteramente negro». El segundo sacaba las consecuencias
lizar las corrientes que lo enlazan y las transformaciones que se lácticas de esta afirmación, diciendo: «el azúcar sería demasiado
producen en cada uno de los puntos que unen y en ocasiones en- >, si no se hiciese trabajar la planta que lo produce por medio de
frentan? Vandana Shiva nos descubre, por ejemplo, las consecuen- clavos». Cuando se iba a hacer la traducción francesa del libro Jac-
cias que ha tenido la pérdida gradual de los derechos comunitarios les Le Goff protestó indignado diciéndome que yo no había enten-
sobre el agua, la privatización de un recurso precioso para la sub- jdo que Montesquieu decía estas cosas en un sentido sarcástico. Qué
sistencia de los campesinos, en el empobrecimiento de una gran ieren ustedes, a mí lo que me parece un sarcasmo es que la repú-
parte del mundo y sostiene que muchos conflictos que se nos pre- ka francesa fundada por la revolución mantuviese el trabajo forza-
sentan como de origen étnico o religioso tienen en realidad en su fÜÓ de los indígenas en sus colonias africanas hasta después de 1945.
trasfondo la lucha por ei agua n. Conozco el caso de un ingeniero Lo malo es que estos tópicos climático-racistas han sido en oca-
que trabajaba en la construcción de grandes presas fluviales en Ifftmes aceptados en el propio sur en que vivimos, como en la Espa-
África y que abandonó su trabajo por motivos de conciencia, al ía que, por boca de Fraga, lanzó al mundo civilizado aquella ro-
darse cuenta de que no estaba colaborando en algo que significaba ftunda afirmación de que este país no era Europa, porque era dife-
una contribución al progreso común sino en el instrumento de un Píente. No crean ustedes que eso era muy nuevo. Hay un folleto de
despojo. |l848, titulado España y Europa, que sostiene lo mismo; su autor
No se trata tan sólo del espacio, las comunicaciones y los recur- fie alegraba de que este país no se estuviese industrializando, por-
sos naturales. Hoy estamos volviendo, por ejemplo, aprestar aten- gue así se ahorraría revoluciones como las que conmovían Europa.
ción a la influencia del clima. ¿Cómo podríamos dejar de hacerlo fuste fue, en consecuencia, el país del «que inventen ellos», en que
I- en un tiempo que parece ser de grandes cambios en este aspecto? llegó a decir que a una gente que había conquistado el mundo
I Desde la antigüedad ha sido frecuente especular sobre la influencia íno se la podía hacer perder el tiempo mirando por un microscopio.
que las diferencias de clima tenían en las sociedades humanas. 1939 se publicó un libro, La nueva escuela española, obra de
Montesquieu sostenía que en los países del norte «el aire fresco ¡^Antonio J. Onieva, «asesor técnico del Ministerio de Educación
aprieta las extremidades de las fibras exteriores de nuestro cuerpo», Racional» 12, que contenía afirmaciones tan gloriosas como ésta:
favorece el retorno de la sangre al corazón, hace a los hombres más ^Europa es el mundo ideal del 2 y 2 son 4—- me dijo un día mi
fuertes y activos, les da confianza en sí mismos y los hace más va- Amaestro. A lo que yo le respondí: —Y España es el mundo pasio-
lientes y conscientes de su superioridad. En los países cálidos, en |?naJ del 2 y 2 son 5».
cambio, las fibras se relajan, disminuye su fuerza y los hombres son Cuando Gil de Zarate planeaba la reforma de la enseñanza
perezosos. No piensen sin embargo que ésta era una opinión desin- ssecundaria española, hacia 1845, sostenía que métodos como los
teresada, puesto que le servía al cabo para justificar que se escíavi- Implicados en Bélgica y Alemania, buenos para «los hijos del norte
r{...), más atentos y meditabundos», eran inadecuados para «los

10. A. G. Hopkins ( ed.), GJobaJization in World history, Londres, 2002, 12. Onieva comenzó siendo carlista y fue sucesivamente reformista y repu-
dtadepágs. 1-2. blicano radical, antes de convertirse al franquismo imperial y escribir, además
11. Vandana Shiva, Wacer wars. Privatización, pollution and profit, Lon- "del engendro que cito, libros de lecturas con títulos como Escudo imperta/ y
dres, 2002. .Así quiero ser el niño del Nuevo Estado.
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ingenios vivos, ardientes» de «los que nacen en el mediodía». Claro en su origen, interpretaciones de la realidad y que, al volverlos a
que como el gobierno español no iba a poner ni un duro para pa- reunir, reinterpretamos a la luz de nuevos puntos de vista. La sim-
gar esta segunda enseñanza, que debían sostener las diputaciones ple producción de un recuerdo puntual es un acto intelectual muy
provinciales y los municipios con sus escasos recursos, poco impor- complejo .
taban los métodos. No me extraña por ello que durante la Guerra Quien más allá nos ha llevado una nueva concepción de la me-
Civil Franco decidiese cerrar bastantes institutos de los que había moria que la presenta como el fundamento de la conciencia es un
creado la república, considerándolos excesivos: debía creer que los gran neurobiólogo, el premio Nobel Gerald Edelman, quien señala
hijos ardientes del sur no necesitábamos tanta enseñanza. Y así nos que una de las funciones esenciales de la memoria es la de hacer
sigue yendo ahora. «una forma de recategorizadón constructiva» cuando nos enfrenta-
Pero hoy no consideramos el cambio climático con la vieja ópti- mos a una experiencia nueva. Esta recategorización no es una mera
ca fatalista que se situaba frente a sus consecuencias extremas reproducción de una secuencia anterior de acontecimientos, sino
calificándolas de catástrofes naturales. Una de las cosas que nos una estrategia para evaluar situaciones nuevas a las que hemos de
han enseñado los estudiosos de las grandes hambrunas africanas es enfrentarnos mediante la construcción de un «presente recordado»,
que hay muy pocas catástrofes que haya que atribuir a la naturale- que no es la evocación de un momento determinado del pasado,
za, puesto que la mayoría de ellas son de origen humano. sino que implica la capacidad de poner en juego experiencias pre-
En un reciente estudio sobre la crisis española en el reinado de vias para diseñar un escenario contrafactual al cual puedan incor-
Felipe IV, Geoffrey Parker ha vuelto a plantear el tema, que pare- porarse los elementos nuevos que se nos presentan. O sea, que la
cía olvidado, como pasado de moda, de la crisis mundial del siglo «recategorización» es el proceso por el cual la memoria interpreta
XVH, y la interpreta como la consecuencia de «un repentino episo- los datos de situaciones nuevas que recibe la conciencia, basándose
dio de "enfriamiento global" que colocó a muchas zonas de un en experiencias pasadas .
planeta superpoblado bajo una extrema presión», insistiendo en Pienso que estas ideas acerca de la memoria personal valen tam-
que no se trata de considerar tan sólo el clima, sino que la crisis bién para comprender mejor la naturaleza de nuestra memoria
surgió de una combinación de los factores naturales y los humanos, colectiva, que es la historia. La función de los historiadores no es la
del empeoramiento de las condiciones climáticas actuando sobre de sacar ala luz acontecimientos que estaban enterrados en el olvi-
e • j >C
un régimen demográfico tenso U . do, sino que lo que nos corresponde es usar nuestra capacidad de
Algunos tal vez se pregunten si merece la pena que los historia- crear «presentes colectivos recordados», si me permiten que adapte
dores nos metamos a ocuparnos de los problemas que afectan hoy así la expresión de los neurobiólogos, para contribuir a la forma-
a los hombres y mujeres de nuestro entorno, como si lo que hace- ción de una conciencia común que responda a las necesidades del
mos sirviera para algo. Yo pienso que, en efecto, nuestro trabajo momento, no deduciendo lecciones inmediatas de situaciones del
puede aportar algo útil, en la medida en que tenemos un papel pasado que no han de repetirse, sino ayudando a crear escenarios
esencial en la construcción de la memoria colectiva.
Déjenme que divague un poco acerca de la función de la memo-
ria. Sabemos hoy que la memoria personal de cada hombre o mu- \4. Daniel L. Schacter, Searching for memory, The brain, chemind, and che
jer, aquello que contribuye a darle un sentido de identidad, no es pase, Nueva York, 1996; Alwyn Scott, Stairway ro the mínd, Nueva York,
un simple almacenamiento de percepciones del pasado. Contra la 1995,pág.78.
15. Gerald M. Edelman y Giulio Tononi. El universo deia conciencia. Cómo
idea común, nuestros recuerdos no son restos de una imagen que Ja materia se convierte en imaginación, Barcelona, 2002 y Getald M. Edelman,
conservamos en el cerebro, sino una construcción que hacemos a Wider rhan che sky. A revolutionary view if consciousness, Londres, 2005; de
partir de fragmentos de conocimiento muy diversos que ya eran, modo semejante Gilíes Fauconnier y Mark Turner en The way we think. Con-
ceptual bending and che mind's hidden complexicíes, Nueva York, 2002,
13. Geoffrey Parker, «El desatollo de la crisis» en G. Parker (ed.), La crisis señalan la importancia de «la construcción de lo irreal», del uso de escenarios
de la monarquía de Felipe IV, Barcelona, 2006. contrafactuales, como son los de los «presentes recordados».
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en que sea posible encajar e interpretar los hechos nuevos que se | Quisiera insistir en estas hermosas palabras de Bloch: «formarse
nos presentan. una idea clara de las necesidades sociales y esforzarse en difundir-
Pero ¿cómo vamos a contribuir a esta elaboración de escenarios la», porque me parece un espléndido programa para el trabajo de
para enfrentarnos al presente sin un conocimiento adecuado de los un historiador' .
problemas del mundo de hoy? Hablando de la globalización y de Para poder llevar a cabo una tarea semejante necesitamos
las pugnas que produce Hopkins ha escrito: «Sus protagonistas se sumergirnos en la realidad, estudiarla de cerca, esforzarnos en en-
dirigirán cada vez más a la historia para encontrar apoyo. A los tenderla. Para ello, está claro, necesitamos de la colaboración de los
historiadores nos toca la obligación de asegurarnos cuando menos f geógrafos, que deberían volver a echarnos una mano, como en el
de que la historia que se utilice se base en evidencia y no en datos £ pasado, para ayudarnos a comprender mejor el mundo complejo
extrapolados y de esforzarnos en ver cómo podemos utilizar, en que nos rodea. Tal vez debamos pedirles, para ello, que no caigan,
contrapartida, argumentos acerca del presente para mejorar nues- I,como nos ha sucedido a nosotros, en la trampa de complacerse en
tra comprensión del pasado» l . el vicio solitario de una ciencia abstracta, sin utilidad social alguna,
Unas palabras que me recuerdan que Fierre Vilar rechazaba sino que se esfuercen en recuperar espesor de humanidad en su
también el tópico simplista de que el conocimiento del pasado i; trabajo. De este modo podremos auxiliarnos, los unos a los otros,
sirve para entender el presente, como si el estudioso que vive ence- en la tarea de enseñar a los hombres y mujeres de nuestro entorno,
rrado en el archivo, alejado del contacto con la calle y comunicán- en estos tiempos de perspectivas tan sombrías, aquello que Walter
dose intelectualmente tan sólo con los miembros de su propia tri- Benjamín acertó a describir con tanta precisión: «a descubrir las
bu, tuviese lecciones que dar a un mundo exterior que conoce mal fuerzas oscuras a que su vida ha sido esclavizada» 18.
y que no es seguro que entienda. A esta visión tópica Vilar le opo-
nía, como un contraveneno, otra que nos proponía «comprender el
pasado para conocer el presente», esto es, para someter a análisis la
información deformante que recibimos, para defendernos de la
irracionalidad cotidiana con la reflexión y para situar los conteni-
dos adecuados detrás de cada palabra.
Sólo a la luz del conocimiento del presente se pueden explorar
aquellas zonas del pasado que contienen enseñanzas útiles para los
hombres de hoy. Lo entendió en los momentos finales de su vida,
mientras luchaba en la resistencia contra los nazis, Marc Bloch,
que reivindicaba la capacidad del historiador para cambiar las co-
sas. Una conciencia colectiva, decía, está formada por «una multi-
tud de conciencias individuales que se influyen incesantemente
entre sí». Por ello,
formarse una idea dará de las necesidades sociales y esforzarse
en difundirla significa introducir un grano de levadura en la
mentalidad común; darse una oportunidad de modificarla un
poco y, como consecuencia de ello, de inclinar de algún modo
el curso de los acontecimientos, que están regidos, en última
instancia, por la psicología de los hombres.
17. Marc Bloch, La extraña derrota, Barcelona, 2003, págs. 163-166.
18. Walter Benjamín, Dirección única, Madrid, 42005, pág. 30.
16. Hopkins, Globalization in worid htstory, pág. 9-

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