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Enseña más que eso, puesto que prueba de modo irrefutable 3.

Discurso de Angiolillo ante el tribunal militar de


que las máquinas que economizan el gasto de las fuerzas y cen- Vergara*.
tuplican el producto de trabajo, así como todos los tesoros de la
naturaleza, minas, bosques, ríos y mares, con todas sus riquezas, Señores:
son de la exclusiva propiedad de la humanidad, y nadie, sin
irritante violación del derecho, puede privar a otro de la parte Ante todo, debo repetir lo que dije ya al juez instructor: no
que le corresponde en el disfrute de estos goces. tengo cómplices. Sería inútil buscar al ser humano a quien yo
haya confiado mi proyecto. No dije a nadie una palabra de él.
El pueblo llegará a comprender esto y reclamará sus derechos Solo, completamente solo, concebí, preparé y realicé la ejecu-
aun cuando erijáis horcas en todas las esquinas de las calles. ción de Cánovas.
Vais a ahorcarnos por habernos atrevido a deciros la verdad;
pues bien, moriremos orgullosos; os despreciamos. El número Señores: no os encontráis delante de un asesino, sino ante
de los que nos han precedido en este camino es inmenso; estamos un justiciero.
dispuestos a seguirles y sabemos positivamente que detrás de
nosotros vendrá un gran número de valientes revolucionarios Desde hace varios años sigo con interés los aconteci-
que, a su vez, os despreciarán también. mientos en Europa. He estudiado la situación de España y de
las varias naciones vecinas: Portugal, Francia, Italia, Suiza,
Bélgica, Inglaterra. Mis ocupaciones y mis simpatías me han
llevado constantemente entre la clase laboriosa y pobre de estas
regiones. Doquiera, he encontrado el espectáculo doloroso de la
miseria. Doquiera, he oído las mismas quejas, he visto derramar
las mismas lágrimas, surgir las mismas rebeldías, acariciarse las
mismas aspiraciones.

Doquiera, también, he comprobado entre los ricos y los


gobernantes la misma dureza de corazón, el mismo desprecio a
la vida humana.

Estas observaciones generalizadas me han llevado a odiar las


iniquidades que pesan sobre las sociedades humanas de la que
ellas mismas son la base.

En la vida de la rebelión, me encontré con hombres entu-


siastas, enérgicos, prendados de la justicia, amantes del ideal.
Estos seres, a quienes indigna la injusticia y que aspiran a
alcanzar un mundo de bienestar y armonía, son los anarquistas.

*
Fuente: Los anarquistas ante sus jueces, ediciones de La Revista Blanca,
Barcelona 1931. Las palabras entre corchetes están copiadas de esa misma
edición.

130 / ANÍBAL D’AURIA CONTRA LOS JUECES / 131

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