Memoria, pasado y futuro Por Hilda Sábato Facultad de Filosofía y Letras de la UBA- Conicet Texto publicado en: Puentes, No.1, agosto de 2000, bajo el título “La cuestión de la culpa”
remiten a constelaciones de valor también
Dada la enorme dificultad que exhibe distintas.2 Con el fin del mito nacional, el el tema que nos convoca, voy única- pasado se ha abierto a apropiaciones e mente a desgranar algunas ideas y interpretaciones diversas que han dado sugerencias para estimular discusión lugar a confrontaciones tan cargadas co- en torno de tres puntos centrales del mo las que rodean a la revisión del pasa- debate contemporáneo sobre la me- do de Vichy en Francia o las renovadas moria: Memoria colect iva, memoria e polémicas sobre la Shoah. Sin embargo, historia y “nuestra” memoria. esta rivalidad de memorias, que se consi- dera un rasgo fundamental de toda socie- 1. Memoria colectiva dad pluralista, no está asegurada. La ¿Qué recuerda, cómo recuerda un grupo memoria -como nos alerta Oliver Mongin- humano determinado? ¿Cómo rescata y puede convertirse en esencialista, totali- selecciona, ordena y narra los hechos del zadora, cuando grupos que propugnan pasado que intenta rescatar del olvido a una identidad fuerte, sustancial, intentan que están condenados la mayor parte de fundar dogmáticamente el futuro a partir ellos? En sus “Reflexiones sobre el olvido” de la remisión a un pasado estable depo- Yosef Yerushalmi sostiene que la memoria sitario de valores de tradición. Los ejem- colectiva de cualquier grupo humano se plos no faltan. Por esta vía, hasta el terror construye rescatando aquellos hechos que puede llegar a legitimarse invocando “la se consideran ejemplares para dar sentido memoria cultural, nacional y religiosa”.3 a la identidad y el destino de ese grupo.1 ¿Es imposible, entonces, pensar en Aunque teñida de cierto esencialis- una memoria colectiva nacional, que no mo comunitarista, esta definición tiene la aplaste la diversidad, que asegure el plu- ventaja de que pone en primer plano una ralismo? Aquí entramos en un territorio en cuestión que me parece central al abordar disputa, porque la idea misma de nació n y el tema de la memoria colectiva: la cons- de la identidad nacional lo están. Se pue- trucción de la memoria es una operación den, sin embargo, ensayar algunas sali- cultural que se funda sobre valores. El das. Jurgen Habermas, por ejemplo, ha pasado se convierte en cantera para la propuesto una identidad nacional basada recuperación de materiales y experiencias en ciertas concepciones universales y en ordenados como relato que encarnan a la lo que llama “patriotismo constitucional”. vez que buscan instituir un recuerdo La base comunitaria de la nación estaría, ejemplar para un grupo humano. en ese caso, en el pacto político democrá- ¿Qué pasa cuando ese grupo tico que constituiría el principal lazo soli- humano es una nación? En primer lugar, dario entre sus habitantes, más allá de como ha señalado en un trabajo reciente sus diferencias en otros planos. Se trata, Hugo Vezzetti, “Dado que la sociedad no como es sabido, de una propuesta muy es concebible como un actor colectivo discutida y discutible. Lo atractivo de este homogéneo y no hay un fundamento planteo para nuestro debate es que per- esencial permanente, coexisten memorias mite pensar en una comunidad nacional y tradiciones diferentes” que, agrego yo, 2 Hugo Vezzetti: “Variaciones sobre la memo- 1 Yosef Yerushalmi: “Reflexiones sobre el olv i- ria social” en Punto de Vista, N° 56, 1996. 3 do” en Y. Yerushalmi y otros: Usos del olvido. Olivier Mongin: “¿Una memoria sin historia?” Buenos Aires, Nueva Visión, 1989. en Punto de Vista, N° 49, 1994. 1 no esencialista, capaz de albergar grupos dora o un intercambio dialéctico abierto culturalmente heterogéneos. En el plano que nunca termina de cerrarse”.5 que hoy nos ocupa, si la construcción de Por cierto que el tema es demasia- la memoria es –como dijimos- una opera- do complejo como para desarrollarlo en ción cultural fundada sobre valores, po- pocas líneas. Más allá de la relación entre demos postular un trabajo de memoria ambas construcciones –la de la historia y centrado en la recuperación de hechos la de la memoria- vale la pena, sin em- que permitan consolidar valores tales co- bargo, reflexionar sobre el papel de los mo la defensa de los derechos humanos y historiadores y de la investigación históri- las libertades democráticas, que son cons- ca en los trabajos de memoria. Daniel Le- titutivos de una identidad colectiva en el vy considera a los historiadores como sentido mencionado arriba. Volveré sobre “actores importantes que, investidos de la este punto. legitimidad impartida por su carácter de La memoria se vincula explícita- expertos, contribuyen a forjar la identidad mente con la construcción de identidad, o colectiva vinculando el pasado y el pre- mejor, de formas identitarias que, aunque sente, proporcionando continuidades y un cambiantes y heterogéneas, dan cohesión repertorio de memoria” materiales a los a grupos humanos, a comunidades cultu- que la comunidad nacional puede recurrir rales, e incluso a las naciones. Pero ¿qué para autodefinirse.6 es, entonces, lo que la diferencia de la Ha sido precisamente la autonomi- historia? zación de la historia con respecto a los mitos nacionales que ha abierto el camino 2. Memoria e historia para la disputa por los símbolos y los La historia hoy se ha desgajado de ese hechos del pasado a incorporar a la me- papel legitimante del estado-nación que moria colectiva y a los procesos de forma- la llevó a la gloria. Con el fin de la novela ción de identidades. En ese marco, el dis- nacional, desaparece también ese movi- curso historiográfico circula en la esfera miento histórico que aseguraba “el desli- pública y los historiadores con frecuencia zamiento desde el pasado hacia el futuro se han convertido en actores importantes por la mediación del presente”, donde el de ese espacio. El debate entre ellos, futuro aparecía como novedad pero tam- además, trasciende muchas veces los lí- bién como destino (nacional). Esto no ha mites de la academia y alimenta las discu- significado, sin embargo, el fin de la histo- siones políticas y culturales más amplias. ria como disciplina. Ella florece, despren- Jurgen Habermas ha hablado del “uso pú- dida de sus imperativos teleológicos y de blico de la historia”, en ocasión del famoso sus obligaciones identitarias (propias de la debate de los historiadores -el Historikers- era de auge de los estados nación); se ha treit- desatado en Alemania hacia fines autonomizado como saber.4 de los ’80. Y han sido historiadores revi- Esta situación ha generado una sionistas de distinto cuño quienes, en va- fuerte controversia en torno a las relacio- rios países, han contribuido recientemen- nes entre historia y memoria colectiva. te de manera decisiva al cuestionamiento Están, por una parte, quienes quieren de las identidades heredadas, de los moti- subsumir la historia en la memoria, en- vos fundantes de las memorias naciona- tendiendo a esta última como la única que les. remite a la vivencia auténtica, y permite La investigación histórica puede, recuperar el pasado sin misticismos. entonces, actuar contra las cristalizacio- Otros, en cambio, insisten en la oposición nes de la memoria individual y colectiva, entre ambas, para proteger a la historia abrirlas a la interrogación, cuestionar el de las trampas de la memoria. Finalmen- te, están quienes entienden a la relación como suplementaria, como la base de 5 Dominick LaCapra: History and Memory after “una interacción mutuamente cuestiona- Auschwitz. Ithaca y Londres, Cornell Univer- sity Press, 1998. 6 Daniel Levy: “The Future of the Past: Histo- riographical Disputes and Competing Memo- 4 Olivier Mongin: “¿Una memoria sin historia?” ries in Germany and Israel” en History and en Punto de Vista, N° 49, 1994. Theory. Vol 38, N°1, Febrero 1999. 2 conformismo, luchar contra la complacien- bio fundamental, pues colocó el tema de te “memoria-hábito”. los derechos humanos en la base misma de la institucionalidad democrática. Ese 3. “Nuestra” memoria tema se instauró de manera totalmente Estamos aquí para contribuir a rescatar novedosa en la sociedad argentina, como del olvido futuro el pasado de horror y aspecto fundador y constitutivo de la co- terror de la dictadura más sangrienta de munidad política que comenzó a organi- nuestra historia e incorporarla a nuestra zarse en torno de sus principios. La revi- memoria colectiva. La palabra “nuestra” sión del pasado del terrorismo de estado introduce de inmediato un interrogante: se convirtió en una instancia clave para la nuestra ¿de quién? Quisiera ahora reto- construcción del futuro. mar la idea de nación que mencioné ante- Se definió asi un piso consensual de riormente. SI pensamos en la Argentina memoria colectiva, inestable sin duda, nación entendida como comunidad política sujeto a co ntroversia, pero un piso al fin, democrática, serán los valores de la de- fundado sobre valores que no necesaria- mocracia los que deberán fundar el proce- mente habían formado parte de la ident i- so de construcción cultural de la memoria dad argentina anterior. Lo que vino des- de la dictadura. Por cierto que hay dife- pués, sin embargo, no fue una afirmación rentes versiones de ese pasado y que la o profundización de la senda que marcaba lucha por dar sentidos específicos a los ese gesto inaugural, sino una alternancia contenidos de la memoria se multiplican y de hechos y momentos bastante más co n- seguirán multiplicándose. Sería importan- fusos en cuanto al proceso de construc- te, sin embargo, crear un consenso, am- ción de la memoria colectiva. Obediencia plio, básico, y que será sin duda inestable, debida, punto final, indulto y otros retro- en la interpretación del terror de manera cesos no alcanzaron sin embargo para tal que se constituya en un núcleo co m- clausurar la búsqueda. Los trabajos de partido colectivamente por quienes se memoria continúan en muchas y variadas identifican con la Argentina como comuni- direcciones, como lo demuestra este en- dad democrática. cuentro. No estamos partiendo de cero. Profundizar el consenso social en Existe ya un punto de arranque, un piso torno al pasado a partir de esos valores para trabajar sobre esa construcción. Me democráticos que hoy gozan aprobación refiero al Juicio a las Juntas y el informe colectiva -el pluralismo, el antiautorita- de la CONADEP. Ambos constituyen rismo, la igualdad y la libertad- requiere hechos decisivos y trascendentes de la continuar con la revisión pero también historia argentina cuya importancia ética y abordar algunas cuestiones que hasta el política no puede exagerarse. Representan momento han sido escasamente explora- un momento clave en la construcción de das. Voy a mencionar aquí sólo una de la memoria colectiva. Afectaron los ci- esas cuestiones: la pregunta acerca de lo mientos de nuestra identidad en la medi- que se ha llamado, en el caso alemán, “la da en que recuperaron hechos hasta en- responsabilidad colectiva por el contexto tonces “olvidados” para convertirlos en mental y cultural en que los crímenes fue- materia de nuestra memoria. No se trató ron posibles”.7 No me refiero aquí a la solamente de la revelación pública del culpa o a la responsabilidad jurídica, sino horror de los crímenes cometidos por el a la dimensión social del clima de ideas poder militar, pues en realidad buena par- predominante durante esos años de te- te de esa información estaba disponible rror. Existen, por cierto, exploraciones antes del juicio. Los argentinos habían individuales e investigaciones históricas elegido no enterarse: ni las declaraciones de ese difícil terreno, pero todavía no se de los organismos de derechos humanos ha generado un clima colectivo de auto- ni las denuncias internacionales ni los re- rreflexión sobre ese pasado. Frente a las clamos por la vida dramáticamente reite- revelaciones del Nunca Más o del Juicio a rados por las Madres de Plaza de Mayo las Juntas, y a las que siguieron a lo largo habían alcanzado para perforar la sordera de una parte nada desdeñable de nuestra 7 “Overcoming the Past”, diálogo entre Jurgen opinión pública. El gesto del juicio y del Habermas y Adam Muchnik en New Left Re- informe introdujo en ese terreno un cam- view, N° 203, 1994. 3 de todos estos años, buena parte de los argentinos respondimos como espectado- res que descubren, se asombran y conde- nan a los crímenes y los criminales, pero ningún momento se incluyen en la esce- na. Sin embargo, como nos muestran los historiadores sin complacencias, todos y cada uno de nosotros formábamos parte de ella. Es sobre nuestro lugar en la esce- na que debemos, también, interrogarnos, para rescatar del olvido hechos que hoy permanecen todavia ocultos, “olvidados”.