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EL DIABLITO DE MAXWELL

EL DEMONIO DE PRIMERA ESPECIE

El demonio de primera especie fue propuesto por James Clerk Maxwell en 1859. Para probar la segunda
ley de la termodinámica, Maxwell imaginó un mítico diablillo que reinaba en una caja de gas ideal, dividida por
un tabique. La tarea del demonio era seleccionar las moléculas abriendo y cerrando un obturador situado en el
tabique divisorio y dejando pasar sólo las moléculas rápidas. La separación resultante creaba un diferencial de
temperatura que, a su vez, podía ser convertido en trabajo.

La historia comienza con un experimento propuesto por James Clerk Maxwell en 1859, que se conoció
como el “Demonio de Maxwell”. El demonio de Maxwell es uno de los acertijos más famosos de la historia de la
ciencia, irritante y provocador después de cien años de comentarios, interpretación, revisión y especulación.
Desencadenó un desarrollo decisivo en la teoría de la información y señaló la inscripción en el discurso científico
de una nueva actitud hacia el caos y el desorden.

En una breve nota insertada casi hacia el final de su teoría del calor (1871), Maxwell imaginó un ser
microscópico que era capaz de separar las moléculas rápidas de las lentas en un sistema cerrado, y por lo tanto,
de disminuir la entropía del sistema sin realizar trabajo. Tan concisa es la descripción de Maxwell que se la puede
citar directamente.

Imaginemos un ser cuyas facultades sean tan agudas que le permitan seguir el
recorrido de cada molécula; este ser, cuyos atributos son, sin embargo, tan
esencialmente finitos como los nuestros, sería capaz de hacer lo que para
nosotros es imposible…Imaginemos ahora [que un recipiente lleno de aire] está
dividido en dos porciones, A y B, por un tabique en el que hay un pequeño
orificio; y que un ser, capaz de ver las moléculas individuales, abre y cierra ese
orificio de modo de permitir que sólo las moléculas más rápidas pasen de A a B
y sólo las más lentas pasen de B a A. Logrará así, sin gasto de trabajo, elevar la
temperatura de B y bajar la de A, en contradicción con la segunda ley de la
termodinámica. [1871: 328. (pp64)

EL DEMONIO DE SEGUNDA ESPECIE

Este también preside una caja de aire viciado; pero en vez de seleccionar las moléculas, se limita a
contemplar su interminable danza. Cada vez que las moléculas forman palabras que tienen sentido, él las anota
en una cinta de papel con un lapicito de punta de diamante. Mientras el primer demonio usa el azar para
producir trabajo, el segundo demonio lo usa para producir información. (pp26)

Morrón queda encantado con el invento e inmediatamente se sienta a leer la cinta con sus cientos de
ojos. Se entera de “cómo serpenteaban las serpientes de Arlebarda, y que la hija del rey Petricio de Labandia se
llamaba Garbunda, que había almorzado con Federico II, rey de los Palideneos, antes de declarar la guerra a los
Gvendolinos, y cuántas capas de electrones tendría un átomo de terminolium si este elemento existiera, y cuáles
eran las dimensiones del agujerito trasero de un pequeño pájaro llamado curcú” (pág. 151). La lista sigue, la cinta
avanza, y Morrón termina sepultado por su trabajo. El narrador nos informa que hasta el día de hoy continúa
sentado allí, aprendiendo “cosas y cosas sobre hachas y cucarachas y sobre su propia aventura, aquí descrita, ya
que ésta se encuentra también en algún kilómetro de la cinta, así como sobre otras varias historias y
predicciones del futuro de todo lo creado, hasta que se apaguen los Soles. Y no hay salvación para él, ya que
tiene que sufrir el severo castigo, impuesto por los constructores, por la agresión criminal de que les hizo objeto,
a menos que un día se termine la cinta por falta de papel. (págs. 153-154 fuente original) Fábula escrita en 1967.
(pp 27)

Mientras más caótico es un sistema, más información produce. Esta percepción está en el corazón
mismo de la nueva valoración del caos, porque permite que éste sea concebido como un inagotable océano de
información y no como una ausencia vacía de significación.

LA FUNCIÓN DE LOS VIRUS EN LA EVOLUCIÓN


MÁXIMO SANDÍN, DPTO. BIOLOGÍA U.A.M.
Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Tomo 95. Año 1998.

La llamada "revolución molecular" producida en los últimos veinte años, ha aportado una gran
cantidad de información detallada sobre la estructura y función de los últimos componentes
fundamentales de los procesos biológicos. Los, a veces, espectaculares hallazgos especialmente de la
genética molecular y del desarrollo, alcanzan una resonancia en los medios de comunicación que
raramente se concede a cualquier otra materia científica. Sin embargo, resulta sorprendente (o tal vez no)
que una ciencia tan pujante (incluso tan "de moda"), se haya convertido en una acumulación de datos,
cada vez más minuciosos y, al mismo tiempo, cada vez más desconectados entre sí, incluso
contradictorios en muchas ocasiones. Esta situación es consecuencia de la inevitable especialización a
que se ven obligados los científicos, para profundizar más y más en sus campos de estudio. Y así, se ha
llegado a una auténtica incomunicación entre distintas disciplinas, cuyas diferentes perspectivas son
imprescindibles para una adecuada interpretación de los datos. Pero, si tenemos en cuenta que se
publican 35.000 revistas científicas, que arrojan la ingente cantidad de unos 20 millones de artículos
anuales, nos encontramos con que, cada especialista, no dispone de tiempo suficiente (naturalmente
descontando el imprescindible para dormir y demás necesidades fisiológicas) para estar al corriente de
todo lo que se publica sobre su materia de estudio, y mucho menos de otras disciplinas.

La consecuencia es una especie de "autismo científico" que conduce a que, en cada disciplina, no se
conceda la menor importancia o el menor significado a descubrimientos procedentes de otras, que si se
interrelacionan, hacen tambalearse el concepto unificador de la Biología: la Teoría de la Evolución. Es
decir, nos podemos encontrar con la paradoja de disponer de una enorme cantidad de precisa
información sobre una ciencia sin una base teórica que la unifique. Algo así como si la Química no
tuviera tabla periódica de los elementos.

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