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MANIZALES
2017
1
Tabla de contenido
Introducción .............................................................................................................. 5
ANEXO ............................................................................................................ 15
2
¿Qué se espera de un participante de los laboratorios de escritura y memoria?
............................................................................................................................ 27
Introducción ........................................................................................................ 30
3
Módulo 2. Narración Oral ....................................................................................... 63
Introducción ........................................................................................................ 63
Didáctica ............................................................................................................. 63
Introducción ........................................................................................................ 73
Didáctica ............................................................................................................. 73
Referencias ............................................................................................................ 84
4
Introducción
“Es un triunfo de la vida que la memoria de los viejos se pierda para las cosas que
no son esenciales”- Memoria de mis putas tristes, Gabriel García Márquez
“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y
gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”-Gabriel García Márquez
“Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se
apague”- Pedro Páramo, Juan Rulfo
La segunda parte del módulo se centra en los talleres de memoria y narrativa, como
herramienta de prevención para el deterioro cognoscitivo asociado con el
envejecimiento. Dentro de estos talleres se busca generar además espacios de
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participación para toda la comunidad, con un enfoque intergeneracional y preservar
los saberes ancestrales de las personas mayores. La experiencia previa con este
tipo de talleres ha sido positiva, evidenciándose que las personas que participan en
los mismos, presentan una mejoría en el lenguaje y una aparente disminución en el
deterioro de otras funciones cognoscitivas.
Este documento es una guía para el desarrollo de las sesiones. El formador debe
familiarizarse con las actividades y tener en cuenta que muchos de los temas que
se mencionan en el documento son transversales o para ser desarrollados en más
de una sesión. Este documento contiene 14 temas, 2 de los cuales son las sesiones
introductorias y otros 12 que se relacionan con los laboratorios. Teniendo en cuenta
que muchos de estos temas requieren repetición, y algunas sesiones se van a
desarrollar en el desarrollo de cuentos, es importante que la duración del mismo sea
de entre 20 y 24 semanas.
El contenido de esta guía se debe ajustar a las capacidades y preferencias del grupo
con el que se trabaja. Según el criterio de los formadores se pueden modificar
algunos de las lecturas sugeridas que pueden ser difíciles de entender y
reemplazarlas por unas mas simples, particularmente en poblaciones con bajo nivel
de escolaridad.
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Sesión 1. Aspectos Teóricos sobre la Memoria y Recomendaciones
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conocimiento. La retención es la capacidad de recordar esos comportamientos
aprendidos para aplicarlos en otro momento en el tiempo. La rememoración, es la
capacidad de utilizar la mente para producir representación de una experiencia
pasada. Por último, el reconocimiento es la percepción o el conocimiento de que
alguien o algo ha sido encontrado anteriormente (“Descriptores en Ciencias de la
Salud - Memoria,” n.d.).
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Actividad – Aparee los Conceptos con su Definición
Columna A Columna B
La atención se considera como el iniciador del proceso cognitivo y sin esta no habría
memoria, lenguaje, ni juicio. Lo anterior se refleja en las siguientes afirmaciones. En
primer lugar, es imposible adquirir nuevo conocimiento sin la atención ya que este
es primer paso en el aprendizaje o memorización. Siguiendo por la misma línea, no
podríamos adquirir lenguaje sin esta, ya que el lenguaje es un nuevo conocimiento.
Por último, en cuanto al juicio, sin la atención sería imposible emitir opiniones o
tomar decisiones basadas en el entorno o en situaciones específicas.
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capacidad de las personas mayores de realizar tareas específicas como diferenciar
entre dos estímulos de manera rápida y velocidad de reacción ante situaciones de
su entorno (Rodrigues & Pandeirada, 2015). Esto prueba que el ambiente en el que
se desenvuelve una persona puede hacerle más difícil la realización de ciertas
tareas y por eso es importante promover que las personas mayores se
desenvuelvan en ambientes que faciliten su concentración en tareas específicas.
De esta manera se puede facilitar el aprendizaje y el proceso cognitivo en general.
Algunas investigaciones han demostrado que las áreas del cerebro donde se
concentra la memoria, se encuentran entre las más susceptibles a deteriorarse con
el paso de los años. Además de esto también se ha identificado que las personas
mayores tienden a tener un deterioro de la memoria en lo relacionado al contexto
temporal (Parkin, Walter, & Hunkin, 1995), es decir, recuerdan el suceso pero les
cuesta recordar el momento en el que ocurrió. Por otra parte, al comparar la
memoria de las personas mayores con personas jóvenes, también se ha
evidenciado que las personas mayores tienden a olvidar la fuente de la que
obtuvieron un conocimiento específico con mayor facilidad que las personas
jóvenes, a pesar de retener ese conocimiento (McIntyre & Craik, 1987).
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Los cambios mencionados en el párrafo anterior se traducen en que a las personas
mayores les cueste realizar tareas en las que hay una ventana de tiempo especifica
o reconocer la persona o lugar del que proviene algún recuerdo. Esto implica que
en ocasiones a las personas mayores les cueste más que a los más jóvenes
recordar donde dejaron algún objeto, cumplir con una cita o realizar alguna tarea
que les asignaron. Sin embargo, estos cambios son consecuencia normal del
envejecimiento, y a pesar de que pueden generar algún grado de limitación para la
persona mayor, esto no significa que la persona pierda su autonomía (la capacidad
de realizar la mayoría de sus actividades de forma independiente) o la capacidad
de realizar tareas complejas.
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Alteraciones de la Memoria más allá del Envejecimiento Normal
En cuanto a los factores que se han asociado con una menor aparición de deterioro
cognoscitivo también existen varios estudios. Estos se consignaron en una revisión
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de literatura realizada por Brodziak y colegas. Con respecto al uso de medicamentos
y suplementación de vitaminas y otros nutrientes, no existe evidencia concluyente
que haya demostrado un efecto real sobre la aparición de deterioro cognoscitivo.
Sin embargo, hay algunos estudios que demuestran el consumo ácidos grasos
omega-3 presentes en el pescado podría ser beneficioso para prevención del
deterioro cognoscitivo (Cutuli et al., 2016). De igual manera, es importante
considerar que el hecho de llevar una dieta saludable y mantener un peso adecuado
(ver Modulo de Hábitos de Vida Saludable), puede prevenir la aparición de
enfermedades crónicas como Diabetes, Hipertensión y Enfermedad Cardiovascular,
las cuales se han asociado a deterioro cognoscitivo.
Con respecto a la actividad física, existen varios estudios que han demostrado que
los sujetos que realizan actividad física tienen una menor tasa de deterioro
cognoscitivo que los que no realizan ningún tipo de actividad, y además de eso,
presentan mejoría en algunas funciones de la memoria y para la realización de
ciertas tareas. El efecto positivo de la actividad física sobre la memoria, pareciera
ser mayor cuando esta se realiza de forma grupal (Brodziak, Wolińska, Kołat, &
Różyk-Myrta, 2015; Cai & Abrahamson, 2016).
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memoria, el razonamiento y la velocidad de procesamiento de información. Varios
estudios utilizando intervenciones centradas en los aspectos mencionados
anteriormente, mostraron prolongar el tiempo en que las personas conservan su
memoria y disminuir el deterioro funcional de estas. Esto también ha sido
confirmado a través de estudios de resonancia magnética funcional, donde a través
de imágenes diagnosticas se puede evaluar la función del cerebro, y esta fue
significativamente mejor en las personas sanas y en la personas con demencia que
practicaban entrenamiento cognitivo, al compararlas con personas que no
realizaban este tipo de actividades (Brodziak et al., 2015). Además de esto, a pesar
de que está comprobado que la realización de actividades como leer, realizar
crucigramas y sopas de letras y responder cuestionarios regularmente, son
beneficiosas para la cognición y la memoria, los programas estructurados de
entrenamiento cognitivo son más eficientes, en especial si abarcan varias
dimensiones como entrenamiento de la memoria, las funciones ejecutivas y el
control de las emociones (Rizkalla, 2015).
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Actividad – Conductas que Afectan la Memoria
Materiales:
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¿Qué actividades cotidianas o pasatiempos pueden ayudar a mejorar la
memoria y la cognición?
Condicionamiento físico
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Leer revistas, periódicos o libros
Ir a alguna clase
Ir a la Iglesia o Templo
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De acuerdo con lo anterior, a continuación, se dan algunos consejos para que su
tiempo frente al televisor sea productivo:
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Mantengase Mentalmente Activo
• Sea curioso y comprometido, mantengase involucrado en su ambiente de trabajo y
este dispuesto a aprende a traves de la vida.
• Lea, escriba, resuelva crucigramas y rompecabezas
• Juegue ajedrez, domino, damas u otros juegos de mesa o juegos de computador
• Trabaje en el jardin de su casa o en uno comunitario
• Pruebe métodos especiales para el entrenamiento de la memoria (entrenamiento
cognitivo)
• Viaje durante los fines de semana y días feriados con su familia y amigos.
Tiempo: 1 hora
Materiales:
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ANEXO. Tabla de Actividades para Mejorar la Memoria
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Actividad – Ejercicios de Entrenamiento Cognitivo
Materiales
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ANEXO. Ejemplos de Actividades
1. Una persona lleva a la tienda con la siguiente lista de cosas para comprar:
• 1 bolsa de frijoles (de un kilo)
• 1 bolsa de arroz (de un kilo)
• media docena de huevos
• 2 bolsas de harina
• 1 bolsa de sal
A continuación, se muestra la lista de precios de la tienda.
• Bolsa de frijoles 4000 pesos
• Bolsa de arroz 3000 pesos
• Media docena de huevos 2000 pesos
• Bolsa de harina 2000 pesos
• Bolsa de sal 2000 pesos
¿Cuánta plata le costara a la persona comprar todo los que hay en la lista?
2. Resuelva el siguiente crucigrama.
Horizontales 1 2 3 4
1 El Macho de la Vaca
2 Los de Colombia tienen anteojos 1
3 Un animal en vez de pierna tiene…
4 Onda formada por el viento en la superficie del
mar 2
Verticales
1 Mamífero de corta vista que vive bajo la tierra
3
2 Cansado, carente de fuerzas
3 Dícese del que da vueltas alrededor de un eje
4 Las esposas de los osos
4
3. Tiene 5 minutos para resolver las siguientes operaciones matemáticas.
5x4= 9x2= 2+2= 1+1=
2+5= 7x5= 3x5= 3+2=
6x6= 5-2= 6/2= 4+2=
4/2= 3+2+2= 10/5= 1+1+9=
10-9= 5+7+9= 3x4= 2+3+4=
3+2-1= 2x2= 7x8= 1*21=
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Entrenamiento Cognitivo
Este modelo de entrenamiento está centrado en tres módulos: (1) Cuento; (2)
Narración Oral y (3) Sostenibilidad. Durante el módulo de Cuento se leen historias
cortas escritas por otras personas mayores o por escritores colombianos famosos y
se analiza la estructura, las fuentes, personajes, el ambiente, tema y algo de historia
literaria alrededor del cuento seleccionado. Este módulo tiene como objetivo dar las
herramientas a los asistentes para que puedan escribir sus historias.
El segundo módulo trata la narración oral y cada persona mayor integrante del grupo
cuenta su historia oralmente y se analiza su entonación, expresión y lenguaje
corporal. Este tiene como objetivo dar herramientas a las personas mayores para
contar su historia oralmente.
Por último, está el módulo de sostenibilidad, que busca que el grupo se perpetúe en
el tiempo. Esto lo hace empoderando miembros del grupo para que empiecen a
hacer la labor de los talleristas y se conviertan en los coordinadores del grupo o de
nuevos grupos. De esta manera se logra tener un mayor impacto en la comunidad,
el cual trasciende en el tiempo.
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Sin embargo, existen otras actividades que son fáciles de realizar crucigramas y
sudokus (en revistas y periódicos), las cuales si se realizan de forma regular
cumpliendo una función de entrenamiento cognitivo. Otras actividades útiles son
realizar ejercicios de atención o cálculos matemáticos. Muchos de estos ejercicios
están en páginas de internet o juegos del celular. Sin embargo, recomendamos los
laboratorios de lectura y escritura, u otras actividades similares, por ser actividades
grupales donde se aprende sobre el contexto donde se vive y se interactúa con otras
personas.
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Sesión 2. Descripción Talleres de Memoria y Narrativa
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funcionamos como una bóveda de la memoria de nuestro país donde las personas
mayores ejercen su derecho inalienable a no olvidar, a imaginar, a ser narradores
de su propia vida. Se trata de no dejar escapar esos relatos que constituyen un
patrimonio cultural invaluable para Colombia y, al mismo tiempo, un tesoro para las
generaciones más jóvenes.
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¿Cómo se lleva a cabo la metodología de los laboratorios de escritura y
memoria?
1
Al final de esta cartilla encontrará una caja de herramientas que pretende brindarle
a los interesados una serie de pautas para montar su propio laboratorio.
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El proceso de constitución de un laboratorio está pensado idealmente para que se
desarrolle en un periodo de seis meses. El grupo debe reunirse semanalmente, al
menos durante 2 horas. Recomendamos que el grupo de personas mayores no
supere los 20 asistentes con el fin de que puedas atenderlos adecuadamente (cada
persona es un proceso diferente).
Las temáticas de los encuentros se rigen por tres módulos que se complementan:
Cuento, Narración Oral y Sostenibilidad.
El trabajo de los módulos de Cuento y Narración Oral debe alternarse para que se
complementen; así, una semana se puede trabajar Cuento y, a la siguiente,
Narración Oral. Sin embargo, según la experiencia de trabajo, puede que un módulo
resulte más interesante que otro para los asistentes. Cuando esto suceda, no debes
abandonar la rotación pues los contenidos y habilidades que plantean, se
interrelacionan. Normalmente, en todo laboratorio, hay personas que tienden más a
la oralidad y personas, en cambio, que prefieren la escritura; no alternar los módulos
sería excluir a unos u otros.
Metodología
Cuento
40% 40%
Narración Oral
Sostenibilidad
20%
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Módulo 1. Cuento
Temas - Estructura
- Fuentes
- Personajes
- Ambiente
- Tema, Idea o Sentimiento
- Historia de la Literatura
Introducción
Este módulo busca dar las herramientas necesarias para que los asistentes puedan
escribir sus historias teniendo presentes algunos elementos básicos para la
creación y concepción de su narrativa. Para los adultos mayores será de utilidad al
momento de transcribir su historia o narrarla oralmente, de manera que hagan su
historia más coherente, estructurada y efectiva, a fin de que sea fácil de
comprender, más atractiva e interesante.
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ahondará en herramientas y aspectos técnicos y teóricos de la escritura de cuentos
(esta parte será dirigida en su mayoría por ti).
Tema 1: Estructura
El orden, en cualquier narración, es clave y pocas veces nos preguntamos por él.
La mayoría de las veces, quien hace una historia, piensa en contarla “tal como pasó”
o “en orden”. Esta opción presupone contar la historia de manera cronológica,
primero lo que sucedió primero y luego lo que sucedió después. Es más, hay
quienes llegan a creer que ésta es la única manera en que pueden contar una
historia. Eso es un grave error, por cuanto no sólo olvidan muchas otras maneras
de construir historias, sino porque en algunos casos es mejor contar la historia de
otra manera.
En los grupos en que puedo, les pido que vean la película y lean los cuentos antes
de la sesión. En los otros, les pongo los primeros 15 minutos de la película y leemos
los cuentos en voz alta, pues no son más largos que dos páginas cada uno.
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Con la película, es claro que la historia y la trama difieren: mientras la historia es la
de un hombre que busca y encuentra a quien supuestamente es responsable por la
muerte de su esposa, la trama nos muestra a un hombre que va recorriendo sus
pasos hacia atrás, todo el tiempo la película nos muestra, poco a poco, lo que él
acaba de hacer. La trama de la película nos va dejando ver el pasado, poco a poco,
sin mucha información y causando cierta zozobra. Esta película desarrolla una
estructura narrativa que se llama retrógrada. La clave de esta estructura narrativa
es que uno cuenta primero el final de la historia y, a lo largo de la trama, cuenta lo
que pasó antes, yendo siempre hacia atrás. Mientras la estructura habitual
comienza por el hecho más antiguo y va contando los demás en estricto orden hasta
llegar al final, esta comienza por el final y va contando uno a uno, en estricto orden,
los hechos hasta llegar al más antiguo.
Con los cuentos, el ejercicio es distinto: con ellos, la clave es que estos trabajan otra
estructura narrativa muy compleja de abordar: circular. En ellos, la trama se va
construyendo desde un punto y regresa a éste. El de Cortázar comienza con alguien
que lee en un parque un libro en que a alguien van a sorprender en un parque y el
cuento se desarrolla hasta que termina con el hombre que lee en el parque y va a
ser sorprendido. El de Tsao Hsue-Kin construye el sueño de un hombre que se
sueña soñando su sueño. [Aunque parece un trabalenguas, pero así es].
Una vez terminado el diálogo, asigno un ejercicio a cada persona. Les pido que me
digan, de las dos estructuras abordadas, cuál fue la que les pareció más difícil y
que, según el caso, hagan, para la siguiente sesión una narración.
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Actividad – ¿Como ordenar una narración?
Tiempo: 1 hora
Objetivo: Brindar una herramienta sencilla que sirve para construir y trabajar
personajes complejos.
Materiales
Lecturas Recomendadas
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ANEXO 1. Continuidad de los parques – Julio Cortazar
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a
abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el
dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con
el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que
miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta
que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano
izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su
memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión
novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a
línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el
terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de
los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la
sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y
adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte.
Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo
de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las
caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un
mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía
la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de
serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que
enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban
abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido
olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo
minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una
mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un
instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los
setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los
perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió
los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las
palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En
lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón,
y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de
terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
FIN
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ANEXO 2. Sueño Infinito de Pao Yu – Tsao Hsue Kin
Pao Yu soñó que estaba en un jardín idéntico al de su casa. ¿Será posible, dijo, que haya un
jardín idéntico al mío? Se le acercaron unas doncellas. Pao Yu se dijo atónito: ¿Alguien tendrá
doncellas iguales a Hsi-Yen, Pin-Erh y a todas las de casa? Una de las doncellas exclamó:
-Ahí está Pao Yu. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?
Pao Yu pensó que lo habían reconocido. Se adelantó y les dijo:
-Estaba caminando; por casualidad llegué hasta aquí. Caminemos un poco.
Las doncellas se rieron.
-¡Qué desatino! Te confundimos con Pao Yu, nuestro amo, pero no eres tan gallardo como él.
Eran doncellas de otro Pao Yu.
-Queridas hermanas -les dijo- yo soy Pao Yu. ¿Quién es vuestro amo?
-Es Pao Yu -contestaron-. Sus padres le dieron ese nombre, que está compuesto de los dos
caracteres Pao (precioso) y Yu (jade), para que su vida fuera larga y feliz. ¿Quién eres tú para
usurpar ese nombre?
Se fueron, riéndose.
Pao Yu quedó abatido. “Nunca me han tratado tan mal. ¿Por qué me aborrecerán estas
doncellas? ¿Habrá, de veras, otro Pao Yu? Tengo que averiguarlo”.
Trabajado por esos pensamientos, llegó a un patio que le pareció extrañamente familiar. Subió
la escalera y entró en su cuarto. Vio a un joven acostado; al lado de la cama reían y hacían
labores unas muchachas. El joven suspiraba. Una de las doncellas le dijo:
-¿Qué sueñas, Pao Yu, estás afligido?
-Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron y
me dejaron solo. Las seguí hasta la casa y me encontré con otro Pao Yu durmiendo en mi cama.
Al oír este diálogo Pao Yu no pudo contenerse y exclamó:
-Vine en busca de un Pao Yu; eres tú.
El joven se levantó y lo abrazó, gritando:
-No era un sueño, tú eres Pao Yu.
Una voz llamó desde el jardín:
-¡Pao Yu!
Los dos Pao Yu temblaron. El soñado se fue; el otro le decía:
-¡Vuelve pronto, Pao Yu!.
Pao Yu se despertó. Su doncella Hsi-Yen le preguntó:
-¿Qué sueñas Pao Yu, estás afligido?
-Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron…
FIN
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Tema 2: Fuentes
Al pensar la creación narrativa es importante tener claro que las anécdotas de las
personas mayores, que son punto de partida de las historias y la inspiración, pueden
provenir de distintas fuentes como su propia vida (fuente autobiográfica), la vida de
alguien que conocen (fuente biográfica), algún evento o personaje histórico (fuente
histórica), alguna narración que han escuchado de manera tradicional y quieren
adaptar (fuente de la tradición) o algún otro cuento u obra artística que resulta
inspiradora (fuente metaficción).
Las anécdotas de las personas mayores, que son punto de partida de las historias
y la inspiración, pueden provenir de distintas fuentes como su propia vida (fuente
autobiográfica), la vida de alguien que conocen (fuente biográfica), algún evento o
personaje histórico (fuente histórica), alguna narración que han escuchado de
manera tradicional y quieren adaptar (fuente de la tradición) o algún otro cuento u
obra artística que resulta inspiradora (fuente metaficción).
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marcaron a una comunidad, en este caso, uno de los siniestros más recordados por
los caleños en el siglo XX.
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Actividad – Un hermoso y siniestro hongo
Tiempo: 2 horas
Materiales
Descripción: El tallerista guiará la lectura en voz alta del cuento “Un hermoso y
siniestro hongo” de Sonia Zamarriego de Paredes, alternando su voz con la de
los asistentes, después de cada punto (debe asegurarse que se comprenda el
significado de las palabras que se han leído en cada pausa). Al finalizar, el
tallerista explicará cómo la historia se relaciona con el hecho histórico del 7 de
agosto de 1956 en la ciudad de Cali (La explosión de Cali), cuando estallaron
varios camiones del ejército cargados con cajas de dinamita y 42 toneladas de
explosivo plástico gelatinoso dejando cientos de muertos. Al finalizar la lectura, se
invita a los asistentes a escribir un cuento con la experiencia de un hecho histórico
del que hayan sido testigos directos.
Lecturas Recomendadas
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ANEXO. Un Hermoso y Siniestro Hongo – Sonia Zamarriego de Paredes
Y todo esto, a pesar de que nosotros pasábamos todos los días de la semana en el colegio,
incluyendo los sábados. Del domingo, ni se diga, pues había que asistir a la Santa Misa.
Seguramente, por esta ocupación total de nuestros tiempos, podemos decir que surgieron los
personajes que hoy por hoy existen en nuestra patria. ¿Por qué no volver a esos momentos de
pequeña, organizada, respetuosa y próspera responsabilidad? Quizás, hoy es imposible tener a
los niños todo el día en el colegio, pero ¿por qué no los involucramos el resto del día
ayudándoles a que se ocupen de pronto en un deporte, un arte y hasta en las tareas del hogar?
¿De cuántos deportistas, artistas y profesionales íntegros nos estamos perdiendo por no darles
esa oportunidad? Éstas son, lógicamente, conclusiones muy personales, que saltan en mi
pensamiento cuando recuerdo los días del pasado. En fin, es algo que solo queda de pronto en
el simple recordar de la existencia.
Claro está, que no solamente en la mente de una persona existen recuerdos maravillosos.
También hay momento bastante complicados y difíciles. A veces, que ni siquiera quisiéramos
que llegaran a nuestra mente, pero desafortunadamente existieron y quedan grabados hasta el
último día de nuestro vivir.
Uno de estos momentos lo voy a narrar, desde algunos días antes del suceso, pues fue desde
allí que se marcó en mi vida. Yo era una niña. Tan solo una niña. Me encantaba ir con mis
hermanos mayores a participar de la Santa Misa los domingos, en la capilla del Batallón
Pichincha, pues vivíamos muy cerca. Yo gozaba y disfrutaba mucho, teniendo en mis manos la
canastilla para recoger la limosna. Y todos los domingos era fijo que yo lo hacía. Con el tiempo
me di cuenta de que eran felices viendo cómo yo pedía la limosna: pues como niña, yo pensaba
que era una obligación de todos los que acudían a la misa; creía que debían tener una moneda
para depositarla en la canastilla. Por lo tanto, yo no me movía del frente de la persona hasta
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que esta sacaba aunque fuera un centavo. Por supuesto, algunas personas depositaban la
limosna, porque era su deseo, otras por prudencia y otras por la pena que les daba que yo me
apartara en frente. El párroco estaba feliz con el resultado de mi gestión y, por eso, no dejaba
que nadie más la hiciera.
Uno de esos tantos domingos, escuchamos al Párroco que nos co mentaba lo angustiado que
había amanecido ese día. Todos estábamos intrigados por lo que el sacerdote estaba diciendo.
De tanto insistirle para que nos contara lo que había sucedido, él nos dijo que estaba
demasiado preocupado porque la noche anterior había soñado que se encontraba en un lugar
muy horrible, lleno de destrucción por todas partes y a él le había tocado caminar por el medio
de muchísimos cadáveres. Todos teníamos los ojos desorbitados, escuchando tan terrible
relato. Al final, pensamos: Bueno, simplemente ha sido una fuerte pesadilla.
Habían ya pasado algunos días del relato del párroco del Pichincha, cuando una noche frente
a nuestra casa empezaron a parquear unos camiones. Si mal no recuerdo, eran siete. Mi madre,
quien era una persona demasiado nerviosa, cuando se enteró que dichos automotores tenían
en su interior dinamita que iba para Bogotá, nos pidió a todos sus hijos que por favor
ayudáramos a cuidar que ninguna
persona, que de pronto pasara fumando, se le ocurriera tirar la colilla y pudiera suceder alguna
tragedia. Nosotros, dentro de nuestra inocencia, realmente disfrutamos el momento de
guardianes o policías, que nos habían encomendado. Veíamos que los mayores iban y venían,
les oíamos decir que no era el lugar donde podían amanecer dichos camiones, pues pensaban
que los bomberos podían tenerlos mejor custodiados. Pero ellos decían que no tenían lugar
donde dejarlos pasar esa noche. Al final, vimos que a eso de las 10 de la noche, salieron los
camiones, sin nosotros saber hacia dónde se dirigían. Al fin y al cabo, tampoco nos interesaba.
Nos fuimos a dormir, felices de haber cumplido nuestra labor de guardianes. Nuestra misión
había terminado.
Al cabo de unas horas, nos enteramos de que había sido una fuerte explosión. Qué horror
cuando nos dimos cuenta de que los camiones que toda la noche anterior habíamos cuidado,
los habían llevado a la policía y eran los que habían explotado.
Después de haber pasado unas largas horas de tranquilidad mientras la gente se percataba de
lo sucedido, cuando ya se supo la tragedia y con ella el desorden, vino el vandalismo. Los
almacenes que habían quedado sin puertas ni ventanas por la explosión, fueron saqueados,
hasta que la policía llegó a imponer el orden.
Cuando ya nos calmamos un poco, fuimos hacia el sitio, y nos hemos encontrado un cuadro
siniestro. Lleno de dolor y de angustias. Pero ¡cuál fue mi más grande sorpresa! En medio de
los muertos y la destrucción, observé a aquel sacerdote, que unos días antes, nos había dicho
lo que había soñado. Sí, él estaba en medio de los heridos y de los muertos, ayudando a unos
y dándoles los Santos óleos a otros.
No se supo jamás, si fue casualidad o manos criminales. Solo se sabe que se vivieron los días
más tristes en nuestra bella, amada y grande ciudad de Cali...
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Tema 3. Personajes
Se busca que los asistentes tengan claro que las historias tienen personajes en
torno a los que gira la narrativa, en ese sentido la caracterización es muy importante
pues permite al lector identificarse con el relato. Este componente quiere brindar
herramientas a los participantes para crear y recrear personajes.
Como tallerista y como escritor, he notado un problema muy frecuente que hace
que las historias no funcionen: los personajes planos y sin matices.
Haga el siguiente ejercicio: piense en los libros, películas o cualquier historia que
conozca y le haya gustado. Bien. Ahora, identifique los personajes que más hayan
llamado su atención, los que más interesantes le han parecido o con los que más
se ha identificado. Le aseguro que todos esos son personajes complejos, con varias
dimensiones que lo matizan; son personajes que tienen rasgos y detalles que,
aunque pequeños, lo han cautivado.
¿Cómo hacer esto? Este ejercicio no me lo inventé yo, es una mezcla de partes del
método de creación de personajes del dramaturgo ruso Konstantin Stanislavski y el
libro “El universo de la creación narrativa” del profesor Isaías Peña. Usted debe
tomar el personaje principal o los personajes más relevantes que quiere emplear en
una historia y responder, para cada uno de ellos, el siguiente cuestionario: nombres,
apellidos, edad, sexo, rasgos faciales, altura, peso, contextura, de dónde es,
orientación sexual, fetiches sexuales, nivel socioeconómico, orientación política,
religión, nivel de estudios, comidas preferidas, comidas que odia, bebidas
preferidas, bebidas que odia, pasatiempos, cómo le gusta vestirse, problemas de
salud, qué secretos tiene, a quién le teme, a quién ama, a quién odia. El objetivo de
este cuestionario es que usted se dé a la tarea de conocer a profundidad a su
personaje, para que cuando escriba, pueda matizarlo y darle la profundidad
necesaria.
Este cuestionario también tiene otra utilidad: en algunos casos, las historias se
estancan, porque al narrar sólo tomamos en cuenta lo que el personaje hace y va
dejando ver de sí mismo en la situación. En esos momentos, como no nos hemos
preguntando a profundidad por el personaje, fácilmente sus acciones y posibilidades
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se agotan. Sin darnos cuenta, llegamos a momentos en que la historia se agota o
ponemos al personaje a hacer cosas que no son coherentes con la historia y con él
mismo.
Objetivo: Brindar una herramienta sencilla que sirve para construir y trabajar
personajes complejos.
Materiales
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ANEXO 1. Cuestionario Construcción Personaje
nombres
apellidos
edad
sexo
rasgos faciales
altura
peso
contextura
¿de dónde es?
orientación sexual
fetiches sexuales
nivel socioeconómico
orientación política
religión
nivel de estudios
comidas preferidas
comidas que odia
bebidas preferidas
bebidas que odia
pasatiempos
¿cómo le gusta vestirse?
problemas de salud
¿qué secretos tiene?
¿a quién le teme?
¿a quién ama?
¿a quién odia?
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Tema 4. Ambiente
“Ni cambiaste de lugar” dijo, leyendo las últimas líneas de su carta en el laboratorio
de memoria de la ciudad de Bogotá.
Ese mismo día, Carlos Pérez* recordó la oficina de su padre, ya fallecido, que aún
permanece intacta en la casa de su segunda hermana menor. A pesar de la muerte
sorpresiva por un cáncer de colon en 2008, el cuarto conserva aún el olor a tabaco
que tanto disfrutaba su padre durante intensas jornadas de lectura. En el gabinete
central, aún puede encontrarse su colección de aviones miniatura, otra de sus
pasiones, a la que solo podían acceder los pequeños bajo la estricta tutela del padre
cuando una nueva aeronave se sumaba a la colección.
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la determinación de desmantelar el cuarto y me entrego la custodia de la colección
de aviones, lo chistoso es que no dejo jugar a mis hijos con ellos tampoco”, dijo.
Los espacios, son mucho más que un lugar físico que ocasionalmente recorremos,
son también atmósferas de memoria y recuerdos que evocan el pasado, pero que
también nos interpelan en el presente. Solo así puede explicarse esa cercanía que
sentimos con espacios de nuestra infancia que se han venido a menos, o la aversión
que podemos crear con nuevos lugares que apenas conocemos.
Después de leer e cuento “Carta a una señorita en París” de Julio Cortazar, los
asistentes al laboratorio de memoria de Usaquén asumieron la tarea de reconstruir,
a través de la escritura, esos espacios donde sintieron, o aún se sienten, intrusos
por encontrase dispuestos en el orden y con el aura de alguien ausente. Esos
lugares habitados en los que jamás seremos bienvenidos porque no nos
pertenecen. En el caso de Andrea, la casa de su expareja; en el de Carlos, el de su
estricto padre.
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Actividad – Los paisajes habitados
Tiempo: 2 horas
Objetivo: Identificar cómo y de qué manera nos afecta el espacio que habitamos.
Materiales
Descripción: El tallerista guiará la lectura en voz alta del cuento “Carta a una
señorita en París” de Julio Cortázar, alternando su voz con la de los asistentes,
después de cada punto (debe asegurarse que se comprenda el significado de las
palabras que se han leído en cada pausa). Al finalizar, el tallerista explicará cómo
el personaje central de la historia de Cortázar se siente incómodo en el
apartamento que tiene arrendado por la disposición de los objetos en el espacio
(desorganiza lo que toca, siente que no pertenece allí). Una vez concluida la
lectura, el tallerista, invitará a los participantes a escribir un texto de una página
sobre un lugar habitado que recuerden.
Para facilitar la participación del grupo, el tallerista puede preparar un texto con
su experiencia o referir las anécdotas que ilustran esta actividad.
Lecturas Recomendadas
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ANEXO. Carta a una señorita en Paris – Julio Cortázar
Andrée, yo no quería venirme a vivir a su departamento de la calle Suipacha. No tanto por los
conejitos, más bien porque me duele ingresar en un orden cerrado, construido ya hasta en las
más finas mallas del aire, esas que en su casa preservan la música de la lavanda, el aletear de un
cisne con polvos, el juego del violín y la viola en el cuarteto de Rará. Me es amargo entrar en
un ámbito donde alguien que vive bellamente lo ha dispuesto todo como una reiteración
visible de su alma, aquí los libros (de un lado en español, del otro en francés e inglés), allí los
almohadones verdes, en este preciso sitio de la mesita el cenicero de cristal que parece el corte
de una pompa de jabón, y siempre un perfume, un sonido, un crecer de plantas, una fotografía
del amigo muerto, ritual de bandejas con té y tenacillas de azúcar… Ah, querida Andrée, qué
difícil oponerse, aun aceptándolo con entera sumisión del propio ser, al orden minucioso que
una mujer instaura en su liviana residencia. Cuán culpable tomar una tacita de metal y ponerla
al otro extremo de la mesa, ponerla allí simplemente porque uno ha traído sus diccionarios
ingleses y es de este lado, al alcance de la mano, donde habrán de estar. Mover esa tacita vale
por un horrible rojo inesperado en medio de una modulación de Ozenfant, como si de golpe
las cuerdas de todos los contrabajos se rompieran al mismo tiempo con el mismo espantoso
chicotazo en el instante más callado de una sinfonía de Mozart. Mover esa tacita altera el juego
de relaciones de toda la casa, de cada objeto con otro, de cada momento de su alma con el
alma entera de la casa y su habitante lejana. Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir
apenas el cono de luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento de
ultraje y desafio me pase por los ojos como un bando de gorriones.
Usted sabe por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía. Todo parece tan
natural, como siempre que no se sabe la verdad. Usted se ha ido a París, yo me quedé con el
departamento de la calle Suipacha, elaboramos un simple y satisfactorio plan de mutua
convivencia hasta que septiembre la traiga de nuevo a Buenos Aires y me lance a mí a alguna
otra casa donde quizá… Pero no le escribo por eso, esta carta se la envío a causa de los conejitos,
me parece justo enterarla; y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve.
Me mudé el jueves pasado, a las cinco de la tarde, entre niebla y hastío. He cerrado tantas
maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevaban a ninguna
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parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas, porque cuando yo veo las correas de
las valijas es como si viera sombras, elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la
manera más sutil y más horrible. Pero hice las maletas, avisé a la mucama que vendría a
instalarme, y subí en el ascensor. Justo entre el primero y segundo piso sentí que iba a vomitar
un conejito. Nunca se lo había explicado antes, no crea que por deslealtad, pero naturalmente
uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito. Como
siempre me ha sucedido estando a solas, guardaba el hecho igual que se guardan tantas
constancias de lo que acaece (o hace uno acaecer) en la privacía total. No me lo reproche,
Andrée, no me lo reproche. De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito. No es razón
para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que avergonzarse y estar aislado
y andar callándose.
Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza
abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal
de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la
boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento,
es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejilo de
chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo
la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y
pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración silenciosa y cosquilleante del
hocico de un conejo contra la piel de una mano. Busca de comer y entonces yo (hablo de
cuando esto ocurría en mi casa de las afueras) lo saco conmigo al balcón y lo pongo en la gran
maceta donde crece el trébol que a propósito he sembrado. El conejito alza del todo sus orejas,
envuelve un trébol tierno con un veloz molinete del hocico, y yo sé que puedo dejarlo e irme,
continuar por un tiempo una vida no distinta a la de tantos que compran sus conejos en las
granjas.
Entre el primero y segundo piso, Andrée, como un anuncio de lo que sería mi vida en su casa,
supe que iba a vomitar un conejito. En seguida tuve miedo (¿o era extrañeza? No, miedo de la
misma extrañeza, acaso) porque antes de dejar mi casa, sólo dos días antes, había vomitado un
conejito y estaba seguro por un mes, por cinco semanas, tal vez seis con un poco de suerte.
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Mire usted, yo tenía perfectamente resuelto el problema de los conejitos. Sembraba trébol en
el balcón de mi otra casa, vomitaba un conejito, lo ponía en el trébol y al cabo de un mes,
cuando sospechaba que de un momento a otro… entonces regalaba el conejo ya crecido a la
señora de Molina, que creía en un hobby y se callaba. Ya en otra maceta venía creciendo un
trébol tierno y propicio, yo aguardaba sin preocupación la mañana en que la cosquilla de una
pelusa subiendo me cerraba la garganta, y el nuevo conejito repetía desde esa hora la vida y las
costumbres del anterior. Las costumbres, Andrée, son formas concretas del ritmo, son la cuota
del ritmo que nos ayuda a vivir. No era tan terrible vomitar conejitos una vez que se había
entrado en el ciclo invariable, en el método. Usted querrá saber por qué todo ese trabajo, por
qué todo ese trébol y la señora de Molina. Hubiera sido preferible matar en seguida al conejito
y… Ah, tendría usted que vomitar tan sólo uno, tomarlo con dos dedos y ponérselo en la mano
abierta, adherido aún a usted por el acto mismo, por el aura inefable de su proximidad apenas
rota. Un mes distancia tanto; un mes es tamaño, largos pelos, saltos, ojos salvajes, diferencia
absoluta Andrée, un mes es un conejo, hace de veras a un conejo; pero el minuto inicial,
cuando el copo tibio y bullente encubre una presencia inajenable… Como un poema en los
primeros minutos, el fruto de una noche de Idumea: tan de uno que uno mismo… y después
tan no uno, tan aislado y distante en su llano mundo blanco tamaño carta.
Me decidí, con todo, a matar el conejito apenas naciera. Yo viviría cuatro meses en su casa:
cuatro -quizá, con suerte, tres- cucharadas de alcohol en el hocico. (¿Sabe usted que la
misericordia permite matar instantáneamente a un conejito dándole a beber una cucharada de
alcohol? Su carne sabe luego mejor, dicen, aunque yo… Tres o cuatro cucharadas de alcohol,
luego el cuarto de baño o un piquete sumándose a los desechos.)
Al cruzar el tercer piso el conejito se movía en mi mano abierta. Sara esperaba arriba, para
ayudarme a entrar las valijas… ¿Cómo explicarle que un capricho, una tienda de animales?
Envolví el conejito en mi pañuelo, lo puse en el bolsillo del sobretodo dejando el sobretodo
suelto para no oprimirlo. Apenas se movía. Su menuda conciencia debía estarle revelando
hechos importantes: que la vida es un movimiento hacia arriba con un clic final, y que es
también un cielo bajo, blanco, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio.
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Sara no vio nada, la fascinaba demasiado el arduo problema de ajustar su sentido del orden a
mi valija-ropero, mis papeles y mi displicencia ante sus elaboradas explicaciones donde abunda
la expresión «por ejemplo». Apenas pude me encerré en el baño; matarlo ahora. Una fina zona
de calor rodeaba el pañuelo, el conejito era blanquísimo y creo que más lindo que los otros.
No me miraba, solamente bullía y estaba contento, lo que era el más horrible modo de
mirarme. Lo encerré en el botiquín vacío y me volví para desempacar, desorientado pero no
infeliz, no culpable, no jabonándome las manos para quitarles una última convulsión.
Comprendí que no podía matarlo. Pero esa misma noche vomité un conejito negro. Y dos días
después uno blanco. Y a la cuarta noche un conejito gris.
Usted ha de amar el bello armario de su dormitorio, con la gran puerta que se abre generosa,
las tablas vacías a la espera de mi ropa. Ahora los tengo ahí. Ahí dentro. Verdad que parece
imposible; ni Sara lo creería. Porque Sara nada sospecha, y el que no sospeche nada procede
de mi horrible tarea, una tarea que se lleva mis días y mis noches en un solo golpe de rastrillo
y me va calcinando por dentro y endureciendo como esa estrella de mar que ha puesto usted
sobre la bañera y que a cada baño parece llenarle a uno el cuerpo de sal y azotes de sol y grandes
rumores de la profundidad.
De día duermen. Hay diez. De día duermen. Con la puerta cerrada, el armario es una noche
diurna solamente para ellos, allí duermen su noche con sosegada obediencia. Me llevo las llaves
del dormitorio al partir a mi empleo. Sara debe creer que desconfío de su honradez y me mira
dubitativa, se le ve todas las mañanas que está por decirme algo, pero al final se calla y yo estoy
tan contento. (Cuando arregla el dormitorio, de nueve a diez, hago ruido en el salón, pongo
un disco de Benny Carter que ocupa toda la atmósfera, y como Sara es también amiga de saetas
y pasodobles, el armario parece silencioso y acaso lo esté, porque para los conejitos transcurre
ya la noche y el descanso.)
Su día principia a esa hora que sigue a la cena, cuando Sara se lleva la bandeja con un menudo
tintinear de tenacillas de azúcar, me desea buenas noches -sí, me las desea, Andrée, lo más
amargo es que me desea las buenas noches- y se encierra en su cuarto y de pronto estoy yo solo,
solo con el armario condenado, solo con mi deber y mi tristeza.
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Los dejo salir, lanzarse ágiles al asalto del salón, oliendo vivaces el trébol que ocultaban mis
bolsillos y ahora hace en la alfombra efímeras puntillas que ellos alteran, remueven, acaban en
un momento. Comen bien, callados y correctos, hasta ese instante nada tengo que decir, los
miro solamente desde el sofá, con un libro inútil en la mano -yo que quería leerme todos sus
Giraudoux, Andrée, y la historia argentina de López que tiene usted en el anaquel más bajo-;
y se comen el trébol.
Son diez. Casi todos blancos. Alzan la tibia cabeza hacia las lámparas del salón, los tres soles
inmóviles de su día, ellos que aman la luz porque su noche no tiene luna ni estrellas ni faroles.
Miran su triple sol y están contentos. Así es que saltan por la alfombra, a las sillas, diez manchas
livianas se trasladan como una moviente constelación de una parte a otra, mientras yo quisiera
verlos quietos, verlos a mis pies y quietos -un poco el sueño de todo dios, Andrée, el sueño
nunca cumplido de los dioses-, no así insinuándose detrás del retrato de Miguel de Unamuno,
en torno al jarrón verde claro, por la negra cavidad del escritorio, siempre menos de diez,
siempre seis u ocho y yo preguntándome dónde andarán los dos que faltan, y si Sara se
levantara por cualquier cosa, y la presidencia de Rivadavia que yo quería leer en la historia de
López.
No sé cómo resisto, Andrée. Usted recuerda que vine a descansar a su casa. No es culpa mía si
de cuando en cuando vomito un conejito, si esta mudanza me alteró también por dentro -no
es nominalismo, no es magia, solamente que las cosas no se pueden variar así de pronto, a
veces las cosas viran brutalmente y cuando usted esperaba la bofetada a la derecha-. Así, Andrée,
o de otro modo, pero siempre así.
Le escribo de noche. Son las tres de la tarde, pero le escribo en la noche de ellos. De día
duermen ¡Qué alivio esta oficina cubierta de gritos, órdenes, máquinas Royal, vicepresidentes
y mimeógrafos! Qué alivio, qué paz, qué horror, Andrée! Ahora me llaman por teléfono, son
los amigos que se inquietan por mis noches recoletas, es Luis que me invita a caminar o Jorge
que me guarda un concierto. Casi no me atrevo a decirles que no, invento prolongadas e
ineficaces historias de mala salud, de traducciones atrasadas, de evasión Y cuando regreso y
subo en el ascensor ese tramo, entre el primero y segundo piso me formulo noche a noche
irremediablemente la vana esperanza de que no sea verdad.
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Hago lo que puedo para que no destrocen sus cosas. Han roído un poco los libros del anaquel
más bajo, usted los encontrará disimulados para que Sara no se dé cuenta. ¿Quería usted
mucho su lámpara con el vientre de porcelana lleno de mariposas y caballeros antiguos? El
trizado apenas se advierte, toda la noche trabajé con un cemento especial que me vendieron
en una casa inglesa -usted sabe que las casas inglesas tienen los mejores cementos- y ahora me
quedo al lado para que ninguno la alcance otra vez con las patas (es casi hermoso ver cómo les
gusta pararse, nostalgia de lo humano distante, quizá imitación de su dios ambulando y
mirándolos hosco; además usted habrá advertido -en su infancia, quizá- que se puede dejar a
un conejito en penitencia contra la pared, parado, las patitas apoyadas y muy quieto horas y
horas).
A las cinco de la mañana (he dormido un poco, tirado en el sofá verde y despertándome a cada
carrera afelpada, a cada tintineo) los pongo en el armario y hago la limpieza. Por eso Sara
encuentra todo bien aunque a veces le he visto algún asombro contenido, un quedarse mirando
un objeto, una leve decoloración en la alfombra y de nuevo el deseo de preguntarme algo, pero
yo silbando las variaciones sinfónicas de Franck, de manera que nones. Para qué contarle,
Andrée, las minucias desventuradas de ese amanecer sordo y vegetal, en que camino
entredormido levantando cabos de trébol, hojas sueltas, pelusas blancas, dándome contra los
muebles, loco de sueño, y mi Gide que se atrasa, Troyat que no he traducido, y mis respuestas
a una señora lejana que estará preguntándose ya si… para qué seguir todo esto, para qué seguir
esta carta que escribo entre teléfonos y entrevistas.
Andrée, querida Andrée, mi consuelo es que son diez y ya no más. Hace quince días contuve
en la palma de la mano un último conejito, después nada, solamente los diez conmigo, su
diurna noche y creciendo, ya feos y naciéndoles el pelo largo, ya adolescentes y llenos de
urgencias y caprichos, saltando sobre el busto de Antinoo (¿es Antinoo, verdad, ese muchacho
que mira ciegamente?) o perdiéndose en el living, donde sus movimientos crean ruidos
resonantes, tanto que de allí debo echarlos por miedo a que los oiga Sara y se me aparezca
horripilada, tal vez en camisón -porque Sara ha de ser así, con camisón- y entonces… Solamente
diez, piense usted esa pequeña alegría que tengo en medio de todo, la creciente calma con que
franqueo de vuelta los rígidos cielos del primero y el segundo piso.
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Interrumpí esta carta porque debía asistir a una tarea de comisiones. La continúo aquí en su
casa, Andrée, bajo una sorda grisalla de amanecer. ¿Es de veras el día siguiente, Andrée? Un
trozo en blanco de la página será para usted el intervalo, apenas el puente que une mi letra de
ayer a mi letra de hoy. Decirle que en ese intervalo todo se ha roto, donde mira usted el puente
fácil oigo yo quebrarse la cintura furiosa del agua, para mí este lado del papel, este lado de mi
carta no continúa la calma con que venía yo escribiéndole cuando la dejé para asistir a una
tarea de comisiones. En su cúbica noche sin tristeza duermen once conejitos; acaso ahora
mismo, pero no, no ahora. En el ascensor, luego, o al entrar; ya no importa dónde, si el cuándo
es ahora, si puede ser en cualquier ahora de los que me quedan.
Basta ya, he escrito esto porque me importa probarle que no fui tan culpable en el destrozo
insalvable de su casa. Dejaré esta carta esperándola, sería sórdido que el correo se la entregara
alguna clara mañana de París. Anoche di vuelta los libros del segundo estante, alcanzaban ya a
ellos, parándose o saltando, royeron los lomos para afilarse los dientes -no por hambre, tienen
todo el trébol que les compro y almaceno en los cajones del escritorio. Rompieron las cortinas,
las telas de los sillones, el borde del autorretrato de Augusto Torres, llenaron de pelos la
alfombra y también gritaron, estuvieron en círculo bajo la luz de la lámpara, en círculo y como
adorándome, y de pronto gritaban, gritaban como yo no creo que griten los conejos.
He querido en vano sacar los pelos que estropean la alfombra, alisar el borde de la tela roída,
encerrarlos de nuevo en el armario. El día sube, tal vez Sara se levante pronto. Es casi extraño
que no me importe verlos brincar en busca de juguetes. No tuve tanta culpa, usted verá cuando
llegue que muchos de los destrozos están bien reparados con el cemento que compré en una
casa inglesa, yo hice lo que pude para evitarle un enojo… En cuanto a mí, del diez al once hay
como un hueco insuperable. Usted ve: diez estaba bien, con un armario, trébol y esperanza,
cuántas cosas pueden construirse. No ya con once, porque decir once es seguramente doce,
Andrée, doce que serán trece. Entonces está el amanecer y una fría soledad en la que caben la
alegría, los recuerdos, usted y acaso tantos más. Está este balcón sobre Suipacha lleno de alba,
los primeros sonidos de la ciudad. No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados
sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene
llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales.
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Tema 5. Tema, Idea o Sentimiento
Se dejará clara la necesidad de hacer que las distintas partes de la historia vayan
en concordancia para que se pueda transmitir correcta y efectivamente el tema, la
idea o el sentimiento deseados por el autor.
la idea es un concepto amplio, general (la soledad), que da norte, pero que debe
bajar a un segundo nivel, el tema, que permite pensar una historia (la soledad de
una mujer que pierde a su pareja).
Me encanta comenzar esta actividad con una pregunta muy concreta. Al azar le
pregunto a alguien del grupo “¿Qué hizo hoy en la mañana?”. La persona lo cuenta.
Como la pregunta es a quemarropa, la narración suele tener pocos detalles. Luego
repito la misma pregunta a otra persona del grupo y le pido que se extienda tanto
como pueda. Cuando termina, yo cuento mi parte, extendiéndome en detalles,
minucias, matices, personajes y demás cosas. Me detengo cuando noto el tedio en
el grupo o cuando me quedo sin qué contar.
Una vez me detengo, les pregunto si les gustó mi narración. La mayoría, por pena,
dice que sí e intentan rescatar algún detalle que recuerden o algo que les hizo
gracia. Cuando terminan de contestar, les digo que no mientan, que hasta yo me
aburrí contando mi historia. Ríen.
Es clave señalar que esa idea de fondo le da unidad a la historia, permite que se
quiten detalles, personajes, momentos y situaciones que sobran, para hacer que la
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historia sea contundente y no aburra. Esto tiene que ver con la distinción que se
podría hacer entre una historia preparada y simplemente una anécdota que se
cuenta y puede estar llena de cosas que sobran y divagaciones.
Una vez concluida esta reflexión, asigno un ejercicio para la siguiente sesión: cada
uno pone en un papelito una idea, lo dobla y se entregan al azar. El objetivo es que,
para la siguiente sesión, cada uno haga una historia trabajando esa idea que le fue
asignada y, el grupo, debe adivinar cuál fue la idea que cada uno trabajó. Si la
mayoría del grupo acierta, el texto acierta.
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Actividad – ¿De qué hablan las historias?
Tiempo: 60 a 90 minutos
Objetivo: Reconocer que las historias tienen ideas de fondo que dan unidad y
efectividad a un texto.
Materiales
Este tema no es de fácil comprensión, sobre todo para los grupos que no han
leído el texto completo de Hayashi. Un buen complemento puede ser, una vez se
ha hecho la explicación, es reestructurar la anécdota que contó de la mañana
siguiendo las sugerencias de todos, para darle unidad a esa anécdota y que
transmita una idea, concepto o sentimiento.
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ANEXO 1. No oyes ladrar los perros – Juan Rulfo
-Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en
alguna parte.
-No se ve nada.
-Ya debemos estar cerca.
-Sí, pero no se oye nada.
-Mira bien.
-No se ve nada.
-Pobre de ti, Ignacio.
La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las
piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola
sombra, tambaleante.
La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.
-Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas de fuera, fíjate a ver
si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte.
Y desde qué horas que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio.
-Sí, pero no veo rastro de nada.
-Me estoy cansando.
-Bájame.
El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar la carga
de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse, porque después no
hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado
a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces.
-¿Cómo te sientes?
-Mal.
Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía tener frío. Temblaba.
Sabía cuándo le agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies
se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su
pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja. Él apretaba los dientes para no
morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba:
-¿Te duele mucho?
-Algo -contestaba él.
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Primero le había dicho: “Apéame aquí… Déjame aquí… Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana
o en cuanto me reponga un poco.” Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera
eso decía. Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de
luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra.
-No veo ya por dónde voy -decía él.
Pero nadie le contestaba.
El otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre,
reflejando una luz opaca. Y él acá abajo.
-¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien.
Y el otro se quedaba callado.
Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar
de nuevo.
-Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado
el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no
quieres decirme qué ves, tú que vas allá arriba, Ignacio?
-Bájame, padre.
-¿Te sientes mal?
-Sí
-Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un
doctor. Yo te llevaré con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí
para que acaben contigo quienes sean.
Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a enderezarse.
-Te llevaré a Tonaya.
-Bájame.
Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:
-Quiero acostarme un rato.
-Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.
La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojada en sudor, se
llenó de luz. Escondió los ojos para no mirar de frente, ya que no podía agachar la cabeza
agarrotada entre las manos de su hijo.
-Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre. Porque usted fue
su hijo. Por eso lo hago. Ella me reconvendría si yo lo hubiera dejado tirado allí, donde lo
encontré, y no lo hubiera recogido para llevarlo a que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella
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la que me da ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debo más que puras
dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas.
Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Y sobre el sudor seco, volvía a
sudar.
-Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han
hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya
no me importa. Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de
eso… Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangre que usted tiene de mí. La
parte que a mí me tocaba la he maldecido. He dicho: “¡Que se le pudra en los riñones la sangre
que yo le di!” Lo dije desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo
del robo y matando gente… Y gente buena. Y si no, allí esta mi compadre Tranquilino. El que
lo bautizó a usted. El que le dio su nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse
con usted. Desde entonces dije: “Ese no puede ser mi hijo.” Mira a ver si ya ves algo. O si oyes
algo. Tú que puedes hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo.
-No veo nada.
-Peor para ti, Ignacio.
-Tengo sed.
-¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya es muy noche y han de haber
apagado la luz en el pueblo. Pero al menos debías de oír si ladran los perros. Haz por oír.
-Dame agua.
-Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y aunque la hubiera, no te bajaría a
tomar agua. Nadie me ayudaría a subirte otra vez y yo solo no puedo.
-Tengo mucha sed y mucho sueño.
-Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces. Despertabas con hambre y comías para volver
a dormirte. Y tu madre te daba agua, porque ya te habías acabado la leche de ella. No tenías
llenadero. Y eras muy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquella rabia
a la cabeza… Pero así fue. Tu madre, que descanse en paz, quería que te criaras fuerte. Creía
que cuando tú crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a
tener la mató. Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas.
Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó de apretar las rodillas y
comenzó a soltar los pies, balanceándolo de un lado para otro. Y le pareció que la cabeza, allá
arriba, se sacudía como si sollozara. Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de
lágrimas.
-¿Lloras, Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre, ¿verdad? Pero nunca hizo
usted nada por ella. Nos pagó siempre mal. Parece que en lugar de cariño, le hubiéramos
retacado el cuerpo de maldad. ¿Y ya ve? Ahora lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los
mataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran podido decir: “No tenemos
a quién darle nuestra lástima”. ¿Pero usted, Ignacio?
60
Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la impresión de que
lo aplastaba el peso de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al
llegar al primer tejaván, se recostó sobre el pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo
hubieran descoyuntado.
Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al
quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros.
-¿Y tú no los oías, Ignacio? -dijo-. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza.
FIN
61
Tema 6. Historia de la Literatura
De manera sencilla y en relación con los textos que se aborden, se buscará dar una
base sencilla de historia de la literatura que, más que dejar claras fechas y nombres,
buscará dar información sobre autores y distintos géneros literarios. Este
componente busca que los adultos mayores puedan investigar por su cuenta y
continuar el trabajo de lecturas y análisis una vez terminen los talleres.
Este tema es transversal al resto de los temas del módulo de cuento por lo que no
tiene ninguna actividad específica. A pesar de esto es importante que a través de
las diferentes sesiones se utilicen de 10 a 15 minutos por sesión para tratar temas
de historia de la literatura. Esto se puede llevar a cabo profundizando sobre
anécdotas de los distintos autores que se van a leer en los cuentos o sobre el
contexto histórico en el que se escribió la historia y la injerencia que este tiene sobre
la misma.
62
Módulo 2. Narración Oral
Temas - Entonación
- Expresión
- Lenguaje Corporal
Introducción
Este módulo busca dar las herramientas y prácticas correctas para que las personas
mayores cuenten su historia oralmente. Esto implica, poder mantener la atención
del público, tener una expresión clara y dar distintos matices durante la narración.
Didáctica
Estas sesiones se centran en ejercicios prácticos que permiten abordar los temas
de manera entretenida y eficaz. Muchos de estos ejercicios trabajan la narración de
historias propias de los adultos mayores, así se sentirán cada vez más cómodos y
capacitados para compartir sus creaciones.
63
2. Enfocándose en el trabajo de la oralidad como tal, cada asistente
preparará una historia y la declamará ante el público. Una vez termine
cada uno, el grupo dará comentarios, sugerencias y opiniones frente a
cómo narrarla de una mejor manera.
En ambos casos, serás el encargado de guiar el tratamiento de los temas, y el
moderador para romper el hielo cuando sea necesario y para enfocar los
comentarios.
Tema 1. Entonación
A veces, a las personas mayores no les faltan las historias ni las ganas de
compartirlas, pero, cuando las van a contar, el tono de su voz es muy bajo y no
corresponde a lo que cuentan.
Una vez la persona está ubicada y ha asumido la posición ideal para el ejercicio,
debe poner una mano sobre su ombligo y respirar. Al inhalar debe inflar el abdomen
y, al exhalar, debe contraerlo; en ambos momentos, debe mantener los hombros
quietos. El objetivo de la mano en el ombligo es que sienta cómo se mueve su
64
abdomen, y el objetivo de mantener los hombros quietos es que la persona no haga
una respiración superficial, sino que respire desde el diafragma, que haga una
respiración profunda. Cuando respiramos de manera superficial, nuestros hombros
se levantan al inhalar y bajan al exhalar; esta respiración no sirve para hablar en
público y no aprovecha la capacidad de los pulmones.
IMPORTANTE: Usted que está leyendo esto, tome un momento para hacer el
ejercicio. Asuma la posición correcta de la espalda, ponga su mano en el ombligo,
inhale y exhale, inflando y desinflando el abdomen, sin mover los hombros. Como
verá, no es tan sencillo como podría pensarse, pero la práctica lo facilitará.
El objetivo es que usted vaya realizando con el grupo cada uno de estos ejercicios,
paso a paso. Esta actividad debe llevar, máximo, 30 minutos y es conveniente
hacerla cada dos sesiones. Así, las personas van tomando consciencia de su
respiración y harán de la respiración profunda un hábito.
También suele pasar que con las primeras inhalaciones, si se hace correctamente,
la persona bostece o se maree un poco, las dos situaciones son naturales y
responden a que las vías respiratorias se abren más de lo acostumbrado.
65
Actividad – La Respiración Profunda
Tiempo: 30 a 40 minutos
Materiales
Descripción:
La idea de esta actividad no es que se tome toda la sesión, sino que sea un primer
momento, al inicio de varias sesiones. Así, los ejercicios de respiración
complementarán el trabajo de otros temas y el desarrollo de otras sesiones.
• Cada participante debe ponerse de pie, con la espalda lo mas recta posible
• Ponga una mano sobre su ombligo y respire
• Al inhalar debe inflar el abdomen y, al exhalar, debe contraerlo; en ambos
momentos, debe mantener los hombros quietos
• 3 series
o Inhale por la nariz y exhale por la boca como inflando una bomba
(x10)
o Inhale por la nariz y exhale por la boca diciendo una vocal hasta
quedar sin aire (x5 para cada vocal)
Debe hacer siempre los ejercicios antes que el grupo, debe mostrarlos.
66
Tema 2. Expresión
Con ello, estructuré una sesión en que cada persona presentara la canción de su
región, la que recordaba o la que, en la investigación, yo había encontrado. Esa
presentación resultaba muy amena, porque no buscaba saber sobre teoría o historia
de la canción, sino de cada uno de los asistentes: contaban cuándo la habían
escuchado por primera vez, con quiénes las habían bailado, en qué fiestas sonaban
en su región. Incluso surgieron recuerdos de primeros amores, del vestuario
tradicional de algunas fiestas y de celebraciones regionales.
Luego, pasamos a cantar y/o leer las canciones. El ejercicio servía para trabajar la
expresión oral, entonación y proyección de la voz, porque el que cantaba o leía,
debía hacerlo de forma tal que todo el grupo lo escuchara. (Para vencer la pena de
algunas personas del grupo que eran reacias a cantar o a tratar de tomar el ritmo
de la canción, yo lo intenté; fui tan torpe, que se rieron y encontraron la confianza
para participar y abrirse aún más).
67
En esta parte, hubo veces en que las canciones tomadas de recopilaciones y
cancioneros no coincidían con las que ellos recordaban, y se abría otro espacio para
seguir trabajando la memoria. En otros momentos, surgía un diálogo entre regiones
en que las personas caían en la cuenta de cómo lo mismo se dice de maneras
distintas en una región frente a otra y cómo algunas palabras tienen diferentes
significados en una región frente a otra. Dado que algunos ya habían vencido cierta
pena, se abrieron y fueron más detallados y extensos en sus comentarios sobre lo
que habían vivido.
Si bien esta actividad sirve mucho para que las personas venzan la pena, se abran,
compartan e integren hablando de y desde sus tradiciones, no es conveniente
cuando comienza uno con un grupo. Tal vez al mes de trabajo sí, porque antes
puede pesar mucho el miedo al ridículo al cantar, o porque si no se ha trabajado la
expresión oral antes, no va a ser interesante. Unos cantan o leen a un volumen tan
bajo que los otros se duermen. Además, sin cierto nivel de confianza, presentan la
canción sin emoción alguna y con anécdotas tan breves y esquemáticas que bien
podrían inventarlas ahí mismo para salir del paso.
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Actividad – Canciones y Memoria
Objetivos:
- Recordar y reconocer las distintas tradiciones culturales de las cuales
provienen los asistentes del grupo.
- Trabajar la expresión oral cantando y/o declamando
Materiales
Descripción:
Cada persona debe presentar al menos una canción, sin que haya un límite
máximo de canciones presentadas.
Debe preguntar por los recuerdos que las canciones evoquen en las personas
mayores, buscando ahondar en elementos tanto culturales, como personales y
emotivos.
Es importante que usted cante primero y/o lea la letra de alguna de las canciones,
sobre todo si el grupo es un poco penoso. No importa si lo hace bien o no, romperá
el hielo y generará confianza al grupo, sobre todo a los que son más penosos.
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Tema 3. Lenguaje Corporal
Contar oralmente una historia requiere habilidades que la simple lectura en voz alta
no trabaja. La ubicación de los hombros o las piernas, los movimientos de las manos
o la gesticulación, poco agregan en una lectura, mientras que para la oralidad son
claves al momento de dar matices o reforzar momentos dramáticos. El lenguaje
corporal es clave para poder contar oralmente.
El calentamiento que trabajo (no quiere decir que sea el único que funcione) es el
siguiente: primero, las personas que pueden ponerse de pie, deben hacerlo,
manteniendo la espalda lo más recta posible; quienes no puedan ponerse de pie
deben mantener, desde su asiento, la espalda recta. Una vez han hecho esto es
conveniente que hagan unos ejercicios suaves de calistenia (que muevan el cuello
de un lado al otro; los hombros, en círculos; los brazos, de arriba abajo; la cintura
haciendo círculos; las piernas como haciendo una marcha corta en el lugar en que
se encuentran). Esta parte no busca gran trabajo físico ni que se fuercen más de lo
debido, pues hay personas mayores que tienen condiciones de salud que deben ser
de cuidado.
70
Cuando termine la calistenia, deben pasar a ejercicios de respiración que involucran
decir las vocales y que están consignados en la actividad “Por la respiración
profunda”. Una vez los han hecho como aparecen en esa guía, es conveniente que
hagan una variación: al decir cada vocal, deben hacer alguna mueca, sobre todo
que sea graciosa. Lo importante es que disfruten la actividad y que activen la
circulación del cuerpo y el rostro. También deben entender que lo siguiente es
principalmente físico.
IMPORTANTÍSIMO: Usted debe comenzar. Antes que todos, debe sacar dos
papeles distintos y representarlos. Si uno no se pone en el lugar vulnerable antes y
les demuestra que la pena no existe, sino que es una limitante que uno mismo se
pone, la actividad no funciona. Si usted siente la pena y la vence, abre la puerta a
que el grupo haga lo mismo.
Esta actividad debe llevar, máximo, 40 minutos y es conveniente hacerla cada dos
o tres sesiones. Así, las personas se van soltando, pierden la pena y van mejorando
su lenguaje corporal. Usted siempre debe comenzar; no sólo por mostrar al grupo,
sino para vencer, en sí mismo, la pena.
Dos variaciones: primera, puede hacer una versión en que se centre sólo en la
gesticulación, dejando el resto del cuerpo quieto. Segunda, puede volver el ejercicio
un juego y dar un premio a quienes mejor comunican con el cuerpo. Esta segunda
es muy divertida y genera mucha confianza entre el grupo.
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Actividad – Contar con el cuerpo
Tiempo: 40 minutos
Descripción:
Debe hacer siempre los ejercicios antes que el grupo, debe mostrarlos.
Debe hacer constante énfasis en que la pena no existe, es sólo un límite que se
impone uno mismo.
Debe alentar la risa y el disfrute de la actividad, no sólo para que no sea tedioso,
sino para que haya la confianza y venzan la pena.
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Módulo 3. Sostenibilidad
Introducción
Este módulo busca capacitar a los adultos mayores para que se apropien de las
letras, los textos literarios y las mecánicas del taller con el fin de garantizar la
continuidad de los laboratorios una vez terminen los seis meses de formación.
Didáctica
Las actividades y ejercicios de este módulo se enfocan en delegar las labores que
venías desarrollando como tallerista en los asistentes del laboratorio (ya sea como
moderador o escogiendo y desarrollando la historia central o guiar la lectura,
interpretación y análisis de los textos). Recuerda que tu rol durante este proceso es
el de un simple acompañante, entregando respaldo a quién se esté apersonando
de las labores.
73
Tema 1. Selección de Material
Para producir esta ruptura debe permitirse a los asistentes proponer sus propias
temáticas, y, más importante, asumir la dirección de la sesiones pues son ellos los
llamados a proteger aquellos aspectos de su tradición que consideran importantes
y que se encuentran en riesgo de desaparecer.
El texto escogido por Pepita fue el cuento de Juan José Arreola, llamado La
Reputación, es importante que el grupo entienda que la lectura grupal es una excusa
para activar el recuerdo, en ese sentido la interpretación del texto deja de ser un
problema (o la razón principal del ejercicio, no se trata de definir su sentido
complejo), funciona como el inicio de un ejercicio de memoria. Desde esta
74
perspectiva no hay valoraciones erradas, es un medio para construir un fin: catalizar
el proceso creativo.
Basándose en el texto, Pepita sugirió al grupo narrar una situación en que las
acciones de su vida hayan llevado a los integrantes a proyectar una reputación
distinta a su forma de ser, ocasiones en las que fueron juzgados injustamente por
su comportamiento.
Padres que culparon al hijo equivocado por romper un florero, jefes agradecidos por
un trabajo que no se hizo, fiestas en las que las jóvenes consiguieron nuevos
amantes, acusaciones falsas de robo o mentira; fueron algunos de los temas que
los asistentes compartieron ese día siguiendo la invitación de Pepita. Todos, sin
excepción, nos hemos favorecido o hemos sido víctimas de nuestra reputación.
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Actividad – La Reputación
Tiempo: 2 horas
Materiales
Lecturas Recomendadas
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ANEXO. Una Reputación – Juan José Arreola
La cortesía no es mi fuerte. En los autobuses suelo disimular esta carencia con la lectura o el
abatimiento. Pero hoy me levanté de mi asiento automáticamente, ante una mujer que estaba
de pie, con un vago aspecto de ángel anunciador.
La dama beneficiada por ese rasgo involuntario lo agradeció con palabras tan efusivas, que
atrajeron la atención de dos o tres pasajeros. Poco después se desocupó el asiento inmediato, y
al ofrecérmelo con leve y significativo ademán, el ángel tuvo un hermoso gesto de alivio. Me
senté allí con la esperanza de que viajaríamos sin desazón alguna.
Pero ese día me estaba destinado, misteriosamente. Subió al autobús otra mujer, sin alas
aparentes. Una buena ocasión se presentaba para poner las cosas en su sitio; pero no fue
aprovechada por mí. Naturalmente, yo podía permanecer sentado, destruyendo así el germen
de una falsa reputación. Sin embargo, débil y sintiéndome ya comprometido con mi
compañera, me apresuré a levantarme, ofreciendo con reverencia el asiento a la recién llegada.
Tal parece que nadie le había hecho en toda su vida un homenaje parecido: llevó las cosas al
extremo con sus turbadas palabras de reconocimiento.
Esta vez no fueron ya dos ni tres las personas que aprobaron sonrientes mi cortesía. Por lo
menos la mitad del pasaje puso los ojos en mí, como diciendo: “He aquí un caballero”. Tuve
la idea de abandonar el vehículo, pero la deseché inmediatamente, sometiéndome con
honradez a la situación, alimentando la esperanza de que las cosas se detuvieran allí.
Dos calles adelante bajó un pasajero. Desde el otro extremo del autobús, una señora me
designó para ocupar el asiento vacío. Lo hizo sólo con una mirada, pero tan imperiosa, que
detuvo el ademán de un individuo que se me adelantaba; y tan suave, que yo atravesé el camino
con paso vacilante para ocupar en aquel asiento un sitio de honor. Algunos viajeros masculinos
que iban de pie sonrieron con desprecio. Yo adiviné su envidia, sus celos, su resentimiento, y
me sentí un poco angustiado. Las señoras, en cambio, parecían protegerme con su efusiva
aprobación silenciosa.
Una nueva prueba, mucho más importante que las anteriores, me aguardaba en la esquina
siguiente: subió al camión una señora con dos niños pequeños. Un angelito en brazos y otro
que apenas caminaba. Obedeciendo la orden unánime, me levanté inmediatamente y fui al
encuentro de aquel grupo conmovedor. La señora venía complicada con dos o tres paquetes;
tuvo que correr media cuadra por lo menos, y no lograba abrir su gran bolso de mano. La ayudé
eficazmente en todo lo posible; la desembaracé de nenes y envoltorios, gestioné con el chofer
la exención de pago para los niños, y la señora quedó instalada finalmente en mi asiento, que
la custodia femenina había conservado libre de intrusos. Guardé la manita del niño mayor
entre las mías.
Mis compromisos para con el pasaje habían aumentado de manera decisiva. Todos esperaban
de mí cualquier cosa. Yo personificaba en aquellos momentos los ideales femeninos de
caballerosidad y de protección a los débiles. La responsabilidad oprimía mi cuerpo como una
coraza agobiante, y yo echaba de menos una buena tizona en el costado. Porque no dejaban de
ocurrírseme cosas graves. Por ejemplo, si un pasajero se propasaba con alguna dama, cosa nada
rara en los autobuses, yo debía amonestar al agresor y aun entrar en combate con él. En todo
77
caso, las señoras parecían completamente seguras de mis reacciones de Bayardo. Me sentí al
borde del drama.
En esto llegamos a la esquina en que debía bajarme. Divisé mi casa como una tierra prometida.
Pero no descendí incapaz de moverme, la arrancada del autobús me dio una idea de lo que
debe ser una aventura trasatlántica. Pude recobrarme rápidamente; yo no podía desertar así
como así, defraudando a las que en mí habían depositado su seguridad, confiándome un
puesto de mando. Además, debo confesar que me sentí cohibido ante la idea de que mi
descenso pusiera en libertad impulsos hasta entonces contenidos. Si por un lado yo tenía
asegurada la mayoría femenina, no estaba muy tranquilo acerca de mi reputación entre los
hombres. Al bajarme, bien podría estallar a mis espaldas la ovación o la rechifla. Y no quise
correr tal riesgo. ¿Y si aprovechando mi ausencia un resentido daba rienda suelta a su bajeza?
Decidí quedarme y bajar el último, en la terminal, hasta que todos estuvieran a salvo.
Las señoras fueron bajando una a una en sus esquinas respectivas, con toda felicidad. El chofer
¡santo Dios! acercaba el vehículo junto a la acera, lo detenía completamente y esperaba a que
las damas pusieran sus dos pies en tierra firme. En el último momento, vi en cada rostro un
gesto de simpatía, algo así como el esbozo de una despedida cariñosa. La señora de los niños
bajó finalmente, auxiliada por mí, no sin regalarme un par de besos infantiles que todavía
gravitan en mi corazón, como un remordimiento.
Descendí en una esquina desolada, casi montaraz, sin pompa ni ceremonia. En mi espíritu
había grandes reservas de heroísmo sin empleo, mientras el autobús se alejaba vacío de aquella
asamblea dispersa y fortuita que consagró mi reputación de caballero.
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Tema 2. Nombre del Laboratorio
Como parte de las sesiones, una vez constituido el grupo, las personas mayores
tendrán la oportunidad de seleccionar, entre todos y en común acuerdo, el nombre
con el que será bautizado el laboratorio de escritura y memoria.
Una parte importante de los laboratorios de memoria y escritura tiene que ver con
que las personas mayores se sientan dueñas de estos espacios. Un primer paso,
una vez consolidado el grupo de asistentes, es que sean ellos quien escoja cómo
nombrarlo, que lo “bauticen” proyectando aquellos aspectos que consideran
centrales de su cultura y memoria.
Los cerca de 20 adultos mayores, internos del patio cinco, estaban cansados de las
iniciativas de comunicación que en años anteriores se había producido dentro del
penal. En varias oportunidades se les había invitado a participar en grupos de
escritura, después presentaban sus textos en carteleras donde otros internos, en
algunas ocasiones, se burlaban de los textos escritos o los alteraban.
El nombre elegido por los internos fue ‘El Vigía’, ¿la razón?, querían construir un
espacio que permitiera producir textos que denunciaran, que alertaran sobre la
situación de derechos humanos de la cárcel; un espacio que sirviera como voz de
alerta para quienes desconocen lo que ocurre de puertas para adentro, lo malo y lo
bueno: una ventana con el mundo exterior.
79
permite a los asistentes integrar a su proceso a una orientación que, como
comunidad, han elegido seguir a través del consenso. Más que un nombre es una
forma de escribir, de crear, de vivir. Algo importante que merece ser preservado.
Tiempo: 1 a 2 horas
Materiales
Es importante que todos los integrantes del grupo participen en la actividad para
se sientan parte del laboratorio.
Debe haber igualdad de condiciones en caso de empate para que los proponentes
puedan exponer las razones del nombre sugerido.
80
Tema 3: Mecanismos de Continuidad
Les voy a contar cómo aprendí a hacer arepas (ahora sé que es fácil, pero no me lo
parecía entonces). En Bogotá estábamos trabajando con un grupo de personas
mayores, entre 13 y 20 asistentes permanentes, mayoritariamente mujeres y sin
código lecto escrito. Del grupo, una tercera parte no sabía hacer arepas (yo me
incluyo ahí); otra tercera parte sí sabía, pero moliendo el maíz y realizando todo el
proceso a la manera antigua; la otra tercera parte sí sabía hacerlas con las harinas
para arepas ya preparadas.
Para esa tarde, calculé 2 libras de harina, 2 libras de queso campesino y un cuarto
de mantequilla con sal; esperaba que alcanzara para todos los asistentes al taller.
Y comenzó todo: yo tan sólo serví para conseguir los materiales e implementos. Fui
un asistente más, tomando notas mentales, mientras las que sabían hacer las
arepas, dirigían.
Ahora bien, de las que sabían, tres mujeres tomaron la vocería y dirigieron la
actividad, asumiéndome a mí como un ayudante “privilegiado”. Ese día ellas fueron
las “profes” y el resto del grupo fue sus estudiantes.
81
a cierta temperatura, cómo evitar quemarnos, cómo ubicar, mover y “recuperar”
arepas, es decir, cómo arreglarlas si se han ido deteriorando en el proceso.
Al terminar, todos comimos arepas con agua de panela. El tercio del grupo, que no
tenía experiencia en este arte culinario, participó y aprendió; y el tercio que sabía
hacerlas a la manera tradicional vio que era muy parecido.
¿Por qué un ejercicio de este tipo? Quería entrar en una actividad en la que yo no
pudiera liderar, pues no sabía qué debía hacer. Quise que la actividad entrara en
un terreno en que yo, como tallerista, no fingiera o asumiera un rol secundario, sino
una actividad en que realmente debiera confiar todo el proceso al grupo, pues yo no
sabía nada.
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Actividad – De todos aprendemos algo: bitácora de como aprendí a hacer arepas
Objetivo: Reconocer las personas del grupo que podrían liderar el espacio.
Materiales
Descripción:
Si bien este caso habla de una actividad enfocada en que parte del grupo
enseñara a hacer arepas, la misma idea puede funcionar con muchos otros
contenidos, por ejemplo costura, canto, artesanías, pastelería, juegos, etc.
83
Referencias
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