Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/28113083
Article
Source: OAI
CITATIONS READS
7 163
2 authors, including:
Roberto Colom
Universidad Autónoma de Madrid
232 PUBLICATIONS 5,175 CITATIONS
SEE PROFILE
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
All content following this page was uploaded by Roberto Colom on 22 January 2017.
Índice
*
Publicado en 1998 por Editorial Biblioteca Nueva, Madrid
1
• Segunda Parte: La Política de la Inteligencia
5. The Bell Curve y sus Críticos. Charles Murray
6. Comentarios sobre ‘The Bell Curve y sus Críticos’. James J. Heckman,
Charles Lane, Leon J. Kamin, Richard E. Nisbett, Lind D. Loury, Ernest V.
Den Haag, J. P. Rushton, Lloyd B. Lewis, W. H. Ryan
7. Réplica a los Comentarios sobre ‘The Bell Curve y sus Críticos’. Charles
Murray
8. Comentario de Sandra Scarr sobre ‘The Bell Curve’.
9. Rompiendo el último tabú. Comentario de Thomas Bouchard sobre ‘The
Bell Curve’.
10. Mentiras, Condenadas Mentiras, y Estadística. Comentario de Leon J.
Kamin sobre ‘The Bell Curve’
11. El papel de la inteligencia en la sociedad moderna. Earl B. Hunt
2
Presentación
Uno de los principales requisitos que debe cumplir un científico para que su obra
de divulgación tenga algún eco, es que las evidencias y los argumentos de su
discurso estén descargados del lenguaje y las complejidades técnicas propias de
la jerga científica. Si acaso se ve en la obligación de mantener algunos términos o
definiciones originales, tendrá que explicarlos con extrema simplicidad para que
el lector naïve pueda hacerlos suyos e integrarlos en la idea que el científico
desea transmitir.
En psicología ha habido algunos autores que han sabido satisfacer estos criterios.
Ejemplos son Leon Kamin, Howard Gardner, Robert Sternberg, Daniel Goleman
o el recientemente fallecido Hans Eysenck1. Resulta llamativo que buena parte de
1
Véase el volumen de homenaje coordinado por A. Andrés Pueyo & R. Colom (1999). Hans Jurgen
Eysenck. Psicólogo Científico. Madrid, Biblioteca Nueva.
3
los títulos de mayor éxito de estos autores hayan tenido relación con uno de los
conceptos más estudiados en psicología: la inteligencia.
El estudio de la inteligencia
Pero hay más: la inteligencia es un atributo que socialmente añade valor a todo
aquello que califica. Los publicistas saben bien que el uso de este calificativo
ayuda a “vender” mejor un producto: existen hipotecas inteligentes, coches
inteligentes o cocinas inteligentes, y el instrumento que mejor representa nuestra
avanzada sociedad es el ordenador, la máquina inteligente por excelencia. Este
hecho también se refleja en el lenguaje cotidiano, donde existen numerosos
términos para identificar si una persona dispone, y en qué cantidad, de este
atributo tan apreciado en nuestra sociedad occidental.
4
El hecho de que el término inteligencia sea tan utilizado por todos tiene
consecuencias para su comprensión. Si pusieramos encima de la mesa las
distintas concepciones científicas de inteligencia y los términos del lenguaje
cotidiano relacionados con ese término, nos encontrariamos con una gran mezcla.
Todo ello contribuye a que las obras de divulgación sobre la inteligencia se
encuentren sujetas a una enorme confusión, especialmente cuando la obra llega a
conclusiones que aparentemente contradicen determinadas pre-concepciones
sobre la inteligencia.
Sin embargo, esa confusión es más aparente que real. Aunque esa apariencia de
confusión sea empleada en ocasiones para negar la posibilidad de estudiar desde
la psicología científica el concepto de inteligencia, las evidencias disponibles
indican que la concepción popular y la concepción científica de la inteligencia
son más coincidentes que discrepantes. El profesor Robert Sternberg en los
Estados Unidos y el profesor Manuel Juan-Espinosa en España y en Guinea
Ecuatorial, han demostrado que las concepciones populares de la inteligencia se
corresponden bastante bien con la concepción que la psicología actual propone
de la inteligencia. Los psicólogos y las personas no expertas en el tema de la
inteligencia coinciden en señalar que las personas inteligentes se caracterizan por
su capacidad de resolver problemas, nuevos o conocidos, su capacidad en el
manejo del lenguaje y su actitud tolerante y abierta a la innovación. También
coinciden en distinguir la existencia, en el seno de la inteligencia, de una
capacidad general (g) que nos permite adquirir conocimientos y una serie de
capacidades más específicas sustentadas en el conocimiento adquirido. La
primera nos permite enfrentarnos con éxito a las situaciones nuevas y la segunda
resolver problemas en contextos conocidos. A estos dos tipos de capacidades los
psicólogos les denominamos inteligencia fluida e inteligencia cristalizada.
Ambas constituyen la inteligencia y se utilizarán con la misma finalidad, pero de
acuerdo a las exigencias de las distintas tareas o situaciones.
5
A partir de este tipo de conceptos, la psicología ha buscado métodos de trabajo,
es decir, maneras de analizar y estudiar empiricamente el concepto. Así, por
ejemplo, para estudiar la inteligencia fluida se han diseñado problemas que
fuesen novedosos para la persona, como una serie de figuras relacionadas
mediante reglas que no están explícitas en el problema. En este caso, la persona
deberá descubrir cuáles son las reglas que gobiernan las figuras para, por
ejemplo, seleccionar una alternativa que sea congruente y descartar las
alternativas incongruentes. Las operaciones mentales que este tipo de problemas
le exige a la persona no son capricho del científico, sino que intentan capturar
procesos importantes presentes en las situaciones cotidianas con las que se
encuentra esa persona. Por ejemplo, cuando un alumno debe decidir qué reglas
relacionan una serie de elementos químicos enumerados en un problema y debe
seleccionar otros elementos que también puedan incluirse en el conjunto original,
o cuando un ingeniero debe averiguar en virtud de qué reglas se logra una
máxima aerodinámica y decidir qué formas satisfacen mejor, tanto el diseño del
automovil como las reglas de la aerodinámica. Por consiguiente, los problemas
que los psicólogos diseñan para estudiar conceptos como el de inteligencia
cristalizada y el de inteligencia fluida intentan ser congruentes con las
actividades cotidianas que parecen ser sintomáticas de una conducta inteligente.
6
instrumentos de medición. Si las medidas de la temperatura son científicas
(¿alguien duda de que lo sean?) entonces también lo son las de la inteligencia”2.
2
Eysenck (1979, p. 30).
7
–la aproximación psicométrica y los test psicológicos, las teorías de Howard
Gardner, de Robert Sternberg, de Jean Piaget y de Lev Vygotsky, así como el
problema de la variación cultural y las aproximaciones biológicas—concluyendo
que si bien todas ellas son relevantes para la comprensión del concepto de
inteligencia, buena parte de la argumentación del informe “está dedicada a la
dominante aproximación psicométrica, que no sólo ha inspirado la mayor parte
de la investigación y ha atraido la mayor parte de la atención (hasta el
momento) sino que es la más empleada en la práctica”. También se estudia el
significado de las puntuaciones en los test de inteligencia, qué predicen y con qué
precisión lo hacen. El informe describe la gran estabilidad de las puntuaciones en
los test de inteligencia durante el desarrollo, su capacidad para predecir
rendimiento escolar y ocupacional, así como su relación con resultados sociales
tales como el estátus, los ingresos económicos o la delincuencia. Se acentua que
hay muchas otras variables no medidas con los test de inteligencia que influyen
en todos esos contextos. También se discuten las relaciones entre las
puntuaciones en los test y las medidas de laboratorio de velocidad de
procesamiento. De especial interés es la pregunta por la influencia de los factores
ambientales y genéticos sobre las diferencias de inteligencia, tal y como se miden
con los test. Se describen los métodos de descomposición de la varianza –de las
puntuaciones en los test—, cómo se realizan las estimaciones genéticas o cuál el
significado de la heredabilidad (h2). Los métodos de la genética conductual han
mostrado, según el informe, que los genes y las variaciones en los ambientes
particulares de un individuo –su experiencia personal del ambiente—contribuyen
sustancialmente a las diferencias de rendimiento en los test de inteligencia, pero
que aunque la variación entre familias contribuye significativamente a las
diferencias de CI observadas en la niñez, su efecto disminuye posteriormente. El
informe enumera una serie de variables ambientales que parecen influir en las
diferencias de rendimiento en los test: variables sociales como la ocupación, la
escolarización, las intervenciones educativas y el ambiente familiar, y variables
biológicas como la nutrición, el plomo ambiental, el alcohol o los factores
perinatales. Uno de los efectos ambientales mejor documentados, pero también
8
peor explicados, es el denominado “Efecto Flynn”, que consiste en un aumento
gradual del rendimiento medio en los test de inteligencia en el transcurso de los
últimos 50 años. El informe comenta el interés que tiene averiguar cuáles pueden
ser las experiencias individuales que contribuyen a las diferencas de rendimiento.
Finalmente, se aborda el espinoso problema de las diferencias grupales de
rendimiento en los test de inteligencia. Por supuesto, se parte de la declaración de
que las medias grupales no tienen implicaciones directas para los individuos
particulares o de que las distribuciones de grupos diferentes se solapan, de tal
modo que el rango de puntuaciones dentro de cada grupo es siempre mucho
mayor que las diferencias medias entre los grupos. Se describen los datos
conocidos sobre las diferencias de sexo y étnico-raciales en los test
estandarizados de inteligencia. De especial interés es la discusión sobre el posible
sesgo de los test. Aunque, según el informe, “considerados como predictores del
rendimiento futuro, los test no parecen estar sesgados”, sí pueden darse
determinadas condiciones sociales que perjudiquen el rendimiento en los test.
Desde luego, los coordinadores del presente volumen esperamos que la lectura de
este informe sirva para situar en un lugar común las discusiones públicas sobre la
inteligencia. Creemos, al igual que los redactores de ese informe, que el estudio
de la inteligencia no necesita declaraciones y recriminaciones politizadas, sino
mucha más investigación y un tono más sereno. También creemos que las
preguntas que siguen sin respuesta son cientifica y socialmente importantes, y
que no hay ninguna razón para pensar que son irresolubles.
9
fuera de duda y los resultados presentados deberían servir para, al igual que las
dos contribuciones anteriores, centrar las discusiones sobre el concepto de
inteligencia. El estudio de Minnesota indica que aproximadamente el 70% de la
varianza del CI en sujetos adultos está relacionada con la variabilidad genética.
El artículo señala que la existencia de una importante heredabilidad no le resta ni
valor ni importancia a la educación, la crianza familiar y otras influencias
socioambientales. Por tanto, el equipo del estudio de Minnesota intenta, una vez
más, eliminar lo que bien se podría denominar “el fantasma de la genética”: los
factores genéticos no determinan las diferencias de conducta, sino que
contribuyen a esas diferencias. A buen seguro el lector encontrará de sumo
interés los datos e interpretaciones incluidas en esta contribución.
Hay que ser consciente de que ésta es la versión de Wilson, lo que debe ser
tenido en cuenta por el lector. Se trata de cómo él vivió e interpretó el episodio,
y, por tanto, las consideraciones que él hace deben ser tomadas como tales. Con
todo, creemos que la contribución es interesante.
Wilson señala algunas cosas que merece la pena destacar. Así, por ejemplo,
según él los científicos deberían hacer un esfuerzo por divulgar el resultado de su
trabajo, procurando darle al lector lego las herramientas básicas del pensamiento
científico, de modo que pueda juzgar por su cuenta y no tenga que hacerlo
necesariamente a través de las interpretaciones de lo que él considera obras,
10
escritos o asociaciones tendenciosas. En su caso, una de estas asociaciones fué
Science for the People y el Grupo de Estudio sobre la Sociobiología liderado por
el profesor Richard Lewontin. Como el mismo Wilson comenta, de los 200 libros
publicados sobre la sociobiología humana desde el episodio, aquellos que han
presentado evidencias favorables a su hipótesis original se cuentan en una
relación de 20 a 1.
Nosotros no entramos a valorar las palabras de Wilson, pero creemos que tanto
los redactores de la Declaración de Sevilla como los Sociobiólogos pueden tener
su parte de razón. Posiblemente las hipótesis más prometedoras tengan que
considerar ambos tipos de argumentos, es decir, que tanto las condiciones
socioculturales como los genes puedan tener algo que decir en la explicación de
la agresión o cualquier otra característica de la conducta humana. Las posiciones
extremas serán, posiblemente, menos verosimiles que las posiciones más
moderadas.
11
En los años 20 hubo un acalorado debate a raiz de la divulgación de los datos de
las fuerzas armadas norteamericanas que parecían indicar que buena parte de los
reclutas estadounidenses tenían un nivel intelectual equivalente a una persona de
13 años de edad cronológica. Algunos psicólogos implicados en este debate
fueron Robert Yerkes, C. Brigham o Lewis Terman. El debate público que se
desencadenó se puede calificar de poco feliz, más aún si consideramos que en el
dominio público los psicólogos hicieron declaraciones contradictorias con las que
hacían dentro de la comunidad científica. Mientras se producía el debate público
entre los autores mencionados y periodistas como Walter Lippman, la comunidad
científica trató de poner las cosas en su sitio de la mano de Freeman, quien
realizó una encuesta entre los profesionales más importantes –incluyendo a
Yerkes y a Terman. Los resultados de esa encuesta hubieran satisfecho a
Lippman en todos sus extremos –por ejemplo, los psicólogos estaban seguros de
que los test no podían medir la inteligencia innata. De hecho, Lippman apoyaba
el uso de los test de un modo congruente con el resultado de la encuesta de
Freeman. Según Lee J. Cronbach3, el Congreso de los Estados Unidos aprobó
una ley restrictiva de la inmigración como lo hubiese hecho sin que mediase este
debate entre psicólogos y periodistas, aunque autores como Stephen Jay Gould4
han creido ver una justificación de esa ley en las evidencias aportadas por
algunos psicólogos en aquel momento.
3
Cronbach, L.J. (1975). Five decades of public controversy over mental testing. American Psychologist,
Enero.
4
Gould, S.J. (1981). La falsa medida del hombre (nueva edición en inglés en 1996).
12
concentrarse en la mejora, en el rendimiento, antes que en el CI. Su investigación
le había llevado a la conclusión de que formas alternativas de enseñanza podían
beneficiar a los niños pobres de bajo CI, y aunque esta idea está recogida en la
monografía, no tuvo el impacto de su conclusión sobre el fracaso de los
programas de educación compensatoria. La divulgación en los medios del
artículo de Jensen llevó a que al cabo de unos dias un grupo de estudiantes de
Berkeley ocupase el campus al grito “Stop Racism. Fire Jensen!”. Además, su
familia necesitó de protección policial durante meses.
Lee J. Cronbach hace un análisis del episodio de Jensen. Según él, las noticias de
los medios no fueron capaces de ponderar las materias como lo hizo Jensen. Los
periodistas no citaban sus palabras originales, sino las de sus críticos. En
Berkeley se organizó un debate sobre la monografía de Jensen en la que hubo
una asistencia muy numerosa. Y la Asociación Americana de Antropología lanzó
un ataque adoptando una resolución anti-Jensen que no tuvieron empacho en
considerar ad hominem.
13
En 1973 se repitió un debate público similar al descrito en el caso de Jensen,
aunque a menor escala, a partir de un artículo de Richard Herrnstein5 sobre el CI
publicado en el Atlantic Monthly. En ese breve artículo, Herrnstein comentó que
las diferencias de CI dentro de la población blanca tenían un considerable
componente hereditario, pero que esta evidencia no decía absolutamente nada
sobre las diferencias entre grupos. Sin embargo, al igual que Jensen, comentó que
las posibles diferencias genéticas en el CI medio de los grupos deberían estar
abiertas a la investigación. Herrnstein fue acusado de racista, pero según
Cronbach “el artículo no es deficiente ni en su lógica ni en sus hechos, y en
absoluto es racista”. Al igual que con el caso de Jensen, el episodio no
sobrevivió a tres números del Atlantic Monthly y apenas recibió atención en otros
medios de comunicación.
A la vista de este tipo de debates públicos, los científicos sociales han insistido
en su derecho y obligación de investigar todas las cuestiones humanas, pero las
reacciones no suelen ser congruentes. Muchos legos y académicos condenaron a
Jensen, no por las falsas impresiones a las que hubiera podido dar lugar su
monografía, sino por hacer una declaración sobre la raza. La postura de Jensen
fue y sigue siendo que la sociedad debería impulsar al académico interesado a
investigar cualquier hipótesis. Sin embargo, el tema es lo suficientemente
complejo en si mismo como para considerar que una simple declaración puede
cerrar el caso.
14
diferencias étnico-raciales cuando podría dedicar su talento para la investigación
a otros fines. La siguiente fue la respuesta de Jensen:
Con todo, nosotros estamos de acuerdo con Cronbach cuando afirma que este
tipo de episodios permiten inferir que los científicos sociales que tengan una
hipótesis socialmente perturbadora deben analizarla en privado. Pero, a la vez, no
podemos estar en desacuerdo con la idea de que una sociedad ilustrada, abierta a
una discusión contructiva y respetuosa, es preferible a una sociedad no ilustrada
y represora.
15
políticas sociales sin apoyarse en la investigación? Estas son preguntas que quizá
mereciese la pena plantearse explicitamente. El episodio sucedido en los años 90
a raiz de la publicación de The Bell Curve vuelve a poner encima de la mesa la
relevancia de este tipo de preguntas, y nos recuerda que todavía siguen sin
respuesta.
Se ha dicho que The Bell Curve ha tenido un impacto similar al que produjo hace
muchos años el Informe Kinsey sobre sexualidad humana. A diferencia de otras
obras muy populares con contenido psicológico –por ejemplo, “La Falsa Medida
del Hombre” de Stephen Jay Gould—la obra de Herrnstein y Murray ha estado
en la lista de los más vendidos en Estados Unidos durante varias semanas. En una
16
entrevista publicada en la revista Skeptic6, Charles Murray hizo el siguiente
comentario sobre la presencia de The Bell Curve en estas listas de best-sellers:
“este libro ha creado en los medios de comunicación una histeria que ha llevado
a considerarlo no sólo profundamente equivocado, sino incluso diabólico. Pero
en este momento están en imprenta otros 400.000 ejemplares, y como suele
comentar mi esposa, correctamente creo yo, un ciudadano no se gasta 30
dolares para comprarse un libro pseudocientífico y racista. Sencillamente no lo
hace. Los ciudadanos están actualmente leyendo el libro y discutiendo sobre él”.
Respecto a la ciencia incluida en The Bell Curve, los especialistas parecen estar
de acuerdo en que no hay ninguna novedad en la obra. Se trata de evidencias bien
conocidas por los expertos en psicometría. En el número monográfico de la
revista Intelligence publicado en 1997 al que ya nos hemos referido, un artículo
de John B. Carroll7 pasa revista a las evidencias científicas del libro concluyendo
que virtualmente todas ellas son correctas. En ese número monográfico hay otros
artículos en los que se estudian gran parte de los temas científicos considerados
en la obra de Herrnstein y Murray, con resultados parecidos a los de Carroll.
17
polémica que ha rodeado a su obra. Por supuesto, este artículo no puede sustituir
a la lectura de la obra original, pero aporta pistas de primera mano sobre los
contenidos científicos y políticos recogidos en ella.
18
armónica no es una igualdad de resultados, sino una abundancia de
oportunidades”.
19
Bouchard analiza el problema de si son más importantes las diferencias de
estátus socioeconómico o las diferencias de inteligencia en la predicción de
determinados resultados sociales, concluyendo que las diferencias de inteligencia
explican parte de la varianza, pero que, claramente, hay otros factores en juego.
El consejo final de Bouchard es que el ciudadano bien informado debería estar en
disposición de juzgar por su cuenta los contenidos, evidencias y conclusiones a
las que llega la obra.
20
además, ha estudiado la influencia de la inteligencia en la sociedad moderna
desde una perspectiva distinta a la considerada en The Bell Curve –véase su
excelente obra “Will we be smart enough?”8 Desde nuestro punto de vista, la
claridad de la exposición del profesor Hunt ayudará bastante al lector a situar en
un lugar relativamente centrado la discusión sobre la obra de Herrnstein y
Murray a la que se dedica la segunda parte del presente volumen.
Comentario final
8
Hunt, E. B. (1995). Will we be smart enough? New York, Russell Sage Foundation.
21
Los científicos sociales han empleado dos grandes visiones del mundo a la hora
de intentar definir el significado de “persona socialmente desfavorecida”. Una de
ellas ha supuesto que la persona se encuentra en esa situación debido a las
condiciones que le ha tocado vivir: el mundo es un sistema, las sociedades son
sistemas, y todos ellos interactuan para producir personas socialmente
desfavorecidas. Cuando las condiciones son adversas, la persona se ve
inexorablemente abocada a una posición desfavorable. Si deseamos producir
cambios sociales, la persona no será el elemento clave, sino nuestra capacidad
para influir en las sociedades como sistemas.
La segunda visión del mundo ha supuesto que la persona tiene una participación
activa en su posición social. Aunque, en efecto, la sociedad pueda concebirse
como un sistema, poco es sin las personas concretas que la configuran. Una
derivación inmediata es que las condiciones sociales presentes en un determinado
momento no son “determinantes”. Una persona que haya nacido en una familia
pobre, no está condenada a ser pobre. Siendo indiscutible que el estátus
socioeconómico de origen constituye una variable social relevante, no parece que
sea la única clave para definir quién será o no una persona socialmente
desfavorecida. Después de todo, la realidad tiene muchas facetas, de modo que
las explicaciones monolíticas resultan poco prometedoras. Según Linda
Gottfredson9, la mayor parte de las políticas sociales dirigidas a reducir las
disparidades educativas, ocupacionales y de otra índole, bajo el supuesto de que
simplemente facilitar un mayor acceso de más adolescentes a los ambientes
sociales típicos de las familias de clase media mejorará sus condiciones, no ha
funcionado demasiado bien. Lejos de sugerir que esto debe llevar a dejar de
intentar reducir las disparidades socioeconómicas, la propuesta es pensar en
nuevas estrategias que puedan ser más eficientes. Los científicos sociales
deberían dejar de suponer que los individuos son un producto pasivo de sus genes
o de sus ambientes, y adoptar una visión de la conducta humana en la que la
9
Gottfredson, L. (1997). Foreword to “Intelligence and Social Pollicy”. Intelligence, 24, 1, 1-12
22
persona es un ser activo, no un convidado de piedra en un banquete patrocinado
por los diseñadores sociales.
23
por su apariencia externa, su sexo o el color de su piel. Por contraste, las pruebas
objetivas eran ciegas a estas variables. Está claro que los origenes históricos de
cualquier ciencia a menudo son cuestionables en algunas de sus facetas, pero
¿por qué deberiamos esperar que las ciencias de la conducta constituyan “la gran
excepción”?
Hemos visto cómo las iras desatadas tras la publicación de “The Bell Curve” han
sido incluso mayores que las que siguieron a la publicación en 1969 de la
monografía de Arthur Jensen o del artículo de Richard Herrnstein –aunque
24
perfectamente criticables, ambos abiertamente tergiversados en los medios de
comunicación. Creemos que autores como Stephen Jay Gould o Leon Kamin,
han caricaturizado la obra de Herrnstein y Murray, ignorando sus frecuentes
llamadas de precaución. Según Herrnstein y Murray, The Bell Curve no sugiere
dejar de mejorar la política social, sino pensar de nuevo en cómo progresar.
Según ellos, una sociedad armónica exigiría una igualdad real de oportunidades.
¿Es cuestionable el planteamiento de Herrnstein y Murray? Por supuesto, pero no
mediante la manipulación de sus planteamientos originales o la creación de
“personas de paja”. Los problemas sociales exigen la mayor seriedad de la que
los cientificos sociales podamos hacer gala, no malabarismos dialécticos, ni
descalificaciones viscerales. En palabras de Hans Eysenck10 “dejémonos de
discusión retórica y especulación filosófica y dediquémonos al trabajo necesario
para poner en marcha lo que toda la gente de buena intención deseamos –el
adelanto y la rehabilitación de los no privilegiados”.
10
Eysenck, H. J. (1971). Race, intelligence and education. Londres, Maurice Temple Smith.
25
con el origen social: un joven que haya crecido en un hogar en el que uno de los
padres o ambos no consiguen un trabajo, que trabajan en puestos de baja
cualificación, o que tienen una educación muy básica, pero cuyo Cociente
Intelectual es de 100, tiene una probabilidad del 90% de salir de su situación de
pobreza. Y a la inversa, un joven que haya crecido en una familia de clase media,
pero con un Cociente Intelectual por debajo de la media, estará constantemente
amenzado por la pobreza, a pesar de su respaldo social. Según los psicólogos
David Lubinski y Lloyd Humphreys11, el bienestar de la sociedad y de sus
miembros, especialmente de los más desfavorecidos, exige que prestemos
atención de un modo constructivo a la variable inteligencia y a sus efectos. La
actitud colectiva de evitación y negación colapsa la reflexión necesaria para
reducir las divisiones sociales que esa actitud cree evitar, pero que en realidad
agrava.
Una pregunta relevante sobre las diferencias intelectuales, generalmente muy mal
comprendida, es si esas diferencias se heredan o son producto de los ambientes
socioculturales. Hace muchos años ya que los investigadores sabemos que las
diferencias individuales de inteligencia son tanto aprendidas como heredadas –
véase el informe oficial de la Asociación Americana de Psicología. Muchos
estudios internacionales, algunos de ellos publicados en revistas científicas tan
prestigiosas como “Science” –véase el estudio de Minnesota—han mostrado que
las diferencias individuales están influidas tanto por el equipamiento genético
como por el ambiente sociocultural. ¿Quiere esto decir que las diferencias
intelectuales son inmutables? Radicalmente no. Ningún psicólogo ha sostenido
nunca semejante idea. Sirva como ejemplo la activa presencia de Richard
Herrnstein –según Kamin, un supuesto defensor del determinismo biológico—en
el equipo directivo del Proyecto Venezuela de Mejora de la Inteligencia
dirigido a los alumnos socialmente desfavorecidos de aquel país12.
11
Lubinsky, D. & Humphreys, L. (1997). Incorporating general intelligence into epidemiology and the
social sciences. Intelligence, 24, 1, 159-201
12
Herrnstein, R., Nickerson, R., Sánchez, M. & Sweets, J.A. (1986). Teaching thinking skills. Journal of
American Psychological Association, 41, 11, 1279-1289
26
A menudo se ha argumentado que los científicos que aportan datos sobre la
heredabilidad de la inteligencia traen malas noticias. Sin embargo, argumentar
esto supone desconocer el significado del término “heredabilidad”. En los
diseños habituales, las diferencias intelectuales en una determinada población
pueden atribuirse a las condiciones socioculturales “y” a los genes según una
determinada proporción. ¿Cómo cabe esperar que cambie esta proporción? Una
heredabilidad alta es un claro indicador de igualdad de oportunidades sociales,
mientras que una heredabilidad baja indica que son las condiciones
socioculturales las que están produciendo las diferencias. En palabras de Sandra
Scarr13 “una alta heredabilidad debe interpretarse como un indice de justicia
social. En una sociedad en la que todo el mundo tiene las mismas oportunidades
para aprender, la heredabilidad del Cociente Intelectual estará muy cerca del
100%, puesto que apenas existirán diferencias ambientales significativas entre
los individuos”.
13
Véase en éste mismo volumen
27
Esperamos y deseamos que los trabajos aquí reunidos sirvan para centrar las
discusiones sobre el estudio científico de la inteligencia y sobre las políticas
sociales que se puedan sugerir desde las instancias con capacidad de decisión.
Como científicos, creemos que una sociedad ilustrada es mejor que una sociedad
no ilustrada y que, por consiguiente, todas las ideas deberían ser discutidas en un
ambiente tolerante y respetuoso. No existe un criterio absoluto con el que
comparar a nuestra sociedad, por lo que, en principio, cualquier idea merece una
discusión sosegada y centrada. No obstante, sí creemos firmemente que hay una
idea que no debería discutirse más: hagamos lo que hagamos los científicos y
propongan lo que propongan los políticos, nunca debería permitirse que se
pusiese en cuestión la ayuda social a las personas socialmente desfavorecidas,
independientemente de las evidencias derivadas de la investigación científica o
de las tendencias políticas del gobierno de un determinado país.
28
Primera Parte
La Ciencia de la Inteligencia
1
Grandes acuerdos de los científicos sobre la inteligencia*
29
Douglas N. Jackson U. of Western Ontario
James J. Jenkins U. of South Florida
Arthur R. Jensen U.C. Berkeley
Alan S. Kaufman University of Alabama
Nadeen L. Kaufman Cal. School of Prof. Pshch., S.D
Timothy Z. Keith Alfred University
Nadine Lambert U.C. Berkeley
John C. Loehlin U.T. at Austin
David Lubinski Iowa State University
David T. Lykken University of Minnesota
Richard Lynn University of Ulster at Coleraine
Paul E. Meehl University of Minnesota
R. Travis Osborne University of Georgia
Robert Perloff University of Pittsburg
Robert Plomin Institute of Psychiatry, London
Cecil R. Reynolds Texas A&M University
David C. Rowe University of Arizona
J. Philippe Rushton U. of Western Ontario
Vincent Sarich U.C. Berkeley
Sandra Scarr University of Virginia
Frank L. Schmidt University of Iowa
Lyle F. Schoenfeldt Texas A&M University
James C. Sharf George Washington University
Julian C. Stanley Johns Hopkins University
Del Theissen U.T. at Austin
Lee A. Thompson Case Western Reserve U
Robert M. Thorndike Western Washington University
Philip Anthony Vernon U. of Western Ontario
Lee Willerman U.T. at Austin
30
grupales en inteligencia. El objetivo es promover una discusión más razonada
sobre los temas que la investigación ha ido desvelando en las décadas recientes.
Las siguientes conclusiones se describen con mayor detalle en libros de texto,
revistas profesionales y enciclopedias sobre la inteligencia.
1. La inteligencia es una capacidad mental muy general que, entre otras cosas,
implica la aptitud para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de modo
abstracto, comprender ideas complejas, aprender con rapidez y aprender de la
experiencia. No se puede considerar un mero conocimiento enciclopédico, una
habilidad académica particular o una pericia para resolver test. En cambio,
refleja una capacidad más amplia y profunda para comprender el ambiente --
darse cuenta, dar sentido a las cosas o imaginar qué se debe hacer.
2. La inteligencia, así definida, se puede medir, y los test de inteligencia la miden
adecuadamente. Estos test constituyen el modo de evaluación más preciso (en
términos técnicos, son fiables y válidos). Estos test no miden la creatividad, el
carácter, la personalidad u otras importantes diferencias individuales, pero
tampoco lo pretenden.
3. Existen diversos tipos de test de inteligencia, pero todos ellos miden la misma
inteligencia. Algunos test incluyen palabras o números y requieren un
conocimiento cultural específico (como el vocabulario). Otros, en cambio, no
requieren ese conocimiento, e incluyen formas o diseños, de modo que sólo
exigen conocer conceptos universales simples (mucho/poco, abierto/cerrado,
arriba/abajo).
4. La distribución de las personas según el CI, desde el nivel bajo al nivel alto, se
puede representar adecuadamente mediante The Bell Curve (en jerga
estadística, la distribución normal). La mayor parte de las personas se situan
alrededor del punto medio (CI = 100). Pocos son muy brillantes o muy torpes:
cerca de un 3% de los americanos tienen puntuaciones superiores a 130
(considerado habitualmente como el límite de la superdotación) ;
31
aproximadamente el mismo porcentaje tiene puntuaciones por debajo de 70
(considerado habitualmente el umbral del retraso mental).
5. Los test de inteligencia no están culturalmente sesgados en contra de los
afroamericanos u otras personas nativas angloparlantes de los Estados Unidos.
Por el contrario, las puntuaciones de CI predicen con igual nivel de exactitud
para todos los ciudadanos americanos, independientemente de la raza o la
clase social. Las personas que no comprenden el idioma inglés resuelven test
no-verbales o test presentados en su lengua nativa.
6. Los procesos cerebrales que subyacen a la inteligencia todavía no son bien
comprendidos. Las investigaciones actuales exploran la velocidad de
transmisión neural, el consumo de glucosa y la actividad eléctrica del cerebro.
Diferencias Grupales
7. Los miembros de todos los grupos étnico-raciales se situan a todos los niveles
de la escala de CI. Las curvas de los distintos grupos se solapan
considerablemente, pero los grupos suelen diferir por el lugar de la curva en el
que tienden a agruparse sus miembros. Las curvas de algunos grupos (como
los judios o los asiáticos) suelen situarse en un lugar algo más alto que los
blancos. Otros grupos (afroamericanos e hispanos) tienden a situarse en un
lugar algo más bajo que los blancos no hispanos.
8. La curva de la población blanca se situa alrededor del 100 ; la curva de la
población afroamericana se situa alrededor del 85 ; y las curvas de otros
grupos como los hispanos se situa entre la de los blancos y los afroamericanos.
La evidencia está menos clara respecto a en qué lugar por encima de 100 se
situan otros grupos como los judios o los asiáticos.
Importancia Práctica
32
cualquier otro rasgo humano. Su relación con el bienestar y el rendimiento de
los individuos es muy alta en algunas situaciones vitales (educación,
entrenamiento militar), de moderada a alta en otras situaciones (competencia
social) y modesta pero consistente en algunas otras situaciones (respeto de las
leyes). Sea lo que sea lo que miden los test, tiene una gran importancia
práctica y social.
10. Un alto CI supone una ventaja en la vida, dado que virtualmente todas las
actividades requieren algún tipo de razonamiento y de toma de decisiones. Y a
la inversa, un bajo CI supone una desventaja, especialmente en ambientes
desorganizados. Por supuesto, ni un alto CI garantiza el éxito ni un bajo CI
garantiza el fracaso en la vida. Existen muchas excepciones, pero el éxito en
nuestra sociedad favorece a los individuos con CI alto.
11. Las ventajas prácticas de tener un CI alto aumentan a medida que las
situaciones se hacen más complejas (novedosas, ambiguas, cambiantes,
impredictibles o con muchas alternativas). Por ejemplo, un alto CI es
generalmente necesario para mostrar un buen rendimiento en ocupaciones
complejas (las profesiones cualificadas, la gestión); supone una ventaja
considerable en ocupaciones moderadamente complejas (aviones, policia y
administración); pero supone una ventaja algo menor en las situaciones que
sólo exigen tomar decisiones simples y resolver problemas sencillos (trabajos
de baja cualificación).
12. Las diferencias en inteligencia no son, por supuesto, el único factor que
influye en el rendimiento educativo, el entrenamiento o las ocupaciones muy
complejas (nadie dice que esto sea así), pero la inteligencia suele ser el factor
más importante. Cuando ya se ha seleccionado a los individuos, entre personas
de alto o de bajo CI, de modo que apenas difieren en CI, como por ejemplo en
la Universidad, otras influencias cobran una mayor importancia.
13. Algunos rasgos de personalidad, talentos, aptitudes, capacidades físicas,
experiencia y algunos otros, son importantes (y en ocasiones esenciales) para
lograr un rendimiento óptimo en muchas ocupaciones, pero tienen una
aplicabilidad más reducida (o desconocida) a distintas tareas y situaciones
33
comparativamente con la inteligencia. Algunos autores se refieren a estos
otros rasgos humanos como otras “inteligencias”.
34
necesariamente remediables las diferencias causadas ambientalmente
(considérense los daños físicos, los venenos y algunas enfermedades). Ambas
se puede prevenir hasta cierto punto.
35
población tienen un alto CI mientras que otros tienen un bajo CI, debe ser la
misma razón por la que algunas poblaciones incluyen más individuos de alto o
de bajo CI que otras poblaciones. La mayor parte de los expertos consideran
que el ambiente es importante al separar las curvas de CI, pero también
consideran que la genética debe estar implicada.
23. Las diferencias étnico-raciales son algo menores, pero todavía sustanciales,
en individuos con el mismo nivel socioeconómico. Así por ejemplo, los
estudiantes afroamericanos de familias prósperas suelen tener mayores
puntuaciones de CI que los afroamericanos de familias pobres, pero no
puntuan más alto, en promedio, que los blancos de familias pobres.
24. Casi todos los americanos que se identifican a sí mismos como
afroamericanos tienen antepasados blancos --alrededor del 20%-- y muchos se
autodesignan como blancos. Los hispanos y otros grupos también tienen
mezclas en sus antepasados. Puesto que los estudios sobre la inteligencia se
basan en la auto-clasificación en distintas categorías raciales, al igual que
sucede en otros estudios dentro de las ciencias sociales, los resultados se
relacionan con alguna mezcla poco clara de distinciones biológicas y sociales
entre los grupos (nadie sostiene otra cosa).
36
2
Inteligencia: Lo que sabemos y lo que desconocemos*
*
Publicado originalmente en American Psychologist, 1996, 51, 2, 77-101. Traducción de Roberto Colom.
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Email: roberto.colom@uam.es
37
demostrado y de lo que todavía se desconoce. Aunque se conocen muchas cosas,
las cuestiones siguen siendo complejas y en muchos casos siguen sin respuesta.
Otro aspecto desafortunado del debate ha sido que muchos de los participantes se
han esforzado poco por distinguir las cuestiones científicas de las políticas. Los
resultados de la investigación han sido valorados no según su mérito y su calidad
científica, sino según sus supuestas implicaciones políticas. En este clima, las
personas que desean juzgar por sí mismas no saben qué creer.
El equipo se reunió dos veces, en Enero y Marzo de 1995. Entre estas dos
reuniones y después de ellas, circularon borradores de varias secciones y se
revisaron en distintas ocasiones. Las disputas se resolvieron mediante
discusiones. Por tanto, el informe que sigue tiene el apoyo unánime de todo el
equipo firmante.
38
1. Conceptos de Inteligencia
39
bases neurológicas y biológicas de la inteligencia, un campo de investigación que
parece tender a ampliarse en los próximos años.
En este breve informe, no podemos hacer justicia incluso a una sola de estas
aproximaciones. En lugar de siquiera intentarlo, nos centramos en una serie
limitada y específica de preguntas:
40
encargo, las únicas recomendaciones que hacemos son más investigación y un
debate más tranquilo.
La aproximación psicométrica
Desde el gran éxito de Alfred Binet al diseñar test para distinguir a los niños con
retraso mental de los niños con trastornos de conducta, los instrumentos
psicométricos han jugado un papel importante en la vida americana y europea.
Los test se emplean para muchas cosas, como la selección, el diagnóstico y la
valoración. Muchos de los test más usados no intentan medir la inteligencia en sí
misma, sino algún constructo estrechamente relacionado: aptitud escolar,
rendimiento escolar, aptitudes específicas, etc. Estos test son especialmente
importantes en selección. Para la escuela preparatoria tenemos el SSAT; para la
universidad, el SAT o el ACT; para la escuela de graduación, el GRE; para la
facultad de medicina, el MCAT; para la facultad de derecho, el LSAT; para la
facultad de negocios, el GMAT. Las puntuaciones en los test relacionados con la
inteligencia son importantes y los intereses deben ser altos.
41
Por consenso, las puntuaciones en los test de inteligencia se transforman en una
escala con media 100 y desviación típica de 15 (la desviación típica es una
medida de la variabilidad de la distribución de las puntuaciones).
Aproximadamente el 95% de la población tiene puntuaciones dentro del rango de
dos desviaciones tipicas por encima y por debajo de la media, es decir, entre 70 y
130. Por razones históricas, el término “CI” a menudo se usa para describir las
puntuaciones en los test de inteligencia. Originalmente se refería a un “Cociente
de Inteligencia” que se construia dividiendo la denominada edad mental por la
edad cronológica, pero este procedimiento no se usa desde hace bastante tiempo.
Correlaciones entre los test. Es raro que los individuos tengan un rendimiento
igual en los distintos tipos de items incluidos en un test de inteligencia. Una
persona, por ejemplo, puede tener un rendimiento mejor en los items verbales
que en los espaciales, mientras que otra persona puede mostrar el patrón inverso.
En cualquier caso, los subtest que miden distintas aptitudes tienden a
correlacionar positivamente: es probable que las personas que tienen altas
puntuaciones en un subtest tiendan a estar por encima de la media en el resto de
los subtest. Estos complejos patrones de correlación se pueden clarificar
mediante el análisis factorial, pero el resultado de este análisis a menudo es
controvertido en si mismo. Algunos teóricos (Spearman, 1927) han acentuado la
importancia de un factor general, g, que representa lo que tienen en común todos
los test; otros (Thurstone, 1938) se han centrado más en factores de grupo como
la memoria, la comprensión verbal o la facilidad para los números. Como
veremos en la Sección 2, una visión actual bastante común considera una
jerarquía de factores con g situado en su cima. Pero no hay un acuerdo total sobre
lo que realmente significa g: se ha descrito como una mera regularidad
estadística (Thomson, 1939), una especie de energía mental (Spearman, 1927),
una aptitud generalizada de razonamiento abstracto (Gustafsson, 1984), o como
un indice que mide la velocidad de procesamiento neural (Reed y Jensen, 1992).
42
Ha habido muchas disputas sobre la utilidad del CI y de g. Algunos teóricos
critican la aproximación psicométrica en su conjunto (Ceci, 1990; Gardner, 1983;
Gould, 1978), mientras que otros la consideran firmemente establecida (Carroll,
1993; Eysenck, 1973; Herrnstein y Murray, 1994; Jensen, 1972). Los críticos no
disputan la estabilidad de las puntuaciones de los test, ni el hecho de que
predicen ciertas formas de logro –en especial el rendimiento escolar—con
bastante eficacia (ver Sección 2). Consideran que basar un concepto de
inteligencia únicamente en las puntuaciones de los test ignora muchos elementos
relevantes de la aptitud mental. Algunos de estos aspectos son acentuados en
otras aproximaciones que se revisan a continuación.
Inteligencia múltiples
43
conferencia (lingüístico) o ser capaz de encontrar un camino en una ciudad
desconocida (espacial). Mientras que sigue sin estar clara la estabiliad y la
validez de los test de rendimiento en estos nuevos dominios, el argumento de
Gardner ha atraido un considerable interés entre los educadores y los psicólogos.
44
conocimiento tácito es relativamente independiente de las puntuaciones en los
test de inteligencia; pero correlaciona significativamente con varios indices de
rendimiento en el trabajo (Sterbnerg y Wagner, 1993; Sternberg et al., 1993).
Aunque este trabajo tiene sus críticos (Jensen, 1993; Schmidt y Hunter, 1993) los
resultados actuales tienden a apoyar la distinción entre inteligencia analítica y
práctica.
Variación Cultural
45
corresponde con el “concepto de inteligencia”? Los escasos intentos de estudiar
este tema han encontrado habitualmente que, incluso en una misma sociedad, se
acentuan diferentes características cognitivas de una sociedad a otra y de una a
otra subcultura (Serpell, 1974; Super, 1983; Wober, 1974). Estas diferencias no
solo se aplican a las concepciones de inteligencia, sino incluso a lo que se
considera adaptativo o apropiado en un sentido más amplio.
Heath (1983) encontró que distintos grupos étnicos de Carolina del Norte tenían
diferentes concepciones de la inteligencia. Para ser considerada inteligente o
adaptativa, la persona debe sobresalir en las habilidades valoradas por el propio
grupo. Un contraste particularmente interesante se dió en la importancia asignada
a las habilidades de comunicación no-verbal frente a verbal –decir explicitamente
cosas como opuesto a emplear y comprender gestos y expresiones faciales. Hay
que observar que mientras que estas formas de habilidad comunicativa tienen sus
usos, no estan igualmente representadas en los test psicométricos.
46
estaban más acostumbrados, mientras que los niños ingleses tuvieron un
rendimiento mayor con el papel y el lápiz. Ambos grupos tuvieron un
rendimiento similar con la arcilla. Como muestra este ejemplo, las diferencias en
la familiaridad con el material de test pueden producir considerables diferencias
culturales en el resultado de los test.
Desarrollo
47
de desarrollo proximal”, es decir, el nivel de rendimiento que puede alcanzar un
niño con la ayuda adecuada por parte de un adulto. Los test son “estáticos”, y
miden la inteligencia presente. Los test “dinámicos” en los que el investigador
guia y da feedback, pueden ir más allá al aportar alguna indicación sobre los
talentos potenciales del niño. Estas ideas están siendo desarrolladas y ampliadas
por una serie de psicólogos actuales (Brown y French, 1979; Feuerstein, 1980;
Pascual-Leone y Ijaz, 1989).
Aproximaciones biológicas
48
2. Test de Inteligencia y sus Correlatos
49
mayores. La media para las edades de 17 y 18 años correlacionó r = .86 con la
media para las edades de 5, 6 y 7 años, y r = 0,96 con la media para las edades de
11, 12 y 13 años. (Para resultados comparables de un estudio más reciente, ver
Moffitt, Caspi, Harkness y Silva, 1993). En cualquier caso, las puntuaciones de
CI cambian con el paso del tiempo. En el mismo estudio (Jones y Bayley, 1941)
el cambio medio entre los 12 y los 17 años de edad fue de 7,1 puntos de CI;
algunos individuos tuvieron un cambio de hasta 18 puntos.
¿Es posible medir la inteligencia de los niños muy pequeños del mismo modo?
Los test convencionales de “inteligencia infantil” no predicen muy bien las
puntuaciones posteriores en los test, pero ciertas medidas experimentales de
atención y memoria infantil –originalmente desarrolladas para otros propósitos—
tienen un mayor éxito. En el procedimiento más común, se presenta
repetidamente un determinado patrón visual a un bebé. El experimentador
registra cuánto tiempo observa el patrón en cada ensayo; las miradas cada vez
duran menos a medida que el niño se “habitua”. El tiempo necesario para
alcanzar un determinado nivel de habituación, o la amplitud con la que el bebé
“prefiere” (observa más a) un nuevo patrón, se considera como una medida de
algún aspecto de su capacidad para procesar información.
50
posible que –con una amplitud actualmente desconocida—reflejen diferencias
tempranas en temperamento o inhibición.
51
aptitudes distintas que se pueden distinguir mediante los test actualmente
disponibles (Carroll, 1993). Un modo de representar esta estructura es una
disposición jerárquica en el que se situa el factor general de inteligencia en la
parte superior y varias aptitudes más especializadas se situan por debajo. Este
sumario supone que los niveles de rendimiento en distintos test están
correlacionados; es consistente con, pero no demuestra, la hipótesis de que un
factor común como g subyace a estas correlaciones. Diferentes aptitudes
especializadas pueden correlacionar por otras razones, como los efectos de la
educación. Asi, mientras que la jerarquía factorial basada en g constituye la
perspectiva actual más ampliamente aceptada sobre la estructura de las aptitudes,
algunos teóricos la consideran equivocada (Ceci, 1990). Además, como se
comentó en la Sección 1, un amplio rango de aptitudes humanas –incluyendo
muchas que parecen tener componentes intelectuales—caen fuera del dominio de
los test psicométricos estandarizados.
52
La relación entre las puntuaciones en los test y el rendimiento escolar parece
ubicuo. Siempre que se ha estudiado, los niños con mayores puntuaciones en los
test de inteligencia tienden a aprender más de lo que se enseña en la escuela y en
mayor medida que los niños con puntuaciones menores. Puede haber estilos de
enseñanza y métodos de instrucción que puedan reducir o aumentar esta
correlación, pero todavía no se ha encontrado alguno que consistentemente
elimine esa correlación (Cronbach y Snow, 1977).
53
Hay muchas razones por las que los niños con las puntuaciones más altas en los
test tienden a recibir más educación. Es más probable que tengan mejores notas,
y que sean animados por los profesores y los orientadores; a menudo van a clases
preparatorias para el instituto, donde hacen amigos que también pueden
animarles. En general, es más probable que consideren reforzante el proceso
educativo de diferentes formas, que no son habituales en los niños con menores
puntuaciones (Rehberg y Rosenthal, 1978). Estas influencias no son
omnipotentes: algunos niños con altas puntuaciones abandonan la escuela.
Muchas características personales y sociales distintas de la inteligencia
psicométrica determinan el interés y el éxito académico, incluso el prestigio
social, también puede jugar un papel. En cualquier caso, las puntuaciones en los
test son el mejor predictor simple (único) de los años de educación de un
individuo.
Estátus social e ingresos. ¿En qué media predicen las puntuaciones de CI (que
pueden obtenerse antes de que los individuos ingresen en el mercado de trabajo)
medidas tales como el estátus social y los ingresos de los adultos? Esta pregunta
es compleja, en parte porque otra variable también predice esas medidas: el
54
estátus socioeconómico (SES) de los padres. No sorprende que sea más probable
que los niños de las familias privilegiadas alcancen un alto estátus social que
aquellos cuyos padres son pobres o tienen un menor nivel educativo. Estos dos
predictores (CI y SES familiar) no son independientes; su correlación es de .33
(White, 1982).
55
todos los individuos en una población, y después consideremos la distribución
condicional de esas puntuaciones únicamente para los individuos con un
determinado CI. Jencks (1979) observa que la desviación típica de la segunda
población todavía será bastante significativa; en algunos casos llega al 88% de la
desviación típica de la población en su conjunto. Desde esta perspectiva, la
inteligencia psicométrica es sólo uno de los muchos factores básicos influyentes
en los resultados sociales.
56
juvenil. En un estudio, Moffitt, Gabrielli, Mednick y Schulsinger (1981)
calcularon una correlación de -.19 entre puntuaciones de CI y número de delitos
juveniles en una numerosa muestra danesa; controlando la clase social, la
correlación pasó a -.17. Las correlaciones para la mayor parte de las variables
con “resultados negativos” son generalmente menores de .20, lo que significa
que las puntuaciones en los test están asociadas con menos del 4% de la varianza
total. Es importante darse cuenta de que las conexiones causales entre la aptitud
psicométrica y los resultados sociales pueden ser indirectos. Es más probable que
los niños que fracasan en el colegio –y que por tanto resultan alejados—realicen
conductas delictivas más por esa razón, comparativamente con otros niños que
disfrutan de la escuela y rinden adecuadamente.
Muchos estudios recientes muestran que la velocidad con que las personas
realizan tareas cognitivas y perceptivas simples correlacionan con la inteligencia
psicométrica (para revisiones ver Ceci, 1990; Deary, 1995; Vernon, 1987). En
general, las personas con altas puntuaciones en los test de inteligencia tienden a
capturar, explorar, recuperar y responder a los estímulos más rápidamente que las
personas con menores puntuaciones.
57
Correlatos cognitivos. El estudio moderno de estas relaciones comenzó en los
70, como parte del interés creciente por el tiempo de respuesta y otras medidas
cronométricas de la cognición. Muchos de los nuevos paradigmas cognitivos
solicitan a los sujetos que hagan juicios igual/diferente u otro tipo de respuestas
rápidas a determinadas presentaciones visuales. Aunque estos paradigmas no se
han desarrollado para estudiar diferencias individuales, pueden ser intepretados
como medidas de la velocidad de ciertos procesos de información. Estas medidas
de velocidad se correlacionan con la aptitud verbal medida psicométricamente
(Hunt, 1978; Jackson y McClelland, 1979). En algunas tareas de resolución de
problemas, es posible analizar los tiempos de respuesta de los sujetos según
ciertos “componentes cognitivos” propuestos teóricamente (Sternberg, 1977); a
partir de aqui se pueden correlacionar los componentes con las puntuaciones en
los test.
Aunque el tamaño de estas correlaciones es modesto (no suelen explicar más del
10% de la varianza) aumentan a medida que se incrementa el nivel de
complejidad de las tareas exigiendo capacidad de memoria o capacidad
atencional. Por ejemplo, la correlación entre el aprendizaje de pares asociados y
la inteligencia aumenta a medida que los pares se presentan con mayor rapidez
(Christal, Tirre y Kyllonen, 1984).
58
Se han obtenido resultados algo mejores en una variante del paradigma de Jensen
diseñado por Frearson y Eysenck (1986). En este procedimiento “odd-man-out”
(excepción) tres de las ocho luces se iluminan en un ensayo. Dos de estas tres
luces están cercanas, mientras que la tercera está más distante; el sujeto debe
presionar el botón correspondiente al botón más aislado. Los tiempos de
respuesta en esta tarea presentan correlaciones más altas con las puntuaciones de
CI que las del procedimiento original de Jensen, quizá porque requiere formas
más complejas de juicio espacial.
59
imaginar que cualquier diferencia en las estrategias de respuesta o en la
familiaridad con los estimulos pueda afectar al resultado. En cualquier caso,
parece que asi es. Brian Mackenzie y sus colegas (Mackenzie, Molloy, Martin,
Lovegrove y McNicol, 1991) descubrieron que algunos sujetos emplean señales
de movimiento aparente en la tarea básica de tiempo de inspección, mientras que
otros no lo hacen; sólo en este segundo grupo se producen las correlaciones con
las puntuaciones en los test de inteligencia. Además, los paradigmas estándar de
tiempo de inspección requieren esencialmente una valoración espacial; no es
sorprendente que correlacionen con los test de inteligencia que acentuan la
aptitud espacial. Con esta idea en mente, Mackenzie et al. (1991) diseñaron una
tarea verbal de tiempo de inspección basada en el paradigma clásico de Posner
igual/diferente (Posner, Boies, Eichelman y Taylor, 1969). Como se predijo, los
tiempos de inspección correlacionaron con la inteligencia verbal, pero no con la
espacial. Por tanto, la aparentemente simple tarea de tiempo de inspección
realmente implica modos complejos de procesar la información (Chaiken, 1993)
que todavía no se comprenden bien.
60
correlacionaron con los tiempos de reacción de elección de los mismos sujetos.
Mientras que todavía no comprendemos la base de la correlación entre NCV e
inteligencia psicométrica, sí parece que no es sólo una cuestión de velocidad.
61
Aqui nos centramos en la contribución relativa de los genes y de los ambientes a
las diferencias individuales en un determinado rasgo. Para evitar malentendidos,
debe acentuarse desde el principio que la acción de los genes siempre implica un
ambiente –al menos un ambiente bioquímico, y a menudo un ambiente ecológico.
(En el caso de los humanos, la ecología suele ser interpersonal o cultural). De
este modo, todos los efectos genéticos en el desarrollo de los rasgos observables
son potencialmente modificables por el ambiente, aunque la posibilidad de llevar
a cabo estas modificaciones es otra cuestión. A la inversa, todos los efectos
ambientales en el desarrollo de un rasgo implican a los genes o a las estructuras a
las que contribuyen los genes. Asi, siempre existe un aspecto genético en los
efectos del ambiente (Plomin y Bergeman, 1991).
62
Algunas veces atraen un interés especial los aspectos de los ambientes que tienen
en común los miembros de una familia (por ejemplo, las características del
hogar). La parte de la variación que se deriva de esta fuente, denominada
variación “compartida” o c2, también se puede estimar. Aún se pueden hacer
estimaciones más refinadas: a veces se subdivide c2 en varios tipos de variación
compartida; h2 a veces se subdivide en las denominadas partes “aditivas” y “no-
aditivas” (la parte transmisible de padres a hijos vs. la parte novedosa expresada
en cada generación gracias a un patrón genuino de genes). La variación asociada
con las correlaciones y las interacciones estadísticas entre los genes y los
ambientes también se pueden identificar. En teoría, cualquiera de las anteriores
estimaciones pueden variar según la edad de los individuos estudiados.
63
(Roberts, 1967). Esta es una cuestión de preferencia terminológica, no una
disputa sobre hechos.
64
Resultados para las puntuaciones de CI
65
menor que en la población en su conjunto. Esto significa que debemos ser
cuidadosos al generalizar estos resultados sobre los efectos entre familias a todo
el espectro social. Las muestras han sido en su mayor parte de blancos, pero los
datos disponibles sugieren que las correlaciones de gemelos y hermanos en
afroamericanos y muestras de blancos similarmente seleccionadas suelen ser más
comparables que no serlo (Loehlin, Lindzey y Spuhler, 1975).
¿Por qué deberían las diferencias de inteligencia (tal y como se mide a través de
los test) reflejar diferencias genéticas en mayor medida en adultos que en niños?
Una posibilidad es que a medida que las personas se hacen mayores sus
transacciones con el ambiente están cada vez más influidas por las características
que ellos llevan a esos ambientes, a la vez que se va reduciendo la importancia de
las condiciones familiares y los orígenes sociales. Las personas mayores están en
una mejor posición para seleccionar sus propios ambientes, una forma de
correlación genotipo-ambiente. En cualquier caso, la visión popular de que las
influencias genéticas sobre el desarrollo de un rasgo están esencialmente
congeladas en el momento de la concepción, mientras que los efectos del
ambiente temprano se acumulan inexorablemente, es bastante errónea, al menos
para el rasgo de la inteligencia psicométrica.
66
datos sobre la heredabilidad pueden darles ideas sobre qué mirar, y sobre dónde y
cuándo mirar.
67
Cuando se habla de la heredabilidad del CI, a veces se supone que los resultados
badados en las diferencias entre medias grupales están en contradicción con los
resultados basados en correlaciones. Por ejemplo, los niños que son adoptados
durante su infancia en familias privilegiadas tienden a mostrar un CI mayor
durante ese periodo de la vida que el que cabría esperar si se hubiesen criado en
sus familias naturales; esta es una diferencia media que implica al ambiente. Sin
embargo, persiste su parecido con la madre natural, y esta correlación se
interpreta de modo más plausible en términos genéticos. No existe una
contradicción real: los dos resultados simplemente llaman la atención sobre
diferentes aspectos del mismo fenómeno. Una explicación razonable debe
considerar ambos: solamente hay un proceso de desarrollo, y se produce en
individuos. Considerando las medias o las correlaciones se aprende algo distinto
pero compatible sobre las contribuciones genéticas y ambientales a ese proceso
(Turkheimer, 1991).
68
interacción compleja, son esenciales para el desarrollo de la competencia
intelectual.
Variables sociales
Es obvio que el ambiente cultural –cómo viven las personas, qué valoran, qué
hacen—tiene un efecto significativo sobre las habilidades intelectuales
desarrolladas por los individuos. Los granjeros del arroz en Liberia son buenos
estimando cantidades de arroz (Gay y Cole, 1967); los niños de Botswana,
acostumbrados a contar historias, tienen una excelente memoria narrativa (Dube,
1982). Ambos grupos están muy por encima de los sujetos de control americanos
en las tareas comentadas. Por otro lado, los americanos y otros grupos
occidentales superan a los miembros de las sociedades tradicionales en los test
psicométricos, incluso en aquellos que intentan tener una escasa carga cultural.
Las culturas suelen diferir de tantos modos que rara vez se pueden adscribir
diferencias particulares a causas únicas. Incluso son dificiles de interpretar las
comparaciones entre distintas poblaciones. Si encontramos que los americanos de
clase media y los pobres difieren en sus puntuaciones en los test de inteligencia,
es fácil suponer que la diferencia ambiental ha causado la diferencia de CI (es
69
decir, que crecer en familias de clase media produce una mayor inteligencia
psicométrica que crecer en una familia pobre). Pero también puede existir una
dirección causal inversa: los individuos pueden llegar a desarrollarse en uno u
otro ambiente por las diferencias en sus aptitudes. Waller (1971) ha mostrado,
por ejemplo, que los hijos adultos cuyos CI están por encima del de sus padres
tienden a poseer un mayor estátus social que el de sus padres; y a la inversa, los
hijos cuyos CI están por debajo del de sus padres tienden a poseer un menor
estátus social que el de sus padres. Puesto que todos estos sujetos se crian con sus
padres, las diferencias de CI en este estudio no puede derivarse de diferencias de
experiencia relacionadas con la clase social. En cambio, esas diferencias (u otros
factores correlacionados con ellas) parecen tener una influencia en el estátus que
alcanzan. Este resultado no es sorprendente, dada la relación entre las
puntuaciones en los test y los años de educación comentada en la Sección 2.
70
1950). Recientemente la diferencia ha bajado a 2 puntos (Kaufman y Doppelt,
1976; Reynolds, Chastain, Kaufman y McClean, 1987). Esta convergencia
urbano/rural es sintomática de cambios ambientales: una reducción del
aislamiento rural (debido al aumento de los viajes y los medios de
comunicación), una mejora de las escuelas rurales y un mayor uso de la
tecnología en las granjas. Todos estos cambios suponen un aumento de la
complejidad del ambiente rural en general o del trabajo en el campo en concreto.
(Sin embargo, los procesos con un componente genético –p.e. cambios en la
selectividad de la migración del campo a la ciudad—no se pueden excluir
completamente como un factor relevante).
71
a la mayor parte de los niños negros sin ninguna educación formal. Comparados
con sujetos de control, las puntuaciones en los test de inteligencia de estos niños
descendieron 0,4 desviacions típicas (6 puntos) por año de escuela perdido
(Green, Hoffman, Morse, Hayes y Morgan, 1964).
72
Intervenciones. Las puntuaciones en los test de inteligencia reflejan la situación
relativa de un niño con respecto a otros de su cohorte de edad. La escolarización
interrumpida o muy mala puede bajar esa situación sustancialmente; ¿existen
también modos de aumentarla? De hecho, muchas intervenciones han aumentado
las puntuaciones en los test y en la aptitud mental “a corto plazo” (es decir,
durante la aplicación del programa), pero las ganancias a largo plazo se han
mostrado más huidizas. Un ejemplo de éxito (al menos a corto plazo) fue el
Proyecto Inteligencia de Venezuela (Herrnstein, Nickerson, de Sanchez, y
Sweets, 1986) en el que cientos de niños de septimo grado provenientes de
medios desfavorecidos se expusieron a un extenso curriculum teóricamente
basado centrado en las habilidades de pensamiento. La intervención produjo
ganancias sustanciales en un amplio rango de test, pero no hubo seguimiento.
73
del grupo enriquecido son mayores que las de los sujetos de control a la edad de
2 años; todavía están 5 puntos por encima a los 12 años de edad, siete años
después de terminada la intervención. Es muy importante observar que el grupo
enriquecido también superó al grupo control en logro académico.
Ambiente familiar. Nadie duda de que el normal desarrollo del niño requiere un
nivel minimo de cuidado responsable. Los ambientes severamente deprivados,
descuidados o abusivos tendrán efectos negativos sobre muchos aspectos –
incluyendo los intelectuales—del desarrollo. No obstante, superado este mínimo,
el papel de la experiencia familiar está siendo actualmente muy discutido
(Baumrind, 1993; Jackson, 1993; Scarr, 1992, 1993). La inteligencia
psicométrica constituye un caso. ¿Producen las diferencias entre los ambientes
familiares de los niños (dentro del rango normal) diferencias de rendimiento en
los test de inteligencia? El problema está en separar la causación de la
correlación. No hay duda de que variables tales como los recursos del hogar
(Gottfried, 1984) y el uso del lenguaje por parte de los padres (Hart y Risley,
1992, en prensa) correlacionan con las puntuaciones de CI de los niños, pero
tales correlaciones pueden estar mediatizadas tanto por los factores genéticos
como por los ambientales.
74
Estos resultados sugieren que las diferencias en los estilos de vida familiar –
cualquiera que sea su importancia para muchos aspectos de la vida de los niños—
producen pocas diferencias a largo plazo en las habilidades medidas por los test
de inteligencia. Debemos comentar, no obstante, que en estos estudios de
gemelos y de adopción están mal representadas las familias no-blancas y con
pocos ingresos. Por tanto, no está claro si estos valores sorprendentemente
pequeños de c2 (adolescente) se aplican a la población en su conjunto. Sigue
siendo posible que, considerando un amplio rango de etnicidad e ingresos, las
diferencias entre familias tengan más consecuencias a largo plazo sobre la
inteligencia psicométrica.
Variables Biológicas
75
En contraste, la desnutrición prolongada durante la infancia tiene efecto a largo
plazo sobre la inteligencia. Estos efectos no son fáciles de establecer, en parte
porque suelen asociarse otras muchas condiciones socioeconómicas
desfavorables con la desnutrición crónica (Ricciuti, 1993; Sigman, 1995). No
obstante, en un estudio de intervención, se dió acceso a los pre-escolares de dos
localidades de Guatemala (en las que es frecuente una alimentación deficiente) a
suplementos de proteinas durante varios años. Una década después, muchos de
estos niños (de los niveles socioeconómicos más bajos) puntuaron
significativamente más alto en test de logro escolar que sujetos de control
comparables (Pollitt, Gorman, Engle, Martorell y Rivera, 1993). Debe
comentarse que los efectos de la desnutrición sobre la inteligencia pueden ser
indirectos. Los niños mal alimentados suelen ser menos sensibles a los adultos,
estar menos motivados para aprender y ser menos activos en la exploración que
sujetos equivalentes pero alimentados más adecuadamente.
76
Plomo. Se han observado efectos negativos sobre la inteligencia de ciertas
sustancias tóxicas. La exposición al plomo es uno de estos factores. En un
estudio a largo plazo (Baghurst et al., 1992; McMichael et al., 1988), los niveles
de plomo en la sangre de los niños que crecen cerca de una planta de fundición
de plomo correlacionaron sustancial y negativamente con las puntuaciones en los
test de inteligencia durante la niñez. En estos estudios no se observó ninguna
“dosis umbral” de plomo. Aunque los niveles de plomo ambiental en los Estados
Unidos se han reducido en los últimos años, hay razones para creer que algunos
niños americanos –especialmente los que residen en el centro de la ciudad—
pueden todavía estar bajo riesgo (Needleman, Geiger y Frank, 1985).
14
1 onza equivale a 30 gramos.
77
La correlación entre peso al nacer y el nivel intelectual posterior merece una
discusión particular. En algunos casos, el bajo peso al nacer simplemente es
resultado de un parto prematuro; en otros, el tamaño del bebé está por debajo de
la norma para su edad de gestación. Ambos factores contribuyen aparentemente a
la tendencia de que los bebés de bajo peso al nacer tengan puntuaciones menores
en los test en su niñez (Lubchenko, 1976). Estas correlaciones son pequeñas, de
.05 a .13 según los grupos (Broman et al., 1975). Los efectos del bajo peso al
nacer son sustanciales sólo cuando es verdaderamente bajo (menos de 1.500
gramos). Los bebés prematuros de este peso suelen estar por debajo de sujetos de
control en la mayor parte de las medidas del desarrollo; a menudo tienen déficits
intelectuales severos o permanentes (Rosetti, 1986).
78
test, las personas que tienen una puntuación de 100 en la nueva versión,
probablemente tendrían una puntuación de 106 en la versión antigua.
79
test. Su causa se desconoce actualmente, pero se han considerados tres posibles
interpretaciones. Quizá la más plausible sea la que se basa en las considerables
diferencias culturales entre generaciones sucesivas. La vida diaria y la
experiencia ocupacional parecen más complejas (Kohn y Schooler, 1973) hoy en
dia que en los tiempos de nuestros padres y abuelos. La población se urbaniza
cada vez más; la televisión nos expone a una mayor información y a más
perspectivas sobre más temas que nunca, los niños están durante más tiempo en
la escuela, y casi todo el mundo parece buscar nuevas formas de experiencia.
Estos cambios en las complejidades vitales han podido dar lugar a cambios
correspondientes en la complejidad de la mente, y, por tanto, en ciertas aptitudes
psicométricas.
80
es la inteligencia en si, sino alguna clase de “aptitud para resolver problemas
abstractos”. La cuestión siguen sin respuesta.
Aunque todavía no se conocen muy bien las variables ambientales que producen
importantes diferencias de inteligencia, los estudios genéticos nos aseguran que
existen. Con una heredabilidad por debajo de 1,00, el CI puede estar sujeto a
sustanciales influencias ambientales. Además, las estimaciones disponibles de la
heredabilidad sólo se aplican al rango de ambientes bien representados en la
población presente. Sabemos que algunas condiciones relativamente raras, como
las revisadas anteriormente, tienen importantes efectos negativos sobre la
inteligencia. Lo que no se sabe es si existen condiciones (ahora igualmente raras)
que tengan importantes efectos positivos.
Como veremos, existe un ambiente biológico y social. Para cualquier niño, los
factores sociales incluyen no solo un contexto global escolar/social/cultural y una
familia particular, sino también un “micro-ambiente” único de experiencias que
no son compartidas con nadie. Los estudios de adopción revisados en la Sección
3 muestran que las variables familiares –diferencias en estilos de crianza, en los
recursos del hogar, etc.—tienen un efecto a largo plazo más reducido de lo que se
creia. Al menos entre las personas que comparten un determinado nivel de SES y
una determinada cultura, parece que son las experiencias individuales las que
hacen la mayor contribución ambiental a las diferencias de CI en adultos.
81
5. Diferencias de Grupo
Las medias grupales no tienen implicaciones directas para los individuos. Lo que
le importa a la siguiente persona con la que te encuentres (en la medida en que
las puntuaciones en los test tengan alguna importancia) es la puntuación de esa
persona en concreto, no la media de algún grupo de referencia al que se supone
que pertenece. El compromiso de valorar a la gente respecto a su propio mérito
individual es central para una sociedad democrática. También tiene un sentido
cuantitativo. Las distribuciones de grupos diferentes inevitablemente se solapan,
de modo que el rango de puntuaciones dentro de cada grupo es siempre mayor
que las diferencias medias entre los grupos. En el caso de las puntuaciones en los
test de inteligencia, la varianza atribuible a las diferencias individuales excede
con mucho a la varianza relacionada con la pertenencia de grupo (Jensen, 1980).
Puesto que las declaraciones sobre las diferencias étnicas se han usado en el
pasado para racionalizar la discriminación racial, todas las declaraciones de este
tipo deben ser sometidas a un cuidadoso estudio. En cualquier caso, las
diferencias de grupo siguen siendo materia de un intenso e interesante debate.
Hay varias razones para este interés: algunas son legales y políticas, y algunas
son sociales y psicológicas. Entre otras cosas, los hechos sobre las diferencias de
grupo pueden ser relevantes para averiguar la necesidad (y efectividad) de los
programas de acción positiva. Pero mientras que algunas discusiones recientes
sobre la inteligencia y las diferencias étnicas (Herrnstein y Murray, 1994) han
hecho recomendaciones políticas concretas en esta área, nosotros no lo haremos
aquí. Tales recomendaciones están necesariamente basadas en consideraciones
tanto políticas como científicas, de modo que caen fuera del alcance de este
informe.
82
(“latinos”), los nativos americanos (“indios”), y los afroamericanos (“negros”).
Estos grupos (evitamos el término “raza”) se definen y auto-definen por las
convenciones sociales basadas en la etnia de origen, asi como en características
físicas observables como el color de la piel. Ninguna de ellas es internamente
homogénea. Por ejempo, los asiáticos americanos pueden tener raices en muchas
culturas distintas: no sólo China y Japón, sino también Corea, Laos, Vietnam,
Filipinas, India y Pakistan. Los hispanoamericanos, que comparten una tradición
lingüística común, realmente difieren en muchas dimensiones culturales. En su
propia concepción pueden ser menos “latinos” que los puertorriqueños, los
mejicanos americanos, los cubanos americanos o los representantes de otras
culturas Latinas. El “nativo americano” es incluso una categoría más diversa,
incluyendo una enorme diversidad de tribus distintas que viven en muy distintos
ambientes.
Aunque los varones y las mujeres no son grupos étnicos o culturales, las posibles
diferencias de sexo en capacidad cognitiva han sido también sujeto de amplio
interés y discusión. Por esta razón, en la siguiente sección se revisa brevemente
la evidencia relevante sobre estas diferencias..
Diferencias de Sexo
83
Aptitudes espacial y cuantitativa. Las mayores diferencias favorables a los
varones parecen darse en tareas viso-espaciales como las tareas de rotación
mental y en tareas espacio-temporales como seguir un objeto en un espacio (Law,
Pellegrino, y Hunt, 1993; Linn y Petersen, 1985). La diferencia de sexo en las
tareas de rotación mental es sustancial: un reciente meta-análisis (Masters y
Sanders, 1993) presenta el siguiente tamaño del efecto d = 0,9. (Los tamaños del
efecto se miden en unidades de desviación típica. Aquí, la media de la
distribución de los varones está cerca de una desviación típica por encima de la
media de las mujeres). Los niveles de logro de los varones en los test
relacionados con el movimiento y viso-especiales son relevantes a su
rendimiento generalmente mejor en tareas que implican señalamiento y
lanzamiento (Jardine y Martin, 1983).
84
otras dificultades de lectura (Sutaria, 1985), y hay muchos más varones
tartamudos (Yairi y Ambrose, 1992). Las mujeres también tienen un mayor
rendimiento en algunas tareas de memoria, pero el tamaño (y quizá incluso la
dirección) del efecto varia con el tipo de memoria evaluada.
85
Influencias hormonales. La importancia de la exposición prenatal a las
hormonas sexuales están bien establecida. Las hormonas no solo influyen en el
desarrollo de los genitales sino también en el cerebro y en ciertas estructuras del
sistema inmunológico (Geschwind y Galaburda, 1987; Halpern y Cass, 1994).
Varios estudios han explorado a individuos expuestos a niveles anormalmente
altos de andrógenos en el utero, debido a una condición denominada hyperplasia
adrenal congénita (CAH). Las mujeres CAH adultas puntuan significativamente
más alto que sujetos control en los test de aptitud espacial (Resnick, Berenbaum,
Gottesman y Bouchard, 1986). Las chicas CAH juegan más con “juguetes de
chicos” y menos con “juguetes de chicas” que sujetos de control (Berenbaum y
Hines, 1992).
86
y GRE, y especialmente en la desproporcionada representación de los asiáticos
americanos en muchas ciencias y profesiones. Aunque a menudo se supone que
estos logros son un reflejo de las correspondientes altas puntuaciones en los test
de inteligencia, no es ese el caso. En más de una docena de estudios realizados en
las décadas de los 60 y los 70 analizados por Flynn (1991) la media de CI de los
niños americanos japoneses y chinos estaba en 97/98, y ninguna estuvo por
encima de 100. Incluso Lynn (1993), que argumenta a favor de una cifra
ligeramente mayor, concede que los logros de estos asiáticos americanos
sobrepasan lo que cabría esperar a partir de sus puntuaciones en los test.
87
ocupaciones técnicas, profesionales y de gestión fue del 55% y en los japoneses
fue del 46%. (La cifra para los blancos fue del 34%). Usando la bien establecida
correlación entre puntuaciones en los test de inteligencia y nivel ocupacional,
Flynn (1991, p.99) calculó la media de CI que “cabría esperar” en un hipotético
grupo blanco para predecir las mismas proporciones de empleo de alto nivel.
Encontró que el éxito ocupacional de estos chinos americanos –cuya media de CI
estaba de hecho ligeramente por debajo de 100—correspondía al que cabría
esperar de un grupo blanco con un CI de ¡casi 120! Un cálculo similar para
japoneses americanos mostró que su nivel de logro se correpondía con el de
blancos con una media de 110. Estos “sobre-logros” sirven como claros
recordatorios de las limitaciones de las predicciones basadas en el CI.
Seguramente varios aspectos de la cultura de los chinos y japoneses americanos
contribuyen a ello (Schneider, Hieshima, Lee y Plank, 1994); asimismo puede
que los factores temperamentales influidos genéticamente tengan algún papel
(Freedman y Freedman, 1969).
88
hispanoamericanos que relativamente saben poco inglés. (Una estimación indica
que el 25% de los puertorriqueños y mejicanos y al menos un 40% de los
cubanos hablan inglés “no bien” o “en absoluto” –Rodriguez, 1992). Incluso
aquellos que se describen como bilingües pueden estar en desventaja si el
español ha sido su primer y mejor aprendido lenguaje. No resulta sorprendente
que los niños latinos puntuen generalmente mejor en los subtest manipulativos
que verbales del WISC-R (Kaufman, 1994). En cualquier caso, la validez
predictiva de las puntuaciones en los test de los latinos no es inexistente. En
niños pequeños, el WISC-R tiene correlaciones razonablemente altas con las
medidas de logro escolar (McShane y Cook, 1985). Para estudiantes de escuela
superior con un nivel de inglés de moderado a alto, los test de aptitudes
estandarizados predicen las notas de primer año de instituto casi tan bien como lo
hacen para los blancos no hispanos (Pennock-Roman, 1992).
89
los hispanoamericanos y otros grupos cuyo primer lenguaje generalmente no es
el inglés. Además, muchos niños indios sufren de infecciones crónicas del oido
medio (otitis media) que es el “principal trastorno identificable entre los indios
desde que comenzaron los registros en 1962” (McShane y Plas, 1984 a, p.84). La
pérdida de audición puede tener efectos negativos significativos sobre el
rendimiento en los test verbales (McShane y Plas, 1984b).
Otra razón para pensar que la media de CI puede estar cambiando es que el
diferencial Negro/Blanco en las puntuaciones de logro se ha reducido
sustancialmente en los últimos años. Consideremos, por ejemplo, el logro en
matemáticas de personas de 17 años medido por el National Assessment of
Educational Progress (NAEP). El diferencial de las puntuaciones entre Negros y
Blancos, situado en 1,1, desviaciones típicas en 1978, se ha reducido a 0,65
desviaciones típicas en 1990 (Grissmer et al., 1994) gracias a las ganancias de los
Negros. Los Hispanos han mostrado también ganancias, aunque algo menores; ha
90
habido poco cambio en las puntuaciones de los Blancos. Otras evaluaciones del
logro escolar han mostrado ganancias recientes sustanciales en el rendimiento de
los niños minoritarios.
En sus propios análisis de estas ganancias, Grissmer et al. (1994) citan tanto los
factores demográficos como los efectos de la política pública. Han observado que
el nivel educativo de los padres constituye un predictor particularmente bueno
del logro escolar del niño; este nivel ha aumentado para todos los grupos de 1970
a 1990, pero especialmente en el caso de los Negros. El tamaño familiar es otro
buen predictor (los niños de las familias más reducidas tienden a lograr mayores
puntuaciones); también aqui, el cambio más significativo se ha dado en los
Negros. Por encima y más allá de estos efectos demográficos, Grissmer et al.
creen que algunas de estas ganancias se pueden atribuir a muchos programas
específicos, dirigidos a la educación de los niños de grupos minoritarios,
aplicados durante este periodo.
Sesgo de los Test. A menudo se argumenta que las menores puntuaciones medias
de los afroamericanos reflejan un sesgo de los test de inteligencia en si mismos.
Este argumento es correcto en un sentido del término “sesgo”, pero erróneo en
otro. Respecto al primer sentido, consideremos cómo se usa el término en la
teoría de la probabilidad. Cuando una moneda sale cara de modo consistente por
cualquier razón se dice que está “sesgada”, independientemente de las
consecuencias que el resultado pueda o no tener. En este sentido, el diferencial de
puntuaciones Blanco/Negro constituye ipso facto una evidencia de lo que se
puede denominar “sesgo de resultado”. Los afroamericanos están sujetos a un
sesgo de resultado no solo con respecto a los test, sino en relación a muchos
aspectos de la vida americana. Están al final de casi cada variable: ingresos,
representación en las ocupaciones de alto nivel, salud, porcentajes de defunción,
incidentes legales y asi sucesivamente. Con esta situación en mente, algunos
críticos consideran el diferencial en las puntuaciones de los test simplemente
como otro ejemplo de un sesgo de resultado característico de nuestra sociedad en
91
su conjunto (Jackson, 1975; Mercer, 1984). Aunque en cierto sentido esto es
correcto, esta crítica ignora el particular propósito social para el que se han
diseñado los test.
92
plausibles, y tales mecanismos pueden tener algún papel en algunos casos
particulares. No obstante, los estudios controlados han mostrado que ninguno de
ellos contribuye sustancialmente al diferencial Negro/Blanco que se está
discutiendo aquí (Jensen, 1980; Reynolds y Brown, 1984; para una perspectiva
distinta ver Helms, 1992). Además, los esfuerzos dirigidos a diseñar test fiables y
válidos que pudieran minimizar las desventajas de este tipo se han mostrado
infructuosos.
93
muchos aspectos inevitables de la pobreza –desnutrición, cuidado prenatal
frecuentemente inadecuado, carencia de recursos intelectuales—tienen efectos
negativos sobre el desarrollo de la inteligencia de los niños. De hecho, la
correlación entre “estátus socioeconómico” (SES) y puntuaciones en los test de
inteligencia es bien conocida (White, 1982).
Varias consideraciones sugieren que esta puede no ser toda la explicación. Por un
lado, el diferencial Negro/Blanco en las puntuaciones de los test no se elimina
cuando se empareja el SES de los individuos o los grupos (Loehlin et al., 1975).
Además, los datos revisados en la Sección 4 sugieren que –si se excluyen las
condiciones extremas—la nutrición y otros factores biológicos que pueden variar
según el SES explican relativamente poca varianza de las puntuaciones.
Finalmente, la (relativamente débil) relación entre las puntuaciones de los test y
los ingresos es mucho más compleja que lo que pudiera sugerir una hipótesis
simple basada en el SES. Las condiciones de vida de los niños resultan, en parte,
del nivel alcanzado por sus padres. Si las habilidades medidas por los test
psicométricos realmente son relevantes para ese nivel, la inteligencia afecta al
SES y no al revés. No conocemos la magnitud de estos efectos en distintas
poblaciones, pero está claro que la explicación no está en los modelos en los que
el SES determina directamente el CI.
94
Minorias tipo-Casta. La mayor parte de las discusiones sobre este tema tratan
las diferencias Negro/Blanco como aspectos de un genuino “dilema americano”
(Myrdal, 1994). Sin embargo, el hecho es que en muchos paises existen grupos
comparativamente en desventaja: los Maori de Nueva Zelanda, las castas en la
India (los intocables), los judios no europeos en Israel, los Burakumin en Japón.
Todas ellas son minorias “tipo-casta” (Ogbu, 1978) o “involuntarias” (Ogbu,
1994). John Ogbu distingue este estátus de las minorías “autónomas” no
subordinadas política o económicamente (como los Amish o los Mormones en
los Estados Unidos) y de las minorías “inmigrantes” o “voluntarias” que
inicialmente llegan a sus nuevos hogares con expectativas positivas. Las minorias
inmigrantes esperan que su situación mejore; tienden a compararse a si mismos
favorablemente con sus colegas del pais abandonado, no desfavorablemente con
los miembros de la mayoría dominante. En contraste, haber nacido en una
minoria tipo-casta supone crecer con la firme convicción de que la propia vida
estará eventualmente restringida a una pequeña serie de papeles sociales mál
recompensados.
Al explicar estas diferencias, Ogbu (1978) argumenta que los niños de las
minorias tipo-casta no son “optimistas con el esfuerzo”, es decir, con la
convicción de que trabajar duro (especialmente en la escuela) y una implicación
seria por su parte será realmente recompensado. Como resultado ignoran o
rechazan las formas de aprendizaje que se ofertan en la escuela. De hecho,
95
pueden practicar un tipo de inversión cultural, rechazando deliberadamente
ciertas conductas (como el logro académico u otras formas de “comportarse al
estilo de los Blancos”) que se consideran características del grupo dominante.
Aunque no se puede establecer empiricamente en qué medida las actitudes
descritas por Ogbu (1978, 1994) son responsables de las puntuaciones en los test
y del logro escolar de los afroamericanos, parece que los problemas domésticos
pueden tomar un distinto cariz cuando se consideran desde una perspectiva
internacional.
96
afroamericanos, su accesibilidad y familiaridad constituye una influencia
profunda.
Pero no debe olvidarse otro factor. Solo ha pasado una generación desde que el
movimiento de los derechos civiles abriese las puertas a los afroamericanos, y
muchas formas de discriminación son todavia demasiado familiares en su
experiencia. La discriminación es un claro recordatorio de un todavía más
intolerable pasado. Sería precipitado suponer que esas experiencias, y su legado
histórico, no tienen impacto en el desarrollo intelectual.
97
Está claro (Sección 3) que los genes contribuyen sustancialmente a las
diferencias individuales de rendimiento en los test de inteligencia, al menos en la
población Blanca. Sin embargo, el hecho es que la alta heredabilidad de un rasgo
dentro de un determinado grupo no tiene necesariamente implicaciones sobre el
origen de las diferencias entre grupos (Loehlin et al., 1975). Esto se comprende
actualmente (Herrnstein y Murray, 1994). Pero incluso aunque esta implicación
no es necesaria, algunos han argumentado que un alto valor de h2 hace más
plausible una contribución genética a las diferencias de grupo. ¿Es esto asi?
98
6. Sumario y Conclusiones
Puesto que hay muchas maneras de ser inteligente, también hay muchas
conceptualizaciones de la inteligencia. La aproximación más influyente, y la que
ha generado la investigación más sistemática, se basa en los test psicométricos.
Esta tradición ha producido un sustancial cuerpo de conocimientos, aunque
siguen sin respuesta muchas preguntas. Sabemos mucho menos sobre las formas
de inteligencia que los test no evaluan fácilmente: sabiduría, creatividad,
conocimiento práctico, habilidad social y asi sucesivamente.
Los psicómetras han medido con éxito un amplio rango de aptitudes, distintas
entre si pero correlacionadas. Las complejas relaciones entre estas aptitudes se
pueden describir de muchos modos. Algunos teóricos se centran en la varianza
que tienen en común todas esas aptitudes, que Spearman denominó g
(inteligencia general); otros prefieren describir el mismo solapamiento (manifold)
mediante una serie de factores parcialmente independientes; y otros optan por
una descripción multifactorial de factores jerárquicamente dispuestos con algo
parecido a g en la parte alta. Las puntuaciones en los test de inteligencia
estandarizados (CI) que reflejan la situación de una persona en relación a su
cohorte de edad se basan en los test que exploran una serie de aptitudes
diferentes. Estudios recientes han encontrado que estas puntuaciones también
correlacionan con la velocidad de procesamiento de información en ciertos
paradigmas experimentales (tiempo de reacción de elección, tiempo de
inspección, potenciales evocados cerebrales, etc.), pero todavia estamos lejos de
conocer el significado esas correlaciones.
99
o incluso primariamente determinados por la inteligencia o cualquier otra
variable de diferencias individuales. El hecho de que los niños en Japón y
Taiwan aprendan muchas más matemáticas que sus colegas americanos, por
ejemplo, se puede atribuir en primera instancia a diferencias culturales y de
escolarización y no a las aptitudes medidas por los test de inteligencia.
Las puntuaciones en los test también correlacionan con las medidas de logros
fuera de la escuela, p.e. con el estátus ocupacional en la edad adulta. En alguna
medida, estas correlaciones derivan directamente de la conexión entre los test y
el logro escolar y de su papel como “porteros”. En los Estados Unidos de hoy en
dia, las altas puntuaciones en los test y los grados son pre-requisitos para acceder
a muchas carreras y profesiones. No obstante, esta no es toda la historia: la
correlación significativa entre inteligencia psicométrica y estátus ocupacional se
mantiene incluso cuando se controlan estadísticamente las medidas de educación
y trasfondo familiar. También hay modestas corelaciones (negativas) entre las
puntuaciones en los test de inteligencia y ciertas conductas indeseables como la
delincuencia juvenil. Estas correlaciones son necesariamente bajas: todos los
fenómenos sociales derivan de complejas redes causales en las que las
habilidades psicométricas sólo son un factor.
100
experiencia vital individual, en lugar de diferencias entre las familias en las que
se han criado.
Los factores que subyacen a este cambio –y de modo más general las rutas a
través de la que los genes hacen su indudable contribución a las diferencias
individuales en inteligencia—son desconocidos. Además, las contribuciones
ambientales a esas diferencias son casi igualmente misteriosas. Sabemos que
tanto los aspectos biológicos como sociales del ambiente son importantes para la
inteligencia, pero estamos muy lejos de comprender cómo ejercen su efecto.
101
Uno de los fenómenos más notables en este campo es el progresivo aumento
mundial de las puntuaciones en los test, a menudo denominado “efecto Flynn”.
El CI medio ha aumentado más de 15 puntos –una desviación típica—en los
últimos 50 años, y el grado de ganancia puede estar aumentando. Estas ganancias
pueden derivar de las mejoras nutricionales, los cambios culturales, la
experiencia con los test, cambios en las prácticas de escolarización y de crianza
de los niños, o algún otro factor todavía desconocido.
102
Las puntuaciones de CI de los afroamericanos han presentado un promedio de 15
puntos por debajo de los Blancos durante bastante tiempo, con unas
correspondientes puntuaciones más bajas en los test de logro académico. En los
últimos años la distancia se ha reducido apreciablemente. Es posible que la
diferencia en el CI también se haya reducido, pero esto todavía no está claro. No
se conoce la causa de este diferencial; aparentemente no se debe a una forma
simple de sesgo en el contenido o la aplicación de los test en si mismos. El efecto
Flynn muestra que los factores ambientales pueden producir diferencias de al
menos esta magnitud, pero este efecto es en si mismo misterioso. Se han
propuesto varias explicaciones culturalmente basadas del diferencial de CI
Negro/Blanco; algunas son plausibles, pero ninguna ha sido apoyada de modo
concluyente. Incluso hay menos apoyo empírico para la interpretación genética.
En suma, actualmente no disponemos de una explicación adecuada para el
diferencial entre las medias de CI de Negros y Blancos.
Suele ser costumbre concluir sondeos como este con un sumario de lo que se ha
dicho. De hecho, actualmente se sabe mucho sobre la inteligencia. Casi un siglo
de investigación, la mayor parte de ella basada en los métodos psicométricos, ha
producido un cuerpo impresionante de conocimientos. Aunque en este informe
hemos tratado de hacer justicia a estos resultados, parece adecuado concluir con
una nota diferente. En este terreno contencioso, nuestro papel más útil puede ser
el de recordar a los lectores que muchas de las preguntas críticas sobre la
inteligencia siguen sin respuesta. Veamos algunas de esas preguntas:
103
cuáles son esos factores o cómo actuan. Ir a la escuela es claramente
importante, por ejemplo, pero no sabemos cuáles son los aspectos
críticos de la escolarización.
• El papel de la nutrición en la inteligencia sigue siendo oscuro. Una
desnutrición infantil severa tiene claros efectos negativos, pero todavía
no se ha demostrado de modo convincente la hipótesis de que
determinados “micro-nutrientes” pueden afectar a la inteligencia de
poblaciones adecuadamente alimentadas.
• Hay correlaciones significativas entre las medidas de velocidad de
procesamiento de la información y la inteligencia psicométrica, pero
no se tiene una interpretación teórica clara del patrón global de
resultados.
• Las puntuaciones medias en los test de inteligencia están aumentando
gradualmente. Han llegado a una desviación típica en los últimos 50
años, y el grado de ganancia puede estar aumentando. Nadie está
seguro de qué significan las ganancias o por qué se producen.
• El diferencial entre las puntuaciones medias en los test de inteligencia
de Negros y Blancos (en torno a una desviación típica, aunque puede
estar reduciéndose) no deriva de un sesgo obvio en la construcción o
aplicación de los test, y tampoco es un simple reflejo de las diferencias
de estátus socoeconómico. Las explicaciones basadas en los factores de
casta y de cultura pueden ser adecuadas, pero tienen poco apoyo
empírico. Ciertamente, la interpretación genética tampoco tiene apoyo
empírico. En el momento actual, nadie sabe qué causa este diferencial.
• Existe un amplio acuerdo respecto a que los test estandarizados no
exploran todas las formas de inteligencia. Ejemplos obvios son la
creatividad, la sabiduria, el sentido práctico y la sensibilidad social;
seguramente hay otros. Independientemente de la importancia de estas
aptitudes, sabemos poco sobre ellas: cómo se desarrollan, qué factores
influyen en ese desarrollo, cómo se relacionan con las medidas más
tradicionales.
104
En un campo en el que hay muchas cuestiones sin resolver y en el que hay
muchas preguntas sin responder, el tono de confianza que ha caracterizado la
mayor parte del debate está claramente fuera de lugar. El estudio de la
inteligencia no necesita declaraciones y recriminaciones politizadas; necesita
autocontrol, reflexión y mucha más investigación. Las preguntas que permanecen
son importantes social y científicamente. No hay razón para pensar que son
irresolubles, pero encontrar las respuestas exigirá un esfuerzo compartido y
sostenido, asi como el compromiso de recursos científicos sustanciales. Es ese
compromiso el que recomendamos con intensidad.
105
3
El origen de las diferencias humanas psicológicas:
El estudio de Minnesota sobre gemelos criados por separado*
Thomas J. Bouchard Jr., David T. Lykken, Matthew McGue, Nancy L. Segal, &
Auke Tellegen
*
Publicado originalmente en la Revista “Science”, en Octubre de 1990 –volumen 250, nº 4978.
Traducción de Antonio Andrés Pueyo. Facultad de Psicología. Universidad de Barcelona. Email:
aandres@psi.ub.es
106
Los gemelos MZ y DZ separados tempranamente en su vida y criados por
separado (MZA y DZA) son un fascinante experimento de la naturaleza. Aporta
el método más potente y sencillo de desenrredar la influencia de los factores
ambientales y genéticos sobre las características humanas. La rareza de los
gemelos separados precozmente y criados por separado explica por qué
solamente han existido tres estudios previos, disponibles en la literatura y de una
magnitud muy modesta. [1-4].
107
rasgos de personalidad, tres inventarios de intereses laborales y dos baterias de
pruebas de capacidades mentales). Tambien se realizó una evaluación sistemática
de las caracteristicas de los hogares adoptivos donde se habian criado los
gemelos para identificar si hubo algun tipo de suceso con efectos causales
probables en el desarrollo psicológico del niño. Distintos examinadores
administraron las pruebas de CI, realizaron la entrevista sobre la biografia del
sujeto, una entrevista psiquiátrica y una entrevista sobre su desarrollo sexual. Se
administró una bateria de capacidad mental en una sesión colectiva. Los gemelos
también completaron los cuestionarios independientemente bajo la supervisión
constante de un miembro del equipo de investigación.
Los gemelos criados por separado fueron reclutados de distintas formas: (i) por
medio de amigos, parientes o de gemelos que se habian reunido por sí mismos,
que habian oido hablar del proyecto y que se pusieron en contacto con el Centro
de Estudios de Gemelos y Adopciones (MICTAR); (ii) por medio de miembros
del servicio de adopción, de trabajadores sociales y de otros profesionales que
sirvieron de intermediarios entre nosotros y los gemelos; (iii) por medio de
gemelos que sabian de la existencia de un hermano/a y que asistieron al centro
(MICTAR) para su localización. La selección en base a la similitud es minima
porque se reclutaron todos los que se habian criado por separado, sin considerar,
presumir, ni conocer, la zigosidad y la similiaridad. El diagnóstico de zigosidad
se basa en un estudio serológico extensivo, por medio de comparaciones de la
huella digital y de medidas antropométricas. La probabilidad de equivocarse en
la clasificacion es menor de 0.001 [7]. Siempre que fue necesario, nuestros datos
se corrigieron para controlar los efectos del sexo y de la edad [8]. Debido a
limitaciones de espacio y al menor tamaño de la muestra de los DZA (30
parejas), en este artículo nos centraremos en los datos de los MZA (56 pares).
Los resultados descritos aquí se basan, en su mayoría, en estudios anteriores
donde se expusieron estos hallazgos, y no se incluyen hallazgos realizados más
recientemente.
108
Como se puede ver en la Tabla 1, la muestra está formada por gemelos adultos,
separados muy precozmente en su vida, y que se vuelven a reunir de adulos. Las
circunstancias de adopción habian sido informales a veces y los padres
adoptivos, en comparación con los padres que voluntariamente participan en la
mayoría de los estudios de adopción, tienen un nivel educativo algo más bajo
(promedio de 2 años en el Instituto), y son bastante heterogéneos en su nivel
educativo y en estátus socio-económico (SES). Dado que nuestro muestreo no
incluye ningún sujeto con retraso mental (CI menor o igual a 70) la media de CI
es un poco más elevada y la desviación típica más pequeña que en la población
general.
TABLA 1
Medias, desviaciones típicas (SD), y rangos de edad, medidas de contacto, CI y nivel educativo de los padres de los
gemelos criados por separado (MZA). Dos trillizos se incluyeron como un caso cada uno. Los datos están basados en los
primeros 56 casos estudiados, aunque el tamaño de la muestra varia ligeramente de medida a medida, puesto que los datos
no están siempre disponibles o son relevantes (por ejemplo, la madre que cria al niño murió al principio de la vida del niño
o los gemelos no pudieron ser evaluados con un test en inglés).
Estadístico Edad (años) Tiempo juntos Tiempo Tiempo total CI (WAIS) Nivel Nivel
antes de la separados de contacto educativo del educativo de la
separación antes del (semanas) padre que cria madre que cria
(meses) primer al niño (años) al niño (años)
encuentro
(años)
Media 41 5.1 30 112.5 108.1 10.7 10.3
SD 12 8.5 14.3 230.7 10.8 4.5 3.7
Rango 19-68 0-48.7 0.5-64.7 1-1233 79-133 0-20 0-19
109
es la varianza debida al error de medida y a factores aleatorios. Para las medidas
de los rasgos psicológicos [Ve] oscila desde aproximadamente el 10% (de [Vf])
para aquellos rasgos estables y cuyas medidas son más fiables (por ejemplo, el
CI) hasta un valor tan elevado como un 50 o un 60% para características que
muestran una gran inestabilidad (por ejemplo, algunas actitudes sociales) y cuya
medición es poco fiable. El componente ambiental, [Va], puede dividirse en la
varianza debido a los efectos de las experiencias compartidas [Vac] y la varianza
proveniente de las experiencias no-compartidas [Van]. Los sucesos compartidos
pueden ser vividos de modo distinto por dos hermanos (por ejemplo un crucero
por el mar o unas vacaciones con la familia) y en este caso afectar a la llamada
varianza no-compartida [Van]. Si la varianza total, [Vf], representa la unidad, la
correlación entre gemelos MZ [Rmz], representa o es igual a [Vg] + [Vac]. La
heredabilidad de un rasgo es igual a [Vg]; la heredabilidad del componente
estable de un rasgo (por ejemplo, el valor medio a partir del que varia la
agresividad de un sujeto) es igual a [Vg]/([Vf] - [Ve]). [Vf] y [Ve] se pueden
estimar a partir de hijos únicos, pero [Vg] es bastante más escurridizo: para
gemelos MZ que se han criado juntos (MZT), la correlación intra-pareja
representa la correlación debida a los efectos del ambiente o experiencias
compartidas, [Vac]. La potencia del diseño de gemelos MZ criados por separado
(MZA) proviene de que como se han criado, desde la primera infancia, en
ambientes distintos y seleccionados al azar (para su adopción), [Vac] es
prácticamente cero o insignificante, y asi se puede estimar [Vg] directamente a
partir de la correlación de los MZA.
110
repetida de los rasgos, de la evaluación de los efectos de la crianza y del análisis
de las similitudes de los ambientes. Hemos obtenido tres medidas independientes
del CI: (i) utilizando el test WAIS, (ii) el Test de Raven y el Mill-Hill y (iii) el
primer componente principal de dos baterias múltiples de capacidades.
En cada uno de los tres estudios anteriores realizados con gemelos MZ criados
por separado se realizó la medida de la inteligencia por medio de dos
estimaciones independientes. En la Tabla 2 se muestran las correlaciones
intraclase para los cuatro estudios realizados con este tipo de gemelos hasta
ahora. Los datos de la tabla ilustran una consistencia notable entre las
correlaciones de las puntuaciones del CI de los gemelos MZ criados por separado
111
en función del instrumento de medida, del país de origen y del período de
realización del estudio. Estas correlaciones varían dentro de un estrecho rango
(de 0.64 a 0.74) y sugieren, bajo el supuesto de que no existió ninguna similitud
ambiental, que los factores genéticos justifican un 70%, aproximadamente, de la
varianza en el CI.
TABLA 2
Tamaño de la muestra y correlaciones intra-clase (± error típico) para todas las medidas de CI y promedios ponderados en
cuatro estudios de gemelos criados por separado.
Estudio y Test N para cada test. Test Primario Test Secundario Test Terciario Media
Usado
(Primario,
secundario y
terciario)
Terman et al (1) 19/19 0.68 ± 0.12 0.74 ± 0.10 0.71
(Stanford-
Binet/Otis).
Nielsen (1) 12/12 0.64 ± 0.17 0.73 ± 0.13 0.69
(Wechsler-
Belleuve/Raven).
Newman, Freeman y 38/37 0.74 ± 0.07 0.76 ± 0.07 0.75
Holzinger (1)
(Mill
Hill/Dominoes)
Bouchard et al. (42) 48/42/43 0.69 ± 0.07 0.78 ± 0.07 0.78 ± 0.07 0.75
WAIS/Raven, Mill
Hill/first principal
component).
112
¿Explican las similitudes del entorno de crianza la semejanza de CI de los
gemelos MZA?
Las importantes similitudes entre los gemelos MZ criados por separado pone
encima de la mesa la cuestión de la correlación entre los ambientes de crianza:
¿son los hogares de adopción de los gemelos criados por separado tan similares
entre sí para los rasgos que se estudian que esta correlación puede explicar las
similitudes psicológicas?. Si esto es así, dado que la varianza total es igual a 1,
entonces Vac debe ser igual al menos a Rff x r2ft, donde Rff es la correlación
intra-pares para una determinada caracteristica, f, de los hogares adoptivos (el
coeficiente de ambiente de crianza), y rft es la correlación producto-momento
entre la caracteristica y el rasgo en cuestión, t.
Un listado de las caracteristicas de los hogares donde se han criado los gemelos
separados (herramientas, enciclopedias, etc. ) nos permite disponer de un índice
de los recursos culturales e intelectuales de las familias de adopción (17). Cada
gemelo completaba la Escala de Ambiente Familiar de Moos, un instrumento
muy utilizado que describe de forma retrospectiva la impresión de un individuo
sobre el tratamiento y cuidados dispensados por sus padres adoptivos que recibió
durante su infancia y su adolescencia (18). Los coeficientes del ambientes de
crianza, corregidos según edad y sexo, para una variada muestra de medidas,
aparece en la tabla 3, junto con las correlaciones entre el CI de los gemelos y las
medidas del entorno (rft) y el total de contribución estimada sobre la similitud de
los gemelos MZ criados por separado. La máxima contribución a las
correlaciones de los rasgos de los gemelos MZ criados por separado que puede
ser explicada por la similitud medida de los entornos de los hogares de adopción
y crianza en una sola variable está en torno a 0,03 (19). La ausencia de efectos
significativos de las variables SES u otras variables del ambiente en el CI de
estos gemelos adultos y adoptados es consistente con otras investigaciones (20).
Los efectos del SES familiar sobre el CI en los estudios de adopción han sido
significativos unicamente en muestras de niños adoptados, pero no se han
113
replicado en muestras de adultos adoptados (21) lo que sugiere que a pesar de
que los padres adoptivos influyen en la adquisición de las habilidades cognitivas
de sus hijos adoptados, esta influencia es relativamente poco importante cuando
se estudia la permanencia en el tiempo de esos efectos.
TABLA 3
Coeficientes de colocación para variables ambientales, correlaciones entre CI y variables ambientales, y estimaciones de la
contribución de la colocación en la semejanza de los gemelos en el CI medido por el WAIS.
Variables de colocación Similitud gemelos (Rff) Correlación entre CI y variable Contribución de la colocación a
de colocación (rft) la correlación de los gemelos
(Rff x r2 ft)
Indicadores de SES
Educación del Padre 0.134 0.100 0.001
Educación de la Madre 0.412 -0.001 0.000
SES del Padre 0.267 0.174 0.008
Instalaciones
Materiales 0.402 0.279** 0.032
Científico/técnico 0.151 -0.090 0.001
Cultural -0.085 -0.279** -0.007
Mecánico 0.303 0.077 0.002
Escalas relevantes del FES
Rendimiento 0.11 -0.103 0.001
Orientación intelectual 0.27 0.106 0.003
114
durante esta investigación. Todos los pares de gemelos pasaron sus años
formativos por separado. Algunos tuvieron su primer contacto y reunión, ya de
adultos, con motivo de este estudio, mientras que otros ya se habian encontrado,
en el más largo de los casos unos 20 años antes, habiendo tenido diferentes
grados de contacto. Solamente un número pequeño de pares del estudio se habia
reunido a intervalos cortos durante su niñez. Como aparece en la Tabla 1, el
tiempo total de contacto para los gemelos MZ criados por separado oscila desde
1 a 1.233 semanas. En el caso de 1.233 semanas de contacto, los gemelos se
reunieron cuando ya eran adolescentes y vivieron cercanos el uno del otro hasta
el momento de la evaluación cuando ya eran adultos. El tiempo de contacto de
esta pareja se codificó desde que se habian reunido por primera vez y se vieron
con cierta regularidad. El grado de contacto social entre los dos de miembros de
la pareja de gemelos criados por separado no justifica, virtualmente, nada de la
similitud que presentan los rasgos evaluados. Las correlaciones con la diferencia
absoluta de la puntuación de CI del WAIS fué de 0.06 +/- 0.15 para el tiempo
anterior a la separación, de 0.08 +/- 0.15 para el tiempo anterior a la primera
reunión, de - 0.14 +/- 0.15 para el tiempo total de contacto, y de 0.17 +/- 0.15
para el porcentaje de la vida que habian estado separados (25).
115
Similitud de los gemelos MZA en una variada muestra de dimensiones
116
El Efecto Mínimo de la crianza conjunta
117
dimensiones del comportamiento. Esta conclusión se discute con detalle en el
trabajo de Plomin y Daniels [5].
TABLA 4
Correlaciones intraclase (R), tamaño de la muestra, y ratio MZA/MZT para gemelos monocigóticos criados por separado y
juntos en nueve tipos de variables. NA = no disponible.
* Correlación para el mismo individuos evaluado dos veces. Estas estimaciones del componente estable de la varianza
observada para un rasgo también permite estimar el límite superior de RMZA/RMZT. + Este valor es para 116 estudios, no
para pares.
118
¿Porqué son tan similares los gemelos MZ criados por separado ?
Es bien conocido por los naturalistas y criadores de animales que hay amplias y
heredables diferencias en el comportamiento de otras especies, pero existe una
curiosa resistencia y una importante desgana entre algunos científicos [33] en el
reconocimiento de la contribución de las diferencias genéticas a la variación de
los rasgos psicológicos en la especie humana. Nuestros hallazgos apoyan y
generalizan los que se han encontrado en otros estudios hechos con familias,
gemelos y estudios de adopción [15]. La amplia coincidencia de estos hallazgos
conduce a la siguiente generalización: para casi cada característica del
comportamiento investigada, desde el tiempo de reacción a la religiosidad, una
importante fracción de la variabilidad inter-individual resultó estar asociada con
la variación genética. Este hecho no debe ser discutido otra vez [34]; por el
contrario, es el momento de considerar sus implicaciones. Nosotros sugerimos
las siguientes.
119
términos de las extensas clases medias, las dos terceras partes de la varianza
observada en el CI pueden ser debidas a la variación genética.
FIGURA 1
Valor absoluto de la diferencia de CI intrapar para los MZA como función del logaritmo natural del contacto en semanas.
Las lineas horizontales representan la diferencia esperada absoluta de CI entre dos individuos elegidos aleatoriamente, la
diferencia absoluta promedio observada entre MZA, y la diferencia de CI esperada en dos evaluaciones de la misma
persona. MZA pair IQ differences=Diferencia de CI para las parejas de gemelos criados por separado. In (contact in
weeks)=Contacto en semanas. Two random individuals=dos individuos tomados al azar. Mean MZA difference=diferencia
media entre los gemelos criados por separado. Two testing of the same individual=dos aplicaciones de test en el mismo
individuo.
120
los diversos agentes culturales de nuestra sociedad, en particular la mayoría de
los padres, son menos efectivos en imprimir su sello distintivo sobre los niños
que se desarrollan bajo su influencia –o son menos proclives a hacerlo—de lo
que se ha supuesto hasta ahora. Los psicólogos han quedado sorprendidos por la
evidencia de que haber sido criados por los mismos padres, en el mismo
ambiente físico, en promedio no hace más semejantes a los hermanos cuando son
adultos que haber sido criados por separado en hogares adoptivos. Es obvio que
los padres pueden producir efectos compartidos si maltratan o privan
excesivamente a sus hijos. Parece razonable que los padres carismáticos,
dedicados, determinados a hacer que sus hijos compartan ciertas cualidades
personales, intereses o valores, puedan, a veces, tener éxito. Nuestros hallazgos,
y los de otros [37], no implican que la crianza familiar no tenga efectos
duraderos. La notable similitud de los gemelos MZ criados por separado en
actitudes sociales (por ejemplo, tradicionalismo y religiosidad) no muestran que
los padres no pueden influir en esas características, pero nos indican,
simplemente, que esto no suele pasar en la mayoría de las familias.
Los gemelos MZ criados por separado son tan similares en sus características
psicológicas porque su idéntico genoma hace probable que sus ambientes
efectivos sean similares. Los mecanismos específicos por los que las diferencias
genéticas en el comportamiento humano son expresadas en las diferencias
fenotípicas, se desconocen en su mayor parte. Es una conjetura plausible que el
mecanismo clave por el que los genes afectan a la mente es indirecto, y, además,
que las diferencias genéticas tienen un papel importante en la determinación del
ambiente psicológico efectivo del niño en desarrollo [38].
121
Tambien los distintos individuos fijan su atención de modo diferente y/o
responden de modo distinto a la misma experiencia objetiva, o ambas cosas.
Estas son formas de interacción gen x ambiente, [Vgxa]. Desde la infancia en
adelante, la genética ayuda individualmente dirigiendo al individuo en desarrollo
por medio de multitud de elecciones sobre posibles experiencias. Es decir, la
ecuación (1) debe re-elaborarse para incluir estas influencias indirectas y vias
modificables a través de las cuales el genoma ejerce su influencia
122
exclusiva de los rasgos altamente heredables, sino que tambien puede ser más
eficaz en la configuración específica de las habilidades, destrezas e inclinaciones
de cada niño.
123
una sociedad muy diferente de la que conocemos. La sociedad moderna no
solamente aumenta la influencia del genotipo sobre la variabilidad del
comportamiento, como nosotros hemos sugerido, sino que permite que esta
variabilidad contribuya reciprocamente a la rápida marcha del cambio cultural. Si
la variación genética era el molde evolutivo al final del Pleistoceno, ahora es un
aspecto sobresaliente y esencial de la condición humana.
Referencias y notas
124
[8.] M. McGue and T. J. Bouchard, Jr., ibid. 14, 325 (1984).
[9.] T. J. Bouchard, Jr., and M. McGue, Science 212, 1055 (1981).
[10.] J. D. Matarazzo, Wechsler's Measurement and Appraisal of Adult
Intelligence (Williams and Wilkins, Baltimore, ed. 5, 1972).
[11.] J. Raven, Manual for Raven's Progressive Matrices and Vocabulary Scales
(Lewis, London, 1986).
[12.] J. C. DeFries et al., Behav. Genet. 9, 23 (1979).
[13.] A. R. Hakstian and R. B. Cattell, J. Educ. Psychol. 70, 657 (1978).
[14.] T. J. Bouchard, Jr., N. L. Segal, D.T. Lykken, Ada Genet. Med. Gemellol.
39, 193 (1990).
[15.] J. C. Loehlin, Am. Psychol. 44, 1285 (1989); R. Plomin and J. C. Loehlin,
Behav. Genet. 19, 331 (1989).
[16.] K. McCartney, M. J. Harris, F. Bernieri, Psychol. Bull. 107, 26 (1990).
[17.] M. McGue and T. J. Bouchard, Jr., in Advances in the Psychology of
Human Intelligence, R. J. Sternberg, Ed. (Erlbaum, New York, 1989), vol. 5, p.
7. Este inventario aporta cuatro escalas relativamente independientes: cientifico o
técnico, cultural, mecánico y disposición de materiales.
[18.] R. H. Moos and B. S. Moos, Manual: Family Environment Scale
(Consulting Psychologists Press, Palo Alto, CA, 1986).
[19.] Formalmente, esta es la máxima contribución lineal; por supuesto, los
efectos no lineales son posibles. No obstante, para estos datos la investigación de
las relaciones de alto nivel (cuadráticas y cúbicas) no mostró asociaciones que no
existiesen a nivel lineal, y no se observó no linealidad en la inspección visual de
los diagramas de datos representados gráficamente.
[20.] T. J. Bouchard, Jr., Intelligence 7, 175 (1983).
[21.] C. Capron and M. Duyme [Nature 340, 552 (1989)] han mostrado un efecto
del SES en un estudio de adopción con niños pequeños; S. Scarr and R.
Weinberg [Amer. Sociol. Rev. 43, 674 (1978)] no hallaron un efecto del SES en
un estudio de jóvenes adoptados.
[22.] B. Price, Am. J. Hum. Genet, 2, 293 (1950).
[23.] R. J. Rose and J. Kaprio, Behav. Genet. 18, 309 (1988).
125
[24.] D. T. Lykken, T. J. Bouchard, Jr., M. McGue, A. Tellegen, Behav. Genet.,
in press.
[25.] Como en nuestro anterior análisis, se contrastaron las relaciones no lineales
sin resultados positivos. Además, la eliminación de un único sujeto con
puntuaciones extremas (diferencia de CI de 29 puntos) no cambió
apreciablemente la estimación de la correlación.
[26.] La diferencia esperada (D) se puede expresar en función de la correlación
(r) y la desviación típica como D = 1.13 σ 1 - r [R. Plomin and J. C. DeFries,
Intelligence 4, 15 (1980)].
[27.] K. R. White, Psychol. Bull. 86, 461 (1982).
[28.] D. T. Lykken, T. J. Bouchard, Jr., M. McGue, A Tellegen, Acta Genet.
Med. Gemellol. 39, 35 (1990); and (6).
[29.] H. H. Stassen, D. T. Lykken, G. Bomben, Eur. Arch. Psychiatry Neurol.
Sci. 237, 244 (1988).
[30.] Presión sistólica en los estudios de gemelos de Minnesota. Tasa cardiaca
tomada de B. Hanson et al., Am. J. Cardiol. 63, 606 (1989). Datos
electrodérmicos y de habituación tomados de D. T. Lykken, W. G. Iacono, K.
Haroian, M. McGue, T. J. Bouchard, Jr., Psychophysicology 25, 4 (1988). Datos
de fiabilidad tomados de K. Matthews, C. Rakczky, C. Stoney, S. Manuck, ibid.
24, 464 (1978); M. Llabre et al., ibid, 25, 97 (1988).
[31.] Datos del MPQ tomados de A. Tellegen et al., J. Pers. Soc. Psychol. 54,
1031 (1988); datos del CPI tomados de T. J. Bouchard, Jr., and M. McGue, J.
Pers. 58, 263 (1990). Los datos de fiabilidad están tomados de los manuales de
los test.
[32.] Datos sobre tendencias religiosas de los gemelos criados por separado
(MZA) y conjuntamente (MZT) tomados de N. G. Waller, B. A. Kojetin, T. J.
Bouchard, Jr., D. T. Lykken, A. Tellegen, Psychol. Sci. 1, 138 (1990). Fiabilidad
del tiempo dedicado a actividades religiosas e intereses ocupacionales de carácter
religioso, y media de 14 actitudes sociales no religiosdas, tomados de la base de
datos de estudio sobre gemelos de Minnesota (28). La fiabilidad de las otras
escalas están tomadas de los manuales correspondientes. Para una discusión
126
general sobre la fiabilidad de los rasgos del tipo de los medidos en este estudio,
véase K. C. H. Parker, R. K. Hanson, J. Hunsley [Psychol. Bull. 103, 367 (1988)]
asi como J. J. Conley [Pers. Individ. Differ. 5, 11 (1984)].
[33.] R. C. Lewontin, S. Rose, L. J. Kamin, Not in Our Genes; Biology, Ideology
and Human Nature (Pantheon, New York, 1984).
[34.] S. Scarr, Behav. Genet. 17, 219 (1987).
[35.] J. R. Flynn, Psychol. Bull. 101, 171 (1987).
[36.] R. Lynn, Pers. Individ. Differ. 11,273 (1990); T. W. Teasedale and D. R.
Owen, Intelligence 13, 255 (1989).
[37.] R. Wilson, Child Dev. 54, 298 (1983).
[38.] K. J. Hayes, Psychol. Rep. 10, 299 (1962); C. J. Lumsden and E. O. Wilson,
Genes, Mind and Culture (Harvard Univ. Press, Cambridge, MA, 1981); S. Scarr
and K. McCartney, Child Dev. 54, 424 (1983).
[39.] N. G. Martin et al., Proc. Nat. Acad. Sci. U.S.A. 83, 4364 (1986).
[40.] M. W. Feldman and R. C. Lewontin, Science 190, 1163 (1975); D.
Symonds, The Evolution of Human Sexuality (Oxford Univ. Press, New York,
1979).
[41.] D. M. Buss, J. Pers. 58, 1 (1990).
[42.] T. J. Bouchard, Jr., D. T. Lykken, M. McGue, N. L. Segal, A. Tellegen, this
article.
[43.] La correlación de 0.771 de los gemelos criados por separado (MZA)
estudiados por Sir Cyrill Burt que fue puesta en cuestión tras su muerte (4) cae
dentro del rango de los resultados revisados aquí.
[44.] Datos del WAIS para los gemelos criados juntos (MZT) tomados de K.
Tambs, J. M. Sundet, P. Magnus, Intelligence 8,283 (1984). Fiabilidades tomadas
de (10). Datos del Raven, del Mill-Hill, y compuesto tomados del estudio sobre
gemelos de Minnesota (6, 42).
[45.] Datos de los gemelos criados por separado (MZA) en el SCII y en el JVIS
tomados de D. Moloney, tesis doctoral inédita (University of Minnesota,
Minneapolis, 1990). Los datos de la Minnesota Occupational Interest Scale
tomados de N. Waller, D. T. Lykken, A. Tellegen, in Wise Counsel: Essays in
127
Honor of Lloyd Lofquist, R. Dawis and D. Lubinski, Eds. (Univ. of Minnesota
Press, Minneapolis, in press). Los datos del SCII para los gemelos criados juntos
(MZT) tomados de Nichols [Homo 29, 158 (1978)]. Los datos de fiabilidad están
tomados de los manuales de los test.
[46.] Deseamos agradecer su colaboración a nuestros colegas E. D. Eckert, L. L.
Heston, e I. I. Gottesman por su ayuda en las partes médicas y psiquiátricas del
estudio y a H. Polesky por sus pruebas con las muestras de sangre. Este estudio
ha sido financiado por becas de la Pioneer Fund, el Seaver Institute, la University
of Minnesota Graduate School, la Koch Charitable Foundation, la Spencer
Foundation, la National Science Foundation (BNS-7926654), el National
Institute of Mental Health (MH37860), el National Institute on Aging
(AG06886), y la Harcourt Brace Jovanovich Publishing Company.
128
Interludio
4
Ciencia e Ideología*
Edward O. Wilson
He compuesto este texto con considerable humildad, dado que está dirigido a
académicos y científicos, buena parte de los cuales pueden hablar con mucha más
autoridad que yo sobre historia y filosofía de la ciencia. Mi listado de lecturas
sobre este tema incluye Ciencia y anticiencia, de Gerald Holton, y el fantástico
libro de Paul Gross y Norman Levitt, Superstición superior. Para un listado de
lecturas más amplio que pueda cubrir un curso completo al respecto, se podría
añadir la obra de John Passmore, La ciencia y sus críticos, publicado en 1978, y
la obra de Steven Weinberg, Sueños de un teoría final, en relación a una imagen
sobre el poder y su alcance ideológicamente demoledor dentro de la física
moderna. En varias ocasiones me referiré a estos autores, lo que no significa que
ellos tengan que estar de acuerdo conmigo cuando sostengo que la nobleza de la
ciencia como una empresa humana está bien delimitada, siguiendo al físico
Subrahmanyan Chandrasekhar –quien empleó la metáfora de Icaro al hablar de
Sir Arthur Eddington. Dijo “veamos lo alto que podemos volar antes de que el
*
Publicado originalmente en Academic Questions, vol. 8, 06-01, 1995. Traducción de Roberto Colom.
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Email: roberto.colom@uam.es
129
calor del sol derrita la cera de nuestras alas”. Y sobre la adecuación de la
“roseta” de la Academia Nacional de la Ciencia, que es esplendidamente
simbólica en el siguiente sentido: el oro de la ciencia se situa solidamente en el
centro, rodeado por el púrpura de la filosofía natural. Los miembros resultan
elegidos, en primer lugar o únicamente, sobre la base de los descubrimientos
objetivos que han hecho, especialmente a partir de frases declarativas claras, y no
sobre la base de un test ideológico.
En el lenguaje común, ciencia y ciencia natural son sinónimos, lo que da una idea
del mundo como una empresa organizada y sistemática que se trata de condensar
en leyes y principios contrastables a través de un amplio conjunto de métodos.
Las características diagnósticas de la ciencia que la distinguen de la
pseudociencia son, primero de todo, la replicabilidad: el mismo fenómeno se
observa varias veces, preferiblemente por investigadores no relacionados, y la
interpretación que se da se confirma o descarta mediante nuevos análisis y nueva
experimentación. En segundo lugar, la economía: los científicos tratan de
abstraer la información en su formato más simple, que se pueda recordar con más
facilidad, y que sea más satisfactoria en términos estéticos –una combinación que
suele denominarse elegancia—mientras se conserva la mayor cantidad posible de
información con el minimo de esfuerzo. En tercer lugar, la medida: si algo se
puede medir, empleando escalas universalmente aceptadas, las generalizaciones
sobre ese algo serán menos ambiguas. Finalmente, en cuarto lugar, la heurística:
la mejor ciencia estimula posteriores descubrimientos, a menudo hacia
direcciones no predichas, y cuyos resultados confirman o modifican la
formulación original.
130
pasados 400 años que han dado lugar al modo más poderoso del que disponemos
para conocer el mundo.
¿Es esto triunfalismo? Yo creo que no si la consideramos una fuerza mental que
invade la historia, el arte y el ritual. Pero, vinculada a la tecnología, la ciencia,
como un modo de conocer, ha transformado la existencia humana. Siendo
ricamente auto-reforzante y universalmente distribuida, se alimenta a si misma y
crece exponencialmente. El conocimiento científico se duplica cada 10 ó 15 años,
si consideramos los artículos, las nuevas revistas, y el número de científicos
profesionales. La comprensión basada en la nueva información alcanza
actualmente virtualmente cualquier ambito de la actividad humana y cualquier
dilema moral. Para tomar conciencia de lo que quiero decir, pensemos durante
unos instantes en el armamento nuclear, la Revolución Verde, la ingeniería
genética, la clonación, la inteligencia artificial, la visita a otros planetas, y la
actividad humana como una fuerza que altera la atmósfera –todos ellos cambios
que se han originado o acelerado en los últimos 50 años—. El futuro, si es que
vamos a tenerlo, cada vez estará más en las manos de las personas con formación
científica, de las personas que puedan comprender lo que significan todos esos
temas. Puede que no haya solución multicultural a la genética de la fibrosis
quística; la capa de ozono no se puede reconstruir; no hay nada relativista o
culturalmente contextual en las moléculas que transportan la dopamina, cuyo
bloqueo a través de la cocaina da lugar a una conducta de euforia, similar a la que
lleva a los constructivistas a dudar de la objetividad de la ciencia.
La ciencia no es sencilla; esta es la razón por la que cuesta tanto ponerse al dia.
En parte esto se debe a que el verdadero proceso de descubrimiento científico es
bastante raro e intelectualmente distinto al cuerpo de conocimiento acumulativo a
que da lugar. Los científicos no descubren para conocer. Por el contrario, como
solía decir Alfed North Whitehead, conocen para descubrir. Aprenden lo que
tienen que saber, a menudo siendo unos iletrados sobre el resto del mundo, para
poder llegar a la frontera del campo de conocimiento en el que esperan hacer
131
descubrimientos. Se mueven hacia adelante a través de un campo
deliberadamente estrecho. Haz un descubrimiento significativo y realmente serás
un científico, en el sentido elitista, el sentido que más ansian los propios
científicos, yendo finalmente a parar a los libros de texto. No hagas
descubrimientos y no serás nadie, sin importar cuantas cosas sepas y cuanto
hayas escrito sobre la ciencia. Cuando un científico que sigue estas prácticas
comienza a transmitir conocimiento para buscar su significado, y especialmente
cuando lleva ese conocimiento más allá del círculo de los descubrimientos, se
transforma en un humanista. De este modo, en la ciencia existe una distinción
fundamental entre proceso y producto. Esta es la razón por la que muchos
científicos importantes son personas bastante torpes y la razón por la que muchos
académicos sabios y eruditos no son considerados por sus colegas como
científicos duros, hasta que no encuentran algo nuevo sobre cómo funciona
nuestro mundo.
132
Esto me lleva a la anti-ciencia. Tengo muchos menos conocimientos sobre post-
modernismo que todos ustedes, pero permitanme expresarles mi impresión
respecto a cómo se relaciona con la ciencia. Los críticos post-modernistas suelen
presentar a la ciencia como un mundo típico de Disney, una fantasía de lo que la
ciencia realmente es y cómo funciona y por qué funciona como lo hace, una
distorsión embellecida de varios modos a través de teorías obsoletas como el
psicoanálisis y a través de los lamentos de una batalla cargada de ideología
política. Tengo la impresión de que el postmodernismo y las divisivas formas de
multiculturalismo que residen dentro de los círculos académicos, constituyen en
esencia una especie de revuelta del proletariado en la que un academicismo de
segundo grado toma una parte del profesorado y logra editar libros –no por su
calidad, no por su originalidad, sino gracias a los reclamos sobre el derecho de la
raza, el género y las ideologías moralistas. Pero como mostraré en un momento,
algo de eso se dirije hacia un lugar más profundo, hasta llegar a transformar las
ideas de algunos científicos respetados.
133
El podium fue alcanzado por Philip Handler, presidente de la Academia Nacional
de la Ciencia, que fue denunciado como un “lacayo de la clase gobernante”. Un
grupo que se autodenominaba Conspiración Terrorista Internacional de Mujeres
desde el Infierno (en siglas, WITCHES) pronunció un embrujo en el Congreso
de la AAAS: “la Ciencia, la Tecnología. Declaramos su uso como una farsa. Y
sometemos a todo el que las use a la condena de las WITCHES”.
134
completamente distinto, al menos fuera de la biología. La visión dominante en
las ciencias sociales en los años 70 era que, esencialmente, no existía una
naturaleza humana biológicamente basada, que la conducta humana tenía
esencialmente un origen sociocultural, y, por tanto, que los genes jugaban un
pequeño o nulo papel –excepto en ortogar una capacidad intelectual y emocional.
Yo propuse una visión que contrastaba con esta idea, que la biología jugaba un
papel más importante, de modo acorde con la cultura, y que la conducta humana
no podía comprenderse sin la biología. Creo que es justo decir que esta
percepción, tan herética como resultaba en la década de los 70, es bastante usual
actualmente. En realidad, la visión opuesta nunca ha tenido la intensidad
desplegada por Science for the People y algunos otros críticos de grupos
radicales. Entre más de 200 libros sobre sociobiología humana y temas
relacionados publicados desde 1975, aquellos que se han decantado a favor y en
contra se cuentan en una relación de 20 a 1. Los teóricos sociales que están en
desacuerdo con la sociobiología han obviado este hecho.
Los activistas radicales, no obstante, han sido beligerantes sobre este asunto.
Poco después de la publicación de Sociobiología, Richard Lewontin organizó a
cincuenta científicos, profesores, y estudiantes del área de Boston, para formar el
Grupo de Estudio sobre la Sociobiología, que rápidamente se unio a Science for
the People. Esta última asociación estaba compuesta por un amplio grupo de
activistas radicales fundado en los años 60 para exponer las miserias de la ciencia
y la tecnología, incluyendo especialmente los pensamientos considerados
politicamente peligrosos. Fue y sigue siendo de alcance nacional, aunque muy
atenuado en su tono y en su influencia.
135
definir intrinsecamente para estar siempre unida al pensamiento político. La
ideología se puede construir de este modo como un proceso mental insuflado
desde la ciencia. Al formular la sociobiología, yo deseaba introducir la biología
evolucionista en distintos ámbitos, incluyendo la conducta humana e incluso la
conducta política, por muy básico que fuese y tan rápido como fuese posible.
Lewontin claramente no lo deseaba.
136
cualquier otra teoría social basada en la biología de los individuos, nunca puede
ser acertada. Asi es como resume Lewontin su argumento postmodernista: “la
visión individualista del mundo biológico es simplemente un reflejo de las
ideologías de las revoluciones burguesas del siglo XVIII que situaron al
individuo como el centro de todo”.
137
pioneros de la filosofía radical de la ciencia, explican su propósito del siguiente
modo:
138
Después de reunirse durante tres meses, el grupo alcanzó un veredicto. En una
carta publicada en el New York Review of Books (uno podría preguntarse, ¿en qué
otro lugar si no ?) el 13 de Noviembre de 1975, los miembros declararon que la
sociobiología humana no solamente ignoraba las evidencias disponibles, sino que
además era políticamente peligrosa. Todas las hipótesis que tratan de establecer
una base biológica de la conducta social ...
139
confirmando asi la opinión de mis críticos de que, en realidad, yo tenía guardado
un programa político.
Pero la mayor parte fue silencio, incluso cuando la disputa interna de Harvard
adquirió un carácter nacional. Tras muchas conversaciones privadas, ahora puedo
decir que la mayoría de mis colegas científicos naturales de la Facultad de
Harvard se sentían atraidos por mi aproximación biológica a la conducta humana,
pero que, a su vez, estaban confundidos por los motivos y objetivos políticos de
Science for the People. Tanto Lewontin, que era el director de mi departamento,
como Gould, un miembro respetado, siguieron siendo tratados con deferencia.
Los miembros del departamento pensaron que si había humo, debía haber fuego.
De modo que volvieron a su trabajo y mantuvieron una distancia de seguridad.
140
sabía nada de marxismo, ni como una creencia política ni como un modo de
análisis; había prestado poca atención al dinamismo de la Izquierda activista, y
jamás había oido hablar de Science for the People. No era un intelectual en el
sentido europeo o en el de New York/Cambridge.
141
enfurecidos por el titulo de mi conferencia: “La coevolución de la biología y la
cultura”.
Gerald Holton nos avisó de las revueltas de la sinrazón que pueden aparecer
unidas, en diferentes ocasiones y bajo distintas circunstancias, para producir un
torbellino de amenazas. Las evidencias nos recuerdan, usando las palabras de
Bertrand Russell, que la mayor parte de las personas prefieren creer a conocer.
Holton, Gross, Levitt, y otros autores, han mostrado que la anti-ciencia politizada
es un negocio floreciente dentro de la academia. Me gustaría añadir con
convicción que, ocasionalmente, esa anticiencia puede echar raices en el nucleo
mismo de la ciencia. Y no únicamente en los estados totalitarios, ejemplificado
en el lysenkismo soviético o la eugenesia nazi, sino también en una democracia y
promovida por personas que sienten estar haciendo lo moralmente correcto. La
controversia de la sociobiología no es un caso aislado en la historia reciente,
aunque me hubiera gustado que así fuese. El 16 de Mayo de 1986, un grupo de
relevantes académicos, entre ellos Robert Hinde, John Paul Scott, y otros
eminentes científicos de la conducta, redactaron la Declaración de Sevilla (tras
un Congreso celebrado en España), en la que se decía que necesariamente debían
ser inválidas todas aquellas teorías o enunciados que sugiriesen que la agresión o
la guerra pudieran tener una base genética. Este tipo de ideas son, según ellos,
“científicamente incorrectas”. Según esta declaración, “las guerras empiezan en
la mente de las personas”. Los negocios de la guerra son un producto de la
cultura, y la biología contribuye únicamente para aportar un lenguaje y la
capacidad para inventar las guerras. Caso cerrado. Los autores de la declaración
sugieren, en efecto, que si tu tienes otro tipo de ideas sobre estas cuestiones,
debes mantener la boca cerrada. La Declaración de Sevilla fue adoptada ese
mismo año como política oficial de la Asociación Americana de Antropología. El
80% de los miembros que votaron lo hicieron a favor. Virtualmente todas las
premisas básicas y las conclusiones del grupo de Sevilla son contradictorias con
las evidencias empíricas disponibles, pero no importa –la Declaración se presenta
142
a sus firmantes y ratificadores como lo política y moralmente correcto. Todos los
participantes debieron sentirse bien al apoyar la declaración.
Pero como veremos a medida que vaya creciendo la nueva guerra sobre el CI en
los próximos meses (ya se ha visto el carácter virulento de la facción
antigenetista), y a medida que los ideólogos de ambos bandos se situen en sus
respectivas posiciones, el sentirse bien no es algo que deba ser tratado por la
ciencia. Hacerlo lo mejor posible, y después basar las decisiones sociales en un
conocimiento objetivo cuidadosamente equilibrado y contrastado, sí es propio de
la ciencia.
143
Segunda Parte:
La Política de la Inteligencia
5
The Bell Curve y sus críticos*
Charles Murray
The Bell Curve ha sido objeto de un áspero debate, pero buena parte de las
críticas podrían haberse sustituido por investigaciones sociales que pudieran
poner en tela de juicio los estudios considerados en la obra. Los críticos que
sostienen que no existe una única medida válida de la inteligencia son ajenos a la
corriente principal de la investigación científica actual.
*
Publicado originalmente en Commentary, Mayo 1995, v. 99, n 5. Traducción de Roberto Colom.
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Email: roberto.colom@uam.es
144
The Bell Curve fue editada por Free Press en Octubre de 1994, y pocas semanas
despues falleció Richard Herrnstein. La reacción inicial fue esperanzadora.
Siguiendo la sugerencia de Herrnstein, el Instituto Americano de Empresas (AEI)
convocó un pequeño congreso de profesores y periodistas de distintos tintes
políticos poco después de la publicación del libro. El congreso se desarrolló
bastante bien, con estimulantes intercambios sobre un libro del que las personas
tenían distintas opiniones, pero que sometieron a discusión durante dos dias
considerándolo un trabajo serio y cuidadoso. Dos semanas después del congreso,
la concienzuda revisión de Malcolm Browne apareció en el New York Times
Book Review, del mismo modo que el largo y favorable artículo de Peter
Brimelow en Forbes – por el momento la mejor sinopsis publicada sobre The Bell
Curve.
145
¿Por qué entonces las reacciones de histeria? La respuesta obvia es la raza, el
punto de no retorno en cualquier discusión sobre política social en los Estados
Unidos. Desde la primera oleada de ataques al libro, tuve una imagen de The Bell
Curve como una especie de test de Rorschach literario. No sé cómo explicar la
extraordinaria discrepancia entre lo que realmente dice The Bell Curve sobre la
raza y lo que la mayor parte de los comentaristas han dicho que el libro dice,
excepto como el resultado de algún tipo de proyección psicológica sobre nuestro
texto.
Existen otros factores que también están activos. Michael Novak (que escribió
favorablemente sobre The Bell Curve) y Thomas Sowell (que tenía sus reservas
sobre el libro) señalaron en similares términos que la Izquierda había invertido
todo su capital en unas pocas creencias básicas sobre la sociedad como la causa
de todos los problemas, el gobierno como la solución y la manipulabilidad del
ambiente como el medio para alcanzar la meta de la igualdad. Para la Izquierda,
como dice Novak, el mensaje de The Bell Curve no puede ser cierto, dado que
hay mucho más en juego que una serie de argumentos tomados de la psicología
científica. Es una especie de esperanza escatológica la que está en juego. La
vergüenza atribuida a Herrnstein y Murray tiene un caráceter teológico: ellos
destruyen la esperanza.
Estoy convencido de que Novak y Sowell iban por buen camino. Las razones
subyacentes de la reacción a The Bell Curve serán significativas por derecho
propio, revelando mucho sobre el temperamento intelectual de nuestra época.
Pero la perspectiva sobre esas razones debe esperar algunos años. Dejenme hacer
una predicción más limitada: cuando haya escampado, nada importante de lo que
se sostiene en The Bell Curve habrá desaparecido. Digo esto no porque
Herrnstein y yo mismo hayamos sido especialmente clarividentes, sino porque
nuestras conclusiones están obtenidas con sumo cuidado y nuestros resultados
están solidamente situados en el nucleo de la investigación científica.
146
Al mismo tiempo me gustaría presentar mi propia evaluación de dónde se
encuentra el debate. El problema es cómo hacerlo dentro de un espacio razonable
y cómo evitar ser superado por los acontecimientos. Una primera oleada de
revisiones y comentarios en los principales medios de comunicación se produjo
entre Octubre de 1994 y Enero del 95. Una segunda oleada, basada en revisiones
realizadas en revistas científicas, está en curso. He podido ver algunos de estos
manuscritos, a menudo bastante técnicos, que se publicarán el próximo año.
El volumen de todo ese material alcanza los cientos de páginas. Comentar una
sola de esas revisiones supondría todo el espacio de este artículo. Voy a emplear
este espacio para presentar una proposición general sobre The Bell Curve y a
ilustrarla con ejemplos.
Mi propuesta es que los críticos de The Bell Curve van a producir los efectos que
sus ataques intentan prevenir. No me estoy refiriendo a la popularidad del libro
(lleva 15 semanas en la lista de los más vendidos del New York Times), aunque
parece cierto que las descripciones de The Bell Curve, como una obra polémica
con contenidos racistas, ha llevado a muchas personas a las librerías para
averiguar de qué va la cosa. Las páginas que se encuentran al abrir el libro no se
corresponden con lo que esperan, lo que capta su curiosidad, y algunos se lo
compran.
Pero las inesperadas consecuencias que tengo en mente van mucho más allá de
las ventas que los ataques han estimulado. Los ataques probablemente influirán
en algunas tendencias intelectuales. Yo lo veo como un proceso que pasará por
tres fases.
En la primera fase, un crítico se acerca a The Bell Curve con la idea clara de que
sus contenidos no pueden ser correctos. No necesita ser judicioso o explorar
nuestras evidencias con buena fe. Agranda los argumentos que le interesan y los
147
publica, con las invectivas y descalificaciones obligadas en un crítico de The Bell
Curve.
La mayor parte de los ataques dirigidos a la ciencia incluida en The Bell Curve
no se han dirigido contra el libro en sí mismo, sino contra la tradición
psicométrica en la que se basa. Especificamente, Herrnstein y yo mismo
aceptamos que hay algo denominado factor general de capacidad cognitiva en el
que los seres humanos difieren: el famoso factor g.
Desde los años 60, cuando el CI se convirtió en un paria dentro del mundo de las
ideas, esa ha sido una posición políticamente incorrecta. A principios de los 80,
148
un libro de Stephen Jay Gould, La Falsa Medida del Hombre, cimentó el
descrédito de g entre los liberales ajenos a la comunidad científica. Su retrato de
la psicometría como una pseudociencia patrocinada por charlatanes se aceptó
acriticamente y de modo entusiasta por la mayor parte de los medios de
comunicación, tal y como ha sido documentado por Mark Snyderman y Stanley
Rothman en La Controversia del CI: los medios y la política pública (1988).
Una tesis central de La Falsa Medida del Hombre fue que g no es nada más que
un artefacto estadístico. Gould basó su negación de un factor mental general en
una serie de supuestos sobre el análisis factorial, el método estadístico a través
del que se identifica g.
En una revisión de The Bell Curve para la revista New Yorker, Gould resucita los
mismos argumentos. Recordando La Falsa Medida del Hombre, escribe: “g no
puede tener una realidad inherente ... puesto que emerge de una representación
matemática a partir de correlaciones entre test y desaparece (o se atenua
mucho) en otras representaciones alternativas completamente equivalentes en
cantidad de información explicada”. Y continua: “el hecho de que Herrnstein y
Murray raramente mencionen el argumento analítico factorial constituye una
acusación central dirigida a The Bell Curve y es una ilustración de su
vacuidad”. Gould pregunta: ¿dónde está la evidencia de que g captura una
propiedad real de la cabeza?
15
Para un sondeo sobre la receptividad de La Falsa Medida del Hombre según la prensa y según la
comunidad científica, puede verse la obra de Bernard Davis “Neo-lysenkismo, CI y la Prensa” (1983).
149
Para comprender esta lucha es necesario un poco de historia. Uno de los
resultados más tempranos dentro del movimiento de los test mentales, fue que los
resultados de distintos test que aparentemente exigían distintas habilidades
mentales, correlacionaban positivamente. Charles Spearman, el fundador
británico de la psicometría moderna, fue el primero que supuso que esa
correlación se podía atribuir a que los test compartian un constructo común –la
capacidad mental general que él denominó g. El análisis factorial fue el método
que usó para extraer este factor general que explicaba las intercorrelaciones entre
los test.
16
Para quienes desean mayores detalles técnicos, recomiendo el reciente libro de John B. Carroll, Human
Cognitive Abilities: a survey of factor analityc studies (1993). Carroll, último director del Laboratorio de
Psicometría de L.L. Thurstone, señala cómo Thurstone acabó aceptando la tesis del factor general.
150
Pero no hace falta basarse únicamente en la validación estadística de g.
Actualmente hay muchas evidencias que vinculan g (y más generalmente las
puntuaciones de CI) con el funcionamiento neurofisiológico17. Ademas, un gran
número de evidencias, recogidas en The Bell Curve, demuestra el valor de g para
predecir el rendimiento educativo y el rendimiento laboral.
La posición de Gould, por tanto, ha sido refutada hace mucho tiempo por los
académicos, aunque siga siendo predominante en los medios de comunicación.
Gould no se ha esforzado mucho para criticar The Bell Curve, sino que ha
repetido sus argumentos de siempre –y, dicho sea de paso, he sabido que ese ha
sido uno de los argumentos básicos que han usado los no-psicólogos para refutar
The Bell Curve. Pero lo que ha hecho Gould es algo que no hicimos que ni
Herrnstein ni yo: provocar a los académicos que evitan hacer públicos resultados
que suelen enfurecer a los medios de comunicación.
17
Para ver algunos ejemplos, A.R. Jensen, “The g beyond factor analysis”, en R.R. Ronning, J.A.
Glover, J.C. Conoley, y J.C. Witt (Eds.), “The influence of cognitive psychology on testing, o B. Bower,
“Images of intellect: brain scans may colorize intelligence”, Science News (Octubre de 1994).
151
escuché incidentes en los que algunos periodistas se pusieron en contacto con
académicos del “negocio de la pseudociencia de g” y recibieron una respuesta
que no esperaban. Los efectos de estas respuestas aún no se han manifestado,
pero los medios de comunicación ya han lanzado su mensaje. La gran historia no
contada sobre el estudio de la inteligencia en la última década es la remarcable
importancia de g.
Voy a pasar al segundo ejemplo respecto a de qué modo los ataques a The Bell
Curve pueden llegar a tener consecuencias no previstas: la determinación de los
críticos a centrarse en la raza y en los genes, aunque The Bell Curve no lo haga.
Estos hechos son relevantes para comprender por qué (por ejemplo) las
diferencias ocupaciones y salariales separan a los euro y a los afro americanos, o
por qué la acción positiva agresiva ha dado lugar a un apartheid académico en
nuestras universidades. Más en general, Herrnstein y yo mismo escribimos que
un buen número de asuntos sociales en América no pueden ser interpretados sin
comprender el papel de la inteligencia, a menudo confundido con el papel de la
raza. Cuando trasladamos estas evidencias a la política gubernamental, teníamos
152
una implicación en mente: regresar tan pronto como sea posible al ideal
americano de que las personas deben ser tratadas como individuos, no como
miembros de grupos.
El furor sobre The Bell Curve y la raza raramente ha tocado estos puntos
nucleares. En cambio, los críticos se han obsesionado –y esto no es una
hipérbole—con los genes, tratando de buscar cualquier tipo de explicación para
descartar la posibilidad de que las diferencias raciales tengan un componente
genético.
Para que conste, lo que dijimos en el libro sobre los genes, el CI y la raza es que
actualmente existe un debate científico legítimo sobre las relaciones entre los
genes y las diferencias raciales en inteligencia; que es científicamente prudente
asumir que tanto los genes como el ambiente están implicados, en una proporción
desconocida18; y, lo que es más importante, que la gente se pone demasiado
nerviosa con este tema. En contra de lo que pudiera pensarse, ni las diferencias
genéticamente causadas son más amenazantes, ni las ambientalmente causadas
más benignas. Lo que importa no es el origen, sino la existencia de las
diferencias de grupo y su dificultad de tratamiento (cualquiera que sea la razón).
18
Se sabe que la inteligencia se hereda en buena medida dentro de la especie humana, pero esto no
significa que las diferencias de grupo sean también heredables. Aparte de nuestro tratamiento explicito de
esta cuestión, quizá sea el punto que ha concitado los mayores errores en la interpretación de The Bell
Curve.
153
manteniendo que el problema genético no es tan importante, he llegado a la
conclusión de que fracasamos al presentarlo con absoluta claridad (en las páginas
311-15 de The Bell Curve).
Sin embargo, los críticos, al insistir en que la cuestión de los genes es algo muy
gordo, están dando lugar a un efecto que precisamente tratan de prevenir. En este
caso han basado sus ataques en la premisa de que un vistazo a los datos cerrará el
caso. Nadie reconoce que Herrnstein y yo mismo en ningún caso vamos más allá
de lo que las evidencias permiten.
154
eugenetistas y defensores de la superioridad racial de los blancos. Leon Kamin,
un crítico feroz del CI en todas sus manifestaciones, usa el mismo argumento a
placer en su revisión de The Bell Curve para la revista Scientific American.
No importa nada que The Bell Curve se sirva de más de 1.000 fuentes
bibliográficas. No importa nada que entre los académicos que incluye Lane en su
breve listado se encuentren algunos de los psicólogos más respetados de nuestro
tiempo, y que las “fuentes dudosas” en realidad sean artículos publicados en
revistas respetadas y con revisores rigurosos. No importa nada que las relaciones
entre el fundador de la Pionner Fund y la Pioneer Fund de hoy en dia sean
análogas a las relaciones entre Henry Ford y la Fundación Ford de hoy en dia. El
efecto real del trabajo de Lane y Kamin será dirigir la atención académica hacia
la cuestión sustantiva y principal que ellos discuten respecto a nuestras “fuentes
dudosas”, el CI Africano.
El tema del CI Africano es casi una anécdota en The Bell Curve: una sección de
tres párrafos en el capítulo 13 que pretende poner a prueba una hipótesis que
Herrnstein y yo habiamos oido a menudo, a saber, que las puntuaciones de los
afroamericanos eran menores por su largo pasado de esclavitud. En pocas
palabras, comentamos que los estudios sugieren que los subsaharianos tienen
puntuaciones más bajas que los afroamericanos.
Lane y Kamin atacan esta conclusión con furor. Nosotros somos un blanco fácil
–dado que decimos bastante poco sobre el CI africano, por lo que a ellos les
resulta muy sencillo señalar los numerosos problemas técnicos que conlleva
saber exactamente lo que sucede. Pero en The Bell Curve omitimos muchos más
detalles que podrían haber convertido en algo bastante sólido la idea de que los
afroamericanos tienen puntuaciones extraordinariamente bajas en los test
mentales estandarizados, incluyendo los especialmente diseñados para sujetos
analfabetos no occidentales. Lane y Kamin sostienen que estos trabajos son
débiles y racistas. Esto no es así, y aportan evidencias importantes, aunque no
155
concluyentes, para discutir la posibilidad de que existan diferencias raciales
genéticamente basadas.
La tercera línea de ataque sobre The Bell Curve que predigo tendrá un resultado
no deseado, es el intento de reducir el poder estadístico de los resultados
incluidos en el libro.
Los ocho capítulos de la Parte II abordan preguntas como las siguientes: “¿Qué
papel tiene el CI a la hora de predecir si una mujer tendrá un niño sin haberse
casado?” ¿Cuáles son los papeles comparativos de la desventaja
socioeconómica y del CI a la hora de predecir si un adolescente será pobre
cuando sea adulto?” Estas son preguntas fascinantes. Pero a cualquier lector le
será bastante complicado hacerse una idea, a partir de los comentarios que se han
156
publicado sobre The Bell Curve, respecto a cuáles son las preguntas que nos
formulamos, y no digamos ya sobre cuáles son las respuestas a las que llegamos.
157
análisis de regresión, generalmente con sólo tres variables independientes.
Interpretamos los resultados según suele ser habitual. Para que los lectores
puedan estudiar por sí mismos estos cálculos, incluimos todas las salidas
(resultados) en el Apéndice 4.
El asalto a estos análisis ha sido dirigido por Leon Kamin en la revista Scientific
American. Sostiene este autor que el papel del CI no se puede separar del estátus
socioeconómico; sugiere que, en nuestras bases de datos, los niños de los obreros
tienen un CI tan uniformemente bajo que posiblemente nadie puede saber si el
elemento responsable de los altos indices de delito, de desempleo o de
ilegitimidad que afectan a estos adolescentes, se pueden atribuir al bajo CI o a la
desventaja socioecómica. “La pregunta significativa”, escribe Kamin, “es por
qué los niños de los obreros no adquieren las habilidades que exploran los test
de CI”.
Herrnstein y yo creimos que este tipo de patrones dicen algo sobre las posibles
relaciones causales. En cualquier caso, esto no deja de ser una inferencia –una
inferencia sensible.
158
tienden a abandonar. ¿Es el CI la causa de los años de educación o los años de
educación del CI?
Pero permitanme decir que un crítico nos concedió que sí existen relaciones
independientes entre el CI y los resultados sociales, después de controlar otras
posibles causas. ¿Hasta qué punto son importantes estas relaciones? Claramente
despreciables, según Stephen Jay Gould: The Bell Curve puede ser ignorada
puesto que el CI explica demasiado poco los resultados sociales debatidos –muy
poca varianza, en jerga estadística.
159
Aquí está la verdad: las relaciones entre el CI y las conductas sociales que se
presentan en The Bell Curve no solamente son “significativas” en el sentido
estadístico del término, sino que además son poderosas en un sentido sustantivo,
a menudo mucho más poderosas que las relaciones que conectan las conductas
sociales con variables como la educación, el estátus social, la riqueza o la
etnicidad. De hecho, en realidad Herrnstein y yo infraestimamos la robustez de
los registros estadísticos incluidos en The Bell Curve. La historia es compleja,
pero no se puede volver a escribir dado que dice mucho sobre la respuesta
académica a The Bell Curve.
160
A todo esto, nosotros tratamos los datos del mismo modo que nuestros colegas a
lo largo y ancho del país. No hay nada controvertido en ello –tal y como
evidencia el hecho de que ninguno de los científicos sociales cuantitativos que
revisaron esta parte del manuscrito antes de su publicación tuvieran reservas al
respecto.
Las infundadas críticas a la estadística de The Bell Curve que acabo de discutir
simplemente serán algo embarazoso para aquellos que lo hayan comprendido y
que tengan la decencia de confesar estar en una situación embarazosa. El
verdadero potencial para los nuevos disparos sobre la crítica estadística de The
Bell Curve vendrá de nuestro uso del estátus socioeconómico (SES).
Las medidas del SES son un producto básico en las ciencias sociales. Echa un
vistazo a las docenas de artículos técnicos en sociología y economía que tratan
161
sobre el éxito y el fracaso en la vida americana, y encontrarás una medida del
SES como parte de los análisis. Un objetivo básico de The Bell Curve fue añadir
el CI al SES como variable explicativa. Para evitar la controversia, construimos
deliberadamente un indice SES con los mismos elementos que cualquiera suele
emplear: ingresos, ocupación y educación. No teniamos ninguna razón a priori
para darle más peso a alguno de estos indicadores, de modo que los
transformamos en puntuaciones típicas y los combinamos en un sólo indice –
todos ellos no hubieran dado lugar a más comentarios.
Pero cuando se presenta en The Bell Curve, un indice SES estándar se convierte
de repente en algo problemático. James Heckman observa con ira que no
disponemos de los ingresos de una gran parte de la muestra. Arthur Goldberger
mira con suspicacia la idea de tipificar las variables. Leon Kamin supone que,
probablemente, los autoinformes sobres los ingresos, la educación y la
ocupación, son exagerados hasta el punto de producir falsamente las relaciones
de las que nosotros informamos.
Mi respuesta a estas críticas es, “de acuerdo, vamos a contrastar estos problemas
potenciales”. Comparemos los resultados para submuestras con y sin datos sobre
los ingresos. No tipifiquemos las variables; creemos alguna otra escala y usemos
algún otro método para combinarlas. Examinemos la validez de los autoinformes.
Examinemos qué ocurre cuando las variables que se combinan en el índice se
consideran por separado.
162
independiente del CI. En jerga, nuestra medida del SES es robusta y tan válida
como cualquier otra.
Pero ahí está lo que irrita: ¿cuán válidas son las otras posibilidades? Antes de la
aparición de The Bell Curve, las medidas del SES similares a la nuestra se
empleaban a discreción. Pero ahora, de repente, son algo cuestionable. Dudo que
la profesión sea capaz de restringir ese tipo de preguntas sólo a The Bell Curve.
Lo que hicimos Herrnstein y yo es, en efecto, lanzar un reto: si no te gusta el
modo en que el CI domina sobre eso que denominamos SES a la hora de producir
resultados sociales importantes, explícanos otras vias de medir el ambiente que
puedan estar más de acuerdo con tus suposiciones.
Estas medidas probablemente se puedan desarrollar –pero no serán del tipo que
sugieren los críticos de The Bell Curve. Supongamos, por ejemplo, que se puede
crear una buena medida “del grado de presencia y competencia de un padre para
sacar adelante a su hija”. Esta medida posiblemente tenga un amplio efecto
independiente sobre las probabilidades de que esa chica dé a luz sin haberse
casado, independientemende de su CI. Supongamos que podemos crear una
buena medida del “grado con el que un joven varón es criado en un ambiente en
el que constantemente están presentes unas normas morales bastante firmes”. De
nuevo, puedo imaginar que esta medida tendrá un gran efecto sobre la
probabilidad de que se convierta en un delincuente, independientemente del CI.
Pero las mismas medidas que compiten con la importancia del CI revelarán algo
que ya se ha sugerido en The Bell Curve: el tipo de desventajas sociales y
económicas que los liberales han considerado habitualmente como decisivas, son
comparativamente poco importantes. Sonará como el típico tema que sólo
concierne a los científicos sociales. Muy al contrario. Si me pidiesen que dijese
cuál es el mayor efecto que vendrá más adelante, me decantaría por el colapso
del SES como un modo de interpretar los problemas sociales. Las razones de la
política social liberal poco pueden hacer sin esa variable.
163
Traer a colación el problema de la política me lleva al último de los ejemplos
sobre los efectos de retorno de los ataques sobre The Bell Curve –la
modificabilidad del CI. Estos ataques se han centrado en el Capítulo 17,
“Aumentado la Capacidad Cognitiva”, que relata los intentos de aumentar el CI
mediante mejoras nutritivas, cuidados prenatales, intervención en la infancia, y
programas pre-escolares y escolares. Los lamentos de protesta han sido tan
poderosos como los dirigidos a nuestro capítulo sobre la raza, y por las razones
que comentó Michael Novak: decir que no existen métodos sencillos para
aumentar el CI supone destruir la esperanza, o cuando menos el tipo de esperanza
que impulsa muchas de las intervenciones educativas dirigidas a los jóvenes con
desventajas.
Pero al examinar lo que actualmente sabemos, también comentamos que hay que
ser realistas. Hablando de la idea más popular, la intervención intensiva en pre-
escolar, concluimos que “nosotros y cualquier otro autor estamos lejos de saber
si, y mucho menos cómo, cualquiera de estos proyectos ha aumentado la
inteligencia”. También predecimos que “muchos proyectos con éxito serán
citados como evidencia indiscutible de que no deseamos ver la luz”.
20
Editado por Steven Fraser
164
efectos de la intervención, y se pregunta “si conocemos la muy extensa literatura
que existe sobre la intervención temprana”.
21
Jeanne Brooks-Gunn et al. “Early intervention in low-birth weight premature infants”. JAMA, vol.,
272, 1994.
165
algún error, es precisamente en la dirección de dar más crédito a las
intervenciones de las que en principio parecen merecer.
En este caso, creo llevar toda la razón al suponer que el efecto no deseado de los
ataques sobre The Bell Curve darán lugar a un debate que debería haberse
realizado hace mucho tiempo. El lamento de que “Herrnstein y Murray son
demasiado pesimistas” está provocando que lo que sabemos sea puesto encima
de la mesa para que todo el mundo pueda verlo. De este modo, la revisión de
Howard Gardner nos lo pone como tarea, por no citar el libro de Lisbeth Schorr,
Within Our Reach. Estaría encantado de participar en un estudio riguroso sobre
los programas que describe Schorr, y ver qué podemos encontrar en ellos
respecto a evidencias duras de mejora a largo plazo del funcionamiento
cognitivo. Pongamos también encima de la mesa todos los otros programas
candidatos y sometamoslos a prueba. En resumen, usemos el furor desatado por
The Bell Curve para debatir la complejidad que supone introducir diferencias en
los factores ambientales a través de las intervenciones ambientales que instigan el
desarrollo cognitivo, dado el estado actual de nuestros conocimientos.
166
Flynn, que ha hecho todo lo posible por sacarlo a la luz pública) según el cual las
puntuaciones de CI han ido aumentando desde 1930? Como ha argumentado
Thomas Sowell en la revista American Spectator, el efecto Flynn permite
concluir que, después de todo. la inteligencia es maleable. Herrnstein y yo nos
referimos a esta posibilidad sin ser demasiado optimistas. Además, incluso si se
pueden considerar seriamente estas ganancias de CI, seguimos sin saber qué
hacer exactamente para incrementar la capacidad cognitiva. Desde nuestra
perspectiva (como desde la de Flynn) parece probable que la mayor parte de las
ganancias generacionales de CI representen algo distinto a las ganancias de
funcionamiento cognitivo en sí mismas. Pero sea lo que sea, todavía no está claro
y el problema sigue abierto.
167
autónoma y satisfactoria, siempre que el sistema se lo permita. Aceptar el
mensaje de The Bell Curve no significa dejar de mejorar la política social, sino
volver a pensar en cómo progresar –e incluso más fundamentalmente, pensar de
nuevo la mejor manera de definir el progreso.
El veredicto sobre la influencia política de The Bell Curve está todavía muy
lejano. Por ahora, el libro puede jugar otros papeles que ni nosotros mismos
imaginamos. Los ataques sobre la obra parecen haberse constituido en una
confirmación incidental de nuestra visión de la “élite cognitiva” como una nueva
casta, con sumos sacerdotes, dogmas, herejias y apóstoles. Esas críticas han
revelado hasta qué punto la ciencia social de finales del Siglo XX que presta
atención a las políticas públicas se ha convertido en algo auto-censurado y
repleto de tabús –en una palabra, corrupta. Únicamente un examen profundo,
angustiado y divisivo puede cambiar esta situación, y debe hacerse dentro de la
profesión. Si The Bell Curve no sirve para nada más, me sentiré satisfecho de que
haya servido al menos para que ese examen se lleve a cabo.
168
6
Comentarios sobre ‘The Bell Curve y sus críticos’*
*
Publicado originalmente en Commentary, Agosto 1995, v. 100, n 2. Traducción de Roberto Colom.
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Email: roberto.colom@uam.es
169
cuerpo de investigaciones dentro de las ciencias sociales. Nadie niega que “un
factor” explica “una gran parte” de la variabilidad individual en las puntuaciones
de los test. Pero usando los criterios metodológicos adoptados por Herrnstein y
Murray, se requiere algo más que un factor para explicar las puntuaciones de los
test y los salarios. En realidad, se necesitan al menos cuatro factores para explicar
las diferencias salariales.
Nada de esto rechaza la tesis de que los test de capacidad predicen algo que es
socialmente valorado. Pero las evidencias presentadas por Carroll y las
evidencias citadas en mi revisión, indican que muchas habilidades afectan a los
resultados y que no todas ellas pueden hacerse equivalentes a la inteligencia
innata. Una vez se reconoce esto, se evapora uno de los argumentos centrales de
The Bell Curve, exigiendo un análisis mucho más detallado de la política social.
Incluso aunque el CI no se pueda manipular, algo se puede hacer, puesto que el
éxito en la vida depende de algo más que de la inteligencia bruta.
Murray trata de evitar el duro trabajo de valorar los programas sociales diseñados
para mejorar las habilidades, sosteniendo que las habilidades son sinónimas del
CI, que el CI no se puede manipular, y que nada puede compensar un bajo CI.
Existe una amplia evidencia de que la medida de la inteligencia que usa Murray –
en realidad una puntuación en un test de logro—se puede manipular mediante
intervenciones educativas, que la sociedad valora muchas habilidades más allá de
la inteligencia bruta, y que éstas habilidades pueden ser producidas por el
ambiente.
170
Charles Lane (New Republic)
El breve intento de Murray de refutar el artículo que publiqué hace seis meses en
el New York Review of Books consiste, en esencia, en una distorsión de mis
argumentos, y, lo que es peor, en un intento de lavar la cara de la Pioneer Fund –
la organización de extrema derecha que ha financiado la mayor parte de la
pseudociencia sobre la que se eleva The Bell Curve.
No hay nada que niegue ese hecho. Los estatutos de 1937 de la Pionner Fund
concretan su meta de auxiliar a los “padres de inusual valor como ciudadanos”,
definidos esencialmente como los “descendientes de personas blancas
originarias de los trece estados previos a la adopción de la Constitución de los
Estados Unidos”.
Wyckliffe Draper, cuya fortuna sirvió para fundar la Pionner Fund, fue un
ardiente eugenetista. El director más ideológicamente influyente de los cinco
primeros directores de la Fundación, Harry Laughlin, fue superintendente de la
Eugenics Record Office y patrocinador de la campaña de esterilización de las
personas con retraso mental en los Estados Unidos. Actuó como vicepresidente
honorario del congreso sobre eugenesia celebrado en Berlin en 1935, y buscó
apoyos en los Estados Unidos para la política eugenésica nazi. Fue Laughlin
quien convenció a Draper de emprender la primera actividad de la Pioneer Fund,
en 1937: financiar la distribución en América de la versión de una película de
propaganda del proyecto eugenésico nazi titulada Erbkrank (“Enfermedad
Hereditaria”).
171
“No importa”, añade Murray, “que las relaciones entre el fundador de la Pioneer
Fund y la Pionner Fund de hoy en dia sean análogas a las relaciones entre
Henry Ford y la Fundación Ford de hoy en dia”.
Esta es una analogía espuria. Sí, en 1918 Henry Ford publicó una serie de
artículos antisemitas en uno de sus periódicos, incluyendo los protocolos de los
Ancianos de Sión. Nueve años después pidió disculpas (sinceramente o no), se
retractó de sus declaraciones y acabó con el periódico. En 1936 creó la
Fundación Ford para dar soporte al Hospital Henry Ford y otras actividades de
caridad en Michigan. Henry Ford falleció en 1947; sus herederos tomaron el
control de la selección de los directores y de las actividades de la fundación. Sin
que fuese ninguna sorpresa, el antisemitismo y la ideología derechista de Henry
Ford dejaron de tener influencia sobre la Fundación Ford de hoy en día, con un
capital de 6,8 billones de dolares y 400 empleados a lo largo y ancho del mundo.
De hecho, las becas de la Ford suelen ser criticadas a menudo por financiar a
organizaciones izquierdistas.
172
Según Murray, la cuestión básica que yo discuto sobre su libro es la del CI
Africano. De hecho, mi artículo también considera su argumento sobre el CI
Asiático y sus afirmaciones sobre el supuesto impacto de la inmigración en la
base intelectual de América.
Los “hechos” de Murray sobre Africa provienen del psicólogo británico Richard
Lynn, becado por la Pionner. Lynn, un editor de la revista notoriamente racista
Mankind Quaterly (que, en contra de lo que dice Murray, no es ni “respetada” ni
“revisada”) sostiene la absurda visión científica de que la “proliferación” de los
pobres y otros “especímenes débiles” debe ser desalentada en interés de “la
calidad genética del grupo”.
Por tanto, sin que nos resulte sorprendente, este “académico” acepta los
resultados sudafricanos de los test de CI a primera vista, como un test imparcial
173
de las capacidad intelectual inherente de los negros, no solo en Sudáfrica, sino en
todo el continente. Y Murray vuelve a cometer este mismo error.
En 1968, Richard Nixon diseñó un plan secreto para terminar con la guerra de
Vietnam. Charles Murray asegura ahora que tiene muchos más detalles que
pueden apoyar este argumento sobre el CI africano, pero que no están incluidos
en The Bell Curve dado que… –pues bien, Murray no dice por qué. Según él, yo
sostengo que esta literatura es débil y racista. Pero, ¿como puedo sostener nada
de eso si ni siquiera sé que existe?
Hay pocas cosas más previsibles que la respuesta de un autor a las revisiones de
su trabajo, de modo que a nadie sorprende que Charles Murray califique la
revisión de Peter Brimelow como “la mejor sinopsis publicada sobre The Bell
Curve”. Brimelow relaciona el libro con “El Origen de las Especies” de Charles
Darwin, “el evento intelectual con el que seriamente se puede comparar a la
obra”. Brimelow, que deseaba cambiar las leyes de inmigración de modo que se
pudiera “recuperar el balance racial de América .... para equipararlo al de
1960: casi el 89 por ciento eran blanco en aquel entonces....”, comparte con
174
Murray una abominación hacia la acción positiva y las cuotas. Estas cuotas
favorecen a los afroamericanos y a los latinos.
Lo que no era tan previsible era la muy fructifera campaña de marketing de The
Bell Curve liderada por el Instituto Americano de Empresa (AEI) y Free Press.
La avalancha de revisiones en los principales periódicos y revistas, al momento
de publicarse el libro, le llevó a convertirse en un best-seller, a ser objeto de
distintas tertulias y a la conciencia pública. Las revisiones fueron
cuidadosamente cultivadas por la AEI. Murray habla en su artículo del congreso
de académicos y periodistas de distinto tinte político (recuerden este dato)
patrocinado por la AEI poco después de la publicación del libro. Los autores de
muchos fragmentos periodísticos rimbombantes, incluyendo aquí a Brimelow,
fueron invitados a este congreso, con los gastos pagados, y se les envió por
adelantado una copia del libro.
El Wall Street Journal –que ocupa un lugar a la Izquierda del espectro político
del que habla Murray—señaló que “el libro había sido lanzado a través de una
estrategia consistente en enviar las galeradas del libro únicamente a los
periodistas afines”. Ese periódico sugiere que la AEI “trató de asegurar la
batalla al enviar copias de ese modo tan selectivo, contrario al protocolo
habitual”. Esta acusación ha sido rechazada por el presidente de la AEI,
Christopher DeMuth, que en una carta al periódico señaló que, de hecho, el
congreso se celebró “varias semanas antes de la aparición del libro”. DeMurth
comentó en esa carta que se preocupó especialmente de traer al congreso a
personas probablemente en desacuerdo “.... con la excepción (deliberada) de
Leon Kamin”. Leer esto es fantástico, pero voy a aprovechar este momento para
comentar mis críticas. El espacio del que dispongo sólo me permite comentar un
tema. Me centraré en el tratamiento que hacen Herrnstein y Murray de la raza y
el CI (mi crítica detallada al libro se encuentra en The Bell Curve Debate, editado
por R. Jacoby y N. Glauberman).
175
Murray describe su libro como “claramente moderado –en su lenguaje, ... repleto
de expresiones como por un lado, por otro lado ... anclado con seguridad en el
centro del camino científico”. Pero la descripción que se hace en el libro de la
acción positiva como un “veneno que ataca el alma americana” sugiere pasión,
no moderación; y la tesis de que se situa en el centro queda claramente
ejemplificada en sus comentarios sobre los genes y las diferencias raciales de CI.
Por un lado, “es cientificamente prudente en el momento actual asumir que tanto
los genes como el ambiente están implicados, en una proporción desconocida”.
Pero, por otro lado, Murray comenta que “Herrnstein y yo no fuimos más
agresivos sobre las diferencias genéticas de lo que las evidencias disponibles
permiten”.
176
raciales, quien ha resumido la literatura disponible estimando que el CI medio
de los africanos es de 70”. Esto es lo mismo que decir que la mitad de los
africanos son retrasados mentales. Este dato les parece razonable a Herrnstein y
Murray. Ante esto uno se puede preguntar, ¿cuáles serán entonces los
argumentos agresivos sobre las diferencias genéticas de los que habla Murray?
Según el propio Lynn “el mejor estudio sobre la inteligencia negroide” fue
realizado en sudáfrica por Kenneth Owen, empleando el Junior Aptitude Test.
Los escolares zulu tienen un bajo rendimiento en este test, tanto que la
estimación de su CI medio es de 69. Owen (pero no Lynn, ni Herrnstein y
Murray) señaló que “el conocimiento del inglés por parte de la mayor parte de
los examinados negros es tan escaso que ciertos test .... sirvieron para bastante
poco”. Owen escribió que, “para poder hacerlo bien, los alumnos zulu deberian
177
haber estado familiarizados con las aplicaciones eléctricas, los microscopios y
los accesorios típicos de maquillaje en Occidente”.
Charles Murray ha escrito que “la ciencia social que se implica en la política
pública” se ha convertido “en una palabra, en corrupta”. Probemos y veremos
que el zapato se ajusta a The Bell Curve.
Si en realidad fuese esto lo que dice el libro sobre el tema de la raza y el CI, no se
habría desatado tanto furor. Pero, en realidad, Herrnstein y Murray hacen tres
declaraciones sobre la raza y el CI respecto a la probable base biológica de las
diferencias raciales de CI, y respecto a la probabilidad de que no se puedan
eliminar a través de los métodos de los que actualmente disponemos ...
(recientemente he sometido a crítica el modo en que Herrnstein y Murray tratan
de este tema en un capítulo de The Bell Curve Wars, editado por Steve Fraser).
178
estudios sobre el problema. Concretamente, un estudio sobre adopción en el que
se observa que los niños negros adoptados por familias blancas tienen un CI
menor que los niños blancos adoptados por familias blancas. Aparte de las
precacuciones de los investigadores originales respecto a que su estudio no puede
ser considerado como una prueba de que existan diferencias raciales de CI de
carácter genético –por una serie de razones que pueden ir desde que los niños
blancos hayan sido asignados en familias más inteligentes, a la posibilidad de los
problemas de ajuste emocional que pueden afectar a los niños negros
adoptados—Herrnstein y Murray declaran que el estudio constituye una
evidencia fuerte de la heredabilidad de las diferencias raciales.
Los otros seis estudios son todos ellos más consistentes con la postura alternativa
de que las diferencias genéticas son despreciables o de que favorecen ligeramente
a los negros. Herrnstein y Murray se ventilan este estudio con un sólo párrafo,
citando dificultades de interpretación atribuibles en igual medida al estudio del
que sí hablan profusamente. Otro estudio resulta también marginado, por el
mismo motivo, a una nota del apéndice. Los otros cuatro estudios no se
mencionan en absoluto.
El segundo punto principal es que no se puede esperar que las bajas capacidades
cognitivas, tanto de los negros como de los blancos, puedan mejorar a través de
la intervención. Revisan dos estudios sobre intervención en la infancia que han
encontrado resultados muy positivos, pero que ellos no consideran por fallas
metodológicas. Ignoran una docena de estudios no sujetos a este tipo de críticas,
pero consistentes con los dos que rechazan. Estos estudios adicionales incluyen
un reciente y amplio estudio llevado a cabo en ocho lugares distintos.
179
críticos en las intervenciones tempranas) que cabe esperar que las ganancias se
mantengan sólo si se mantiene el ambiente enriquecido. Herrnstein y Murray no
mencionan que, de hecho, esto es lo que sucede. Y lo que es más importante, con
una sola excepción, no mencionan las intervenciones que se iniciaron en la
escuela elemental. William J. Bennett, Secretario de Educación de Ronald
Reagan, describió una serie de programas de este tipo que habían sido efectivos.
Los informes detallados sobre estos programas están recogidos en la literatura
sobre educación. El único estudio mencionado en The Bell Curve es una
intervención que produjo una ganancia de entre 1,5 y 6,5 puntos de CI en un sólo
año. Ellos descartan el estudio porque se trata de un estudio aislado y no se
pueden obtener los datos sobre el mantenimiento de las ganancias.
180
revisados por Herrnstein y Murray, y usando los números que ellos mismos
aportan, es de 9 puntos. Su descripción de estos datos va más allá de un análisis
dudoso, más allá de una irresponsable selección de las evidencias, para llegar a
convertirse en una representación errónea.
Dado que sólo pongo un ejemplo tomado de esta literatura, Murray escribe como
si solo existiese un programa. Él sostiene que las principales ganancias recogidas
en ese estudio no se mantienen más allá de los 3 años, momento en el que el CI
es muy inestable, y que la ganancia a los 5 años declina hasta los 2,5 puntos. Una
vez más, trata de que los datos digan lo que él quiere, en vez de lo que realmente
dicen. Los 2,5 puntos se refieren a la muestra total, incluyendo un grupo poco
usual de niños con muy poco peso al nacer. Los niños de la muestra con peso
normal ganaron de 4 a 6 puntos, o, mejor dicho, conservaron esa ganancia,
puesto que el estudio terminó dos años antes de que cumplieran los 5 años, y la
ganancia fue incluso mayor en los niños nacidos de madres con un nivel
educativo bajo. Estos datos son muy esperanzadores y en linea con el resto de la
literatura sobre niños de peso normal.
181
raza y el CI. La críticas académicas que vendrán en los años siguientes
demostrarán lo mala que es la ciencia incluida en el libro. Mientras tanto, ya se
habrá hecho mucho daño –para una discusión política racional y para unas
relaciones de confianza entre los negros y los blancos.
Los lectores poco familiarizados con la investigación de los efectos del ambiente
social sobre el logro individual, asumirán que Murray describe con precisión el
estado actual de la investigación en este campo. Pero, de hecho, nada más lejos
de la verdad. La medida del background social usando solo la ocupación, la
educación y los ingresos de los padres, es propio de los estudios de finales de los
60 y principios de los 70. Desde entonces ha aparecido una vasta cantidad de
trabajos en las principales revistas académicas de economía, sociología y
desarrollo infantil, en los que se usan métodos de evaluación del background
social más sutiles y sofisticados. Incluso una pequeña incursión en este tipo de
trabajos revelará que el reto que lanza Murray a los profesionales de las ciencias
sociales –respecto a aportar otros modos de medir el ambiente—hace tiempo que
ha sido respondido.
182
iglesias y la evitación posterior de un embarazo no deseado—es reflejo de una
relación causal, o es simplemente un artefacto procedente de algún factor no
medido que influye, tanto en la visita a la iglesia como en el embarazo no
deseado (p.e. la intensidad de la supervisión paterna). Prestar atención a este tipo
de problemas es lo que separa el trabajo profesional de alta calidad de los
esfuerzos más pedestres.
Entre estos factores se incluyen: (1) la infuencia de los compañeros en los planes
compartidos de educación; (2) las expectativas y aspiraciones de los padres sobre
la escolarización de sus niños; (3) el nivel de ingresos y la composición racial de
la comunidad de origen; (4) el tiempo que pasan las madres trabajando; (5) la
estructura familiar –dos padres frente a un sólo padre, y si los padres están
separados o divorciados; (6) número de hermanos y orden de nacimiento; (7)
denominación religiosa y visita a la iglesia; (8) nivel escolar de los abuelos; (9)
edad de la madre al nacer el niño; (10) medidas de la calidad de la estimulación
presente en el ambiente familiar, incluyendo la responsividad verbal y emocional
de la madre, la provisión de juguetes educativos adecuados, el tiempo y calidad
de la implicación de la madre con el niño ... la instigación parental y la
participación en actividades intelectuales, el afecto paterno, el rechazo, y la
crianza, etc..; (11) lengua nativa; (12) discusiones sobre los planes escolares con
los profesores y otros responsables escolares; (13) enfasis parental sobre la auto-
dirección frente a la conformidad; (14) etnicidad y estátus de inmigración; (15)
implicación paterna en las actividades escolares; y (16) nivel de riqueza de los
padres e ingresos provenientes de la seguridad social.
183
Esta larga lista no es ni mucho menos exhaustiva. He enumerado estos elementos
sólo para que quede claro lo inadecuada que es la afirmación de Murray respecto
a que incluyendo el nivel educativo de los padres, la ocupación y los ingresos en
su indice del SES, Herrnstein y Murray están haciendo lo habitual.
Una lista de los investigadores que han contribuido a los análisis estadísticos de
varias bases de datos en un esfuerzo por identificar de qué modo influye el
background social, ampliamente considerado, sobre el rendimiento académico,
incluiría nombres de la economía aplicada, la sociología y la psicología infantil.
Lo mismo se podría decir de las otras dimensiones de logro a las que Herrnstein
y Murray pasan revista en The Bell Curve –pobreza, dependencia del estado,
conducta delictiva o efectividad paterna, entre otros.
Hay practicamente un acuerdo universal entre los analistas profesionales que han
revisado las estadísticas de Herrnstein y Murray, de que claramente infraestiman
el efecto relativo del ambiente frente al de la inteligencia a la hora de explicar las
184
diferencias individuales en varias dimensiones de logro. Es genuinamente
chocante que Herrnstein y Murray no consideren una rica lista de factores en sus
análisis, dado que muchos de estos factores no se incluyen en las bases de datos
que ellos emplean. Una serie de estudios en marcha en los que se usan los
mismos datos (p.e. un estudio de Jonathan Crane de la Universidad de Illinois)
sugiere que estas otras medidas de background social pueden explicar, en gran
medida, la distancia racial de las puntuaciones en los test cognitivos.
Por consiguiente, Murray reclama a los expertos que hagan algo que hace tiempo
que ya está hecho, mientras que nosotros nos quedamos sin una explicación
creible de por qué ellos no han hecho lo que debieron haber hecho.
Dadas las motivaciones de los críticos de The Bell Curve, es imposible que la
lúcida y sintética respuesta de Charles Murray les pueda aplacar. Sugerir que los
individuos y los grupos pueden diferir en capacidades innatas, especificamente
en inteligencia, y que estas diferencias no son reductibles a causas
socioeconómicas, o no son totalmente maleables, da lugar inevitablemente a una
respuesta histérica de parte de los igualitarios dogmáticos que creen que, en el
fondo, todos los hombres deben ser creados iguales en un sentido más literal del
que nunca soñó Jefferson. Algunos periodistas, intelectuales y académicos,
aceptan por puro sentido común la visión para-marxista, propagada en los cursos
de sociología, de que las oportunidades vitales difieren según la clase económica
en la que le ha tocado nacer (aunque ha muerto en todos los demás ámbitos, el
marxismo disfruta de una feliz vida dentro de la academia).
Pero The Bell Curve demuestra que las oportunidades de la vida dependen mucho
más de la propia capacidad cognitiva que de la clase, y, lo que es peor, que la
capacidad cognitiva es esencialmente la causa y no el efecto de la posición que
uno ocupa en la vida. La clase, el bienestar o la pobreza de los padres importa
185
mucho menos que el propio CI, que, en gran medida (un 60% aproximadamente)
es una variable independiente.
La mayor parte de las reacciones negativas a The Bell Curve pueden atribuirse al
hecho de que sus conclusiones son inconsistentes con lo que se explica en los
cursos de sociología y con lo que, explicita o implicitamente, es aceptado por una
gran parte de los intelectuales. Es mucho más sencillo repudiar The Bell Curve
que abandonar el dogma igualitario y las nociones que hasta ahora han sido
capaces de explicarlo todo.
Los investigadores como yo le debemos mucho a The Bell Curve (y sus críticos)
por haber sacado el genio de la botella –esto es, la idea de que las diferencias
individuales y raciales son debidas, al menos en parte, a las diferencias genéticas.
Las diferencias humanas sólo se pueden entender dentro de un amplio contexto
evolucionista. Una comprensión semejante mostrará por qué el “dilema
americano” tiene un alcance internacional.
Charles Murray ha demostrado, una vez más, por qué se encuentra entre los
científicos y críticos sociales más perspicaces de la América actual (junto con
James Q. Wilson y Peter L. Berger). La increiblemente hostil recepción que ha
186
rodeado a The Bell Curve habría mandado al diablo a otra persona. Pero, en lugar
de eso, Murray diagnostica fría y clínicamente las causas y prevee algunas de las
consecuencias del tratamiento histérico que ha provocado su ejemplar estudio.
The Bell Curve (como su antecesor, IQ in the Meritocracy, del co-autor Richard
J. Herrnstein) simplemente hace inferencias a partir de las disparidades en
inteligencia que se observan en individuos y grupos. El que estas inferencias no
lleven a pensar en diseños sociales utópicos es, como señala Murray, un
resultado “modesto”.
Lo que resulta indignante son los abusos a los que se ha visto sometido Murray.
Una cosa es tratar de refutar sus argumentos y otra muy distinta es asesinar su
carácter impugnando sus motivos, sus fuentes de financiación, e incluso sus
travesuras durante la high school hace décadas. Soy incapaz de encontrar una
explicación respecto a por qué algunos de los académicos más respetados del
país, han lanzado vorazmente ataques ad hominem de semejante calibre. Una
cosa es que el programa de televisión de Phil Donahue viole las normas
elementales del discurso cívico acusando a Murray, sin ninguna justificación, de
haber si pro-nazi en su adolescencia. Pero otra muy distinta es que el científico
de Harvard, Stephen Jay Gould, haga alegaciones sólo algo más sofisticadas,
pero igualmente espurias y malevolentes.
187
para, y a las que se paga por, llevar una “vida de la mente”. Verdaderamente, en
palabras de Thomas Jefferson, “lloraré por mi país cuando Dios sea justo”.
188
inteligentes insinuaciones, así como expresiones faciales y risitas entre dientes
para demostrar su extremadamente superior intelecto, Gould no dejaba duda
respecto a la charlatanería de los autores ....
189
7
Réplica de Charles Murray a los Comentarios sobre “The Bell Curve y sus
críticos”*
En “The Bell Curve y sus críticos” he discutido cuatro cuestiones que han sido
objeto de un intenso ataque: la idea de un factor general de capacidad mental; la
posibilidad de que los genes tengan algún papel en las diferencias étnicas de CI;
el poder estadístico de los resultados recogidos en The Bell Curve; y los intentos
de aumentar el CI a través de diversos programas de intervención.
*
Publicado originalmente en Commentary, Agosto 1995, v. 100, n 2. Traducción de Roberto Colom.
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Email: roberto.colom@uam.es
190
Aunque nosotros creemos que la inteligencia ayuda a “explicar” la conducta en
su sentido estadístico, reiteradamente enfatizamos todo lo que no explican las
puntuaciones de CI. En la Introducción, cuando describimos por primera vez
nuestra visión de la inteligencia, concluimos con el siguiente pasaje :
En la página 68, después de presentar una figura de dos variables con una
correlación de 0,33, volvemos a poner encima de la mesa nuestro mensaje en
cursiva para que nadie se olvide:
191
de baja a media las diferencias que separan a las personas” (pág.
117).
Cuando Heckman continua escribiendo que “... muchas habilidades afectan a los
resultados y que no todas ellas se pueden equiparar con la inteligencia innata”,
¿quiere decir que nosotros hemos dicho algo parecido a eso?
192
inteligencia, nosotros somos incluso más agresivos: “son ilimitadas las
posibilidades científicas que no se han probado todavía de mejorar
ambientalmente la inteligencia ... En principio, la inteligencia puede modificarse
ambientalmente hasta límites desconocidos” (pág. 390). Desde luego, este no
parece el trabajo de unos autores que creen que la inteligencia es inmutable.
¿Hubieran sido distintos los resultados de The Bell Curve si hubiesemos tenido
acceso a alguno de los otros test mentales estandarizados? Es poco probable. El
AFQT correlaciona más con otros test de CI que incluso esos otros test de CI
entre sí (págs. 584-85).
¿Pueden ser manipuladas las puntuaciones del AFQT? Sí –en el ordenador, por
economistas usando complejos modelos estadísticos. ¿Y qué tal si los inspectores
y profesores tratan de que alguien se quede otro año en la escuela para aumentar
su puntuación en el AFQT? No demasiado, pero veremos más sobre esto
después.
193
Respecto a la declaración de Heckman de que yo cito erroneamente el trabajo de
John Carroll, me limitaré a decir que esto sorprenderá al propio Carroll, quien a
petición mía revisó y aprobó mi cita de su trabajo.
Charles Lane, Leon Kamin, y Richard Nisbett cargan sobre los genes y las
diferencias étnicas de inteligencia.
Lane se muestra horrorizado de que yo cite a académicos que han sido becados
por la Pionner Fund. El único párrafo que dedico a este tema en mi artículo no
estuvo pensado para refutar sus alegaciones, sino para expresar mi menosprecio
hacia dichas alegaciones. Como he escrito en otros lugares, el intento de
desacreditar un libro a través de terceros –trazando la historia de becas de alguno
de los académicos a los que se refiere—es una forma de macartismo. Y no estoy
empleando este adjetivo a la ligera.
Y en cuanto a las fuentes documentales de The Bell Curve, el único criterio que
seguimos Herrnstein y yo, fue que el trabajo tuviese un mérito científico y fuese
relevante para nuestra presentación. De modo que examinemos las acusaciones
de Lane y Kamin al respecto.
194
Nuestra estrategia del capítulo 13 no consistió en responder a todas las preguntas
habituales sobre las diferencias étnicas en inteligencia. A medida que
redactabamos el libro, rapidamente nos dimos cuenta de que mucha gente asumía
que las puntuaciones de los subsaharianos podrían ser más altas que las
puntuaciones de los afroamericanos, a partir de la teoría de que el colonialismo o
el apartheid habían sido menos destructivos que la herencia de 250 años de
esclavitud en norteamérica. No intentamos evaluar la relativa opresión de estos
sistemas, simplemente le dijimos al lector que esas expectativas no eran
acertadas. El CI Africano es sustancialmente más bajo que el CI de los
afroamericanos.
¿Hasta qué punto son válidos los estudios que muestran que las puntuaciones de
los africanos en los test mentales son considerablemente bajas? Richard Lynn, un
cuidadoso académico que ha sido el blanco de casi tantas críticas injustificadas
como las que ha recibido J. P. Rushton, transformó las puntuaciones de los
estudios disponibles sobre la capacidad cognitiva en Africa a puntuaciones de CI,
hallando que se situaban entre 60 y 80, con media de 70 y mediana de 75. El
método empleado para transformar las puntuaciones es el habitual, pero
innecesario para su argumento. Se podrían haber usado desviaciones típicas o
percentiles para llegar a la misma conclusión: la media africana en los test
cognitivos se situa unas dos desviaciones típicas por debajo de la media de los
blancos, o en algún lugar del percentil 5 de las distribuciones de los blancos o los
europeos en los mismos test.
Pudiera ser, como sostiene Kamin, que estos estudios fuesen inválidos porque los
test se administraron a analfabetos, o a africanos no familiarizados con
información culturalmente específica. Pero no. El más amplio y cuidadoso
estudio se limitó a poblaciones urbanas, a personas graduadas de middle school, a
estudiantes todavía en la escuela secundaria, y a personas con empleo. Este tipo
de muestras llevarían, en todo caso, a sobreestimar, no a infraestimar, la media
195
nacional, sobrecargando la muestra con personas que han mostrado la aptitud y la
persistencia para permanecer en la escuela o mantener un trabajo.
196
blancos de la ciudad de Londres y los emparejó según edad (12-14), sexo y nivel
educativo; ambas muestras se incluyeron en la clase trabajadora. Aparte del
hecho de que la muestra de los blancos se situaba sólo un poco por debajo de la
media de los blancos, con un CI medio –medido a través del WISC-R—de 95, la
diferencia entre los negros y los blancos fue de 1,97 desviaciones típicas en el
SPM (29 puntos de CI) y 2,36 desviaciones típicas en el WISC-R (35 puntos de
CI). Las conversiones a puntos de CI que hizo Zindi fueron 72 para el SPM y 67
para el WISC-R –consistente con las estimaciones de Lynn (hay razones para
suponer que la puntuación es algo peor en el WISC-R porque incluye pruebas
lingüísticas, pero no demasiado).
¿Qué hacemos con estos resultados? Ante todo, debemos proceder con
precaución, por las mismas razones que nos guiaron en The Bell Curve. Nuestra
perspectiva fue que las diferencias grupales se reducirán con el paso del tiempo,
probablemente de modo dramático, a medida que la calidad de la nutrición y la
calidad escolar mejoren en Africa. Los cambios en la cultura africana darán lugar
a cambios ambientales más estimulantes para el desarrollo cognitivo de los
jóvenes. Pero eso no significa que las diferencias de la actualidad, tal y como se
han estimado con estas muestras, son imaginarias, o que las diferencias en las
puntuaciones de los test no son indicativas de diferencias reales en el
funcionamiento cognitivo. Sí lo son, y esas diferencias son bastante grandes,
bastante mayores que las diferencias que separan a los afro y euro americanos.
Es una elección de lector creer que Owen es un blanco racista que, a sabiendas o
inconscientemente, apaña los resultados, aunque su reputacion académica está
fuera de toda duda (a Zindi se le podría exculpar de este tipo de acusaciones). Es
una elección del lector creer que el bajo rendimiento de los negros es una
consecuencia del colonialismo y del apartheid y que en breve tiempo se
corregirá. Pero estos son solo supuestos. Cuando los datos son tan
cuidadosamente registrados y analizados como en estos casos, debe prestarse
atención.
197
Richard Nisbett ataca por otro flanco, centrándose en los estudios realizados en el
contexto americano. Comienza diciendo que Herrnstein y yo discutimos solo uno
de siete estudios. Nosotros nos referimos a otros dos estudios, pero, según él, de
modo inadecuado. Sin embargo, aquí está nuestra frase al valorar uno de esos
programas: “el estudio no es concluyente, pero es ciertamente consistente con la
sugerencia de que las diferencias entre los blancos y los negros es casi
completamente ambiental” (pág. 310). Sobre el otro estudio escribimos: “si los
blancos que contribuyeron a estos antepasados fuesen una muestra aleatoria de
todos los blancos, entonces estos datos serían evidencia de infuencia no genética
en las diferencias entre blancos y negros. Pero no existen evidencias hacia un
lado o hacia otro respecto a la naturaleza de esos antepasados blancos” (pág.
729).
198
Si Nisbett trata de decir que confundimos a nuestros lectores saltandonos la
literatura que no nos gusta, deberá demostrar que nosotros malinterpretamos la
revisión de las evidencias realizada por Loehlin, Lindzey y Spuhler; o que sus
conclusiones no fueron acertadas; o que alguien ha vuelto a evaluar esas
evidencias de otro modo. Pero él no hace nada de eso, y en su lugar construye
una frase resumen sobre una literatura no-especificada. Yo considero que nuestra
frase-resumen es más equilibrada que la suya. Los lectores interesados que
tengan acceso a una biblioteca universitaria pueden revisar el capítulo 5 de
Loehlin, Pindzey y Spuhler, y decidir por sí mismos.
Como suele suceder, los primeros datos del Minnesota Transracial Adoption
Study no eran tan claramente positivos como la prensa ha venido comentando. A
lo siete años de edad, las puntuaciones de los negros adoptados estaban por
debajo de las puntuaciones de los blancos adoptados, incluso por debajo de los
niños blancos que habían sido dados en adopción por sus padres naturales. De
todos modos, la media de los niños negros e interraciales adoptados fue de 106;
esta puntuación no era solamete mayor que la media de los negros de Minnesota
(89), sino mayor que la media nacional de la población blanca. Estas son buenas
noticias bajo cualquier punto de vista.
199
niños adoptados con ambos padres biológicos negros. Como comentamos en el
libro: “el punto básico es que la distancia entre los niños adoptados con dos
padres negros y los niños adoptados con dos padres blancos es de 17 puntos, es
decir, la distancia habitualmente observada entre blancos y negros” (pág. 310).
Estas son malas noticias bajo cualquier punto de vista.
200
comentarios precedentes, como en otras revisiones de The Bell Curve a las que
he tenido acceso, nuestra discusión sobre la posibilidad de que existan
diferencias raciales de carácter genético ha sido atacada sin piedad. ¿Por qué
tanto escándalo? Dejenme repetir por enésima vez aquí nuestro párrafo de
conclusión :
Nisbett menciona otro aspecto, sobre la diferencia entre blancos y negros, según
el cual yo me refiero a 15 puntos de CI como la distancia que separa a los negros
y los blancos, mientras que la información de The Bell Curve revela una mediana
actual de separación de 9 puntos de CI: “la descripción de Herrnstein y Murray
sobre estos datos va más allá de un análisis dudoso, más allá de una
irresponsable selección de las evidencias, para convertirse en una
absolutamente injusta representación del estado de la cuestión”.
201
El uso que hace Nisbett de la separación de 9 puntos procede de nuestra revisión
de datos recientes con test de CI realizada en un artículo de Ken Vincent (págs.
289-90). En ese trabajo, Vincent comenta que los estudios con niños en los 80
indican una diferencia menor que la observada en adultos. Pero (una historia
familiar) los estudios a los que se refiere Vincent están aquejados de problemas
de interpretación: muestras no representativas, resultados que en la literatura
técnica se denominan ‘artificiales’, un control de background socioeconómico
que está garantizado para reducir la diferencia entre blancos y negros en un 40%.
En cualquier caso, nosotros consideramos que las evidencias de Vincent son
esperanzadoras.
Pero también se dispone de otra fuente de datos mucho mayor sobre las
diferencias actuales entre blancos y negros, no considerada en el estudio de
Vincent. Cada dos años desde 1986, a los niños de las mujeres incluidas en el
National Longitudinal Study on Youth (NLSY) se les ha venido aplicando el
Peabody Picture Vocabulary Test, una medida del CI infantil baremada y usada a
nivel nacional. Cuando redactamos The Bell Curve, tuvimos acceso a los datos de
1990. Hacemos referencia a esos datos al final de nuestra revisión de las
evidencias de Vincent, y presentamos los datos concretos en el capítulo 15.
Restringiendo la comparación a pares de madres y niños que habían sido
examinados, decimos que la distancia que separa a las madres negras de las
madres blancas es de 13,2 puntos de CI, mientras que la distancia que separa a
sus niños es de 17,5 puntos de CI. También decimos que “hay razones técnicas
para afinar más en la interpretación específica de estos datos” (pág. 356).
202
y blancos en nacimientos basada en el nivel educativo de la madre (que, a su vez,
tiene una correlación fiable con el CI maternal).
Aún así, sigue habiendo razones para afinar en qué puede ocurrir eventualmente
respecto a la diferencia entre blancos y negros, pero la noción de que el balance
de los datos demuestra un futuro más claro, es decir una diferencia de solo 9
puntos, ignora la realidad. El sumario de la situación que se hace en The Bell
Curve parece dar en el clavo:
En “The Bell Curve y sus críticos” sugiero que el libro infravalora la importancia
del background socioeconómico (SES) como una explicación de los resultados
sociales. Linda Datcher Loury me pone la tarea de explicar por qué no considero
la larga lista de factores presentes en la literatura que van mucho más allá de las
medidas tradicionales del SES, y que, sin embargo, pueden influir en esos
resultados.
203
Curve es añadir el CI al conjunto habitual de variables explicativas; (3) nuestro
uso del SES ha sido sometido a una crítica frívola; y (4) The Bell Curve ha
disminuido la ubicuidad del papel del SES en la explicación de los problemas
sociales. Nada de lo comentado por Loury cuestiona los últimos tres puntos.
Respecto al primero, ¿realmente pretende sostener que en el tratamiento
académico de la pobreza, el bienestar, el delito, y otras patologías sociales
discutidas en la Parte II de The Bell Curve, el background socioeconómico (junto
con el racismo) no ha sido el constructo explicativo dominante desde la década
de los 60?
Sin embargo, Loury está en lo cierto al decir que yo debería haber considerado la
literatura sobre otras variables. Cuando vuelva a escribir sobre estos temas en el
futuro, rectificaré mi presentación de acuerdo con esta sugerencia.
El último tema de mi artículo fue mi predicción de que los ataques contra The
Bell Curve devolverán el fuego forzando a los legisladores a considerar lo
complejo que resulta producir mejoras a largo plazo en el funcionamiento
cognitivo. Como prometí anteriormente, vuelvo a tomar esta linea argumental.
204
aporte de dinero y entrenamiento a los padres. Es dificil decir si el
primer programa da lugar a beneficios duraderos en el CI, dada la
gran divergencia de las puntuaciones en los test de los grupos
experimentales y de control, pero sí produce algunos beneficios
académicos; el segundo programa halló una ganancia de CI
duradera, pero no ha mostrado unas ganancias intelectuales
comparables en la escuela” (pág. 409).
¿Es a esto a lo que Nisbett llama rechazo? ¿Está dispuesto a decir más cosas de
las que nosotros dijmos sobre estos dos proyectos?
Nisbett dice también que ignoramos “una docena de estudios no sujetos a ese
tipo de críticas metodológicas, pero con resultados consistentes con los dos que
rechazamos”. Una vez más nos acusa equivocadamente de ignorar estudios que
sí hemos considerado, en este caso sirviéndonos de la reputada sintesis de la
literatura realizada por el Consorcio de Estudios Longitudinales. En lineas
generales, el Consorcio halló una ganancia de 7 puntos en el test realizado al
terminar esas intervenciones, ganancia que se desvanece al cabo de unos pocos
años. Finalmente, concluye el Consorcio “el efecto de la educación temprana
sobre las puntuaciones en los test de inteligencia no es permanente”.
205
pregunta es positiva. En mi artículo sostengo que no disponemos de ningún
trabajo verosimil que aporte evidencias significativas sobre el efecto a largo
plazo en el funcionamiento cognitivo que Herrnstein y yo no hubiesemos
considerado en The Bell Curve. Aunque esperaba alguna cita, Nisbett no ofrece
ninguna.
Concedo que Nisbett tiene un doceavo de razón cuando protesta porque nosotros
no consideramos una docena de estudios en The Bell Curve. Los ocho estudios
que menciona en los que se aportan servicios de pre-escolar, sociales y
pediátricos a niños que han nacido con bajo peso (menos de 2.500 gramos)
parecen funcionar. ¿Sabemos cómo coger una serie de adolescentes con un
determinado CI y mejorar fiablemente su logro educativo? Sí. Pues hagámoslo.
206
8
Comentario de Sandra Scarr sobre ‘The Bell Curve’*
Sandra Scarr
Profesora de Psicología en la Universidad de Virginia
"Todos los hombres han sido creados iguales" es una declaración política, no una
afirmación científica. La variabilidad individual es la norma biológica de las
poblaciones y los seres humanos no son una excepción a esa norma. La
Constitución norteamericana garantiza igualdad política y legal a los ciudadanos,
no identidad biológica. La confusión en los medios de comunicación, y tambien
entre los especialistas, sobre la diferencia fundamental entre la igualdad de
derechos de la ciudadanía y la existencia de características humanas desiguales,
está en el trasfondo del debate que ha despertado The Bell Curve.
*
Publicado originalmente en “Issues for Science and Technology”, Winter 1994 v11 n. 2 p. 82(4).
Traducción de Antonio Andrés-Pueyo. Facultad de Psicología. Universidad de Barcelona. Email:
aandres@psi.ub.es
207
crítico en la determinación de su éxito socio-económico. Después de todo, nos
gusta creer que el país se construyó sobre la iniciativa y el talento individual.
Además, se reconoce ampliamente que las personas difieren en sus capacidades
para enfrentarse a las demandas educativas, sociales y laborales. El hallazgo de
que las diferencias de CI son de moderada a intensamente heredables perturba a
algunos científicos sociales, pero la mayoría de los estadounidenses aceptan la
idea de que las diferencias individuales en el talento, la motivación y la
personalidad son genéticamente variables en un determinado nivel o rango.
208
se ha cuestionado la validez científica del libro. Yo creo que la discusión sobre la
heredabilidad del CI en poblaciones de individuos de raza blanca, no es más que
un resumen de los pasados 40 años de investigación en genética de la conducta.
Sin embargo, deberíamos recordar que los logros educativos pueden aumentar
mediante una mejora de la educación y con mayores inversiones familiares. Otros
países han hecho un mejor trabajo que el nuestro para asegurar una formación
escolar prácticamente universal que evite el analfabetismo. Nosotros podemos y
debemos mejorar la educación, pero tambien deberíamos comprender que aún no
hemos encontrado ningún método fiable para aumentar el CI.
La raza
209
la de los euroamericanos. Mientras que el 20 por ciento de euroamericanos
puntuan por debajo de 85 puntos de CI, casi un 50 por ciento de los
afroamericanos obtienen la misma puntuación. Si consideramos los
desfavorables resultados sociales que obtienen los euroamericanos con un bajo
nivel de CI, el alto porcentaje de afroamericanos que se incluyen en esta
categoría es particularmente preocupante. Por razones desconocidas, los autores
no realizaron análisis comparables de las relaciones entre el CI y el éxito social o
la patología entre la gran muestra de afroamericanos incluidos en el NLSY. ¿Se
seleccionan los afroamericanos tan eficientemente en la élite cognitiva como
sucede con los euroamericanos? Las bajas correlaciones entre CI y clase social
obtenidas en grupos de afroamericanos sugiere que esa selección no actúa igual
que en los euroamericanos. A causa del programa de acción positiva que se
realiza en la educación superior y en el empleo, los autores muestran que en cada
nivel de facultad o universidad, y para niveles ocupacionales medios y altos, las
puntuaciones de CI de los afroamericanos son inferiores a la de los
euroamericanos comparables por lo menos en una desviación típica. Una menor
eficiencia en la movilidad social por medio del CI dentro de la población
afroamericana significaría que, a diferencia de los euroamericanos, muchos
afroamericanos de un nivel elevado de CI permanecen en ocupaciones de inferior
condición. ¿Los bajos niveles de CI presentan la misma correlación con la
patologia social entre los afroamericanos? Herrnstein y Murray no aportan
ninguna evidencia específica a este respecto.
En el tema de las causas de las diferencias raciales de CI, los autores están a
favor de que la causa más probable es una mezcla de las diferencias genéticas y
ambientales. Aunque admiten que ninguna investigación sobre las diferencias
raciales en el CI es concluyente, consideran que el estudio de adopción
transracial de Minnesota es el que más justifica su posición. En este estudio,
Richard Weinberg y yo misma identificamos socialmente niños afroamericanos
(algunos de los cuales tenian los dos padres biológicos afroamericanos y otros
solamente uno correctamente identificados) a los que se habia adoptado cuando
210
eran bebes o niños muy pequeños (antes de la edad preescolar) por padres
euroamericanos y de clase media, así como niños euroamericanos adoptados por
familias afroamericanas del mismo nivel socioeconómico. Esta identificación se
llevó a cabo cuando los adoptados tenían siete años. A la edad de 18 años, las
puntuaciones de CI de los niños afroamericanos adoptados eran inferiores que las
de los euroamericanos o asiáticoamericanos adoptados en familias similares. Los
niños adoptados que tenian dos padres biológicos afroamericanos obtuvieron
niveles de CI que no se distinguian significativamente de las que habian obtenido
un grupo de niños afroamericanos criados en su familia natural. Debe señalarse
que los resultados del estudio no dicen nada acerca de la diferencia relativa del
CI. La baja puntuación de los afroamericanos adoptados a la edad de 18 años
puede deberse a las diferencias geneticas entre razas, a la discriminación social o
a ambas causas.
De forma rotunda, los autores fracasan en obtener una evidencia clara a partir de
nuestro estudio sobre el CI y la ascendencia africana, ya que en una muestra
extensa de adolescentes afroamericanos se contradice la hipótesis de que el CI y
la raza se correlacionan estrechamente. Todos los niños en nuestro estudio se
clasificaron socialmente como individuos afroamericanos, pero diferían
individualmente en cuanto a su proporción de ascendencia africana. Nosotros no
encontramos ninguna relación entre el grupo sanguíneo y marcadores de
proteínas séricas de ascendencia Africana y las puntuaciones en los test
cognitivos. Si la mayor ascendencia africana no esta relacionada con las
puntuaciones más bajas de los individuos clasificados socialmente como
afroamericanos, entonces la ascendencia africana dificilmente puede explicar las
diferencias en el CI entre grupos de euro y afroamericanos. Los autores también
fracasan en encontrar evidencias para justificar una menor heredabilidad de las
puntuaciones del CI en una importante muestra de gemelos idénticos y fraternos
afroamericanos, lo que sugiere que las influencias del entorno están distribuidas
menos homogeneamente entre los afro que entre los euroamericanos.
211
Los latinos y los asiáticos tienen un papel menos importante en los medios de
comunicación, pero son tratados extensamente en el libro. Ambos grupos
obtienen puntuaciones en los test más elevadas que los afroamericanos y tienen
mejores resultados sociales, según la tesis que sostienen estos autores acerca de
la existencia de un nexo entre patologia social y CI. En los datos del NLSY, los
latinos puntuan por debajo de los euroamericanos en los test de aptitudes
cognitivas y tienen mayor número de patologias sociales, pero puntuaciones más
elevadas en los test y menos tasa de patologia social que los afroamercianos. Los
asiáticos no estaban bien representandos muestralmente en el NLSY, pero otras
investigaciones indican que poseen un CI promedio igual o mayor que el de los
euroamericanos y una muy baja tasa de patologias sociales.
El eco científico
212
Por ejemplo, en el ambito militar g se utiliza para decidir en qué ocupaciones y
tareas más exigentes se debe entrenar y especializar a los reclutas. Entre grupos
más homogeneos en cuanto a su inteligencia –como los estudiantes de primer año
de Yale o los ejecutivos de importantes empresas—g es menos útil como
predictor porque virtualmente todos los miembros del grupo tienen puntuaciones
altas en inteligencia general, y, por tanto, son otros factores los que determinan
quien alcanzará más éxito.
Además, los autores preven el “retraso intelectual” de América, porque las clases
bajas cognitivas se reproducen con una tasa más elevada que aquellos grupos con
alto CI, y, además, el pais admite la inmigración de ciudadanos de otros paises
con niveles intelectuales bajos. Los datos sobre las tasas de nacimiento obtenidas
en grupos de madres de alto y bajo CI confirman su argumento. Estos datos,
combinados con la investigación que demuestra que el CI es heredable y que las
madres con bajo CI ofrecen peores ambientes y prácticas de crianza de sus hijos,
justifican que tanto las razones genéticas como ambientales son importantes para
comprender esta tendencia.
213
Murray y Herrnstein también se preocupan de que el país alcanze un nivel más
elevado de estratificación en base a los rangos de CI. Dado que cada dia hay una
mayor selección para acceder a las mejores escuelas y los mejores trabajos, es
cada vez más probable que esta selección se base en la capacidad intelectual (por
lo menos para euroamericanos) antes que en razones como la clase social o los
antecedentes familiares. Herrnstein y Murray creen que actualmente las
profesiones con mayor exigencia intelectual ya absorben a casi todos los
estadounidenses euroamericanos con un CI alto, dejando menos trabajadores
brillantes en oficios manuales. Este fenómeno es ya hoy mucho más importante
que en décadas anteriores.
La élite cognitiva está llegando a estar más aislada progresivamente del resto de
la sociedad, a los que dirigen, contratan y despiden, pero con los que no
conviven. Este aislamiento empezó en escuelas públicas que separaban los
estudiantes en clases según el CI y acaba con la élite cognitiva que envia a sus
propios niños a escuelas privadas.
214
son jutificables. La solución de los autores a las consecuencias sociales y
económicas de la baja inteligencia consiste en cortar la ayuda social y estatal,
eliminar la acción positiva y amonestar a quienes buscan un "lugar valorado" en
su "clan" o comunidad local. Sus argumentos eugenistas se reflejan en su
demanda de eliminación de políticas públicas que crean incentivos para los
pobres y las madres solteras para tener hijos.
Los autores no sugieren que sus propuestas de política pública se hayan generado
a partir de los datos científicos. De hecho, se podría argumentar que sabiendo que
el bajo CI es en su mayor parte heredable, no se necesita conocer nada más para
concederles mas apoyo a los que son pobres por falta de recursos propios. Un CI
bajo reduce las oportunidades de los individuos para ser autosuficientes en una
sociedad tecnológicamente avanzada. Por tanto, la compensación del CI bajo es
una política plausible en los EE.UU. La compensación de las incapacidades
proviene de nuestro interés por la justicia social para aquellos que no son
responsables de sus propias desventajas. Las democracias sociales que mantienen
un estado del bienestar, tales como la Unión Europea y los Países Nórdicos,
215
tienen la misma distribución del CI que los Estados Unidos, y sus políticas
públicas impiden grados despreciables de pobreza, de mendicidad y negligencia
médica entre aquellos que tienen bajos niveles de CI. El “lugar valorado” de
Charles Murray es dificil de construir sobre el hambre, la pobreza y la
desesperación.
The Bell Curve es un libro desafiante que recopila una extensa literatura sobre la
investigación del CI, los logros y los resultados sociales, pero dice poco de los
preocupantes hechos acerca de las diferencias que separan a los grupos etnicos.
Por desgracia, las propuestas radicales de los autores para abolir la politica del
bienestar social y del programa de acción positiva llevarán a muchos a rechazar
el libro en su conjunto. Pero los científicos y políticos tentados a despreciar sus
datos, deberían utilizarlos en la medida en que puedan ser utiles para informar de
la bondad y eficacia de los programas públicos dirigidos a ayudar a las
necesidades de los americanos que tienen un bajo nivel de CI.
216
9
Rompiendo el último tabú*
"Nosotros conocemos estas verdades, que todos los hombres han sido creados
iguales, dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables, entre los que
están el de la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad". Jefferson
introdujo con estas palabras uno de los documentos más valiosos de América, la
Declaración de Independencia. A lo largo de las siguientes generaciones, los
ciudadanos estadounidenses no solamente han abrazado los nobles sentimientos
de Jefferson, sino que los han mejorado. La igualdad de derechos políticos y
legales se ha convertido en una creencia generalizada sobre la existencia de una
igualdad literal; hoy, las diferencias de rendimiento o en los logros individuales
se consideran, en primera instancia, como una evidencia de la existencia de
desigualdades en las oportunidades. En una sociedad igualitaria como la nuestra,
la existencia de diferencias individuales o de grupo consistentes y estables en
inteligencia se considera un desafio a nuestros elevados ideales. Este desafío ha
sido aceptado por Richard J. Herrnstein y Charles Murray en su libro The Bell
Curve.
La obra tiene una simple, pero poderosa tesis: existen importantes diferencias
individuales y de grupo en inteligencia; estas diferencias influyen profundamente
en la organización y la estructura social del trabajo en las sociedades industriales
modernas, y éstas diferencias son de dificil solución. En el ambiente político
actual, este mensaje no es meramente discutible, sino que es incendiario.
Eruditos tales como Daniel Moynihan, Arthur Jensen, y E. O. Wilson han
aprendido que los medios de comunicación dominantes, y gran parte de la
*
Revisión de "The Bell Curve" para la revista Contemporary Psychology. Mayo 1995 (Volumen 40,
Numero 5). Traducción de Antonio Andrés-Pueyo. Facultad de Psicología. Universidad de Barcelona.
Email: aandres@psi.ub.es
217
comunidad científica, tienen poca tolerancia para quienes se hacen preguntas
sobre nuestras creencias más apreciadas. Herrnstein y Murray ha recibido un
tratamiento similar. Han sido considerados y desechados como racistas y
elitistas, y The Bell Curve también se ha rechazado al considerarla representante
de alguna clase de pseudosciencia (esta consideración es irónica puesto que
algunos han declarado que su crítica no se ha beneficiado de una lectura del
libro). El mensaje del libro no puede olvidarse tan fácilmente. Herrnstein y
Murray han escrito una de los libros sobre ciencia social más provocativos de los
últimos años. Los puntos más destacados serán probablemente motivo de
discusión entre académicos y políticos educativos.
218
último, esta clasificación continua siendo válida, para la mayoria de carreras, en
el mundo del trabajo. Los autores rechazan el hecho de que la estratificación
intelectual observada a traves de las ocupaciones profesionales, sea debida a
poderosas presiones económicas. Este rechazo se basa en un importante número
de diferentes evidencias convergentes. Si Herrnstein y Murray tuviesen razón, los
logros y las desigualdades sociales actuales reflejarían, en gran medida, una
meritocracia basada en la capacidad cognitiva.
Los autores dan razones que demuestran que la capacidad cognitiva general (es
decir, g) es un determinante básico de la condición social y que la varianza de la
capacidad mental general es en su mayor parte atribuíble a factores genéticos –
éstas propuestas son defendidas por muchos expertos en este área de
investigación. No obstante, el libro rechaza explícitamente que la capacidad
219
mental general sea el único determinante de la condición social, o que g recoga
todo el mérito social de un individuo.
The Bell Curve documenta cuidadosamente, tabla tras tabla, que la capacidad
cognitiva se ha transformado en el determinante más importante del estátus
social, mucho más que la clase social de origen. Aunque esto pueda sorprender a
muchos, existe un importate cuerpo de evidencias consistentes que lo avalan. La
metodología de investigación de la herencia de las diferencias individuales ha
cambiado drásticamente en los últimos 20 años. Muchos investigadores hoy
aceptan dos principios metodológicos importantes: que los estudios basados en
muestras pequeñas son inherentemente poco relevantes y que las correlaciones
obtenidas a partir de datos recogidos en muestras de familias biológicas tienen
graves problemas de confusión. Comprender estos principios es muy importante
cuando se evaluan las evidencias que frecuentemente se emplean para rechazar
las conclusiones de The Bell Curve.
Los resultados de un estudio único y modesto tienen un peso poco mayor que el
de una anécdota, por mucho que signifique el estudio. La mayoría de los
científicos sociales, pero seguramente no todos, han adoptado la metodología del
meta-análisis, una herramienta estadística que combina sistemáticamente los
resultados de muchos estudios para aportar una conclusión única de la que
podamos fiarnos. Siguiendo esta moda, los genetistas del comportamiento
combinan los resultados de numerosos estudios de parentesco ponderados por sus
tamaños muestrales, obteniendo así una estimación más precisa del grado de
influencia ambiental y genética sobre cualquier característica psicológica
particular. Cualquier estudio aislado se analiza en tanto aporta una evidencia
débil por sí misma.
220
En las críticas y contracríticas expuestas sobre el libro aparecen numerosas
confusiones generadas por datos obtenidos en estudios que solo se han ocupado
de estudiar la variabilidad dentro de familias biológicas. Dentro de una familia
biológica, las correlaciones (p. e. condición socio-económica familiar x CI del
niño) son ambiguas porque la causa de la correlación podría ser tanto el ambiente
familiar como los genes que comparten padres e hijos. La correlación, calculada
meta-analíticamente, entre la condición socio-económica familiar (SES) y el CI
del niño, en estudios realizados con familiares biológicamente emparentados es
de 0,33 (White, 1982). Sin embargo, en estudios donde se controlan los efectos
genéticos, como en los diseños de adopciones o de gemelos, esa correlación
desciende de un modo dramático (Bouchard, Lykken, McGue, Segal, & Tellegen,
1990; Scarr & Weinberg, 1978). Otro ejemplo destacado de este fenómeno es la
correlación entre el CI de individuos no emparentados biológicamente que se
criaron juntos y que, por tanto, han compartido un ambiente familiar común, pero
que no tienen antecedentes genéticos compartidos. Cuando se compara la
capacidad cognitiva de estos "hermanos no relacionados biológicamente"
normalmente la correlación es 0 (McGue, Bouchard, Iacono, & Lykken, 1993).
Así, la correlación entre el SES familiar y el CI de los descendientes en familias
biológicas es debida, en cierta medida, a la propia dotación genética.
Consiguientemente, cuando examinamos la relación entre el CI y una variable
dependiente para "hacer constante" el SES de los padres biológicos (en aquellos
ámbitos en los que el SES es una explicación ambiental competitiva)
subestimamos la verdadera influencia del CI. Ya en un momento tan precoz
como 1970, Paul Meehl advirtió que "el error más común al manejar variables
interfirientes tipo estátus (p. e. ingresos, educación, localidad, matrimonio) es el
de suprimir estadisticamente componentes de varianza que, siendo de origen
genético, no se deben atribuir arbitrariamente a la categoria de ‘influencia
espuria'” (pp. 393-394). En este libro, destinado tanto a lectores legos como
académicos, los autores han realizado intencionalmente análisis simples y
directos de la relación entre SES y capacidad cognitiva. Aportan muchos
ejemplos que evidencian la poca consideración en que se ha tenido el nivel de
221
capacidad cognitiva manteniendo el SES constante. Podemos encontrar
numerosos análisis y reanálisis, así como la presentación de modelos más
complejos para avalar y rechazar los argumentos de este debate. El lector
cuidadoso recordará la recomendación de P. Meehl para el examen de los datos y
la extracción de conclusiones.
Veamos los resultados relacionados con la pobreza como ejemplo. Primero hay
que resaltar el hecho de que la pobreza ha disminuido desde 1940 a 1970 de
forma importante y siguiendo un patron lineal; ha pasado de un 50% a menos de
un 15%. Desde 1970 ha permanecido aproximadamente constante. Esto significa
que el incremento de la criminalidad, el abuso de drogas y muchos otros
problemas de los últimos 25 años, no pueden atribuirse, per se, a la pobreza. Esto
tambien significa que los análisis en The Bell Curve se han efectuado sobre una
población muy diferente de si el análisis se hubiera realizado antes de 1970.
222
Consiguientemente, las comparaciones con investigaciones anteriores son
cuestionables y problemáticas. La evidencia apoya fuertemente la conclusión de
que un CI alto es un importante factor protector, y que el CI bajo es un factor de
riesgo también importante. El SES paterno no es, ni de cerca, tan protector o tan
debilitante como el CI. El CI tiene un efecto similar cuando mantenemos
constante el nivel educativo. Cuando observamos la pobreza entre las mujeres
con hijos, la situación es distinta. En el caso de madres solteras euroamericanas,
separadas o divorciadas con CI muy bajos, la probabilidad de estar en
condiciones de pobreza es casi de un 70 por ciento. Para el mismo grupo de
madres, pero con un CI alto o muy alto, el riesgo de pobreza se situa en el rango
del 10 por ciento. Sin embargo, para madres casadas el rango está entre el 20 por
ciento y cerca de cero. El CI influye, pero más lo hace el matrimonio. Así, la
pobreza entre los niños se asocia estrechamente con la situación conyugal de sus
madres. Mantener constante el CI aclara cualquier influencia del SES familiar
para ambos tipos de madres, pero subraya el importante efecto de la situación
marital. Numerosas demostraciones empíricas similares, combinando las
diferentes variables dependientes antes enumeradas, acaban ofreciendo un
panorama similar.
El contexto nacional
223
menor presencia de puntuaciones bajas entre los afroamericanos. Controlando el
SES, la diferencia se reduce, pero no se elimina, y, por supuesto, controlando la
interacción SES por grupo étnico se llega a eliminar una fuente válida de
varianza del CI. No obstante, las diferencias étnicas en las pruebas cognitivas no
pueden atribuirse a sesgos en los test.
Como antes se ha descrito, The Bell Curve sostiene que las diferencias
individuales en la capacidad cognitiva son debidas, en parte, a las diferencias en
su dotación genética. Esta conclusión se apoya en un gran esfuerzo de
investigación (Bouchard, 1993; Pedersen, Plomin, Nesselroade, & McClearn,
1992). La pregunta relevante es: ¿qué se puede inferir a partir de estos hallazgos
sobre los origenes de las diferencias étnicas? Como cualquier estudiante
graduado sabe, el origen de las diferencias individuales en un rasgo no puede
tomarse como evidencia del origen de las diferencias de grupo para ese rasgo.
Las investigaciones muestran una evidencia indirecta de las contribuciones
genéticas y ambientales a las diferencias de grupo en CI. Sin embargo, ninguna
de estas evidencias es tan firme como lo son las evidencias acerca de las
influencias genéticas sobre las diferencias individuales en el CI. Muchos expertos
en el campo (Snyderman & Rothman, 1988) están de acuerdo con Herrnstein y
Murray cuando afirman que "parece altamente probable que tanto los genes
como el ambiente tengan algo que ver con las diferencias raciales. ¿En qué
proporción? Nosotros somos resueltamente agnósticos sobre este punto; la
evidencia disponible no justifica ninguna estimación" (p. 311).
The Bell Curve finaliza con una revisión de las implicaciones políticas de sus
hallazgos. ¿Cuál es el papel del científico social en la formulación de la política
social? Estoy de acuerdo con Kendler (1993) de que es lícito discutir acerca de
las probables consecuencias de las políticas sociales que compiten entre sí. Sin
embargo, juzgar el valor y la diferencia de costes de tales políticas es propio del
224
discurso político más que del científico. Como Kendler documenta, muchos
científicos sociales confunden estas dos funciones. Herrnstein y Murray han sido
duramente reprochados por discutir las implicaciones políticas basadas en los
datos analizados en su libro. Habitualmente muchos investigadores realizan
afirmaciones similares dentro de las ciencias sociales. Por ejemplo, muchas
solicitudes de fondos para proyectos de investigación se basan en las aplicaciones
de los subsidios y esto sirve para justificar las propias solicitudes. Es facil inferir
el interés de estos proyectos, pero raramente se hacen constataciones explícitas
sobre estos problemas. Herrnstein y Murray han sido, en mi opinión, mucho más
explícitos que el resto de científicos sociales en estas materias, y sus discusiones
superan claramente los límites definidos por Kendler. Discuten, por ejemplo,
sobre la acción positiva: "nuestra contribución (esperamos) servirá para calibrar
las opciones políticas asociadas con la acción positiva, y clarificar el equilbrio
de costes y beneficios de estas opciones" (pp. 387 -388).
225
mejores, tanto para los problemas nuevos como para los viejos. En esta tarea los
autores han triunfado admirablemente.
Referencias
226
Scarr, S., & Weinberg, R. A. (1978). The influence of family background on
intellectual attainment. American Sociological Review, 43, 674-692.
Snyderman, M., & Rothman, S. (1988). The IQ controversy: The media and
public policy. New Brunswick, NJ: Transaction Books.
Waller, J. H. (1971). Achievement and social mobility: Relationship among IQ
score, education and occupation in two generations. Social Biology, 18, 252-259.
White, R. K. (1982). The relation between socioeconomic status and academic
achievement. Psychological Bulletin, 91, 461-481.
227
10
Mentiras, condenadas mentiras y estadística*
En un periodo de dos meses se han impreso 400.000 copias del libro “The Bell
Curve” y el senador republicano por Georgia, Newt Gringrich, ha sido elegido
como vocal del Congreso de los Estados Unidos. Probablemente estos dos
hechos simplemente correlacionan y no mantienen una relación causa-efecto,
pero el libro y el representante político tienen mucho en común. Ambos nos
dicen, ante todo, de dónde vienen y a dónde van –aparentemente al mismo sitio.
Si les hacemos caso retrocederemos a un país que les resultará familiar a
Ebenezer Scrooge y Oliver Twist, es decir, a un país de orfanatos y asilos.
228
las razas. Se citan más de 1.000 referencias de las ciencias biológicas y sociales,
y se sugieren distintas propuestas para cambiar las políticas sociales. La
pretensión es, en cierto sentido, lógica; existe una conexión "científica" entre las
evidencias recogidas en las fuentes citadas y las recomendaciones políticas de
los autores. Las políticas pueden ser innecesarias o poco humanas, aunque las
evidencias citadas sean válidas. No obstante, quiero concentrarme en dos
desastrosos errores del libro. Primero, el "calibre" de los datos que citan
Herrenstein y Murray es, como mínimo, patético –estos datos provienen de
trabajos poco sólidos y frecuentemente imprecisos. Segundo, la confusión entre
causación y correlación lleva a Herrnstein y Murray a sacar conclusiones
inválidas.
229
que Lynn, que habia revisado en 1991 más de once estudios sobre CI obtenidos
en Africa, "estimaba la media del CI de los subsaharianos en un valor de 75....
cerca de diez puntos por debajo (cursiva de los autores) del valor habitual de
los afroamericanos". Esto significa, concluyen ellos, que "las especiales
circunstancias" de los afroamericanos no pueden explicar su menor CI promedio
con respecto al CI promedio de los euroamericanos. Por tanto, queda así
justificada la explicación genética para dar cuenta de la diferencia del CI
promedio entre euro y afroamericanos.
Pero, ¿por qué los afroamericanos tienen mayores puntuaciones que los
subsaharianos? Herrnstein y Murray citan a "Owen, 1992" para sustentar esta
afirmación y escriben que "el CI de los estudiantes sudafricanos ‘de color’
(mezcla racial)23 es similar a la de los afroamericanos". La implicación es muy
clara: la mezcla de genes africanos y caucásicos, que tuvo lugar en América y en
Sudáfrica, ha incrementado el CI de los individuos ‘de color’ unos diez puntos
por encima de los subsaharianos. Pero estos datos sobre el CI de los individuos
de ‘color’ y de los africanos, no soportan un mínimo análisis crítico.
23
Nota del traductor.
230
de Lynn porque creen implausible y ridícula esta cifra, si bien no dispongo de
evidencia para apoyar esta afirmación).
Pero, en realidad, Owen no asignó valores de "CI" a ninguno de los grupos que
había evaluado. Simplemente informó de las diferencias grupales en las
puntuaciones de los test en unidades de desviación típica. La puntuación de CI
de 69 fue propuesta por Lynn a partir de esos datos. Como deja claro Owen, no
hay razón para suponer que las bajas puntuaciones en los test tengan nada que
ver con la genética: "el lenguaje juega un papel muy importante y el
conocimiento del inglés de las poblaciones de negros evaluadas es muy bajo".
Los test asumian que los alumnos Zulús estaban familiarizados con objetos tales
como aparatos eléctricos, microscópios o accesorios propios de las "mujeres
occidentales". El plan de investigación original se diseñó para analizar muestras
de individuos negros del mismo origen metropolitano que los blancos y que los
indios. Pero esto no fue posible debido a la situación de agitación e inestabilidad
social, de modo que la muestra de negros se obtuvo en KwaZulu.
En 1992 Owen presentó datos de una muestra de estudiantes ‘de color’ añadida a
los grupos que había evaluado anteriormente. En una nota a pie de página de The
Bell Curve se hace referencia a Owen 1992 (que no aparece despues en la
bibliografia del libro) diciéndose que los estudiantes ‘de color’ de Sudáfrica
“tienen un CI similar al de los afroamericanos" –alrededor de 85. Pero esta
afirmación no se ajusta a los datos de Owen.
El test utilizado por Owen en 1992 fue el Test de Matrices Progresivas de Raven,
una prueba "no verbal" que se considera culturalmente neutra. Así, en el estudio
de 1989, se podia comparar el rendimiento de los estudiantes ‘de color’ con el de
los blancos, indios y negros, ya que un importante grupo de estudiantes habia
completado el test de Matrices y el Junior Aptitude Test. Los estudiantes negros,
recordemoslo, tenian un bajo nivel de inglés, pero Owen cree que las
instrucciones del test son "tan fáciles que se pueden explicar con gestos".
231
En ningún momento del artículo de Owen se asigna a los estudiantes un valor de
CI. La media de respuestas correctas del test de Matrices (de un total posible de
60) para cada grupo fue: blancos 45, indios 42, ‘de color’ 37 y negros 28. El
autor del test, John Raven, siempre insistió en que las puntuaciones obtenidas en
las Matrices Progresivas no debían convertirse a puntuaciones de CI. Las
distintas estandarizaciones de este test indican solamente a qué percentil
corresponden las puntuaciones directas. Las puntuaciones de las Matrices, a
diferencia del CI, tienen una distribución asimétrica en torno a la media (no hay
"curva en campana"). Asi pues, no tiene sentido convertir a puntuaciones de CI
un promedio de puntuaciones directas en las Matrices, y, por tanto, no es posible
realizar una comparación con el CI de los afroamericanos.
232
sabe lo que hay que hacer y logra un resultado de 56 puntos. La baremación
británica de 1979 indica que los primeros se situan en el percentil 1 y los
segundos en el 99. Así, el percentil promedio de los niños es 50,
correspondiendo exactamente al centro de The Bell Curve. El centro de la curva,
por supuesto, supone un CI promedio de 100. Pero Lynn quiere demostrar que,
de hecho, el promedio de la puntuación "directa" fue de 34,5. Esta puntuación
corresponde al octavo percentil en la muestra de baremación. Lynn, consultando
The Bell Curve, observa que el percentil octavo de una distribución normal
corresponde a un CI de 79 y pretende mantener que éste es el CI promedio real
de los Negros. Herrnstein y Murray se lo creen, dado que, después de todo, Lynn
es su experto.
Los otros estudios citados por Lynn, y aceptados como válidos por Herrnstein y
Murray, dicen poco sobre el CI de los africanos, pero dicen bastante sobre las
enseñanzas de Lynn. Así, uno de los once datos de la tabla sobre la inteligencia
de los "negros puros" de Lynn, indica que 1.011 zambianos evaluados con el test
de Matrices Progresivas tienen un promedio de CI de 75. El origen de esta
referencia cuantitativa es "Pons, 1974; Crawford Nutt, 1976". A.L. Pons
administró este test a 1.011 mineros del cobre de Zambia que obtuvieron un
promedio de 34 respuestas correctas. Pons informó de este dato de forma verbal;
este dato está resumido en una tabla de un trabajo de N.H. Crawford-Nutt. Lynn
toma los datos de Pons, a partir de la tabla del artículo de Crawford-Nutt, y
convierte el número de respuestas correctas en un CI promedio fraudulento de
75. Además, Lynn ignoró totalmente la esencia del trabajo de Crawford-Nutt, en
el que informaba de que un grupo de 228 negros de un Instituto en Soweto habia
obtenido un promedio de 45 respuestas correctas en el test de Matrices - más
elevado - que la media de 44 aciertos obtenidos por una muestra, equiparada
según la edad- de sujetos blancos que habian servido de muestra de baremación
del test y muy por encima de los estudiantes ‘de color’ de Owen. Hemos de
indicar que siete de los once estudios que Lynn decidió incluir en esta tabla de
"negroides" presentan solamente las puntuaciones directas en el test de Matrices.
233
Los CI citados por Lynn son invenciones. Los otros estudios citados utilizan test
más claramente dependientes del contexto cultural.
234
un estudio danés que se realizó con 1.400 chicos. Este estudio, dicen, indica que
los hijos de padres con "antecedentes penales" son seis veces más propensos a
cometer delitos que los hijos de padres sin antecedentes. Este hecho es muy
sorprendente y está abierto a distintas interpretaciones. Pero Herrnstein y Murray
centran su atención en este hecho. Los hijos de padres con "antecedentes
penales" han de considerarse como de "alto riesgo" en la previsión de que
puedan ser futuros delincuentes. Entre los hijos de "alto riesgo", los que no
tienen "ningun antecedente policial" presentan 13 puntos de CI más que aquellos
que tienen "antecedentes policiales de algún tipo". Así, de acuerdo con
Herrnstein y Murray, solamente los hijos poco inteligentes de los criminales
encarcelados son los que llegan a tener antecedentes policiales.
235
consecuencia del cambio es que en el cálculo de las puntuaciones de CI no se
tienen en cuenta las de los hijos que hayan sido simplemente sentenciados a
prisión por una violación. Para pertenecer a aquel grupo bastaba con haber
robado un simple ticket de aparcamiento. Para un experto en la literatura de
investigación de las ciencias sociales, el uso de esta definición de criminalidad
sugiere una posible explicación de este fenómeno tan inusual. Quizá si la
definición de criminalidad en el análisis del CI hubiese sido la misma que la que
se utilizó para definir el alto riesgo, los datos no hubiesen apoyado la hipótesis
que los investigadores querian contrastar. Puede que este no sea el caso, pero la
categorización arbitraria "a posteriori" no suele ser correcta en la investigación
científica.
Queremos indicar que no se puede tomar en serio que los "delitos adicionales"
que se añaden a la sentencia de prisión califican el CI de un hijo de alto riesgo.
Más del 57% de los 1.400 chicos del estudio tenian en sus antecedentes delitos
menores sin sentencia de prisión. Los tickets de aparcamiento y tirar basura
parecen candidatos razonables. ¿En qué sentido protege el CI a los hijos daneses
de alto riesgo de cometer una violación o de aparcar ilegalmente? Yo lo
desconozco, y también Herrnstein y Murray.
Veamos otro ejemplo de cita errónea en The Bell Curve; esta vez el error se
produce al tratar de convencer a los lectores de que los negros son menos
inteligentes que los blancos. Herrnstein y Murray sostienen que "las personas
más inteligentes procesan la información más rápidamente que los menos
inteligentes", y que el tiempo de reacción, que "no requiere pensamiento
consciente", es un índice de un proceso subyacente "de velocidad de
procesamiento neuronal .... similar al que ocurre en el microprocesador de un
ordenador". El tiempo de reacción es el tiempo que transcurre entre el encendido
de una luz y la decisión del sujeto de iniciar un movimiento para dar una
determinada respuesta: el tiempo de movimiento es el tiempo adicional necesario
para ejecutar fisicamente la respuesta. Herrnstein y Murray dicen que "en los
236
estudios recientes, el tiempo de reacción correlaciona con el factor g de los test
de CI,... el tiempo de movimiento correlaciona mucho menos con el CI...". El
procesamiento cognitivo, explican, se mide por el tiempo de reacción, mientras
que el tiempo de movimiento evalua "pequeñas habilidades motoras". Se cita el
trabajo de Arthur Jensen de la siguente forma: “el resultado consistente de
muchos estudios indica que el tiempo de reacción de los blancos es más rápido
que el de los negros, mientras que el tiempo de movimiento de los negros es más
rápido que el de los blancos". Los blancos no pueden saltar, pero tienen unos
chips más rápidos dentro de sus cabezas.
237
1993, citado por Herrnstein y Murray, Jensen considera una "anomalia" que
(¡¡otra vez!!) los negros sean un poco más rápidos que los blancos en una tarea
de tiempo de reacción de elección. Herrnstein y Murray no distinguen lo que son
anomalias e inconsistencias. ¿Dos de tres estudios no es algo concluyente? ¿Por
qué no una serie de tres sobre cinco?
Para apoyar este planteamiento citan un único estudio realizado por dos
economistas que analizaron un importante número de escuelas de los distritos del
238
estado de Carolina del Norte. Los investigadores obtuvieron el promedio de los
test realizados por los maestros (calidad de los maestros) y promediaron las tasas
de fracaso escolar en cada distrito. Los resultados que describen indican que "un
1% de incremento en la calidad de los maestros..... se acompaña de una
reducción del 5% del fracaso escolar". Es decir, hay menos fracaso escolar en
los distritos donde los maestros obtuvieron altas puntuaciones en los test de
selección. Pero de esta correlación no se sigue que contratando profesores con
más altas puntuaciones en los test, se vaya a reducir el fracaso escolar. Los
mismos investigadores encontraron que "el tamaño de los grupos de estudiantes
tendía a asociarse con un mejor rendimiento promedio de sus estudiantes". ¿Se
puede deducir que el incremento de la ratio profesor/alumno aumenta el
rendimiento del estudiante? Esta recomendación de actuación política puede
agradar a muchos contribuyentes del mismo modo que expulsar a los maestros
con bajas puntuaciones en los test puede ser otra recomendación política que
guste a otros. Pero ninguna política se deduce de la aplicación lógica de las
correlaciones observadas.
239
¿Qué se puede decir del sorprendente hallazgo de que hay una relación entre una
mayor ratio profesor/alumno y el buen rendimiento de los estudiantes? Es
posible que no sea cierto, pero imaginese que los niños negros deprivados
tienden a estar, de hecho, en pequeñas escuelas rurales segregadas, mientras que
los blancos están en grandes escuelas. ¿Podria ser que incorporar más niños a las
escuelas rurales aumentara la calidad docente? Hay una gran lección en este
ejemplo: la complejidad aritmética de multitud de correlaciones y de las
regresiones que plagan el libro de Herrnstein y Murray, no elevan su estátus de
ser simples asociaciones a relaciones de causa-efecto.
El informe NLSY incluyó más de 12.000 jóvenes que en 1979 tenían 14 años y
que en el momento del estudio tenían 22 años. Los encuestados –a veces la
información la facilitaban sus padres—aportaban datos sobre su formación,
ocupación, ingresos y sobre muchos otros aspectos personales. Estas
informaciones fueron la base para la clasificación según el nivel de SES en su
infancia. Los adolescentes también completaron el AFQT (Armed Forces
Qualification Test) que está considerado por los psicómetras como un test de CI.
En la segunda evaluación se obtuvo información sobre periodo escolar, empleo,
240
pobreza, estado civil, cuidado de los hijos, dependencia de la seguridad social,
criminalidad y conducta parental, entre otros.
Con estos datos, Herrnstein y Murray tratan de demostrar el importante papel del
CI –no del nivel de SES infantil o adulto—en la determinación del éxito social y
en la adecuación moral de su conducta social. Pero la minusvaloración del SES
como factor relevante queda limitado a los autoinformes de los jóvenes. Y esto
no tiene un fundamento sólido. No quiero decir que los autoinformes estén tan
alejados de la realidad. Despues de todo, es bien conocido que los niños de
distintos estratos sociales difieren en su nivel de CI; y en el estudio del NLYS,
los autoinformes de los jóvenes correlacionan con sus puntuaciones en los test de
CI. Pero comparar el valor predictivo de estos autoinformes con las puntuaciones
cuantitativas de los test, es jugar con los dados trucados.
El núcleo del mensaje de Herrnstein y Murray se puede comentar con una gran
simplicidad: "ponga todo junto, el éxito y el fracaso de la economía americana,
241
y todo lo que obtenga estará relacionado con los genes que las personas
heredan". El "incremento del valor mercantil de la inteligencia" está asociado
con "la prosperidad para aquellos que afortunadamente son inteligentes". El
nivel de ingresos es un "rasgo familiar" porque el CI "es un predictor básico del
nivel de ingresos, se transmite de una generación a la siguiente y determina la
movilidad economica". Aquellos que están en la parte baja de la escala
económica son desgraciados por culpa de los genes que han recibido y allí
continuarán.
A lo largo de ocho densos capítulos nos apabullan con datos derivados de las
respuestas de los blancos en el NYLS, intentando describir el papel del CI y del
SES. Emplean un importante número de herramientas cuantitativas,
principalmente la regresión logistica –una técnica que permite especificar qué
pasa si mantenemos constante una variable y dejamos que otra varie de forma
libre. Cuando el SES se mantiene constante "estadisticamente", Herrnstein y
Murray consideran que el CI está relacionado con todos los fenómenos antes
descritos y en la dirección pronosticada. Cuando el CI se mantiene constante, el
efecto del SES se reduce invariablemente, usualmente de forma sustancial, y a
veces resulta eliminado.
242
Se pueden hacer una serie de críticas sobre la forma en que Herrnstein y Murray
analizan los datos, y especialmente sobre cómo los generalizan para incluir
jóvenes negros e hispanos. Pero para no discutir el argumento de partida, vamos
a suponer que sus análisis son precisos y adecuados. Concedamos que, acertada
o erróneamente, la desproporción de salarios y bienestar está relacionada con el
alto nivel de CI. ¿Que nos dicen los análisis de Herrnstein y Murray sobre esto?
Herrnstein y Murray responden que los hijos de los pobres, como sus padres
trabajadores antes que ellos, han nacido con genes pobres. Pertrechados con esta
convicción, aclaman a la "grandiosa historia americana", y despues de esto
sostienen que “controlando el CI”, las discrepancias etnico-raciales en educación
243
y salarios “disminuyen sorprendentemente”. Llegan a esta conclusión a partir de
sus más que cuestionables análisis de regresión. Pero los datos, si son ciertos,
pueden ofrecernos otra lectura. Podemos pensar en el trágico fracaso de la
sociedad americana en la que pocos negros y personas provenientes de niveles
de SES bajos, tienen la suerte de crecer en entornos de desarrollo que les
permiten desarrollar las habilidades necesarias para obtener un alto CI. Para
Herrnstein y Murray es simplemente un problema de raza el que permite el
cambio y el cambio está basado en la posesión de buenos genes y alto CI. La
concepción de que vivimos en una sociedad que coloca a todos los corredores en
el mismo punto de salida no es compartida por estos autores.
La parte inferior del gráfico muestra que "para un persona de edad promedio y
de CI promedio en empleos de alto nivel de CI (117)" la probabilidad de estar en
ese empleo es de 10% para blancos, 26% para negros y 16% para hispanos. Esta
probabilidad, ajustada estadísticamente, proviene de mantener constante el CI
sobre el promedio de participantes en el NLSY que tenian empleos con un alto
nivel de CI (abogados, doctores, etcetera). La idea que se genera de este analisis
de regresión es poderosa. Aquellos, relativamente escasos, negros o hispanos que
244
tienen un CI de 117, lejos de estar discriminados, tienen más probabilidad que
los blancos con el mismo nivel de CI de ocupar empleos de altos ingresos. Quizá
la acción positiva ha degenerado en un racismo inverso.
El gráfico no nos dice nada sobre el número real, o las proporciones reales de
blancos, negros e hispanos del NLSY en las distintas profesiones. El análisis de
regresión ha suavizado la curva y ha escondido los datos reales. Las
probabilidades en la gráfica desaparecen en la curva idealizada (mejor ajustada).
No sabemos en qué medida la curva se ajusta a los datos reales. Sabemos que a
partir del nivel de 117 de CI, que es relativamente raro, la curva en ese punto
está basada en una extrapolación de los mucho más numerosos puntos de CI
inferiores. Esta extrapolación es casi un acto de fe. Cuánto más se puede ilustrar
a partir de simples y burdos cálculos.
24
Referencia al libro publicado por Charles Murray “Loosing Ground” (Nota del Traductor).
245
La tesis básica de The Bell Curve es que "la inteligencia y sus correlatos –
madurez, perspicacia y competencias personales—es muy importante para
obtener un empleo y mantenerlo". Este tipo de teoría no es nueva, y los
psicómetras manifiestan una tendencia a defenderlas. Raymond Cattell,
considerado como "uno de los más ilustres psicómetras de su tiempo", escribió
durante la Gran Depresión que el "desempleo –persistente—que,
desafortunadamente, se considera como un simple problema económico, es de
hecho un problema primordialmente psicológico". El énfasis en los problemas
psicológicos anima a Herrnstein y Murray a especular sobre por qué si
emparejamos a blancos y negros según su nivel de CI, los últimos tienen más
posibilidades que los blancos de estar en paro. Sostienen "la posibilidad de que
las diferencias étnicas, más que otros atributos personales, además del CI,
determinen la capacidad del individuo para adaptarse al mercado de trabajo.
No conocemos si los grupos étnicos difieren en promedio en otros atributos....
No queremos especular más en este sentido". Esto anima al lector a seguir con
los autores hasta la siguiente etapa, donde las especulaciones están a la orden del
dia. El profesor Cattell fue más cauto en sus especulaciones públicas. Escribió
que la raza negra "no ha contribuido prácticamente en nada al progreso social y
a la cultura (excepto en el ritmo, cuya sensibilidad es constitucionalmente mejor
que en los europeos)”. Qué desgracia que el ritmo no cuente demasiado en el
mercado laboral.
Los test de capacidad cognitiva, a diferencia de los test sobre el ritmo, son
considerados por Herrnstein y Murray como unos predictores excelentes de la
"productividad laboral". De este modo, un empresario debería contratar a un
trabajador con un alto nivel de CI para realizar cualquier trabajo: "el empleado
más listo será más productivo que el menos listo". Pero ¿cómo medimos la
productividad de un empleado? La gran mayoria de estudios que validan la
mayor capacidad predictiva de los test de CI muestran que los supervisores
asignan puntuaciones más elevadas a aquellos empleados con mejores
246
puntuaciones en los test. De hecho, por supuesto, esto nos dice que los
supervisores valoran más a los trabajadores con altas puntuaciones en los test –
muchos de los cuales comparten con ellos diferentes rasgos (curiosamente ser
blanco es uno de ellos). No es necesario que nos digan que los trabajadores con
alto CI son más productivos.
Existe también una extensa literatura de investigación que demuestra que los
trabajadores con alto CI tienen un mejor "conocimiento profesional", tal y como
ha sido contrastado por medio de los test de elección multiple. Los trabajadores
con alto CI tienen mayor predisposición a superar las pruebas escritas que se
plantean al final de los cursos de formación para determinados tipos de empleos.
Pero, otra vez, estos hechos no demuestran que –una vez en el trabajo—sean los
trabajadores de mayor CI los más productivos.
247
tan solo dos estudios (ambos militares) que utilizaron muestras de trabajo o test
de "manos a la obra". La descripción de uno de los estudios es falsa, y la del
otro es precisa, pero incompleta.
Pero hay más. A pesar de que Herrnstein y Murray dicen que el estudio duró
cinco años, 194 de los 1.457 trabajadores tenian más de cinco años de
experiencia. ¡Las puntuaciones de los muestreos de trabajo de los trabajadores
con menor CI, pero con mucha experiencia, alcanzaban a los que con igual
experiencia tenian un CI más alto! Las evaluaciones de los supervisores de los
trabajadores con menor CI, pero con experiencia, eran más altas que las de los
trabajadores de alto CI, a pesar de la importante brecha que se mantenia en el
ambito de los test de conocimiento laboral. Estas dificultades intentan
justificarse por "problemas de error muestral" y mediante la afirmación de que
"los resultados del grupo de mayor experiencia son sospechosos".
248
El segundo estudio militar citado por Herrnstein y Murray es el de Maier y Hiatt.
Este estudio está descrito, con suficiente precisión, como justificación de que las
diferencias a favor de los trabajadores con alto CI persisten a lo largo del tiempo
cuando se utiliza como criterio el conocimiento laboral, pero desaparecen
cuando se miden muestras del trabajo real. De hecho, los datos indican que, tanto
para especialistas en radio como para mecánicos de automóviles, los trabajadores
con alto CI puntuan por encima de los que tienen menor CI, tanto en los test de
lapiz y papel como en los de "manos a la obra". ¡Pero al cabo de cuatro o cinco
años de experiencia, los trabajadores con menor CI rinden por encima de los que
tienen alto CI en los test de "manos a la obra"!. En los test de lapiz y papel sobre
"conocimiento laboral", los trabajadores con menor CI no parecen alcanzar las
habilidades superiores en estas pruebas demostradas por los trabajadores de alto
CI. Maier y Hiatt concluyen que el test de CI del ejército es un "predictor válido
del rendimiento laboral si se mide a través de test de manos a la obra, pero que
la validez de contenido de este tipo de test es sensible a la experiencia laboral".
Esta es la forma en la que los psicómetras dicen que después de unos años en un
empleo, la correlación entre CI y productividad laboral se torna levemente
negativa.
249
el más listo de la tribu" eran "tema de conversación alrededor del fuego antes de
que incluso el fuego y la conversación se hubiesen inventado". Entre los
bosquimanos del Kalahari "los mejores cazadores puntuan por encima de los
demas en los test de CI". De acuerdo con esto, es mejor "nacer inteligente que
rico".
Una mujer de bajo CI está predispuesta a tener un bebé de bajo peso, porque "no
comprende las simples lecciones sobre los cuidados que debe tener” cuando está
embarazada. Su problema no es si ha proporcionado o no cuidados prenatales, es
que "no comprende la relación causa-efecto". Las personas con bajo CI, de
acuerdo a The Bell Curve, delinquen porque al no tener la capacidad de prever el
futuro, no les afecta ni asusta la posibilidad de poder ir a prisión; además, no
comprenden "por qué robar a los demás está mal". Pero entonces ¿por qué
cuando un joven "muy torpe" es detenido por la policia, acusado de un delito y
juzgado culpable por el mismo, con más frecuencia que un joven normal, nunca
ha sido encarcelado sólo una vez? "Puede ser ....... porque son menos
competentes en su trato con la administración de justicia criminal. Los datos que
tenemos no nos dicen por qué". Quizas no, pero hay algunas cosas que sí estan
250
disponibles. No hay duda de que O. J. Simpson es una persona "competente",
pero su capacidad para contratar abogados muy caros no es algo irrelevante en el
tratamiento que recibió del sistema de justicia penal.
The Bell Curve, cerca ya de su capítulo final, tiene dos capítulos dedicados a la
acción positiva aplicada a la educación superior y al empleo. Leer estos capítulos
produce una segunda sacudida. Yo creo que el resto del libro está escrito
simplemente para preparar este asalto a la politica de la acción positiva. El vigor
de este ataque tiene una gran contundencia.
La acción positiva no puede resistir "un análisis publico". Está basada en "la
presuposición explícita de que los grupos étnicos no difieren en ..... sus
capacidades". Los procedimientos de contratación y promoción son "un
asunto... que produce... disparidades raciales" y "los empleadores utilizan
criterios dobles para los aspirantes blancos y negros... porque alguien o algo
..... les dicen que lo hagan así". La "degradación de las exigencias intelectuales"
en el reclutamiento de policias ha afectado a "la eficacia de la policia en las
calles". Hemos oido decir a los policias veteranos de Washington DC que "hay
cadetes en la academia que no saben ni leer ni escribir". Un antiguo instructor
decia que "personas diagnosticadas de retraso mental se han graduado en la
academia de policia". Las anécdotas que se cuentan entre los políticos hablan de
reinas de la seguridad social que conducen Cadillacs.
251
cada verano para viajes e investigación" (cursiva en el original). Cuando
pregunté a la oficina de admisiones buscando más detalles del caso, se me
contestó diciendo que no se podian facilitar más detalles por ser información
confidencial. Sin embargo, se me informó de que era un "beca para minorias"
fundada por Angier B. Ducke que ofrecia la Universidad de Duke. Consultada la
Universidad de Duke, se me informó que esta no era una "beca para minorias".
Era una ayuda que se concedia cada año y con una duración de cuatro, sin tener
en cuenta las necesidades, para los 16 mejores aspirantes a la Universidad de
Duke. Incluye los gastos de desplazamiento en verano a la Universidad de
Oxford en Inglaterra. La versión de The Bell Curve parece la de la saga de Willie
Horton en la Ivy League.
Teniendo bien cercana la publicación de The Bell Curve, voy a considerar sus
efectos más perniciosos. El éxito enorme de marketing realizado por el editor y
por el Instituto Americano de Empresa, ha servido para legitimarlo como un
libro académico, cuando es un libro simplemente racista, que hace un año o dos
no se hubiese incluido en el grupo de libros académicos respetables. El
periodista científico del New York Times, Malcom Browne, decidió revisar el
libro de Herrnstein y Murray y otros dos más: el de J. P. Rushton (Race,
evolution and behavior) y el de S. Itzkoff (The decline of intelligence in
America). Browne, tratando acertadamente los tres libros conjuntamente,
252
asegura a los lectores del Times que "el gobierno o la sociedad que persiste en
esconder los temas importantes bajo la alfombra está en peligro". Podemos
esperar, quizas ingenuamente, que la exposición a la luz de la crítica tenga un
efecto antiseptico sobre el academicismo de escritores como Rushton y Itzkoff.
253
de un anónimo cirujano francés que estuvo en Africa en 1898 y algunos datos no
publicados del informe Kinsey sobre la conducta sexual de los americanos. Los
sujetos voluntarios del estudio de Kinsey fueron encuestados sobre el tamaño de
sus propios penes. La proporción de individuos de raza negra que contestó a esta
pregunta fue menor que los individuos de raza blanca. De los pocos negros que
respondieron –apenas unos individuos al azar de raza negra—indicaban penes
ligeramente superiores a los de los individuos de raza blanca.
Para demostrar que los genes negros producen más relaciones sexuales, así como
mayores genitales, Rushton comenta que en el informe Kinsey hubo una
significativamente mayor proporción de negros que de blancos y que las parejas
femeninas tendian a disfrutar de más de un orgasmo por coito. Para confirmar
este dato como un hecho, Rushton –sin decirselo a sus lectores—construye una
tabla uniendo datos de hombres y mujeres que originalmente Kinsey presentaba
por separado. Los datos reales indicaban que un 18% de hombres negros y
solamente un 8% de mujeres negras (!) eran los que declaraban que la mujer
tenía orgasmos múltiples; entre los blancos, la proporción de sujetos que
afirmaban lo mismo era de un 9%, tanto para hombres como mujeres. Los datos,
tal y como los publica Rushton, indican simplemente que el 13% de los negros y
el 9% de los blancos informan de orgasmos múltiples en la mujer. Esto es lo que
Herrnstein y Murray califican como "informes de diferencias de raza detalladas
y convincentes". ¿Qué debería haber escrito Rushton para que los autores de The
Bell Curve concluyesen que se trata de un fanático?
254
determinante del cáncer de próstata es el nivel de testosterona". La cadena de
razonamiento es: el cáncer de próstata está causado por la testosterona; los
negros tienden a padecer cáncer de próstata; entonces los negros tienen grandes
cantidades de testosterona, y la abundancia de testosterona hace que los negros
sean sexualmente muy activos; esto hace que tengan muchos bebés, no se
preocupan de ellos y se convierten en delincuentes o viven de la seguridad
social. Y todo ésto está en los genes.
Este tipo de razonamiento puede desmontarse punto por punto. Para demostrar
que la testosterona causa el cáncer de próstata (algo no compartido por la
mayoria de los médicos) Lynn cita el trabajo de Ahluwalia et al. Según este
trabajo, Lynn dice que "existen niveles más elevados de testosterona en
pacientes con cáncer de próstata que en sujetos de control sanos". Esta
afirmación, como la de Rushton sobre los múltiples orgasmos femeninos, no nos
dice toda la verdad. Ahluwalia et al. informan de que los pacientes de cáncer de
próstata negros en USA tienen niveles de testosterona más altos que los
controles. Pero entre los negros de Nigeria ¡los sujetos control tienen niveles de
testosterona más elevados que los pacientes de cáncer de próstata! La
testosterona parece la causa del cáncer de próstata en USA, pero en Nigeria es un
factor de protección para la misma enfermedad.
Qué pasa con la siguiente pregunta: ¿tienen los negros más propensión que los
blancos a desarrollar cáncer de próstata? Esto es también parcialmente verdad –
pero no en el sentido racial que Lynn intenta sostener. Lynn copia las tasas de
incidencia del cáncer de próstata de individuos "Negroides" y "Caucasicos" en
siete ciudades americanas. Estas estadísticas se han obtenido de la Unión
Internacional contra el Cancer. Hay variaciones de una ciudad a otra, pero en
cada caso los negros-americanos muestran el doble de incidencia que los
blancos. La tasa más alta entre los blancos es de 59,7 por cada 100.000 personas,
en Hawaii (Lynn atribuye erróneamente este valor a los Negroides de Hawaii); la
tasa más baja para los negros es de 72,1 en New Orleans.
255
El trabajo del que Lynn copió (o intento copiar) estas figuras incluye otras
estadísticas relevantes. La tasa en Senegal fué de 4,3 –la tasa más baja excepto
en Japón y Shanghai, de entre más de treinta paises estudiados. Las tasas en
Jamaica y (entonces) Rodesia, fueron de 28,6 y 32,3 –lejanas de las tasas de los
americanos blancos y negros. Estudios de seguimiento de la Unión internacional
indicaron tasas de 9,7 en Nigeria. En Provincia del Cabo, Sudáfrica, la tasa para
los blancos fué de 23,2, entre los bantús fué de 19,2 y entre los africanos de
Natal fué de 23,2. Los hechos son bien conocidos entre los especialistas del
cáncer de próstata: los negros americanos tienen una alarmante tasa de cáncer de
próstata, mayor que los blancos americanos, pero los negros africanos tienen una
tasa menor que los blancos o los negros americanos. Estos hechos no sostienen
por si mismos las interpretaciones racistas que propone el experto psicómetra de
Herrnstein y Murray, Richard Lynn. Admitir a Rushton y a Lynn en el colectivo
de los científicos –por decirlo directamente—es un desprestigio para la ciencia.
Decir esto no es abogar por lo que Malcom Browne describe como "censura
impuesta sobre los cientificos y académicos por los grupos de presión". Es una
simple defensa de la verdad e integridad de la ciencia. La defensa que Herrnstein
y Murray hacen de los argumentos racistas de Rushton –esperamos que el
tiempo diga si los hechos son ciertos o falsos—está formulada en un tono
moderado y razonable. En mi opinión, el trabajo y su defensa son despreciables.
El trabajo de Itzkoff, y sus ecos en The Bell Curve, podian y (debian) haber sido
escritos hace setenta años; de hecho, así fué. Browne resume las opiniones de
Itzkoff con gran precisión: "el menos inteligente, menos educable, pobre,
politicamente apático y que ha sido mal criado, se reproduce más rápidamente
que el listo, rico, activo politicamente y bien criado... y esto ha alimentado una
tendencia disgenésica: la inteligencia colectiva americana se ha diluido y se ha
dañando gravemente la capacidad de la nación para competir
economicamente". Herrnstein y Murray defienden de forma parecida la
propensión de los menos capaces a reproducirse excesivamente, y una vez más
256
guiados por los calculos de Richard Lynn, concluyen que los "inmigrantes
americanos de 1980 provienen de grupos etnicos que tienen puntuaciones de CI
significativamente por debajo de la media de los blancos..."
257
furia de los criticos liberales, academicos y las multitudes hostiles, parece no ser
muy realista si tenemos en cuenta lo que sucede en America. ¿Qué si no un
programa de motivación eugenista es el que proponen Herrnstein y Murray para
acabar con las ayudas sociales a las madres solteras con hijos a su cargo?
258
dramáticamente en los últimos años. De este modo, un joven actual que resuelva
un test de CI estandarizado hace 20 años, tendrá una puntuación muy elevada en
el test. Herrnstein y Murray sugieren que "las mejoras en la salud, la educación
y los cuidados infantiles, pueden esconder efectos demográficos.... Cualquier
buena cosa que podamos conseguir con cambios en el medio es más efectiva si
no tiene que combatir con la corriente demográfica". Su convencimiento de que
"algo muy preocupante está sucediendo con el capital cognitivo del pais" es
inconmovible. ¡Imaginese lo que sucederia en America si para poder tener hijos
fuese necesario tener un doctorado en Ciencias Sociales¡ Con semejantes
ventajas trabajando exclusivamente sobre una buena materia prima, nada
retrasaría nuestra llegada a Utopia. Y nosotros seguiremos comprando más
coches a los japoneses.
Este es el nuevo mundo al que lleva The Bell Curve. Que nuestro pais se mueva
en esa dirección depende de nuestra política, no de la ciencia. Pretender, como
Herrnstein y Murray hacen, que más de 1.000 referencias bibliográficas dan una
base científica a su politica reaccionaria, exige una táctica política aguda, pero
constituye una mala utilización y un abuso de la ciencia. Esto debe quedar claro
para todos los científicos (y yo no soy uno de ellos) que sintonizan con la política
de Herrnstein y Murray. Debemos explicar a nuestros ciudadanos que la
recepción de este libro no tiene nada que ver con su mérito científico o con la
novedad de su mensaje.
259
11
El papel de la inteligencia en la sociedad moderna*
Earl B. Hunt
University of Washington (Seattle, USA)
El año pasado, Richard Herrnstein y Charles Murray publicaron The Bell Curve:
inteligencia y estructura de clases en la vida americana. Aunque incluye más
gráficas que una conferencia de Ross Perot, la obra ha convertido los nombres de
sus autores en palabras familiares. Herrnstein y Murray han sostenido que
América se está dividiendo en los inteligentes, que moverán y agitarán a la
sociedad, y los menos inteligentes, que serán movidos y agitados. Creen que la
división es inevitable, puesto que nuestra tecnológica sociedad exige inteligencia.
Finalmente, dicen que la inteligencia se hereda en buena medida, y que varios
programas gubernamentales, especialmente los de acción positiva, son
indeseables porque tienden a discriminar a los más capaces.
El tumulto sobre The Bell Curve es muy semejante a un debate que se produjo a
principios de los 70. Ese debate se inició cuando Arthur Jensen (1969) escribió
que los programas de enriquecimiento educativo de la Great Society resultaban
*
Publicado originalmente en la Revista “American Scientist” (1995). Traducción de Roberto Colom.
Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. Email: roberto.colom@uam.es
260
inherentemente limitados dado el carácter inmutable de la inteligencia. Y cuando
Herrnstein (1973) sostuvo que las diferencias de inteligencia tenían un
significativo carácter genético. Los contra-ataques no se hicieron esperar, y a
principios de los 80 libros y artículos muy leidos sostuvieron que no existe nada
parecido a la inteligencia general (Gardner, 1983), o que si existía se trataba de
un artefacto estadístico derivado del modo en que se construyen los test (Gould,
1983), e incluso que aunque el CI existe tiene escasa relación con la vida real
más allá de los círculos académicos (Ceci y Liker, 1986). Algunos de estos
autores se han retractado (Ceci y Bruck, 1994, pág. 79).
Una pregunta central del debate es si la competencia mental es una aptitud única,
aplicable en muchas situaciones, o si la competencia es el producto de las
aptitudes especializadas que una persona puede o no poseer. Casi igual de
importante es la pregunta de cómo se traslada la capacidad cognitiva, tal y como
la valoran los test de CI, al rendimiento cotidiano. Las presentaciones populares
dejan la impresión de que estas preguntas tienen respuestas simples. Pero esto no
es así. Mi meta en este ensayo es discutir diferentes teorías sobre cómo se
relaciona la inteligencia con el rendimiento en la sociedad moderna. Aunque
sabemos muchas cosas sobre las diferencias individuales en la cognición
humana, no tenemos una única teoría de propósito general en la que todos
estemos de acuerdo y que organize los hechos conocidos, ni parece probable que
la vayamos a tener en breve. Hay distintas teorías que no son ni ciertas ni
inciertas, sino útiles para distintos propósitos.
261
diferencias individuales en la cognición humana, pueden medirse adecuadamente
a través del rendimiento en los test de inteligencia, y que la inteligencia se puede
definir, por tanto, por las variaciones que separan a las personas según sus
puntuaciones en esos test. Esta noción fue llevada a su extremo cuando el
psicólogo Edwin Boring (1923), en un debate público con el columnista Walter
Lipman, declaró que “inteligencia es lo que miden los test de inteligencia”. De
todo modos, conviene darse cuenta de que esa declaración no es tan arrogante o
autosuficiente como pudiera parecer. Para saber por qué, debemos mirar qué son
los test de inteligencia y cómo se infieren las medidas de la inteligencia a partir
de las puntuaciones de los test.
La mayor parte de los test de inteligencia no miden una sóla cosa, en el mismo
sentido que una escala mide sólo la atracción gravitacional entre un objeto y la
tierra. En su lugar, los test de inteligencia están compuestos por una serie de
elementos que exigen a los sujetos realizar distintas tareas cognitivas. Se supone
que la puntuación en el test mide los elementos comunes que se activan en las
distintas tareas. Por ejemplo, la muy usada batería Wechsler Adult Intelligence
Scale (WAIS) incluye subtest que valoran el vocabulario, la memoria a corto
plazo, la aptitud aritmética, el conocimiento del mundo y otras capacidades
específicas. El SAT (Scholastic Achievement Test), un test escolar de amplio uso,
262
y la ASVAB (Armed Service Vocational Aptitude Battery), usada con reclutas,
están organizadas de un modo similar. En lugar de entender que esos test son
varas cognitivas de medida de la inteligencia, del mismo modo que una vara real
mide longitud, es mejor concebir a un test de inteligencia como una especie de
intersección mental, en la que la capacidad cognitiva se infiere combinando
puntuaciones en los subtest, del mismo modo que la aptitud atlética se puede
inferir combinando las puntuaciones en un decathlon.
263
en la localización de los pimientos. Si aplicásemos el análisis factorial a las
puntuaciones de los test, en lugar de a los perritos calientes, el primer factor
explicaría la mayor parte de la variación de las personas, del mismo modo que la
longitud del perrito caliente explica la mayor parte de las posiciones de los
pimientos. Pero en lugar de decir “longitud del perrito caliente”, decimos
“inteligencia general”.
Hay dos objeciones a este argumento. Una es que cuando reducimos los datos del
espacio K-dimensional al espacio P-dimensional, la orientación de las
dimensiones ortogonales en el espacio P-dimensional es arbitraria. Para ver esto,
volvamos al perrito caliente. Aunque localizar pimientos puede pasar de ser un
problema en tres dimensiones a un problema en una sola dimensión, esa
dimensión no tiene por qué apuntar exactamente hacia el eje principal del perrito
caliente. Puede ser rotado a cualquier ángulo, excepto formar ángulo recto con el
eje principal, y los pimientos podrían seguir siendo localizados con igual
precisión.
264
Supongamos que la variación estadística de los datos se puede reducir a partir de
K dimensiones (el espacio original de los test) a P dimensiones ortogonales. Esto
solo es posible si los K test originales correlacionan positivamente, lo que suele
pasar siempre. En este caso, siempre cabrá la posibilidad de hallar una solución
en M dimensiones, donde P < M < K, en las que algunas de las M dimensiones
no serán ortogonales (en términos psicológicos, si dos aptitudes no están
estadísticamente relacionadas, las dimensiones que las representan serán
ortogonales). Ahora, supongamos que tenemos alguna razón teórica para creer
que los datos de los K test originales han sido generados a partir de dos o más
factores mentales subyacentes estadísticamente relacionados. Recuperando el
ejemplo del atletismo, se podría argumentar que las puntuaciones en decathlon
están determinadas por la fuerza y la velocidad de los atletas, y que existe una
relación estadística entre fuerza y velocidad. Razonar de este modo suele
denominarse especificar una estructura factorial para las aptitudes subyacentes.
Gould sostuvo que los psicómetras no podían distinguir entre estructuras
factoriales alternativas. Hoy en día sí pueden hacerlo.
265
cristalizada (Gc) y razonamiento viso-espacial (Gv). Cattell y Horn las describen
del siguiente modo:
266
mantienen constantes e incluso aumentan con la edad (Horn, 1985; Horn y Noll,
1994). Esto no es sorprendente. La experiencia cuenta; la mayor parte de las
posiciones de liderazgo en nuestra sociedad están ocupadas por personas
mayores de 40 años. Por otro lado, las personas mayores y de mediana edad
requieren más tiempo que los más jóvenes para entender nuevos métodos de
resolución de problemas y para manejarse con tareas novedosas. La edad no es la
única variable que parece tener distintas influencias sobre la inteligencia fluida y
la cristalizada. El alcohol parece tener efectos similares.
267
resolución de problemas previamente adquiridas. Esto reduce, pero no elimina,
las demandas de memoria operativa.
268
representaciones de un problema (la inteligencia fluida de Cattell y Horn) y de
qué modo gracias a la experiencia se pasa de la representación del problema al
reconocimiento de patrones, mediante la aplicación de soluciones pasadas a los
problemas actuales. Puesto que desarrollar una representación impone mayores
exigencias a la memoria operativa y a la atención que el reconocimiento de
patrones, aprender a realizar una tarea intelectual será más duro que hacerla de
hecho. La teoría también implica que las personas que tienen un buen
rendimiento en las tareas de inteligencia fluida, tendrán una mayor capacidad de
la memoria operativa; así suele ocurrir (Carpenter, Just y Shell, 1990).
La mayor parte de nuestras medidas cotidianas son medidas lineales. Una medida
lineal supone que un intervalo constante significa la misma cosa en cualquier
punto de la escala. Por ejemplo, añadir una pulgada a una tabla de seis pies
produce el mismo cambio de longitud que añadir una pulgada a una tabla de
269
cinco pies. Las medidas lineales nos resultan tan familiares que solemos asumir
que sus propiedades se aplican a cualquier característica que se pueda describir
con números. Pero esto no es así, y ese supuesto erróneo puede ser
particularmente confuso cuando tratamos de la inteligencia.
Zi = (xi - µ)/s
CI = 15z + 100
Esto da lugar a que una persona de inteligencia media tenga una puntuación de
100. Esta ecuación es simplemente una convención escalar; la definición real se
incluye en la primera ecuación, que hace que la unidad de puntuación sea la
desviación típica. Herrnstein y Murray se refieren a la desviación típica como si
fuese una pulgada, pero no es así. La desviación típica no está determinada por
los valores absolutos de las puntuaciones de una población, sino por la amplitud
270
con la que difieren las puntuaciones. Además, el punto cero de la escala de CI
(CI = 100) está determinado por la media de la población, no por una definición
de “inteligencia media” en términos de rendimiento intelectual. Por tanto, la
puntuación de CI de un individuo es una puntuación relativa que se compara con
la media y la variabilidad de la población de referencia; no es una medida
absoluta de competencia mental. Si midiésemos la altura en los mismos términos
que medimos el CI, un hombre de seis pies y seis pulgadas tendría una
puntuación típica algo mayor de 2, según la población general de varones de los
Estados Unidos. Sin embargo, la misma persona tendría una puntuación de 0 si la
población de referencia fuesen los jugadores de la NBA.
Rendimiento laboral =
rendimiento medio en el trabajo + B * CI
B se calcula para hacer las predicciones más exactas posible. El grado real de
precisión se mide a través del coeficiente de correlación, que varia de 0 (ninguna
precisión) a 1 (predicción perfecta). Determinar los coeficientes de regresión y de
correlación a partir de una serie de datos es relativamente sencillo. El problema
aparece cuando se hace una extrapolación a situaciones nuevas, en las que
algunos datos caen fuera del rango de las unidades de CI observadas en el estudio
original. Un ejemplo podemos observarlo al extrapolar la relación nivel
educativo-CI observada en estudiantes de high school, a la relación nivel
271
educativo-CI en estudiantes de college. Este tipo de extrapolaciones asumen
implicitamente que las puntuaciones de CI son medidas lineales de los rasgos
intelectuales que se supone que miden. Pero no es verdad. Supogamos que
cuando una persona tenía 20 años sufrió un trauma cerebral o una infección que
redujo su CI en 20 puntos (este tipo de sucesos son posibles). Si era estudiante de
medicina o de derecho con un CI original de 140, posiblemente pudo terminar su
carrera, aunque quizá no con el mismo nivel de rendimiento. Si la persona
hubiese sido un obrero con un CI original de 80, la reducción a 60 le habría
llevado a una situación de riesgo de quedarse sin hogar, de caer en la pobreza y
otra serie de problemas sociales importantes.
272
puntuaciones. Entre otras cosas, Detterman y Daniel estudiaron las correlaciones
entre los subtest del WAIS y hallaron correlaciones más altas entre las
puntuaciones de los subtest para personas con CI por debajo de la media, que
para personas con puntuaciones por encima de la media. David Waller, Derek
Chung y yo mismo hallamos el mismo resultado cuando analizamos las
puntuaciones de la ASVAB, que Herrnstein y Murray emplearon en The Bell
Curve para determinar la relación entre CI y varios indicadores de ajuste social.
Parece que la inteligencia general puede ser una declaración imprecisa, ¡pero sí
parece ser precisa la declaración sobre la falta general de inteligencia!
273
En términos económicos parece que la puntuación de CI mide algo con un valor
decrecientemente marginal. Es importante tener suficiente, pero tener grandes
cantidades no resulta especialmente ventajoso. Lo siento por Mensa, pero así son
las cosas. La ausencia de linealidad es importante cuando nos hacemos una
pregunta clave planteada por Herrnstein y Murray: ¿cuál es la relación entre
inteligencia y rendimiento laboral?
Nadie debería preocuparse por saber quién tiene inteligencia, o por qué la tiene,
si no fuese importante. Una de las afirmaciones de los oponentes de los test en
los años 60 y 70, fue que los test de inteligencia se limitaban a medir rendimiento
académico, y que incluso en ese caso lo hacían bastante mal. Una de las mayores
contribuciones de Herrnstein y Murray ha sido exponer un poco de Mokita. La
inteligencia, tal y como la miden los test, es realmente importante, tanto en la
escuela como en el trabajo, aunque pueda ser importante por otras razones a las
mantenidas en The Bell Curve.
274
Hunter revisó estudios sobre la relación entre rendimiento laboral y puntuaciones
en la General Aptitude Test Battery (GATB), un test del Departamento de
Trabajo, muy usado hasta finales de los 80, momento en el que el programa se
vió implicado en una controversia respecto a su imparcialidad con las minorías.
La GATB fue eliminada por una decisión política, no científica. Tras un
detallado análisis estadístico, Hunter concluyó que la “verdadera” relación entre
inteligencia y rendimiento laboral en la población, estaba alrededor del 0,5. Esta
conclusión depende mucho de la extrapolación de las relaciones más allá de los
datos, dado que se asume el principio de linealidad. Un Comité Científico
Nacional que revisó la GATB argumentó que Hunter debería haber usado las
correlaciones observadas, situadas en un rango de 0,2 a 0,3. La verdad
probablemente está entre estas dos estimaciones, suponiendo que la
extrapolación se haya hecho a trabajos comparables (Hunt, 1995). Y esta es una
caución importante.
275
algo por debajo de 100, mientras que los profesionales de alto salario, como
doctores y abogados, tienen un CI medio de 125 o más. A veces se sostiene que
esto se debe a que se requiere inteligencia general para lograr la certificación
educativa necesaria para estar cualificado a realizar un trabajo, pero que es
menos importante para realizar el trabajo en sí mismo. Algunas evidencias
parecen favorables a este argumento. Los estudios militares y civiles han
encontrado que los test de CI son mejores predictores del rendimiento, cuando las
personas están en los programas de entrenamiento que cuando ya están
desempeñando el trabajo. Una vez que las personas ya están en el trabajo, las
correlaciones entre CI y los test de conocimientos sobre el trabajo son mayores
que entre CI y observaciones directas del rendimiento en el trabajo. Sin embargo,
ninguna de las correlaciones desaparece.
276
Desenrredando las variables sociales
Las personas en situación de pobreza tendrán, con una alta probabilidad, un bajo
CI (en promedio), peor salud y procederán de familias de bajo estátus
socioecoómico (SES). ¿Cuál es la causa? Es dificil responder a esta pregunta, en
parte por la dificultad del análisis estadístico y en parte porque la mayoría de los
problemas sociales tienen múltiples causas. Los jóvenes que dependen del estado
puede estar ahí por una combinación de baja inteligencia, falta de educación y
apoyo familiar limitado.
277
In (p/(1-p)) = A + BCI(CI) + BSES(SES) + BED(ED) + .....
278
ese riesgo. Esta función no es algo intuitivo para la mayor parte de las personas.
La colinealidad se refiere al hecho de que las variables predictoras –CI, SES,
educación y algunos otros posibles predictores—se encuentran correlacionados.
En los datos del NLSY, por ejemplo, la correlación entre CI y SES es de 0,55,
que es casi tan alta como la correlación entre el peso y la altura de una persona
adulta.
Waller, Chung y yo mismo, hemos llevado a cabo análisis similares para otras
variables de riesgo incluidas en la base de datos del NLSY, tales como los
problemas de salud y el desempleo prolongado. No hemos hallado una
representación simple. Lo que sí está clara es la necesidad de considerar la no
linealidad y la colinealidad en cada caso. Incluso aun cuando se hace esto, las
puntuaciones en los test de inteligencia situadas en el 15% inferior
(aproximadamente un CI de 85 ó menos) casi siempre indica que una persona
279
está en riesgo sustancial de encontrarse con problemas en nuestra sociedad. Es
importante recordar que esta es una declaración estadística, puesto que a nivel
individual actúan interacciones no estadísticas. Indudablemente hay muchos
casos en los que una persona con bajo SES familiar hereda limitaciones genéticas
de CI, y, en promedio, el CI es indicativo de hasta qué punto una persona se
beneficiará de la educación. También hay otros casos en los que la falta de apoyo
familiar o la carencia de oportunidades educativas adecuadas, pueden restringir el
potencial intelectual de una persona, incluso aunque esa persona tenga una alta
motivación de logro. La estadística no puede decirnos hasta qué punto cualquiera
de estas variables opera en un caso individual. Todo lo que puede decirnos la
estadística es el número de casos que cabe esperar encontrar a nivel poblacional.
Standard Score for Parental Socioeconmic Status= Puntuación Típica para el Estátus Socioeconómico Familiar. Standard
Score for Armed Forces Qualification Test=Puntuación Típica en el Test de Inteligencia de la Armada. Probability of Being
in Poverty Status=Probabilidad de caer en una Situación de Pobreza.
Una vez más, vemos que los datos quedan mejor explicados por la perspectiva
que la psicología cognitiva tiene de la inteligencia como un proceso que
interactua, en lugar de por el énfasis psicométrico en las relaciones lineales.
Desde la perspectiva de la psicología cognitiva, el bajo CI puede causar
problemas sociales, debido a algún fallo en algún componente general de la
cognición, pero una vez llegado a un determinado nivel de aptitud, las personas
280
pueden abordar adecuadamente sus situaciones sociales (¡los antropólogos no se
sorprenderán al encontrar que la mayor parte de la gente es capaz de operar en su
propia cultura!). Sin embargo, pueden producirse problemas sociales si el umbral
para funcionar adecuadamente en la sociedad se eleva tanto que un número
sustancial de personas no puede satisfacer. Este tema volverá a aparecer cuando
observemos la interacción entre los hechos científicos y las políticas públicas.
281
intelectuales. La alfabetización se asocia con el aprecio del razonamiento
abstracto, que es considerablemente importante en una sociedad
tecnológicamente orientada. Las culturas tradicionales no alfabetizadas parecen
dar más importancia al razonamiento basado en la memoria y la experiencia
personal. No obstante, estas observaciones tienen una importancia limitada para
el estudio de las variaciones intelectuales dentro de nuestra propia cultura, en las
que un nivel mínimo de alfabetización es virtualmente universal.
Existen algunos indicios de que los niveles de inteligencia han ido cambiando en
las culturas occidentales. Flynn (1987) ha observado que las puntuaciones
absolutas en test de razonamiento abstracto (Gf) han aumentado en Norteamérica
y en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Un dato interesante es que las
puntuaciones en los test diseñados para evaluar el conocimiento de carácter
cultural y las técnicas de resolución de problemas (p. e. el SAT) han declinado en
el mismo periodo. Aunque se desconocen las razones de estos cambios, el hecho
de que se hayan movido en direcciones opuestas es mayor evidencia a favor de la
distinción entre la inteligencia como una aptitud para resolver problemas
abstractos y la inteligencia como una aptitud para abordar problemas
culturalmente relevantes.
282
correlación entre las variables genéticas y sociales. Dicho de un modo algo
distinto, las predicciones genéticas basadas en el CI de los padres o de los
hermanos, pueden explicar la variabilidad de CI de los niños después de haber
considerado los factores sociales, pero los factores sociales no están relacionados
con el CI del niño después de haber considerado la variabilidad genética (Scarr,
en prensa).
283
predicen el rendimiento de los grupos mayoritarios. Con unas pocas excepciones
(generalmente relacionadas con los test de lenguaje en los latinos) los problemas
de los test que parecen tener menos sesgo cultural muestran algunas de las
mayores diferencias grupales. Herrntein y Murray sostienen que los test son
igualmente válidos para las mayorías y las minorías; aunque algo fuerte, esta
afirmación está más cerca de la verdad que la afirmación de que los test son
totalmente inválidos. Esto no significa que las diferencias grupales en las
puntuaciones de CI tengan un origen genético. En nuestra sociedad, el estátus
étnico y las variables sociales que parecen correlacionar con la inteligencia, son
muy confusas. Por tanto, los datos actualmente disponibles no permiten
decantarse por una explicación genética o no genética. No sabemos si las
diferencias étnico-grupales son innatas o no lo son. Dada la complejidad de la
situación, no siendo la menor en qué grupo étnico se incluye una determinada
persona, será mejor que dejemos el tema aquí.
CI y habilidades cognitivas
284
Sea cual sea el modelo adoptado, los psicólogos se han visto frustrados en la
búsqueda de modos de aumentar la función cognitiva. La investigación ha
mostrado de qué modo se puede reducir la inteligencia de la persona a través de
la intervención física, pero no de qué modo se puede mejorar. Existen algunas
drogas que producen breves mejoras en funciones cognitivas específicas, como la
memoria o la atención, pero la pildora de la inteligencia está todavía muy lejos de
nosotros. Y aunque se puede sospechar que la nutrición puede tener un efecto
significativo, las evidencias son escasas respecto a los efectos de la nutrición en
el mundo desarrollado.
285
El estudio de Levidow supuso un programa educativo cuidadosamente
supervisado. ¿Se podrían dar unos incrementos similares simplemente invirtiendo
más esfuerzo en la educación? En 1994 el sistema escolar de la ciudad de New
York, a raiz de la insistencia del nuevo rector, exigió que todos los estudiantes de
décimo grado asistiesen a unos cursos de ciencia a los que previamente solo
habían asistido la mitad de los estudiantes, generalmente los más aptos. El
número pasó de 20.000 a 48.000 estudiantes. La proporción de fracasos aumentó
del 13 al 25%. Los pesimistas interpretarán este dato como la consecuencia
lógica de intentar enseñar temas complejos a los estudiantes menos inteligentes.
Posiblemente algo de esto sea cierto. Pero el hecho es que más del doble de los
estudiantes completaron con éxito el curso en 1994 respecto a 1993.
¿Cuáles son las medidas que pueden ser adecuadas para juzgar ese tipo de
programas? En nuestra sociedad, el mercado de trabajo sustituye a la vara de
medir. Herrnstein y Murray mantienen que los cambios en nuestra sociedad están
aumentando el valor de las ocupaciones intelectualmente exigentes, de modo
relativo al valor que se le da a las ocupaciones menos exigentes intelectualmente.
286
Así, por ejemplo, estos autores dirían que, en los tiempos modernos, el valor
social de los diseñadores de sistemas de computación y de los gestores de
empresas financieras, ha aumentado en relación al valor de los libreros y de los
cajeros. Ellos no son los únicos que han hecho apreciaciones de este tipo. El
secretario de trabajo Robert Reich (1991) ha descrito el ascenso del analista de
símbolos, es decir, la persona experta en tratar con modelos abstractos del mundo
en lugar de directamente con el mundo real. La evidencia favorable a esta
tendencia es abrumadora, y todos los indicadores señalan que el cambio se verá
acelerado por los cambios tecnológicos que claramente están a la vuelta de la
esquina (Hunt, 1995).
287
SES correlaciona positivamente con la inteligencia, acentuar el desarrollo de las
habilidades intelectuales del límite superior tiende a hacer más afortunados a los
que ya lo son. Las ventajas económicas de la inversión deben ser ponderadas en
relación a la tendencia general de nuestra sociedad a rechazar el apoyo dirigido a
los privilegiados.
288
formulada por Herrnstein y Murray –¿marginan a los más capaces reduciendo así
los recursos intelectuales de país?—está claramente en nuestro tejado.
289
The Bell Curve deja la impresión de que nada se puede hacer, debido a que las
diferencias de CI tienen un carácter inmutable. Esta posición va más allá de la
evidencia. De hecho, Herrnstein y Murray admiten que algunos programas de
mejora educativa, que ellos consideran demasiado caros para ser implantados a
nivel nacional, han sido efectivos. Pero la decisión de si un programa es
demasiado caro o no, es algo que debe ser valorada a nivel político, no científico.
290
mueven y los que agitan la sociedad pueden, verdaderamente, evitar ser movidos
y agitados. Hay preguntas fascinantes para las personas interesadas por las
intersecciones entre la sociología, la economía, la antropología y la psicología
cognitiva. Todavía no tenemos las respuestas. Pero las necesitaremos pronto,
dado que los políticos que dependen de Mokita vuelan a ciegas.
Agradecimientos
Referencias
291
Ceci, S. J., and J. Liker. 1986. Academic and nonacademic intelligence: An
experimental separation. In Practical Intelligence: Nature and Origins of
Competence in the Everyday World, ed. R. J. Sternberg and R. K. Wagner.
Cambridge: Cambridge University Press.
Detterman, D. K., and M. H. Daniel. 1989. Correlations of mental test with each
other and with cognitive variables are highest in low IQ groups. Intelligence
13:349-360.
Ericsson, K. A., R. Th. Krampe and C. Tesch-Romer. 1993. The role of
deliberate practice in the acquisition of expert performance. Psychological
Review 100(3):363-406.
Gardner, H. 1983. Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. New
York: Basic Books.
Gardner, H. 1993. Creating Minds. New York: Basic Books.
Gould, S. J. 1983. The Mismeasure of Man. New York: Basic Books.
Gustafsson, J. E. 1984. A unifying model for the structure of intellectual abilities.
Intelligence 3:179-203
Herrnstein, R. J. 1973. I.Q. in the Meritocracy. Boston: Little, Brown.
Herrnstein, R. J., and C. Murray. 1994. The Bell Curve: Intelligence and Class
Structure in American Life. New York: The Free Press.
Horn, J. L. 1985. Remodeling old models of intelligence. In Handbook of
Intelligence. Theories, Measurements, and Applications, ed. B. B. Wolman. New
York: Wiley. Pg. 267-300.
Horn, J. L., and J. Noll. 1994. A system for understanding cognitive capabilities:
A thoery and the evidence on which it is based. In Current Topics in Human
Intelligence, ed. D. K. Detterman. Volume 4: Theories of Intelligence. Norwood,
N.J.: Ablex.
Hunt, E. 1995. Will We Be Smart Enough? A Cognitive Analysis of the Coming
Workforce. New York: Russell Sage Foundation.
Hunter, J. E. 1986. Cognitive ability, cognitive aptitudes, job knowledge, and job
performance. Journal of Vocational Behavior 29:340-362.
292
Jencks, C. 1992. Rethinking SocialPolicy:Race, Poverty, and the Underclass.
Cambridge, Mass.:Harvard University Press.
Jensen, A. R. 1969. How much can we boost IQ and scholastic achievement?
Harvard Educational Review 39(1):1-123.
Kirsch, I. S., J. Jungeblut, L. Jenkins and A. Kolstad. 1993. Adult Literacy in
America. Washington: National Center for Educational Statistics.
Levidow, B. B. 1994. The effect of high school physics instruction on measures
of general knowledge and reasoning ability. Unpublished Ph.D. Dissertation, U.
of Washington.
Reich, R. 1991. The Work of Nations: Preparing Ourselves for 21st Century
Capitalism. New York: Knopf.
Scarr, S. In press. Behavior genetic and socialization theories of intelligence:
Truce and reconciliation. In Intelligence, Heredity, and Environment, ed. R. J.
Sternberg and E. G Rigorenko. Cambridge: Cambridge University Press.
Simonton, D. K. 1984. Genius, Creativity, and Leadership: Historiometric
Inquiries. Cambridge, Mass.: Harvard University Press.
Spearman, C. 1904. General intelligence, objectively determined and measured.
American Journal of Psychology 15:201-293.
Spearman, C. 1927. The Abilities of Man. London: MacMillan.
Thurstone, L. L. 1938. Primary Mental Abilities. Chicago: University of Chicago
Press.
Wigdor, A. K., and B. F. Green, Jr. 1991. Performance Assessment in the
Workplace. Washington: National Academy Press.
293