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Una ausencia recorre este libro de punta a cabo y se deja sentir como, seg�n dicen,
algunos miembros amputados. �Me refiero a la elecci�n de los poetas? �Alguna
ausencia llamativa o inexplicable? No, nada de eso. Basta una ojeada para
percatarse de que aqu� est�n todos los nombres que espera encontrar un lector no
especializado: los hermanos Schlegel, Novalis, Tieck, el fil�sofo Schelling� y el
burl�n Heine para cerrar la fiesta. Incluso nos reencontramos con H�lderlin, el m�s
�famoso� de los rom�nticos y al mismo tiempo un poeta de tal envergadura que
justificar�a su elisi�n para no entorpecer al resto, y que ha sido incluido en el
volumen con una sabia selecci�n de poemas que nos deslumbran sin desestabilizar el
conjunto. Nadie que conozca lo que se despliega cuando se trata de H�lderlin dejar�
de admirar esta operaci�n de alta orfebrer�a. A estos nombres hay que a�adir varios
que el lector espa�ol quiz�s maneja con menos soltura pero de los que querr�amos
leer m�s, en especial Clemens Brentano y Joseph von Eichendorff, dos poetas
melanc�licos, burlones, que se mueven entre la fascinaci�n por lo popular y un
tenso misticismo, magn�ficos ambos.