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Siglo XVI
Desde la época clásica y medieval los objetos geológicos habían traído interés a las personas.
Numerosos escritos los describían teniendo en cuenta sus colores, texturas y formas. Durante
el Renacimiento (Siglo XVI) Georgius Agricola hizo un avance mayor al clasificar dichos
objetos, a los cuales denominó fósiles (1546), según sus propiedades físicas como la dureza
y la textura. Esto dio pie para que el médico suizo Gesner en 1565 publicara una clasificación
más detallada sobre los fósiles lo que permitió una identificación más segura de los objetos
descritos; aunque en dicha clasificación no se diferenciaban los fósiles de origen orgánico de
los rastros o marcas inorgánicas.
Siglo XVII
La publicación de Stensen sobre los dientes de tiburón abrió un gran debate en 1660 que duró
50 años sobre el origen de los fósiles. El debate trataba de resolver si los huesos, conchas y
dientes petrificados que se encontraban en las rocas, eran restos orgánicos o no. Robert
Hooke, líder de la Royal Society, sostenía que no era posible que estos fósiles encontrados
en las rocas se hubiesen formado sin ningún propósito, que como la finalidad de las conchas
eran proteger a los moluscos y los dientes eran usados para morder, entonces los fósiles
encontrados de estos eran restos pertenecientes a animales. Señaló también que algunos de
estos animales al parecer se habían extinguido. Por otro lado el médico londinense Martin
A través del trabajo estratigráfico publicado por Cuvier y Alexandre Brongniart en 1808 y
los trabajos estratigráficos y paleontológicos publicados por Curvier en 1812 la incógnita fue
resuelta ya que se demostró la aparición sucesiva de faunas diferentes y cómo distintas