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COLEGIO EMPRENDER TEMUCO DEPARTAMENTO DE VALORES, HISTORIA Y CIUDADANÍA

Sede Enseñanza Media 1° MEDIO


Benjamín Franklin nº 2485 2018

El triunfo del Liberalismo en Europa y América en el


siglo XIX
El siglo XIX se caracterizó por ser un periodo de profundas transformaciones tanto a nivel
político como económico, social y cultural, las cuales fueron el resultado de la expansión y
triunfo de las ideas liberales en distintas zonas de Europa y América. Si bien en cada país la
llegada y triunfo de estas ideas se dio de manera y en ritmos diferentes, de acuerdo al contexto
de cada país, este proceso tuvo diversos elementos en común, además de dar forma a sistemas
políticos y económicos similares, lo que contribuyó en gran medida a consolidar un “orden
mundial" en el que los destinos de las diversas naciones estuvieron intervinculados entre sí.
¿De dónde surgieron las ideas liberales?, ¿cómo lograron expandirse en las diversas naciones
occidentales?, ¿a qué tipo de sistemas políticos dieron lugar? Estas son algunas de las preguntas
que esta guía te ayudará a resolver.

SURGIMIENTO Y CARACTERÍSTICAS DEL LIBERALISMO.

El liberalismo fue una corriente de pensamiento que se desarrolló de manera simultánea en


distintas partes de Europa (en especial en Inglaterra y Francia) durante fines del siglo XVII y el
siglo XVIII, la cual entremezcló algunos de los principios del pensamiento ilustrado (defensa
de la razón como la principal virtud humana, la que permitiría alcanzar un progreso y bienestar
ilimitado) con los intereses políticos y económicos de la burguesía, grupo social vinculado a
la labor productiva (dueños de industrias) y el comercio, el cual gracias a la Revolución Industrial
había experimentado una consolidación de su poder socio‐económico, así como de su identidad
como grupo social distinto a la nobleza y el bajo pueblo.

La percepción del humano como un ser superior a las demás criaturas por su capacidad de
razonar, la búsqueda de sobreponerse y dominar a la naturaleza a través del descubrimiento de
las leyes de su funcionamiento, posible gracias al desarrollo científico y el establecimiento de la
duda o el cuestionamiento como una virtud, sumadas al afán de alcanzar el progreso y pleno
bienestar mediante el uso de la razón, que debía convertirse en el motor de las acciones
individuales y colectivas (todas características del pensamiento ilustrado) produjeron con el paso
del tiempo un creciente cuestionamiento a las formas en que tradicionalmente se había
organizado la sociedad. Este cuestionamiento se desarrolló tanto a nivel político como
económico, proceso que se vio fortalecido por los profundos cambios que en ambos ámbitos se
vivían como consecuencia de la Revolución Industrial (ámbito económico‐social) y el
despotismo ilustrado (adopción de principios de la Ilustración por parte de los monarcas
europeos en busca de fortalecer su poder).

Es así como distintos pensadores de la época cuestionaron el orden político monárquico,


reinterpretando el origen de este poder, que dejó de ser visto como un designio divino para ser

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interpretado como una decisión


humana, además de proponer nuevas
formas en que el poder podía ser
organizado en beneficio de la sociedad.
Entre estos pensadores destacaron
John Locke en Inglaterra y Jean‐
Jacques Rousseau en Francia,
quienes propusieron que el origen del
poder político estaba en un acto
voluntario de entrega de la libertad y
poder individual con el que cada
persona nace (libertad natural) a un
ente o poder central que, gracias a la
suma de los poderes individuales que le
fueron entregados, era capaz de
proteger a todas las personas. La
entrega del poder y la limitación de la
libertad natural para garantizar el propio bienestar y el de la sociedad en su conjunto recibió el
nombre de “Contrato o Pacto Social” y para ambos autores este acto era el origen del poder y
libertad política o civil.

El ente o poder central surgido de la suma de los poderes individuales, denominado Estado,
podía ser manejado por el monarca (Locke) o representantes del pueblo que delegó su poder
(Rousseau), pero en ambos casos las facultades o poder del Estado debía estar limitado en
busca de evitar que el Contrato Social fuera transgredido y los derechos de las personas
irrespetados (derechos que la misma Constitución Política establecía). Para limitar el poder del
Estado se hacía necesario que la facultad de administrar y representar al Estado (poder
ejecutivo), la capacidad de crear las leyes (poder legislativo) y la facultad para castigar su
incumplimiento (poder judicial) fuera ejercida por personas distintas, característica conocida
como la “división de los poderes del Estado”. A esta característica se sumaba la elaboración
de una Constitución Política, en la cual se establecía la manera en que sería organizado el
Estado, las atribuciones y limitaciones que cada uno de sus poderes mantendrían, así como los
derechos y deberes básicos de las personas. Este conjunto de leyes básicas (Constitución
Política) debían ser las bases a partir de las cuales se organizaría el Estado y ninguna ley podía
ir en contra de los principios y valores que en ella se establecía.

La necesidad de limitar el poder del Estado se basaba en tres principios básicos del orden político
liberal: La creencia de que el poder del Estado, denominado Soberanía, estaba en el pueblo
o Nación (conjunto de personas que comparten una misma cultura), pues son las personas
quienes poseen el poder y lo delegan al Estado, la creencia de que las personas poseen
Derechos Inalienables; vale decir, derechos que todas las personas sin importar su origen o
condición poseen por su sola condición de seres humanos, entre los que destacaban el derecho
a la vida, a la igualdad ante la ley, la felicidad, la libertad y para algunos pensadores de la época,

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el derecho a la propiedad privada. Finalmente, la característica central del liberalismo, de la cual


deriva su nombre, fue la exaltación de la libertad como el principal valor y derecho de las
personas, la cual debía ser garantizada por el Estado.

TIPOS DE LIBERALISMO:

Basado en los principios de Soberanía Popular, defensa de los Derechos Inalienables y


exaltación de la Libertad Individual (libre ejercicio de la razón) como motor de bienestar y
progreso económico, político y social, el liberalismo generó en Europa y América nuevas formas
de organización política y económica acordes a estos principios y los intereses del grupo que los
impulsó, la Burguesía. Es así como se distinguen dos grandes corrientes o aspectos del
liberalismo, el liberalismo político y el liberalismo económico.

LIBERALISMO POLÍTICO

La defensa de la Soberanía Popular, la Igualdad Jurídica (igualdad ante la ley), la Libertad


Individual y la limitación del poder del Estado en busca de garantizar estos derechos, dio origen
a dos formas de organización política: Las Monarquías Parlamentarias y las Repúblicas.

Las Monarquías Parlamentarias son sistemas políticos en los cuales la figura del rey se
mantiene, pero éste ve limitado su poder al ejercicio de las funciones ejecutivas
(administración y representación del Estado), mientras las funciones legislativas pasan a ser
ejercidas por un parlamento integrado por representantes del pueblo elegidos de manera
democrática. El poder judicial es ejercido por los tribunales de justicia, sobre los cuales el
monarca y el parlamento no tienen injerencia. Las atribuciones y limitaciones de cada uno de los
poderes del Estado es fijado por la Constitución Política, manifestación del Contrato Social, y
ninguno de estos poderes, ni siquiera el monarca, puede transgredirla.

Las Repúblicas son sistemas políticos que al igual que las Monarquías Parlamentarias se
conforman a partir de la división de los poderes del Estado y el respeto a la Constitución Política,
pero a diferencia de éstas tanto el poder ejecutivo como el legislativo son ejercidos por
representantes del pueblo, los cuales ocupan por un periodo de tiempo limitado sus respectivos
puestos. El poder ejecutivo es administrado por el presidente y sus ministros, mientras el
legislativo es integrado por senadores y diputados. Las cortes de justicia, encargadas del poder
judicial, funcionan de manera autónoma.

La instauración de las monarquías parlamentarias y los sistemas republicanos en Europa y


América dieron lugar a la eliminación de los privilegios del “Antiguo Régimen” (diferencias
legales entre las personas), instaurándose la igualdad jurídica entre las personas, que
pasaron a ser ciudadanos (personas con derechos políticos). Sin embargo, en ambos
sistemas el ejercicio de la ciudadanía excluyó a una gran mayoría de la población, pues tanto
las mujeres como las personas que no eran parte de las respectivas naciones, como fue el caso
de los esclavos, se mantuvieron marginados del ejercicio de la ciudadanía. Esta exclusión dio
lugar a movimientos de lucha por la participación política, en el caso de las mujeres y el
surgimiento del movimiento abolicionista en el caso de la población esclava, el que

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defendía la condición humana de los esclavos y por tanto la necesidad de respetar sus derechos
inalienables (libertad e igualdad jurídica).

En el caso de la población masculina perteneciente a cada Nación, su incorporación a la


participación política se dio de manera gradual, siendo originalmente marginados de ésta quienes
no eran alfabetizados, así como los que no tuvieran una cierta cantidad mínima de bienes (voto
censitario), al considerarse que éstos no tenían la capacidad de ejercer de manera efectiva y
responsable su ciudadanía.

LIBERALISMO ECONÓMICO: El liberalismo económico


propuso que la mejor forma de alcanzar el bienestar
económico por parte de las distintas naciones era que el
Estado permitiese la libre iniciativa de las personas, las
cuales buscando su beneficio personal generarían una
constante innovación y aumento de la producción, la que
permitiría un aumento en la cantidad de bienes disponibles
para satisfacer las necesidades de las personas. La
distribución de estos bienes en la población debía darse de
manera natural, mediante la negociación entre quienes
estuvieran dispuestos o pudieran vender los bienes
(oferta) y quienes estuvieran dispuestos o pudieran
comprarlos (demanda), sistema conocido como Libre
Mercado. Siendo así, el liberalismo económico proponía la
menor intervención posible del Estado en materia
económica, siendo los particulares (personas) quienes debían
convertirse en motor del desarrollo económico. El Liberalismo
Económico o Libre Mercado adquirió el nombre de
“Capitalismo”, debido a que quienes poseían los bienes
(recursos económicos) volvían a invertirlos para generar
nuevos bienes, convirtiendo así sus recursos en “capital”
(bienes que generaban nuevos bienes).

LAS REVOLUCIONES LIBERALES.

El triunfo de las ideas liberales en Europa y América fue un proceso que duró varios siglos, en
los cuales el nuevo modelo político y económico fue expandiéndose con ritmos y características
diferentes en cada Nación, implementándose la mayoría de las veces mediante procesos
violentos, en los que la Burguesía con apoyo de los sectores populares derrocó el Antiguo
Régimen a través de procesos revolucionarios armados.

Una excepción a la violencia política característica del periodo fue la llamada “Gloriosa
Revolución” (1688) en Inglaterra, proceso a través del cual dicho reino se convirtió en una
monarquía parlamentaria mediante la firma de una “carta fundamental” o Constitución Política,
la que re‐definió al Estado inglés, estableciendo un sistema parlamentarista que limitaba el poder
real. Esta transformación tendría repercusiones inesperadas para el reino inglés, que viviría la

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perdida de sus trece colonias americanas a través de la revolución de independencia de Estados


Unidos de América (1775‐1783), basada en la defensa de los mismos principios exaltados en la
“gloriosa revolución”, eta vez sumados a la defensa del autogobierno por parte de las antiguas
colonias.

El triunfo de las ideas liberales en Francia tuvo como punto de partida la Revolución Francesa
(1789 ‐ 1799), proceso que, si bien fue posterior a la reforma liberal inglesa, es considerado el
máximo símbolo del triunfo liberal en Europa, al ser un proceso de mayor radicalidad política y
haber servido de foco de expansión de la revolución liberal al resto de Europa y América.

En este proceso la burguesía francesa, con activo apoyo de los sectores populares, derrocó y
decapitó al rey Luis XVI, instaurado una “república francesa” que, con el paso del tiempo, y a raíz
de problemas internos y externos, dio lugar a una nueva monarquía y el establecimiento de un
“imperio francés” dirigido por Napoleón Bonaparte. Si bien la conversión de la república francesa
en un imperio pudo suponer un retroceso del liberalismo en algunos aspectos, la invasión de
Napoleón a distintos países europeos, en los cuales eran implementadas reformas de orientación
liberal, sirvió como mecanismo de expansión y experimentación del liberalismo en el resto de
Europa, cuyos efectos se hicieron sentir tras la derrota de Napoleón, con la explosión de oleadas
de revoluciones liberales y nacionalistas en las primeras décadas del siglo XIX (década de 1820
‐ década de 1830 y en 1848).

El triunfo de las ideas liberales en Latinoamérica a inicios del siglo XIX (décadas de 1910‐1920),
a través de la conversión de las antiguas colonias españolas en repúblicas que se insertaron al
capitalismo occidental, tuvo como uno de sus detonantes el impacto de la Revolución Francesa
y las Guerras Napoleónicas, las que sumadas al descontento y los problemas internos de cada
colonia, posibilitaron el inicio de una lucha por reformas liberales que se radicalizó hasta
convertirse en revoluciones independentistas que dieron lugar al surgimiento de las repúblicas
latinoamericanas que perduran hasta hoy. Siendo así, buena parte de la organización política y
económica que rige la vida de las personas en el mundo occidental se gestó en este periodo
(siglos XVIII‐XIX), a través de la instauración de sistemas políticos y económicos que conjugaron
los principios liberales con los intereses políticos y económicos de la burguesía.

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