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Tras las tres primeras meditaciones metafísicas Descartes ha encontrado ya dos criterios de
verdad de manera racional y haciendo pleno uso de su método que le ha venido funcionando, el
primer criterio de verdad fue el Cogito Ergo Sum y el segundo, la existencia (y necesaria) Bondad
de Dios. Debemos recordar que el primer criterio de certeza es evidente y el segundo es causa del
primero. Es decir, es el fundamento último que ve Descartes en su yo, existiendo Dios y este siendo
bueno, nuestro pensador puede estar tranquilo que lo que lo que piensa es real y que además no
está siendo engañado. Pero Descartes no se conforma con encontrar estos dos criterios, necesita
uno más y este es la demostración de que el mundo extenso también existe. En razón de que
Descartes sabe que no es solo racionalidad, también está limitado por la materia y esa materia hace
parte de él. Por ello intenta demostrar con su método esto en las meditaciones siguientes, pero
primariamente, meditará sobre lo verdadero y lo falso. Pues aún sabiendo que Dios existe y que no
puede engañarnos, es evidente que el hombre es falible.
“Y entiendo así ciertamente que el error, en cuanto es error, no es algo real que dependa de Dios,
sino únicamente un defecto; y que, por lo tanto, para errar no me hace falta alguna facultad
otorgada por Dios para ese fin, sino que sucede que yerre porque la facultad que tengo de él para
juzgar lo verdadero no es en mí infinita.” Descartes. R., c2009 pg.133
Aun así Dios nos ha dado la facultad de ver lo bueno y lo malo, lo verdadero de lo falso y Descartes
llega a pensar que para que se dé el error deben haber dos causas.
El intelecto, por una parte, sirve para llegar a ideas claras y distintas de mis ideas acerca de las cosas,
por otra parte, la voluntad me permite destinar si tales ideas son verdaderas o falsas. El intelecto es
una facultad bastante limitada, ya que conocemos sólo unas pocas cosas de las que no se puede
dudar, mientras que la gran mayoría persiste ignorada. La voluntad, sin embargo, es para Descartes
una capacidad casi ilimitada y la más perfecta que disponemos. En eso radica el error y la falsedad
para este pensador, le damos demasiada confianza a la voluntad y afirmamos o negamos el estado
de las cosas sin saber si son claras o distintas
“Pero entonces ¿de dónde nacen mis errores? Pues únicamente de que, como la voluntad es más
amplia que el intelecto, no la contengo dentro de los mismos límites, sino que la extiendo también
a las cosas que no entiendo; al ser indiferente a ellas, con facilidad se desvía de lo verdadero y de lo
bueno, y así me equivoco y peco.” Descartes. R., c2009 pg.141
Para evitar el error, entonces, Descartes nos dice que debemos someter la voluntad a través de la
razón y nunca renegar o culpar a Dios el hecho de que nuestro intelecto sea finito y nuestra voluntad
casi ilimitada, porque estas características son la esencia de donde proceden dichas facultades. Y si
las sé usar encontraré la verdad, así, Dios no nos ha negado la posibilidad de ver la verdad y lo bueno.
Argumento que encaja perfectamente con su demostración de que Dios es bueno.
Cuando no sepa usar bien mi voluntad, realmente no seré libre, ya que estaré escogiendo solo cosas
falsas o malas, la libertad para Descartes consiste en que el intelecto le de límites a la voluntad y así
llegar a ser virtuoso si lo hablamos en términos más clásicos.
El filósofo francés hace una analogía con el ejemplo del triángulo, diciendo que si imagino un
triángulo, aunque piense que este no existe en la realidad, tiene una esencia y ciertas características
particulares que lo hacen ser como es, que lo conforman. Aunque tales características las ignore,
como que: “los tres ángulos de un triángulo valen lo mismo que dos ángulos rectos” Descartes. R.,
c2009 pg.151 y más características matemáticas similares. Así toma la idea de Dios, el cual tiene
propiedad como el triángulo (sean reales o no, pero más adelante dirá que necesariamente son
reales) así, con la idea de Dios, su esencia es que es perfecto y siendo perfecto este debe existir, así
como con el triángulo, no puedo separar una de sus características fundamentales de la cosa que
pienso porque o si no dejaría de ser lo que pienso, así sucede con la idea de Dios, una vez encontrada
su característica esencial ahora me es imposible separarla de la idea que tengo de Dios.
Es como si no tuviéramos libertad a la hora de pensar a Dios, en razón que es una idea clara y distinta
en grado absoluto y siendo así, todas las demás cosas que se derivan de él o son causadas por él,
necesariamente también serán claras y distintas. Este será su comienzo para la siguiente meditación
donde tratará de salvar el mundo físico.
Bibliografía
Descartes, R. (Jorge Aurelio Díaz) (2009). Meditaciones acerca de la Filosofía Primera.
Bogotá. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas. Biblioteca
abierta.