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LA DIGNIDAD DEL MAESTRO

Por: Ramón A. Tovar L.

Discutir sobre la dignidad de una profesión u oficio útil, carece de


sentido. Ser expresión del más alto atributo del hombre: su capacidad de
transformar y servirse de la materia, es más que suficiente. Pero entre las más
dignas, si no la más digna, se inscribe la gestión del Educador, del maestro. En
él, delega la sociedad su provisión de futuro, en él deposita la comunidad la
custodia de su identidad, en él, descargan los pueblos, las naciones, en suma,
la humanidad, la delicada tarea de transmisor y conservador de la cultura.

Se encomienda en sus manos substancias delicada; en sus inicios, en


cierto modo informe, es él quien con maestría habrá de conducirla por los
senderos deseados que llevan a los mejores valores de !a vida en sociedad. A
ésta, entrega luego su acabada obra; lograda con el concurso de todos sus
congéneros, a lo largo del exigente proceso enseñanza-aprendizaje.

Este profesional al cumplir tan delicada empresa, pone en juego todas


sus dotes, cerebro y corazón se atan en estrecho lazo y, las cohortes de
infantes y adolescentes cubren bajo su guía, lento proceso de maduración
insensible. No en vano se afirma que el maestro trabaja para pasado mañana.

Este reconocimiento no ha tenido jamás réplica. Pero no ha sido


suficiente para que se le conceda el sitial que, por bien ganado, a él con
sobras corresponde. No son estos los factores que en tal situación han
mediado; entre los que emana del propio docente, está el de la autoestima. En
este nivel, las mismas organizaciones gremiales no han logrado lo pertinente.
Pero, más graves son los que se desprenden de los dicterios de la propia
sociedad; abundan los que asumen el papel de rectores sin el freno exigido por
materia tan delicada como la educación. No todo el mundo se propone para
practicar una intervención quirúrgica, o proceder a la construcción de un
edificio; pero sin menores reparos, hay hasta el exceso, los que opinan, juzgan
y deciden acerca del hecho educativo.
En Venezuela no son pocos los casos en que hemos vivido tales
situaciones Los educadores no hemos terminado aún por convencer a las
comunidades que somos los docentes quienes disponemos de las artes y las
ciencias específicas que conducen a buen puerto la nave que se nos ha
confiado. No obstante los avances de las ciencias del hombre, se cuentan por
montones los que se creen autorizados para decidir sobre empresa tan
delicada como la educación de las cohortes, que, en un futuro, cerrarán filas en
las generaciones de relevo. Pero para conquistar este incontrovertible situar,
debemos demostrar y convencer que sólo nosotros los docentes, estamos
capacitados y habilitados para la correcta administración del proceso formativo
de las generaciones.

En esta minusvalía del maestro no es poca la participación de las


políticas instruidas desde los organismos superiores de dirección. Siempre
hemos rechazado la práctica mezquina que al desconfiar de la calificación de
los docentes, pretende, con las ardites de un reducido equipo, elaborar
instrucciones y programas que se nos imponen sin la menor y elemental de las
consultas, y que deben cubrir todo el año escolar. A los organismos superiores
queda la custodia de las líneas maestras, expresas tanto en la Constitución de
la República como en las leyes específicas; pero la conducción del proceso es
potestad de los profesionales de la educación. Siempre he defendido, lo que
para mí es doctrina: el programa lo hace el profesor.

Como no escapará a ningún espíritu consciente, para defender este


derecho debemos estar vigilantes en nuestra acreditación profesional.
Compartir con los otros colegas, denunciar los problemas confrontados,
abrirnos a la investigación, superar las limitaciones y enriquecer nuestro
acervo profesional con las mejores lecciones; nunca se termina de aprender,
pero lo que sí no debe estar ausente es el verdadero maestro, es su amor a
la profesión, ella es devoción de los todos los días porque, ella es nuestra
columna espiritual. Gracias a ella no olvidamos jamás que el niño es el sujeto
a educar, que educar es orientar para formar; que el joven adolescente es
complejo de intereses no siempre fáciles de comprender, que gracias a esta
comprensión veremos el resultado por ser fieles al postulado: sólo el maestro
advertido, adivina en el botón el fruto. La actualización queda para las
instituciones apropiadas. Venezuela está sembrada de universidades e
institutos universitarios para cubrir con facilidad tales demandas.

Distinguidos colegas de las comunidades educativas de San Tomé que


me han invitado a compartir este inolvidable momento, cuando hemos dicho
no es extraño para ustedes; he regustado vuestro trabajo de investigación y
de creación pedagógica ajustado a la estrategia del Diagnóstico de la
Comunidad. Esta y no otra han de ser la fuente que alimente los diseños y
planes de nuestras instituciones educativas. El diagnóstico es instrumento
científico que nos cubre de los tanteos y errores. Como ustedes lo han
demostrado, ofrece la radiografía confiable del contexto donde se
desenvuelve la gestión docente. Nos instruye debidamente acerca del nivel
de instrucción de padres y representantes, y en qué medida ellos pueden
auxiliar en el proceso enseñanza- aprendizaje. Con él nos acercamos a un
justo conocimiento de la comunidad y hacemos realidad el sabio consejo del
maestro: "Estudia el País a dónde vas a ir a enseñar"; nada hay más estéril
que una programación divorciada de la realidad.

El diagnóstico no sólo nos auxilia en la gestión educativa sino que nos


avala ante cualquier autoridad; demuestra que la delicada función de educar
ya saltó históricamente las barreras de la improvisación y la subjetividad; ella
es de nuestra exclusiva competencia está inspirada en la metodología
propuesta por nuestro Libertador Simón Bolívar en su Mensaje de Cartagena,
cuando alertó: "Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran
los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han
formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han
procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del
linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por
legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados". El diagnóstico es
nuestro apoyo científico. ¿Podría acaso un funcionario o un grupo de los
mismos, impartir con pelos y señales cuando habría que hacer por parte de
los docentes de una u otra comunidad del País?
En ciencia no hay pronóstico sin diagnóstico; el momento que vive la
humanidad y el país es de dimensiones desconocidas; estamos en "nuevas
condiciones históricas"; ignorarlo ai diseñar, planificar es correr a ciegas ante
el seguro fracaso. A la civilización contemporánea^ la afecta innumerable
permutaciones, una de ellas es el vuelco que ha experimentado el espacio
geohistórico que ya pasó de las civilizaciones del suelo o agrarias o las
civilizaciones urbanas; de los dominios de la sociedad masificada que
demanda nuevas respuestas: las instituciones han sido superadas por la
dinámica, ignorarlo es suicidarse; en este estadio de la historia de la
humanidad y de Venezuela en particular no hay pasado mañana seguro sin
intervención científico-realista educativa… El diagnostico es fiel instrumento
que responde a estas necesidades, es nuestra mejor arma para consolidar
nuestra profesión y silenciar a los empíricos que sin suficiente capacitación
quieren lecciones. Marchamos hacia la sociedad donde nada será posible sin
la presencia activa del maestro, del científico de la educación. Gracias
colegas de San Tomé; gracias por haberme hecho partícipe de tantas
enseñanzas. En vuestra investigación descubrí que San Tomé es la síntesis
de la Región Oriental; que la sangre negra de la princesa Kariña concreto a
tantos compatriotas, pero en esencial de nuestro Oriente; vivo en el frescor
de su cultura y de su música. Gracias por confirmarme que andamos por el
sendero correcto: que a lo universal no se llega sino desde lo particular; que
debemos ser celosos de nuestra identidad para afirmarnos y coexistir en la
diversidad; que sigue con vida la propuesta de nuestro Don Andrés Bello:
“forma europea y contenido Americano”; que estamos obligados con el alerta
de Don José Martí: “la universidad europea ha de ceder a la universidad
americana… injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de
ser el de nuestras repúblicas”.

Gracias por haberme invitado a permanecer en espíritu con ustedes en


esa sala de trabajo que tuvieron a bien distinguirla con nuestro modesto
nombre de maestro de escuela; gracias, agradecido, infinitamente
agradecido.

Conferencia

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