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Rocha Rosario Fernando

08/12/2017
Ejercicio quinto

Desde la perspectiva cassireriana, el hombre no es sino un animal simbólico,


con relación a esto ofrece algunos argumentos que ayuden a entender su idea
de que el lenguaje es una fuerza constitutiva.

“El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato […] La


realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad
simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa
constantemente consigo mismo”, escribe Cassirer (1968: 27). Rousseau, en su
Segundo Discurso, dice que el hombre no se conoce a sí mismo puesto que todo lo
que ha logrado conocerse es mera apariencia, producto de una corrupción social
que lo ha alejado de su autenticidad. El ginebrino atribuye esto a la facultad natural
humana de perfeccionamiento, es decir, son las cualidades humanas las que se
velan a sí mismas. Pero Cassirer introduce la noción del símbolo: el hombre está
vestido de símbolos, de manera que el universo físico se ha vuelto fenoménico de
él mismo: el hombre no conoce al mundo, conoce su creación. ¿Pero al hacer esto
se conoce a sí mismo, o hemos de optar por la vía rousseauniana? Quizá el mismo
hombre sea noúmeno.

No obstante, si el hombre no puede conocerse, sí puede objetivarse. ”El lenguaje


es, por naturaleza y esencia, metafórico; incapaz de describir las cosas
directamente, apela a modos indirectos de descripción, a términos ambiguos y
equívocos” (95). El lenguaje es el medio por el que el hombre crea símbolos, por el
que construye su universo. Cuando el mundo físico sólo es concebible e
indescriptible, ha de bautizarse para objetivarse. El lenguaje es un intento de
mundo.

“Las consideraciones que hicimos de los casos de Helen Keller y Laura Bridgman
ilustraron el hecho de que con la primera comprensión del simbolismo del lenguaje
tiene lugar una revolución real en la vida del niño. […] De una manera general
podemos describir el cambio diciendo que el niño pasa de un estado más subjetivo
a otro estado más objetivo, de una actitud puramente emotiva a una actitud teórica”
(114).

El lenguaje culturiza, permite al hombre adentrarse en la humanidad. Los símbolos


son comunión entre los hombres para su convivencia y comunicación. Ellos
necesitan ver el mismo mundo para actuar en el mismo. Es por ello que el lenguaje
constituye. Que si el lenguaje hominiza, eso es otro asunto, pero debe reconocerse
que es natural. Su desarrollo es accidental pero su origen es natural.

“Las expresiones humanas elementales no se refieren a cosas físicas ni tampoco


son signos puramente arbitrarios. […] Son naturales y no artificiales, pero no
guardan relación con la naturaleza de los objetos externos. No dependen de la
mera convención, de la costumbre o del hábito, pues se hallan arraigadas con
mucha mayor profundidad; son expresiones involuntarias de sentimientos
humanos, interjecciones y gritos” (100).

Entonces el lenguaje también es fuerza, necesidad. Ya decía De Saussure que lo


natural es constituir una lengua, no un habla. El habla es accidental y varía conforme
la diversidad humana. He ahí por qué el lenguaje es una fuerza constitutiva de un
animal simbólico, el hombre.

Cassirer, E. (1968). Antropología filosófica. México: FCE.

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