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MA D R I D 7 Q .Q
IUNIO, 1956
I U L I O_________
IU
CUADERNOS
HISPANOAMERICANOS
Revista Mensual de Cultura Hispánica
FUNDADOS
PEDRO LAIN ENTRALGO
DIRECTORES
MARQUES DE VALDEIGLESIAS
LUIS ROSALES
SECRETARIO
ENRIQUE CASAMAYOR
78
79
DIRECCIÓN Y SECRETARÍA
LITERARIA
Avda. de los Reyes Católicos,
Instituto de Cultura Hispánica
Teléf. 2487 91
MADRID
“Cuadernos Hispanoamericanos” solicita especialmente sus colaboraciones y
no mantiene correspondencia sobre trabajos que se le envían espontáneamente.
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San Nicolau, núm. 119. Lisboa,
Segundo Congreso de
Academias de la Lengua
★ ★
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Cuadernos Hispanoamericanos
MADRID Q
Junio, 1956
Julio
Gráficas ORBE, S. L.—Padilla, 82.—Tdéf. .26 12 34.—M adrid.
P áginas
B R Ú JU L A DE ACTUALIDAD
U N ID A D Y D EFEN SA DEL ID IO M A
433
Bu s t a m a n t e
p a n o a m e ric a n a ...............................
Go n z a l e z (Agustín) : M e n é n d e z P e la y o y s u la b o r e n las A c a
436
de a m ezú a
d e m ia s d e la L e n g u a ............................................................................................
(Julio César) : H o m e n a je d e H isp a n o a m é ric a a d o n M ig u e l d e
446
chaves
U nam uno .........................
Uno de los temas que con más delectación lia glosado en los
últimos tiempos la propaganda política antiespañola ha sido el
supuesto movimiento secesionista de las Academias hispanoameri
canas de la Lengua. Se quería hacer ver que la Lengua Española,
prisionera y sojuzgada por la vetusta Real Academia matritense
de la calle de Felipe IV, se iba quedando atrás, mientras en la
otra, ribera atlántica, países jóvenes, plumas nuevas y lingüistas
sabidores iban levantando, vocablo a vocablo, una nueva lengua,
distinta o superior a la peninsular. Ya el Congreso Americano de la.
Lengua, celebrado en Buenos Aires en septiembre de 1939, levantó
violentamente la voz separatista en boca de lexicógrafos descono
cidos y de lingüistas de tercera clase; recuérdase a Barietta y com
pañía, campeón sin victorias del movimiento independiente. Pero
entonces, a pesar de que se dijo que “era necesario romper los
vínculos espirituales .que nos ataban con España por obra del
idioma”, lo cierto es que la moción secesionista fué rechazada por
veinte votos contra ocho. Y en cuanto al Congreso bonaerense, “no
hay noticia de que se adoptaran conclusiones” (1).
En 1951 se celebra en Méjico ef Primer Congreso de Academias
de la Lengua, y la Española es invitada personalmente por el direc
tor de la Mejicana, don Alejandro Quijano. España promete la
asistencia de una nutrida participación de sus miembros. Simultá
neamente, y cuando los académicos mejicanos celebraban en Ma
drid la buena nueva del acuerdo, el delegado del Gobierno de
Méjico en la O. N. U. atacaba a España en un violentísimo dis
curso. En consecuenciala Real Academia Española se abstiene de
tomar parte en el Congreso de 1951, y éste se celebra sin su cola
boración.
En estas condiciones, la Asamblea mejicana tiene que padecer
el llamado “complejo secesionista de la lengua españolaS obre
su temario general, que subraya “la importancia de conservar la
unidad fundamental del idioma español”, campean dos cuestiones
que acapararon la atención de asistentes, observadores y comenta
ristas del Congreso: la moción de ruptura con la Real Academia y
la propuesta de compilación de un Diccionario general de la Len-
(1) Julio Casares: La unidad de la lengua en los pueblos hispanos. Univer
sidad Internacional Menéndez Pelayo. Santander, 1953. 40 págs.
235
gua, independiente del que venia editando la Real Academia Espa
ñola desde él siglo XVIII.
Casares recoge las afirmaciones clave de aquélla polémica de
1951 entre una minoría de ensayistas más o menos políticos y la
ecuanimidad de los lingüistas más destacados de Hispanoamérica.
El conocido antiespañol Germán Arciniegas “se mostró partidario
de la independencia de las Academias Americanas, por cuanto
—sostuvo—que en América había personas de la más alta capaci
dad que podían resolver los problemas técnicos que presenta el
idioma español” (véase Memoria del Primer Congreso de Acade
mias de la Lengua. Méjico, 1952, pág. 382). En la 419 se recoge la
moción independentista, en la que se recomienda a las Academias
Americanas y a la Filipina correspondientes de la Española “renun
cien a su asociación con esta última ... y asuman así de lleno la
autonomía de que no deben abdicar y la personalidad íntegra que
les es inalienable”. En debates violentos se afirma la existencia de
un coloniaje lingüístico. El delegado peruano Hoyos Osores defien
de la unidad del idioma y denuncia los manejos de una propaganda
política entre los congresistas, a los que “se ha dicho que están
llenos de un servil espíritu de subordinación a la Academia Espa
ñola, y que si no aprueban la ruptura con ella cometerán una in
dignidad” (pág. 413).
Pero lo cierto es que, pese a esta propaganda, son muchos los
académicos que, con Hoyos Osares, recuerdan que “la principal
finalidad del Congreso es la conservación de la unidad fundamen
tal del idioma ... Si aparte del Diccionario de la R. A. E. se hiciesé
otro, se daría un paso decisivo hacia la desintegración del idiomei?
(página 395). Y el mejicano Vascoticelos, a quien tan intimamente
está ligada la cultura mejicana de hoy, remacha en su discurso de
clausura: “El peligro ele escisiones que hubiesen deshonrado nues-
tra acción quedó vencido fácilmente ... Aquí fuimos llamados para
fortificar él baluarte de la lengua ... no para dispersarla en capi
llas de reducido nacionalismo. Después de la prueba nos hallamos
contentos. El hombre español, a través de su historia, ha demos
trado que no es cismático ... y hombre español es todo el qué
piensa en castellano” (pág. 429).
Vemos, pues, la existencia de ciertas fuerzas de carácter polí
tico que impulsan el separatismo lingüístico. Casares habla del
“rencor todavía subsistente como consecuencia del coloniaje, lo
exaltación de los sentimientos nacionalistas, un complejo de info-
rioridad ante las culturas milenarias de Europa, prejuicios racia
les, reivindicaciones indigenistas, modas intelectuales foráneas, disr
236
conformidad de regímenes políticos”... Pero es evidente que exis
ten también realidades lingüísticas de carácter léxico, sintáctico o-
gramatical y otras de naturaleza fonética. Sin embargo, come ha
podido comprobar el II Congreso de Academias de la Lenguacele
brado en Madrid, esta variedad lingüística puede convertirse en
una potenciación de la lengua española, la cual, sin perder sus con
diciones básicas de unidad, enriquecerá ilimitadamente su conte
nido con la acción conjunta y armónica de todas las Academias de
la Lengua y de todos los sabios filólogos y gramáticos de ambas
riberas atlánticas. Los novísimos rumbos dados a las Nuevas Nor
mas de Prosodia y Ortografía del informe de 1952, la legitimación
del “seseo”, la creación de la Asociación de Academias y la inten
sificación ordenada y racional de la colaboración interacadémi
ca... son algunas de las muestras, entre otras muchas, de que la ver
dad estaba de parte de los organizadores del Primer Congreso de
Academias. Así, pues, en lugar de la pretendida renuncia a la aso
ciación con la R. A. E., las Academias Hispanoamericanas se con
vierten en “colegisladoras del idioma común”. Y, por su parte, la-
Española se compromete a “consultar necesariamente con las Aca
demias asociadas cuando decida expedir resoluciones de naturaleza·
grave y fundamental (véase Guillermo H. Osores, en su “Informe
final de las tareas y actividades del Congreso de Madrid”). Esta
consulta se iniciará con las Nuevas Normas, cuya vigencia tendrá
fuerza de ley cuando las Academias hayan pronunciado su fallo
general.
Así, pues, las pretendidas razones de independencia, de escisión
del idioma común en pequeños dialectos americanos, sirven justa
mente para reforzar la unidad idiomática. El americanismo se con
vierte así en voz de potencia y vigencia universales, pues bajo su
diversidad de matices, de vocabulario, de pronunciación, descansa
siempre un cimiento inconmovible, sobre el que ha de levantarse,
si sabemos proponérnoslo, el idioma universal de mañana,. No le
faltan recursos a la lengua española. “La unidad fundamental del
español—escribe Menéndez Pidal—, mayor que la de las otras dos
grandes lenguas europeas extendidas por América, se debe en gran
parte a la sencillez, claridad y firmeza de nuestro sistema vocálico
No le faltan, pues, recursos a la lengua española para mantener y
multiplicar los vínculos de unión de la cultura hispánica contem
poránea. Los embates de la historia de América no pudieron con
la fortaleza de esta unidad monolítica del idioma. “Las cartas polí
ticas—dice otro gran académico, Victor Andrés Belaúnde, pe
ruano—se plasmaron en geografías diversas y en razas distintas;
237
pero quedó la lengua no sólo como medio de comunicación, sino
como prenda y cifra del mismo espíritu
Con estos precedentes optimistas, se inició en Madrid el Segundo
Congreso de Academias, con participación de todas las Correspon
dientes hispanoamericanas y de Filipinas y la Argentina de Letras.
El clima enrarecido en que se iniciara el Congreso de Méjico quedó
superado ampliamente al cabo de los años transcurridos hasta hoy.
Así, pues, tanto el espíritu inicial de las jornadas matritenses como
los resultados de las mismas señalan un indiscutible triunfo de la
tesis unitaria de nuestro idioma. En esta victoria han intervenido
año tras año (no sólo en los breves días del Congreso y en las pocas
semanas previas a su inauguración) las Academias hispanoameri.
canas en estrecho enlace con los académicos españoles. El diálogo
entablado con ocasión de la. publicación en 1952 de las Nuevas Nor
mas de la Academia Española, en el que intervinieron principal
mente Félix y Roberto Restrepo, Rodolfo Ragucci, Mallo, Junco,
Motta Salas, Angel Rosenblat y Juan B. Selva, entre otros, señala
este ambiente de colaboración perfecta y objetiva, sin concesiones
a criterios que no sean los .meramente lingüísticos y culturales. Con.
razón pudo decir Fernán, en su discurso de clausura del Congresó.
de Madrid: “Durante los últimos años, el mundo ha conocido la
psicología al servicio de la idea de raza; la historia, al servicio de
las. tesis preconcebidas; ha conocido la geografía al servicio de la.
geografía política; la física nuclear, al servicio del odio... Pero ni
en Méjico ni en Madrid las Academias han querido que conozca
mos una filología o una gramática al servicio de pasiones o de
anécdotas políticas temporales
* * *
El Congreso de Madrid se celebró del 24 del pasado mes de
abril al 2 de mayo. Fué organizado por la Real Academia Espa
ñola, con la colaboración administrativa y técnica del Instituto de
Cultura Hispánica, Las tareas del Congreso se distribuyeron en
siete comisiones: 1. Unidad y defensa del idioma; 2. Cuestiones
gramaticales; 3. Cuestiones lexicográficas; 4. Relaciones inter
académicas; 5. Relaciones exteriores; 6. Iniciativas y homenajes,
y 7. Prensa. No obstante los objetivos definidos en cada una de
estas Comisiones, el Congreso, pretendía algo más: el fin de “pro
mover la vinculación personal de los muchos hombres de letras
españoles, americanos y filipinos, que, en las veinte Academias de
la Lengua, deben velar por la defensa y el adelanto del idioma
238
español, raíz de nuestra personalidad y de nuestra común cultura”
(véase Hoyos Osores: “Informe final”).
El presente número recoge lo más destacado de lo dicho y acor
dado en este Congreso. Las ponencias más elaboradas y los discur
sos leídos en diversas ocasiones, tales como el homenaje acadé
mico de ultramar .a Menéndez Pelayo y a Unamuno. Por su espe
cial repercusión en el mundo americano, y por el camino que abre
a un porvenir de progreso y enriquecimiento de nuestro idioma,
se ha dedicado sección especial a los comentarios suscitados por
las Nuevas Normas del Informe Casares. Igualmente, entre las cues
tiones gramaticales y lexicográficas se ha dado preferencia al es
tudio del profesor cubano Adolfo Tor tolo sobre el “seseo”; a la
ponencia de Rafael Lapesa, relativa a la nueva edición de la Gra
mática; a la del académico español García de Diego sobre “Reco-,
lección del lenguaje oral” y a la del doctor Marañón sobre vocabu
lario científico de uso común.
En materia de unidad del idioma, concerniente a la Primera
Comisión, el lector encontrará en estas páginas los trabajos de
Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Lain Entralgo, Dámaso Alon
so, Espinosa Pólit y Jesús Rubio. El ministro de Educación Nacio
nal de España ha planteado el agudo problema de la enseñanza
del Español en la escuela primaria y en las escuelas medias, lo que,
recogiendo una ponencia del colombiano Rivas Sacconi presentada
al Congreso de Méjico, dió lugar a una resolución sobre esta ense
ñanza, que será de trascendencia indudable para el futuro de nues
tro idioma en su etapa de aprendizaje escolar.
Bajo el título de “El castellano en peligró”, se han reunido
diversos trabajos presentados a la Primera Comisión encargada
del tema de la defensa del idioma. En ellos se estudia la situación
actual del castellano en Filipinas, en Puerto Rico, entre los grupos
sefardíes, todavía hablantes del “ladino”; en Argentina, y en el
norte de Méjico. Destacan entre ellas las ponencias presentadas
por el académico argentino Arturo Capdevila.
Ya hemos señalado la trascendencia de los acuerdos adoptados
por el Congreso en cuanto a relaciones interacadémicas, y la estre
cha colaboración que en el futuro se establecerá entre las Acade
mias Americanas y la Española. En la misma IV CoTnisión se apro
bó asimismo el nuevo sistema de dotación económica de las Acade
mias, con contribución considerable de los respectivos Gobiernos.
Para mantener esta vinculación académica se creó la nueva Comi
sión Permanente, y en tanto se designaran miembros, se eligió
presidente al académico español González de Amezúa, que ya lo
239
era del anterior. En fin, otros acuerdos de importancia en las res
tantes comisiones podrá encontrarlos el lector en la crónica del
relator general del Congreso.
* * *
241
EL DIALOGO DE LA LENGUA ESPAÑOLA
EL DIALOGO PEREN N E DE LA
LENGUA CASTELLANA
245
cumplir nuestro espíritu? “No es bueno que el hombre esté solo”,
dijo Dios para sí, ante la recién creada soledad de Adán (Gen. II, 18).
Y como si esa sentencia tuviese el valor de un principio metafísico,
la condición humana no obtiene natural acabamiento hasta que su
soledad se ha trocado en compañía, hasta que el hombre, frente a
otro hombre al cual puede llamar “tú”, descubre y conquista su per
sonal posibilidad de llamarse “yo”. “¿Cómo estás, amigo?”, decimos
al que se nos acerca; y en aquel momento, por obra del lenguaje
común, el aire que nuestra voz ha estremecido tenuamente—tres pa
labras; tres breves golpecitos de aire inquieto—contiene, en levísimo
esbozo, el fundamento humano de la historia universal. Dos soledades
se han hecho compañía: ya ha sido creado el suelo sobre el cual
podrán levantarse los Diálogos de Platón, la Oda a Salinas o la nave
gación interplanetaria.
Pero esa compañía sólo llegará a ser completa y verdadera cuan
do los hombres que se encuentran hablen un mismo idioma. “Tú y
yo somos de la misma lengua”, dicen los humanísimos animales de
Kipling, como señal y garantía de buena amistad. Así es, aunque el
común hablar no excluya, por desdicha, la discordia. Una lengua es,
en efecto, mucho más que un código de señales para el intercambio
de ideas y sentimientos. “La sangre de mi espíritu es mi lengua”, dice
el primer verso de un poderoso soneto de Miguel de Unamuno. Y
aun anduvo corto el gran vasco salmantizado, porque la lengua es
a la vez sangre y forma, pábulo.nutricio y hábito configurador de
la mente y la vida de quien como suya la habla. Ante el rótulo “Sala
de Espera” de una modesta estación ferroviaria del Marruecos es
pañol, escribió André Gide en su “Diario”: Quelle belle langue que
celle qui confond Vattente et l’espoir! El lindo elogio de Gide no
es del todo certero, porque el hispanohablante suele distinguir la
“espera” de la “esperanza”; pero no por ello deja de ser cierto que
nuestro verbo “esperar” traduce a la vez el attendre y el espérer de
los franceses, el aspettare y el sperare de los italianos, el warten y
el hoffen de los alemanes, y el fo wait y el to hope de los ingleses.
Y quienes hemos formado nuestro espíritu usando esa bella y dú
plice palabra, ¿no seremos, al fin, hombres muy dispuestos—para
nuestro bien y para nuestro mal—a tomar las “Salas de espera” por
“Salas de esperanza”? Es verdad: dos hombres que hablan una
misma lengua pueden entenderse con presteza porque, en alguna me
dida, son el mismo hombre.
Nos hemos encontrado, hablamos un idioma común, y ese idioma
es el castellano. ¡Qué gozo, amigos, coincidir en una lengua capaz
de haber envuelto con la noble red de sus palabras toda la cósmica
246
redondez de nuestro planeta! En cuanto forma de lá mente, una len
gua es siempre un límite, mas también es un camino y un acicate.
Un conterráneo mío, el diserto y expeditivo don José de Pellicer,
escribía de la lengua castellana, hace ahora tres siglos, que “no
se hallará en el universo otra que sea tan fecunda, tan elegante ni
tan capaz de tropos, figuras, alegorías, conceptos, equívocos, sales y
todo género y especies de muy acrisolada retórica; y como el oro
finísimo sufre el cimento y el martillo, así la lengua castellana... sufre
la rueda de todas las ciencias y artes, sus argumentos, entimemas y
silogismos, sin que haya materia, por delicada, difícil y sutil que
sea, que no pueda tratarse y controvertirse en ella con decencia,
primor, propiedad y majestad, siendo la más leal de todas, porque
se pronuncia como escribe...” Algo se le fué aquí la mano, como en
otros casos, al bueno de Pellicer, porque nuestro idioma, pudiendo
hacerlo, no ha impulsado con suficiente energía “la rueda de todas
las ciencias y las artes”. Pero esa misma deficiencia, ¿no es a la vez,
por ventura, un incentivo para quienes hablamos castellano, capaces
no sólo de inventar palabras éticas, como “hidalguía”, “quijotismo”
y “sosiego”, mas también de proseguir el camino que en España y
en América iniciaron los inventores de términos como “platino”,
“eritronio”, “volframio” y “neurona”?
Y aun cuando la limitación no fuese animadora espuela, no por
ello amenguaría la nobleza específica de nuestra lengua común. Oíd
cómo la descubría y encomiaba en una ciudad americana, pocos
año3 ha, un finísimo catador de habla inglesa. Thomas Merton, el
poeta trapenee, entra en una iglesia de la Habana y siente que el
castellano de la predicación le rodea el alma como un abrazo vigo
roso y cordial. “Oí—dice en su autobiografía—los sermones armo
niosos de los sacerdotes españoles. Su misma gramática parecía dig
na, mística y cortés. Me parece que, después del latín, no existe una
lengua tan adaptada a la plegaria ni tan hecha para hablar de
Dios: a la vez fuerte y suave, posee, no obstante, esa dureza y esa
acuidad que le da la precisión exigida por el verdadero misticismo;
y, sin embargo, es dulce, como pide la devoción; es cortés, suplican
te y elegante, y se presta sorprendentemente poco a la sentimenta-
lidad. El español tiene algo de la intelectualidad del francés, sin
tener su frialdad, y jamás sobreabunda en melodías femeninas, como
él italiano. Incluso en labios de una mujer, el español no es nunca
débil, nunca sentimental.” En el ingente rosario de los loores de
nuestra lengua, este de Thomas Merton, tan reciente, tan desintere
sado y virginal, debe ocupar, a mi juicio, un puesto de honor.
Amigos míos: en nombre de la Real Academia Española, cuyo he-
247
2
raido soy ahora, sed bien venidos al honrado servicio de esta lengua
que nos une, afirma, incita y ensalza. Sed bienvenidos y recibid, a
través del pobre azarbe de mis palabras, el agua limpia y honda
de nuestra gratitud. Porque quienes babéis venido a encontramos
hablando el común castellano, sois vosotros, los representantes de
todas las Academias que por él velan, los mejores testigos y hacedo
res de su universalidad, los que, con sones y cadencias que añaden
gracia nueva a su nobleza antigua, traéis a Castilla la herencia her
mosa de Rubén Darío y la herencia sabia de Andrés Bello. En vos
otros vemos no pocos de los más entrañables motivos de nuestro gozo
de hispanohablantes, desde el que procura la alta cima de los versos
de oro y cristal, y la palabra dulce, tornasolada y fluyente del criollo,
basta el que nos depara el babla conmovedora y humilde del indio,
el tagalo y el negro. Por vosotros, nuestra lengua castellana, recia
y una en su esqueleto léxico y sintáctico, vigorosa o delicada en la
musculatura de su frase, gana en su piel una riqueza de color, sabor,
olor y tacto como jamás otra lengua tuvo sobre la haz de la tierra: el
color del marfil y el del bronce, el sabor de la sal y el del café, el
olor del mirto y el de la canela, la aspereza del roble y la suavidad
del ceibo, todo ello tiene la piel de nuestro idioma, según el lugar
del planeta donde se le hable o escriba, y de todo ello sois vosotros
artífices y portadores.
Bajo una eximia Presidencia, vamos a unir nuestro esfuerzo para
que la sugestiva diversidad del castellano universal no se convierta
en dispersión, y para que su necesaria unidad sea norma y no cárcel.
Millones y millones de almas están pendientes de nuestra empresa.
Algunos de vosotros vais a poner en ella vuestro gran saber grama
tical, literario o lexicológico; otros, aportarán al común quehacer
sus altas dotes de creadores de idioma, y éstos podrán decir de las
cosas la frase orgullosa del valleinclanesco Max Estrella: “Yo te bau
tizo. Soy poeta y tengo el derecho al alfabeto”; otros, en fin, nos rega
larán con su dilatado conocimiento de hombres y tierras. Menos afor
tunado, yo, que no poseo ciencia de lingüista ni gracia de creador,
os serviré de curioso y resignado acólito, y pediré al Dios de los
pueblos y las lenguas el buen éxito de nuestro quebradizo empeño.
“Señor—le diré—, tú, que quisiste ser llamado Verbo y que creaste
las lenguas para que los hombres se entiendan entre sí como criaturas
dotadas de razón y libertad; tú, a quien este viejo idioma castellano
siempre ha querido ser tan propicio, haz que nunca se rompan el
diálogo fraterno y la buena voluntad entre los pueblos que lo hablan,
y danos acierto a los que desde boy vamos a esforzamos por conse
guirlo.” Eso pediré al Dios de los pueblos y las lenguas. Y a todos
248
vosotros, que vais a pisar durante unos dias la tierra donde nuestro
idioma fué niño balbuciente, os saludaré con dos radiantes versos
del gran poeta de esa tierra:
¡Q u é el so l d e Éspaña os llene
d e alegría, d e lu z y d e riq u e za !
249
UNIDAD Y DEFENSA DEL IDIOMA
NUEVO VALOR DE LA PALABRA
HABLADA Y LA UNIDAD
DEL IDIOMA
261
de corrección lingüística. H abrem os de fijar en ellos, desde luego,
atención m uy preferente, comenzando por aspirar, como medida
previa, a que en los centros de formación profesional se llegue a
una habilitación de los locutores cada vez más exigente. Hago esta
advertencia, bastante simple en verdad, po r haber notado en algún
tiem po más descuidada pronunciación en la radio de M adrid que
en la emisión española de Londres o de Roma.
Toda atención, todo jesmero será poco, dados estos poderosos
medios, que se prestarán a nuevas aplicaciones y designios, hoy
no imaginables siquiera. Yo, desde luego, creo que es tarea hace·
dera, y tarea principal de nuestros Congresos, que las naciones
hispanohablantes concierten eficazmente su acción y lleguen a un
acuerdo, estableciendo norm as convenientes p ara el lenguaje gra·
bado en discos y películas, a fin de ir suprim iendo en él, cuanto
sea posible, diferencias que resultan estorbosas para nuestra inter
comunicación o poco gratas o inelegantes p ara el gusto lingüístico
de la mayoría.
Estas novísimas posibilidades de la palabra hablada han de pre
ocupar preferentem ente nuestra consideración técnica y práctica
para unificar cada vez más nuestro idioma, que, aunque ya de suyo
muy unificado, siem pre tiene en sí el peligro de su enorm e dila
tación geográfica sobre las dos opuestas playas del Atlántico y
sobre la inm ensidad del Pacífico, desde los Andes a Filipinas; pero
el gran poder que hoy adquiere el habla individual, y nuestra per
suasión de que no actúan fuerzas ciegas en el lenguaje, nos dicen
que este hermoso idiom a, base de nuestra fraternidad espiritual, en
el que se han expresado tantos genios e ingenios del antiguo m un
do y del nuevo; este hermoso idioma, modelado por nuestra volun
tad, nuestra inteligencia, nuestra sensibilidad, nuestra fantasía, tiene
siem pre su vida y sus destinos puestos en nuestras manos.
262
COMUNIDAD DE LA LENGUA
HISPANICA
po r GREGORIO MARAÑON
263
3
Os decía, empero, que esta designación tiene su razón de ser.
P orque là reunión de las Academias del idiom a castellano tiene,
desde luego, u n trascendente sentido filológico, puesto que en ella
se tra ta rá de continuar la adm irable labor desarrollada en el pri
m er Congreso, el de Méjico, al que pertenece la gloria de la ini-
ciativa. Pero el Congreso de M adrid tiene además un profundo
significado general político, pudiéramos decir popular, que sobre
p u ja al m eram ente idiomático. Y p ara hablaros en ese am biente
basta la voz de u n español que ama con pasión su habla nativa,
que saluda cada m añana a los suyos y a sus amigos, y como buen
ibero discute varias veces al día sobre lo divino y lo hum ano, y
explica su cátedra y escribe sus libros, sintiendo en cada momento
la fruición y el orgullo de que está hablando en castellano. Para
esto tan modesto, casi anónimo, pero que en este solemne instante
tiene un significado y una categoría, para esto puedo ser yo quien
os dirija la palabra y el que genuinamente represente a nuestra
Corporación.
Las ponencias, las comunicaciones y los debates que van a des
arrollarse en los días venideros aclararán sin duda muchos pro
blemas que se plantean en nuestro idiom a com ún; viejos o recien
tes temas de gramática, de lexicografía, de semántica, agravados
p o r la delicada situación que crea a las grandes lenguas cultas el
ocaso de su renovación literaria y el em puje de su componente
técnico y científico. Porque, quiérase o no, el m undo de los sen
tim ientos y de las ideas generales empieza a estar agotado, en
tanto que el de los inventos no ha hecho más que empezar su
form idable captación de la vida entera y, por tanto, de lo que es
instrum ento fundam ental de la vida: el lenguaje.
Todo esto se intentará resolver o se resolverá. Mas quedan en
el prim er plano de esta magna Asamblea otros aspectos, que se
cifran todos ellos en la realidad de vuestra presencia en esta Casa,
que es el hogar del espíritu de España y de lo que ha sido y es
más fecundo y perm anente en la obra civilizadora que Dios nos
encomendó, y que hoy puede decirse que culminó, repito, al veros
aquí, en el viejo y frondoso hogar, representando a naciones libres,
poderosas, llenas de personalidad y brío, pero todas unidas por
la com unidad que da el idiom a, la única que no puede inspirar
recelos nacionalistas n i resentim ientos históricos, sino sólo desinte
rés y ese rom ántico regusto del pasado lejano, en que los recuerdos
están ungidos por la palabra m aterna (caricia o enfado es igual),
porque la distancia y la ternura h an borrado de ellas todo lo que
no sea sensación de inefable amanecer.
264
A hora, al contem plar la misión ya cum plida, nos damos cuenta
todos nosotros de la energía casi milagrosa del castellano. Llevo la
voz de todos al decir esto, porque esa eficacia m aravillosa de nues
tra lengua es tam bién obra vuestra. No estaba pulida todavía
cuando em pezaron a hablarla los españoles en el Nuevo Conti
nente, antecesores nuestros y vuestros, para realizar su gran obra
civilizadora con u n ím petu y una eficacia que hoy contem pla el
m undo entero, con adm iración que está por encima de los credos
confesionales y políticos. La H um anidad ha alcanzado ya su m adu
rez, y la H istoria tiene, cada vez más, el deber de revisar su pasado,
es cierto. Pero no podemos seguir cometiendo el error de juzgar
ese pasado con el criterio de nuestro tiem po, que es el error
común de la H istoria m oderna. Y la verdad es que los españoles,
y sobre todo los misioneros, cum plieron su deber histórico en
la Am érica auroral con u n profundo sentido hum ano, ante el que
no tienen más que un valor aislado episodios y anécdotas, que,
uno a uno, encontrarían, analizados con el máximo rigor histórico,
su explicación o su excusa.
P ara la prodigiosa lab o r de aquellos hom bres extraordinarios
fué el castellano un instrum ento incom parablem ente eficaz. Y esta
eficacia se basaba principalm ente en que no fué una lengua im
puesta, porque los españoles que llegaron a Am érica no tuvieron
otra preocupación que la de h ab lar en sus propios dialectos a los
aborígenes. B ien conocidas son las anécdotas de los religiosos o
de los hom bres del siglo, que adquirieron facilidad pasmosa para
dom inar rápidam ente numerosas hablas locales, como San F ran
cisco Solano, que alcanzó a predicar y a entenderse en cincuenta
de estas lenguas.
“Ningún esfuerzo, en suma—añade u n gran historiador de
ahora—, se intentó al principio para enseñar el castellano a los
indígenas, m ientras que los frailes y los funcionarios españoles
aprendían las lenguas del país con sorprendente ardor.” (Mada
riaga.) Y, sin embargo, el castellano claro, rotundo, no impuesto
n i deliberadam ente enseñado, se convirtió en pocos años en la len
gua común del continente. E ra el habla que convenía a la solemne
grandeza del Mundo Nuevo. Cada pueblo lo hizo suyo, y conser
vando su estructura esencial y a veces vocablos y giros perdidos
para nosotros, los peninsulares, se fué enriqueciendo con palabras
transm itidas de los dialectos aborígenes y con modos originales
propios de las nuevas form as de vida, que empezaban a crearse
a favor de las nacientes nacionalidades en aquel escenario
gigantesco.
265
Cada uno de esos matices del castellano que vosotros represen
táis cuenta con millones de hom bres que lo hablan y lo refunden
a su guisa. Y todos juntos form an uno de los idiomas básicos de
la civilización actual, y seguramente uno de los que tendrán más
fecundo porvenir en la civilización futura. P ara componer su
vasta estructura y p ara ajustarla a la dinám ica de los tiempos fui
mos todos a Méjico y habéis venido ahora a M adrid, sede de la
Academia nuestra, experta p o r su tradición, pero llena todavía
de ím petu juvenil; y nada lo dem uestra como su deseo de unir
a su sabiduría tradicional la vuestra, ya en plena madurez. No hay
rigurosam ente un idiom a castellano más o menos extendido por
los mundos de Dios, sino muchos matices castellanos, ram as fron
dosas del nuestro. Y a todos los enlazan esa energía y esos senti
m ientos fecundos, casi mágicos, que se esconden en la palabra
viva; esa gran com unidad de cosas que no son concretas, pero
que pesan más en la vida que aquellas otras de la política, por
la que los hom bres disputan y se m atan: la comunidad de religión,
a la que respetan incluso los que no la sienten o suponen que no
la sienten; la com unidad en la vida fam iliar, en el modo de sentir
el am biente y la vida interiores; la com unidad en las reacciones
ante los grandes ideales, ante el dolor y la alegría, ante la exis-
tencia y la m uerte. Y, por encima de todo esto, la fruición entra
ñable de oír y h ab lar con la arm onía inefable del castellano bueno.
Todo esto es lo que hemos querido consagrar en estas reuniones.
Y a su lado, ¿qué significarían si fueran adversos, y a veces lo
son, los lances del interés m aterial o los de la política, muchas
veces disgregadora, pero siem pre efímera?
Este sentido general de nuestra alegría de hoy es el que quería
deciros en nom bre de la Academia Española. Es decir, el deseo
de que no parezca que nuestro Congreso sea sólo una reunión de
técnicos. Lo es, y vosotros venís aquí henchidos del saber heredado
de vuestros grandes filólogos, gramáticos y hum anistas, personi
ficados en Bello, en Caro, en Cuervo y en otros muchos, porque
la ciencia del lenguaje apareció casi desde las prim eras genera
ciones que siguieron al descubrimiento.
Mas el lenguaje no es obra sólo de los técnicos, sino tam bién
de los escritores y del pueblo.
Poetas, novelistas, comediógrafos, ensayistas y tratadistas cien
tíficos, todos tienen su quehacer en la creación del idioma, porque
de su genio depende la perfección y pulcritud de aquél; y, sobre
todo, muchas de sus innovaciones. Necesita el idiom a su exacto
266
reglamento. Pero si este reglam ento no saltase en pedazos cada
vez que surge u n escritor genial, el idiom a, estancado, se pudriría.
Un español insigne, bajo cuya sombra entré en esta Casa, el
padre Feijoo, decía: “Puede asegurarse que no llegan n i a una
razonable m edianía todos aquellos genios que se atan escrupulosa
m ente a reglas comunes.” P orque “p ara ningún arte dieron los
hom bres, n i podrán dar jam ás, tantos preceptos que el asunto de
ellos sea comprensivo de cuanto bueno cabe en el arte”.
Y yo digo: Acaso sea esta violación de las reglas, en el idiom a
como en todo, la señal más clara del genio creador. Claro es que
el problem a está en diferenciar el talento verdadero de la m era
audacia o de la extravagancia, que siguen aparentem ente el mismo
camino. Pero en el audaz, la rebeldía sistemática es u n fin y no
el medio necesario para el gran vuelo de las ideas. P or eso, el
genio es siem pre fecundo y el audaz no; y la señal inequívoca que
nos perm itirá distinguirlos es que la rebelión del audaz es pasa
jera, m ientras que la innovación del genio, que puede asom brar
o indignar a los puritanos, se transform a rápidam ente en normas
nuevas, y la misma generación que las vio nacer las convierte en
clásicas. Este proceso de la “norm alización de lo extraordinario”,
de lo que parece estupendo, es uno de los mecanismos caracterís
ticos del progreso.
Feijoo expuso esta misma idea con otras palabras, típicas de
su ingenio y de su retórica: “Los hom bres—decía—de corto genio
son como los niños de la escuela, que si se arrojan a escribir sin
pauta, en borrones y garabatos desperdician toda la tinta. A l con
trario, los de espíritu sublim e logran los más felices rasgos cuando
generosamente se desprenden de los comunes reglamentos.”
E l secreto de esta virtud innovadora, del literato o del poeta
geniales, que a trueque de algunas oleadas de escándalo aguzan
y dilatan el gran instrum ento del idiom a, es el sentirse, casi siem
pre, sin proponérselo, superiores al ambiente. Y el hacerse supe
rio r al am biente no es despreciarlo, sino olvidarlo. H ay que afron
tar, claro es, el que los guardianes de los reglamentos rasguen sus
vestiduras; pero no im porta, porque lo que hoy parece desafuero
no tard ará en incorporarse a los reglamentos futuros. Puesto que
acabo de hab lar de Feijoo, recuérdese que a un arcbiacadémico de
su época, a F o m er, le parecieron funestas las libertades que el
glorioso benedictino se perm itía con el idioma, y sobre estas liber
tades compuso uno de los argum entos para sus exequias del idioma
español, que suponía m oribundo. Pero hoy, la prosa de F orner
tiene sólo un valor arqueológico, y la viveza popular, libre y fresca
267
de la de Feijoo perdura con la misma actualidad y la misma efica
cia que cuando él vivía, a pesar de todas sus incorrecciones.
Feijoo poseía ese creador olvido de las reglas que tienen los
grandes innovadores. E l escritor de calidad puede, en efecto, olvi
darlas, olvidar las reglas, con tal que posea lo que Ju an de Valdés
llam aba “buena y clara sentencia”, es decir, u n contenido apo-
tégmico que se incorpore al punto al repertorio ideológico del lec
to r, y, a la vez, una expresión transparente. “Buena y clara sen
tencia” ; pero con claridad que no siempre es sencillez, porque
puede tener la otra transparencia suprem a de la m etáfora, de la
que el mismo Valdés, castellano nuevo y maestro adm irable del
idiom a, decía que “la m ayor p arte de la gracia y gentileza de la
lengua castellana consiste en h ab lar por m etáfora”.
Todas estas virtudes crecen y fructifican en el castellano como
en terreno ideal. Y a ellas se añade otra que los tiempos m oder
nos im ponen: la concisión, la brevedad que el pueblo español tuvo
siem pre en su habla, y acaso haya sido uno de los secretos de
la eficacia y de la perduración del castellano. E l m aestro Valdés,
y vuelvo a citarle, decía “que todo el buen hablar castellano con
siste en que digáis lo que queráis en las menos palabras que pu-
diéredes”. Y esto invita a considerar el tercer elemento creador
del idiom a: el pueblo.
Todo hom bre de plum a, decía antes, es creador del idioma, y
todos deben tener asiento en este máximo concilio del nuestro.
Pero, además, el pueblo, el pueblo mismo es el forjador inicial
de la expresión hablada e im pulsor de su transform ación incesante,
y, p o r tanto, de su vitalidad, y creador incom parable de su gracia.
La máxim a virtud creadora del pueblo es la idiom ática. Es el único
aspecto en que puede decirse seguramente que la voz del pueblo
es la de Dios. La gente de la calle pone la sal y el adobo instintivos
al habla culta; y, a la larga, todo lo popular es—lo que menos
pudiera pensarse—lo verdaderam ente discreto, porque la gran dis
creción no nace en las aulas n i en los salones, sino en el seno del
hogar, en el taller donde se trab aja y en la calle; y, para dar satis
facción a la m em oria de don Miguel de Unamuno, añadiremos que
tam bién en el café. La discreción, como decía Cervantes, cuyo cas
tellano inm ortal está aprendido nueve partes en la vida y sólo una
en los libros, “la discreción es la verdadera Gram ática del buen
lenguaje”.
La calle y el bogar tienen, pues, su sitio de honor en esta Asam
blea. Así, que vosotros traéis con la representación de vuestras
Academias y de vuestros escritores la de los pueblos innúm eros que
268
h ab itan el gran continente. E l pueblo, en la vida pública, no
tiene siem pre la razón, y eso lo saben m ejor que nadie los demó
cratas; pero en asuntos de lenguaje tiene la razón siempre. Es
preciso encauzar su exuberancia creadora, reform arla y, muchas
veces, pulirla. Pero sin esa exuberancia popular, las lenguas m ori
ría n de la m uerte peor, que es la pedantería y el fastidio.
Esta Academia, donde se elabora el léxico del castellano, está
siem pre pronta a adm itir los giros y las voces del habla de la
calle; y el deseo de una más estrecha colaboración con vuestras
Academias (que más aún que vosotros mismos nosotros deseamos)
se refiere m uy principalm ente a recoger el eco del lenguaje de
vuestros pueblos. Los españoles que hemos vivido algún tiem po
en América, y somos muchos, recordamos como una de nuestras
mayores alegrías el oír h ab lar a vuestros hom bres del campo, en
las llanuras del P lata, en las costas del Pacífico, en los valles andi
nos, en las campiñas de Centroam érica y en las vastas tierras de
Méjico. Sólo entonces tiene el español una idea exacta de la capa
cidad creadora de los pueblos americanos, de su genio idiomático
p ara conservar las palabras justas del castellano viejo, para adap
tarlas, cuando se puede, a sus vivencias nuevas y para inventar el
instrum ento lingüístico que requiere su dinamismo frente a aquella
vida pu jan te y diversa.
Este inmenso m aterial, vivo y fragante, que m ultiplica y rejuve
nece al castellano de los prim eros españoles que poblaron a Amé
rica, debe tener no una anecdótica incorporación a su antigua
m atriz, sino una integración en sus mismas fundam entales estruc
turas. E l vasto idiom a común, el castellano ecuménico, debe adap
tarse a la vida diversa de los dos lados del m ar, con sus gloriosas
raíces latinas y griegas, árabes y hebreas y las que corren por la
savia de los pueblos nativos de América.
Un inglés que viajaba por España a principios del siglo XIX, en
en una de las épocas de ocaso literario que tienen todos los pue
blos, p o r lo común unidos a sus desventuras políticas, Borrow,
que era el viajero, muy buen conocedor del castellano, decía que
éste, en el lenguaje hablado del pueblo, era m uy superior, como
fertilidad y elegancia, al de los libros. Esto era verdad. Y ocurría
pocos años después que F o m er, el archiacadémico (aunque nunca
perteneció a esta Academia, acaso por exceso de academicismo),
disertara sobre la m uerte del castellano y entonara sus exequias.
Pero F o m er era un cortesano y u n burócrata, y no sabía que cuan
do la literatu ra de un país enferm a, po r el raquitism o oficial, el
pueblo recoge y conserva y cultiva el tesoro que h a m uerto en
269
Ιώβ cátedras y en loe libros, para de nuevo infundirlo después, en
una resurrección culta y literaria. E l viajero inglés lo ignoraba
tam bién. Pero vivió bastante para ver que el castellano que oyó
en sus andanzas p o r los pueblos españoles fructificó poco después
en la gran literatu ra rom ántica, y más adelante en el brote admi
rable del siglo XIX, que, yo creo que sin hipérbole, ba calificado un
insigne crítico como el segundo Siglo de Oro español.
E n tanto esté viva y en evolución el habla del pueblo, está o
estará vivo el idiom a culto. P or eso el pueblo, como reserva per
m anente y eficaz del lenguaje, tiene aquí su sitio de honor
H e aquí p o r qué os decía que esta ocasión es m em orable en
la historia del castellano. P orque lo es tam bién en la historia de
aquello que el castellano representa y representará en el progreso
de los hombres.
Sed bien venidos a esta reunión que esperábamos todos con
ilusión y con amor. Yo he dicho en alguna parte—no sé en cuál,
porque h e hablado y escrito tantas veces en América—que uno de
los rasgos del carácter español es la nostalgia de América. La
nostalgia no sólo de los que estuvimos allí y hemos vuelto al hogar
nativo, sino la más punzante: la de los que nunca cruzaron el mar.
La nostalgia de la tierra lejana, que nunca se vió, pero que se
am a por puro presentim iento, por romanticismo del bien que sólo
se ha soñado, p o r m ito de la tierra de promisión. Este sentimiento,
heredado de generación en generación a través de los siglos, tiene
más fuerza que los vanos alejam ientos que a veces crean los tu r
bulentos recuerdos del pasado o las diferencias políticas o econó
micas de hoy.
Y pienso que a vosotros os ocurrirá lo mismo; que por encima
de esos eventuales momentos de disconformidad late en las m ora
das íntim as de vuestro espíritu, en esas m oradas donde asientan
las recias y fecundas pasiones que no cambian nunca, un instintivo
movimiento de solidaridad y de am or hacia el solar antiguo, de
donde salieron los hom bres que por ley natural habían de cola
b o rar con vosotros en los destinos más augustos que la Historia
reserva a los hum anos, es decir, el continuar una form a de civili
zación que puede inscribirse entre las más gloriosas que hayan
existido jamás.
Don A ndrés Bello dijo en la portada de su libro más trascen
dente “que es im portante la conservación de la lengua de nuestros
padres en su posible pureza, como u n medio providencial de comu
nicación y u n vínculo de fraternidad entre las naciones de origen
español derram adas sobre los dos continentes”.
270
Y yo añado, en nom bre de la Academia Española, que ese deseo
y ese sueño del gran polígrafo am ericano nunca h an estado tan
cerca como hoy de ser una jubilosa realidad.
Gregorio Marañón.
Castellana, 59, dupL
Madrid (España).
271
UNIDAD Y DEFENSA DEL IDIOMA
po r DAMASO ALONSO
”,
B a jo e l lem a d e la “U nidad id io m á tica e l académ ico d e la Española y em i
n e n te filó lo g o Dá m a s o A l o n s o resucita en su eru d ito trabajo la conocida pro
fecía p esim ista d e R u fin o J . C uervo d e q u e “n o h a y lengua en é l m u n d o q u e
n o haya d e fragm entarse o extin g u irse u n día ”. E l autor d e la reciente Antolo
gía de la poesía española (1956) denuncia u n fen ó m en o d e cuarteam iento del
id io m a : “P o r todas partes, d en tro d e l organism o idiom ático hispánico, se están
p ro d u cien d o resquebrajaduras; éstas afectan tanto a lo fo n ético com o a lo sin
táctico, a lo m o rfológico o a l léxico. T o d o s estos distin to s tip o s llevan en sí
e l g erm en d e m ales m u y graves. L a d irección d e esas resquebrajaduras es
a sim ism o variadísim a: unas veces d iv id e e l terreno hispanoam ericano en dos
zonas, y España va o n o co n u na d e las d o s; otras veces, algo peculiar aísla a
u n a d eterm inada nación con relación a las dem ás. E l ed ificio d e nuestra co m u
n id a d idiom ática está cuarteado.” Y para p o n er rem ed io a este grave m a l in m e
diato, D ám aso A lo n so estim a necesaria la creación d e u n organism o interaca
d ém ico , cuya exclusiva a tención sea la u n id a d d e la lengua española.
272
es u n signo de nuestro tiem po. U na prueba de ello está en la
reunión de estos congresos, el prim ero, de Méjico, y el segundo,
este de M adrid (y los que seguirán), y más aún en que aquél se
debiera a iniciativa estatal, y que uno y otro hayan sido am para
dos económicamente por los Gobiernos de Méjico y España. ¿Sa
béis por qué? P orque la lengua está en peligro; porque nuestro
idiom a común está en un peligro pavorosamente próximo. Y para
dirigir la lucha organizada contra ese peligro los únicos órganos
adecuados son las Academias de la lengua. H e aquí cómo a nues
tras viejas instituciones de raigam bre dieciochesca se les abre
ahora un panoram a m odernísim o: una posibilidad de ser órganos
vivos, alerta, actualísimos, eficaces.
Soy sincero, y lo voy a decir en pocas palabras. Si m e intere
san las Academias de la Lengua Española, y el pertenecer a una
de ellas, es casi únicam ente porque espero (iba a decir “porque
aún no he perdido la esperanza”) que sean instrum entos adecúa-,
dos para lu ch ar contra ese peligro inm ediato y pavoroso. Creo
que estos congresos deben ser, ante todo, exámenes de conciencia.
¿Vamos a ser, vamos a constituir órganos verdaderam ente adecua
dos a las necesidades de los días que vivimos? Quiero la tradición:
la buena y útil. Pero la otra, lo que hace falta es arrum barla.
A las Academias les convendría—es opinión puram ente perso
nal—arro jar la casaca dieciochesca. Estaríamos mucho más ágiles.
S í; aun nuestro mismo lem a puede resultar equivocante: “Lim
pia, fija y da esplendor.” ¿Qué esplendor? Señores, no se tra ta
de esplendor alguno, sino de evitar que dentro de pocas genera
ciones los hispanohablantes no se puedan entender los unos a los
otros. E l problem a que tenemos delante no es el de dar “esplen
dor”, sino el de im pedir que nuestra lengua se nos haga pedazos.
P o r eso, yo desearía que a la m edalla que llevamos sobre el
pecho, algún ingenioso em blem ista le grabara otro lem a más ac
tual, u n lem a que expresara nuestra voluntad decidida de hacer
todo lo posible por im pedir la fragm entación de la lengua cas
tellana.
E n mí, eso está grabado en otra m edalla mucho más honda,
como que lo llevo m etido en el corazón.
* * *
273
objeto m,ás de la curiosidad científica, casi se puede decir que
comienza en el siglo xrs; durante este siglo hace grandes avances
en lo que respecta a la recolección y recuento de m ateriales y a
su prim era ordenación y com paración; y en el siglo presente con
tinúa con generosos intentos de alcanzar verdades más profundas,
de llegar al conocimiento de un lenguaje (y del lenguaje) como
organismo, en su funcionam iento estructural. La otra perspectiva,
la de estudiar el lenguaje para dirigirlo, tiene una enorm e antigüe
dad. La principal preocupación fué, prim ero, la de dirigirlo en
el individuo (gramáticas norm ativas). Mezclada con ésta, aparece
pronto o tra: la de m ejorarlo en la sociedad, es decir, la de guiar
lo o m odificarlo, dirección patente entre nosotros ya en una obra
como el D iá lo g o d e la L en g u a , de Yaldés.
Lo que es nuevo es que los Estados mismos se ocupen de la
dirección lingüística. Este fenómeno empieza, precisamente, con la
fundación de las Academias, pero adquiere gran im portancia y
desarrollo sólo en nuestro siglo. Pero entre los distintos Estados
hay enormes diferencias.
De u n lado, la máxim a intervención lingüística; de otro, una
total libertad. Representan el prim er polo los Estados totalitarios.
La últim a exageración de esta tendencia sería R usia; en Rusia,
y tam bién en varios países satélites, los famosos artículos lingüís
ticos de Stalin, publicados pocos años antes de su mjuerte, produ
jero n un cambio súbito no sólo de toda la política lingüística,
sino de toda la investigación científica del lenguaje. E n Italia,
en la época fascista, el interés estatal se concentró, sobre todo,
en la lucha contra el extranjerism o; era consecuencia, por tanto,
de la exacerbación nacionalista (sumamente peligrosa en m ate
rias de lenguaje). Desapareció por entonces de las gramáticas el
uso de le i como pronom bre de cortesía, sustituido por v o i ; se elimi
naron de los periódicos muchas voces de origen extranjero y se
sustituyeron por otras castizas, inventadas o resucitadas; los dic
cionarios—por ejem plo, el de Palazzi—traían como apéndice lar
gas listas de extranjerism os que debían proscribirse. Desaparecido
aquel régimen, algunas de estas sustituciones, que eran útiles, per
sisten; otras, como la del em pleo de v o i en vez de le i, des
aparecen.
La m áxim a libertad y despreocupación es la inglesa. Inglate
rra, el Estado inglés, ha m antenido la más olímpica indiferencia
ante los destinos de su idiom a, a pesar de los pesares, a pesar de
la enorm e diseminación y utilización p o r gentes de climas y razas
m uy distintas, a pesar de las grandes diferencias de pronunciación
274
patentes ya hoy entre los Estados Unidoe y la antigua m etrópoli.
Una posición más vitalista que intelectual, una antigua enemiga
a las lim itaciones de la libertad, h an hecho posible lo que pare
ce absurdo. Ni siquiera sintió Inglaterra la necesidad de una Aca
demia de la Lengua. Y ese espíritu de libertad idiom ática y cul
tural h a tenido hasta su clásico: el famoso ensayo T h e L ite r a r y
in flu e n c e o f A c a d e m ie s , que M atthew A rnold publicó en 1865.
E n tre la coacción política totalitaria y la extrem a libertad e
indiferencia del inglés, en Francia, como siempre, lo que triunfa
es la inteligencia. A llí dom inan aún los criterios de pureza y de
claridad; el público se sigue interesando siem pre p o r las cuestio
nes del lenguaje (la sección lingüística de L e F ig a ro es, desde hace
m ucho, u n éxito). La Academia, institución oficial, no tiene una
autoridad de tipo legal coactivo, pero es en general respetada
como suprem o juez.
H aríam os m uy m al si de este panoram a quisiéram os sacar
inm ediatam ente consecuencias para nuestro m undo hispánico. Las
condiciones son m uy distintas.
Nos puede ser sim pática la to tal indiferencia estatal inglesa
hacia los problemas de su idioma. Pero esta m ajestuosa indiferen
cia—diríamos, victoriana— ¿va a poder durar mucho tiem po? Hay
que decir que ha sido posible p o r dos causas: en lo interior, por
la condenación social—m ás rigurosa que en sitio alguno—de la
pronunciación plebeya, y en general, del vulgarismo idiom ático;
y en lo exterior, p o r el prestigio de una poderosísima m etrópoli en
su relación con las colonias. Pero ¿qué ocurrirá el día en que éstas
rom pan todo vínculo? P ara la salvación de la k o in ê de la lengua
inglesa, frente al poder declinante de Inglaterra, se alza hoy el
inmenso poderío aún creciente de los Estados Unidos.
P o r su parte, ni Italia n i Francia nos sirven tampoco para la
comparación. Sus problem as son esencialmente interiores. Francia
tiene un Im perio colonial, pero estas colonias no están desarrolla
das aún en form a que se pueda prever la form ación inm ediata
de Estados francohablantes independientes. Esos problem as inte
riores, ante todo el de la pureza idiom ática, que el pasado tota
litarism o italiano quiso resolver por la fuerza, y tantos otros que
la dureza y rapidez de la vida m oderna traen consigo, preocupan
hoy profundam ente en Francia. La conciencia de que se atraviesa
a llí una peligrosa crisis idiom ática ha dado origen a reflexiones
como las que se contienen en el reciente libro C in q p r o p o s su r la
la n g u e fran çaise, en que distintos especialistas estudian aspectos
diferentes del problem a y varios de ellos en térm inos alarmistas.
275
Sin embargo, esos problemas que preocupan o han preocu
pado recientem ente a Italia y Francia, apenas si nos pueden pre
ocupar a nosotros. No tenemos n i tiem po para considerarlos. Son
problemas de decoración y pulim ento, propios de una casa segura.
E l problem a nuestro es otro: que no se nos hunda la casa. Por
eso decía yo antes que el lem a de nuestras medallas está comple
tam ente anticuado: por lo que tenemos que luchar es por la uni-
dad fundam ental de nuestra lengua.
P o r ninguna p arte en el m undo m oderno existe el ejemplo
magnífico (que a los españoles nos llena de orgullo, porque por
si solo habla de lo que fué el espíritu de nuestra colonización)
y que debe ser motivo de gloria para todo bispanohablante, de
u n idiom a en que hablan diecinueve Estados plenam ente sobera
nos e independientes, y que es lengua cooficial de otro: Filipinas;
que es, además, la lengua de una isla que form a parte de los Esta
dos Unidos (y prescindo en esta enumeración del núm ero enorme
de hispanohablantes en todo el Sur de los mismos Estados Unidos
y de los que viven en una ciudad como Nueva York, y del espa
ñol que se habla p o r tantos miles de hom bres del norte de Africa,
y del de los sefardíes y del de las—pocas—colonias españolas). En
lo que sigue m e atendré sólo a los veinte Estados soberanos y a
P uerto Rico.
Esto sólo basta para indicarnos el gran peligro de fragmen
tación de una lengua que h a llenado tantos recipientes políticos
totalm ente independientes entre ' sí.
¿P or dónde se puede producir la fragm entación? Este d ó n d e
pregunta por la p arte o m ateria del organismo idiomático, y al
mismo tiem po tam bién por los lugares geográficos en que pueden
aparecer las quiebras. Respecto a lo prim ero, hay que decir que
las roturas se producen en la fonética, en la sintaxis, en la m or
fología y tam bién en el léxico; en cuanto a lo segundo, que allí
donde hay o donde de nuevo se produce u n lím ite político, hay un
principio de ro tu ra idiomática. Pero hay, además, grietas diferen-
ciadoras que a veces no coinciden con las fronteras de un país.
La cultura m oderna, la radio, el intercam bio de prensa y libros,
los viajes y, sobre todo, la enseñanza, contribuyen a borrar la
lab o r fragm entadora; pero el principio de quiebra está ahí, y
bastan condiciones históricas favorables para que se ahonde y
abra.
Es u n craso erro r pensar en una sola quiebra que separa el
español europeo a u n lado y el español de América al otro. Así
ligeram ente lo piensan los que consideran algunos fenómenos uni
276
tivos de toda A m érica; por ejem plo, el seseo universal desde el
sur de los Estados Unidos hasta la T ierra del Fuego, o, en el léxico,
voces como m a n e ja r , americano, frente a c o n d u c ir (un automó
vil) peninsular, etcétera (1).
Se tra ta sólo de una ilusión. E n p rim er lugar, el seseo no
separaría, porque una buena p arte de España sesea (Andalucía,
aparte del seseo de otras zonas, gallega, vasca, etc.). Pero, además,
cada zona hispánica tiene sus fenómenos destructivos. Piénsese en
las articulaciones próxim as a z del Río de la P lata (c a b a z o , “ca
ballo'") que podrían evolutivam ente llevar hasta una x ; como no
cabe dudar que ha ocurrido en castellano: lat. p a l e a -la t. vulg. p a
lia - form a rom ánica prim itiva p á la - cast. ant. ρά ζα - cast. mod. ρά χα .
Sáltese ahora a Méjico, y obsérvese el extraordinario relajam iento
de las vocales no acentuadas; téngase presente que el triunfo de
una tendencia parecida a ésa es lo que determ inó la gran diferen
ciación del francés frente al español y el italiano. Pásese inm edia
tam ente a Chile y obsérvese la inclinación a la palatalización de
las consonantes velares y guturales ante e , i; la m u x ie r, la g ie rra .
H e aquí u n fenómeno m uy destructivo que de desarrollarse libre
m ente puede contribuir en gran m anera a alterar la fisonomía
de un idiom a; es el que produjo que la inicial del latín k e n tu m
esté representada en románico por sonidos tan distintos como
esp. O jé n to , fr. sa, ital. s é n to , etc. Curiosamente, a veces, las in
novaciones fonéticas se h an refrenado más en H ispanoam érica
que en España: en M adrid está adm itida, sin que se tenga por
plebeya la pronunciación, á o /-a d o (se rechaza en cambio, como
vulgar, -á u ). Pero en Buenos Aires no se tolera -áo, considerado
como feo vulgarismo, y eso mismo ocurre en otras zonas de América.
Esta diferenciación, en el sentim iento social, puede favorecer la
evolución de -á o en E spaña: sería á o - áo á u - ó u - ó ; es decir, lo mis
mo que ha ocurrido con a tu en el cantón de los Grisones, en el
alto engadino. Menéndez P id al profetizó esta evolución de -a tu en
tre nosotros. Parece lejana, pero una gran perturbación histórica
la podría acelerar.
H e aquí, pues, que en cualquier región de la gran k o in é his
pánica existen ya latentes, ya más o menos desarrolladas, las fuer
zas fonéticas de tipo destructivo: hasta que se produzcan circuns
tancias favorables para que se desarrollen rápidam ente hasta su
últim a consecuencia. Y las últim as consecuencias no se pueden
prever, porque la destrucción o com pleta evolución de toda una
278
rencias, lo mismo que ninguna com unidad uniestatal se ve en pe
ligro por la existencia de parecidas diferenciaciones regionales.
Pero nuestra cultura, y lo mismo la lengua que la refleja, son
una constante creación, una ininterrum pida agregación. Este as
pecto creativo lingüístico-cultural tiene hoy una im portancia enor
me, porque el ritm o de esa agregación de elementos nuevos es cada
vez más veloz. No se piense en que la eliminación de elementos
envejecidos restablece el equilibrio. N o; la vida m oderna exige
cada vez más una m ayor y más precisa diferenciación de nociones.
E llo es evidente en lo que toca a la cultura m aterial. Las sesiones
de la R eal Academia Española se dedican, quizá en su m ayor par
te, al empeño de canalizar y dar form a aceptable en castellano a
ese alud de nom bres técnicos que caen boy sobre cualquier len
gua. Si en una com unidad idiom ática pluriestatal, en cada Estado
se aclim atan voces distintas, el resultado es una creciente diferen
ciación de las voces que verdaderam ente contienen la carga de
nociones y juicios de un idiom a (sustantivos, verbos). Teóricam en
te se puede llegar a la fragm entación total, aim que se m antuvieran
sin la m enor quiebra el sistema sintáctico y el fonológico. Pero
n o hace falta pensar en lím ites extravagantes como el que acabo
d e enunciar. Todos hemos sido testigos, ya en América, ya en
España, de escenas como la que yo presencié siendo aún niño:
u n pariente mío uruguayo quiso comprarse m e d ia s (en España y
e n otros sitios de América, c a lc e tin e s ) en u n comercio de M adrid.
Resultado: varios m inutos de m utua incomprensión. Imaginemos
ahora lo que puede suceder si en una frase dos sustantivos y un
verbo resultaran los tres equivocantes, etc.
Miremos ahora a lo que sucede con palabras de la cultura mo
derna.
Consideremos el v o la n te del automóvil. Así se le llam a en
España y tam bién en A rgentina, Bolivia, Ecuador, Méjico, P ara
guay, Uruguay, Venezuela. M ientras que en varios países, entre ellos
Colom bia, Cuba, Guatemala, Nicaragua y P erú se le llam a tim ó n .
Chile emplea la voz m a n u b rio . E n P uerto Rico, se oye g u ía . Los
dos grupos más nutridos, tim ó n y v o la n te , ¿qué representan? P en
saríam os que tim ó n fué n atu ral elección de los países costeros.
No nos bagamos ilusiones. Son sencillamente las dos direcciones
culturales innovadoras que h a habido en el m undo hispánico: la
del inglés am ericano ( ste e rin g -w h e e l) y la francesa ( v o la n t) . E l
R ío de la P lata y España solían sufrir la segunda. Los países del
n o rte de Sudamérica, los de Centroamérica, Méjico y el m ar de
las AntiRas, la prim era. (Pero, en este ejem plo, Méjico y Venezue
279
4
la, por causas que habrá que investigar, no van en el grupo que
les correspondía.)
E n el ejem plo que sigue el efecto se ha producido sobre el
artículo. L a r a d io decimos en España, y lo mismo en Argentina,
Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay; pero desde Perú, Ecuador,
Colombia y Venezuela hacia el Norte, sólo he oído e l ra d io . P or
un momento se piensa que en la r a d io se ha partido de la ra d io -
d ifu sió n , la r a d io te le fo n ía ; y en e l r a d io , de e l r a d ió -r e c e p to r. Y
será verdad, pero creo que lo que ha determ inado el fem enino
de España y de los países de Sudam érica ha sido la form a fran
cesa (reforzada, además, para el P lata, por la coincidencia italia
n a ), m ientras que en el N orte no hubo ese influjo, y sí el del
inglés americano th e ra d io . Del artículo inglés th e no sale deter
m inación de fem inidad (o “fem ineidad”), y como la voz term ina
ba en -o, la adaptación al masculino era lo más natural. Así, en
los países del Norte, se h a producido conflicto entre e l r a d io
“radio-receptor” y e l r a d io , “elemento químico” ; no existe tal con
flicto n i en los países del Sur ni en España, merced a la oposición
e l r a d io : la radio'.
Si pasáramos otra vez al am biente automovilístico, veríamos
que el concepto “dejar parado, y generalm ente desocupado, u n
autom óvil en la calle, o en sitio destinado para ello” se expresa
preferentem ente por una de dos palahras: p a r q u e a r o e sta cio n a r.
La prim era, anglicismo. ¿Y la segunda? Pues la segunda, galicis
mo. Y si enum eráram os por naciones, veríamos que el Sur (por
Occidente, desde P erú ; p o r el Este, desde Paraguay) se inclina
por esta c io n a r, y el Norte, p o r a p a rca r. O tra vez la distribución
del léxico es: N orte, influjo norteam ericano; Sur, francés. A quí
no es tan claro, porque en algunos sitios se usan las dos voces.
A dar algo de originalidad al conjunto vienen a tra ca r, usado en
el P lata, y c u a d ra r, en Colombia y Perú. E n España se oye tam
bién a p a rca r, e sta c io n a r y, menos, p a r q u e a r *.
E n el léxico de la sastrería, los cierres, que en España tienen
el nom bre de c re m a lle r a (por comparación poco exacta con la c re
m a lle r a conocida de antiguo en m ecánica), se llam an en el N orte
hispanoam ericano (Centroamérica, Méjico y m ar de las Antillas)
z ip p e r , nom bre del inglés de América (2) ; en algún sitio, como
en Colombia, se oye c r e m a lle r a ; lo demás de Sudam érica está divi
(3) Estas palabras tienden a difundirse más y más. Hace pocos días, en un
diario madrileño, se emplea la voz chequeo, en sentido sanitario. (Aún iba
entre comillas; es posible que pronto las deje.)
281
P ara m ostrar la im portancia fragm entadora de la diferencia
ción léxica lie escogido algunos ejemplos que ponen en claro con
traste el N orte y el Sur de la Comunidad hispanohablante de
América. Es sólo un aspecto, aunque im portante, de cómo las dife
renciaciones de léxico, repetidas en u n mismo sentido (aquí, influ
jo del inglés de Am érica frente al influjo francés), pueden produ
cir graves perturbaciones fragm entadoras. Antes de abandonar este
terreno, tendría que decir, para ser del todo justo, que ese equi
lib rio de influjos probablem ente no va a seguir: podemos prever,
para la segunda m itad de este siglo, u n gran aum ento del influjo
norteam ericano y una rápida disminución del francés.
H abría ahora que decir cuántos otros tipos de fragmentación
léxica se producen dentro de cada país, o de cada zona, cuántas
variaciones, diferentes divisiones o acumulaciones de campos se
mánticos, cuántos distintos empobrecimientos (la gran am plitud
significativa de u b ic a r en el Río de la P lata, po r ejem plo), y, por
el contrario, cuántos nacimientos de nuevas voces con nuevas espe-
cializaciones de significado. Cada país es una k o in é cultural, de
acción disgregadora con respecto a la k o in é general. Quisiera sólo,
antes de term in ar este tem a, llam ar la atención hacia una triste
causa de incom odidad y empobrecimiento en las relaciones idio
máticas dentro de la comunidad. Me refiero a las palabras obsce
nas. No hay que volver la cabeza con asco o equivocada pudibun
dez. Lo cierto es que hay hoy día una gran cantidad de voces que
en unos países hispanohablantes son inocentísimas, y que en otros
son im pronunciables en conversación socialmente correcta. Más rara
es, pero no dejan de darse algunos ejemplos, la existencia de pala
bras que en su origen eran netam ente sexuales y que en p arte de
la com unidad conservan ese carácter, m ientras que lo han perdido
por completo en otros sitios. Son tem as éstos que habría que
tra ta r am pliam ente en el próximo Congreso de Academias. La
creación hum orística o m etafórica, que en ese terreno es muy
abundante: el viajero que rápidam ente recorre todo el territorio
de la com unidad hispánica (incluida la misma E spaña), tiene que
aprender en seguida, al Regar a cada sitio, cuáles son las nobles
palabras que allí h an tenido el triste destino de convertirse en
fango.
E n resum en: por todas partes, dentro del organismo idiom á
tico hispánico, se están produciendo resquebrajaduras; éstas afec
ta n tanto a lo fonético como a lo sintáctico, a lo morfológico o al
léxico. Todos estos distintos tipos Revan en sí el germen de males
muy gravee. La dirección de esas resquebrajaduras es asimismo
282
variadísim a: unas veces divide el terreno hispanoam ericano en
dos zonas, y España va o no con u na de las dos; otras veces, algo
peculiar aísla a una determ inada nación con relación a las demás.
E l edificio de nuestra com unidad idiom ática está cuarteado.
Conocida es la profecía pesim ista de Cuervo. Sabido es cómo
luego otras voces alentadoras y optimistas se h an levantado en
contra (la de m i venerado m aestro Menéndez P idal, por ejem plo).
Es cierto que tenemos hoy m ucha más experiencia sobre la posi
bilidad de dirigir o encauzar una lengua; es notable—m e decía
hace poco u n arabista—cómo en la Academia árabe han logrado
arabizar muchas de las voces europeas que designan m áquinas o
inventos modernos, y cómo esas formas son aceptadas po r tantos
pueblos distintos. E n pro de la unificación hem os visto cómo
P ortugal firm aba verdaderos tratados ortográficos con B rasil; y
aun en nuestra Península hemos visto con cuánto sentido de uni
dad los catalanes, en el lenguaje literario, han reducido a formas
únicas, con u n a ortografía única, la anárquica variedad idiom á
tica que reinaba entre ellos en el siglo últim o.
Se puede hacer mucho. N aturalm ente que a la larga la profe
cía de Cuervo es valedera: no hay lengua en el m undo que no
haya de fragm entarse o extinguirse u n día. Tam bién nuestro mis
mo planeta term inará p o r ser una bolsa sobre la que la alegría de
la voz hum ana ya no suene, y de la que term inará por desaparecer
hasta la misma vida vegetal.
No nos im porta esto, sino nuestro porvenir inm ediato, de una
inm ediatez que podemos llam ar el futuro histórico adivinable.
Sobre ese futuro histórico hum ano podemos obrar. La ro tu ra úl
tim a de la com unidad idiom ática castellana puede ser retrasada,
bastantes siglos si actuamos con decisión y con sensata energía.
¿Qué es lo que podemos hacer?
Antes de contestar voy a resum ir aún, m atizándolo, lo dicho en
form a de proposiciones, que presento al Congreso:
283
m al intercom unicación entre las distintas p arte de la k o in é , pero
que, exagerados o desarrollados en el futuro, llevarían a la frag
m entación de la lengua hoy común.
3. a Esas diferencias tocan más o menos por igual a la fonética,
la morfología, la sintaxis y el vocabulario (y, mínim am ente, a la
ortografía). Pero considerados socialmente los distintos fenómenos
diferenciadores tienen más intensidad en unos niveles que en otros.
Los fonéticos y morfológicos se exageran más en medios populares
y llegan, en general, reducidos o simplificados hasta las capas
superiores. Los de léxico, por el contrario, se originan a veces en
capas superiores (entre técnicos, negociantes, etc.) y desde allí se
propagan.
4. a Consideración especial merecen los problemas dialectales
dentro de cada país. E l problem a principal es el que plantea la
pronunciación que, sin intención de dar una explicación genética,
llam arem os de tipo andaluz no claro en el seseo, que no hay para
qué tocar, sino en otros aspectos fonéticos, evitados en general
p o r gentes cultas, y que son m uy destructivos porque perturban
la m orfología (recuérdese, por ejemplo, la enorme extensión
de - s - h , Amado Alonso, R FH , I, 1939, 323).
5. a Creo que form a p arte tam bién del problem a la posición
de órganos mismos encargados de resolverlo, es decir, de las Aca
demias. Es necesario que éstas cambien profundam ente su idea
de lo que puede ser la rectoría del lenguaje: que no se trata de
u n problem a de impurezas, sino de próxim a rotura. No tiene im
portancia ninguna para el idiom a la introducción de un extranje
rismo, con tal que se den dos condiciones: 1 .a Que la fonética
y la m orfología sean normales en castellano (ha sido una verda
dera pena la introducción y propagación de f ú tb o l con su tb im
pronunciable para las gargantas hispánicas, de donde resulta que
cada uno lo dice a su modo—nuevo elemento de fragmentación— :
f ú tb o l, fú r b o l, fú b o l, y fu lb ó l, fu r b ó l, etc.). (Los italianos lo resol
vieron m uy bien resucitando su antiguo c a lc io .) Es grave asimis
mo el peligro de los plurales en -s, d a n c in g s , etcétera (4).
285
tica en medios cultos. H ay que luchar contra todo intento de total
uniform idad en la pronunciación de la com unidad hispánica. Más
aún,, hay que rechazar de plano esa pronunciación norm alizada,
m ixta, que la avidez de oro de los industriales de Hollywood
suele defender: es una hurda falsificación.
Creo lo más fácil la lucha en el terreno del vocabulario, me
diante atenta vigilancia y el servicio de urgencia, que propongo
después. H ay que tener en cuenta que aquí (al contrario de lo
que ocurre en lo fonético) el m al está en la rapidez con que se
producen las quiebras diferenciadoras. Basta a veces que un nuevo
producto sea introducido en dos países distintos po r compañías
de diferentes países extranjeros, para que la consecuencia sea que
los dos países herm anos denom inen aquel producto de m anera
diferente. Si a la prim era aparición del producto tenemos un ór
gano avizor que dé la voz de alarm a, todo se puede arreglar.
* # *
286
didades. Es necesario, creo, ab rir las puertas a gente más joven,
que disponga de más tiem po y esté especializada en lingüística.
Y, claro está, es necesario que las academias retribuyan generosa
m ente el trab ajo del académico que, con preparación técnica,
quiera trab ajar. Nada más absurdo y más contrario al sentido de
nuestra época que el creer que el académico es el auténtico sastre
del Campillo, que cosía de balde y ponía el hilo. P ara esto h ab rá
que convencer a los Estados de que el velar por el futuro de la
lengua es trabajo difícil, y que debe ser bien restribuído.
Es necesario, además, que subordinado a cada Academia traba
je u n Instituto de especialistas—retribuido tam bién, claro está—que
estudie los fenómenos actualísimos del lenguaje, para dirigir o
encauzar el desarrollo futuro. Y no hay que asustarse del nom bre
Instituto. E l núm ero de colaboradores puede ser m uy variable:
en un Estado de pequeña extensión territo rial podría hacer el
trabajo una sola persona, quizá un académico mismo. Otros Esta
dos necesitarían un desarrollo algo mayor.
Puede servir de modelo lo que en la perspectiva histórica ba
hecho la Real Academia Española con sus ficheros (de portentosa
riqueza) y con su Instituto de Lexicografía, que funciona con
método irreprochable y gran entusiasmo y exactitud, dirigido po r
el académico don Julio Casares, con otro académico, don R afael
Lapesa, como vicedirector. Esto—la recolección histórica del léxi
co—me parece m uy im portante y sería de desear que se hiciera
en todas las Academias. Pero al lado de ese Instituto, existente ya,
o, en otro caso, deseable, debería haber ese otro de especialistas,
que ahora propongo, académicos o ñ o ; pero siempre bajo la direc
ción académica, que, a base de los movimientos recentísimos de
la lengua, escudriñaran avizorantes su futuro y trataran de impe
d ir su catastrófica rotura.
Estas ideas se condensan en las siguientes proposiciones:
287
La función especial de este Instituto será el registro inm ediato y
el estudio de los modos de hab lar (en lo fonético, morfológico-
sintáctico y en el vocabulario) o de escribir que puedan poner
en peligro la com unidad idiom ática. Estos Institutos form arán un
fichero de todas las form as peligrosas (o sospechosas de serlo) para
la unidad. Estarán avizor para sorprender las nuevas necesidades
de denominación en el momento en que se produzcan (por ejem
plo, por introducción de una nueva sustancia, o aparato, etc.).
3 ) Los presidentes de todos estos Institutos form arán una
comisión interacadém ica; cada m iem bro de ella actuará como re
presentante de su propia Academia, para resolver con la rapidez
necesaria en los casos de urgencia (denominación de conceptos
nuevos, etc.) y, en cualquier caso, para com unicar los acuerdos
de la comisión interacadém ica a su propia corporación.
4 ) Es necesario que las Academias convenzan a sus respec
tivos Gobiernos de la necesidad de sum inistrar fondos para orga
nizar esta defensa del idioma.
* » *
Dámaso Alonso.
Travesía del Zarzal.
(Chamartín de la Rosa.)
Madrid (España).
288
FUNCION UNITARIA
DE LA LENGUA
LA HERENCIA IDIOMÁTICA
289
diente y Heredera privilegiada de la más noble dinastía. Cuando
el Im perio rom ano, después de h aber sojuzgado el m undo cono·
cido y haber empleado su instrum ento civilizador en levantarnos
a su propio nivel de cultura, vino a desmembrarse arrollado por
irresistibles invasores, al fraccionarse en tantos pueblos cuantas
habían sido las provincias por él preparadas para convertirse en
naciones o cuantas eran las tribus que de Septentrión bajaban a
ocuparlo, fundó Rom a su lengua, algún efecto peculiar, alguna
virtud oculta, u n aire, u n dejo, una tendencia inconfundible, refle
jo de unas u otras de sus cualidades constructivas. Heredó el ita
liano la belleza y la m eticulosidad; heredó el francés la lucidez
y la dialéctica; heredó el inglés la diafanidad y rapidez; el por
tugués, la dulzura m im osa; el catalán y el provenzal, la reciedum
b re; el español heredó la nobleza, heredó lo más rom ántico: la
im perativa nobleza con que aquel pueblo hablaba al m undo vasa
llo en ningún idiom a m oderno ha quedado tan hondam ente preso
como en el castellano. Como si de las virtudes morales y de las
líneas características del pueblo romano, tales como quedaron
estampadas en su lengua, fué España prim ogénitam ente, y lo fue
ron luego sus provincias, las que heredaron la m ajestad, la gra
vedad, aquella g r a v ita s r o m a n a de que tanto se preciaban p atri
cios y consulares. A quella m ajestad del pueblo romano, m a y e sta s
p o p u li ro m a n is, que en sus tratados vencedores hacían previamen
te reconocer y acatar a los pueblos sojuzgados.
Y quién podrá apreciar la hondura, el influjo que esta recia
porción de la común herencia rom ana ha ejercido en el curso de
los siglos sobre el pueblo español y sobre los pueblos nacidos de
él que hoy ocupan el pueblo am ericano desde Río G rande basta
MagaUanes y aun las últim as islas del Pacífico. P orque m uy pocos
son los factores que tan fuertem ente actúan sobre la caracteriza
ción de una raza y que tanto contribuyen para definir sus rasgos
distintivos como su lengua. P odría plantearse el problem a de la
pluralidad de influjo si el carácter del pueblo es el que se retrata
en la lengua y se le asimila, si es la lengua la que, a la larga, mol
dea la idiosincrasia de un pueblo en la precisión ontológica, p ri
mero es el ser, y luego, la manifestación de vida que constituye
su idioma. De hecho, sin embargo, las dos cosas son simultáneas
y sim ultáneo es el m utuo trascendental influjo. E n todo caso, el
problem a se plantearía para el pueblo español en si él cedió su
lengua o su lengua le cede a él. No se plantea para nosotros, hijos
de España. E n los márgenes occidentales del Nuevo Mundo, en los
terrenos de la épica conquista en que hubo irrupciones de una
290
raza vencedora y fusión parcial suya con la raza vencida, pero
no evolución parcial de una raza que nace en el seno de la
H um anidad. E l caso es m uy distinto. No una form ación latina de
una lengua nueva a través de infantiles tanteos, sino la im plan
tación—im plantación paradójicam ente espontánea o, por lo mis
mo, vital—de una lengua antigua y altam ente perfeccionada.
291
exige la exactitud doctrinal del verdadero misticismo. Y, al par
de ello, es suave, apacible, cim breante, como lo requiere la devo
ción. Y es delicada, apta para la súplica, noble, lib re de todo dejo
sentim ental. Tiene algo del intelectualismo del francés, pero sin
la frialdad que el francés tiene del intelectualismo. Y nunca se
rem ansa nuestro lenguaje en la fem ineidad melódica del italia
no. E l español nunca es lengua floja y rem ojada y blanda n i en
labios de m ujer. Tiene, ante todo, dignidad, grandeza, am plitud,
vuelo oratorio, tem ple y m ajestad. Al servicio de esta prim era ven
taja, naturalm ente característica, es preciso hacer cuidar, por un
lado, de la hondura y libertad de sus movimientos, dentro de una
sintaxis tan firm e como suelta de m edida y, por otro lado, de la
natu ral arm onía y rotundidez de la sonoridad y vocalización redu
cida a los sonidos fundam entales del espontáneo equilibrio foné
tico n i a las modalidades afines de que nos habla M erton, n i a
la dureza y austeridad, resabios de barbarie que achaca Frederick
Meyer al mismo Shakespeare, a lo que hay que añadir la opulen
cia del vocabulario, de las construcciones, opulencia tan connatu
ral, tan adaptada a las propias exigencias, que adm ite como gracia
y donaire lo que en otras lenguas sería insufrible derroche si no
satisfacción de m al gusto.
Y como coronam iento de estas preseas que tan acertadam ente
nos legó España, un dejo extraño de espiritualidad, en sublima
ción connativa que hace que se sepa por qué más apropiado pa
rece el castellano empleado en las elocuentes exaltaciones de la
G u ía d e p e c a d o r e s o en las delicadas expresiones de los nombres de
Cristo, o en los endiosamientos de L a s m o ra d a s que en lo que
se gasta en las vulgaridades de la gacetilla o en los prosaicos me
nesteres de la correspondencia comercial. La lengua en sí misma:
su m ajestuosidad, su herm osura y su riqueza, su espiritualidad,
son la prim era fortuna que gozamos los hijos de América y de
Filipinas en el castellano que aprendimos de la M adre P atria y la
prim era herencia que dehemos celosamente conservar. La segunda
es el patrim onio, tan extraordinariam ente valioso, de la tradición
española, con el que entramos en contacto inm ediato y del que nos
apoderamos como de bien propio por medio de la lengua. Por
ella son nuestros los tesoros del alm a española; por ella nos adue
ñamos sin interm ediarios de todo lo que España h a aportado a la
civilización. Y quién podría desentrañar en breves frases todo lo
que dice esa expresión sintética cuando no el análisis más prolijo
al darnos España su inmenso contenido. Lo menos que cabe recor
dar es que tiene derecho España para afirm ar serena y conscien-
292
tem ente, y no hay quien tenga motivos legítimos para negarse
a esta afirm ación, que sin ella no sería el m undo lo que es; no lo
sería en su complemento geográfico; no lo sería en la plenitud
de su pensam iento filosófico y teológico; no lo sería en su estruc
tu ra ju ríd ica; no lo sería en la ciencia; no lo sería en las artes;
no lo sería en la interpretación de la vida. Algo faltaría al m undo
si faltaran bienes imposibles de inventariar por su riqueza; pero
que, por su mero contacto, aun parcial, aun momentáneo, nos ha
conferido un grado de cultura, una excelencia hum ana en el ver
dadero sentido de la palabra muy superiores a nuestro estado eco
nómico o a nuestra im portancia política. Un intelectual hispano
americano, nutrido de hispanismo, que en su tierra asimila sin
casi darse cuenta en el mismo am biente y que lo vive con sólo
a b rir los ojos a los monum entos que ha dejado la colonia o a las
instituciones que dan abolengo a su cultura y a las tradiciones que
le ennoblecieron al encontrarse frente al orgulloso boato de la
civilización industrial que exhiben ostentosos otros países, podrá,
u n momento, deslum brarse tal vez, envidiar; pero si tiene fe en
Dios, tras prudente sondeo y prudente comparación, pronto se
convencerá que no hay razón para apocarse y para am ilanarse ante
aquellos alardes de prosperidad m aterial y de ciencia aplicada
porque se sienten en posesión de una herencia espiritual más rica,
más fina, más fecunda: la herencia que recibieron del español
colonizador y civilizador; del español, que, repartiendo a manos
llenas sus riquezas espirituales, inform ó para siempre, con su pro
pio espíritu, a los pueblos del Nuevo Mundo y les dió una pres
tancia cultural que los capacita para las más enaltecedoras ambi
ciones.
293
y espiritualidad intangibles, no hallam os sino una respuesta: por
que para esta unidad ha quedado u n vínculo eficaz, y este vínculo
es la lengua, tercer oficio benéfico que recibieron los pueblos ame
ricanos. ¿Qué sería de H ispanoam érica sin esta unificación lin
güística? ¿Qué sería de Hispanoam érica si, implacablem ente divi
didos como estamos por los factores geográficos—muros de casi
infranqueables cordilleras, desmesurada longitud de costas, intran
sitable vastedad del m ar interior y selvas vírgenes—, no tenemos, al
menos, el vínculo de una lengua común en la que sentir la frater
nidad de nuestro común origen? Este común origen, patentizado
en la unidad del idiom a, es el fundam ento de una unidad espiri
tu al que paulatinam ente ha germinado durante más de una cen
tu ria y está tom ando conciencia en sí misma con la plenitud de
las fecundas convicciones. A hora es cuando empieza a rendir sus
frutos de vida la desgarradura del intercam bio americano. Inter
cambio am ericano que costó dolores y sangre, pero que debió
llam arse alum bram iento. La vida del hom bre se cuenta por días;
la de las naciones, por siglos. H ay u n fenómeno que en lo humano
se verifica en brevísimo espacio y que el Divino Maestro gráfica
m ente describió al decir: “La m ujer, cuando está de parto, se acon
goja porque h a llegado su h o ra; mas cuando da a luz al niño, de
puro gozo ya no se acuerda del dolor, porque hay u n hom bre más
en el m undo.” E n las naciones, este mismo fenómeno puede tardar
en verificarse más de u n siglo. Al siglo y medio del desgarra-'
m iento de la independencia americana, esta España siente el
gozo inefable de fecundidad de su parto magnífico: veinte nacio
nes nacidas de ella, con las características raciales de ella, con
la fisonomía de ella, con el espíritu de ella, con la lengua de ella;
veinte naciones independientes, pero que, por la unidad de la
lengua, no son con ella sino u n solo m undo hispánico. P orque en
este mundo hispánico que, además de América—en grandísima par
te suya—, tiene contactos vivos en Asia, Africa y Oceania, en estas
naciones está visible y perennem ente actuante la lengua.
294
otros, que actúan conforme a planes preconcebidos en provecho de
intereses ajenos. Dejemos estos últim os a u n lado. No hablem os
del empobrecim iento del jugo hispánico causado en el castellano
de América p o r los peligrosos influjos, durante el siglo pasado,
del espíritu francés. No hablem os de la contaminación no menos
deplorable con que no3 están afectando lo que pudiéram os llam ar
invasión pacífica, pero sistemática, po r p arte del inglés. Ya ha
logrado éste plenam ente desalojar al francés en el aprendizaje
de idiomas de segunda enseñanza. Ya nada menos aspira que a
conquistar carta de ciudadanía y a imponerse, al menos como
lengua industrial y comercial, en pueblos de pura cepa hispá·
nica. Pero más que de los idiomas extranjeros que pugnan por
suplantarnos, hay que defender al castellano de los riesgos que
de él mismo proceden: del empobrecimiento y de las desviacio
nes que le amenazan, no en virtud de otra cosa que de la igno
rancia de sus propias virtualidades y del desuso de su propio
caudal. Este peligro no es un m ito y hay que afrontarlo con sin
ceridad. Al castellano le sobra savia, pero tal vez le falte estruc
tu ra orgánica que lo aprovecha todo. Tendencia suya h a sido siem·
p re dar más im portancia al im pulso vital que a la regulación de
ese impulso.
Es, desde luego, certísim o que el lenguaje no es obra sólo de
técnicos, sino tam bién de los escritores y del pueblo, puesto que
todos tienen su quehacer en la creación del idiom a que el regla
mento que éste necesita debe estar dispuesto a aceptar cada vez
que surja un escritor· genial. Y esto porque si no el idioma, estan
cado, se pudriría, porque la evolución de las reglas en el idioma
es el signo más claro del ingenio creador, porque la norm aliza
ción de lo extraordinario es uno de los mecanismos característicos
del progreso. Si; pero aun después, para poder ser aceptadas esas
reform as y para poder ser válidas, las reglas tienen que tener una
realidad previa. Sin ellas sería el cao3, y del caos nunca surge
el progreso, pues éste presupone u n punto de partida positivo,
p o r hum ilde que sea. Este punto de partida, estas reglas que enun
cian lo norm al, deben ponerse en enseñanza. Y para esto deben
ser definidas y modificadas. D epuradas y comprobadas. ¿Lo están?
¿Lo están debidam ente? ¿Quién se atrevería a decirlo? Y al no
estarlo, ¿no constituye, en verdad, uno de los riesgos más con
cretos que amenazan hoy a la lengua castellana? No se diga que
la lengua se aprende por sí misma, que se asimila por el contraste
de la comunicación directa y por la lectura. Cosa de tan alta tras
cendencia para la convivencia hum ana debe tener una base de
295
5
inteligibilidad m utua y, para ello, de perfecta uniform idad que
■no puede quedar a m erced de las mismas variaciones que intro-
ducen las iniciativas individuales.
Fuera de eso va creciendo, de día en día, el núm ero de extran
jeros interesados en aprender la lengua española y que, no pudien-
do apelar para ello a intentos atávicos, necesitan acogerse a nor
mas fijas, a reglas gramaticales sencillas, claras y seguras. Estas
norm as y reglas en muchos puntos están m uy bien. P o r lo menos,
no están fijadas autoritariam ente. Las discrepancias que se en-
cuentran entre las gramáticas españolas son el desconcierto no
quizá de los extranjeros, sino de los que, hablando castellano,
aspiramos, por el respeto y el am or que se merece tan hermosa
lengua, a hacerlo con la m ayor corrección posible. Reconozcamos,
sí, a los escritores geniales y aim al pueblo el papel de forjadores
iniciales de la expresión hablada e im pulsora de sus transform a
ciones y, por tanto, de su vitalidad. Reconozcamos que la gente
de la calle es la que pone la savia y el adobo intensivo al hablar
culto. Pero no olvidemos por ello la necesidad del hablar culto,
norm ativo, el que, privado ta l vez de la vivacidad de lo que se
espontanea y bulle, posee, en cambio, el privilegio de la fijeza
que perdura y se concierne en canon de belleza. E l griego de Aris
tófanes—dicen—es el más rico y brillante, el míás espléndida
m ente variado; pero el griego eterno es el de los hectámetros ala
dos de Homero, el de los intangibles escenarios de Sófocles,, el de
la elocuencia de Demóstenes, el de la transparencia de Platón. El
latín que se ha hablado eñ las calles de Roma, sin duda, es el de
P lauto; pero el latín modelo, vivo de las lenguas europeas que
les h a transm itido su esencia, es el latín de Cicerón y de Virgilio.
N ada hum ano y finito tiene toda la virtualidad; ninguna forma
de arte, por valiosa que sea, sustituye a las otras. E l cine ha dado
movimiento a la figura hum ana, creando con ello una fuente de
inédita herm osura; pero no h a elim inado a los mármoles y bron
ces, que, en sus figuras estáticas, h a creado la belleza sobre la que
nada puede el tiempo. Sapientísim as norm as nos ha propuesto en
su discurso el doctor Gregorio M arañón al decirnos que si bien
sin la exuberancia popular las lenguas m orirían por la m uerte peor,
que es la pedantería y el fastidio, lo que es preciso encauzar es
esa exuberancia creadora, reform arla y, muchas veces, pulirla. Este
es el oficio de las academias y el propósito de este I I Congreso.
Así como es el de cada una de las delegaciones venidas de América
y de Filipinas, por una parte, aparte el testim onio de los muchos
matices auténticos del castellano peninsular y, de otra, contribuir
296
a encauzar este m edio de nuestra cultura que es la lengua, no
acogiendo sino lo que lleva el sello del espíritu, desechando los
elementos espúreos que im pregnaron la nobleza de la lengua co
m ún, lab o r im portante y depuradora de selección en el terreno
lexicológico e idiomático, labor no menos im portante, más difícil,
tal vez, y en todo caso más urgentem ente im prescindible en el
terreno de la gram ática de su analogía confusa y de su sintaxis, río
que a cada paso se sale de m adre.
297
LAS HUMANIDADES ESCOLARES
HISPANICAS *
298
lidad cultural, objetivo im placable, que opera, en cierto modo,
autónom am ente, una bandada inm ensa de palabras en las que
h an encam ado ideas y creencias comunes y a las que hemos de
acudir cada vez que queramos realizar m ediante el verbo la con
dición hum ana. Ocurre, pues, que nuestro mismo modo de ser
im plica ya una form a de convivencia y de colaboración, una gran
aventura, una gran aventura venatoria en que nosotros tomamos
p arte y cuyo botín son nada menos que las palabras vivas. Os ha
béis reunido hace cinco años en Méjico, y ahora en M adrid, para
intentar esa aventura y to m arla más rigurosam ente en sus métodos
y más fecunda en sus resultados. Si yo os dijera que hago sim
plem ente votos por su éxito, incurriría en una pálida abstracción.
Nuestra condición de ser una fam ilia, de estar en fam ilia, m e per
m ite el lujo de b rin d ar por cosas concretas.
Mi puesto no es u n sillón académico, sino un despacho en un
M inisterio de Educación N acional; pero tam bién entre los expe
dientes, como entre los pucheros de Santa Teresa, revuela el espí
ritu y, con el espíritu, las palabras que lo alojan. E l idiom a es,
desde la perspectiva que a m í m e corresponde servir, u n objeto
docente, y la enseñanza del español es en este sentido u n problem a
que m e incum be y que nos incum be rigurosam ente a todos, a los
hispánicos de éste y a los hispánicos del otro lado del Atlántico,
a los poetas, los escritores, los lingüistas; pero tam bién a los admi
nistradores y a los políticos de la lengua: todos estamos obligados
a hacer que el tesoro de nuestro idiom a sea poseído por la comu
nidad hispánica de modo cada vez más perfecto, porque en la
m edida exacta en que se perfeccione esta posesión tam bién se
perfeccionará nuestra m anera de ser.
Me atrevo, pues, a brindar, en suma, por la creación de unas
hum anidades escolares hispánicas. Ya en el Congreso de Méjico
se tocó más o menos directam ente este punto, principalm ente por
la Academia Dom inicana de la Lengua y por el académico don
M anuel Rivas Sacconi. Pues bien: el M inisterio de Educación
Nacional, m odestam ente español, h a dado tam bién algunos pasos
en este sentido. Las cuestiones que el estudio sincrónico y armó
nico de la lengua y la literatu ra plantea, son m uy graves. La trans
misión del lenguaje, con todo el rigor científico necesario, pero, a
la vez, sin agotar la corriente viva de belleza que va en nuestros
clásicos y en nuestros modernos desde Lope hasta Rubén, es tarea
difícil, tarea difícil que no podrá acometerse sin la ayuda de todos.
E n nom bre de los que tienen a cargo la penosa pero gloriosa
299
tarea de enseñar, yo solicito de todos esa ayuda y hago votos por
que sea m uy fecunda.
300
EL CASTELLANO, E N PELIGRO: FILIPIN A S * PUERTO
RICO * LOS SEFARDIES * ARG ENTINA * EL CARIBE *
EL CASTELLANO EN FILIPIN A S
N o se d e b e a c a b a r d e p e r d e r p a r a e l c a ste lla n o e l m u n d o f i l i p i
no. L a a sce n d e n c ia e sp a ñ o la es in d ic io d e p r o s a p ia p o r esas tie rra s.
E l c u ltiv a r n u e s tr o id io m a in c lu y e d is tin c ió n . P e r o es n e c esa rio
q u e sea d is tin c ió n d e m u c h o s y n o d e p o c o s. S i s e a c a b a d e p o n e r
e l s o l e n la s isla s F ilip in a s to d o s s a ld r e m o s p e r d ie n d o . S a b e m o s
q u e e l id io m a c a ste lla n o n a c ió c o m o a d iv in a n d o su p o r te n to s o d e s
tin o . N e b r ija es u n ca so d e c o n c ie n c ia h is tó r ic a fo r m id a b le . D e s
c u id a r e se p a tr im o n io e n M a n ila s e r ía c a e r e n g ra v ís im a o b n u b ila
ció n . P a r a c o n q u is ta r las isla s F ilipinas* p a r a tra e rla s a l á m b ito
lite r a r io , re lig io so y m o r a l d e l c a ste lla n o , d ió E sp a ñ a la p r im e r a
v u e lta a l m u n d o d e q u e h a y a n o tic ia . F u e g ig a n tesc a h a za ñ a . A h o
ra, p o r m u c h o m e n o s se p u e d e y se d e b e p e r s e v e r a r e n e l d iá lo g o .
P e r ió d ic o s, c in e m a tó g ra fo s, lib r o s y r a d io s : h e a h í la v o z d e o rd en .
E s n e c esa rio c re a r o a fin a r d o n d e y a e x ista la s e n s ib ilid a d f ilip in a
e n e l m u n d o h isp á n ico .
Q u ie ro d e c ir e l s e n tim ie n to d e h e r m a n d a d c o n e se p u e b lo . E l
C lu b E sp a ñ a , d e M é jic o , n o s o fr e c e c o n su s in ic ia tiv a s u n e je m p lo
m u y d ig n o d é im ita r . S in d u d a , M a n ila tie n e p r e n s a e s c r ita e n
e sp a ñ o l. P e r o n o se h a lla a la v a n g u a r d ia d e l p e r io d is m o d e l a r c h i
p ié la g o . ¿ P o r q u é ? P o r q u e n o s e p r a c tic a con el espíritu de victoria
q u e p a r a esta s e m p re sa s s e n e c e sita . T e n g a m o s e s te a lie n to y v e n
c ere m o s. A lie n to q u e d e b e a lc a n za r ta m b ié n p a r a la o rg a n iza c ió n
d e v ia je s y c ru c e ro s d e le n g u a e sp a ñ o la p o r esas reg io n es, c o m o
u rg e a sim ism o e l in te r c a m b io u n iv e r s ita r io y c u ltu r a l .— ARTURO
CAPDEVILA (A r g e n tiiu i).
302
la lengua española como elemento incorruptible. F ué nuestro idio*
ma el vehículo que transm itió el alim ento espiritual que perm itió
m antenerse hispánicos a los puertorriqueños. Hoy día, la situación
es halagüeña y propicia al m antenim iento de la unidad idiom á
tica. P ara fom entarla y m ejorarla, hasta caben algunas medidas
cuya realización puede ser beneficiosa:
a ) Crear en la biblioteca general de cada Universidad una
sección que contenga los volúmenes necesarios p ara el estudio de
la historia y el desenvolvimiento de la literatu ra en España y en
las veintitrés naciones hispanoamericanas.
b ) Publicación de un tratado de Preceptiva L iteraria que sea
aceptado como tex o oficial en España y en los países hispano
americanos.
c ) Instituir, por proclam a del Gobierno, la Semana del Idio
m a en todos y cada uno de los pueblos de habla española.
d ) Intercam bio de profesores, libros y revistas.
e ) Creación de ateneos e intensificación del arte teatral en
las universidades y colegios.
f ) P rocurar el m ayor esmero verbal en las escuelas de ense
ñanza prim aria, e inculcarles vocabularios, corrección sintáctica y
lim pieza prosódica a los alumnos en las instituciones de enseñan
za secundaria.
g ) Crear grupos de colegiales y universitarios para debatir,
públicam ente, tem as relacionados con la literatu ra y la lengua de
los países de habla española.
h j Establecer en las Facultades de Educación, encargadas de
la form ación de profesores de instrucción pública, una cátedra,
obligatoria, nunca selectiva, sobre la unidad de la Lengua Espa
ñola, con textos y program as uniformes.
i ) H abilidad p ara aceptar vocablos necesarios que im ponen
las nuevas ideas, inventos y descubrimientos.— academia pu e r t o r r i
queña DE LA LENGUA.
N o c a b e h a b la r d e posibles escisiones e n tr e E sp a ñ a y S ú d a m e
ric a , a lu d id a s e n e l te m a r io d e las S eg u n d a s J o rn a d a s d e L ite r a tu r a
H isp á n ic a , r e a liza d a s e n S a n tia g o d e C o m p o ste la . N o e x is te n i ta l
303
p o s ib ilid a d n i ta l p e lig r o . ¿ Q u ié n la s in te n ta r ía h o y , y c o n qu é
p r o p ó s ito ? E s to o p u s e a l p r e s id ir e n la c iu d a d J a c o b e a la C om i
s ió n d e Crítica y Ensayos. C o n m a y o r d e c is ió n e n m i d isc u rso d e
c la u su ra d e l P r im e r C o n g reso d e A c a d e m ia s d e la L e n g u a E spa
ñ o la , e n M é jic o . A l l í r e c o r d é e s ta c ita d e su m a im p o r ta n c ia a leccio
n a d o ra : e x is te n e n la A m é r ic a h isp a n a n o p o c o s g r u p o s é tn ico s
q u e h a b la n c ie n — s i n o m ás— id io m a s n a tiv o s. P e r o v iv e n inco
m u n ic a d o s. E n tr e e llo s y n o so tro s n o h a y — n i p u e d e h a b e r —nin
g u n a c o rr e sp o n d e n c ia p o s ib le . E n c a m b io , a q u í e sta m o s lo s h e re
d e r o s id io m á tic o s d e E sp a ñ a , h o m b r e s p r o c e d e n te s d e la s m ás
d iv e rsa s la titu d e s a m e rica n a s, y n a d ie se s ie n te e x tra n je ro , p o r q u e
n o s n a c io n a liza u n a le n g u a co m ú n . H e a q u í e l v a lo r h u m a n o d e l
C on greso. Y r e ite r é to d a v ía : p o r e l id io m a e sp a ñ o l n o s sen tim o s
u n id o s c o n u n v ín c u lo in q u e b r a n ta b le . E se v ín c u lo n o s h erm an a,
n o s id e n tific a , s u p r im ie n d o to d a d is p a r id a d g eo g rá fica , to d a d i
v e r g e n c ia id e o ló g ic a , p o r q u e r e a liz a e l m ila g r o d e s u p r im ir fron
tera s, p a r a e s tr e c h a m o s e n u n a s o la y g ra n fa m ilia .
L a r e a lid a d a r g e n tin a es, n o o b sta n te , d e h o n d o d ra m a tism o .
¿ P o r q u é ? P o r q u e n o c o n s titu im o s u n p u e b lo h o m o g é n e o , sin o
u n a a g reg a c ió n d e p u e b lo s . N o c o n s titu y e la d is c r e p a n c ia la d iv e r
s id a d d e a g ru p a c io n e s a u tó c to n a s, s in o r e ite r a d o s a flu jo s in m ig ra
to r io s , p r o c e d e n te s d e las m á s d iv e r s a s la titu d e s .
L a r e u n ió n d e ta n ta s in flu e n c ia s e x p a n d e u n a fu e r z a a c tiv a qu e
c o n v ie r te a la M e tr ó p o li e n u n c a so s in g u la rísim o e n la h is to r ia d e
la s n a cio n es m o d e rn a s. Y e n e l m á s a n g u stio so d e n u e s tr o p r o b le m a
lin g ü ís tic o . N o se e n c a ró h a sta h o y ta l p r o b le m a d e s d e e l án gu lo
d e las d isc re p a n c ia s raciales.
E n E sp a ñ a s e h a e lo g ia d o e n o ca sio n es d iv e r s a s la p r o p ie d a d
id io m á tic a d e lo s p e r ió d ic o s a rg e n tin o s, y d e n u e stro s lib ro s, a
v e c e s. L a v e r d a d e s q u e e s c r ib im o s e n u n a fo r m a y h a b la m o s en
o tr a , y h a b la m o s m a l a sa b ie n d a s. E l v o s e o c o n s titu y e u n a v e r d a
d e r a la cra , y a c ró n ic a e n n u e s tr o o rg a n ism o so c ia l, y su s conse
c u en cia s p u e d e n s e r m u y p e rn ic io sa s a l h a c e rse e x te n siv o a n iv e le s
so cia les m á s a lto s. F a lta a q u í u n e v id e n te s e n tid o ético d e l len
g u a je , ú ltim o e sla b ó n d e u n p r o c e s o o r ig in a r io q u e p a r te d e la
p r im e r a esen cia b io ló g ic a c o m o e x p re sió n , s e sig u e c o m o rela c ió n
so c ia l y a sc ie n d e a l p la n o e s té tic o y é tic o . A l e sp a ñ o l e n la A rg e n
tin a le fa lta e ste s e n tid o d e m o r a liz a c ió n id io m á tic a .— JOSÉ león
pagano (A r g e n tin a ).
304
EL CASTELLANO ENTRE LOS SEFARDIES
306
Segundo. R e c o m e n d a r a la A c a d e m ia m a tr iz , a la s A c a d e m ia s
d e H is p a n o a m é r ic a y d e F ilip in a s y a to d a s las o tra s in s titu c io n e s
c u ltu ra le s q u e s e d e n gen ero sa s fa c ilid a d e s e n fo r m a d e lib r o s , r e
v is ta s y p e r ió d ic o s a la s escu ela s filip in a s d e to d a s las c a teg o ría s,
p a r a q u e p u e d a n r e a liza r se lo s fin e s d e e sta reso lu c ió n .
E l I I C o n g reso d e A c a d e m ia s d e la L en g u a d e c la r a :
Prim ero. L as d ife r e n c ia s d e p r o n u n c ia c ió n m o rfo ló g ic a , s in ta
x is y v o c a b u la rio q u e se o b se rv a n e n e l le n g u a je c u lto e n tr e lo s
d iv e r s o s p a ís e s d e n u e s tr a c o m u n id a d id io m á tic a n o p o n e n e n p e li
g ro la u n id a d d e la len gu a. S in e m b a rg o , la in te n sific a c ió n d e esas
d ife r e n c ia s y la filtr a c ió n e n e l le n g u a je d e las p e rso n a s c u lta s d e
lo s fo n em a s, fo rm a s, c o n stru cc io n e s y v o c a b lo s in c o rre c to s u sa d o s
p o r e l v u lg o d e b e r á n s e r re fre n a d a s c o m o p e lig ro sa s p a r a e l m an
te n im ie n to d e la u n id a d d e l id io m a .
Segundo. L a d ir e c c ió n d e la d e fe n sa d e la le n g u a d e n tr o d e
c a d a n a c ió n h is p a n o h a b la n te c o rr e sp o n d e a su A c a d e m ia y , d e n tr o
d e la c o m u n id a d id io m á tic a h isp á n ica , a la r e u n ió n o c o n ju n to d e
A c a d e m ia s n a cio n a les.
E n consecuencia^ y c o m o m e d io s p a r a esa d e fe n s a c o m ú n d e la
le n g u a y p a r a e l m a n te n im ie n to d e e sta u n id a d , r e c o m ie n d a :
Prim ero. L a o rg a n iza ció n e n c a d a A c a d e m ia d e u n I n s titu to o
g r u p o fo r m a d o p o r e sp e c ia lista s, a c a d é m ic o s o n o, d e re c o n o c id a
a c tiv id a d , c ie n c ia y d isc re c ió n , d ir ig id o s s ie m p r e p o r u n a c a d é m ic o ,
y cu y a s fu n c io n e s e sp e c ífic a s será n e l r e a ju s te y e s tu d io in m e d ia
to s d e lo s fe n ó m e n o s d e l le n g u a je h a b la d o o e s c r ito q u e p u e d a n
p e r ju d ic a r a la u n id a d d e l id io m a y la v ig ila n c ia p a r a a te n d e r
in m e d ia ta m e n te a las n e c e sid a d e s d e d e n o m in a c ió n q u e s u r ja n co n
la v id a m o d e rn a . L a s p r e s id e n c ia s d e esto s I n s titu to s , seccio n es o
g r u p o s c o n s titu ir á n la Comisión de Vigilancia del.Idiom a, y d e b e
rá n m a n te n e r e n tr e s í y su s re s p e c tiv a s A c a d e m ia s e l c o n ta c to y c o
m u n ic a c ió n n ecesa rio s p a ra re s o lv e r , c o n la m a y o r r a p id e z , lo s casos
d e u rg en cia q u e se p r e s e n te n . L o s m ie m b r o s d e e sta C o m isió n será n
d e b id a m e n te r e tr ib u id o s , a f in d e q u e p u e d a n d e d ic a r s e a l e je r c ic io
d e su s fu n c io n e s co n m a y o r e fic a c ia y r e s p o n s a b ilid a d .
Segundo. D a r la m a y o r p u b lic id a d p o s ib le e n to d o s y c a d a
u n o d e lo s p a ís e s h isp a n o h a b la n te s a las d e c isio n e s re fe r e n te s a l
id io m a .
Tercero. L a g e stió n p o r p a r te d e c a d a A c a d e m ia , a n te e l G o
b ie rn o d e su r e s p e c tiv o p a ís, p a r a q u e la e n señ a n za d e l id io m a
e sp a ñ o l se in te n s ifiq u e e n la e d u c a ció n p r im a r ia , m e d ia y s u p e rio r ,
y q u e lo s te x to s d e g ra m á tic a e m p le a d o s e n la e d u c a ció n p r im a ria
y m e d ia se s o m e ta n a la a p r o b a c ió n d e la A c a d e m ia n a cio n a l. A s i
307
m ism o , p a r a q u e e n lo s d o c u m e n to s o fic ia le s se h aga u n uso co rrecto
d e l id io m a y p a r a q u e se le g is le s o b r e e l u so q u e se h a c e d e id io
m a s e x tra n je ro s , e n d e tr im e n to d e l id io m a n a cio n a l, p r o h ib ie n d o
d ic h o s id io m a s e n la d e n o m in a c ió n d e la s casas d e c o m e r c io cu an
d o n o s e tr a te d e l n o m b r e d e su d u e ñ o , y e n la d e n o m in a c ió n d e
a r tíc u lo s in d u stria le s y c o m e r c ia le s y d e lo s p la to s d e c o m id a s en
h o te le s y resta u ra n te s.
Cuarto. L a g e s tió n y p ro p a g a n d a , p o r m e d io ele c a d a A c a d e m ia ,
p a r a q u e lo s p e r ió d ic o s te n g a n e n su p e rs o n a l c o rr e c to r e s d e i d io
m a s p ú b lic o s asesores p e rm a n e n te s, se ñ a lá n d o se lo s e rr o re s m á s c o
m u n e s y la s c o rre c c io n e s a c o n seja b les. A s im is m o , p a r a q u e los
a n u n cios, n o tic ia s y o b ra s q u e se tr a n s m ita n p o r r a d io te le fo n ía
sea n re d a c ta d a s o c o rre g id a s p o r p e rso n a s e x p e r ta s en m a te r ia gra
m a tic a l.
308
DEL SESEO AL D IC C IO N A R IO H IS T O R IC O
LA LEGITIMIDAD GRAMATICAL DEL SESEO
HISPANOAMERICANO *
POR
ADOLFO TORTOLO
312
D urante m ucho tiem po se creyó que el seseo hispanoamericano
procedía del andaluz. La existencia de ciertos rasgos comunes en
Ja pronunciación de A ndalucía y en la de Hispanoam érica dió
motivo a la creencia de que la pronunciación hispanoamericana
era derivada de la andaluza: el gran núm ero de andaluces—se
decía—que fueron a la conquista y colonización de la América
llevaron y difundieron allí su pronunciación. La opinión es anti
gua. Según leo, aparece ya en el D ic c io n a rio g e o g rá fic o h is tó r ic o
d e la s In d ia s O c c id e n ta le s, de A ntonio de Alcedo, publicado en
Madrid, 1786-1789.
Creo que el prim ero en expresar dudas acerca del andalucismo
de la pronunciación hispanoam ericana fué Rodolfo Lenz. Después
vino la tesis contraria al andalucismo. Pero quien más estudio h a
dedicado a com probar el “no andalucismo” de la lengua de His
panoamérica es Pedro H enríquez Ureña. E n 1921, en la R e v is ta
d e F ilo lo g ía E sp a ñ o la publicó U reña u n estudio, titulado “Obser
vaciones sobre el español en Am érica”. E n dicho estudio, al tra ta r
de la ese y del y e ís m o , decía el ilustre maestro dom inicano: “A nte
tanta diversidad fracasa una de las generalizaciones más frecuen
tes: el a n d a lu c ism o de A m érica; tal andalucismo, donde existe
(es, sobre todo, en las tierras b ajas), puede estimarse como des
arrollo paralelo y no necesariam ente como influencia del sur de
España.”
...Tam poco cree en el'andalucism o del seseo hispanoamericano
Amado Alonso. Si H enríquez U reña probó que los andaluces no
estuvieron en m ayoría en la colonización, Amado Alonso, estu
diando la cronología del seseo, demuestra, con testimonios de
aquella época, que en los prim eros tiempos del siglo XVI el seseo
andaluz estaba muy lejos de ser u n hecho general: sólo se m ani
festaba en hablantes aislados. E ra tan escaso aún, que no estaría
justificado considerarlo como factor decisivo en el destino ame
ricano de las sibilantes españolas. Y expresamente niega el anda
lucismo del seseo am ericano en la prim era y en la tercera de sus
conclusiones, anteriorm ente transcritas:
313
Parece, pues, que, dadas las conclusiones a que llegan los mães-
tros que más h an profundizado en el estudio de este aspecto de
nuestra Lengua, h ab rá que considerar el seseo hispanoamericano
como u n hecho autónomo.
Desde m i punto de vista, esto m e parece fuera de duda: nues
tro seseo es hispanoam ericano ... Existiría sin que jam ás hubiera
venido n i un solo andaluz a América. A unque hay, desde luego,
en este punto una notable afinidad entre los hispanoamericanos y
algunas regiones del sur de España
EL SESEO HISPANOAMERICANO
Y LA UNIDAD DE LA LENGUA
314
trâer a la vigencia de la norm a castellana las peculiaridades his
panoamericanas, y especialmente el seseo, que es la más carac
terística de esas peculiaridades y la que más h a sido objeto de
injustificadas calificaciones.
E l ideal era, indudablem ente, legítim o; pero el procedim iento
era equivocado: n o s h u b ie r a p r iv a d o d e lo s b e n e fic io s d e u n a le n
gu a c o m ú n . N o y a c o n E sp a ñ a , sin o a u n e n tr e lo s p r o p io s h isp a n o
a m erica n o s h u b ié r a m o s a c a b a d o p o r n o e n te n d e rn o s. P o r eso se
originó una fuerte reacción a favor de la tradición castellana, como
medio de salvar la unidad, que era lo más urgente en aquel mo
mento Triunfó, al fin, el partido de la unidad, y el ideal de eman
cipar de la norm a castellana las hablas hispanoam ericanas quedó
transitoriam ente frustrado.
CONCEPTO DE SESEO
Hispanoam érica no pronuncia la zeta ... para evitar la afec
tación.
Y puesto que la afectación sí es un vicio, llegamos, natural
mente, a la conclusión de que esta divergencia se debe a una
necesidad estética: la de evitar la afectación. Y de que el seseo fué
creado p ara dar expresión sincera al espíritu fonológico de His
panoamérica.
Esto cam bia radicalm ente el concepto tradicional del seseo:
el seseo no es u n vicio en la pronunciación hispanoam ericana,
sino una selección estética; no defecto, sino perfección; no una
form a inferior de la pronunciación castellana, sino la form a ideal
de la pronunciación hispanoamericana.
Y por deberse a necesidad estética, el seseo es no ya una form a
legítim a, sino la única form a legítim a en la pronunciación his
panoam ericana, como expresión genuina del espíritu hispanoame
ricano.
No se diga más que lo correcto es la zeta. O, si se dice, no lo
aceptamos los hispanoamericanos. Esa no puede ser doctrina de
Hispanoamérica. A unque lo hayan apoyado con su autoridad los
más em inentes maestros hispanoamericanos del siglo pasado. Lo
correcto es la zeta, en la pronunciación castellana. De eso nadie
tiene la m enor duda. Pero en la pronunciación hispanoam ericana
es afectada. Y sería bastante difícil explicar por qué h a de aceptar
Hispanoam érica que la afectación es, o debe ser, o puede ser el
ideal de corrección gram atical de la pronunciación hispanoam e
ricana.
315
... Pero—se preguntará alguno— : si la zeta suena tan natural y
espontánea cuando la pronuncia un castellano, ¿por qué no ha de
sonar bien pronunciada por los hispanoamericanos?
La respuesta es bien fácil: La Lengua, española tiene dos sis·
tem as fonológicos fundam entales, cuyos rasgos divergentes más no.
tables y m ás característicos son, respectivamente, la zeta y el seseo.
Son dos sistemas fonológicos: conviene notar bien este hecho.
No se tra ta de simples divergencias en algunos fonemas aislados:
hay diferencias de abertura, de tim bre, de entonación, que afectan
a todo el sistema articulatorio, además de la sustitución o altera,
ción de los tres fonemas consabidos: j , s y z .
Mucho interesa a H ispanoam érica subrayar este hecho: exis
ten en español, fundam entalm ente, dos sistemas fonológicos per.
fectam ente diferenciados. La pronunciación de Hispanoamérica no
es castellana; es hispanoamericana.
E interesa poner mucho énfasis en esta distinción, porque mien-
tras se persista en el error de decir que Hispanoam érica habla
castellano, las hablas de H ispanoamérica habrán de ser juzgadas
por la norm a castellana, y serán irrem isiblem ente formas agrama
ticales, “dialectales”, subalternas de la castellana. No. La caste·
llana es u n a variante. La hispanoamericana es otra variante. Cada
una tiene su propio ideal de perfección. E n la revisión de la G ra
m á tic a de nuestra Lengua, que habrá que hacer para asignar a la
variante hispanoam ericana la jerarquía que le corresponde, junto
a la variante castellana y a la p ar con ella, será preciso que se des*,
linden con toda nitidez estos térm inos, y que quede claram ente
establecido que en la Lengua española existen dos ideales de per*
fección fonológica.
A hora bien: con motivo de esta tesis se m e h a preguntado si
estoy contra el casticismo. No creo que haya en todas estas pági
nas una sola frase que justifique ta l inferencia. Ya lo dije de en-
tra d a: tengo m uy clara noción de la im portancia de conservar la
unidad de la Lengua española. Y no creo que el medio más ade
cuado para conseguirlo sea ponem os los unos contra los otros. Pre
cisamente entiendo que a esta finalidad, más aún que la norm a
misma—arb itraria a veces y no siem pre acertada—, im porta una
actitud que propicie la m ejor comprensión y la recíproca estima
ción entre los hablantes de las distintas regiones. Esa es la base
más sólida en que puede asentarse la unidad de una lengua.
No estoy contra la zeta. La zeta aparece a nuestros ojos enno
blecida p o r el prestigio de su ilustre cuna y po r las sólidas virtu
des de los pueblos que la pronuncian. Estoy contra el error tradi
316
cional de juzgar la pronunciación hispanoam ericana por compara·
ción con u n sistema fonológico que no es el suyo: de acuerdo con
una norm a que no h a emanado de su propio ideal ni coincide
con él.
Porque, en el caso del seseo, no se tra ta de una form a que se
puede sustituir por otra, y con ello queda lograda la uniform idad
de la pronunciación. No es el seseo u n fenómeno accidental; es
parte esencial de u n sistema, en el que no se le puede suplir sin
que sufra menoscabo la arm onía del conjunto.
317
s e p ro d u c ía n com o antagónicos, en el siglo XX se no s p resen tan
com o coincidentes.
E l conflicto, pues, que antee aparecía representado por dos par
tidos en pugna, se h a ido transform ando en conflicto interior, en
la conciencia de los hispanoamericanos. Porque Hispanoamérica
no podrá realizar por sí misma sus dos grandes ideales, que se le
presentan en coordinación disyuntiva: tendrá que escoger uno u
otro.
318
aechando la idea de que deben pronunciar la zeta cuando hablan
con intención literaria. Ya la Academia tiene experiencia suficiente
de la inutilidad de ir contra el genio de la lengua: la articulación
bilabial de la v es m uy aleccionadora.
3. La norm a ortológica única es contraproducente. La finali
dad esencial de la G ra m á tic a norm ativa es conservar y perfeccio
n ar la unidad de la Lengua. A ello nada contribuye tanto como la
comprensión y recíproca estimación entre los hablantes de las
distintas regiones. La difusión en España del equivocado criterio
de la norm a única b a originado una serie casi infinita de expresio
nes deprim entes del seseo, que con su natural secuela de disensio
nes, desavenencias y resquemores en nada han contribuido n i pue
den contribuir a perfeccionar la voluntad de unidad entre todos
los hispanohablantes.
4. La norm a dual es la expresión verdadera de la realidad ac
tual de la Lengua española y de su espíritu fonológico.
5. La norm a dual perm itirá a los hispanoamericanos aceptar
el m agisterio de la Academia sin discrepancias esenciales. Así po
drán los maestros hispanoamericanos aconsejar a sus alumnos la
adopción del uso recomendado p o r la Academia como medio de
perfeccionar la unidad de la Lengua, sin necesidad de en trar en
salvedades e impugnaciones que hoy son ineludibles.
6. La norm a dual, al elim inar la más grave causa de descon
tento que hoy desazona a la m ayoría de los que hablan nuestra
Lengua—las opiniones subestimativas del seseo—, propiciará una
m ejor com penetración espiritual entre todos los que hablan la
Lengua española.
7. Con la norm a dual nada perderá Castilla. Nada perderá la
autoridad de la Real Academia Española. Nada perderá la unidad
de la Lengua española.
Adolfo Tortoló.
Correspondiente dfe la Academia Cubana
de la Lengua.
matanzas (Cuba).
URGENCIA T TRASCENDENCIA DE LA
RECOLECCIÓN DE LA LENGUA ORAL
Sólo cuando dominemos en visión de conjunto y detalle el in
menso panoram a del vocabulario español podrá intentarse u n estu
dio serio del español. Las lenguas ofrecen problemas m últiples, que
h an de ser planteados y estudiados por los especialistas. Unos son
problem as prácticos y otros científicos; irnos se refieren al pre-
Sente y otros a su historia; unos m iran a su análisis y otros a su
dirección.
En el léxico, el español h a de estudiarse en su form a y en sus
significaciones, en su uso presente y en sus etimologías, en su cata
logación y en su selección. P ero todos estos propósitos de estudio
h an de p artir, si han de ser definitivamente eficaces, de un su
puesto hasta ahora incum plido, esto es, de u n conocimiento global
del léxico español.
320
unas decenas de vocabularios particulares, estando aún po r explo
r a r extensas regiones peninsulares. De las provincias cuya lengua
p o pular es el castellano poseemos algún vocabulario interesante
de Santander y de Navarra, alguno incom pleto de Salamanca y de
León y alguno difuso y de conjunto de Andalucía, y unos muy.
incompletos de Aragón y de Cañarías; pero del resto no poseemos
m ás que listas de voces, que dan sólo idea leve de su riqueza
léxica. Provincias de nutrido vocabulario están esperando al colec
to r activo e inteligente que sepa explorarlas.
Se suele explicar que el italiano y el francés tienen ta l cúmulo
de vocabularios porque sus dialectos se ofrecen con clara distin
ción, y así hay tam bién entre nosotros vocabularios im portantes
de las hablas españolas bien caracterizadas, como el catalán, el
asturiano y el gallego.
Esta razón, que tiene algún sentido práctico, no tiene sentido
filológico. E n España h an sido barridos por el castellano la mayo
ría. de los dialectos peninsulares; pero bajo la capa del castellano
triu n fad o r persisten restos preciosos de los dialectos desapareci
dos, que urge descubrir; restos que, en la expansión del dialecto
de Castilla, ee alteraron y se bifurcaron con una mezcla que inte
resa a los filólogos puntualizar.
M ultitud de voces que hoy son castellanas, no son, en rigor,
sino restos de dialectos insertos en el castellano, que dem uestran
cómo el castellano, bajo su unidad, tiene una com pleja estructura,
debida a la fusión dialectal.
Gracias a los vocabularios americanos, el español puede ufa
narse de algunas aportaciones serias al estudio del castellano del
Nuevo M undo; pero aun estas estimables obras no dan idea com
pleta de la riqueza verbal de sus hablas.
Cuantitativam ente, el caudal de voces de fonética caracterís
tica de la región, frente a las voces de fonética castellana, puede
ser reducido o aparecer poco im portante comparado con el de las
regiones que conservan su propio dialecto; pero estos escasos res
tos paleontológicos, que a veces perm iten reconstituir los perfiles
del dialecto desaparecido, pueden tener, por este carácter de testi
gos supervivientes, tanto valor como u n nutrido vocabulario.
E n las futuras aportaciones léxicas de estas zonas poco explo
radas se cifra la esperanza de enriquecer considerablem ente la
riqueza del español, y en ellas cifra la ciencia etimológica la ilu
sión de h allar formas que sean la clave para dilucidar muchos de
sus problemas concretos.
Ann entre lexicógrafos hay una cierta subestimación de las
321
hablas vulgares regionales, porque en ellas destaca a prim era vista
la capa de vulgarismos, que es común hasta loe pueblos america
nos, y que no se h a recogido en el diccionario oficial por u n cri
terio de puro eufemismo. Pero entre este elemento, casi desde,
fiable, las regiones guardan peculiaridades im portantes y sorpren
dentes voces patrim oniales, que son joyas de la lexicología his
tórica.
Cualquier experim ento de recogida en localidades o regiones
lim itadas da u n rendim iento apreciable, demostrándonos que el
tesoro de la lengua oficial y el de los diccionarios regionales pu
blicados es sólo una p arte del caudal que una tradición secular
h a m antenido del tesoro inmenso de la lengua oral española.
No deberá parecer que buscamos excesiva resonancia a una idea
si decimos que el problem a fundam ental del idiom a español es
recoger su léxico hasta poder decir que lo poseemos globalmente
en toda su extensión y en todos sus estratos, y si decimos que este
problem a está en pie es porque el caudal del léxico hablado por
recoger es aún m ayor que el caudal del léxico recogido.
P ara escribir aim literariam ente no hacen falta perspectivas pa
norám icas del idiom a, y nos basta con lo que nos da el estrecho
fundo verbal en que vivimos. P ara los usos cotidianos nos basta el
reducido vocabulario que m anejamos, y para nuestras máximas
ambiciones literarias nos sobra el lim itado caudal que los demás
literatos m anejan, porque éste nos basta para hacer de cada pala
b ra los malabarism os ideales que necesitamos.
Pero si algún día h a de em prenderse un estudio serio del español
en sí mismo, y no en sus usufructuarios, hay que lanzarse a la em
presa de recogerlo en su integridad.
322
P o r el contrario, la encuesta léxica sólo es generalm ente pro
ductiva si se hace con los debidos recursos técnicos y con una
preparación debida del colector, que no va bobam ente o de sor
presa en sorpresa ante lo inesperado, sino que va bailando lo pre
sentido.
Lo que el encuestador activo encuentra no es hallazgo de azar.
E n prim er lugar, el encuestador elige las m aterias de probable ri
queza léxica, como el m inero elige las tierras de prom etedor aspec
to. E n cada región hay m ateriales peculiares, como industrias tí
picas, oficios rústicos y caseros, que pueden dar al colector un gran
rendim iento, y con los filones más ricos se entretiene hasta no de
ja r aspecto sin explorar.
1. ° La encuesta ideológica.
2. ° La encuesta verbal individual.
3. a La encuesta verbal etimológica.
P ara enriquecer el tesoro oral de nuestra lengua oral, el sistema
de m ayor rendim iento es la encuesta ideológica, en que se pregun
ta el nom bre de cada cosa. Procurando la espontaneidad de la res
puesta, y evitando en lo posible toda sugestión que desconcierte,
la vista de la cosa o de su imagen provoca su denominación.
323
E n las operaciones de las cosas y en lo no visible, la habilidad
del encueetador se, encam ina a lograr qúe el interrogado dé el nom.
b re a una cierta definición que el interrogador le propone.
324
ENCUESTA VERBAL TÓPICA O REGIONAL
325
U na gran p arte de las voces consideradas como generales, pero
que no entren en el uso constante de la literatu ra o de la escri
tu ra, no tienen u n uso general, sino restringido a una región, ha
biéndose llegado a esta expeditiva simplificación por no consignar
más de cuatro provincias o por desconocerse su difusión en otras.
No hay que ponderar la im portancia que tendría esta fijación
geográfica de las voces de la lengua oral, porque sólo cuando sepa
mos las áreas de cada voz tendrem os bases razonables para conocer
su historia.
326
ENCUESTA VERBAL FAMILIAR
ENCUESTA ETIMOLÓGICA
327
7
E n el encuadram iento de las voces que se van hallando en el
mismo grupo de las que ya son conocidas, no sólo revela el posible
parentesco de aquéllas con éstas, sino que evoca otras posibles no
halladas, incitando a buscar aquellas que se echan de menos y
cuya existencia es probable.
E n la encuesta etimológica se sigue el mismo proceso del étimo·
logista, sólo que el inverso, esto es, el camino de vuelta, que es el
mismo que el camino de ida desde la palabra hasta su origen.
E l etimologista, a la vista de una palabra o grupo afín, presiente
el origen común que puede tener en ta l lengua. E l encuestador eti
mológico p o r una palabra latina, cuyo significado le hace suponer
vitalidad, presiente que h a de tener descendencia, y la husca en
sus posibles descendientes, que estarán desfigurados en su form a
y en su significación, pero que acusarán sus rasgos comunes en su
fisonom ía y en su sentido.
La relación de una voz con su m atriz latina hace pensar que,
p o r arrinconada que aparezca, deberá tener alguna difusión ma
yor, ya que es raro que se descubra como única heredera en una
sola localidad. E l lat. r e n io lle sc e re (“ablandar”) lo encontramos
en la form a r e m o lle c e r (“ablandar”) en una localidad de Cáceres,
y es de creer que, a pesar del silencio de todos los diccionarios,
esta form a patrim onial exista en otras zonas del español.
Es inútil discutir si u n diccionario debe ser etimológico o no,
porque este carácter depende de las circunstancias, no sólo del
diccionario, sino del autor.
Si el autor tiene preparación etimológica puede prestar valor
a su libro y orientación a sus lectores, si sus propuestas etimoló
gicas son posibles, aunque no sean seguras.
Si el autor no tiene una preparación etimológica, antes que
ponga etimologías caprichosas es preferible que no ponga ninguna.
H ay palabras de etimología desconocida, en las que debe omi
tirse la etimología.
H ay palabras cuya etimología no han fijado los técnicos en sus
discusiones, y en este caso puede ponerse la que parezca más pro
bable u om itirse su origen.
Pero hay palabras de etimología segura y otras de etimología
sólidam ente fundada en grandes probabilidades de verdadera, y en
este caso su conocimiento presta una luz decisiva para compren
der el vocablo y su historia.
La etimología de la voz es la luz que puede aclarar las tinieblas
de su historia.
Es rigurosam ente cierta esta observación de Menéndez P id al:
328
“La etim ología no es una curiosidad erudita de interés puram ente
histórico, sino que es la base misma de la propiedad idiom ática.
Sólo cuando conocemps el origen de u n vocablo podemos com·
prender el fundam ento y lím ites de su fuerza expresiva.”
SISTEMAS DE DICCIONARIOS
329
rismos, o se sostenga el criterio de acoger sólo lo que se considere
correcto o arraigado.
E n el supuesto de u n diccionario integral (en el que se stun asen
el diccionario técnico, el diccionario actual del español, el diccio
nario de americanismos y el enorm e caudal no recogido de la len
gua oral de España y de América) no es de creer que desmereciera
del famoso de Oxford, que a fuerza de diligencia y de benevo
lencia h a alcanzado los 400.000 artículos.
Mucho m ás de 400.000 nom bres tiene sólo el vocabulario téc
nico, en gran p arte internacional, de la medicina, la física, la quí
mica, la zoología, la botánica y las matemáticas, de las que no llega
a u n a décima p arte el acogido en el diccionario académico.
Y u n núm ero considerable de términos, superior desde luego
al de 80.000 del diccionario oficial, hay que calcular para las voces
de la lengua de la conversación y de las artes y oficios populares
de las distintas regiones de España y América, que no h an sido
incluidas en el diccionario académico.
SELECCIÓN LÉXICA
E L I I C O N G R E SO D E A C A D E M IA S D E L A L E N G U A E S P A Ñ O L A
330
c ió n m e d ia n te m é to d o s eficaces q u e aseguren Un acopio lo m ás co m p leto p o si
Diccionario de la Lengua,
b le d e las voces q u e d e b e n fig u ra r en e l
resuelve :
831
HACIA UNA NUEVA G R A M A T I C A DE LA R. A. E. *
ΡΟΒ
RAFAEL LAPESA
332
dientem ente de la estima que gocen. Lo que se nos pide es que
presentem os el sistema de la lengua española según los usos admi
tidos entre gentes cultas; por tanto, una G ra m á tic a a la vez cientí
fica y práctica, descriptiva y norm ativa, que, atenta a registrar
y com prender el funcionam iento de la lengua hablada y escrita,
ponga en guardia contra incorrecciones y vulgarismos. N uestra
G r a m á tic a deberá aprovechar las teorías de Saussure, Bally, Jes-
persen, B ühler o Trubetzkoy en aquellos aspectos en que cada uno
d e estos lingüistas h a añadido algo fundam ental p ara el conoci
m iento del lenguaje hum ano ; y no decidirá en puntos controver
tidos de la G ra m á tic a e sp a ñ o la sin exam inar los pareceres de Bello,
Rufino José Cuervo, Hanssen, Lenz, Amado Alonso y H enriquez
U reña, Gilí Gaya y Salvador Fernández, aparte de las monogra
fías y artículos pertinentes. Pero procurará no dejarse sorprender
por estridencias de term inología, n i atenerse dogmáticamente a la
doctrina de una tendencia o de u n autor.
La G ra m á tic a que diseñamos constará de una Introducción, con
la necesaria exposición de conceptos generales, y de cuatro partes,
q u e se ordenarán así: I, Fonología; II, Morfología y Form ación de
palabras; III, Sintaxis, y IV, Ortografía. No m e ocuparé de la
-Ortografía n i de las cuestiones ortológicas relacionadas con ella,
ya que serán objeto de otra ponencia.
La Fonología atenderá a las funciones significativas de los fone
mas, así como a la descripción de sus articulaciones y efecto acús
tico. De acuerdo con los métodos estructurales—aplicados con éxito
a l español p o r Alarcos Llorach—estudiará el valor funcional, dis
tintivo, de los elementos fónicos, así como las oposiciones que se
d an entre los fonemas del español y las posibilidades que tienen
de com binarse unos con otros. Com prenderá tam bién capítulos
d e fonética y ortología, donde se recojan y revisen las enseñanzas
de N avarro Tomás sobre la pronunciación española, com pletándo
las con las oportunas noticias acerca de la dicción hispanoam eri
cana. E l nom bre de “Prosodia” se reservará para el estudio del
acento, la entonación y unidades del discurso oral diferenciadas
p o r ellos, empezando por la sílaba: así responderá al valor que
ten ía en griego, respetado por N ebrija y Covarrubias (1), y al que
le confieren los fonólogos actuales.
333
Razones de toda índole aconsejan re tira r de nuestra nomen
clatura el térm ino de “Analogía”, que la G ra m á tic a académica ha
venido usando con u n sentido ajeno a la tradición antigua y dis
tinto del que le da la lingüística m oderna. E n lugar de “Analogía”
usaremos “Morfología”, de empleo general hoy para el mismo do
m inio. Em presa difícil, que muchos lingüistas consideran impo
sible, es la de deslindar los campos de la Morfología y la Sin
taxis (2). No puede considerarse satisfactoria la repartición que
hace la G ra m á tic a de la Academia, estudiando, po r ejemplo, en Ja
Analogía la flexión del pronom bre y del verbo, m ientras analiza
en la Sintaxis las funciones de sujeto y complementos o los signi
ficados de modos y tiempos. Convendrá elim inar dentro de lo
posible tales casos de dispersión, p ara que las formas no aparezcan
separadas de sus contenidos. De todos modos, en la edición pró
xim a conservaremos, aunque con lím ites m uy flúidos, la división
entre Morfología y Sintaxis, dejando abierto para más adelante
la posibilidad de exam inar si procede seguirla m anteniendo.
No hay propósito de introducir cambios en la clasificación de
las partes del discurso: continuarán reconociéndose como tales las
nueve que figuran en la edición actual. E n el género del sustantivo
no se adm itirá la existencia de otras categorías que las de mascu
lino y fem enino, p o r entenderse que los sustantivos comunes, epi
cenos y ambiguos son casos anómalos de la distinción entre los
dos géneros, pero no constituyen géneros especiales. Como acci
dente gram atical del nom bre se añadirá al género y núm ero la
sufijación apreciativa (diminutivos, aumentativos y despectivos),
que, a diferencia de la derivación, no origina de ordinario pala
bras nuevas, sino form as indicadoras de m agnitud o afecto. Entibe
los grados del adjetivo hay que dar u n puesto al superlativo rela
tivo (“el m ejor de los oradores”, “la más dulce de las criaturas”).
A l tra ta r de los adjetivos determinativos se dedicará alguna aten
ción a los cuantitativos no num erales ( c ie r to , m u c h o , p o c o , v a rio s,
to d o , c a d a , a m ó o s, s e n d o s ). E n cambio, los demostrativos, posesi
vos, relativos, interrogativos e indefinidos se considerarán siempre
pronom bres, ya estén en función sustantiva, ya adjetiva (3). Con
los pronom bres personales se estudiarán los tratam ientos de res
peto. La denominación de “artículo determ inado” será reem pla
zada p o r la de “artículo determ inante”, “artículo determ inativo”
(4) Gram ática castellana, primer careo, 4.a edición. Buenos Aires, 1$44;
página 232.
335
traduce con fidelidad el griego a o risto s, y hay fundam entales seme·
janzas de significación entre este pretérito griego y el indefinido
español. Sin embargo, de no satisfacer ta l nom bre para un pasado
que se suele caracterizar como “puntual”, quizá podría llam ár
sele “prétérito absoluto” o “pretérito” solo, sin adjetivos, como
prefieren Amado Alonso y H enríquez Ureña.
E n la Sintaxis habrá φ ιβ modificar todo lo referente a la “de
clinación nom inal”, ya que las preposiciones no constituyen verda
deros elementos flexivos. Los restos subsistentes de la declinación
pronom inal tampoco autorizan a h ab lar de “los casos latinos en
castellano”. Pero como es conveniente fam iliarizar al lector con
las categorías de nom inativo, genitivo, etc., de tan larga tradición
y am plio uso, será bueno tra ta r de ellas no como existentes en
español, sino presentando su equivalencia con construcciones nues
tras. Se dará entrada al concepto de oración unim em bre, no divisi
ble en sujeto y predicado, y se arrinconará el de oración elíptica,
ya que los miem bros que se suponen omitidos no h an sido, en reali
dad, pensados. Los capítulos sobre sintaxis figurada y vicios de
dicción requieren to tal reform a. F uera de esto, la-sintaxis de nues
tra G ra m á tic a actual necesita, como todo el resto de la obra, rec
tificar muchas definiciones, revisar numerosas cuestiones de detalle.
Pero form a u n sólido cuerpo de doctrina que, en lo esencial, habrá
de conservarse. Dos modificaciones serían de desear, aunque ta l vez
no se puedan introducir en la prim era de las ediciones futuras: con
sistiría una en que los usos clásicos caducados apareciesen más
claram ente separados que hasta ahora de los que hoy están en
vigor. H ay que inform ar, sí, acerca de construcciones habituales
en los siglos xvi al xviii y desaparecidas más tard e; pero sin mez
clarlas con las que integran la sintaxis viva del español actual. Así
se quitaría a nuestra G ra m á tic a gran p arte del regusto anticuado
que sin duda tiene. La otra modificación, tam bién m odem izadora,
se refiere a los ejem plos: en la edición últim a se acrecentaron,
según reza el prólogo, con “m ayor núm ero de autoridades de los
más eminentes escritores españoles de todas las épocas” ; pero, en
realidad, las citas de autores modernos no pasan de don Juan Va
lera, sin testim onio literario alguno de los últim os setenta y cinco
u ochenta años: hay que añadirlos sin falta. P or otra parte, es pre
ciso que, junto a los escritores españoles, figuren los hispanoame
ricanos y filipinos. Necesitamos que Olmedo, H eredia, Bello, Caro,
Montalvo, Sarmiento, Ricardo Palm a, Hostos, M artí, Rizal, Darío,
Rodó y tantos otros aparezcan avalorando los usos de la lengua
común.
336
P ara esta labor solicitamos el concurso de todas las Academias
de la Lengua: extraordinariam ente ú til será que nos envíen ejem
plos de construcciones sintácticas empleadas po r los autores mo
dernos que cada país considere ya como sus clásicos. O tra contri
bución pedimos a las Academias: su dictam en acerca de la estima
que en cada país alcanzan los usos fonéticos, morfológicos y sin
tácticos concurrentes. Es cierto que en las obras de Rufino José
Cuervo, en la B ib lio te c a d e D ia le c to lo g ía H isp a n o a m e ric a n a , reuni
da p o r el Instituto de Filología de Buenos A ires; en la S p a n ish -
A m e ric a n S y n ta x , de Ch. E. K any, y en otras muchas publicaciones
hay u n nutrido caudal de noticias; pero no siem pre están acompa
ñadas p o r advertencias sobre cuál es la norm a válida en el len
guaje culto, qué variedades se tild an de afectadas y cuáles otras
se hallan relegadas al área del vulgarismo incorrecto. La especi
ficación cualificada de tales extremos requiere el conocimiento
directo de cada ám bito social, cosa inasequible desde cualquier
punto del m undo hispánico sin la cooperación de quienes viven en
cada una de sus zonas. Confiamos en que nuestro ruego será aten
dido; y así, con la colaboración de todas las Academias y como
portavoz de ellas, la R eal Española podrá convertir en realidad el
deseo de que su G ra m á tic a fu tu ra refleje el sentir lingüístico de
todos los hispanohablantes cultos, de ta l modo que sirva de pauta
aceptable en cualquier país de lengua española y contribuya de
m anera eficaz a reforzar la unidad de nuestro idioma.
E L I I C O N G R E SO D E A C A D E M IA S D E L A L E N G U A E S P A Ñ O L A
337
su s in d iv id u o s especializados e n Ιφ m ateria, y q u e al redactar el m encionado
te x to se to m e n e n consideración las diversas propuestas form uladas p o r las
ponencias presentadas a este C ongreso.
* * *
338
EL «DICCIONARIO HISTORICO” Y OTRAS CUESTIONES
LEXICOGRAFICAS *
EL DICCIONARIO HISTORICO
H ace años q u e la R e a l A cadem ia Española está em peñada e n la tarea d e
preparar un. D iccionario H istórico q u e p resen te e n toda su extensión y variedad
e l léxico usado p o r los hispanohablantes a lo largo d e los siglos. T a l D ic
cionario d ifie re d e l áhe autoridades e n n o lim itarse a los usos recom endables
y asentados n i a los e jem p lo s d e clásicos españoles. P reten d e recoger e l voca
bulario d e todas las épocas y d e to d o s los am bientes, d esd e <el cu lto y señorial
hasta el p leb ey o , desd e e l d e área geográfica general hasta e l exclusivo tde u n
país o región, dfesde el duradero hasta e l d e vid a efím era . L a recolección de
m ateriales se in ició co n arreglo a u n p la n trazado en 1914; v e in te años después
d io co m o fru to dos tom os, q u e co m p ren d ían desde la A a la sílaba Ce,
y que
viero n la lu z en 1933 y 1936. H a b ien d o desaparecido las existencias d e estos
vo lú m e n es e n u n in cen d io ocurrido d u ra n te la guerra c iv il, la A ca d em ia decidió
co m en za r d e n u ev o la p u b lica ció n c o n arreglo a u n p ro yecto m ás am bicioso,
m ás a to n o co n las exigencias cien tífica s d e l m o m e n to . C om o in stru m en to nece
sario para llevar a cabo ta l em presa, fu é creado en 1946 e l S em in a rio d e L e x i
cografía, organism o a u xilia r d e la A cadem ia, p ro bado desd e entonces e n n u eve
años d e fru ctífe ra labor. S u director, n u estro secretario p erp etu o , d o n Ju lio
Casares, trazó e l n u ev o p la n d e l D iccionario, y d ió cuenta, e n M em orias anua
les, d e la m archa d e lo s trabajos. H u b o q u e re u n ir y fo rm a r p ersonal especia
liza d o , c o n la fo rtu n a d e lograr la colaboración d e lingüistas ta n ju sta m en te
ren o m b ra d o s com o d o n Salvador F ern á n d ez R a m íre z y d o n S a m u el G ilí Gaya;
h u b o q u e so m eter a riguroso exam en la fid e lid a d d e l m aterial reu n id o ; fu é
necesario fija r n orm as para la elaboración y presentación d e los artículos, y,
com o té rm in o d e esta etapa in icia l, se p u b licó e n d iciem b re d e 1951 una
Muestra, co n stitu id a p o r u n p lieg o . R ep a rtida, con p etició n d e crítica, a varios
centenares d e entidades, técnicos e hispanistas extranjeros, la Muestra
tu vo favo
rabilísim a acogida. E n la Memoria d e l S em inario correspondiente a 1952 p u ed en
verse algunos d e los ju icio s— y ta m b ién reparos d e detalle— q u e m ereció. D esde
entonces ha proseguido e l S em in a rio su callada tarea, ven cien d o u n sinnúm ero
d e d ificu lta d es, y e n este año co n fía dar a la im p ren ta lo q u e será u n fascículo
d e unas 600 colum nas.
E n tre las preocupaciones d e l S em in a rio, ocupó lugar im p o rta n te desde el
p rim e r m o m e n to la recolección d e l léxico hispanoam ericano y filip in o . S e h izo
u na p rim era selección d e autores y se e m p ren d ió su p a peletización; en 1951
la Muestra p u d o ju n ta r a lo s e jem p lo s d e escritores españoles b u en n ú m ero d e
autoridades hispanoam ericanas, co n lo s n om b res d e M artí, R ó m u lo Gallegos,
José Eustasio R ive ra , R ica rd o P alm a, B le s t Gana, Z o rrilla S a n M artín, R icardo
i
G üiráldes y Juana d e Ib a rb o u ro u , en tre otros, aparte d e los lingüistas y léxico-
académicas que dan unidad y pureza al idioma español, según ponencia del
académico nicaragüense don . En estas páginas damos cuen
ta de lo más destacado de los materiales sujetos a estudio y deliberación.
ju l io ycaza t ig e r e n o
339
grajos. E n ocasiones p u d im o s d o cu m en ta r desd e e l siglo X V I I I algún vulgarism o
d iscu tid o co m o balear abalear.
y E n la actualidad, e l n ú m ero d e cédulas corres
p o n d ien tes a l léxico hispanoam ericano es d e casi 4071)00, s in contar las d e refe
rencia n i m uchas p ro ced en tes d e vocabularios particulares y revistas d e lin
güística. In c lu y e n d o unas y otras, se llegaría a u n n ú m ero superior a las 600.000.
L a rep a rtició n p o r países es m u y desigual, y n o siem p re obedece al d istin to
v o lu m e n d e cada literatura, sin o q u e está condicionada p o r e l n ú m ero d e obras
d e q u e ha p o d id o disponerse, ya p o r fig u rar e n la biblioteca d e la A cadem ia,
ya p o r haberlas o b ten id o e n p résta m o el Sem inario. V a a la cabeza A rgentina,
co n 74251 fichas, seguida d e C olo m b ia (57.945), P erú (53.099), C h ile (37.598),
N icaragua (32.027), M éjico (30.790) y C uba (30.051). R e p ito q u e las cifras no
representan p referen cia alguna n i guardan p ro porción co n la im portancia d e
las literaturas respectivas; p o r ejem p lo , d e la m ejicana h a y u n n ú m ero d e fichas
m u y in fe rio r a l q u e correspondería a su riqueza.
E se to ta l d e 600.000 para H ispanoam érica y F ilip in a s no es satisfactorio:
s i ten em o s en cuenta q u e e l n ú m e ro d e fichas reunidas para el D iccionario
rebasa los 6.000.000, n o deb ería m o s co n ten ta m o s co n m enos d e l m illó n y m e
d io . L o s señores congresistas recibirán una lista d e autores y obras despojados.
E n ella advertirán ausencias q u e nosotros notam os ta m b ién en gran parte. L a
relación d e desiderata sería larguísim a. Para esta recogida d e m aterial p ed im o s
e l a u x ilio d e las A ca d em ia s a q u í representadas. L a fo rm a d e cooperación más
eficaz será, d esd e luego, la d e enviarnos cédulas, sobre todo papeletizando cuan
to ofrezca in terés en obras enteras. E n e l Boletín de la Ácademia, año 1948,
página 145, apareció la p rim era so licitu d d e colaboración. H em o s d e confesar
q u e sólo fu é aten d id a p o r u n o s pocos, a u nque fervorosos, particulares. S i cada
A ca d em ia tom ara a su cargo la p a p eletiza ción d e lo s autores d e l país respectivo,
o, p o r lo m en o s, la d e algunos, su aportación aliviaría grandem ente nuestro
trabajo. E n e l referid o Boletín de la Ácademia d e 1948 h a y detalladas in stru c
cio n es para u n ifica r p ro ce d im ie n to s; sólo ten dríam os q u e añadir ahora q u e el
in terés n o se lim ita a las palabras o acepciones exclusivas o características d e l
español hablado en H ispanoam érica, en algunos d e sus países, o e n F ilip in a s;
nos interesan ig u a lm en te ejem p lo s am ericanos y filip in o s d e los usos com unes
co n el español d e España. T a n valiosa es u n a m uestra d e l neologism o riopla·
tense retomar recoger;
com o d e l eq u iva len te general botar,
de arrojar
com o d e
o tirar; bravo
de iracundo, irritado furioso;
com o d e o pollera
de falda;
com o d e
de frazada com o d e manta, etc., etc.
O tra fo rm a d e colaboración consistiría en el en vío d e obras d ifíciles de
a d q u irir d esd e España. H a y en esto u n aspecto d e ayuda económ ica q u e n o es,
en m o d o alguno, desdeñable. P ero ya el m ero hecho d e proporcionar las obras,
d e encontrarlas y rem itirlas, ofrece d ificu ltades q u e los libreros no logran alla
nar desde aq u í. Seria, p u es, m u y deseable q u e cada A cadem ia sum inistrase
— o recabara q u e su G obierno lo hiciese— aquellas obras d el país respectivo que
a su ju ic io deban entrar en el D iccionario histórico.
Una ú ltim a , pero im p o rta n tísim a , fo rm a d e cooperación consiste en algo
q u e la R e a l A ca d em ia E spañola vie n e solicitando rep etid a m en te: la revisión
d e los am ericanism os. C onvendría q u e cada A cadem ia nos inform ase d e aque
llo s q u e d eb a n fig u ra r en e l D iccionario H istórico y no estén recogidos en los
vocabularios p u b lica d o s; asim ism o sería oportuno q u e n o s indicase lo s supues
tos am ericanism os, argentinism os, ch ilen ism os, colom bianism os, etc., q u e fig u
ran en lo s diccionarios y n o resp o n d en a u n a realidad; fin a lm en te, las A ca
dem ia s p o d ría n p re sta m o s valiosísim a ayuda calificando el am b ien te y estim a
c ió n d e las palabras (d e uso general, literario, coloquial, fam iliar, vulgar, in
c u lto ) ; n o nos basta saber q u e enojado se em plea en A rg entina, sino que, a d ife
rencia d e España, es a llí e l té rm in o m á s espontáneo, n o sólo literario. E n el
cam po d e los e u fem ism o s y d isfem ism o s, tales inform aciones serían preciosas.
M ientras esta cooperación, tantas veces solicitada, no se nos preste d e m anera
efectiva, será in ju sto im p u ta r a la R e a l A cadem ia Española responsabilidad en
•muchos d e los errores q u e e n tales m aterias com etan sus D iccionarios.
H ay, p u es, a m p lio m argen para q u e las A cadem ias d e la L engua colaboren
en e l D iccionario H istórico. D e la atención q u e p resten a nuestro ruego y d e la
eficacia c o n q u e lo satisfagan d ependerá e n gran p a rte el éxito d e una em presa
q u e n o im p o rta sólo a cuantos aquí estam os reunidos, sino a todos lo s am antes
.—
d e l id io m a r a f a e l l a p e s a .
340
1) L a R . A . E . “trata d e fo rm a r p o r p rim era v e z e l rep erto rio exhaustivo
d e la lengua española, de toda la lengua,
recogiendo d esd e los orígenes hasta h o y
la to ta lid a d d e las expresiones co n q u e se ha enriquecido, sea cualquiera é l
lugar d e la co m u n id a d hispana en q u e tu v iero n nacim ien to ”.
2 ) L a realización d e l Diccionario Histórico d eb e ser tarea y em p eñ o co m ú n
d e todas las naciones d e l m u n d o hispanohablante, en atención a obvias razones
históricas, culturales y espirituales.
3 ) L a R . A . E ., desde q u e p la n eó tan vasta obra, contó con la segura cola
boración d e las A ca d em ia s nacionales co rrespondientes, ha in vita d o repetidas
veces a colaborar en la em presa y n o p o dría , p o r sí sola, d a rle fe liz rem ate.
4) P rim o rd ia l y fu n d a m en ta lm en te , las A cadem ias nacionales correspon
d ien tes d e la R e a l Española son las indicadas y llam adas para una colaboración
eficaz y activa.
5 ) Esta colaboración p o d ría ten er d o s cauces: l.° solicitar d e los respec
tiv o s G obiernos u n decoroso a u xilio económ ico para sufragar lo s gastos cuan
tiosos q u e exig e e l m a n ten er u n gru p o d e lingüistas y lexicógrafos dedicados
a la redacción d e l Diccionario,
y 2.°, é l dedicar parte d e sus actividades propias
i
a d irig ir las colaboraciones colectivas o personales q u e se ofrecieren e n cada
país.
6) L a s A ca d em ia s nacionales correspondientes harían u n a tarea m eritísim a
p rev ia a l seleccionar los autores d e cada p a ís e n cuyas obras debería em pezarse
e l rebusco y espigueo d e autoridades citas.
o E n tre d ichos autores h a b rían d e
fig u ra r los q u e h o y v ie n e n y colaboran en los principales periódicos, p u es así
se ha practicado en la Mnestra
del Diccionario Histórico, publicada p o r la
R . A . E.
7) P odría com pletarse ta m b ién la cooperación c o n e l en vío d e lo s clásicos
nacionales, d e l p rese n te y d e l pasado, a la B ib lio teca d e la R . A . E ., d eficien te
e n este lin a je d e libros.
8) L a colaboración d e las A cadem ias nacionales correspondientes a l Diccio
nario Histórico n o habría d e ceñirse a l apoyo o justifica ció n d e los am erica
n ism o s o localism os, sin o ta m b ién d e los vocablos, acepciones y expresiones del
español universal, ya q u e nuestra lengua ta n viva está allen d e com o a q uende e l
m ar. T a n b u en m o d elo , para e l caso, es Ju a n Valera com o M arco F id el Suárez.
9 ) L a A ca d em ia d e cada p a ís d eb e solicitar la colaboración d e lo s enten
d id o s y ta m b ié n d e algunos cen tro s culturales. Para ello sería eficaz e l esta
b lecim ie n to d e u n Seminario de Lexicografía e n algunas U niversidades, o sim
p le m e n te d e u n grupo d e aficionados q u e, bajo la dirección d e u n experto maes
tro, se co m p ro m etiera a espigar en los autores d e la región en co n fo rm id a d con
las norm as, tan claras y prácticas, publicadas en 1948 p o r la R . A . E .
10) C onvendría divu lg a r estas m ism as Normas en las principales revistas
culturales d e cada país para despertar iniciativas y colaboraciones.
11) P o d ría ser tarea d e las A cadem ias correspondientes d e la Española el
revisar este m a teria l lexicográfico antes d e rem itirlo , com o d efin itiv o , para su
inserción e n e l Diccionario Histórico.— C. M. F.
Ca r l o s m e s a ,
* * *
E L I I C O N G R E SO D E A C A D E M IA S D E L A L E N G U A E S P A Ñ O L A
C o n s id e r a n d o :
á cuerda :
341
2 ) Las A cadem ias representadas en este C ongreso harán ante sus G obiernos
résp ectivo s las gestiones necesarias a f i n d e q u e ellos, cu m p lien d o su obliga
c ió n d e d efen d e r y cu ltiva r e l id io m a pa trio, co n trib u ya n con sum as apropiadas
a s u so sten im ien to y m antengan becados e n é l u n o o varios a lum nos graduados
en L etras, lo s cuales p u ed a n , desp u és d e u n año d e preparación, colaborar en
el Diccionario Histórico o regresar a su patria al servicio d e las respectivas
A ca d em ia s o U niversidades.
3) E n vista d e esta colaboración d e todos los p u eb lo s hispanos, el S em ina
rio se llam ará e n adelante In s titu to In tern a cio n a l d e L exicología H ispánica, y
seguirá fu n cio n a n d o en M adrid bajo la d irección <fe la R e a l A cadem ia Española.
342
q u e revolucionan la v id a y e l esp íritu d e lo s hom bres. H asta entonces, la ciencia
era apenas nada m ás q u e curiosidad. R en á n , p o r aquellos tiem p o s, decía: “Estar
in d ife re n te a nte el U niverso es cosa im p o sib le para e l h o m b r e P e r o en ade
la n te la ciencia ya n o será sólo curiosidad, sin o invención, creación. Y la crea
c ió n es n o sólo cosas q u e salen d e la nada, sin o palabras q u e nacen a l m ism o
tie m p o ; a veces, só lo palabras q u e en cu bren hechos frustrados, p ero au n en
to n ces, palabras q u e tie n e n ya derecho a la perennidad.
L o s D iccionarios oficiales e n to d o el m u n d o ha n m ostrado cierta resistencia
a n te el a lu v ió n d e los m o d ern o s tecnicism os; una resistencia q u e podría ten er
s u explicación. P ero a la v e z u n pecado m ás grave: e l d e la indiferencia. E l
h o m b re crea la palabra a l par q u e e l in v en to y , p o r lo co m ú n , no se cuida de
q u e su parto filo ló g ico se atenga o n o a las reglas d e l 'arte. Y p o r eso, con
m u c h a frecuencia nacen palabras q u e son abortos o m o n stru o s; p ero que, sin
em bargo, corren y s e afianzan d e boca e n boca y , en cu anto este contagio se
ha realizado, ya n a d ie las p u e d e variar. P o rq u e es m ás fá c il desarraigar una
id ea d e la m e n te d e los h o m b res q u e m o difica r una palabra incorrecta. A cen
tenares p o d ría n citarse ejem p lo s d e m o d ernos tecnicism os q u e pu g n a n n o sólo
c o n la ortodoxia filológica, sino co n el sentido com ún. E l o jo q u e debiera ser
vig ila n te d e las A cadem ias se distrajo ante ellos, y a poco ya n a d ie p u ed e cam
b ia r e l barbarism o.
L a secreta o exp lícita h o stilid a d d e los académ icos fre n te a los tecnicism os
s e d e b e a una causa p rin cip a l: a q u e el esp íritu 'de lo s académ icos es fu n d a
m e n ta lm e n te , trad icio n a lm en te literario y crea u n am b ien te q u e sería inju sto
llam ar despectivo hacia los tecn icism o s; p ero q u e q u izá n o fu era inexacto tachar
d e aristocraticista. “Para eso están los D iccionarios técnicos”, su ele oírse e n las
A ca d em ia s literarias co n frecuencia y co n cierto desdén al tratar d e esta cuestión.
P ero la vida n o se d iv id e ya e n literaria y e n técnica. Q uiérase o n o , som os
y a to d o s técnicos. E l poeta m ás p u ro o e l filó so fo q u e v iv e en pura abstracción
están necesariam ente contam inados, cada una d e la s horas d e l d ía , co n las téc
n ica s y co n su lenguaje, p o r la sencilla razón d e q u e to d o s las necesitan. L a
técnica tie n e la vita lid a d y la razón de ser suprem a d e su necesidad y d e que,
in exo ra b lem en te, lo será m ás cada día. Y su lenguaje es igualm ente inseparable
d e la vida, y en consecuencia tie n e derecho ta m b ién al cuidado oficial, es decir,
a la m ism a lim p ieza , a la m ism a fije za y a l m ism o esplendor d e sus vocablos,
q u e los vocablos literarios.
S o b ré esto, sobre la razón d e in clu ir las técnicas en los grandes léxicos, no
h a y , pues, p o sib le duda d entro d e una lógica elem ental.
EL PROBLEMA DE LA CUANTÍA
Y llegam os así al segundo p u n to . ¿C uál d eb e ser la cuantía d e la incorpo
ra ció n d,e los vocablos técnicos al acervo tradicional? A q u í sí es necesaria la
m á xim a prudencia. P o rq u e e l lenguaje técnico y e l tradicional se diferencian
ju n d a m e n ta lm e n te en su fugacidad. Y lo fu gaz n o debe caber e n e l D iccionario.
I n ú til es observar q u e la historia d e l hablar hu m a n o está llena en tod o s sus
p erío d o s d e voces q u e tu v ie ro n sólo una actualidad fu g itiva . U n id io m a es
una fo rm a d e vid a y sus palabras son co m o las células d e u n organism o, que
tie n e n unas u otras d ife re n te d estin o y d u ración: unas sirven sólo para unos
días y desaparecen; otras d u ra n cierto tie m p o , y sus cadáveres perduran sirvien
do d e esqueleto a las nuevas fo rm a s d e exp resió n ; otras, e n fin , conservan una
p ere n n e vita lid a d hasta q u e la lengua m uere, dejando sólo, q u izá co m o recuerdo,
alg u n o s signos labrados e n una p ied ra q u e sirven para reconstruir e l idiom a
extin to , com o unos tro zo s d e h u eso p e rm ite n rehacer la m orfología d e una
especie anim al desaparecida.
Esta es co n d ició n general d é las lenguas. M as, en los aspectos técnicos de
ellas, la duración n o su ele te n e r e l ritm o generalm ente len to d e l len g u a je tra
dicional. Surge e l in ven to , y co n é l su n o m b re; y m uchas veces desaparecen
a poco, com o fuegos d e artificio, p o rq u e ya no sirven o p o rq u e se superan sin
cesar. L a necesidad d e la superación es la característica d e las técnicas. Y a
poco, n o queda d e ellas m ás q u e e l recuerdo d e su n o m b re. D e a q u í el triste
d estin o d e los lib ro s cien tífico s, incluso d e los m ás insignesr, q u e es e l breve
v iv ir . E l len g u a je tradicional tien e u n diccionario histórico, cem enterio q u e se
343
8
va fo rm a n d o len ta m en te, c o n u n r itm o d e siglos. E l diccionario h istó rico d e la
ciencia, si se hiciera, estaría fo rm a d o p o r voces q u e tu v ie ro n una vida d e m a
riposas, y adem ás sería in term in a b le.
E l lexicógrafo d e b e recoger, e n consecuencia, todas las palabras q u e repre
sen ten una realidad cien tífica c o n visos d e perm a n en cia ; y n o la s q u e nazcan
teñidas ya d e la fu g a cid a d d e l ensayo. S e m e dirá q u e e l trazar el lím ite entre
unas y otras es siem p re harto d ifíc il y m uchas veces im p o sib le. Pero la A ca
d em ia tie n e q u e a su m ir la responsabilidad d e in tentarlo. D e fin itivo , repetim os,
n o h a y nada en la ciencia; n i, rigurosam ente, en la vida. M as el experto, el
especialista, p u e d e valorar c o n una razonable seguridad la p o sib le perm anen
cia d e cada hech o técnico y d e sus n o m b res para hacerlos fig urar o no en los
vocabularios oficiales. A caso estos n o m b res sea preciso m odificarlos después.
N o h a y in co n ve n ien te en hacerlo; m as siem p re co n cautela, p o rq u e hay varia
ciones d e los conceptos cien tífico s q u e so n m ás fugaces a pesar d e l prestigio
q u e les da la n o ved a d q u e los p ro p io s conceptos cuando nacieron.
N o h a y códigos n i reglas, e n sum a, para lleva r a cabo esta adoptación de
los tecnicism os. P ero es preciso hacerlo, y hacerlo c o n tacto, sin dem asiada
dila ció n n i dem asiada p risa ; y , en caso d e duda, si se peca, pecar p o r exceso
d e indulgencia, p o r a m p litu d d e cedazo. Una palabra, la p e o r form ada, la q u e
m e n o s c o n ten id o d e realidad tenga, es siem p re la expresión d e una cosa
creada, q u izá m ín im a , p ero q u e casi nunca está, h o y o mañana, exenta d e
servir para algo.
FORMAS DE REALIZACIÓN
L a fo rm a en q u e se realice la in scrip ción d e l tecnicism o tien e m ucha im
portancia. L leg a m o s co n ello a l tercer aspecto d e n uestro problem a.
A n te s recordaba q u e co n frecuencia reclam an algunos q u e las palabras
técnicas se releg u en a los vocabularios técnicos. Y al rechazar nosotros esta
solución, q u erem o s hacer em p ero una salvedad: los térm in o s técnicos, m uchos
d e los q u e lo m erezcan, co n generosa a m p litu d , d eb e n figurar en los vocabula
rios generales y n o sólo en lo s especiales. P ero d eb en figurar som etidos a
u n estilo d e fin ito rio q u e no es el m ism o q u e el d e los vocabularios técnicos.
L a verdad n o es m á s q u e una, para los técnicos com o para los profanos; pero
la d e fin ic ió n d e las verdades hum anas ha d e ten er u n m a tiz diferen cia l según
a q u ie n se d irija n . Casi todas las nociones científicas tien en u n sentido general
a seq u ib le a las m en tes no especializadas y o tro sentido rigurosam ente elabo
rado. A q u e l m a tiz general es e l q u e d e b e in fu n d irse en las defin icio n es téc
nicas d e los D iccionarios literarios.
In sisto e n esto p o rq u e e n nuestro m ism o Diccionario las d efiniciones de
los naturalistas d e las p rim eras ediciones y d e los q u e las co m pletaron en
é l siglo X I X , todas m eritísim a s, padecen u n exceso d e prodigalidad, d e p ru
rito d e rigor cien tífico . H a y en las páginas d e nuestro código lingüístico de
fin ic io n e s d e plantas, d e insectos o d e detalles d e la anatom ía hum ana que
n o p o d ría n d esm erecer d e la d e los grandes Tratados. Esto es inadecuado.
N o sólo p o rq u e u n D iccionario general es para todos y no para los especia
listas, sino p o rq u e a m e d id a q u e la d efin ició n es d e in ten ció n m ás rigurosa
su ele ser, p o r paradoja, m enos duradera.
C laro es que en esto estriba una d e las principales dificultades d e l problem a
q u e nos ocupa, p o rq u e el hacer d efin icio n es d e conceptos técnicos co n u n sen
tid o general es m u ch o m ás d ifíc il q u e e l hacerlas rigurosam ente ajustadas a
las norm as científicas. P or de p ro n to , d eb en ser breves, casi lacónicas y con
,
palabras lo m en o s alejadas p o sib le d el lenguaje em pírico, lo cual para m uchos
técnicos es u n sacrificio cruel. E l m o d o d e superar estos escollos es q u e la
d e fin ic ió n se haga colaborando, p o r una parte, e l técnico y , p o r otra, los ex
pertos en el lenguaje literario. A fo rtu n a d a m en te esta colaboración, siem pre
cordial, es una fe liz tradición d e nuestra A cadem ia.
344
m uchas veces— la A cadem ia tarda e n darse cuenta d e los n u evo s tecnicism os
hasta q u e están ya arraigados p o r e l uso vulgar, d ifíc ilm e n te revocable.
L a explicación d e esa in d iferen cia , q u e q u izá es m ás aparente q u e real,
es fá cil si se tie n e en cuenta el en o rm e n ú m ero d e voces nuevas q u e brotan cada
día d e los laboratorios, d e las fábricas, d e lo s ta lleres; y d e la absoluta ar
bitrariedad q u e supondría aceptarlas a todas desd e e l p rim e r m o m e n to , p u esto
q u e m uchas representan u n e rfo r y n o tien en vid a m ás larga q u e u n fu eg o
fa tu o . L o s D iccionarios oficiales req u ieren necesariam ente, p o r otra parte,
u na larga gestación, y p o r riguroso q u e fu era e l celo d e los encargados d e
esta tarea, pasaría antes d e su p u b lica ció n u n n ú m ero d e años du ra n te los
cuales el sen tid o y la actualidad d e los tecnicism os p o d ría n radicalm ente variar.
E ste aspecto d e l grave tem a q u e co m en tam os n o tie n e m ás q u e u n rem ed io ,
ya anotado p o r algunos: el q u e a l m argen d e la elaboración d e l Diccionario
se co n feccio n e u n Boletín p erió d ico , b i o trim estral, en e l q u e los técnicos
y los filó lo g o s se adelanten co n versiones exactas d e las palabras a la in ter·'
preta ció n em p írica q u e e l p u e b lo hará in e vita b lem e n te d e las m ism as. D ebiera
ser ésta una sección autónom a d en tro d e la organización académ ica; y n in
guna otra la superaría en responsabilidad y en eficacia. A l publicarse cada
n u eva ed ició n d e lDiccionario, éste encontraría ya hecho y ju zgado e l m a te
ria l im p o rta n te d e los tecnicism os co n ceb ido co n una técnica u n ifo rm e (y san
cionado o n o p o r e l tie m p o transcurrido en tre la pub lica ció n d e l Boletín
y la d e l Diccionario.
HACIA UN LENGUAJE VIVO
C reo q u e e l C ongreso d e las A ca d em ias debería pensar m u y severam ente
en estos p ro b lem a s y en la ú ltim a p ro p osición q u e acabo d e hacer. E l p o r
v e n ir nos va a arrollar. S i n o n o s d ec id im o s a hacer u n lenguaje vivo , rep leto
d e los tecnicism os q u e hagan falta, sin m ied o a extranjerism os, sin oposición
p uritana a ellos, nuestra lengua se escindirá en dos: una p u ra y culta, p ero
m u erta , q u e m anejará sólo una m inoría, y otra q u e correrá p o r el arroyo,
.—
a l m argen d e l in flu jo académ ico, anárquica y corrom pida crecorio marañón .
345
NOVISIMO DIALOGO SOBRE LAS N U E V A S N O R M A S
NOVISIMO DIALOGO SOBRE
LAS N U E V A S N O R M A S
E L I I C O N G R E SO D E A C A D E M IA S D E L A L E N G U A E S P A Ñ O L A
”
C o n s i d e r a n d o q u e las “N u eva s N o rm a s d e P rosodia y O rtografía aprobadas
e n 1952 p o r la R e a l A cadem ia E spañola no ha n d e ten er carácter preceptivo
352
hasta q u e s e in co rp o ren y a rticu len en la nueva ed ición d e la Gramática ae
dicha A ca d em ia , a ctu a lm en te en preparación.
C o n s i d e r a n d o q u e, antes d e esta incorporación, p ro ced e consultar a las A ca
d em ias C orrespondientes acerca d e las m o dificaciones q u e dichas “N orm as”
in tro d u cen e n la P rosodia y O rtografia h o y vigentes,
R esuelve :
* * *
353
N O V IS IM O D IA L O G O S O B R E L A S “N U E V A S N O R M A S ” *
* Las opiniones aquí recogidas con la fir ciones aprobadas han de pasar a ser pre
ma del Secretario Perpetuo de la Real Acade ceptivas y cuáles han de modificarse o su
mia Española pertenecen todas ellas a la po primirse, a la vista de las observaciones for
nencia presentada por el autor del informe muladas en el presente Congreso y fuera de
sobre «Nuevas normas de Prosodia y Ortogra él, séale lícito al que suscribe, no ya como
fia» al II Congreso de Academias. Esta po autor del informe que precedió a la adop
nencia comenzaba asi: «Sin perjuicio de ción de las «Nuevas Normas», sino a titulo
que en su dia, y antes de incorporar a la de simple congresista, expresar su opinión
nueva edición de la Gramática las «Nuevas acerca de las mencionadas observaciones y
Normas de Prosodia y Ortografia», la Acade proponer un procedimiento para la solución
mia Española decida cuáles de las innova de los problemas planteados.»
354
h) cantiga / cantiga ( su p rim ien d o en esta ú ltim a fo rm a la nota de
“ant.”).
l) saxofón / saxófono.
m) fútbol quedará co m o única fo rm a autorizada.
n) antinomia / antinomia.
n) osmosis / osmosis; exósmosis / oxosmosis; endósmosis / endosmo-
sis (1952).
DUALIDAD Y FIJACION
Casi nnnca ha querido [la Academia] palabras corrientes, ésa debe prevale
imponer un camino. Casi siempre ha de cer en el consejo.
jado libertad para los dos criterios con HERRERO MAYOR (1955).
trapuestos, a fin de que no sea ella, sino
el uso de los doctos, el que a la larga
decida la norma triunfante. Vuelve así Desafortunadamente, la Academia ba
a su más honrosa tradición. Claro que ampliado con desmedida libertad el nú
la Academia parece infiel a su lema mero de formas que admiten distinta
“Limpia, fija y da esplendor”. En una acentuación ... Muchas de estas formas,
serie de hechos ortográficos y prosódicos admitidas ahora como buenas, solamen
ha renunciado a fija r la norma y ha te se oyen entre el vulgo, entre nosotros
proclamado la libertad. Quizá se pueda al menos. Y no debe ser el vulgo el
acuñar en su apoyo un principio nue que tenga derecho a imponer sus nor
vo: “A la fijeza, por el camino de la mas a la gente culta...
libertad.” Es la lengua literaria la que R. RESTREPO (1954).
ha de fijar y la Academia consagrará
entonces esa fijeza.
ROSENBLAT (1953).
En verdad que hay libertades que
matan. Y si “el soberano” sigue du
plicando las formas y la Academia
Reconoce la Academia en no pocas aceptando tal duplicación, llegará el
palabras dos formas de acentuación, ad día en que habremos de hablar y es
mitiendo que tan correcta es la una cribir diccionario en ristre o fabricar
como la otra; pero muestra su pre nos uno a nuestro gusto... La autori
ferencia por la forma que registra en zación de formas duplicadas, si bien
su Diccionario en primer lugar, y ésta concesión al uso, no creemos que sea
será la única que use la Academia en un progreso idiomático...
otras ocasiones. Esta actitud expectante AURELIO GARCÍA ELORRIO (1954).
parece prudente. El pueblo de España
y el de América seguirán mostrando su
preferencia por una u otra acentuación; Habrá quien piense que estas liber
y es de esperar que, cuando una for tades prosódicas favorecen la anarquía
ma se extienda más que la otra, ocupe y contradicen aquello de “limpia, fija
el primer lugar, y cuando la segunda y da esplendor”, que es mote y mi
desaparezca prácticamente del uso de sión de la Academia. Pero cuando no
la gente culta, desaparezca también del existe una razón invulnerable para
Diccionario. fija r, y cuando el uso—amo y señor—
F. RESTREPO (1955). ha aclimatado formas duples que tanto
los indoctos como los conocedores aco
gen y practican, la cordura sugiere no
Claro que donde hay dualidad no hay condenar lo que no es en sí condenable,
fijación. Pero la tarea de la Academia y dar explícita licencia para que cada
de la Lengua concreta un lim p ia r y un quien escoja según su gusto personal,
fija r. No es procedimiento técnico para y hasta para que tome—con cambian
eÚo el dejar las palabras del vocabula te elección—la modalidad eufónica que
rio al arbitrio del común. La pronun más le cuadre en cada coyuntura. Lo
ciación “vacilante” puede, darse en los cual acrece todavía en flexibilidad y
que hablan; mas si entre dos formas en garbo la riqueza de nuestra lengua
pronunciables una de ellas gana prepon millonaria.
derancia en el empleo medio para las junco (1 9 5 3 ).
355
C uando se trata d e palabras s in an los hablantes de aquende el mar do
teced en tes rem o to s en el id io m a y cuya Atlante que han seguido a Cuervo, ha
acentuación flu ctú a en e l uso, com o en ya venido a establecer semejante in
gladíolo contra gladiolo, p o r e jem p lo , útil decisión que autoriza para pronun
la inserción d e am bas fo rm a s e n el lé ciar y escribir, por ejemplo, políglota ,
xico se hace p o r vía d e exploración, p eriodo, etiope, olim piada, m etam orfo
en espera d e q u e una d e ellas triu n fe sis, y ... pentagram a, ya que todo el
claram ente d e su rival, q u e, ipso íacto, mundo dice por acá pentagram a, lo mis
quedaría elim inada mo que anagrama, radiogram a, progra
casabes (1953). m a, telegram a, diagrama, m onogram a,
etcétera. Y ¿qué tal que fuese alguno
a decir que puso o recibió un telegra
...después de más de ciento veinte m a? Para obrar de acuerdo con las le
años en que han fignrado juntas ambas yes de la lógica, debió recomendar en
formas en 'el léxico “por vía de explo tonces también la Academia que se diga
ración”, ninguna de las dos ha quedado anágrama, radiogram a, program a, diá-
eliminada. Y algo semejante ha ocu grama, m onogram a, etc.
rrido con otras formas dobles. ¿Quién
nos asegura que el caso no ha de re MOTTA SALAS (1956).
petirse con más de una de las “dupli
cidades” que acaba de canonizar la Aca
demia?
R A C ucci (1955).
D esde u n p u n to d e vista general, la
autorización para usar nuevas voces con
d o s fo rm a s d e acentuación ha m erecí-
¿Es simplificación y “fijación” eso d o com entarios favorables y adversos,
de dejar al que habla y escribe en li q u e en cierto m o d o se contrapesan y
bertad de hacer las cosas como le ven equilibran. M ientras unos en tien d en que
ga en gana? La Academia se va abora la lib erta d concedida para optar entre
al otro extremo: en tantos casos en dos form as concurrentes es contraria à
fijar,
que podía resolver e x cátedra la vaci la m isió n de que la A cadem ia se
lación, la exacerba con tal de poder im p u so a sí m ism a en su lem a, otros
decir que pretende dejar la solución al aplauden esa lib ertad p o rq u e “la cor
uso culto. L o lógico habría sido con dura sugiere no condenar lo q u e n o es
en sí co ndenable” y p o rq u e “acrece to
sultar a las A cadem ias am ericanas y
a las autoridades en la m ateria... Como
davía en fle x ib ilid a d y en garbo la ri
si no hubiese ya bastantes formas dis queza d e nuestra lengua millonario,”.
pares en léxico, nos brinda ahora va H ay m ás. A lg u n o s d e lo s q u e se m ues
rios puñados más. Si se eliminaran las tran contrarios en p rin cip io a la in
formas desusadas o ilógicas, se ahorra clusión d e form as dobles, p id en q u e se
ría muchísimo espacio y podría dismi autoricen éstas en ciertos casos en que
(fút
nuir el tamaño, el peso y el precio del bol la A cadem ia no las había p revisto
fútbol) :
Diccionario... y D ejarem os, pues, esta
cuestión en suspenso y pasarem os a exa
CARLOS MCHALE (1953). m inar Ips casos particulares d e dobles
form as q u e h a n sido o b jeto d e contro
Muchas de las voces en que se in versia.
JULIO CASARES (1956).
nova son eruditas, no vulgares, razón
de más para exigir que se las escriba
conforme a su etimología y no al mal
uso. En el fondo, lo que se reconoce N orm a 4 a) alvéolo / alveolo; aném o
/
con estos cambios es el fracaso de la na anem ona ; disentería / disenteria ;
enseñanza: en lugar de suprimir el de o m ó p la to /o m o p la to ; pentágram a/pen
lito se lo declara legal, con lo que se tagram a; sánscrito/sánscrito; tr ig lifo /
cree candorosamente que el delito ha tríg lifo ; m etopa / m étopa (1952).
dejado de serlo. A propósito de pentágram a, dice ca
LUIS ALFONSO (1954).
sares que ha observado el uso de alum
nos del Conservatorio, profesores, eje
Así que no nos sienta bien a los cutantes, compositores, aficionados, etc.,
americanos que pudiendo la Academia y “es notorio que a ninguno de estos
fijar el uso de la mejor acentuación, usuarios se le ha oído jamás decir pen
por el común asenso de los autores más tagram a”. Nos sorprende la afirmación.
atildados y por la enorme mayoría de En la última generación nos parece que
356
se ha impuesto la acentuación llana, y T rig lifo y trig lifo . Conforme al grie
en Hispanoamérica nos parece hoy lo go, sería esdrújula la palabra; pero se
más general.., gún e.l latín, es voz que debe acentuar
R O SE N B L A T (1953). se como Uana. Si a esto se agrega que
el uso ha consagrado ya trig lifo , no hay
En América todos decimos pentagra M etopa para qué recordar la otra prosodia.
ma... Justo es que prevalezca esta pro·
y m étopa. Si hubiéramos de
nunciación, sohre todo siendo más ló palabra habría ajustarnos al latín, es claro que esta
gica que la del señor , pues re
de pronunciarse como es
produce fielmente la pronunciación grie grado casi de como
drújula; pero el uso ha consa
ca sa res
ga y latina, y está apoyada en caste- acentuación llana, y así se pronuncia una manera general la
Uano por una larga familiaridad: ana griego por el acento, es claro que ha en
gram a, cardiogram a, diagram a, m o n o
gram a, radiogram a, telegram a, etc.
bremos de decir m etopa y no m étopa.
Sánscrito y sánscrito, ha acen
tuado siempre la primera, y así lo trae
cuervo
P or lo q u e se refiere a dinamo,
pare F . RESTREPO (1 9 5 5 ).
ce q u e h a y acuerdo general en p referir
la p ro nunciación llana a la esdrújulo,
dínamo. L o q u e sí se com prueba es que Lo intolerable es que se diga reúm a,
esta voz p o r acá es fem en in a , u na dina como hacen algunos relamidos.
mo, [pero] se usa en A m é ric a com o
m asculina, un dinamo, lo cual deberá R. RESTREPO (1 9 5 4 ).
consignarse e n fu tu ra s ediciones d el
D iccionario.
Pues ahora, no sólo habrá que tole
rarlo, sino agasajarlo y alzarlo sobre
JU L IO CASARES ( 1 9 5 6 ) .
lenguas y al sujeto que las sabe, y siem así será. Al argumento con que DÁMASO
pre se pronuncia p o lig lo to : así habla defiende a perio d o , llano, con
remos del texto p o lig lo to de Roemer (y tra período, esdrújulo, a saber: que la
A lo n so
glota se usa sustantivamente para de primamos del idioma todas las pala
notar una edición de la Sagrada Escri bras que tienen [se refiere al hiato] y
tura en varias lenguas, como la p o lig lo facilitemos la emisión peninsular ...,
ta Complutense, hecha de orden del empezando por reú-m a, que es mucho
cardenal Cisneros. Esta es la pronun más difícil que reu-m a.” Son conclusio
ciación acostumbrada en Colombia por nes justas, a que se llega contra el he
la gente ilustrada, y ella está confor cho de no medir por el mismo rasero
me; con la etimología de la palabra, don a las palabras que están en iguales con
de la penúltima sílaba de ella lleva diciones.
om ega, aun cuando el acento caiga en R A C ucci (1 9 5 5 ).
358
Para la recta pronunciación de esta p ipióla, Fabiola,etc.? A otros grupos
palabra no creo que hayamos de acudir de igual terminación, que se verán lue
al griego, donde se halla acentuada go, se les ha concedido.
reúm a, sino al uso constante general y
actual, que la ha consagrado diptonga RA C U CC I (1955).
da desde los mejores tiempos de la
lengua hasta hoy, tal que hoy no oímos,
a lo menos por acá en América, sino P eriodo y p erio d o . Tanto en griego
esa pronunciación. Por acá todos se como en latín se pronuncia esta pala
guimos el uso de Cervantes y las re bra con acento en la í. La gente ilus
glas de la prosodia española que no trada dice en Colombia perío d o siem
admiten la disolución del diptongo ha pre, y tiene como pronunciación vul
biendo cargar el acento sobre la ú . gar esa otra, en forma diptongada,
aunque esté autorizada por buenos es
M O TTA SALAS (1956). critores y poetas. Pero como el uso
indocto ha prevalecido y ha llegado a
imponer esa vulgaridad, no hay más
pentágra- remedio que aceptarla, aunque a re
L o m ism o q u e d e la fo rm a
ma / pentagrama, gañadientes. Por mi parte, seguiré di
reuma / reúma.
cabe d ecir d e la d e
ciendo perío d o .
E tío p e y etio p e. Por el griego y por
JU L IO CASARES (1956). el latín, la ortología de esta palabra
dehe ser esdrújula. Pero el vulgo se
guirá pronunciando etiope, y así, aun
N o rm a 4 e )período / periodo; etíope/ que también a regañadientes, habremos
etiope; arteríola/ arteriola; gladíolo/ de aceptar que registre el Diccionario
gladiolo (1952). la doble prosodia.
G ladíolo y gladiolo. No obstante que
Legítima la pronunciación más gene los diminutivos latinos son esdrújulos,
ral en Castilla, aun entre la gente hay también que aceptar la pronuncia
culta. ción gladiolo, ya imposible de deste
RO SEN B LA X (1953). rrar del uso. Y hay que confesar que
nadie dice por acá gladíolo, que sería
cosa por demás afectada.
Sólo los payos ignoran que ha de de M OTTA SALAS (1956)
cirse p erío d o .
R . R E S T R E P O (1943).
4 olimpiada / olimpíada
¿Qué decir ahora de perio d o , así,
N orm a f)
(1952).
llano? Por lo menos, en este caso, pa
rece que la Academia prefiere aún el Legitima la pronunciación más gene
esdrújulo p erío d o , aunque le ha pues ral en Castilla, aun entre la gente culta
to al lado la otra forma como un com
petidor o respetable heredero. R O SE N B L A T (1953)
Aquí no es posible admitir la afir
mación: “Aunque todavía se escribe
perío d o , gladíolo, etc., lo que realmen En América todos decimos .. olim
te se pronuncia es perio d o , gladiolo.’’ píada.
De ningún modo; eso será allá; quizá F . R E S T R E P O (1955).
algún octogenario, amén de alguna gen
te ruda, dice aún p erio d o , y ¡es tan
raro!... G ladiolo, sí, se oye con algu Está igualmente consagrada por el
na frecuencia. uso vulgar la pronunciación olim p ia d a ;
Si se autorizan gladíolo y gladiolo, no obstante, el uso docto entre la gente
¿no gozarán de igual franquicia fo lío lo ilustrada y entre los buenos escritores
y gradíolo? No los menciona la nor trae olim piada, que es la voz hasta
ma 4.a; pero sí arteríola y arteriola, ahora autorizada, y con razón docta, por
■alveolo y alvéolo. ¿Y entenderá la Aca la última edición del Diccionario. En
demia que puedan gozar de igual du esta palabra, de tan glorioso abolengo,
plicidad los otros sustantivos en o lo y tal vez no conviene reconocer el uso
■ola, desinencia diminutiva latina, como vulgar, sino seguir insistiendo en la le
cabriola, v itrio lo , p ecío lo , p ip ió lo y gítima pronunciación de ella. Lo mismo
359
9
cabe decir aquí de la voz llîa d a , que Norma 4 i) quiromancia / quiromancía
por nada del mundo debe trocarse en (y dem ás com puestos term inados en
Iliada, como muchos dicen. -manda “adivinación”).
M O TTA SALAS (1956). Habría de recomendarse la pronun
ciación conforme al latín, que es la in
Olimpiada, amoniaco, cardiaco, etcé mismo mediata, de todas estas palabras, al
talle de necrom antia y otras, si
tera. H asta e l año 1884, e l D iccionario no fuese porque el uso más general,
escribía estas voces co m o llanas. A par quizá el más autorizado por los buenos
tir d e esta fech a es cuando aparece u n
acento en la i, c o n lo q u e dichas voces
autores, y también el actual entre la
gente culta, dice del primer modo si
se co n v irtiero n en esdrújulos. E n A m é guiendo al griego, según el cual es jeiro-
rica, según parece, la p ro nunciación m anteía, necrom anteía, etc. Debe, por
llana só lo se conserva en tre los cam pe tanto, reservarse al olvido la segunda
sino s y las clases in ferio res d e la so forma y sostener lo que dijo el Diccio
ciedad, m ien tra s los cu lto s, ateniéndose
a lo decretado p o r la A ca d em ia , h an
nario en su edición décimoséptima.
adoptado la acentuación esd rú ju lo . E n M O TTA SALAS (1956).
España, ta l v e z p o rq u e las gentes, fu e
ra d e lo s tipógrafos, so n m en o s obser
vantes d e las innovaciones académicas, La aceptación de nigrom ancia, quiro
resu lta q u e doctos e in cid to s seguim os e igual acentuación en todas las
amoniaco, car formas terminadas en m ancia... ha sido
m ancia
dicien d o co n u n a n im id a d
diaco, olimpiada, etc. un gran acierto.
R . R E S T R E P O (1954).
J U L I O CASARES (1956).
Pues abi me tienen ustedes poco me Lo evidente es que acá en Méjico pre
nos que puesto en berlina por el mis valece fú tb o l —palabra aguda—, y en
mo secretario perpetuo de la Española, tiendo que así suena también en otras
porque un día, por secundarla, eché zonas de América, con lo cual somos
mano de todos los argumentos, hasta de muchos millones de hablantes que po
alguna inocente ironía, para que se aca dríamos ameritar la tolerancia de la do
base con los graves am oniaco, austríaco, ble pronunciación.
policiaco, etc., que también “por acá",
eeñor Casares—no sólo en cenáculos ju n c o (1 9 5 3 ).
361
hizo Cuervo. “Estas voces llevan en
form as. N o se v e e n ello in co n ven ien
griego om ega, y, seguida la pronun
te si se tie n e e n cuenta, adem ás, q u e
ciación latina, resultan graves: la única
la flu ctu a ció n d e l acento en esta pala
bra se ha observado ta m b ién en Es de ellas en qne la Academia admite la
paña y hasta se ha refleja d o en los pronunciación incorrecta, aunque a par
D iccionarios d e la A cadem ia. de la correcta, es m etem psicosis, hoy
(1956). m etem sicosis; pero es palmario que
ju l io ca sa res
aquélla debe desecharse en obsequio de
N o rm a 4 ñ ) osmosis / osmosis; exos la uniformidad y por respeto a las re
mosis / exósmosis; endosmosis / endos- glas de la derivación.” (A p u ntaciones
mosis (1952). críticas sobre e l lenguaje bogotano.)
No se debe vacilar en recomendar
solamente la primera forma, como lo M O TTA SALAS (1956).
362
Muy laudable es la simplificación or etcétera, al modo tradicional. El caste
tográfica que inician las N u eva s N orm as llano no puede pronunciar m n en la
cuando autorizan a escribir sicología... misma sílaba, y es seguro que se impon
drá la reducción.
F . R E S T R E P O (1955). R O SE N B L A T (1953).
Por lo que atañe a otros vocablos, Aquí la Academia pone que podre
como psicología, psíquico..., aquí los mos decir y escribir nem otecnia y de
venimos escribiendo así; pero en Co más, dejando irse la m. Y ello, cierta
lombia, verbigracia (país de noble tra mente, se acerca más a la pronuncia
dición y cultura lingüística), es gene ción actual de hecho.
ral y recibidísimo entre literatos el uso (1953).
de sicología, síquico..., con lo que se
ju n c o
363
Ha de decirse lo mismo de mnemo manda la lógica, pues si proscribió la
tecnia y g nom o, que deben escribirse p inicial antes de otra consonante, la
sin la m y sin la g iniciales. Sólo que misma razón hay para que proscriba
la Academia no debió ordenar que se la m y la g antes de otra de la misma
registren las dos formas, sino una sola, naturaleza y no se vuelva a acordar
como lo pide la recta ortología espa de ellas.
ñola, que rechaza esos sonidos inicia
les por impronunciables, y como lo Μ Ο ΤΤΛ SALAS (1956).
(1952).
C U A C H A rE L Í [-P E L Í N , - P I L Í n ]
GUACAMOL [-M O L E ]
364
Norma 8 b) E n lugar d e antropofagia, driasis y elefantiasis. Lo cuerdo ya en
disfagia, se escribirá antropofagia, este caso sería que la Academia acep
disfagia (1952). tara como buena ambas formas.
Abora lo corrige, y, uniformando toda
la serie, será antropofagia, disfagia. Por
.r restrepo (1 9 5 4 ).
mi parte, feliz.
ju n c o (1953). Norma 8 f) Hidrocefalia se sustituirá
p o r hidrocefalia, y se escribirán d e
Nanea a los médicos pudo imponer igual m o d o las voces n u eva m en te ad
la Academia que dijeran antropofagia... m itidas, en las q u e entra com o se
Y si ahora, con autoridad académica, g u n d o co m p o n en te -cefalia (1952).
podemos decir... antropofagia, ha sido
porque la cordura ha ganado una ba- Y si ahora, con autoridad académica,
talla. podemos decir ... hidrocefalia, ha sido
R . R E S T R E P O (1954). porque la cordura ha ganado una ba
talla.
R . R E S T R E P O (1954).
En la norma 8.a b) debe de baber
una errata, pues dice que en lugar de
disfagia se dirá disfagia, porque ya el A pesar de la uniformidad, poco place
Diccionario registra disfagia y no disfa- la virada para los compuestos de -cefa
g ia ; en cambio, trae adefagia, que es lia. Hasta ahora, con la Academia, de
la forma que deberá trocarse en ade· cíamos m acrocefalia, macrocefalia, ace·
fagia. falia, etc., y así casi todos los vocabu
RAcucci (1955). listas y el mismo Casares en su D iccio
nario ideológico. ¿Por qué esa trasla
ción de acento a la silaba fa ? Aquí
hace por lo menos cien años que se
Norma 8 d) S e su p rim irá e l acento en dice acefalia, y así se lee en todas par
necroscopia y laringoscopia, para q u e tes y, en primer término, en todos los
se p ro n u n cie necroscopia, laringosco- textos de derecho político. ¿Será muy
pía (1952). fácil suplantar esa acentuación por ace
falia?
. Y si ahora, con autoridad académica, Sin embargo, parecería que el acento
podemos decir laringoscopia ... ha sido en la silaba fa es sólo para hidrocefalia
porque la cordura ha ganado una ba» y “las voces nuevamente admitidas, en
talla. las que entra como segundo componen
R. (1954). te -cefalia ”. Según esto, acefalia —que
no es de las voces nuevamente admi
restrepo
365
Y vayan muchos aplausos para la Cor sobresdrújulo, como parece insinuarlo
poración de Madrid por haber dispues el Informe en la página 43. De acuer
to que en voces como d écim o sép tim o , do con el referido precepto gramati
ríoplatense y píam adre, y demás com cal, debían considerarse como voces
puestos en que el primer componente yuxtapuestas, cada una con su acento,
llevaba acento ortográfico, se suprima lo mismo que los adverbios en m ente,
éste y se escriba d ecim o sép tim o , riopla- que no dan esdrújulos ni sobresdrúju
tense, piam adre, etc. los. A pesar de tal precepto, para mí
R . R E S T R E P O (1954).
el elemento así, junto al acento de m is
m o , en la pronunciación fué siempre
¿Qué es lo que a usted le parece en- átono, y ni siquiera le concedo acento,
comiable? ... La corrección de la regla sin repugnancia, en la forma equiva
que hasta ayer ordenaba conservar en lente así m ism o . En río-platense, sí, por
el primer elemento de las voces com no estar contiguos los dos acentos del
puestas su acento prosódico y la tilde compuesto, sin dificultad los observába
que, separadamente, le correspondía. mos por imposición académica... Hoy,
con la norma 9.a, el precepto incum
RAG UCCI (1953). plido se ha derogado.
Jamás creí yo que el compuesto asi
m ism o fuese esdrújulo, ni ríoplatense RAG UCCI (1955).
NORMA 10.a—S e excep tú a n d e esta regla (la 9.a) los adverbios en -mente,
p o rq u e en ello s se d a n rea lm en te dos acentos prosódicos, un o en el
a d jetivo y otro en el n o m b re mente. L a pronunciación d e estos ad
ve rb io s con u n solo acento, es decir, com o voces llanas, ha d e tenerse
p o r incorrecta. S e pronunciará, p u es, y se escribirá el adverbio m ar
cando en el a d jetivo e l acento q u e d eb e llevar co m o sim p le: ágil
mente, cortésmente, lícitamente (1952).
Pero no parece lógico que ese acento el adjetivo que precede siempre y otro
se siga usando en los adverbios en en el sustantivo m en te, de tal modo que
m e n te , y que · sigamos escribiendo cor “la pronunciación de estos adverbios
tésm en te, h á b ilm en te, etc., porque en con un solo acento, es decir, como vo
ellos se dan realmente dos acentos pro ces llanas, ha de tenerse por incorrecta”.
sódicos. Y, además del acento prosódico, el ad
R . R E S T R E P O (1954). jetivo llevará la tilde cuando como sim
ple le corresponda, como en ágilm ente,
lícitam ente, cortésm ente, fría m en te, et
La excepción la constituyen los adver cétera.
bios en m e n te , a los cuales se les reco
nocen dos acentos prosódicos: uno en RAG UCCI (1955).
366
N O R M A 12.a— E n lo s c o m p u e sto s d e d o s o m á s a d je tiv o s u n id o s co n
g u ió n , cada elem en to conset vará su acentuación prosódica y la orto-
gráfica si le correspondiere hispano-belga, anglo-soviético, cántabro-
astur, histórico-crítico-biblio ;ráfico (1952).
Me parece acertada esta regla..., pues ¿Y si son dos sustantivos los elemen
corresponde a la realidad de la pronun tos unidos con guión? El Diccionario
ciación correcta y a la práctica de las trae cólera-m orbo, y no sé si registrará
personas que escriben bien. otro del mismo tipo.
m allo(1953). BA G U CCI (1955).
NORMA 13.a—E n e l artículo asimismo se hará una rem isió n a así mismo,
y esta lo cu ció n se d efin irá en el artículo así
(1952).
mayor cuerpo la práctica que se im d e ello h a b ría q u e establecer una ex
aplicación son b ien escasas, y a cam bio
Hace estupendamente la Academia ... del vulgo, sino de las personas cultas,
en registrar como legítimas las otras
f o r m a s q u e p r e v a le c e n e n e l u s o n o s ó lo (1953). ju n c o
369
Autoriza m e in m iscu yo ... tendencia otros pasajes de esta charla y que se
muy extendida en el habla general. espera disipe la Academia.
EAG U CCI (1955).
Aun cuando en algunas palabras se así lleva acento casuístico, por ser pa
pronuncia con tendencia al hiato, no labra esdrújula, pero no debe ponerse
parece necesario el acento sino cuando en casuista, que es llana.
lu requiere por razón del conjunto; (1 9 5 3 ). m allo
370
Ya. lo dice: prácticam ente, para fines la consonancia d e la frase, d e l periodo
ortográficos; aunque de verdad no sea o d e l verso.”
diptongo. Sabe la Academia que exis C onsecuente con esta doctrina, la
ten y deben existir diptongos y matices A ca d em ia se abstuvo d e acentuar los
de pronunciación, pero elude meterse in fin itiv o s term inados en -uir, puesto
en tales honduras ... y por ello suprime q u e sien d o ya voces agudas y recayen
el acento sugeridor de la separación de d o “necesariam ente” el acento prosódi
sílabas. co d e la ú ltim a sílaba en la letra i, no
(1955).
ju n c o parecía indicado p in ta r una tild e sobre
esta letra. E n este p u n to , las Nuevas
Ese p rácticam ente es un poco ambi Normas no in tro d u cen innovación al
guo: significa, “para las reglas de la g una: se lim ita n a co n firm a r la prác
acentuación ortográfica”. Pero al esta tica seguida hasta h o y.
blecerlo así, la Academia renuncia a D o n d e sí h a y n o ved a d es en la ex
señalar con el acento un matiz sutil de ten sió n d e esta práctica a otros casos
pronunciación .... La Academia no ha en q u e se da esta m ism a com binación
querido hacer engorrosa la ortografía ... ui: cuita, ruina, genuino, jesuíta, be
ha preferido no legislar en una mate duino, huida, etc. Es cierto q u e en tre
ria en que el habla vacila continua ruido y huido se advierte una leve d i
mente entre el hiato, el cuasi-hiato y ferencia (unas veces s í y otras n o , se
el diptongo, y en que podía caer en g ú n e l su jeto q u e h a b la ), q u e se tra
una casuística infinita. d uce en u n m ayor apoyo d e la vo z so
R O SE N B L A T (1953).
bre la i d e huido q u e sobre la d e ruido;
p ero ¿acaso no se observan m atices se
—
m ejantes y aún m ás perceptibles— en
otros m uchos casos sin que nadie se
Tampoco creo que podamos aceptar haya preocupado de que tengan expre
los americanos la norma 23.a que or sión en la escritura? C om párese, p o r
dena considerar prácticam ente como
diptongo, en todos los casos, la combi e jem p lo , la pronunciación d e l encuen
tro ie en diente (d ien -te) y en sonriente
nación -ui. (sonri-ente) ; la d e l encuentro ia en
F . R E S T R E P O (1955).
mediano ( m edia-no) y riada (ri-ada);
la d e io en nación (na-ción) y gorrión
La autorización que da para quitar (g o rri-ó n ); la d e ue en frecuente (fre
la tilde en la combinación u i ... no pa c u e n te ) y congruente (congru-ente) ; la
rece acertada esta determinación, ya d e uo en acuoso (acuo-so) y fructuoso
que en un medio culto no puede ser (fructu-oso), etc.
indiferente que digamos d ism in u id o o Claro es q u e estos m atices podrían
d ism in u id o , d ru id a o druida, etc. hacerse perceptibles en la escritura m e
d iante el em p leo d e diéresis, sub p u n to s
R . R E S T R E P O (1954). y otros signos discurridos al efecto p o r
los ortólogos; pero si se piensa en la
com plicación q u e significaría e l hacer
A l declarar esta n orm a q u e la co m - p recep tivo el uso d e estos signos, cuan
binación ui se considerara prácticam en d o la tendencia q u e p red o m in a en to
t e com o d ip to n g o , no h e q u erid o decir das partes está orientada hacia la sim
q u e lo sea siem pre, sino q u e para fin es p lifica ció n ortográfica, ta l solución no
ortográficos, es decir, para la práctica parece recom endable.
usual d e la escritura, dicha com bina C ontentém onos, p u es, con saber q u e
ció n se tratará com o d ip to n g o ; y aun en la com binación ui el acento prosó
q u e la m ayoría d e los com entaristas lo d ico ha d e cargar “necesariam ente” so
h a n e n ten d id o así, n o está d e m ás acla bre la i, y prescindam os “prácticam en
ra r e l alcance d e dicha norm a. te ” d e lo s flu ctu a n tes m atices q u e se
L a Gramática d e la A cadem ia, en su a d vierten e n la p ro nunciación d e este
párrafo 496, letra e), d ice te x tu a lm e n te : encuentro. C om o escribe A n g e l R osen-
“E s ta l la co n d ició n d e las vocales d é blat, la A cadem ia no ha q u erid o hacer
biles, q ue, ju n tá n d o se am bas sin acen engorrosa la escritura, y “ha p referid o
to , necesariam ente hacen dip to n g o , pero n o legislar en una m ateria en q u e el
siem p re cayéndose y fu n d ié n d o se la habla vacila co n tin u a m en te en tre e l hia
p rim era en la segunda; la cual, p o r to , el. cuasi-hiato y e l dip to n g o , y en
v ir tu d d e este im p u lso , a d q u iere m a q u e podría caer e n u n a casuística in
y o r vibración, sonoridad y tim b re , has fin ita ”.
ta e l p u n to d e d ec id ir la asonancia o c a sa res (1956).
371
NORMA 24.a—L o s vocablos agudos term inados en uy: cocuy, Espeluy,
etcétera, n o llevarán tild e en la u
(1952).
Como nunca hubo razón suficiente marcar tilde en estos vocablos se que
para acentuar estas palabras, me pa dó sin ser obedecido por la mayoría
rece acertadísima la nueva norma». de los escritores.
MALLO (1953). . (1954). r restrepo
Pide la regla vigente acentuar los con júbilo: “Será lícito prescindir de
pronombres éste, ése y a q u é l con sus la tilde cuando de ello no resulte an
femeninos y plurales. Pero, de hecho, fibología.”
en muchísimos casos lo sentimos inne (1953).
cesario, y en otros surge disparidad
ju n c o
372
£1 acento de los pronombres sustan·' cindir de la tilde cuando de ello no
tivos ... lo extiende, con carácter opta· resulte anfibología.” Busquemos, pues,
tivo, a demostrativos como otro, algu claridad en la expresión, y prescinda
nos, pocos, m u ch o s, etc., cuando haya mos de tan incómodas tildes.
que evitar ambigüedad ... Limitada
(así) la regla a rarísimos casos ... nos F . R E SX R E PO (1954).
parece perfecta.
R O SE N B L A T (1953).
... “postulo” que se omitan todas esas
tildes: las de hecho hasta ahora en
este, ese y aquel, y las de derecho en
¿Qué es lo que a usted le parece en* las otras palabras de función análoga.
comiable? La autorización para supri· Y eso es lo que, después de otorgado
mirlas (las tildes) en los pronombres lo primero, concede también la Aca
este, ese y a q u el ... siempre que no den
lugar a anfibología. demia al expresar en la parte final de
la norma citada: “Será lícito prescin
RAGUCCI (1953). dir de la tilde cuando de ello no re
sulte anfibología.” ... No be dejado de
insinuar que ni aun en caso de anfibo
Como hay personas que usan escribir logía es necesaria la tilde; todo enton
con tilde las palabras este, ese, a q u el ... ces se aclara mejor con una coma, an
autoriza la Academia para extender este tes o después del pronombre.
uso a otros vocablos ... Pero advierte
expresa y sabiamente: “Será lícito près· RAcucci (1955).
R O SE N B L A T (1953).
nosílabo a u n es diferente de la proso
dia y la acepción del disílabo aún... Respecto de la palabra aun se de
creta un cambio de norma ... La nueva
ju n co (1953) norma tiene más fundamento.
m allo (1953).
Prescribe el acento en aún cuando enseñar La regla que da la Academia para
equivale a todavía ... pero no en los me cuándo debe tildarse aun no
usos conjuntivos, en que se pronuncia satisface, como tampoco la de Bello.
como monosílabo. Se pliega así al cri M O TTA SALAS (1956).
NORMA 28.a—E n la regla c), n ú m ero 540, se su p rim irá n las palabras
“P or co stu m b re ”, a fin d e q u e sea precep tivo acentuar gráficam ente el
a dverbio sólo (1952).
373
Nos sorprendemos de que en vez de c ió n d e solo p ierd e toda su im portan
marcar ei acento en el adjetivo solo se cia ante una n o rm a general q u e se pro
haya puesto la tilde al adverbio, ya p o n e e n la ponencia presentada por
que no se necesita oído muy educado la A cadem ia C olom biana, y q u e dice
para comprender que hacemos más én así: “N unca se d istinguirán con tild e
fasis en la primera o cuando decimos: los diversos o ficios q u e una palabra
“Estuve una hora solo (adjetivo)”, que desem peña e n la oración.”
cuando decimos: “S o lo (adverbio) estu Esta m ed id a radical desconoce la di
ve una hora.” ferencia d e tonicidad q u e acom paña ge
R . R E S X R E P O (1954). n eralm ente a esos d iferen tes oficios de
una palabra. E jem p lo s: N o tienes po r
qué que
o fen d erte, puesto lo hago por
A l p ro p o n e r a q u í q u e e l adverbio tu b ien ; ignoro cuándo llegaré, pero te
sólo se escriba con acento, n o se p er telegrafiaré cuando más
lleg u e; te daré
seguía o tro fin q u e e l d e co n vertir en d inero, mas n o p o r eso creas q u e te
regla lo q u e ve n ía n h aciendo, “p o r cos te m o ; no sé cómo em pezar, pero saldré
”,
tu m b r e la m ayoría d é los escritores d e d e l paso como pueda, etc. A q u í se ad
to d o s los países. A h o ra , e l ilu stre d i que, cuando, mas,
v ierte q u e las palabras
recto r d e la A ca d em ia C olom biana, e l como son unas veces átonas y otras
reveren d o p a d re F é lix R estrep o , nos m arcadam ente tónicas. E s m ás: la par
aporta u n do cu m en ta d o trabajo, en el tícula aun, q u e con arreglo a la fu n
q u e sostiene q u e solo, ad verb io , es p a ció n q u e desem peña en la frase es tan
labra átona en la frase, m ien tra s q u e p ro n to m onosílaba (aun los sordos m e
solo, a d jetivo , es palabra tónica. P ienso h a n d e o ír) com o disílaba (n o ¡ha ve
q u e esta tesis n o será aceptada p o r to n id o aún), quedaría, al p erd er en este
d o s, y q u e, en cam bio, habrá confor ú ltim o caso el acento gráfico, aban
m id a d para a d m itir lo q u e se decía en donada a su su erte y al p eligro d e una
e l in fo rm e q u e sirvió d e base a las Nue prosodia incorrecta.
vas Normas: “E s cierto q u e solo, nom A pesar d e todo esto, debo decir que
bre y a d jetivo , y solo, adverbio, son v o n o m e asusta la propuesta d e la Acade
ces ig u a lm en te fu ertes.” m ia C olom biana. Es cierto q u e su adop
S ien d o esto así p o d ría dejarse sin ció n hallaría fu e rte oposición porque
efec to la norm a q u e obliga a acentuar vien e a chocar contra hábitos secula
e l adverbio y sustitu irla p o r esta otra: res; pero es innegable q u e quitaría es
“Será p o testa tivo m arcar co n tild e e l crúpulos ortográficos al q u e escribe,
adverb io sólo cuando d e n o hacerlo p u p u es e n m u chos casos h a y vacilación;
diera resultar anfibología.” E je m p lo : p o r ejem p lo , en tre que qué,
y com o
E stu ve solo ( sin com pañía) una hora p u ed e observarse en e l p ro p io D iccio
e n el ca fé; E stu ve sólo (n o m ás d e) nario d e la A cadem ia.
u n a hora en el café.
P ero este p ro b lem a d e la acentua ca sa res (1956).
NORMA 29.a— S e su p rim irá la tild e d e Feijóo, Campóo y dem ás nom
oo
bres paro xíto n o s en (1952).
NORMA 31.a— E l uso d e la d iéresis sólo será preceptivo para indicar que
ha d e pronunciarse la u en las com binaciones gue, gui: pingüe,
pingüino. Q ueda a salvo e l uso discrecional d e este signo cuando po r
licencia poética o con otro p ro pósito interese indicar una p ro n u n
ciación d eterm inada (1952).
Suprime la diéresis que era obligato Diccionario puede, en cada palabra, in
ria en voces como puar, d u eto , etc., que dicar la mejor pronunciación ... pero
en realidad casi nadie usaba ... Mati imponer para ello un sistema complejo
ces sutiles de pronunciación, como el de acentos y diéresis haría complicada
hiato o cuasihiato de clien te, rien te, nuestra escritura, y, lo que es peor,
destruido, etc., no encuentra ahora ex metería el lenguaje en una camisa de
presión en la escritura castellana ... El fuerza que le quitaría espontaneidad ...
10
La escritura tiene sus limitaciones y formidad: muchas otras voces debían
hay que resignarse a ellas. figurar en el Diccionario con diéresis;
pues, como no la llevaban éstas, tam
R O SE N B L A T (1953). poco aquéllas. ¡Donosa manera de
cohonestar licencias! Los justos deben
Lamentablemente, la insinuación de seguir el ejemplo de los pecadores. Y
Casares sobre la norma 31.a parece no por economizar unos puntillos, se pre
haberse tenido en cuenta, desde que leo fiere que se deformen las palabras. ¿No
la 32.a ... Investigando la causa que es un delito de leso idioma?
puede haber dictado esa determinación,
piensa uno que quizá haya sido la uni RACUCCi (1955).
NORMA 33.a—C uando los g en tilicio s d e dos p u eb lo s o territo rio s for·
m e n u n co m p u esto aplicable a u n a tercera en tid a d geográfica o p o lí
tica, e n la q u e se h a n fu n d id o lo s caracteres d e am bos pueb lo s o
territo rio s, d ich o co m p u esto se escribirá sin separación d e sus ele
hispanoamericano.
m e n to s: E n lo s dem ás casos, es decir, cuando no
h a y fu sió n , sin o oposición o contraste en tre lo s elem en to s com po
franco-prusiano, germano-soviético.
n en tes, se u n irá n éstos co n g u ió n :
S e recom ienda la observancia d e esta norm a, p ero sin darle carácter
p rec ep tivo (1952).
377
Dejo sin comentario ... la norma 37.% decía B e llo en la regla 12 d e su Orto
la cual declara que la h entre dos vo logía: “S i la partícula prepositiva es a,
cales ... no impide que éstas formen se ju n ta con la d é b il siguiente, form an
diptongo ... No veo la necesidad de do diptongo, com o en airado, ahumado,
cambiar el uso corriente en estos casos. desahuciado.” Y a ten em o s a q u í dos ca
sos en q u e se reconoce q u e la com bi
F . R E S T R E P O (1955). nación ahu form a d iptongo, a pesar de
la in terposición d e una h.
A b ra m o s ahora el Diccionario de la
Prescribe acento obligatorio en vahído, conjugación castellana, d e E m iliano h a
tahúr, ahíto, rehúso, etc., porque la h
muda no tiene por función indicar el B ello y C uervo, se p o n en a contribu
za, donde, a m ás d e las enseñanzas de
hiato—frente a desahucio, en que la
Academia admite la pronunciación con yció nexam las d e otros reputados ortólogos,
diptongo—. La necesidad de autorizar para unos inem os la prosodia propuesta
esta pronunciación moderna ... la lleva se dan las com cuantos verbos, en los que
ahu, ahi, ehi
a introducir una gran cantidad de acen y ehu. A d ve rtirebinaciones
tos ortográficos nuevos... ¿Era realmen q u e vam os a citar, lo que Isaza llama
m o s que, en los casos
te necesario?
R O SE N B L A T (1953).
“sinéresis” equ iva le a lo q u e nosotros
ven im o s calificando d e d ip tongo. (La
sinéresis com prende, adem ás d e éste, la
Esta norma se quedará sin ejecuto fu sió n en una sílaba d e dos vocales
res, por lo que preferible sería que la fu ertes.)
Academia volviera oportunamente so a h ija r . S i el acento carga en la ter
bre sus pasos, pues no creemos que, m inación, com o en ahijar, la sinéresis
por obedecer a la Academia, llegue es regla com ún.
mos a escribir b ú ho, rehúso, etc. a h il a r . E n este verbo sucede como
e n ahitar, q u e sólo cuando el acento
R . R E S T R E P O (1954). cae sobre la i, la com binación es for
zo sam ente disílaba. Esto q u iere decir
q u e si e l acento cae en la term inación,
¿Cómo se procederá, por ejemplo, en ahilar, ahilamos, ya no hay dos sílabas,
B rihuega? El lector dice: “La h no im sino una.
pide el diptongo ; luego pronuncio Sólo cuando se trata de
Brihu-ega.” Pero no es ésa la pronun
a h in c a r .
una in fle x ió n en q u e e l acento carga
ciación. ¿Cómo habrá que escribir la sobre la i, la com binación ahi es nece
voz para que el que nunca la haya oído sariam ente disílaba. S e en tien d e, pues,
la pronuncie debidamente? ¿Cómo in q u e si no se da este caso, dicha com bi
dicaré que, en ese caso, la i no forma
diptongo con la u ? ... También en es
nación form ará diptongo.
L a sinéresis es regla co
tos y otros muchos casos el empleo de
a h in o ja r .
m ún.
la diéresis u otro signo convencional
podría prestar excelente ayuda para la a h it a r . Observa C uervo q u e la com
binación ahi p u ed e contarse en poesía
correcta pronunciación. Se escribiría,
por ejemplo, B rih u eg a , p ih u ela , prohi- p o r una sílaba cuando el acento cae
fuera d e ella, com o en ahitémonos.
jo . para que no haya diptongo, y sin
diéresis para que lo haya: pro h ija r, sahum ar. S i el acento carga en lo
p ro h ija ré, etc. term inación, h a y sinéresis.
RAG UCCÏ (1955). ahum ar. Y a h em o s visto q u e B ello
reconoce exp lícita m en te la existencia del
d iptongo e n ahumado.
Esta norm a es, sin duda, la q u e ha a husarse. S i el acento carga en la
encontrado m a yo r resistencia. S e basa term inación es p erm itid a la sinéresis.
en el su p u esto d e q u e, en los tie m r e h il a r . P or lo com ún, d is íla b o
p o s m o d ern o s, la h m u d a en tre dos r e h i l a r , y trisílabo r e h i l a b a . E s decir,
vocales n o im p id e q u e éstas fo rm e n q u e la com binación e h i e s diptongo,
dip to n g o . S i este supuesto no se con salvo cuando e l acento cae sobre la i .
firm a , la n ueva norm a carecerá d e ra reh u sa r. E s trisílabo r e - h u - s a r y co
zó n d e ser, y , p o r tanto, estarán en lo m ú n m e n te disílabo r e h u s a r .
cierto los q u e p id e n q u e se su p rim a ; a h u ch a r. S i el acento carga en la
pero, si se confirm a, habrá q u e con term inación, com o en a h u c h a r , es re
v e n ir en q u e es u na consecuencia ló gla co m ú n la sinéresis. ^ r
gica d e los hechos. S e ve a q u í q u e la práctica d e la siné
E m p eza rem o s p o r recordar lo q u e resis (e n nuestro caso, d e l diptongo)
378
está reconocida, unas veces d e m o d o citados. Y si se ha d e dictar una regla
term inante y otras co n las fó rm u la s “es para q u e se escriba rehúso, ahíjo, ahín
co m ú n ”, “c o m ú n m e n te ”, “es la regla”, co, ahúmo, rehílo, etc., tanto vale ya
etcétera. S i, p u es, rehusar, p o r ejem p lo , hacerla general para q u e com prenda
es disílabo, y rehúsa es trisílabo, pare los pocos casos en q u e las dos vocales
ce natural q u e esta d ife re n te p ro n u n separadas p o r una h
ha n d e p ro n u n
ciación se in d iq u e d e algún m o d o en la ciarse en sílaba apa rte: búho vahído,
escritura, com o se hace en reunir, d isí tahúr, etc.
labo, y reúno, trisílabo. L o m ism o cabe
decir respecto d e los restantes verbos ca sa res (1956).
NORMA 38.a—S e su p rim irá en e l n ú m ero 488, d e la c), la Gramática
observación d e q u e la x no se encuentra en p rin cip io d e dicción
(1952).
Con todo, aunque el léxico nos dé escríbase con simple s: senofobia, silo-
esa quincena de voces con x inicial, en grafía. La solución para las voces de
realidad, ¿quién la pronuncia? La x origen griego con x inicial consiste en
equivale a es o gs; pero, en la prácti reemplazar ésta con j, como se ha he
ca, ese grupo fonético cuenta—y apenas cho con jarcia de exartia, jerapellina de
para la gente culta—sólo cuando se ha xer-am pélinos, Je n o fo n te de X e n o p h ó n ,
lla entre vocales: exam en, la xitu d . En etcétera.
los demás casos, difícilmente se oirá RA G U CCI (1955).
pronunciar más que una s: exponer se
lee esp o n e r; m o x te , m o ste; xilófago, si-
lófago. En Méjico, donde muchos escriben
Según eso, ¿no sería del caso aplicar M éxico y pronuncian M éjico, por xe
a la x , por lo menos a la inicial, lo y
n o fobia pronuncian jenofo-
xilografía
que se ha concedido a los grupos ps, bia y pero, nunca esenofobia
jilografía,
m n y g n? Pues la x, en teoría, equiva y csilografía.
le al grupo es o gs, descártense la c
y la g, prácticamente mudas, y léase y ju n c o (1953).
NORMA 39.a—Se elim inarán d e l D iccionario los artículos xamar, xana,
xara y xaurado, en los q u e se a trib u ye a la x u n valor dialectal ajeno
a la fonética castellana (1952).
Pero volvamos a sus aciertos para de- la x bable, que ponía su Diccionario
cir que ha sido digna del aplauso la en contradicción con su Gramática.
decisión drástica que ha tomado sobre R . R E S T R E P O (1954).
380
TRES PAGINAS DEL CONGRESO
INFORM E DE LA COMISION
PERM ANENTE (1951-1956) *
383
pañeros allá tuvieron la inm erecida honra p ara m í de nom brarm e
presidente. Constituimos la Comisión, y en la prim era sesión cele
brada, yo propuse—y fue aceptado po r aclamación—que se nom
brase Presidente de H onor al Presidente de la República de los
Estados Unidos de Méjico. Igualm ente, dentro de este precepto que
podríam os llam ar de protocolo, a la term inación de los dos pe
ríodos de la Comisión, en la cual estaba yo presente presidién
dola, en enero de 1952, visitó la Comisión en pleno al Presidente
de la República, Lie. Alem án, a ;quien se debió la iniciativa de
celebrar el P rim er Congreso; y en diciem bre de 1953 se hizo igual
m ente visita de cortesía al Lie. Luis Contreras.
La Comisión h a funcionado regularm ente y con plena activi
dad, hasta el punto de que el núm ero de sus sesiones h a sido
nada menos que de doscientas. E n cum plim iento de sus estatutos,
h a sufrido tam bién diferentes cambios, para que de este modo
pudieran tener participación en la misma, en form a rotativa, otros
individuos miem bros de las demás Academias.
DOS OBJETIVOS
384
apartados sobre adm inistración, funcionam iento, intercam bio, re
cursos económicos, etc.
Siguiendo con cierta alteración este plan, p ara hacer por esto
mismo m i inform e menos fatigoso y más ordenado, puedo entrar,
p o r tanto, en m ateria.
385
HOMENAJES
386
ción fundam entalísim a de la Comisión P erm anente ver el modo
de que las Academias hispanoamericanas cum plieran los fines de
sus estatutos y se pusieran en plan de trabajo activo. H abía algu
nas, afortunadam ente, que no necesitaban estímulos de ninguna
clase, porque venían trabajando muy bien. Otras tenían, en cam
bio, una vida más lánguida y todo ello significaba para la Comi
sión Perm anente un estímulo para arb itrar loe medios y recursos
indispensables para que todas pudieran tra b ajar de la m anera más
activa. E n el seno de la Academia Española, la Federación de Aca
demias se estableció directam ente por m i conducto. Independien
tem ente de esto, la Comisión Perm anente estimó que sería muy
interesante enviar comisiones o delegados de la Comisión Perm a
nente a las diferentes Academias, para ponerse en contacto con
ellas y exponerles estos deseos nuestros de que actuaran al ritm o
deseado. Disponíamos en la Comisión Perm anente, como todos sa
béis, de hom bres sumam ente activos y dinámicos que recogieron
este deseo de la Comisión Perm anente y lo llevaron a la práctica
en la form a siguiente: don Moisés Yicenti, de Costa Rica, visitó
las Academias de Guatemala, E l Salvador, H onduras, Nicaragua,
Costa Rica, gestionando una actividad creciente de las mismas y
obteniendo resultados espléndidos. E l señor Ruiz Vemacci, de la
Panam eña, estuvo en Méjico en contacto y relación con la Aca
dem ia de aquel país, consiguiendo, igualmente, el cum plim iento de
los fines que m otivaron su viaje. Don Isaac B arrera, visitó E l
Ecuador. E l señor Hoyos Osores, siempre en arm onía con la Comi
sión Perm anente, h a realizado diversos viajes para tra ta r con las di
ferentes Academias: ha estado en la Argentina, en Chile, en U ru
guay realizando gestiones de las que daré cuenta. E l señor Carreño
aprovechó un viaje obligado a Santo Domingo para visitar Cuba,
Santo Domingo y, posteriorm ente, P uerto Rico, gestionando la
constitución de esta últim a nueva Academia. Debe una gratitud
especial esta Asamblea a todos estos señores.
Tam bién me cum ple el deber de h ab lar de los intentos realiza
dos en los Estados Unidos (en la parte de T ejas), donde quedan
elementos españoles, cerca de los cuales el señor Carreño trabajó
activamente. E l señor Jim énez Rueda, por su parte, aprovechó la
venida a M adrid para asistir al Congreso de Archivos y Bibliote
cas, a fin de ponerse en relación con la Comisión Perm anente.
Tuvimos varias reuniones con él, y de este modo pudim os tam bién
llesar a una relación más directa entre la Comisión Perm anente
y la Academia Española para el cum plim iento de nuestros fines.
387
TRABAJOS ESPECIALES DE LAS ACADEMIAS
388
llegara a la creación de la Academia P uertorriqueña, la cual
inauguró sus funciones en San Ju an de Puerto Rico, el día 10 de
abril de 1953. Esta es u n a labor m uy larga y m uy tenaz, cuyo
porm enor pueden ustedes encontrar en las páginas 23 a la 25 de
la M e m o ria .
O tra cosa lastimosa en verdad, que no puede ocultarse, es la
relativa a la A c a d e m ia d e la s L e tr a s d e U ru g u a y. Cuando constitui
mos la Asociación de Academias, la Comisión Perm anente invitó,
como a todas, a la Academia Uruguaya, insigne por muchos con
ceptos, p ara que form ara p arte de la Asociación. Pero esta Acade
m ia contestó a la Comisión que, p o r entender que existían ciertas
contradicciones entre los estatutos propios y los de la Asociación,
suspendían su ingreso en ella. Se hicieron otras gestiones para
m odificar este acuerdo, pero sin resultado, y entonces no hubo
más rem edio que arb itrar algún procedim iento para que la Aca
dem ia U ruguaya y los elementos uruguayos pudieran concurrir a
esta Asamblea y no faltaran ninguna de las antiguas o m odernas
Academias hispanoam ericanas dentro del mismo Congreso. Afor
tunadam ente, a este I I Congreso asisten aquí miembros uruguayos
correspondientes de la Española, y en virtud de eso, han asistido a
la misma Asamblea, con tal carácter, los señores B enjam ín F er
nández y M edina y Adolfo Berro. Tam bién debo decir, en honor
a la verdad, que, aunque la Academia Uruguaya no se prestase a
en trar en la Asociación de Academias, dijo que no obstaba esta
negativa a que hicieran cuanto fuese necesario para m antener re
laciones intensas en el orden lingüístico y colaboraran con nos
otros en la defensa de la Lengua Castellana.
En cuanto a la A c a d e m ia P a ra g u a y a , llevaba una vida lánguida,
debido a que la m ayoría de los componentes se hallaban en el
extranjero representando a su país. En virtud de ello, se comisionó
al señor Hoyos Osores para que se trasladara a Buenos Aires.
Tuvo en dicha capital argentina contacto con varios académicos
paraguayos y se reorganizó la Academia merced a este trabajo, en
form a com pletam ente norm al.
OTROS TRABAJOS
389
de castellano. Fue objeto de varias sesiones este asunto, estudián·
dose la posibilidad de constituir en dicho territorio una Academia
propiam ente tal. Existían, sin embargo, dificultades para ello. Pero
no obstan para que pensáramos en constituir con elementos va
liosos de aquellas regiones una especie de grupo que pudiéram os
llam ar filológico, con auxilio de don Rómulo M unguía, don José
Olivera, don Miguel Saiz y la profesora Elena Torres. Este grupo
va a tener el carácter de una liga y esperamos que esta semilla
que hemos sembrado en los Estados Unidos pueda crecer vi-
gorosamente en el futuro. Quién sabe si contaremos con una Aca
dem ia en Tejas y otra en California.
D entro de este mismo orden de Academias está lo referente
al intercam bio de papeletas. Esta era otra de las resoluciones del
Congreso de Méjico y se recogía en su resolución núm. 28. La idea
es que se constituya el núcleo realm ente de las Academias en su
contacto con la Academia Española, apoyándola en la formación
de su Diccionario m ediante el intercam bio de papeletas lingüís
ticas. La Comisión ha tenido un contacto perm anente con la Aca
dem ia Española, proporcionándole las correcciones pertinentes
sobre- definificiones especiales y americanismos.
A hora bien: existen dos ponencias im portantes que se han pre
sentado a este Congreso, y que son la defensa de la Lengua Cas
tellana y la defensa de las Academias, para que sean un instru
mento vigorosísimo en esta defensa. Pero son asuntos que habrán
de ser objeto de amplios debates en las reuniones que celebren
las Comisiones. Independientem ente de ello, sin embargo, no quie
ro dejar de enum erar los trabajos que ha realizado la Comisión
Perm anente en este sentido de orientación de poner las Academias
todas en pleno funcionam iento. P ara ello, naturalm ente, como la
cultura es h ija de la riqueza y no puede haber entidad que pue
da funcionar sino realm ente ayudada por el dinero, pensamos que
la Comisión debería encarecer de un modo especial a todos los
representantes de las Academias para que éstas, a su vez, lo pidie
ran a sus respectivos Gobiernos, que les prestara la necesaria ayuda
económica.
Los resultados han sido realm ente m uy satisfactorios. Se vió
realm ente que las cosas hay que ponerlas pensando en el dinero y
con espíritu optim ista. Porque ya de los tiempos pasados al presen
te existe la diferencia entre el vigor económico de las Academias
antiguas y las actuales para que éstas puedan tra b ajar con fecun
didad. Así tenemos desde luego como más antigua, con medios
propios, a la Academia Colombiana, que tiene subvención; Méjico,
390
«en este últim o período, y como consecuencia de los activos miem
bros que componen su Academia, h a conseguido la form ación de
u n Patronato muy considerable que cuenta con un capital de cuyas
rentas podrá vivir y cum plir todos sus fines. Independientem ente
de ello, en estos últim os días, en Méjico, nuestro compañero Ca-
rreño tiene ya en período muy avanzado la obtención de la com
p ra de la casa que ocupa la Academia. E l día que la Academia
M ejicana tenga su casa y su capital habrá de tra b ajar con redobla
do vigor, eficacia y entusiasmo. E n el Perú, h a ofrecido el Go
bierno de Lima incluir una partida en el presupuesto con carácter
regular.
Venezuela h a prom etido tam bién que contará con la ayuda
económica oficial. E l Salvador, gozará de subvención del Gobier
no. Panam á, por mediación del presidente de su Academia, señor
Ruiz V em acci, h a ofrecido tam bién una ayuda económica. E n
Chile el señor Hoyos Osores nos comunicó que después de unas
entrevistas con el presidente señor González Videla, éste le había
ofrecido que aum entaría la subvención de que ahora disfruta la
Academia de este país. Todo este estado de cosas obliga eviden
tem ente a las demás Academias a que, recogiendo estos anhelos
de la Comisión y dando vida a su trabajo, vean la m anera de
lograr de sus Gobiernos respectivos am pliar sus subvenciones y
•obtener la m ayor ayuda económica posible.
391
11
tiva felicísima del señor Hoyos Osores, con el título de ‘‘Plan gene
ral de defensa del idiom a”. La Comisión lo aceptó con algunas
modificaciones, y pueden ver ustedes este P lan en la M e m o ria , que
com prende los siguientes puntos: la revisión del Diccionario, con
la necesidad para ello de ayudar a esta tarea, que es grande y
pesadísima. Son palabras del mismo señor Hoyos Osores. Todas
las Academias saben muy bien que la tarea que pesa sobre la
Española es m uy difícil, y que indiscutiblem ente tienen que ayu
dam os, en prim er lugar, p o r el sentim iento vivo que tienen real,
m ente de la lengua nuestra y, en segundo lugar, por la mayoría;
porque si en España hablan el castellano 30 millones de personas,
todos ustedes suman 100 millones y pico y esto les da derecho y
deber de cooperar en esta labor. Esto, como digo, tendrá como
consecuencia llevar a cabo el trab ajo de la revisión del Dicciona
rio, de la revisión de los americanismos, con limitaciones, inclu
siones, adscripciones lingüísticas, neologismos técnicos, deportes,
vicios de pronunciación, variaciones fonéticas y particularidades,
la división del trab ajo entre zonas lingüísticas, la fijación de la
pronunciación norm al (con una iniciativa m uy feliz del padre Res
trep o ), la difusión del castellano en las escuelas, señalando vicios,
etcétera. Recuerdo a este respecto u n proyecto que hace muchos
años, siendo yo regidor del A yuntam iento de M adrid, tuve la inicia
tiva, por m i am or al Castellano, de ver la m anera de que des
aparecieran de M adrid la cantidad enorm e de rótulos en extran
jero. Entonces propuse al Ayuntam iento que crease un arbitrio
sobre las palabras extranjeras, que recuerdo era en aquellos mo
mentos de cinco pesetas por palabra y mes. Fué tan eficaz la
propuesta del A yuntam iento de M adrid que, al poco tiempo, ha
bían desaparecido la casi totalidad de los rótulos exóticos en
M adrid, porque todos los comerciantes no querían pagar este sub
sidio. Este detalle se podría acordar en todas las naciones de
América, siendo uno de los medios para conseguir la defensa de
la lengua (castellana y evitar todos los anglicismos que hoy im
peran.
DIVULGACIÓN GRAMATICAL
392
siguen al acecho p ara que vaya perdiendo su pureza. Uno de
los cometidos, pues, que deben ten er todas las Academias filia
les dependientes de la Española es estudiar los procedim ientos
para la m ejor defensa de nuestra lengua. P o r eso, la Comisión
se ocupó especialm ente de la form ación de cartillas y discos para
la pronunciación norm al del castellano. Se encargó al señor Na
varro Tom ás que editase una cartilla con las reglas de pronuncia
ción. Esa cartilla está ya redactada e im presa; debía haber lle
gado a este Congreso, pero les prom eto que la tendrán ustedes en
su poder m uy pronto. Tam bién, como digo, se encargaron unos
discos que sirvieran de ejem plo p ara la buena pronunciación del
castellano, haciendo una selección de textos p ara que sirvan como
elemento eficaz en la defensa de nuestro idioma.
393
ben ustedes que el Castellano, en aquellas Islas, por desgracia,
h a sufrido grandes embates. P o r u n lado, el estado de protecto
rado impuesto por los Estados Unidos ha traído como consecuen
cia el predom inio del inglés. Existe tam bién otra dificultad, sim
pática, pero que enerva la expansión del Castellano, y es la prác
tica de las lenguas indígenas y, singularmente, el tagalo. A pesar
de estas dificultades, empero, la Comisión Perm anente estudió la
form a de resolver la cuestión. Como consecuencia de contactos
nuestros con el Gobierno y los elementos filipinos interesados en
nuestros trabajos en tal sentido, puedo decir que algo se ha logra
do. Ya se sabe que en todas esas gestiones no se puede conseguir
la m agnitud de lo que se desea; pero lo principal en la vida es
la ley de continuidad, y, en lo tocante a Filipinas, algo vamos ga
nando: se han creado becas de estudiantes. España paga bastantes
de ellas; Colombia, paga dos; Chile, cuatro; Santo Domingo, dos;
Venezuela, dos... De todo ello los asambleístas tienen detalle mi.
nucioso dentro de la M e m o ria , y, además, entra en el actual Con
greso una ponencia extensa y muy bien- redactada dél señor Ca-
rreño, en que aborda esta cuestión, y será objeto de la Asamblea
colaborar en esta finalidad que perseguía la Comisión Perm anen
te, que no puede ser más simpática.
FORMACIÓN DE DICCIONARIOS
394
d e u n d ic c io n a r io a m e rica n ista . Existen las mismas razones para
que la Comisión Perm anenté no lo pudiera hacer que acabo de
citar. Esto tiene que ser obra individual de la m ayoría de los paí
ses. E n América contamos, entre otros, con el magnífico volumen
del señor Santam aría; pero, independientem ente de eso, entra ya
en el ám bito propio de las Academias acom eter este trabajo. Lo
tratarem os en este Congreso. Y no necesito advertirles que la Aca
demia Española está con los brazos abiertos para recibir de todos
ustedes cuantas indicaciones juzguen necesarias para que los ame
ricanismos que figuran en nuestro Diccionario sean los válidos y
los que existan en realidad. A vosotros os corresponde en este tra
bajo diario una gran misión, estudiando detenidam ente los am eri
canismos que muchas veces no existen. Este punto interesantísim o
habrá de ser, innegablem ente, uno de los cometidos principales
de las Academias hispanoamericanas, ayudando eficazmente a la
Española en el deseo que tiene de colaborar con vosotros y que
este Diccionario sea el reflejo fiel de todas las voces castellanas que
se hab lan en el mundo.
Otras de las resoluciones del Congreso es la referente a la fo r
m a c ió n d e l V o c a b u la rio filo s ó fic o d e l id io m a e sp a ñ o l. Existe en
España uno del padre Zaragüeta; en Buenos Aires, hay otro de
Filosofía de José F errater, editado en abril de 1951. Pero, de todos
modos, se pidió a las Academias que fueran preocupándose de
enviar a la Comisión Perm anente o a la Academia Española las
cédulas idiom áticas sobre esta m ateria.
Otro Diccionario que debería editarse es el D ic c io n a rio te cn o
ló g ico . Se tra ta de una resolución del Congreso de Méjico bien
intencionada y generosa. Pero es interesante hacer constar a este
respecto que la Academia Española se ha preocupado de este p ar
ticular. Se form ó una Comisión, que presidió el señor Torres Que-
vedo, pero no siguió sus trabajos adelante. De cualquier form a,
se ha puesto de manifiesto que este gran Diccionario tecnológico
es cada vez más necesario, porque es una de las cuestiones hoy
día más contam inadas por la creación de neologismos bárbaros
que hace que tengamos que interesam os cada día más para salir
al paso de los vocablos más en uso que van en detrim ento de
nuestro idioma. Esto exige tam bién que todas las Academias se
preocupen de este particular, como pedía el P rim er Congreso de
Méjico.
O tra de las resoluciones del P rim er Congreso fué recom endar
la fo r m a c ió n d e u n D ic c io n a rio d e sin ó n im o s. No hay que encare
cer la ayuda que pueden dispensar las Academias a este respecto.
395
BIBLIOGRAFÍAS Y FONDOS BIBLIOGRAFICOS
396
c ió n e sp a ñ o la . A continuación viene el hom enaje a Cuervo. F inal
m ente, pensamos que era necesaria la edición de u n volum en que
recogiera las actas e intervenciones, discursos, etc., del P rim er Con
greso, puesto que hubiera sido una lástim a que se perdieran. La
Comisión Perm anente recogió este deseo y lo h a llevado a la prác
tica m ediante la publicación de u n tomo de más de quinientas
páginas, donde queda constancia del m em orable P rim er Congreso
de Méjico y de toda su fecundísima labor.
397
SALAMANCA Y LA LENGUA
ESPAÑOLA *
398
m ajestad de Carlos V, para defender la justicia y exam inar los
títulos en derecho para la conquista de las tierras nuevas y la su
misión de sus naturales, es bien y adecuado que vuestra Asamblea
rinda aquí hom enaje a la escuela jurídica que fundó en la teolo
gía católica la colonización y la mezcla de las razas, y que sentó
las bases de la com unidad que nos enorgullece.
La vieja Salamanca, si no m adre de la lengua castellana, es no
sólo la nodriza del idiom a, desde los tiem pos del Rey Alfonso el
Sabio, reorganizador de esta Universidad, sino enriquecedora cul
tu ral, legisladora de su gram ática, defensora de su prestigio, y ú l
tim am ente, por boca de Miguel de Unamuno, profetisa de la época
nueva, que vuestra Asamblea de Academias encarna. Desde una
Cátedra de esta Universidad desbordó, hace ya más de medio siglo,
la enseñanza de aquel vasco salm antinizado para defender, contra
los casticistas y los disgregadores, contra los aferrados al pasado
y los que deseaban rom per con él, la lengua sobre que ahora
legisláis vosotros, esa que él consideraba como una tarea por rea
lizar cuando escribía: “H ay que hacer la lengua hispánica interna
cional con el castellano.” E l vió, desde aquí, antes que nadie, y
soñó con su realidad futura el “sobrecastellano”, “la lengua espa
ñola o hispanoam ericana”.
Perm itidm e que m e complazca en recordar la larga historia
que enlaza a los sabios de Salamanca con la lengua española. Así
quedará más justificado vuestro viaje y os servirá, a quienes de
vosotros no conozcan Salamanca, de orientadora y guía en la visita.
F ué la emulación del Rey Alfonso IX de León frente al de Cas
tilla la que hizo de Salamanca un puesto fronterizo aún, recién
repoblado después de la expulsión de los moros, una ciudad uni
versitaria. La creación del Estudio general hacia 1218, cuando se
estaba erigiendo la catedral rom ánica, sacaba para siem pre de la
oscuridad el nom bre de la antigua S a lm a n tic a , alguna vez citada
p o r los geógrafos antiguos y, aún más, por los historiadores, pues
fué siem pre el objetivo de u n a victoriosa incursión del cartaginés
Aníbal. La U niversidad se hubiera tal vez extinguido, como su
herm ana m ayor castellana, la de Palencia, si Alfonso X no la
hubiera reorganizado en 1254. A ún dura el eco de las fiestas con
que en el curso 1953-54 conmemoramos el V II Centenario. La U ni
versidad de Salamanca, que debió al Rey la fundación de sus Cá
tedras, no fué ajena a sus grandes trabajos legislativos y astronó
micos. E n la form ación del idioma, Salamanca, que era leonesa,
se incorporó al dialecto Mamado a unlversalizarse. Los últim os acen
tos del leonés, refugiados contra la frontera portuguesa, guardan
399
el recuerdo del lenguaje en que todavía se escribió el Fuero de
la Repoblación de Salamanca.
Acudían acá estudiantes de toda la Península, se aprendía aquí
a gozar de la poesía escrita por los clérigos del císter, y después
podremos ver en la Biblioteca, copiado por un estudiante de estas
aulas, el códice del A rcipreste de H ita, el saber rim ado del L ib r o
d e l B u e n A m o r en su m ejor ejem plar.
La grande, la máxim a aventura hispánica, la que hace posible
que nosotros, españoles, americanos, filipinos, estemos aquí re
unidos, ganó de sí a Salamanca quizá más que a ninguna otra
ciudad de España. La corte viajaba; pero la ciencia, con u n apara
to de bibliotecas, ya entonces, tenía aquí sede fija. P o r eso estuvo
Colón en Salamanca. E n el convento dominicano de San Esteban,
donde se guardan las reliquias del padre V itoria, se alojó el na
vegante, para que la U niversidad dictam inara sobre sus planes.
A ntonio de N ebrija, que era entonces aquí profesor de Gramática,
y que venía lleno de los esplendores del Renacimiento italiano,
tuvo la intuición del destino de la lengua. En el prólogo de su
Gram ática, al dedicársela a la Reina Isabel, como si esculpiera en
la fachada plateresca de esta Universidad, dejó escrito lo siguiente,
que bien conocéis:
“Cuando bien conmigo pienso, m uy esclarecida Reina, y pongo
delante de los ojos la antigüedad de todas las cosas que para nuestra
recordación y m em oria quedaron escritas, una cosa hallo y saco
por conclusión muy cierta: que siempre la lengua fué compañera
del Im perio.”
Parece que este pensam iento de N ebrija arraigó profunda
m ente en Salamanca y se creyó aquí que la lengua seguía a las
grandes empresas políticas. Pasarían los siglos, y en tiempos bien
diferentes de los de N ebrija, un escritor form ado aquí, Juan Pablo
F o m er, repetiría la afirm ación del nebrijense: “Las lenguas siguen
la suerte y costumbres de los Im perios.” Preocupaba aquí, en la
larga crisis dieciochesca, cuando ya se estaba incubando la inde
pendencia de vuestra Am érica, la fijeza del idioma. Si N ebrija
h abía predicho la extensión prodigiosa de nuestra lengua, otío
m aestro salm antino, Gonzalo Correas, había—en los comienzos del
siglo XVII—celebrado esta universal conquista. Al analizar y com
p arar las excelencias de varias lenguas, señala en su enum eración:
“La quinta, que sea muy extendida y dilatada, y que haya
dudado y florecido largo tiem po, por donde haya criado y tenga
muchos escritores y libros de todas m aterias en verso y en prosa.”
Al aplicar este punto a nuestra lengua, dice: “Su extensión es
400
sin comparación más que la latina, porque fué y es común nuestra
castellana española a toda España, que es m ayor más de un tercio
que Italia. Y hase extendido sum am ente en estos ciento veinte
años, por aquellas m uy grandes provincias del Nuevo Mundo de
las Indias. Decid... que así no queda nada del orbe universo donde
no haya llegado la noticia de la lengua y la gente española.”
Es la amenaza de esa misma universalidad la que angustia a
F orner y la que, a lo largo del siglo x n , aparece como u n fantas
m a en la polémica entre R ufino José Cuervo y V alera: la frag
m entación de los inmensos dominios geográficos de nuestra len
gua, que ya no tienen vínculos de unidad política, y que podrían
seguir el sino de los Im perios rotos y divididos. O tra vez nuestro
U nam uno señaló desde Salamanca el cam ino: “No es con el mo
nopolio de M adrid n i con el centro único como se m antendrá la
unidad. Esperamos que es posible porque el m undo m oderno tiene
las comunicaciones fáciles y rápidas. Sabemos que es cierta porque
en esta com unidad de nuestro idioma, cada nación, cada región,
cada escritor tienen su voz y su voto.
“ ¿Con qué derecho se h an de arrogar Castilla o España el caci
cato lingüístico? E l rápido intercam bio que a la vida ordinaria
distingue im pedirá la participación del castellano, pues habrán de
influirse m utuam ente las distintas maneras nacionales, yendo la
integración al paso mismo a que la diferenciación dialectal vaya.”
¿Qué m ejor modo de integración que el de vuestra conviven
cia académica? Si eran de estas aulas los maestros que dieron
la feliz fórm ula de la lengua como com pañera al ingenio, otro
doctor salm antino ve en u n dinámico intercam bio la prenda de
unidad, resguardándola así del peligro de las distancias y los
centros plurales. Ved con qué celo Salamanca h a sabido dictam i
n a r siem pre sobre la vida del idioma.
Mas no creáis que con lo dicho se agota el caudal de cuanto
aquí se h a pensado y dicho sobre la vida de nuestro idioma. In
justicia sería olvidar aquí a nuestro poeta fray Luis de León, de
quien se cuenta que en esta misma Cátedra, cuando después de
siete años de prisión en las cárceles inquisitoriales reanudaba su
enseñanza, ante la expectación de los oyentes que aquí se apiña
ban, conocedores de su carácter combativo y u n tanto violento,
comenzó, rehuyendo toda alusión, con las palabras de ritu al:
“D ic e b a m u s a e x te r n a die” (Decíamos ayer...) ¿Generosidad de
alm a? ¿Energía rota por la prisión y el tem or? ¡Secreto que se
llevó la historia!
401
Fray Luis de León, artista en prim er lugar, nos dice, en su
defensa del español, algo que nos instruye mucho. La lengua no
es sólo espontaneidad, n i en ella m anda sólo el vulgo indocto. “E l
bien hablar—nos dice el maestro—no es común, sino negocio de
particular juicio.” E l escritor, el creador literario, el que trabaja
la m ateria viva de las palabras, no puede dejar de preocuparse del
idioma. P o r una parte, tiene que aliñar la lengua, enriquecerla
pensando en ella cosas nuevas, envidiar a aquellas culturas des
arrolladas que, según la frase del citado Forner, habían “hecho a
su lengua depositaría de cuanto se sabe”. Tam bién en este aspecto
recordarem os los prudentes consejos de u n sabio form ado en Sa
lam anca en los grandes tiempos, el historiador Ambrosio de Mora
les, que dice: “Yo no digo que afeites nuestra lengua castellana,
sino que le laves la cara. No le pintes el rostro, mas quítale la
suciedad; no la vistas de bordados n i recamos, mas no le niegues
un buen atavío de vestido que aderece con gravedad.”
P o r otra parte, el escritor tiene que ser el reducto más firm e
de la lengua, en defensa contra el empobrecimiento, la desnatura
lización, la languidez de la rutina.
A un a trueque de fatigaros con citas, recordaré otro texto de
Cadalso, aquel valiente oficial que pasó por Salamanca para des
p ertar a la U niversidad de su medio y crear aquí la segunda escue
la salm antina. Pensando en los escritores de su tiem po, dijo lo
que se podría aplicar a muchos del nuestro y en todas las Españas:
“A ñaden al castellano m il frases im pertinentes. Lisonjean al
extranjero haciéndole creer que la lengua española es subalterna de
las otras. Alucinan a muchos jóvenes españoles disuadiéndoles del
indispensable estudio de la lengua natal.”
Y es que en estos consejos que da Cadalso se acusa el choque
de la cultura nuestra con la de otros países. E l problem a es que,
para ser actuales, tenemos que pensar cuanto se piensa en las otras
lenguas de cultura, y el universalismo de nuestra época no nos
deja seguir ensimismados en el pasado. P or otra parte, hoy sabe
mos que en la lengua no todo es espontaneidad, y que en la crea
ción lingüística, ju n to al pueblo, que da la m ateria, está el escritor,
que pone su sello form al. La creación literaria es, en prim er lugar,
creación lingüística, y el anónimo autor del poema de Mió Cid,
como Berceo o la corte literaria del Rey Sabio, tienen una p arte
grandísim a en la creación de nuestra lengua, que quizá contrapesa
la fuerza creadora bullente en las entrañas del pueblo.
Señores académicos. La Academia Española, como las de vues
tros respectivos países, no son asociaciones de lingüistas a quienes
402
interesen estos problem as, m al elucidados, de la vida del lenguaje.
Os interesa no esta cuestión teórica, sino la vida concreta de nues
tra lengua; el diccionario os preocupa, pero más aún la creación
literaria viva en la lengua. Teorizáis ta l vez sobre el lenguaje,
pero la verdadera fuerza de vuestra legislación está en vuestra
labor de creadores. De aquí el interés con que todos seguimos
vuestro Congreso de las Academias de la Lengua Española; de
aquí que os reciba rendidam ente la Universidad de Salamanca, en
la que tanto se ha escrito y pensado por y p ara nuestro idioma.
E l contacto entre los escritores de vuestros países, como el con
tacto de estas huellas que aquí veis, h ará vuestra legislación sobre
el patrim onio que era sólo nuestro, y hoy es de todos, más justa
y más eficaz, más respetuosa con el pasado y más atem perada a
la realidad.
Habéis venido de todas esas rem otas fronteras, donde el español
linda con el tagalo, con el araucano, el quichua y el guaraní, de
todos los. confines, que uno de vosotros, don A rturo Capdevila,
estudió hace años poéticam ente. E n vosotros pesan historias y pre
sentes diversos, razas y políticas diferentes; nuestra lengua ya no
sigue a un im perio; pero, como aquí contó Unamuno, nuestro es
p íritu está regado por la misma sangre, la lengua que aquí, en
Salamanca, en estas aulas, h a vivido y vive, con vuestra presen
cia, momentos decisivos e inolvidables.
403
TAREAS Y ACTIVIDADES DEL I I CONGRESO
DE ACADEMIAS DE LA LENGUA *
ΡΟ Η
404
clámente, así como todo lo relativo a los actos y ceremonias previstos
en el program a.
Escritores y lingüistas procedentes de las distintas provincias
de nuestro gran im perio idiom ático tom aron contacto, con plena
conciencia de la poderosa fuerza espiritual de su comunidad. Que
daba así logrado, desde el comienzo, uno de los principales fines
del Congreso, no inserto en el tem ario, pero cuya im portancia es
obvia: el de prom over la vinculación personal de los muchos hom
bres de letras españoles, americanos y filipinos que, en las veinte
Academias de la Lengua, deben velar por la defensa y el adelanto
del idiom a español, raíz de nuestra personalidad y de nuestra
común cultura. Y ello h a sido posible gracias a la hidalga hospita
lidad de la Academia Española, auxiliada eficazmente po r el dina
mismo y la cortesía del Instituto de Cultura Hispánica.
405
de amezúa inform ó detalladam ente acerca de la gestión realizada
p o r la Comisión Perm anente desde su creación en diciembre
de 1951. Expuso lo hecho en este lapso p ara cum plir los votos del
P rim er Congreso, para prom over la actividad de las Academias,
p ara concurrir a la defensa de alguna de ellas cuando fue me
nester, para revivir a las del Paraguay y establecer la de Puerto
Rico, para estim ular la cooperación interacadém ica, para aten
der a la defensa de nuestra lengua y para organizar el presente
Congreso. Los asambleístas aprobaron el informe, y a propuesta
del delegado salvadoreño, don enriq ue c Órdova , ratificaron el voto
de aplauso a la Comisión Perm anente aprobado en una de las
sesiones anteriores. E n seguida don Víctor A. belaúnde , jefe de la
Delegación peruana, con palabras de encendido am or a España y
de encomio a su política de fraternidad con los pueblos hispánicos,
propuso que se designara Presidente de H onor del Congreso al
Jefe del Estado español, y miembros del Comité de H onor a los
m inistros de Asuntos Exteriores y de Educación Nacional.
La Asamblea aprobó la consulta por aclamación.
Igual beneplácito recibió la iniciativa del delegado cubano, señor
CARBONELL—apoyada por el señor PEMÁN y por el P. restr epo — de
que se nom brara tam bién Presidente de H onor al ex Presidente
de México, don Miguel Alemán, a cuyo patrocinio debiéronse el
P rim er Congreso de Academias y el funcionam iento de la Comi
sión Perm anente, así como la propuesta de la Delegación chilena,
don pedro lira , secundada por el delegado paraguayo, señor cha
ves , de que se incorporara al Comité de H onor al director del
Instituto de C ultura Hispánica, don Alfredo Sán ch ez bella , en
m érito a sus notables servicios a la vinculación hispanoamericana.
sesió n inaugural
406
ñola en utilizarla, y a los óptimos frutos que ha de dar esa magna
labor cooperativa en lo futuro.
E l discurso de orden estuvo a cargo del doctor don GREGORIO
marañón . Su vigorosa elocuencia destacó el influjo vivificador que
ejerce el talento literario de los grandes escritores y el genio del
pueblo en el desarrollo del lenguaje, que, aun cuando repugna la
extravagancia de los audaces y necesita a los técnicos del idioma,
no puede dejarse aprisionar en moldes reglam entarios estrechos,
porque si tal fuere el caso se pudriría. Es necesario encauzar a las
fuerzas creadoras y muchas veces pulirlas; “pero—añadió el doc
to r M arañón—sin esa exuberancia popular las lenguas m orirían de
la m uerte peor, que es la de la pedantería y el fastidio”. Habló
tam bién de la gran capacidad idiom ática hispanoamericana, y dijo
que la lengua común, el castellano ecuménico, debe adaptarse a
la vida diversa de los dos lados del m ar.
Respondió a este discurso, en nom bre de todas las Delegacio
nes, el jefe de la Ecuatoriana, P . espinosa pó lit . F ué la suya una
oración elocuentísima, notable, así por la lim pidez y arm onía de
la form a como por la m ucha sustancia de los conceptos. Ponderó
las excelencias del idiom a castellano, que es el lazo vital de unión
entre los pueblos de nuestro linaje, y que, por tanto, debe ser
celosamente defendido; pues, si bien la gente de la calle pone la
savia de la lengua, no debe olvidarse la necesidad del hablar
culto norm ativo, que sólo acoge lo que lleva el sello del espíritu,
desechando los elementos espurios. Finalm ente, exaltó las glorias
de España y de la H ispanidad. Después hizo uso de la palabra,
con am enidad y galanura, el académico español GARCÍA SANCHÍz.
407
12
del idiom a”. Desde la presidencia del Congreso lo había tocado
tam bién don ramón m enéndez pidal . La Asamblea escuchó respe
tuosam ente las razones con que su profunda sabiduría explicaba
la influencia enorm e de los nuevos inventos y de las formas mo
dernas de vida en la evolución del lenguaje, y las vastas posibilida
des de utilizarlos al servicio de la gran unidad lingüística espa
ñola. Sobre este y otros aspectos del gran problem a versan varias
im portantes iniciativas examinadas por la P rim era Comisión, como
por ejem plo una m uy notable de don DÁMASO ALONSO, académico
de la Española, quien estudia en su eruditísim o trabajo los diver
sos factores, unos de poco cuidado y otros graves, que corrompen
nuestro idiom a en su fonética, en su léxico y en su sintaxis. Piensa
el em inente filólogo que la función de las Academias en esta época
no es darle esplendor a la lengua—como reza el pretencioso lema
dieciochesco—, sino la más práctica y urgente de evitar que dentro
de pocas generaciones los hispanohablantes no se puedan entender
los unos a los otros. E n tre los mayores peligros que amenazan
a nuestra unidad idiom ática, señala el señor Alonso la rápida di
versificación del vocabulario en los distintos países hispánicos, por
la afluencia de voces nuevas que la técnica y la com plejidad de
la vida m oderna im ponen cada día. P ara prevenir este y otros
elementos de descomposición, propone el establecimiento, dentro
de cada Academia, de una Comisión de vigilancia, compuesta por
especialistas, académicos o no, que se encarguen del reajuste y
estudio inm ediato de los fenómenos del idioma hablado o escrito,
perjudiciales a su unidad, y que atienda inm ediatam ente a las
nuevas necesidades de denom inación; medidas que deberían ser
completadas con otras de defensa idiom ática en la enseñanza, en
la prensa, en la radiotelefonía, etc. A doptada por la P rim era Co
misión, y refundida con otra interesante iniciativa de don LUIS
ALFONSO, el Congreso la votó favorablem ente en una de sus Sesiones
plenarias. Del mismo modo fueron aprobadas otras ponencias muy
oportunas sobre la defensa del español en Filipinas y entre los
sefardíes.
C u e stio n e s g ra m a tic a le s y c u e stio n e s le x ic o g rá fica s .—Del ma
yor núm ero de ponencias—veinticinco y veintisiete, respectivamen
te—se ocuparon la I I y I I I Comisión. P or tratarse de asuntos téc
nicos, complejos y delicados, el reglam ento dispone que ellos no
pueden ser objeto de votos resolutivos, sino solamente de recomen
daciones. Pero éstas tendrán la fuerza que h a de darles el hecho
de su adopción p o r el Congreso de Academias, además de la que
proviene de la notoria competencia de quienes las hicieron. E n
408
tre ellas figuran las referentes a la sim plificación ortográfica;
las diversas form as de acentuación; a los medios más eficaces de
recolectar la lengua oral (conforme a una ponencia m uy comple
ta del académico español don Vicente garcía de diego ) ; a la revi
sión de la Gram ática de la Lengua Española (acerca de la cual el
Congreso aprobó un plan esquemático del em inente especialista
don RAFAEL lapesa ) ; y a la concurrencia de los países hispano
americanos en la obra del Sem inario Lexicográfico de la Acade
m ia Española, que, en adelante, se llam ará Instituto Internacional
de Lexicología Hispánica. Recomendadas por la I I I Comisión, lo
fueron asimismo por el Congreso en Pleno una ponencia del doc
to r M arañón—para el aum ento en el Diccionario de “los vocablos
técnicos y científicos de uso corriente”, y otra de la Academia
Mexicana, que apoyaban la P eruana y la Costarricense—acerca de
los térm inos filosóficos no insertos en el Diccionario. V arias intere
santes iniciativas—entré ellas seis del académico colombiano don
JULIÁN MOTTA salas —fueron cursadas a la Comisión redactora del
Diccionario de la Lengua.
Especial mención merecen, p o r su im portancia, dos proyectos
de la I I Comisión, aprobados unánim em ente en P leno: uno que
recom ienda a la Academia Española el reconocimiento, en la pró
xim a edición de su G ram ática, de la legitim idad del “seseo”, como
form a de pronunciación generalizada en toda Am érica y en ex
tensas regiones de la Península; y otra, de carácter resolutivo,
conforme a la cual las Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía,
aprobadas en 1952 por la Academia Española, no tendrán valor
preceptivo, m ientras no sean consultadas y las aprueben las
Academias correspondientes. Esta iniciativa—conviene anotar el
hecho—partió del señor don ju l io casares , quien, en su ponencia,
acoge con espíritu comprensivo los reparos puestos a las dichas
Normas en H ispanoam érica, antes del Congreso, así como las sesu
das y bien fundadas razones que en sus ponencias respectivas dan
la Academia Colombiana y el padre ragucci . L o que la I I Comi
sión decidió para este caso concreto, se arm oniza con la resolu
ción de carácter general presentada por otra de las Comisiones del
Congreso, la IV.
R e la c io n e s in te r a c a d é n d c a s .—Como la actividad más o menos
fructuosa de las Academias depende en gran m anera de la am
plitu d o estrechez de sus medios económicos, la Comisión propuso
al Pleno que se dirigiera a los Gobiernos de los países hispano
hablantes, inclusive P uerto Rico y Filipinas, una solicitud, firm a
da por la Mesa directiva del Congreso, para que doten a las Aca
409
demias de modo tal, que puedan ellas contribuir eficazmente a la
defensa del idioma. Según otro proyecto de resolución, en la que
se refundieron sendas ponencias de la Academia Colombiana y del
delegado de México, don Al b e r t o M.a c a r r e ñ o , cuando la R eal Es
pañola decida expedir resoluciones de naturaleza grave y funda
m ental, deberá consultarse necesariamente con las Academias Aso
ciadas; innovación ésta de gran trascendencia, porque convierte
a las Correspondientes en colegisladoras del idiom a común, como
ellas, con justo derecho, reclam aban. Tanto dicho proyecto como
el relativo a la dotación económica de las Academias fueron apro
bados por el Congreso.. Asimismo obtuvieron voto favorable dos
interesantes proposiciones: una de la Delegación chilena y, otra,
del académico mexicano señor m o n t e r d e .
Otro asunto de capital im portancia examinado por la IV Co
m isión ha sido el proyecto de estatutos de la Comisión Perm a
nente, preparado p o r la que term inara sus funciones al iniciarse
el actual Congreso. La Comisión lo estudió m aduram ente, am plián
dolo y m odificándolo de acuerdo con las sugestiones de varios de
sus miembros, y consideró de m anera especialmente cuidadosa el
difícil problem a de asegurar el funcionam iento de ese órgano vital
de la Asociación de Academias en el período que transcurrirá antes
de constituirse la nueva Comisión Perm anente. P or fortuna, como
el proyecto creaba una Secretaría General, se encontró en ésta la
clave del asunto, acordándose incluir en el texto un artículo tra n
sitorio, que dispone se encargue tem poralm ente de aquélla el me-
ritísim o académico de la Española, don Ag u s t í n Go n z á l e z d e a m e -
z ú a , como el más apto para un cargo tan delicado, por su sagacidad,
410
ARTURO CAPDEV1LA—, el Congreso votó favorablem ente dicho pro
yecto, con enm iendas presentadas por el jefe de la Delegación
panam eña, señor alfaro , y por el de la Delegación chilena,
don PEDRO LIRA.
H o m e n a je s .—Tam bién aceptó diversas iniciativas de la V I Co
misión, entre ellas u n voto de reconocimiento al Instituto de Cul
tu ra Hispánica, y sendos votos de reverente hom enaje a la memo
ria de un insigne colombiano, don marco fid el suárez , y de u n
ilustre venezolano, don Rafael maria baralt ; a los que se agre
garon posteriorm ente hom enajes a varios españoles egregios: Una-
mimo, Ortega, D’Ors, Benavente, Blanca de los Ríos y Concha
Espina.
P re n sa .—La V II Comisión h a desempeñado lúcidam ente su· co
m etido. P o r su iniciativa, el Congreso, en una de sus prim eras
sesiones, saludó a todo el periodism o de habla hispana y, ulterior
m ente, exhortó a la prensa a colaborar en la defensa de nuestra
lengua, amenazada.
T al ha sido, a grandes rasgos, la labor de las Comisiones. Pero
han dado tam bién lustre al Congreso diversos actos y ceremonias,
algunos solemnes, otros de gran brillo literario y, varios, de excur
sión o de agasajo gentil a los asambleístas. Oímos en uno de ellos
la palabra sobria y autorizada del señor m inistro de Educación;
en otro, la palabra doctísima y adm irable de don pedro lain EN-
tralgo , y en Salamanca, m adre de la cultura hispánica, u n mag
nífico discurso de don antonio tovar ; a los cuales respondieron
con elocuencia eminentes académicos americanos. La sesión de ho
m enaje a Menéndez Pelayo fué un torneo de gran estilo, en el qué
lucieron la sabiduría y el buen decir de don JOSÉ MARÍA chacón Y
calvo , de don Rafael bustamante , de don Eduardo carranza , de
don RAÚL SILVA CASTRO y de don AGUSTÍN GONZÁLEZ DE AMEZÚA. E n
las visitas al Seminario Lexicográfico de la Academia y a la Biblio
teca Nacional adm iram os la organización de dos Instituciones ex
celentes. Y, por añadidura, la Academia y el Instituto de Cultura
H ispánica proporcionaron a los congresistas la oportunidad de
contem plar soberbios monum entos de la historia y del arte espa
ñoles en E l Escorial, en Alcalá de Henares y en Salamanca.
La reunión académica de M adrid será fructífera, y su recuerdo,
im borrable en la m em oria de quienes tuvimos la fortuna de par
ticipar en ella. P ara sede del I I I Congreso de Academias h a sido
designada la docta Bogotá, p atria de Caro, de Cuervo y de otros
muchos insignes escritores que h an hecho honor a la literatura
hispanoam ericana.
411
HOM ENAJE ACADEMICO A MENENDEZ PELAYO
Y A UNAMUNO
E l II Congreso de Academias de la Lengua rindió hom enaje a
don M arcelino Menéndez Pelayo y a don Miguel de Unamuno. E l
prim ero, organizado por las Academias Hispanoamericanas rep re
sentadas en el Congreso, se celebró el 29 de abril en la R eal Aca
demia Española, bajo la presidencia de don Ram ón Menéndez Pidal.
Tom aron p arte en el hom enaje don JOSÉ MARÍA CHACÓN Y calvo ( d û
r e c to r d e la A c a d e m ia C u b a n a ele la L en gu a) , don Guillerm o busta -
mante ( d e la A c a d e m ia E c u a to r ia n a )t don Eduardo carranza ( d e
Iq, A c a d e m ia C o lo m b ia n a ) , don RAÚL silva castro ( d e la A c a d e m ia
C h ile n a ) y, en nom bre d e la R e a l A c a d e m ia E sp a ñ o la , don AGUSTÍN
GONZÁLEZ DE AMEZÚA. i
414
RECUERDO INACABADO DE DON
MARCELINO *
415
M arcelino en las páginas iniciales de la introducción a la sección
de Cuba en su Antología—que sería más tarde el capítulo I I I del
tomo I de su H is to r ia d e la p o e sía h isp a n o a m eric a n a —“que el es
p íritu general de los literatos y de los hom bres de ciencia en Cuba
h a solido ser sistemáticamente hostil a España” (1). (Debemos—se
senta y cuatro años después—decir “al régimen colonial de España
en Cuba”.) Y hoy, nos acercamos a esas páginas y reconocemos
la certeza de las palabras del crítico, en la advertencia de una
obra que el m aestro consideraba como la menos conocida de las
suyas en España. “Quien la examine con desapasionado criterio,
reconocerá que fué escrita con celo de la verdad, con am or al
arte y sin ninguna preocupación contra los pueblos americanos,
cuya prosperidad deseo casi tanto como la de m i patria, porque,
al fin, son carne de nuestra carne y huesos de nuestros huesos.”
(I d e m , id ., pág. 10.)
Escribía Menéndez Pelayo su obra de profunda y reveladora
am ericanidad cuando estaba en la fase que él mismo definiría
en su m em orable discurso de ingreso en la Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas (1891) como la era de las exposi
ciones desinteresadas, completas y fidelísimas. Antes había dicho:
“La era de las polémicas ha pasado.” Con razón don Pedro Lain
Entralgo, una figura ilustre de esta Casa, en su ensayo adm irable,
hondam ente sugestivo acerca del maestro, ha dicho que al tér
m ino de la etapa polémica, briosam ente iniciada con la C ien cia
e sp a ñ o la y con los medallones burilados de la H is to r ia d e lo s h e
te ro d o x o s, comenzaba un nuevo período en la vida del gran espa
ñol (Lain Entralgo, M e n é n d e z P e la y o . Edición de la Colección
A ustral, página 125).
Dos años antes de la A n to lo g ía d e p o e ta s h isp a n o a m eric a n o s,
h abía publicado Menéndez Pelayo el tomo últim o de la H is to r ia
d e la s id e a s e sté tic a s e n E sp a ñ a , ese gran m onum ento que da la
España del siglo xix a la crítica universal. E l prólogo a ese
tomo— el IX —— , dedicado al Romanticismo en Francia (y al fin
la magna empresa había de quedar inconclusa para nuestro infor
tu n io ), tiene detalles autobiográficos que nos entristecen, pues al
justificar don Marcelino la vastísima introducción a la estética en
España en la pasada centuria—introducción que llevaba ya varios
volúmenes y que convertía la H is to r ia d e las id e a s e sté tic a s en
E sp a ñ a en una historia universal de la Estética—, nos habla de
su soledad y de cómo había comentado apenas la crítica española
Pero, comoquiera que sea, su obra sobre las ideas estéticas, por la
avidez de nimia información, cuanto por las múltiples y extraordinarias
cualidades que revela, honra a su nación y a su raza. ¡Y no es la única
con que el joven ya célebre académico y profesor ha enaltecido a su
país ante la justa admiración de la sabiduría europea!
418
L o p e d e V ega, y este estudio lo recordó el m aestro con encomio
al aparecer el prim er volumen de la edición académica de Lope
de Vega, en el apéndice a la N u e v a b io g ra fía d e l F én ix , escrita
por don Cayetano A lberto de la B arrera; en ese año, decimos, ese
joven escritor decidió hacer un viaje a España sólo por conocer
al m aestro amadísimo. E ra don José de Armas y Cárdenas (Justo
de L ara), cervantista, lopista, gran estudioso de las literaturas
española e inglesa, crítico del teatro inglés anterior a Shakespeare,
cuya m onografía sobre Marlowe es una de las más penetrantes
contribuciones críticas acerca del gran poeta dramático. Justo de
Lara conoce al m aestro y tiene en seguida una plena confianza
en su amistad. Tenía entonces don M arcelino irnos trein ta y tres
años. “Era—nos dice Armas—un joven delgado, pálido, nervioso,
lleno de agilidad y de vida.” Arm as recordará siem pre esta m aña
na otoñal, llena de placidez, en la bella ciudad del Cantábrico.
Conversan m ientras el joven ensayista recorre los libros con la
vista, estante por estante, y le pregunta al m aestro por los que
más le im presionan.
Tres horas tardan en recorrer la biblioteca. Cuando, tiem po
después, recuerda esa visita—al escribir en E l P e r e g r in o el bellí
simo artículo sobre la m uerte del gran polígrafo—ha de pensar
José de Armas que en aquellas tres horas aprendió literatura e
historia por varios años.
E n 1908 volvió Justo de Lara a la biblioteca de Menéndez
Pelayo. E l maestro había envejecido prem aturam ente; sentía un
amargo desengaño del mundo. E ra un hom bre corpulento, de m i
ra r un poco ensimismado, de actitud m editativa. E n la estancia
había una quietud perfecta. E n el jard ín , azotado por la lluvia casi
constante de la costa cantábrica, había un mágico silencio. Silen
cio tam bién en la callecita estrecha, a la que daba una de las
altas ventanas del despacho de don Marcelino. Las ediciones prín
cipes, los ejem plares únicos, los códices, van pasando en la apacible
y deleitosa conversación. Los dos amigos, el maestro, el discípulo,
sienten la suave melancolía de aquella hora. H abla don Marce
lino de la áspera condición de la vida, de la ingratitud de los
hom bres (Bonilla y San M artín, en su porm enorizada y ferviente
biografía de Menéndez Pelayo, nos h a contado que don M arcelino
se sintió m uy solo en sus años postreros, hasta el punto de que
cuatro amigos solamente fueron a despedirlo la últim a vez que
dejó la corte para refugiarse y m orir a los pocos meses en su casa
fam iliar de Santander). Pero aquí, junto a estos libros, está el
419
refugio, aquí la paz perfecta. A quí podemos construir nuestra vida,
crear nuestro m undo, reflejo de nosotros mismos. No podrá tur
b ar nuestro sosiego el tum ulto de la vida. Se irá apaciguando
nuestro dolor, y cuando nos sintamos dichosos, todo parecerá ha
ber sido obra de nosotros.
420
LA LECCION DE MENENDEZ
PELAYO *
421
análisis del crítico cuando a éste le fué dado en trar a estudiar
nuestra producción literaria, con ocasión de la A n to lo g ía d e p o e
ta s h isp a n o a m eric a n o s. Es verdad; así como lo es que por tener
demasiado en cuenta el criterio de ju s s o li dejó en Bolivia a Ven
tu ra Blanco Encalada, y en Venezuela, al ínclito Andrés Bello.
Olvidó Menéndez Pelayo que ambos autores, después de haber
corrido algo de m undo, prefirieron a Chile para hogar de sus es
tudios y de su sangre, y que más hicieron po r la cultura chilena
que p o r la de cualquier otra nación, inclusive las de sus respec
tivas cunas. Pero debe atenderse al carácter panorám ico de la
obra y al hecho de que en ella el crítico no pretendió rehacer la
historia literaria del continente, sino beber lecciones de quienes
le parecieron autorizados expositores. E n el caso de Bello, por
ejem plo, es visible que el crítico santanderino difirió al parecer
de cuantos le habían precedido en el estudio de su poesía, acep
tando sin m ayor examen que los m ejores poemas que llevan aque
lla firm a son los escritos en Venezuela y en Londres, incluso I03
fragmentos de los grandes cantos encaminados a lab rar el elogio
de las tierras del Nuevo Mundo. P ero debe notarse que este elogio
fué acometido por Bello cuando no conocía nada más que la
Venezuela natal y que las noticias de otras naciones que allí acoge
le vienen de lecturas. O tra cosa muy distinta producirá su pluma
cuando, instalado en Chüe, reciba el mensaje de la naturaleza chi
lena y, sobre todo, cuando arrebatado por la emoción refleja, pero
intensísim a de L a p r iè r e p o u r tou s, le dé vestidura propia en L a
o ra c ió n p o r to d o s, abiertam ente superior al modelo que le ofrecía
V íctor Hugo. Y son aquellos poemas escritos en Chile los que
m ejor definen el espíritu de Bello, así en la creación original de
E l p r o s c r ito — que contiene preciosos cuadros de costumbres chi
lenas—como en la versión de poesías ajenas, vivificadas siempre
con interés y emoción propios del traductor, que no en balde era
poeta de fuerzas originales.
Pero si no reconoció en Chile poetas, no tuvo empacho de
declarar que la cultura se había asentado firm em ente en aquel
distante país, gracias, sobre todo, a la cordura nacional. Tras ha
ber estudiado el período de la independencia, desde el punto de
vista literario, escribía Menéndez Pelayo: “T an desmedrada vivió
la poesía en Chile durante el período revolucionario. M ientras en
otras partes cantaban u n Olmedo, u n Bello, u n H eredia, en Chile
no hubo siquiera u n versificador com parable a Fernández M adrid
o a Sánchez de Tagle. Los chilenos lo confiesan sin am bajes y,
p o r lo mismo que luego h an adelantado tanto y que en ciertos
422
puntos van a la cabeza de la cultura americana, no tienen reparo
en añadir que esta pobreza se extendía a todas las manifestaciones
del espíritu y que Chile era positivam ente la más atrasada de
todas las nacientes Repúblicas hispanoamericanas.”
No me toca deciros a vosotros si estas palabras fueron acicate
para el espíritu chileno, y si por haberlas estampado en su libro
acudió el sabio santanderino, acaso sin proponérselo, a dar el re
medio que dem andaba la enferm edad. E n esta ocasión especial y
solemne, anuncio de la apoteosis que España, su patria, h a de
trib u ta r en fecha próxim a al autor de L o s h e te ro d o x o s , no cabe
más que recordar que el nom bre de Menéndez Pelayo, acatado y
reverenciado en ambas riberas del Océano A tlántico, repetidos
en las cubiertas de innum erables libros, llevado y traído en las
aulas y tem a de útiles, eruditos y diligentes exámenes monográ
ficos, es gloria no sólo de su suelo natal, sino tam bién de todas
las naciones en que se habla la dulce y robusta lengua de Cas
tilla en que él mismo escribió sus obras inmortales.
423
13
MENENDEZ PELAYO
Y LA LENGUA ESPAÑOLA
424
ensueño y a la caballería, espléndidamente dotado así para las
duras cosas de la tierra como para las aladas faenas del cielo·. E n
suma, u n hum anista.
Recuerda tam bién Menéndez Pelayo, conmovido, el episodio
narrado p o r Ju an de Castellanos de aquellos españoles que, per
didos entre los Andes, compañeros de Quesada en su increíble m ar
cha, asediadoe por el ham bre y la flecha envenenada po r la verde
soledad, por lo desconocido y la nostalgia, atravesando la selva
y los ríos desbocados con la aventura al cuello, disputaban, cada
quién en su bando, acerca de las excelencias de la retórica trad i
cional de Castilla o de la nueva música deleitosa en que cantaban
Garcilaso y su coro de poetas italianizantes. Iban los españoles—su
lecho, las duras peñas o los altos árboles—cantándole romances
de guerra y de am or al estupor estrellado de la noche americana,
enterneciendo el aire con endechas, y, a veces, el ram o de la
fiebre en los ojos, contando historias de caballería y m itología para
entretener el pavor de la selva delirante. Y así hasta llegar a lo
alto de la prim avera, a la tierra buena y jugosa, dorada por el
maíz y ceñida por el agua como una red de fresca m elodía: al que
llam aron valle de los Alcázares, en donde el quijotism o de Quesa
da o Q u ijad a. o Q uijote y los suyos les hizo ver castillos en las
casas principales fabricadas con lim pias cañas espejeantes. E n las
puertas la brisa bacía sonar m úsicamente cam panillas de oro, del
oro ruiseñor de la conquista. H abitaban allí los muíscas, pueblo
no nada guerrero, sino melancólico, agrario y orfebre; el alma
secularm ente suavizada por una poética mitología y una religión
que presiden deidades fem eninas: la luna y el agua. A llí nacen
—aguileños españoles, indias amorosas—la Nueva G ranada, Co
lombia. Y desde el prim er instante el humanismo y la poesía se
incorporan, ya se ve, a la corriente sanguínea de su ser histórico.
Bien pronto las heroicas aldeas perdidas bajo el cielo, que iban
naciendo de la semilla de. h ierro de las espadas españolas, van
adquiriendo noble y pétrea fisonomía de villas indoespañolas, se
to m an amables y doctas flores de civilización y compañía. Surgen
por doquiera escuelas y conventos. V uelan ángeles teólogos por
la penum bra colonial. Y se deshoja en los m urados claustros la
rosa latina de las declinaciones. Se alzan al cielo las iglesias de
la fe. Se enfrentan al m ar las torres de la guerra. Se abren al aire
lejano los suspirantes m iradores del ensueño. Y ju n to al docto
latín del convento y la universidad crece el castellano de la fe,
la guerra y el ensueño.
Viene luego la era colonial o hispánica, callada, constructiva
42$
y organizadora: más asombrosa, si se quiere, que la conquista y
su épico arrebato. Entonces, los cronistas de jugosa lengua, los
discretos poetas, las controversias conventuales y las leyendas de
miedo y amor. Hasta que llegan dos sucesos heroicos de la inte
ligencia colom biana: la Exposición Botánica de Mutis y de Cal
das, que es la empresa científica más ancha y ambiciosa realizada
hasta· ahora por gentes de nuestra raza y que equivale, en su estilo
y en su designio de ordenar y nom inar las bestias y las plantas
del Nuevo Mundo, a cualquiera gesta de los conquistadores. Y el
otro, la generación de los hum anistas—la raza de los Caros y los
Cuervos, pares y amigos de Menéndez Pelayo—, que habría de
cubrir de honor cincuenta años de la cultura americana. Ya se ha
venido entendiendo que es el nuestro u n país de complexión hu
manística, que tiene nuestra p atria un estilo, una figura clásica.
Y que un aire de rom anidad le dora la cabeza. Pue3 bien: todo
un secreto anhelo colectivo, todos los anteriores gérmenes y laten-
cias, toda una profunda vocación nacional, concurren p ara produ
cir la figura titánica de don Miguel Antonio Caro, en quien alcan
za su áureo coronam iento el secular esfuerzo colectivo de la
nacionalidad colombiana hacia las disciplinas clásicas. Y para lle
gar a Rufino José Cuervo, de intento y obra casi geniales, que es,
después de N ebrija, el más grande legislador de la lengua im perial.
Esta especie de prim ogenitura del hum anism o y la poesía que
nos fué dada como un honor y como un deber, explica la presen
cia de quien habla, en este hom enaje secular al sumo hum anista
e historiador de la lengua española, y lo hace en nom bre de la
Academia Colombiana, la más antigua entre las filiales de Hispano
américa.
P o r otra parte, cabe recordar en esta casa cimera de la lengua
española que son proverbiales el aticismo y galanía de los hablan
tes colombianos. Que la amorosa propensión a la poesía y el culto
por el idiom a constituyen en la fisonomía espiritual de Colombia
rasgos tan determ inantes y exclusivos como pueden serlo en su
rostro geográfico la cordillera de los Andes y el Salto del Tequen-
dama. Cabe recordar tam bién que a Cartagena de Indias, Avila
del m ar, pecho de piedra, capitana y sola, quiso irse Miguel de
Cervantes cuando era u n heroico desempleado, que a la misma
Cartagena Regaron los prim eros cien ejem plares del Q uijote que
desembarcan en Am érica y que en Popayán de Colombia está en
terrado, vive Dios, Don Q uijote de la M ancha. Y tra er la razón
poética de que en Colombia los ríos hablan español y el silencio
calla en español.
426
No soy yo quién, n i ésta la ocasión, p ara agregar algo a lo
m ucho tan certero y hermoso que se h a dicho y escrito acerca de
Menéndez Pelayo. Lo que él significa como creador de la concien
cia histórica nacional española lo ha definido Antonio Tovar con
estas ceñidas palabras: “Algo retrasado en el tiem po, pero Me
néndez Pelayo es por sí solo lo que p ara otras naciones de Europa
son enteras escuelas históricas. España tiene en él solo algo equi
valente al entero Risorgim iento italiano, o a la escuela histórica
alemana, o a la obra de Taine, Fustel de Coulanges, Sainte-Beuve
y otros tantos escritores e historiadores franceses, o a los trabajos
de A lejandro Herculano y la adivinación de Oliveira M artins, en
Portugal. Menéndez Pelayo fué lo que nadie supo ser en nuestro
Romanticismo—seguramente, p o r los hados desfavorables que pe
saron sobre nuestra cultura nacional en la prim era m itad del
siglo XIX—y gracias a él no perdim os lo que nos quedaba de
tradición.”
Pero este paladín de la tradición a la que entendía como sus
tento de la patria y subsuelo de la historia (sabía antes que lo
escribiera Francisco Luis Bernárdez que “lo que el árbol tiene de
florido viene de lo que tiene sepultado”), este restaurador del an
tiguo genio de España, perteneció a su tiem po, que es la única
form a de pertenecer a la H istoria. No fué, como algunos han que
rido, a fuerza de no leerlo, u n académico regresista. Fué u n escri
to r clásico, es decir, creador; es decir, renovador; es decir, libre,
poderoso, sanguíneo. Todavía nos llega su calor vital, el hálito de
su jocundidad creadora, su sim patía y su modo entero y vivo,
viviente, de ser hom bre
Y las cinco fases esenciales de su persona, sus modos de ser,
los h a examinado Pedro Lain Entralgo en un libro m agistral: “E l
más am plio y genérico es el de su condición de hom bre católico.
D entro de él, su condición de español. Menéndez Pelayo es cató
lico como cree que debe serlo u n español consciente de su historia
y de las peculiaridades psicológicas que como “español” le deter
m inan. Pero esto no hasta. Don M arcelino es lo que es, en cuan
to el ser católico y el ser español se especifican en u n modo con
creto de serlo: el que le confiere su condición de historiador y el
hecho de ser cada vez más historiador. Menéndez Pelayo es cató
lico y español con una conciencia histórica de hom bre “m oderno”
cada vez más despierta y acuciante, adquirida por su fundam ental
condición de historiador. Unase a estas cuatro notas definitorias
la de esteta y tendrem os las cinco dimensiones cardinales en que
se m anifiesta la personal y creadora intim idad de don Marcelino,
427
al menos en lo tocante a su obra escrita. Católico, español, histo
riador, hom bre m oderno, esteta.”
O tra cosa creó don M arcelino: la historia de la literatu ra de
nuestra lengua. ‘Έ1 solo— dice Dámaso Alonso, quien ha estudiado
con su habitual lucidez este aspecto de su persona—pobló un
espacio inmenso de nuestra cultura común, organizó el caos de
los intentos anteriores y redujo nuestra historia literaria a normas
y rigor y método.” Todo en esa prosa que “parece que se pliega
sobre la misma m ateria que interpreta y es como si reprodujera
su relieve y la masa y los entresijos de su profundidad”.
A nosotros nos corresponde, una vez más, asombrarnos de este
portento hum ano y de la m agnitud catedralicia de su obra. “ ¡Voto
a Dios que m e espanta esa grandeza!” Desde nuestra pequenez y
lejanía le vemos acum ulando ciclópeamente libro sobre libro en
el más asombroso espectáculo de creación continua, de fuerza
genitora, que le aparea con el otro monstruo—Lope de Vega—,
genio predilecto de su m ente y de su corazón. Su obra es el más
claro y alto m onum ento a la erudición aliada con la belleza que
haya levantado jam ás un hom bre de nuestra estirpe. A nte la ma
jestad, la vastedad y el poderío de su obra, ante su form idable
avidez renacentista de saber, ante su gloria en la vida y en la
m uerte, nos vienen espontáneam ente las palabras im perio e im
perial.
E n lo que a nosotros, hispanoamericanos, se refiere, vemos en
don M arcelino Menéndez Pelayo al prim er historiador que tiene
una visión universa de la lengua española y que intenta historiar
la en su plena y herm osa totalidad: desde los más remotos bal
buceos de la épica hasta los ingenios del novecientos en lo que
alude a la dimensión tem poral y m irándola de conjunto en las
cuatro orillas de los dos grandes océanos del mundo, en lo que
alude a lo espacial. Nos emociona su magna historia y antología
de la poesía hispanoam ericana. Le vemos inclinado sobre nues
tra verde y ansiosa historia literaria, estudiando, incorporando,
exaltando, com prendiendo. Integrando, en suma, que es lo que hace
falta. E l sabía ya que la gravitación de los ciento trein ta millo
nes de hablantes del español en Am érica y Filipinas requiere,
antes que se tard e y para evitar posibles escisiones y separatismos,
que se conceda p o r historiadores y antólogos, y profesores y ensa
yistas, pareja atención a los escritores de aquende y allende el
m ar, cuando tengan éstos u n evidente valor universal hispánico.
Y que se les dé, a unos y otros, jerarq u ía pareja en el gobierno
de la lengua. ¡Qué herm osa y em ocionante anfictionía aquella en
428
que puedan reunirse con dignidad par, en u n a m anera de Gran
Consejo Legislador de la Lengua Española, los principales o prín
cipes de todas las Españas peninsulares, americanas y filipinas!
E l Congreso a que asistimos, con su hidalgo, fraterno e ilusio
nado am biente, nos prueba que andamos en buen camino de la
unidad, la comprensión y la integración, y que será posible evitar,
en el orden de la lengua, los extravíos que en el orden del im perio
político no supieron evitarse en 1808, cuando los españoles am e
ricanos sólo pedían por la voz de Camilo Torres en su noble y
sereno m em orial “conseguir dentro de la unidad—son sus pala
bras—los mismos derechos de representación y poder de los espa
ñoles peninsulares”.
A los hispánicos nos conocerán p o r la lengua antes que por
cualquier otra esencialidad o circunstancia. E l pálido m arinero
filipino, el tostado llanero del Orinoco, el rubio tra jin an te de
Buenos Aires, el bronceado pescador antillano, el andino pastor
de llam as, el m inero de Asturias, ojiazul, el rojizo segador de Cas
tilla, el moreno jin ete de Andalucía, el hom bre del café en Co
lom bia, y el de las palm eras en Cuba, y el del olivar en Extrem a
dura, y el de la vid en Aragón, y el del telar en Cataluña, y el
m inero de Bolivia, y el alfarero de Valencia, hablando, se recono
cerán próximos, herm anos, partícipes de una ideal com unidad que
nosotros, los que, por la gracia de Dios, ponemos nom bres a las
cosas, queremos llam ar nacionalismo hispánico planetario o con
federación de almas hispanoamericanas, bajo la gran cúpula ra
diante de la H ispanidad. La lengua es, entonces, lo unitivo para
nosotros. Y la lengua es entonces, tam bién, una política. Y defen
derla y afirm arla es afirm ar y defender la nacionalidad hispano
am ericana. Somos el área del alma. P orque la lengua es tam bién
la patria del alma. Y la Asamblea aquí reunida pudiera llam arse,
sin m ayor esfuerzo de traslación poética, asamblea de las naciones
unidas del alma. Repitamos, porque llega muy bien la inm ortal
estrofa de don Miguel de U nam uno:
429
Pero nuestra m anera de ser españoles, y porque España se
hizo am ericana, es decir, colom biana o chilena, por ejemplo, nues·
tra clara y recta m anera de ser españoles es siendo colombianos
o chilenos, bien hincados en nuestro limo ancestral, surtiendo de
nuestras raíces: raíces de piedra y alm a en España, raíces de indio
y de viento y de río en América. Ya se dijo muy bien, lapidaria
m ente, ¿verdad, Pedro Lain? “N uestra relación con España no
es la hispanofilia, sino la hispanofiliación.” Somos, pues—y esto le
presta dram a y dignidad universal a nuestras vidas—a u n tiempo
americanos, orgullosamente, y orgulloeamente hispanofiliales.
A lo largo de toda su obra Menéndez Pelayo nos recuerda la
perm anente lección de unidad y de hum anism o que da España
en su historia. Ansia de unidad y de inm ortalidad son la historia
y la vida españolas. E l impulso genial de Isabel la Católica com
pleta la unidad espiritual del m undo. U n m arino español comple
ta la unidad geográfica de la tierra. U n teólogo español define la
unidad m etafísica del m undo. Otro fraile español, en Salamanca,
bajo la m irada de Dios y del César, proclam a la unidad de la
raza hum ana, el parejo destino trascendente de todos los hombres
y la dignidad del hom bre americano. Y no olvidemos que otro
español, de ánimo errante, quim érico y heterodoxo, descubrió la
circulación de la sangre. Sobre esta básica tensión hacia la uni
dad se funda el humanismo, español, del cual somos nosotros,
hispanoamericanos, criaturas y herederos. España nos transm ite
el sentido hum ano, hum anístico a la española, de la vida, de la
H istoria, de las relaciones entre los hombres. Todos loe hombres,
sea cual fuere su circunstancia accidental y su transitoria posición
en la vida terrena, son inicialm ente iguales ante Dios, porque son
ante E l igualm ente responsables y porque todos pueden salvarse.
Menéndez Pelayo nos hace asistir, en su prosa polémica, a la lucha
española p o r ese lem a trascendente: todos los hom bres pueden
y deben salvarse. P o r él se desangra España tres siglos. Mientras
España tiene aliento y brazos pelea por m antener la unidad m eta
física del m undo y la intangibilidad de una com unión superior a
lo cotidiano y a lo perecedero. España hace de ta l empeño la
razón de su existencia nacional y de su misión en la historia.
Menéndez Pelayo, vuelto del recuerdo a la esperanza, espera que
España, perdido su im perio político, se salve en sus esencias, par
ticularm ente en la lengua y en la fe, transportadas y fundadas
m ás allá del m ar p o r el heroísm o de los españoles del siglo x v l
Pocos hom bree h an hecho tanto como don M arcelino Menéndez
Pelayo para hacernos entender y am ar el dram a y la agonía y
430
la esperanza de España, de España, p u ra entre las regiones del
m undo, azul y victoriosa.
E n 1892 coinciden en M adrid, con aquello de maravilloso que
tiene toda coincidencia, un historiador y u n poeta: M arcelino
Menéndez Pelayo y R ubén Darío. E l historiador interroga al pa
sado para fundar en él el porvenir. Es ya u n hom bre glorioso.
Y tiene entre sus manos esa historia y antología de la poesía
hispanoam ericana con la que quiere incorporar nuestra literatura
a la literatu ra universal de la lengua española. E l poeta, tiene algo
más de veinte años y u n lucero en la mano. Y en la sien, el gajo
furiosam ente verde de la esperanza am ericana. Los dos, el histo
riad o r y el poeta, son hom bres esperanzados. Y creen en la validez
y en el destino de nuestra estirpe. “Esperar, esperemos todavía.”
Y en el pesimismo am biente, en la m elancolía y el derrotismo
finisecular, tra e de nuevo a la poesía española la fe, el amor, la
ilusión, la alegría. E n la prosa del historiador y en la poesía del
poeta se reúnen, en el rotundo 1900, se integran de nuevo, las regio
nes y naciones del Im perio español, por m ilagro del verbo y de
la fe.
Celebrar a don M arcelino Menéndez Pelayo es celebrar la glo
ria de la lengua española. La que se habla por igual, y es emo
cionante decirlo porque n i Rom a conoció tanta grandeza junto a
la pared azul del Pirineo y bajo la estelar cordillera de los Andes.
A orillas del Duero del Cid y a orillas del Amazonas de Bolívar.
E n la norm ativa llanura de Castilla, por donde el Cid cabalgó
seguido por u n río de lanzas y en los inmensos llanos del Orinoco,
que atravesó Bolívar seguido por la ráfaga de sus jinetes llaneros.
La lengua es que se dicen las palabras más hermosas y hondas y
altas y gallardas y tiernas del m undo. P alabras éticas y bellas.
P alabras duras y palabras jugosas. Como la palabra honor, con
esa noble resonancia, que es como el eco del alma bien puesta.
Como la palabra Castilla, que se ve de lejos como una hoguera
por la noche. Como la palabra m ar, tan bella como el m ar. Y la
palabra gracia, como u n álamo. Y la inmensa palabra América,
azul de ríos. Y la palabra libertad, que toca el cielo como la
cabeza del jin ete llanero. Y la palabra m elancolía, plateada de
otoño y prim avera. Y la palabra Colombia, que abre sus almas
de alm a y de jazm ín. Y la palabra hidalguía, hecha de fuerza y
de ternura y que se inclina ligeram ente como el caballero que
recibe las llaves en el cuadro de L a s la n za s. Y la palabra gravedad,
que tom a noblem ente del brazo a la palabra ternura. Y la pala-
431
b ra España, que convoca a la luz como una espada. Y la palabra
amor.
La patria se respira m ejor que en ningún otro sitio al pie de
las tum bas nacionales. U na de esas tum bas es p ara todos los his-
pánicos la de don M arcelino Menéndez Pelayo. A llí, arden al
blanco sus cenizas. Y, como las del soneto inm ortal, “serán ceni
zas, mas tendrán sentido”. Sobre la piedra blanca que custodia
su recuerdo venimos a tra e r u n ram o de esperanzas. Y en el
inmenso m uro de la hispanidad, pongamos con alm agre y sangre
de toro, como los estudiantes de Salamanca, un victor: Marcelino
Menéndez Pelayo.
Eduardo Carranza.
Embajada de Colombia.
Plaza de Salamanca, 9.
M A D BiD (España).
432
MENENDEZ PELAYO
Y LA L I T E R A T U R A
HISPANOAMERICANA *
433
ros de la vida, pronto a reconocer y exaltar—dondequiera que es
tuvieran, así fuese en las antípodas—los verdaderos m éritos y las
auténticas glorias de los suyos, dentro de la gran fam ilia hispana,
abordó con entusiasta interés la alta empresa confiada a su capa
cidad de insigne literato y la supo coronar con lucim iento, dentro
de las severas norm as de la sana crítica, pensando en que, para
los españoles, los americanos, como generosamente escribe, “son,
al fin, carne de su carne y huesos de sus huesos”.
F ué entonces cuando España, en u n libro que consta de 900 y
más páginas, y a través de u n acertado com entario histórico, vió
desfilar, uno por uno, a los poetas que desde la época de la colonia
hasta m ediados del siglo xix descollaron como valores positivos
del parnaso americano. Y esto comprobó, una vez más, conforme
al justiciero estudio realizado por una autoridad en la materia,
como lo fué Menéndez Pelayo, que la cultura española, al llegar
a tierras del Nuevo Mundo, no había sido semilla arrojada en
surco estéril, puesto que allí se aclim ató y produjo tales frutos.
A hí están las palabras del antologista, cuando al referirse a
Bello, a Olmedo y a H eredia—que en aquella ocasión era como
nom hrar a las tres más altas cimas de los Andes—dicen que ellos
son “los tres nom bres indiscutibles de la literatura am ericana”.
Deuda de gratitud es, pues, la que contrajo Am érica con este
varón ilustre. Llevó a cabo el descubrimiento de loe poetas ame
ricanos ignorados p o r España, iniciando de este modo, con su
magnífica A n to lo g ía , el acercamiento intelectual y la comprensión
recíproca de la M adre P atria y las naciones españolas, que nacie
ron a la vida de la cultura por obra del mismo y común esfuerzo
civilizador.
* * *
434
española hacia sus propios valores espirituales se dirigían em
peñadam ente sus sabias enseñanzas.
E l 3 de noviem bre próxim o se cum ple el prim er centenario
del nacim iento del autor de L o s h e te ro d o x o s , y el I I Congreso
de Academias de la Lengua, aquí reunido, h a tenido el acierto
de anticipar su celebración, dedicando esta Sesión Solemne en
hom enaje a la m em oria de uno de los más preclaros académicos
desaparecidos.
Guillermo Bustamante.
Academia Ecuatoriana de la Lengua.
(Ecuador).
q u it o
435
MENENDEZ PELAYO Y SU LABOR
EN LAS ACADEMIAS
DE LA LENGUA *
436
hom bre de ciencia que sabe que está cumpliendo una misión al
tísim a y providencial y que se debe por entero a ella, como era
despertar el alm a científica de España, aletargada a la sazón, supo
proseguir impávido su obra redentora. A l saborearla nosotros con
plena conciencia de su valor trascendental en la historia del pen
samiento hispánico, no acertamos a com prender que Menéndez
Pelayo, en el prólogo al tomo IX de su H is to r ia d e la s id e a s e sté
ticas, pudiera escribir palabras como éstas:
437
apunta los remedios! E n lo que m iraba a las Ciencias exactas, él,
que no era m atem ático, n i físico, n i biólogo, tendrá, no obstante,
una visión clarísim a, verdaderam ente genial, esa misma que mo
dernam ente aplicada en naciones como en Inglaterra y Estados
Unidos ha sido causa de su ingente grandeza industrial, a saber:
la necesidad im periosa del cultivo de la ciencia pura.
Pero si las Ciencias Exactas no eran el campo de sus propias
disciplinas, las de la Filosofía, la L iteratura y la H istoria se ofre
cían para él prom etedoras y casi vírgenes. Dejemos de lado la
ardorosa defensa que de la originalidad del pensamiento filosófico
español hace en su obra juvenil L a c ie n c ia e sp a ñ o la —juvenil por
la edad en que se compone, pero m adura, densa y henchida de
doctrina por su contenido—, al propugnar la vivencia histórica de
sus tres grandes escuelas filosóficas nacionales: el lulismo, el vivis-
m o y el suarismo, y penetrem os con él en la selva tropical y casi
cerrada hasta entonces de la historia crítica de nuestra literatura.
E n ella apenas si están abiertas las rutas: unas pocas sendas nos
llevarán al encuentro de los benem éritos y generosos ensayos de
Lam pillas y Masdéu, a algunos prólogos eruditos de la Biblioteca
de Autores Españoles de Rivadeneyra, a la H istoria Crítica de
A m ador de los Ríos, esfuerzo inacabado, pero digno de toda loa,
y a unas pocas monografías, sueltas y esporádicas, de oscuros eru
ditos. P o r esta misma penuria, no faltan editores avisados que
adivinan la brava m ina que para ellos sería una H istoria de la
L iteratura Española, al modo de Ticknor, tan reputada entonces,
escrita por el gran erudito santanderino, y le brindan, si acepta,
cheques en blanco. Pero Menéndez Pelayo rechaza tan tentadoras
ofertas, porque sus alas de águila no pueden abrirse en tan es
trecha jaula. P iden campo anchuroso, espacio ilim itado para volar
p o r las regiones dilatadas de nuestra literatu ra; y así, cada uno
de los capítulos o m aterias de aquella nonata y sucinta historia
de las letras españolas se irá convirtiendo con los años en Tratados
extensos, en voluminosos estudios de la Poesía Lírica Castellana,
del T eatro de Lope, de la Novelística (ram a im portantísim a de
ella y casi desconocida), de las Ideas Estéticas en España, con
aquella maravillosa exposición del Romanticismo en Alemania,
Francia e Inglaterra, que no tiene igual, sin contar con su Biblio
grafía de los Traductores Españoles de los Clásicos, portento de
erudición y de sabrosa crítica. Todos estos Tratados, Estudios e
Historias, form arán el m onum ento colosal que en los solos treinta
y dos años levantó don M arcelino, solitario y semiolvidado en
aquel modesto despacho de su casa de Santander, donde muchas
438
veces cariñosam ente m e recibía, para llevarm e luego al antiguo
pabellón de su estupenda Biblioteca, tom ar en sus manos y ense
ñarm e con orgullo de bibliófilo alguno de sus grandes tesoros
bibliográficos. Todavía m e parece verle una m añana del verano
de 1904 sacando de un estante bajo, y esgrim ir como u n trofeo
único, el magnífico ejem plar de la A n to n ia n a M a rg a rita , de Gómez
Pereira. Si quisiéramos parangonar debidam ente algo parecido en
nuestro pasado, tendríam os que volver a las grandes figuras del
Renacimiento, a Alonso de M adrigal, a Luis Vives, a Francisco
Suárez, maestros admirables, en efecto, en sus especialidades pro
pias, pero que no abarcaron tantas y tantas disciplinas como ilus
tró la plum a infatigable del polígrafo montañés. Gracias a él y a
su laboriosidad ejem plar, a la noble entrega de toda una vida
puesta generosamente al servicio del pensamiento español, se hará,
por fin, la luz, y se aventarán tantas sombras, nieblas y lobregue
ces como todavía rodeaban a nuestro pasado literario español. E l
será tam bién quien ponga patente, a los ojos de Europa y América,
la fecunda y gloriosa participación que el genio hispano tuvo en
el progreso de las ciencias especulativas del pensamiento durante
los pasados siglos. Y cuando por alguno se le tache de apasionado
apologista de la tradición científica española, de estar de espaldas
al mundo y de vivir entre los m uertos y sepulcros, en una sola
frase, lím pida y tersa, expresión de su íntim o pensamiento, ban
dera y lem a de toda su vida literaria, lo negará rotundam ente,
exclam ando: “Queremos la renovación de la Ciencia española; no
su testam ento.”
Sabido es sobradam ente que en la v’da literaria de don Marce
lino hay dos períodos distintos, perfectam ente definidos y separa
dos: prim ero, uno de combate ardoroso, de polémica juvenil; al
que seguirá poco después otro de ataraxia, de calma y sosegada
serenidad. Mucho se ha escrito y discutido sobre aquel prim er pe
ríodo, juzgándole algunos extraño e im propio de su obra; mas
quien considere objetivam ente esta actitud polémica de don Mar
celino tendrá que confesar que era obligada y lógica en él. Cuando
Menéndez Pelayo sale al campo de las letras, habrá de tropezarse
prim ero con los escépticos y negadores de la ciencia española, con
tantos seudosabios como propagaban en sus libros, revistas y cáte
dras los manidos tópicos de nuestra leyenda negra científica, sos
teniendo que España vivió en los pasados siglos alejada de la
Europa culta y progresiva. ¿Cómo reconstruir de nuevo el anhe
lado monum ento de la ciencia española sin lim piar prim ero de
malezas y abrojos el solar donde había de levantarse? ¿Qué im-
439
14
porta que con todos estos proyectos, llenos de ilusión, sueñe Me
néndez Pelayo, si los sueños son el alim ento de las almas grandes?
P ara ello, pues, hay que definir prim ero el alm a histórica de Es
paña, p enetrar en su esencia y, en sustancia, ponerla de manifiesto,
aunque luego hayan de acusarle de intransigente y reaccionario, a
él, que h abía escrito aquella estupenda frase: “E l arte es h ijo de
la libertad.” P robar que había dos valores en su H istoria: la Reli
gión y la M onarquía, que sirvieron de sustentación y hase a todas
sus empresas, y que una creencia religiosa, común, hizo posible
nuestra grandeza no sólo política, sino científica tam bién; y que,
por el contrario, siem pre que renegamos de ella caímos lastimosa
m ente en el harranco de la copia servil e im itación extranjera. Tal
estado de cosas explica y justifica cum plidam ente esos dos admi
rables libros que compone en este prim er período suyo combativo:
L a c ie n c ia esp a ñ o la , con sus tres ediciones, y la H is to r ia d e lo s h e te
r o d o x o s e sp a ñ o les , m ilagro asombroso de erudición y juicio. Y a
pesar de que algunos m odernam ente pretendan separar esta H is
to r ia d e lo s h e te r o d o x o s e sp a ñ o le s de la verdadera obra científica
del maestro, tan encariñado estaba con sus herejes, que cuando,
veintinueve años después, viene la m uerte a buscarle, le hallará
con la plum a en la mano, enfrascado en el malogrado intento de
bu refundición y m ejora con nuevos datos y m odernas noticias,
pero sin que sus juicios y su criterio sobre tantas cosas y personas
(él mismo lo declara explícitam ente en su prólogo) sufran m udan
za esencial n i rectificación grave. Su libro juvenil L a c ie n c ia espa
ñ o la , con sus polémicas, controversias y proyectos, será quien llame
a todos como con un clarín de guerra para su defensa y restaura
ción, que am biciosam ente concibe; a todos cuantos amen la ver
dadera España, aquella que, como él diría dos años antes de morir,
era la única que el m undo conoce. “Donde no se conserva piado
sam ente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña
—añadiría en la misma ocasión—, no esperemos que brote un
pensam iento original n i una idea dom inadora.” E l será tam bién
el prim ero que acuda al alarde, y entrando en u n segundo período
de su vida literaria, sereno y calmo, acomleta la empresa sobrehu
m ana de sacar a la luz del m undo la verdadera historia del pen
samiento científico español. Si en esta empresa va al principio casi
solo, y son unos pocos discípulos los que animosamente lo siguen,
nada im porta. Tiempos vendrán en que la semilla del buen sem
brado dé sus frutos opim os; en que nuevas generaciones literarias
se incorporen briosam ente a su cruzada, y una espléndida y mo
derna floración literaria de ensayos, libros y colecciones demues
440
tren que no fué vano eu esfuerzo, n i estéril su sacrificio, n i per
dida su renunciación heroica a los vanos halagos y satisfacciones
que el m undo podía ofrecerle. ¿Será necesario, señores congresis
tas, tan cultos como apasionados lectores del maestro, que os enu
m ere ahora, siquiera al pasar y en sus simples títulos, aquellas
diecinueve series de Estudios e H istorias en que, poco antes de
m orir, distribuyó él su colosal producción, con m iras a la publi
cación de sus O b ra s c o m p le ta s?
Pero dentro de la obra ciclópea de Menéndez Pelayo hay una
faceta o contorno que os toca privativam ente a vosotros, señores
congresistas de allende los m ares: su H is to r ia d e la p o e s ía h isp a n o -
a m e rica n a . Ya lo h an advertido m is predecesores esta tarde. Todos
conocéis su origen. P ara conm em orar el IV Centenario del descu
brim iento de vuestro continente, en la últim a sesión celebrada
por la R eal Academ ia Española, antes de las vacaciones de julio
de 1892, acuerda ésta publicar una A n to lo g ía d e p o e ta s h isp a n o
a m erica n o s, con sendas introducciones sobre la historia literaria
de cada una de las regiones descubiertas y civilizadas por los espa
ñoles en ellas. La Academia encomienda esta empresa a don M ar
celino (nadie m ejor que él para coronarla), quien en poco más
de dos años la lleva a cabo.
Se ha apuntado por algunos que esta A n to lo g ía , que él tenía
como su obra favorita, fué “uno de aquellos magníficos y casi h u
m anam ente inexplicables esfuerzos de improvisación”, tan frecuen
tes en él; pero ta l afirmación es falsa del todo. La comunicación
literaria del m aestro con vuestro m undo literario venía ya desde
muy lejos, era muy anterior. Ya en el program a de sus oposiciones
a la cátedra de la H istoria crítica de la literatu ra española apunta
la necesidad de estudiar, al tiem po de ella, la de vuestras naciones,
como escrita en un idiom a común. E n la prim era edición de su
H o r a c io e n E sp a ñ a se registran tam bién, y merecidam ente, no pocos
poetas, traductores o im itadores hispánicos del vate venusino; y
para prueba final y concluyente de las relaciones literarias que don
Marcelino, desde sus años mozos, guarda con vuestras grandes figu
ras literarias, ah í tenéis su E p is to la r io ultram arino, recientem ente
sacado de nuevo a luz, en que tantos predecesores vuestros, insig
nes y memorables, corresponden con el m aestro con epístolas admi
rativas y cordiales. García Icazhaleta, Francisco Sosa, Amado
Nervo, R oa Bárcena, Montes de Oca, Casimiro del Collado, Gómez
Carrillo, R ubén Darío, Brehes Mesén, Sanguily, Dahigo, José de A r
mas, H enríquez Ureña, Pérez Bonalde, el gran Rufino (José Cuer
vo) y su em inente conterráneo Miguel Antonio Caro, amicísimo
441
de don M arcelino, y con quien proyecta escribir en colaboración
m utua una H is to r ia d e la lite r a tu r a esp a ñ o la , que abarcase el con
tinente viejo y el nuevo; Restrepo y Rivas Groot, Pablo H errera,
con su correspondencia copiosa; el prelado ecuatoriano González
Suárez, Juan Montalvo, el gran luchador Santos Chocano, Riva
Agüero, R icardo Palm a (¡cuántos nombres ilustres!), García Calde
rón, Z orrilla San M artín, los Amunátegui, chilenos; R afael Calzada,
Adolfo Saldías, M artínez Zuviría, Calixto Oyuela, R afael Obligado,
etcétera, etc. ¡ Cuántos nom bres preciosos, repito, conterráneos
vuestros, poetas, críticos, hum anistas, historiadores, y muchos más
que por brevedad omito, amigos y corresponsales del gran polí
grafo! ¡Y pensar que toda esta correspondencia se lleva por don
M arcelino solo, sin secretario n i ' taquígrafo, escrita toda a mano
por él en los pocos ratos libres que le deja su abrum adora labor
de creación y lectura! G ran p arte de ella, como digo, es anterior
a la preparación de su A n to lo g ía , y con ella don M arcelino revela
ya la atracción singular, el verdadero hechizo espiritual que vues
tra literatu ra le produce. Muy joven aún, en carta de julio de 1882,
escribirá a su gran amigo Miguel Antonio Caro esta significativa
confesión: “Cada día siento más la necesidad de conocer en todos
sus pormenores la literatu ra am ericana.” N aturalm ente, este inte
rés suyo por ella se acrecienta y m ultiplica al em prender su admi
rable A n to lo g ía d e la p o e s ía h isp a n o a m eric a n a . Entonces, su comu
nicación epistolar con sus amigos de Am érica toda se hace más
constante y copiosa: de ellos recibirá próvidam ente datos, noticias,
biografías, libros y folletos, que le servirán grandem ente para es
cribirla. Libros y folletos que, poco a poco, irán llenando tam bién
estos estantes enteros de su amada biblioteca de Santander. Y
cuando dos años antes de m orir inicia la publicación de sus O bras
c o m p le ta s, la prim era que escoge y refunde (aunque en bien poca
cosa, tan perfecta había salido de su plum a) es esta A n to lo g ía , que
América toda había recibido con general aplauso y unánim e albo
rozo. Obra delicada y difícil, como todos sabéis, porque, no apa
gados todavía los m utuos rencores que perduran siem pre tras una
guerra civil, “herencia triste, larga y encarnizada lucha”, dirá él, la
musa americana, en su natu ral exaltación patriótica y orgullo justo
de su lograda independencia política, a veces no acierta a refre
narse, y se derram a en conceptos y juicios que podían h erir el
profundo españolismo de don Marcelino. Mas su im parcialidad es
tanta, y tan objetiva su plum a, que para aquellos mismos grandes
poetas vuestros que se dejaron llevar pasajeram ente de su animad
versión a la p atria común no regateará Menéndez Pelayo los elo
442
gios n i am enguará su valor literario, que para él sigue brillando
ru tilan te en las adm irables semblanzas literarias que traza de todos
ellos. M uestra preciosa de la nobleza de su alma, de su serenidad
doctrinal, que sabe levantarse sobre los recuerdos dolorosos pasa
dos y no m ira más que a la fraternidad reanudada, y le hace esti
m ar “como tim bre de grandeza propia y como algo cuyos esplen
dores se reflejan sobre nuestra p atria”, esa com unidad de lenguaje
por españoles y americanos que con tan irrom pibles lazos nos une.
De cómo Menéndez Pelayo cum plió la herm osa misión literaria
que le había encomendado la Real Academia Española, vosotros
lo sabéis m ejor que yo, así como la subida estimación en que
siem pre tuvisteis a esta herm osa obra del maestro, cuya satisfac
ción personal, u n a vez acabada, fué asimismo tan viva, que con
otro de sus libros hubo de com pararla; más aún, declarándola su
obra predilecta.
G ran acierto, pues, h a sido el acuerdo de dedicar una de las
sesiones plenarias de nuestro Π Congreso a ho n rar la m em oria de
don M arcelino Menéndez Pelayo. Cuando en el P rim er Congreso
de Méjico, en varias de sus resoluciones, quisisteis exaltar las figu
ras de don A ndrés Bello, de don Miguel Antonio Caro y de don
José Rufino Cuervo y de otros m eritísim os filólogos americanos,
disteis la gran lección y positivo ejem plo de que en u n pueblo, una
nación, u n Congreso mismo no puede n i debe olvidar nunca a
aquellos varones insignes de quienes recibimos la antorcha del
saber, después de h ab er brillado en sus manos con deslumbrantes
resplandores. Ya lo dijo tam bién Menéndez Pelayo con frases pro
fundas: “Donde no se conserva piadosam ente la herencia de lo
pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un
pensam iento original n i una idea dom inadora.”
Pero estos hom enajes, tales consagraciones solemnes no deben
quedar reducidos a estos actos públicos, por hermosos y justos que
sean. De ellos, nosotros, hom bres prácticos y modernos, debemos
sacar tam bién frutos que los realcen y justifiquen m ás: prim era
m ente, im itar el herm oso ejem plo que estos grandes maestros de
la lengua castellana (Bello, Cuervo, Caro, y Menéndez Pelayo con
ellos) nos dejaron, im itando su vida austera de noble y desinte
resado trabajo, su espíritu de sacrificio, su abnegada dedicación a
una causa tan noble como será siem pre la historia literaria del
pasado, la defensa de la pureza y unidad de nuestro común idio
m a, gracias a la cual hoy nos sentimos unidos estrecha y espiritual
m ente p o r el m ejor de los vínculos; y, en segundo lugar, identi
ficam os, com penetram os con eHos por el m ejor y más eficaz medio
443
que cabe, cual es leer su obra sin duelo ni descanso, empapándonos
en ella sin cesar.
Si, como un insigne escritor vuestro ha dicho, el modo m ejor
de h o n rar a u n gran ingenio es acrecentar el núm ero de sus lecto
res, el más jugoso fruto del hom enaje que en la tarde hemos con
sagrado a la gloriosa m em oria de don M arcelino Menéndez Pelayo
dehe ser este mismo que digo, sencillo y fácil por demás: leer y
difundir sus obras.
Pero no crean por eso que yo os pido el que nos estanquemos
en la obra literaria del adm irable polígrafo m ontañés (él mismo,
si viviera, lo hab ría reprobado severamente) ; quiero tan sólo que,
sin fetichismos intransigentes n i exclusivismos de escuela, sigamos
adelante con redoblados ánimos y bríos p o r la ancha ru ta que él
nos trazó, con un espíritu sincero de m ejora y perfección suya,
con nuevos hallazgos en las tierras vírgenes y feraces, que la m uerte
no le consintió pisar; que a su T r a ta d o d e lo s ro m a n e es v ie jo s
sigan los O ríg e n e s d e l ro m a n c e ro h is p á n ic o d e M e n é n d e z P id a l¡
que su estudio sobre la lírica castellana se com plete con los de
Dámaso Alonso sobre la poesía lírica; que su N o v e lís tic a , lasti
mosamente inacabada, tenga un día la continuación que podemos
hacer, guardando, naturalm ente, las distancias quienes tenemos
acopiados los elementos eruditos para escribirla; y que su A n to
lo g ía d e la p o e s ía h isp a n o a m e ric a n a se vea proseguida, como ya
lo está hasta nuestros días, en las modernas obras de vuestros con
terráneos historiadores y literatos.
Perdonadm e esta desmañada evocación del maestro, en gracia,
además, a u n título singular que tengo p ara hacerla y no puedo
callar. P o r triste privilegio de los años, acaso sea. el único de vos
otros (con excepción de don Ramón) que le recuerde personal
m ente; uno de los pocos amigos suyos vivos aún que le trataron
con verdadera intim idad; que conserva como preciadas reliquias
sus libros de los últim os años cariñosamente dedicados por él; que
m e hizo la merced inestim able, pocos meses antes de m orir, ex
trem ando su bondad para conmigo, de revisar y corregir magis
tralm ente las pruebas tipográficas del prim ero de los míos. Toda
vía m e parece que le veo, vencido ya po r la m uerte, tan próxima
ya, en aquella m añana del 8 de diciem bre de 1911, cuando cuatro
buenos amigos suyos—cuatro tan sólo, ¡quién lo dijera!— : Boni-
lla San M artín, su discípulo dilecto; Antonio Graiño, editor de sus
O b ra s c o m p le ta s ; Ju an Givanell, el fecundo cervantista, y yo, acu
dimos a despedirle a la Estación del Norte, cam ino de su querido
Santander, de donde ya no volvería más. De aquellos cuatro ami
gos tan sólo quedo yo. Los demás, año tras año, fueron a reunirse
con él. Excusadme estos recuerdos inmarcesibles p ara m í, y que be
querido evocaros ahora como u n encendido y piadoso trib u to de
mi corazón.
P ara acabar esta m al pergeñada oración literaria en pobre
hom enaje a nuestro gran don M arcelino, voz de su raza, Apóstol
denodado de la Tradición, profundam ente español, pidám osle nos
otros que en esta comunicación fervorosa con su inmenso saber
nos regale tam bién, como postrera lección suya, aquella su tem
planza de ánimo, su m oderación crítica, su serenidad clásica, que,
mozo aún, aprendió en los versos de Lucrecio, y que con los años,
como preseas de su alm a, ennoblecieron su carácter hum ano, h a
ciendo soberanas e inm ortales sus obras todas.
445
HOM ENAJE DE HISPANOAMERICA
A DON MIGUEL DE UNAMUNO *
447
m iento filosófico actual”. Precursor en muchos órdenes, tuvo visión,
y el tiem po va revelando secretos que ya su genio descubrió y
adelantó. T al es el caso de los antibióticos, cuya aparición pronos*
tico en su artículo “Credo optim ista”, trab ajo en el cual habló
de su fe en un m undo m ejor, de hom bres más justos, más eanos,
m ás libres y m ás puros.
H ay u n m undo de Unam uno pleno de riquezas, pero de él
nadie puede hacerse dueño, porque no tiene linderos y carece
de doctrina.
Quizá lo más grande en él sea que, al descubrimiento o a la
posesión de su m undo, nadie quede atado por los eslabones de
u n sistema n i prendido a una escuela, a u n partido, a una bande·
ría. Y n i siquiera a él mismo, pues a todos nos dejó en libertad
absoluta p ara elegir nuestros senderos, para discutirle, negarle
y basta contradecirle. Nos lanzó a u n plano superior, a u n mundo
ignoto en el cual quedamos solos y libres. Y en ese m undo debe
mos rastrear la salida p o r nosotros mismos, a la luz de la lám para
que dejó prendida.
Suprem o suscitador de ideas, de pasiones, de controversias,
lo más fecundo de su obra y de su ejem plo es el haber infundido
en las nuevas generaciones el ánimo de m archar tras la verdad
sin andadores y sin. falsos maestros. Descubrió un campo de posi
bilidades infinitas y nos dió el valor para recorrerlo. Y si faltá
semos a sus consignas volvería él mismo a recordárnoslo en per
sona: “Cuando m e creáis más m uerto—retem blaré en vuestras
manos—aquí os dejo m i alma—libro—hom bre, m undo verdade
ro—cuando vibres todo entero soy yo, lector, que en ti vibro.”
No podría dejar de decir algunas palabras sobre su relación con
la lengua; ésta le apasionó siem pre como consta en R e c u e r d o s d e
U n a m u n o , que escribió Menéndez Pidal. Mostró interés cons
tan te en m antener viva y soberana la lengua española. “Revolu
cionar la lengua—expresó—es la más honda revolución que pue
de hacerse; sin ella la revolución en las ideas no es más que
aparente.”
Enseñó que la lengua era el vínculo ideal y eterno entre Espa
ña y las naciones am ericanas; pensó en u n eobrecastellano, en una
lengua hispanoam ericana “para lanzar a los vientos del mundo
una nueva conquista de espíritus herm anos”. Cantó a la lengua
así: “Y ésta es m i lengua, flota como el alma—de cien pueblos
contrarios y distantes— que las flores en ella hallaron brote—de
Juárez y Rizal, pues ella abarca—legión de razas, lengua en que
a Cervantes—Dios le dió el evangelio del Q uijote.”
448
Se alzó contra toda coerción casticista o cacicato lingüístico.
Defendió el castellano que se hablaba en Venezuela o en el P ara
guay, aduciendo que venezolanos y paraguayos tenían derecho a
intervenir en su formación. Defendió a la R eal Academia de ata
ques que consideró injustos, explicando que si ella resistía antes
de adm itir u n americanismo, no resistiría menos antes de aceptar
voces y giros que corren en bocas y oídos p o r extensas regiones
españolas.
Respecto a la lengua como al pensam iento y al espíritu, fue la
unidad su norte y su ensueño. Q uién no h a leído y quién no
recuerda aquel maravilloso discurso en que a los hombree de las
regiones todas de esta tierra los saludó en versos escritos en vas
cuence, catalán, gallego, etcétera, lenguajes todos en los cuales halló
raíces comunes y sobre los cuales como generosa bandera tendió
el recuerdo y la gloria de España, que es una sola y eterna. E n
E l s e n tim ie n to trá g ic o d e la v id a declaró: “Todo lo que conspire
a rom per la unidad, conspira a destruirme...”
E n estos días en que ha nacido la Asociación de Academias
de la Lengua, y la R eal Academia, en actitud que mucho le honra,
ha reconocido a sus similares am ericanas el derecho a intervenir
en la form ación del lenguaje, podemos decir que, en este como en
tantos otros campos, Unam uno, al fin, ha triunfado.
Hablemos ahora de don Miguel y A m érica; integró una gene
ración ilustre que fijó su vista en el continente que España había
perdido, y, lo que es más grave, olvidado. Fueron muchos los que
en la hora dram ática para su p atria pensaron en Am érica: Ganivet,
Maeztu, Ortega, Unamuno. F ijaro n una ru ta e hicieron una siem
bra- que, medio siglo después, está dando sus frutos. Los reconquis
tadores de Indias ensancharon de nuevo el alma de España en la
hora en que se encogía su realidad geográfica. Unam uno dejó por
nuestras tierras u n nuevo virrey: Don Quijote. P ara ello lo divor
ció p o r completo de su autor, lo hizo hom bre de carne y hueso. E l
le dió vida y personalidad en Am érica y lo dejó por esas tierras
de Dios p ara que trajinase p o r ellas como paladín de la españolía.
Y si Cervantes, a pesar de sus deseos, no pudo ir de corregidor
a La Paz o de contador a Bogotá o Guatemala, allá m archó su
hechura, destacado por don Miguel, quien le había otorgado carta
de ciudadanía americana.
F ué grande su interés, su pasión p o r A m érica; cabe afirm ar
sin tem or a contradicción que Unamuno es el verdadero prom otor
de la H ispanidad en su auge actual. Caló m uy hondo en el alm a
de nuestros pueblos y de entrada m arcó a fuego ese eterno m al
449
del aislam iento que es barbarie, es ignorancia, es despotismo.
Mostró la cortina de hierro de olvido, silencio y desdén alzada
entre España y A m érica; y fué más allá descubriendo otra vez
la garra de su genio: “Sospecho— expresó— que las Repúblicas his
panoam ericanas, desde Méjico a la A rgentina, se conocen muy
superficialm ente entre sí.” Y con esto puso el dedo en la Raga:
diecinueve herm anos que se desconocían y se ignoraban recípro
camente.
H ubo una hora grave y difícil para la América española; víc
tim a del abandono y del olvido, parecía que iba a caer irrem isi
blem ente en el m aterialism o; Sancho había dejado solo a Don Qui
jo te p o r haberse enrolado en una de las tantas revoluciones
triunfantes, pasado a ocupar u n cargo en la Adm inistración Pú
blica y, m ás tarde, dedicándose al comercio. Fué entonces cuando
nuestro continente despachó como procurador ante la M adre Pa
tria a R ubén Darío, quien suscitó con su canto la atención del
m undo. Como consecuencia del viaje de Darío, Don Quijote, solo,
triste y olvidado, recibió el refuerzo de un compañero de estirpe
vasca. Y desde entonces, unidos los dos indisolublem ente en una
nueva gesta, andan juntos por esos largos desiertos y polvorientos
caminos de nuestra tie rra ; por pueblos, villas y ciudades en jira
que no tiene térm ino. E l de la Mancha va sosteniendo el imperio
del ideal, coronado, como en los versos del divino R uhén, “de un
áureo yelmo de ilusión—que nadie ha podido vencer todavía—por
la adarga en hrazo toda fantasía y la lanza en ristre todo corazón”.
Y a su lado m archa no su escudero, sino su cam arada el llam a
do Q uijote de Salamanca. Y m ientras el manchego sostiene el
ideal, el de Salamanca da am paro al espíritu. “Es la inteligen
cia—va diciendo y repitiendo en todos los tonos—la que tiene que
unim os... Sólo la inteligencia puede salvarnos. Es la inteligencia
la única que une y salva a loe pueblos, la que u n irá a España y
América.” Y m ientras los dos Quijotes, el de la Mancha y el de
Salamanca, anden juntos y confederados podemos vivir tran
quilos.
Vemos a don Miguel en su escritorio de la Universidad pre
ocupado de la Am érica, de sus cuidados y trabajando en lo que
él llam a “su conquista”. Ejerce la corresponsalía de loe países ame
ricanos en este país, divulgando nuestros escritores totalm ente
desconocidos; escribe sobre ellos en los principales diarios. E n
los países am ericanos cum ple una labor inversa; hace conocer y
divulgar los valores de E spaña; publica, en L a N a c ió n (de Buenos
A ires), y en m uchos otros periódicos artículos sobre temas de
450
interés común. Escribe de H istoria, de Filosofía, de L iteratura;
abarca m il aspectos y m il inquietudes; cuarenta años dura esta
labor, que cum ple con estoicismo de misionero.
N ada de lo hispano le es extraño o indiferente. R ecuerda las
Filipinas y gusta de citar esta frase de R izal: “La verdad ee la
voz de Dios. ¡Ay de los que quieran resistirla! P ara ellos no se
ha escrito la H istoria.” E n Méjico, le entusiasma la figura de Be
nito Juárez, a quien llam a grande de verdad. Escribe sobre poetas
y prosistas de la adm irable nación del Norte. M artí es santo de
su particular devoción; le rendirá pleitesía adelantando u n juicio
que después haría suyo la posteridad.
Conoce y adm ira la historia de Colombia. E n L a c iu d a d y
la p a tr ia , recuerda una faz de la m ism a: “H ablaba como un sabio,
creo, M osquera cuando— dice—en la sesión del 21 de abril de la
Convención de Ocaña, en 1822, contesta a Santander, que hablaba
de la diversidad de climas y costumbres y se oponía al centralismo,
diciéndoles que la diversidad de costumbres es pura imaginación;
que en América, de Méjico a Buenos Aires, todo es igual, hasta los
resabios.”
A unque disentía con R ubén D arío sobre diversos puntos, lo
respetaba y consideraba am pliam ente; fué así uno de los prim e
ros escritores españoles que concentró su atención en el genio lu
minoso del nicaragüense. A José Asunción Silva—con motivo de su
trágica m uerte—dedicó un trabajo consagratorio. Al ilustre vate
ecuatoriano Olmedo tam bién dedicó varios de sus trabajos. La
literatu ra del P erú y de Chile atrajeron su atención. Con rela
ción a la prim era escribió un estudio sobre Francisco García Cal
derón y, con la segunda, se ocupó de la obra de Andrés Bello, y
citó a Lastarría. Publicó u n largo artículo sobre el apasionante
y discutido libro de Alcides Arguedas— P u e b lo e n fe rm o —, que aca
baba de salir con el espaldarazo de un luminoso prólogo de Ra
m iro de Maeztu.
Mas fué sobre todo a La P lata, vasta y encantada región que en
cierra todas las riquezas, todas las posibilidades, todas las esperan
zas, a la que consagró sus mejores páginas. Escribió sobre los
grandes caudillos argentinos: Quiroga, Giiemes, Estanislao López;
se detuvo varias veces ante el apasionante enigma de Juan M anuel
de Rojas, pero pasó de largo. F u é el prim ero en señalar la espa
ñolidad de Sarmiento, hablando de R e c u e r d o s d e p r o v in c ia , de
F a cu n d o , de C o n flic to y a rm o n ía s d e ra za , y de sus otros libros;
de él se declaró “devoto lector y entusiasta panegirista”.
De Sarmiento, escribió: “H abló m al de España siem pre que
451
tuvo oportunidad y hasta a veces inventó la oportunidad; pero era
profunda y radicalm ente español. Sentía adoración por F rancia;
pero era profunda y radicalm ente antifrancés. Sus censuras nunca
fueron de extranjero.” Digamos con B artrina: “Si habla m al de
España, es español.”
U ruguay fue país de su predilección especial; conoció a esta
nación a través de la obra de Z orrilla San M artín. Huso u n estudio
crítico de L a E p o p e y a , de Artigas, y otro de T a b a r é . A Artigas lo
llam ó el “cristo uruguayo”. Leyó y estimuló m ucho a José E nrique
Rodó, citando en repetidas oportunidades párrafos de su A r ie l.
E n su incesante tra jin ar, en su interm inable peregrinaje, don
Miguel llegó “al Paraguay de fuego” que dijo Darío. Llegó a ese
Paraguay dulce, triste y heroico. Con intuición genial, se fijó en
el país donde Am érica es m ás América y donde al mismo tiempo
la españolidad b rilla victoriosa. Le atrajo esa gran historia nues·
tra, con sus contrastes y eus claroscuros. Con su pueblo que en su
gesta p o r la libertad reclam a telas de Goya, con sus dictadores
sombríos que exigen el pincel de Zurbarán. H abló de las misio-
nes jesuíticas, expresando que no hubiese gustado vivir en ellas,
que más le entusiasm aba la época del m ariscal Francisco Solano
López. Pero de las figuras paraguayas la que más le entusiasmó
fué la del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, del cual
se ocupó en muchos artículos: “Este misterioso don Gaspar Ro
dríguez de Francia, esta esfinge... Pero dejemos ahora lo de la
esfinge paraguaya, porque tenemos que hablar muy largo de ella.
Es casi toda una filosofía; ee, desde luego, toda una sociología.”
P o r últim o, debemos aludir al héroe por antonom asia: a Bo
lívar. Así como Unam uno hizo al Q uijote americano, convirtió a
Bolívar en español. P o r él anduvo otra vez el gran héroe de Amé
rica p o r la P uerta del Sol, la calle de Atocha, y entró al antiguo
Café de Levante. E n innum erables trabajos y estudios don Miguel
elogió a B olívar e hizo que España le recuperase: “Simón Bolívar,
el héroe de abolengo español, el em ancipador de la Am érica es
pañola. Y, al em anciparla, le salvó el alma española, al partir
cuerpos m al unidos a tan luengas distancias, preparó la más aca
bada comunión de las almas. Con nuestras raíces tenemos que
buscar, buceando en nuestras honduras, las raíces de los pueblos
hispanoamericanos, que son las nuestras. A llí se reproduce nuestra
historia; allí, al toque con el desierto, rebrotan nuestros más
peculiares campos con sus tonadas, sus cadencias, su dejo todo.
Los esfuerzos de los que se em peñan allí en cosmopolitanizar, o
sea, en latinizar y más bien afrancesar a sus pueblos, rebotan en
452
la peña viva del alm a popular y, como nosotros, han de h allar la
universalización que persiguen socavando en las profundidades de
su propio ser.”
Salmantinos, custodios de su recuerdo, de su fam a y de su
gloria: com prenderéis la gratitud que le guardamos, pues le dehe
mos mucho, y cuál es nuestra emoción ante su husto.
Ya llegamos al final de su vida; ya le vemos en su últim a foto
grafía, en la cual aparece más nohle, más grande, más bueno que
en las telas de Zuloaga, de Z ubiaurre o en el bronce ilustre de Vic-
torio M acho; la frente pensadora, los ojos bajos, el candor de un
niño en el rostro, m editativo; la cara toda refleja el dolor de
España, el dolor que le llevó a la tum ba. Bolívar, personaje
unamunésco, dijo u n a vez que p o r más triste que sea la m uerte
de su hom bre, será siem pre más alegre que su vida. Pero la m uer
te de U nam uno fue más triste, infinitam ente más triste que su
vida. Desde muchos años atrás esperó a la m uerte, y a sus dis
cípulos había indicado que lo buscasen en el yerm o de la historia.
Esperaba la m uerte y la llam aba sin nom brarla: “V endrá de no
che, cuando todo duerm e—vendrá de noche, cuando el alm a en
ferm a—se emboce en vida—vendrá de noche, con su paso que
do—vendrá de noche y posará su dedo—sobre la herida—Noche ha
de hacerse en cuanto venga y llegue, y el corazón rendido se le
entregue—noche serena.”
Ya había descrito la lápida en la cual pedía eterno descanso:
“Méteme, P adre Eterno, en tu pecho—misterioso hogar—dorm iré
allí, pues vengo deshecho del duro bregar.”
Pero el hom bre que vivió con la preocupación obsesionante de
la m uerte, con ham bre de eternidad, pasó a iniciar la vida de la
inm ortalidad alum brado por la gloria, ese sol de los muertos, que
dijo Balzac. No tendrá el huelgo pedido, no tendrá el descanso an
helado; deberá seguir en la porfía; seguirá con nosotros.
Con sus palabras de su O ra c ió n le pedim os: “Perm ítem e sólo,
Señor, que cuando haga u n alto en m i rom ería, al borde de la
charca en que las ranas croan, pueda elevarme como una alondra
y cantar desde tu cielo, desde donde no se oye a las ranas. Ellas
hacen su nido en el fango, bajo el agua; déjam e hacer así nido
entre los trigales, sobre la tierra y bajo tu cielo.
”Vamos por tus sendas solitarios y señeros. T ú nos juntas, apu
ñándonos en tu mano, como ju n ta u n niño, apuñándolas, u n puña
do de avellanas.
”No m e dejes descansar n i detenerm e sino para tom ar un
ligerísimo huelgo en m i senda, Señor. No m e dejes descansar.
453
Visítam e de èontinuo con los apretones de tu diestra, y estruja
en ella a mi corazón hasta que suelte sangre. P orque yo sé, Señor,
que cuando la conciencia descansa, que cuando la congoja nos
deja, cuando no nos angustiamos m irando a lo lejos donde se pier
de, en lontananza y bajo tu cielo, entre tinieblas, nuestro sendero,
caemos en cobardía y en mendiguez.”
Salamanca ilustre, a la cual nom bró su albacea, guardad su
fam a y su m em oria cum pliendo su deseo: “Cuando yo me mue
ra—dorada Salamanca m ía—guarda mi mem oria—cuando yo me
m uera, cuenta lo que h e sido.”
Españoles y americanos, herm anos todos, digamos con sus ver
sos nuestro hom enaje a España, m adre de h ijo tan preclaro:
15
LA CLAUSURA DEL CONGRESO
456
U N ID A D Y U N IV E R S A L ID A D
DE LA LENGUA ESPAÑOLA
457
queda dice “vaya con Dios”, con lo que más que separarse o des
pedirse se juntan, porque el que se va con Dios y el que con Dios
se queda, en realidad no se separan, sino que se ju n tan más estre
cham ente en la suprema y divina unidad del espíritu y del amor.
Y es que estas congregaciones de las Academias de la Lengua,
desde su iniciativa prim era, no pueden tener sentido más que en
ese franco camino de regreso de las pasiones secesionistas que pu
dieron ser lógicas y naturales en el prim er momento de la separa
ción, pasiones que, encaradas científica y retrospectivam ente, acu
san en el fondo nuestra unidad y solidaridad, porque nos dicen que
juntos atravesamos el grueso tem poral de la desintegración de un
im perio, pero con ta l sincronía en los vaivenes y en las sacudidas,
q u e ello mismo dice que íbamos embarcados en el mismo barco
e íbamos haciendo la misma navegación.
Todos nuestros movimientos culturales y espirituales, amigos
de Am érica, durante siglo y medio fueron comunes. Hombres de
u n noventa y ocho son para allá un A lberdi o u n Sarm iento, como
p o r aquí u n Salvador R ueda o un Ju an Ram ón Jim énez, en su
prim era época, fueron hom bres del modernismo rubeniano. Lo que
aquí fué filosofía krausista, se llam ó por allí la moda spenceriana.
Luciano A beille o Ju an M aría G utiérrez, los separatistas del idio
ma, se llam aban por aquí P ra t de la Riba, y el revolucionario
secesionista Congreso de Buenos Aires de 1929 se babía podido
celebrar años antes en Bilbao o en Barcelona como la gloriosa
prom oción resistente de los Cuervo, de los Bello, de los Caro, se
llam an p o r aquí Menéndez P idal, Julio Casares o Dámaso Alon
so o N avarro Tomás. Ibamos en el mismo barco, y cómo vamos
nosotros a quejarnos de que vosotros alguna vez imitaseis a Hugo
o a V erlaine si nosotros por aquí tantas veces imitamos a Zola o a
Loti; cómo vamos a oponernos a que tiñerais alguna vez de extran
jería el habla o las costumbres, si nosotros tantas veces teñíamos
nuestro pensam iento o nuestro corazón; cómo de que alguna vez
burlarais el recuerdo de vuestra tradición, si nosotros a veces
por aquí maldecíamos de la nuestra o apedreábamos sus recuerdos
inútiles. Pecado común y pecado acaso m ayor en nosotros que en
vosotros, que vosotros, al fin y al cabo, fuisteis los que marchas
teis a la aventura a correr el m undo; pero nosotros somos los hijos
de los que se quedaron aquí guardando la casa solar y el archivo,
y comprometiéndose a la rendición de cuentas de u n patrim onio
com ún que no era sólo nuestro. Unidad, por lo tanto, y pasión en
todo, y si en algún momento bubo acento m ayor de m al hum or en
vuestros movimientos o pasiones, ello revelaba nuestra solidari*
458
dad tem peram ental. Que así como en el bello m ito benaventino,.
cuando Polichinela tiene un hijo, acude lo prim ero a pasarle la
mano tem blorosa por la joroba y así certifica su legitim idad, del
mismo modo España, aun en los fugaces m inutos de vuestras m ás
anecdóticas iracundias, os pasa la mano por la joroba de nuestros
comunes defectos y os dice con tern u ra: “Es m i hijo, es m i h ijo ”,
al com probar sobre vosotros la misma deform adora pasión de núes-
tra misma lógica y de nuestro mismo tem peram ento.
Pero ateniéndonos a la pasión separatista del idioma, que es
la que más nos h a interesado del estudio de esta Asamblea, d e
este Congreso, se h a estado en una equidistancia entre todo op
tim ism o vano o todo negro pesimismo. Equidistante del pesimis
mo, se h a pensado que estos movimientos pasionales que tuvieron
algún vigor en el siglo pasado, únicam ente tenían como razón esa
fachada neologística que, naturalm ente, se produce fácilm ente en
los pueblos de A m érica como producto de sus presiones aborígenes,
de sus acarreos inm igratorios y de sus vecindades inmediatas. Pero
las Academias saben que el vocabulario o el léxico es la piel del
idiom a y que, por lo tanto, sus erupciones cutáneas no afectan pro
fundam ente a la salud, en tanto perm anecen intactas o casi ilesas
la morfología, la sintaxis o la fonética. Qué im portan un puñado
de indigenismos, que en recuento parcial de Luciano A beille a P ra t
no pasaban de 102 y de algunos inm igrados allí, tan corrientes en
el castellano como el chocolate o la tapioca; qué im portan algunos
montones de criollismos o de provincialismos como los que ale
gaban Ascasubi o Ju an M aría G utiérrez y algunos vicios sintác
ticos como el voseo o los agudos verbales o algunos ex pecadillos
fonéticos como esto de que aquí se ha hablado del “seseo” o del
“yeísmo”, o de la relajación de la vocal átona en los mejicanos
o la palatización de las consonantes graves o guturales antes de la
e o la i en Méjico, que es tan parecido al fin y al cabo todo esto en
su entidad a esta elisión de la d intervocálica, que es pecado de
los andaluces y de muchos castellanos, y que por allí, en cambio,
h a resistido; qué im porta, señores, en resum idas cuentas, todo eso
al lado de la correosa resistencia de una morfología que perm a
nece intacta a u n lado y al otro del Océano. ¿Es que acaso hemos
variado las desinencias del género o del núm ero, o hemos cambiado
p o r declinaciones las fracciones, o hemos hecho que se suprim a el
artículo, o que se convierta en sufijo, como hacen los idiom as
eslavos, o es que acaso hemos cam biado las term inaciones de los
dim inutivos, de los aum entativos y de los frecuentativos? Esto sería
cam biar profunda y orgánicam ente un idiom a, pero no haciendo
459
esto no estamos dispuestos a dar categoría calderoniana de adul
terio a lo que no son más que vagas veleidades o, sobre todo, santo
gozo de la vida de un idiom a que va recogiendo al paso sus pala
bras y que por eso no varía su constitución fundam ental, como va
el aventurero tostándose al sol de los caminos, sin que esto signi
fique nada p ara la robustez de su complexión y para la continuidad
de su persona física y m oral.
E n extremo contrario, tam poco hay que entregarse completa
m ente a u n pesimismo panglossiano o rosado. Todo gran idioma
está siem pre amenazado de fragm entación. Dámaso Alonso, que es
el que dió la voz de alerta más docum entadam ente vehem ente en el
Congreso, decía cómo alguno de estos vicios fonéticos eran compa
rables con los que produjeron la evolución del latín vulgar hasta
fraccionarlo en lenguas rom ances; pero empezaba p o r reconocer
que esto sólo podía producirse en idénticas circunstancias políticas
o exteriores; es decir, una invasión de los bárbaros, u n aislamiento
de los pueblos y u n ascenso, sobre todo, de las clases menos cultas
de la sociedad a la dirección del Estado. 0 sea que dejaba, en
definitiva, vinculado el pleito de nuestro idiom a al pleito mismo
de la civilización, y que la catástrofe de nuestro lenguaje sería un
capítulo de una catástrofe de dimensiones cósmicas y universales.
Y es que todo cuanto se ha intentado siempre en este camino ha
sido—y alego con autoridades americanas—, b a sido, como decía
Groussac, una “b aja adulación a los provincialismos”, o, como
decía Ricardo Rojas, un “fomento de las pasiones más barbarizan
tes y vacuas del patriotism o vano”. 0 sea, en definitiva, u n capítulo
de aquella ru p tu ra jerárquica y de aquella recaída en lo prim ario
que fué característica de u n siglo de revolución rom ántica.
Pero nosotros somos u n Congreso de Academias. Y el “ acade
micismo” y “lo académico” a pesar de que está cargado a veces de
sentido peyorativo, es un nivel de cultura y es una coacción de
civilización, que va a evitar estas recaídas en lo babélico y pri
m ario. Como nos decía don Ram ón Menéndez P idal en el Con
greso, el habla está en las manos de los hablantes, y al m argen de
otras escuelas determ inistas como más o menos la de G inebra o la
estructuralista o los neogramáticos, nosotros creemos que hay—hoy
día—una conciencia en los idiomas, que hay una técnica y una
ciencia filológica y gram atical que pueden diagnosticar peligros y
que pueden, como se h a hecho en el Congreso, indicar remedios y
los detienen, por lo tanto, lo mismo que la ciencia médica detiene,
cura o aplaza enferm edades que antes parecían incurables.
A hora sabemos, señores, que la prehistoria, como decía nuestro
460
llorado D ’Ors, no es una época que pasa al principio de la Histo
ria, sino que la prehistoria, que más bien debiera llam arse sub
historia, es una fuerza que está continua y subterráneam ente
debajo de la historia, como la subconciencia debajo de la concien
cia, y que así cuando las fuerzas activas y vigilantes de la con
ciencia se adormecen, la subconciencia reaparece. Del mismo modo
cuando la historia o la cultura, que no son nunca una tarea logra
da, sino u n a tarea en form ación, se adormecen o aflojan, la prehis
to ria o subhistoria surge y emerge im poniendo sus modos o estilos
que llam am os prim itivos y que debiéramos llam ar perm anentes,
porque no son más que la expresión de los fondos más perm anen
tes, turbios y opacos de la naturaleza hum ana, siem pre dispuestos
a aflorar a la superficie cuando ceden poco los alertas y la vigilan
cia de la coacción racional. H an tenido estilo siem pre de ru p tu ra
de esa coacción—deducción babélica de esa prehistoria—todos los
episodios de recaída en lo prim ario, no sólo entre nosotros, sino
en todas las partes.
E l episodio brasileño de 1815, cuando se decía a los escritores:
escriban “lusitanam ente”, pero hay qae h ab lar “brasileñam ente”,
que es como habla el pueblo; el episodio norteam ericano de 1793,
cuando W illiam T horton decía que había que h ab lar de modo
distinto, puesto que era distinto el Gobierno, o el de 1923, cuando
M acCornish decía que era necesario com pletar con la emancipa
ción idiom ática la política, todos acababan rebuscando por ran
chos y por arrabales las más bajas palabras, del mismo modo cuan
do Juan Bautista A lberdi—con palabras de las que luego se arre
pintió— decía en la Asociación de Mayo que había que buscar el
idiom a nuevo de Buenos Aires por las calles, como el D ante había
buscado el toscano por las calles de Florencia, entraban todos en
ese naturism o optim ista de la época de la generación espontánea.
Se creía que la masa popular que había producido las catedra
les o las gestas épicas podía producir leyes y magistrados, y que
la m arinería prom iscua de los muelles, u n idiom a nuevo... N o: en
todos los m uelles del m undo hay “lunfardos” y “coliches” y otros
modos de hablas francas. Pero el lenguaje es u n hecho hum ano,
inseparable del proceso espiritual y cultural de u ñ pueblo. No se
puede ir a p ed ir las palabras p ara nuestro idiom a a aquellos a los
que nunca les pediríam os la idea p ara nuestra m ente y el consejo
p ara nuestra conducta.
Del estudio que hemos realizado en estos días no surge otra
ley para nuestro idiom a, sino esa ley de equilibrio entre el “usó”,
voz de esa espontaneidad popular que siempre tiene tam bién su
461
parte, y la “coacción académica”, voz de esa coacción racional de
que antes os hablaba.
Pocos idiomas como el nuestro tienen en sus cimientos u n a
m ayor audiencia del uso popular. Cuando nuestra prosa aparece
viva y entera, como u n milagro idiomático, escrita en los libro»
del Rey Sabio, esto asombra a algunos filólogos, y es porque
llevaba ya dos siglos en la Escuela de Traductores de Toledo,
donde como el latinista que ponía en latín el texto árabe no sabía
generalm ente árabe, y el m ozárabe que hacía de interm ediario no·
sabía muchas veces escribir, lo iba traduciendo y labrando verbal
m ente, de modo que cuando el texto llegó a fijarse po r escrito,
llevaba ya muchos siglos de libérrim a elaboración oral. Lo mismo
en la poesía. La poesía se transm ite prim ero por los oídos y es-
canción o recitación, lo mismo que en su principio la m ím ica,
que tom a su nom bre de la lira. Pero cuando después se inventa la
im prenta, entonces el núcleo de la poesía, que era muchas veces
una frase musical—el villancico o el estribillo, en cuyo torno, glo
sándolo, se organizaba todo el poema—empieza a entrarse por los
ojos la poesía y empieza a ser sustituido por alguna sustancia
intelectual; que será una idea, una discreción, una fábula que
puede captarse en la lectura silenciosa y solitaria. Pero cuan
do el lector m oderno, silenciosa y solitariam ente en su butaca, lee
u n poema como quien realiza una p ura función intelectual es siem
pre injusto con aquellos elementos de musicalidad prim itiva y
popular que aparecen entrañados en la poesía por obra de varios
siglos de transm isión auditiva. Estos elementos dan lugar a ese
prim er cim iento que da el uso, y nadie puede tachar a la Real
Academia de desatensión al uso n i a las Academias am ericanas
porque, más o menos, todos estamos insertos en la misma escuela
del positivismo lingüístico de nuestro maestro Menéndez P idal,
mucho más atenta que otras escuelas más individualistas o esteti
cistas como la de Croce o la de Vossler a los movimientos espon
táneos del lenguaje de las colectividades y al método geográfico e
histórico. Pero, naturalm ente, esa realidad bullente del uso nunca
basta para form ar u n idiom a; decía nuestro gran colombiano M arco
F idel Suárez: “No h ay lenguaje, no hay vocablo por bajo que sea
que no esté autorizado para uso ’de provincia o de trib u .” Y Quin-
tiliano, cuando enum eraba los elementos del lenguaje, decía:
“ R a tio n e , a u to r ita te , c o n m e tu d in e ”, o sea, el uso, la consuetudine,
én tercer lugar, bajo el im perio de la razón y de la autoridad.
La lucha y la fricción entre esos elementos son las dos ruletas
en que se van apoyando los idiomas. Y ahí están estremecidas de
462
frescor m atinal las glosas de San M illán o de Silos, donde el latín
notarial tira, porque, al fin y al cabo, los notarios fueron los p ri
meros académicos, hacia atrás, m ientras que tira hacia adelante el
m onje, glosador o rom anceador. Y así la palabra “coca” se acerca
por los márgenes vacilantes como para glosar o sustituir la palabra
“pedante”. Este forcejeo ya es todo el forcejeo del idiom a, y entre
a u to r ita te o c o n s u e tu d in e se irá abriendo luego paso. Pero, en
definitiva, el “habla está en manos de los hablantes”, que nos decía
don Ramón. E n definitiva no hubiera Regado a su m adurez si la
Reina Isabel no hubiera tenido aquel criterio de m adurez de Im pe
rio, de conciencia coactiva como necesaria; la R eina Isabel, que
tenía cerca de la mano a Plutarco y a Séneca y a V irgilio, que
concebían el Renacim iento como un impulso hacia adelante y no
como una evocación hacia atrás. Aprende latín con doña Lucía
de M edrano; dialoga de hum anidades con lúcidos m arineros, con
versa con Pedro M ártir de A nglería; pero hace esto, en defini
tiva, p ara pedirle después a su gramático Antonio de N ebrija
que dé al castellano aquella ordenación y legislación con que se
había honrado el latín. Y pocos años después, el 18 de agosto
de 1492, cuando iban las carabelas en busca de vuestras tierras,
N ebrija pone en manos de la Reina Isabel la prim era Gramática
de ese lenguaje que eHa dice que dice él en su preám bulo profé-
ticam ente que será compañero del Im perio.
Con toda esa historia a la espalda, cómo vamos a convertirnos en
meros colectores de localismos o jaleadores de anarquías disocia
das. No. Somos coacción de razón, somos dureza de ley y coacción
de cultura. No somos una pieza más en la novelería, la improvisa
ción o en la demagogia que pueda correr por el mundo. Tenemos
m uy claro nuestro linaje de sangre y nuestro m agisterio clásico.
Nuestros confidentes y auxiliares serán siempre, eso sí, aquel gañán
que va por el cortijo andaluz tras de su arado o aquel otro que
galopa en el rancho m ejicano o en la pam pa argentina o aquel que
pastorea en las faldas de los Andes o en las faldas de S ierra Mo
ren a; todos estos m illonarios de imaginaciones o de palabras, que
tienen cien nom bres p ara cada nube y para cada viento, para cada
pájaro o para cada flor; y todo esto es la base viviente y prim aria
de nuestra m anipulación académica. Pero literariam ente nuestros
modelos se Ram an siem pre Cervantes o sor Juana Inés de la Cruz;
filológicamente, nuestros maestros se llam an siem pre N ebrija o
Covarrubias, Caro, BeRo o Cuervo; como institucionalm ente nues
tro padre se Rama Felipe V, y nuestra abuela se Rama la Reina
Isabel.
463
E n conjunto, pues, no hay más ley que esa de uso y de coac
ción que crea nuestro idioma. Tended todos conmigo panorám ica
m ente la vista sobre él y no veréis otra cosa. Pocos idiomas
h ab rá que hayan nacido con una m ayor necesidad orgánica de
aclim atación de palabras. Todas esas razas y pueblos que nos
visitaron nos fueron pagando su hospedaje a precio de entregas
léxicas. Voces de costumbres, de bailes y de fiestas populares, los
celtas; cultismo de intención científica, los helenos; los hebreos,
voces de religión y de comercio; todo el vocabulario del orden
feudal, los godos; grageas coloristas de pájaros y de flores, los
árabes; el exotismo de plantas y animales nuevos, los indígenas
de A m érica; todo el repertorio fundam ental de la vida del pen
samiento y del derecho, los romanos. Y todo esto sobre la piedra
solar de u n nivel prim itivo, que cada vez se va cultivando más
científicamente. Pero, en el siglo x, en el centro de este aro abre
una flor: Castilla, que se pone a hablar de u n modo genial con
una nueva fuerza. Y este idiom a central, lleno de fuerza arrolla
dora; el que nosotros, igual que lo tenía N ebrija, tenemos hoy en
nuestras manos, no p ara fraccionarlo n i para frenarlo, sino para
estirarlo hasta el lím ite suficiente de elasticidad, que en su hora
m áxim a llegó por arrib a hasta la mística, por abajo hasta la pica
resca; a u n lado, hasta el teatro, y a otro, hasta el rom ancero: al
N orte, Dios; al Sur, el pecado; al Este, la cruzada, y al Oeste, la
misión, rosa de los vientos de España, cruz de nuestras energías
redentoras, form adas p o r esa horizontal del heroísmo al ser cru
zada de arriba abajo p o r esa vertical, que va desde los abismos
hum anos de la picardía hasta las cumbres soleadas d el am or de
Dios. Y no creáis con esto que yo preconizo n i h a preconizado
nadie una cosa reaccionaria, u n tratam iento de pura evocación
purista en el idiom a, n i m ucho menos una rectoría de form a de
monopolio de la Academia Española.
Al cabo de dos siglos largos de honesta labor creadora y, sobre
todo, conservadora, la R eal Academia h a puesto ahí sobre esa
mesa el D ic c io n a rio d e A u to r id a d e s , obra magna de sus primeros
académicos; ese fichero con nueve millones de papeletas; el Se
m inario de Lexicografía, creación joven para dar agilidad a nues
tra tarea; los prim eros pliegos del nuevo D ic c io n a rio H istó ric o ,
que esperamos que vean term inado nuestros nietos; el D ic c io n a rio
M a n u a l, ágil y callejero, y las dieciocho ediciones de nuestro léxi
co oficial. Pero no lo ponemos ahí con u n gesto de monopolio
como señalando u n cortijo de nuestra propiedad. Lo ponemos
como un capital que aportam os a este grande y común servicio que
464
es la H ispanidad; lo ponemos diciendo que ésta es nuestra común
lengua para nuestra com ún tarea, y estamos esperando cada vez
más vuestras colaboraciones y vuestros acarreos. E l problem a del
italiano o del francés, que en sus colonias no han creado comu
nidades ítalo o francohablantes, es el problem a interior de su pu
reza. Pero el problem a de este hecho único, que son veinte na
ciones hablando este idiom a, es el problem a de su fragmentación
y es preciso acudir a su rem edio aun a costa de la pureza, es decir,
buscando sin exclusivismos hispanizantes o arcaizantes aquello que
de común vaya creando ese “sobrecastellano”, que decía el soñador
don Miguel de Unamuno, y que nos haga hablar cada vez más uni
tariam ente. E n este sentido, todos hemos repetido las palabras de
la ponencia de don Dámaso Alonso: “Bien venida cualquier im pu
reza si por ser adm itida p o r todos los hispanohablantes sirve para
fabricar m ejor la unidad.” Y en ese terreno, ya establecidas esas
normas, ¡cuánto nos queda por hacer juntos! Propongamos al Con
greso la idea fundam ental de que las Academias salgan de sus adar
ves a la descubierta, que vayan en busca de cine, y de periódicos, y
de letreros, y de rótulos de tiendas, y de titulares de prensa, y de
carteles de publicidad. La cultura clásica era una elaboración
lenta, pero que se hacía sin sabotaje n i obras de contradicción.
E l m enestral artesano del siglo XVII iba al teatro a ver la misma
obra de Lope o de Tirso que iba a ver el letrado, y la m ujeruca
aldeana leía el mismo devocionario del padre Lafuente que leía
el duque o que leía el cardenal. Ahora, no. A hora, las masas
medias tienen a su lado enormes fuerzas de anticultura y de con
tracultura. La cultura se ha hecho m ilitante, la cultura se ha he
cho polémica, y n i la lengua n i el pensamiento n i nada pueden
dorm irse sobre sus laureles. Porque en esta hora de amenaza de
la irrupción de la barbarie, en todo hay que estar vigilantes para
no caer en la tentación.
Finalm ente, h e de deciros que no hemos de tener el idiom a
en nuestras manos, como una cosa propia los hispanohablantes, sino
considerando que es uno de los máximos elementos de universali
dad del m undo. Nuestro idiom a está hablado po r veinte pueblos
libres; está hablado por P uerto Rico, está hablado como segunda
lengua por las Filipinas, está hablado en muchas zonas del sur de
Am érica y está hablado por más de u n m illón de sefardíes, que la
conservan en muchos rincones del globo. Todavía al restablecerse
la vida internacional, después de la últim a guerra, fué u n judío
sefardí el que pidió en u n a Asamblea el rango internacional para
el español, basándose en motivaciones económicas y m ercantiles
465
relacionadas con los grandes mercados sudamericanos. Las pala·
bras que regaron los escritores y los poetas acaban siempre necesi·
tándolas los comerciantes, y Minerva, en definitiva, siempre acaba
siendo vengada por M ercurio.
Sabemos que estamos comprometidos con pueblos jóvenes que
nos exigen esta atención a la m odernidad. Lo sabemos, y por eso
colaboramos con ellos, y por eso, desde el principio, en la consti
tución de nuestras Academias está prevista la unidad y armonía
entre los técnicos, filólogos o dram áticos o los escritores. A ellos
m e refiero en últim o térm ino, puesto que a ese gremio pertenezco.
Nos darán siem pre la solución definitiva los filólogos o los gra
máticos. Pero no bay idiom a que avance sin esa movilización de
los escritores, que tienen presentada la constante reclam ación de la
sensibilidad nueva frente a los viejos lenguajes. Los escritores
llevan este dinamismo hacia adelante en las lenguas, y por eso yo
les digo (y lo digo en nom bre de todos los escritores) a gramáti
cos y a filólogos: dadnos un orden y una ley. Nosotros pondremos
dentro de ese orden una inquietud y u n tem blor. Pero, por mi
parte, digo tam bién a mis compañeros, a los escritores: Ved que
se nos da la lengua con que sor Juana Inés de la Cruz habló de
Dios, y Quevedo habló de la patria, y Cervantes habló de la vida.
Mucho cupo en ella. Estirém osla y ensanchémosla cuanto podamos,
pero no la paseemos nunca por el barro, y nunca la comprometa
mos con esa aventura del nihilism o espiritual, que reina en la lite
ratu ra en el m undo tantas veces. La literatu ra ennegrecida de una
angustia hum ana y universal. Pesa sobre las letras una retórica de
lo negro y de lo bajo, y lo llam o retórica porque si retórica fué
que la novela pastoril tuviera toda que pasar en unas arcadlas feli
ces, retórica es tam bién que todo tenga que pasar en unos... medios
tenebrosos y oscuros; y si fué retórica que voló ligera, que había
quince o veinte palabras que el poeta no podía pronunciar, retó
rica al revés es que se prescriba que esas quince o veinte palabras
son las prim eras que hay que nom brar en cada capítulo de una
novela o en cada escena de una comedia.
Nosotros tenemos un idiom a listo para u n m ensaje de luz, de
alegría y de optimismo. No desmintamos esto nunca. Creemos en
la angustia del m undo; pero nadie puede enseñarnos nada en
punto a considerar esta m iseria hum ana de los pueblos y de las
razas, que llenaron de luz caritativa ardiente a los pilluelos de
M urillo, y al lazarillo de Tormes, y a Guzmán de Alfarache, y a
M artín Fierro, y a Facundo y a M aría, la de Jorge Isaacs. E l
poeta, lo he dicho alguna vez, no sólo puede, debe b a ja r a los
466
profundos infiernos de lo social, de lo sexual y de lo m oral; pero,
en arte, a los infiernos no se puede b a ja r más que como bajó
Dante, es decir, de la mano de Virgilio, es decir, de la mano de la
lum inosa arm onía y de la clásica moderación.
P ara eso contamos con el respaldo de vuestro optimismo,
pueblos de A m érica; para eso, porque, ciertam ente, no es buen
negocio en el m undo tener u n pasado de proporciones ecuméni
cas, una lengua de proporciones imperiales, sostenida por u n so
porte visiblem ente inferior en técnica o en economía a los de
los grandes cíclopes de la vida internacional. Tenemos que ale
gar con las razones del espíritu, que no son nunca las máe escu
chadas en las audiencias del interés. P o r eso tenemos que u n ir
como nunca nuestras voces, p ara que se oiga nuestra verdad, y
cuando no se oiga, como nuestro idiom a tiene tam bién dos m ati
ces de tern u ra y de blandura, hagamos nuestras como divisa aque
llas palabras del dolorido poeta José M artí a los españoles, que
saben tanto de las desgarraduras de la Leyenda Negra y a los escri
tores y poetas de América, que tanto saben de la desatención y
del olvido de la crítica internacional; a todos, las palabras de
M artí:
467
LAS ACADEMIAS HISPANOAMERICANAS EN LA
CLAUSURA DEL I I CONGRESO
LA ACADEMIA ARGENTINA:
C o m o a y e r e n M é jic o e n e l P r im e r C on greso d e A c a d e m ia s d e
la L en g u a , c o m o lu e g o e n S a n tia g o ele C o m p o s te la e n la s S egu n das
J o rn a d a s d e L e n g u a y L ite r a tu r a H isp á n ic a s, h o y la re p re se n ta
c ió n a rg e n tin a d ic e p r e s e n te . A m é r ic a e stá e n E sp a ñ a ; v e in te n a
c io n e s d e la s tr e s A m é r ic a s e stá n a q u í rep re se n ta d a s.
D io s. E sp a ñ a e n la te rn u ra , E sp a ñ a e n la g ra n d e za , E sp a ñ a en
la fe c u n d id a d d e u n s o lo id io m a . E s to v e n im o s a d e c ir , y a p r o
c la m a r, y a d e fe n d e r c o n h u m ild a d , c o n e n te re z a . E sp a ñ a , u n a y
ú n ica e n la e x p re s ió n d e su id io m a , d e l q u e d a n fe 250 m illo n e s
d e h isp a n o h a b la n te s. S i e s to n o es u n p r o d ig io , lo p a re c e . Sea
lo a d o D io s p o r e llo .— jo s é leó n pagano .
LA ACADEMIA BOLIVIANA:
LA ACADEMIA CHILENA:
E s ta v o z d e g r a titu d q u e se o y e e n e sta A s a m b le a v ie n e d e m u y
le jo s ; d e u n la rg o p a ís, q u e a p o y a su h e rm o su ra en la fu e r te cor
d ille r a y e n e l O céan o. E n e sta a b r e v ia tu r a q u e D io s h iz o d e to d a
su c re a c ió n , q u is o ta m b ié n D io s q u e e x is tie r a u n id a d d e d e stin o ,
p r o y e c c ió n d e la H is to r ia d e s d e su s m an os, y n o s d ió , c o n ra za
h o m o g é n e a , u n a le n g u a e n q u e e x p re sa r n u e s tr o s e n tid o d e la
e x iste n c ia , n u e stra r a zó n d e s e r h o m b r e s d e v id a y m u e r te , y Id
s ie m p r e b ie n n a c id a g r a titu d : le n g u a e x a c ta y d ú c til, v o z d e l ser
q u e c o n tie n e lo s sig lo s d e la r a za h isp a n a ; r iq u e z a d o n d e , a l d e c ir
a m o r, e x p re sa m o s la m a lic ia d e l A r c ip r e s te , la te rn u r a d e C a lix to ,
la sa n g re a r d ie n te d e L o p e y la lu m in o sa e n tr e g a e n e l sile n c io
468
d e S a n J u a n d e la C ru z; le n g u a q u e es a ir e y n a d a e n aparietv-
c ia , y q u e , a l p ro n u n c ia rla , ju n to a la m a sca ra v a c ía d e l h á b ito
n o d e ja d e fig u r a r lo m á s se c r e to d e n o so tro s m is m o s ; le n g u a d e
h o m b r e y á n g el, le n g u a d e a la y b a rro , v o z n u e s tr a p a r a s ie m p r e ,
p a la b r a q u e h a b la r e m o s a D io s e n n u e s tr o ju ic io .
Y e n e s ta le n g u a d e e x is tir , d e s e r y d e d e s tin o , os tr a ig o e l
a g r a d e c im ie n to d e C h ile a lo s h ijo s d e q u ie n e s, p o r im p e r a tiv o
d iv in o , c re a ro n a su s e m e ja n z a a l h o m b r e y a la n a c ió n c h ile n o s.
Y a v o so tr o s , lo s d e la s isla s, lo s d e l c o n tin e n te f ir m e d e A m é r ic a
y lo s d e F ilip in a s , g ra c ia s p o r v u e s tr a h e r m a n d a d g en ero sa , p o r
v u e s tr o a m o r a e ste v ín c u lo q u e n o s h a c e u n os, p o r e l la r g o c a
m in o q u e h a b é is h e c h o p a r a e n c o n tra rn o s e n u n d iá lo g o fr a te rn o .
ROQUE ESTEBAN SCARPA.
LA ACADEMIA COLOMBIANA:
...Acaso jam ás podrá saberse en cuál de los caminos de Cas
tilla empezó la m odulación del idioma, que sustentaría en ellos
a tan insignes trajinantes. Pero no es dudoso de ninguna m ane
ra que el Ingenioso Hidalgo de la M ancha dió perpetuidad h u
m ana sohre el famoso campo de M ontiel. Fuertes y blandos, con
singular paradoja, fueron tales caminos. P orque tuvieron clari
dad y m aterna bondad, pudieron ser recorridos sin fatigas po r
las generaciones exteriores de la nueva A ndalucía y de Castilla
del Oro, de M edellin y Santa F e en el virreinato de la Nueva
Granada, y porque poseyeron la fortaleza gallarda, pero inm ar
cesible, propia de la España de Carlos Y y F elipe II, han subsis
tido y subsistirán hasta la consumación de los siglos. Es com
prensible, según esto, cómo el pueblo colombiano habló con do·
leite desde sus años mozos la lengua castellana, no a la sombra,
ciertam ente, de la gran Toledo, sino al am paro de blasones epo-
peyanos, y no bajo el abrigo de los m uros de Salamanca, sino
protegidos por los torreones de Cartagena de Indias, y desde las
ciudades y villas se extendió poco a poco el lenguaje maravilloso
en los m¡ismos térm inos que en los rosales de Castilla. P orque, esto
es verdad, vinieron a este suelo generoso de la Península Miguel
A ntonio Caro, con las voces de herm ano hom ónim o; Rufino José
Cuervo, con el pan candeal de la más docta filología, y Marco
F id el Suárez, con la suma oración a Jesucristo. Los tres constitu
yen u n opulento testim onio de que en el m undo colombiano jam ás
se h a puesto el sol de la inteligencia creadora.— JOSÉ MANUEL
FORERO.
469
ΙΑ ACADEMIA COSTARRICENSE:
“ V e in te E sp a ñ a s e n E sp a ñ a ” so m o s a q u í lo s q u e lle g a m o s d e
U ltra m a r a esta s tie r ra s a c o g ed o ra s, b ra zo s a b ie r to s ; v e in te p u e
b lo s q u e h e re d a m o s, e n tr e m u ch a s cosas bu en as, la b e lla len gu a
d e C a stilla .
P o c a s v e c e s p o d r ía m o s d ilu c id a r c u e stió n m á s s im p le y cla ra
( a gu a q u e d e l c ie lo b a ja ) , y la r e s p u e sta c o n d ig n a a c u d e lu eg o . ¿ P o r
q u é e l h isp a n o a m e ric a n o y é l f ilip in o v iv e n e n la e sp e ra n za larga
d e c o n o c e r a E sp a ñ a ? ¿ P o r q u é e l e sp a ñ o l a n sia h a c e r e l v ia je a
n u estra s tie r ra s ? P o r q u e u n o s y o tro s so m o s h e rm a n o s e n e l a m o r
d e la le n g u a c o m o e n e l p e n s a m ie n to c o m ú n .— SAMUEL ARGUEDAS.
LA ACADEMIA CUBANA:
LA ACADEMIA ECUATORIANA:
C o m o d e le g a d o d e la A c a d e m ia E c u a to ria n a q u ie r o r e n d ir e l
h o m e n a je a la E sp a ñ a e te r n a e in m o rta l. D e e ste su e lo s a lie ro n los
h o m b r e s q u e d e sa fia ro n lo d e sc o n o c id o , h a sta e n c o n tra r u n m u n d o
n u e v o . A l o tr o la d o d e lo s m a res v iv e n n a c io n e s q u e , p a r a a m a r
la lib e r ta d , a p r e n d ie r o n la le n g u a d e esos e sp a ñ o le s recio s, q u e
v a lie r o n ta n to o m á s q u e lo s r e y e s, y q u e e n A m é r ic a n o recon o
c ie r o n m á s fr o n te r a s q u e la s q u e tr a za b a n su s d e sig n io s.
E l c o n q u is ta d o r tr iu n fó s o b r e e l in d íg en a , y d e s p e d a z ó su m ile -
n o r ia c u ltu ra ; p e r o , a l h a c e rlo , e s ta b le c ió la s u y a p r o p ia , y c o n lo
m u je r q u e lle v a b a d e E sp a ñ a , o c o n la b e lla y d u lc e jrtu jer in d i·
470
g en a , c re ó u n a so c ie d a d y se n tó la s bases p a r a la n u ev a ra za , la
d e A m é r ic a , q u e co n serv a rá ín te g r a m e n te la h e re n c ia r e c ib id a d e
lo s c o n q u is ta d o r e s : h a b la rá e n c a ste lla n o y c re c e rá a la s o m b ra d e
la c iv iliz a c ió n o c c id e n ta l.
E x tr a o r d in a r io h a s id o e l a c o n te c im ie n to q u e c o m p o r ta la
reu n ió n , e n la c a p ita l e sp a ñ o la , d e h o m b r e s q u e h a b la n la m ism a
len gu a. N o h a b r e m o s tr a íd o cien cia , p e r o s í m u c h a s in q u ie tu d e s,
y , s o b r e to d o , h e m o s p u e s to d e p r e s e n te a lg o q u e p a r e c ía e x tra ñ a
m e n te v e la d o . E l e sp a ñ o l, d e sc u id a d o d e lo s u y o , p a r e c e ig n o ra r
q u e e l v e r d a d e r o im p e r io d e la le n g u a e stá tr a s d e lo s m ares.
C ie rta m e n te , p e r d u r a e l fe r m e n to d e la tie r r a , y e x iste to d a v ía
é l in d íg e n a , q u e c o n c lu irá p o r d is o lv e r s e e n e l c o n ju n to m e stizo .
Y e llo s ta m b ié n h a b la rá n e l c a ste lla n o . E sp a ñ o le s so m o s p o r e l es
p ír itu y p o r la len gu a. Y e sto es p r e c is o q u e se sep a , p o r q u e só lo
a m a n d o s e lle g a r á a la v e r d a d . E sp a ñ o le s so m o s s in d e ja r d e s e r
a m erica n o s, c o n esa h e re n c ia tr a d ic io n a l y su sta n c ia l q u e s e d e s
p r e n d e d e n u e stro p r o p io su elo.
Y e l c a ste lla n o c o b ra r á n u ev a fu e r z a y e x te n sió n a l e n riq u e c e rse
c o n e l a m e ric a n ism o n ecesa rio , q u e sea c o m o la im p r o n ta d e p u e
b lo s q u e s e e n c u e n tra n e n p le n o c r e c im ie n to y v ig o r, c o n fu e r z a
q u e p r o v ie n e d e E sp a ñ a y q u e se s u a v iza a l c a lo r d e s u p a sa d o
in d íg e n a . N o h e p e n e tr a d o c o m o e sp e c ta d o r in d ife r e n te e n n u estro s
p r o b le m a s d e la le n g u a e n A m é r ic a p o r q u e , a l tr a z a r la h is to r ia d e
la lite r a tu r a d e m i p a ís, h e p o d id o v e r c ó m o esa ex p a n sió n , le jo s
d e p e r ju d ic a r a la p u r e z a d e la len gu a, la e n riq u e c e , d á n d o le carác
te r e c u m é n ic o .— isaac j . barrera .
LA ACADEMIA SALVADOREÑA:
471
16
LA ACADEMIA FILIPINA:
E m o c io n a d a y c o n m o v id a , resu en a a q u í u n a v o z q u e p a r e c e
v e n ir d e m u y le jo s , a lz a d a d e s d e lo s ú ltim o s c o n fin e s d e l m u n d o .
E s, e n e l E x tr e m o O rie n te , la ú n ica v o z esp a ñ o la . E s, e n a q u e lla s
le ja n ía s, la v o z b e líso n a d e lo s q u e lu ch a n , d e lo s q u e fo r c e je a n
p o r c o n se rv a r e n a q u e lla s tie r r a s e l le g a d o e sp a ñ o l, c o m o se h a
c o n se rv a d o e n lo s p u e b lo s d e la H isp a n o a m é ric a .
L a D e le g a c ió n f ilip in a n o h a a p o r ta d o , e n v e r d a d , d u r a n te e l
C o n g reso n a d a q u e lim p ie , f i j e y d é e s p le n d o r a l id io m a co m ú n ,
N o p u d o h a b e r h e c h o ta l a p o r ta c ió n p o r q u e n o s ó lo la A c a d e m ia
F ilip in a , s in o ta m b ié n to d o e l p e q u e ñ o m u n d o d e la h is p a n id a d
f ilip in a se h a lla p r e s a d e u n a o b se sió n : la o b s e s ió n d e n u e stra p r o
p ia s u p e r v iv e n c ia c o m o fu e r z a p r o p u ls o r a e n la c o n s o lid a c ió n d e
n u e stra p e r s o n a lid a d c o m o p u e b lo y c o m o n a ció n .
M i p a ís es, e n e l A sia , c o m o c a b e z a d e p u e n te te n d id a s o b r e la
in m e n s id a d d e l P a c ífic o ; e l m a r s in p la y a s q u e c o n te m p la r o n co n
p a s m o lo s o jo s d e N ú ñ e z d e B a lb o a d e s d e la s c o sta s d e A m é ric a ;
e l m a r q u e c o n tu v o su s re b e ld ía s , p a r a q u e s o b r e su s olas, m ila
g r o sa m e n te am an sadas, p a sa ra n la s c a ra b e la s d e M a g a lla n es, p o r
q u e e n lo c im e r o d e sus n a v e s fla m e a ra n la s b a n d e ra s d e la C ru z.
M i p a ís e s la a v a n za d a d e la c iv iliz a c ió n c ris tia n a e n é l O rie n te , y
p o r q u e es la a v a n za d a h a ju r a d o m o r ir a n te s q u e r e n d ir s e a las
fu e r za s e n e m ig a s d e C ris to y d e la H isp a n id a d .
Y a h a b ía m o s a c e p ta d o c o n a le g ría e l sa c rific io . E n to d a lu ch a
s ó lo s e tr iu n fa c u a n d o a lg u ie n se o fr e c e e n h o lo c a u sto . P e r o h e
a q u í q u e n u estro s h e rm a n o s d e A m é ric a , h a c ie n d o s u y o é l c o ra je
d e E sp a ñ a , a c u d e n e n n u e stro so co rro .
¡Q u é m e n o s p o d e m o s h a c e r q u e p r o n u n c ia r a q u í esta s p a la b ra s
d e a g r a d e c im ie n to y d e c o m p r o m is o ilim ita d o !—antonio abad .
LA ACADEMIA GUATEMALTECA:
472
Congreso de la capital de España. Queremos reconocer el estímulo
que nos h a dado esta Asamblea de defensores ilustres de nuestro
idiom a, y asegurar a nuestros compañeros y amigos que luchare
mos todos los m iem bros de nuestra Academia po r la conservación
y pureza de la herm osa lengua, que m antiene a través de la dis
tancia la unión y comprensión del hispanismo.— adrián rec in o s .
LA ACADEMIA HONDURENA:
LA ACADEMIA MEJICANA:
473
caudalosa. Ya anteriorm ente lo dijo aquel historiador de las Indias
contemporáneas, Francisco López de Gomara, al sentir con naturali
dad el hecho notorio y característico del castellano: “A taja gran
des razones con pocas palabras.”
A quí, con pocas palabras, habría que atajar las grandes razones
que nos congregan y nos alborozan, porque aprietan nuestros cono
cimientos y vivifican nuestro diálogo, ensanchan nuestra am istad y
tonifican nuestra esperanza de una común tarea, cada día más
tensa y m ás fértil, para poner en alto la limpieza, la unidad y el
esplendor de nuestro idiom a; cubre el panoram a de la cultura
universal, form a veinte pueblos y da millones de hombres, que
saben con certera intuición que al defender su lengua defienden
su alma.
Vehículo es la lengua, como el automóvil, y, como el automó
vil, necesita freno y acelerador. Sin freno, el despeñadero; sin
acelerador, la inam ovilidad. E n ambos casos, la frustración del
vehículo. P ara la plenitud de su servicio hay que concertar con
fino tacto el freno y el acelerador, la prudencia y la osadía. Y yo
no quiero ocultar, qué, en ese automóvil ignorado, la cardinal
prudencia y el corazón se m e van por los caminos de la osadía.
Osadía, gran p alabra española, presente en el arte como en la
guerra.
Innovadores fueron nuestros clásicos, fervientes en el brío del
idiom a y en todo artístico arrojo, y la intrepidez, tim bre de la
raza, tom ó carne en nuestra lengua intrépida entre todas, libérri
ma, sin tacha, genio metafórico a fuerza de elipses e hipérboles,
desgarro popular y fausto regio, lacónica preñez, chorro de dichos
y refranes, tropel de autores e idiotismos, opulencia desenfrenada,
m ultiform e. Esta riqueza orgánica entrañable, sanguínea, de la len
gua la tenemos olvidadísima, y aprenderla no es cosa de recursos
externos, sino de com penetración vital y de em paparse en los clá
sicos españoles, y jun to a toda lectura actual y extranjera, reser
vando sitio diario a la lectura de nuestros grandes. Cuéntase de
Menéndez Pelayo que no dejaba día sin repasar siquiera una pá
gina de fray Luis de Granada, y esta fam iliaridad con los maestros
de antaño da la clave de aquel estilo suyo, anchuroso, nutrido, sáti
ro, caliente, cuajado de esencias psicológicas y ritos hispánicos.
Que se m e disculpe la defensa del idioma, no con espíritu de
intem perancia, sino con espíritu de intem perie, al aire y al sol,
como el automóvil, concertada con otros medios m últiples, que
ningún lexicógrafo h a de desdeñar. La suma defensa del idioma
está en conocerlo, saborearlo y sentirlo, para poder defenderlo en
474
otras obras que sirvan para aum entarlo por crecimiento orgánico
y no por nuestra yuxtaposición; para hacer de él frutos nuevos
fieles al tronco viejo; p ara abarcar con el señorío de su cuño toda
intención; p ara fu n d ir toda conquista en la unidad de su Im perio.
ALFONSO JUNCO.
LA ACADEMIA NICARAGÜENSE:
Y a e s c o s tu m b r e e n A m é r ic a e l m ir a r h a c ia E sp a ñ a . C a d a v e z
q u e n e c e sita m o s d e fe n d e r a lg u n o d e lo s v a lo re s fu n d a m e n ta le s d e
n u e stra c o m jin a l c u ltu ra , in s tin tiv a m e n te in te r ro g a m o s a l O r ie n te ,
p o r q u e e l s o l sa le p a r a A m é r ic a e n e sp a ñ o l, y s ie m p r e es p o s ib le
e n c o n tra r u n n u e v o a lie n to y u n n u e v o im p u ls o e n e l a m a n e c er.
D e sp u é s d e c u a tr o s ig lo s d e r e c ib ir , a b s o rb e r, e je r c ita r y a u m e n ta r
e l id io m a q u e d a e x p re s ió n y u n id a d a n u e stro s p u e b lo s a m e ric a
n os, h a to m a d o fu e r z a y co n c ien cia c a d a v e z m a y o r e s la n e c e s id a d
d e c o n se rv a r la p u r e z a y la u n id a d d e esa len g u a , q u e p e r m i te a
n u e s tr o p e n s a m ie n to e l g o c e e c u m é n ic o y c a si a n g é lic o d e p e r e g r i
n a r p o r u n a d e la s tr e s o c u a tr o g ra n d e s g a la x ia s id io m á tic a s d e
la H u m a n id a d m o d e rn a . Y e n to n c e s m ir a m o s h a c ia E sp a ñ a , y d e
E sp a ñ a su rg e h o y e s te C on greso, q u e y o lla m o — a l r e p a sa r su s co n
clu sio n es— u n P e n te c o sté s h u m a n o , u n a lie n to v ita l e n e l “d o n d e
len g u a s ” d e n u e stro s p u e b lo s , u n e n c e n d e r e l fu e g o n u e v o e n e l
id io m a d e la H is p a n id a d .
P o r q u e h e m o s c o m p r o b a d o q u e e stá n m á s v iv a s q u e n u n c a las
d o s fu e r za s q u e h a n d a d o a l c a ste lla n o su c a lid a d y su e x te n s ió n ·
la fu e r z a c re a d o r a y la fu e r z a c o n serv a d o ra . H a n d a d o s u s a b id u
r ía y s u p o e s ía n o s ó lo e l q u e f ija le y e s y p o n e té r m in o s a lo s
abu sos, sin o , a d e m á s y d e p r e fe r e n c ia , e l c re a d o r , e l r e n o v a d o r , e l
n o m b r a d o r d e n u e v o s m u n d o s y e l c o n q u is ta d o r d e n u ev a s y b ie n
v e n id a s r iq u e z a s v e r b a le s. P o r q u e n u e stra le n g u a se h iz o lo g ra n d o
la lib e r ta d e n la u n id a d e n u n a d o b le e m p re s a d e ju v e n tu d y d e
e x p e rie n c ia .
P o r eso, a l tr a za r a n te v o so tr o s la p a la b r a n ica ra g ü en se, h e sen
tid o q u e m e lle g a d e esa g a rg a ñ ta d e A m é r ic a , q u e es m i p a tr ia ,
la v o z d e l m á s g r a n d e m a e stro d e m i id io m a n a ta l, d e R u b é n
D a río , q u ie n n o s d ió a y e r y n o s d a h o y d e n u e v o la d o b le c o n sig n a
d e la la b o r a c a d é m ic a : “E n e s p ír itu u n id o s — d ic e , y r e p ite — : E n
e s p ír itu y a n sias y le n g u a .”
E sa r e p e tic ió n d e la p a la b r a “ e s p ír itu ” es u n a in v o c a c ió n sagra
d a a l e s p ír itu c re a d o r, q u e n o s a b r e la lib e r ta d , y a l e s p ír itu con
se r v a d o r, q u e n o s re ú n e e n la u n id a d .— pablo antonio cuadra .
475
LA ACADEMIA PANAMEÑA:
LA ACADEMIA PARAGUAYA:
476
g ra n p o lític a d e l m u n d o , sin o su s s e r v id o re s , fig u ra n d o , c o m o d ijo
M a r tín F ie rro , e n to d a s la s lista s m e n o s e n la s d e p a g o . F e liz m e n te ,
p o d e m o s a fir m a r a h o ra q u e s e ha c u m p lid o la p r o fe c ía d e l Idearium
d e G a n iv e t: “L o s p u e b lo s d e l m u n d o d e B o lív a r y d e S a n M a r tín
s e h a n c u r a d o d e fin itiv a m e n te d e la e sc a rla tin a c o sm o p o lita , y v e n
e n lo h is p a n o e l a g lu tin a n te id e a l d e la r a z a ”
E s n e c esa rio y fu n d a m e n ta l q u e p la tiq u e m o s c o n tin u a m e n te
s o b r e lo s d e s tin o s d e l d ila ta d o r e in o d e n u e stra s n a c io n e s h isp a n a s,
q u e s e c o n s o lid a y a fir m a a m e d id a q u e lo s o tr o s s e d isg re g a n y se
d e sp lo m a n . Q u e, c o m o q u ie r e L a in E n tra lg o , n u n ca s e r o m p a e l
d iá lo g o e n tr e lo s h o m b r e s q u e r e z a n e n c a ste lla n o .— ju l io césar
CHAVES.
LA ACADEMIA PERUANA:
477
E l romanticism o apareció luego en España (influencia nórdica
o reviviscencia o consonancia con veneros soterraños de la estirpe,
no im p o rta). Vuestros adm irables poetas románticos, vuestros nove
listas y la elocuencia de vuestros oradores realizaron la reconquista
intelectual de América. E n tierra peruana, en que Ojeda esculpió
las inm ortales octavas de su C r is tia d a y a la que Garcilaso, nostál
gico y distante, volvió su espíritu para evocar las hazañas de sus
abuelos incas, describir la tierra y relatar las empresas de los con
quistadores, fundiéronse por el crisol de la lengua, la gracia cas
tellana y la m alicia criolla, para crear un nuevo género literario:
la tradición. Venero de leyendas y de recuerdos, episodios y anéc
dotas, sátira e ironía, todo lo fundió Ricardo Palm a genialmente,
p ara expresarlo en giros en que vive el Cervantes de las novelas
ejem plares y el decir de las novelas picarescas.
Eligieron nuestra lengua para su mensaje, la severidad de la
estepa castellana, el hálito del m ar Cantábrico, la alegría de las
vegas andaluzas; tam bién la escogieron para decir el suyo, la m a
jestad de los Andes, la nudez soleada de las punas, la adustez
ascendente de las quebradas serranas y la sonrisa de los valles
costeños, la am plitud de los ríos y la infinitud de las pampas.
Vino a nosotros en la gesta creadora del descubrimiento y florece
y esplende en la gesta afirm adora de la libertad. Otros pueblos,
en lenguas claras o sutiles, expresarán las leyes de la N aturaleza;
pero Dios reservó a España decir en frases sutiles y en versos
divinos las sendas distintas para llegar a Él.
Lo habla más que un im perio, más que una alianza de pue
blos, u n m undo que une a América, Europa y Asia, anuncio y
prenda de la Ecúm ene que es el alma de su alma. Y este m undo
conservará su lengua si conserva su espíritu, y nuestra obra, al
depurar la lengua, acendrará el espíritu en prodigiosa reciproci
dad. H a sonado en el reloj de los siglos la hora del m undo his
pánico. La defensa de Occidente requiere la geografía de España
y los recursos de Am érica y, por encima de ellos, el valor, la fe y
el heroísm o de nuestros pueblos. Y si viniera una paz por un
m ilagro de comprensión y de arm onía, ella tendría que inspirarse
en la igualdad de la raza que proclamó y practicó España, en la
conciliación y la consulta de las augustas Asambleas de Panam á
y de Lim a; en la realización de todos los principios que descu
b rió el genio español. N inguna lengua más digna que la española
para anunciar al m undo, cansado y envejecido, el evangelio de paz.
VÍCTOR ANDRÉS BELAÚNDE.
478
ΙΑ ACADEMIA PUERTORRIQUEÑA:
S e h a lla m a d o a P u e r to R ic o p r o v in c ia e s p ir itu a l d e E sp a ñ a y
lo es, e n e fe c to . M á s d e m e d io s ig lo lle v a m o s d e ín tim a s re la c io
n e s p o lític a s , c u ltu ra le s y c o m e rc ia le s c o n lo s E E . U U ., y to d a v ía
h a b la m o s c o n s o ltu r a y sin g u la r d e v o c ió n e l id io m a d e C e rv a n te s.
E l e sp a ñ o l e s p a r a la in tim id a d d e l h o g a r, p a r a h a b la r c o n D io s,
p a r a c a n ta r a la p a tr ia y a la m u je r , p a r a h a b la r n o s a n o so tro s
m ism o s; e l in g lés, p a r a las lu c h a s c o m e rc ia le s, p a r a e n te n d e rn o s
c o n n u e stro s c o n c iu d a d a n o s d e l N o r te .
S o m o s c iu d a d a n o s n o rte a m e ric a n o s le a le s, e n la p a z y e n la
g u e rra . C o n g e n e r o s id a d e sp a ñ o la y a ltr u is m o n o r te a m e ric a n o d e
r ra m a m o s n u e s tr a sa n g re e n C o rea . N o h a y , e n n u e s tr o a m o r a
E sp a ñ a y a n u e s tr o id io m a v e rn á c u lo , d e s le a lta d a esa c iu d a d a n ía
n o r te a m e ric a n a q u e lle v a m o s c o n a rro g a n cia e sp a ñ o la .
E l e s c r ito r h isp a n o a m e ric a n o A r tu r o L a re s d ic e e n la r e v is ta
Hélices: “M a s ¿ q u é h a s u c e d id o d e sp u é s d e c in c u e n ta a ñ o s d e d o
m in a c ió n n o rte a m e ric a n a ? Q u e lo s p u e r to r r iq u e ñ o s , d a n d o p r u e
b a s d e u n a p e r s o n a lid a d ú n ica y d e u n a m o r , p o r su s tr a d ic io n e s
y su o rig e n , c u y a in te n s id a d es c a d a v e z m á s c r e c ie n te , s in m e n o s
p r e c io d e l in g lés, a l q u e c o n sid e ra n u n a n e c e sid a d , han conservado
intacto el español, cultivándolo orgullosamente, defendiéndolo
como uno de sus más preciados tesoros con el fuego sagrado que
inspiran sólo los grandes afectos.”
D ic e N a v a rr o T o m á s q u e “P u e r to R ic o p o d r ía se r u n a d e las
re g io n e s d e A m é r ic a d e le n g u a je m á s lim p io y r e fin a d o s i e l p r o
b le m a c u ltu r a l q u e p e r tu r b a a l p a ís lle g a ra a re s o lv e r s e c o n a c ie r to
y fortuncú‘>. S i lo s p u e r to r r iq u e ñ o s h e m o s c o n se rv a d o n u e s tr o id io
m a e n circ u n sta n cia s a d v ersa s, se ñ a l es d e q u e lo a m a m o s y lo
c u ltiv a m o s c o n e sm e ro , y s i lo p r e fe r im o s a lo s d e m á s id io m a s ,
es p o r q u e d u r a n te la n iñ e z lo m a m a m o s c o n la le c h e , y s i tie n e
ta n m a te r n a l o rig en , se r ía c r im e n im p e r d o n a b le d e ja r lo a m e r c e d
d e lo s b á rb a ro s, p o r q u e , e n c o r r o m p ié n d o s e e l id io m a , s e c o rr o m
p e r á ta m b ié n e l p u e b lo q u e lo h a b la y lo s ie n te y lo a m a .— Wa sh
ington l lo r én s .
479
rem itiendo a España indios e indias de la Española a que apren
diesen el castellano y luego volviesen a la Isla a hacer de intér
pretes. E l inm ortal m arino, por su piarte, como observa el maes
tro Menéndez Pidal, desde que escribe sus maravillosas descrip
ciones de la Española, abandona su lengua m aterna y elige defini
tivam ente a España como patria lingüística. Y ya en el Diccionario
de N ebrija, al siguiente año del Descubrimiento, hay voces de la
Española, “campo de aclim atación donde empezó la lengua cas
tellana a acomodarse a las nuevas necesidades”, como apuntara
Cuervo.
M ientras Colón ensancha, como el Cid, los dominios de Cas
tilla, N ebrija im prim e su Gramática, con ansias de engrandecer
su patria y darle, como decía, “una lengua definitiva para im poner
con ella sus leyes de vencedor a los pueblos bárbaros que con
quisten...”, anticipándose a Solórzano en la dedicatoria de su P o -
lític a in d ia n a a Felipe IV “ que ninguno hubo bien advertido que
no procurase extender su idiom a donde su Im perio”.
Esa organización del idiom a no fué ajena a la Isla. Una cédula
de 1513 dispuso que los hijos de los caciques de la Española
fueran enseñados en el arte de la gramática por el bachiller H er
nán Xuárez, digno de nuestro recuerdo. Allá se reacciona contra
el latín. E l poeta Lázaro B ejarano fué condenado a leer durante
largo tiem po sólo la B iblia; su pecado fué decir que la Sagrada
Escritura debía estar en español, no en latín.
Con la pérdida de la unidad política de la Isla, perdióse la
unidad del idioma. Hombres de otras razas irrum pieron en el
occidente de la Isla y la escindieron en dos colonias desligadas por
la diversidad de costumbres y de idioma, como lo recuerda Iriarte
en una de sus fábulas. E l T ratado de Basilea nos convirtió en
colonia de Francia, y luego la dominación haitiana produjo en
Santo Domingo el desplazamiento de nuestro idiom a como si los
dom inadores ignorasen las palabras de N ebrija a la Reina Ca
tólica: “Que siem pre la lengua fué com pañera del Im perio.”
Entonces, en lo recóndito del alma dominicana, la hispanidad
ofendida por la lengua y las costumbres extrañas se transm utó en
ansia de libertad. N uestra lengua fué el arm a y distintivo, encar
nación de patria, “prenda de nacionalidad y signo de raza”, como
la llam a Menéndez Pelayo; “vínculo de fraternidad”, como la
llam a Andrés Bello.
D ram ática lucha de veintidós años en defensa del idiom a: mas
al fin quedó lib re la Jerusalén española, y la lengua de Castilla
salió ilesa del cautiverio.— e m iiio rodríguez dem orizi .
480
LA ACADEMIA VENEZOLANA:
L a D e le g a c ió n d e la A c a d e m ia V e n e zo la n a se rá p o r ta d o r a f ie l
d e la s d e c isio n e s d e e s te C on greso y r e ite r a r á a n te a q u e l O rg a n is
m o las id e a s d e d o c tr in a e n q u e e lla s se fu n d a n , a s í c o m o la s ra zo
n e s d e o r d e n p r á c tic o q u e la s h a c e n a c o n se ja b le s.
B ie n c o n o c id a s son y a d e n u estro s co leg a s v e n e z o la n o s las c ir
c u n sta n c ia s q u e d e te r m in a n e s te g ra n m o v im ie n to e n c a m in a d o a
la d e fe n sa d e n u e stro id io m a . D e e llo se h a h a b la d o m u c h o e n
n u e stro s p a ís e s y a u n se h a lle g a d o a f o r ja r p o r a llá , a p r o p ó s ito
d e la a c titu d a c a d é m ic a e n re la c ió n c o n e l le n g u a je d e l p u e b lo , u n a
im a g e n h istó ric a , seg ú n la c u a l la s v ic is itu d e s d e l c a ste lla n o e n
A m é r ic a p u e d e n e q u ip a r a rs e c o n las d e l la tín e n la E u r o p a d e l
s ig lo X I I .
A lg o h a y d e v e r íd ic o e n esa im a g e n . Lánguidas, seg ú n la cer
te r a e x p re s ió n d e l señ o r A m e z ú a , y c a si a b s tra íd a s e n u n a r e a lid a d
q u e , p o r fo r tu n a , n o es ta n a m e n a za d o ra c o m o s u p o n e n a lgu n os,
n u e stra s A c a d e m ia s s e tr a za r o n u n a c o n d u c ta q u e o fr e c ía c ie r ta
s e m e ja n z a c o n la d e lo s m o n je s d e la E d a d M e d ia . D e n tr o d e e sta
m o d a lid a d ta n p o c o re a lista — e n p a r te , p o r la p e c u lia r c o n c e p c ió n
q u e se tu v o d e la p u r e z a id io m á tic a y , e n p a r te , p o r b ie n co n o c id a s
v ic is itu d e s d e c a rá c te r h is tó r ic o — lo c ie r to e s q u e h a sta é p o c a m u y
r e c ie n te a q u é llo s fu e r o n o rg a n ism o s m á s o m e n o s in e r te s q u e p r e
fir ie r o n d e ja r a la R e a l A c a d e m ia E sp a ñ o la u n a in m e n sa la b o r
y u n a h is tó r ic a r e s p o n s a b ilid a d q u e c o r r e s p o n d ía p o r ig u a l a to d a s
la s d e su e sp e c ie . P o r fo r tu n a esa m o d a lid a d h a c a m b ia d o , y p r u e
b a d e e llo so n e sto s C on gresos, d e lo s q u e v e m o s su rg ir id e a s y
n o rm a s n u e v a s q u e te n d r á n la v ir tu d — a sí lo e sp e ra m o s— d e con
v e r tir o rg a n ism o s a n te s p a siv o s, e n v e r d a d e r a s c é lu la s v iv a s , en
sere s se n sib le s, c a p a ce s d e r e f le ja r la s e m o c io n e s v ita le s d e la c u l
tu ra .
L o s a m e ric a n o s q u e h e m o s a sistid o a e s te m a g n ífic o á g a p e d e
la c u ltu r a h is p a n o h a b la n te n os lle v a m o s d e é l la e m o c ió n d e h a b e r
v is to b r illa r a q u í, u n a v e z m ás, lo s n o m b r e s d e B e llo , C aro, C u e r
v o , B a r a lt y o tr o s in sig n es h a b lista s n a c id o s e n n u e stra s tie r r a s «
N o q u e rría m o s, s in e m b a rg o , m a rch a rn o s d e a q u í s in r e c o r d a r a
o tr o c o m p a tr io ta : a C e c ilio A c o sta , ilu s tr e h u m a n ista , e s c r ito r d e
a lto e s tilo y c r ític o d e sin g u la r m a d u r e z id io m á tic a , a q u ie n la
A c a d e m ia E sp a ñ o la a co g ió c o m o su m ie m b r o c o r r e s p o n d ie n te
e n 1869. I n c o rp o r a d o , p u e s, a e sta s a b ia c o m u n id a d u n a ñ o a n te s
q u e la A c a d e m ia E sp a ñ o la re c o m e n d a r a la fu n d a c ió n d e su s filia le s
a m erica n a s, A c o s ta n o só lo fu é u n in fa tig a b le c o la b o r a d o r e n la
481
ta r e a d e p u r ific a r y r e n o v a r e l id io m a , sin o u n c o n v e n c id o p r o ·
p u g n a d o r d e la s id e a s q u e h o y v e m o s tr iu n fa r e n e ste C on greso.
E l p r e v io la n e c e s id a d d e a c u d ir a la d e fe n s a d e l c a ste lla n o n o
c o m o u n m o v im ie n to e x c lu y e n te y a u to r ita r io , sin o c o m o u n a á g il
fu n c ió n s o c ia l c o m p e n e tr a d a d e la s e m o c io n e s m á s v iv a s y d e la s
n e c e sid a d e s m á s p r á c tic a s .—DÍAZ Sá n ch ez .
EL GOBIERNO DE ESPAÑA:
482
recer juntos, colectivamente, en esta com unidad de naciones para
bien de todos los pueblos. Gracias, pues, singularm ente por este
gran servicio que habéis prestado a nuestra causa.
Y, por últim o, amigos, una palabra de adiós que no la en
cuentro m ejor para vosotros, caballeros andantes del ideal de
nuestra cultura hispánica, que aquella que Pablo de Tarso d iri
gió a los corintios; Pablo de Tarso, a quien nuestro Cervan
tes llam aba “el caballero andante de Cristo”, cuando les decía:
“Encarecidam ente os ruego que habléis todos y siempre un mismo
lenguaje; que no haya cisma n i escisión entre vosotros.” Y estoy
seguro de que más que un ruego esto será un feliz augurio.—Alber
to m artin a r ta jo , M in is tr o d e A su n to s E x te r io r e s d e E sp a ñ a .
483
LOS ACADEMICOS HISPANOAMERICANOS
EN EL CONGRESO DE MADRID
LOS ACADEMICOS HISPANOAMERICANOS
EN EL CONGRESO DE MADRID
chilenos.
Vázquez MACHicADO, H u m b e rto . —El Chilenas de la Lengua y de la Histo
jefe de la Delegación boliviana en el ria y de la Sociedad Chilena de His
Congreso ocupa boy día el cargo de toria y Geografía. D irección actual:
tesorero y secretario de la Academia Academia Chilena de la Lengua. SA N -
Boliviana de la Lengua. D irección ac TIA C O DE C H IL E .
tu a l: Academia de la Lengua. LA paz.
S T R A B O N i, R o q u e Esteban. —Na
ció en Puente Arenas (Chile) en 1914.
sca rpa
h is p a n o a m e r ic a n o s
C H IL E .
C O L O M B IA
—Periodista y es
R a ú l.
, Eduardo. —Consejero cultu
s il v a ca stro ,
critor, nacido en Santiago de Chile en carranza
489
to “Caro y Cuervo” nació en 1909, y líticas y Sociales de Filadélfia. Perte
cursó estudios de Filosofía y Letras, nece a la Sección de Estudios Ameri
doctorándose por la Universidad Jave* canistas de la Universidad de Vallado-
riana. Es asimismo docente de la Uni lid y a diversas asociaciones profesio
versidad Pedagógica Femenina de Bo nales y de cultura españolas e hispano
gotá. Autor de una bibliografia de Ru americanas. En 1951 fué jefe de la De
fino José Cuervo, ha publicado las legación costarricense en el Primer Con
Obras co m p leta s del famoso lexicógrafo greso de Academias de la Lengua Es
colombiano y un estudio crítico bajo pañola en Méjico. Es autor de numero
el título de B e llo e n C olom bia. Es sas obras de carácter jurídico e histó
miembro del Instituto Colombiano de rico. D irección actual: Academia Cos
Cultura Hispánica. D irección actual: tarricense de la Lengua, san jo s é de
, Joaquin. —Académico de
vargas coto
, E steban. —Miem
. . , A u relio . —Es rec
r o d r íg u e z h errera
, M a n u e l A lfo n so . —Médico-
cirujano por la Universidad de El Sal
fagoaga
.—
CEV A LLO S, G u illerm o actual de la Academia Salvadoreña de
Nació en Quito en 1892. Bachiller en la Lengua nació en 1891. Es doctor en
bu sta m a n te
de la Len
CIUDAD Q U E Z O N .
gua nació en Antigua Guatemala en
1886. Es licenciado en Derecho, ex mi
c ó m e z , G u illerm o . — El jefe de la De
nistro de Relaciones Exteriores, y ha re
legación filipina en el Congreso de Aca de Francia, aEspaña,
presentado su país en las Embajadas
Italia y EE. UU. Es
demias de Madrid es director de la Fi presidente de la Sociedad de Geografía
lipina y uno de los más destacados e Historia. D irección actual: Quinta
defensores del castellano en las islas Avenida, 243 (Zona 1). G
orientales. D irección a ctu a l: E l D ebate. uatem ala .
m a n il a .
HONDURAS
—Bachiller
L o ren zo .
, E ufem iano. —El s e
Pérez Y TUELLS,
en Artes, dirige películas de carácter
cretario adjunto de la Academia Hon-
claros v á sq u ez
Honduras. Fue rector de este centro y bajos de la Delegación de su país en en los tra
presidente del Consejo Superior Uni el Congreso de Academias de Madrid.
versitario Centroamericano. Presidente Asimismo ha sido secretario de la se
de la Comisión Nacional de la Unesco. sión plenaria del Congreso celebrada el
Dirigió también el Instituto Hondureño 1 de mayo. D irección actual: Academia
de Cultura Hispánica. Es actualmente
vicedirector de la Academia Hondurena Mexicana de la Lengua, . . m é x ic o d f
M E JIC O
- , A r te m io de. —Cronista
v a l l e a r iz p e
, —El jefe de
A lb e rto M aría. de la Ciudad de México y académico
la Delegación mejicana en el Congre de número de la Mejicana de la Len
carreño
493
N IC A R A G U A vega bolaños , A n d rés. —El actual em
bajador de Nicaragua en Madrid per
, A d o lfo . —Graduado por tenece como individuo de número a la
Academia Nicaragüense de la Lengua.
-
el Instituto Pedagógico de Managua,
calero orozco
, P ablo A n to n io .— El
vas, Cardenal, Mejía Sánchez) que han
celebrado poeta y escritor nicaragüense,
cuadra cardenal
potenciado durante los últimos diez
personalidad cultural de signo hispá años la cultura hispánica en España y
nico muy acusada de nuestro tiempo, en América. Es miembro de número
pertenece como individuo de número a de la Academia Nicaragüense de la
la Academia Nicaragüense de la Len Lengua, en la que ingresó con un dis
gua. Fundador del “Taller de San Lu curso sobre los sonetos de Rubén. En
cas”, su obra poética y literaria, sus el Congreso de Madrid ha tomado par
conferencias y su intervención en Con te muy activa, siendo relator de la pri
gresos y Asamhleas jalonan su ohra en mera Comisión. También intervino en
pro de la lengua castellana y su con los debates sobre las obligaciones pro
tenido espiritual. D irección actual: Aca pias de cada Academia en el régimen
demia Nicaragüense de la Lengua. MA de Asociación interacadémica reciente
mente recomendado por el II Congre
NAGUA .
so. D irección actual: Academia Nica
rom ero , R a m ó n . —El miembro de la
ragüense. M ANACUA.
Delegación nicaragüense en el Congre
so de Madrid es académico y tesorero
de la Academia Nicaragüense de la PANAM A
desde 1954, su discurso de ingreso ver lifornia del Sur (EE. UU.), ejerce como
só sobre “El interamericanismo y la arquitecto en el Ministerio panameño
evolución de la cultura”. Ha dado con de Obras Públicas. En 1945 es profesor
ferencias de Derecho internacional ame de Diseño Arquitectónico en la Uni
ricano en la Sorbona y en las Univer versidad de Panamá y forma parte
sidades de Stanford, Tufts y George (1947-56) del equipo de arquitectos que
town. D irecció n a ctu a l: Academia Ni proyecta y construye la Ciudad Univer
caragüense de la Lengua. M .
anagua sitaria. Miembro de la Academia Pana
494
meña de la Lengua desde 1951, formó res, de Venezuela y de Bolivia. Es
parte de la Delegación de su país en miembro también de la Sociedad de
el Primer Congreso de Ácademias cele Historia y Geografía de Guatemala, del
brado en Méjico (1951). El mismo año Instituto Paraguayo de Cultura Hispáni
es nombrado ministro de Educación Pú ca y de la Real Academia de Ciencias
blica, y actúa como jefe de la Dele Morales y Políticas de Madrid. Durante
gación de su país en el Primer Con largos años ha efectuado estudios de
greso Cultural Interamericano de Mé investigación en diversos archivos y bi
jico. Es Premio Nacional de Poesía bliotecas del Paraguay, Argentina, Bo
“Ricardo Miró”. D irecció n a ctu a l: Aca livia, Uruguay y Río de Janeiro. D i
demia Panameña de la Lengua, . rección actual: Academia Paraguaya de
la Lengua,
pa n a m á
.
a s u n c ió n
is a z a , Baltasar. —Nació en
calderón
n u i z V E R N A C C i, E n riq u e. —Miembro de
jurídico y de la sociología. Ediciones
la Delegación panameña en el Congreso Cultura Hispánica cuenta en su fondo
de Academias de Madrid, pertenece a con L a síntesis v iv ie n te (1950), en la
la Academia correspondiente de la Len que se ban reunido algunos ensayos
gua en su país, en la que ocupa actual sobre filosofía de la cultura. Destaca
mente el cargo de tesorero. D irección asimismo E l P erú bajo el rég im en d e
actual: Academia Panameña, la C onstitución d e 1860. En el II Con
panam á .
greso desarrolló intensísima labor, par
ticularmente en la V Comisión en el
aspecto de la aprobada Convención de
PARAGUAY Academias. D irección actual: Academia
ch av es, J u lio —Presidente de
César.
Peruana, . l im a
495
, G u illerm o . —Miembro toria y de la Puertorriqueña de la Len
de la Comisión Permanente creada por
h o y o s o so res
, G eneroso E d u a rd o .—
registrar el habla popular contemporánea
Bachiller en Filosofía por la Universi del Uruguay, organizada por la Facultad
m orales M u ñ o z
de Humanidades.
dad Civil y Pontificia de Santa María cultad de Humanidades D irección actual: Fa
(Baltimore, EE. UU.) y “Artium ma* rrito, 73. y Ciencias. Ce
gieter” por la de Columbia de Nueva . m ontevedeo
496
VENEZUELA mero extraordinario de homenaje a su
poesía. Es académico desde 1949. D irec
DÍAZ Sá n c h e z , Ramón.—Nació en 1903 ció n actual: Wellingtonia, 3. Parque Me
en Puerto Cabello (Venezuela). Es miem tropolitano. MADRID.
bro de la Academia Venezolana de la
Lengua y electo para la Nacional de la Al o n s o , D ám aso. — Nació en Madrid
Historia. Ocupa el cargo de director de en 1898. Licenciado en Derecho y doctor
Cultura y Bellas Artes en el Ministerio en Filosofía y Letras, es catedrático de
de Educación. D irección actual: Aveni la Universidad de Madrid. Ha ejercido
da H. El Pinar, ca ra ca s . como profesor de Literatura y Lengua
Españolas en la Columnia University, en
sa n a b r ia ARCiA, Edgard. —Nació en Ca la Stanford University de California, en
racas en 1910. Tiene estudios de Cien Cambridge y en Berlín. Renombrado
cias Políticas y de Diplomacia y ejerce filólogo, cuenta entre su amplia biblio
como profesor titular de Literatura. Es grafía con obras de la talla de L a poesía
miembro de la Academia Venezolana de d e San Juan d e la C ruz, de E l lenguaje
la Lengua y correspondiente de las Aca poético d e G óngora y de los E nsayos
demias Colombiana y Mejicana. Indivi sobre la poesía española. Es Premio Na
duo de número de la de Ciencias Polí cional de Literatura (1927) y Premio
ticas de su país y profesor de la Univer Fastenrath (1944), de la Real Academia
sidad Central de Venezuela, de la Cató Española. Como poeta destacan sus obras
lica “Andrés Bello” y de la Universidad O scura noticia e H ijo s d e la ira. Es aca
norteamericana “Santa María”. Ha escri démico desde 1945. D irección actual:
to una biografía de Miguel Antonio Caro. Travesía del Zarzal, s/n. (Chainartín de
D irección actual: Castán o Candilito, 7. la Rosa). M a d rid .
CARACAS.
ca lv o s o t e l o , Joaquín. —Nació en La
YEPES t r u j il l o , R a fa e l —El jefe de la Coruña en 1905, e hizo estudios de De
delegación venezolana en el Congreso do recho. Fué secretario del Instituto No
Madrid nació en Maracaibo, y es en la cional del Libro y colaboró en los prin
actualidad director de Gabinete del Mi cipales diarios y revistas de Espana. Ha
nisterio de Hacienda. Cuenta con nume escrito numerosas obras dramáticas, re
rosos premios literarios, entre ellos 1 presentadas en España y en Hispanoamé
“Andrés Bello” de prosa, otorgado por rica. Ha dado conferencias en Argentina,
la Academia Venezolana de la Lengua. Chile, Uruguay y Brasil. En 1955 fué
Es individuo de número y actual secre nombrado académico de la Real de la
tario de la Academia Venezolana. D irec Lengua D irección actual. Velázquez, 11.
ció n actual: Academia Venezolana de la MADRID.
Lengua, ca ra ca s .
c a sa r e s , Julio. —Destacado crítico lite
rario y lexicógrafo, nació en Granada
ESPAÑ A en 1877. Fué representante de España en
la Asamblea de la Sociedad de Na
ALEiXANDRE, V icente. —Nació en 1900 en ciones y vocal de la Comisión permanen
Sevilla y cursó estudios de Derecho en te de la Junta de Relaciones Culturales.
Madrid. Publica sus primeros versos en Es secretario perpetuo de la Real Aca
la R ev ista d e O ccidente. Su primer libro demia Española de la Lengua desde 1939,
poético, A m b ito , se edita en Málaga, en a la que accedió en 1919. Conocedor per
1928, al que sigue Espadas com o labios, fecto de 18 lenguas europeas. Destaca
que aparece en 1932. Se le concede el mos entre su numerosa bibliografía lexi
Premio Nacional de Literatura al año cográfica su N u evo concepto d e l D iccio
siguiente, y a continuación aparecen La nario d e la L engua (discurso académico),
destru cció n o e l a m o r (1935), así como Cosas d e l lenguaje, el D iccionario ideo
P asión d e la tierra (1935), S o m b ra d e l lógico d e la L engua Española y su infor
Paraíso (1944) e H istoria d e l corazón me base de las N uevas norm as d e proso
(1955). La revista C orcel publicó un nú dia y ortografía (1952), cuyos comenta-
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ríos en Hispanoamérica se recogen en F e r n á n d e z ALMAGRO, M elchor.— Nació
estas mismas páginas. D irección actual: en Granada en 1893 e hizo estudios de
Felipe IV, 4. Ma d rid . Derecho en la Universidad granadina,
doctorándose por la de Madrid. Colabo
cossío, José M aría de.—Ensayista y crí rador de los principales periódicos y re
tico literario, nació en Valladolid en 1893 vistas españoles, destaca por su agudeza
e hizo estudios universitarios en la ciu crítica literaria y por su profundo cono
dad del Pieuerga y en la capital de Es cimiento de la historia contemporánea.
paña. Desde muy joven colabora en los En 1942 es elegido académico de núme
principales diarios y revistas españoles. ro de la Real de la Historia y jefe de
Jnnto a la crítica literaria eleva ciertas la Sección de Historia Contemporánea
manifestaciones lúdicas como la fiesta del Instituto de Estudios Políticos. En
de los toros a categoría literaria. Su tre su amplia bibliografía señalamos
personalíeimo estilo puede considerarse V id a y literatura d e V alle-Inclán (1943),
como ejemplo de la prosa contemporá L a em ancipación d e A m érica y su refle
nea española. Ha preparado ediciones jo en la conciencia española (1945) y
y comentarios de obra muy diversa de V id a y obra d e A n g e l G anivet, por cuya
clásicos y modernos. Todavía es recien obra le fué concedido el premio “Cha
te la edición de E l rayo q u e n o cesa, de rro Hidalgo” (1925). Es académico des
Miguel Hernández, en su segunda ver de 1950. D irección actual: Ayala, 61.
sión. Se ha hecho famosa su historia v MADRID.
antología de L o s T o ro s (194347). Elegi
do académico en 1947.—D irección ac F e r n á n d e z f l o r e s , W enceslao.—Nove
tu a l: «Ríos Rosas, 26. Ma d rid . lista de humor, periodista, nació en La
Coruña en 1886. Siendo redactor de
A B C , se hace popular con sus “Aco
d ieg o , Gerardo. —Nació en Santander
en 1896. Licenciado en Letras por la taciones rias de
de un oyente”, impresiones dia
las sesiones del Congreso. La
Universidad de Salamanca y doctor por Real Academia
la de Madrid. Es catedrático de Lite libros, y en 1934premia varios de sus
ratura desde 1920, y ha explicado en mico electo y toma posesión en acadé es nombrado
1945.
Soria, Gijón, Santander y Madrid, cuyo Sus obras se traducen a varios idiomas
paisaje y ambientes se han reflejado en y pasan al cine. La Editorial Aguilar,
la obra literaria del autor de A lo n d ra de Madrid, ha publicado sus Obras com
d e verdad. Sus conocimientos musicales
influyen igualmente en su creación poé pletas en cinco tomos. D irección actual:
tica. Es Premio Nacional de Literatura Alberto Aguilera, 12. m a d r id .
(V e rso s h u m a n o s) (1924-25), y su poe
g a rcía c ó m e z , E m ilio . —Arabista e his
sía representa el “creacionismo’' espa toriador destacado, nació en Madrid
ñol. Lo más característico de su obra en 1905. Es doctor en Filosofía y Le
está contenido en la P rim era antología tras en la Universidad Central, cate
d e m is versos (Espasa-Calpe). Es acadé
drático de
mico desde 1947. D irección actual: Co- tades de Letras de Granada Lengua Arabe en las Facul
varrubiae, 9. MADRID. y Madrid.
Premio Fastenrath 1931 de la Real Aca
demia. Es miembro de The Mediaeval
E iJ o ca r a y , L eo p o ld o .— El Patriarca Academy of America (Cambridge, Es
de las Indias Occidentales y obispo de tados Unidos) y de la Academia de
Madrid-Álcalá es académico de número Bellas Artes de Granada, y de Ciencias,
de la Real de la Lengua desde el 22 de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdo
mayo de 1927. D irecció n : San Justo, 2. ba. Es miembro del CSIC y del Insti
MADRID. tuto de Cultura Hispánica. Entre sus
obras de investigación arabista, desta
estr a d a Y a r n a iz , R afael. —Académi can los P oem as arábigos andaluces y
co electo en 25 de enero de 1945, tomó sus C inco poetas m usulm anes. Acadé
posesión el 24 de mayo de igual año. mico desde 1945, fué elegido en 1949
D irección actual: Lagasca, 6 6 . M a d rid . vocal adicto a la Comisión Administra
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tiva, siendo reelegido consecutivamente pañola y los cuatro tomos del E p isto
hasta el presente año. D irección actual: Su reciente fa
Isaac Peral, 1 M . . a d r id
lario d e L o p e d e Vega.
llecimiento representa una pérdida irre
parable para la labor común de las Aca
g a r c ía , F ederico. — Charlista
s a n c h iz demias de la Lengua.
insigne, nació en 1886 en Valencia. Ha
recorrido Europa y América pronun , P edro. —Catedrático de
ciando sus charlas. Es académico de la l a in e n t r a l c o
m arañón y p o s a d il l o
rección actual: Martínez Campos, 15. pem án, José María. —Nació en Cádiz
M A D RID . en 1898. Doctor por la Universidad do
Sevilla, practica con espontánea facili
M , Carlos. —El duque
a r t ín e z d e c a m p o s dad todos los géneros literarios. Es poe
de la Torre fué elegido académico el 2 ta, prosista de altura y autor dramático.
de junio de 1949 y tomó posesión el 29 Pronuncia innumerables conferencias
de enero de 1950. D irección a ctu a l: Ge muy celebradas, y en 1941 visita varios
neral Godet, 42. M . a d r id países sudamericanos. En 1935 alcanza
el Premio “Mariano de Cavia”. Su obra
m aura Y CAM AZO, G abriel. —Historia E l D ivin o Im p a cien te merece el Premio
dor y prosista, nació en Madrid en 1879. “Espinosa Cortina”, de la Academia'Es
Académico profesor de la Real de Ju pañola. En 1935 ocupa el sillón de aca
risprudencia. Académico de número de démico. D irección actual: Felipe IV, 9.
las Reales de la Lengua, de la Historia M A DRID.
y de la de Ciencias Morales y Políticas.
Autor de obras de investigación histó , Julio.— El reciente Premio
rey pa sto r
rica, entre las que destacan C arlos I I y de la Fundación “Juan March”, otorgado
500
por la Real Academia de Ciencias Exac COLABORADORES NO ASISTENTES
tas, Físicas y Naturales, une su condi
ción de sabio matemático al raro ta B A N C H , E n rique. —El miembro de la
lento de ser un divulgador científico Academia Argentina de Letras envió al
de su especialidad y organizador de los Congreso de Madrid una comunicación
estudios superiores, como demostró cu sobre el fenómeno lingüístico del des
la Universidad de Buenos Aires. En el arrollo de las siglas en los últimos
campo de la enseñanza de la Matemá años. Este estudio ha conducido a una
tica, Rey Pastor simplificó d|emostra- recomendación oficial de la Asamblea
ciones y generalizó y descubrió nuevos matritense, según la cual cada una de
aspectos de la docencia, llegando a des las Academias llevará un registro de
pertar el interés de los científicos por las siglas en uso en su respectivo país
los problemas docentes de la Matemá y la publicación de un libro que con
tica. Entre las numerosas obras del in tenga las listas registradas por la Real
vestigador, señalamos las más estricta Academia Española. También se reco
mente relacionadas con la enseñanza: mienda la conveniencia de publicar co
A n á lisis m atem ático, In tro d u cc ió n a la mo apéndice al D iccionario d e la L e n
M atem ática S u p erio r, R e su m e n d e las gua en sus futuras ediciones una lista
lecciones d e análisis m atem ático, A n á - de siglas nacionales y extranjeras. D i
lists algebraico, R e su m e n d e la teoría rección actual: Academia Argentina de
d e las fu n c io n e s analíticas y otras de Letras, buenos (R. Argentina).
a ir e s
d r id. .
é x ic o. d f
501
TORTOLO, A d o lfo .—El profesor y filó resolución que se incluye en este mis
logo cubano, correspondiente de la Aca mo número al final de la ponencia del
demia Cubana de la Lengua en Matan señor Tortoló. Los argumentos princi
zas, ba aportado al Congreso de Ma pales de este trabajo fueron expuestos
drid un importante estudio sobre “La a la Asamblea por el secretario per
legitimidad gramatical del seseo hispa petuo de la Real Academia Española.
noamericano”, cuyo resultado es el re D irección actual: Academia de la Len
frendo oficial del Congreso, según la gua. MATANZos (Cuba).
502
INDICE GENERAL DEL VOLUMEN XXVII
P á g in a s
N U E S T R O T IE M P O
ARTE Y P E N S A M IE N T O
B R Ú JU L A DE ACTUALIDAD
N U E S T R O T IE M P O
A R TE Y P E N S A M IE N T O
g il novales
P áginas
B R Ú JU L A DE ACTUALIDAD
U N ID A D Y D EFEN SA DEL ID IO M A
433
Bu s t a m a n t e
p a n o a m e ric a n a ...............................
Go n z a l e z (Agustín) : M e n é n d e z P e la y o y s u la b o r e n las A c a
436
de a m ezú a
d e m ia s d e la L e n g u a ............................................................................................
(Julio César) : H o m e n a je d e H isp a n o a m é ric a a d o n M ig u e l d e
446
chaves
U nam uno .........................
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P in tu r a e sp a ñ o la c o n te m p o rá n e a , de M anuel Sánchez Camargo.
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E l in ca G a rcila so , por Aurelio Miró Quesada. M adrid, 1948.
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S a n A n to n io M a ría C la re t, A p ó s to l d e n u e s tr o tie m p o , por el
padre Tomás L. Pujadas. M adrid, 1950. 14 X 21 cm. 25 pe
setas.
B otánica :
F lo ra d e la r e a l e x p e d ic ió n b o tá n ic a d e l N u e v o R e in o d e G ra
n a d a , por José Celestino Mutis.
Tomo I : L a r e a l e x p e d ic ió n b o tá n ic a d e l N u e v o R e in o d e
G ra n a d a , realizado por E. Pérez Arbeláez, E. Alvarez Ló
pez, L. Uribe, E. Balguerías de Quesada, A. Sánchez Be
lla y F. de las Barras de Aragón. Prólogo de S. Rivas
Goday. Tamaño, 54 X 36 cm. Precio, 1.000 pesetas en
tela, con lomo y puntas de cuero; 1.050 pesetas en cuero.
Tomo X X V II: P a siflo rá c e a s y b eg o n iá cea s d e la r e a l ex p e
d ic ió n b o tá n ic a a l N u e v o R e in o d e G ran ada, por L. Uribe
Uribe. Tamaño, 54 X 36 cm. Precio: en tela, 1.625 pese
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DISTRIBUIDORA EXCLUSIVA
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P i z a r r o , 17 - M A D R I D