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Europa

de 1815 a nuestros días


NUEVA CLIO > La Historia y sus problemas vida política y relaciones internacionales
Colección fundada por
ROBERT BOUTRUCHE y PAUL LEMERLE Jean Baptiste Duroselle
y dirigida por Profesor de la Sorbona
JÉAN DELUMEAU y PAUL LEMERLE

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CAPÍTULO PRIMERO

La Europa de 1815

Los hombres que reconstruyeron Europa en 1814-1815 y los que


vivían bajo su autoridad estaban obsesionados por los palpitantes
recuerdos de la Revolución francesa y del Imperio. Desde 1789 en
Francia, y desde 1792 en Europa donde se desencadenaba la guerra,
todo el antiguo orden había sido sacudido hasta sus cimientos. No
cabe duda de que Napoleón restableció el orden, pero su sistema^ no
tenía nada que ver con el orden tradicional. Casi todos le consideraban
como el continuador natural de la Revolución.
En la propia Francia, donde había aplastado o atraído a los jaco-
binos y suprimido las libertades, los supervivientes de los viejos cua-
dros revolucionarios tendían a olvidar al tirano para evocar sólo
su obra. Su caída provocó una alianza de hecho —presentida por
Carnot durante los Cien Días— entre constitucionales, bonapartistas
y jacobinos. Los llamados independientes, pronto conocidos por libe-
rales (a partir de 1819), eran reclutados principalmente entre estos
dos grupos. Contrarios a la Restauración, olvidaban que habían
combatido entre sí y que sus objetivos divergían.
Había tal vez, entre los emigrados menos perspicaces, agrupados
en torno al conde de Artois, una facción que no había «aprendido ni
olvidado nada». Pero, en su conjunto, nadie había olvidado ni podía
hacerlo, y casi todo el mundo —en todo caso'los gobiernos— habíaj
aprendido mucho.
Así pues, la reconstrucción de Europa y la afirmación de los prin-
cipios internos de las Estados parten de los veinticinco años transcu-
rridos entre desórdenes y guerras.

1. Reconstrucción de Europa
Nuestro objetivo no es resumir aquí la obra del Congreso de
Viena ni de los tratados de 1814-1815, sino subrayar los nuevos rasgos
de la Europa resultante de estos hechos.
Sin duda alguna, todos los grandes negociadores fueron adver-
los partidarios de las «fronteras naturales», se reclutaron en las «izquierdas».
sarios de la Revolución, incluso, del lado francés, Talleyrand, que, Pero no tenían poder alguno y hubieron de limitarse a señalar la «traición» de
sin embargo, participó en ella. Pero sabían que la nueva Europa no los Borbones.
podía ser ya la de 1792. Era necesario prevenirla contra la catástrofe, En el resto del continente sólo se introdujeron dos modificaciones importantes.
pero también aprovecharse de los trastornos para acrecentar el poder En primer lugar, Rusia se expansionó a costa de Polonia. En adelante poseerá
Varsovia, y su territorio llegará, entre la Prusia oriental y el Imperio austríaco,
de los grandes Estados. Gentz y Talleyrand supieron formular clara- casi hasta la Europa Central. Ya en enero de 1815 será necesaria una coalición
mente esta doctrina. En primer lugar, restablecer la; «legitimidad», anglo-austríaco-francesa para obligarla a reducir sus pretensiones. El otro cambio
la de los soberanos. Pero, «en el orden de las combinaciones legítimas, fue absurdo: Noruega no quedaba ligada a Dinamarca, sino a Suecia.
atenerse con preferencia a las que puedan contribuir de la manera más De este modo, el mapa político de Europa se simplificó un tanto.
eficaz a establecer y mantener un verdadero equilibrio». Se utilizarán, Pero esta simplificación no tuvo en cuenta para nada un nuevo prin-
pues, con flexibilidad y en provecho de los grandes Estados, los dos cipio, que los norteamericanos y los revolucionarios franceses habían
principios: el uno moral y jurídico, el de la legitimidad, y el otro introducido en la historia: el principio de las nacionalidades. Y, sin
puramente práctico, el del equilibrio.
embargo, la ideología nacional tomó una consistencia y un vigor
Las principales víctimas de este proceso fueron los regímenes nuevos. En 1815 se creía que sólo Francia podría destruir eventual-
donde la legitimidad no era hereditaria: principados eclesiásticos mente los tratados. Y, en efecto, serán destruidos en su totalidad,
en Alemania, repúblicas aristocráticas de Venecia y Genova en Italia, aunque de una manera entonces insospechada: por la fuerza de las
y, como es natural, Polonia, que nadie intentó seriamente reconstituir nacionalidades, es decir, por aquella «opinión pública» cuya exis-
como Estado independiente.
tencia y vitalidad presintió Metternich, pero que se creyó capaz de
Así, en lugar de un «Sacro Imperio romanó germánico» de 350 yugular. Y ya que sólo Francia parecía amenazadora, elaboróse con-
Estados, se creó una «Confederación germánica» de 39 Estados, en tra ella un sistema embrionario de organización europea, que se
cuyo seno acrecentaron su influencia y sus territorios el Imperio conoce con el nombre de «Santa Alianza», así designado, en la época,
austríaco y, sobre todo, el reino de Prusia. por el lenguaje popular.
Prusia recibió una parte de Sajonia y, sobre todo, la casi totalidad de Re- En realidad, los historiadores —y entre los más recientes hay
nania, lo cual le iba a dar en adelante una frontera común con Francia. En que nombrar a Webster, Jacques-Henri Pirenne. y Bourquin a— han
Renania se explotaban ya, sin prever su futura importancia, los yacimientos
hulleros del Rhur y del Sarre. demostrado que la Santa Alianza, producto de los sueños del zar, era
Austria, que sólo pudo anexionarse algunos territorios alemanes renunció a poco consistente y que la verdadera realidad era la «Cuádruple Alian-
su antigua parte de los Países Bajos, demasiado lejanos e indefendibles, penetró, za», firmada en secreto el 20 de noviembre de 1815 entre Rusia,
en cambio, en los Balcanes y en Italia. En efecto, adueñóse de las provincias Inglaterra, Austria y Prusia contra Francia. Inglaterra había recha-
de la Dina napoleónica, babitadas por italianos, yugoslavos, eslovenos y croatas, zado su adhesión a la Santa Alianza por considerarla demasiado vaga.
y del reino lombardo-véneto en el norte de Italia. Los pequeños ducados al
sur del Po eran sus vasallos —incluso el de Parma fue cedido a la emperatriz Concluida en un principio «en nombre de la santísima e indivisible
María Luisa, princesa austríaca—. El resto de Italia sufrió pocas modificaciones. Trinidad» por un zar ortodoxo, un emperador católico y un rey lute-
Por otra parte, aún no existía una Italia políticamente hablando. Este nombre, rano, pronto se permitió el ingreso en ella de Francia y otras potencias
según Metternich, era una simple «expresión geográfica». Sólo el reino de Cer- menores. De hecho, se limitaba a proclamar la solidaridad —comple-
deña viose reforzado por la anexión de Genova y la recuperación de Saboya. Se
necesitaban buenos «Estados-tapones» a lo largo de la frontera francesa. tamente ficticia— entre los reyes. Mucho más eficaz fue la Cuádruple
El reino de los Países Bajos, que comprendía las Provincias Unidas, los an- Alianza, una alianza automática ante el caso de que un Bonaparte
tiguos Países austríacos y el obispado de Lieja, o sea Holanda, en su sentido volviera a subir al trono de Francia, y una promesa de consulta si
más amplio, y Bélgica, gobernada por la dinastía de Orange, era otro de esos la llama revolucionaria brotaba de nuevo en Francia. Su artículo 6.°
Estados tapones. Después de los Cien Días, la segunda parte del tratado de París
le concedió, a lo largo de la frontera francesa, una serie de fortalezas destinadas institucionalizaba el «concierto europeo», es decir, el concierto de las
a reforzar su defensa. grandes potencias, y preveía la celebración periódica de conferencias
De este modo, Francia, reducida a sus fronteras de 1792 —que, aparte Saboya, destinadas a examinar las medidas pertinentes para mantener la paz
son sus fronteras actuales—, viose sólidamente comprimida, en previsión de que y hacer respetar «los grandes intereses comunes». Esta estructura,
un posible regreso del usurpador, o de los jacobinos, pudiera lanzarla de nuevo
a la aventura de la expansión. Luis XVIII y los hombres de la Restauración se a decir verdad poco firme, una vez que hubo sido aceptada por el
declararon muy satisfechos. Los adversarios de los «vergonzosos tratados de 1815»,
.1. Véanse núms. 774, 778, 779.
ministro inglés Castlereagh, hubiera podido transformarse en una
verdadera organización internacional, pero Canning, sucesor de Cast-
lereagh, la convertiría en una organización, inoperante por temor a
que sirviera para facilitar la intervención en los Estados pequeños.
En todo caso, la primacía de las grandes potencias —los cuatro aliados
y más tarde Francia— estaba planteada con toda claridad.
El hecho de que España no fuese admitida en este concierto resul-
tará sorprendente. Pero para ella —y pronto para Portugal— la ruina
del viejo Imperio colonial era un evidente signo de debilidad. Ingla-
terra, que se había aprovechado de las grandes guerras para conquistar
a los Países Bajos, CeilánrEl Cabo y. algunas Antillas francesas, era
la única gran potencia colonial del mundo.
Vemos así esbozarse lo que será una de las grandes rivalidades
del siglo XIX: la de Rusia e Inglaterra.
Se ha creído demasiado a menudo que esta rivalidad era la del
«elefante y la ballena», es decir, la de la principal potencia conti-
nental contra la principal potencia marítima. Es un grave error de
interpretación. Después de la victoria de Waterloo, Inglaterra —cuyo
rey será soberano de Hannover hasta 1837— intentó asegurarse bases
de apoyo en el continente (Países Bajos, España, Portugal, reino de
Ñapóles). Rusia, por su parte, pretendía convertirse en potencia
marítima. En América del Norte poseía Alaska y la base de Bodega
Bay en California, al mismo tiempo intentaba penetrar en América del
Sur. El zar, que tenía varias hermanas, quiso casarlas en España y en
Holanda. Todas las miradas convergían hacia los Estrechos turcos
codiciados por los rusos, hasta tal punto que el sultán vio en la Santa
Alianza una sutil maniobra del zar, que bajo el estandarte de la
Cristianidad pretendía derrumbar el principal Imperio islámico.

2. La estructura interna de los Estados


Según el carácter que tomó en los diferentes países la expansión
revolucionaria e imperial, podemos dividir Europa en diversas zonas:
Las zonas «asimiladas», anexionadas al gran Imperio o muy
dependientes de él (reino de Italia) : en ellas, los derechos feudales
habían sido suprimidos, la igualdad establecida ante la ley, el código
napoleónico adoptado y la administración era un puro calco de la
francesa. / •• .
MAPA 1. Europa después de los tratados de 1815 Las zonas «de influencia», anexionadas indirectamente, pero en
las cuales las autoridades francesas habían eliminado el Antiguo
Régimen. Era la situación de la mayor parte de territorios alemanes
entre el Rin y el Elba, del gran ducado de Varsovia, del «reino de
Iliria» y del reino de Ñapóles.
Las zonas de «resistencia positiva» —esencialmente Prusia—,
cuyos dirigentes (Stein, Hardenberg) consideraron que el mejor medio tan sólo la autoridad suprema puede dar a las instituciones establecidas por ella
de reemprender la lucha contra Francia era poner en práctica amplias la fuerza, la permanencia y la majestad». Cuando «la violencia arranca conce-
siones gracias a la debilidad del gobierno» sucede todo lo contrario. En resumen,
reformas sociales (abolición de la servidumbre y de los derechos la legitimidad subsiste integralmente ya que se ba logrado «renovar la cadena
«feudales).
de los tiempos, interrumpida por funestas desviaciones».
Las zonas de «resistencia pasiva» —esencialmente Austria y Ru- ¿Cuáles eran, en 1815, los Estados constitucionales? Básicamente
sia—, donde la lucha contra Francia no se vio acompañada de nin- se extendían al noroeste de Europa. El reino de los Países Bajos tenía
guna reforma profunda: el sistema señorial se mantuvo en casi toda su «ley fundamental», redactada por una comisión real. La constitu-
Austria, y la servidumbre y el Tchin (nobleza ligada a la función ción sueca (la «forma de gobierno» de 1809) había sido impuesta
pública) en Rusia.
al rey por la aristocracia. El general francés Bernadotte, convertido
Finalmente Inglaterra —llamada desde 1800 «Reino Unido de en príncipe real de Suecia, la mantuvo. Cuando Noruega fue cedida
Gran Bretaña e Irlanda»—, que, por un lado, no fue nunca conquis- a Suecia, se sublevó y una Dieta votó una constitución a ejemplo de la
tada y, por otro, poseía ya un régimen lo suficientemente liberal para constitución francesa de 1791. Bernadotte intentó sustituirla por una
no sentirse nunca tentada de imitar a Francia. constitución «concedida», pero consideró más prudente, para poner
Este cuadro esquemático nos da una somera idea de las trans- fin a la guerra, aceptarla. Dinamarca seguía siendo una monarquía '
formaciones sociales internas o del relativo estancamiento de los absoluta.
Estados. Pero, en 1815, no responde en absoluto a los regímenes El caso de Alemania era sensiblemente distinto. El «Acta de Con-
políticos que habían adoptado. Hay que buscar otra clasificación federación» del 10 de junio de 1815, por la que se creaba el Deutscher
para definirlos. Bund, no se asemejaba en nada a una constitución, ya que su órgano
El criterio fundamental parecía ser la existencia de asambleas, único, la Dieta germánica (Bundesversammlung), no era elegido,
una de las cuales, al menos, era elegida. Este sistema procedía o bien sino compuesto por plenipotenciarios. Pero su artículo 13 alentó
de una tradición secular, como en Inglaterra, o bien de una consti- a los príncipes a constituir asambleas de Estado. Algunos príncipes
tución escrita. Pero, en 1815, no emanaron nunca de asambleas del Norte de Alemania siguieron tímidamente esta senda (Hannóver,
constituyentes, pese a los ejemplos franceses de 1791, 1793, 1795 Mecklemburgo, Sajonia, después Oldenburgo). El elector de Hesse-
y al ejemplo de la constitución española de 1812. Se trataba de cons- Cassel convocó una asamblea, pero la disolvió en 1816. Las únicas y
tituciones «otorgadas» por el soberano, como la «carta constitucional» verdaderas constituciones concedidas fueron las de los príncipes del"
francesa del 4 de junio de 1814. Pero si en la práctica la carta conce- Sur de Alemania: Baviera (1818), Badén (1818), Wurtemberg (1819),
dida alcanzaba los mismos resultados que la constitución votada., Hesse-Darsmtadt (1820), Nassau, Brunswick, y sobre todo el gran
desde el punto, de vista de los principios la diferencia era inmensa. ducado de Sajonia-Weimar, el único Estado alemán verdaderamente
El principio de la legitimidad y las prerrogativas reales no se resin- liberal.
tieron por la «concesión» de ciertas «libertades». Sin duda Luis XVIII Los restantes príncipes alemanes, principalmente los dos grandes,
no hubiera subido al trono si no hubiera concedido una constitución. el emperador de Austria y el rey de Prusia, mantuvieron la monarquía
Pero rechazó con mucho cuidado la constitución elaborada por el absoluta. En Italia, donde la ausencia de constituciones permitió que
senado imperial, considerando que el sistema constitucional emanaba el despotismo de los tiranuelos locales se desarrollase desmesurada-
únicamente de su generosidad. Hay pocas textos tan interesantes como mente, se implantó de manera sistemática. Tan sólo el gran ducado
el preámbulo de la carta. de Toscana practicaba en sus Estados la tolerancia de los «déspotas
ilustrados». Pero no había ningún texto que le obligase a ello.
«Consideramos que, si bien en Francia la autoridad residía por completo en
la persona del rey, nuestros predecesores no dudaron en modificar su ejercicio, En España, Fernando VII desde los inicios de su restauración se
a tenor de la evolución de los tiempos». De este modo, el rey se 'coloca en una dio buena prisa en rechazar la constitución de 1812 y restablecer el
continuidad tradicional. Concede una carta sólo debido a los «crecientes pro- régimen absoluto. Portugal fue gobernado durante varios años desde
gresos de las luces», al «deseo de nuestros subditos» y a la «esperanza de la Euro- 1813 por un «regente», el general inglés Beresford, sin ningún tipo
pa ilustrada». Pero «nuestro primer deber hacia nuestros pueblos era la conserva-
ción, en su propio interés, de los derechos y las prerrogativas de nuestra Corona. de control constitucional.
Esperamos que, aleccionados por la experiencia, se sentirán convencidos de que El inmenso Imperio ruso era una autocracia despótica y paterna-
lista donde el zar gobernaba por medio de ucases. Pero Alejandro I,
personaje místico e irresoluto, hizo del reino de Polonia —la parte
trarios y mantener indefinidamente en prisión a los sospechosos.
de Polonia que se había anexionado— un Estado teóricamente autó- Stendhal, que conocía a la perfección a la sociedad italiana, ha des-
nomo, sobre el que sustentaba el título de rey. Todavía fue más
crito estas prácticas en La Cartuja de Parma. Incluso en los Estados
lejos: por la carta de diciembre de 1815, otorgó una verdadera cons-
constitucionales, la libertad no era más que una palabra hueca para
titución con una Dieta compuesta por dos cámaras, el Senado desig-
nado y los «nuncios» elegidos por los nobles y las ciudades. las gentes sin fortuna. Las penas eran severas. En Inglaterra todavía
se colgaba a los cazadores furtivos y la tripulación de la Royal Navy
Así, la Europa de 1815 se dividía en monarquías absolutas y en
era reclutada a la fuerza. Los indigentes podían ser encerrados en
monarquías constitucionales. Pero, en la inmensa mayoría de estas
atroces Workhouses. El derecho de asociación de los obreros no existía
últimas, al tener la carta carácter de concesión, el principio de legiti-
en ningún sitio (en Francia fue suprimido en 1791, en Inglaterra
midad se mantenía intacto en sus líneas esenciales. La única excepción
en 1799).
era la pequeña Confederación suiza. Compuesta por 22 cantones, el
En Francia, donde los pobres recibían un trato más duro que los
9 de septiembre de 1815 se dio a sí misma una constitución. Suiza
ricos —Paul-Louis Courier lo denunció violentamente en sus libelos—,
era la única república de Europa, a excepción de cuatro «ciudades
libres» en Alemania y Cracovia. la libertad desapareció bajo los actos de venganza. El «Terror blanco»,
desencadenado por los realistas bajo los culpables de los Cien Días,
Por otra parte, no hay que exagerar las diferencias existentes no se manifestó sólo a través de los asesinatos y las ejecuciones tras
entre las Estados constitucionales y los Estados absolutos. En primer
los juicios sumarísimos y sin garantías de las «cortes prebostales».
lugar, la aristocracia disponía, en todos lados, después del rey, de
Desembocó en decenas de miles de destituciones. «La reacción», es-
los puestos esenciales y de las claves del poder y de la administración.
cribe Vaulabelle,2 «recorrió todos los grados de la escala adminis-
La Europa de 1815 estaba bajo el gobierno de los grandes terrate- trativa, desde los más altos hasta los más ínfimos».
nientes. El hecho de que Fouché, que no pertenecía a la clase noble,
En su deseo de eliminar las huellas de la revolución y las con-
fuese durante algunos meses, en 1815, ministro de un gabinete francés
quistas del Imperio, la Europa de 1815 se convirtió en una Europa
debe considerarse una excepción. La mayor parte de los ministros
legitimista, clerical y reaccionaria. Sin embargo, los gérmenes de
de la Restauración eran nobles o personajes que habían alcanzado
las ideas de 1789 permanecieron vivos. El descontento fue incubando
la nobleza. En Inglaterra ocurrió lo mismo hasta la llegada de Can-
desde los intelectuales al proletariado, desde los liberales a los de-
ning en 1822. Los lories que detentaban el poder eran grandes señores
mócratas, desde los burgueses ilustrados a los obreros desarraigados
ricos, propietarios de castillos, extremadamente alejados del bajo
por la naciente revolución industrial, en casi todas las clases de la
pueblo. Puede decirse que en Francia y en Inglaterra la nobleza
sociedad y en casi todos los países. Este descontento espontáneo, esta
estaba lo suficientemente mezclada con la burguesía enriquecida (en
revolución latente hallaron su justificación en diversos tipos de ideo-
Francia, a causa de las compras de bienes nacionales, la entrega de
logías, moderadas unas, virulentas otras. La Europa de 1815 estaba
provisiones a los ejércitos y las enormes pagas concedidas por Na-
madura para una larga sucesión de revoluciones.
poleón; en Inglaterra, a causa del comercio y la naciente industria),
para que pudieran aflorar cierta amplitud de espíritu y cierto libe-
ralismo.
En el resto de los países, la nobleza que rodeaba a los soberanos
se mostraba reaccionaria, de espíritu mezquino, opuesta a cualquier
reforma profunda y notoriamente antiliberal. Baste con mencionar
la camarilla o cortejo personal del rey de España, la «junta de Re-
gencia» de Portugal, el cortejo del rey de Prusia, la Haus-Hof-Sta-
atskanzlei austríaca. Finalmente, en casi todos los casos, el clero
favorecía las soluciones absolutistas. Es el sistema de la «unión del
trono y el altar».
Estos regímenes se apoyaban en una poderosa policía que vigi-
laba las conversaciones, leía las cartas, podía realizar arrestos arbi-
2. N.° 232,'vol. I, pág. 485.
10
11
Si el trabajador tiene un espíritu más fuerte y lucha por su vida
y por su dignidad, se le equipara inmediatamente al bandido de de-
recho común. Los artículos 414, 415 y 416 del Código penal francés
le prohiben cualquier «coalición», lo que significa prohibirle cual-
quier esfuerzo realizado en común para mejorar su suerte. Hay que
CAPÍTULO II esperar a 1864 para que la asociación y, como consecuencia, la huelga
sea legal. En Inglaterra, donde se prohibió la coalición en 1799, es
Reac cíones nuevamente autorizada por las leyes en 1824 y 1825. Pero su cumpli-
y revoluciones miento se llevará a cabo con una evidente parcialidad.
(1815-1871)f El proletariado de las ciudades y el campesinado pobre escapan
a la literatura y por ello se ignora, salvo en círculos muy restringidos,
A menudo, cuando comparamos nuestro siglo XX ensangrentado su espantosa miseria. Desde luego, existen «novelas sociales». En
por dos guerras horribles con el período comprendido entre 1815 y Inglaterra, George Eliott describe en Silos Marner los efectos de la
1871, nos sentimos propensos a admirar la buena suerte de nuestros concentración de la industria textil en la vida de un pequeño artesano
antepasados. Es una idea ilusoria. El siglo XIX ha sido una de las rural. Disraeli y otros autores eran aficionados a este género literario.
fases más amargas y más crueles de la historia europea. Disturbios, Pero, aparte el hecho de que estos libros son medianamente aburridos,
revueltas, revoluciones en el aspecto interior, guerras, conflictos, no llegan al fondo del problema. En cuanto a George Sand, sus no-
intervenciones en el aspecto exterior jalonaron la totalidad del período velas sociales, como El molinero de Angibault, pretenden demostrar
que estudiamos en este capítulo. Debemos revisar nuestra escala de que una mujer rica no se degenera si mantiene relaciones con un
valores y comprender que Europa vivió, después de los tratados de hombre pobre. Más que un cuadro social es una justificación personal.
1815, en medio de la agitación y el sufrimiento. En resumen, la literatura ignora lo esencial o sólo lo deja tras-
lucir de un modo inconsciente. Lo esencial estriba en que la legalidad
1. Los factores de los disturbios de los derechos, incluso en los países donde se proclama como un
principio, por ejemplo Francia, no existe en absoluto. La arbitra-
Los cuadros idílicos —y absolutamente inexactos— de la sociedad riedad ha desaparecido para las clases ricas, pero deja sentir todo
europea después de 1815 son los responsables de la distorsión his- su peso sobre la inmensa y desconocida masa de los pobres.
tórica que hemos señalado. De hecho, la novela y el teatro no ha- Ahora bien, esta desigualdad en el trato, que, después de todo, ya
blaron más que de las clases acomodadas, las únicas que, por otra existía en los siglos anteriores, esta miseria, que ya ha aumentado
parte, podían gozar de una vida muelle. La sociedad retratada por en Inglaterra, y después lo hará en Francia, Bélgica, Alemania occi-
Balzac y Stendhal es la nobleza y la alta y a veces la pequeña bur- dental y el norte de Italia, en una palabra, la «revolución industrial»,
guesía. Sería vano buscar en la literatura, antes de Émile Zola, un se convirtió en el siglo xix en un poderoso agente revolucionario. A
auténtico pintor del proletariado. En todo caso, lo único qué llama diferencia de los siglos pasados, las masas se hicieron conscientes de
la atención es la clase «peligrosa», el Lumpenproletariat de Marx, la injusticia de su posición. La Revolución francesa jugó, en este
por ser una especie de monstruosidad propia para lectores amantes sentido, el papel decisivo. Precisamente todos aquellos países euro-
de agradables escalofríos. Víctor Hugo nos habla encantado de pre- peos que, en el siglo xvm, estaban aún «subdesarrollados», para em-
sidiarios y bandidos. A Eugéne Sue le ocurre lo mismo con Los mis- plear una terminología moderna, entraron en la era del desarrollo.
terios de París. Y a Balzac en Vautrin, por ejemplo. Pero, ¿dónde Entonces se produjo un fenómeno notable: el factor que iba a pro-
está el auténtico, el verdadero proletariado? Algunas veces aparece ducir las revueltas organizadas no sería ya la miseria absoluta, em-
aisladamente el «buen obrero», sumiso, respetuoso, rastreramente brutecedora y sin esperanzas, sino el inicio del progreso *.
adulador, que admite su triste condición como una eterna necesidad, Desde 1815, los descontentos más conscientes se reagruparon en
y que puede, si consigue no comer ni beber, guardar algún dinero sociedades que debían mantenerse en secreto a causa del rigor poli-
en la caja de ahorros, acción que se ve muy alentada por las almas
caritativas.
1. Véase II parte, capítulo II.
12
13
o: Se trataba de pequeños grupos perseguidos sin cesar, animados
, por un ideal revolucionario. Los carbonarios italianos, la Charbon- 1822) y en Colmar (julio 1822) los oficiales se sublevaron o trataron
' nerieTancesa, las sociedades republicanas de la Monarquía de Julio de sublevar a las guarniciones. Pero estos complots, lamentablemente
; («Sociedad de las familias», «Sociedad de las Estaciones»), la «Liga organizados, fracasaron en todas partes.
'<"' de los justos» en Alemania occidental, la. «Sociedad del Norte» y la El último país alcanzado por esta oleada revolucionaria fue Rusia.
«Sociedad del Sur» en Rusia, y muchas otras, pertenecían a este tipo. A la muerte del zar Alejandro I, un grupo de oficiales, pertenecientes
Sus miembros eran oficiales, estudiantes, artesanos y pequeños bur- a sociedades secretas, intentó entronizar a su hermano Constantino
gueses.
en lugar de a su otro hermano Nicolás. Lo que verdaderamente inten-
taban era transformar el régimen autocrático en régimen constitucio-
2. La era de las insurrecciones (1815-1849) nal. Fue la insurrección «decembrista» (diciembre 1825). Mal conce-
Una vez aceptado que la causa fundamental de las insurrecciones bida y mal organizada, su fracaso fue total.
residió en la insatisfacción de las masas miserables, es interesante Al ir acompañadas estas sublevaciones políticas de revueltas na-
seguir su proceso desde un punto de vista cronológico, ya que des- cionales, en Grecia y en las colonias españolas de América, Metternich
cubrimos un fenómeno europeo que, a través de las fronteras, tiene y el zar creyeron ver en ellas el fruto de una especie de «complot jaco-
múltiples nexos.
bino» cuyo centro debía de ser París. La verdad es que, si hubo re-
Para simplificar —pero sin deformar la realidad— podemos decir vueltas en todas partes, sus causas fueron generales. Los pueblos
que entre 1815 y 1849 Europa conoció tres oleadas revolucionarias soportaban con dificultad el absolutismo y la opresión. La primera
sucesivas: hacia 1820, hacia 1830 y en 1848. oleada de revueltas fue un esfuerzo desordenado e impotente para
La primera oleada, la de 1820, se vio precedida por una fuerte conquistar la libertad.
agitación en Alemania, especialmente en los medios universitarios. La segunda oleada se extendió por Francia en julio de 1830.
El fin era político: quería obligarse a los diversos gobiernos alema- Carlos X quiso invalidar la carta, lo que motivó que el pueblo de
nes a conceder constituciones. Pero la represión sabiamente dirigida París, con la aprobación de la burguesía liberal y gracias a la acción
por Metternich ahogó el movimiento antes de que hubiera tomado de las sociedades secretas republicanas, se sublevase contra el régi-
forma revolucionaria. No ocurrió de igual modo en España. Aquí, las men de la Restauración. Esta vez el éxito fue total. Carlos X tuvo que
tropas acuarteladas en Cádiz para ir a combatir a los colonos ameri- abdicar y exiliarse. Pero los vencedores no estaban debidamente or-
canos que se habían sublevado, se amotinaron bajo las órdenes de un ganizados para tomar el poder. La gran burguesía, representada por
oficial, el teniente coronel Riego, en enero de 1820. Las tropas del los diputados liberales y los periodistas como Thiers, maniobraron
Norte hicieron triunfar esta revolución, cuyo fin era político. El rey con habilidad para limitar las consecuencias de las «Trois Glorieu-
Fernando VII tuvo que restablecer la constitución de 1812 que había ses» y hacer subir al trono a Luis Felipe, duque de Orleáns.
abolido antes. El absolutismo no sería restaurado hasta 1823, después El resultado fue que las sociedades republicanas^ irritadas, vol-
de una intervención francesa. Casi al mismo tiempo, en julio de 1820, vieron a la carga. Los disturbios continuaron. Pero serían todos ellos
estalló una revuelta en Ñapóles, tramada por los carbonarios y diri- reprimidos, pues si en julio de 1830 la masa había seguido, no
gida por un oficial, Pepe. Su fin era igualmente político. El rey ocurrió lo mismo en febrero de 1831, junio de 1832 y abril de 1834.
Fernando I tuvo, a su vez, que establecer una constitución. Mientras Durante cuatro años París fue el foco de intrigas republicanas que,
las tropas austríacas «restablecían el orden» en Ñapóles, se producía bruscamente, se transformaron en revueltas sangrientas y desesperadas.
una insurrección de los carbonarios en el Piamonte en marzo de 1821. Después, pese a ciertos rebrotes ulteriores, la calma se impuso du-
También allí hubo que conceder una constitución. También allí las rante algún tiempo.
tropas austríacas intervinieron para restablecer el poder absoluto. De París la revolución pasó a Bruselas (agosto 1830). Allí re-
Desde Italia el movimiento se propagó a Francia. El 13 de febrero vistió carácter nacional. Los belgas quisieron sacudirse la autoridad
de 1820 fue asesinado el duque de Berry, sobrino del rey. A fines de del rey de los Países Bajos. Lo consiguieron con el apoyo de Europa.
1821, la «Charbonnerie» —cuya organización era copia de la de los Tan sólo la Rusia rde Nicolás I quiso intervenir, pero precisamente en
carbonarios italianos— intentó pasar a la insurrección. En Sau- noviembre dé 1830 se desencadenó en Polonia otra revolución, tam-
mur (diciembre 1821), en Belfort (enero 1822), en Thouars (febrero bién de carácter nacional, inmovilizando así las fuerzas del zar, que
14 necesitaron diez meses para aplastarla.

15
El movimiento prosiguió en Italia central (febrero 1831), en los permitiría a los liberales conseguir la elección de una Asamblea constituyente
ducados de Parma y de Módena y en la Romana, que pertenecían al en lugar de la constitución concedida.
Papa. Su finalidad fue a la vez política —establecer regímenes cons- Desde Viena la revolución se extendió a otros puntos. En el Imperio aus-
titucionales en sustitución de los déspotas que ocupaban el poder— y tríaco, multinacional, la caída de Metternich desencadenó revoluciones nacionales
nacional: los sublevados constituyeron unas «provincias unificadas «centrífugas». En toda la Europa central fueron abolidos los vestigios del feuda-
lismo y la revolución adquirió así carácter social.
italianas», según ellos prefacio de una unificación más amplia. Las En Alemania, donde ya se estaba preparando la elección de una Asamblea
tropas austríacas no tardaron en aplastar esta revuelta. nacional, se desencadenaron insurrecciones políticas —encaminadas a obtener
La agitación alcanzó también Alemania, donde un grupo de libe- una constitución— en Sajonia, en Baviera, en Alemania occidental, pero sobre
rales, reunidos en Hambach en mayo de 1832, preconizaron la todo en Berlín (18-19 marzo) donde el rey aceptó la elección de una Constitu-
yente.
formación de los «Estados Unidos de Alemania», de forma republi- En el Imperio austríaco estallaron varios movimientos nacionales: en Bohemia
cana. Pero esta insurrección no tuvo carácter sangriento y una vez (abril), en Hungría (27 marzo),.e incluso entre los rumanos de Transilvania.
más se restableció el orden. En Italia, la nueva insurrección de Viena suscitó en Milán (18-22 marzo) y
Sin embargo, en 1830 la insurrección obtuvo dos victorias: Francia en Venecia (18-19 marzo) la revuelta contra la soberanía austríaca en el territorio
lombardo-véneto. Asimismo los pequeños ducados vasallos, Parma y Módena,
y Bélgica. No resulta sorprendente que estos importantes precedentes echaron a sus soberanos el 24 de marzo. Con insensata audacia,-el rey del Pia-
despertasen la esperanza de los demócratas, los nacionalistas y los jnonte se puso entonces al frente de la lucha contra los austríacos refugiados en
socialistas, cuyo nombre empezaba a aparecer por aquel entonces. el «Cuadrilátero» —plazas fuertes del Alto Véneto—. El Papa y el rey de
Las circunstancias revolucionarias se repetirían y los revolucionarios Ñapóles le negaron su ayuda. Cuando los austríacos se sintieron más fuertes
aplastaron a los piamonteses en Custoza (julio). Pero con este hecho no se puso
tratarían de desencadenar nuevos actos de fuerza. fin al movimiento popular; los patriotas juzgarían insuficientes las reformas y
La crisis económica de 1846-1847 ofreció la ocasión. Unida a proclamarían, a fines de 1848 y principios de 1849, la República en los Estados
malas cosechas (según Ernest Labrousse, es la última crisis de «anti- Pontificios y en Toscana.
guo régimen» donde la economía está dominada por la agricultura), Tan sólo Rusia, España, Portugal y los Países escandinavos escaparon a esta
extraordinaria sacudida. En Gran Bretaña, en abril, se desarrolló una vasta ma-
acrecentó terriblemente los sufrimientos de los artesanos, de los obre- nifestación de «carlistas» que querían reformas democráticas, pero este hecho
ros, e incluso de la parte menos favorecida de la burguesía, a través no tuvo consecuencias.
de toda Europa. Comprenderemos el alcance de este fenómeno me- Después de su triunfo de abril y mayo de 1848, la revolución iba a sufrir
diante un ejemplo: en París, la guardia nacional, compuesta por un reflujo más o menos lento según los países. Los ejércitos austríacos derrotaron
de nuevo a los piamonteses en abril de 1849 y restablecieron el gran ducado de
pequeños burgueses, que habían sido el elemento motor en la represión Toscana. En Francia, donde los extremistas fueron aplastados durante el mes de
de los motines, cambió de partido en febrero de 1848 y se unió a los junio, la elección de Luis Napoleón Bonaparte como presidente de la República
manifestantes republicanos para derribar a Luis Felipe. Veremos tam- el 10 de diciembre de 1848 y-la de una Asamblea legislativa con una mayoría
bién que la crisis económica acabó durante el otoño de 1847. Así monárquica en mayo de 1849 señalaron el fin de la Revolución, ya antes de que
Luis Napoleón instaurase su dictadura mediante el golpe de Estado del 2 de
pues, las revoluciones se iniciaron al empezar la recuperación eco- diciembre de 1851.
nómica. Nunca, ni en 1820 ni en 1830, habían revestido tanta am- La reacción, victoriosa en toda Francia y en toda Italia a mediados de 1849
plitud. (las tropas francesas restablecieron al Papa en su trono), se propagó por Austria
según un proceso más lento. Los checos fueron dominados en junio de 1848 y
Existen signos precursores: en Sicilia y en Milán desde enero de 1848. Pero los liberales austríacos en octubre; por lo contrario, hubo que esperar el mes
el proceso se expandió como un reguero de pólvora cuando llegó a dos puntos de agosto de 1849 y la intervención de las tropas rusas para poner término a la
vitales de Europa: París y después Viena. guerra nacional desencadenada por los húngaros.
En París (22-24 febrero 1848) una revolución democrática derribaba un ré- En cuanto a Alemania, una vez los soberanos asentaron su poder en sus
gimen ya liberal para establecer la República, con el sufragio universal. También Estados, el «Parlamento de Francfort», verdadera asamblea constituyente elegida
se registran acusadas tendencias sociales. Pero los días revolucionarios del mes por sufragio universal, pero que no disponía ni de tropas ni de recursos finan-
de junio, atrozmente sangrientos, desembocaron en el fracaso total del proleta- cieros, fue también liquidado. No obstante, Prusia intentó la creación de una
riado que se había sublevado ante tanta miseria. «Unión restringida» pactada" entre soberanos. Fue preciso un ultimátum austríaco
De París la revolución se propagó hacia Turín (5 marzo) y Roma (14 marzo), para que en noviembre de 1850 Prusia renunciase a su proyecto.
•donde, lo mismo que en Ñapóles y Florencia, se concedieron constituciones. Pero,
sobre todo, el éxito de la revolución parisiense incitó a los liberales de Viena a A fines de 1850 todo había acabado. La revolución había sido
•desencadenar a su vez una insurrección (13-15 marzo) que desembocó también destrozada por doquier. En todas partes subieron al poder, y lo
en la concesión de una constitución. Un nuevo motín en Yiena el 15 de mayo ejercieron de manera muy enérgica, «reaccioniarios» como Schwar-
16 17
En todos los países europeos, a excepción de Inglaterra, la
zenberg en Austria, Brandenburg en Prusia y el cardenal Antonelli
reacción contra el «peligro rojo» jugó una baza importante a lo
en Roma. Todas las esperanzas nacionalistas quedaron truncadas. El
mapa de Europa no sufrió ningún cambio. largo de los años cincuenta. En el Imperio austríaco, el «sistema de
Bach» (el ministro del Interior) se basaba en el centralismo y la
Pese a sus aspiraciones unitarias, Alemania volvió a la «Confe-
deración germánica» de 1815. Italia siguió siendo una «expresión opresión. En Prusia, el rey estaba dominado por la «Camarilla»,
geográfica». Checos, croatas y húngaros fueron sometidos a un im- pequeño grupo ultrarreaccionario de hidalgos, en abierto conflicto
placable centralismo. con los burgueses de la Prusia renana. Pero en ninguna parte la
dictadura fue más dura que en Francia. Los republicanos fueron
Sin embargo, algo esencial subsistió de todo este inmenso movi-
deportados en masa después del golpe de Estado del 2 de diciembre,
miento. En primer lugar, Francia mantuvo el sufragio universal. Pese
y de nuevo después del atentado que Orsini, republicano romano, per-
a que con él no se consiguió impedir el golpe de Estado y el restable-
petró contra el emperador. En cuanto a los jefes republicanos, como
cimiento cfel Imperio, a largo plazo constituyó una victoria esplendo-
Víctor Hugo, vivían en el exilio, desde donde lanzaban contra «Na-
rosa para la democracia ver cómo, por primera vez en el mundo, una
poleón el Pequeño» sus rayos impotentes.
gran potencia adoptaba un sistema electoral basado en la voluntad
Lo primero que sorprende del Segundo Imperio es su política
popular. En segundo lugar, fueron abolidos los últimos vestigios del exterior activa, complicada y finalmente funesta. Se recuerda también
régimen señorial, sin posibilidad de que fuesen de nuevo implantados, la formación de la unidad italiana y la formación de la unidad
en los países donde aún subsistía, salvo en Rusia, donde la servidum- alemana. O bien sorprende la represión de los años cincuenta y los
bre no habría de ser abolida hasta 1861. Y para finalizar, la mayor lentos progresos del liberalismo en el transcurso de los años sesenta.
parte de los Estados mantuvieron las constituciones, ya otorgadas, ya No hay que olvidar otro aspecto también importante: la política
votadas. Dos de ellos, Prusia, cuya irradiación intelectual y moral concertada de expansión económica.
era entonces intensa, y el Píamente, poco antes desgraciado campeón Ahí estriba sin duda la clave para la explicación de los fenómenos
de las libertades italianas, iban a servir de polos de atracción de los esenciales. Simiand y Labrousse han demostrado que el período
movimientos nacionales. No se tardaría mucho en descubrir sus con- 1817-1850 —el de las revoluciones— fue una fase de baja de precios,
secuencias.
es decir, de marasmo económico, con múltiples crisis, generadoras
de tensiones. Por lo contrario, de 1850 a 1873 los precios subieron.
3. La era de la gran política económica La prosperidad, con excepción de algunas recesiones, rompió el ím-
petu revolucionario, que no volvería a aparecer en Francia hasta 1869
Una de las razones que explican el fracaso de las revoluciones aproximadamente. Al vivir dentro de un bienestar momentáneamente
de 1848 es el temor del «peligro rojo». Si entre los medios avanzados acrecentado, las masas toleran el yugo con mayor facilidad si tienen
de las ciudades la gente era favorable a las revoluciones, los cam- la impresión de que el poder favorece la expansión.
pesinos, en su conjunto, repudiaban el desorden. Les presentaban a Éste es nuestro caso. Napoleón III fue indirectamente un discípulo
los socialistas como «repartidores» que fragmentarían sus propieda- de Saint-Simon que pedía el desarrollo de la industria, del comercio
des. De este modo, en Francia, después de haber elegido a los repu- y de las vías de comunicación. Los años cincuenta del siglo XIX
publicanos en 1848, eligieron a los realistas en 1849. A los plebiscitos fueron tan brillantes para Francia como los años cincuenta del si-
del Segundo Imperio habrían de responder con afirmaciones masivas. glo XX. Es la era de la revolución industrial, de la construcción del
El caso del último de ellos es significativo. El 9 de mayo de 1870, ferrocarril. Franceses fueron los que, con Fernando de Lesseps, abrie-
sobre la reforma del Imperio —pero de hecho para su mantenimien- ron el canal de Suez entre 1854 y 1869. Haussmann transformó París,
to—, hubo 7.358.000 votos a favor y 1.572.000 en contra. Lyón, Mar- lo que contribuyó aún más a aislar a los obreros relegados al este
sella, Burdeos, Toulouse y Saint-Étienne votaron contra. Así se y pronto al «cinturón rojo».
dibujaba con una creciente claridad la ruptura entre una Francia Semejante prosperidad, que se extiende a escala europea, contri-
revolucionaria y dinámica, que miraba hacia adelante, en las ciudades, buye durante un cierto tiempo a transformar considerablemente la
entre los obreros, los artesanos y los pequeños burgueses, y una estructura de Europa. Inglaterra, más industrializada que los otros
Francia conservadora y pasiva en el campo y en la burguesía. países, adoptó el libre cambio entre 1846 y 1850, porque sus precios
18 19
industriales eran altamente competitivos y porque sus campesinos flor de los obreros calificados, renunciaron a la acción política di-
minoritarios— estaban preparados para defenderse (algo muy dis- recta para ocuparse exclusivamente de la reforma social. Cuando,
tinto ocurriría a partir de 1875 con la invasión de los trigos ameri- en 1867, un gran número de obreros adquirió el derecho de voto, no
canos). Se necesitó mucha audacia en Francia, en Prusia y en Italia se constituyeron en un partido del trabajo. Dejaron a los dos grandes
para no rezagarse. La prosperidad alentó esta audacia. Por el tratado partidos, los whigs y los lories, el cuidado de disputarse este elec-
Cobden-Chevalier, de enero de 1860, Francia no establecía el libre torado nuevo proponiéndoles mejoras sociales. Así, la Inglaterra
cambio, pero reducía considerablemente sus derechos aduaneros. Tra- victoriana, en su «espléndido aislamiento», prosiguió su propio ca-
tados análogos con Bélgica, el Zollverein (unión aduanera prusiana), mino. Veremos que lo mismo ocurrió en política exterior.
Italia, etc., extendieron por toda Europa occidental un sistema de
fáciles intercambios. Durante la decena de años que duró este sistema,
circularon libremente las mercancías y los capitales —y, en caso de
necesidad, la mano de obra—. De ello, hubiera podido resultar una
estrecha fusión de las economías si las divergencias en política ex-
terior y la guerra no lo hubieran malogrado todo. El nacionalismo
seguía siendo más fuerte que el «saint-simonismo» de Napoleón III,
de sus consejeros y de sus banqueros, Michel Chevalier y los hermanos
Péreire. Europa debería conocer la cruel experiencia de dos guerras
mundiales antes de decidir que el supranacionalismo y la integración
económica son preferibles al orgullo nacional. Los saint-simonianos
llegaron con un siglo de retraso.
Durante este período, el Reino Unido, ofrece un gran contraste
con los países europeos continentales. Desde luego, había sido sacu-
dido por los desórdenes: motines obreros de «Peterloo» en 1819,
motines y manifestaciones carlistas en pro de una reforma democrática,
de 1838 a 1848, grandes manifestaciones obreras organizadas por
Robert Owen, huelgas a veces sangrientas. Pero, a diferencia de la
Euiopa continental, había sabido evitar las revoluciones. Sólo se
democratizó de modo progresivo. De un sistema electoral tradicional,
perfectamente desigual, que favorecía a los campesinos del Sur en
detrimento de los del Norte, se llegaría en 1884 a un sufragio casi
universal, pero por medio de una serie de reformas empíricas, en
particular las de 1832 y 1867. Añadiendo escaños aquí, quitándolos
allí, abriendo el acceso al escrutinio a categorías de electores cada
vez más vastas, Inglaterra rechazó la vía lógica y cartesiana y pro-
siguió con su práctica realista y tradicional.
También allí lo social constituía la infraestructura de lo político.
En ningún país del mundo los obreros fueron más desgraciados.
Tugurios, jornadas de quince horas, trabajo de los niños de cinco
años, Inglaterra conoció todo esto a gran escala. Pero, después de
las leyes de 1824-1825, se constituyeron las trade unions, es decir, los
sindicatos, y lucharon para mejorar la condición obrera.
El «carlismo» trató de captar estas fuerzas nuevas para las re-
formas políticas. Desde 1850, las trade unions, reservadas aún a la

20 21
landeses y belgas), algunos de sus habitantes habrían aceptado su
anexión a Francia. La oposición de los británicos, que no querían
que una gran potencia se instalase en Amberes, hizo imposible la
solución, y Luis Felipe, rey de los franceses, prefirió aceptar este
punto de vista antes que arriesgarse a la guerra. De este modo, el
nacionalismo belga, que ya existía, pudo darse a sí mismo libre curso
y conseguir la creación de un pequeño estado independiente. Es no-
CAPÍTULO III table el hecho de que este Estado haya sido formado por habitantes
que hablan dos lenguas, el francés los valones y el neerlandés los
Nacionalidad contra legitimidad flamencos. La revuelta contra la dominación holandesa partió tanto
de flamencos como de valones, y ambos grupos acogieron con satis-
facción la independencia. Lo que es más, la sublevación de 1830 fue
Si dejamos aparte su extremidad occidental: Francia, Portugal y preparada desde 1828 por una «Unión» de los católicos (hostiles
España, la Europa de 1815 era un desafío al sentimiento nacional a los protestantes neerlandeses) y de los liberales anticlericales (hos-
que había surgido en todas partes motivado, a la vez, por la difusión tiles al régimen demasiado autoritario del rey de los Países Bajos
de las ideas de la Revolución y por el odio contra el conquistador Guillermo I). La nación belga es, pues, el resultado de la voluntad
francés. El sentimiento nacional obliga a que la comunidad de hom- popular y no de la lengua. Bélgica y Suiza son naciones con varias
bres a la cual se pertenece tenga su propio gobierno. Sin embargo, lenguas. A pesar de las querellas lingüísticas del siglo XX en Bélgica
cuando hay que definir la comunidad nacional, las opiniones difieren. —de las cuales Suiza parece haberse librado—, se trata en ambos
Una primera escuela, principalmente alemana, considera la nacio- casos de dos naciones sólidas en el pleno sentido de la palabra.
nalidad como un producto dé los fenómenos inconscientes e involun- De este modo se comprende mejor el carácter antinacional de la.
tarios: en esencial, la lengua materna y las tradiciones populares. La Europa de 1815, basada, como hemos visto, en el principio de la legi-
lengua materna es la única que se aprende «involuntariamente». Si timidad y en el equilibrio europeo. Dos naciones, la alemana y la
la nación se define por su lengua, todos los que hablen francés deben italiana, están divididas, la una en 39 Estados y la segunda en 7. Hay
pertenecer a Francia, todos los que hablen alemán a Alemania, tanto además dos grandes Estados históricos plurinacionales: el Imperio
si quieren como si no. Esta teoría fue creada por Herder en el si- austríaco y el Imperio otomano.
glo xviii. Pero mientras que Herder se preocupaba poco del Estado En el primero, aparte los austríacos de habla alemana, encon-
y hablaba en términos de naciones culturales, sus sucesores pretenden tramos a checos, eslovacos, polacos, eslavos del Sur (eslovenos, croa-
la identificación Estado-nación basado en la lengua. tas, serbios), húngaros, rumanos e italianos. En el segyndo, aparte
La segunda escuela es principalmente francesa. Considera que la los turcos, encontramos a griegos, búlgaros, eslavos del Sur (sobre
nacionalidad se funda sobre un fenómeno consciente y voluntario: todo serbios), albaneses y rumanos. La diferencia entre ambos estriba
el deseo de pertenecer a tal nación o a tal otra, deseo expresado de en que el Imperio otomano es débil —en Europa se disgrega desde
diversas maneras: plebiscitos, elecciones, votos de los representantes 1815 hasta 1913—, mientras que el Imperio austríaco es fuerte.
de la población. La fiesta de la Federación, el 14 de julio de 1790, Resistirá las sacudidas, sólo concederá la autonomía a los húngaros
estableció así la nación francesa. Si se sigue la teoría alemana o (por el compromiso de 1867), y será necesaria la guerra de 1914-1918
romántica, Alsacia, que habla un dialecto germánico, debe ser ale- y la derrota para que estalle en varios «Estados sucesores». Final-
mana; el país valón y la Suiza francesa deben ser franceses. mente, en todo el resto del continente existen nacionalidades some-
Si se sigue la teoría francesa o clásica, Alsacia es francesa porque tidas: Irlanda al Reino Unido, Noruega a Suecia, los alemanes del
ha demostrado su voluntad de pertenecer a Francia; a la inversa, la Schleswig y del Holstein al reino de Dinamarca, los finlandeses, los
Suiza francesa, al rechazar su anexión a Francia, como lo manifestó bálticos y los polacos a la Rusia zarista. Otros polacos están sometidos
en 1814, no es francesa sino suiza.
a Prusia.
Bélgica constituye un ejemplo excelente. Cuando en 1830 se su-
Así, pues, el sentimiento nacional se ha convertido en una fuerza
blevó contra los Países Bajos (que englobaban artificialmente a neer-
política. En todas partes, los pueblos sometidos aspiran a la inde-
22
23
pendencia; incluso en los Balcanes, donde el nivel de vida es más bajo poseía los «Estrechos», y por ello todo lo que en él ocurría se rela-
y el analfabetismo más extendido, reaparece el orgullo de pertenecer cionaba con la «cuestión de Oriente». Se trataba de saber de una vez
a un gran pueblo. Los poetas exaltan la nacionalidad, los historia- si los rusos podrían controlar los Estrechos y tener así acceso a un
dores reencuentran las glorias pasadas, los filólogos depuran la len- «mar cálido». Inglaterra no lo quería a ningún precio, y, para ella,
gua y restauran su nobleza. Al movimiento intelectual se sobreponen la integridad del Imperio otomano sería durante mucho tiempo üti
los movimientos políticos reformistas o revolucionarios. En resumen, principio sagrado. Pero este principio iba a conocer varias excep-
por todas partes surge una potencia nueva, y todos los que miran ciones. Serbia era ya autónoma y, lo que es peor, Grecia se levantaba
hacia el futuro consideran con simpatía este estremecimiento de la contra los turcos en 1821.
libertad y de la dignidad humana. Sería interesante analizar todos los factores de la revuelta griega:
Veremos cómo la Europa de 1815, construida contra la hegemonía la resistencia xenófoba de los «kleftas», semipatriotas, semibandidos
francesa, chocará no contra una Francia cada vez más resignada y en las montañas de Morea, el desarrollo en las islas de una burguesía
satisfecha, sino contra nuevas fuerzas que rechazan con horror el viejo cultivada, enriquecida por el tráfico marítimo del Imperio y que
principio de legitimidad convertido en mantenedor de una situación poseía una flota más eficaz que la de los turcos, la creación en Grecia
que juzgan intolerable. y en el extranjero de una sociedad patriótica, la «Hetairía», y el
De 1815 a 1871 podemos distinguir dos fases en esta lucha entre papel del patriarca griego de Constantinopla. Los griegos sentían cada
nacionalidad y legitimidad. De 1815 a 1851, a excepción de algunos vez con más fuerza que formaban una nación. En el extranjero, donde
casos, la reacción triunfa y puede mantener prácticamente inamovible las gentes cultas estaban impregnadas de los recuerdos de la Antigüe-
el mapa de Europa. El período comprendido entre 1851 y 1871 sig- dad, Grecia resultaba simpática, a los conservadores porque, como
nifica, por lo contrario, el triunfo del principio de las nacionalidades, cristiana, luchaba contra los turcos musulmanes, a los liberales por-
al menos en lo que respecta a los puntos esenciales. que, como país sometido, luchaba por su independencia. Por todas
partes aparecían «filohelenos». El zar apoyaba episódicamente las
revueltas porque' le complacía debilitar a Turquía.
1. Las relaciones internacionales desde 1815 a 1851 En los dos primeros años (1821-1822), los griegos salieron triunfantes. Pero
Ocupada, amputada, sometida a una pesada indemnización, vigi- inmediatamente se dividieron y combatieron entre ellos. El sultán llamó a su
vasallo, el bajá de Egipto Mohammed Alí, para aplastarles. La flota griega hubiera
lada por la Cuádruple Alianza (Wellington dirigía las tropas y la podido impedirle desembarcar, pero los marineros, que no habían cobrado, se
«Conferencia de embajadores» vigilaba el gobierno), víctima de los negaron a abandonar los puertos. Ibrahim, hijo del bajá de Egipto, llegó a Morea.
destrozos sangrientos del «Terror blanco», Francia dejaría de ser Bajo los esfuerzos combinados de egipcios y turcos, las plazas griegas cayeron una
muy pronto el foco de la inquietud general. Desde 1818, el duque tras otra (1824-1827).
Pero Europa intervino. Canning con reticencia, el nuevo zar Nicolás I con
de Richelieu, amigo del zar, obtuvo, en el Congreso de Aquisgrán, entusiasmo, la Francia de Carlos X por solidaridad cristiana y por simpatía,
la evacuación y la admisión del país en el «concierto europeo». El decidieron enviar varias escuadras & Navarino, base dé la flota egipcia. El 20 de
poder de Luis XVIII parecía quedar reforzado. La desconfianza no octubre de 1827, un incidente desencadenó allí la batalla y la flota musulmana fue
se disipaba, pues una revolución era siempre posible. Ya no se in- hundida. Los principados rumanos fueron invadidos por tropas rusas. Una expe-
dición francesa desembarcó en Morea. Para evitar el desastre —y con ello debe-
quietaban. La bandera blanca era menos peligrosa que la bandera mos entender la toma de Constantinopla por el zar— los británicos aceleraron
tricolor. Y en su lejano exilio de Santa Elena moría Napoleón I la paz. Se creó una pequeña Grecia, de la que se excluyeron algunas islas y un
el 5 de mayo de 1821. Su hijo era un pequeño duque austríaco poco vasto territorio continental, primero autónoma y desde 1830 completamente in-
peligroso. La República sólo sobrevivía en el recuerdo de algunos dependiente.
ancianos y en el ardor de algunos jóvenes irresponsables. Por fin, la Era, con la autonomía de Serbia, el primer triunfo del movimiento
política de los Congresos prevista por la Cuádruple Alianza podría nacionalista.
ser eficaz. En Troppau, en Laybach, se decidía la intervención aus- Hemos evocado ya el segundo triunfo, la independencia de Bél-
tríaca contra Ñapóles; en Verona, la intervención francesa contra gica. Allí no se trataba de una rivalidad anglo-rusa, sino de una
España. rivalidad anglo-francesa. Los británicos —el liberal Palmerston llegó
El verdadero centro de interés se desplazó. El movimiento nacio- al Foreign Office en noviembre de 1830— hubieran preferido el
nalista se extendió por el Imperio otomano. Pero el Imperio otomano mantenimiento del reino de los Países Bajos. Pero eran realistas. Lo

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importante era impedir que Francia ocupase Amberes. Una confe- Entonces Palmerston convenció a las potencias europeas de que
rencia de embajadores, en la que Francia estuvo representada por era necesario poner a Turquía bajo protectorado colectivo —lo que
Talleyrand, se reunió en Londres. Ni Talleyrand ni el rey deseaban puso fin al protectorado unilateral de los rusos (julio 1839)—. Era
la guerra, y cuando el presidente del Consejo, Laffitte, se dejó llevar el primer éxito británico. El segundo llegó después de una torpeza
por intenciones en exceso belicosas, Luis Felipe lo sustituyó por un de Thiers, presidente del Consejo desde marzo de 1840. Éste orga-
hombre enérgico, pero moderado, Casimir Périer. Los belgas se con- nizó una negociación secreta entre Mohammed Alí y los turcos. Pero
cedieron una constitución y un rey que, de acuerdo con las exigencias el secreto salió a relucir. Indignadas al ver a Francia actuando por
inglesas, no era un príncipe francés. Fue Leopoldo I, de la familia cuenta propia a pesar de los acuerdos tomados, las cuatro potencias
de Sajonia-Coburgo. Después, en medio de grandes dificultades, se firmaron en Londres, el 15 de julio de 1840, un tratado por el que
trazaron las fronteras, no reconocidas por Holanda hasta 1839, y se se apremiaba a Mohammed Alí a devolver sus conquistas.
proclamó la neutralidad del nuevo Estado. Pese a la conquista de Éste requirió el apoyo de Francia. Thiers estaba dispuesto a
Argelia, que los ingleses no acogieron de buen grado, el acercamiento concedérselo, lo que habría significado una guerra general. Se pre-
entre los dos países liberales de Europa se acentuó, con lo que se paró para ella y empezó la fortificación de París. Pero la prudencia
pudo hablar de una primera «Entente cordiales». En todo caso, había de Luis Felipe evitó la crisis. Despidió a Thiers, lo sustituyó por un
nacido la nueva nación belga. ministerio Soult en el que Guizot llevaba los Asuntos exteriores
La Entente cordiale no fue duradera. Palmerston desconfiaba de y poseía la influencia principal. Mohammed Alí tuvo que resignarse a.
Francia. Luis Felipe, pese a sus buenas relaciones con la joven reina conservar tan sólo Egipto, a título hereditario. En julio de 1841, la
Victoria, subida al trono en 1837, y que se casó con otro Sajonia-Co- Convención de los Estrechos satisfizo a los ingleses: el Bosforo y los
burgo, el príncipe Alberto, quería estabilizar su régimen. Para el «rey Dardanelos permanecerían cerrados, en tiempo de guerra, a las flotas
de las barricadas» esto significaba que iba a aproximarse a las viejas de todas las potencias. El protegido francés quedaba así empequeñe-
monarquías absolutistas, Rusia, Prusia y Austria. cido y Rusia no conseguiría el acceso a los mares cálidos. Durante un
Estas viejas monarquías le hicieron sentir con dureza que era un tiempo, la «cuestión de Oriente» quedaba arreglada según las conve-
usurpador, y no pudo casar a su hijo mayor con una archiduquesa.
niencias del gobierno de Londres.
Ni Palmerston, ni Luis Felipe trabajaron para consolidar la Entente. Mientras los gobiernos proseguían en sus querellas, los pueblos
La cuestión de Oriente acabó de desbaratarla. preparaban en medio de una gran confusión el fracaso de los planes
Dicha cuestión volvió a plantearse a causa de Mohammed Alí. El establecidos. En 1848 se desencadenó el movimiento revolucionario
bajá de Egipto, que había asentado su poder después de exterminar a europeo. Ya hemos descrito los datos fundamentales. Veamos ahora
los mamelucos, sus rivales, era un protegido de Francia, donde, por lo que importa desde el punto de vista de la vida internacional.
una curiosa aberración, se le consideraba un liberal. Era casi inde- En primer lugar, el fracaso de la tentativa de unificación de Italia
pendiente, había formado un ejército moderno y sus ambiciones no fue muy instructivo. El Piamonte y los insurrectos del territorio
tenían límite. Conquistó el inmenso Sudán, hasta los Grandes Lagos, lombardo-véneto intentaron expulsar por sus propios medios a los
y las ciudades santas de Arabia. Cómo precio por su intervención en austríacos. Italia, fara da se, decía el rey Carlos Alberto. Quedaba
Grecia, reclamaba al sultán Creta. Como el sultán rechazase su de- demostrado que esto era imposible. Los que iban a gobernar el Pia-
manda, invadió Siria, aplastó a los turcos y se instaló en ella (1833). monte después de 1850, y en especial Cavour, habían aprendido que
Fueron entonces los rusos quienes salvaron el Imperio otomano. El necesitaban la alianza de una gran potencia. Toda su política consis-
tratado de Unkiar-Skelessi establecía un auténtico protectorado ruso tiría en hallar esta alianza. En segundo lugar, de las tres teorías exis-
sobre los turcos. Mucho niás aún, los navios rusos podían utilizar tentes sobre la unidad italiana, confederación italiana presidida por
libremente los Estrechos. Inglaterra, que no quería que un protegido el Papa («neogüelfismo» del sacerdote Gioberti), república, o anexión
francés se convirtiese en sultán, pero que estaba extremadamente in- de toda Italia al Piamonte (idea de Cesare Balbo, Massimp d'Aze-
quieta por el tratado de Unkiar-Skelessi, maniobró con dificultad glio, etc.), sólo subsistió la última. La negativa del papa Pía IX, que
entre franceses y rusos. Cuando el sultán, impelido por los ingleses, sin embargo pasaba por ser liberal y patriota, a combatir Contra la
atacó en 1839 a su vasallo egipcio, fue completamente derrotado. La Austria católica, destruyó su popularidad y las esperanzas que haMa
flota otomana se retiró de Alejandría. promovido. En adelante todos los patriotas miraron hacia Turín.
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Finalmente, las tentativas republicanas, en Venecia, en Roma y en
Florencia, lanzaron contra ellas a la mayor parte de los moderados. sometidas limitaron sus ambiciones a la «federalización» del Imperio.
Pensase lo que pensase Mazzini, el republicano romántico, Italia se La victoria de la reacción paralizó el espíritu de independencia du-
realizará bajo forma monárquica. Manin, prestigioso republicano de rante varias generaciones.
Venecia, que resistió un año frente a los austríacos, se adhirió por
espíritu realista a esta idea simple.
2. Las relaciones internacionales desde 1815 a 1871:
El problema de la unidad alemana también quedó de lado. Loa Napoleón III, Cavour y Bismarck
republicanos, que sólo existían en pequeños grupos en el Sur y en
Renania, jugaron un papel insignificante. Pero se entrevieron tres El fracaso de las revoluciones, ayudado por la prosperidad eco-
soluciones. La primera era ¡a de llegar a una unión por voluntad nómica, apaciguó los movimientos populares durante algún tiempo.
popular, independientemente de los soberanos. El «Parlamento de Los jefes de Estado, al gozar de una libertad de maniobra más amplia,
Francfort», elegido por sufragio universal, intentó con honradez esta jugaron un papel más personal, más decisivo. Algunos de ellos fueron
solución. Su fracaso quedó de manifiesto cuando el rey de Prusia personalidades excepcionales. Aparte Palmerston, podemos considerar
Federico-Guillermo rechazó la corona imperial que le ofrecían. No que jugaron los principales papeles Napoleón III y Cavour hasta 1861
admitía que su poder tuviera una raíz popular. Quedaban dos solu- 1 y Napoleón III y Bismarck después de 1862. Estos tres nombres han
ciones : a) Una unión alrededor de Austria, reforzando así la «Confe- quedado ligados al gran trastorno europeo representado por la for-
deración germánica» de 1815. Esto suponía que Prusia quedaría mación de la unidad italiana y la formación de la unidad alemana.
relegada al puesto de brillante segundón. Suponía también la incor- Personaje misterioso, poco comunicativo, de vastos proyectos, firme
poración de todo el Imperio austríaco, con sus poblaciones alógenas, en la concepción y lento en la ejecución, Napoleón III fue el primer
a Alemania. Era la solución de la «gran Alemania» (pese a que jefe de Estado de una gran potencia que creyó en el principio de las
algunos de sus partidarios hubieran querido que se incorporase a la nacionalidades. Mientras la opinión francesa se mantenía indiferente,
Alemania unificada tan sólo la parte germanófona del Imperio'—lo incluso hostil (en los medios católicos, que querrían el mantenimiento
que hubiera dislocado la vieja monarquía de los Habsburgo—). de los Estados Pontificios), iba a hacer todo lo posible para que se
b) La otra solución, la de la «pequeña Alemania», consistía en la realizase la unidad italiana e incluso la alemana. Pero si esta política
exclusión de la Alemania unificada de todo el Imperio austríaco, fue «gratuita», es decir, independiente de las corrientes profundas
comprendiendo incluso la Austria germanófona. Esta unión se reali- que agitaban al país, más gratuita fue aún la posición que ocupó
zaría, pues, bajo Prusia. Un joven reaccionario prusiano, miembro Francia en la guerra de Crimea, nuevo rebrote de la cuestión de
de diversas asambleas elegidas entre 1848 y 1851, y violentamente Oriente.
hostil a la Alemania liberal de Francfort, Otto von Bismarck Schoen- Sin perder de vista sus ambiciones en los Estrechos, el zar ideó
hausen, comprendió á la perfección en aquel momento lo que impli- un nuevo método de penetración: hacer que le reconociesen un «pro-
caba la oposición entre «gran» y «pequeña Alemania». tectorado» sobre los cristianos ortodoxos del Imperio otomano. Así
Como ardiente patriota prusiano y devoto del histórico Estado de encontraría siempre mil pretextos para intervenir en los Balcanes.
los Habsburgo, llegó a la conclusión de que sólo una guerra entre Proclamó que, Turquía era un «hombre enfermo» en cuya herencia
Prusia y Austria permitiría más tarde zanjar el dilema. Era necesario había que empezar a pensar. A continuación, con el débil pretexto
ganar esta guerra, y en consecuencia preparar con tiempo y de modo de los «santos lugares» de Palestina donde católicos y ortodoxos dis-
minucioso al ejército y buscar apoyos diplomáticos. Veremos más putaban violentamente, en mayo de 1853 mandó a su ayuda de campo
adelante las consecuencias de esta toma de posición. • Mentchikov para que reclamase el protectorado ruso sobre los orto-
Para finalizar, las revoluciones de 1848 demostraron que la vieja doxos. Inglaterra tenía auténtico interés en el juego. Por ello no es
monarquía de los Habsburgo, conmovida por un momento hasta de extrañar que incitase a Turquía a resistir y que, una vez desenca-
sus cimientos, seguía siendo sólida. Indudablemente, la guerra contra denada la guerra entre rusos y turcos, acabase por intervenir. Por lo
los húngaros fue dura, y el Imperio necesitó el apoyo ruso para contrario, cuesta comprender por qué intervino Napoleón III. Para
someterles. Pero la experiencia había demostrado que este Estado tan Francia no fue otra cosa que una simple cuestión de prestigio.
dispar se mantenía firme. Durante mucho tiempo, las poblaciones Así, pues, se inició una dura guerra en el punto elegido por los
9ft
28 ingleses, la única gran base naval rusa en el mar Negro, Sebastopol
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en Crimea. Alrededor de la ciudad se levantaron trincheras; el puerto
fue bloqueado por los navios rusos que habían penetrado en el mar
Negro. Los aliados —franceses, ingleses y turcos, a los que pronto
se unió un pequeño ejército piamontés— impidieron que las tropas
de socorro del zar llegasen hasta la ciudad.
Las enfermedades y la violencia de los combates causaron graves
pérdidas. En París, donde .tenía lugar una Exposición universal, em-
pezaban a inquietarse. La toma de Sebastopol en septiembre de 1855
calmó al fin los espíritus. El zar Nicolás I había muerto, herido por
no haber logrado el apoyo de los austríacos, después de haber ayu-
dado a los Habsburgo a dominar la sublevación de los húngaros, y
' su hijo Alejandro II aceptó una mediación austríaca sostenida en el
último momento por Prusia. El Congreso de la Paz se reunió en
París en marzo y abril de 1856. Si lo que había buscado era prestigio, PONTIFICIOS
Napoleón III lo había logrado. Pareció que se convertía en el arbitro
de Europa. En lo referente a las nacionalidades también había ganado,
'III ya que una nueva nación autónoma, prácticamente independiente, Ru-
I ¡I mania, nacía del Congreso de París —nueva desmembración del Im-
perio otomano, que sin embargo había resultado victorioso—. Pero
el gran vencedor fue Inglaterra; Rusia quedó excluida de los Balcanes
durante un tiempo, y a la garantía de bloqueo de los Estrechos para
la flota rusa, que se había conseguido en la Convención de 1841, se
añadió una magnífica garantía suplementaria: la neutralización del
mar Negro; dicho de otra manera, la flota rusa dejaba de existir.
Otro de los grandes vencedores fue Cavour. Por haber mandado,
bajo pretextos especialest un pequeño ejército a Crimea, pasó a ser
jefe de gobierno de un pequeño país, admitido en el sacrosanto y////\o anexionado al Piamonte
////A en 1859.
«Concierto europeo». Era un hecho inusitado. De ello se aprovechó Territorio anexionado al Piamonte
para plantear la «cuestión italiana», con gran descontento de Austria. en marzo de 1860.
Cavour maduró su plan, consistente en obtener el apoyo del ejér- M;II|¡IIII Anexión a Francia en 1860.
cito de Napoleón III contra Austria para liberar el Norte de Italia. No i-;-;-;•:•. Territorios anexionados al Piamonte
soñaba con unificar todo el país. Y, sin embargo, lo conseguiría. Tenía en yerano,de/1860.
Territorio Anexionado a Italia
al pueblo con él. Una «Sociedad nacional», creada en 1857, organizó en 1666. .
en todo el país la decisiva campaña de opinión. Territorio anexionado a Italia
en 1870.
Lo más extraño de todo es que los acontecimientos se desencade-
naron a causa de una tentativa de asesinato perpetrada por el conde
Felipe Orsini, republicano italiano, contra Napoleón III, en quien MAPA 2. La unidad italiana
veía el obstáculo para la unificación de su patria. Desde su prisión,
antes de ser ejecutado, mandó al emperador una llamada que fue
oída. Cavour se movió inmediatamente. En Plombiéres (julio 1858),
esbozó con el emperador la alianza ofensiva y defensiva que permi-
tiría a las tropas franco-piamontesas liberar a Italia de los austríacos
30 31
mediante la anexión al Piamonte de Lombardía y de Venecia. Y, sin
saabargo, nada ocurrió según estaba previsto.
Se inició la guerra. Pero después de dos victorias sangrientas, Magenta y
Solferino, Napoleón III firmó bruscamente el armisticio. Lombardía había sido
conquistada, pero no el Véneto. Cavour, ofendido, dimitió (julio 1859).
Sin embargo, no había de tardar en llegar la compensación. Los ducados del
Centro y de la Romana se sublevaron contra sus soberanas y reclamaron su
anexión al Piamonte. Napoleón III llegó a la conclusión de que dicha anexión
era aceptable a cambio de que se concediese a Francia Saboya y Niza. El trueque
era ventajoso y Cavour, que estaba de nuevo en el poder, lo convirtió en realidad
pese a la indignación de Garibaldi, héroe nacional por excelencia, que era natural
de Niza.
La indignación de Garibaldi iba a poner fin a la obra de Cavour. Con una
tropa de mil «camisas rojas» desembarcó en Sicilia y después en Ñapóles, ¿¿a
a crear la república en Italia del Sur? La idea consternó a Napoleón IH, que lo
era todo menos revolucionario. Con extraordinaria habilidad, Cavour se aprovechó
de ello. A condición de actuar inmediatamente, el emperador aceptó el envío de
tropas piamontesas al sur de Italia, que, a su paso, ocuparon la mayor parte de
los Estados Pontificios, salvo Roma y el campo romano.
El rey, que seguía al ejército, se precipitó ante Garibaldi, lo abrazó y lo
convenció: Italia del Sur y del Centro quedaban anexionadas al Piamonte. El
reino de Italia fue proclamado (23 marzo 1861). Las cosas le habían salido a
Cavour ^mucho mejor de lo que hubiera podido soñar. Tan sólo el Véneto y Roma
no habían quedado anexionadas.
Cavour, uno de los grandes hombres de la historia italiana, murió
agotado el 6 de junio de 1861. El Véneto sería conquistado en 1866,
Roma en 1870. Había nacido una nueva gran potencia. Era, sin duda
alguna, el acontecimiento internacional más importante desde 1815.
Sin embargo, a partir de 1862 iba a tener lugar otro acontecimien-
to aún más importante, un acontecimiento de naturaleza semejante: la
formación de la unidad alemana alrededor de Prusia. Esta vez el
compañero de juego no iba a ser Cavour, sino Bismarck.
Bismarck se convirtió en ministro presidente de Prusia en sep-
tiembre de 1862. Por su merecida reputación de hombre enérgico, se
le consideraba el único personaje capaz de resolver un conflicto grave
entre el gobierno y el Landtag prusiano. El gobierno quería aumentar
los créditos militares. La asamblea, compuesta en su mayoría por li-
berales, se negaba. Bismarck tomó la resolución de prescindir del voto
en nombre de la prerrogativa real. Como que los liberales eran tam-
bién miembros del Nationalverein, gran asociación patriótica de los
partidarios de la «pequeña Alemania», y Bismarck pasaba por ser
un prusiano cerrado, hostil a la unificación, fue, durante varios años,
el hombre más detestado del reino. Todas las clases ilustradas le
vilipendiaban.
Bismarck tenía su plan. Quería excluir a Austria de Alemania
ferro et igni. Dos excelentes generales, Von Roon en el ministerio de
32 MAPA 3. La unidad alemana (1862-1871)
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2. DUROSELLE: Europa desde 1815.
la Guerra, y Von Moltke al frente del estado mayor general, le pre- al menos la consideraba inevitable para culminar la unificación ale-
paraban el mejor ejército del mundo. Bismarck trataba de provocar mana. Los errores franceses, cuidadosamente aprovechados por Bis-
la ocasión. Necesitó tres guerras para que sus planes se realizasen. marck, condujeron directamente a ella. Francia rechazó la candidatura
La primera fue compleja: la «Guerra de los Ducados», dirigida por Prusia y de un Hohenzollern para el trono de España y el rey Guillermo I
Austria contra Dinamarca, había tenido como finalidad aparente impedir que el aceptó este punto de vista. Pero el duque de Gramont, apasionado e
rey de este país se anexionase los ducados del Slesvig, del Holstein y del Lauen- inhábil ministro de Asuntos exteriores, reclamó una promesa por
burgo, que sólo poseia a título personal. El objetivo real de Bismarck había sido
comprometer a Austria y crear un motivo de conflicto. Austria se anexionó el escrito. La negativa del rey, que Bismarck, gracias al sabio empleo
Holstein y Prusia el Slesvig. Después de lo cual Bismarck propuso, ante la es- de la prensa, convirtió en algo insultante, hizo el efecto, tal como
tupefacción de los liberales, una amplia reforma de la Constitución germánica pretendía, de un capote rojo ante el toro galo. Dejándose llevar por
basada en la elección de un «Reichstag» por sufragio universal. Como que Austria la sinrazón, Francia declaró una guerra en la que la emperatriz veía
veía en ello, con razón, el prefacio de un desposeimiento, no aceptó. Entonces
Bismarck, con absoluta deliberación, invadió el Holstein, obligando así a Austria la salvación de la dinastía por medio de la victoria y la gloria.
a que de manera voluntaria, como siempre lo proclamó, le declarase la guerra. Mal preparado, dirigido por oficiales más acostumbrados a los
Así pues, la segunda guerra fue la guerra austro-prusiana de 1866. En el golpes de fuerza de Argelia que a la guerra inteligente, el ejército
terreno diplomático, Bismarck supo maniobrar admirablemente para aislar a francés fue aplastado en Sedán. El 4 de septiembre, la noticia de que
Austria. Se aprovechó de la revuelta de los polacos en 1863 para atraerse al zar.
Cerró la frontera prusiana a los sublevados mientras que Napoleón III, siempre el emperador había sido vencido y hecho prisionero acarreó la caída
fiel a la política de las nacionalidades, irritaba al autócrata proponiéndole un del régimen. Tanto en el asedio de París como con los ejércitos re-
congreso europeo.para resolver su destino. Bismarck se atrajo después a Napo- clutados apresuradamente en provincias, el «gobierno de la defensa
león III, en la entrevista de Biarritz (1865), haciéndole algunas promesas cuida- nacional» trató de cambiar la situación. Todo fue en vano: el 28 de
dosamente vagas, de compensaciones en caso de que Prusia se engrandeciese. Y,
para finalizar, se alió a Italia, que quería conquistar el Véneto. Austria sólo enero de 1871 hubo que firmar el armisticio. Mientras tanto, se había
mantenía a su lado a la mayor parte de los pequeños Estados alemanes, lo que proclamado el Imperio alemán en el Salón de los Espejos de Versa-
• significaba otra ventaja para Bismarck que con ello podría aplastarles y anexio- lles. La anexión de Alsacia y de una parte de Lorena debía cimentar
narse los del Norte, en particular Hannóver, que separaba las dos partes de la unidad alemana realizada de este modo.
Prusia. Después, una vez todo preparado, diplomacia y ejercite, se inició la
guerra. |
La victoria de Sadowa (3 julio 1866), decidió la cuestión en favor de Prusia.
Austria quedó excluida de Alemania, luego que la vieja Confederación germánica
se disolviera. Prusia se engrandeció. Alrededor de ella se constituyó la «Confe-
deración de la Alemania del Norte» con el Reichstag elegido mediante sufragio
universal y un «presidente», el rey de Prusia.
Hasta entonces Napoleón III estaba satisfecho. Al pensar tanto en
las «fronteras naturales» de Francia como en las nacionalidades, y
en vista de que ya había tenido éxito en lo concerniente a Saboya,
pidió las «compensaciones» que él consideraba que le debían y habían
prometido: parte de Renania, Bélgica o Luxemburgo. Bismarck, con
gran habilidad, hizo fracasar sus demandas, hablando con sarcasmo
de las «propinas» que Francia mendigaba. Al emperador se le cayeron
lae vendas de los ojos y se dio cuenta de que había contribuido a que
se contituyese al lado de sus fronteras una Prusia poderosa y con un
potente ejército, sin que ello le reportase ningún beneficio. La opinión
francesa, furiosa e inquieta, entró <ie lleno en la peligrosa psicosis
de la guerra inevitable. Los franceses comprendieron entonces, dema--
siado tarde, que Prusia era su enemigo hereditario.
Bismarck negó más de una vez que él hubiera deseado la tercera
guerra, la guerra de 1871 contra Francia. Los textos prueban que

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