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Tema EBAU 14. La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

Introducción

El sistema de la Restauración se encontraba en una grave crisis desde


1917. La inestabilidad política se reflejaba en corta duración de los gobiernos de
los partidos dinásticos y en su incapacidad para hacer frente a la conflictividad
social, laboral y política. En este contexto, el 13 de septiembre de 1923, el general
Primo de Rivera dio un golpe de Estado que puso fin al sistema parlamentario y
liberal de la Restauración, declaró el Estado de guerra y se dirigió al monarca para
exigir que el poder pasara a manos de los militares. Alfonso XIII aceptó la
autoridad de un Directorio Militar presidido por Primo de Rivera, quien suspendió
el régimen parlamentario existente.

El golpe militar supuso el inicio de un régimen autoritario derechista en el


que se distinguen dos etapas: la del Directorio Militar (1923-1925), que se
presentaba como un Gobierno interino centrado en resolver los problemas
pendientes y el Directorio Civil (1925-1930), que intentó la institucionalización del
régimen y el desarrollo de políticas económicas y sociales. En líneas generales, la
opinión pública española acogió la nueva situación entre la indiferencia y la
aprobación.

Desde el punto de vista de la política exterior, la Dictadura de Primo de


Rivera se inserta en el contexto europeo de la época de entreguerras, ya que
numerosos países como Italia, Portugal, Polonia o Grecia, también tuvieron
gobiernos de tipo dictatorial y hubo un retroceso de las instituciones democráticas
y liberales.

Finalmente, el fracaso de la experiencia de la Dictadura primorriverista en


1930 arrastró también a la Monarquía, que se había comprometido excesivamente
con el régimen y, tras la celebración de unas elecciones municipales en las que
resultó vencedora la coalición republicano-socialista, Alfonso XIII renunció a la
Corona, abandonó España y el 14 de abril de 1931 se proclamó la II República
Española.

Desarrollo

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

1. Las causas del golpe militar

El 13 de septiembre de 1923, el Capitán General de Cataluña, Miguel


Primo de Rivera, mandó ocupar los servicios telefónicos de Barcelona y leyó un
manifiesto ante los periodistas donde exponía los motivos e intenciones de su
sublevación, dando así un golpe de Estado. En este manifiesto que justificaba
su acción, se aprecia una clara influencia del discurso regeneracionista.
Incluso hay consideraciones moralistas centradas en la crítica de la “vieja política”,

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como el deseo de limpiar el país de caciques y, además, acabar con el bandidaje
político, la indisciplina social y las amenazas a la unidad nacional.

De hecho, y de acuerdo con la mentalidad regeneracionista, el dictador se


veía a sí mismo como el “cirujano de hierro” del que hablaba Joaquín Costa, una
figura que debía ocuparse de extirpar con mano firme los males de España.

Al principio, Primo de Rivera contó con el apoyo de ciertos sectores


conservadores, como militares, políticos cercanos a la Monarquía y parte de las
clases dirigentes tradicionales. Además, contaba con las simpatías de la mayoría
de los generales, pero no con su apoyo incondicional. Por lo tanto, el éxito de su
acción pasó a depender de la postura que adoptase el monarca ante la rebelión
militar. Finalmente, Alfonso XIII mandó formar gobierno a Primo de Rivera, que
decidió convertirse en dictador militar único, aunque estaba asistido por un
Directorio militar integrado por generales.

Los motivos expuestos por el general para justificar su acto de rebelión y


el establecimiento de su régimen dictatorial fueron la inestabilidad y el bloqueo
del sistema político parlamentario de la Restauración, así como su desprestigio
derivado del continuo fraude electoral; el miedo de las clases acomodadas a una
revolución social ante el auge de la conflictividad obrera y campesina, con los
ejemplos de los atentados anarquistas, el pistolerismo y el “Trienio Bolchevique”
de los años inmediatamente anteriores (1916-1923); el aumento de la influencia
del republicanismo y de los nacionalismos periféricos vasco y catalán; y, por
último, el descontento del Ejército tras el desastre de Annual en Marruecos (1921)
y las consiguientes investigaciones del Expediente Picasso.

Por esta razón, en la decisión de Primo de Rivera, así como en el apoyo del
Ejército y el rápido beneplácito de Alfonso XII, también influyó el deseo de evitar
que las Cortes exigieran responsabilidades por los fracasos militares en
Marruecos.

En el plano ideológico, los valores y principios que inspiraban a Primo de


Rivera eran simples, tradicionales y típicamente castrenses, ya que se basaban en
el amor a la patria, el orden, la eficacia, la disciplina y la autoridad. En principio, la
dictadura fue presentada como una solución política excepcional y de
carácter provisional para frenar posibles reformas del sistema que pudieran
amenazar los intereses de ciertos sectores sociales. Sin embargo, con el paso del
tiempo, el general olvidó sus primeras intenciones y confirmó su voluntad de
prolongar su poder personal para crear un nuevo Estado que sustituyera al
sistema de la Restauración.

2. La reorganización del Estado

La Dictadura de Primo de Rivera atravesó dos fases sucesivas: de 1923 a


1925 gobernó el Directorio Militar, cuyos miembros eran militares, aunque a
partir de ese año, el gobierno dictatorial incluyó entre sus ministros a
personalidades civiles como José Calvo Sotelo en Hacienda y Eduardo Aunós en el

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Ministerio de Trabajo. La segunda fase (1925-1930) corresponde al Directorio
Civil, en el que el peso de los militares seguía siendo importante y el régimen
siguió siendo autoritario.

Las primeras medidas del Directorio Militar mostraron su carácter


dictatorial: suspensión de la Constitución de 1876, disolución de las Cortes,
prohibición de las actividades de todos los partidos políticos y de los sindicatos,
etc. Todo ello fue acompañado de la militarización del orden público y por
una represión del obrerismo más radical (cenetistas y comunistas).

En el ámbito de la Administración Local, se elaboró un Estatuto


Municipal y otro Provincial. Los ayuntamientos fueron disueltos y sustituidos
por juntas de vocales integradas por los principales contribuyentes de cada
localidad y nombradas por medio de los gobernadores civiles. Por esta razón, el
pretendido regeneracionismo resultó una farsa, ya que se suspendieron los
mecanismos electorales y se sustituyeron unos caciques por otros.

En cuanto a la Administración del Estado quedó completamente


militarizada, ya que los puestos y cargos de mayor responsabilidad como
gobernadores provinciales, mandos políticos y delegados gubernamentales en los
ayuntamientos quedaron en manos de oficiales del Ejército.

En lo que respecta a la política exterior, durante la primera etapa de la


Dictadura, el conflicto de Marruecos centró el interés de Primo de Rivera, que
asumió personalmente el Alto Comisariado de Marruecos en 1924. Al año
siguiente, aprovechando los ataques rifeños contra intereses franceses, consiguió
la colaboración de Francia y se organizó el desembarco de Alhucemas (1925),
que fue un importante éxito militar, ya que Abd-el-Krim se rindió, entregándose a
los franceses, y en poco tiempo se completó la ocupación efectiva de todo el
protectorado en Marruecos.

A partir de 1926, se fue abandonando la idea de una dictadura transitoria


tras la que se volvería al régimen constitucional, y Primo de Rivera intentó
institucionalizar su régimen para darle continuidad y permanencia. Su
modelo fue el totalitarismo fascista italiano. El camino hacia un régimen
autoritario comenzó con la convocatoria de una Asamblea Nacional
Consultiva (1927), de carácter corporativo, pues sus miembros no serían
elegidos por sufragio, sino por designación entre los ciudadanos pertenecientes a
las grandes instituciones públicas (municipios, universidades, administraciones,
etc.). En 1929 esta Asamblea redactó un proyecto de Constitución, el Estatuto
Fundamental de la Monarquía, que era más bien una carta otorgada de carácter
autoritario, que limitaba los derechos y libertades fundamentales y daba poderes
extraordinarios al monarca. Sin embargo, la dimisión de Primo de Rivera hizo que
no saliese adelante.

Con el fin de promover la adhesión al nuevo sistema se creó un partido


único, la Unión Patriótica (1924). Se trataba de un partido gubernamental, sin
un programa ideológico definido y cuya misión primordial era proporcionar apoyo

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social al régimen y seguir las directrices del poder. Los afiliados al nuevo partido
procedían básicamente de las filas del catolicismo, de los funcionarios de las
administraciones y de los caciques rurales. Sus partidarios se definían como
derechistas, antiparlamentarios, defensores del autoritarismo, tradicionalistas,
monárquicos y católicos.

También se reactivó la antigua institución del Somatén, originalmente


catalana y que se extendió a toda España bajo la denominación de Somatén
Nacional. Era una especie de guardia cívica o milicia parapolicial formada por
ciudadanos armados voluntarios que colaboraban en el mantenimiento del orden
público.

3. La política económica y social

La Dictadura se benefició de la buena coyuntura económica


internacional, iniciada en los “felices” años veinte, tras la Primera Guerra
Mundial. En este contexto, el régimen puso en marcha un programa de fomento
de la economía española en el terreno industrial y en las infraestructuras, aunque
apenas se ocupó del problema agrario.

La idea rectora fue la nacionalización de importantes sectores de la


economía y el aumento de la intervención estatal. De este modo, el
Estado tuvo un protagonismo notable gracias al fomento de obras públicas
(ferrocarriles, carreteras, planes hidroeléctricos, etc.).

En cuanto a la industria, el Gobierno aprobó el Decreto de Protección de la


Industria Nacional, que preveía la concesión de ayudas estatales a las empresas
que no podían competir en el exterior. También se crearon grandes monopolios
en los sectores de telecomunicaciones y energético, como la Compañía Telefónica
Nacional de España (1924) y la CAMPSA (1927) que se ocupaba en exclusiva de la
importación, el refinado, la distribución y venta de petróleo en España. Todo ello
financiado mediante los llamados presupuestos extraordinarios, de forma que el
Presupuesto Ordinario del Estado parecía equilibrado, pero cada año la deuda
extraordinaria seguía acumulándose.

Con respecto a la agricultura, la estructura de la propiedad de la tierra


seguía siendo desigualitaria. Las grandes propiedades se respetaron y, en
realidad, el Estado no emprendió reforma alguna, aunque sí se promovió el
regadío gracias a la creación de las Confederaciones Hidrográficas, que
buscaban el máximo aprovechamiento de los recursos hídricos en las cuencas de
los grandes ríos españoles.

En lo tocante al comercio exterior, el régimen reforzó el proteccionismo


arancelario para salvaguardar los productos agrarios e industriales nacionales
de la competencia extranjera. España llegó a tener los aranceles más elevados de
toda Europa, tras la URSS.

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En el ámbito de las relaciones laborales, la Dictadura puso en marcha un
modelo de regulación del trabajo que pretendía eliminar los conflictos laborales
mediante la intervención del Estado, la integración de los sectores moderados
del movimiento obrero (UGT) y la represión de las organizaciones más radicales
(CNT). Con este fin se creó la Organización Corporativa Nacional, que
agrupaba a patronos y obreros en grandes corporaciones y regulaba los conflictos
laborales por medio de los Comités Paritarios, formados en igual número por
patronos y obreros. Su misión era la reglamentación de los salarios y de las
condiciones de trabajo, así como la mediación y arbitraje en casos de conflicto. En
los comités colaboraron los sectores más moderados del movimiento obrero, en
concreto la UGT, que pudo desenvolverse con cierta libertad bajo el régimen,
mientras que los anarquistas y los comunistas eran perseguidos y se vieron
obligados a permanecer en la clandestinidad.

4. La oposición a la Dictadura

La oposición al régimen estuvo integrada por algunos líderes de los


partidos dinásticos, los republicanos, los nacionalistas, los comunistas, los
anarquistas, algunos sectores del Ejército y muchos intelectuales. Los antiguos
partidos del turno criticaron la excesiva duración del régimen y varios dirigentes
participaron en conspiraciones militares como el complot en la conocida
como “Sanjuanada” (1926). Otra intentona golpista similar fue la dirigida por el
político conservador José Sánchez Guerra en 1929, que también contaba con un
cierto apoyo militar.

Con respecto a los intelectuales y el mundo universitario, la


Dictadura pretendió controlarlos mediante la censura y limitando su libertad,
llegando incluso a cerrar las universidades. El conflicto derivó en manifestaciones
y protestas estudiantiles y fue el origen de un gran sindicato, la Federación
Universitaria Española (FUE), de carácter republicano. El enfrentamiento de
los intelectuales estuvo protagonizado por figuras de la talla de Unamuno, Ortega
y Gasset, Blasco Ibáñez y Menéndez Pidal, entre otros. En 1924, estos
suscribieron un manifiesto con más de cien firmas en contra de la política cultural
del régimen. La represión fue inmediata, Unamuno fue desterrado a
Fuerteventura y Blasco Ibáñez se exilió al extranjero, desde donde promovió una
gran campaña contra el rey y contra Primo de Rivera. Posteriormente, en 1931 un
grupo de intelectuales formaría la Agrupación al Servicio de la República, un
movimiento político que militaba a favor del establecimiento de un nuevo Estado
republicano.

Sin embargo, el conflicto más persistente se produjo con el republicanismo


y con los nacionalismos periféricos, especialmente con el catalán. La oposición de
los republicanos fue permanente y organizaron la llamada Alianza Republicana,
que logró unir a las diversas facciones del movimiento y desarrollar una amplia
campaña propagandística en el exterior. En Cataluña, las medidas tomadas por
Primo de Rivera, como la liquidación de la Mancomunidad de Cataluña (1925), así
como la prohibición del uso público del Catalán y de manifestaciones culturales
como la sardana. Estas medidas fueron recibidas como muestras de un profundo

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anticatalanismo y provocaron un distanciamiento en sectores que antes
simpatizaban con la Dictadura, como es el caso de la Lliga Regionalista de Cambó.
La oposición del catalanismo de izquierdas y republicano fue aún más decidida.
En ella se distinguió el partido Estat Català con su intento de invasión armada
dirigida por Francesc Macià desde Francia en 1926.

Por último, la CNT se mostró contraria al régimen y fue intensamente


perseguida, lo que agravó los conflictos interiores entre los sectores más radicales
y los más moderados. Así, en 1927, los primeros crearon la Federación
Anarquista Ibérica (FAI), que tendría gran protagonismo en la II República y la
Guerra Civil. También el PSOE cambió su posición hacia 1929, cuando rechazó
los intentos continuistas del régimen y se pronunció a favor de la República.

5. El final de la Dictadura

A mediados de 1928, el régimen primorriverista entró en un imparable


proceso de declive. La pérdida de popularidad del dictador, el deterioro de su
posición política se hicieron cada vez más evidentes. Además, la creciente
oposición se intensificó cuando el rey y su camarilla se convencieron de que la
Dictadura suponía un peligro para la permanencia de la Monarquía. En este
contexto, el rey optó por retirar su confianza al dictador, quien acabó dimitiendo el
30 de enero de 1930.

El rey nombró entonces al general Dámaso Berenguer como nuevo jefe


de Gobierno. Este asumió la misión de convocar unas elecciones que permitieran
volver a la normalidad constitucional. A este período se le conoce como la
“Dictablanda”. La oposición empezó a organizarse y los republicanos, los
catalanistas de izquierda y el PSOE acordaron la firma conjunta del Pacto de
San Sebastián, en agosto de 1930, de un programa para presentarse a las
elecciones y constituir un Comité Revolucionario que por medio de una acción
militar, debería convertirse en el Gobierno provisional de la futura República. El
intento revolucionario se llevó a cabo en la Sublevación de Jaca en diciembre
de 1930, encabezada por los oficiales Galán y García Hernández, que fueron
fusilados tras el fracaso de su intentona, al no encontrar apoyos en otros cuarteles.

Por su parte, Berenguer fue incapaz de preparar las elecciones y, en


febrero de 1931, fue sustituido por un Gobierno presidido por el almirante Juan
Bautista Aznar, que puso en marcha unos comicios en los tres niveles
establecidos: municipales, provinciales y legislativos. El Gobierno decidió
convocar primero las elecciones municipales para el 12 de abril de 1931,
que dieron la victoria a la coalición republicano-socialista en las grandes ciudades.
Dado que estas elecciones se plantearon como una especie de plebiscito sobre la
permanencia de la Monarquía y, ante las movilizaciones de simpatizantes de
republicanos y socialistas, el rey optó por descartar el uso de la fuerza y aceptó la
voluntad de la ciudadanía por lo que, finalmente, decidió renunciar al trono y
abandonar España. El 14 de abril de 1931 fue proclamada la II
República.

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Conclusión

Para concluir, se puede afirmar que la Dictadura de Primo de Rivera fue el


primer ejemplo en la Historia de España de una dictadura militar. Culminaba así la
tendencia al intervencionismo del Ejército en la vida política desarrollada a lo
largo del período de la Restauración. El golpe militar fue apoyado por amplios
sectores del Ejército, las clases acomodadas y el propio rey, Alfonso XIII, como
solución a la inestabilidad política y social del período. Sin embargo, el régimen no
se caracterizó por poseer un proyecto político bien definido, sino que la política
respondía a medidas improvisadas sobre la marcha y a la contemporización, de
forma bastante pragmática, y llevadas a cabo desde una perspectiva muy
conservadora y autoritaria. Durante los primeros años, la Dictadura se legitimaba
por la política de hechos consumados.

Sin embargo, tras la solución al conflicto de Marruecos, Primo de Rivera


intentó la institucionalización del régimen por medio de la consolidación de un
Estado corporativista, inspirado en el modelo fascista italiano, por medio de la
Unión Patriótica como partido único, que inspiró a Franco la creación del
Movimiento Nacional; y de la Asamblea Nacional Constituyente, como unas
Cortes limitadas a la función consultiva y de carácter orgánico.

Sin embargo, el dictador fue perdiendo apoyos desde 1925 hasta perder el
favor del rey y de la mayor parte del Ejército. Además, la oposición a la Dictadura
era cada vez más fuerte. Por estos motivos, en 1930 el general dimitió y se exilió
en París. No obstante, la caída del dictador arrastró consigo a la Monarquía por su
fuerte identificación con el régimen y, por ende, liquidó el sistema político de la
Restauración.

Finalmente, en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los


republicanos y socialistas resultan vencedores en las principales ciudades, lo que
provoca la renuncia de Alfonso XIII a la Corona y la posterior proclamación de la II
República.

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TEXTO 8.- MANIFIESTO DE PRIMO DE RIVERA. 1923.

Españoles: ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque
hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad) de recoger las ansias, de atender el
clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que
libertarla de los profesionales de la política... Este movimiento es de hombres: el que no
sienta la masculinidad, que espere en un rincón. No tenemos que justificar nuestro acto,
que el pueblo sano lo manda e impone. Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes
de la autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación
de la moneda, francachela de millones de gastos reservados, rastreras intrigas políticas
tomando por pretexto la tragedia de Marruecos. Indisciplina social, que hace el trabajo
ineficaz y nulo; precaria y ruinosa la producción agraria e industrial; impune propaganda
comunista, impiedad e incultura, descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas
alrededor del problema de las responsabilidades... En virtud de la confianza y mandato
que en mí han depositado, se constituirá un directorio inspector militar con carácter
provisional... Ni somos imperialistas, ni creemos pendiente de un terco empeño en
Marruecos el honor del ejército... buscaremos al problema de Marruecos solución pronta,
digna y sensata. El país no quiere oír hablar más de responsabilidades... La
responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento
total a que los condenamos...

Miguel Primo de Rivera, Capitán General de la IV Región. ABC, 14 de septiembre de


1923.

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