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LA CONTRARREFORMA Y LAS POTENCIAS PROTESTANTES 111

vertirse al catolicismo, se presentó como campeón de la política nacional y se consolidó


luchando contra la intervención española. En segundo lugar, la debilidad de la
monarquía, que afligió durante décadas al país, la obligó a oscilar alternativamente
entre el partido hugonote y el católico, que intentaban a la vez condicionar su acción.
Esto contribuyó a prolongar el conflicto interno, ininterrumpidamente marcado por
enfrentamientos sangrientos y treguas y edictos de pacificación. Poco a poco los
hugonotes vieron que se les iba reconociendo un margen cada vez más amplio de
libertad e incluso la posesión de algunas plazas fuertes como garantía de tales
concesiones. La contienda interna no podía sino radicalizarse y llevar al país al
marasmo. Con todo, precisamente la aspereza del conflicto, además de su duración,
llevó a sugerir la búsqueda de una tercera vía, que excluyera el completo predominio de
una de las partes sobre la otra, a fin de salvar la unidad nacional.
Esta perspectiva fue avanzada por los llamados politiques, fuerte grupo de moderados
que propusieron superar las nefastas consecuencias del principio cuius regio eius religio.
Así, la solución finalmente adoptada por el edicto de Nantes de 1598 sancionó un notable
hecho nuevo: la existencia de un reino donde coexistían dos religiones distintas, sin
comprometer por ello la indispensable solidez nacional y estatal. Con su acción, Enrique
IV encarnó este difícil éxito. Por un lado, no tardó en abjurar (1593) del calvinismo, una
vez heredada la corona; por otro, no sólo no persiguió a los hugonotes, sino que incluso los
reconoció como súbditos con igualdad de derechos. El edicto de Nantes fue aceptado de
forma duradera por los calvinistas, dado que no les quitó nada de cuanto habían
conquistado y añadió incluso concesiones suplementarias, como la facultad de frecuentar
cualquier escuela y poseer las propias. Por lo demás, a todo cabeza de familia reformado le
fue lícito escoger la confesión de sus hijos; a condición de jurar fidelidad al soberano,
cualquier protestante podía ocupar cargos públicos. El objetivo era evitar que los
hugonotes constituyeran un estado dentro del Estado, como de hecho habían intentado
hacer hasta entonces, controlando directa o indirectamente la administración pública en
varias regiones y manteniendo en pie un ejército casi permanente. Este objetivo no se
consiguió plenamente, pues el rey no tuvo más remedio que dejar bajo su control los
lugares fortificados que ocupaban y que eran unos 150.
Los inconvenientes de tal situación se sentirían en las décadas siguientes. No
obstante, la estructura dualista que se instauró marcó el fin del sueño de Francia una
potencia calvinista. En la época del edicto de Nantes los protestantes eran cerca de un
millón, es decir, una clara minoría; eso sí, ocupaban sólidamente sobre todo regiones
periféricas del reino. Superado el escollo de la sedición, reconstituida la autoridad regia y
reanudado el impulso del centralismo estatal, el tiempo empeztTa jugar a favor de la
religión tradicional de la mayoría: los reformados siguieron siendo la parte hostigada de la
nación. Ciertamente, este resultado fue debido también a la fuerza del partido de los
Guisa, que había sabido organizarse con la Ligue no menos eficazmente que los hugonotes
y había impedido que éstos se instalaran en el norte y el este del país. Finalmente París se
reveló como un auténtico bastión del catolicismo; a finales de siglo, aunque tenía
3. LA OFENSIVA CALVINISTA: LAS GUERRAS DE RELIGIÓN EN FRANCIA
Mientras el catolicismo tensaba sus fuerzas para asegurar la salvación de las
a mas y su triunfo terreno, el protestantismo se mostraba igualmente activo Mu-
U" Camp° tUVler °n SU paralel° en el °tro, desde la espiri-
taalidad hasta la casuística, desde los libros de oraciones hasta la instrucción. Mientras
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surgían las universidades católicas no faltaban las fundaciones de uni-


MarbuÍ o' P^8131^3 * * * * 8’ d® ^den a Erfurt’ de Wittenberg a Basilea, Ginebra, Marbmgo
Tubmga, Rostock, lena, etc. Incluso las figuras más destacadas ofrecían caracteres
bastantes análogos, como Ignacio de Loyola y Calvino El mundo protestante era más
variado e indudablemente menos compacto que el catóhco Ln su seno la zona luterana,
en particular la alemana, se distinguía bastante cía-

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