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Kafka: un filósofo desde la literatura

Este ensayo tiene como objetivo encontrar el carácter de la obra kafkiana y, por ende, de su

autor: Franz Kafka. A través de un análisis sobre el sentido de su obra, se busca encontrar

los elementos fundamentales que permitirían definir a Kafka como un hombre político,

ideológico o filosófico. Para ello nos apoyaremos en el trabajo de Max Weber sobre la

vocación y la ética, la definición de filosofía de Karl Jaspers y algunos apuntes del profesor

Ignacio Grueso sobre el sentido de la filosofía política.

El sentido de su obra

En primer lugar, es importante aclarar que los ángulos desde los que se ha tratado de

iluminar el extraño mundo kafkiano han sido varios: desde el psicoanálisis a lo religioso, de

lo estético a lo sociológico y de lo racial a lo literario (Varela, 1989), las variaciones han

sido cuan extensas como interpretaciones existen para el sentido de la vida. Por ejemplo,

en su biografía de Kafka, el profesor José Luis Varela (1989) menciona las interpretaciones

que ha formulado la crítica contemporánea respecto a la obra kafkiana: pasando por una

corriente teológica, que ha intentado vincular su obra al judaísmo, cristianismo e incluso al

nihilismo, representada en personajes como Brod, Auden y Camus; una psicoanalítica,

interpretada por Ángel Flores y P. Goodman; y una sociológica, que encuentra un

fundamento de crítica sociopolítica en la obra, la cual es representada por hombres como

Adorno, Günther Anders y Roy Pascal

Existe, en consecuencia, un sinfín de interpretaciones para la literatura del atormentando

Franz. Y es que la obra kafkiana cuenta con una riqueza inimaginable, ante la cual no se ha

logrado formar una visión totalizante que logre implicar todos los aspectos contenidos allí,
tal como recoge Rossi y sostenía Camus “el destino y quizá también la grandeza de la obra

de Kafka consiste en que deja abiertas todas las posibilidades de entendimiento sin imponer

ninguna” (Rossi, 2004, p 52).

En este sentido, nos resulta claro que su obra posee elementos que lo acercan más al obrar

de un filósofo que al de cualquier otra clase de hombre. Respecto a este punto sostenía

Jaspers “La clase de certeza que cabe lograr en filosofía no es la científica, es decir, la

misma para todo intelecto, sino que es un cerciorarse en la consecución del cual entra en

juego la esencia entera del hombre” (Jaspers, p.1) . Cabe preguntar entonces: ¿acaso la

imposibilidad de abordar a Kafka desde un solo ángulo no es prueba inequívoca de que su

obra penetra hasta la profundidad más íntima del ser? ¿No es posible argumentar que la

complejidad inherente a su obra se encuentra con la complejidad de todas las dimensiones

de lo humano? Así como resulta imposible reducir al hombre a una sola cosa que lo defina,

ocurre lo mismo con la literatura de Franz. Es posible ver que su sentido siempre fue el de

involucrar en su obra todo aquello que afecta al hombre en su existencia.

Las situaciones

Hasta ahora solo hemos visto un panorama general de aquello que pudo haber sido

abordado en sus libro; sin embargo, debe caber la posibilidad de adentrarse más en las

situaciones que describía, pues solamente haciendo este recorrido podemos acercarnos a la

esencia de su trabajo y el sentido último de este.

Un sin fin de situaciones absurdas y problemáticas que revisten con angustia a la víctima y

la enredan en una complicada burocracia, componen la obra kafkiana. En esta, el individuo

resulta siendo acosado, asfixiado y aprisionado por lo ilógico y lo injusto; elementos que
terminan por transformarlo en insecto, en agrimensor, en acusado, en artista del hambre, en

engranaje de un mundo que no alcanza a comprender, en cualquier cosa siempre, menos en

lo que es: un ser humano (Varela, 1989 p. 5). De ahí que se explique el porqué los

personajes son siempre seres desgraciados, víctimas de poderes que nunca llegan a

entender y ante los cuales pareciera que deben caer rendidos. Es por ello que la

transformación animal es recurrente en sus cuentos, pues Kafka la utiliza para explicar el

aprisionamiento de la conciencia en un cuerpo anormal que termina por transformarla en

conciencia maniaca (Cardona Castro, 2005, p.114) siendo degradada al punto de ser

reducida a un cuerpo animal dentro del cual el individuo se reconoce como tal; por ejemplo,

en obras como Die Verwandlung (1916) observamos cómo Gregor es transformado en

insecto y poco a poco asume que lo es, se comporta como tal y se alimenta como tal, lo cual

no es más sino la pretensión de Kafka de mostrar cómo el sujeto termina rendido ante la

imposibilidad de luchar contra aquello que lo oprime y termina aceptando esa asfixiante

realidad “¡como un perro!” tal cual dijese Joseph K. tras ser apuñalado.

Sin duda esto es algo que apunta a describir los problemas de la modernidad. Hay que

recordar que Kafka presenció varios acontecimientos que van desde los grandes cambios

industriales que trajo el siglo XX acompañados de un régimen de trabajo industrial, las

arduas condiciones de los obreros en las fábricas, el desarrollo de la burocracia del Estado

moderno, la revolución rusa, la primera guerra mundial, hasta importantes movimientos

artísticos como el expresionismo (al cual es posible adherir su obra) que surgían en

reacción al impresionismo, esa corriente artística que se impresionaba por el mundo tal cual

era y negaba la posibilidad de crear desde la conciencia o interior del artista. Todos estos

acontecimientos tuvieron algún impacto sobre el escritor, y obedecían, para Kafka, de algún
modo, a esa disposición instrumentalizadora hacia el hombre o individuo que se hallaba en

el seno de la modernidad, la cual, además, era bastante sutil para oprimirlo; pues se trataba

de un orden que existía independientemente de una cabeza visible, de un hombre o un

grupo responsable, sino que existía como una maquinaria que se perpetuaba a sí misma,

algo que posteriormente Hanna Arendt describiría como “una tiranía sin tirano” (Arendt,

2006).

Por ello Kafka enreda a sus personajes entre una interminable burocracia, por eso se

pierden en medio de su lucha y no saben ante quién acudir o exigir justicia, aparentemente

no hay responsables de sus desgracias, sino que simplemente por “azares del destino” son

detenidos sin haber hecho nada malo. Tal como en Der Prozess (1925) se describe:

K apenas prestaba atención a todas esas aclaraciones […] consideraba más importante

obtener claridad en lo referente a su situación. Pero en presencia de aquella gente no podía

reflexionar bien […] ¿Qué hombres eran esos? ¿De qué hablaban? ¿A qué organismo

pertenecían? K vivía en un Estado de Derecho, en todas partes reinaba la paz, todas las

leyes permanecían en vigor, ¿quién osaba entonces atropellarle en su habitación? (p. 4)

Sabemos que K. nunca encuentra cuáles son los cargos en su contra, ni logra liberarse de

dicha situación, por lo contrario, esta se perpetúa de manera indefinida. Así Kafka, por

medio de este tipo de "orden reinante del caos" y personajes despojados de su dignidad y

humanidad, se encarga de cuestionar la condición y posición del ser humano ante la familia,

el trabajo, el Estado y la sociedad en la que está inmerso, buscando siempre dotar a su obra
del suficiente desencanto y emocionalidad como para que el lector se pregunte: "... ¿este ser

aniquilado soy yo?”.

Ahora bien, por el tipo de situaciones descritas en la obra kafkiana, nos atrevemos a afirmar

su carácter denunciatorio. En concordancia con lo sostenido por Grueso, el filósofo político

gira en torno a dos posibilidades: 1) la de dedicarse a plantear las bases éticas y morales del

orden político; o 2) hacer una crítica a este por carecer precisamente de dichos elementos

(Grueso, pp. 6-7). Al mirar a Kafka, entonces, que se acerca más a la labor de un filósofo,

encontramos el cuestionamiento al orden reinante de las cosas, su crítica a la falta de lógica

inherente a este y su clara preocupación por demostrar, a través de sus personajes, lo

abusivo que puede llegar a ser con el individuo; de manera que coincide con aquel tipo de

discurso señalado en la segunda categoría. Además, Kafka no tiene preocupación alguna

por definir cómo debería ser el orden del mundo, en sus obras no encontramos propuestas

sobre la manera en que se puede construir una alternativa, sino que hallamos el horror total

de las situaciones que, sin embargo, nos invitan a reflexionar; pues puede que sus

personajes acaben derrotados, pero, ¿significa eso que nosotros también? Lo que hace es

golpearnos fuertemente, de modo que nos preguntemos por los cimientos de dicho orden.

No por nada Kafka dijo, en una carta, a su amigo Oskar Pollak (1904):

Necesitamos libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de

alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos

desterrados a las junglas más remotas, lejos de toda presencia humana, algo semejante al

suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que habita en nuestros

corazones. Eso es lo que creo.


De modo que Kafka construye un universo metafórico bastante amplio para explicar los

males del tipo de sociedad en la que se forma el hombre contemporáneo, y advierte

siempre, el proceso de cosificación (deshumanización) que trae consigo el desarrollo del

mundo moderno, desenmascarando las supuestas virtudes de éste y señalando los horrores

ante los cuales no se puede caer "resignado" o rendido como lo describe trágicamente en

sus obras, sino para los que se debe estar dispuesto a construir un mundo alterno, uno en el

cual no quepa la posibilidad de deshumanizar.

El hombre

Sin duda el sentido que un autor pone en su obra y los elementos que allí recogen son

también una representación de lo que él mismo ha sido o vivido, y esto es especialmente

notable en Kafka, pues su obra reúne diversos aspectos autobiográficos. Por ejemplo, la

ardua relación con su padre se evidencia en el papel incriminatorio de los padres en sus

escritos, tanto en La Condena (1917) donde el padre culpa a su hijo hasta llevarlo al punto

del suicidio o en Die Verwandlung (1916), en donde el padre arroja la manzana que ha de

incrustarse en el cuerpo de Gregor y, finalmente, termina por causarle la muerte. Pero lo

que importa aquí es comprender que Kafka, desde su experiencia personal y subjetiva,

logra trascender la situación y transformarla en una cuestión esencial destinada a

plantearse, en este caso, el papel de la familia como institución social que condiciona la

vida de los hijos.

También encontramos episodios como los de su trabajo en la Aseguradora de accidentes, al

respecto, escribe Gónzales Férriz en su biografía Franz Kafka, el miedo a la vida (2008)
que este se dedicaba a reñir con los empresarios reacios a gastarse dinero para garantizar la

salud de sus trabajadores, que en la mayoría de los casos, trabajaban en condiciones

lamentables. Dice Férriz (2008):

[…] el día a día de Kafka podía consistir en convencer a las grandes empresas de la

necesidad de asegurar a sus trabajadores o, en un caso paradigmático, en abogar por la

utilización de ejes seguros en las máquinas […] para evitar las frecuentes amputaciones de

dedos en los operarios. De esta época son los célebres informes jurídicos del escritor,

informes escritos en una prosa judicial fría y analítica que posteriormente se filtraría en su

obra literaria para poner de manifiesto la indefensión del individuo ante la maquinaria

burocrática. (p. 26)

Lo que lo pone en sintonía con punto señalado por Jaspers sobre la filosofía como una

actividad propia, donde esta “tiene que ser original en todo momento. Tiene que llevarlo a

cabo cada uno por sí mismo” (Jasper, p.2). Es decir, partiendo de su propia situación y

vivencias, Kafka lograba abordar cuestiones fundamentales para el ser humano; este no se

dedica a una abstracción por encima de la realidad, sino que construía su obra literaria a

partir de aquello que experimentaba y veía en el mundo de la vida, lo que también lo

acerca al tipo de discurso filosófico-político señalado por Grueso, donde el filósofo puede,

desde valores propios, abordar los problemas del orden imperante. Kafka, sin duda alguna,

lo hacía.

Por último, creemos pertinente señalar la vocación de Kafka hacia la literatura, ya que

siempre buscó consagrarse a esta como un fin en sí mismo, considerando a todas las demás

actividades como limitantes de su verdadera naturaleza, incluidos elementos tan presentes

en su vida como lo fue el amor. Al respecto Kafka escribía en una carta a Felice:
Mi forma de vida solo está orientada a la escritura, y si experimenta a cambios, es solo para

corresponder lo mejor posible a la escritura, porque el tiempo es corto, las fuerzas son

pequeñas, la oficina es un horror, la casa es ruidosa y hay que tratar de abrirse paso con

obras de arte, cuando no es posible tener una vida hermosa y rectilínea.

Para Kafka todo intento por comprender y tratar la vida pasaba por la escritura, esta era

para él la medida de todas las cosas, no hay cosa que no buscara expresar a través de esta y

trató hasta el último aliento de su vida de enfocarse en esta, buscando escapar a las demás

obligaciones que frustraban su actividad, como escribe en una carta a su amigo Brod:

[Vi] con total claridad que para mí no había más que dos posibilidades, o tirarme por la

ventana cuando todos se fueran a dormir, o ir diariamente a la fábrica y la oficina de mi

cuñado […] lo primero me daba la ocasión de librarme de toda responsabilidad, tanto como

por el trastorno de la escritura como por el abandono de la fábrica; lo segundo interrumpía

forzosamente mi escritura.

Así pues, encontramos que la literatura era para Franz lo más sacro, justo en el mismo estilo

en que para Weber debían ser las vocaciones. Pero si se quiere establecer una comparación

amplia de la idea de vocación con lo que para Kafka fue la actividad literaria hay que mirar

solamente cómo Weber concibe a la ciencia en un sentido racional puro, destinado

eternamente a la reflexión, pues así Kafka considero a la literatura.

Conclusión

En sus pocas obras que poseen un contenido magnánimo se puede ver la crueldad con la

que analizaba el mundo. Pero más que una crueldad, era la descripción grafica con la que

Kafka observaba esa realidad, una realidad obstinada en lograr que la felicidad no fuera

algo tangible y cercano a la humanidad. Y es que recordemos que la época en la que vivió
Kafka estaba marcada por gran cantidad de problemas sociales, donde el principal rol

estaba ocupado por un estado constante de desigualdad. Esa misma desigualdad que

obligaba a los hombres a dilucidar una vida carente de libertad, y que lo único que permitía

era doblegarse al sistema laboral, donde el fin último era perpetuarse a sí mismo.

El poco entusiasmo que Kafka plasma, lo lleva a generar obras tan magníficas como La

Metamorfosis, que representa ese existencialismo que se llegó a denominar kafkiano, en

donde se muestra esa continua molestia del papel real del ser humano en la sociedad

moderna. Un papel donde la vida carece de importancia y más bien entra en la cotidianidad

y la banalidad, donde el valor último del individuo recae en esa simpleza de ser uno más en

el engranaje de una gran máquina, y donde se encuentra en rechazo cuando desea ser algo

diferente a lo que se le ha impuesto.

En este orden de ideas podríamos catalogar a Kafka como un filósofo político, que lejos de

brindarnos un discurso moralista, nos muestra de golpe una sociedad llena de vacíos. Nos

muestra ese dominio de unos pocos frente a muchos que sin duda permanecen dormidos en

esa conformidad impuesta y creada por la burocracia.


Referencias

Arend Hannah (2006) Sobre la violencia, Madrid, Alianza.

Cardona Luis (2005) Kafka, Grandes Biografías, Edimat libros S.A

Férriz G. Ramón (2008) Franz Kafka, El miedo a la vida. Panamericana Editoral Ltda.

Grueso Ignacio (s.f.) ¿Qué es la filosofía política? Filosofía Política.

Jaspers, Karl (s.f) ¿Qué es la filosofía?

Kafka, Franz (1925) El proceso, Obras Completas de Franz Kafka Olmak Trade.S.L.

Rossi Carmen (2004) Análisis de El Proceso, Terranova Editores.

Varela José L. (1989) Franz Kafka, o la agonía del hombre y del artista en nuestra
civilización, Forjadores del Mundo Contemporáneo. Editorial Planeta.

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