Dios es una cosa incomprensible e innominable para nosotros: es todo lo que existe y
nada de lo que existe; contiene en sí toda la realidad, pero no es una esencia
determinada; de aquí se infiere que el nombre menos impropio que le podemos atribuir es el de Uno. Es, pues, la unidad absoluta, necesaria, inmutable, infinita; pero no es la unidad numérica, es la unidad universal en su perfecta simplicidad. Este Unum abstracto y universalísimo está sobre todas las cosas, sobre todas las ideas y perfecciones que podemos concebir: siendo, como es, el principio y el ser de todas las cosas, no es ni bondad, ni libertad, ni pensamiento, ni voluntad, sino que es superior a todo esto, y hasta es superior al ser. El Uno no es el ser, no es la inteligencia: es superior al uno y a la otra; está sobre toda acción, sobre toda determinación, sobre todo conocimiento; no es ni movimiento, ni quietud, ni alma, ni inteligencia, ni siquiera cosa individual o determinada: neque illud, neque hoc dicere fas est
En suma: el Dios de Plotino parece coincidir con el Absoluto de Schelling; es la unidad
superior (super haec omnia sit) a todas las cosas, inclusas la esencia y la vida (non essentia, non vita); unidad que entraña en su fondo todas las esencias, que lleva en su seno todas las formas específicas, sin ser ninguna de ellas, sin ser realidad concreta: es el Unum anterior y superior, en el cual coexisten y se identifican los contrarios: es la realidad neutra y uniforme, o, mejor dicho, informe, superior a toda determinación y forma: ipsum (Unum) secundum se uniforme, imo vero informe, super omnem existens formam.