Вы находитесь на странице: 1из 233
Philipp Blom Encyclopédie El triunfo de la razén en tiempos irracionales ‘Traduceisn de Javier Calzada EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Tid dea edn original Encyclopédie Fourth Ente / HarperCall Londres, 2004 Diet de te colecn: Jlio Vis jscracin: taller de un libero, dela Encelapéie des Scenes et Méves, ‘de Denis Diderot (1713-84), publica c. 1770 (gzabado} por la Escuela Francesa (siglo Xv), © Coleccign Privada The Stapleton Collection / ‘The Bridgeman Ar Library Nationality © Philipp Blom, 2004 ‘© EDITORIAL ANAGRAMA, S, A, 2007 Pedr dela Creu, 58 (08034 Barcelona ISBN: 978-84-339-6254.6 Depésito Lega: B. 168-2007 Printed in Spain Reinbook Imps, sl, Miscia, 36 (08830 Sanc Boi de Hobregae Para Jon Stallworehy ENCYCLOPEDIE, v DICTIONNAIRE RAISONNE DES SCIENCES, DES ARTS ET DES METIERS, PAR UNE SOCIETE DE GENS DE LETTRES. ise ne & pb par M, DI DE ROT, de Académie Royse de Sines BeesBal st de Prey & gun tb Paree Mat wen artQuy, por M. DALE MBERT, (ke Theat Royse de Sciences de Pac, de cle de Prue, & de a Soci Raye Londen, Tomi fies aneraye pate, Tani de mes fogs ced bois} Woua TOME PREMIER, Mm DCC LL AVEC APPROBATION ET PRIVILEGE DU ROT. AGRADECIMIENTOS Escalar una montaiia aventura arriespada, y yo eraria como la Encyclopédie es una ner pronto las gracias a mi agente iasmo el proyecto desde el la me resulté indispensable, Y estoy en deuda, como siempre, con por haberme prestado continuamente i esposa Vet is primeros pasos como escritor con sus caract sabiduria y capacidad de hechizar. PHILire BLOM mayo de 2004 Pa PROLOGO PROLOGO (Literatur), en poesia deamtica es un diseur- 0 que antecede ala pia y que introduce bien a un per- sonaje, bien a algunos de ells. [..] Los prologos de las piczas inglesas constituyen casi siempre la apologia del ddramaturgo que ha escrito la obra. Véaee EPILOGO. La «gran» Encyclopédie de Diderot y D’Alembert no es la mayor enciclopedia que se haya publicado, ni la primera, ni Ja mas popular, ni la que tiene mayor autoridad. Lo que hace de ella el acontecimiento més significative de roda la historia intelectual de la lustracién es su particular constelacién de po- fa, testarudez, heroismo ¢ ideas revolucionarias pot primera vez en la historia, contra la deter- y de la Corona sumadas, es decir, contra todas las fuerzas del establishment politico en Francia, pata ser tun triunfo del pensamiento libre, del principio secular y de la ‘empresa privada. La victoria de la Encyclopédie no presagié slo el triunfo de la Revolucién, sino también cl de los valores de los dos siglos venideros. Hitica, ec que prevaleci minacién de la Igl La historia vivida, sin embargo, es muy diferente de la his- toria escrita, y para los protagonistas de esta historia —los fl6s0- fos Denis Diderot y Jean-Jacques Rousseau, el matemtico Jean d'Alembert, el cientifico y médico Louis de Jaucourt- este re- sultado triunfal fue una meta imposible durante muchos afios. Ellos mismos vivieron afios de detenciones y encarcelamiento, amenazas, ataques y ridiculizacién, confiscacién y exilio. Por mucho menos de lo que ellos se atrevian a hacer ahora, ottos hombres habian sido colgados, quemados vivos o enviados a i galeras, y sus propias vidas estuvieron amenazadas y pendientes de un hilo a cada instance La Francia de mediados del siglo XVIII no era un buen lar gar para librepensadores y personas de espftitu critica, y la Encyclopédie pretendia ser un monumento a ambos. Sus redac- tores y editores mas importantes eran ateos (un hecho que ni uiera podian sugerir en sus escritos, so pena de pagar con sus, vidas), reformadotes sociales y econdmicos, y ctiticos de la mo- narquia absoluta (aunque apenas habfa algiin republicano en sus filas y slo uno tuvo un papel activo en la Revolucién). Muchos de ellos provenfan de familias modestas, la mayoria eran plebeyos, algunos protestantes y otros autores de panfle- 10s ilegales que se vendian bajo mano en los establecimientos piblicos 0 cn las esquinas de callejones oscuros por parte de vendedores ambulantes furtivos. Los enciclopedistas, como se llamaria a quienes componfan la flexible red de los que colabo- raban en el gran proyecto, eran los més temidos en Versalles y Jos que tenian mas probabilidades de ir a dar con sus huesos cn Ja Bastilla E cambio, por supuesto, se palpaba en el aire, y con él ve~ nfan la inseguridad, la insatisfaccién y la Hlamadas a la reforma, Tras una etapa de dedlive, Ja poblacién del reino habja aumen- tado un diez por ciento en una generacién (1710 a 1740), y seguia haciéndolo. Paralelamente a esta tendencia, florecia el comercio, con desastrosas consecuencias para los pequefios agricultores de subsistencia, ineapaces de soportar la inflacién y ‘a serie de sucesivas malas cosechas. Una y otra is noticias de hambrunas y miseria rural. En vyex legaban a 1725, al rumorearse que el propio rey especulaba con el grano, hhubo alborotos por el pan en la capial Con el auge econémico, la burguesia, por zadel pa 1 su influencia politica, no s los jueces y los abogados de los tribunales provinciales, 0 parla- ‘mentos, que empezaban a hacer un uso creciente de su poder ra de la rique- através de 12 para rechazar los decretos regios, sino también a través de la educacién y en la Iglesia, Las ideas racionalistas de Spinoza, Descartes y Locke comenzaban a imponerse en los colegios de la capital y su espititu de rigurosa investigacién no contri absoluto a forralecer la fe catélica de los alumnos. Los nuevos descubrimientos cientificos, asi como las nuevas ideas filoséficas se debar is hasta se habla vuelto aceptable declarar sin te- servas el propio atefsmo. Peto incluso entre los creyentes habia movimientos de protesta que, so pretexto de controversias teo- lgicas, representaban el conflicto entre fa burguesfa y la noble- za, entre ortodoxia y racionalismo, jerarquia y democracia. Luis XV, el biznieto del Rey Sol, preferia dejar que sus mi- nistros reaccionaran contra esas corrientes como les pareciera oportuno. Fl habia tomado las riendas del poder en 1723, des- pués de un largo periodo de regencia. Odia tendia a distraerlo de su principal ocupacié: y econén salones de cada vez mis abiertamente, y en los la cara. Era tan experto en perseguir venados como en conquistar mujeres jove- ey tenia para esto tiimo un pabellén especial en su parque, sictnamente surtido de nibiles adquisiciones por los oficios de tuna madame contratada de manera especial para ello. Tuvo asi- mismo durante muchos afios una amance oficial: la infinita- a Madame De P. asi como otras va- tias menos oficiales, mientras su esposa, polaca, piadosa y con tendencia a la depresién, languidecia entre morcificaciones reli- giosas. Como su predecesor, Luis fue un monarca distante, que preferia Versalles y otros castillos a la capital, que visitaba sélo si no podia evitarlo. Como para subrayar Ia frivolidad de su ré- sgimen, en el centro de la nacién que los franceses consideraban la més civilizada del mundo, la estancia situada en medio del palacio de Versalles, la ocupaba un petezoso y aristocratico gto: la mascota favorita del rey. Y allf tomaba asiento, miran- do hacia Parfs con sus ojos de color émbar, junto a un amo que mente més ad 1B ante como él mismo de la cultura y las cien- can cias de la ciudad, De ., Luis XIV casi habia perdido la corona y la vida en las pucrtas de Paris, cuando los nobles se levantaron contra él durante la Fronda. Ya nunca volvié a confiar en la capital o en sus habitantes, sus escritores, colegios, sus discusiones y panfle- tos y sus infinicas posibilidades para én, Luis XV, que se consideraba a cos consejeros y confesores jesuitas, estaba simplemente aburrido de sus disquisiciones intelectuales y ten- dia a verlos Gomo un peligro potencial que debia mantener a raya mediante una policia secreta muy eficaz, La disidencia y la libertad de expresién eran anatemas p gadas con mayor dureza que el crimen violento. Voltaire, el roc de muchos librepensadores y un hombre que contaba con simo» con sus est y a menudo ca sos muy poderosos, vivia y escribla en un cémodo e pero muchos otros no habian tenido la misma fortuna y lan- guidecian en prisién o los mataban a trabajar en galeras en el Medicerrineo, Para los herejes aun existfa la pena capital. Y aquellos que querfan salvar su pellejo no cenfan muchas op- ciones, salvo la de vivie y publicar en Holanda 0 en Ginebra y hhacer que sus obras fueran introducidas de contrabando a Francia Para los jévenes que decidian publicar una enciclopedia, aque expusiera la verdad tal como ellos la veian, aquellas condi- ciones eran las peores que podian imaginarse, y es increible que su trabajo llegara a ver la luz del dia. Pero, incluso expresado con sobrios términos numéricos, el logro de los e es pasmoso para una época en Ia que no existfan los ordenado- res ni las bases de datos, con una obra que se habia iniciado como un diccionario en dos volimenes y que crecié hasta con- vertitse en un gigante literario de veintiocho voliimenes, de los que once eran de ilustraciones, con 72.998 articulos que totali- zan unos veinte millones de palabras, redactados por centenates opedistas 14 de colaboradores. Para la mayor parte de su contenido, estos volimenes fueron editados, recopilados y administrados por sélo dos hombres, Denis Diderot y Louis de Jaucourt, de los que el segundo escribié él solo la mitad de los articulos de los dia tltimos volimenes. En su momento de mayor actividad (y ante las mismisimas narices de un ilustrado censor jefe que de- cidié no ver nada a pesar de que la obra estaba oficialmente condenada y prohibida) la Encyclopédie empleaba a un millar de tipégrafos, impresores y encuadernadores, y se distribufa no s6lo en la totalidad de Franci Londres y San Petersbutgo. ino también en ciudades como E] afin enciclopédico puede remoncatse @ las tablillas cu- neiformes existentes en los archivos de los reyes de Mesopota- mia, Assurbanipal (668-627 a. C.) mantenia una considerable biblioteca palaciega (cuyos restos se conservan hoy en el British Museum), y entre la correspondencia comercial habitual, ventarios y leyendas hay un ntimero significative de tablillas tas de objetos y nombres relacionados entre si por temas, semejanza, rafz verbal o asonancia.' Una de esas lis- tas esté dedicada a diferentes especies de palmeras y recuerda tuna creacién de Jorge Luis Borges, asi como una enumeracién de las congojas vegetales: que contienen Palmera, palmera silvestre, palmera joven, palmeral, pal- mera marchita, palmera seca, palmera muerta, palmera podti- da, palmera rota, palmera devorada por parisitos, palmera atacada por pardsitos, palmera cortada, palmera seccionada, palmera podada, palmera tumbads, palmera rota, palmera hendida, palmera azotada por el viento, palmera rajada, eron- co de una palmera mucrta.... palmera con datiles madutos... corazén de palmera, fibra de palmera.. Entre los griegos y los romanos florecié la elaboracién de obras enciclopédicas con grandes talentos como Aristételes (que asesor6 a Prolomeo I sobre la fundacién de la biblioteca de Alejandria y cuyos propios escritos tienen ciertamente am ciones enciclopédicas) y Platén, de cuyo sobrino y sucesor al frente de la Academia se sabe que escribié una enciclopedia como ayuda para la enscfianza y que favorecié tales empresas. Ninguna de estas obras ha sobrevivido, pero parece que el pri- mer trabajo con ambicién de ser algo més que una simple lista © compilacién de otras obras se escribié en tomo al aio 370 a. C. BJ afin romano de clasificar el mundo se expresé en una varie- dad de grandes colecciones a propésito de todo el saber, entre Tas que se cuenta la Hisvoria natural de Plinio el Viejo, que se mantuvo como fuente de autoridad del conocimiento universal hasta bien entrado el siglo x¥L3 En punto a exhaustividad, nadie pudo igualar jams a los chinos con su fantéstica plécora de administradores, que produ- jeron en 1726 la mayor empresa enciclopédica de todos los tiempos, la Gujin tushu jicheng, en 745 gruesos voltimenes (aunque, en realidad, era una antologia de otras obras). Pero ya 4 partir del siglo Vi una larga procesién de obras de referencia chinas va abriéndose paso en todas las bibliotecas, algunas de cllas con titulos tan sugerentes como La primera tortuga de la oficina de registro, Huseraciones reunidas de los tres reinos, y Ca- ppllosy flares del jardin de la licraura. Sin embargo, a pesar de esta floracién de obras de referencia, Oriente y Occidente se ‘mantuvieron resucltamente separados y sus distintas culturas cenciclopédicas no se encontrarian (con tal vez una tinica y n0- table excepcién: la del jesuita del siglo XVI Matteo Ricci, que estaba versado en el enciclopedismo renacentista y Ilevé sus co- nocimientos a China)‘ hasta siglos més tarde.> ‘Una cultura més cercana a Europa y cuya vida intelectual iba a reavivar y revolucionar la de la cristiandad fue el islam, que ha- bia asimilado la tradicién clisica del enciclopedismo y Ia lev a 16 nuevos hitos bajo la poderosa proteccién de los califas abastes de los siglos Villa x. Extenclida desde Espafiaa la India, esta civiliza- cidn vivié un perfodo de paz después de las grandes conquistas, y la consolidacién culcural del islam se vio ayudada por obras en: clopédicas. Como ocurre con todos los sistemas de clasificacién, Jas subdivisiones de los diccionarios son siempre muy reveladoras de los espiritus de aquellos que las concibieron y se pensaba que utilizarfan tales obras. Una enciclopedia islimica del siglo 1x, por ejemplo, la Kitab ‘nyun al-Akhbar (El libro de las mejores tradi- »® como habfa observado Richelieu, y este concepto tan mer- cantil del servicio piblico se aplicaba ampliamente: La France cra un enorme pastel repartido por la alta aristoctacia, al que los acaudalados burgueses y los nouveau riches daban buenos boca dos y los pedazos pequefios eran celosamente guardados por los tendetos, los mercaderes y la nobleza rural. Las sobras se desme- 33 nuzaban luego en miles de trocitos, demasiado pequefios para saciar ningin estémago, refir por ellos, rabarlos o mendigarlos 10s estaban en la parte més baja del montén. mativa a la regla general de asombrosa in- competencia y habitual cinismo eran los dos lugartenientes de de Luis XIV, Gabriel Nicolas le Reynie y René Voyer de Paulmy d’Argenson, de los que el si vo en su cate go durante el reinado de Luis XV y se convirtié en una figura importante para los comienzos de la Encyclopédie, D’Argenson fue la gran excepcién entre los titulares de cargos del ancien régi- ‘me, un hombre piiblico concienzudo y de notable inteligen ‘que consagré lo mejot de su trabajo al bien comtin. Su cargo in- ia la responsabilidad de casi todos las aspectos del orden pii- blico, la infraestructura ciudadana, la planificacién y super visién de la limpieza de las calles; lucha contra incendios, on- prevencién de inundaciones; abastecimiento de alimentos; trol de precios; supervisién de los puestos de carnicer cién de los mercados, ferias, hoteles, posadas, habitaciones amucbladas, casas de juego, tiendas de tabaco, y lugares de mala reputacién; investigacién de reuniones ilicitas y otras posibles fuentes de desérdencs; supervisién de gremios; inspeccién de pesos y medidas y de las regulaciones relativas al comercio del cidn de las ordenanzas contra of uso de armas: y is. El lugarteniente de policfa era a la vez un hombre poderoso y muy, muy ocupado. Lo ayudaban en sus tareas cua- renta y ocho commisiaires-enguéteurs-examinateurs en. el Chidte- let, agentes de seguridad puiblica (uno de los cuales ayud6 a re- cuperar los caballos de los dos holandeses), que en la prdctica se ocupaban de tareas més provechosas, tales como sellar las casas de los fallecidos, hacer inventarios legales, entregat citaciones, ¢ imponer mulas, de las que, como incentivo de su trabajo, se quedaban una parte. Si nuestros dos amigos holandeses querfan dar de beber a sus caballos, renian que dirigrse 2 las enlodazadas y todavia sin inspec 34 fortificar orillas del Sena, una zona anarquica en el corazén de la ciudad, donde las lavanderas, las personas que tenfan vacas y caballos, los barqueros y los mendigos formaban una sociedad aparte, componiendo una escena peligrosa pero pintoresca que aparece inmortalizada en muchas imagenes de la época 1a situacién del abastecimiento de agua en la capital fran- cesa era infame. Sébastien Mercier escribla: «Las fuentes puiblicas son tan escasas y sui mantenimiento es tan deficiente, que uno tiene que recurrir al rfo. Ninguna casa burguesa tiene agua sufi- ciente, Veinte mil aguadores trabajan de la mafiana a la noche acarreando dos cubos llenos de agua desde el primer al séptimo piso de las casas... si el aguador es fuerte, hace trcinta viajes rios. Cuando al rfo esta turbio, uno bebe agua cenagosa; no tiene idea de lo que traga pero, aun asi, se ve obligado a beber- lao? Por estar corriente abajo de fundiciones, tenerias y mata- deros, el agua que llegaba a la ciudad tenia también cualidades muy especificas, como observaba el escricor viajero Nemeitz en su Séjaur de Paris: «Uno emplea el agua para casi todos los me- 35 nesceres: beber, claborar cerveza, guisar came; y se cree que es muy saludable para los que estin acostumbrados a ella, A forasteros, sin embargo, habitualmente les produce diarrea, los franceses les gusta decir que eso es sélo el precio que han de pagar por la deuda que contraen con la ciudad. El agua a veces esté dara, y otras tan turbia que parece limonada, hasta el pun- to de que los que son algo aprensivos no se muestran demasia- do inclinados a beberla.s® 1Los visitantes que tent tun trastorno estomacal y de ser admitidos en alguno de los famo- sos saloncs de la sociedad parisina, se enfrentaban a otro proble- ‘maz cémo llegar hasta allt, Las calles de la ciudad no s6lo estaban muy animadas (y, para asombro de che por faroles, que fueron introducidos en 1697), sino que se caracterizaban también por las posibilidades que tenfan de nar las excelentes ropas y las blancas medias de seda que se espe- a que vistieran los invitados a las casas clegantes. La manera is segura de cruzarlas, y la tinica socialmente aceptable, era guilar 0 comprar un carruaje con caballos y lacayos para el tiem po que durara la estancia, Nemeitz es muy concreto en este put to: «Los extranjeros de alguna calidad, como condes y barones del [Sacro Romano] Imperio que no traten de disfrutar de Paris de incégnito, hardn bien. en conseguir un carruaje inmediatamente desputs de su legada ala gran ciudad. Si no tentan suficiente di nero pata adquirir uno propio, siempre podfan alquilar un coche de punto, y aqui también la guia tenia un consejo util que dar. «En general, uno deberia atenerse a a siguiente miximat es prec- so mostrarse amable y complaciente con los cocheros.. 9 deciles cor résmente cualguier cosa que haya que decirles, Estas petsonas son, en general, muy groseras y, uno mil impertinencias y estu lo creen conveniente, le espetar’ ideces, de las que sélo resultarin inconvenientes y situaciones enojosas.»!® La forma menos recomendada era la que Mercier pensaba {que convenia sélo a los pobres y a los hombres de mucho caréc- 36 ter: desplazarse a pie. Esto podia estar muy bien pata un gigante despreocupado del mundano esplendor, pero era sucio y arries- gado. A Mercier lo exasperaba un problema: «;Por qué la gente no se viste de una forma mas adecuada para el batto y la sucie- dad? ;Por qué se ponen prendas que sélo som buenas para la gente que viaja en carruajes? ;Por qué no tenemos aceras, como ad de las calles parisinas. «Uno tiene que andat mig en guardia por lus calles de Parks durante el dia. Aparte de la gran tad de los que caminan por ellas tropezando unos con otros, esté el incalculable niimero de carruajes...y estos vehicu- Jos no circulan tranquilamente, sino con un galope atronador en especial si cuentan con buenos caballos.» Si la vida en las calles era peligrosa por los cartuajes que iban atropellando peatones, también lo era incluso sin ellos. «Cuando el tiempo es bimedo y desapacible, recomiendo que nadie se ponga ropas limpias. La més minima lluvia hace que las calles sean casi intransitables, a causa del batro que las llena y que aumenta sin cesar con el ir y venir de la gente.r'? Este ese grediente favorito del historiador para ponet tuna nota de color al clisico barro del pasado (aunque el cieno negro y espe- te resbaladizo de Paris era ya famoso incluso en aguel tiempo), formado por todo cuanto podia secretary desbordar tuna ciudad sin alcantarillado, desde excrementos (animales y humanos) a inmundicias, desde animales muertos a verduras podridas. «Nada resulta tan divertido para los forasteros», escri- bis Mercier, «que ver cémo se las arregla un patisino para cru- zar o saltat ese asqueroso atroyo [que corre por mitad de la ca- |, tocado con una peluca sefiorial y luciendo medias blancas ¥ casaca ajustada, y que, tras cruzar de puntil bles, recibe el contenido del desagiie {de una ventana alta] so- bre su parasol de tafetén.»!4 in embargo, fel al espiritu emprendedor de una gran ciu- dad, este omnipresente infortunio tenia un remedio igualmente 37 ubicuo: «Si uno recorre la ciudad a pie, encontraré en todas literalmente, «desinerustado- res»], que lo importanarin con todos los halagos imaginables para que les petmita limpiar el barro de sus zapatos.»'> Mercier se deshacia cn clogios acerca de los practicantes de esta noble profesién y de su habilidad para ayudarle a uno a evitar un ho- rrible fiiex pas social: «[Un} décrotteur lo aguarda a usted en la esquina de cualquier calle con un cepillo amistoso y una mano dispuesta. Lo pone en condiciones de presentatse ante caballe- ros y damas de calidad, porque, si bien es aceptable llegar con tunas ropas que no sean las mejores que uno tiene o de tejido un tanto basto... bajo ningtin concepto puede hacerlo con ellas salpicadas de excrementos.»¥© Empieza a emerger una vision del Paris del ancien régime, gue el mapa de Turgot, con sus delicadas casas y las barcazas del rio, da la impresidn de ocultar ahora, més que revelar. Considérense sélo los enormes almacenes de madera que se alzan junto al Sena. Reabastecidos con Jos troncos que se baja- ban por los rios desde las ain densamente arboladas regiones de Francia, los théatres 0 chantiers, como todavia entonces se lla- aban las ciudades de madera surgidas a orillas de los rios, dis- taban mucho de carecer de vida: servian para que anidaran a péjaros y ratas, como escondrijos para criminales y fugitivos, y partes déerortewrs (limpiaboras, ‘en sus profundidades se escuchaba el sonido de la fermentacién intelectual y la disidencia. Alli tenfan un taller secreto los impre- sores clandestinos de la ciudad, con pequefias prensas portdtiles, de las que salian sitiras, pornografia, panfletos, carta filosdficas y meditaciones heréticas que circulaban unos pocos dias para desvanecerse en cuanto los espias de la policia les segutan la pis- ta (la impresién ilegal de esas obras podia estar castigada con la pena de muerte). Aun asf, la mayoria de los libros que aparecfan durante el ancien régime eran ediciones clandestinas.... introdu- cidas en la ciudad en balas de heno o en falsos fondos de barriles de arenques en salazén, imppresas en el interior de almacenes de 38 madera y en embarcaciones, en las habitaciones de casas but- guesas y en cabafias de jardines de los alrededores de Patis, pre- gonadas en las calles y posadas por vendedores ambutlantes espe- dos, a los que la policfa vigilaba constantemente.!” Algunos de estos libros se publicaban con permiso, con la certeza de que el censor jefe haria la vista gorda; otros eran com- pleramente ilegales. «Consticuyen un pueblo, o més bien una re- suspiraba un observador refiriéndose a la muy unida aria hermandad de los impresores de la Epoca ya sus redes que se extendfa de as fronteras entre los reinos. Su repiiblica exista simbiéticamente con la reptiblica de las letras, el universo de los cafés y las posadas, de las buhardi- las y las habitaciones alquiladas a bajo precio, de los animados barrios donde los jévenes legados de provincias trataban de ga- narse la vida como profesores privados y secretatios, 0 de los difa- madares que se dedicaban a pergeftar rumores acerca de la vida en la corte, novelas erdticas en las que aparecsan el rey y sus minis- «ros, obispos lujuriosos, curas lascivos y monjas depravadas, todo ello mientras traraban de pasar por escritores de verdad, hombres, geniales por derecho propio. Muchos de los que serian luego los héroes de la Eneyclopédie pervenecian a esta categor(a. 1a ciudad de madera de las orillas del so tenia su refljo en tuna segunda ciudad en el propio rio: ana profusién de botes y de barcazas que transportaban todo cuanto podia ser transpor- tado, En el mapa de Turgor, la primera ciudad representada casi en filigrana con sus calles vacias de carruajes y de peatones, on sus casas sin habitantes ni humos, y el amplio cinturén que la cific en el qu in os pequefios huercos en los que na- dic cava, planta ni arranca malas hierbas, contrastan con las barcazas del rfo, pobladas de pequefias figuras que reman, lan- an cabos, gritan de una embarcacién a otra, maniobrando no colisionar ditigiéndose hacia las casas de una y de otra orilla, pilido eco de la constante actividad que asombraba a los visitantes contempordineos. mas al 39 Fs como sia los grabadores les hubieran dicho que no repre- sentaran a la gente en la ciudad, pero de alguna manera conside- i en el que se les permitia por el dibujo repetitivo de las diminutas fachadas y los arbolillos. La mayorla cde estas embarcaciones catecen de méstiles, aunque se puede ver tun solo barco de tres méstiles al que remolcan desde el Pont Neuf ala altura del Louvre, Justo detras de él, las bareazas cabecean de cuatro en fondo en la estela de las naves que pasan, de manera {que uno podria caminar con cuidado sobre madera hasta casi el centro del rio. Algunas escin vactas, pero otras tienen wn tejadillo ¥ ventanas para llevar pasajeros o estén cargadas con maderas, grandes balas de paja u otra carga cubierta con lonas. Otra poblacién que oculta a la vista el mapa de Turgot, un poco mis alld del mercado de Les Halles, es la del Cimetitre ddes Saints-Innocents. Les Halles eran el corazén del Paris me~ dieval: un enorme conjunto de puestos de mercado y de tien- 40 das, en parte cubiertos, en parte al aire libre, rodeado por altos bloques de apartamentos. Los abastecian los miles de agriculto- res que llegaban al corazén de la ciudad viajando desde las pro- vincias a altas horas de la noche para vender sus productos en el mercado y regresar cansados, y muy probablemente borrachos, las tierras que cultivaban a mucha distancia de alli. El siglo XVIlt no parece haberse interesado por esta bucélica escena tan ores contemporineos, en la que los gritos y los graca a los dolores de los innumerables puestos eargados con frutas y verdu- 125, con pescado y catne frescos, aparecian dominados por una curiosa estructura medieval levantada en el centro de la plaza. A poco més de un tiro de piedra de alli, de la multitud y del gri- terio de] mercado, de los toneles de arenques transportados en carretas tiradas por bueyes, de las canales de las reses, del olor coles y de las rojas manzanas, se hallaba el Cime- titre des Saints-Innocents, més apifiado atin y no menos im- pregnado de olores, pero parisinos habjan sido enterrados los X 0X1, y la leyenda local afirmaba que aquel suelo devoraba los cadveres Los enticrtos cesaron finalmente en 1780, después de haberse hundido una bode, { cerca, descubriendo lo que parecfan ser las mismfsimas puertas del infierno: cientos de cuer pos corrompidos vis ja negrura subterrinea, cuyos pesti- lentes restos estaban envenenando a Para las autoridades y para la Iglesia, el erabajo que estaba cobrando forma en la ciudad bajo sus propios ojos debia de pa- recerles no menos venenoso y mucho més acerrador que las burlonas calaveras de sus antepasados, La Encyclopédie des ars et riétiers de Diderot y D’Alembert amenazaba con hacer algo ‘més que revolucionar a los vecinos con sus descaradas afirma- ciones y las conclusiones que invitaba a extracr de ellas: estaba ando a la vez la autoridad del Papa y la del Rey. construida 4 AMISTAD * ROHEMIOS, s, m. pl. (Hist mod.) es el nombre que se bo. Pasquier ha remontado sus origenes hasta 1427. Habla de doce penitentes, que se conwvir Fgipto, y que, expulsados de jaron a Roma y se confesaron con el Papa, quien les im- ra en las ores y tei sus mujeres eran feas, ladronas y adivinaban el porvenit. El obispo de Paris ordené que se y se excomulgara a quienes acudieran a los. Desde aquella época, el reino esté infestado de la misma cali Set joven y pobre en la gran ciudad tiene su propia mi su literarura y sus héroes y heroinas. Paris ha tenido ut la capital de Luis XV tenia ya sus garitos y habitac Ulenos de hombres jévenes con esperanzas tan grandes como 43 pequetios eran sus ingresos. Sé bien dénde encontrar el genio de le ciudad, «en las bubardillase: «Al igual que en fa maquina humana la parte més noble, el érgano pen- encerrado en cl punto més alto, el genio, la ini- fa region mas lencio, alif en lo esencial, sin embargo, tenia razén: ef Paris del siglo XVItt estaba ya acostumbrado a la presencia de jévenes bi n dejado su hogar y la profesién que tenfan para artiesgar- it de su talento. La bohime del ancien régime se diferen- ciaba de la que vendrfa un siglo después en que estaba mas vin- daa esa zona imprecisa, crepuscular, entre Ly lo prohibido, observada més de cerca por los espias de la policia y, ala vez, menos controlable. La Bastilla, una de las diversas pri: siones del Estado, estaba reservada para los nobles recalcitrances y los escritores: de ahi el valor simbético de su asalto durance la Rew Este es el medio al que Robert Darnton llama Grub Steect, en honor a su epénimo en los Moorfields de Londres (el actual Barbican), que el doctor Johnson describia como «habitado en gran parte por escritores de pequefios relatos, diccionarios y ‘ocasionales pocmas».? Habia una Grub Street en todas las gran- des ciudades europeas, formada por esctitorzuelos sin talento & inventores a sueldo de rumores y calumnias, por poetas amat- gados y oscuros revolucionarios, todos los cuales eran cs © espiaban a otros por cuenta de la p rico, Los jévenes que entraban a formar parte de este mundo sélo podian confiar en encontrar un benefactor, porque era casi imposible vivir sélo de su pluma. Los manuscritos se vendian a tun precio fijo, habitualmente una miseria, y todo el producto de las ventas iba a parar al editor. El autor sélo podia esperar ia o de algiin patrén 44 conseguir ensrée en un salén de moda o en una gran casa a base de dedicatorias lisonjeras y de algunos ejemplates repartidos humildemence a posibles mecenas. En la medida en que forma: ba parte de esa zona crepuscular de Grub Street, el escritor era tuna persona que estaba de més, por én frente a Ja policia o la pobreza; 6 aportarle alguna medida de seguridad, tal vez una renta, idad de una pensin del Estado y el mayor de todos 10s buscadores de fortuna que 1 lefios eran un joven que 2 el joven clérigo Denis Diderot. Su nueva carrera en Paris alarmé a sus preocupados y respetables padres, que habjan esperado verlo convertido en un cuchillero, como el padre, o un sacerdote. Habfa viajado a estu- dara la capital desde Langres, en la Champafia, una antigua y losa ciudad que contaba entonces unos diez mil habican- tes, y que ensefioreaba el Ilano circundante desde lo alto de una ‘tas sus imponentes muros. Sus habitantes eran personas piadosas: varios miembros de la familia del muchacho habjan recibido las sagradas érdenes, y Denis, nacido en 1713 y el ma- yor de los cuatto hijos que sobrevivieron del matrimonio for- mado por Didier y Angélique Diderot, fue al colegio local de los jesuitas, que se alzaba casi enfrente de su casa en la plaza de la ciudad. Fue un alumno dotado, pero la facilidad que demos- tré en sus traducciones del latin y en sus versos no le impidié tomar parte en las batallas montadas por las pandillas rivales de chicos: toda la vida Hlevarfa en su frente la cieatriz de una pe- drada lanzada por una honda certera cesta vida precaria y tenian grandes J afios atras habfa querido ser jes ool su padre. Segtin su propia hija, estropeaba cuanto euchillo, te- nedor o lanceta tocaba, y pronto descubrié que la tarea a la que ria. y mecénica, que a los tres 0 45 cuatro dias se levanté simplemente de su banco de trabajo, fue a su habitacién en busca de sus libros y regres6 al colegio. El lero era un destino natural para un muchacho inteligente de familia piadosa, y al parecer, de adolescente él también pass por una fase de piedad aucéntica. Escogié seguir la carrera ecle- sidstica: en 1726 recibié la tonsura de manos del obispo de Langres, y a partir de ese instante tuvo derecho a set llamado

Вам также может понравиться