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- Una técnica usada para formar psicoanalistas (es un requisito básico en la formación
psicoanalítica someterse a un tratamiento psicoanalítico).
Tras hablar con estos pacientes, Freud planteó la teoría de que sus problemas
tenían como causa los deseos y fantasías reprimidas e inconscientes de
naturaleza sexual, socialmente inaceptables.
Así pues, desde que Freud dio a conocer el psicoanálisis en los años 1890, ha
ido evolucionando y ramificándose en varias escuelas y técnicas de
intervención. Entre los sucesores y contemporáneos están Wilhelm Reich,
Melanie Klein, Wilfred Bion, Jacques Lacan y muchos otros que han refinado
las teorías freudianas e introducido las propias. Algunos de los
contemporáneos de Freud, como Carl Gustav Jung y Alfred Adler, se
distanciaron del psicoanálisis para desarrollar teorías alternativas.
Por todo ello, el psicoanálisis es tanto una terapia para tratar trastornos
mentales como una teoría sobre el ser humano y su mente. Como teoría,
destaca por la defensa de la existencia de estados mentales inconscientes y
porque reivindica su importancia en la determinación de la conducta
humana. Así pues, según la concepción psicoanalítica, no todos los
fenómenos mentales son conscientes. De hecho, la mayoría no lo es y los que
lo son tienen poca fuerza para determinar por completo nuestra conducta.
Para Freud, el verdadero motor de nuestra conducta no son nuestros deseos
y creencias conscientes, sino los impulsos primarios (instintos o pulsiones),
los cuales, a pesar de ser inconscientes, tienen fuertes repercusiones en
nuestro comportamiento.
Más tarde, Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban
toda la historia. La libido es una cosa viviente; el principio de placer nos
mantiene en constante movimiento. Y la finalidad de todo este movimiento es
lograr la quietud, estar satisfecho, estar en paz, no tener más necesidades. Se
podría decir que la meta de la vida, bajo este supuesto, es la muerte. Freud
empezó a considerar que “debajo” o “a un lado” de las pulsiones de vida había
una “pulsión de muerte”. Empezó a defender la idea de que cada persona
tiene una necesidad inconsciente de morir.
Así pues, a lo largo de su vida, Freud hizo y rehizo su teoría de las pulsiones y
pueden definirse cuatro etapas o versiones de la teoría; eso hace aún más
impreciso afirmar que la pulsión que hace mover fundamentalmente al
hombre es la sexualidad. El Freud más maduro mantiene una teoría dualista
de la motivación humana en la cual la líbido, vista como pulsión de vida, está
interconectada a una pulsión de sentido opuesto, pulsión de muerte o
impulso destructivo:
Parece una idea extraña en principio, y desde luego fue rechazada por
muchos de sus estudiantes, pero creemos que tiene cierta base en la
experiencia: la vida puede ser un proceso bastante doloroso y agotador. Para
la gran mayoría de las personas existe más dolor que placer, algo, por cierto,
que nos cuesta trabajo admitir. La muerte promete la liberación del conflicto.
La evidencia cotidiana de la pulsión de muerte está en nuestro deseo de paz,
de escapar a la estimulación, en nuestra atracción por el alcohol y los
narcóticos, en nuestra propensión a actividades de aislamiento, como cuando
nos perdemos en un libro o una película y en nuestra apetencia por el
descanso y el sueño. En ocasiones esta pulsión se representa de forma más
directa como el suicidio y los deseos de suicidio. Y en otros momentos, tal y
como Freud decía, en la agresión, crueldad, asesinato y destructividad.
Freud, no sólo hizo y rehizo su visión de las pulsiones humanas, sino también
su visión o comprensión de la mente. Su visión topográfica, aquélla que
proponía tres regiones o lugares mentales, el inconsciente, el preconsciente y
el consciente, fue sustituida por una visión dinámica más integradora, la que
establece tres agentes dinámicos de la personalidad: el ello o id, el yo o ego, y
el superyó o superego.
Por ejemplo, una chica joven, acosada de una culpa importante por sus
fuertes deseos sexuales, tiende a olvidar el nombre de su novio, aún cuando
le está presentando a sus amistades. O un alcohólico que no puede recordar
su intento de suicidio, argumentando que debió “haberse bloqueado”. O
alguien que casi se ahoga de pequeño, pero es incapaz de recordar el suceso
aunque los demás intenten recordárselo…pero presenta un miedo terrible a
los lagos y mares.