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Hace algunos días recordaba la respuesta que dio el Presidente del Consejo
Nacional de la Abogacía Española, cuando, luego de las explosiones terroristas en
diversas estaciones del metro en Madrid en el año 2004, fue interpelado por una
persona que en forma molesta le reclamó -¿cómo es posible que existan abogados
que defienden a esos criminales? (refiriéndose a los terroristas)-, la respuesta fue,
a mi parecer, muy acertada, -eso le demuestra que en España cualquier persona
tiene el derecho de un juicio justo-.
Al mencionar las obligaciones de los abogados, refiere que estos deben mantener
el honor y la dignidad de su profesión, en tanto que son uno de los aspectos
fundamentales de un sistema de administración de justicia, a lo cual agregaría al
sistema de derecho y legalidad.
Es por lo anterior que estos profesionistas son uno de los factores esenciales para
el respeto a los derechos básicos de las personas así como las libertades
fundamentales, de donde se observa la necesidad de que el abogado cuente con
los elementos necesarios para actuar con libertad y diligencia, lo que lleva a la
obligación que tienen los gobiernos de garantizar que los abogados: puedan
desempeñar todas sus funciones profesionales sin intimidaciones, obstáculos,
acosos o interferencias indebidas; puedan viajar y comunicarse libremente con sus
clientes y no sufran ni estén expuestos a persecuciones o a sanciones
administrativas, económicas o de otra índole con motivo de un ejercicio legal de la
profesión. Es por eso que cuando la seguridad de los abogados y, por
consecuencia, el ejercicio de la profesión, se vean amenazados, el Estado debe
proporcionarles seguridad; también deben gozar de inmunidad civil y penal por las
declaraciones que hagan de buena fe en el ejercicio de su profesión.