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Publicado el 06/11/2012
Esta herramienta de antiguo cuño, que se ha dado en llamar "acción" sin serlo confiere
una legitimación especial a alguien que se halla fuera de la relación obligacional; ella
torna parcialmente cierto en los hechos aquél viejo aforismo latino "debitor debitoris est
debitor meus" (el deudor de mi deudor, es mi deudor)[2].
Esta herramienta ha sido conceptualizada por Llambías como "la facultad conferida a
los acreedores en virtud de la cuál ellos pueden gestionar los derechos del deudor, que
éste deja abandonados" [3].
Malaurie & Aynés la definen diciendo que "la acción oblicua es el ejercicio por el
acreedor de los derechos y acciones de su deudor"[4].
El maestro Malinvaud dice que "la acción oblicua, acordado a todos los acreedores por
el Código Civil…, confiere a cada uno de ellos la posibilidad de ejercer los derechos y
acciones de su deudor, que aquél ha omitido ejercer"[5].
Y según la Prof. Fabre-Magnan, la acción subrogatoria "es una acción ejercida por un
acreedor al encuentro del deudor de su propio deudor cuando este último ha sido
negligente en gestionarlos, privando así particularmente a sus acreedores de la
posibilidad de reunir su patrimonio para honrar sus propias deudas"[6].
La denominada acción subrogatoria también llamada indirecta, oblicua o refleja, ha sido
definida asimismo como la facultad que la ley concede a los acreedores para que,
sustituyéndose a su deudor ejerciten los derechos y acciones de este cuando tales
derechos y acciones, por la negligencia o mala fe de dicho deudor, estuvieren expuestos
a perderse para la prenda general con perjuicio para sus acreedores[7].
Se trata de una excepción clara al principio de relatividad de los contratos, porque a
través de ella se permite que un tercero ajeno a una relación obligacional se inmiscuya
en una relación ajena[8],
Jurisprudencialmente se ha dicho que la acción subrogatoria es un remedio para superar
la inacción del deudor en el ejercicio de un derecho, no para hacerlo valer contra la
voluntad de éste; por lo que cuando el deudor realiza la actuación de su derecho,
practicando algún tipo de acto, aun cuando este fuere desaconsejable o perjudicial para
él, lo que correspondería sería la acción de impugnación de esos actos por simulación,
fraude o nulidad, pero no la acción "subrogatoria" u "oblicua" prevista en la citada
norma[9].
Y que se denomina acción subrogatoria u oblicua a la que pueden ejercer los acreedores
haciendo valer los derechos de su deudor para lograr un incremento patrimonial de éste
que les permite a aquellos percibir total o parcialmente sus créditos. Se supone que el
deudor insolvente, por incuria o negligencia deja de ejercer un derecho en razón de que
el emolumento correspondiente no va a redundar en su beneficio sino en provecho de
sus acreedores. De ahí que para remediar la desidia del deudor, la ley autorice a los
acreedores a gestionar los derechos que de otra manera quedarían perdidos por el
abandono del titular. Se ha admitido la subrogación en todas las opciones de orden legal
o contractual, abiertas a favor del deudor, cuando ellas no importan crear una situación
nueva, sino definir en uno u otro sentido una situación preexistente, ya creada, en todos
sus elementos esenciales y de detalle[10].
El acreedor que ejerce una subrogación patrimonial en los términos del art. 1196 del
Código de Vélez –o del art. 739 del Proyecto de reformas al Código Civil redactado por
la Comisión nombrada por Decreto 191/2011- no necesita ningún tipo de subrogación
judicial ni de otras autorizaciones del magistrado. La legitimación que ella confiere es
automática, una vez probados los extremos de hecho que la tornan procedente.
Pero, el principal límite de esta "acción" es transparente, cristalino: al desempeñar el
acreedor un derecho del deudor por esta vía, no puede ir más allá de los límites a los que
se circunscribe el derecho del primero y en la forma en que puede desempeñarlo[11].
La variada terminología que se utiliza para conceptualizarla merece algunas reflexiones.
Se la llama subrogatoria, porque los acreedores que se valen de ella se subrogan en los
derechos de su deudor; se la denomina asimismo indirecta u oblicua, ya que el
producido de la gestión ingresa en el patrimonio del deudor y no en el del acreedor que
la ejercita, al que solo beneficia de un modo indirecto tal gestión[12].
Pero, más allá de los convencionalismos, ¿se trata de una verdadera acción?
En nuestro país y en otros de habla castellana se conoce a la herramienta que esta norma
contempla como "acción subrogatoria" u oblicua. La denominación es errónea o, al
menos, poco técnica, porque no estamos en presencia de ninguna acción, pues el
acreedor no ejercita ninguna acción novedosa, con cometido específico, sino que se vale
de la "legitimación subrogada" [13], la que se corresponde con la acción que tenía el
deudor reticente y no ejerciera.
Una cosa es el mecanismo subrogatorio que esta norma recepta o acoge y otra la
naturaleza de esa herramienta, que claramente no es la de una acción, sino la de una
legitimación sustitutiva en cabeza de un tercero interesado, el acreedor de un deudor
reticente.
La llamada "acción subrogatoria" no es propiamente una verdadera acción –ni una
acción en sentido propio-, sino una legitimación extraordinaria que la ley concede a los
acreedores para ejercitar los derechos del deudor, sin ser titular de tales derechos, ni ser
representante del deudor ni estar facultado al efecto por éste [14].
Bien han dicho dos maestras francesas contemporáneas que la vía oblicua "de origen
oscuro, no es ella una acción propia del acreedor sino perteneciente al deudor, que es
ejercida en nombre del último por el acreedor"[15].
La "acción subrogatoria" tiene en común con la gestión de negocios que se trata de
acciones espontáneas de un tercero, que asume la gestión de derechos ajenos, sin
mandato de su titular. La diferencia entre ambas figuras radica en que en la gestión, se
actúa en beneficio del dueño del negocio, mientras que en esta figura, se actúa en
beneficio de sus acreedores, es decir, de la intangibilidad de su patrimonio, de su
solvencia y de su aptitud para solventar el pago de sus deudas[16].
La "acción" subrogatoria u oblicua está delimitada en su aplicación por precisas
coordenadas o límites conceptuales, que deben ser demarcadas por el juez en el terreno
concreto de cada litis.
Una de esas coordenadas o límites es la inercia y la otra la injerencia intolerable. Me
explicaré.
Para que se torne aplicable la acción subrogatoria se requiere que el deudor sea reticente
o negligente en el ejercicio de sus derechos, configurando así una situación de inercia
culpable en la gestión de sus derechos y acciones. Pero, por otra parte, tal acción no
puede significar una injerencia intolerable en el ámbito o esfera de derechos del deudor.
Precisando estos conceptos, bien se ha dicho que "la acción oblicua tiene precisamente
por objeto vencer la inercia del deudor…"[17] y que "todas las condiciones de ejercicio
de esta acción proceden de la idea de que esta injerencia del acreedor en los asuntos del
deudor debe estar legitimada por un interés particular en actuar" [18].
Por ende, solo cuando el deudor es insolvente y reticente la inmisión del acreedor en los
negocios del deudor se vuelve tolerable; la acción oblicua es un remedio contra la
negligencia y contra la insolvencia[19].
El ejercicio de esta acción permite incorporar bienes al patrimonio del deudor o ejercer
derechos, que de otro modo se perderían, por inacción del titular[35].
El acreedor subrogante ejercita una especie de representación de su deudor, una
representación legal o forzada, que se ejerce en nombre de otro y que, por tanto,
descarta una traslación de derechos[36].
El subrogante puede ejercer derechos de su deudor, no solo de naturaleza contractual,
sino también extracontractual o aquiliana[37], siempre que no se trate de derechos
personalísimos.
A quien se subroga se lo denomina acreedor subrogante o sustituto; al deudor que
mantiene una notoria inactividad y da lugar al ejercicio de la acción, se le conoce como
deudor subrogado o sustituido, y a los demás, terceros demandados o directos. De lo
visto se desprende que la subrogación consiste en el reemplazo de la persona del deudor
por la del acreedor en el ejercicio de los derechos del primero, supliendo se ese modo su
desidia o negligencia en la administración de su patrimonio[38].
Ello así, en el marco del proceso civil, tratándose ésta de una acción de protección del
crédito, en rigor, de resguardo de la solvencia del deudor, no estando comprometido el
interés colectivo, puesto que el éxito de la acción reconstituye la solvencia del deudor,
obviamente no se requiere autorización previa alguna para ejercerla.
La excepcionalidad de la herramienta y el hecho de que el legitimado en esta acción no
sea el sujeto obligacional, no es neutra en cuanto a la prueba de los requisitos de
admisibilidad de la acción, pues no debe flexibilizarse su análisis, ya que ello podría
provocar entrometimientos innecesarios en asuntos ajenos o la tentativa de sacar
ventajas por debajo de la mesa para desistir de acciones subrogatorias "molestas". El
acreedor que pretende subrogarse debe probar los extremos de hecho en que se basa su
pretensión; no solamente debe probar la existencia de la relación jurídica de base, sino
que su deudor es acreedor en ella y que ha permanecido inmóvil, sin ejercer sus
derechos[39].
9) La "inherencia personal"
El art. 1196 CC excluye del ejercicio de la acción subrogatoria a los derechos "que sean
inherentes a su persona", lo que amerita el tratamiento del concepto jurídico
indeterminado de "inherencia personal".
Dado que la "acción subrogatoria" tiene un objeto típicamente patrimonial, el art. 1196
CC –al igual que el art. 1111 CC español- plantea la exclusión de los derechos
inherentes a la persona del deudor.
Esta limitación traza una línea bisectriz en la materia, contemporizando –o intentándolo,
al menos- dos intereses contrapuestos:
1) el interés del deudor -titular del poder jurídico no ejercido-, consistente en mantener
su autonomía y libertad de determinación y administración -o decisión de ejercitar o no
la facultad jurídica de que dispone-; y
2) el interés de sus acreedores, a conservar la garantía patrimonial del deudor
ejercitando ciertos derechos de éste de contenido patrimonial para evitar las
consecuencias desfavorables que su inercia o reticencia tenían para la masa de
acreedores[45].
Por ende, la viabilidad de la injerencia del subrogado en los derechos del deudor, se da
en aquellas temáticas no inherentes a la persona del deudor[47].
Y, paralelamente, cuando se trata de temáticas o derechos inherentes al deudor, la
injerencia del acreedor allí es inadmisible, porque sería intolerable el ejercicio de una
sustitución procesal en temas tan ligados a lo personalísimo de una persona, sea deudor
o no. Aclarado ello, es dable decir que para equilibrar el choque de intereses, que se
evidencia tangiblemente en esta materia, es necesario determinar un grado de injerencia
externa tolerable en la esfera de intereses del deudor remiso[48] .
Justamente la determinación de cuál es el grado de injerencia tolerable del acreedor en
la esfera del deudor no se puede hacer en abstracto, sino que será el juez quien en
definitiva, contemplando las circunstancias del caso, habrá de decidir si es o no
inherente a la persona del deudor la acción intentada. Claro que no se trata de una
determinación enteramente libre o discrecional, sino que existen pautas concretas para
tomarla[49].
La delimitación del ámbito objetivo de aplicación de la acción subrogatoria debe,
lamentablemente, trazarse en forma negativa; esto es, vallando un segmento del terreno,
para impedir que la acción subrogatoria traspase esa valla y se ejercite en asuntos que
atañan a la persona del deudor[50].
Permitir que se llegue tan lejos en el ejercicio de esta legitimación excepcional
implicaría tanto como declarar un símil de incapacidad del deudor, quien estando vivo
es representando por un tercero, en contra o con prescindencia de su opinión, lo que
caracteriza a escasos sujetos de derecho y configura claramente, en todos los casos, una
situación excepcional y, por ende, de interpretación restrictiva. De ello se deriva que, en
la duda, si no resulta clara la patrimonialidad del derecho que pretende ejercerse o del
interés del deudor que pretende esgrimirse, debe considerarse que el mismo es inherente
a su persona. La regla es clara: en la duda, en contra de la procedencia de la acción
subrogatoria[51].
Pero cuál es el terreno favorable al florecimiento de esta particular y rara flor, que es la
legitimación subrogatoria:
A) Para comenzar, debe decirse que el concepto de inherencia, si bien configura un
concepto jurídico elástico, no es una noción prejurídica o metajurídica que termine
difuminando peligrosamente la materia; no compartimos en este sentido la opinión del
Prof. CRISTÓBAL MONTES[52].
B) Coincidimos con el maestro JORDANO FRAGA sobre que la expresión "inherentes
a su persona" –que también utiliza el Código Civil español- tiene un significado
específico determinado por su propio contexto normativo (presupuestos, fines y efectos
de la legitimación subrogatoria), diferente del atribuible a otras frases semejantes
ubicadas en otros preceptos (v.g., arts 1148 o 1853, ambos del C.C., que aluden
respectivamente a excepciones "personales" o "puramente personales")[53].
C) Según el Diccionario de la Real Academia española, la palabra inherencia deriva del
latín inhaerentia) y significa "1. f. Unión de cosas inseparables por su naturaleza, o que
solo se pueden separar mentalmente y por abstracción. 2. f. Fil. Modo de existir los
accidentes, o sea, no en sí, sino en la sustancia que modifican".
D) De este concepto nos sirve solo el primer significado y así podemos decir que
inherencia es la inseparabilidad de un derecho respecto de la persona que está investida
de la facultad de hacerlo valer[54].
E) Lo extrapatrimonial es necesariamente inherente a la persona del deudor. Las
reclamaciones de derechos extrapatrimoniales –el concepto de extrapatrimonialidad se
define por la negativa, teniendo como límite el concepto de patrimonio como conjunto
de titularidades susceptibles de valoración económica/pecuniaria de su objeto o
contenido-, son necesariamente inherentes a la persona del acreedor, porque así ha sido
establecido legalmente. El art. 1078 CC establece que "La acción por indemnización del
daño moral sólo competerá al damnificado directo..."., lo que implica que en vida del
afectado, si éste no inicia una acción tendiente a obtener reparación de un agravio
moral, sus acreedores no están legitimados para iniciarla, pues tienen trazado ellos un
claro límite legal[55].
F) Pero para ser inherente a la persona, lo extrapatrimonial debe permanecer como tal;
es decir, que cuando se reclama un crédito o acreencia patrimonial, lo extrapatrimonial
se patrimonializa y, consecuentemente, los acreedores podrán continuar la acción que el
interesado hubiera comenzado –y luego no proseguido- reclamando el daño moral que
creyó padecer. Interpretar la situación de otro modo, implicaría que podría convertirse
un reclamo de daño moral en un juego de amagues y esquives entre el deudor remiso y
sus acreedores, ora reclamando un daño, ora dejando de perseguir su cobro, ante la
eventualidad probable de ser embargado el monto a percibir[56].
G) La delimitación conceptual del ámbito de aplicación de la vía subrogatoria debe
hacerse con un criterio teleológico más que meramente terminológico. Si se lleva el
concepto de inherencia a una formulación extrema y rígida, la acción subrogatoria
quedaría casi vacía de contenido, lo que es un desatino, pues favorece todo género de
corruptelas y aprovechamientos. Por el otro lado, tampoco puede restringirse tanto el
concepto, al punto de que cualquier interés del deudor pueda ser tutelado por el acreedor
subrogado[57].
H) La decisión valiosa en la materia pasa por una línea media, equidistante del exceso y
del defecto, que haga que no se permitan inmisiones indebidas de acreedores
excesivamente ansiosos en la esfera de actuaciones de deudores no manifiestamente
reticentes o inertes[58].
I) Debe plasmarse en la materia una dinámica de mutuo equilibrio. No se puede adoptar
una postura definidamente contraria a la legitimación subrogatoria, aunque tampoco es
dable adoptar una tendencia completamente pro-subrogatoria, que permita fácilmente
inmisiones indebidas en la vida de otro, en este caso, el deudor[59].
J) Y no debe olvidarse que la inherencia personal es una excepción a la regla general de
que todo derecho del deudor puede ser ejercitado por el acreedor subrogado ante la
inacción de su titular. También este balance entre regla general y excepción debe
hacerse jugar en la materia[60].
k) En pro de determinar el ámbito de lo inherente al deudor no debe confundirse,
aunque normalmente se solapen, la extrapatrimonialidad y la inherencia estricta a la
persona[61].
Lo extrapatrimonial es necesariamente inherente a la persona, pero el concepto de
inherencia es más extenso que el de extrapatrimonialidad[62].
Un supuesto dudoso es el de la acción de anulabilidad de un determinado acto o
contrato, en caso de tratarse de una nulidad de protección, que de origen a un supuesto
de invalidez relativa. Tal supuesto es calificado como "personal" del sujeto protegido
por ella (o su representante legal, en su lugar) pero no de la contraparte en el contrato
anulable. Ello ha llevado a alguna doctrina a afirmar que ello muestra que subrogarse es
colocarse efectivamente en el lugar de su afín, pero no de su contrario; serán los
acreedores de ese contratante y no los del otro los que puedan subrogarse en el lugar del
primero[63].
Por nuestra parte, nos parece claro que este supuesto no encaja dentro del concepto de
derechos inherentes a la persona del deudor que recepta el art. 1196 CC. Ello, pues si
bien es cierto que la acción de nulidad compete al perjudicado por el vicio que da origen
a la nulidad relativa, no lo es menos que no se trata de un derecho inherente a su
persona, sino que al corporizarse en un derecho patrimonial, tal acción de impugnación
puede ser ejercida por cualquier acreedor, que esté en condiciones de ejercer la
legitimación subrogatoria en lugar del deudor remiso[64].
Cuando el deudor debe recibir una suma de dinero y no lo hace por desidia o deja perder
un derecho por malicia, el embargo de ese crédito resulta suficiente para garantizar que
no se torne ilusorio el derecho.
Pero si resulta utilísima la acción subrogatoria cuando los derechos omitidos consisten
en prestaciones diversas del dinero y, sobremanera, cuando se trata de derechos reales;
en estos casos el embargo no es suficiente, pues a fin de lograr la satisfacción del
derecho, es necesario practicar una gestión compleja, que sólo puede concretarse
cuando el acreedor substituye al deudor, y ocupa su lugar en el ejercicio del
derecho[70].
Por lo demás esta posibilidad de substitución pende como un objeto contundente
expuesto a caer sobre la cabeza del deudor, quien corre el riesgo de verse substituido
por sus acreedores en el ejercicio de sus derechos, si no los defendiera
adecuadamente[71].
Esta acción tiene el grave inconveniente para el acreedor que la ejerce, que los bienes o
recursos obtenidos por medio de ella ingresan al patrimonio del deudor, sin ninguna
ventaja o preferencia para él, que ha asumido el costo y los riesgos de su ejercicio.
Si uno de varios acreedores de un deudor reticente o mal predispuesto al pago, viendo
que su deudor está dejando perder un derecho valioso, decide accionar por subrogación,
tiene ante sí varios problemas:
a) no se trata de una acción simple ni rápida.
b) el gasto de la acción lo solventará solamente el subrogante.
c) El beneficio de la misma será para todos los acreedores en un pie de igualdad, sin
que haber ejercitado la acción le signifique al subrogante ninguna ventaja ni preferencia.
d) Incluso, puede darse el caso que el resultado de la acción subrogatoria redunde en
beneficio de otro acreedor preferente, sin que el subrogante pueda oponerse a ello.
Afirma Salvat que, para los acreedores sería mucho más cómodo y ventajoso tener una
acción directa contra el deudor de su deudor, la cual los facultaría a actuar en su propio
nombre, en vez de hacerlo en nombre de su deudor.-
El maestro Salvat sostenía que ello representaría para los acreedores dos grandes
beneficios:
a) les permitiría conservar en su exclusivo beneficio el importe íntegro de la
condenación contra el deudor de su deudor, es decir, los bienes o recursos obtenidos por
su ejercicio, hasta el importe de sus créditos y
b) los eximiría de escapar a las defensas fundadas en causas exclusivamente
personales a su deudor.
Otra grave desventaja es el largo tiempo que insume este tipo de acciones.
Tal como ha sido estructurada en nuestro ordenamiento legal, la acción subrogatoria en
sí, es meramente conservatoria, y tiende a resguardar el patrimonio del deudor, a no
permitir la evasión patrimonial, se orienta a que no se extinga un derecho e,
indirectamente, permite el ingreso de un bien al patrimonio del deudor.
Ello requiere realizar dos juicios sucesivos para percibir su crédito: uno primero (acción
subrogatoria) destinado a impedir la frustración del derecho por inacción del titular, que
lo dejaría perder y una segunda litis (cobro sumario o daños y perjuicios) destinado a
percibir el crédito.
En otras palabras, la acción subrogatoria busca evitar la pérdida del derecho; pero,
mantenido o incorporado dicho bien al patrimonio del deudor, recién entonces, el
acreedor continuará o ejercitará la acción interpuesta para hacer efectivo su crédito,
acción ésta que es autónoma respecto de aquélla.
Esta acción no es demasiado utilizada en nuestro medio, por las complicaciones y
gastos que trae y la relativa utilidad que presta a quien la ejerce.
En nuestros días, en promedio, un juicio de conocimiento tarda tres años en tramitarse;
si a ello se suma que este tipo de acciones no son de las más sencillas, lo que produce
un alargamiento de sus plazos, se comprenderá que no es descabellado pensar que entre
ambos procesos (acción subrogatoria y acción de daños o cobro sumario) puede
insumirle al acreedor seis largos años.
El caso es que seis años no es un plazo razonable para que un acreedor perciba su
crédito. Tales demoras y complicaciones del cobro de un crédito desalientan la
inversión y los negocios, al crear dudas e incertidumbres entre los justiciables.
Por ello es menester recalcar que resulta absolutamente legítimo el derecho de los
litigantes a una rápida y eficaz decisión judicial; atendiendo a la gravedad de la crisis
judicial que padecemos, resulta imprescindible optimizar las posibilidades del proceso
civil, para transformarlo en una herramienta idónea que componga con eficacia,
prontitud y justicia los conflictos de relevancia jurídica. Hasta que eso ocurra la
utilización de esta herramienta será casi una curiosidad de revista jurídica
especializada[72].
El art. 1196 CC es una norma que no es muy frecuente de ver en nuestros foros, ya que
no es común el ejercicio de la acción subrogatoria, que no es muy conocida en cuanto a
sus requisitos, presupuestos, etc. y es vista por los operadores jurídicos como una acción
ineficiente, riesgosa, ejercida por personas que ostentan un gran ego u orgullo personal
o un innegable ánimo deportivo o acaso reservada solo para quienes tienen animosidad
hacia un deudor o poseen una patología querulante o, también, a quienes quieren
obtener alguna ventaja o facilidad por debajo de la mesa, obligando a un deudor
reticente a arreglar extrajudicialmente con ellos y satisfacer su crédito, para dejar de
inmiscuirse en sus asuntos[73].
Es una acción rara de contemplar en nuestros foros, lo que nos resulta fácil de demostrar
porque en veinticinco años de ejercicio de la abogacía y de sucesivos pasos por diversos
tribunales, no hemos visto personalmente ninguna. Y un juez colega de Sala, en
cuarenta años de tribunales y el ejercicio de funciones en cuatro jurisdicciones
diferentes, solo vio dos y hace muchos años.
También es una acción poco o nada utilizada en la práctica, por los efectos que produce
en las contadas veces en que prospera: si la acción subrogatoria es acogida los bienes
que se consiga hacer ingresar al patrimonio del deudor remiso, no irán de manera
directa al patrimonio de quien ejercita la acción subrogatoria, sino al de quien éste
subrogó, es decir su deudor. Pero, las veces en que se usa, se la suele emplear
especulando en forzar al deudor a negociar un acuerdo privado con un acreedor
quirografario, que por virtud de su empeño, se coloca de hecho en una situación de
ventaja por sobre otros acreedores, que eran preferentes a él.
En ciertos casos, en estas acciones, se aprecia un ánimo de picardía o, incluso, larvada
maledicencia, al buscar un acuerdo particular con el deudor quien las ejerce, pues de
otro modo no la emprendería, ya que para el formalmente –o sustancialmente- no le
otorga ninguna ventaja en cuanto al cobro de su crédito[74].
Equivaldría a un correlato procesal de la revolución de 1930, en la que quien se rebeló
contra el orden constitucional, asumió todo tipo de riesgos, pasó a la historia como un
dictador y un autoritario –el Gral. José Félix Uriburu-, hizo la revolución para otro
beneficiario neto –el Gral Justo-, que terminó siendo presidente constitucional –aunque
fraudulento-, sin asumir personalmente grandes riesgos ni correr albures.
Y en el terreno procesal no suele haber multitudes de interesados en litigar para
beneficio ajeno.
Por ende, suele emplearla solo aquellos acreedores que sienten que podrían obtener con
ella alguna ventaja de hecho, como forzar al deudor a negociar con ellos, o molestar lo
bastante para obtener alguna ventaja; o, si quien la ejerce es abogado, obtener una
regulación de honorarios, que según el monto del juicio, puede ser suculenta.
Ello, porque, desde el punto de vista formal o estrictamente legal, no concede grandes
ventajas a quien las inicia y las hace prosperar.
Tratándose de una acción conferida a los acreedores quirografarios no hace falta ser
jurídicamente muy sutil para comprender que si bien el acrecentamiento patrimonial que
produce el acogimiento de la acción subrogatoria a la larga le resultará beneficioso al
quirografario accionante, éste corre el riesgo de trabajar para enriquecer a otros, que son
quienes tengan derechos creditorios preferidos al suyo, como podrían ser los acreedores
que tengan en su favor derechos reales de garantía o un embargo inscripto o alguna otra
preferencia del crédito.
Ergo, si de por sí es difícil hacer prosperar esta acción, dado que deben cumplirse varios
requisitos, que los jueces suelen apreciar bastante estrictamente, porque se trata de una
acción vista como un entrometimiento en la vida ajena; asimismo, de prosperar no
asegura la satisfacción del derecho del acreedor que la intenta, lo que hace que no sea la
acción más popular en el foro, sino más bien todo lo contrario.
Además, cabe decir que procesalmente, la pretensión subrogatoria es un supuesto de
pretensión sustitutiva o de sustitución procesal, en la que un acreedor pretende ocupar el
lugar que su deudor ha dejado vacante en la defensa de sus bienes, que son la prenda
común de sus acreedores.
Es un supuesto de aquellos en que un tercero ajeno a una relación obligacional se hace
parte procesal en defensa de aquella[75].
La sustitución procesal se configura en los supuestos en que el ordenamiento jurídico
autoriza a un sujeto ajeno a un relación obligacional, a tomar el lugar de parte legítima
en un proceso iniciado con vinculación con esa relación sustancial. Se trata de un caso
de legitimación procesal especial, anómala o sui generis, en la que se produce una rara
disociación: el sujeto legitimado para actuar en el proceso es distinto del que es sujeto
de la relación obligacional que da base a la pretensión que se esgrime en el proceso.
[29] FRANÇOIS, Jerôme, "Les obligations. Régime général", 2ª edic., Edit. Economica,
París, 2011, p. 305, Nro. 283.
[30] LÓPEZ MESA, Marcelo, "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo
II, p. 2687, comentario al art. 1196 CC.
[31] FRANÇOIS, Jerôme, "Les obligations. Régime général", 2ª edic., Edit. Economica,
París, 2011, p. 304, Nro. 283.
[32] MAISTRE DE CHAMBON, Patrick, « Droit des obligations. Régime général",
Edic. Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble, 2005, p. 141.
[33] MAISTRE DE CHAMBON, Patrick, « Droit des obligations. Régime général", cit,
p. 140.
[34] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del día 11 de
Julio de 2012, p. 2.
[35] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del día 11 de
Julio de 2012, p. 2.
[36] FRANÇOIS, Jerôme, "Les obligations. Régime général", 2ª edic., Edit. Economica,
París, 2011, p. 301, Nro. 278.
[37] FRANÇOIS, Jerôme, "Les obligations. Régime général", 2ª edic., Edit. Economica,
París, 2011, p. 300, Nro. 278.
[38] LÓPEZ MESA, M., "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición,…", cit, Tomo II,
p. 2688.
[39] LÓPEZ MESA, M., "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo II, p.
2687.
[40] LÓPEZ MESA, Marcelo J., "La "acción" subrogatoria u oblicua", en revista La
Ley del día 11 de Julio de 2012, p. 2.
[41] LÓPEZ MESA, Marcelo, "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo
II, p. 2688.
[42] LÓPEZ MESA, M., "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo II, pp.
2690 y ss.
[43] LÓPEZ MESA, Marcelo J., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del día
11 de Julio de 2012, p. 3.
[44] SALERNO, Marcelo U., "Obligaciones. Régimen jurídico", Edit. Universidad,
Buenos Aires, 1995, p. 83 núm. 22.
[45] LÓPEZ MESA, Marcelo J., "La "acción" subrogatoria u oblicua", en revista La
Ley del día 11 de Julio de 2012, p. 2.
[46] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del día 11 de
Julio de 2012, p. 2.
[47] LÓPEZ MESA, Marcelo, "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo
II, p. 2689.
[48] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del día 11 de
Julio de 2012, p. 2.
[49] LÓPEZ MESA, M., "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo II, p.
2689.
[50] Cfr. MAYO, Jorge A., "La acción indemnizatoria por daño moral tiene carácter
personalísimo (Inadmisibilidad de la vía subrogatoria)", DJ 1997-3-989; UGARTE,
Luis A., "Aceptación de herencia, intervención de los acreedores en el proceso
sucesorio y ejercicio de la acción subrogatoria", LL 1989-A, 25.
[51] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del 11 de Julio
de 2012, p. 3.
[52] Cfr. CRISTOBAL MONTES, Angel, "La vía subrogatoria", Ed. Tecnos, Madrid,
1995.
[53] JORDANO FRAGA, Francisco, "El ámbito objetivo de la legitimación
subrogatoria (Ensayo de formulación de los criterios generales para su determinación),
Ed. Cívitas, Madrid, 1996, pp. 21 y ss.
[54] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del 11 de Julio
de 2012, p. 3.
[55] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del 11 de Julio
de 2012, p. 3.
[56] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[57] LÓPEZ MESA, Marcelo, "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo
II, pp. 2691 y ss.
[58] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley del 11 de Julio
de 2012, p. 3.
[59] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[60] LÓPEZ MESA, Marcelo, "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo
II, p. 2691.
[61] GÓMEZ PERALS, Miguel, "Responsabilidad civil: los "otros perjudicados", cit, p.
20.
[62] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[63] GÓMEZ PERALS, Miguel, "Responsabilidad civil: los "otros perjudicados", cit, p.
20.
[64] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[65] PORCHY-SIMON, Stéphanie, «Droit civil. Les obligations», Edit. Dalloz, 5ª edic.,
París, 2008, p. 201, Nro. 419.
[66] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[67] LÓPEZ MESA, M., "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo II, pp.
2692 y ss.
[68] MALINVAUD, Philippe, "Droit des obligations", 10ª edic., Edit. Litec – Lexis
Nexis, París, 2007, p. 605, Nº 834.
[69] FABRE-MAGNAN, Muriel, "Droit des obligations", Thémis-PUF, París, 2008,
tomo 1, p. 511, Nro. 202; BRUSORIO-AILLAUD, Marjorie, "Droit des obligations",
Edic. Paradigme, Orléans, 2011, p. 250, Nro. 450; MAINGUY, Daniel – RESPAUD,
Jean-Luis, « Droit des Obligations », Edit. Ellipses, París, 2008, p. 397.
[70] LÓPEZ MESA, M., "Sistema de jurisprudencia civil", 1ª edición, cit, Tomo II, p.
2692.
[71] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[72] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[73] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[74] LÓPEZ MESA, M., "La "acción" subrogatoria u oblicua", La Ley, 11/07/2012, p.
3.
[75] BRUSORIO-AILLAUD, Marjorie, "Droit des obligations", cit, pp. 249 y ss., Nros.
447 a 452.
[76] MALINVAUD, Philippe, "Droit des obligations", 10ª edic., cit, p. 604, Nº 833.
[77] Cfr. FRANÇOIS, Jerôme, "Les obligations. Régime général", 2ª edic., Edit.
Economica, París, 2011, pp. 302/303, Nro. 282; FABRE-MAGNAN, Muriel, "Droit des
obligations", Thémis-PUF, París, 2008, tomo 1, p. 510, Nro. 202; RENAULT-
BRAHINSKY, Corinne, "Droit des Obligations", 2ª edic., Ed. Gualino, París, 2007, p.
466, Nro. 742; MAINGUY, Daniel – RESPAUD, Jean-Luis, « Droit des Obligations »,
Edit. Ellipses, París, 2008, p. 396, Nro. 509; BUFFELAN-LANORE, Yvaine -
LARRIBAU-TERNEYRE, Virginie, "Droit civil. Les obligations", 12ª ed., Sirey, París,
2010, p. 105, Nro. 316 y los fallos citados por ellos.
[78] BUFFELAN-LANORE, Yvaine - LARRIBAU-TERNEYRE, Virginie, "Droit
civil. Les obligations", 12ª ed., cit, p. 105, Nro. 316.
[79] MAISTRE DE CHAMBON, Patrick, « Droit des obligations. Régime général",
Edic. Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble, 2005, p. 141.
[80] Cfr. MAISTRE DE CHAMBON, Patrick, « Droit des obligations. Régime
général", cit, pp. 140/142; FRANÇOIS, Jerôme, "Les obligations. Régime général", 2ª
edic., Edit. Economica, París, 2011, pp. 302/303, Nro. 282; FABRE-MAGNAN,
Muriel, "Droit des obligations", Thémis-PUF, París, 2008, tomo 1, p. 510, Nro. 202;
MALINVAUD, Philippe, "Droit des obligations", 10ª edic., Edit. Litec – Lexis Nexis,
París, 2007, p. 604, Nº 833; RENAULT-BRAHINSKY, Corinne, "Droit des
Obligations", 2ª edic., Ed. Gualino, París, 2007, p. 466, Nro. 742; MAINGUY, Daniel –
RESPAUD, Jean-Luis, « Droit des Obligations », Edit. Ellipses, París, 2008, p. 396,
Nro. 509; BUFFELAN-LANORE, Yvaine - LARRIBAU-TERNEYRE, Virginie, "Droit
civil. Les obligations", 12ª ed., Sirey, París, 2010, p. 105, Nro. 316.
[81] BUFFELAN-LANORE, Yvaine - LARRIBAU-TERNEYRE, Virginie, "Droit
civil. Les obligations", 12ª ed., cit, p. 104, Nro. 314.