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1. Introducción
2. La familia
Si nos adentramos un poco en los hechos históricos relativos a lo que tiene que ver
con lo femenino, nos encontramos con que la exclusión de las mujeres del ámbito público
configuraba una construcción deliberada en torno a supuestas cualidades femeninas –
afectividad, sentimentalismo, abnegación, actitud de servicio- y a la carencia de presuntos
atributos masculinos –racionalidad, inteligencia, juicio crítico, creatividad (Caviglia y
Marinsalta, 2009, p. 142). Y, John Stuart Mill, en el Sometimiento de la mujer, obra
publicada en 1869, fue el primer hombre que abiertamente expresó su desacuerdo con las
desventajas sociales y culturales de las mujeres ante una sociedad victoriana que se resistía
a permitir que las mujeres casadas especialmente dividieran su vida entre la familia y su
actividad pública. Antes de entrar en la discusión sobre el tema de la mujer y el
matrimonio, deberíamos preguntarnos por qué razón se toma como algo cotidiano la
referencia a esta polémica. Creo que habría que analizar el opuesto para evaluar el motivo y
la importancia de hablar de la relación mujer-matrimonio y no la de hombre-matrimonio.
Seguramente si hubiera decidido plantear esa otra discusión, ésta habría causado gran
sorpresa dado que no se advierte ninguna necesidad de replantearse el rol del hombre en la
institución del matrimonio –a menos que sea la de cambiar pañales o lavar los platos, tareas
que antes no hacían y hoy sí-.
Me parece que hay que modificar las nociones de familia a las que estábamos
acostumbrados para recapacitar sobre la problemática y aportar un nuevo enfoque que
genere otro concepto de familia donde no se siga hablando de “jefe de familia” con lo
problemático que puede resultar esto cuando se juzga de acuerdo a los ingresos que cada
integrante de la pareja aporta al núcleo familiar. No sólo se da la situación más conocida
donde se desconoce a la mujer como parte relevante de matrimonio si ésta no aporta lo
mismo que el marido a la economía de la casa, sino que se da muchas veces la situación
opuesta donde la mujer gana más que el marido y él y sus hijos sienten que no se comporta
como un hombre que se precie, lo sienten como una vergüenza y como una falta de él
respecto a su rol masculino. En general, voy a hablar de la falta de derechos de la mujer
porque es la que ha sido relegada durante toda la historia al último lugar en la distribución
de derechos y libertades, mas no ignoro que cuando hay conflictos, también los hombres
sufren la injusticia. Las mujeres, muy frecuentemente, no han sido vistas como fines, sino
que se las ha tomado como medios para los fines de otros, no como fuentes de agencia y
valor en su propio derecho sino como reproductoras y cuidadoras.
A veces, las mujeres son valoradas como criaturas que cuidan y son comprensivas.
A menudo, son devaluadas por las mismas características. (Nussbaum 1999, p. 13)
Se le da gran importancia al cuidado y al amor, pero tendría que haber una forma de que
el compromiso de cuidar fuera calificado. Las emociones de amor y cuidado, como otras
emociones, tienen en parte un origen social, pero esto significa que son tan confiables como
las normas sociales que les dan lugar. La propensión común de las mujeres a subordinarse a
otros y sacrificar su bienestar para que una unidad más grande pueda en muchos casos ser
moralmente admirable, pero por ningún medio debería ser tomado como dado. Tales
disposiciones se han formado, a menudo, en condiciones injustas y pueden simplemente
reflejar el bajo valor que la misma sociedad le ha dado al bienestar de las mujeres.
Nussbaum cree urgente reclamar que tales emociones sean valoradas con los
constreñimientos de una vida organizada por el razonamiento crítico (Nussbaum, 1999, pp.
9-10).
poder tener apego a cosas y personas fuera de nosotros mismos; poder amar a
los que me aman y me cuidan; poder sufrir su ausencia; en general, poder amar,
sufrir, experimentar el alejamiento, gratitud y enojo justificado; no tener el
desarrollo emocional enceguecido por el miedo o la ansiedad. (Apoyar esta
capacidad significa apoyar formas humanas de asociación que pueden aparecer
como cruciales en el desarrollo de las personas).
1
Ver P. Britos (2012).
resultar esto cuando se juzga de acuerdo a los ingresos que cada integrante de la pareja
aporta al núcleo familiar. Históricamente, se ha desconocido a la mujer como parte
relevante de matrimonio a pesar de que aporta lo mismo o más a veces que el marido a la
economía de la casa. Yo expreso en especial la falta de derechos de la mujer porque es la
que ha sido relegada durante toda la historia al último lugar en la distribución de derechos y
libertades, mas no ignoro que cuando hay conflictos, también los hombres sufren la
injusticia.
Lo que ha permitido mayor libertad a la mujer, sin dejar de lado la intensa lucha
feminista, fue la pastilla anticonceptiva ya que le otorgó la posibilidad de decidir sobre su
propio futuro. No resolvió el problema totalmente, pero la píldora se encargó de marcar un
hito en la historia de los derechos de la mujer. Esto colaboró en lo concerniente a la
planificación de estudios superiores y la elección de la profesión sin pensar que la cría no se
lo permitiría. La alternativa de tener dos hijos, como es lo más común, en lugar de una
prole difícil de alimentar y de educar, ha sido esencial para las madres. Queda en manos de
estas mujeres ahora optar entre las alternativas que tienen frente a ellas y hacerlo
conscientes de que los tiempos han cambiado para bien. Qué trabajo elegir seguramente
dependerá igualmente no sólo de los deseos de hacer tal o cual cosa sino de otras cuestiones
que tendrán que ver con la buena o mala suerte de aquella mujer que esté intentando
sobrevivir en el mundo laboral.
Hay que explicar por qué se hace la distinción entre empatía y compasión, parecen ser
la misma cosa y, sin embargo, hay una diferencia esencial. La empatía es una
reconstrucción imaginativa de la experiencia de otra persona, de una experiencia dolorosa o
placentera. En realidad, es algo como ponerse en lugar del otro cuando le pasa algo sin
incluir ningún aspecto moral en el asunto. Uno se da cuenta de que el otro siente dolor
cuando se dobló un tobillo a pesar de que para ser empático no se necesite sentirse mal por
lo que le pasa al prójimo. Un torturador se da cuenta de que el torturado sufre y por esa
misma razón hace lo que hace. No pretende solucionar el problema en el que se encuentra
envuelto el torturado, sólo sabe que le pasa lo que le pasa. Además, la empatía también
aparece cuando ocurre algún episodio feliz, no se trata sólo del sufrimiento del otro. En el
caso de la compasión, el sentimiento es otro, se advierte lo que le pasa al otro, se advierte
su sufrimiento y no sólo se sufre por eso sino que se siente la necesidad de hacer algo para
resolverle el problema al otro para que no siga en esa situación dolorosa y angustiante.
Yo siento compasión por la TS, es decir, percibo que sufre, advierto que es muy
profundo su dolor y me siento en la obligación de hacer algo para colaborar en la solución a
su problema. El sufrimiento que veo es la discriminación que le regala toda la sociedad,
especialmente las mujeres que las ven como delincuentes, más aún si son pobres porque ya
se sabe que las que tienen mayor poder adquisitivo son aceptadas a pesar de todo. Y,
además, advierto que el sufrimiento crece cuando alguien se acerca a ayudarlas porque las
tratan como a infantes que no saben lo que hacen. Creo que es ahí donde se siente el
estigma grabado en la piel como en otros tiempos cuando las mujeres que se prostituían
eran marcadas para ser reconocidas.
4. El trabajo sexual
En primer lugar, habría que aclarar qué es el trabajo sexual: es la actividad que consiste
en la oferta de servicios sexuales a cambio de dinero. Se trata de un servicio que pueden
brindar mujeres, hombres o transexuales o travestis.
Algunos hablamos de “trabajo sexual” y otros de “prostitución”, esta diferenciación
proviene del feminismo, ya que lo que más se discute es el tema de la mujer. Las feministas
abolicionistas y las prohibicionistas piensan que las mujeres que están en esta actividad,
están en “situación de prostitución”, es decir, no tuvieron elección y anhelan otro tipo de
vida. En otras palabras, se supone que estas mujeres confían en que podrán salirse de esta
situación que las obliga a prostituirse. En el fondo está la idea de que los hombres siempre
se aprovechan de las mujeres y las humillan al tener sexo con ellas sólo por dinero. Las
regulacionistas conciben esta actividad como un trabajo y reclaman el derecho a disponer
de su propio cuerpo en forma autónoma y libre. Por ende, el término “trabajo sexual”
contiene una ideología muy profunda que se fundamenta en la independencia de la mujer,
hombre o trans para decidir sobre su cuerpo. El reclamo de las trabajadoras sexuales –que
son las más visualizadas en este contexto laboral actualmente– es el de que se reconozca la
actividad como un trabajo como cualquier otro para poder gozar de los derechos de
cualquier trabajadora: obra social, jubilación y protección por parte del Estado.
Sobre los riesgos implícitos en este tipo de actividad, está siempre presente la
posibilidad de la violencia y la explotación de parte de terceros que se da especialmente en
el caso de las mujeres. Últimamente, ha surgido el debate sobre la trata en lo concerniente
al trabajo sexual que es altamente peligroso y violatorio de los derechos humanos cuando se
lo encuentra en relación a la prostitución. Sin embargo, no toda oferta de servicios sexuales
está atada a la trata de personas. Hay mujeres mayores de edad que consienten libremente
en transformarse en trabajadoras sexuales y no necesitan de alguien que las administre.
Hay, de hecho, muchas mujeres trabajando en forma independiente. Algunas lo hacen en
pequeños grupos y otras solas. Además, no hay que confundir lo que siempre se cuela, que
es la acción de los proxenetas y/o de la policía corrupta con la intervención de tratantes.
Los proxenetas son los que tienen un lugar donde se ejerce el trabajo sexual y toman chicas
a quienes más tarde maltratarán o perjudicarán económicamente. Ejemplos de esto: se les
cobra el lavado de las sábanas y preservativos o cualquier cosa que se rompa. Se las obliga
a trabajar cuando están menstruando, etc. Pueden incluso ejercer violencia física y
retenerles su dinero con cualquier pretexto. Y la policía corrupta aparece en cualquier
momento, aun cuando no se viole ninguna normativa con el trabajo sexual. Inventan
contravenciones para poder solicitar “coimas” (sobornos) a cambio de protección (no queda
nunca claro de qué o de quién).
La diferencia entre el trabajo sexual, la explotación sexual y la trata no sólo ha estado
bien definida desde el Protocolo de Palermo del año 2000 sino que también lo tienen muy
claro las mujeres que están en la actividad. Aquí presento una categorización que puede
resultar útil:
Trabajadora explotada: es lo más común cuando se trata de ciertos sectores sociales con
menos recursos; esto hace que no posean un lugar donde realizar la actividad y responden a
avisos para trabajar en whiskerías o cualquier tipo de negocio nocturno o “privados”
(similares a lo que antes se llamaban prostíbulos; son departamentos con varias chicas y
administrados por un/a proxeneta). La trabajadora quiere salir de esta situación, pero no
tiene muchas posibilidades económicas e incluso pueden estar obligadas violentamente
atadas por deuda.
La legislación internacional que define la trata dice que es el delito por el cual se lleva a
cabo el secuestro, transporte y posterior explotación de niños o niñas o de adultos.
Obviamente, forma parte de los crímenes más repugnantes y lo llamativo es que se está
discutiendo permanentemente la trata para explotación sexual y se deja de lado las otras
categorías de trata de personas que hasta incluyen el tráfico de órganos.
Con el pretexto de proteger a las mujeres y niñas de la trata para explotación sexual,
hay un fenómeno mundial que consiste en perseguir a las trabajadoras por su propio bien.
Se les clausura los lugares de trabajo y se las deja sin recursos económicos; a veces, se las
saca de su propio hogar porque lo usan para servicios sexuales.
5. Conclusión
La sociedad ha relegado a la mujer durante mucho tiempo, hoy que se han alcanzado
muchos objetivos de difícil acceso, se advierte aún un descrédito a un grupo de trabajadoras
porque socialmente no se soporta la oferta de servicios sexuales. Entre los que persiguen a
las TS hay mujeres y lo más curioso es que es un vasto grupo de feministas. Es una
contradicción que las mujeres que defienden los derechos de las mujeres, vulneren los
derechos de las mujeres por el solo hecho de que dedican al TS.
Y, además, tengamos presente que las trabajadoras sexuales deben ser protegidas, no
vapuleadas; no se deben violar sus derechos con el pretexto de buscar personas tratadas. Y
habría que recordar a las autoridades que no se están respetando sus derechos humanos. De
nada sirve proclamar que se las deja sin trabajo para defenderlas de sus propias elecciones.
Mill, J. S. y H. Taylor Mill (1869), Ensayos sobre la igualdad de los sexos, Madrid, Ed.
MT, 2000.
Nussbaum, M. (1999), Sex and Social Justice, New York, Oxford University Press.