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Mujer, familia y trabajo

Patricia Britos (UNMdP)

1. Introducción

El concepto de familia al que estamos acostumbrados no permite que la mujer abandone


el rol de cuidadora para poder realizarse como persona. Esto significa que entre los
miembros del grupo familiar no cabe la posibilidad de que alguien se sacrifique en función
de la mayor de cantidad de ventajas disfrutadas por el resto. Entonces, la mujer al
abandonar su actividad exclusivamente doméstica, se encuentra en un mundo laboral que
debe enfrentar sin las mismas condiciones de los varones. No sólo me refiero al hecho de
que su calificación generalmente es comparativamente menor a la del hombre por una
cuestión cultural, sino que sigue teniendo responsabilidades mayores en su hogar.

En lo que respecta al mundo del trabajo, a la mujer se la tiene en cuenta para


determinadas posiciones y no alcanzará más allá de esto por cuestiones tan discutibles
como el hecho de que un embarazo puede ser visto como desventaja por la patronal.
Algunas mujeres se deciden por el trabajo sexual y se enfrentan a la discriminación social
además de una legislación confusa que, por ser abolicionista, se supone defensora de la
mujer, pero en la práctica, la deja desprovista de protección. Finalmente, en este trabajo,
relacionaré el rol femenino en la familia, en el mundo laboral y la dificultad de las mujeres
que optaron por cobrar por sexo. Y en este análisis, se verá el lugar que ocupan las
emociones al momento de evaluar la calidad de vida de las mujeres en la actividad referida.

2. La familia

Si nos adentramos un poco en los hechos históricos relativos a lo que tiene que ver
con lo femenino, nos encontramos con que la exclusión de las mujeres del ámbito público
configuraba una construcción deliberada en torno a supuestas cualidades femeninas –
afectividad, sentimentalismo, abnegación, actitud de servicio- y a la carencia de presuntos
atributos masculinos –racionalidad, inteligencia, juicio crítico, creatividad (Caviglia y
Marinsalta, 2009, p. 142). Y, John Stuart Mill, en el Sometimiento de la mujer, obra
publicada en 1869, fue el primer hombre que abiertamente expresó su desacuerdo con las
desventajas sociales y culturales de las mujeres ante una sociedad victoriana que se resistía
a permitir que las mujeres casadas especialmente dividieran su vida entre la familia y su
actividad pública. Antes de entrar en la discusión sobre el tema de la mujer y el
matrimonio, deberíamos preguntarnos por qué razón se toma como algo cotidiano la
referencia a esta polémica. Creo que habría que analizar el opuesto para evaluar el motivo y
la importancia de hablar de la relación mujer-matrimonio y no la de hombre-matrimonio.
Seguramente si hubiera decidido plantear esa otra discusión, ésta habría causado gran
sorpresa dado que no se advierte ninguna necesidad de replantearse el rol del hombre en la
institución del matrimonio –a menos que sea la de cambiar pañales o lavar los platos, tareas
que antes no hacían y hoy sí-.

Hay muchas instituciones que respetamos como si fueran indiscutibles, y,


raramente, analizamos los fundamentos de éstas. El matrimonio surge para resolver una
cuestión económica tan importante como: la paternidad de los hijos y, por ende, a quienes
les quedará la herencia. No se trata de analizar, aquí, el amor pasión; éste tampoco ha
existido siempre pero no nos vamos a ocupar de eso ahora; la discusión trata sobre la
promesa “por siempre” entre un hombre y una mujer dado que nos remite al problema que
plantea B. Russell “el matrimonio difiere de otras relaciones sexuales por el hecho de ser
una institución legal” (Russell, 1929). Tampoco voy a analizar los casamientos del mismo
sexo que se vienen realizando en el último tiempo, dado que me interesa exponer la
condición de la mujer y explicar de qué manera se dejó convencer que lo mejor era ser la
“señora de”. Es interesante observar que en castellano la mujer conserva su propio apellido
antes del de su esposo –en la Argentina, hoy, no necesita agregar el de su pareja-, en
cambio, en francés e inglés, directamente pierde el propio para pasar a llamarse, por
ejemplo, Mrs. John Smith o Madame Pierre Martin; la propia Martha Nussbaum, una
feminista muy coherente con su causa, nació siendo Martha Craven.

Me parece que hay que modificar las nociones de familia a las que estábamos
acostumbrados para recapacitar sobre la problemática y aportar un nuevo enfoque que
genere otro concepto de familia donde no se siga hablando de “jefe de familia” con lo
problemático que puede resultar esto cuando se juzga de acuerdo a los ingresos que cada
integrante de la pareja aporta al núcleo familiar. No sólo se da la situación más conocida
donde se desconoce a la mujer como parte relevante de matrimonio si ésta no aporta lo
mismo que el marido a la economía de la casa, sino que se da muchas veces la situación
opuesta donde la mujer gana más que el marido y él y sus hijos sienten que no se comporta
como un hombre que se precie, lo sienten como una vergüenza y como una falta de él
respecto a su rol masculino. En general, voy a hablar de la falta de derechos de la mujer
porque es la que ha sido relegada durante toda la historia al último lugar en la distribución
de derechos y libertades, mas no ignoro que cuando hay conflictos, también los hombres
sufren la injusticia. Las mujeres, muy frecuentemente, no han sido vistas como fines, sino
que se las ha tomado como medios para los fines de otros, no como fuentes de agencia y
valor en su propio derecho sino como reproductoras y cuidadoras.

A veces, las mujeres son valoradas como criaturas que cuidan y son comprensivas.
A menudo, son devaluadas por las mismas características. (Nussbaum 1999, p. 13)

Se le da gran importancia al cuidado y al amor, pero tendría que haber una forma de que
el compromiso de cuidar fuera calificado. Las emociones de amor y cuidado, como otras
emociones, tienen en parte un origen social, pero esto significa que son tan confiables como
las normas sociales que les dan lugar. La propensión común de las mujeres a subordinarse a
otros y sacrificar su bienestar para que una unidad más grande pueda en muchos casos ser
moralmente admirable, pero por ningún medio debería ser tomado como dado. Tales
disposiciones se han formado, a menudo, en condiciones injustas y pueden simplemente
reflejar el bajo valor que la misma sociedad le ha dado al bienestar de las mujeres.
Nussbaum cree urgente reclamar que tales emociones sean valoradas con los
constreñimientos de una vida organizada por el razonamiento crítico (Nussbaum, 1999, pp.
9-10).

Martha Nussbaum y Amartya Sen trabajaron sobre el enfoque de capacidades durante


largo tiempo, ella es la que realiza una enumeración de capacidades funcionales centrales
de los humanos en base a lo propuesto por Sen. En base a este enfoque, hoy en día, la ONU
trabaja con el concepto de “desarrollo humano”, dejando de lado la medición del “PBI” que
no retrataba fehacientemente la calidad de vida de las personas. Una de las capacidades
básicas es la que tiene que ver con las emociones y dice así:

poder tener apego a cosas y personas fuera de nosotros mismos; poder amar a
los que me aman y me cuidan; poder sufrir su ausencia; en general, poder amar,
sufrir, experimentar el alejamiento, gratitud y enojo justificado; no tener el
desarrollo emocional enceguecido por el miedo o la ansiedad. (Apoyar esta
capacidad significa apoyar formas humanas de asociación que pueden aparecer
como cruciales en el desarrollo de las personas).

Adhiero a la posición de Nussbaum sobre el asunto de la familia, tan discutido en el último


tiempo.
Alguna forma de amor familiar íntimo es central para el desarrollo del chico,
pero no necesita ser el núcleo familiar occidental tradicional. En el desarrollo
de los ciudadanos es crucial que la familia sea una institución caracterizada por
la justicia tanto como por el amor1.

Es común el pensamiento de que el trabajo reproductivo es necesario socialmente y la


aceptación de que es esencial al rol de la familia. Esto lleva a la creencia de que el arreglo
de que la mujer se ocupe de la crianza y el cuidado de los chicos, es lo más razonable y
justo para todos. También es de destacar que cuando hablamos de familia, tenemos en
mente la familia monogámica heterosexual, y en nuestros días las familias son diferentes,
no sólo porque ha progresado la sociedad en lo referente a los derechos de los gays,
lesbianas y trans –aunque falta mucho para alcanzar un nivel aceptable de respeto de sus
derechos– sino también porque es común encontrar familias con madre sola y sus hijos y
también abuelas con nietos, y no vamos a negar que en algunas ocasiones están solos los
hombres enfrentando la crianza de sus hijos aunque no es lo más común. Me parece que
hay que modificar las nociones de familia a las que estábamos acostumbrados para
recapacitar sobre la problemática y aportar un nuevo enfoque que genere otro concepto de
familia donde no se siga hablando de “jefe de familia” con lo problemático que puede

1
Ver P. Britos (2012).
resultar esto cuando se juzga de acuerdo a los ingresos que cada integrante de la pareja
aporta al núcleo familiar. Históricamente, se ha desconocido a la mujer como parte
relevante de matrimonio a pesar de que aporta lo mismo o más a veces que el marido a la
economía de la casa. Yo expreso en especial la falta de derechos de la mujer porque es la
que ha sido relegada durante toda la historia al último lugar en la distribución de derechos y
libertades, mas no ignoro que cuando hay conflictos, también los hombres sufren la
injusticia.

No es difícil concentrarse en los problemas del género femenino cuando se ha visto


que recientemente el grupo Estado Islámico ha vuelto a lapidar a las mujeres por probables
infidelidades. La violencia hacia la mujer ha sido desdeñada durante mucho tiempo y, a
pesar del reconocimiento del maltrato como violatorio de sus derechos humanos, no dejan
de aparecer casos criminales donde las mujeres son asesinadas por sus parejas. La idea de
que la mujer debe asentir y obedecer ha sido moneda corriente socialmente. Bertrand
Russell contaba la historia de Mumbo Jumbo para demostrar el grado de sometimiento al
que la mujer ha estado acostumbrada en algunas sociedades, relataba así: un expedicionario
inglés, Mungo Park, a fines del siglo XVIII, viajó por África y en un pueblo llamado
Kolor, vio colgando de un árbol, cerca de la entrada, algo semejante a una máscara hecha
de corteza que pertenecía a Mumbo Jumbo, según le informaron éste era era como un
ministro de justicia (generalmente, era el marido disfrazado o alguien cercano a éste) que
detentaba autoridad y mantenía a las mujeres bajo sometimiento; es decir, si las mujeres no
eran obedientes, se las asustaba con este personaje como si fueran chicos. Evidentemente,
las consideraban infantes que no eran capaces de pensar por sí mismas y, una vez más, ellas
se dejaron convencer de que lo eran lamentablemente. Quizás tenían razón los Mill sobre
el matrimonio y la mujer “ya que el más fuerte podía rechazar al más débil, pero el más
débil no podía separarse del más fuerte” (Mill/Taylor Mill, 1869, p. 95).

Lo que ha permitido mayor libertad a la mujer, sin dejar de lado la intensa lucha
feminista, fue la pastilla anticonceptiva ya que le otorgó la posibilidad de decidir sobre su
propio futuro. No resolvió el problema totalmente, pero la píldora se encargó de marcar un
hito en la historia de los derechos de la mujer. Esto colaboró en lo concerniente a la
planificación de estudios superiores y la elección de la profesión sin pensar que la cría no se
lo permitiría. La alternativa de tener dos hijos, como es lo más común, en lugar de una
prole difícil de alimentar y de educar, ha sido esencial para las madres. Queda en manos de
estas mujeres ahora optar entre las alternativas que tienen frente a ellas y hacerlo
conscientes de que los tiempos han cambiado para bien. Qué trabajo elegir seguramente
dependerá igualmente no sólo de los deseos de hacer tal o cual cosa sino de otras cuestiones
que tendrán que ver con la buena o mala suerte de aquella mujer que esté intentando
sobrevivir en el mundo laboral.

3. Empatía y compasión: ¿qué tiene que ver con el trabajo?

Hay que explicar por qué se hace la distinción entre empatía y compasión, parecen ser
la misma cosa y, sin embargo, hay una diferencia esencial. La empatía es una
reconstrucción imaginativa de la experiencia de otra persona, de una experiencia dolorosa o
placentera. En realidad, es algo como ponerse en lugar del otro cuando le pasa algo sin
incluir ningún aspecto moral en el asunto. Uno se da cuenta de que el otro siente dolor
cuando se dobló un tobillo a pesar de que para ser empático no se necesite sentirse mal por
lo que le pasa al prójimo. Un torturador se da cuenta de que el torturado sufre y por esa
misma razón hace lo que hace. No pretende solucionar el problema en el que se encuentra
envuelto el torturado, sólo sabe que le pasa lo que le pasa. Además, la empatía también
aparece cuando ocurre algún episodio feliz, no se trata sólo del sufrimiento del otro. En el
caso de la compasión, el sentimiento es otro, se advierte lo que le pasa al otro, se advierte
su sufrimiento y no sólo se sufre por eso sino que se siente la necesidad de hacer algo para
resolverle el problema al otro para que no siga en esa situación dolorosa y angustiante.

La relación de la actividad laboral con emociones como la compasión se advierte


fácilmente cuando nos concientizamos de la falta de dignidad que nos ofrecen ciertas áreas
de trabajo. Remontándonos a Aristóteles y a su Ética Nicomaquea, la actividad es la que
nos da dignidad y así podemos alcanzar una vida feliz. La felicidad se dará mediante el
hacer y por esta razón se hace importante el sentimiento de que los que nos rodean nos ven
como seres dignos de respeto y muy lejos de un estado en el que podría ser humillado por la
discriminación. El dolor de no pertenecer al grupo social porque tenemos algo que nos
avergüenza y que provoca que se nos estigmatice.

Ya aclarados los conceptos que nos interesan, debemos analizar la cuestión de la


vulnerabilidad que, en el presente, aparece tan realzado porque se incluye dentro de la
legislación sobre trata de personas para evaluar cuándo realmente nos topamos con un caso
de persona tratada o sólo es otra víctima de explotación laboral, que indiscutiblemente hay
muchos socialmente aceptados. A nadie le parece extraño el extenso horario de algunos
empleados ni tampoco lo que siempre se cita en este tipo de exposiciones, los empleos en
los negocios de comidas rápidas; no es únicamente que trabajen de más sino que además,
no hay un adecuado trato de parte de los empleadores o encargados, sin mencionar el acoso
Entonces, la vulnerabilidad es un estado en el que una persona siente que no es
suficientemente digno, no siente autoestima y no percibe respeto de parte de los que la
rodean. Se suele interpretar que los grupos vulnerables son exclusivamente los que carecen
de vivienda, de buena alimentación y de cuidados sanitarios. Sin embargo, son vulnerables
los grupos minoritarios, las mujeres, los niños y los ancianos porque tienen debilidades y
porque no son tratados en forma diferenciada como deberían. Esto necesita una explicación,
algunas personas –no sólo los discapacitados físicos y/o mentales– son incapaces de
realizar ciertas actividades tan eficientemente como otras, esto es claro con los ancianos y
los niños pequeños, aunque sucede con otras personas incluso por falta de educación (lo
más simple sería no saber leer y no poder ubicar una calle o algún lugar). Ser vulnerables
no sólo significa no tener recursos, sino que puede significar carecer de libertades o
derechos. Se puede ser solvente económicamente viviendo en una dictadura que no permite
la disidencia y la libre elección de estilo de vida –de estudio, trabajo, empleo, tipo de
familia, de relaciones, etc.–, la falta de algunos derechos lleva a la persona a sentirse
vulnerable emocionalmente. ¿Si percibo esta falencia en la vida de una persona, debo ser
compasiva?

Incluir la compasión en la discusión sobre la actividad laboral resulta relevante al


momento de evaluar la calidad de vida de una sociedad. Y, en el caso de las mujeres, ha
habido una historia extensa de luchas por alcanzar la dignidad de la mujer y del respeto de
lo que hace sea en el nivel que sea. Entonces, nos podemos remontar a los tiempos cuando
las mujeres no podían trabajar fuera de su casa o cuando no se les permitía estudiar o
capacitarse ya que su destino era ser esposa y madre. Tampoco se le permitía a una mujer
decente ser artista porque era un ambiente pecaminoso, no estoy remontándome a siglos
atrás sino que me refiero simplemente a algunas décadas. Y, ni hablar de la prostitución o
actividades relacionadas y que ocurrieran en la noche que tiene tan mala fama.

No puedo evitar terminar exponiendo la situación de las trabajadoras sexuales porque


creo que son las que terminan más perjudicadas en este devenir de defensa de derechos que
aparece hoy en día con la cuestión de la trata de personas, especialmente en lo referente a la
explotación sexual. En definitiva, es sorprendente hasta qué punto se estigmatiza a la mujer
en estos casos y todo el mundo se desentiende de su sufrimiento. No parece que se advierta
la humillación a la que se somete a una mujer en un simple allanamiento o cuando se la
expone frente a los vecinos, se les toma fotos cuando se las detiene por delitos no
cometidos. Obviamente, la cuestión de la violencia hacia la mujer es algo que preocupa a
todos y el maltrato a la que son sometidas, también. Quién podría estar en desacuerdo en
rescatar a víctimas que piden ser rescatadas. El problema surge cuando para terminar con
una situación a la que supuestamente se llegó por la fuerza, se las rescata por la fuerza.

Yo siento compasión por la TS, es decir, percibo que sufre, advierto que es muy
profundo su dolor y me siento en la obligación de hacer algo para colaborar en la solución a
su problema. El sufrimiento que veo es la discriminación que le regala toda la sociedad,
especialmente las mujeres que las ven como delincuentes, más aún si son pobres porque ya
se sabe que las que tienen mayor poder adquisitivo son aceptadas a pesar de todo. Y,
además, advierto que el sufrimiento crece cuando alguien se acerca a ayudarlas porque las
tratan como a infantes que no saben lo que hacen. Creo que es ahí donde se siente el
estigma grabado en la piel como en otros tiempos cuando las mujeres que se prostituían
eran marcadas para ser reconocidas.

4. El trabajo sexual
En primer lugar, habría que aclarar qué es el trabajo sexual: es la actividad que consiste
en la oferta de servicios sexuales a cambio de dinero. Se trata de un servicio que pueden
brindar mujeres, hombres o transexuales o travestis.
Algunos hablamos de “trabajo sexual” y otros de “prostitución”, esta diferenciación
proviene del feminismo, ya que lo que más se discute es el tema de la mujer. Las feministas
abolicionistas y las prohibicionistas piensan que las mujeres que están en esta actividad,
están en “situación de prostitución”, es decir, no tuvieron elección y anhelan otro tipo de
vida. En otras palabras, se supone que estas mujeres confían en que podrán salirse de esta
situación que las obliga a prostituirse. En el fondo está la idea de que los hombres siempre
se aprovechan de las mujeres y las humillan al tener sexo con ellas sólo por dinero. Las
regulacionistas conciben esta actividad como un trabajo y reclaman el derecho a disponer
de su propio cuerpo en forma autónoma y libre. Por ende, el término “trabajo sexual”
contiene una ideología muy profunda que se fundamenta en la independencia de la mujer,
hombre o trans para decidir sobre su cuerpo. El reclamo de las trabajadoras sexuales –que
son las más visualizadas en este contexto laboral actualmente– es el de que se reconozca la
actividad como un trabajo como cualquier otro para poder gozar de los derechos de
cualquier trabajadora: obra social, jubilación y protección por parte del Estado.
Sobre los riesgos implícitos en este tipo de actividad, está siempre presente la
posibilidad de la violencia y la explotación de parte de terceros que se da especialmente en
el caso de las mujeres. Últimamente, ha surgido el debate sobre la trata en lo concerniente
al trabajo sexual que es altamente peligroso y violatorio de los derechos humanos cuando se
lo encuentra en relación a la prostitución. Sin embargo, no toda oferta de servicios sexuales
está atada a la trata de personas. Hay mujeres mayores de edad que consienten libremente
en transformarse en trabajadoras sexuales y no necesitan de alguien que las administre.
Hay, de hecho, muchas mujeres trabajando en forma independiente. Algunas lo hacen en
pequeños grupos y otras solas. Además, no hay que confundir lo que siempre se cuela, que
es la acción de los proxenetas y/o de la policía corrupta con la intervención de tratantes.
Los proxenetas son los que tienen un lugar donde se ejerce el trabajo sexual y toman chicas
a quienes más tarde maltratarán o perjudicarán económicamente. Ejemplos de esto: se les
cobra el lavado de las sábanas y preservativos o cualquier cosa que se rompa. Se las obliga
a trabajar cuando están menstruando, etc. Pueden incluso ejercer violencia física y
retenerles su dinero con cualquier pretexto. Y la policía corrupta aparece en cualquier
momento, aun cuando no se viole ninguna normativa con el trabajo sexual. Inventan
contravenciones para poder solicitar “coimas” (sobornos) a cambio de protección (no queda
nunca claro de qué o de quién).
La diferencia entre el trabajo sexual, la explotación sexual y la trata no sólo ha estado
bien definida desde el Protocolo de Palermo del año 2000 sino que también lo tienen muy
claro las mujeres que están en la actividad. Aquí presento una categorización que puede
resultar útil:

Trabajadora sexual: se trata de la mujer que ofrece servicios sexuales y no se siente


víctima, sino que ha llegado a esta actividad voluntariamente. Las TS son regulacionistas e
intentan alcanzar los mismos derechos del resto de los trabajadores.

Trabajadora explotada: es lo más común cuando se trata de ciertos sectores sociales con
menos recursos; esto hace que no posean un lugar donde realizar la actividad y responden a
avisos para trabajar en whiskerías o cualquier tipo de negocio nocturno o “privados”
(similares a lo que antes se llamaban prostíbulos; son departamentos con varias chicas y
administrados por un/a proxeneta). La trabajadora quiere salir de esta situación, pero no
tiene muchas posibilidades económicas e incluso pueden estar obligadas violentamente
atadas por deuda.

Mujer tratada: se trata de la mujer que termina privada de su libertad y ejerciendo la


prostitución porque fue engañada (creyendo que iba a realizar otro tipo de tareas) y
trasladada desde su país o provincia de origen a otro lugar que desconoce donde se la
secuestra (se las droga y se las coacciona). No tiene la posibilidad de escapar y, en muchos
casos, se las amenaza con hacer daño a su familia que ha quedado en su hogar. Es un delito
internacional porque lo común es que se trasladen mujeres de un país a otro donde no
tienen siquiera conocimiento del entorno para poder pedir ayuda. En ocasiones, les
permiten comunicarse con su familia con continua vigilancia y bajo permanente amenaza.

La legislación internacional que define la trata dice que es el delito por el cual se lleva a
cabo el secuestro, transporte y posterior explotación de niños o niñas o de adultos.
Obviamente, forma parte de los crímenes más repugnantes y lo llamativo es que se está
discutiendo permanentemente la trata para explotación sexual y se deja de lado las otras
categorías de trata de personas que hasta incluyen el tráfico de órganos.
Con el pretexto de proteger a las mujeres y niñas de la trata para explotación sexual,
hay un fenómeno mundial que consiste en perseguir a las trabajadoras por su propio bien.
Se les clausura los lugares de trabajo y se las deja sin recursos económicos; a veces, se las
saca de su propio hogar porque lo usan para servicios sexuales.

5. Conclusión

La sociedad ha relegado a la mujer durante mucho tiempo, hoy que se han alcanzado
muchos objetivos de difícil acceso, se advierte aún un descrédito a un grupo de trabajadoras
porque socialmente no se soporta la oferta de servicios sexuales. Entre los que persiguen a
las TS hay mujeres y lo más curioso es que es un vasto grupo de feministas. Es una
contradicción que las mujeres que defienden los derechos de las mujeres, vulneren los
derechos de las mujeres por el solo hecho de que dedican al TS.

Y, además, tengamos presente que las trabajadoras sexuales deben ser protegidas, no
vapuleadas; no se deben violar sus derechos con el pretexto de buscar personas tratadas. Y
habría que recordar a las autoridades que no se están respetando sus derechos humanos. De
nada sirve proclamar que se las deja sin trabajo para defenderlas de sus propias elecciones.

Britos, P. (2012), La justicia y el contrato social en John Rawls, Bogotá, Colombia,


Universidad Libre. Colección: Tendencias Contemporáneas del Derecho.

Mill, J. S. y H. Taylor Mill (1869), Ensayos sobre la igualdad de los sexos, Madrid, Ed.
MT, 2000.

Nussbaum, M. (1999), Sex and Social Justice, New York, Oxford University Press.

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