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Informe de la Instrucción Donum Veritatis por: Fray Jorge Henao Pérez.

La instrucción Donum Veritatis se propone abordar de modo somero los asuntos concernientes a la
responsabilidad a la que ha sido llamado el teólogo, para ello, aborda en un primer momento el
presupuesto fundamental del quehacer teológico, es decir, la revelación, el hecho por el cual Dios se ha
comunicado con el hombre y le ha concedido el poder conocer la verdad, la libertad, el amor, en otras
paalabras, lo induce como creatura suya a la propia intimidad con el fin de que éste se reconozca no sólo
como parte de la Obra creadora, sino además para que se libere de todo aquello que lo aleja de la bondad
del Creador. Dios es la Verdad en sí misma. Esta verdad comunicada por tanto, se establece como base
inherente a toda reflexión teológica; el pueblo de Dios responde a esa llamada a través de una vida de Fe
y de caridad. En la salvación del hombre, evidenciada en la presencia de Cristo, se puede ver gracias a la
doctrina de la Iglesia que, en ese misterio de amor, cada una de las personas de la Santísima Trinidad,
desarrolla su intervención en la redención efectuada por el Mesías.

En este sentido, el Padre envía al hijo, que gracias al Espíritu Santo, se encarna en María virgen, se hace
hombre, padece, muere y llega a la plenitud de la resurrección, redimiendo de esta manera la naturaleza
caída del hombre y lo libera de la esclavitud del pecado, de ahí que Cristo saque al hombre de laas
tinieblas y lo ponga en disposición de la verdad, siempre y cuando no obstante, el hombre se encuentre
presto a tal propósito y una vez que éste acepte la salvación, podrá gozar de la vida bienvaneturada en el
cielo. Asimismo, dicha aceptación lleva consigo toda la existencia del hombre, que pueda pensarse y
asimilarse dentro de la dinámica de la revelación. Por consiguiente, la Iglesia tiene la misión de anunciar
y enseñar a todos los hombres la salvación, es decir, ella como portadora del mensaje de Cristo, debe
proteger y dar testimonio de tal mensaje dando razón de la Fe.

De este modo, fundamentados los presupuestos que llevan al hombre a responder la llamada de Dios y
por tanto, reflexionarlos y pensarse dentro de esa dinámica de la revelación, la segunda parte trata la
vocación del teólogo; la función primordial de aquel que se dedica a la reflexión de las cosas sagradas,
se define en tanto logra una comprensión a fondo de la Palabra de Dios contenida en las Sagradas
Escrituras, “inspirada y transmitida por la tradición viva de la Iglesia”. No obstante, dentro de esa
dinámica de la Revelación misma, la Fe concebida como la gracia por medio de la cual el hombre acepta
a Dios como único garante de su vida, actos y pensamientos, cuestiona la capacidad intelectual del
hombre mismo llevándolo a reconocer su limitación en cuanto al conocimiento de las verdades reveladas
y, éste al reconocer tal incapacidad, entra en la dinámica misma de la Fe, dotando tal proceso de un
dinamismo propio de la reflexión teológica.

El teólogo tiene la función especial de lograr, en comunión con el magisterio, una comprensión cada vez
más profunda, de la Palabra de Dios concretada en la tradición, éste, siendo fiel al magisterio de la Iglesia,
debe por una parte estudiar profundamente el sentido de la revelación y, por otra, debe proporcionar al
pueblo de Dios un conocimiento mejor construido en cuanto a lo que se cree. Para dicho trabajo, los
teólogos se pueden valer de otro tipo de herramientas como la filosofía, el pensamiento crítico, etc., para
obtener una mayor comprensión de la Palabra de Dios. Sin embargo, la razón en este proósito debe estar
iluminada por la Fe, es decir, se debe ser en primer lugar un creyente de la salvación de Dios para los
hombres. De este modo, el motivo primordial por cual el hombre busca conocer más a Dios es el amor.
Este don proviene de Dios que envía su Espíritu Santo a los corazones de los hombres con el fin de que
le amen. En consecuencia, el teólogo no sólo está llamado a aportar a la edificación de la Fe, además,
siendo un miembro de la Iglesia se halla comprometido a intensificar su vida de Fe.

Por consiguiente, la tarea propia de la teología debe ser comprender en su magnitud el sentido profundo
de la Revelación, además, ésta tiene un doble origen, es decir, mientras que la Fe se hace por un lado
cercana y comunicable a los hombres y, por otro, aquellos que no conocen el mensaje de Cristo puedan
acercarse a Él. Por ende, si el objeto de la teología es la verdad de Dios, bien supremo, el teólogo está
llamado a asumir ese mensaje que reflexiona y transmite con su propia vida, es decir, que establezca un
puente entre la razón y la Fe; ahí que todo aquel que se dedica a la reflexión teológica y que tienda a la
investigación ejercida dentro de la doctrina de la Iglesia, procure construir una mirada crítica del mundo
y que éste se vea guiada por la Fe.

En la tercera parte, se aborda el magisterio de los pastores; éstos como sucesores de los apóstoles, tienen
la misión de enseñar y predicar el Evangelio por mandato de Jesucristo a todos los hombres. Los pastores
son servidores d ella Palabra de Dios, por ello, deben cuidar de todos los fieles y guiarlos hacia la Fe
auténtica, la verdad que libera. De acuerdo a lo anterior, el teólogo, siendo también un servidor de la
Verdad, debe tener en cuenta la misión del magisterio y aportar en su desarrollo.

El magisterio, gracias al aporte de la teología, expone de manera clara a los creyentes la doctrina recibida
de los apóstoles y con ella, el magisterio puede argumentar y defender la Fe frente a las falsas doctrinas
que pretenden deformarla, en consecuencia, la teología, de acuerdo al magisterio de la Iglesia, obtiene
una comprensión rica y profunda de la Palabra de Dios. En otras palabras, la relación entre el magisterio
y el teólogo se halla en la pedagogía, es decir, ambos deben exponer de manera responsable e íntegra la
doctrina de la Fe, por ello el teólogo debe ser fiel al magisterio para no divergir o disentir de la auténtica
doctrina de la Iglesia.

De acuerdo al texto estudiado, La teología hoy debe tener en cuenta unas bases de suma importancia, que
no pueden pasar desapercibidas, para el que estudia las Sagradas Escrituras, es el caso del depósito de la
fe. Hay muchas clases de teologías, según las religiones, pero la teología católica, se enmarca dentro de
una doctrina que es la que la guía a una sana hermenéutica. El concilio Vaticano II ha sido un banco,
donde se almacenan las riquezas doctrinales de la Iglesia católica, del cual aún sacamos para nuestro
provecho sin acabarse, es mucho el tema que hay, para hacer teología, falta que los teólogos por medio
del Espíritu Santo, exploren nuevos campos que sean de provecho para la Iglesia Católica.
La revelación divina, se interpreta por medio de la reflexión científica teológica, que es un común
denominador, para que se incluya en una doctrina como verdad salvadora. Para dar una hermenéutica
apropiada a la revelación divina, hay que basarse en la palabra de Dios, que prima y es fundamental. La
Iglesia saca las verdades teológicas de las Sagradas Escrituras, donde esta consignada la palabra, el Verbo
encarnado y vivo.
La Palabra de Dios fue inspirada a los autores bíblicos, por el Espíritu Santo, pero también ayuda a los
lectores de la Biblia en todo momento, para que capten el mensaje de Dios al hombre. Como respuesta a
este mensaje, los hombres creen, y por medio de la fe se convierten y se dejan interpelar por las Sagradas
Escrituras.
El problema es cuando, el hombre se deja llevar por la soberbia de las capacidades cognitivas que le ha
dado Dios, y tomando interpretaciones propias, sin la luz del magisterio de la Iglesia, propone falsas
enseñanzas que posteriormente llevaran a las herejías que dividen la Iglesia, dañando la comunión
eclesial.
Los creyentes tienen un corazón que medita lo que cree en virtud de la fe, y buscan movidos por el
Espíritu Santo, conocer a profundidad la Palabra de Dios, de modo que puedan alimentar su fe. La
teología como ciencia debe responder a una necesidades, en este caso las de convertir la revelación divina
en algo sencillo y entendible, porque el común de los cristianos requiere que las Sagradas Escrituras se
les explique de una manera más pedagógica.
La Sagrada Escritura es la base de la teología, y como tal, los teólogos deben tener en cuenta que “en los
ensayos teológicos, los temas bíblicos, deberían ocupar el primer lugar” (teología hoy, n. 23) además
deben ceñirse a un argumento en base a lo que dice la Iglesia, no proporcionando doctrinas que confunden
a la gente y forman conflictos entre el teólogo y el magisterio eclesial. Los exegetas católicos, por lo
tanto, deben centrarse en la interpretación teologal, bajo “tres criterios fundamentales: la unidad de las
Escrituras, el testimonio de la tradición y la analogía de la fe” (teología hoy, n. 22)
A la hora de realizar una hermenéutica teológica, hay que tener en cuenta la tradición apostólica, por lo
que el teólogo debe transmitir segura la fe, para que el pueblo de Dios lleve una vida santa y crezca en
su fe. Para asegurar que la fe de la Iglesia, sea firme y contundente ante las herejías y los errores, los
obispos se reúnen desde los primeros siglos en concilios donde han sentenciado la verdadera doctrina de
la Iglesia, una fe ortodoxa impresa en credos.
“La Sagrada tradición y la Sagrada Escritura constituye un único depósito sagrado de la Palabra de Dios
confiado a la Iglesia” (teología hoy, n. 30) y los que la interpretan de una forma autentica, son el
magisterio, por esta razón es que, la comunión de los que explican la doctrina debe ser constante,
anteponiendo siempre la fe en Cristo, y la fidelidad a la Iglesia depositaria de la Palabra de Dios.
Por lo tanto, los teólogos deben formar una comunidad para dar testimonio, por eso se deben sentir
orgullosos de que todos están unidos para servir al Cuerpo de Cristo y al mundo. Entre los teólogos hay
un ambiente de fraternidad, expresando mutuamente sus ideas, investigando y publicando proyectos que
se construyen en común, fortaleciendo el conocimiento por medio del dialogo y el cooperar, que recoge
a su vez un aprecio entre los colegas. Los teólogos a su vez deben propiciar encuentros interdisciplinares,
con profesionales de otras ciencias, exactas e inexactas, que aportan a la teología y a la vez ellas se nutren
de esta.
En el mundo, los cristianos deben ser testimonios de su fe en la vida diaria, además de intercambiar
palabras con otros, mostrando su fe como un verdadero cristiano que ama lo que es. Los cristianos se
abren a la escucha de los ecos, de otras religiones, que tienen un destello de aquella Verdad que ilumina
a todos los hombres. En consonancia con lo anterior, hay que afirmar que la teología católica debe estar
en constante dialogo con el mundo, para que le sirva en su vida y misión.
La fe debe ir acompañada de la razón, un binomio fundamental que llevan a una doctrina sana que
previene el fideísmo o el racionalismo. La investigación y el análisis son procesos que ayudan a innovar
y renovar, los presupuestos que se tienen a nivel de la teología. La ciencia ayuda como forma de
conciencia racional, a explicar por qué las cosas son como son, y de esta manera ayuda a la fe a mostrar
de una forma palpable, las verdades de la fe cristiana. Por lo tanto, la fe y la razón sobre todo la filosófica,
tienen una estrecha relación, donde reconocen su necesidad mutua.
Muchas son la disciplinas que hay en el mundo, y la teología debe estar en consonancia con todas, para
intercambiar y retroalimentarse mutuamente. De esta interdisciplinariedad, surgen las teologías, en
respuesta a la pluralidad moderna, que se nutre de la diversidad de estilos teológicos, y reconoce la
teología católica, que as otras ciencias pueden aportar de una manera crítica, por medio del dialogo
científico.

Los teólogos son parte del cuerpo de Cristo y por su carisma especial, deben ser pioneros en las nuevas
teologías, y en la evangelización a escala mundial, además de evitar que haya divisiones, guardando la
unión y haciendo teología a la luz del Evangelio donde esta consignada la Palabra definitiva, Cristo.

El hombre por naturaleza quiere buscar la verdad, y Cristo es esa verdad que debe encontrar. El teólogo
es el hombre que profundiza en la Palabra de Dios, en comunión con el magisterio, por esto su vocación
es especial, porque su trabajo implica la responsabilidad de transmitir la tradición viva de la Iglesia,
además “está llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica con la
oración” de esta manera podrá ejecutar sus tareas con más apertura y con más seriedad a la hora de hacer
sus reflexiones y conclusiones.

Como fundamental del teólogo, debe siempre anteponer a cualquier texto, las Sagradas Escrituras, que
serán su depósito y riqueza más valiosa, porque de allí es de donde le vendrá la inspiración divina para
argumentar sus presupuestos teológicos. Por otra parte, el teólogo también se puede valer de elementos
conceptuales que vienen de la filosofía y otras áreas del saber, pero hay que tener un discernimiento,
porque no todas son útiles para la reflexión teológica, por lo que el teólogo debe ser quien explore tales
instrumentos y como miembro del pueblo de Dios asegure que eso elementos vayan en consonancia con
la enseñanza de la Iglesia y no lesiones la doctrina de la fe de los creyentes.

Los obispos en comunión con el Romano Pontífice, tienen la función de proclamar nuevas doctrinas, y
estos son los que conforman el magisterio que tienen el oficio de discernir y promover actos conforme a
las exigencias de la fe, también tienen que corregir las doctrinas maliciosas incompatibles con las
verdades de fe. El Papa es el que representa la Iglesia universal y como tal debe ir adelante con su amor
de pastor, enseñando la Palabra de Dios, en consonancia con la tradición apostólica y patrística, a su vez
los obispos también cumplen esta misma labor desde sus diócesis.

Los teólogos son los investigadores de las verdades de la revelación divina, de las verdades de fe, pero
debe ser en comunión con el magisterio, acá es donde debe existir una fuerte relación de colaboración
entre ambos, con el mismo de fin de guiar al pueblo de Dios por las sendas de la luz, para que logran
todos los hombres la salvación, por esta razón ellos tienen la labor de guardar y difundir la palabra de
Dios.
El teólogo y el magisterio son distintos en muchos sentidos, pero deben guiar con sus enseñanzas al
pueblo de Dios. Entre ellos pueden surgir tensiones, pero todo lo solucionan con el dialogo, revisando
sus propias opiniones y examinando sus objeciones. Cuando por alguna circunstancia no hay apertura
critica de los argumentos, de parte de los teólogos, el magisterio debe corregir para evitar que errores
agudos, se propaguen por parte de los obstinados que no abandonan su necedad.

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