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1976 - 24 de Marzo - 2008

32 AÑOS
El pueblo argentino todo, hoy por hoy, está viviendo tiempos especiales, tiempos de cambio, de
luchas sociales, tiempos donde se respiran aires renovadores de las utopías e ilusiones de un país
mejor. Es por esto que recapacitar sobre fechas tan trascendentes como las rememoradas el 24 de
Marzo, se vuelven una necesidad ineludible a la hora de replantear nuestro futuro, el de toda la
sociedad. En esta fecha recordamos al más trágico y oscuro de los períodos de la historia argentina,
que fue llamado en su momento “Proceso de Reorganización Nacional” y hoy lo llamamos de diversas
maneras todas análogas: “La Dictadura Militar”, “El Golpe de Estado del ´76”, “El Gobierno del
Genocidio”, entre tantas otras.

Un poco de memoria
Este período, fue signado por la más cruel y salvaje de las represiones a las expresiones
populares, entre ellas los movimientos estudiantiles, barriales, sindicales, toda manifestación de ideales
libertarios y la violación sistemática de los Derecho Humanos. Esta se aplicó bajo su modalidad de
“Terrorismo de Estado” en su expresión máxima, fundamentalmente desde la desaparición de personas,
los apremios ilegales, la tortura, la clausura ilegal de los organismos democráticos de representación
social (gremios, sindicatos, centros de estudiantes, partidos políticos, vecinales, etc.), y entre muchas
otras formas de dominación, al mejor estilo colonial.
La “Dictadura” perpetrada por los generales Videla, Agostti y Masera de las FFAA (fuerzas
armadas) argentinas, tuvo un único propósito: desarticular y desmembrar la estructura interna del
pueblo argentino, debilitando los fuertes y consolidados lazos sociales que unieron alguna vez a
nuestro pueblo (es decir, toda forma de agrupación y de lucha por causas comunes, en que los hombres
no se piensan a si mismos sino como parte de una masa social única, definida por idiosincrasias e
historias comunes, en la que el bienestar de unos depende del bienestar de otros y finalmente del de
todos), para volverla dependiente de los grandes grupos económicos (extranjeros y los pocos
nacionales) por medio del endeudamiento externo y la destrucción de la industria nacional. En vista de
esos objetivos, así como en todos los períodos en que el Estado se abocó a intereses distintos a los de la
sociedad, las Universidades se vislumbraron como un enemigo peligroso y ajeno, contrario a
cualquier política del gobierno en turno.

El gran plan
Este “proceso”, (el eufemismo es salvaje), tuvo sus autores materiales en las filas de los
ejércitos nacionales, pero un autor intelectual mucho más lejano y ajeno a la realidad de nuestro
pueblo, el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. La cancillería estadounidense desde la
década del ´50 y ´60 ya iba proyectando la reestructuración del mapa geo-político-económico de
América Latina, proyecto al cual llamó “Doctrina de Seguridad Nacional”, lo cual le permitiese oprimir
a sus pueblos y controlar sus recursos; y así seguir teniendo los bolsillos cada vez más gordos y
conseguir que la cara del querido “Tío SAM” se vuelva cada vez más rechoncha, a costas del hambre y
la agonía de nuestro siempre sufrido pueblo latinoamericano. El inocente e inofensivo “Proyecto
Americano” vio su momento de mayor gloria, luego de la 2da Guerra Mundial, con la afamada
“División Mundial de Tareas”, en la cual los países más poderosos, “dividieron” las actividades
económicas (cortaron la torta) entre los países del mundo (¿y a que no sabes de qué tamaño fue su
porción?). Y por supuesto, los países en desarrollo (como Argentina) tenían que avocarse a ser mano
de obra barata, fabricar chucherías (¿les suena Corea?), ordeñar la vaca, o cosechar la siembra,
pero en ningún momento desarrollar las ciencias, cultivar las arte, es decir, cualquier actividad de
las que elevan al hombre.
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Estos planes fueron delineados por los “Servicios Secretos” norteamericanos (organismos que
la opinión publica mundial tiene bien presentes) y acordados para su pronta implementación con las
fuerzas armadas de cada país de América Latina. Y así fue. Y aquí en Argentina se tradujo en nuestro
tan criollo “Proceso de Reorganización Nacional”, o solamente “El Proceso” para los amigos, el
proyecto yanqui versión FFAA Argentinas. Pero había un punto clave y central para los jefes del
“imperialismo” del norte: Las Universidades Latinas. En muchas de ellas, a partir de las enseñas del
Mayo Francés (Período en el que desde “La Sorbona”, Universidad Nacional de Francia, se oyó un
grito de libertad, contra los gobiernos tiránicos y autoritarios, que hizo eco en todo el mundo) y las
experiencias de socialismo nicaragüenses, cubanas, mejicanas, salvadoreñas, y las de Europa en
general, se empezó a gestar un proyecto de liberación y soberanía de los pueblos, contrario
diametralmente a los proyectos de dominación imperial.

Forjadora de sueños
Fueron tiempos en que se construía el país desde las aulas, los laboratorios, las cátedras, los
centros de estudiantes, desde las facultades de cada Universidad, desde las ciencias y las artes, desde
los gremios, los barrios y las vecinales, fueron tiempos de muchas esperanzas e ideales, de
pensamientos de grandeza y apuestas a un país igualitario, justo, con educación, salud y trabajo para
todos. Fueron tiempos en que la ciencia se entendía como la búsqueda del bienestar común, de la
mejora en la calidad de vida de todo un pueblo, donde no podía ser separada de los valores humanos.
Fueron tiempos de luchas únicas, comunes, tiempos en que las voces de trabajadores y
estudiantes era una, cuando los movimientos estudiantiles y los jóvenes se veían como las
esperanzas de un futuro, pero también las de un presente. Los jóvenes argentinos, participando
políticamente, defendiendo los derechos humanos, de los estudiantes y de los trabajadores, de la mujer,
del niño, del pobre, del desprotegido, dando clases en villas y barrios marginales, llevando a cabo
actividades de concientización, en definitiva, organizando el motor de la sociedad solidaria, sentía el
país sobre sus hombros y la responsabilidad de llevarlo adelante. Los estudiantes de esa época le
enseñaron al mundo que “un pueblo educado es un pueblo soberano”.

¿Y, entonces, qué nos pasó?


El Golpe del ´76 marcó el final del proceso más grandioso de la Argentina, dejó un saldo de
30.000 desaparecidos (30.000 de los jóvenes más lúcidos y comprometidos con su país), las
universidades seriamente afectadas en cuanto a su calidad de enseñanza, una pobreza y desocupación
nunca vistas, una deuda que externa que nadie pensó posible, la destrucción de miles de conquistas
sociales y la peor de todas las batallas perdidas, el auge de la cultura del “no te metás” y del
“sálvense quien pueda”, del “de eso no se habla”, esa misma cultura del científico que hace ciencia
para sí, del estudiante que no le interesa otra cosa que no sean sus materias (olvidando la materia más
importante, la de ser un individuo activo de la sociedad, que se aprueba solamente entendiendo muy
bien el concepto de “solidaridad”), de los políticos corruptos que hacen política (o más bien crimen)
para sí mismos, del egoísmo y la mezquindad, de “la mano en la lata”, del policía corrupto y el “gatillo
fácil”, del ñoqui, de la “viveza” criolla, de “El que no llora no mama y el que no afana (y... que va a
ser...) es un gil”, entre tanta inmundicia más.
Ese es el legado que hemos heredado hoy en día, eso es lo que nos dejó 7 años de represión
militar y 25 años de represión democrática; el saldo: una sociedad argentina fragmentada en su base
más profunda, incapaz de concebir desde sí misma su propio destino, ya que, ante esta realidad, los
gobiernos que subsiguieron a la dictadura se esforzaron con fervor en seguir regando y cuidando de
esa increíble semilla de maldad plantada por el ´76 en el suelo tan consagrado de la joven sociedad
argentina movilizada, solidaria y soberana, profundizando sus efectos dañinos todavía más.

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Ah!, pero ahora estamos “nosotros”
Ante esto, nosotros, estudiantes, artistas, intelectuales, trabajadores, en fin los jóvenes todos,
tenemos sobre nuestros hombros entre las más grandes y sublimes responsabilidades, la de estar
pensando un futuro más justo, más humano, más digno, más solidario. La responsabilidad de volver
a levantar las banderas de une sociedad solidaria y un pueblo soberano, la de tomar la posta que nos
dejaron aquellos jóvenes que murieron, que lucharon, que organizaron, pero por sobre todo que
pensaron y soñaron un proyecto de país, distinto al que se intentó imponer a sangre y fuego desde los
centros oligopólicos de poder económico y financiero (nacionales y extranjeros), un proyecto de
inclusión e integración, el de la “Gran Argentina” el de la “América morena”, el de “América Latina
unida, libre y soberana”. Esquivar esta responsabilidad solo implica la propia destrucción de
nuestra esencia como jóvenes (“Juventud sin rebeldía es servilismo precoz.” del ideario popular),
como individuos de nuestra sociedad, como sujetos de una historia y constructores de nuestro destino.
Es la única forma de dignificarnos como seres humano, compasivos, solidarios: contribuir, desde el
lugar de cada uno, a mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo, sobre todo, de aquellos quienes han
sido más desprotegidos, los enfermos, los ancianos, los niños, los pobres, las mujeres, los
homosexuales, en fin, los que han sido permanentemente, reprimidos silenciados ignorados y
excluidos. Por último, creo que no cabe, más que agregar una sola observación, el fundamento último
de estos argumentos: la vida en sociedad, no tiene otro objetivo que la solidaridad de sus miembros,
el de garantizar la supervivencia de todos sus individuos, y en la eficiencia en ello radica su
capacidad de subsistencia, el destino de tal sociedad.

Quizás te parezca una tarea inconmensurable, gigante, imposible, pero esta percepción es sólo
una ilusión de nuestra sociedad desesperanzada y fracturada. “Empujemos los límites de la realidad
para que lo imposible se vuelva posible, lo sorprendente, cotidiano y lo mediocre, intolerable” (del
Mayo Francés). Y en esto, quizás, lo que esta fecha rememora, adquiere su mayor trascendencia, ya
que nos habla de sueños, de esperanzas, de solidaridad y de construcciones de lazos humanos tan
fuertes que sólo por medio de la tortura, el terror y la muerte organizada, desde el Estado y, más allá,
desde los grandes grupos económicos extranjeros (para los cuales en el gobierno de EEUU encuentran
su principal gerente), pudieron impedir por aquel entonces que los pueblos soberanos de América
Latina toda, se alcen hacia su grandeza, y forjen su propia historia y destino.
Entonces, hoy nos queda un camino, “Interesémonos por nuestro pasado, por
recobrar las utopías e ideales, por nuestra historia como sociedad, comprometámonos
con nuestro presente, con la lucha diaria de quienes intentan devolverle la memoria de
grandeza a nuestro pueblo dormido, y construyamos nuestro futuro juntos, unidos y
solidarios”, cualquier forma es la correcta, en Centros de Estudiantes, vecinales,
gremios, institutos, partidos políticos, o cualquier otro tipo de agremiación de hombres
y mujeres que tenga como principio y fin la búsqueda del bien de todos, sin
mezquindades, sin claudicar jamás en la lucha.
Esa, es la única forma de que ni aquella de la dictadura, ni ninguna
otra clase de genocidio a nuestros sueños sigan ocurriendo...
...“NUNCA MÁS”.

Javier Ruben
militante de agrupación H.I.J.O.S. y de CTA Juventud.
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