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Relaciones con la

prensa
Periodismo frente al delito
Módulo 2
El periodismo frente
al delito

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2.1 Los periodistas y la
información judicial
2.1.1 Inevitablemente, la prensa
Indudablemente, la presencia de periodistas en la escena del crimen como
así también sus constantes requerimientos informativos durante la
investigación penal preparatoria producen desafíos adicionales para la labor
de los funcionarios judiciales o policiales. No es lo mismo instruir una causa
penal sin relevancia pública que llevar adelante la investigación de un crimen
mediatizado. La difusión periodística de los hechos delictivos afecta de
maneras inesperadas a las víctimas, a los testigos, a las autoridades
gubernamentales, a los referentes políticos de la comunidad y, por
supuesto, a los presuntos autores. Además, los operadores judiciales no
siempre cuentan con las destrezas comunicacionales necesarias para
moverse con solvencia en el escenario mediático. Quizás algunos tengan
capacidad innata para la comunicación, pero muy pocos están capacitados
específicamente para desempeñarse con solvencia durante crisis
comunicacionales. Y nunca hay que olvidar que “los escenarios de
comunicación de la Justicia frecuentemente se desenvuelven en situaciones
de crisis” (Poder Judicial de Salta, 2014, Res. 238).

De todos modos, los funcionarios judiciales no pueden modificar la


dimensión mediática de ciertas investigaciones penales y, por lo tanto,
deben asumirlo como un dato fáctico, un factor más de la pesquisa. Por muy
reservados que sean los investigadores, si un caso presenta determinadas
características, los medios de comunicación, inevitablemente, hablarán
sobre el tema. En este sentido, el periodista Héctor Ruiz Núñez, quien
asesoró a la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) en temas de
comunicación, afirmaba:

Los profesionales del Derecho, especialmente los miembros


del Poder Judicial, deben asimilar esta realidad: admitir que
se han convertido en actores en el escenario del teatro
mediático, aunque les pese, y sus acciones son observadas,
analizadas, criticadas y mediatizadas hacia el gran público.

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Aquel ámbito recoleto de Tribunales donde todo era
discreción y reserva, donde los magistrados hablaban
exclusivamente por sus sentencias, ya forma parte de una
época que se despide. El interés de los medios de
comunicación en las cuestiones judiciales y su influencia,
reconocida o no, en muchas acciones y decisiones de fiscales
y magistrados, han producido, en algunos casos resonantes,
una verdadera co-administración de Justicia. Quienes
desconozcan esta realidad podrán refugiarse durante un
tiempo en el refunfuño nostálgico junto a sus pares de
pensamiento análogo, como en una especie de onanismo
grupal, pero cada vez estarán más distanciados de la
sociedad. El planteo sensato no es cerrar los ojos, sino abrirlos
bien, analizar la nueva situación, y plasmar una nueva
administración de Justicia que se adecue a los tiempos. (Ruiz
Núñez, 2006, p. 32).

Pocos autores expresan con tanta claridad el nuevo escenario donde tienen
que desenvolverse los funcionarios judiciales, los abogados penalistas, los
policías, los jueces penales. Las cámaras de televisión y los micrófonos ya no
son elementos extraños en el paisaje de tribunales. La mayoría de los medios
de comunicación más importantes tienen en su staff a periodistas
especializados en asuntos penales que visitan con frecuencia a los jueces y a
los fiscales, tratando de obtener información sobre los crímenes más
impactantes del momento. Y esa circunstancia, que afecta sensiblemente la
investigación penal, tiende a profundizarse día a día. En los delitos que
tengan trascendencia pública, por su gravedad o por las personas que estén
involucradas, la mirada de los medios va a sobrevolar toda la investigación
penal en forma inevitable.

“Los medios de comunicación ya figuran como actores en la obra


denominada ‘sistema de justicia’, no hay posibilidad de
expulsarlos; entonces, habrá que conocerlos, intentar
entenderlos, negociar, seducirlos, ofrecerles algo a cambio de”
(Ruíz Nuñez, 20016, p. 50).

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2.1.2 Crónicas del bajo fondo

El surgimiento de las crónicas policiales está ligado a la aparición de la prensa


popular a principios del siglo XX. Con el avance de las políticas de
alfabetización, nuevos sectores de la sociedad empezaron a consumir
periódicos. Los destinatarios de los diarios no eran ya únicamente los
miembros de las elites políticas –más interesados en los asuntos
gubernamentales y en las intrigas institucionales–, sino que también había
potenciales compradores entre los integrantes de la incipiente clase media,
constituida por comerciantes y profesionales. Esto provocó una
diversificación de los asuntos de interés periodístico y dio lugar a la difusión
de las noticias policiales. El diario Crítica, que comenzó a publicarse en el año
1913, incluyó en sus primeras ediciones una sección titulada de la siguiente
manera: “Policía. Crónicas del bajo fondo, amantes y ladrones, maritormes
y apaches, cancioneros y suicidas” (Martini, 2007, p. 175).

La nueva temática generó tanto interés en los lectores de la época que


algunos autores la consideran una de las claves del éxito de los
emprendimientos periodísticos destinados a los sectores populares. Pero los
diarios de referencia, La Prensa (1869) y La Nación (1870), continuaron
otorgando escasa relevancia a las noticias policiales hasta muy entrado el
siglo XX (Martini, 2007, p. 174). Generalmente, la descripción de los hechos
delictivos era escueta, y la información se orientaba a destacar “la
efectividad de la policía y la justicia frente al crimen” (Martini, 2007, p. 176).
Recién en las dos últimas décadas del siglo pasado, la criminalidad empezó
a ganar espacio en los grandes diarios argentinos. Una investigación
realizada por Stella Martini sobre los diarios La Nación y Clarín aporta datos
significativos: en 1966, los periódicos de mayor tirada del país publicaban
mensualmente, en portada, entre una y tres noticias policiales; mientras
que, en 1986, cada uno de estos medios gráficos anunciaban, en la tapa,
entre nueve y diez notas sobre crímenes por mes. Es más, La Nación y Clarín
publicaron, en 1999, prácticamente una noticia policial en tapa cada dos
días, y este índice llegó casi a duplicarse en el año 2003 (Martini, 2007, p.
176).

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Figura 1: Noticias policiales publicadas en tapa

Fuente: Martini, 2007, p. 176.

Estos datos coinciden con una investigación encargada por la Dirección


Nacional de Política Criminal del Ministerio de Justicia de la Nación, sobre el
espacio brindado por los diarios Crónica, Clarín, La Nación y Página 12 a los
hechos delictivos durante la década del 90. Independientemente de las
motivaciones póliticas que puedan haber incidido en su realización, en
concreto, la inagotable discusión sobre la denominada “sensación de
inseguridad”, el trabajo aporta datos significativos para analizar la evolución
del fenómeno en un momento histórico singular (Dirección Nacional de
Política Criminal, 1999, pp. 135-150).

Según este informe, mientras que, en 1991, los periódicos analizados


publicaban en promedio 4,96 noticias sobre delito por día, en 1998 este
índice se había triplicado y ascendía a 16,67 notas diarias. Este estudio
también revela que, hacia fines de la década del noventa, entre el 20 y el 25
por ciento de las noticias publicadas por los principales diarios de referencia
(Clarín, La Nación y Página 12) se referían a delitos urbanos (Dirección
Nacional de Política Criminal, 1999, p. 135).

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Figura 2: Porcentaje diario de noticias delictivas publicadas en la prensa

Fuente: Dirección Nacional de Política Criminal, 1999, p. 147.

La publicación sistemática de cuestiones vinculadas con la criminalidad en


los periódicos más imporantes del país, sumada a la visibilidad que habían
adquirido los tribunales de justicia durante los años 80 a causa del
juzgamiento de las juntas militares, provocó una fuerte transformación en la
relación entre los medios masivos de comunicación y los poderes judiciales.
La cobertura de los procesos judiciales ya no sería una cuestión esporádica,
sino que la persecución del delito comenzaría a estar al tope de la agenda
periodística y también en la cúspide de las preocupaciones sociales.

2.1.3 La noticia de sucesos


Hace varios años que el problema de la seguridad ciudadana se ubica al tope
de las preocupaciones de los argentinos. En tal sentido, resultan reveladores
los datos publicados por la Universidad Católica Argentina (UCA) en el
informe titulado Progresos sociales, pobrezas estructurales y desigualdades
persistentes (UCA, 2015, pp. 188-200). Sin dudas, esta inquietud
generalizada por el fenómeno de la delincuencia urbana acrecienta el interés
de los medios por los casos criminales.

En relación con esta problemática, Stella Martini (2009) expresa que el


hecho criminal viene a destruir la supuesta armonía del orden social e
introduce lo siniestro en la cotidianidad. Por eso, en su cobertura de los
casos criminales, los medios de comunicación tratan de resaltar la

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identificación de los receptores con la víctima, la proximidad geográfica de
los lugares donde ocurrieron los hechos y la cercanía temporal.

El hombre asesinado en la puerta de su casa en un barrio


sencillo de clase media en ocasión de un asalto a las diez de
la mañana es ‘igual’ a cualquiera de los que constituyen el
público consumidor de la noticia. Las víctimas suelen ser
siempre estereotipos de individuo común; los lugares del
hecho criminal, reconocibles porque son los del barrio más o
menos cercano o parecido al propio; los horarios aseguran
que no hay momento en que no se esté expuesto a la
victimización. (Martini y Pereyra, 2009, p. 37).

De esta manera, la noticia policial tiende a ocupar un espacio protagónico


en la agenda mediática, porque, a la vez, satisface una genuina preocupación
social de la ciudadanía (el fenómeno de la inseguridad urbana), permite a la
prensa generar múltiples efectos de identificación del destinatario de las
noticias con los protagonistas de la información (relación del lector con la
víctima) y, además, no incrementa los costos del proceso de producción
periodística. Como señala Ruiz Núñez (2006):

Uno de los bocados más apetecidos por los medios de


comunicación son las noticias criminales porque cubren una
perfecta ecuación: son baratas de obtener y provocan
histórico interés del público. Por esa razón, las noticias
judiciales provenientes del ámbito penal son largamente más
difundidas por la prensa que las de los otros sectores
judiciales. (p. 47).

2.1.4 Criterios de noticiabilidad


Las publicaciones periodísticas están determinadas por los criterios de
noticiabilidad. Para P. Golding y P. Elliott, los valores/noticia son “cualidades
de los acontecimientos o de su construcción periodística, cuya relativa
ausencia o presencia recomienda su inclusión en un producto informativo”
(Wolf, 2004, p. 223). Si bien hay tantas clasificaciones de los criterios de
noticiabilidad como autores han abordado la problemática, en forma
genérica, puede decirse que aquellos acontecimientos judiciales

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inesperados, inusuales, que constituyen una alteración en el devenir de la
actividad forense, tienen más posibilidades de convertirse en noticia.
También despiertan interés periodístico los acontecimientos que involucran
a personalidades públicas (ya sean políticos, artistas o deportistas) y los
hechos que tienen consecuencias relevantes para la vida de muchas
personas.

La noticia es el relato de un hecho que implica una ruptura en


el devenir cotidiano del mundo y que revela lo que se ignora.
Tiene que interesar a un amplio grupo de personas y
responder a los criterios de novedad, imprevisibilidad,
excepcionalidad, relevancia, jerarquía de los protagonistas,
efectos en el futuro de la sociedad, y también a la curiosidad,
la extravagancia, la rareza y el conflicto, que ocurra en
geografías cercanas, se publique (o sea reconocida como tal)
también por otros medios y respete los tiempos cortos
(Martini y Luchessi, 2009, p. 117).

El Consejo General del Poder Judicial de España (2015), en su Protocolo de


Comunicación de la Justicia, enumera algunos de los factores que favorecen
la cobertura periodística de causas judiciales:

Un asunto se considerará de interés cuando despierte la


atención de los medios de comunicación por las personas que
intervienen, el objeto del proceso, la relevancia del hecho
objeto del procedimiento, la relevancia jurídica de las
resoluciones dictadas y/o las normas jurídicas aplicadas, la
previa existencia de informaciones periodísticas sobre el
mismo, incluso en su fase policial, o se considere que es de
interés para la ciudadanía (p. 7).

El protocolo llega incluso a definir quiénes deben considerarse personajes


públicos, según la doctrina establecida por el Tribunal Constitucional de
España:

En cuanto al interés motivado por las personas que


intervienen en el procedimiento judicial, se considera

7
personaje público o persona con notoriedad pública a aquel
cuya conducta, imagen y/o opiniones estén sometidas al
escrutinio de los ciudadanos, según la doctrina establecida
por el Tribunal Constitucional. (Consejo General del Poder
Judicial de España, 2015, p. 7-8).

Sin pretender elaborar aquí una enumeración exhaustiva de los criterios de


noticiabilidad que determinan los contenidos periodísticos,
mencionaremos, a continuación, los elementos más habituales (Wolf, 2004,
p. 228-248).

1) Grado y nivel jerárquico de los sujetos implicados: en este caso, el


carácter noticioso del acontecimiento reside en los protagonistas de la
información judicial. Si el imputado o la víctima son personas públicas,
el hecho adquiere relevancia periodística, aunque desde el punto de
vista jurídico sea irrelevante. Este criterio puede activarse no solo
cuando intervienen personas que ostentan cargos públicos o
representan a instituciones de cierta envergadura, sino también
cuando participan personajes que, por su “visibilidad social”,
despiertan la atracción de la audiencia, como artistas, deportistas,
periodistas, empresarios.
2) Impacto sobre el interés público: se trata de casos que tienen
incidencia en el devenir de amplios sectores de la sociedad.
Usualmente, quedan encuadradas en esta categoría las causas
vinculadas con la judicialización de decisiones políticas o medidas
económicas de alto impacto social, los pedidos de inconstitucionalidad
de las leyes, los amparos de incidencia colectiva y otros procesos
similares.
3) Cantidad de personas implicadas en el acontecimiento: un hecho que
involucra a muchas personas generalmente reviste el carácter de
noticia. A mayor cantidad de personas afectadas por un
acontecimiento, mayor será la cobertura periodística. Si un barrio se
queda sin luz unas horas, no hay noticia, pero, si una ciudad entera
sufre un apagón, aunque sea durante unos minutos, será tapa de los
diarios.
4) Importancia del hecho en la evolución futura de determinada
situación: los medios de comunicación otorgan amplia cobertura a los
hechos que tienen continuidad en el tiempo. Esto les permite generar
un efecto de seguimiento y suspenso que capta el interés de la
audiencia y “fideliza” el consumo. Los juicios orales y la investigación
de crímenes de trascendencia pública permiten a la prensa montar

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este tipo de coberturas. En estos casos, cualquier dato nuevo que
implique un avance en el devenir de la acción narrativa puede
desencadenar un alto interés periodístico.
5) Accesibilidad de los periodistas a la cobertura de la información: los
medios tienen recursos humanos y técnicos limitados para cubrir un
universo informativo ilimitado. Esto provoca que la difusión de hechos
ocurridos cerca de las grandes ciudades, donde tienen asiento los
medios de comunicación, reciban mayor cobertura que los
acontecimientos desencadenados en regiones alejadas. También
existen temas inaccesibles para la prensa por su complejidad. Los
asuntos que requieren una explicación demasiado intrincada tienden
a ser expulsados de las agendas periodísticas y relegados a medios
especializados.
6) Novedad o proximidad temporal: la llamada “ideología de la noticia”
considera noticiables, en primer lugar, los hechos que constituyen una
ruptura del habitual curso de las cosas.
7) Asimismo, entiende que las noticias deben referirse a acontecimientos
sucedidos en un tiempo muy próximo al momento de la transmisión
del mensaje periodístico. El ideal de la prensa es contarle al público las
noticias en el momento en que suceden. Esto suele ocurrir cuando se
transmite, en vivo, la parte resolutiva de una sentencia.
8) Identificación del receptor: la prensa suele presentar historias
particulares que funcionan como sinécdoques de algunos problemas
generales. Así, despiertan una fuerte identificación del receptor con
los protagonistas de tales situaciones. En el periodismo judicial, estos
casos abundan, especialmente cuando se narran historias de vidas
cuyo futuro depende de decisiones jurisdiccionales: una medida
cautelar que posibilita una intervención quirúrgica, un recurso de
amparo que autoriza a un menor abandonado por su padre a utilizar
solo el apellido materno, etcétera.
9) Noticias de servicios: ofrecen a la audiencia datos de utilidad para la
vida cotidiana (horarios, plazos para vencimientos, requisitos para
iniciar trámites). En el ámbito judicial, este tipo de información se
divulga durante procesos electorales o cuando se realizan actividades
de extensión (visita a tribunales, eventos culturales, etc.).
10) Noticias de color: los medios han advertido que la acumulación de
hechos lúgubres provoca rechazo en la audiencia y disminuye el
consumo de noticias. Por esta razón, los medios suelen intercalar las
“malas noticias” con historias ligeras, optimistas, ridículas,
extravagantes. Así, tratan de evitar que el receptor se sienta
abrumado.

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11) Primicias o exclusivas: obtener información que otros medios no
tienen o conseguirla antes que el resto realza el valor de las noticias y
justifica una mayor cobertura.

La aplicación de los valores/noticia a la interpretación de la información


judicial no se limita a la etapa de selección del material a publicar, la fase del
proceso de producción periodística que los teóricos de la comunicación
denominan gatekeeper (Gomis, 1991, p. 81), sino que prolonga su incidencia
hasta el proceso propiamente discursivo de confeccionar el texto que será
publicado e insertarlo en el contexto general del producto/diario, como
veremos más adelante (Martini, 2000, p. 24).

Esto significa que, en la definición de los contenidos jurídicos que incluirá o


excluirá de la noticia judicial, el periodista necesariamente tiene en cuenta
la gramática de reconocimiento edificada a partir de los criterios de
noticiabilidad. Se producirá, entonces, un doble proceso de selección de la
información judicial orientado por los valores/noticia que terminará
produciendo la configuración final al interpretante mediático. El primer
recorte de la información judicial se produce cuando los medios determinan
cuáles resoluciones son susceptibles de publicación y cuáles no serán
referidas en las páginas de los diarios. Por supuesto, la cantidad de fallos
referidos por la prensa generalista es ínfima en comparación con la cantidad
de resoluciones dictadas por la administración de justicia. En esta diferencia
puede verse plasmada la primera selección. Pero luego se produce un
segundo recorte de la realidad: la determinación de los datos contenidos en
la sentencia que aparecerán en las noticias judiciales y aquellos que serán
omitidos durante el tratamiento semiótico-discursivo de la información
(Rodrigo Alsina, 2005, p. 208).

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2.2 El juicio paralelo
2.2.1 ¿Qué es el juicio paralelo?
Los hechos delictivos que adquieren amplia repercusión pública suelen
generar una intensa cobertura mediática, que a menudo adquiere
similitudes con el proceso de investigación penal: la prensa comienza a
interrogar a los testigos, a difundir datos provenientes de las pericias, a
evaluar las hipótesis investigativas en marcha, a proponer otras (muchas
veces, verdaderamente descabelladas). Asimismo, empiezan a aparecer en
la prensa declaraciones de los abogados defensores, de los querellantes, de
los familiares de las víctimas y también las opiniones de algunos “expertos”
en tema judiciales que sacan conclusiones sobre el expediente judicial a
partir de la información que circula en los medios de comunicación. Este tipo
de cobertura periodística de los hechos delictivos, matizada por las voces de
personajes próximos a la investigación o bien legitimados para opinar por
los mismos medios de prensa, suele denominarse “juicio paralelo”.

La Fiscalía General de España (2005) propone el siguiente concepto de juicio


paralelo:

Las informaciones aparecidas en los medios de comunicación


sobre un asunto sub iudice a través de las cuales se efectúa
por dichos medios una valoración sobre la regularidad del
proceso, y sobre las diligencias y las pruebas prácticas y sobre
las personas implicadas en los hechos sometidos a dicha
investigación judicial, asumiendo los medios los papeles de
Acusador, Abogado defensor y/o de Juez. (p. 6).

El juicio paralelo también puede definirse como un proceso asistemático de


investigación de hechos delictivos realizado por la prensa, que, a veces, tiene
algunos puntos de contacto con la investigación judicial, pero, a menudo, no
aplica un método investigativo riguroso y, además, no respeta los derechos
y las garantías legales que operan en toda pesquisa forense. Muchas veces,
un mismo testigo hace afirmaciones en la prensa que poco o nada tienen
que ver con las declaraciones testimoniales que brinda ante las autoridades
judiciales. Algo similar ocurre con los análisis de las pruebas que realizan los
“expertos” en los medios de comunicación: muchas veces llegan a

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conclusiones resonantes a partir de la información que circula en los medios,
pero su análisis omite muchos otros datos que obran en el expediente y que,
por diferentes motivos, no tuvieron idéntica visibilidad pública.

La sustanciación del proceso paralelo, entonces, genera una serie de


condicionamientos y obstáculos que dificultan la investigación judicial y
afectan la imagen del servicio de justicia. Luis Pasara (2003) enumeró estas
dificultades en un lúcido artículo titulado “El conflicto entre medios de
comunicación y justicia”.

En el proceso paralelo, llevado a cabo en los medios de


comunicación, no existe ninguna de las garantías que el
proceso judicial otorga, empezando por la presunción de
inocencia… El manejo de los casos en los medios de
comunicación se halla a cargo de personas que no conocen el
aparato técnico para considerar profesionalmente hechos,
pruebas y normas aplicables. Esto hace que aquellos
razonamientos jurídicamente validados para conocer y
resolver un conflicto determinado sean ignorados por los
medios y sustituidos, en el tratamiento periodístico del
asunto, por criterios legos que, pese a ampararse en el
sentido común, no resultan adecuados ni legítimos para dar
solución al mismo… El público, guiado por los medios de
comunicación, se configura una imagen del caso a partir de
los términos planteados en ellos, lejos del contorno que el
mismo va adquiriendo efectivamente en el procesamiento
judicial… Como consecuencia de lo anterior, cuando la
resultante judicial de un caso determinado no coincide con la
anticipada en el proceso paralelo, se sospecha de la
idoneidad del juzgador, incluso en aquellos casos en los que
los medios no lo insinúan abiertamente. Al repetirse esta
discrepancia entre ambos procesos…, se alimenta el
descrédito del órgano judicial mismo. (p. 4).

El juicio paralelo, en definitiva, puede generar fuertes condicionamientos


sobre la actuación de los magistrados y funcionarios judiciales. También
puede sembrar expectativas sociales favorables a alguna de las partes del
proceso, o bien, entorpecer la pesquisa, hacerla naufragar y así consagrar la
impunidad de los autores de los ilícitos. Frente a esta situación, el
investigador deberá mantener su máxima prudencia, porque intervenir en

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el escenario mediático sin una estrategia sólida puede acarrear
consecuencias perjudiciales para la investigación. Pero también deberá
evaluar la conveniencia de introducir en el proceso mediático, de manera
directa o indirecta, elementos relevantes del expediente, puesto que la
distancia entre las constancias de la causa y la información pública también
puede perjudicar la tarea judicial y la imagen pública del investigador.

Las investigaciones periodísticas verifican y certifican las


informaciones, interrogan a los testigos, muestran incluso a
veces al acusado y le dan la oportunidad de ejercer
públicamente su defensa, etc. No solamente llegan a tener
una intromisión significativa en la Justicia y ejercen una
presión que puede superar la capacidad de resistencia de
muchos jueces, sino que remedan a veces con anticipación,
con mucho más realismo y ante un público inmensamente
mayor, todo el ritual del proceso judicial, su escenografía, los
roles de los actores oficiales y la lógica procedimental,
llegando a poner en escena personalmente a los acusados y
acusadores. (De Zan, 2004, p. 265-266).

2.2.2 Múltiples fuentes con distintos intereses


“Cuando concurre interés informativo sobre un determinado proceso, los
medios acaban por suministrar la información requerida, aunque sea a
espaldas de las instancias oficiales” (Fiscalía General de España, 2005, p. 4).

Entender este principio básico del proceso de producción periodística


resulta primordial para trazar estrategias de comunicación judiciales
efectivas y viables. Por muchos años, los magistrados y los funcionarios
judiciales han incurrido en un pecado de ingenuidad: cerrar el grifo de la
información oficial nunca hace desistir al periodista, simplemente, dilata la
obtención del dato y permite el ingreso al circuito informativo de fuentes
interesadas.

Si el Fiscal no informa, otros lo harán en su lugar. Los medios


de comunicación acudirán inexorablemente a las partes, que
carecen de un estatuto que les obligue a ser imparciales. La
ausencia de datos ciertos durante la instrucción penal
fomenta la elucubración y la formulación de hipótesis

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respecto de los hechos ocurridos, cuando no la exposición de
rumores o informaciones infundadas o interesadas o la
publicación de documentos o declaraciones sumariales que
cobran un sentido distinto separados del entramado global
del sumario. (Fiscalía General de España, 2003, p. 4).

Este rasgo del trabajo del periodista nunca debe ser soslayado por los
investigadores. Los diarios no pueden publicar una página en blanco con la
leyenda “hoy no hubo noticias sobre este caso”. Si una causa penal está en
agenda, alguna novedad debe publicarse, aunque no tenga gran importancia
procesal. No importa. Los medios algo deben mostrar: el llanto de la víctima,
las sospechas sobre el victimario, otros hechos semejantes, la inserción del
caso en una problemática más amplia. Y, si el organismo oficial no puede
brindar esa información porque hay secreto de sumario o porque el
investigador no quiere revelar datos que puedan entorpecer su
investigación, los periodistas irán a otro lado a buscar esa información. Y
siempre consiguen algo. Primero golpearán la puerta del fiscal; si no atiende,
irán a ver al secretario; luego, tratarán de hablar con algún empleado que
intervenga en la causa. Si estas diligencias son infructuosas, irán a ver a los
abogados que intervienen en el pleito, a los parientes de la víctima, a los
familiares del imputado, a los vecinos de la escena de crimen. La calidad de
la información que obtengan, sin dudas, sufrirá una merma, pero jamás
publicarán la página en blanco.

Asimismo, muchas veces las partes aprovechan ese vacío informativo para
introducir sus lecturas de las pruebas incorporadas a la causa, para hacer
que la opinión pública sea más favorable a su posición o para tratar de llevar
la pesquisa en una dirección de su conveniencia. El desafío para el
investigador es no quedar fuera del circuito de información, tratar de que
los medios de prensa siempre mantengan un contacto con el organismo
oficial, aunque sea para validar los datos vertidos por las partes. Solo así
podrán evitarse el enrarecimiento de la investigación y el menoscabo de la
imagen de la administración de justicia.

2.2.3 Fortalezas de la versión oficial


Si bien las fuentes interesadas no están obligadas a mantener la
imparcialidad en la difusión de información (pueden, por ejemplo, omitir
datos comprometedores para su postura), en general, las fuentes oficiales
gozan de mayor credibilidad. No es frecuente que la prensa ponga en duda
los datos brindados por los organismos jurisdiccionales o por el Ministerio

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Público Fiscal. Pueden cuestionar sus criterios, reclamar mayor diligencia o
incluso considerar que actúan movidos por intereses espurios, pero pocas
veces rechazan la veracidad de la información que las fuentes oficiales
suministran. Esto es así porque los jueces y los funcionarios judiciales tienen
un acceso más fluido al expediente y cuentan con un conocimiento más
detallado del contenido de la causa. La información oficial es altamente
valorada por la prensa y nunca la desdeña cuando tiene posibilidad de
acceder a ella.

Esta es, quizás, la principal fortaleza de la versión oficial: la exactitud de la


información, la alta cualificación jurídica de los jueces y funcionarios
judiciales, como así también el lugar de decisión que ocupan en el sistema
jurídico. Un abogado defensor puede creer en la hipótesis “A”, un
querellante particular, bregar por el fortalecimiento de la hipótesis “B” y un
analista de temas judiciales, confiar en la viabilidad de la hipótesis “C”; pero
quien va a decidir qué línea de investigación se profundiza y cómo van a ser
descriptos los hechos de la acusación será el fiscal. Y ese dato no pasa
desapercibido por los medios.

Por esa razón, los periodistas nunca quieren perder contacto con las fuentes
oficiales, aunque saben que es más difícil obtener ese tipo de información.
Asimismo, en general, le conceden mayor jerarquía informativa a los datos
oficiales que a la información proveniente de fuentes interesadas, lo que se
materializa y le otorga, a la palabra oficial, mayor espacio de cobertura en
los medios gráficos, o bien, más tiempo en los medios electrónicos (la radio
y la televisión). La postura del abogado defensor o del querellante particular
motivará, acaso, la publicación de una nota secundaria en una página
interior; en cambio, una decisión del fiscal, si supone una novedad en el
proceso judicial, se convertirá en una nota de portada.

3.2.4 El investigador reservado, estratega y


protagonista
Se está abandonando, poco a poco, la histórica reticencia de los magistrados
y funcionarios judiciales a comunicarse con la prensa. María Bourdin (2014),
la directora de comunicación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
describe el proceso en los siguientes términos: “De aquella premisa de que
los jueces solo comunican por sus sentencias, enfocada en las necesidades
del emisor, debíamos pasar a un modelo comunicacional proactivo, atento
a las necesidades del receptor” (p. 52).

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Las reglamentaciones más recientes (que veremos en detalle durante el
próximo módulo) instan, especialmente, a los miembros del Ministerio
Público Fiscal a tomar una actitud más activa en la difusión pública de la
información judicial.

La Instrucción sobre las relaciones del Ministerio Fiscal con los Medios de
Comunicación de la Fiscalía General de España, por ejemplo, establece que
el fiscal debe tomar la iniciativa e informar a los medios en todos los casos
de relevancia social desde el momento de la iniciación del proceso. “Las
Fiscalías deberán pues fomentar unas relaciones fluidas con los medios de
comunicación, como mediadores en el suministro de la información al
público en una sociedad democrática.” (Fiscalía General de España, 2005, p.
3).

En idéntico sentido, se pronuncia el Instructivo para la Difusión de la


Información Oficial de la Fiscalía General de Neuquén (Argentina) (13 de
enero de 2014):

Los y las fiscales tienen el deber de brindar la información


oficial de los actos en los que intervengan, cuando se trate de
casos que resulten de interés público; cuando consideren que
la ciudadanía debe conocerlos porque representa una
situación novedosa; o bien cuando la requieran con
justificación los/las ciudadanos/as. (Anexo 1,
http://goo.gl/p9qjvm).

Como puede verse, no solo existe una autorización a los fiscales para hablar
con la prensa, sino que las máximas autoridades del Ministerio Público Fiscal
les imponen un deber de informar, anclado en la posición que asume en el
sistema judicial como “defensor de los derechos de los ciudadanos” (Fiscalía
General de España, 2005, p. 3).

Dejando a salvo este criterio cada vez más compartido por las autoridades
judiciales, en base al análisis de la práctica cotidiana y a desarrollos teóricos
previos (Altamirano, 2013, p. 18-23), podemos distinguir tres actitudes de
los fiscales argentinos respecto a la prensa:

 El fiscal reservado: siempre cumple su facultad/deber de informar a


los periodistas y, a través de ellos, a la sociedad, mediante
comunicados de prensa emitidos por los gabinetes de prensa del

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Ministerio Público Fiscal, o bien, por medio de algún funcionario de la
fiscalía o el gabinete de prensa; pero prefiere no conceder entrevistas
personales a los medios de comunicación.
 El fiscal estratega: mantiene contactos con la prensa a través de
declaraciones públicas, entrevistas o conferencias de prensa
únicamente en ciertas circunstancias, esto es, cuando la situación
informativa o procesal aconsejan su intervención directa en el circuito
de la noticia. No obstante, en el resto de las ocasiones, recurre a los
gabinetes de prensa o designa a algún funcionario de la fiscalía o del
gabinete de prensa para que asuma el carácter de vocero o portavoz.
 El fiscal protagonista: comunica las novedades de las investigaciones
en curso en forma personal, a través de entrevistas o conferencias de
prensa. Establece un vínculo personal con los periodistas que lo visitan
regularmente en su oficina. Incluso, cuando emite comunicados por
medio de las oficinas especializadas, refuerza su impacto en el circuito
informativo a través de manifestaciones en los medios.
 Estas tres posturas cumplen con la facultad/deber establecida por las
autoridades judiciales, pero con diferentes matices que dependen de
la personalidad del funcionario y también de las competencias
comunicacionales que posea o haya desarrollado. En la determinación
del perfil que conviene asumir a cada uno de los investigadores,
siempre es preferible contar con el asesoramiento de algún
especialista en la materia. Por esa razón, resulta aconsejable que,
apenas una causa adquiera repercusión pública, se busque el apoyo de
las oficinas especializadas (cada vez más arraigadas en la estructura
funcional de los poderes judiciales) para evitar decisiones erróneas
que después resultan muy difícil de revertir.

Las tres posturas (y todas las posiciones intermedias que puendan


imaginarse) tienen fortalezas y debilidades: el fiscal reservado corre el riesgo
de perder totalemente el control de la información que circula en el espacio
público sobre la causa que está instruyendo, pero también evita que la
difusión de información sensible pueda afectar la investigación en curso. El
fiscal protagonista, en el otro extremo de nuestra clasificación, tiene una alta
incidencia en las publicaciones que los medios hacen de las causas a su
cargo, pero también debe lidiar con una mayor presión de los periodistas
por obtener datos y, cuando tiene algún revés, debe afrontar los
cuestionamientos en forma más directa. También, corre el riesgo de decir
algo que luego entorpezca su desempeño funcional o que pueda generar, en
las partes, reproches por la afectación del algún derecho. En tanto, el fiscal
estratega ingresa y egresa al circuito informativo de acuerco con el
momento procesal y el tema. Debe tener muy aceitada su relación con el

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gabinete de prensa para que esta oficina se encargue de informar a los
medios cuándo está dispuesta a intervenir en la circulación de la información
pública y cuándo prefiere que los datos sean difundidos de manera más
indirecta (comunicados de prensa, remisión de resoluciones, intervención
de voceros). Quizás, su principal riesgo sea que los medios de prensa ignoren
las valoraciones que haga un funcionario a la hora de hacer uso o no de la
palabra pública, y puedan generarse roces con los periodistas por esa
conducta aparentemente contradictoria: la cual, a veces, puede responder
personalmente a la requisitoria periodistica y, a veces, no.

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