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¿Crisis de régimen y la llegada del antisistema?

La noticia de que Jorge Barata confesó a algunos fiscales peruanos de que habría entregado
dinero a políticos para sus respectivas campañas ha producido un terremoto. En el escenario
descrito por Barata, todos los partidos que van de derecha e izquierda, recibieron apoyos
económicos a través del Departamentos de Operaciones Estructuradas un área exclusiva de
Odebrecht para el pago de coimas y sobornos. De allí que de alguna u otra manera toda la
clase política peruana está manchada y con la credibilidad por los suelos.

Algunos analistas sostienen que es posible entonces que -como todo el elenco político (el
establishment)- está salpicado por la corrupción estemos ante una terrible y terminal crisis de
régimen que se inauguró durante principios de los noventas con el consenso económico liberal
en el fujimorato. Algunos marxistas de viejo cuño indicarían que la crisis de gobernabilidad
originada por la corrupción es parte intrínseca del “modelo económico”, no obstante, para ser
justos y autocríticos, cuando se le indica que el Brasil de Lula fue una de las fuentes de toda la
corrupción expandida en América, callan.

Pero, ¿ha llegado la crisis del régimen? Ahora bien, en el Perú se suele decir que la economía y
la política transitan por caminos diferentes. De alguna manera la política y el espacio público
se hunde en el desprestigio en tanto que la economía nos colocaba como la estrella de
Latinoamérica reduciendo pobreza y ampliando la clase media.

De allí que considerar que existe una crisis de régimen solo porque el espacio público y la
política se degradan no es hacer un análisis completo. En la ciencia política se suele decir que
para que se configure una crisis de régimen no solo la política y el espacio público se deben
derrumbar sino debe ser acompañada de una ralentización o una crisis grave de la economía.
No se abre un “momento populista” sino no hay una crisis económica.

Si bien en el Perú, la economía no está en cuidados intensivo, ésta no crece al ritmo que el
gobierno de lujo prometió (promedio de 3%) cuando un país como el nuestro necesita caminar
a un ritmo no menor de 4% para reducir pobreza e incorporar a los 250 mil peruanos que
entran anualmente a la población económicamente activa.

Ahora, ¿por qué podría ser imposible una crisis de régimen a pesar de lo mal del espacio
público y de la política? ¿Por qué la democracia peruana podría estar todavía a salvo a pesar
de que tendría a un elenco político corrupto? Por la sencilla razón de que en el Perú la gran
novedad es la emergencia de un nuevo país con sus nuevas clases medias que ha transformado
todo el sistema político, económico y cultural que han creado una inmensa red de mercados
populares de cabo a rabo. Si aquella aproximación es cierta, también se puede decir que esta
nueva clase detesta al Estado y vive a espaldas de ella.

A ello debemos agregar que un sector de la sociología limeña se resiste a encontrar la causa de
que la democracia sobreviva a pesar de la nimiedad de la política peruana. Una explicación
posible es que la democracia es un sistema de la burguesía que en el Perú la sostiene este
mundo popular y clasemediero en Lima y las regiones.

No obstante, estas nuevas clases medias, a veces informales han sido excluidas por la ley del
Estado, que los obliga a mantenerse al margen de la ley. El ejemplo de ello es los miles de
mineros informales que podrían dejarse arrastrar por el “antisistema” (malamente llamado
así por el pensamiento conservador). ¿Alguien podría negar acaso que el Humala de polo rojo
fue apoyado por el minero informal?

La clase política, el establishment y su consenso podrían salvarse si la economía no se va a


pique.

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