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708-S31

REV: OCTUBRE 16, 2006

DEBORA SPAR

JEAN OI

China: Construcción de un “Capitalismo con


Características Socialistas”
¡No debemos actuar como mujeres con los pies atados! Si queremos que el socialismo derrote al capitalismo,
no debemos dudar en aprovechar los logros de todas las culturas. Debemos aprender de todos los países, también
de los países capitalistas desarrollados.
—Deng Xiaoping, 1992.1

En noviembre de 2005, el Comité Central del Partido Comunista de China emitió su décimo
primer plan a cinco años. Como era usual en tales pronunciamientos, el plan tocó muchos aspectos de
la economía de China, a saber: la situación fiscal, el superávit actual de la cuenta corriente y el deseo
de equilibrar el ingreso rural y el urbano. Pero el tema central fue el crecimiento. El plan anunció que
China seguiría expandiéndose al 8% anual entre 2006 y 2011. También trataría de cimentar su
expansión en las exportaciones y la inversión, y aumentar el gasto del gobierno para ayudar a los
pobres.2

China ya era el país que más rápidamente crecía en el mundo, puesto que había ocupado casi
durante treinta años, aunque con unas cuantas interrupciones. Si bien un puñado de países (Japón,
Singapur, Botswana) también había mantenido tasas de crecimiento superiores al 9% anual durante
más de una década, el crecimiento vertiginoso de China había sido más duradero que el de aquellas
naciones y no mostraba señales de agotamiento.3 Más aún, el crecimiento de China tenía lugar en
mitad de una población de casi 1,3 mil millones de habitantes, liberando de la pobreza a millones de
ellos y desencadenando enormes segmentos de demanda. En 2004, China consumió el 12% de la
energía mundial, el 15% del agua dulce y el 50% de la producción mundial de cemento.4

Por lo tanto, en términos estrictamente económicos, China se había convertido en un fenómeno.


Era la tercera economía del mundo y a menudo se afirmaba que, al cabo de una década, su producto
interno bruto (PIB) probablemente superaría a los de la Unión Europea y Estados Unidos. Pero a
diferencia de otros países, China era clara y explícitamente un estado comunista. Bajo el liderazgo del
Presidente Hu Jintao, el Partido Comunista Chino tenía el control absoluto de los asuntos nacionales
y seguía firmemente comprometido con muchas de las premisas principales del socialismo. Todos los
bancos más grandes del país, por ejemplo, permanecían estrechamente ligados al Estado, lo mismo
que sectores clave como el petróleo, la petroquímica, y la siderurgia. Los organismos estatales
prestaban la mayoría de los servicios financieros, todavía limitados, y las empresas propiedad del
________________________________________________________________________________________________________________

El caso de LACC número 708-S31 es la versión en español del caso de HBS número 9-706-041. Los casos de HBS se desarrollan únicamente para
su discusión en clase. No es el objetivo de los casos servir de avales, fuentes de datos primarios, o ejemplos de una administración buena o
deficiente.

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en forma alguna: electrónica, mecánica, fotocopiado, grabación u otro procedimiento, sin permiso de Harvard Business School.
708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Estado generaban más de una tercera parte de la producción total. El Estado (y el Partido)
ciertamente desempeñaban los papeles centrales en casi todos los aspectos de la economía nacional, y
dirigían un desarrollo cuya trayectoria a menudo se definía como un “capitalismo con características
socialistas”.

Pese a no ser una vía usual hacia el crecimiento, durante casi treinta años China creció sin lugar a
dudas, promoviendo la prosperidad de sus ciudadanos y colocando sus bienes a lo largo y ancho del
mundo. Entre 1978 y 2005, el PIB per cápita se elevó de 153 a 1.284 dólares, y de 1982 a 2004 el
superávit de la cuenta corriente aumentó más de doce veces: de 5,7 mil millones de dólares a 70 mil
millones de dólares. Durante ese lapso China también se convirtió en un dínamo industrial, pues
pasó de sus éxitos iniciales en sectores de bajos salarios, como ropa y calzado, a la producción cada
vez más sofisticada de computadoras, productos farmacéuticos, y automóviles.

Sin embargo, no resultaba claro durante cuánto tiempo se mantendría una trayectoria así. De
acuerdo con el décimo primer plan a cinco años, China necesitaba mantener una tasa anual de
crecimiento del 8% durante el futuro previsible. Sus líderes sostuvieron que sólo así la nación podría
seguir desarrollando su proeza industrial, elevar el estándar de vida de los ciudadanos y aliviar la
desigualdad que surgía por todo el país. Pero ninguna nación había podido mantener jamás el nivel
de crecimiento que China predecía. En la década de los años 80 transformó su sector agrícola, enorme
e ineficiente, al liberar a los campesinos de las limitaciones de la planeación central, ganándolos así a
la causa de la reforma. De igual manera, en la década de los años 90 comenzó a reestructurar el sector
industrial estancado, para lo cual por vez primera, cortejó a inversionistas extranjeros y canalizó los
fondos de la inversión hacia las paraestatales. Si bien estas políticas impulsaron el desarrollo
fenomenal del país, no era posible seguir recurriendo a ellas para mantener el empuje de la economía.
China tendría que dar lo que muchos consideraban el paso final hacia el mercado: liberalizar el sector
bancario y establecer los fundamentos de un verdadero mercado de capitales.

Pero ese paso no iba a ser fácil. En 2004, la reorganización de las paraestatales era aún sólo parcial
y los bancos lidiaban con una carga de 205 mil millones de dólares (1,7 billones de RMB) en
préstamos sin cumplir, dineros que difícilmente podrían ser devueltos alguna vez. Había una tasa de
cambio fija, además de controles rigurosos a la cuenta corriente y de capital. Más importante aún,
prevalecía un gobierno comunista que se resistía a aflojar las riendas de su control, a pesar de que el
descontento de obreros y campesinos era cada vez más común. Por eso persistía el dilema: ¿podría
China mantener su ritmo febril de crecimiento sin decidirse por la liberalización total? Y en caso de
que decidiera saltar al mercado sin reservas, ¿cómo podría asegurarse de que la estabilidad del país,
tan apreciada, no se perdería al hacerlo?

Antecedentes: surgimiento y decadencia del Reino Medio


Mucho antes de que China llegara a ser una potencia económica, por fuerza y méritos propios
tuvo un poder en el escenario internacional, si bien un poder discreto. La civilización china nació en
el valle del Río Amarillo, aproximadamente en 2200 a.C. Dado que el suelo del valle era fértil pero el
río peligroso, los pobladores de la región desarrollaron técnicas elaboradas de “agricultura
permanente”, que les permitieron controlar las aguas turbulentas y cultivar variedades de arroz de
alto rendimiento.5 La población de China floreció bajo este fundamento agrícola, y comenzó a
evolucionar una estructura social duradera y excepcional. El núcleo de la sociedad fue la familia
extensa: varias generaciones de hijos que juntos cultivaron la parcela familiar. Por tradición, las hijas
se mudaban a las familias de sus esposos y se sometían a las suegras. Por encima del nivel familiar,
los campesinos granjeros se agruparon en aldeas, que existieron como unidades casi autosuficientes.

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Hacia 1120 a.C. los pobladores del valle del Río Amarillo se habían unificado bajo la autoridad
informal de la dinastía Zhou, una familia de sacerdotes guerreros que cobraba impuestos y
organizaba ejércitos, pero permanecía al margen de las aldeas. Los emperadores y sus burócratas se
dedicaron a empresas artísticas e intelectuales, con lo cual nutrieron una civilización que produjo
obras clásicas de arte plástico y literario, además de los grandes filósofos Confucio y Lao Tsé.

Cuando en 403 a.C. decayó por fin el poder de la familia real Zhou, la guerra estalló entre unos
170 señores feudales, y China entró a una era de anarquía política que ahora se conoce como el
periodo de los estados en guerra. El caos imperó durante casi cien años, hasta que una sola familia
logró derrotar a los señores rivales y puso a China una vez más bajo un gobierno común. Kin Shi
Huang, el nuevo emperador, se propuso entonces fundar un imperio universal y perpetuo. Durante
los once años de su reinado tiránico, Kin mandó matar a miles de eruditos confucianistas, dividió los
estados de otros señores en parcelas privadas y emprendió grandes proyectos públicos, como la
reconstrucción de la Gran Muralla. A fin de garantizar que su imperio permaneciera inalterable, Kin
también instituyó un sistema formal de gobierno que vinculó a las aldeas con las provincias centrales
y, por eso, directamente con el emperador. Entre el éste y el pueblo, Kin creó una compleja burocracia
estatal que habría de dominar a China durante los dos milenios siguientes.

El núcleo de China se mantuvo significativamente estable a lo largo de este periodo. Fue en gran
medida una sociedad agrícola, unificada y prácticamente definida por el confucianismo, un conjunto
de doctrinas filosóficas, políticas y morales, que enseñaron la importancia suprema de la estabilidad
social. Comenzando al nivel del individuo, el confucianismo definió una compleja jerarquía de
obediencia, ligando con ello al niño con sus padres, a la familia con sus ancestros, y al súbdito con su
gobernante. El patriarca fue el centro de la autoridad en todas estas relaciones, y la más admirada de
las virtudes fue la piedad filial. Dado que el modelo de autoridad se reprodujo en toda la jerarquía, el
emperador y sus funcionarios sencillamente asumieron el rol del padre. En la vida cotidiana, el orden
se mantuvo gracias a los burócratas imperiales, servidores civiles que fueron simultáneamente
manifestación del orden confucianista y los medios físicos para mantenerlo.

No es de sorprender que la política exterior de China también exhibiera el sello de tal orden.
Desde los tiempos más remotos, los chinos consideraron a su tierra el “Reino Medio”, la sede de una
civilización rodeada al norte, sur, este y oeste por los “cuatro bárbaros”. Se consideró inferior a todos
los pueblos que no fueran chinos, y los emperadores (a excepción de unos cuantos), no mostraron
interés en explorar el mundo más allá de sus fronteras.6 En su visión, China era el centro del mundo,
y el emperador chino, el nexo entre el cielo y la tierra. Sencillamente no había razón para fijarse en
otros lugares.

Con el tiempo, desde luego que los forasteros llegaron a China. Los mongoles la invadieron en
1280, y los manchu en 1644. Pero estas dinastías extranjeras gobernaron el país casi tal como los
chinos: mediante una jerarquía centralizada, una burocracia imperial y la clara tendencia a concentrar
sus energías en el interior. Así pues, para efectos prácticos, China siguió siendo una civilización
cerrada hasta mediados del siglo XIX, cuando los bárbaros llegaron para quedarse.

Invasión y revolución
En 1840, el aislamiento de China comenzó a desbaratarse drásticamente con una serie de derrotas
militares, conocidas con el nombre colectivo de “las guerras del opio”. La causa aparente de estos
conflictos fue el opio, que los mercaderes ingleses habían introducido a China de contrabando,
tratando así de moderar el déficit crónico de sus actividades comerciales. Después de que las
autoridades chinas confiscaron en Guangzhou 20.000 cofres llenos de opio, los ingleses atacaron para
defender su derecho a comerciar. Los chinos se defendieron y trataron de negociar, pero en 1842 el

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emperador se vio obligado a capitular. China cedió Hong Kong a los ingleses y accedió a abrir otros
cinco puertos al comercio. Éste fue el primero de una serie de tratados que llegaron a conocerse como
los “Tratados Desiguales”.

Durante las décadas siguientes, las potencias de Occidente entraron a China, amparados bajo la
política estadounidense de “puertas abiertas”, como benignamente se la llamó. Inglaterra, Francia,
Rusia, Alemania, y Japón, se labraron espacios de influencia extranjera y abrieron por la fuerza las
ciudades costeras del país al comercio exterior. En muchas ciudades, las autoridades extranjeras
llegaron incluso a exigir derechos de extraterritorialidad, que los hicieron verdaderamente inmunes a
la ley china.

El éxito de las potencias extranjeras fue un golpe durísimo al orgullo y autosuficiencia chino. En
1898, el joven emperador Guang Xu puso en marcha un último intento desesperado de reforma,
confiando que podría cambiar su país sin destruirlo, como lo hicieran los emperadores Meiji de
Japón. Pero sólo logró ofender a sus enemigos y fue rápidamente destituido por la Emperadora
Dowager Ci Xi, quien se nombró regente a sí misma y derogó todas las reformas. La consecuencia fue
que China se precipitó otra vez en el caos, pues los reformistas y los reaccionarios entraron en guerra
por el poder. Cuando la Emperadora Dowager murió en 1908, el gobierno central se desintegró, y
también los últimos vestigios de la China imperial.

China fue gobernada supuestamente por el Kuomitang (KMT) durante los siguientes cuarenta
años, un partido revolucionario organizado por Sun Yatsen y después (al morir Sun), liderado por el
General Chiang Kaishek. El control que el KMT mantuvo sobre el poder durante este lapso fue
sumamente débil. La mayoría de las provincias más remotas cayeron bajo el dominio de caudillos
armados, y el gobierno central dispuso de un escaso poder militar o autoridad política. Entretanto, en
las regiones rurales, un líder carismático de nombre Mao Zedong atraía apoyo hacia el Partido
Comunista Chino, aplicaba tácticas de guerra y exhortaba a los campesinos a poner de cabeza el
orden social, exigiendo la reforma de la tierra y luchando por el socialismo.

Tropas japonesas invadieron Manchuria en 1931, destruyendo así cualquier cosa que se asemejara
a un estado chino unificado. El KMT y los comunistas persistieron en sus pugnas internas y sólo en
1937, cuando los japoneses lanzaron una invasión en forma, unieron fuerzas a regañadientes. Las
fuerzas del KMT se tuvieron que replegar a las regiones interiores del oeste durante los combates que
tuvieron lugar enseguida y establecieron una capital en Chongqing, antes un poblado sin
importancia. Pero ya para entonces el KMT se había debilitado considerablemente, a causa de su
escaso fervor anti japonés y por la corrupción que había proliferado entre sus funcionarios. A
diferencia, los comunistas habían conservado alta la moral y también la ventaja militar. La aplicación
de tácticas guerrilleras puso a Mao y a sus tropas en contacto directo con los campesinos, quienes
quedaron impresionados con la disciplina de los comunistas y no tardaron en ver en ellos a los
defensores del país. Cuando los japoneses se rindieron en 1945, el Partido Comunista Chino (PCCh)
de Mao expandió su control a las regiones antes bajo ocupación japonesa, para lo cual contó con
fuerzas militares y el apoyo de varios millones de simpatizantes activos. Hacia 1949, los comunistas
habían capturado tanto equipo del KMT y reclutado a tantos soldados suyos, que Chiang Kaishek no
tuvo otra alternativa que la de huir a la isla de Formosa (Taiwan), llevando consigo todas las reservas
en oro de China y jurando que algún día regresaría a China continental para liberarla de los
“bandidos comunistas”.

El 1º de octubre de 1949 Mao Zedong proclamó la fundación de la República Popular de China


(RPCh) y reestableció la capital en Pekín. El nuevo gobierno recibió el apoyo mayoritario del pueblo,
decidido a recuperar su país después de casi un siglo de intervención extranjera y caos interno. Al
parecer, China se disponía a ocupar el lugar que por derecho le correspondía entre las naciones.

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China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

El Oriente es rojo: China bajo el comunismo, 1949–1978


La proclamación de la República Popular de China dio lugar a que Mao y sus seguidores dejaran
de ser revolucionarios para convertirse instantáneamente en administradores. Pero tenían poca
experiencia gobernando en tiempos de paz y se enfrentaban a dos tareas colosales: organizar y
administrar la sociedad más grande del mundo, y reconstruir una economía devastada por décadas
de guerra. Es notable que hayan logrado ambas cosas durante los primeros cinco años del régimen
comunista.

La membresía del Partido Comunista creció rápidamente en este lapso. Mediante una estructura
que recordó a la de la vieja burocracia imperial, una jerarquía de órganos partidistas se extendió
desde los estratos superiores del PCCh hacia más de un millón de comités que se establecieron en
cada aldea, fábrica, escuela, y dependencia gubernamental. El nuevo gobierno nacionalizó el sistema
bancario del país y puso la moneda y el crédito bajo un control centralizado. Reguló los precios
instituyendo asociaciones comerciales e incrementó los ingresos del gobierno cobrando impuestos
agrarios en especie, lo cual representó el grueso de sus percepciones. A mediados de la década de los
años 50, los comunistas habían reconstruido y ampliado las redes de ferrocarriles y carreteras del
país, potenciado la producción agrícola e industrial hasta el nivel que tuvo antes de la guerra y,
además, habían puesto bajo el control directo del Estado al grueso de la industria y el comercio
chinos.7

Al mismo tiempo, a fin de cumplir su promesa revolucionaria, los líderes comunistas terminaron
la reforma agraria dos años después de llegar al poder. Grupos del partido visitaron aldeas e
incitaron a los campesinos, durante “reuniones de lucha” públicas, a deshacerse de los terratenientes
y distribuir sus tierras y otros haberes entre los hogares del campesinado. Poco después, el PCCh
exhortó a las familias rurales a integrar equipos de ayuda mutua y, más tarde, las cooperativas de
agricultores, las que el gobierno consideró el mejor medio para incrementar la producción agrícola.

No satisfecho aún, en 1958 Mao trató de impulsar a China hacia nuevas cimas económicas.
Aplicando su programa “El gran salto hacia adelante”, sumamente alabado, mandó reorganizar las
células colectivas agrícolas en enormes comunas, donde se asignó tareas específicas a mujeres y
hombres según el modelo militar. Se aconsejó a los campesinos que dejaran de apoyarse en la familia
y adoptar un sistema comunitario de cocinas, comedores, y guarderías. Se calculó el salario de
acuerdo con el principio comunista de “a cada quien según sus necesidades” y se prohibió la
producción suplementaria por ser capitalismo incipiente. Se pidió urgentemente a todos los
ciudadanos a que incrementaran la producción de acero poniendo “fundidoras en el patio trasero”, a
fin de contribuir a superar al Occidente. Mao pensó que la actividad de la enorme población de
China, políticamente dirigida, tendría por consecuencia el desarrollo económico y el logro de un
incremento milagroso de la producción; sin embargo, el gran salto hacia adelante pronto se reveló
como un paso gigantesco hacia atrás. Se fijaron metas en extremo ambiciosas, se reportaron
oficialmente cifras falsas de producción, y los funcionarios chinos vivieron en un mundo irreal de
aumentos prodigiosos de la producción. Es verdad que la producción de acero se incrementó muy
significativamente, pero la mayoría de éste fue prácticamente inservible. Peor aún, pronto se hizo
evidente que los campesinos habían producido su acero fundiendo cualquier metal que pudieran
encontrar. Hacia 1960, la producción agrícola había disminuido peligrosamente y el producto
nacional bruto cayó casi una tercera parte.8 La gente estaba exhausta y grandes zonas de China se
vieron presa de una hambruna devastadora. La situación era tan grave en 1960, que ni siquiera Mao
pudo ignorarla. De manera silenciosa y sin fanfarrias, Mao pasó a un segundo plano, y los
pragmáticos del PCCh, entre ellos Deng Xiaoping, comenzaron a hacer lo necesario para reestablecer
las iniciativas y reactivar la producción.

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Durante los años siguientes China gozó de cierta estabilidad. La producción agrícola e industrial
regresó a niveles normales, y comenzó a aumentar la productividad de la mano de obra.9 Pero en
1966, Mao regresó al poder y volvió a lanzar un plan que casi pone a China de rodillas. Con la
preocupación de que Deng y otros burócratas alejaran demasiado a China del espíritu de una
revolución socialista, Mao proclamó una Revolución Cultural para “poner a China de vuelta por el
buen camino”. Ordenando “destruir a los cuatro viejos” (viejos pensamientos, cultura, costumbres, y
hábitos), mandó clausurar universidades y escuelas. Los estudiantes se convirtieron en sus “Guardias
Rojas”, fueron enviados a todo el país para hacer la revolución, y se dedicaron a apalear y torturar a
cualquier persona cuyo rango u orientación política les resultara ofensivo. Se estigmatizó a los
intelectuales por ser la “novena clase apestosa” y cualquier señal de “capitalismo”, como usar
corbata, fue suficiente para condenar a quien fuera por ser enemigo del Partido Comunista. Deng
mismo fue acusado de ser un “forajido capitalista”, lo cual pagó siendo enviado a trabajar a una
fábrica de tractores.

Hacia 1969 el país había caído en la anarquía; hasta las Guardias Rojas habían comenzado a pelear
entre sí. Mao por fin recurrió al ejército para reestablecer el orden y mandó al campo a sus guardias.
Allí, muchos de estos jóvenes se convirtieron en una generación “perdida”, ignorante y amargada. En
1973, Mao discretamente volvió a recurrir a Deng Xiaping, y lo trajo a Pekín.

Las reformas de Deng Xiaoping


Después de la muerte de Mao, en 1976, el poder pasó sin demora a la fracción reformista del
PCCh, encabezado por Xiaoping. A diferencia de Mao, Deng era un individuo pragmático, conocido
menos por su compromiso hacia la ideología y más por su frase: “Qué importa si el gato es blanco o
negro, con tal de que atrape ratones”. Tras consolidar su poder, comenzó a aplicar sus políticas
pragmáticas, resuelto a lograr la recuperación de China después de la ruina que provocó la
Revolución Cultural.

Fase uno: la reforma en el campo


Al llegar Deng al poder, el enorme grupo campesino de China seguía organizado en comunas,
brigadas de trabajo y equipos de producción. Los precios de adquisición eran tan bajos que no
bastaban ni siquiera para cubrir los costos de producción, y se fijaron límites a la cantidad de granos
que los productores podrían conservar para su consumo. Pero Deng cambió todo aquello. Permitió a
los granjeros producir por cuenta propia y aprobó la venta de la producción excedente y de otras
cosechas redituables en mercados recientemente liberados. Elevó los precios estatales de adquisición,
y dejó a la dinámica del mercado los precios de muchos otros productos agrícolas. Deng y sus
funcionarios desmantelaron las comunas fundadas por Mao, comenzando con la región montañosa y
pobre de Anhui, más tarde en todo el país, reemplazándolas con un sistema complicado de
arrendamiento que, a la larga, devolvió la tenencia de la tierra al nivel de los hogares (aunque la
propiedad de la tierra siguió siendo colectiva). El Sistema de Responsabilidad del Hogar autorizó a
los campesinos arrendar tierras de la colectividad durante un periodo fijo, con tal de que
suministraran a ésta un cuota mínima de lo producido, por lo general, granos básicos; luego podrían
vender cualquier excedente, fuera al Estado, a precios de adquisición fijados por el gobierno, o en el
mercado recientemente liberado. Asimismo, el campesino tenía la libertad de conservar cualquier
utilidad que llegara a generar. Al cabo de una década, la producción de granos aumentó en cerca de
30% y se duplicó la producción de algodón, caña de azúcar, tabaco, y fruta.10

Deng también combatió la escasez crónica de alimentos en China, exhortando a las familias a que
adoptaran la política de tener sólo un descendiente. Siempre polémica, la política se aplicó con
entusiasmo desigual en todas las provincias del país. Por lo general, se exigió a todas las mujeres

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solicitar autorización para tener más de un hijo, y el permiso se concedió sólo si el primero había
nacido con un defecto congénito o si la madre se había vuelto a casar.11 De acuerdo con informes,
algunas provincias fueron incluso más lejos, y proliferaron los registros de infanticidios,
esterilizaciones forzadas y abortos durante el noveno mes de embarazo. A consecuencia, la tasa del
crecimiento de la población comenzó a bajar lentamente.

A la par de estos cambios radicales en el agro, las primeras reformas de Deng también
comenzaron a abrir a China al mundo exterior. En 1979, el gobierno creó cuatro “Zonas Económicas
Especiales” (SEZs, las iniciales en inglés): tres en la provincia de Guangdong, contigua a Hong Kong,
y una en la provincia de Fujián, frente al estrecho de Taiwan. Explícitamente, las Zonas se abrieron a
la inversión y se empeñaron en atraer a posibles inversionistas mediante exenciones fiscales,
disposiciones especiales para las divisas y evidente ausencia de regulación. En un principio, las
inversiones en las Zonas tardaron en despegar más de lo previsto por los líderes chinos: entre 1982 y
1988, el total de la inversión extranjera directa en la República Popular de China ascendió a sólo 8,5
mil millones de dólares, la mayoría de los cuales llegaron de los fabricantes de ropas y textiles
asentados en Hong Kong, que trataron de aprovechar la mano de obra barata. Por eso, entre
mediados y fines de la década de los años 80, el gobierno comenzó a abrir sus puertas con mayor
determinación. Introdujo estipulaciones que dieron al inversionista extranjero mayor control sobre las
fábricas, ofreció arrendamientos de tierras a un plazo de 50 a 70 años, e introdujo un sistema dual de
tipo de cambio, lo cual permitió a las compañías extranjeras (pero no a las nacionales), negociar
recibos en divisas a una tasa de mercado. Asimismo, en 1985, China abrió cuatro ciudades costeras,
entre ellas Shangai y Guangzhou, al comercio exterior; en 1988 transformó en Zona Económica
Especial a la provincia isleña de Hainán; y más tarde abrió al comercio internacional las 3000 millas
de sus costas. Hacia 1992 tales estrategias habían redituado. La inversión extranjera directa aumentó
de 4,4 mil millones de dólares del año anterior a 11,2 mil millones de dólares. Además, algunas
compañías extranjeras (Nike, Squibb, General Electric, y Honda) habían comenzado a operar en el
país.

Fase dos: industrialización rural y reforma de la empresa


Conforme las reformas activaron incrementos de producción que sorprendieron incluso a los
reformadores, la escala del cambio se tornó más audaz y a mediados de la década de los años 80 los
líderes del partido comenzaron la tarea, más compleja y políticamente delicada, de transformar el
estorboso sistema de planeamiento central y de compañías paraestatales. Antes de 1978, de una
forma u otra casi todas las empresas eran propiedad del Estado. En la cima de cada sector se
encontraban las paraestatales (SOEs, las iniciales en inglés), que rendían cuentas al gobierno nacional.
Debajo de éstas se encontraban otras compañías que reportaban a autoridades provinciales,
municipales o de los condados. Sólo después de 1978 se autorizó la existencia de empresas privadas
(es decir: talleres manejados por familias), e incluso entonces no podían tener más de siete
empleados.12

Las paraestatales chinas eran las grandes firmas industriales que son características de una
economía centralmente planeada. Ineficientes, con exceso de personal y tecnología anticuada, las
paraestatales funcionaban no sólo como unidades industriales sino también como agencias sociales,
ya que ofrecían vivienda, guardería, educación, y atención médica a los trabajadores y a sus familias.
La más grandes tenían una plantilla de cientos de miles de empleados, de los cuales sólo una
proporción mínima participaba directamente en la producción. Pese a su tamaño, disfrutaban de muy
poca autonomía, toda vez que el Estado determinaba precios, insumos, producción, y se quedaba con
todas las utilidades que llegaran a generar. Se limitaban a producir la cuota de producción que
tuvieran asignada, y la vendían a compradores pre-determinados a precios fijados por el gobierno.

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Pérdidas y ganancias no significaban cosa alguna, la contabilidad era rudimentaria, y la


maximización de las utilidades no surtía ninguna clase de consecuencias.

Las ventajas del sistema consistían en que el obrero chino podría contar con un empleo de por
vida y disfrutar de un vasto sistema de beneficencia, en base a la paraestatal: el llamado “tazón de
fierro con arroz”. Cada una de las prestaciones de beneficencia que había en el sistema se
contabilizaba como costos de producción, y se los deducía de las ganancias antes de calcular las
utilidades, las que luego se remitía el Estado. No existía un seguro social nacional, pues no era
necesario.

Pero en 1983 el gobierno decidió introducir una variante del sistema de responsabilidad, que
había funcionado tan bien en las zonas rurales. En apego al Sistema de Responsabilidad Bajo
Contrato, la empresa y el ministerio que la controlara, negociaba contratos que especificaban su
objetivo de desempeño, la cuota de producción, y las obligaciones financieras hacia el Estado, por lo
general, una mezcla de impuestos y dividendos. Con tal de cumplir estas metas, las empresas
gozaron de la libertad de manejar sus negocios como mejor les conviniera, e incluso podían producir
un excedente de bienes para venderlos a precios de mercado. Por vez primera los gerentes podían
fijar salarios, tomar decisiones de inversión, y retener utilidades. Después de 1988, en teoría, las
empresas quedaron sujetas también a la bancarrota. Pero en la práctica siguieron estrechamente
ligadas a las autoridades centrales, y un tanto más allá de los límites usuales en una economía de
mercado. Pese a las reformas, estas empresas siguieron llevando a cabo diversas funciones sociales, y
a menudo se las vendió a precios regulados, no a los del mercado. Asimismo, podían obtener
financiamiento en base a los nexos políticos locales (el guanxi chino, tristemente célebre), y no en
función de lineamientos objetivos para la concesión de crédito. Aun así, más que en cualquier otra
época del pasado de China, se orientaban claramente hacia el mercado.

Un impulso aún mayor hacia el mercado provino de la fundación de empresas municipales y


aldeanas (TVEs, las iniciales en inglés): operaciones pequeñas de manufactura, a menudo
encabezadas por los funcionarios comunistas de una localidad. Si bien estas empresas eran
explícitamente colectivas en cuanto a la estructura de la propiedad, de igual manera eran bastante
capitalistas: cada aldea conseguía dinero de la manera que pudiera (tomándolo de las ganancias
retenidas, las utilidades agrícolas, o de préstamos de algún banco local), y luego utilizaba los fondos
para hacer cualquier cosa, desde artesanías hasta equipo industrial.13 Pagaban impuestos al Estado en
lugar de encargarse de cualquier producción bajo contrato y adquirían sus suministros directamente
en el mercado. Las autoridades locales facilitaban préstamos, pero al carecer de los recursos del
gobierno central, eran menos tolerantes con las pérdidas. Al paso del tiempo se volvieron
enormemente competitivas entre sí y posteriormente con las paraestatales. Pero también tuvieron
grandes éxitos, y reinvirtieron sus utilidades para financiar su crecimiento. A lo largo de la década de
los años 80 su producción creció a una tasa promedio de aproximadamente el 30% anual, y las
exportaciones aumentaron a una tasa del 65%.14

Por último, en la segunda fase de la reforma, China también trató de adoptar un sistema de
precios más afín al mercado. Antes de esta medida, los precios no habían cambiado en el país durante
muchos años, y se parecían sólo vagamente a los precios internacionales, o la oferta y la demanda.
Aunque el libre mercado fijaba algunos precios, la mayoría los fijaba o “guiaba” el Estado, o sea:
flotaban dentro de unos límites predeterminados. Después de 1984, el Estado creó una versión del
sistema dual de precios que había dado buenos resultados en la agricultura y lo aplicó a los
productos industriales que iban en aumento. Si bien el gobierno continuó exigiendo a las empresas
que vendieran su cuota de producción al Estado a precios fijados por éste, en adelante podrían
vender cualquier excedente en el mercado abierto. Esta vía doble obligó a las paraestatales a entrar al
mercado, con lo cual sus decisiones marginales de inversión tuvieron que someterse a la disciplina de

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las fuerzas del mercado. No obstante, los precios duales también provocaron que el sistema entero se
volviera vulnerable a la corrupción, ya que el camino más fácil rumbo al lucro consistió en utilizar
suministros a precio fijo para manufacturar bienes que se venderían a precios de mercado.

Rebelión y restricción
La economía de China marchaba viento en popa hacia 1988. Apresurándose a sacar ventaja de los
incentivos del mercado, inherentes a las reformas, los incipientes capitalistas del país habían llevado
la producción agrícola e industrial a nuevos niveles. La agricultura crecía firmemente, al 3,2% anual,
y la producción industrial aumentó a un asombroso 20,7% anual.

Pero conforme crecía la economía, también aumentó la inflación. Durante la primera mitad de
1988, el índice de precios al consumidor se elevó en 19,2%, y en algunas ciudades los precios
aumentaron hasta un 30%. Liberadas de las restricciones de la planeación central, las paraestatales se
apresuraron a llevar los excedentes de su producción al mercado abierto; las empresas municipales y
aldeanas, por su parte, aumentaron los ingresos locales e incrementaron los fondos extra
presupuestales, que pertenecían exclusivamente a los gobiernos locales. Para financiar su expansión,
ambos tipos de empresas pidieron préstamos considerables a las instituciones financieras locales,
muchas de las cuales eran sucursales de los cuatro bancos propiedad del Estado y estaban manejadas
por funcionarios de la localidad, muy deseosos de conceder crédito a las empresas de su región.
Entretanto, a fin de evitar cualquier problema potencial de desempleo, el presupuesto central
continuó apoyando a las muchas paraestatales que registraban pérdidas. Como consecuencia, las
paraestatales pudieron utilizar los fondos estatales para financiar su expansión prácticamente sin
riesgo alguno. Debido a ello, se acumularon las presiones inflacionarias y la autoridad en finanzas se
desplazó desde el centro hacia las provincias incluso más.

Hacia 1989 la economía se hallaba al borde de una espiral inflacionaria. Las autoridades centrales
entraron de pronto en acción y lanzaron una política restrictiva a gran escala que, en esencia, congeló
el crédito que concedían los bancos estatales. Las dependencias gubernamentales acrecentaron los
controles administrativos a las importaciones y al crédito, recortaron el gasto estatal, elevaron las
tasas de interés y devaluaron la moneda un 21%. La economía se enfrió casi de inmediato y hacia
1990, la inflación bajó al 2%.15

Pero al mismo tiempo, el programa de “rectificación” desencadenó una serie de graves


acontecimientos políticos. Al contener la economía, los líderes provocaron el distanciamiento de
algunos de sus partidarios más importantes: los granjeros recibieron pagarés en lugar de efectivo por
sus productos; empresas prósperas perdieron acceso a crédito; y los trabajadores de las zonas urbanas
padecieron el desplome de su estándar de vida. La insatisfacción hizo erupción durante la primavera
de 1989, en la plaza histórica de Tiananmen, en Pekín. Después del fallecimiento del Secretario
General Hu Yaobang, de orientación reformista, la clase estudiantil se movilizó para expresar su
apoyo a los líderes reformistas del Partido. Cientos de miles de estudiantes se manifestaron
pacíficamente en aquella plaza, durante casi todo un mes, mientras los jerarcas chinos deliberaban en
privado cuál sería la mejor respuesta a los hechos. A fin de cuentas se impuso la vieja guardia. En las
primeras horas del 4 de junio, un convoy de 50 tanques se abrió paso entre la multitud que atestaba
las calles aledañas a la Plaza de Tiananmen, y 10.000 soldados enfilaron desde la Ciudad Prohibida
(Forbidden City), abatiendo a balazos a cualquier manifestante que encontraran. Al anochecer habían
perdido la vida cientos, tal vez más de un millar, de personas (la cifra exacta sigue sin conocerse). El
Partido Comunista había enviado la señal inequívoca de que no tenía intenciones de soltar las riendas
del poder.

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708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

La reforma en la década de los años 90


La década de 1990 marcó el cambio que consolidó las reformas en China y fijó resueltamente el
curso hacia una economía capitalista de mercado, si bien todavía con rasgos socialistas. El esfuerzo
inició en terreno inestable, como consecuencia de lo sucedido en Tiananmen: China regresó
brevemente al aislamiento y la comunidad internacional condenó al PCCh por haber usado las armas
contra sus ciudadanos. Si bien las reformas jamás se detuvieron, hubo un momento en que el impulso
pudo haberse modificado, ya que algunos líderes cuestionaron la sensatez de seguir hacia delante.
Con todo, la reforma se puso de nuevo en marcha después de que Deng Xiaoping recorrió el sur del
país, en 1992, y dio su bendición a las bolsas de valores que recién habían comenzado a operar en
Shangai y en Shenzén.

El régimen se afanó durante la década entera por actualizar las instituciones: modernizó o
suprimió órganos de regulación y políticas heredadas de la era maoísta, y creó instituciones nuevas
para una economía orientada más y más hacia el mercado. El gobierno central llenó sus arcas
recuperando el control de los enormes fondos que las autoridades locales se habían retenido en la
década de los años 80. Utilizó herramientas monetarias a fin de meter en cintura a las asociaciones de
crédito semi oficiales e informales que habían surgido en las primeras fases de la reforma y se
dispuso a abordar el problema de la privatización, para lo cual empezó con las empresas municipales
y después, procediendo más despacio y con mayor cautela, siguió adelante con las paraestatales. En
2001, Jiang Zemin, el sucesor de Deng, incluso comenzó a reparar la deficiencia ideológica que no
había dejado de perturbar a la nación: ante la consternación de sus colegas más conservadores,
declaró que se debería permitir unirse al PCCh a los nuevos capitalistas de China.

Un detalle muy importante de la estrategia gubernamental fue instituir un nuevo sistema para el
cobro nacional de impuestos, que permitiría al centro aumentar sus ingresos y acrecentar su control
sobre las autoridades provinciales. El gobierno introdujo en 1994 un “sistema fiscal dividido” (fenshui
zhi), que dio una nueva nomenclatura a todas las categorías de impuestos, como: centrales, locales, y
compartidos (que implicó la división de los ingresos entre el centro y las provincias). Esta
clasificación eliminó efectivamente la categoría de los ingresos extra presupuestales e incrementó
rápidamente los impuestos del centro. A fin de garantizar que los impuestos se cobraran
apropiadamente, el gobierno organizó una entidad nacional de cobro, que funcionó a la par que la
entidad fiscal ya existente, a la cual se le encargó cobrar impuestos locales. En la misma época, el
gobierno también comenzó a ajustar los tipos de cambio duales, un esquema burdo que desde 1986
autorizaba a que las empresas extranjeras negociaran sus recibos en divisas a una tasa “de mercado”,
pero exigiendo a las compañías domésticas que convirtieran sus utilidades en el extranjero a la tasa
(casi siempre más alta) fijada por el banco central. Dado que la brecha entre las tasas “oficial” y “de
mercado” seguía aumentando, en 1994 el gobierno unificó ambas en una tasa de cambio única, en la
que preponderó la tasa del mercado. La moneda se devaluó en efecto, de 5,75 yuanes por dólar (la
antigua tasa “oficial”) a 8,7 yuanes (la tasa “de mercado”). Varios meses después, la tasa de cambio se
estabilizó oficialmente en 8,28.

Durante este periodo, China también aceleró el proceso de la privatización. Se subastaron muchas
empresas municipales, a menudo entre sus antiguos gerentes, o bien, los gobiernos locales siguieron
como accionistas. Después el gobierno se enfocó en las paraestatales pequeñas y medianas, aplicando
la política: “conservar lo grande, deshacerse de lo pequeño”. En la mayoría de los casos, la utilidad de
estas ventas se dejó en manos de las localidades que antes controlaban las empresas.

A diferencia de Rusia y otros países del este de Europa, la reestructuración de China en la década
de los años 90 fue gradual, lo mismo en relación al desempleo que en cuanto a la forma de la
propiedad. En lugar de seguir un procedimiento tipo “big bang”, o sea: vender activos y crear grupos

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China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

con intereses inmediatos mediante una privatización desde dentro, China aplicó sistemas más
conservadores para los dueños de acciones. En la década de los años 90, tan sólo un pequeño
porcentaje de compañías se transformaron en entidades totalmente privadas, y el Estado siguió
siendo el accionista mayoritario en las compañías más grandes y más importantes. En algunos casos,
empresas sólidas pasaron a formar parte de grupos corporativos con entidades débiles; en otros, se
separó a secciones secundarias de antiguas paraestatales para integrar entidades autosuficientes,
creando así nuevas compañías “privadas” a fin de que compitieran en el mercado de China, que no
dejaba de crecer.

La ola siguiente
En 2003, el liderazgo político se transfirió sin mayor problema de Jiang Zemin a Hu Jintao, lo cual
dejó en manos del Partido Comunista el control prácticamente absoluto de los asuntos de China. El
país desempeñaba un papel internacional cada vez más importante. En 2001 se incorporó a la
Organización Mundial del Comercio y comenzó así a formar parte de la liga de los principales países
comerciantes; hacia 2004 ya era el tercer exportador mundial, aventajado sólo por Estados Unidos y
Alemania.16 Asimismo, China comenzó a ser una fuerza diplomática de importancia en el Pacífico y
más allá de la región, y en septiembre de 2005 fungió como intermediario en las negociaciones que se
llevaron a cabo entre seis países, gracias a las cuales, Corea del Norte accedió a poner fin a su
programa nuclear.17

En lo económico y en lo político, no obstante, China seguía siendo en gran medida un país en vías
de desarrollo. El sector bancario permanecía ligado indisolublemente al Estado; las paraestatales
continuaban generando una porción significativa de la producción industrial; y los mercados de
capital eran pequeños en grado sumo. El sistema bancario, propiedad del Estado, seguía sin reformar
en gran parte y se hallaba bajo la presión de un torrente de deudas incobrables. En 2004, los cuatro
bancos en manos del Estado, registraron juntos más de 1,7 billones de RMB en créditos sin cumplir,
suma equivalente a cerca del 13% del PIB de ese año.18 A menos de que se cancelara estos préstamos o
se los corrigiera de alguna manera, China seguiría sin contar con un sector bancario eficiente y vital,
sin posibilidad de pasar a la fase siguiente de la reforma: la liberalización financiera.

Pero algunos obstáculos que se interponían a la reforma revelaron la existencia de diferencias


políticas más profundas y delicadas. Muchos de los préstamos sin cumplir, por ejemplo, procedían
del crédito excesivo que los bancos extendieron a las paraestatales, las que en conjunto ocupaban a
más de 75 millones de ciudadanos. Si sencillamente se cubrieran dichos préstamos, muchas
paraestatales desaparecerían y millones de chinos quedarían súbitamente sin empleo. Algo así era
sencillamente inaceptable para los líderes políticos, comprometidos como estaban a preservar la
estabilidad social y económica del país.

De igual manera, en 2005, China se enfrentó a la creciente presión de Estados Unidos en relación a
su tipo de cambio, que desde 1994 se había fijado a 8,28 yuanes por dólar.19 Funcionarios
estadounidenses sostuvieron que el yuan estaba claramente subvaluado, cosa que permitía a China
acumular superávit en la cuenta corriente y acrecentar continuamente las reservas en divisas. Los
funcionarios chinos mostraron escaso interés en revaluar su moneda, toda vez que un yuan más caro
complicaría la situación de los exportadores domésticos y aumentaría la presión a la baja sobre el
desempleo.

La evidencia cada vez más clara de que el crecimiento ya no se distribuía de manera uniforme en
el país, provocó que la apreciación anterior cobrara mayor seriedad. Ya en 2005 el coeficiente Gini de
China llegó a 0,4, un nivel sin precedentes en el país y que contradijo agudamente la ideología de los
líderes, todavía socialista. El crecimiento explosivo de China se distribuyó con relativa amplitud

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708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

durante casi treinta años: aunque los ricos se habían enriquecido aún más, también los pobres. Pero
en 2005 el Banco Mundial informó por primera vez, que el ingreso de algunos de los segmentos más
pobres del pueblo chino había decaído en términos tanto absolutos como relativos.20 La noticia resultó
alarmante para los líderes. Después de todo, desde los tiempos de Mao la ideología de la nación había
estado profundamente comprometida con la equidad, y su estrategia dependía de ganarse el apoyo
de los campesinos, es decir: de la misma gente que al parecer ahora iba perdiendo debido a las
reformas. Si el campesinado se distanciaba de la causa reformista, la legitimidad de los líderes
quedaría en entredicho. Y si el descontento daba lugar a disturbios, ello podría amenazar la
mercancía más apreciada por China: su estabilidad.

Por eso, al acercarse el invierno de 2005, los líderes del país tuvieron que encarar un conjunto de
asuntos delicados. A fin de mantener el crecimiento a tasas del 8% anual, consideraron que tenían
que poner en marcha la fase siguiente de las reformas: liberalizar el sector financiero y permitir que
surgiera un verdadero mercado de capital. Pero al mismo tiempo tenían que asegurarse de que la
liberalización del sector financiero no desencadenara otra serie de efectos perjudiciales. Se oponían,
por ejemplo, a que las paraestatales fueran eliminadas a gran escala, y también a que aumentara
significativamente la tasa del desempleo. Tampoco querían que la desigualdad se agravara aún más,
y atendiendo críticas del exterior más y más frecuentes, se mostraban cada vez más preocupados por
las consecuencias nocivas del crecimiento en el medio ambiente.21 Según la Organización Mundial de
la Salud, por ejemplo, 80% de los ríos del país estaban tan contaminados que los peces ya no podían
vivir en ellos, y las mujeres de ciertas áreas industriales mostraban las tasas de cáncer pulmonar más
elevadas que alguna vez se hubieran registrado. A consecuencia de la industrialización, la
deforestación fue del 0,7% anual en promedio durante la década de los años 80, y desde 1949 el país
había perdido una quinta parte de sus tierras cultivables.22 Además, el PCCh se afanaba por erradicar
la corrupción, desenfrenada en todos sentidos, y en grado no menor entre los miembros del partido.
En 2005, el PCCh lanzó una campaña de educación moral que prometió “preservar la naturaleza
avanzada” de sus miembros, e hizo planes para que 44 millones de éstos tomaran el programa ese
mismo año.23

Por último, aunque en 2005 China era una sociedad considerablemente más abierta de lo que fue
hace veinte o hasta diez años, en forma alguna era una democracia.24 El Ejército de la Liberación del
Pueblo (PLA, las iniciales en inglés) disponía de 2,3 millones de elementos activos y era así la mayor
fuerza militar del mundo. Desde la década de los años 90 había aumentado ávidamente su capacidad
para ganar guerras de corto plazo y alta intensidad en el territorio del país y a lo largo de las
fronteras marítimas. Dentro de China también desempeñaba un papel enorme, pues manejaba no
sólo empresas de la industria militar, sino también empresas civiles, entre ellas, minas y plantas
farmacéuticas.25 Más grave aún, grupos específicos de la sociedad china, como el Falungong, seguían
siendo reprimidos frecuentemente, y en ocasiones con violencia. No había elecciones nacionales, y las
libertades políticas y civiles al estilo occidental eran insignificantes en gran medida. Los líderes de
China estaban empeñados en conservar el sello peculiar de su control político y la estrategia
enormemente exitosa de la reforma económica gradual. Pero esta combinación, que había funcionado
tan bien en el pasado, ¿podría funcionar igual en el futuro? ¿O acaso una economía más abierta
exigiría también un sistema político más abierto?

La reforma de los bancos


Desde que China empezó a reformarse, sus bancos fueron una especie de reliquia. Dado que en
ninguna parte del sistema se habían tomado medidas de liberalización, los bancos conservaban casi
todos los rasgos del planeamiento central, y uno de ellos, el Banco del Pueblo de China (PBOC, las
iniciales en inglés), llevaba a cabo la gama completa de las funciones monetarias y financieras. No
existían bancos privados, ni agencias calificadoras de crédito, sino sólo una red débil de uniones de

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China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

crédito autónomas. En vez, el Banco del Pueblo presidía una red colosal de sucursales regionales y
oficinas bancarias locales. Los cuatro bancos principales en manos del Estado (Bank of China, China
Construction Bank, Industrial and Commercial Bank of China, Agricultural Bank of China) operaban
en forma independiente, pero cada uno se concentraba en un segmento especial de crédito y, en
última instancia, rendía cuentas al Banco del Pueblo. Cada municipio contaba con su propia
cooperativa de ahorro y crédito, que concedía préstamos a los granjeros y a las empresas municipales
de la localidad.

El sistema funcionó relativamente bien durante los primeros años de reformas. Los bancos
suministraron el crédito necesario a las nuevas empresas que iban apareciendo, aportaron flujos
continuos de efectivo a las paraestatales en problemas, y se hacían los disimulados cuando los
préstamos se volvían incobrables. Entretanto, el Banco del Pueblo colaboró con el Ministerio de
Finanzas para administrar la macroeconomía con bastante precaución. El acceso a divisas se
restringió severamente, y el yuan estaba estrechamente ligado al dólar estadounidense.

Pero a la larga aparecieron grietas en el sistema. La más evidente fue el costo, siempre en
aumento, de los créditos sin cumplir, la consecuencia de más de una década de préstamos fáciles a las
paraestatales. Aunado a ello y en cierta forma incluso más alarmante para los líderes, los bancos
provinciales antes subordinados al Banco del Pueblo habían aumentado sus propios cotos de poder,
vendiendo conexiones locales para prestar miles de millones de yuanes que pronto se convirtieron en
deudas incobrables. Pero lo más grave de la situación era la ausencia de cualquier alternativa: sin un
sector financiero liberalizado y con problemas muy arraigados en los bancos locales, la única forma
en la que China podría financiar su crecimiento, era mediante el sector bancario propiedad del
Estado.

Por eso, a principios de la década de los años 90, el Estado comenzó a reformar lentamente los
bancos. No es sorprendente que los primeros pasos hayan sido graduales. Bajo el asesoramiento del
Banco Mundial y de las principales firmas globales de inversión, el Banco del Pueblo comenzó
experimentando con instrumentos monetarios, tales como operaciones en el mercado abierto y
controles a las tasas de interés. Eliminó todas las cuotas al crédito bancario y reestructuró sus propios
sistemas de administración interna. Enseguida se concentró en los bancos provinciales,
reemplazándolos (por lo menos formalmente) con una nueva estructura, integrada por nueve
“oficinas regionales mayores”. Se dotó a las oficinas de personal bancario enviado desde Pekín:
gerentes que recibieron capacitación en la nueva forma de pensar del Banco del Pueblo y que carecían
de nexos personales con las provincias. El Banco del Pueblo mismo se salió del mercado de préstamos
directos, y la responsabilidad de supervisar se confirió a un nuevo organismo, la Comisión
Reguladora de la Banca China (CBRC, las iniciales en inglés).

Estas reformas recentralizaron el poder del Banco del Pueblo y lo acercaron al mercado sólo
parcialmente. Además, apenas si hicieron mella en la acumulación de préstamos sin cumplir (NPLs,
las iniciales en inglés), que hacia 1999 totalizaron entre 1,65 y 1,8 billones de RMB.26 Estando a ese
nivel, representaban una amenaza considerable tanto a la estabilidad del sector bancario chino como
a su credibilidad exterior con otras entidades financieras. Por eso, el gobierno tomó en 1999 medidas
extraordinarias. En primer lugar, tomó prestados 1,4 billones de RMB del Banco del Pueblo y de los
bancos comerciales del Estado, y utilizó el capital para comprar un monto equivalente de préstamos
sin cumplir de los principales bancos estatales. Después, en 2004, el Banco del Pueblo sacó 60 mil
millones de dólares de las reservas en divisas de la nación y las inyectó, a través de una nueva
institución llamada China SAFE (Huijin), directamente a los mismos bancos. Esta última porción de
dinero se utilizó para cancelar el monto correspondiente de préstamos sin cumplir calificados con el
grado más bajo, así como para transformar (idealmente) los bancos en compañías de cotización
pública, listas para la inversión extranjera.

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708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Al mismo tiempo, el gobierno fundó cuatro nuevas compañías para administrar activos (AMCs,
las iniciales en inglés), como sociedades anónimas en las que el gobierno retuvo el 100% de las
acciones. Estas compañías recibieron los 1,4 billones de RMB que valían los préstamos sin cumplir,
recientemente adquiridos, y se les encargó la tarea formidable de reestructurar o deshacerse de la
deuda que quedara, creando con ello los mecanismos de un mercado moderno de capital.

Hacia 2005, los funcionarios chinos informaron que las compañías administradoras de activos
estaban haciendo bien su trabajo. Se habían deshecho entre 60% y 70% de los préstamos sin cumplir
que recibieron en 1999, y habían reestructurado gran parte del resto.27 En muchos casos, las
administradoras tomaron el control de los activos que se encontraban detrás de los préstamos sin
cumplir, fuera vendiéndolos en efectivo o convirtiéndolos en empresas más redituables.28 A
consecuencia de estas medidas, aunadas a un mayor control regulatorio y a una revisión más estricta
de préstamos nuevos, las utilidades de operación de los principales bancos comenzaron a
recuperarse: en 2004, el Bank of China y el China Construction Bank aumentaron sus utilidades en
15%, y disminuyeron la proporción de sus préstamos sin cumplir a 5% y 3,9%, respectivamente.29 La
mayoría de estos préstamos fueron el resultado de créditos más recientes, concedidos entre 1999 y
2004.

No obstante, el mercado que China iba construyendo no se parecía aún a los bancos occidentales.
Aunque una de las metas de la reforma bancaria era vender acciones de los bancos saneados a
inversionistas estratégicos, en especial extranjeros, fueron mínimos los pasos en esa dirección. Las
administradoras de activos todavía pertenecían totalmente al gobierno, y la participación de
extranjeros en el sector era mínima, aunque iba en aumento.30 Las cooperativas rurales seguían muy
endeudadas y muchas paraestatales no mostraban señales de siquiera acercarse hacia el mercado,
cuanto menos de saltar al mismo. Aun así, los funcionarios chinos aseguraron que la reforma lenta
pero segura era la única vía. “La clave está en mantener el equilibrio adecuado”, afirmó un
funcionario de la Comisión Reguladora.31

Revaluación del yuan


El segundo tema de la liberalización financiera se refería al yuan, que seguía ligado
obstinadamente el dólar estadounidense. Desde 2003, el gobierno de Estados Unidos se había quejado
con frecuencia de esta paridad, argumentando que la moneda china estaba subvaluada entre un 30%
y 35%, y que tal subvaluación permitía a China acrecentar el superávit de la cuenta corriente con
Estados Unidos.32 Asimismo, los funcionarios estadounidenses sostuvieron que el ingreso de China a
la Organización Mundial del Comercio, en 2001, significaba que la nación ya no podría utilizar su
moneda como una herramienta de política comercial; y, al cabo del tiempo, tendría que modificar la
paridad y permitir que el yuan flotara, igual que todos los otros países comerciales importantes.

China, no obstante, manifestó escaso interés en aceptar esta lógica. Los funcionarios chinos
sostuvieron que el yuan fijo poseía importancia crucial para la estabilidad y el crecimiento
económicos del país, y que daba a las compañías domésticas una de sus pocas ventajas
internacionales. O según explicó el Primer Ministro, Wen Jiabao, China se desplazaría hacia un
régimen cambiario de flotación en base a “los principios de la iniciativa independiente, la capacidad
de control, y el progreso gradual, a fin de determinar en forma independiente la modalidad, el
contenido, y los tiempos de la reforma de acuerdo con las necesidades de China para reformarse y
desarrollarse”.33 Asimismo, los funcionarios destacaron que Estados Unidos realmente no estaba en
condiciones de plantear tales exigencias a China, ya que desde 2004, China tenía en su haber bonos
del tesoro de Estados Unidos con valor de 174,4 mil millones de dólares y un total de 609,9 mil
millones de dólares en reservas en divisas.34 Por ello, a Estados Unidos no le convenía en absoluto un
pleito a causa de la moneda.

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China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

Aun así, en el verano de 2005 los chinos hicieron una leve concesión: dejaron flotar el yuan
brevemente y luego lo volvieron a fijar en 8,11 por dólar, un incremento pequeño, aunque notable,
del 2,1%35 Los funcionarios chinos declararon que la medida había sido un experimento eficaz, de
nueva cuenta, un paso en su avance lento pero seguro hacia la liberalización financiera. Pero la
administración de Bush fue más perspicaz: “A estas alturas ya se conoce muy bien nuestro punto de
vista al respecto”, comentó John Snow, Secretario del Tesoro, durante una visita a Pekín en octubre
de 2005. “China y la economía global se beneficiarán con mayor flexibilidad cambiaria”.36

Medidas contra la desigualdad


El régimen cambiario no preocupaba gran cosa a los líderes de China; sí, en cambio, y mucho, el
problema creciente de la desigualdad en 2005, y también el grado al cual las ventajas del desarrollo
ya no se distribuían equitativamente.

Cuando empezó la reforma, en la década de los 70, el coeficiente Gini de China se ubicaba por lo
general entre 0,21 y 0,24.37 En ese entonces el país era muy pobre (el consumo privado fue de sólo 70
dólares en 1970), pero relativamente igualitario asimismo. Tal equidad fue en parte una consecuencia
natural, en gran medida el resultado de la actividad agrícola a pequeña escala bajo condiciones
difíciles. Sin embargo, en gran parte reflejó la ideología predominante del maoísmo, que predicaba la
igualdad por encima de todo lo demás, y fue impuesta por un régimen que ponía en práctica sus
discursos, a menudo duramente.

Pero hacia 2005, tres décadas de crecimiento explosivo socavaron la equidad que alguna vez
imperó. El coeficiente Gini osciló entre 0,4 y 0,5, y pequeños segmentos de los pobres que vivían en el
campo, sufrieron una baja real en su ingreso por vez primera en treinta años.38

Es posible que en otro contexto estas diferencias no hubieran sido extraordinarias o alarmantes.
De hecho, se sabe bien que la diferencia creciente en el ingreso suele acompañar al desarrollo
económico, cosa que efectivamente ocurrió cuando países como Corea y Taiwan fueron
desarrollándose. En China, sin embargo, la permanencia del comunismo hizo bastante difícil explicar
tal desigualdad. Y es que, después de todo, el Partido Comunista seguía gobernando a China y seguía
empeñado (teóricamente por lo menos), en la creación de un estado socialista que, en palabras del
Presidente Hu Jintao, “combina los principios del marxismo con las prácticas específicas de nuestro
país y las características de estos tiempos”.39 Por otro lado, la estructura política del comunismo chino
dificultaba el subsanar las diferencias, pues si bien el poder todavía se desplazaba sin trabas desde el
centro, su contenido real a menudo cambiaba radicalmente al llegar a los pobres del campo.

Durante la celebración del año nuevo 2004, el Presidente Hu y el Primer Ministro Wen Jiabao
tuvieron mucho cuidado de que se los exhibiera comiendo con algunos campesinos. Luego
anunciaron la supresión de los impuestos agrarios y de todos los recargos que pagaba el
campesinado. En teoría, ello debió permitir que se redistribuyera el ingreso, desviándolo de los ricos
y de las regiones industrializadas del país, y conduciéndolo hacia las regiones pobres del interior.
Pero en la práctica el efecto fue considerablemente ineficaz: las comunidades rurales perdieron su
mayor fuente de ganancias y, careciendo de efectivo, recortaron los servicios que prestaban
tradicionalmente a su clientela. El gobierno trató de moderar este desequilibrio mediante la
transferencia de pagos, lo cual también resultó infructuoso, ya que los funcionarios locales pudieron
fácilmente reencauzarlos a sus propios fines.40

Por eso, hacia 2005 las autoridades del centro, en Pekín, se resolvieron a atacar el problema de la
desigualdad mediante herramientas más potentes. Su plan consistió en repartir una subvención, que
garantizaría un estándar de vida básico, entre los ciudadanos de bajos ingresos de las ciudades, y
crear un seguro de desempleo para cierto tipo de empleados. Asimismo, se propusieron instituir

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708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

programas de atención médica y pensiones, así como revitalizar el caduco sistema de seguridad
social del país.41

Sin embargo, todavía estaba por verse qué tan bien funcionarían estas políticas. El Partido
Comunista no estaba dispuesto a bajar el ritmo del crecimiento para contener la desigualdad, ni a
dejar el equilibrio sólo a merced de las fuerzas del mercado. Aunque tenía que recurrir a los
funcionarios locales para aplicar sus políticas, se rehusaba a cederles demasiado poder, no fuera a ser
que comenzaran a estropear la cuidadosa estrategia de reformas controladas y verticalistas, diseñada
por Pekín. Asimismo, los estrategas chinos se rehusaron a suprimir el hukou, el censurado sistema que
dicta donde pueden residir legalmente los trabajadores. La movilidad de la mano de obra no se
comprometía seriamente, pero muchos emigrantes ilegales no tenían derecho a servicio social alguno,
a causa de haber emigrado.

Era de esperarse el agravamiento de tales tensiones, en la forma de levantamientos esporádicos


que tuvieron lugar en toda China al comenzar el siglo XXI. Solo en 2004 se registraron 74.000
incidentes.42 Especialmente fuertes las protestas por la confiscación ilegal de tierras, en 2005, entre las
que se contaron las manifestaciones violentas en la provincia de Hebei (en China central) y en
Guangdong (en las afueras de Hong Kong).43 En sí mismo, cada uno de estos incidentes no revistió
mucha importancia. Pero en conjunto indicaron que el descontento popular iba en aumento,
planteando así una amenaza (ciertamente aún lejana), a la estabilidad política de China.

Los líderes estaban muy conscientes de ello, y totalmente decididos a evitarlo recurriendo a
cualquier medio posible. De nueva cuenta, estos medios no eran del todo claros. Si China de veras
quería combatir la desigualdad, tendría que articular un programa enorme de redistribución, lo cual
implicaba construir una infraestructura administrativa y, muy probablemente, disminuir el ritmo del
crecimiento. Pero si, en cambio, deseaba seguir impulsando el crecimiento, tendría que continuar
moviéndose hacia el mercado y aceptar la desigualdad que tal desplazamiento podría perpetuar. En
el pasado, China equilibró estas presiones mediante una estrategia excepcionalmente cuidadosa de
reformas controladas, encabezadas y monitorizadas por la autoridad indisputable del Partido
Comunista Chino. ¿Podría sobrevivir tal estrategia a la fase final de la reforma de mercado? O, a fin
de cuentas, ¿iba a necesitar China la democracia para hacer funcionar su mercado?

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China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

Anexo 1 Mapa de China

Fuente: Biblioteca Perry-Castañeda, Universidad de Texas.

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708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Anexo 2 El lugar de China entre los países en vías de desarrollo

Inversión como % Comercio como % Deuda externa como


del PIB del PIB % del PIB
1985 1985 2005b 1985 1995 2005b 1985 1995 2005b
Argentina 17 18 21 9 10 23 57 38 78
Brasil 19 21 20 10 9 14 46 23 28
Chile 17 25 23 27 28 37 124 31 41
China 30 35 44 11 20 39 6 17 13
Colombia 18 23 20 13 18 22 41 27 27
Egipto 28 16 16 23 26 29 151 53 37
India 21 24 25 7 12 18 18 27 16
Indonesia 20 26 21 20 25 32 38 56 52
Corea 29 37 31 32 29 42 57 18 19
Malasia 30 44 21 52 96 115 65 39 40
México NA 16 21 NA 29 32 50 58 19
Nigeria 10 16 24 14 43 50 23 142 39
b
Pakistán 19 19b 15 14 15 18 36 41 36
Filipinas 18 22 16 23 40 48 87 53 69
Taiwan 19 25 22 47 47 60 13 10 23
Tailandia 27 41 31 25 45 72 45 60 29
Turquía NA 24 19 NA 22 30 NA 44 46
Venezuela 18 17 20 21 24 30 59 46 30
Fuente: Compilación a partir de: Economist Intelligence Unit Country Data, http://www.eiu.com, enero de 2006.
a
Promedio de las exportaciones e importaciones.
b
Estimación.

Anexo 3 Principales indicadores macroeconómicos, 1980–2004

1980 1985 1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004


Tasa de inflación (%) NA NA 3,1 17,1 0,3 0,7 -0,8 1,2 3,9
Tasa de interés en préstamos (%) 5,0 7,9 9,4 12,1 5,8 5,8 5,3 5,3 5,6
Tasa de interés en depósitos (%) 5,4 7,2 8,6 11,0 2,3 2,3 2,0 2,0 2,3
Masa monetaria (M1, mm de RMB) 114,9 301,7 701,0 2.308,3 5.454,1 6.168,9 7.266,5 8.644,9 9.930,6
Tasa de ahorro nacional (% del PIB) 32,4 35,9 39,0 40,8 37,6 37,8 39,1 41,9 44,5
Tasa de desempleo (%) 4,9 1,8 2,5 2,9 3,1 3,6 4,0 4,3 4,2

Fuente: Economist Intelligence Unit Country Data, http://www.eiu.com, consultado en febrero de 2006; Banco Mundial,
indicadores del desarrollo mundial; Asian Development Bank, Key Indicators 2005.

18
China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

Anexo 4A Cuentas del ingreso nacional de China: producto interno bruto, 1980–2004 (en miles de
millones de RMB, a precios constantes de 1990)

1980 1984 1988 1992 1996 2000 2001 2002 2003 2004
Consumo del
93,6 143,6 199,6 305,2 395,3 583,5 645,0 690,2 728,4 773.6
gobierno
Consumo privado a 412,9 605,4 861,2 1.220,6 1.843,3 2.499,0 2.569,2 2.665,6 2.654,7 2,899.2
Inversión
281,7 391,9 666,6 787,2 1.416,9 1.764,3 2.009,8 2.277,2 2.735,6 3,107.7
doméstica bruta
Exportaciones 106,3 158,7 233,7 408,9 614,6 1.216,6 1.333,7 1.726,0 2.188,2 2,748.2
Importaciones 131,3 180,5 244,6 408,9 690,0 1.206,6 1.336,6 1.704,5 2.126,6 2,761.3
PIB 763,2 1.119,1 1.716,5 2.313,0 6.580,1 4.856,8 5.221,1 5.654,4 6.180,3 6,767.4
PIB (en mmdd de 188,2 256,1 307,2 418,2 816,5 1.080,7 1.175,7 1.270,7 1.416,6 1,649.3
2006)
Fuente: Banco Mundial, base de datos con los indicadores del desarrollo mundial, enero de 2006; Economist Intelligence Unit
Country Data, http://www.eiu.com, enero de 2006.
a
En 2000 el Banco Mundial cambió su método de reportar el consumo privado, a fin de explicar diferencias estadísticas en el
uso de recursos relativos al suministro de recursos. Para conservar la congruencia, se estimaron las cifras del consumo privado
entre 1980–1996 y 2004.

Anexo 4B Cuentas del ingreso nacional de China: producto interno bruto, 1980–2004 (en miles de
millones de RMB, a precios corrientes)

1980 1984 1988 1992 1996 2000 2001 2002 2003 2004
Consumo del
65,9 102,0 172,7 349,2 785,2 1.170,5 1.302,9 1,391,7 1.480,8 1,644.5
gobierno
Consumo privado a 231,7 367,5 763,3 1.246,0 3.215,2 4.28,.6 4.589,8 4.888,2 5.268,6 5,899.5
Inversión
131,8 212,6 462,4 83,.7 2.333,6 3.262,4 3.681.3 4.191,8 5.130,4 6,235.1
doméstica bruta
Exportaciones 27,1 58,1 176,7 467,6 1.257,6 2.063,4 2.202,4 2.694,8 3.628,8 4,910.3
Importaciones 29,9 62,1 205,5 444,3 1.155,7 1.863,9 2.015,9 2.443,0 3.41,.6 4,643.6
PIB 426,6 678,1 1.369,6 2.450,2 6.435,9 8.922,0 9.760,5 10.723,5 12.089,0 14,045.8
Fuente: China Statistical Yearbook, 2005; China External Economic Statistical Yearbook, 2004.

La columna del 2004 no se ve por las correcciones pero debe llevar éstas.

19
708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Anexo 5 Riqueza, tamaño y crecimiento comparativos de mercados regionales selectos de China,


2004

Ingreso per cápita Promedio del


Población
anual de los hogares crecimiento anual
(en millones)
(en U.S. $ ) del PNB (2000-04)
Ciudad de Shangai 2.234,50 11,5% 13,5
Ciudad de Pekín 2.067,21 12,8% 11,6
Provincia de Zheijiang 1.918,07 14,4% 45,7
Provincia de Guangdong 1.805,96 11,9% 77,6
Ciudad de Tianjin 1.483,06 13,5% 9,4
Provincia de Liaoning 1.051,50 9,1% 41,1
Provincia de Guizhou 908,06 11,1% 39,0

Fuente: China Statistical Yearbook, 2005.

Anexo 6 Empleo por sector, 1978–2004 (como porcentaje del total)

1978 1980 1985 1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004
Empleo total (en millones) 401,5 423,6 498,7 647,5 680,7 720,9 730,3 737,4 744,3 752.0
Agricultura 70,5% 68,7% 62,4% 60,1% 52,2% 5,.0% 50,5% 50,5% 49.1% 46,9%
Industria 17,3% 18,2% 20,8% 21,4% 23,0% 22,5% 22,3% 21,4% 21,6% 22,5%
Servicios 12,2% 13,1% 16,8% 18,5% 24,8% 27,5% 27,7% 28,6% 29,3% 3,.6%

Fuente: China Statistical Yearbook, varios años.

Anexo 7 Valor agregado por sector, 1978–2004 (como porcentaje del PIB

1978 1980 1985 1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004
Agricultura 28,1 30,1 28,4 27,0 20,5 16,4 15,8 15,4 14,6 14,6
Industria 48,2 48,5 43,1 41,6 48,8 50,2 50,1 51,1 52,3 50,8
Servicios 23,7 21,4 28,5 31,3 30,7 33,4 34,1 33,5 33,1 34,5

Fuente: China Statistical Yearbook, 2005.

20
China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

Anexo 8 Estructura del gasto gubernamental en China, 1980–2004 (como porcentaje del gasto total del
gobierno)

1980 1985 1990 1995 1999 2000 2001 2002 2003 2004
Administración gubernamental
6,1 8,5 13,4 14,6 15,3 17,4 18,6 18,6 19,0 19,4
Defensa nacional
15,8 9,6 9,4 9,3 8,2 7,6 7,6 7,7 7,7 7,7
Cultura, educación, salubridad
pública 16,2 20,4 23,9 25,7 27,6 27,6 27,6 26,9 26,2 26,3

Construcción económica
58,2 56,3 44,4 41,9 38,4 36,2 34,2 30,3 28,0 2,.8
Otros
3,7 5,3 8,9 8,5 10,5 11,2 12,0 16,5 18,9 1,.7
Fuente: China Statistical Yearbook, 2005
Nota: Debido al redondeo, es posible que las cifras no sumen entre sí.

Anexo 9 Operaciones de presupuesto del gobierno central, 1990–2004 (en miles de millones de RMB)

1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004


Ingresos totales 293,7 624,2 1.339,5 1.638,6 1.890,4 2.171,5 2,635,6
Impuestos 282,2 603,8 1.258,2 1.530,1 1.763,7 2.001,7 2.414.2
No impuestos 11,5 20,4 8,.4 108,5 126,7 169,8 221,4
Gastos totales y préstamos netos 345,3 NA 1.616,6 1.914,3 2.227,2 2.483,3 2,836,1
Corriente 272,7 512,0 1.253,4 1.498,1 1.762,6 2.015,1 NA
Capital 72,6 NA 363,2 416,2 464,6 468,2 NA
Superávit/déficit general -51,6 NA -277,1 -275,7 -336,8 -311,8 -200,5
Financiamiento
Doméstico 9,4 151,1 415,4 448,4 556,0 602,9 671,9
Extranjero 17,8 3,9 2,3 12,1 -9,5 12,1 14,5
Uso de balances de efectivo 24,4 NA -140,6 -184,7 -219,7 -303,2 -486,0
Como porcentaje del PNB
Ingreso 15,8 10,7 15,0 16,8 18,0 18,5 19,3
Gasto 18,6 NA 18,1 19,7 21,2 21,2 20,8
Superávit/déficit general -2,8 NA -3,1 -2,8 -3,1 -2,7 -1,5
Fuente: Reproducido con permiso del Asian Development Bank a partir de su sitio web,
www.adb.org/Documents/Books/Key_Indicators/2005/pdf/PRC.pdf. Mayor información acerca del desarrollo de Asia y el
Pacífico puede encontrarse en: www.adb.org.

21
708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Anexo 10 Ingresos fiscales del gobierno central, 1978–2004 (en miles de millones de yuanes)

1978 1980 1985 1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004
Impuesto al valor agregado -- -- 14,8 40,0 260,2 455,3 535,7 617,8 723,7 90,.8
Impuesto a las empresas -- -- 21,1 51,6 86,6 186,9 206,4 245,0 284,4 358,2
Impuesto al consumo -- -- -- -- 54,1 85,8 93,0 104,6 118,2 150,2
Aranceles 2,9 3,4 20,5 15,9 29,.2 75,0 84,0 70,4 92,3 104,4
Impuestos agrícolas y
2,8 2,8 4,2 8,8 27,8 46,5 48,1 71,8 87,2 9,.2
relacionados a la agricultura
Impuesto a los ingresos de las
-- -- 69,6 71,6 87,8 100,0 263,1 308,3 292,0 395,7
empresas
Otros 46,2 50,9 73,9 94,3 58,1 308,7 299,8 345,7 403,9 416,1
Total de impuestos 51,9 57,1 204,1 282,2 603,8 1.258,2 1.530,1 1.763,6 2.001,7 2,416,6
Impuestos como porcentaje del
45,8 49,2 101,8 96,1 96,7 93,9 93,4 93,3 92,2 91,6
total de ingresos
Fuente: China Statistical Yearbook, 2005; Asian Development Bank, Key Indicators, 2005.

Anexo 11 El papel cambiante del Estado

1978 1980 1985 1990 2000 2001 2002 2003 2004


Producción de las
paraestatales como % del
78 76 65 55 48 43 40 37 34
total de la producción
industrial
Producción de las empresas
colectivas como % del total de 22 24 32 36 18 13 11 9 8
la producción industrial
Producción de empresas
individuales como % del total -- -- 3 9 34 43 49 54 58
de la producción industrial
Ingresos del gobierno como %
31 26 22 16 15 17 18 19 19
del producto nacional bruto
Fuente: Oficina de estadísticas de China

Nota: Debido al redondeo, es posible que las cifras no sumen entre sí.

22
China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

Anexo 12 Balanza de pagos de la República Popular de China, 1990–2004 (en millones de dólares)

1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004


A. Cuenta corriente 11.997 1.618 20.518 17.401 35.422 45.876 68.659
Exportaciones 51.519 128.110 249.131 266.075 325.651 438.270 593.393
Importaciones -42.254 -110.060 -214.657 -232.058 -281.484 -393.618 -534.410
Balanza comercial 9.165 18.050 34.474 34.017 44.167 44.652 58.982
Servicios: crédito 5.803 19.130 30.430 33.334 39.745 46.734 62.434
Servicios: débito -4.352 -25.223 -36.031 -39.267 -46.528 -55.306 -72,133
Ingresos: crédito 3.069 5.191 12.550 9.388 8.344 16.095 20.544
Ingresos: débito -1.962 -16.965 -27.216 -28.563 -23.289 -23.933 -24.067
Transferencias netas 274 1.435 6.311 8.492 12.984 17.634 22.898
B. Cuenta de capital -- -- -35 -54 -50 -48 -69
C. Cuenta financiera 3.255 38.673 1.958 34.832 32.340 52.774 110.728
Inversión directa hacia el exterior -830 -2.000 -916 -6.884 -2.518 152 -1.805
Inversión directa hacia el interior 3.487 35.849 38.399 44.241 49.308 47.077 54.936
Activos de la cartera de inversiones -241 79 -11.307 -20.654 -12.095 2.983 6.486
Pasivos de la cartera de inversiones -- 710 7.317 1.249 1.752 8.444 13.203
Otros activos de inversión:
Autoridades monetarias -- -- -7.261 -5.387 -- -- --
Gobierno general -116 -367 -- -- -- -- --
Bancos -- -- -21.430 16.800 -10.258 -15.733 2.959
Otros sectores -115 -714 -15.173 9.400 7.181 -2.189 -979
Otros pasivos de inversión:
Autoridades monetarias -115 1.154 -- -- -- -- --
Gobierno general 3.129 6.021 3.153 1.124 40 -2.758 999
Bancos 371 -4.045 -8.281 -1.305 -1.725 10.269 13.375
Otros sectores 371 1.986 17.457 -3.752 655 4.529 21.554
D. Errores y omisiones -3.205 -17.823 -11.748 -4.732 7.504 17.985 26,834
E. Cambio en los activos de las reservas -12.047 -22.469 -10.693 -47.447 -75.217 -116.586 -206,153
Tasa de cambio: RMB/U.S. $ 4.783 8.351 8.279 8.277 8.277 8.277 8.277
a
Tasa promedio de los aranceles 43,9% 35,9% 16,4% 15,3% 13,0% 12,0% 10.4%
Fuente: Compilación a partir del International Monetary Fund Balance of Payments Statistics Yearbook, 1990–2004; Economist
Intelligence.

Unit Country Commerce Statistics, http://www.eiu.com.


a
Estimación.

23
708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Anexo 13 Importaciones y exportaciones de China por mercancía principal, 1985–2003 (como


porcentaje del total)

1985 1990 1995 2000 2001 2002 2003


Imp. Exp. Imp. Exp. Imp. Exp. Imp. Exp. Imp. Exp. Imp. Exp. Imp. Exp.
Alimento y animales
3,7 13,9 6,3 10,6 4,6 6,7 2,1 4,9 2,0 4,8 1,8 4.5 1.4 4,0
vivos
Bebidas y tabaco 0,5 0,4 0,3 0,6 0,3 0,9 0,2 0,3 0,2 0,3 0,1 0.3 0,1 0.2
Materiales crudos,
7,7 9,7 7,7 5,7 7,7 2,9 8,9 1,8 9,1 1,6 7,7 1.4 8,3 1.1
excluyendo combustibles
Combustibles de origen
0,4 26,1 2,4 8,4 3,9 3,6 9,2 3,2 7,2 3,2 6,5 2.6 7.1 2.5
mineral, etc.
Aceites vegetales y
0,3 0,5 1,8 0,3 2,0 0,3 0,4 -- 0,3 -- 0,6 -- 0,7 --
grasas animales
Productos químicos 10,6 5,0 12,5 6,0 13,1 6,1 13,4 4,9 13,2 5,0 13,2 4.7 11,9 4.5
Bienes básicos de
28,2 16,4 16,7 20,3 21,8 21,7 18,6 17,1 17,2 16,5 16,4 16.3 15,5 15.7
manufactura
Máquinas, equipo de
38,4 2,8 31,6 9,0 39,9 21,1 40,8 33,1 43,9 35,7 46,4 39.0 46,7 42.9
transporte
Bienes diversos de
4,5 12,7 3,9 20,4 6,3 36,7 5,7 34,6 6,2 32,7 6,7 31.1 8,0 28.8
manufactura
Bienes sin clasificar 5,8 12,5 16,9 18,7 0,5 -- 0,7 0,1 0,7 0,2 0,5 0.2 0,3 0.2
Total (en miles de
42,3 27,4 53,3 62,1 132,1 148,8 225,1 249,2 243,6 266,1 295,2 325.6 412,8 438.4
millones de U.S. $)
Fuente: Reproducido con permiso del Asian Development Bank a partir de su sitio web,
www.adb.org/Documents/Books/Key_Indicators/2005/pdf/PRC.pdf. Mayor información acerca del desarrollo de Asia y el
Pacífico puede encontrarse en: www.adb.org.

Nota: Debido al redondeo, es posible que las cifras no sumen entre sí.

Anexo 14 Inversión extranjera directa en China, 1979–2004

1979-82 1985 1990 1995 2000 2001 2002 2003 2004


Total de la IED utilizada (en mmdd) 1,2 1,7 3,5 37,5 40,7 46,9 52,7 53.5 60,3
De la cual:
Capital de joint ventures 8,4% 35,0% 54,1% 50,8% 35,2% 33,6% 28,4% 28,.8% 27,0%
Joint ventures de propiedad totalmente
3,4 0,8 19,6 27,5 47,3 50,9 60,2 62.4 66,3
extranjera
Cooperativas de joint ventures 45,6 35,2 19,3 20,1 16,2 13,3 9,6 7.2 5,1
Otras 42,6 29,0 7,0 1,6 1,6 2,2 1,8 1.6 1,6
Fuente: China Statistical Yearbook, 2005; The U.S. China Business Council: “China Statistics and Analysis”, http:
//www.uschina.org/china-statistics.html.
a
Consiste casi por completo de contratos de exploración conjunta de yacimientos de petróleo.

24
China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

Anexo 15 Participación extranjera en el sector bancario de China, septiembre de 2005

Banco chino Inversionista extranjero Participación (%)


Bohai Bank Standard Chartered 2,.00
Nanjing Bank IFC 15,00
BNP Paribas 19,20
Hua Xia Deutsche Bank 9,90
Sal. Oppenheim 4,10
Hang Zhou City Bank Commonwealth Bank of Australia 19,90
Jinana City Bank Commonwealth Bank of Australia 11,00
Bank of China UBS 1,60
Tomasek Holdings 10,00
Royal Bank of Scotland 5,16
Merrill Lynch y Li Ka Shing Foundation 4,84
Industrial & Commercial Bank of China Goldman Sachs 6,00
Allianz AZ 3,33
American Express 0,67
Nanchong City Commercial Bank German Investment and Development 13,30
Co.
China Construction Bank Bank of America 9,00
Temasek 5,10
Bank of Beijing IFC 5,00
ING 20,00
China Minsheng Bank Temasek 4,55
IFC 1,60
Shenzhen Development Bank Newbridge Capital 18,00
Xi’an Bank Bank of Nova Scotia 11,50
IFC 12,50
Bank of Communication HSBC 19,90
Dialien City Bank SHK Financial 10,00
Shanghai Pudong Development Bank Citigroup 5,00
Industrial Bank Hang Seng Bank 15,98
GIC 5,00
IFC 4,00
Bank of Shanghai HSBC 8,00
Shanghai Commercial Bank (HK) 3,00
IFC 7,00
China Everbright Bank Asia Development Bank 3,30

Fuente: Adaptado de “China: To Float or Not To Float (D) ”, Laura Alfaro y Rafael Di Tella, HBS No. 706-031.

25
708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

Anexo 16 Población de China, 1970–2004

1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2004


Población (millones) 813,3 916,4 981,2 1.051,0 1.135,2 1.204,9 1.262,6 1.296,5
Tasa total de la fertilidada 5,8 3,4 2,5 2,2 2,5 NA NA 2,0
Tasa de la mortalidad infantil (por
69,0 46,0 41,0 36,2 38,0 37,0 32,0 NA
miles)
Expectativa de vida al nacer (hombres) 61,7 64,8 66,9 68,5 68,6 NA 69,6 70,0
Total de personas ejecutadas NA NA NA 135 750 2.190 1.000 3.400
Fuente: Banco Mundial, World Tables, 1983, 1991, 1992, y 1995.
a
Definida por el Banco Mundial como el número promedio de hijos vivos que una mujer habría dado a luz durante su vida, en
caso de parir a cada edad de acuerdo con las tasas de fertilidad, específicas a edades, que prevalecen.
b
Número total de ejecuciones documentadas por Amnesty International. Amnesty calcula que la verdadera cifra es mucho
mayor.

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China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas” 708-S31

NOTAS

1
Cfr. Jianying Zha, “Learning from McDonald’s”, Transition, número 91, 2002.
2 “China Leaders Push Economic Rebalancing”, www.chinadaily.com.cn, 29 de noviembre de 2005.
3 Técnicamente, Botswana tiene todavía el récord, pues su PIB ha crecido a un promedio del 10.6% anual durante

36 años. Pero como Botswana es un país muy pequeño, la comparación no le hace justicia a China.
4 Li & Fung Research Centre, “China Distribution and Trading”, número 28, p. 4, octubre de 2005.
5 Cfr. John King Fairbank, The Great Chinese Revolution, 1800–1985, Harper & Row, Nueva York, 1987, p. 5.
6
Las dos excepciones más notables fueron los grandes emperadores de la dinastía Tang: Taicong (que reinó de
626 a 649) y Gaocong (649 a 683), quienes entablaron relaciones comerciales con el Asia central y Persia, e
intervinieron militarmente en Corea y el norte de la India. No fue sino hasta el siglo XV que China incursionó
otra vez por el mundo: el Admirante Cheng Ho encabezó expediciones inmensas al sureste de Asia, el Golfo
Pérsico e incluso llegó a la costa oriental de África. Pero después de la séptima expedición, en 1430, China
suspendió por completo la exploración de los mares.
7 Cfr. Maurice Meisner, Mao's China and After, Free Press, Nueva York, 1986, p. 60.
8 Se trata sólo de una estimación. Véase John K. Fairbank y Edwin O. Reischauer, China: Tradition and

Transformation, Houghton Mifflin Co., Boston, 1978, p. 500.


9
Véase a Barry Richman, Industrial Society in Communist China, Random House, Nueva York, 1969, p. 615.
10
China between Plan and Market, Banco Mundial, Washington, D.C., 1990, p. 152.
11
La regulación no fue tan estricta en las zonas rurales: las mujeres a menudo recibían permiso de volver a
embarazarse si su primera criatura había sido una niña.
12
Este límite se suprimió en 1988.
13
Si bien hubo algunas cuantas empresas privadas, eran insignificantes en cuanto a producción y plazas de
trabajo.
14
The Economist, “China Survey”, 28 de noviembre de 1992, p. 12. Un estudio más detallado de las empresas
municipales y aldeanas se encuentra en Jean C. Oi, Rural China Takes Off: Institutional Foundations of Economic
Reform, University of California Press, Berkeley, 1999.
15
Cfr. Michael Bell y Kalpana Kochhar, “China: An Evolving Market Economy—A Review of Reform
Experience”, estudio interno del Fondo Monetario Internacional, noviembre de 1992, p. 30.
16 “China Becomes World’s 3rd Largest Exporter”, China Daily, 16 de abril de 2005. Un análisis detallado de la

decisión de China de entrar a la OMC se encuentra en Regina Abrami, “China and the WTO: Doing the Right
Thing?” caso de la Harvard Business School, número 704-041.
17
Cfr. Joseph Kahn, “North Korea Says it Will Abandon Nuclear Efforts”, New York Times, 19 de septiembre de
2005, p. A1.
18 “Experts Ponder Ways to Deal with NPLs”, China Daily, 20 de diciembre de 2004.
19
Un análisis de la situación cambiaria de China se encuentra en Laura Alfaro and Rafael Di Tella, “China: To
Float or Not to Float? (A)”, caso de la Harvard Business School, número 706-021.
20
Entrevista de los autores con funcionarios del Banco Mundial, Pekín, 29 de noviembre de 2005. Véase también:
Shaohua Chen y Martin Ravallion, “China’s (Uneven) Progress Against Poverty”, investigación del Banco
Mundial acerca de políticas, número 3408, 1º de septiembre de 2004.
21
Véase, por ejemplo: “Five More Years”, The Economist, 13 de octubre de 2005; Li & Fung Research Centre,
“China Distribution and Trading”, número 28, octubre de 2005, pp. 1–8; y “China: Country Profile 2006”,
Economist Intelligence Unit, 12 de enero de 2006, pp. 31–32.
22
Véase a Cynthia W. Cann et al., “China’s Road to Sustainable Development: An Overview”, en Kirsten A. Day,
editora, China’s Environment and the Challenge of Sustainable Development, M.E. Sharpe, Londres, 2005, pp. 3–25; y
Clear Water, Blue Skies, Banco Mundial, 1997.
23 “China: Country Report”, Economist Intelligence Unit, 15 de septiembre de 2005.
24
No obstante, la mayoría de los ciudadanos chinos sí disfrutaba de mayores espacios de libertad que en el
pasado. Un análisis de estas tendencias y su implicación se encuentra en: Jean C. Oi, “Realms of Freedom in
Post-Mao China”, en William C. Kirby, editor, Realms of Freedom in Modern China, Stanford University Press,
Standford, 2004; John P. Burns, “The People’s Republic at 50: National Political Reform”, China Quarterly,
número 159, septiembre de 1999, pp. 580–594.

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708-S31 China: Construcción de un “Capitalismo con Características Socialistas”

25
Departamento de Defensa de Estados Unidos, Annual Report to Congress: The Military Power of the People’s
Republic of China, 2005; Frank O. Mora, “Military Business: Explaining Support for Policy Change in China, Cuba,
and Vietnam”, Problems of Post-Communism, noviembre–diciembre de 2004, pp. 44–63.
26
Las cifras son estimaciones. Véase a Makoto Ikeya, “Chinese Banking System: Impact of Asset Management
Companies”, R & I Rating Joho, noviembre de 1999; Guifen Pei y Sayuri Shirai, “The Main Problems of China’s
Financial Industry and Asset Management Companies”, Universidad de Keio, 5 de febrero de 2004.
27
Entrevista de los autores con funcionarios del Ministerio de Finanzas, Pekín, 29 de noviembre de 2005.
28
“Great Wall”, por ejemplo, fue una administradora de activos que recibió 1,3 mil millones de yuanes en
créditos sin cumplir del “Shanghai Agriculture, Industry and Commerce Group”, una paraestatal que en su
época de apogeo tuvo 100.000 empleados y más de cien subsidiarias. Durante un lapso de dos años Great Wall
cerró muchas de éstas y consolidó la deuda de las demás. Después tomó el control del activo más valioso de la
paraestatal: 15 millones de acciones en dos compañías de cotización pública y el derecho de utilizar 17.000 mu
(2.800 acres) de tierras a las afueras de Shangai.
29
Fondo Monetario Internacional, “Staff Report for the 2005 Article IV Consultation, People’s Republic of China”,
8 de julio de 2005, p. 20.
30
El número de bancos chinos con inversionistas extranjeros estratégicos se duplicó en 2004, llegando a diez. En
junio de 2005 se hizo pública la mayor transacción internacional: la venta del 9% del China Construction Bank al
Bank of America. Véase: Fondo Monetario Internacional, “Staff Report for the 2005 Article IV Consultation,
People’s Republic of China”, 8 de julio de 2005, p. 20.
31
Entrevista de los autores con funcionarios de la Comisión Reguladora de la Banca China, Pekín, 30 de
noviembre de 2005.
32
Véase por ejemplo a Nerys Avery, “China’s Trade Surplus Widened to $10,3 Billion in July (Update 2),”
Bloomberg, 11 de agosto de 2005, en
http://quote.bloomberg.com/apps/news?pid=10000006&sid=aI6ubprxXtFM refer=home.
33 Wen Jiabao, Primer Ministro de la República Popular de China, citado por el Fondo Monetario Internacional

en: “Staff Report for the 2005 Article IV Consultation, People’s Republic of China”, 8 de julio de 2005.
34 Cfr. Mark O’Neill, “China’s Reserves are a Growing Problem”, South China Morning Post, 29 de noviembre de

2004; Departamento del Tesoro de Estados Unidos, “International Capital Data for December, 2004”; y
http://www.uschina.org/statistics/2005economyforecast.html.
35
También comunicaron que, en adelante, el valor del yuan se basaría en una canasta de monedas y ya no
exclusivamente en el dólar estadounidense.
36
“Remarks by John Snow to the Securities Industry Association”, boletín de prensa del Departamento del
Tesoro de Estados Unidos, tomado de http://www.treasury.gov/press/international.html, consultado en enero
de 2005.
37
Entrevista de los autores con investigadores del Instituto de Ciencias Fiscales, Pekín, 30 de noviembre de 2005.
38 Entrevista de los autores con funcionarios del Banco Mundial, Pekín, 29 de noviembre de 2005.
39
“Chinese President Hu Jintao Stresses Study of Marxism”, BBC Monitoring International Reports, 27 de
noviembre de 2005.
40
Véase el análisis de Jean C. Oi y Zhao Shukai, “Fiscal Crisis in China’s Townships: Causes and Consequences”,
en Merle Goldman y Elizabeth Perry, editores, Grassroots Political Reform in Contemporary China, Harvard
University Press, Cambridge, a publicarse en 2006.
41
Entrevista de los autores con funcionarios del Ministerio de Finanzas, Pekín, 29 de noviembre de 2005.
42
Howard W. French, “Land of 74.000 Protests (But Little is Ever Fixed)”, New York Times, 24 de agosto de 2005,
p. A4.
43
“Turning Ploughshares into Staves; China’s Land Disputes”, The Economist, 25 de junio de 2005. Un análisis de
las causas y consecuencias del descontento civil se encuentra en: Jean C. Oi, “Realms of Freedom in Post-Mao
China”, en William C. Kirby, editor, Realms of Freedom in Modern China, Stanford University Press, Standford,
2004.

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