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DESCENSO DE CRISTO AL HADES

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La frase "descendió a los infiernos "(latín descendit ad inferna o ad inferos), expresa el hecho
cristológico que siguió a la muerte y sepultura de Jesús, encontrada en el Credo de los
Apóstoles y en el atanasiano, aunuqe falta en el niceno-constantinopolitano y en el antiguo
símbolo romano. Su primera declaración oficial, hasta donde se puede asignar la fecha, fue
formulada en 359 y 360 en los sínodos de Sirmio en Panonia, Nicea en Tracia y
Constantinopla, celebrados bajo la influencia homoiousiana. Unas décadas más tarde era,
según el testimonio de Rufino (Expositio symboli Aquileiensis, xviii), parte de la confesión de la
iglesia de Aquileya. Pero ya fue enseñado mucho antes por los más diversos escritores de la
Iglesia. La antigua afirmación de que fue recibido en la confesión para combatir la herejía
apolinarista ha sido refutada hace mucho. Es simplemente la cristalización de una antigua
tradición cristiana no atacada.

Descenso de Cristo al infierno, por Gillis Mostaert

Datos del Nuevo Testamento.


El Nuevo Testamento habla sólo de que el alma de Jesús estuvo durante un tiempo sujeta a la
esfera de la muerte como la de cualquier otro hombre. Según Hechos 2:27,31 la característica
no es que él descendió al Hades, sino que regresó del mismo por su resurrección. Pablo
también asume probablemente, en Romanos 10:7, la presencia real de Cristo en el lugar
intermedio de los muertos ya que habla de lo "profundo" (griego abyssos) en relación con la
resurrección de Cristo. En Lucas 23:43 Cristo aseguró al ladrón en la cruz que estaría con él
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en el paraíso, añadiendo así, según el significado de la palabra paradeisos en el uso de los
judíos, un testimonio añadido de que el alma de Jesús estuvo en la esfera de los muertos,
más particularmente en esa parte que estaba destinada para los justos. Pero ha de
observarse que en esos pasajes no se enseña expresamente un descenso al infierno, sino
que se presupone como algo que naturalmente siguió a la muerte.
Sobre la actividad de Cristo en el Hades 1 Pedro 3:18 sqq y 4:16 ha ocasionado grandes
disputas. Según como se entiendan los "espíritus" (griego pneumata), si son las almas de los
muertos o espíritus auténticos (es decir, ángeles caídos) y según se conciba de Cristo, que
descendió a ellos, como encarnado o preexistente, este pasaje ha sido interpretado en cuatro
formas diferentes:
(1) Cristo predicó tras su muerte a las almas partidas de los inconversos contemporáneos de
Noé. Orígenes, Bengel, König, Güder, Usteri y otros asumieron que el propósito de la
predicación de Cristo en el Hades fue de naturaleza redentora, mientras que desde Flacius y
Calovio muchos intérpretes y dogmáticos luteranos lo han estimado como una manifestación
condenatoria del juicio contra los rechazados, en el evidente esfuerzo de adaptar el texto de
la Biblia a la concepción eclesiástica del descenso como un triunfo de Cristo sobre el poder de
Satanás.
(2) Siguiendo a Agustín, Tomás de Aquino, Beza y muchos teólogos reformados después de
él, especialmente A. Schweizer, interpretaron ese pasaje como un sermón de Cristo antes de
su encarnación, que procedió bien de la boca de Noé, el "predicador de justicia" (2 Pedro 2:5),
o que coincide con la "paciencia de Dios" expresada en 3:20.
(3) Spitta intentó resolver el problema asumiendo que el Mesías antes de su encarnación, en
el tiempo anterior al diluvio, predicó a los ángeles caídos, que, según Génesis 6:1 y sgg.,
Enoc vi-viii, se unieron con las hijas de los hombres y corrompieron la humanidad. Sus
palabras, según Spitta, fueron idénticas con el anuncio de castigo con que se le confió a Enoc
según el libro que lleva su nombre (xii y sgg.), ya que en el judaísmo pre-cristiano las
representaciones de Enoc y el Mesías se confundían frecuentemente.
(4) Baur comparte la idea de Spitta de que Cristo anunció la condenación a los ángeles
caídos, pero no hasta después de su resurrección de la muerte en la cruz. El fruto del
sufrimiento inocente de Cristo consiste en la victoria sobre esos seres corrompidos por el que
el hombre es llevado a Dios (1 Pedro 3:18).

La antigua doctrina eclesiástica.


Sin embargo, se puede probar por la historia que el pasaje de 1 Pedro 3:18 y sgg. no ha sido
la base para el desarrollo de la doctrina eclesiástica de la actividad salvadora de Cristo en el
Hades. Entre los antiguos escritores cristianos solamente Orígenes lo cita y, en manera
incidental, Hilario de Poitiers, mientras que otros pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento
se presentan en gran número. Es evidente de Mateo 28:52-53 que, a consecuencia de la
muerte de Jesús y su descenso al Hades que siguió como consecuencia natural, muchos
santos fallecidos fueron liberados de las cadenas de la muerte. Una creencia general en la
antigua Iglesia fue que la salvación realizada por Cristo se hizo disponible para los profetas y
los piadosos del Antiguo Testamento entre el tiempo de la muerte y la resurrección de Cristo.
Ya que el alma de Jesús con su inseparable divinidad apareció en el Hades, Satanás quedó
privado de la soberanía que había ejercido hasta entonces en una forma ilimitada en el
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mundo inferior. Hubo una diferencia entre los occidentales y los orientales sobre la cuestión
de a quién se refería el anuncio de salvación. La iglesia occidental lo confina estrictamente a
los patriarcas, profetas y otros creyentes del Antiguo Testamento, mientras que la Iglesia
oriental tiene una tendencia más universal. Los escolásticos de la Edad Media subrayaron una
y otra vez que la salvación que Cristo llevó al Hades simplemente se refería al limbus patrum,
y no a ninguna persona que hubiera muerto sin fe o al limbus infantium. Según el catecismo
romano el alma de Cristo descendió al Hades, mientras que su cuerpo yacía en la tumba, no
porque estuviera sujeto a la ley del hombre, como la antigua Iglesia enseñó, sino por su propia
voluntad, para vencer a los demonios.

Doctrina protestante.
Los protestantes rechazaron, con el purgatorio, también el limbo y retuvieron sólo dos
condiciones tras la muerte; a partir de ahí se originó la tendencia a identificar el Hades con el
infierno, es decir, el lugar o condición de la condenación. La Iglesia luterana adoptó el
pensamiento de Lutero, contenido en su sermón de Torgau (1533), según el cual Cristo en
toda su personalidad, Dios y hombre, cuerpo y alma, real y verdaderamente descendió al
infierno de los condenados y venció al diablo. La Fórmula de Concordia siguió en la misma
línea. Cristo descendió al principio de la mañana de resurrección, justo antes de su aparición
como resucitado sobre la tierra. El intervalo entre la crucifixión y el descenso lo pasó en el
paraíso. El descenso de Cristo es considerado la primera etapa en su exaltación, ya que
entonces por vez primera hizo un uso ilimitado de su divina idiomata triunfando sobre el poder
de Satanás.

Los teólogos reformados estimaron el descenso al infierno como una expresión figurativa para
el insondable sufrimiento del alma humana de Cristo, que soportó en los últimos momentos de
su muerte vicaria (Calvino, "Institutos" libro II, capítulo xvi, 8-21). Fue parte de su humillación,
no, como en la idea luterana, la primera etapa de su estado exaltado. Además de esta idea,
se han sostenido otras sobre el significado de la cláusula. Fue sólo otra forma de decir que
Cristo fue sepultado (Beza, Drusius y otros) o denotó el estado de muerte, estimado
ignominioso para el príncipe de vida (Piscator, Arminio y otros).

Fue sólo en el período de la Ilustración que el texto de 1 Pedro 3:18 atrajo nueva atención en
el aspecto exegético. Se sostuvo que implicaba un sermón de buenas nuevas a personas que
habían muerto sin salvación. Los racionalistas lo estimaron como una noción judaica, mientras
que dogmáticos como de Wette, Marheineke y Hase descubrieron en el mismo un mito de una
permanente idea cristiana. Presuponiendo la realidad de un estado intermedio, un gran
número de teólogos han proclamado este sermón de salvación por parte de Cristo como
factor esencial por cuyo medio se realizó la universalidad del cristianismo. Pero en tiempos
posteriores el descenso al Hades se ha tratado con gran reserva, siendo a veces enteramente
pasado por alto.

Conclusión.
Al contemplar la doctrina del descenso, encontramos que desde la posición del Nuevo
Testamento, así como de la historia del dogma, hay dos distintivas características en el
trasfondo: la estancia de Cristo en el Hades y el triunfo sobre los poderes del infierno. La
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sentencia del Credo de los Apóstoles, descendit ad inferos, se relaciona primordialmente sólo
con la primera. Si se desea relacionar una cierta actividad con el descenso de Cristo, se
puede creer con la antigua iglesia que llevó vida y salvación a los creyentes en el Hades. Pero
en tanto el Hades, del que los patriarcas habían de ser liberados, estaba bajo el dominio de
Satanás, el príncipe de las tinieblas tenía que ser conquistado y esta idea estaba en el
trasfondo; ya que el interés en el destino de los patriarcas y hombres piadosos de tiempos
pre-cristianos gradualmente disminuyó, la expresión inferi se convirtió en el curso del tiempo
en representación popular y teológica del lugar de los condenados y de los espíritus malos.
Finalmente, hasta donde la suposición de un sermón de salvación a las personas fallecidas
en el estadio intermedio se basa sobre la muy cuestionable interpretación de un solo texto
bíblico y puede difícilmente armonizarse con otros pasajes (2 Corintios 5:10; Gálatas 6:8;
Romanos 2:6; etc.), es injustamente considerado indispensable para el mantenimiento del
principio de la justicia y el amor divino, pues la creencia de que Dios dará a todos los hombres
de alguna manera una oportunidad de tener plena salvación en Cristo es independiente de la
forma definida en la que algunos creen que es realizada.

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